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CHINA
Se incrementan las diferencias por género en China
China tiene una brecha de género del 67.3%. Con ese porcentaje China se sitúa en el
puesto número 103, de los 149 del ranking de Brecha de Género. Existen grandes
diferencias entre hombres y mujeres, luego es preciso que esa brecha se estreche.
En China ha aumentado la brecha de género respecto al pasado año, como puede verse
en la tabla de la parte inferior de la página.
El índice de la brecha de género analiza la división de los recursos y las oportunidades
entre hombres y mujeres en 149 países. Mide el tamaño de la brecha de dicha
desigualdad de género en la participación en la economía y el mundo laboral
cualificado, en política, acceso a la educación y esperanza de vida.
En la siguiente tabla puedes ver las puntuaciones obtenidas por China en los últimos
años. Accede al ranking de países clicando en Índice de Brecha Global de Género y a la
información económica de China en Economía de China.
TIANJIN, China — Bella Wang apenas notó la sección de la solicitud que le pedía
confirmar si estaba casada o tenía hijos. Los empleadores en China les hacen ese tipo de
preguntas a las mujeres en forma rutinaria, y ya las había visto antes en las entrevistas
de trabajo.
Sin embargo, después de aceptar
un puesto como gerente en una
gran empresa de capacitación de
idiomas en la ciudad norteña de
Tianjin, fue una sorpresa cuando le
dijeron que el empleo tenía una
condición.
Como mujer casada sin hijos,
tendría que firmar un “acuerdo
especial” en el que prometía no
embarazarse durante dos años. Si rompía esa promesa, señaló la compañía, podrían
despedirla sin compensación.
Wang, de 32 años, habla inglés fluido y tiene un título como especialista en comercio
internacional; se sintió indignada, pero firmó el documento.
Ese tipo de acuerdos son ilegales pero cada vez más comunes en China, donde la
discriminación en contra de las mujeres va en aumento. Desde el vientre hasta los
lugares de trabajo, desde el entorno político hasta el hogar, las mujeres en China están
perdiendo terreno.
Una crisis inminente de envejecimiento está impulsando esta regresión en el estatus de
las mujeres, así como el relajamiento de las restricciones de natalidad de “un solo hijo”
que contribuyeron al tener una población envejecida. El Partido Comunista de China
ahora quiere tratar de estimular una explosión demográfica.
Sin embargo, en vez de facilitarles las cosas a las mujeres para que trabajen y tengan
hijos, Xi Jinping, el líder de China, ha encabezado un retorno a los roles tradicionales de
género que presiona cada vez más a las mujeres para que regresen al hogar.
“Cuando los creadores de políticas del Estado necesitaban las manos de las mujeres, las
enviaron a trabajar”, dijo Wang Zheng, profesora de Estudios de la Mujer e Historia en
la Universidad de Míchigan. “Ahora quieren presionarlas para que se casen y tengan
muchos hijos”.
En un revés drástico respecto de las primeras décadas del gobierno comunista, los
funcionarios ahora miran hacia otro lado cuando los empleadores, reacios a cubrir los
costos relacionados con la licencia por maternidad, eligen abiertamente a los hombres
por encima de las mujeres en las contrataciones y los ascensos. En casa, las mujeres
cada vez tienen menos ventajas en el divorcio y están perdiéndose de los beneficios del
auge inmobiliario del país.
Como resultado, las mujeres chinas están siendo excluidas de los trabajos por
empleadores que las penalizan si tienen hijos y por funcionarios del partido que las
animan a enfocarse en la vida doméstica. Al mismo tiempo, las que han logrado seguir
trabajando cada vez están ganando menos que los hombres.
Hace treinta años, cuando el país comenzó a implementar reformas en el mercado
laboral, las mujeres chinas ganaban poco menos del 80 por ciento de lo que ganaban los
hombres. Para 2010, según los datos oficiales más recientes, los ingresos promedio de
las mujeres en las ciudades chinas habían caído a un 67 por ciento respecto de los
hombres, y un 56 por ciento en el campo.
Distanciándose de la ambición marxista de liberar a las mujeres de la opresión
patriarcal, Xi ha hecho un llamado a favor de que las mujeres adopten su “papel único”
en la familia y “se encarguen de las responsabilidades de cuidar a los ancianos y a los
jóvenes, así como de educar a los niños”.
“Ningún líder comunista antes de Xi se ha atrevido a decir abiertamente que las mujeres
deben encargarse de la carga doméstica”, dijo Wang.
Dispuesto a preservar la estabilidad de la unidad familiar, el partido tampoco ha hecho
gran cosa para ayudar a las mujeres tras una resolución judicial que debilitó su derecho
sobre los bienes en los procesos de divorcio. Y con el número de divorcios al alza,
millones de mujeres chinas han sido excluidas del auge de bienes raíces del país, según
expertos.
A lo largo de la última década, la clasificación de China en el índice global de brecha de
género del Foro Económico Mundial ha caído de manera importante, del lugar 57 de
139 países en 2008, al puesto 103 en 2018.
China alguna vez disfrutó de los índices mundiales más altos de participación de las
mujeres en la fuerza laboral, con casi tres de cada cuatro mujeres que trabajaban todavía
en 1990. Ahora la cifra bajó al 61 por ciento, de acuerdo con la Organización
Internacional del Trabajo.
“Cuando se trataba de promover los derechos de las mujeres, China solía estar a la
cabeza”, dijo Feng Yuan, académica feminista en Pekín. “Pero ahora nos estamos
quedando atrás”.
Pekín emitió una directriz en febrero en la que recomienda una aplicación más sólida de
las leyes en contra de la discriminación de género. Sin embargo, no ha sido una
prioridad, y los tribunales controlados por el partido no se han puesto del lado de las
mujeres en otros asuntos.
RUSIA
Rusia, con 145 millones de habitantes, tiene una gran brecha de género según
el ranking del Foro Económico Mundial. El análisis de esta organización sitúa al país en
el puesto 75 de 144 y destaca que aunque en la educación la paridad casi es total, las
mujeres tienen grandes dificultades para romper el techo de cristal en las empresas.
Además, la representación femenina en la política y en los puestos de toma de decisión
es escasa. Los últimos datos muestran que más del 70% de las personas que trabajan
como funcionarias en Rusia son mujeres, aunque la inmensísima mayoría en los
escalones más bajos o como mucho medios. Son solo un 15,8% en el Parlamento ruso y
solo un 18% en el Consejo de la Federación (el Senado). Además, solo hay dos
ministras. Según los datos de la Unión Interparlamentaria, Rusia ocupa el puesto 131 de
191 en igualdad de representación en los sistemas parlamentarios. El ranquin lo
encabeza Ruanda, México está en el cuarto puesto y España en el 13.
En 1980, el escritor estadounidense Raymond Carver escribió Principiantes, uno de sus
cuentos más conocidos. Allí, dos parejas de amigos reflexionaban acaloradamente sobre
el amor. Terri, una de las mujeres, decía que su exnovio la amaba tanto que había
intentado matarla, y, para probarlo, relataba lo que le había sucedido antes de separarse:
“Una noche me dio una paliza, la última que vivimos juntos. Me arrastró por los tobillos
por todo el salón, y no paraba de decirme: “Te quiero. ¿No lo ves? Te quiero, zorra”.
Cuesta creer que después de décadas de lucha contra la violencia machista, esta versión
enfermiza del amor aún sobreviva en ciertos países. Sin embargo, más increíble resulta
que algunos la toleren o, incluso, la estimulen. Uno de esos países es Rusia, donde las
estadísticas policiales indican que 36.000 mujeres son golpeadas cada día, y ONG
locales como Anna Center sitúan en la escalofriante cifra de 14.000 los asesinatos
anuales de mujeres a manos de hombres.
En este contexto, la Duma Estatal (el parlamento ruso) aprobó en 2017 una ley que
despenaliza las palizas de los hombres a las mujeres, siempre y cuando se trate de una
sola al año y no le rompa los huesos. La impulsora de la norma, la ultraconservadora
Elena Mizúlina, lo explicó con estas palabras: “Se trata de ataques físicos que no
requieren un reporte médico puesto que no resultan en lesiones, sino que son disputas
familiares con consecuencias menores”
Mizúlina no está sola en su cruzada para descriminalizar la violencia machista. El
Kremlin aprobó el año pasado la norma impulsada y votada favorablemente por la
Duma, y la iglesia ortodoxa rusa enmarca esta legislación en una disputa mayor para
defender los valores tradicionales de la familia. En una comunicación oficial del 2016,
la principal institución religiosa del país afirmó que “si es razonable y realizado con
amor, el castigo corporal es un derecho esencial que entregó Dios a los padres”.
Paradójicamente, la cita parece ser la fuente de donde Terri, el personaje femenino en el
cuento de Carver, se nutrió para justificar que su novio intentara matarla a golpes.
A pesar de esta situación, la realidad rusa en relación a la violencia doméstica y la lucha
por la igualdad de género es diversa y compleja. No toda la sociedad consume y adopta
sin reparos el discurso oficial. Existen focos de resistencia, y en ciertas asignaturas
Rusia está por delante de otros países que se jactan de haber avanzado en esta materia.
SIRIA
El velo, una línea roja
Los carteles se dirigen directamente a las mujeres, llamándolas nietas de las compañeras
del profeta Mahoma.
Les dicen a las mujeres de Afrin que el velo es una «línea roja» y que deben usar ropa
holgada, evitar las que son translúcidas o que marcan la figura.
«Elige tu apariencia libremente pero sin desobediencia», dicen algunas pancartas.
La iniciativa pertenece a Ahrar al-Sharqiya, un grupo rebelde del FSA que ha ganado
prominencia en la zona rural del norte de Alepo y ha ayudado a Turquía a expulsar a las
YPG de Afrin.
Ahrar al-Sharqiya, formado a principios de 2016, es un conglomerado de varias
brigadas, la mayoría de la provincia oriental de Deir Ezzor, que se oponen al gobierno
sirio.
En agosto de ese mismo año, el grupo rebelde se unió a Turquía en su primera
operación en el norte de Siria, conocida como «Escudo del Éufrates», que tenía como
objetivos tanto a los combatientes del Estado Islámico (IS) como a las YPG a lo largo
de la frontera turca.
Ankara considera que las YPG son la rama siria del Partido de los Trabajadores del
Kurdistán (PKK), cuyos militantes han mantenido una insurgencia durante décadas en el
sur de Turquía.