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Facultad de Psicología
La electroconvulsoterapia en el tratamiento de la
esquizofrenia:
¿Procedimiento justificado o abuso psiquiátrico?
Natalia Norman
Tutor: Dr. Fredy da Silva
Diciembre, 2017
Montevideo, Uruguay
II
“Aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y
buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia”.
III
RESUMEN
Se busca con esta memoria, que el lector pueda reflexionar, sopesar y cuestionar
su postura respecto al uso de esta tan estigmatizada terapia, en el tratamiento de la
esquizofrenia, enfermedad para la cual está especialmente indicada, incluso en muchos
casos, como tratamiento de primera elección.
IV
ABSTRACT
This thesis aims to encourage the reader to weigh and question their position
regarding the use of this highly stigmatized form of therapy, in the treatment of
schizophrenia, a disease for which it is especially indicated, even in many cases, as a
first-line treatment.
V
AGRADECIMIENTOS
A mi familia, por la incondicionalidad del apoyo durante la carrera y siempre. Por hacer
propios cada logro y alegría.
A mis jefes, por los días de estudio, cambios de horario y flexibilidad. Por el voto de
confianza.
A Virginia, mi psicóloga, por su contención durante esta etapa y gran parte de la carrera.
A Fredy da Silva, por aceptar ser mi tutor, por los consejos, correcciones y tiempo
dedicado.
VI
ÍNDICE DE CONTENIDOS
RESUMEN ..................................................................................................................... IV
ABSTRACT .....................................................................................................................V
AGRADECIMIENTOS .................................................................................................. VI
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................X
CAPÍTULO I
ESQUIZOFRENIA
VII
CAPÍTULO II
ELECTROCONVULSOTERAPIA (ECT)
VIII
CAPÍTULO III
IX
INTRODUCCIÓN
X
concerniente a la salud mental, que ha vuelto a este tema, uno actual, de relevancia e
interés general.
Este trabajo está dedicado en primer lugar, al público general, que quiera
informarse de la temática tratada y generar su propia opinión respecto de la misma, así
como trabajar el prejuicio que solemos tener en torno a las personas con trastornos
mentales, y el lugar en el que como sociedad, tendemos a colocarlas. Además, se orienta
a los distintos profesionales de la salud mental, entre los que, considero, sería
recomendable mantenerse actualizados respecto de los diferentes tratamientos,
XI
frecuentemente utilizados en el mundo, además de fundar sus opiniones respecto de los
mismos, en evidencia empírica.
XII
indicaciones específicas, entre las que se encuentra la esquizofrenia, sus
contraindicaciones y efectos adversos principales.
El capítulo tres procura realizar una integración entre las temáticas abordadas en
los dos capítulos anteriores, y dar cuenta así, de cómo se utiliza y ha utilizado la ECT en
el tratamiento de la esquizofrenia. Éste capítulo intenta acercar al lector, los principales
autores e investigaciones, tanto clásicas como contemporáneas, que se han dedicado al
estudio del uso de esta técnica en el tratamiento de la esquizofrenia. Se examina la
evolución de la utilización de este procedimiento en el tratamiento de este cuadro, los
niveles de eficacia que posee, la estrategia de tratamiento concomitante entre ECT y
antipsicóticos, la cantidad de sesiones y frecuencia con que se administra, y
fundamentalmente, las indicaciones actuales específicas, para tratar con ECT los
distintos síntomas esquizofrénicos. Se explica a su vez, como se aplica, tanto en nuestro
país, como en el resto del mundo.
Finalmente, se presentan las conclusiones del trabajo, con las que cabe aclarar,
no se intenta dar el tema por finalizado. Por el contrario, está memoria, como ya se ha
dicho, pretende ser un aporte más sobre la temática, además de echar luz sobre el halo
de negatividad y el estigma que existe en torno a este tratamiento, de manera tal de que
el lector pueda sacar sus propias conclusiones y generar sus propias opiniones.
Asimismo, esta memoria busca poder generar nuevas interrogantes, que motiven futuros
trabajos e investigaciones.
XIII
CAPÍTULO I
ESQUIZOFRENIA
1.1. Generalidades
1
identificado una semiología general idiosincrásica de la enfermedad, que por más
abarcartiva que intente resultar, acaba siempre definiendo un perfil medio de la misma
(Vallejo, 2006). En lo personal, adhiero considerablemente con la definición acuñada
por Ey et al. (1978), en la que la definen como:
Peralta & Cuesta (2009) explican que el manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales DSM-IV constituye un buen ejemplo de cómo diferentes modelos
clásicos han logrado integrarse en uno único. La versión vigente de dicho manual
(DSM-5) dedica en la sección II del mismo, un espacio a los llamados “trastornos del
espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos”. Estos vendrían a ser la
esquizofrenia, otros trastornos psicóticos y el trastorno esquizotípico de la personalidad.
(APA, 2014).
2
afección médica (criterio E). Por último, que si existen antecedentes de un trastorno del
espectro autista, los síntomas esquizofrénicos deben haber estado presentes durante un
mínimo de un mes (o menos si el sujeto fue tratado) (APA, 2014).
3
1.3.1. La esquizofrenia clásica:
4
Años después, Bleuler tomó y reformuló los cuadros clínicos descritos por
Kraepelin, ordenándolos de acuerdo con su jerarquía para el diagnóstico y
clasificándolos (Romano, 2013). Es así que en 1911 utilizó el término de “grupo de las
esquizofrenias” (Vallejo, 2006), alegando que no se trataría de una enfermedad única
sino que de un conjunto de enfermedades. En estrecha relación con el advenimiento de
la escuela Freudiana, que comenzó a incidir en la psiquiatría clínica, se diferenció de su
antecesor al reconocer el carácter psicodinámico de muchos síntomas. Además,
concedió mayor importancia al cuadro clínico que al curso evolutivo, para la
determinación de la entidad mórbida. Bleuler consideraba que el pronóstico no siempre
era tan desfavorable, sino que existían casos de remisiones parciales e incluso totales.
Agregó que no se trataba de una afección que afligiera únicamente a jóvenes, sino que
también podía darse su origen en personas mayores. De esta manera, Bleuler amplió
significativamente los límites de la enfermedad establecidos por Kraepelin. Al margen
de sus posibles limitaciones, sus trabajos continúan siendo punto de referencia en la
actualidad (Silva, 1993).
5
de medicamentos para el tratamiento de la esquizofrenia, como lo son los neurolépticos,
ha fomentado la investigación acerca de su mecanismo de acción y por ende del proceso
patológico subyacente, es decir la fisiopatología de la esquizofrenia. La hipótesis
dopaminérgica continúa hoy en día siendo la principal hipótesis explicativa con la que
se cuenta, y se basa en el mecanismo de acción de estos fármacos (Silva, 1993).
1.4. Semiología
6
evidenciado a su vez, la necesidad de una aproximación dimensional de su
diagnóstico. Desde este punto de vista, los diferentes trastornos se ajustarían mejor a la
noción de pertenecer a un espectro esquizofrénico, presentándose los diferentes
síntomas en un continuum de intensidad, frecuencia y duración en los distintos sujetos
(Peralta & Cuesta, 2009). Esta concepción recuerda al famoso “grupo de las
esquizofrenias” del que hablaba Bleuler.
7
1.4.1.1. Sintomatología positiva
Las más frecuentes en la esquizofrenia son las auditivas, que pueden ser tanto
verbales como no verbales, también llamadas acoasmas. Las no verbales pueden referir
a sonidos inespecíficos o murmullos ininteligibles, y las verbales, habitualmente se
experimentan en forma de voces que se distinguen del propio pensamiento (APA,
2014). Algunos autores denominan alucinaciones verdaderas a aquellas que tienen
espacialidad, o sea que el paciente las percibe como voces fuera de su cabeza, que se
originan en el exterior y pseudoalucinaciones o falsas alucinaciones, a aquellas que se
perciben dentro de la cabeza, desde el interior (da Silva, 2007). En ocasiones, los
enfermos pueden dialogar con estas voces, dando lugar a soliloquios (Vallejo, 2006).
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Las alucinaciones visuales por otro lado, se presentan de manera muy poco
frecuente en la esquizofrenia, dándose más asiduamente en pacientes que padecen
psicosis orgánicas (Freedman et al., 1975). Su presencia por tanto, suele obligar a
realizar un correcto diagnóstico diferencial con una posible psicosis de origen exógeno,
o con lesiones cerebrales de diferente etiología (tóxica, traumática, metabólica, etc.)
(Vallejo, 2006).
Las alucinaciones cenestésicas por otro lado, si bien rara vez están presentes en
la esquizofrenia, cuando se ven, suelen presentarse acompañadas de delirios muy
extraños (Vallejo, 2006). Por cenestesia se entiende la experiencia vívida del interior del
cuerpo, y consiste en la sensación de que este se encuentra vacío o hueco, o de
experimentar de manera particular determinadas partes del interior del mismo, como
dolores en los distintos órganos corporales.
Las alteraciones del contenido, aluden a los delirios e ideas delirantes. Estas, de
acuerdo con da Silva (2007) son ideas fijas, falsas, irreductibles a la lógica, e
inmodificables, que la persona mantiene con una convicción total, incluso pudiendo
negar clara evidencia en contra de las mismas y yendo en contra de la razón compartida.
Tienden además a ser absurdas y extravagantes, desentonando notoriamente con la
realidad. Al ser sus temáticas totalmente personales, resultan absolutamente
9
incompartibles con las personas del mismo nivel sociocultural, con similares creencias y
edades. Esto suele provocar la alienación del sujeto con respecto al resto de la sociedad.
10
funcionamiento cerebral, y acaban siendo igual o más incapacitantes que los primeros.
Son de hecho, de peor pronóstico, al tener una peor respuesta al tratamiento
farmacológico. Incluyen la alogia, la anhedonia, la abulia, el embotamiento afectivo, la
insociabilidad y los trastornos de la atención (Vallejo, 2006). La APA (2014) indica que
la abulia y la expresión emotiva disminuida son los dos síntomas de esta categoría más
prominentes en la esquizofrenia.
Vallejo (2006) subdivide a los trastornos del pensamiento del curso en los de la
forma y los de la fluidez. La forma alude a la coherencia y a la organización del
11
pensamiento. Puede verse el pensamiento circunstancial, en el que el paciente habla con
un gran número de detalles pero sin perder la idea central del discurso; puede
encontrarse también el pensamiento tangencial, similar al anterior pero perdiendo sí la
idea central; la alogia, en la que existe un empobrecimiento del pensamiento
evidenciado a través de un lenguaje vacío de contenido; la disgregación, en la que si
bien el lenguaje parecería ser gramaticalmente correcto las asociaciones son inconexas e
incomprensibles, siendo su grado máximo la incoherencia, en la que no existe conexión
entre las palabras de la frase. El DSM-5 lo presenta como pensamiento y discurso
desorganizado (APA, 2014). La fluidez por otra parte, refiere a la velocidad del
pensamiento, pudiendo presentarse una aceleración del mismo, y siendo su grado
máximo la fuga de ideas o la asociación continua entre ideas, de manera tal que el sujeto
cambia constantemente de temática. En el otro extremo estaría la inhibición y el
bloqueo del pensamiento (Vallejo, 2006).
Por otro lado, los trastornos de lenguaje aparecen de forma secundaria a los
trastornos del pensamiento. Los más frecuentes son aquellos que hacen referencia al
significado de las palabras. Hablamos de neologismos, cuando se crean nuevas palabras,
y de paralogismos, cuando se asignan nuevos significados a palabras ya existentes. El
lenguaje incoherente, pobre y disgregado, por otra parte, suele responder a alteraciones
en el pensamiento. Puede llegarse incluso al mutismo total. Las pararespuestas, también
comunes en estos cuadros, aluden a respuesta absurdas o extravagantes y las
perseveraciones, tal y como indica la palabra, a respuestas repetitivas y continuadas
(Vallejo, 2006).
12
serias dificultades para llevar a cabo actividades cotidianas normales y esperables
(APA, 2014).
13
que incluyen estos trastornos en los criterios diagnósticos de la enfermedad, Vallejo
(2006) por ejemplo. El autor plantea que estos síntomas se caracterizan por problemas
además de atención: de memoria, de la velocidad de procesamiento, de fluidez verbal,
de las funciones ejecutivas, de la capacidad de planificación, de formación de
conceptos, etc. Denotan un deterioro, también llamado defecto psicótico, que revela un
claro mal funcionamiento cerebral. Llaman considerablemente menos la atención que
los dos grupos de síntomas anteriores, pero resultan, no obstante, significativamente
más devastadores para el paciente.
Ey et al. (1978) por su parte, explican que los síntomas de los trastornos
esquizofrénicos están unidos por cuatro caracteres comunes que se presentan a lo largo
de toda la enfermedad y en todas sus variedades: la ambivalencia; el desapego; la
extravagancia y la impenetrabilidad. Los autores llaman a estos, los rasgos generales
esenciales de la discordancia y plantean, que componen dentro del cuadro clínico del
esquizofrénico, una especie de fondo característico. La ambivalencia, consiste en
sentimientos, expresiones o actos antagónicos, vivenciados de manera simultánea, pero
sentidos de manera separada, cual mezcla inextricable. La extravagancia por otro lado,
resulta de la distorsión de la vida psíquica, cuya pérdida de unidad conduce a
expresiones fantásticas y bizarras. La impenetrabilidad por su parte, se debe a la
incoherencia de la temática de los delirios, que son irreductibles a la lógica y difíciles de
entender, además de los diferentes trastornos del pensamiento y del lenguaje, su
tonalidad enigmática, que todos juntos, imprimen a las acciones e intenciones del
esquizofrénico, un hermetismo particular, que impide entrar a cualquiera que lo intente.
Por último, el desapego, que no es sinónimo de indiferencia afectiva, se aprecia en la
disonancia, por ejemplo, entre determinados relatos y la tonalidad afectiva que parecería
ser consecuente. Evoca el retraimiento de la persona hacia el interior de sí misma, y el
abandono a la ensoñación interior, hacia lo puramente subjetivo (Romano, 2013).
1.5. Epidemiología
14
diferente; indica que es de entre 0.5% y 1%, y la APA explica que oscila
aproximadamente entre el 0.3% y 0.7%, existiendo variaciones según grupo étnico, país
y origen geográfico (APA, 2014). Bernardo & Bioque (2015) indican que se cree que
existe una mayor incidencia de la enfermedad en zonas urbanas, poblaciones con un
bajo nivel socioeconómico e inmigrantes. Asimismo, explican que el trastorno suele
aparecer entre los 15 y los 30 años de edad, presentándose más tempranamente en
hombres que mujeres. El inicio precoz guarda estrecha relación con la presencia de una
mayor carga genética, una peor evolución y un mayor deterioro. El DSM-5 por su parte
expresa que la incidencia es mayor en hombres, cuando se hace hincapié en los
síntomas negativos y una mayor duración de la enfermedad. No obstante, explica que
las presentaciones con más síntomas del estado de ánimo y cuadros breves, indican un
riesgo equivalente para ambos sexos (APA, 2014).
1.6. Desarrollo
1.6.1. Comienzo
15
1.6.2. Formas de inicio
El DSM-5 indica que los déficits cognitivos son habituales durante todo
el desarrollo de la enfermedad, precediendo muchas veces la emergencia de la psicosis.
Estos, muchas veces permanecen incluso cuando otros síntomas ya han remitido y
forman por ello, parte de la discapacidad general que produce el trastorno. Por otro lado,
los síntomas positivos o propiamente psicóticos, tienen la tendencia a disminuir a lo
largo de la vida. Esto se especula que guarde relación con la reducción normal que viene
con la edad de los niveles de dopamina. Los síntomas negativos por el contrario,
asociados a una reducción en la transmisión dopaminérgica en la corteza prefrontal,
suelen ser más persistentes, al igual que los cognitivos, que pueden no presentar
16
ninguna mejoría a lo largo del curso de la enfermedad (APA, 2014). Los síntomas
negativos de la esquizofrenia se han
Sarason & Sarason (1996) indican que existen dos corrientes respecto al
pronóstico de la esquizofrenia. Una proviene del concepto original de Kraepelin,
explicado previamente en este trabajo, que considera que la enfermedad provoca un
deterioro irreversible. La segunda por el contrario, se deriva de la concepción de
Bleuler, también expuesta anteriormente, que entiende que el resultado puede variar
entre la completa recuperación y la incapacidad permanente. De hecho, hoy en día está
mucho más aceptada la perspectiva de que pacientes diagnosticados con esquizofrenia
pueden lograr una completa recuperación. Cabe aclarar, no obstante, que existe una
distinción entre los conceptos de recuperado y curado. Los profesionales de la salud
mental no creen que las personas recuperadas de un trastorno esquizofrénico puedan
curarse definitivamente, al poseer una fuerte vulnerabilidad a nuevos episodios
psicóticos para toda su vida.
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a factores no genéticos. La cadena causal, al igual que como ocurre con otros trastornos
médicos, implica la influencia recíproca de distintos factores que pueden actuar en
diferentes momentos de la vida, aumentando o disminuyendo la probabilidad de padecer
la enfermedad (Cañas de Paz & Franco, 2012). El modelo etiopatogénico de mayor
consenso es el de vulnerabilidad al estrés, que explica que sobre una vulnerabilidad
genética actuarían diversos factores ambientales que incidirían en la expresión de la
misma (Romano, 2013).
Se trata de un trastorno con una claro componente hereditario (Cañas de Paz &
Franco, 2012). No obstante, la extrema heterogeneidad de las presentaciones clínicas,
así como del curso, de la respuesta al tratamiento, entre otros, responden a una variada
etiopatogenia que causa síndromes conductuales parecidos, agrupados bajo la misma
denominación de esquizofrenia. La probabilidad de que una persona padezca la
enfermedad es de un 8% para hermanos no gemelos de alguien con la enfermedad, de
un 12% para un hijo, de un 12% también para un gemelo dicigótico, de un 40% para un
hijo cuyos dos progenitores sufran el trastorno, y por último, de un 47% para un gemelo
monocigótico (Bernardo & Bioque, 2015). Recordemos que la probabilidad de padecer
la enfermedad para población general, oscila en torno al 1%.
18
1.7.2. Factores ambientales
Por su parte, Bernardo & Bioque (2015) agregan entre los principales factores de
riesgo no genéticos, a la inmigración entre determinados países, que puede ser tanto
paterna como del propio individuo, pues el riesgo persiste en segundas e incluso
terceras generaciones. Entre los aspectos que explicarían la potencialidad de la
migración como factor de riesgo se halla la desigualdad social, el desempleo, la
fragmentación familiar, el racismo y la discriminación, que actuarían como formas de
estrés ambiental (Martínez & Martínez, 2006). Otros factores de riesgo no genéticos
serían las complicaciones obstétricas, el consumo de cannabis, la presencia de
anomalías físicas menores, la exposición materna la gripe, el estrés parental, además de
antecedentes de abuso sexual o de traumatismo cráneo encefálico (Bernardo & Bioque,
2015).
19
el Congreso Argentino de Psiquiatría (2017) que entre un 20 y un 30% de los pacientes
esquizofrénicos no responde a los primeros esquemas de tratamiento habituales y que
entre un 10 y un 25% tiene una muy pobre o nula respuesta. Por otro lado, el 35% recae
en el correr del primer año del tratamiento, incluso sin haber hecho abandono de la
medicación y al menos un 50%, conserva síntomas residuales de la enfermedad (da
Silva, 2009). Ha aparecido así la noción de refractariedad y resistencia al tratamiento,
que se define como la presencia continua de síntomas positivos en pacientes
correctamente diagnosticados con esquizofrenia, a los que se les ha proporcionado un
tratamiento de demostrada eficacia a dosis adecuadas y de forma continuada durante al
menos dos años (Álvarez et al., 2009). Esta dificultad en el tratamiento del cuadro,
guarda estrecha relación con la temática de esta memoria de grado, por lo que se
abordará en mayor profundidad en los próximos capítulos. Cabe destacar que estos
pacientes, representan el grado máximo de alteración en la funcionalidad, tanto
individual, como familiar y social (Murillo, 2012).
20
CAPÍTULO II
ELECTROCONVULSOTERAPIA
2.1. Introducción
21
propios profesionales de la salud mental (Sánchez et al., 2009). No obstante y
afortunadamente, esta controversia parecería ir disminuyendo conforme el paso del
tiempo, llegando a ubicarse la ECT como un tratamiento más del conjunto de recursos
terapéuticos de los sistemas nacionales de salud para varios cuadros clínicos. Es de
hecho, uno de los mejores métodos a disposición del psiquiatra para hacer remitir
determinados cuadros psiquiátricos, debido a su rapidez y su eficacia (França-Tarragó,
2012).
2.2. Historia y actualidad de los tratamientos físicos
La ECT es uno de los tratamientos más antiguos que continúan utilizándose para
tratar enfermedades mentales. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando Paracelso,
médico suizo, utilizó alcanfor (excitante del sistema nervioso central) para inducir
convulsiones en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas (Sadock & Sadock, 2009).
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biológico entre la esquizofrenia y la epilepsia, introdujo la convulsivo terapia, al tratar
satisfactoriamente a un paciente con esquizofrenia catatónica mediante crisis comiciales
inducidas con alcanfor. Durante la década de 1930 se usaron otras sustancias como el
Pentilentetrazol (Cardiazol) y la insulina, como se explicó anteriormente (Urretavizcaya
& Martinez-Amorós, 2015).
Ante los buenos resultados obtenidos por los shocks cardiazólicos mencionados
previamente, Ugo Cerletti, neurólogo y neuropsiquiatra italiano, buscó obtener ataques
epilépticos, pero con un estímulo epileptógeno menos penoso para el paciente; eligió así
la electricidad, provocando convulsiones con descargas eléctricas. En 1938, junto con
Lucio Bini, también psiquiatra italiano, aplicaron el primer electroshock en un hombre
(Ey et al., 1978). Años después, hacia 1951, este tratamiento se fue modificando por la
introducción de la anestesia, siendo hoy inadmisible su aplicación sin esta, además de
una correcta relajación muscular. De esta manera, se ha controlado tanto la convulsión,
como muchos de los efectos secundarios antiguamente asociados al tratamiento, como
fracturas o desgarros musculares, luxaciones, excitación postictal, además de la
ansiedad del paciente (Casarotti, et al., 2004). Asimismo, con la introducción de la onda
de breve pulso se ha disminuido la cantidad de corriente eléctrica necesaria para
provocar la convulsión (Urretavizcaya & Martinez-Amorós, 2015). En 1976 se
desarrolló un aparato de ECT que aplica pulsos breves de una corriente constante. Este
equipo constituye el prototipo de los aparatos utilizados hoy en día (Sadock & Sadock,
2009).
Si bien las terapias físicas probaron ser eficaces, en la década de 1950 y 1960
fueron sustituidas por fármacos psicotrópicos. No obstante, en los últimos años han
resurgido como tratamiento de las enfermedades psiquiátricas. Se investiga actualmente,
el uso de tratamientos menos invasivos, como la estimulación magnética transcraneana,
la estimulación del nervio vago, la fototerapia, la privación del sueño, la estimulación
cerebral profunda, entre otros. Con menor frecuencia, solamente en casos graves y
refractarios al tratamiento convencional, se sigue utilizando la psicocirugía
(Urretavizcaya & Martinez-Amorós, 2015).
23
aplicación, continúa siendo al día de hoy uno de los procedimientos terapéuticos con
menor certeza en relación a su mecanismo de acción. Se han propuesto de hecho, hasta
la fecha, más de cien teorías al respecto (Sánchez et al., 2009). Al ser la ECT eficaz en
situaciones clínicas muy diversas, resulta sumamente improbable que exista únicamente
un mecanismo de acción que la explique. Las diferentes hipótesis publicadas forman
parte de un amplio espectro que va desde las explicaciones psicológicas, hasta las
variantes más modernas de las teorías organicistas, que sugieren cambios a nivel de
receptores o de genes. Debe tomarse en cuenta que la diversidad de teorías traduce la
complejidad del sistema nervioso central (Casarotti, et al., 2004).
24
Por otro lado, una hipótesis que cuenta con gran respaldo es la de los efectos
anticonvulsivantes de la ECT, propuesta por Harold Sackeim, psicólogo norteamericano
y colaboradores, en diferentes estudios realizados en la década de 1980 y 1990.
Plantearon que la convulsión, si bien es necesaria para la eficacia de la ECT, no es
suficiente para explicarla. Es por ello que deben tenerse en cuenta los fenómenos que
tienen lugar durante y después de la convulsión. A lo largo de un ciclo de tratamiento, la
ECT actúa como anticonvulsivante, debido a que provoca un incremento del umbral
convulsivo y una disminución de la duración e intensidad de las convulsiones. Se
deduce así que el incremento del umbral convulsivo se correlaciona con la respuesta
clínica (Sánchez et al., 2009).
Por último, en cuanto a las teorías que intentan explicar los mecanismos de
acción de la ECT a través de variables psicológicas, cabe aclarar que estas no explican
los efectos terapéuticos de la técnica. Estudios con la administración simulada de ECT
han probado que esta resulta claramente menos eficaz que la ECT real. No obstante, no
hay dudas de que una explicación clara y comprensiva del tratamiento al paciente que se
le aplicará la técnica, influirá de manera favorable en la aceptación y resultado final del
tratamiento (Casarotti, et al., 2004).
25
una comunicación recíproca sobre la evolución del paciente. El psiquiatra tratante es el
que indica el tratamiento, el número y la frecuencia de las sesiones. Se recomienda que
al formular la indicación se establezca por escrito el diagnóstico del trastorno que la
motiva, pues este dato puede determinar variantes en la técnica a utilizar (Casarotti, et
al., 2004). El equipo terapéutico para el procedimiento se constituye por un psiquiatra
especializado en la fundamentación y aplicación de la técnica, un anestesista y un
equipo de enfermería formado o entrenado específicamente (Alcoverro, Centeno, Fiol &
Rojo, 2009).
2.4.3. Medicación
2.4.3.1. Anestesia
26
secundarios, además de las elevaciones del umbral convulsivo que provocan muchos
anestésicos. El más utilizado en el mundo es el metohexital, debido a su corta duración
y bajo riesgo de arritmias postictales (Sadock & Sadock, 2009). En nuestro país no
obstante, el agente anestésico más empleado es el tiopental, ya que no se dispone del
previamente mencionado. Cabe señalar que no existe un consenso general respecto a las
diferencias entre los efectos cardíacos de ambos fármacos (Casarotti, et al., 2004). Otros
anestésicos que pueden usarse son el etomidato, la ketamina, el alfemtanilo y el
propofol. Este último, si bien es excelente para procedimientos de corta duración, es
menos útil debido a su intenso efecto anticonvulsivante (Sadock & Sadock, 2009).
2.4.3.4. Otros
27
ECT. Se incluyen entre estos: fármacos para interrumpir las convulsiones prolongadas,
para modificar la respuesta cardiovascular (hipertensión, hipotensión, arritmias), para
prevenir el broncoespasmo en pacientes con asma, para tratar el delirio, agitación
postictal, o para aliviar mialgias o cefaleas (Casarotti, et al., 2004).
2.4.4. Procedimiento
28
2.4.4.3. Valoración médica previa al tratamiento
29
cognitivos menos acusados, al menos durante las primeras semanas de tratamiento.
Cabe aclarar, que esta diferencia parecería desaparecer a los dos meses de terapia
(Sadock & Sadock, 2009). Existe al día de hoy un debate respecto a las ventajas de la
ECT unilateral y la bilateral. Hay quienes alegan que la primera tiene una eficacia
comparable a la segunda con menos efectos secundarios cognitivos, y quienes
mantienen que la eficacia de ésta última es notoriamente superior, especialmente
considerando que los problemas de memoria que acarrea no son más que transitorios
(Alcoverro et al., 2009).
30
25% y un 200% (Sadock & Sadock, 2009). Juegan también un rol importante todos
aquellos factores que puedan afectar a la excitabilidad de las neuronas y a la impedancia
eléctrica, como son: la edad; el sexo; la localización de los electrodos; los agentes
anestésicos utilizados, pues una dosis excesiva de ellos puede producir convulsiones
breves y abortadas; el consumo de algún medicamento psicotrópico y; la privación de
sueño, que durante el tratamiento con ECT parecería disminuir el umbral convulsivo
(Sánchez et al., 2009).
31
2.4.4.8. Período de recuperación
32
luego de administrar adecuadamente seis sesiones de ECT bilateral (Alcoverro et al.,
2009).
Se distinguen tres situaciones clínicas diferentes para las que se puede indicar
ECT, que dependen del momento evolutivo del episodio del trastorno mental en el que
se realice. El primero, llamado tratamiento activo, se indica cuando se busca lograr la
remisión de un determinado trastorno psíquico (Casarotti, et al., 2004). Por otro lado, se
le llama tratamiento de continuación cuando se administra durante el periodo de seis
meses posterior al inicio de la remisión de un episodio índice, con el fin de mantener la
remisión (Alcoverro et al., 2009). Por último, se considera tratamiento de
mantenimiento al régimen que se hace luego de superados los primeros seis meses
posteriores a la finalización de un episodio índice, cuyo objetivo es prevenir las
recidivas. Es un régimen de tratamiento a largo plazo, cuya duración debe ajustarse a las
características individuales de cada paciente; no existe un periodo límite en la
prolongación de la terapia. El programa de tratamiento más usual consiste en sesiones
semanales, seguidas de otras quincenales durante algunas semanas, pasando luego a un
intervalo mensual, hasta alcanzar una adecuada estabilidad en el paciente (Buj &
Forcada, 2009).
2.7. Indicaciones
33
Podemos considerar unas indicaciones primarias, como tratamiento de primera
línea, cuando dada la eficacia comprobada estadísticamente, se halla consensuada su
utilización, y otras secundarias, cuando los pacientes no han respondido a otros
tratamientos (Alcoverro et al., 2009). Se considera a la ECT como terapia de primera
elección en aquellos casos que: se presenta la necesidad de una respuesta efectiva y
rápida, consecuencia de la gravedad del trastorno; los riesgos de otros tratamientos son
mayores que los de la ECT; existe una historia de mala respuesta a los tratamientos
farmacológicos, o bien, de buena respuesta a la ECT en episodios previos; y siempre
que sea preferencia del paciente. Por otro lado, se plantea el uso de la ECT de forma
secundaria en casos de: resistencia al tratamiento farmacológico; efectos adversos o
intolerancia a psicofármacos; deterioro del estado del paciente que conlleve la necesidad
una respuesta definitiva y rápida (APA, 2001).
34
graves, que manifiestan una marcada conducta suicida, que presentan síntomas intensos
de agitación o estupor, como los que se presentan en los episodios depresivos, mixtos o
maníacos del trastorno bipolar, o que simplemente no hayan respondido a tratamientos
farmacológicos o no los hayan tolerado. Diferentes estudios controlados han
demostrado que hasta un 70% de los pacientes que no presentan mejorías con
antidepresivos responden satisfactoriamente a la ECT (Sadock & Sadock, 2009).
35
se indica en los síntomas negativos esquizofrénicos (Casarotti, et al., 2004), explicados
previamente en el primer capítulo de esta tesis.
36
confusión y agitación motora mientras el paciente comienza a despertar de la anestesia.
Puede deberse tanto a una excesiva dosis eléctrica como a una dosis insuficiente de
anestésico o de relajante muscular, además de las circunstancias mencionadas
previamente. Para su tratamiento pueden utilizarse distintos fármacos, además de
adoptarse medidas de protección física hasta que estos hagan efecto. El midazolam está
específicamente indicado para el tratamiento y prevención a futuro de este cuadro
(Casarotti, et al., 2004).
Si bien los efectos secundarios cognitivos son los que más limitan el uso de la
ECT, cabe destacar que la intensidad de estos es muy variable y suele verse favorecida
por alteraciones cognitivas previas, relacionadas con el trastorno psíquico que motivó la
indicación de ECT, o a problemas neurológicos previos o al uso de algunos
medicamentos. Entre los efectos a nivel cognitivo se encuentran los déficit de atención,
de concentración, amnesia anterógrada y retrógrada (Casarotti, et al., 2004). De hecho,
la principal preocupación de los sujetos tratados con ECT suele ser la amnesia que
puede causar. Cerca del 75% de los mismos refieren a que su efecto adverso más
marcado es el empeoramiento de la memoria. Si bien casi siempre durante el
tratamiento se produce cierta pérdida de la misma, la mayoría recupera sus facultades
normales en torno a los seis meses. No obstante, algunos individuos han indicado que
estas dificultades de memoria pueden persistir, por ejemplo no recordando los sucesos
que motivaron su hospitalización y el tratamiento en cuestión. Estos acontecimientos
pueden olvidarse para siempre, lo cual en algunos casos es un efecto deseado (Sadock &
Sadock, 2009). Cabe destacar que se ha comprobado que la ECT no produce edema,
degeneración neuronal, gliosis o hemorragias petequiales en el cerebro A través de
varios ensayos de neuroimagen se ha demostrado asimismo, que la ECT no produce
lesiones cerebrales (França-Tarragó, 2012).
2.9. Contraindicaciones
37
2.10. Mortalidad
38
CAPÍTULO III
ECT EN EL TRATAMIENTO DE LA ESQUIZOFRENIA
Mankad, Beyer, Weiner & Kristal (2010) explican que si bien la ECT fue
utilizada inicialmente en el tratamiento de la esquizofrenia, los médicos no tardaron en
39
darse cuenta que la terapia resulta considerablemente más eficaz en el tratamiento de los
trastornos del humor. Rueda & Aguilar (2013) agregan además, que la introducción de
antipsicóticos efectivos para tratar a la esquizofrenia, hizo disminuir el uso de esta
terapia en pacientes que la padecen. La razón principal por la que esto ocurrió, de
acuerdo con Fink & Sackeim (1996), no responde ni a su falta de eficacia ni a los
posibles riesgos de aplicarla, sino a la conveniencia, facilidad de administración, menor
costo, además de mayor aceptación social y política de los neurolépticos. La ECT a
pesar de lo previamente mencionado, continúa siendo al día de hoy una importante
modalidad de tratamiento para la esquizofrenia, especialmente para aquellos pacientes
no respondedores al tratamiento farmacológico convencional (Phutane, Thirthalli,
Kesavan, Kumar & Gangadhar, 2011), condición descrita al final del primer capítulo de
esta memoria. Es difícil saber si la aplicación de la ECT debería considerarse incluso
más a menudo para pacientes con esta enfermedad, dado que muchas áreas importantes
siguen estando aún poco investigadas (Zervas, Theleritis & Soldatos, 2012).
40
A pesar del renovado interés en la ECT, su mérito en tratar exitosamente a
pacientes con esquizofrenia ha tendido a ser negado. Las indicaciones para su uso en
esta patología y su posición en la jerarquía de tratamientos para los pacientes que la
padecen, es menos clara debido al débil rigor metodológico de las investigaciones en
este campo (Murillo, 2012). Si bien esta visión aún persiste en determinados círculos,
también lo hace la pregunta respecto a que procedimientos resultan eficaces para tratar
el cuadro. Actualmente, diferentes posturas respecto a la etiología de la enfermedad,
patogénesis y más, motivan un amplio rango de terapias, que incluyen la farmacológica,
social y psicológica. Hoy en día, la ECT sigue siendo una importante modalidad de
tratamiento para la esquizofrenia, especialmente para las refractarias (Fink & Sackeim
1996), pero también para aquellos pacientes con predominio de síntomas catatónicos
(Phutane et al., 2012), afectivos y positivos, como se ven en la esquizofrenia paranoide
(Casarotti, et al., 2004) y en las exacerbaciones psicóticas de la enfermedad (Alcoverro
et al., 2009).
3.2. Eficacia
41
conocer los méritos de la ECT por sí sola, deberían considerarse contaminados a los
estudios con pacientes con tratamiento combinado. No obstante, de buscarse una terapia
más eficaz, la combinación debe tenerse en cuanta como una fortaleza del tratamiento
(Fink & Sackeim 1996).
42
de segura, puesto que no se han dado complicaciones por el uso simultáneo de ambos
tratamientos. Su eficacia se destaca para aquellos pacientes con esquizofrenias
refractarias a los neurolépticos (Braga & Petrides 2005).
43
respecto a la cognición global, solamente dos pacientes requirieron aplazar una sesión
de ECT debido a confusión leve. Se concluyó de este estudio que el tratamiento
coadyuvante de ECT con clozapina es una opción de tratamiento segura y eficaz. Sin
embargo continúa requiriéndose investigación adicional para determinar la persistencia
de esta mejora y la posible necesidad de tratamientos de mantenimiento (Petrides et al.,
2015).
44
segura y significativamente mejor que cualquiera de las drogas o ECT por separado.
Braga & Petrides (2005) indican algo similar respecto a la combinación de ECT y
flupentixol. Casarotti, et al. (2004) agregaron al respecto, que debe tenerse especial
cuidado con el uso de neurolépticos con efecto alfa bloqueante, como la
cloropromazina, miembro de la familia de las fenotiazinas, que al sumarse a los efectos
de la medicación para la presión arterial, muchas veces utilizados en la administración
de ECT, podría significar un riesgo de hipotensión ortostática o el de un incremento del
efecto de los alfabloqueantes.
Este efecto sinérgico que parecería tener la ECT aplicada en conjunto con la
administración de antipsicóticos tiene especial sentido si recordamos como se mencionó
en el segundo capítulo de esta memoria, que muchos neurolépticos disminuyen el
umbral convulsivo (Sánchez et al., 2009), pudiendo facilitar que se alcancen mejores
convulsiones (Casarotti, et al., 2004) con menores niveles de estimulación eléctrica.
Asimismo, la ECT por su parte, entre otros efectos, aumenta la permeabilidad de la
barrera hematoencefálica (Olave et al., 2013), al menos de forma momentánea,
permitiendo la mejor absorción de los fármacos en cuestión. La ECT siguiendo con esta
línea, podría reavivar los efectos de la farmacoterapia, continuando esta mejoría incluso
luego de terminar el tratamiento con este procedimiento (Lin et al., 2017).
45
En casos muy graves en los que exista riesgo vital para el paciente, como estados
de inanición, frecuentes en pacientes con síntomas catatónicos de la esquizofrenia o
episodios agudos en los que éste puede ser peligroso para los demás o para sí mismo, y
que claramente se precisa de un rápido comienzo de la respuesta, se pueden realizar
sesiones diarias (Urretavizcaya & Martinez-Amorós, 2015). Pueden administrarse hasta
tres o cuatro aplicaciones en días sucesivos al comienzo del tratamiento (Casarotti, et
al., 2004).
De acuerdo con Fink & Sackeim (1996) existe una larga historia del uso de ECT
de continuación o mantenimiento para prevenir la recaída y la recurrencia en la
esquizofrenia. Conceptualmente, existen fuertes razones para suponer que el uso
intermitente de ECT puede sostener la acción que la misma produjo previamente en el
tratamiento del episodio psicótico. Sin embargo, la experiencia con la ECT de
continuación en la esquizofrenia es completamente anecdótica y se necesita por ello, un
examen riguroso de su rol. Chanpattana et al., (1999) llevaron a cabo un estudio con el
fin de evaluar específicamente el rol de la ECT de continuación en la esquizofrenia
resistente al tratamiento. Los resultados indicaron que la combinación de la técnica con
neurolépticos en la prevención de recaídas en un seguimiento de seis meses, es una
estrategia prometedora que además parece no implicar dificultades de memoria
adicionales, cuando se compara con la farmacoterapia sola. Un 60% del grupo que
recibió ECT y neurolépticos (flupentixol) se mantuvieron en remisión después de
pasados seis meses, mientras que un 93%, tanto del grupo de ECT solo y de flupentixol
solo, reincidió, lo cual representa una diferencia significativa. Iancu, Pick, Seener-Lorsh
& Dannon (2015) agregaron además, que mejora el funcionamiento general de los
pacientes, reduce sus niveles de agresión verbal y también de las auto agresiones.
De acuerdo con Tharyan & Adams (2005), la ECT unilateral y bilateral resultan
igualmente efectivas en términos de mejoría global en la esquizofrenia. Braga &
Petrides (2005) explican que su éxito en el tratamiento del trastorno se ha descrito con
ambas colocaciones bilaterales y unilaterales. Sin embargo, indican que la pregunta
respecto a si existen diferencias en cuanto a la eficacia y los efectos secundarios, entre
colocaciones en la estrategia de combinación con psicofármacos, frecuentemente
46
utilizada en el tratamiento de este cuadro específicamente, queda aún por responder. Se
sabe sí como ya se ha dicho, que con ECT bilateral, la mayor energía de los estímulos
parece dar como resultado una respuesta más rápida, importante para casos en que esta
se vuelve necesaria.
47
pesar de ser la clozapina el fármaco de elección para la refractariedad en la
esquizofrenia, hasta un 70% de estos pacientes no responde al tratamiento con ella. Por
otra parte, aun cuando está indicada la estrategia de combinación de fármacos, los
diferentes efectos secundarios muchas veces logran que los pacientes la rechacen o
abandonen. Es por ello que la búsqueda de potenciales tratamientos más eficaces para
la esquizofrenia refractaria se ha vuelto un tema de vital importancia (Petrides et al.,
2015).
La APA (2001) como ya se vio, propone entre los mejores candidatos para la
ECT a pacientes con esquizofrenia con síntomas depresivos prominentes. Esto, sumado
48
a la eficacia del tratamiento en la depresión, manía y episodios mixtos del trastorno
bipolar, como se cita en el segundo capítulo, podría implicar que el componente
afectivo es en realidad el que respondería a la terapia. Siguiendo con esta línea, Johns &
Thompson (1995) proponen que la ECT esencialmente beneficia a los pacientes con
esquizofrenia al actuar sobre los síntomas afectivos y no por contribuir a la remisión de
síntomas propiamente psicóticos. Contrariamente, Tharyan & Adams (2005) informan
que a aquellos pacientes con esquizofrenias poco definidas, como la crónica o grave,
con sintomatologías típicamente esquizofrénicas, también puede serles indicada la ECT.
Es posible que estas conclusiones discordantes se deban a que los últimos autores se
basaron en datos provenientes de estudios antiguos, realizados con una población
conformada en parte por pacientes con síntomas heterogéneos, incluyendo aquellos con
notorios síntomas afectivos, como ya se vio, solía ocurrir. Siendo este el caso, parte del
éxito de la ECT visto en estudios con pacientes con enfermedades crónicas o resistentes
podría deberse a sus síntomas afectivos, que pueden haber sido los que respondieron
favorablemente a la terapia (Zervas et al., 2012).
Zervas et al. (2012) concluyeron entre otras cosas, que los pacientes con
esquizofrenia que son especialmente adecuados para que se les administre ECT, son
aquellos con síntomas afectivos. Salzman (1980) indica además, que esta población de
pacientes, junto con aquellos con episodios agudos, son los que responden más
rápidamente a este tratamiento.
49
estupor catatónico (Casarotti, et al., 2004), mutismo, flexibilidad cérea, posturas rígidas,
estereotipias, entre otros (Keuneman et al., 2002).
Phutane et al. (2011) explicaron que en el estudio realizado por ellos, el síntoma
más frecuente que justificó el tratamiento fue la catatonía. Fink & Taylor (2009)
reportan una resolución de los síntomas catatónicos con ECT que oscila entre 80 y
100%. La tasa de respuesta a la catatonia parece estar asociada a la gravedad y a la
duración de la sintomatología, además de a la presencia de ciertos signos catatónicos
específicos. En el estudio llevado a cabo por Raveendranathan et al. (2011), los
pacientes que respondieron más rápidamente (en cuatro sesiones) fueron los que
tuvieron una menor duración de la enfermedad, un inicio agudo, mayor ocurrencia y
gravedad de los signos clínicos, así como aquellos con flexibilidad cérea y gegenhalten
(resistencia involuntaria al movimiento pasivo de las extremidades). Por otra parte, los
pacientes con un síndrome catatónico crónico, con mayor duración de la enfermedad,
con síntomas más leves, así como aquellos con la presencia de fenómenos de eco, como
la ecolalia o ecopraxia, predijeron una respuesta lenta (en cinco o más sesiones).
50
benzodiacepinas como tratamiento de primera línea. No obstante, se considera a la ECT
como primera opción de tratamiento cuando la gravedad de la afección demanda un
alivio rápido de los síntomas, como son los casos de pobre ingesta de alimentos y un
estado de salud general significativamente deficiente, que generalmente se aprecian en
los estados de catatonia maligna y síndrome neuroléptico maligno. Asimismo, la ECT
muchas veces se indica después del tratamiento con benzodiacepinas fallido
(Raveendranathan et al., 2011). En estos casos en que no se ve una mejoría rápida
después de un ensayo inicial con la droga mencionada, puede apreciarse una mejoría
más rápida con un curso de ECT que con risperidona (Tharyan & Adams, 2005).
La ECT está indicada como tratamiento de primera línea para aquellos pacientes
con síntomas positivos o también llamados productivos, es decir aquellos propiamente
psicóticos, como se puede ver en la esquizofrenia paranoide (Casarotti, et al., 2004) y en
episodios agudos con agitación, hiperactividad, desorganización conductual y cognitiva,
además de delirios floridos (Alcoverro et al., 2009).
51
de una respuesta positiva a la ECT, de acuerdo con Keuneman et al. (2002) son los
delirios y alucinaciones, una relativa ausencia de rasgos de personalidad esquizoide y
paranoide premórbidos, entre otros.
Por esquizofrenia aguda nos referimos a aquellos cuadros psicóticos con las
características de agudeza, que se presentan en la esquizofrenia. Los mismos se
caracterizan por síntomas floridos, incluidos los delirios, alucinaciones, pensamientos y
comportamientos desorganizados, excitación e hiperactividad. Algunos médicos
abogan por su uso especialmente en los primeros brotes psicóticos y pacientes jóvenes
para tratar de amainar los efectos debilitantes de la enfermedad crónica. Hay pocas
dudas de que los pacientes diagnosticados con exacerbaciones agudas de esquizofrenia
responden notablemente bien a la ECT (Taylor & Abrams, 1975), así como aquellos con
una duración relativamente corta de la enfermedad o un inicio agudo. Según Keuneman
et al. (2002) estos son los pacientes esquizofrénicos más propensos a responder a la
ECT.
52
Salzman (1980) se atreve incluso a afirmar que la ECT además de reducir los
síntomas esquizofrénicos agudos, en algunos casos produce incluso una remisión
completa. El grado del efecto terapéutico de la ECT, de acuerdo con este autor, está
inversamente relacionado con la duración de los síntomas esquizofrénicos. Se ha visto
que los mejores resultados son con aquellos pacientes que han estado enfermos durante
un año o menos. Aunque la opinión está dividida con respecto a la administración de
ECT para pacientes con reacciones paranoides agudas y esquizofrenia aguda con
características paranoides, la mayoría de los autores la encuentra beneficiosa.
Chanpattana & Chakrabhand (2001) encontraron en su investigación que los
respondedores tienden a ser más jóvenes, con duraciones más cortas de la enfermedad y
del episodio actual, con más admisiones psiquiátricas, pero con menos antecedentes
familiares de esquizofrenia, con síntomas más del tipo paranoide y menor cantidad de
síntomas negativos, en comparación con los que no responden. Los autores parecerían
indicar que aquellos pacientes con menor probabilidad de responder a la terapia son
aquellos cuya forma de inicio de la enfermedad, Ey et al., (1978) llamaron progresiva e
insidiosa, que lleva de una predisposición o un trastorno consolidado de personalidad a
la esquizofrenia per sé. El Dr. Galeano (2017) explicó que esto se debería en parte a que
en estos casos existe una fuerte estructura genética de base expresándose, que va mucho
más allá del episodio agudo, que el paciente ya estaría en cierta manera “cableado” así.
53
Salzman (1980) manifestó que, si bien las tasas de recaída aún son altas y los
pacientes esquizofrénicos crónicos todavía son refractarios a la ECT, esta puede ofrecer
un disminución de la agitación y la depresión en todos los pacientes esquizofrénicos. De
acuerdo con Keuneman et al. (2002), la mejoría con ECT puede ser baja en este grupo
de pacientes, y sin embargo, las opciones terapéuticas alternativas, limitadas, y una
pequeña proporción de tales individuos sí puede mostrar una marcada mejora con ECT.
Por el contrario, el Dr. Galeano (2017) explicó que en la enfermedad crónica, sin
episodio agudo, insistir con ECT es abusivo.
Existe una variabilidad considerable entre las indicaciones de ECT y las regiones
geográficas del mundo, en la medida en que la misma es utilizada en determinadas
zonas como primera línea de tratamiento para determinados padecimientos y es al
mismo tiempo en otros lugares, considerada solamente de manera secundaria una vez
que los pacientes no han respondido a otras intervenciones previas (APA, 2001). Por
ejemplo, en países en vías de desarrollo como el nuestro, la esquizofrenia es el
diagnóstico más frecuente, mientras que en Estados Unidos y la gran mayoría de países
de Europa, los principales diagnósticos son distintas formas de depresión (Cortez-
Vergara et al., 2016).
54
tratamiento (Ruiz-Piñera, Borbolla-Sala, Madrigal-Zentella & Castillo-Bringas, 2004).
Algo similar ocurre con los distintos países de Europa, con excepción de Hungría y
Turquía, donde los distintos subtipos de trastornos depresivos son los diagnósticos que
sustentan con mayor frecuencia la indicación de ECT (Cortez-Vergara et al., 2016). Una
encuesta en Hungría informa que la indicación más común de ECT en el país es la
resistencia al tratamiento, seguida de síntomas catatónicos y un historial de buena
respuesta a la terapia (Phutane et al., 2011).
55
2016). Asimismo, una encuesta acerca del uso de la ECT en hospitales en la India, así
como en Asia, arrojó que la esquizofrenia (36.5% y 41.8% respectivamente) es el
diagnostico con el que más comúnmente los pacientes son indicados con ECT. En India,
los pacientes con esquizofrenia son los más comúnmente prescritos con ECT (Phutane
et al., 2011).
Cabe aclarar que dentro del ámbito sudamericano existen divergencias en los
diagnósticos más frecuentes. En un estudio realizado en Colombia, primó la depresión
en todos sus tipos, constituyendo más del 90% de casos, mientras que en un trabajo
brasileño la esquizofrenia y trastornos relacionados fueron mayoría, con 55,1%. Los
autores de este artículo atribuyen este fenómeno a la procedencia de la muestra, pues el
trabajo colombiano fue realizado en un centro privado y el brasileño en uno público. En
México, por otro lado, se encontró que los trastornos depresivos justificaron un 50% de
las veces la ECT, mientras que la esquizofrenia y otras psicosis no afectivas, solamente
un 29% de los casos. En nuestro país, en cambio, como se mencionó previamente,
encontramos una cifra mayor para esquizofrenia (55%), pero si añadimos, como se
explicó en el capítulo anterior de esta memoria, trastorno esquizoafectivo, trastorno
delirante y psicosis agudas, la cifra llega a 66,1%. Al igual que lo ocurrido con el
estudio realizado en Brasil, tanto el mexicano como el uruguayo se efectuaron en
hospitales públicos (Cortez-Vergara et al., 2016).
56
CONCLUSIONES
57
estima que se realizan entre 14.000 y 15.000 sesiones cada año, entre Montevideo y el
interior. Se indica especialmente en casos de psicosis agudas, alucinaciones y delirios
crónicos, como la esquizofrenia. De hecho, el 55% de las sesiones de ECT que se
efectúan en Uruguay son a pacientes con esta enfermedad.
Existe un efecto sinérgico entre la ECT y los neurolépticos, que se debe en parte,
a que la primera reaviva los efectos de la farmacoterapia. La ECT, entre otros efectos,
58
aumenta la permeabilidad de la barrera hematoencefálica, de forma momentánea,
permitiendo la mejor absorción de los fármacos en cuestión. Asimismo muchos
neurolépticos disminuyen el umbral convulsivo, pudiendo facilitar que se alcancen
mejores convulsiones con menores niveles de estimulación eléctrica. Esta mejora, puede
persistir incluso, luego de terminar el tratamiento con ECT.
59
esta enfermedad, para determinar la persistencia de la mejora que produce la ECT y la
duración recomendada para los tratamientos de mantenimiento, entre otras. Es por esta
razón, que se recomienda investigación adicional.
60
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