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Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Recordar y olvidar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Apéndices
Notas... . ... .. . . .... .. ......... .... ..... 321
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
el record
que se me'n va, de tan confús, cap el futur,
se'm fa desig, i la memoria em verdeja.
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s~bre la literatura como una forma de vivir y sufrir la ducción académica envasada con la etiqueta de <<nueva
cmdad, así como una exquisita colección de microhis- historia cultural», misma que, a fuerza de oscuridad,
torias reales y ficticias -aunque no por ello menos circunloquios teóricos y corrección política, resulta mu-
verosí:11i~es- a través de las cuales explora la riqueza chas veces ilegible, simplista, predecible y, sobre todo,
1 Y los limites de la memoria, como queriendo mostrar intrascendente. La distancia que separa a la cultura
í la insuficiencia problemática de las generalizaciones y de la «historia cultural», machaca Tenorio, es la mis-
l~s brochazos teóricos en que solemos caer los histo- ma que existe entre el ensayo costumbrista de Monsi-
nadores, antropólogos y demás fauna académica. Más váis y el paper del profesor que «descubre; no siente, a
que hacer una reseña, entonces, quisiera aprovechar las Paquita la del Barrio, y decide hacer un gender reading,
provocaciones de Nietzsche para sugerir una ruta de acer- Gloria E . Anzaldúa y Judith Butler mediante, de me
camiento a este libro y, en general, a una obra historio- estás oyendo inútil».
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gráfica multifacética y siempre original. Insisto en que En Culturas y memoria: manual para ser historiador,
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! '
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se tome lo que sigue como una mera sugerencia para Tenorio enfatiza la importancia de la «imaginación his-
1 la lectura: en este libro, como en los boleros que gusta tórica» como aquella herramienta que permite «expe-
cantar el profesor Tenorio, abundan las insinuaciones rimentar posibilidades» y «empujar los límites de lo
Y sobra la tela de donde cortar. ' perceptible y lo decible». Hablar aquí de imaginación
A mi parecer, la principal preocupación que recorre puede parecer extraño, pues la historia está sujeta a la
toda la obra de Mauricio Tenorio es que la historia evidencia concreta del pasado y no permite inventar per-
vuelva a tener, «con el pasado en la mano, voz y voto en sonajes, ideas o acontecimientos, corno suele suceder en
la_ cultura, en la historia del presente». * Al igual que la novela. Pero el problema está justamente en que la
Nietzsche, Tenorio distingue entre cultura y la mera evidencia no habla por sí misma, y que sólo puede ha-
acumul~ción de conocimientos sobre la cultura del pa- cerlo a partir de las palabras, los conocimientos, las me-
s~do. Mientras que la segunda sólo necesita de la pacien- morias y la experiencia del historiador. La imaginación
cia del anticuario, la apuesta de «volver a ser cultura al histórica es entonces la chispa que, al juntar todos es-
~ hacer historia» exige estilo, claridad, elocuencia erudi- tos elementos, hace posible ver en el molino de viento
ción, rigor lógico, coherencia argumentativa y t~mbién algo más que un simple molino, convirtiéndolo de re-
una forma de imaginación capaz de · «describir vivir y pente en «fuerte evidencia cultural». Esta imaginación,
revivir el pasado en el presente». De ahí la m;nifiesta insiste Tenorio, se educa y se perfecciona; requiere del
incomodidad de Tenorio frente a buena parte de la pro- constante aprendizaje de lenguas, disciplinas y habi-
lidades técnicas, y también de frecuentes visitas a la
* M~uricio Tenorio Trillo, Argucias de la historia Paidós Méxiºco
1999 , pag. 216.
biblioteca, el archivo, el museo y, por qué no, la calle,
' ' '
donde suelen producirse «inesperados sentimientos,
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J
hallazgos insospechados y pistas impredecibles». Es tam- una visión rigurosa, coherente, informada y poética ~el
bién por ello que la historia es inseparable de la trayec- pasado, puede ayudamos _no s~lamente a ~acer la vida
toria vital del historiador: no es que sea mera especula- rica e inteligible, sino a imaginar un meJOr proyecto
ción subjetiva, pero sí un conocimiento social que nace de futuro a partir de la memoria y el sufrimiento de
a partir de un anhelo personalísimo de trascendencia nuestra «humanidad común».
y de «ganarle tiempo a la memoria». No es necesario decir más. Que valgan estos párra-
Si la imaginación histórica permite revivir, «volver fos como una invitación entusiasta a sumergirse en la
a hacer sentir» el pasado en el presente, historia y poe- obra de un maestro y un historiador excepcional, a
sía parecerían estar hermanadas por un vínculo pro- quien no puedo sino volver a agradec~r to~o lo. que
fundo que Tenorio se obstina en sacar a la luz. Su filia- me ha enseñado con sus libros y sus vivencias filtra-
ción, nos advierte, radica en su raíz y en su finalidad das por la experiencia, la memoria y el afecto.
común: ambos son «procederes para llegar a conocer
Pablo Mijangos y González
lo humano» que se nutren del «estímulo de la vida real»
' División de Historia del CIDE
y que en último término buscan crear una «segunda
naturaleza», tan profunda y verosímil que «cambie la
conciencia del presente y la visión del futuro». Y es que
así como la poesía abre la puerta a la visión y la expe-
riencia de nuevos mundos, así también la historia,
cuando se escribe y se asume realmente como cultura,
permite «Conjeturar salidas» a los dramas del presente
e imaginar «Utopías de consecuencias prácticas».* Cual-
quiera que haya leído a Mauricio Tenorio sabe que su
estilo no es el del intelectual mediático que pretende
ser capaz de hablar «de todo y en cualquier momen-
to», y que, con raras excepciones, suele convertirse en
fábrica estéril de perogrulladas y lugares comunes.
Tenorio, más bien, apuesta por la discreta pero incisi-
va labor del historiador-artesano, quien, apoyándose en
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Recordar y olvidar:
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Llegar a saber
......
había dejado con la sensación de que la historia era que la borrachera de palabras a la que me enfrentaba,
la materia prima de las ciencias sociales; me haría his- demandaba otra vez de mi viejo oficio, el de ventrílo-
toriador: al inicio todo era historia y luego, también. cuo. Ya antes me había hecho lector con novelas, histo-
En Stanford la cuestión me pareció más bíblica: en el ria, poesía y ensayos que luego imitaba. Me descubría
principio fue el verbo y se hizo carne. En efecto, en aque- armando sin querer frases mal copiadas de Borges o
ll~ universidad, más que historia todo era lenguaje, de Cortázar; experimentaba con el estilo de Octavio Paz,
discurso.
con el de Gabriel Zaid o el de aquel despiadado Juan
Tengo para mí que la filología es la madre de todos de Mairena. Me deleitaba tratando de imitar la preci-
los vicios; hoy la mayoría de las ciencias sociales y de sión, casi jurídica, y la deliciosa ironía de Edmundo
las humanidades son adictas a una u otra consecuen- O'Gorman; y quería lograr el cachondeo en la prosa
cia de esa obsesión logofílica que se remonta al siglo de Luis González y González o de Carlos Monsiváis. Ya
XIX'. pero ya nadie recuerda a la madre que los parió: más crecido, cuando me empeñé en aprender inglés le-
la filología, esa vieja bruja. En fin, el reto era por todas yéndolo, empecé a imitar lo inimitable, a Ralph Waldo
partes filológico para quien venía de las universidades Ernerson o Williarn Hazlitt, creyendo que ése era el in-
públicas mexicanas, con su Manifiesta comunista releí- glés bueno. Little did I know* cuando llegué a Stanford,
do hasta la saciedad, los Grundrisse repasados a ciegas, ese inglés era inservible, no sólo era reaccionario por
e! capítulo XXIV de El capital (la acumulación origina- canónico, sino impresentable por sus largas oraciones
na) perfectamente memorizado y su cerecita de Louis y su barroquismo. Pero haciéndole al ventrílocuo de
Althusser y Nicos Poulantzas. Y así le entré no sólo a esa prosa ensayística en inglés decimonónico, fue que
las guerras culturales de la década de 1980, sino a un por primera vez calé lo que viene a ser escribir en in-
«giro lingüístico» que más girado nada: aprender a escri- glés. Además, estaban los kilos y kilos de poesía que
bir inglés académico. Tenía que lograr hablar con certe- yo imitaba corno quien se masturba. Algo tiene la poe-
za en un seminario y escribir no sólo inglés con correc- sía que deja a sus adictos incapaces de escribirla, pero
ción sino el inglés post que iba descubriendo. La lucha con el radar prendido para entrarle a los recovecos de
por escribir en inglés fue dura para alguien que se edu- la lengua. Y, corno si me faltara más ventriloquia, ahí
có sólo en español hasta los 20 años,. Confieso que me estaban mis años de sociología marxista.
obnubiló aquella prosa en que fui a caer. Me convertí No intenté ser ventrílocuo de Karl Marx o de Louis
con gusto en un personaje de alguna de las novelas de Althusser o de Marta Harnecker o de Nicos Poulantzas
David Lodge.
-no tengo la mente tan torcida-, pero sí lo era del
Aunque joven, flaco , ojeroso, cansado y sin ilusio- hablar de las universidades públicas mexicanas de prin-
nes, traía yo mis recursos: era y siempre había sido un
ventrílocuo. Cuando llegué a Stanford me di cuenta de
* Qué ingenuo era.
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cipios de la década de 1980; imitaba ese marxismo tras- conocer. Y la cultura se había convertido para mí en
nochado. Logré hacer ventriloquia de aquel palabrerio, la fascinación por la historia intelectual de las mentali-
lleno de estructuras, de subjuntivos, de antiamerica- dades y del arte. Creía que acabaria de ensayista de la
nismo y de revolución. Recuerdo, por ejemplo, aquel cultura, como los ensayos que leía de Paz o Beatriz
giro clásico que no se ha borrado de mi mente: un pro- Sarlo o Roger Bartra o Jorge Cuesta, o de alguien que
fesor, leyendo su propio artículo publicado en alguna originalmente hizo que yo intentara irme a la Universi-
revista de la Universidad de Puebla, y en altavoz el hom- dad de Stanford, Richard Morse. Se trataba de uno de
bre diciendo: «La problemática politológica, vale decir esos locos brillantes que yo había leído en traduccio-
la política». Y el señor perdía la mirada en el techo, cau- nes de la revista Vuelta y luego en innumerables ensa-
tivado por la profundidad de sus propias palabras. Esto yos en inglés que me agencié gracias a la Biblioteca
sí que fue deleite de mi ventriloquia. Lo intento aunque Benjamín Franklin, en la ciudad de México. En Stan-
está un poco oxidado este lado de mi chilakapalukulu: ford me enteré de que Morse tenía dos años de haber-
se mudado a Washington. Me quedé sin él, pero ahí con f
En este sentido, compañeros, creo que sí sería importan- sus preocupaciones mezcladas con las mías, y embar- \
te resaltar que, si bien el nexo dialéc;tico entre estructura cado en conocer dos de los campos que Morse me ha- \ \
Y superestructura conlleva una introyección ideológico- bía abierto: la historia in;electual de Est~~o~ ,Unido~ y
hegemónica de conciencia de clase, en realidad de lo la de Brasil. Poco despues, en Stanford m1c1e la amis-
que se trata es de un problema fundamentalmente polí- tad, larga y profunda, con la socióloga brasileña Hele-
tico; es decir, de la toma del poder político por el prole- na Bomeny, que fue, después de Morse, mi lazarillo en
tariado, que, habría que entenderlo, no está a la vuelta mis excursiones a la cultura e historia brasileñas. Ahí
de la esquina. estaba, pues, en Stanford, otra vez metido de ventrilo-
cuo de lenguas, inglés, portugués y francés . No obstante,
Ya era, pues, ventrilocuo cuando llegué a Stanford, pronto hice corte de caja con el pensamiento de Morse,
nada más que en la lengua en que había crecido. cual hijo ingrato que expone las entrañas del padre. 3
Había llegado a Stanford por infinidad de razones Uno iluso y el destino confuso ... me tocó quedar-
que no vienen al caso, pero traía mis curiosidades in- me ahí en el ojo del huracán de las guerras culturales,
telectuales bien puestas; tenían que ver con el lengua- armado de mi ventriloquia, de mis preocupaciones in-
je, la historia, la teoria social y la cultura. Lo del len- telectuales y de aquellas ansias de lograr lo que parecía
guaje lo había explorado con mi interés en la poesía y imposible: aprender a escribir inglés académico. Lo
el ensayo; lo de la historia y la teoría social se había logré. Hice ventriloquia de a madres. Pude articular
reducido a entender algo que pocas personas conocían muchos párrafos como este:
en México, es decir, Estados Unidos y sus maneras de
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Lo subalterno habla en los intersticios de lo posible, en post, saliendo de un sarcófago «cientificoide», o de uno
la interioridad de lo sublime y lo mundano, en la debi-
marxista, igualmente «cientificoide». Hablo de ese des-
lidad fortalecida y en la debilidad del poder. Porque la
greñarse de la historia académica, de ese regresar (en
voz de lo subalterno encaja en los intersticios de lo deci- la década de 1980) a las viejas angustias de la historia
ble como una postmetonimia de las connotaciones in- en tanto lenguaje, de la historia de la historia como
trinsecas en cuanto a género-raza-clase de la palabra forma para derretir toda verdad absoluta. Podría aquí
escrita hegemónica, esto es, el texto occidental. El sig- hacer ventriloquia y empezar a citar, como cualquiera,
nificado de resistencia, en este contexto, no es una cons- a mis teóricos -cuanto más de moda mejor-, y asu-
trucción consciente de un(a) texto(a) de historia, sino mirme miembro del club de los estudios post-esto y
una deconstrucción natural de un texto a través del áci- pus-lo-otro, o de lo que se quiera y se mande. No. Por
do de la memoria popular. Por tanto, la voz de lo subal- eso utilizo el tono confesional, para saltarme este re-
terno se encuentra en el recuerdo y la mención de soni- quisito, aunque también para agradecer lo mucho que
dos de una visión del mundo alternativa que no puede aprendí de estas modas que me permitieron ver lo
ser oída pero sí experimentada como el localismo silen- que hasta entonces me era invisible. Pero, ¿darle otra
ciado por el «globalismo», o, mejor dicho, experimentada vez a la ventriloquia? Mejor es examinar en breve el
como los significados desarticulados y no escritos que, iceberg que yacía bajo estas puntas.
sin embargo, constituyen el significado silencioso del La historia, los relatos detallados de casi cualquier
significado.4
pasado, seduce. Los antropólogos, los economistas, los
politólogos o los filó~ofos dicen de nosotros, los histo- ~
En efecto, en aquellos años muchos nos embelesa- riadores, que somos mcapaces de abstraernos del deta;
mos con dos retos intelectuales que eran en realidad lle, de «teorizar» sin buscar referente en una supuest~:
las dos puntas de un iceberg cuya existencia poco a realidad empírica. ¡Cuán poco nos conocen!: esa «rea.,
poco descubrí. Una de ellas era el post- en lo lingüís- lidad» empírica ejerce tal poder de seducción cognitiva
tico. Me refiero a la moda de lo discursivo como oxi- porque pide del historiador el mismo goce de lo con-
geno único para las ciencias sociales y las humanida- ceptuoso, el mismo grado de abstracción y formaliza-
des, una moda que acababa en relativismo cultural y en ción, que la gran teoría social del antropólogo o que el
el relativismo acerca de las formas de conocimiento modelo formal del economista o del politólogo. Pero,
todo con un acentuado tono etn~gráfico, ora porqu~ de la misma manera que el creyente lee la Biblia en
la moda se obsesionaba con «el otro », ora porque era busca de la palabra de Dios esperando no ser seducido
una autocritica del etnocentrismo occidental. La otra por cada una de las increíbles historias que cuenta el
punta del iceberg era la más cercana a mí: la discipli- librote, el historiador trata de llegar a modelos gene-
na de la historia al desnudo, ensimismándose con el rales y, en ese intento, se le llena la cabeza de relatos
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e indígenas de Norteamérica ... Durante una década En efecto, empecé a refugiarme en la biblioteca,
(1968-1978) el marxismo académico puso en pausa leyendo relatos de historia estadounidense, mexicana,
este relativismo, pero con el desprestigio del marxismo y francesa y brasileña, en los que encontré apoyos para
i'
del comunismo, todo izquierdismo decantó con gusto en aquel ingenio que recordaba el epitafio de Philippe de
el relativismo cultural, pero con una fuerte carga reivin- Commines, escrito por Ronsard: «el ingenio de igua-
dicativa. Para cuando yo llegué a Stanford, la punta del lar la verdad de los hechos al bello hablan>. Me hice el
iceberg era el impacto del posestructuralismo y el regre- ermitaño de una cueva que aún extraño: una bibliote-
so del giro lingüístico, ya no como lucha anti-burguesía ca de más de ocho millones de volúmenes, donde un
sino anti-Occidente, anti-canon, anti-blanco, anti-poder día leía a Francisco Bulnes y otro a Richard Hofstadter,
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en abstracto. De ahí la sorpresa en Stanford: me topé, en Henry Adams o Carl Becker, H .L. Mencken o Capis-
texto y en persona, con Tzvetan Todorov, Michel Fou- trano de Abreu, Joao do Rio o Joaquim Nabuco. La
cault, Jacques Derrida, John y Jean Comaroff, Paul de debacle de mi ventriloquia fue el silencio de la biblio-
Man, Roland Barthes, Clifford Geertz, Hayden White ... teca. Suena a pretensión decir que leí ahí de todo, que
La sorpresa resultaba de que las palabras parecían ser cada libro que encontraba me llevaba a cinco o seis más,
más que las cosas; es más, las cosas eran palabras con que los libros con la vieja clasificación Dewey mantie-
poder, de ahí también la sorpresa pblítica que bien re- nen el olor de las sabidurías olvidadas pero aún en es-
sume Daniel Rodgers: en la década de 1990
pera del diálogo con algún lector. Suena presuntuoso
y dejémoslo así, porque para salvarme de la pedante-
el lenguaje dominante del poder en la derecha intelec- ría tendría que contar que, además del autohartazgo
tual era directo y econométrico; en la izquierda inte- de la ventriloquia, me enclaustraron en esa biblioteca
lectual -de la cual podían esperarse nociones de infra- incontables problemas personales. Que quede en pe-
estructura y superestructura- el lenguaje del poder, a dantería que, si digo más, mi Green Library se conver-
lo largo de una década, se había hecho menos reconoci- tiría en la casa de alienados de un cuento de Machado
ble y material, más volcado a la cultura y a la concien- de Assis, en la cual el doctor, enloquecido, cree que los
l
¡: cia, más contradictorio y pesimista. 8
alienados son los otros.
1
f Como Jorge Luis Borges y su Biblioteca de Babel,
Al divisar el iceberg me vi desarropado ante el es- alguien debería escribir las memorias de vivir en esas
pejo: un simple ventrílocuo.
bibliotecas antes de que se extingan. No quiero pre-
¿_Qué hace un ventrílocuo cuando descubre que ya sentarlo como una virtud sino como un vicio, ese paseí-
no tiene otra voz que la del muñeco? Sencillo, el mu- llo entre los libros, leyendo tutti quanti pudiera encon-
ñeco a la basura y a guardar silencio ... Para eso son trar y me daba tiempo. Puedo evocar esos encuentros
las bibliotecas.
fortuitos, como cuando un día, camino al lavabo, me
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crucé con ~na antología de poesía polaca editada por
fuera amable durante los años en que yo buscaba salir
Czeslaw M1losz en la cual leí por primera vez a voces
de mi ventriloquia. No obstante, caminar ciudad~s es
perennes para mí, como Wislawa Szymborska, Zbigniew
Herbet Y Adam Zagajewski. Por entonces, recuerdo, la tan to 0 más que leer, y andando Barcelona ahorre . re-
.
laciones tan importantes como las de los semmanos
lectura reveladora de La jaula de la melancolía de Ro-
9 ~los libros. No puedo exagerar lo que para ~u'han s1g- .
0
ger Bartra me dio una nueva lista de lecturas todas
1 ·fi ado los años de caminatas en aquella cmdad.
ahí, en la «D» o en la «F» o en la «B» o en la «P » No lo
• me d b.
Poco a poco, y con mucho trabajo, fui . ese~ nen-
sé de cierto, pero La jaula me suena a una de esas en-
do las lucidísimas voces que habitan las uruvers1dades
c~rronas que acaso Bartra vivió en alguna de las mara-
catalanas y que por años me fueron inalcanzables. No
villosas bibliotecas estadounidenses. Otro día me en-
fue fácil. En especial, porque yo venía de huir de la
contré los ensayos de Zambrano, que me llevaron de la
ventriloquia y de criticar los nacionalismos, y la ~ar
mano a los de José Ángel Valente, y de ahí a los de un
~ósofo venezolano que hizo carrera en inglés, Elíseo celona intelectual de la década de 1990, la de la Olim-
piada, comenzaba a abusar de la ventriloquia de las
Vivas, o Max Black. Después de estos encantadores ex-
travíos, costaba volver a la aridez de Fredric Jameson modas gringas para mostrarse abierta al mundo. A su
Y su Marxism and Form. 10 Recuerdo que en la clasifica- vez, los debates públicos, las tertulias de intelectuales,
. al'
rezaban sobre un tema omnipresente: los nac10n 1smos
ción «D» de la biblioteca descubrí que eso de Hayden
~hite era en ~erdad cuatro largos pasillos de libros que buenos y los malos. Entonces me aburrían las. disc~
iban desde G1ambattista Vico hasta Benedetto Croce siones, pero ahora yo también lo creo: hay nac10n.alis-
desde Wilhelm von Humboldt hasta Jacob Burckhardt
1 mos la mar de buenos y los hay que hieden. Los pnme-
o desde Hegel hasta Edmundo O'Gorman. Limitann~ ros son coherentes pero impracticables. Los segundos
a la ven~loquia de Hayden White me empezó a parecer son los que llegan a practicarse. . . .
lo que siempre había sido, sin darme cuenta: un juego, En Barcelona descubrí lúcidos ensayos h1stoncos,
en el cual yo no era el más perito, pero daba batalla. en español 0 catalán, que me fueron tonifican~es des-
_De l~ bib_l~oteca salí a enfrentar dos retos para mi
pués de la borrachera de ventriloquia -Marcelmo Me-
d_esmtox1cac10n de la ventriloquia: desarrollar una te- néndez Pelayo, Eugeni d'Ors, Américo Castro, Jau:rr:e
sis doctoral, y Barcelona. Me decjdí a escribir sobre el Vicens Vives, Santos Juliá, Álvarez Junco, Joan-Llms
nacionalismo mexicano a contraluz del francés el es- Marfany 0 un libro sobre el nacionalismo catalá~ de
pañol, el estadounidense y el brasileño. Pero c;sas de Josep María Pradera, Cultura nacional en una soczetat
amor Y de familia me llevaron a pasar temporadas cada dividida,1 1 que entonces, junto con La jaula de ~a mela.n-
colía me fueron indispensables para pensar m1 trabaJO.
vez más largas en Barcelona y, claro, como cualquiera,
llegué a amar la ciudad, aunque la muy caramba no :Én fin, el futbol refuerza el chamorro, la visión pe-
riscópica y el sentido del espacio; el ajedrez enseña como
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I
como vocación). Prefiero el sugerir al «yo sostengo», el ni eran -floppy ni era disks , eran cuadrados de plástico
«teorizar» contando al contar que teorizo. Ahora en- duro. Ah, y ahí estaba el cable suelto amarrado a un
tiendo esa fijación como las ruinas de mi ventriloquia «ratón». Eran las primeras Apple-Mac de las que yo
de mi interés en sopesar argumentos grandes no sobre hui como de la tiña. Pero pronto todo se arremolinó
los hechos, sino sobre la arquitectura de los hechos. alrededor de esas maquinitas: la ventriloquia teórica,
Es lo que quedó de mi ventriloquia porque la historia de el deseo de escribir en inglés, las búsquedas en todo
lo cultural para mí fue el resultado de la musculación campo y terreno. Sucumbí a la revolución nemotéc-
de ventrilocuo que ejercité por años y que no era otra nica en que me vi envuelto. En pleno siglo XXI es difí-
cosa que una mezcla de ensayismo moderno, historicis- cil revivir el sabor de esta sorpresa: escribir en esas
mo posmodemo y simple afán, si frustrado, de erudi- cajitas una lengua extraña que las máquinas sabían
ción. «Dos clases de cosas hay en un autor» --escribió mejor que yo. Mi ventriloquia encontró a su igual, la
en sus cuadernos Paul Valéry-, «lo que se puede imi- máquina de marras sabía de memoria todas las palabras
tar de ellos, y esto constituye su influencia, y lo que no que yo intentaba imitar, y las que no sabía -porque ~l
se ·puede imitar de ellos, esto constituye su valor». Al post estaba lleno de neologismos- las aprendía. Escn-
deseo de no hacerle al ventrílocuo, siguió el de nunca
ser «ventriloquiable ».
* ¿Cuánta memoria? ¿Qué velocidad?
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bir en inglés, aún hoy, me es volver a la anastomosis de Así, fui a dar a la exploración de mi propia memo-
mis sesos con la memoria de esas máquinas. ria, un ejercicio de ensimismamiento que acabó en
En tanto me debatía entre el giro posmodemo y el literatura, pero eso es harina de otro costal, no así
enclaustramiento en la biblioteca, la revolución tecnoló- las consecuencias que el ensimismamiento tuvo en mi
gi~a ocurría. Pronto llegaron los primeros e-mails, luego oficio de historiador. Mi ventriloquia no tenía llenade-
el mtemet y más y más memoria y rapidez. Lo mío era ra, como se dice en México, y en los años de bibliote-
la ventriloquia, un arte de la memoria; y lo del Silicon cas, vía mi adicción al ensayo de ideas, fui a dar con la
Valley era una revolución de la memoria. Me enganché existencia de una presentación sublime del ensayo en in-
a ese cambio y seguí buscando pistas para pensar, para glés: el ensayo científico. Entré a ese género, por supues-
leer. El catálogo de tarjetas empezó a desaparecer de to, de la mano de mis recuerdos personales -sobre todo
la biblioteca. Las máquinas fueron aliadas de mi memo- mi padre médico-y por mi interés en el ensayo, y así
ria Y, poco a poco, se volvieron también metáfora de di con Oliver Sacks, Edward Wilson, Stephen Jay Gould,
pensar. Me descubría elucubrando que necesitaba insta- Arnold Modell, Isaac Asimov, Ernest Nagel, Julian y
larme más software por querer aprender lo que en la Aldous Huxley, Carl Sagan y también Sigmund Freud.
Universidad Metropolitana llamaban marcos teóricos. Seguí leyendo lo que, yo ignoraba, era una revolución
Más software para el hardware -los sesos-, para así en la concepción de la conciencia humana que incluía
«correr» más información -los pasados que iba memo- innumerables neurobiólogos (excelentes narradores)
rizando-. Y ¿quién alguna vez no se ha buscado el om- como Santiago Ramón y Cajal, Elyn Sacks o Eric Kan-
bligo esperando encontrar el reset button para salir de del, lingüistas (Ferdinand de Saussure, Noam Chomsky),
un loop mental? La ausencia del botón pone en duda el filósofos de la conciencia y de la ciencia (Ludwig Witt-
control de calidad del creador. genstein, Daniel Dennett, Richard Rorty, Thomas Kuhn,
Pronto la revolución tecnológica alcanzó a la del re- Karl Popper), antropólogos, economistas y críticos li-
lativismo cultural y a las dudas sobre cómo llegamos a terarios (Roger Bartra, Renato Rosaldo, Hans Ulrich
conocer. Empezaron las teorías de la inmediatez, de la Gumbrecht, Kenneth Arrow, Amartya Sen) y poetas o
filosofía pop de la comunicación, de la globalidad, de conocedores de poesía (María Zambrano, José Ángel Va-
las comunidades virtuales. Pocu a poco todo viró a dis- lente, Eliseo Vivas, Ramón Xirau, Adam Zagajewski,
curso Y memoria, discurso y contradiscurso, memorias Czeslaw Milosz, Witold Gombrowicz). En suma, un co-
colectivas y alternativas, memorias reprimidas, memo- lapso de revoluciones, la del relativismo cultural, la de la
rias recobradas, realidades virtuales ... Subaltern , agency, tecnología, la de la memoria y la de la conciencia.
gender, race, eran discursos o contradiscursos, empower- Una vez adicto, me fue difícil abandonar el vicio
ment y memorias. Para mí la Mac, Derrida o Spivak de esa mezcla de literatura, historiografía, filosofía,
venían del mismo pueblo. ciencia y poesía. Por años, mis lecturas científicas tu-
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una vez más; lo que en un momento dado se define tentado contar historias, no soy teórico de nada, lo
como algo historiable es dictado precisamente por cri- que digo aquí es puritita talacha del oficio de contador
terios culturales, y son esos criterios lo que la historia de historias.
aspira a ser.
Es mi opinión nada más: hemos alcanzado un si-
glo en que más que raza, todo es cultura, pero aún no La viejas nuevas
tiramos la idea de raza a la basura y todavía no sabe-
mos bien a bien qué es cultura. Pero sea lo que sea, la Lo que antes fuera la <<nueva historia cultural» se
cultura siempre trae a cuento a la historia y al revés. ve ajada. No porque fuera un fracaso, sino al contra-
Por eso, a lo largo de un siglo, distintas disciplinas mo- rio, porque fue un éxito, tanto por sus muchos buenos
dernas, al estudiar culturas, han amado u odiado a la momentos como por sus malos pasos. Aún son nues-
historia, que todo lo embarulla y confunde. Y desde tra cultura esos relatos de <<nueva historia cultural», si
la historia, la otrora nueva ya es vieja, revieja historia por ella se entienden algunas historias bien contadas;
cultural, que fue la respuesta a los posts y los trans y ignoro si lo de Edmundo O'Gorman, Cado Ginzburg,
hoy es lo más cercano al canon de la disciplina. (Es Natalie Zemon Davis, Carl E. Schorske, lo último de
curioso que acabara así algo que nació con tan grande Georges Duby, Simon Schama, Robert Darnton, David
afán de ser antihegemónico.) No obstante, también se Brading, Jean Meyer, Charles A. Hale, Keith Baker,
coronaron otros estilos de tomar por los cuernos al Carlo Maria Cipolla, Fernando Escalante, Beatriz Sar-
toro de la historia y las culturas: los cultural studies y lo, Ariel Rodríguez, Nicolau Sevcenko, Lilia Moritz
una especie de antropología histórica o etnohistoria. Schwarcz, por mencionar pocos, fue en su momento
Quiero ubicar los recientes retos a la imaginación his- nueva historia cultural que enfrentó el post, pero aún
tórica Y por ello vuelvo a las modas recientes con que son historia (pasado en papel y que se lee) y aún son
se ha vestido a la parejita aquella: historia y culturas. nuestra cultura (criterio que define lo historiable). Su
Una advertencia: tanto hablar de cultura e historia larga duración no fue el resultado de una u otra deci-
en la década de 1990 no decantó en cultura, en sentido sión estética (están bien escritas), sino de varias car-
común, sino que de ahí salió una subespecialización, la gas: morales, políticas, filosóficas, empíricas. Lo que
de los expertos en el «cómo », per.o que no escriben ni se ha avejentado es tanto hablar del cómo de la histo-
historia ni culturas. Puede que estos especialistas lle- ria y las culturas, un envejecimiento prematuro y ex-
guen a resolver el enigma, y que en su no arremangar- traño. No es que Giambattista Vico haya dejado de ser
se Y arrimar el hombro para contar historias de las cul- referencia para entender cómo se hace la historia; y
turas, esté la prueba de que tales cosas, historias y en estos menesteres continúan siendo indispensables
culturas, son incompatibles o incontables. Yo sigo in- Hegel o Wilhelm von Humboldt, Marc Bloch o Edward
52
Gib~on, Isaiah Berlín o Benedetto Croce, Robin George sus críticos, en que nunca resolvió el enigma entre his-
Collmgwood o Friedrich Nietzsche, Michel Foucault 0 toria y culturas, precisamente por la ineptitud en supe-
Sérgio Buarque de Holanda. En cambio, a ratos se me rar su dependencia del dato presumiblemente empírico.
caen de las manos los textos que antes fueran objeto «Dada la renuncia de los historiadores a reflexionar/
de deseo de mi ventriloquia (no todo, pero mucho de sobre asuntos de teoría [on matters of theory]», decían\..
Hayden White, por ejemplo, o Dominick LaCapra, Jean- los prestigiosos «teóricos» de la cu~tur~ conocidos en/
Franc;ois Lyotard, Paul de Man, Homi Bhabha, Arjun el medio como «los Comaroff», y anad1an: ,
Appadurai). La relectura de los greatest hits del post de
la década de 1990 revela, claro, una nostalgia personal, dada su tendencia [de los historiadores] a buscar solu-
pero eso es cosa de uno, y también los trucos conocidos ciones empíricas para problemas analíticos, nosotros
de una prosa desgastada por el abuso. [los teóricos de las culturas] debemos encontrar nues-
A razón de tres décadas de <<nueva historia cultu- tro propio camino a través del laberinto de enigmas
ral» quedan claras, al menos para los que escribimos [through the maze of conundrums]. 2
el pasado de las culturas, unas cuantas cosas: que para
c.ontar culturas pasadas, mientras más historias polí- No hay duda, los historiadores somos culpables de
ticas, económicas y sociales se ' puedan tener, mejor; los cargos. De nosotros ni vino ni vendrá la solución
esto es, no hay como hacer historia cultural de algo del enigma historia y culturas, pero ¿por qué?: ¿por
(de una era, de un fenómeno) que ya cuente con cosi- . ,)
qué eso es matena conceptuosa y nosotros ... q~e.
llas así tan «neoliberales» como un índice de precios o ¿Somos los historiadores cual perros de caza que, m-
una recopilación de leyes y códigos. También es claro capaces de portar la escopeta, corremos locos tras el
para el historiador cultural que el enigma de escribir mero olor de la presa empírica? Quizá sí, y la solución
historias del pasado no es ése entre teoría frente a narrar del enigma historia y culturas será conceptuosa o no
hechos, una engañosa e innecesaria dicotomía. El meo- será. Pero eso si se acepta que la mejor comprensión
llo del asunto es la imaginación histórica: su incapaci- histórica o antropológica, la mejor moral o la política
dad, si se quiere, de separarse del dato empírico y su óptima, el escenario cultural deseado, radican en so-
misterioso funcionamiento que es a un tiempo detecti- lucionar el enigma. Tres décadas de nueva historia cul-
vesco, narrativo, irónico, conceptual, empírico, humano, tural nos han enseñado a los historiadores que escri-
neuronal e impredecible. bir historia trascendente, que convertirse en cultura
Para sus críticos más agudos, la nueva historia del presente, no resulta de «solucionar», empírica o
cultural no falló en proporcionar relatos de todo tipo conceptualmente, el enigma entre historia y culturas,
de culturas, de arriba, de abajo, femeninas, masculi- sino de ser, de habitar, el enigma de marras. Si eso re-
nas, alternativas, canónicas ... Su fallo estribó, dirían sulta en una teoría social, en un sistema general, o en
54
• . • ~- ·~: { . ~;.\~ ..,..: 1'
una noble política, bueno, quién sabe. En Marx 0 en
que los cultural studies han tenid~ una difícil relaci~n ~
Weber o en Huizinga ¿qué fue más o qué fue primero
con el pasado. Y es natural que s1 los cultural studies · ·~ ··
el historiador o el teórico? '
no se «hallan» con el pasado, yo, historiador, no me
i Por otra parte, si bien la hoy vieja nueva histo- encuentre a mis anchas en los cultural studies.
ria cultural ya es tan clásica, hegemónica e importan- Cuando reparo en que cultural studies por excelen-
~ te como Bob Dylan a sus setenta, los cultural studies cia es Raymond Williams o E.P. Thompson, concluyo
· · han crecido como alternativa política y metodológica.
que historia y culturas están en buenas mano~. Pero si
, Se trata de una manera de reencontrar historia y cul- ambos autores pertenecen a los cultural stud1es, ¿por
;turas.~on una pesada carga de presente. Un estilo que qué no Charles Beard,. Carl Becker, W.E.B. Du Bois,
J tamb1en pretende rebasar los confines de lo mera-
Lawrence Levine o el pesado de George Steiner? Y si
,'{-! ment~ académico; quiere ser cultura hoy y aquí. «Los por cultural studies he de entender Carlos Monsiváis,
\ practicantes de los cultural studies», dice Simon Du- Ángel Rama, José Luis Romero, María Zambrano, Bea-
~ ring, un creyente:
triz Sarlo o António Candido, con gusto me apuntaría
al club aunque fuera sólo para cargarles los bártulos a
estamos creando cultura, si bien desde dentro de una tan inalcanzables maestros y maestras. A veces me pa-
institución muy organizada -el sistema educativo-- y rece que los cultural studies han expropiado mucho
a pesar de que nuestras metas 'políticas, que algunos del buen ensayar de la historia y de la cultura, pero
describirían como la democratización de la cultura, cuando leo parte de lo que por cultural studies se pro-
nos imponen ciertas limitaciones. 3
duce en las universidades estadounidenses me parece
que es como colocarse, con orgullo, el monigote en la
' En efecto, desde sus orígenes en el Reino Unido rodilla y a darle a la ventriloquia. Seguro, ni Williams 1
los cul~ural studies han andado un largo trecho; cuaÍ
'
un codito de geranio, ya pegaron y florean en Harvard
Y ya ~o son esa especie de universidad popular para
ni Rama sabrán nunca que escribían cultural studies.
Acepto: en sus últimos años, Monsiváis, tan necesitado
de ser querido como cualquiera, abrazó con singular . ·
*
l
1
\ estudiar lo que no tenia entrada en la aristocrática alegría la fama en inglés que le otorgaban los cultural
. Cambridg~ u Oxford. Se han constituido en un pro- studies. El Monsiváis de los ensayos recolectados en
:_., gr~1?"ª de m~~stigación amplio, complejo y militante, Amor perdido de 1976, 4 o el del ensayo incluido en la
1 teonca Y poht1camente, y con un corazón ametodoló-
Historia general de México de 1977, 5 me sigue pare-
: gico o interdisciplinario. El objetivo sigue siendo el ciendo la irrepetible e indispensable mezcla de Sainte-
, . 1mism~: estudiar cualquier fenómeno cultural, de pre- Beuve, H.L. Mencken, William Hazlitt, Jorge Cuesta
.... ferenc1a no catalogado como alta cultura -todo es y Tin Tan; los últimos ensayos, ya con los ojos pues-
susceptible de ser leído culturalmente-. Pero es claro tos en el mercado académico estadounidense, son
56
57
buenos, pero son ventn1oquia. Carlos Monsiváis do-
minaba muchas tesituras del castellano (alto y bajo
. ~·· como
palabrería, · · e~ esto d e A. Appadurai, multicitado
mexicano, los clásicos españoles e iberoamericanos) en los cultural stud1es:
y del inglés (de Shakespeare a William Carlos Williams,
de Cole Portera Muddy Waters), pero no hablaba el 1 · 1 al menos en P arte ' una formación
Si lo poseo orna es, . . 'd d se volvió también
inglés de los cultural studies; usaba el añejo arte de la . t ces la discursiVI a
ventriloquia. discursiva, en on 1 . de la poscolonia en
· de la co orna Y
un signo y un espacio , neos Ampliar nues-
Los cultural studies, a mi entender, tienen un po- . ult ales contempora .
los estud10s e ur discurso requiere
tencial importante para escribir culturas, para ser cul- d 1 cuenta como un
tro sentido e o que l' . , de la esfera de la pos-
tura. Pero lo que les da fuerza es también lo que los diente amp iacwn
de la correspon , allá del espacio geo-
debilita, a saber: primero, su insaciable y complicada colonia para poder extender1a mas 1 . 1 6
ventriloquia teórica, que es especialmente repelente en gráfico de lo que fuera el mundo co orna .
un estilo que se quiere alternativo y que utiliza temas
de la cultura popular, pero a través de circunloquios 1 hi toriador? O no me pla-
¿Qué puede comentarte_d salguno del devenir de la
teóricos en los que lo estudiado resulta una mera ex- , 0 no hay sen i o )
cusa intrascendente para hablar, en grande y complica- 1 tiques .mas
( ·· ·ál oscolonia, . ,
como, cuándo, dónde? . · ·
do, de lo que realmente parece int~resarle a los cultural histona ¿cu . p 'd el eso de la historia (¿el pa-
o hay una fe mdeb1 a en . p sea es un continuo
studies: teorías espinosas y muy orondas. He leido tra- 1 ·al cualqmera que '
'
bajos de cultural studies que se han armado de bombas sado preco om ' 'al cualquiera que sea?).
con el pasado poscolom i' ltural studies se quiere ¡
1 nucleares teóricas para matar una mosca, y no es que
la mosca les moleste mucho.
1
Tercero: a po ic
l't'
1 a de os cu
nh buena pero a man
era de un micros- ¡
.
popular, yulie ora ' , 'tu popular· no así, como
Segundo, lo más cursi de todo: a pesar de su hiper- 0 de un espm ' d
teorización, los cultural studies son militantemente an- copio pop sta, n . al b era del arrabal cuan º '
· ,· ue al fin Y ca 0 d .\
Mons1va1s,. q f
o un pro esor u niversitario que es-
tieruditos, sobre todo frente al pasado. Les estorba la
quería, smo· com t . 1a d e1Barrio y decide hacer
Paqmta
historia, el conocimiento profundo de todas las tra-
cubre, no sien e, ª . ald , a y Judith Butler ;
yectorias históricas que van a caer a cualquier fenó- ad . g Glona E. Anz u 1
un gender re in ' t' oyend o inu . ' til » . Finalmente, os ·
mediante, de. «m~ es asl an ~entaja de ser trasnacio-
meno de alta o baja cultura. En la incesante necesidad
cultural studies tienen a~
de distinguir, en lo cultural, lo elitista y lo plebeyo se
b en historias o cul-
revela lo ahistórico de los cultural studies. En la des- fi . · , 0 qmeren ca er
nales por de mc10n, n 11 ucho más camino
madrosa historia nada pennanece por mucho tiempo . 1 y en esto evan m
turas nac1ona es. . d. 'pli·na siempre tan
andado que a I~ ,ºr El único peligro del trasnaciona-
como puramente elitista o fijamente plebeyo. Es, pues, 1 h' t ia como isc1 '
chocante encontrar tanta filigrana académica y tanta
cómplice de la nac10n. d' que generalmente,
lismo de los cultural stu ies es ,
58
59
está en inglés o en traducción del o al inglés. Al hablar
de trasnational gender, empowerment, race, o agency, ya h h un are hivo, un dato ' una biblioteca-. .
va lo suyo de connotaciones estrictamente nacionales,
dos por ec
b·
O» -
a los antropo, 1ogo s ' la voz de los h1sto-
En cam hIO , par ·do para cant ar temas empíricos pero
sobre todo, de la nación américaine. En especial de la
riadores a serv1 d la teoría en grande.
patria «American university». Son vistas trasnaciona- el bel canto e
no para entonar b. , d · 0 que es cu es tºo ' n de cómo se lleva
1es de un mirar gremialmente nacionalista. I
Por eso tam ien ig d . ' n cada antropólogo, cada
Claro, al ser «cultura» un término tan maleable y el amor, y en eso ca a qme 1, as como puede, depen-
ambiguo, la única disciplina que parece mantenerlo a historiador, se rasca las puL g e está claro es que, si¡
raya es la antropología. En las últimas tres décadas, e trate. o qu
diendo del tema qu d hºstoriadores y antro- V_
la antropología ha debatido, hasta el cansancio, qué t no po emos, I · 1'-
de cultura se tra a, d como en todo amorío,¡.
es y cómo se estudia la cultura. Una de esas tenden- , logos ignorarnos. Nos que a, \
po , atos apapachamos.
a ratos peleam~s, ar ºd d 1 de los historiadores ,
cias ha sido la de acercarse a la historia, coqueteo que
no se ha visto mal correspondido por los historiadores. S. tra incapac1 a , a ,
1 nues , . tengo para m1,
Surgió, pues, una antropología histórica, una etnohis- rar el dato emp1nco,
toria y una visión etnográfica de la historia cultural
es la de. no supe
h . dor que e1 pro bl e ma mayor que ofrece
inspirada en teorías antropológic~s. Y amor bien lle-
como istona, , oder hablar de cultura fuera
la antropolog1a es no p. 'dental frente a la no
vado, da buenos frutos, aunque es amor y acaba. Así . , tológ1ca OCCI .
1 de la d1cotom1a on bl es moral: asumir
1
surgieron penetrantes antropólogos que han contado M, , el pro ema
¡i occidental. as aun, d d t , de uno u otro lado de
inolvidables historias sobre el encuentro de europeos d d la bon a es an . 1
que la ver . , a yY tal mora1 tiene . buenas razones: s1 e
con nativos en las islas del Pacífico y que constituyen lo
la ecuac10n. .a de los historiadores es el Estado·
1
que nuestra era ha dado como los pensadores de lo que
es cultura e historia (Marshall Sahlins); también se han
pec~~o
nac10n moderno, el de los antropólogos es el coloma-
de nacenc1
dado excelentes relatos del pasado de los nahuas o ma-
lismo y el imperialismo. .b. el pasado de lo cultural,
yas en México a través de la mezcla de historia, etnogra- Pero si la brega es escn Ird be ser ni tradición ni
fía y lingüística (James Lockhart, Inga Clendinnen), o 1 cial ya no e . .
el prob ema esen . b · ·los sm h1sto-
penetrantes estudios sobre el imperialismo en África, o la . . ºvilización rn bar ane, m .
moderrndad, rn c1 d 1 historia ni siqmera
etnografía de los archivos y de las inocentadas de los fr t a los amos e a '
ria-cultura
. al fr entee a no occ1ºd ental , sino simplemente pa-
historiadores y su búsqueda de fuentes (F. Cooper, Ann
occ1dent en .
le. ano mcomprens1 ºble) frente a pre-
L. Stoler). Digo que para la historia, la antropología
sado (ido, muerto, J o' ºd tal o no el pasado cul-
ha sido una sana dosis de crítica al etnocentrismo y a la ºbl futuro cc1 en
sente y pos1 e_ . . cifrarlo incluye, si es el caso,
sonsera disciplinaria, una suerte de conciencia crítica
tural nos es aJeno, des 1 o hecho de hacerlo
que nos hace dudar a los historiadores sobre los «da- 1 a pero e mer
saber náhuat o may , , h tl o de eso maya parte
historiable hace de eso na ua
60
61
~el presente, lo vuelve duda .
mcomprensión en el ' conflicto, comprensión e mento. Lo verdadero y lo bueno se vuelven una y la
.
tona, nada más Limit 1 d.
toria a lo occid~ntal
1d f
:r
presente Eso es 1 h
o que ace la his-
tas ilficultades de escribir his-
en e a o no occid t 1
a o, acilita el trabajo d 1 h. . en a ' por un
misma cosa. 7
'--- -__:________ 1
l -' _. - -====::.:. :. . - - - - - -
oráculo de un mundo completo. Un grano de arena es Los cultural studies, la antropología histórica o la
el mundo, la eternidad una hora, pero no a la manera historia cultural se plantean temas importantes y los
del poeta (William Blake), sino del descifrador de los tratan destruyendo viejas nociones de objetividad. Es
; asientos de café en la taza. Se ha vuelto, pues, un lu- decir, «A» no es «A» porque se documente o se demues-
: gar común buscar una anécdota, un trozo simple de tre que sea «A», sino que «A» es un simple signo de
, ocurrencia cultural, para luego ofrecer la lectura doc- algo mucho más profundo, «epocal», ambiguo, indefini-
,, · tamente antierudita: la anécdota no resulta la entrada do, tras- y post-. Finalmente comprendo, dice un bole-
a un abigarrado nudo de trayectorias históricas (que 1 ro, que todo es falso pero lo falso no. Porque si todo es
incluyen filología, historia social, la larga duración de falso, ¿cómo puede ser que «todo-es-falso» no sea falso
la cultura popular), sino la esencia de toda una cultura 1 también? La utopía positiva del progreso y la objetivi-
1
según dicten las modas académicas. dad son tan utopía como la negativa del total escepti-
Claro, la pedaceria (trozos, anécdotas) es inevita- cismo y duda.
ble para quienes bregan para comprender lo cultural La crítica que cae en la tentación Geertz, en la cri-
1 en el pasado. Para los antropólogos, lo importante es tica «A» nunca es «A» , se asume militantemente ensa-
I' conectar los fragmentos en un todo, en un sistema yística -en oposición a la cultura académica de don-
! (los Comaroff); para hacer esto', dicen, el historiador
I·,
de emana-. En realidad, al pretender ser un híbrido de
1
cultural no sirve. 14 Claro, el historiador cultural utili- ensayo de ideas, de ocurrencias, de provocaciones, con
i za pedaceria, pero su «todo » es diferente al que busca diálogos dogmáticos entre la corte de teóricos de moda,
~
la reciente teoria antropológica. Georges Duby, por no es más que texto profundamente moderno, casi de-
ejemplo, utilizó unos trocitos de evidencia del pasado cimonónico -lo cual no está ni mal ni bien-. Pero in-
(un cantar de trovador en provenzal, un innovador co- cluye una traición al ensayismo moderno: su ensayística
lor azul en las vidrieras y el amor místico de san Ber- es privada, intimista, es para iniciados. Son ensayos,
nardo). Con los trozos, pretendía explicar la «inven- son intentos, pero acerca de lo que se asume no ensa-
¡:
ción», en el primer cuarto del siglo X1I, de la idea del yo, no intento, sino un hecho acabado: la importancia
¡ amor, la que regirá por siglos. 15 El reducido conjunto de los debates teóricos en las universidades estadou-
de anécdotas funciona como una trabajada foto fija nidenses.
que hace las veces de postal de una era entera. Pero Esta tentación es tanto más fuerte en quienes tra-
la foto no imagina al pasado, la imaginación histórica tamos historia y culturas de las latinas tierras . Forman !
-alimentada con el vasto conocimiento de innumera- legión los estudios que toman, por decir, una caricatu-
bles corrientes históricas antes y después del siglo Xll- \.
ra del presente o del pasado en México, un grafiti, una
imagina la foto y su poder para sintetizar pasado y performance, la voz de uno o dos informantes o unos
para proyectar futuro. chiles rellenos ... algo así cual inicio de un artículo que
70 71
! «de~construya» la anécdota para «construir» toda una
'l accesible con «teoría», de esa publicada en los úl-
teona d: la cultura, casi siempre, cargada de sesgos étni- so o . 1 !
.
tunos an-os · Porque la tentación Geertz
. dicta que a 1,
lcos,. raciales o de deep raíces. Después de todo , se tratade , dota debe ser convertida en la piedra. roseta para :, ,
atmas tierras. Porque nadie, por supuesto, haría thick anee
descriptions o cultural studies de un mondo croissant <lu cir un lenguaje aparentemente perdido pero que ,
tra · mpre resulta ser el caso- sobrevive en 1a h"istona · 1
·o de un solo poema de Baudelaire. La tentación Geertz -s1e 1
'.> • que los nacionalismos alternativos de aquí o de allá, b mucho de sexzng o fil l ' .
-':~.,>~.'.--. eran argo,
. ) e sustenta en e1 o1VI·d 0 de la conexión ° ogi-
gnegos ~
r - ~ los auténticos, no hegemónicos y, claro, es una
la historia y las culturas, tanto, 1\ -
.-. ' · ¡tragedia su derrota histórica, pero la conclusión inelu- ca. Lo mismo ocurre con . de los cultural studies a i\
i dible es que, si tan sólo hubieran ganado, otro gallo d 1 hablantes nativos u·
que se ec ara , ue hablaban tal jerigonza.,.
f nos cantaría. En fin, nuestro pesimismo es como el personajes que nol sab~a;r~ los que estudiamos cultu-
árbol de Teixeira de Pascoaes: Arvore da tristeza comos La impostura escara d más se es más justo
ra: hoy s~ ~a e m , ,
ramos I Flon'dos de alegría (Árbol de la tristeza con las b ás se compren e '
mu cultos y saber la historia
ramas I florecientes de alegría). · que los viejos. Podian ser v~tustos pero nosotros, sin
Parte de este optimismo deriva de la lógica del es- de cada concepto, los muy , ' os el concepto al
1 llos nada mas tomam
trellismo académico que guarda una rara relación con saber o que e ' es de poder racial, li-
todo intento pasado de hacer cultura; dicha relación 1 lo desatamos de sus amarr .d d·
vue o, , está Traducimos con impum a '
se asemeja a la que, en la última década, han mante- beral y de genero Yya '. , no importa si
sólo el último trabajo en mgles cuenta,
74
75
repite lo que se dijo hace cien o veinte años en español,
Petar YVIO · lar su gmon . para encontrar evidencias, d 1 y aún
d
inglés o portugués. Eso sí, hay que traducir las cosas a la
, 1 será posi·ble entenderlas e to o,
jerga en turno. La impunidad es mayor si el tema es de encontrando as no t manos más de una vez
, por nues ras .
México o de Perú o de Mozambique; se repite, se plagia, muchas pasaran "d o verdaderas evidencias;
d reconoci as com b"
se tergiversa, se malentiende y todos tan frescos . Lo im- antes e ser , ada de historiadores más sa io~.
portante no es lo que se dice, sino cómo se dice. Hace otras esperaran la lleg de que nada es construi-
h d ir la certeza
unos años, como resultado de una prominente confe- Siempre a "bl e reg deconstrm"bl e» del todo. Pero mucho
rencia en la Universidad de Yale, se me pidió que en- ble, reconstru1 e o « "b historia cultural o como
h e escn e como
viara el texto de mi ponencia para ser incluido en lo de lo que oy s d . dor relativista, desconstruc-
que en su momento fue el libro Clase Encounters of cultural studies es enuncia ' entiende todo, tanto
, . o asume que se . ,
Empire: Writing the Cultural History of U.S.-Latin Ame- tor esceptico, per d u falsedad genealo-
' t irlo en to a s
rican Relations (1998). El editor me regresó el texto con como para descon ru . . ple y omnipresente
d t or libre: un sim .
una nota: phrase your paper in the language of the confe- gica,ordan
this thatoisgaveryo pam b.iva len t '' a guisa de verdadera iro-
rence (frasea tu ensayo en el lenguaje de la conferencia).
Para ello me mandaba como guía lingüística dos pági- nía y duda. den en firme por leer y escri-
nas escritas por el gurú que condujo aquella conferen- Pocas cosas se apren hay como recordar y
. ' l una: no
cia. Eran unos cuantos párrafos 'llenos de pesada jerga bir histona. Acaso. s~ o . d 1pesimismo del presen-
post. Por supuesto, no me di a traducir mi mal inglés a . d 1optimismo m e ,
m e d ,an las Memon
no fiarse dm , ·as póstumas de Eras
uno más malo. En fin, ¿y si la pregunta del clasicista es te. «Cree e»' eci d A . lo menos malo es
) d M hado e ssis, «
también la de los dedicados a la historia y las culturas?: Cubasd ar·
(1881 e .acse fí e de la felicidad del presente;
«¿Qué tal que no es el amor lo que ha estado marginan- 1que nadie 1
recor
hay en ella una gota d e la baba de Caín». 1
do la sodomía, sino la sodomía lo que ha sido utilizado
para marginar el amor? ».
El encuentro afortunado entre la historia y las cul-
turas ha de asumir un optimismo al revés y fuera del
armario; optimismo de creer que con las suficientes
horas-nalga en archivos y bibliotecas es posible hallar
la evidencia de algo que inspire a imaginar lo verosí-
mil y posible, lo que hoy puede decirse de ayer. Pero es
un optimismo que sabe sus límites: el archivo limita, no
sólo es el depósito de las fuentes de la historia, es parte
de la historia misma que hay que contar; hay que res-
* Esto o aquello es muy ambivalente.
76
77
h ---'==----===
3
-
Poesía e historia sobre la poesía en la historia (de Giambattista Vico a
Martin Heidegger). Decía Aristóteles:
,,,
1
'. 1 un tejido de palabras perfectam~nte fechables y un acto
anterior a todas las fechas: el acto original con el que y Homage to Clio, de W.H. Auden, es el testimo11:io
: ··ll
:t principia toda historia social e individual; expresión de modernísimo del poeta pidiendo a la musa de la his-
··1: una sociedad y, simultáneamente, fundamento de esa toria que le diga cómo entenderla, una lección para
sociedad, condición de su existencia. 8 historiadores más que para poetas: Clío susurra, no
habla, «Madona del Silencio», «Muse of the unique I his-
1
¡ En efecto, estos entrecruces modernos entre poe- torical fact, defending with silence /Sorne worl~ o~y~ur
s~a e historia cuentan con una larga trayectoria y dejo beholding» 11 (Musa de lo original / el hecho h1stonco,
1 sol~ algunas muestras de lecciones de poeta para his- defendiendo con el silencio / algún mundo de tu con-
tonador: Borges, en El Aleph, decía que la realidad, templar).
pasada o presente, es simultánea en tanto que la escri- En fin, creo que historiografía y poesía modernas
t~ra es consecutiva. Lo aprendió de Carlyle, 9 que con- -que es lo que me atañe- se vienen diciéndose quí-
sideraba que cuando la verdadera historia de la poesía tate que ahí te voy. Como modernas maneras de cono-
fuera escrita, incluiría al historiador, ese frustrado poe- cer, yo las encuentro afines, al menos en lo que hace a
ta cuya brega mayor, en la que no triunfa, deriva de que la historia de lo cultural. Como oficios, ambos cam-
el pasado acontece simultáneamente: «la narración es pos se rechazan. En los años de entre.guerras, Paul Va- l
lineal, la acción sólida». Y Browning lo explica (otra léry, moderno como pocos, hallaba mfu~able -cual ;,
Wordsworth- a la historia profesional: «ba30 el nombre :
82
83
1
1
- --
de , historia de Europa no hallé sino una coleccio' n de · que ésta era la unión entre conocer la realidad
· 12 g1ero
c~orucas » . Po~ su ~arte, uno de los historiadores y fi- írica (razón) y conocer otras realidades humanas
losof~s de la histona más prominentes de principios emP b .
que no son necesariamente. empíricas. En Giam ~t~1sta
del s,iglo XX, Benedetto Croce, declaró la guerra a lo . 0, pues , se encuentra la idea moderna de la «sab1du-
V1c
que. el llamaba «historia poética». Este rechazo resulta ría poética» unida a la imaginación histórica. Esa sabi-
cunoso p~rque fue Croce quien más había trabajado duría era para Vico el origen de toda nación; además,
pa~a ~e~ucitar el pensamiento del filósofo napolitano de era el avío para imaginar el pasado. Claro, para Vico la
pnncip10s del s/glo xvm, Giambattista Vico.
poesía no era un poema u otro, sino el in~enio huma-
Principios de ciencia nueva (1725) de Vico pued no por excelencia; poeta: creador en el ~ent1do de hace-
s~r considerado el documento fundador de una histo~ dor, de demiurgo. En Vico, pue§Ja sabiduría poética no
na cultu~al moderna. 13 El libro intentó ser la historia era sólo retórica sino también cognitiva.
de la sociedad desde sus inicios en el estado de natu- Para Vico, el origen de las naciones residía en las
r~leza hasta el siglo XVIII. El frontispicio del libro lo fantasías, los mitos y las memorias inventadas, por tan- ·'
dice t~~o: la ~magen de una mujer (representación de la to también llamó «sabiduría poética» a la de los ha- ~·
metafísic~,. dice. Vico) parada sobre el mundo (la reali- cedores de mitos. Los mitos son importantes para la
da¿ em~inca), iluminada por el ojo de Dios; un poco historia de las sociedades porque, creía Vico, todas las
mas aba30, la estatua de Homero, recibiendo la luz divi- instituciones sociales surgieron primero de la inmedia-
na por vía de .la mujer, la metafísica; es decir, los oríge- tez de los sentidos, de los sentimientos, la curiosidad,
nes, de las sociedades como «sabiduría poética». Vico no el miedo, la duda, la superstición y de la capacidad de
creia que lo humano podía ser capturado sólo a través los humanos para, cual niños, darle forma humana al
de :erdades divinas o de hechos comprobables en la mundo. Decía Vico: cuando el mundo era un niño, «los
realidad material. Para él, y abuso del resumen, «la ver- hombres eran poetas sublimes». Por tanto la historia
{dad está en. el. haciendo». Algo es verdadero porque se ha de ser de alguna manera sensible a lo poético, por-
,, 1hace conocimiento a través de dos vías, «lo verdadero »
que toda nación fue poética en sus principios. Sin em-
:-¡-cosa de la ciencia, ergo universal-y «lo cierto» -cosa
bargo, la «sabiduría poética» en Principios de ciencia
( de la co~cie~cia humana, por tanto particular, perso- nueva es más que un halago a la poesía de los mitos;
.nal-. Ciencia y conciencia, lo verdadero y lo cierto
es más que el uso de los recursos retóricos de la poe-
c~rres.ponden .ª la filosofía y a la filología (es decir, 1~ sía en la ciencia de la historia; también puede leerse
histona): «la filosofía contempla la razón, en la cual se
como un temprano avance de la imaginación histórica
vu~lve conocimiento de lo verdadero; la filología [his- zurcida a la poesía como conocimiento.
tona] observa eso de lo que la elección humana es la
Croce retomó el estandarte de Vico a principios del
autora, de donde deviene la conciencia de lo cierto». Su-
siglo xx, pero lo mezcló con su admiración a Hegel. El
84
85
T
1
resultado: un Hegel humanizado a través de un Fran-
del Risorgimento italiano era pura y llana poesía, no
cesco Sanseverino -un Vico imaginario que Croce ideó
,, historia.
en un diálogo ficticio entre Hegel y Giambattista- que
Sin embargo, historia y poesía permanecen entrela-
muestra lo inconcebible, a saber, el humor en Hegel;
Sanseverino dice: zadas, inclusive en Croce, si por poesía entendemos
la manera de alcanzar conocimientos incapturables de
otra forma. Creo que Vico no hubiera objetado la cono-
Detrás del filósofo, gusto de encontrar al hombre que
cida colección de máximas de Croce:
pierde la paciencia de vez en cuando y que tiene senti-
do del humor[ .. . ]. Por ejemplo, cuando usted dijo a su
La historia es crónica viva, la crónica es historia muer-
valioso colega Schleiermacher, el cual restringió la reli-
ta· la historia es historia contemporánea, la crónica es
gión al «sentimiento de dependencia», que en esos tér-
minos «el mejor cristiano sería un perro».14
hi~toria pasada; la historia es principalmer:ite un acto
dej
pensamiento, la crónica un acto de voluntad. Toda his-j"*-
• I
toria acaba en crónica cuando ya no es pensamiento. 1
Pero Croce también hace de Vico un poco Hegel y
rechaza la idea de «historia poética», porque la poesía
Para Vico o para Croce la imaginación es lamen- • .,,,..
en la historia es el mito, la retórica, no la herramienta
tora de la poesía o de la historia.
para conocer lo humano. 15 A la l;iistoria poética, dice
No hay, pues, gran exageración en utilizar el cami-
Croce, no se le puede acusar de ser poesía, «una for-
no de la poesía para llegar a la imaginación histórica,
ma necesaria del espíritu», sino de llamar historia a lo
aunque sí un cierto anacronismo. A lo largo del siglo
que e~ poesía, «una contradicción en términos »: «Estoy
xx, desde la trinchera de la moderna disciplina de la
tan le3os de rechazar la poesía tejida con información
historia, fue ley asumir -sin necesidad de pararse a
histórica, que quiero afirmar que una gran parte de
pensarlo- que desde su profesionalización la histo-
poesía pura, especialmente en tiempos modernos, pue-
ria había dejado atrás su estado de naturaleza, despe-
de encontrarse en libros llamados de historia». Ejem-
gándose de la poesía. La disciplina de la histo~a, al pa-
plos de ello, son de Croce los trasuntos: las biografías
recer, había ganado así más poder e importancia que_la
cariñosas de amigos, o las sátiras apuñalando a los ene-
poesía, vía la pretensión de ciencia. Por tanto, parec~e
migos, las historias patrias que cantan las glorias de
ra ser que mi hablar de lo poético al alimón con la his-
la nación del historiador en turno o las historias uni-
toria fuera como tomar en serio el misticismo de san-
versales «iluminadas con los ideales del liberalismo o
ta Teresa para entender al Imperio español. .. o como
del humanismo, o esas compuestas por socialistas». Por
creer que el estudiante de historia puede encontrar
fervi:nte anticomunista, Croce fue fascista por un par
pistas para su faena en poetas modernos como Au~en
de anos, pero nunca fue nacionalista. Para él la historia
0 Valéry. En efecto, aquí aprieto más de lo debido,
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lllilí-Í_l_j¡¡¡iiiiiiiiiiiiii~~iiiiiiiiiiiiiiiiiiiii~~~~~~~--------•11thra..---~~~~~~~~~~~~~~~~~
pero quiero entretener esta reflexión, si en breve, para
. XVIII explica Carlo Ginzburg, el escép-
caer en la imaginación histórica, aunque sea impro- En el siglo , . d e La Mothe Le Vayer volvió
. do Frarn;o1s
pio de un profesional de la historia cocinar en la mis- rico ilustra ,
ma olla el «cómo » moderno de la historia y el de Ja 1 ·ón entre poes1'a e historia·' creía que la poe- ,
a la re ac1 , 1 o historia aunque la poes1a
poesía. Para estar a tono con las modas académicas, 1, . a se podia eer com , 1 h" t
sía e as1c . d" d la fable» . En cambio, a IS o-
d ía presc1n
lo que tocaría sería disertar no sobre poesía sino so- rr e « 16 El t
no po d·gna de menc1on · , sólo por la verdad». dema1
bre discursos o sobre «metanarrativas », o sobre «epis- ria «es I . fi del siglo XIX cuan o a
temes ». Pero hablo de poesía, si sólo a manera de llegar inclusive a nes ' ,
al magín histórico. permanece,
· se profes1on . al'iza como ciencia. Ranke cre1a,
histonaue la historia era una ciencia, pero a ~u:°"to y
Contra lo que se diga, poesía e historia nunca for- claro, q . b . t télicamente, que «Se distmgue
malizaron el fin de su matrimonio aristotélico, ni en seguido afirma a, ans o también un arte» . y añadía
Vico ni después; esto es, la total objetividad de la histo- de otras ciencias por sefr .di a los historiadores del
o nada más para ast1 ar
ria a través de la ciencia (contar el pasado tal y como
futuro que, e' l ya m
(segur . tuía , nos creeríamos los muy post-
pasó) fue una utopía de los historiadores de fines del
siglo XIX y principios del XX, tan nunca alcanzada, que científicos):
adquirió estatus de «Fuensanta» o de «Beatriz» . La con-
.
Como ciencia, . la historia está relacionada . con ¿· la filoso-
ue
sabida cita de Leopold von Ran!ce -la historia «wie es
eigentlich gewesen» (tal y como fue)- no era empirismo fí . orno arte con a p1 Oesía · La diferencia ra ica en ,q ,
a, c fieles a, sus natural ezas, la filosofía y la poesia se
• ij inocente; eigentlich, explica Georg G. Iggers, también
por ser 1 terreno de lo real de lo ideal, en tanto que
1
significa algo «característico esencial». Nunca hubo real- mueven en e al"d d 17
la historia tiene que depender de la re i a .
mente ese momento rankeano, ningún historiador de
trascendencia creyó en la total «cientificidad» de la his-
Ra~e ~e
toria, en su separación de la narrativa como retórica y uno de esos que escribía poco del cómo
uchos volúmenes de historia, pero es
de la poesía como forma de conocimiento. Después de de la h1stona Y m , el conocimiento esencial
todo, muchos de los prominentes historiadores que se
decían científicos a fines del siglo XIX eran grandes lec-
claropro
que nu~acap!:~:~::
qudeuce abandonado por comple-
Cuidémonos de no quitarle a n . . de ser del hombre, reflejo, pues, de las mudanzas, en al-/
poesía. Sobre todo c 'd, uestra c1enc1a su Parte de bedrio para que en el foco de la comprensión del pasa- ) ~
, - u1 emonos de so .
causa. Sería una incre 'b1 , nro1arnos por su do no se opere la degradante metamorfosis del hombre)
. I e tontena creer q .
semejante atractivo sob 1 . .. ue, por ejercer en mero juguete de un destino inexorable. 20
re a sens1b1hdad
paz de satisfacer nuest . l. . , es menos ca-
ra mte 1genc1a. 1ª
Por seguro no apelo a la vieja discusión entre histo-
. Otro historiador, profesional ria y ficción, a los conocidos debates sobre la historia
s~n necesidad de hablar de ~ excelso, ~uizinga, como texto, retórica y estrategia narrativa. Cuando me
ejercía como oios poes1a en la historia la
J para ver y como .d ' refiero a conocer el pasado de lo cultural, es de poesía
1
ana izar; léase si no El - ev1 encia para y de historia que hablo. Las dos aspiran a capturar rea- ;
1919: atona de la Edad Media, de
lidades de distinta carga empírica -para la historia J
mucha, para la poesía poca- pero que una vez bien \-~
Es necesario penetrar con la ima . ., pronunciadas, esas realidades se materializan como «Se- j '
susceptibilidad d 1 , . gmacwn en toda esta gundas naturalezas»: evidencias de una realidad experi-J
e espmtu e t d
para las lágrimas ' n °ª esta sensibilidad
Y para el arrepe t' . mentada tan certeramente que crea conciencias de ser,;
esta excitabilidad . . n uruento, en toda estar, actuar, pertenecer. Uno encuentra y siente esta
' s1 se quiere a .
intensidad que tenía la vida. 19 preciar el colorido y la convicción en el poeta, manque no sea moderno, como
Shakespeare):
. Y,. en castellano, Edmundo O'Go -
hzstonca, reubicaba el ADN d 1 . ~an, en su ars El ojo del poeta, girando en medio de su arrobamiento,
e a h1stona en la poesía:
pasea sus miradas del cielo a la tierra y de la tierra al cielo,
y como la imaginación produce
90
91
formas de cosas desconocidas, la pluma del poeta
las diseña y da nombre y habitación a cosas etéreas que el ars h istorica sea afín a1 ars poetica: Verlaine y el
acto poético:
[no son nada.
Tal es el poder alucinador de la imaginación.21
No es necesario que tus palabras
( El historiador también conjetura su oficio como un con minuciosa propiedad luzcan:_
~ 1diseñary dar «nombre y habitación a cosas etéreas , ma's gratos los versos gnses
S on aun 24
fque no son nada» .22 En 1821, Wilhelm von Humboldt, que a lo Indeciso lo Exacto juntan.
el influyente historiador y filólogo, además de herma-
no de Alexander, decía con metáforas irreducibles a Marc Bloch en la sugerencia: «ahí
conceptos («La tarea del historiador»): Lo cual es com? osible se impone sugerir»' por-
donde calcular es imp ' 1 do es su tirano »
!oradores «e pasa
que para est
(«Ze passé susleur
exptyran» ) Y d e ben saber unir lo indeci-
La verdad histórica es, puede decirse, más bien cual las
nubes que adquieren forma ante nuestros ojos sólo a la so con lo preciso, porque
' ,. •distancia. Por esta razón, los hechos de la historia que
,i..· \ -
92
93
J
~-~ -
l .~ ~
como ésta es, en los intrincados ese
en las cosas vistas y n . apes del «corno,, iglo :xx. Lo que la poesía logra, decía, viene de «Nada»
o v1stas ere d d 1
los cielos, los infiem 1 ' a as e a nada, ~onocer el pasado, las tradiciones, no es condición
os, os mundos, las anheladas
indispensable para las verdades de la poesía-. Pero al
[tierras .26 rnismo tiempo la poesía, creía Heidegger, no nace de
Sea esto paralelo del sentid .. la «Nada» porque el conocimiento que produce no es
traba en la historia cultural: o que Hmzmga encon- otra cosa que el «reprimido oficio del ser histórico del
hombre» .29 La poesía no requiere a la historia, pero es
La historia cultural es distinta de ,. la esencia de la humana necesidad de tener concien-
ca en tanto que se vuelve di n la poht1ca o econórni- cia de pasado.
medida en que se co g a del nombre sólo en la
ncentra en tema ,
-generales [ ... ]. Sólo d s mas profundos y
, cuan o el estud .
_'.te~nar los parámetros de la vida wso se aboca a de- JI
)rmento tomándolo t d . ' el arte y el pensa-
1 o o en con1unt d
ptir un verdadero caso d hi . o. pue e entonces exis- Qué hay, pues, en la poesía, qué en la historia de lo
;d e stona cultu 1 L
l e esos parámetros no est , . . ra . a naturaleza cultural, para que esta afinidad sobreviva y sea revela-
lsu form a fi1amente establecida Obti dora. Reconciliemos las imaginaciones, las de la poe-
a en nuestras manos. 21 . ene
sía y las de la historia de lo cultural. Poetry collects in
Repito: no hablo de modos , . . ponds, decía W. Stevens; esto es, la poesía hace char-
blo de maneras de retoncos e historia ha- cos. El conocimiento que deriva de la poesía reside en
capturar el d '
por un lado y, por otr d pasa o de lo cultural, charcos cuya enigmática existencia produce un fluir
o, e eso que captura la poesía: lógico -nadie puede afirmarlo real como una piedra,
, s ufre el mart· . d 1
La p oes1a pero ¿quién puede negarlo o secarlo?-. Varias corrien-
mo e conoc· ·
por la lucidez por la .d . 1m1ento, padece tes de conocimiento van a caer a esos charcos. Se trata
. ' Vl enc1a. Padec
s1gue siendo med1·a . , e, porque la poesía de sabidurías y prácticas tan difíciles de negar como
cwn Y en ella 1 ·
no de poder, sino necesidad inelu:i~~enc1encia no es sig- arduo sería decir de dónde vienen, qué es esa lógica
1abra se cumpla Cl .d d . para que una pa- que nos permite intuir lo que de otra manera sólo se-
. · an a prec1sa pa
d 1señado no más en 1 . bl . . ra que 1o que está rían sospechas, fantasías o irracionalidades. Dejó di-
a me a se fiJe .
«número, peso y medida» 28 '. y prec1se; adquiera cho José Ángel Valente:
Este hacer que la alab Sabido es que los grandes (felices o terribles) aconteci-
llevó a Heidegger a rep .fi ra de la poesía se cumpla mientos de la vida, pasan casi sin que nos demos cuenta.
um car poesía e historia en el Precisamente sobre ese inmenso campo de la realidad
94
95
- ----"
experimentada pero no conocida a priori reza 1 ,
Por eso toda poesía es ante tod a poes1a.
cuenta,,_ 3o , o, un «gran caer en la confía en el sendero de lágrimas
y aprende a vivir. 32
La poesía, o al menos la d
caer en la cuenta sob mo e~a, son charcos del No en los «interstísticos » principios del siglo XXI
re una realidad ~ ·
que también). Realidad . no usica (aun- sino en la década de 1940, la filósofa Susanne Langer
sía, un conocimiento queq~se es co~ocible por la poe- decía:
. adquirid
un ofi cio . a un tiempo una t ecmca,
0 Y expenmentado
, ·
1 ,
podemos llamar cosas de 1 . . !. a go que solo El oficio de la poesía es crear la apariencia de la «expe- )
tas, flashes y lucidez de co~mag~ac10n, sólo pregun- rienda», la semblanza de sucesos vividos y sentidos, y
marcaciones del pensar y del xr~n ~r acerca de las de- organizarlos de tal forma que constituyan una realidad J >f
miento q d u ar umano. El conoci- . \
. ue pue e proporcionar la poesía con t pura y completamente expenmentada, un trozo de rea- .
nguroso, pero no es traducible a fórmul~ ocio: ~s lidad virtual. 33
caso a reflejos exactos de la re . s m~temati
les del lenguaJ·e 0 d 1 . . ~idad, 0 a teonas tota- He aquí la profunda conexión de la poesía con la
. e a imagmaciAn- n 0 . .
Juego ret onco,
, · aunque lo s ...., ' es ni un simple historia de lo cultural, con lo que Nietzsche decía de 1
tico. Croce, analizand 1 ea, ru un accidente román- la historia: la capacidad de crear una segunda natura- ::_
. o e reencuentro de p , h.
tona en Vico de , oesia e is- leza. Esta capacidad (de la poesía o de la historia) de
. , cia que «1a poesía no nace .
ch o, smo por necesidad del al por capn- crear lo «virtual» no es juego de intemet, sino que es le-
I• tan poco redundante a tªt_ur eza. La poesía es vantar simulacros de experiencias del pasado, los cuales
ella no surge el pens c~mo e immable, tanto que sin son como esas cosas que, una vez nombradas por la poe-
amiento· es el p · · . .
la mente humana 31 p , · nmer e1ercic10 de sía o bien contadas por la historia, son tan reales como,
». oesia p
lingüístico» volteado a los e ,t ues, e~ un eterno «giro por decir, «la lucha de clases ». Por ello, para un histo-
la memoria . . x remos e lo decible para riador positivista como R. G. Collingwood el meollo de
Celan: y para la imagmación humanas; dice Paul
la historia estaba en to reenact; revivir, volver a hacer
sentir. Collingwood criticó al historiador que tanto lo ·
No te escribas influyó, Benedetto Croce (en especial el ensayo de Croce ·
entre los mundos La defensa de la poesía. Variaciones sobre un tema de
Shelley , de 1933), 34 porque Croce recurría a grandes fi-
emerge en contra lósofos sin reparar en que el entendimiento histórico
1 «no puede ser adquirido al leer sus libros [de los gran-
de los significados múltiples
des filósofos] sino sólo al revivir su drama mental en
96
1
97
1
J
1 ~- -
uno mismo, baj~ ,es~ímulo de la vida real». 3s Colling-
e!
wood nunca escnb10 historia que pusiera en acción este quedara olvidado. Es más fácil encontrar lo que no
reen~~~ment; Croce sí, y no creo que hubiera objetado sabemos ». . . , ,
Para volver al símil de Humboldt, s1 la verdad histo-.
la vis1on de Collingwood: el entendimiento histórico
es ~n reenactment que incluye la memoria personal y rica es la metáfora de dar forma a las nubes a l~ distan-'
la VI~a. Reenactment, re-activar, re-vivir ... son concep-
· nunca son las mismas nubes, nunca el OJO las ve ,
c1a,
tos vinculados a una actitud mental que necesariamen- ·igua1, la imaginación ha de re-imaginar constantemente , )
..,
t~ ,decanta en memoria y poesía. Es imaginación. Para mientras más símiles tenga en su haber, cuanto mas
.1
filosofas3 de la historia más modernos, como Frank An- ~xperiencia tenga en imaginar las formas de las nu:\
kersmit, ~ lo que la historia debe hacer es erleben (ha- bes, mejor. De ahí lo intricado de la h1stona; de. ahí ,
cer expenmentar, atestiguar, sentir), es decir, un simu- también su peligrosidad y su utilidad. Porci,ue la histo- !
lacro tan .verosímil y bien documentado del pasado ria, como la poesía, levanta «segundas naturalezas » .q ue1)...
que cambie la conciencia del presente y la visión del pueden liberar, cambiar en el presente las expectativas
del futuro , lo cual no es moco de pavo. Puede ser el ve-._
t:ituro. Algo ?1ás: la experiencia de la historia o de la poe-
s1a produce mevitablemente el «sufrimiento» (Croce) de neno o el antídoto; veneno porque la historia es « m~
una «humanidad común» . peligrosa a medida que es más ambiciosa, y es ambi-
. P~ro los buenos conocimientos producidos por la
ciosa ora cuando ambiciona identificar grandes meca- ;..
imagmación, si bien viran indispensables, no son inevi- nismos generales, ora cuando ambiciona constituirse
tables, predecibles, repetibles. Por decir, si Ambivalent en la herencia ideológica de una identidad étnica Y·
~onqu.ests de Inga Clendinnen desapareciera, 37 sería social».38 y la historia es antídoto cuando permite es-
capar de los atávicos «dados por hec~o » (~aciales, c~~- :
imposible volver a escribir el libro, aunque contáramos
con los documentos revisados por Clendinnen para con- rales, políticos). Observar el pasado, imagmar los hmd1-¡ +
tar la historia entre los mayas y los españoles durante zos contornos de algo que ya no es y que no podemos¡
la conquista. No habría manera de encontrar lo mis- cambiar, otorga una cierta ventaja: imaginar un futu-
mo, lo cual no quiere decir que no haya realidad fuera ro mejor que el pasado y que el presente. .
de la historiadora o de la poetisa. Ambas aspiran a crear Por afines que sean en su «caer en la cuenta» his-
una realidad verosímil; en el caso de la historiadora toria y poesía, esta última no tiene que hacer algo que
jamás despegada de lo que se ·asume dato de lo real: a la primera le es indispensable: delimitar la frontera!~
Pero en esencia, de la historia puede decirse lo que el entre pasado y presente. Ac~s~ .la poesía llega a lo qu~ ·
~oeta Femando Guimaraes dijo de la poesía: «La di- da a conocer gracias a la posibilidad de ser un punto de\
ficultad en la concepción de un poema es menor que vista indiferente al tiempo. La historia, especialmente'
la de escribirlo nuevamente en el caso de que un día de lo cultural, ha de levantar sólidos muros entre lo pa-
sado y lo presente. Ayuda que el tiempo pasa y muestra
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99
. \' '"1,.\.,
,. ." .. .
~.J
Gó">'-~J~· ~ 1 ·' " ·.
nv>-1t--<>- 1que pronto todo es memoria, evide~cia u ol~d e·
,- burg h 0- mz modernos no podrían imaginar la vida si su presente
a expuesto que la idea de «perspectiva histó .-
estuviera atascado de las leyes de la Roma clásica, la
Ca» debe mucho al sentido cristiano de superi ·d n-
sobre el judaísmo. 39 Pero hay que marcar la ba on ad ciencia de Aristóteles y la moralidad de san Agustín.
esto se h 1 · rrera y
. ace con a imaginación, a tirajalones con la ca
En fin, dicen que Mallarmé le escribía a Degas que
misa de fuerza del presente; es decir, imaginar la líne;
la poesía no se hacía con ideas sino con palabras,
:ntre_ pasado y presente es, primero, un constante re
imagmar. La línea se mueve. y segundo es d _- pero quien toca el lenguaje, según un poeta (Kunitz),
., 1' . ' , una ec1-
s10n ~o It1_ca, es d_ecir, no es una acción sólo existencial
toca «la evolución de la conciencia y la historia de la
tribu». Porque la imaginación de lo poético o del pa-
del histonador, smo también una acción social s· 1
ha habido. «La maleabilidad del presente tambié~ ~fr:~
sado de lo cultural ocurre sin querer cuando «una for-
ce grandes ventajas», dice el historiador e t . ma de vida se convierte en una forma de ·lenguaje y
Fasolt , ons antm cuando una forma de lenguaje se transforma en una for-
ma de vida, las dos inseparablemente». 41 Aventurarse a
los límites de las palabras, pues, es tocar simultánea-
significa que nosotros, los que ahora estamos vivos
mente a las puertas de la conciencia, de la memoria y
estamos obligados a repetir el pasado [ ...]. Libe~:~
de la historia.
y progreso dependen de la distinción entre el pasado y
el presente. El principio fundador de la h1'st .
., ona es, por
tanto, tamb1en el principio fundador de la política.4º
111
. Porque, ante todo, no hay opciones: hay que ima-
gmar para habitar el mundo moderno. Fasolt 1 dº Los conceptos que el historiador crea o revela son
a · dºc o ice, pocos y son intraducibles a la poesía. Los contextos,
unque m I.terente a la poesía que es la otra forma d
«contradisciplina»: e las stories que el historiador concibe, son del todo ha-
bitados por la poesía -de Robert Browning a T.S.
1 La historia es una no ciencia, no moralidad 1
Eliot, de Jorge Luis Borges (cuyo narrador perenne es
E tr l t Y no ey. un símil de historiador) a Octavio Paz (que se inspira-
n e as ormas modernas de conocimiento, constituye
1
1 l~ co~tradisciplina por excel~ncia. Opera detrás de la ba en la historia prehispánica, de la Nueva España y de
la India) o inclusive en la novísima poesía mexicana:
c1enc1a de la ciencia y de la ciencia de la filosofía y pa-
rece exenta de la crítica de la razón Su fun . . Luis Felipe Fabre y su poemario La sodomía en la Nueva
· c10nam1ento España se informa de la historia de los casos de sodo-
es _esencial para el bienestar del mundo modemo (cual-
mía de 1657 y 1658 para escribir poesía que hace pre-
qmer mundo modemo). Sus ocupantes [de la historia]
sente, estética y políticamente, el dilema humano de la
100
101
. homosexualidad de mulatos e indios del siglo XVII-_42 debía ser directa y clara. Vico defendió a la metáfora de
¡Pero_ es e~o en que el poeta es experto, la metáfora, lo que estos ataques sosteniendo la importancia de los me-
¡el h1stonador de la cultura utiliza para entender 1 dios sentidos de las metáforas, de sus ironías, capaces
. 1 o
¡que resu ta irreducible a concepto, a dato o a fecha. Usar de llegar a similitudes inesperadas, fuentes indispensa-
... : metáforas para contar el pasado no es sólo un recurs
bles para el historiador empeñado en entender el pa-
/ retórico del historiador, sino es, como para el poeta, l~
sado de lo humano. Siglos después, María Zambrano
j ~anera de capturar «realidades » humanas, incompren- seguía defendiendo el poder cognitivo de la:, metá~o
'. s1bl~s de otra manera. La historia es ver en bloque, la ras en la poesía; poder que atañe, creo, tamb1en al his-
metafora, decía Valéry, «es pensar en bloque, nada es
pensado aisladamente» toriador, por lo que Zambrano llama «continuidad »:
Es una obviedad, pero no está de más repetirlo: La metáfora ha desempeñado en la cultura una función
,para el historiador de las culturas son indispensables
más honda, y anterior, que está en la raíz de la metáfo-
)as metáforas, de ahí la actualidad de Vico. Armar me- ra usada en la poesía. Es la función de definir una rea-
:.. táforas, creía él, es comprender las intricadas relacio-
lidad inabarcable por la razón, pero propicia a ser cap-
.. nes entre cosas o fenómenos que en apariencia son por
tada por otro modo. [ ... ] Una forma de continuidad con
;completo diferentes. Claro, Vico recurría a los clásicos
tiempos y mentalidades ya idas. 44
(Aristóteles, Cicerón) para defender a la metáfora en
pleno siglo XVIII, pero no como ; ecurso retórico (Cice-
Con el giro lingüístico en el siglo XX, la filosofía
rón), sino como conocimiento. Y es que a fines del siglo
volvió a pelear por la metáfora. Para Donald Davidson
xvn, la metáfora como conocimiento había sido ataca-
esta última produce sólo símiles, nada de significado
da por pensadores más o menos racionalistas --como el
revelador, porque la «metáfora es el sueño del lengua-
jesuita Dominique Bouhours o como el propio John
je» y, como sucede en la interpretación de cualquier
L~cke-_- La crítica a la metáfora era implacable y te-
43
.~~ =:.-------
irme a Tocqueville o a Edward Gibbon o a Carlyle, digo tar y a explicar culturas del pasado. Renan dejó
que Richard Hofstadter, por ejemplo, en la década de co~áforas más indispensables; por ejemplo: «la liber-
1950 escribió lo que entonces fue la más importante his- :d es como la verdad; escasamente alguien la ama por
toria del populismo norteamericano de la década de sí misma, pero, debido a la impos~~ilidad .d~ los extre~
1890; una historia de granjeros sureños empobrecidos, mos, uno siempre regresa a ella». Y Hmzmga, a tra
antimodernos , anticosmopolitas que, temiendo su ex- , s de la metáfora de una campana, logra hacernos
tinción, se dieron al racismo y al fanatismo. 5 1 En su ve , d
sentir la experiencia diaria de orden y armoma ~ue e-
momento, el libro era una metáfora que todo mundo bió existir, a su buen ver, en las ciudades medievales:
entendió: se leía populismo pero se entendía macartis- «Había un sonido que dominaba una y otra vez el rumor
mo, linchamientos en el sur y persecución de la inteli- de la vida cotidiana y que, por múltiple que fuese, no
gencia neoyorkina en la década de 1950. Otro ejemplo:
era nunca confuso y lo elevaba todo pasajera~ente a
en 1968 fue publicado en inglés el libro Zapata and the una esfera de orden y armonía: las campanas». · s4 I
nga
Mexican Revolution de John Womack. 52 El libro ha- Clendinnen, dueña como pocos historiadores recient~s
blaba de Emiliano Zapata, de un pueblo que se rebeló de una delicada imaginación histórica, aprende y ensena
para no cambiar, para mantener su autonomía y su
por metáforas:
vida igualitarista. El libro fue, y aún es, la mejor his-
toria sobre Zapata y su lucha, 'pero entonces era una Pero las situaciones coloniales también encuban múlti-
metáfora de Vietnam, de la lucha radical y anticapita- ples realidades, y la dolorosa fisura del mundo es~añol
lista por la igualdad, y una generación de sixties boys es quizá mejor capturada por otra imagen: un salan d~
and girls lo entendió así. Lo mismo se puede decir de espejos deformantes en el cual cada individuo se ve a s1
muchos libros de historia a lo largo del siglo xrx y :xx. mismo como él piensa que verdaderamente es, en tanto
En fin, por simple instinto, el historiador de lo cul- que los que lo rodean aparecen grotescan:~nte def~r
tural recurre a la metáfora. Bloch la utiliza en la forma mados, pues los gestos y expresiones fam1hares estan
de un ogro: el historiador es como el ogro de las leyen- . . ·d SS
exagerados, ridiculizados, inc1us1ve mvert1 os.
das, ahí donde huele carne humana sabe que está su
materia. Acaso esta metáfora sólo «adorna» la dedica- En efecto, para el historiador de lo cultural, resistir-
ción del historiador a todo lo humano, pero la metá- se a la metáfora es contra natura, de ahí la familiaridad
fora cumple su trabajo: se entiende que el historiador con la poesía: la historia es, dicen, maestra de la vida;
vive de la evidencia humana dejada en el pasado, que maestra de la metáfora no hay otra que la poesía. Si ~l
la anda olisqueando, que le entra con ahínco. Esta me- historiador cultural requiere de la metáfora, la poesrn
táfora puede ser menor, pero es una entre las miles resulta punto de vista necesario. Sin embargo, la poe-
a las que recurre cualquier historiador que se sienta a sía construye y destruye metáforas, otorga reveladoras
108 109
realidades nes metafóricas o hace de
una metáfora un blandengue lugar común, ora com ntrar en George Lakoff, Hans
El lector puede enco S S ks o Max Black ejem-
. b S Langer . ac ' 1
d ~etáforas en la historia y en a
retórica, ora como conocimiento. Pero «la libertad ín-0
Blumen erg,b.
tima del poeta para arriesgar con nuevas formas », es- Plos del uso y a uso e de encontrar lo mismo
cribió G. Santayana en 1923, «no elimina la libertad fí E w Kayser se pue
filoso ª·. n . ara la antropología basta con 1eer
para la lite~atura. y p ost-1980 para atestiguar el barro-
de todos los hombres para adoptar las viejas» . La poe-
sía siempre regresa a la bodega de metáforas pasa- casi cualqwer_t~xto p e·em lo por cierto, de un exce-
das, como la historia. Pero la historia de lo cultural no quismo metafonco. Un J t p y~ metáfora sobre metá-
busca, cae en la metáfora. Para hacer experimentable lente libro, pero que cons ru
el pasado en el presente, el historiador hace que el sig- fora (es intraducible):
:.,. nificado literal de una imagen (el ogro, la carne) sea el
Ethnography m an ~
símbolo de un significado figurado, metafórico (el ape- . d f the colonial archives attends to
. of power in which
go de los historiadores a la evidencia de lo humano); f product10n re1at10ns
processes o ' d and rearranged. If
es decir, hace que ese significado literal explique lo ated sequestere ,
archives
hn are ere ' d s texts students of the
;,;., , que el historiador no alcanza a nombrar directamente a hies could be treate a ' .
,' · con un concepto o un sustantivo o una estadística o et ogr ·ai hp bl
turned the ta es o r t eflect on colomal docu-
.' un dato. colom ave· al f possess10n», . as relics and ruins, as
ments fas «ntu t steds ocultura1 kn owledge. Here I treat ar-
· Pero cuidado: la metáfora también es un vicio del
sites o con e ositones . o f· stat e p ower but as unquiet
historiador cultural ... o del antropólogo ... o del crítico chives not as rep tless realignments
cultural. Las buenas metáforas historiográficas funcio- . field of force as res
movements m a ' d the beliefs to which
nan a manera de imágenes provisionales e inevitables d . tments of peop1e an
and rea JUS h d as spaces m .
whi e h the senses and the
que dotan de sentido a cosas del pasado, a las cuales no
!,
1
podemos acceder sin la metáfora. Esas imágenes se
acumulan en los volúmenes de historia y cada nueva
revisión historiográfica recurre a ellas para habitar la
they were tet ere '
affective co~se
through the seemmg
..
political rat10nalities. I t
. abstractions of
ake sentiments expressed and
.
ascr1.be d as social interpretat10ns, 56as m
· dices of rela-
metáfora o para finalmente escapar de ella. Por eso tions of power and tracers of them.
la metáfora en la historia siempre es un mensaje lanza-
do al historiador del futuro; uno que dice: «Ahora sólo e entre el cruce de tanta metá-
Créame el lector qu . t esante pero que re-
así puedo entender esto, ¿cómo lo ves tú desde allá (el fora hay de hecho algo muy m ero en l~ sabiduría de
futuro)? Te metes en mi metáfora o me la cambias por sulta difícil de sacar en clarol, com ºtura de la historia
otra, o te dejas de cosas y aterrizas el conocimiento d G, ra En a escn
del pasado en algo más concreto». Gracián o e ongo · ,f Doy sólo algunos
b a de la meta ora.
también se a us _ artir de 1898 ganó
ejemplos. La historia de Espana a p
110
____
111
....,_,
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' : :.!! "
innumerables metáforas; Américo Castro, Claudio Sán- Otro ejemplo: el mestizaje en la historia moderna
chez-Albomoz, Miguel de Unamuno o José Ortega de México. Se trata de una metáfora ante todo sexual
Gasset ofrecieron aquello del «enigma español», de l~ y de estirpe o casta (originalmente derivada de los ma-
«España invertebrada» o del «cortocircuito de la moder- nuales de crianza de caballos). En el siglo XVII, la me-
nidad», o de la tierra de «un vivir desviviéndose». Lo que táfora adquirió sentido jurídico y religioso, es decir, se
esas metáforas figuraban era una mezcla de realidades hizo una figura legal y una manera aceptable de enten-
e intenciones: la decadencia imperial y económica de der lo inevitable (la promiscuidad) y lo necesario (el
España, su endémica inestabilidad política, la secreta crecimiento demográfico de los reinos americanos).
nostalgia por una mítica era dorada, el pensamiento re- Con la bendición de Dios y del rey, el mestizaje fue el
generacionista, muy técnico, que proponía maneras de corolario perfecto para la idea de purgatorio: reconoci-
modernizar la industria, la educación y la agricultura miento de la realidad (la promiscuidad), posibilidad de
españolas; también estaba detrás de esas metáforas la redención (vía la Iglesia y las buenas leyes) y la igual-
creencia en el peso de la tradición católica y su impacto dad ante Dios (todos juntos en el purgatorio). Para fines
en el «espíritu» de España. Eran muchas cosas para ex- del siglo XVIII lo que David Brading llamó «patriotismo
presarlas en el formato de «la historia de España es ... ». criollo» empezó a utilizar la metáfora mestizaje como si-
De ahí el devenir de una metáfora y otra. Pero tanta ale- nónimo de nación americana. Para fines del siglo XIX,
goría trajo que el problema del atraso y la decadencia de varios científicos e historiadores porfirianos iniciaron la
España frente a Europa pareciera el problema de buscar secularización de la metáfora: de un significado religio-
la mejor imagen simbólica. Para la década de 1950, a la so y monárquico a uno más racial, científico e histórico.
luz de la derrota de la república y de la rápida moder- Es decir, hicieron del mestizaje-purgatorio una metáfora
nización autoritaria de España, tanta metáfora parecía de origen, presente y futuro de la nación. El sentido de
mucha filigrana para explicar tragedias y problemas redención se mantuvo vía la educación y, por racistas
prácticos. Acaso por eso el historiador catalán Jaume que fueran los porfirianos, hicieron de la metáfora del
Vicens Vives halló que los debates entre Castro Una- mestizaje el mito fundador de una nueva nación-Estado.
muno u Ortega y Gasset eran mucha palabrería. Vicens Y esto en décadas en que la mezcla racial era inacep-
Vives, pues, destruyó el exceso metafórico, como San- table. Después de la Revolución mexicana, el mestizaje
cho ante el Quijote, con detalles terrenales: «demasiada adquirió el imbatible poder de metáfora suprema de na-
angustia unamuniana para una comunidad mediterrá- ción, porque el mestizaje se convirtió en el significado li-
nea con problemas muy concr~tos , reducidos y "epoca- teral de un significado figurado mayor y complejo: un
les": los de procurar un modesto pero digno pasar sus Estado corporativista y de bienestar. Así la metáfora
treinta millones de habitantes ».57 No es que las metáfo- adquirió una durabilidad y un prestigio impresionan-
ras no sirvan, es que enganchan. tes . A partir de la década de 1990, con el desmantela-
112
113
miento del Estado de bienestar y del sistema co . · dor constantemente destruye las ventajas de ma-
· d · rporat1-
vista e part1do de Estado, el mestizaje empezó a fu ·
nc10- lar al romper el barco ». Y es que e1 gran h istona
tona ' . dor,
~~udel, creía que la historiogra.fía de Le~ Annales
,e
nar como meta~ora .sin referente. Se inició la escritura
de una basta histonografía que muestra que el m .
· fu ·
zaJe e racismo, estrategia clara y dura de dominaci -
est1- estaba leJ·os del pensamiento del siglo
, XIX, distante de
,
d d 'f on, razas, C ivilizaciones
1 espíritus de epoca o la poesia o
~a ~ e meta ora. Pero siempre fue claro que el mes-
• • ,
116 117
fórica de pasados «como si» más o menos emp1,...; ral, y que mientras más en serio tomemos la vida
, ..... ,carnen- JJ10 6-
te sustentados, lógicamente argumentados, es, corno Re- rnenos podremos prescindir de ella». ~
nan, fun.damentar que hay que Juchar por la libertad
«como SI » fuera por la verdad, sabiéndola inalcanzabl
Y falsa, pero irrenunciable como posición, porque e IV
1 h. . en
~ . Istona son peligrosos los extremos políticos y filo-
soficos.
Por sus metáforas, historia y culturas decantan
Exagero más y digo que en la vida siamesa entre 1
poesía e historia hay otra arteria común: la memoria
pues, en pragmatismo. El «Como si » esencial para vivn'. que no sé llamar de otra forma que poética. ~n ~n ,
el pr~sente y par~ escapar de él hacia futuros posibles, tiempo este tipo de memoria fue tan de la histona 1
reqmere de una Imaginación sujeta a la experiencia a como de la poesía -cuando la historia era una de las
los riesgos, a los ensayos y a los errores. Además, las ~e artes retóricas-. En el siglo XVI, la retentiva utilizada
táfo~as entre la historia y las culturas tienden al prag- por la poesía alcanzó rango de (<evidencia», de fuente,
1 matismo por mera :necánica de existencia: el historia- para conocer el pasado; para el siglo XIX se diluyó en
1 dor c~nstruye metaforas, ora porque le es imposible
1
* 1 reducir su intuición a un concepto o a un dato, ora
120
121
___ ........ __
vive y la vida I ¿hacia qué lado va el río? » (Femando
pasado: el primero giró en tomo al antiguo «arte de la
Pe~soa, 1.913). El poeta recuerda espacio, paisaje, his-
tona y vida; también experimenta los límites de s
. l
memona en os bordes del lenguaje: pone a prueba a
u :s emoria», ese trayecto que, según aprendimos en Fran-
A. Yates, 67 va de los retóricos grecolatinos (memo~a,
a de la retórica ligada al espacio) al arte renacentista
la memoria y así transcribe el sabor del olvido, al me- arm d . ,
de la memoria: oficio analítico de i ear Jerarqmas, ca-
nos és_e que. podemos conocer y re-conocer en papel.
racterísticas, relaciones en las cosas para facilitar la me-
Ademas, quiere a su reflexión memorizable, como An-
tonio Machado en 1913: morización y la búsqueda de la verdad. A consecue~
cia de esto, se hizo la distinción entre una memona
imágenes de grises olivares artificial, meramente retórica y retentiva, y una analí-
tica, reveladora de verdades. Esto último tuvo conse-
bajo un tónido sol que aturde y ciega,
y azules y dispersas serranías
cuencias en dos alegatos más, contemporáneos al del
arte de la memoria: uno sobre la poesía, sobre el valor
con arreboles de una tarde inmensa;
e importancia de la rima, su utilidad como co~ocrr:iien-
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
to y documento histórico, y otro sobre la histona: la
al corazón, el ancla en su ribera,
necesidad de despegar a la memoria histórica de la poé-
o estas memorias no son alma. Tienen
tica, sobre todo de la retórica. La de la historia, pues,{
en sus abigarradas vestimentas
tendría que ser una memoria de hechos, recuerdos ul:L
señal de ser despojos del recuerdo,
oídas pero críticamente, casi judicialmente, analiz~bles . ;· '
la carga bruta que el recuerdo lleva.
Así, por ejemplo, en Inglaterra Philip Sidney defiende
la memoria poética y sus técnicas nemotécnicas cual
En fin, a esta obviedad, a esta facultad de ser para
manera de mezclar las tramas de la historia y el punto
ser memorizable, de gestionar una infinita combina-
de vista moral de la filosofía: la poesía resultaba de tal
toria de recuerdos y de evocar que se evoca, quiero
jaez más útil que la filosofía o la historia. 68 Por tanto,
ll~ma~ memoria poética. Con ella en mente paso a la como ha mostrado Cado Ginzburg, 69 e1 hi stona . d or se
histona y sugiero dos maneras en que esta memo-
transforma en poeta, en un, decía Sidney, «discursidor»
ria ha estado presente en la escritura de la historia: la
de ésos que hablan «no me~amente d~ un hech~ sin~
memoria en la historia cual poesía sujeta a jurispru-
sobre sus características y circunsta~cias » . De ahí ~~VI- 11
~encia y la historia como captura (más o menos poé-
no un ars historica moderna que ensenaba a leer cnt1ca-¡ :t,-
tica) de las viejas maneras de recordar (mentalités,
Zeitgeist, Weltanschauung, contextos). mente, judicialmente, los hechos, los documentos, los
recuerdos, para confirmar validez y confiabilidad, que
1 El humanismo y el Renacimiento sacaron al sol tres
es lo que hizo un pensador católico, luego pro~e~t,an-
alegatos de grandes consecuencias para el estudio del
te, luego católico, Frarn;ois Baudouin, que escnb10 lo
122
123
........ _
-
equivalente a un ars historica Reader del siglo XVI {De
flaca· e non se puede
institutione historiae universae et rius curn f urispruden. memoria de los omnes es muyen el .tiempo passad o
tia conjunctione, según referencia en DonaJd Kelley)." La dar de todas las cosas queb . antiguos fallaron
acor l los sa 10s .
Boudouin, jurista, exigía que cualquier memoria fuera acaecieron: por lo quea escribir por que las ciencias e
validez.a un tratamiento de jurisprudencia en busca de
~des acae~1[e~~-
sujeta iertas letras, e arte d . n en el mundo fuesen es-
lechos que E por ende fue después
Con esto, en castellano, inició el desprecio de una critos, e gu ardar del ma ·
los príncipes y Reyes que fuesen p
de las peores versiones de la memoria, a saber, la fan. do e mandado por d Coronicas [ ... ]. or
usa fuesen llama os la
tasía de las novelas de caballería, de cuyo último gran fechas libros, que p dro López de Ayala con
crítico sabemos bien el nombre (Cervantes). Pero la d de aquí adelante yo e . assi e lo mas ver-
en de . do contmuar ' .
cosa venía de atrás, del sigo XVI y la desacreditación de ayu a de Dios lo ent1en
d. e· de lo que vi. .. en lo qual non
la fantasía, irreal e inmoral, de las novelas cabaJleres. daderamente que p~ ier dad· otrosí de lo se acaece en
cas. En la escritura del pasado esto trajo sus conse- . do si non decir
ent1en . . ver en algunas
. p artidas donde yo
cuencias: la memoria poética fue sujeta a pruebas de m1. edad·· e en m1 t1emp 0
evidencia; también fue convertida en evidencia de la non he estado. 72
li
historia (las tradiciones de poesía oral hechas docu-
.
N . qué decir tiene , hi s toria y memoria
e poes1a, -
1mentos históricos). El historiador se puso la toga de qu ill en Nueva Espana
I Cast a o .
andaban siempre juntas ~nstitución cultural, política y
i
t /jurisconsulto de la va]idez de lo recordado, la historia
I j resultó ser poesía bajo jurisprudencia. Finalmente, la !lracias a una poderosa m ue podía comprobar corno
l · historia, cualquiera, se reveló universal, porque si, como
::.. i en la poesía, se trataba de recordar lo humano, todo
;acial: el linaje. Uno erad lo q fueros de familia, aunque
. como recuer
herencia, . os usanza
la y d e 1a nobleza vasca
ll na
' ! tenia que ver con todo; asimismo, no podía conocerse el hubiera que mentir ª, te la aristocracia caste a
pasado de Roma ignorando el de Grecia o Turquía o que alzaba su hidalgma an oria de omnes no es en
Nueva España 71 b
diciéndose no l e, «que b rnem .. , surgen
de esta trad1c10n . las .
Un ejemplo emblemático de todo esto son las histo- contrario». A la som ra ández de Oviedo (Hzston~
rias «morales y naturales» de las «Indias» que surgieron historias de Gonzalo Fe~as de 1526),73 o las ~e Jose
a partir de la conquista de México y Perú. Claro, desde lY
genera t natural
(
de las Indz l y, mora l de las Indias' de. ·\
fines de la Edad Media, los reyes de Castilla habíanse Historia natura
de Acos a han mostrad o Arnaldo. Morn1-
, l
hecho al hábito de «la crónica». La del rey Pedro I, es- 1590)." y en ellas, como hizo de la memoria md1ge~a '\
crita por Pedro López de Ayala en 1511, ya asumía y
avanzaba una tradición memoriosa: gliano y Cario Ginzbur~t~ válido para la invesHg~c1~~
'
americana un docume caer» en la sab1duna e .
histórica. Porque ha~ ;::t:rlo' para armar la histona
, 0 al menos m
124 poesia, !25
11
¡
11iiiiiii¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡iiiiiiiiiiiiiiiiiiili1111111JD11m1.__ _ __ ···•._,.......- -- - - - - - - - -
los europeos, ya existían textos -escritura- en vanas
Pero en las lenguas de la Europa del siglo XVIII, cuan-
lenguas, pero la historia -el contar lo que pasó- no
do «las ideas ya empezaban a considerarse como bienes
respetaba una clara distinción entre prosa, poesía, le-
susceptibles de propiedad juridica» (O'Gorman), las in-
yenda,
. mito .o historia propiamente dicha. Curioso , l os
novaciones historiográficas del siglo XVI y XVII pasaron
are1tos amencanos viraron a poesía-historia en la Euro-
or un doble escrutinio: dudar de la validez de la memo-
pa ~el siglo XVI y XVII por no ser letra sino memoria; lo
eqmvalente en el sur de la India, kAvya (Rao, Shulman
~ª poética como documento histórico , y dudar de la
propia autoridad de, por ejemplo, ~costa. ~a .t;a~a es
Subrahmanyam) , no ganó estatus de historia a pesa;
digna de una novela policiaca y casi la escnb10 O Gor-
de ser texto. A partir del siglo XVIII Europa absorbió
man, un abogado que sentaba a la historia en el juzgado.
muchas tradiciones poéticas indias como sinónimo per-
A fines del siglo XVIII el anticuario inglés Lord Kings-
fecto de sabiduria, belleza, erótica, pero no de historia:
borough hizo «requisitorias» contra Acosta «como reo de
eran texto en verso, cantos, narraciones llenas de giros.
plagio» (O'Gorman) porque a su buen ver el jesuita ~a
· / Leerlos como historia hubiera requerido, y requiere, de
bía plagiado no los escritos de Juan de Toledo, a qwen
estar atento a «las texturas del tiempo» en cada texto
Acosta reconoce informador en su Historia , sino una
(que se queria y no historia). Por ejemplo, la tradición de
crónica ya existente. Para 1856, José Fernando Ramí-
narraciones de reyes en lengua telugu conocidas como
rez encuentra en un convento mexicano una crónica
karanam mezclaba datos, hechos y fantasía. Eran texto,
anónima, idéntica a partes de la Historia de Acosta. Ra-
pero eran memoria de lo que pasó y memoria de cada
mírez dedujo que se trataba de la traducción al español,
~¡
nueva recitación de lo que pasó, todo transcrito de dis-
hecha por Tovar, de la crónica en náhuatl de un indígena
tintas maneras a lo largo de los siglos. Para fines del XVIII,
1 anónimo. De ahí se cuelga Alfredo Chavero a fines del si-
una de las versiones de esta tradición hizo que «la histo-
glo xrx para elaborar un argumento indigenista, desacr~
ria [fluyera] hacia una adornada poesía motivada por
ditando a Acosta y regresando la historia a la memona
nuevas preocupaciones» (sobre todo, restablecer la idea
indígena pura. Pero pronto se descubrió otro manus-
del rey universal como tipo ideal), perdiéndose así las
crito idéntico, además de algunas cartas cruzadas entre
discusiones sobre Realpolitik que habían sostenido hasta
Acosta y Tovar: quedó claro que esas crónicas anónimas
entonces varios textos en la tradición de karanam. En
habían sido escritas por Juan de Tovar, cosa que Acosta
fin, se discutía la historia, quitando y poniendo poe-
siempre dijo . No obstante, ni Chavero ni otros historia-
sía, de todo color y sabor, guerra, reyes, poder y amor:
dores mexicanos quitaron el dedo del renglón: era la voz
«Muchos son los poderosos alcázares / que conquistado
y la memoria indígena. La historia bajo jurisprudencia,
he en fieras batallas. / Eso que me resta por conquis-
pues, acabó en la entronización de la historia de Acosta,
tar I esta noche / son los dos poderosos alcázares / de
tus senos ». 77 pero ya no como historia universal, sino como un~ his-
toria, una memoria, sólo mexicana. Pero en esencia, la
128
129
- - - - - - -- -- -- · · · •• 1111 I h... --
pregunta que Acosta le hiciera a Tovar es la que aún re-
En f oucault, se trataba de examinar qué daban por\
suena en tanto debate sobre historia y memoria:
hecho las memorias del pasado, cómo se recordaba y
cómo ese recordar sostenía estructuras de poder (lo que
¿Cómo se puede creer que las oraciones o arengas que se
Foucault llamó « epistem~s>~ o lo que más reciente:nente ~
refieren en esta historia las hayan hecho los antiguos re-
Franc;:ois Hartog denommo, con ese gusto frances por \
tóricos que en ella se refieren, porque sin letras no pa-
los sound bytes sesudos, « r~gímenes de historicida¿»:
rece posible conservar oraciones largas, y en su género distintas maneras de expenmentar el pasado). Asi la
elegantes? 78
historia semeja una fibra óptica que entra en la Me-1
maria de una época, ora en las cárceles, ora en las~Sfe..c'·c.. ¿,,
'\ Por otra parte, en algún momento moderno, la
costumbres copulatorias de la gente, para divisar des-h\t,, 1' J..~c..·
\hist~ria se volvió no sólo la reconstrucción de lo pasa- de ahí adentro lo que en el pasado ese ad~ntro no .p~días¿,~-..C o .Gf '
do smo de las Memorias (otra vez con mayúscula) del
4
ver porque era contenido por esa Memona. El objetivo: o~e.at> ll'
pa~ado : había que entrar en la memoria de los perso- denunciar el poder y lo inescapable de sus redes de sig- t.~ lo ,
najes del pasado -cosa más simple de hacer con aque- nificados. Lo mismo había dicho María Zambrano de S\/\C.ro'/\ 1 C~
¡llos que d~j8:1"on rastro escrito, pintado, de alguna for- la poesía, porque el poeta «ha sabido desde siempre loy
Jffia matenalizado--. Esto es lo que hacían Burckhardt
que el filósofo ha ignorado[:] que no es posible p~seer-} é u'\ v ~y,:
o Huizinga y no tenían empacho 'en sentirse deudores se a sí mismo, en sí mismo. Sería menester ser mas quei
de la memoria poética. En la segunda mitad del siglo uno mismo; poseerse desde alguna otra cosa más allá, J
XX surgen varias nuevas escuelas que intentan este ha-
desde algo que pueda realmente contenernos ». i
bitar la Memoria de grupos humanos del pasado para Asimismo, creo que el obsesivo debate entre memo-\
entender tanto el significado como el origen de las ideas
ria e historia de fine.s del siglo xx tam~ién d~ ~uestra, 1~
de ayer --el «contextualismo», por ejemplo, de Quentin si rabanera, del residuo de la memona poetica en la ! ; ·
Ski nner-.79 Para entender, por decir, a Thomas Hobbes,
historia. La memoria que usa el poeta equivale a una \
sugería Skinner, había que adquirir la memoria -las sofisticada matemática pura de la que saca, dos su- /
lecturas, las rutinas de unir A con B, el significado de
mas y dos restas, la tec~ología fontanera de la :nemo- \
los conceptos en su contexto-- de Hobbes, algo afín a la
memoria poética, pero sin la libertad del poeta para
ria identitaria, una cosicosa que se clama mejor que i *
la historia, basada en testigos y testimonios que escar- · ·
circular dentro y entre las Memorias y las memorias. ban en el yo personal -que, vaya usted a saber por ·
Para otros historiadores o filósofos, como Foucault, la qué, siempre es colectivo- para alzar la verdadera
historia debía ser arqueología y no de sonidos, sino de historia, la de las identidades . 1
132 133
1nm 1111111111®n111 nn
Y ella se ~arga de imágene:, lógicas e intuiciones que, En otra ocasión, quería explicar mi asombro al ver
a veces, vienen de esa realidad e intuición que crea 1 el templete -lo que de niños en México llamábamos
poesía. Es inevitable, pero también dificil de detenni~ «la plantilla»- del curso del siglo XIX en varios países:
nar Y explicar. Algo hay en la naturaleza de la evidencia México, Brasil, Argentina, Estados Unidos, España ...
de lo cultural que vuelve útil el «Caer en la cuenta» que y es que me sorprendía que fueran tan parecidas las
se aprende de la poesía. Quise, por ejemplo, escribir un periodizaciones, como si -ya estoy recurriendo a la
libro de historia cultural sobre la ciudad de México en- metáfora- se tratara de un trayecto de ferrocarril con
tre 1880 y 1940. Me apoyé, más faltaba, en la historio- las mismas estaciones en el tiempo . Sin embargo, el
grafía sobre el tema -sobre México y otras ciudades· símil del ferrocarril me ayudaba a articular mi asom-
agoté innu merables archivos-, pero al armar alguno~ bro, pero no a explicar el porqué de lo que observa~a .
trozos del libro notaba que la lógica de mis argumen- Unas líneas de un viejo verso gallego, que leí en Al-
tos, casi sin yo ordenarlo, se nutría de lógica de poe- varo Cunqueiro, me hicieron caer en la 'c uenta y me
sía. Si las ciudades han dejado evidencia de sus vidas permitieron escribir, bien o mal , un libro sobre el siglo
culturales ha sido en poemas y novelas, y de ahí saqué XIX entendido como un río: «Ay, madre mía, pasadme
-como Braudel de Cervantes- datos y anécdotas para en el río / que le levan as augas os lirios». Y el libro
probar mis ideas y para concebir nuevas ideas. De ahí entero fue la metáfora de un río cuyos lirios no son
también mi memoria abrevó algo más, no lo visto y re- llevados por las aguas, sino las aguas por los lirios: la
gistrado, sino la manera de ver ae la poesía, que es his- corriente no es el simple transcurrir del tiempo, los
tórica --corresponde a su tiempo- pero que va más allá grandes temas de la historia del siglo XIX -la forma-
porque aún hace «Caer en la cuenta» al lector del pre- ción de Estados, naciones, pueblos y razas- mueven
sente. Sin yo del todo intentarlo, leía el pasado con el la corriente del río. En fin, ahora que la «imaginación
guion de la poesía en la cabeza; o de otra forma, sin sa- histórica» decimonónica ha sido considerada precisa-
ber cómo ni cuándo, por mostrar el pasado de la expe- mente lo que es post- en post-moderno, ahora que es
riencia urbana, documentaba las sospechas de la poe- cosa común desconstruir esa fuerza historiográfica que
sía. No sé si aquellas líneas de Octavio Paz, «Hablo de regía en el siglo XIX, otro poema, esta vez de Sandro
la ciudad» y «un yo cercenado de un nosotros» , «Un yo Penna, me otorgaría la lógica de lo que pasa cuando
a la deriva», y los perros, los edificios, las prostitutas, uno se para a historiar una fuerza tan poderosa que es
las lluvias, fueron el punto de partida -la poesía como la misma que nos obliga a pararnos a verla: «lo vado
guion de investigación- o el punto de llegada -recor- verso il fiume su un cavallo / che quando io penso un
dar la poesía a posteriori y comprobar que sólo había poco un poco egli si ferma» (aproximación: «Voy por
parafraseado un poema con cientos de datos y notas a el río en un caballo / que cuando lo pienso un poco,
pie de página.
un poco se detiene »).
134
135
•••--.a111fh111D1mm1u_ ________________
Me gustaría ilustrar con otros ejemplos el uso de la . t u re] ' una historia de distorsión, de revisionismo
canea d
poesía como (otra vez la metáfora) software de la his-
perverso Y horrible
. . ' sin el cual la poesía mo erna como
toria de lo cultural, pero no puedo: es habitual que los tal no podría existir. 86
historiadores identifiquen «marcos teóricos» e inclusi-
ve posicionamientos ideológicos o políticos, pero ¿quién Así la historiografía moderna de la cultura.
confiesa al poeta que por detrás dicta? No obstante,
En suma, Seguro he exagerado los queveres de. lapa-
en Huizinga, entre líneas, yo leo poetas que no acierto a .. ta en cuestión (historia y poesía). Pero sea m1 exage-
identificar; en Luis González (Pueblo en vilo) siento los re11. , n resultado del riesgo de expresar una certeza con;-
versos de López Velarde.
ra~1oda, Y n o un cargo en contra de la certeza: lafí poesia
plica 1
Por último, entre poesía e historia se da aquel pa-
es conOcl. miento y uno indispensable para,. y a na, a
ralelismo de evolucionar, como decía Harold Bloom de historia cultural.
la poesía, «por influencias de errores y acumulación». 84
La historia nunca se escribe, siempre se reescribe, y la
reescritura de la historia es, por un lado, un robo (de
los hallazgos y de la imaginación de los predecesores)
y, por otro, un inconsciente ensayo y error en los con-
fines de lo pensable y decible· sobre el pasado en un
j presente determinado. Además, imaginar un pasado
J siempre involucra, decía H . Trevor-Roper,85 conjeturar
f «que hubiera pasado si»; un ejercicio que no está diri-
\ \ gido a la realidad misma del pasado -siempre inamo-
l vible- sino a la imaginación que legiones de historia-
¡ dores han dejado plasmada en los muchos libros sobre
i algún tema. Puede decirse de la evolución de la histo-
riografía cultural lo que Bloom decía de la poesía:
136
137
.. ''"
4 nológica y gramática, «en la obtención del paradigma
La imaginación histórica completo del remoto cercano. Tuvimos que esperar que
uno de los coautores "envejeciera" (cumpliera sus 40
años) para completar esta sección». 1 En efecto, Juan de
Dios Yapita, el hablante de aimara que informaba a los
lingüistas, no había podido darles a conocer ese otro
tiempo verbal porque no había llegado a la edad para
tener derecho a utilizar el «remoto cercano », un tiem-
po verbal, dicen los lingüistas, «de conocimiento perso-
Para escribir historia, la imaginación es a la vez nal». Para usarlo hay que sobrepasar los 40 años de edad
una conjetura y es lo que la produce; se confunden lo y estar «Casado y establecido en la comurudad». Pues
imaginado y la imaginación. ¿Qué fue primero, las con- eso, que tuve que pasar los 40, estar bien avecindado en
diciones políticas y sociales que dieron origen a la na- la tribu de mi oficio para al menos caer en la cuenta
ción o la mera idea de nación, o la imaginación para de qué es y cómo funciona algo así como una imagina-
entender las condiciones y para inventar la nación? ción histórica.
No sé. El magín histórico entr~ en juego en todo mo- Antes que nada, acato la intrascendencia del histo-
mento. Crea cositas y cosotas: la nación, la idea de
imperio, la noción de la Edad Media o la certeza del
progreso ... o también pequeñeces sobre la experiencia
riador en la actual vida cultural, ésta que exige estrellas
mediáticas, intelectuales muy movidos que hablan como
el Google, de todo y en cualquier momento. En cam-
*
urbana en la Barcelona del siglo XVIII o sobre el amor bio, los historiadores aburren. Pero los que saben deH
en el siglo XII. Quiero reflexionar sobre esta imagina- pasado son el ejército intelectual de reserva, sus traba- '
ción. Acaso porque ahora creo comprender lo que antes jos pueden, de súbito, ser llamados a filas porqu~ con t
. [no podía si~uiera entrev~r: la ir~aginación histórica, pasado se explican y justifican naciones, memonas o
:¡-1una herramienta para con3ugar historia y culturas, una políticas. Con pasados se negocia la justicia. «La His- l
1que sirve para describir, vivir y revivir el pasado en el pre- toria ha cesado de funcionar como la proveedora de
) s~nte. No encuentro mejor manera de describir mi pro- significado para nuestras vidas », ha dicho el historia-
pio caer en la cuenta de los quehaceres de la imaginación dor alemán Christian Meier, y se pregunta «¿por qué
histórica, que los sinsabores dé los lingüistas dedicados no renunciar a ella? ». 2 Pero Meier cree que la «Historia
a la lengua aimara a causa del tardío descubrimiento se volverá importante, inclusive esencial, sí, tan sólo
de otro tiempo verbal, el del remoto cercano (informa- porque debe recuperar terreno, para nuestro mundo, la
ción de Jan Szeminski). «Hubo un atraso », cuentan los imperiosa necesidad de un corte de caja, de un sentido
varios autores del Aymara. Compendio de estructura fo- de llamar a cuentas ». No hace ni dos décadas, estudio-
138 139
sos como Eric Hobsbawm o E
fin del Estado-nación y e 1 mesalt Gellner creían en el Ya en el siglo XVII, Covarrubias, sin pasar por alto
n a tot seculan .,
mund o. Hoy por todas partes 1 zac1on del los riesgos de la fantasía, aceptaba que sin imagina-
c aman por · ·
argumentos históricos . ex1st1r, con ción no había pensamiento posible: «pasarla por la
h , nac10nes pequ -
oy una vez más el mundo está dº .d. enas y grandes; imaginación una cosa, es no haber tenido pensamien-
nes históricas Por ell 1v1 ido entre religio- to della ni primer movimiento». En una definición{
. o, a pesar de s ·
palmaria, los historiadores de 1 ul u mtrascendencia mucho más moderna, imaginación resulta fuerza crea-
del siglo XXI deben ten t o c tural de principios tiva, y desde la neurología viene a ser la parte del cere
· er anto cuid d
1 siglo XIX. El pasado t d a o como los del bro que conjetura cosas, emociones, imágenes. Antes
, ar e o tempran
.1
groso. También lºb d . o, cuenta y es peli- la imaginación era enemiga de la razón y, en su peor
1 era or. Qmero e .
nación que no cuent h . xammar esta imagi- presentación, la fantasía, era de evitarse a toda costa.
a asta que cuenta.
Pero de los poderes de la imaginación nadie ha dudado
a través de los siglos. Para Pascal: «la imaginación tie-
Imaginar es bueno ne todo a sus pies. Hace la belleza, la justicia y la felici-
dad, que es el todo del mundo». 3 Pero Pascal no deja
Tanta y tanta perorata sobre len . . de insultarla: «amante del error y la falsedad, y todavía
poder, «intersticios . . guaJes, discursos más traicionera porque no siempre lo es [ ... ] la razón
», res1stenc1a m · '
lo post- ... tanto d t . .' emona, 1o trans- y puede protestar en vano» . En fin, aunque hoy parezca
e es o convirtió e , .
algo que otrora solía se lº n optimo y bueno un piropo, la imaginación ha tenido una reputación más
la imaginación: «La faculrt pde igro~~ y traidor, a saber, mala que buena ... especialmente en esto de escribir
·d a o accwn de t
I eas»' de acuerdo co 1O . ormar nuevas historia.
Más temerosa de 1 n e 'Xford Englzsh Dictionary. La imaginación y la razón eran enemigas, así, como l
., as consecuencias d 1 .
c10n, la autoridad castella 1 . . e a imagina- el alma y el cuerpo; se creía que la imaginación era da- 1 v
Academia de la Le na, e Dzcczonario de la Real ñina para la memoria: era lo que hacía que la memoria ¡·•'
es la ngua, establece que la imaginación
engañara. Así fue por siglos, no obstante la revolución :
de Vico en el pensamiento histórico. Cuando la disci- /
l. Facultad del al plina de la historia se profesionalizó, Ranke, Theodor/
ma que representa I · ,
cosas reales o ideale 2 A ., as imagenes de las
s. · prens10n falsa · · . Mommsen o Renan preferían hablar directamente d~
que no hay en realidad o . o JUICIO de algo lo poético que de la imaginación en la historia, por-/ ';/.:
cilidad no t1ene·fundamento. [ ... ] 4. Pa-
para formar nuevas ideas que considerar poético a su oficio llevaba lo suyo d~
imágenes o conceptos. , nuevos proyectos o conocimiento supremo; coquetear con la imaginación
era otra cosa, era acercase a la fantasía o, peor, a la
mentira y a la locura.
140
141
, No acierto a precisar cuándo y por qué
gun momento del s1·glo XX 1 . . , pero en al- [... ] cada percepción activa es, hasta cierto punto, un )
a imagmac · ' , 1.
halago. Repárese en la fr . 10_n gano maje de acto de imaginación».7 A partir de estos desarrollos de j
d s ases. «comurudad · .
as », «imaginarios sociales . es imagma- las neurociencias, se entienden las lucidísimas confe-
educated irnaginatz.on . .»' «!a imaginación liberal» siones de un humanista, Eduardo Giannetti, que creía
, «1magmac1ó dial , · '
ción sociológica», «imaginación n t. og1ca~>, «imagina- fervientemente en la autonomía de la imaginación pero
. crea iva» «lmag· d
e! po d er», «rmaginando el . . . , . man o acabó convirtiéndose al «fisicalismo »; esto es, se vol-
ginación técnica» im . yo~>~ zmagznzng bodzes, «irna- vió un desconsolado converso a la idea de que los que
b. , 1 fi b , « agmac1on política» o ahí t
ien a e re de el y lo . . . .. am- mandan son las neuronas, los fluidos, no el alma. 8 Y
titulo del libro histon· «áfi~agm~ri~» ... O recuérdese el todo porque un tumor cerebral, físico, hizo que un día
ogr co mas import t d 1
gunda mitad del si 10 . . an e e a se- ya no pudiera recordar la conferencia que iba a dictar.
g XX. Metahzstory Th H. .
l magination in Nineteenth-Centu E . e zstoncal No podía improvisar. Una vez extirpado el tumor,
suma, la imaginación h d ry urape, de 1973.4 En Giannetti se dedicó a leer todo sobre conciencia y me-
1 Hace décadas u a gana .º,uso y reputación. moria y cayó en la oposición entre Demócrito (quien/
1creen en la separaqc1·0~ pocos fillo~ofos. o historiadores creía que la razón, el pensamiento, era proceso físico j
,. , , n entre a imag ·,
~t : zon, o entre la concienc1·a 1 mac1on y la ra- y mecánico, complejo, pero nada que ver con espíritus ~ k
. '1 Y e cuerpo y · ·
/ os científicos lo creen h h b · a ru siquiera ni humanos ni divinos) y Sócrates (todo espíritu, pensa- J
· · 'ª ora a lan de 1
' t~es siglos hubiera sido un des ro , , . o que . ace
h
miento puro). La imaginación de Giannetti, humanis-J
¡ gmación racional» . Ruth B ~ ( ~os1~0. total, la «1ma- ta al fin y al cabo, cayó en un cuento de Machado de
miento) afi yrn cientifica del conoci- Assis (O espelho) en que un personaje expresa esta teo-
sultado ser r:a~s ~ue «~l p~nsamiento racional ha re- ría del alma: «cada criatura tiene dos almas, una que
1magmativo de 1
asumido los c1·ent1'fi o que antes habían mira de adentro para afuera y otra que ve de fuera
cos cogniti sE
logos, la imaginación es discut:~:»~n ttre.los neuró- para adentro ». Así, Giannetti, se resigna, no sin trage-
que la me · a m1sma mesa dia, a la unidad entre cerebro e imaginación: él quisie-
mona y 1a conciencia. A Modell h
d o que la - · d" ' · amostra- ra «toreen> «por el Sócrates del Fedón, pero [reconoce]
. . , s anejas iscusiones filosóficas sobr 1 .
gmac1on y los recie . e a ima- que la palma de la victoria corresponde al final a Demó-
dado lugar a la ideantesdestud1os so~re el cerebro han crito, su genuino contrincante, en el encuentro secular
,. mo ema de la «imag· ·,
t1va», aceptable b . . mac1on crea- entre mentalismo y fisicalismo». Su tumor físico, dice,
, ' uena. · · md1spensable 6 L .
cre1a hace casi tres sigl , · o que Vico viró a metafísico: «el alma vista de afuera para adentro
.;, 'Y G.M. Edelman lo h os, neuro1ogos como G. Tononi lacera y sofoca al alma vista de dentro para fuera» .
. an puesto en claro· 1 .
tiene propiedades q . · « a memona No obstante esta caída de fronteras entre mente
· ue permiten qu 1
.tere el recordar y q e a percepción al- e imaginación en las neurociencias, para la segunda
ue e1 recordar altere la percepción
mitad del siglo xx, por alguna imprecisa razón, toda
142
143
disciplina
.
o forma de conocimiento pareció necesit ~
d ue parecía obvio lo que quería decir «imaginar el
e ~~ 1m_aginación privada: Lionel Trilling y la «imagi- porq d . . .,
nac10n liberal» o las varias resurrecciones de la idea pasado»· Croce denunciaba . . los
. excesos
. e rmagmac10n
11
la historiografía de pnnc1p1os del siglo XX, pero tam-
de Edmund Burke sobre la «imaginación moral», 0 dos
o tres versiones de la «imaginación antropológica».
~~én esbozaba su versión de la imaginación histórica:
Quizá la más conocida de esas muchas imaginaciones
Sin duda la imaginación es indispensable para el histo-
fue la de Charles Wright Mills, La imaginación socio-
riador: la crítica vacía, la narrativa vacía, son del todo
lógica, 9 la cual, a caballo entre marxismo, historia y
psicoanálisis, rezaba: , "les [ ... ] . Hemos demandado una experiencia viva
es t en
de los sucesos cuya historia nos hemos decidido arela-
tar, lo cual también significa su re-elaboración como
La imaginación sociológica le permite a su poseedor
intuición e imaginación. Sin esta reconstn¿.cción o in-
entender la escena histórica en general y en términos
tegración imaginativa no es posible escribir historia, o
de su significado para la vida interior y la trayectoria
leerla, o entenderla.
exterior de una variedad de individuos [ ... ]. El primer
resultado de esta imaginación [ ...] es la idea de que el
Sin embargo, a Croce le daba miedo la imagina-
individuo puede entender su propia experiencia y juz-
ción, ansiaba disciplinarla en el historiador: la imagi-
gar su propio destino sólo al localizarse a sí mismo den-
nación del historiador, decía, es
tro de su periodo; es decir, la idea de que el individuo
puede saber sus propias posibilidades en la vida sólo al
inseparable de la síntesis histórica, de la imaginación
ser consciente de las posibilidades de todos los indivi-
duos en sus circunstancias. en y por el pensamiento, por el pensar en concreto, el
cual nunca es un concepto abstracto, sino siempre es
una relación y un juicio, no indeterminación sino de-
Una imaginación, p ues, para acatar que uno no
terminación.
está solo y para darse cuenta de que uno tiene y com-
parte imaginación; si tú me imaginas yo también. No
Ante todo, creía Croce, la histórica ha de distin-
sorprenda, pues, que un prominente politólogo brasi-
guirse de la «libre imaginación poética, tan querida de
leño, Wanderley Guilherrne dos Santos, haya llevado
esos historiadores que escuchan y ven la voz de Jesús
esta vieja tesis a sus últimas consecuencias: «Recordar
sin ser recordado. Esto es la soledad». 1º en el lago de Tiberios ». En suma, a los parti~arios de
una historia empírica objetiva -Ranke, por ejemplo-,
Es curioso que entre tanto guirigay sobre la imagina-
les era incómoda la idea de imaginación, aunque se
ción, la disciplina de la historia no haya aventurado mu-
hallaran a sus anchas apelando a la poesía como forma
chas definiciones de la «imaginación histórica», acaso
de conocimiento. Croce, en cambio, se sentía seguro
144
145
Al investigar la historia, no es que vayamos pasando una Por ello, creía Collingwood, lo que imagina un his-
serie de fotos fijas, en las cuales cada foto muestra un toriador X, si está bien imaginado, es lo que el histo-
momento de tiempo social disecado en una pose única y riador Y -expuesto a los mismos datos- también
eterna: porque cada una de esas fotos fijas no es sólo imaginaría. Aún me sorprende la definición, no por
un momento de «así fue » sino también un momento penetrante sino por tramposa: es una manera de entre-
del «así llegó a ser» o del «ir convirtiéndose» [ .. .]. Cual- tener el problema pero sin entrarle. Croce o Thompson,
quier momento histórico es el resultado de un proceso bien o mal, no le huían al problema, a saber, ¿cómo
anterior y es también un indicador de las direcciones imaginar pero no imaginar del todo cuando se escribe
que tomará el flujo futuro . 12 historia?
' Más entrado el siglo XX, se invoca a la imaginación
Si Croce ansía disciplinar a la imaginación, Thomp- para regresar a la añeja idea de que la historia no es
son la formaliza: la imaginación del historiador es la ciencia, sino retórica. Hayden White utiliza 63 veces la
lógica, el fluir de las imágenes del pasado, lo cual no es palabra imaginación en Metahistory, pero no se para a
muy lejano de lo que Heidegger dijo de la poesía y el definirla, ni siquiera la incluye en el índice temático,
arte: ambas son «el volviéndose (el hacerse) y el suce- aunque el terminajo aparezca en el título. En trabajos
der de la verdad». 13 En realidad Thompson invocaba a posteriores, White intenta abordar la noción de imagina-
la imaginación para minar la rigidez del materialismo ción, y lo hace -más faltaba- en relación con la poesía,
histórico (un pleito doméstico entre historiadores mar- pero preocupado por la pluma, no por la mirada del po-
xistas). Heidegger, en cambio, invocaba a la imagina- eta. 15 La historia, dice White, pone en orden (disciplina)
ción como el ecosistema natural donde vive una suerte a la imaginación, la cual «en el sentido de los poetas es
de metafísica humana. Fue Robin George Collingwood, operativa» y «en el mundo del historiador» es útil sólo
inspirado por Vico, Croce y la disciplina de la arqueo- «en la última parte de sus trabajos, cuando se vuelve ne-
logía, el que intentó, sin tapujos, una definición mo- cesario componer un discurso o narrativa para repre-
derna, a un tiempo racional, lógica y falsificable, de la sentar los hallazgos». La imaginación histórica moderna
imaginación histórica:
constituye, para White, una «convención social» que
146
147
... e
I· · - - - -- - -- - - - - - - -
funciona al escribir el pasado. Esto si se acepta que
.
hay pensarruento fu no .
rrnagm · ación puede ser enemiga de la memoria. Llamo d
era del lenguaje, pues la imaginació
t estigo a la víctima más notable de los excesos e
histórica moderna que Hayden White propone es todn corno .. d 1
· acrinación, el ingenioso hidalgo don OmJote e a
la imaginación que puede gastar el historiador. Otro teó~ la IID o~ . ·, dº , t d
j- Mancha que, llevado por su imaginacion, ~er 10 º. a
rico que vivió sus años de moda académica, Paul Ri-
rnoria de la realidad. A su vez, la memona y los pies
i creur, como Vico o los neurólogos, ve a la memoria y a
la imaginación interactuando y descubre el agua fría: «el
me la tierra resultan enemigos de la imaginación: ahí
~ancho Panza, el memorioso que va sobre el animal
peligro constante de confundir recordar con imaginar,
oseedor de buena memoria, el burro. Cervantes co-
que acaba en memorias convertidas en imágenes, afecta
;ocía bien estas viejas y comunes distinciones de su
a la meta de la fidelidad de corresponder a la verdad que
16 tiempo entre memoria e imaginación, por eso llama al
la memoria enuncia». En fin, a mí me interesa la ima-
Quijote el <<ingenioso hidalgo», el .cual ~ae ~~ la fanta-
ginación que es memoria engañosa, pero que no se re-
, la más dañina expresión de la imagmac10n. El abu-
duce sólo a la retórica de la historia, sino al montaje de sra, d 1
las imágenes del pasado. 50 del Amadís de Gaula le trajo al Quijote el mal e a
fantasía; Sancho, en cambio, es terrenal, todo memo-
ria reconoce lo mundano, no imagina nada.
Quijote y Sancho , De dientes para afuera, la historia empirista de prin-
cipios del siglo xx semejaba a Sancho Panza;. temía Y
despreciaba a la imaginación. Por ello, es curioso ~ue
La historia de lo cultural apela a la memoria, casi
el odio a la imaginación en la historiografía del siglo
siempre no personal, pero también. El pasado es, en
XVIII, xrx o principios del xx adquiriera una presenta-
potencia, memoria personal o colectiva. Sea la ima-
ción tan anti-Sancho Panza, tan antiplebeya como la
ginación una especie de tijeras, una de cuyas filosas
erudición de anticuario o de filólogo. Pero en térmi-
hojas al cortar crea conceptos e ideas gracias a los sen-
nos de memoria, la erudición de anticuario era hacer
tidos, a la memoria, a la experiencia del mundo exte-
las veces de Sancho pero «acatrinadamente». La verdad
rior, que incluye la materialidad de un documento, las
es que muchos de los grandes historiadores, en inglés, ,e~
aventuras en la búsqueda del mismo, las visitas a mu-
pañol, francés, portugués o alemán, reconocían lo poet1-
seos, archivos, ciudades ... La otra hoja de las tijeras
co de su trabajo sin aceptar del todo ser víctimas de la
(la imaginación) no es un medio entre los sentidos y
imaginación. Buscaban, por seguro, domar a la i~agi
la conciencia sino es la concien'cia misma, es la capa-
nación, nunca dejarla caer en la fantasía involuntana o,
cidad de crear imágenes, de abstraer, de intuir, de sen-
peor, en el engaño. De hecho , para esos historiador:s
tir, de sospechar más allá de cualquier realidad tan-
de fines del siglo XIX, reconocer su vínculo con la poesia
gible. Por tanto, como se creyó hasta el siglo XIX, la
era una manera de domar a la imaginación, porque
148
149
-'"'"" - .. : ¡ 1111 11
..
apelar a la poesía era recunir no a la imaginación li- tar, crear la ilusión de realidad ... todo eso hace entrar
teraria, sino al conocimiento de una realidad más que en acción a la imaginación no sólo en el momento de la
material. recreación (la escritura, la escenificación), sino en el mo- -·'*'
La historia como texto es el resultado de la imagi- m~,nto de buscar y entender las evidencias de las cultu- l
nación, pero la retórica del texto no es toda la ima- ras del pasado. '
ginación histórica, no, en especial cuando de lo que se Para el historiador, una buena mezcla de Sancho
trata es del pasado de lo cultural. Para poder hablar de y Quijote está en el equilibrio entre «encontrar» evi-
valores o de arte o de música o de política, a los historia- dencia, «describirla», «contarla» (medirla y narrarla) y
dores les era indispensable imaginar cosas no del todo «explicarla». El problema es que la naturaleza de la evi-
canjeables por datos o hechos materiales. Pocos le en- dencia de lo cultural no es igual a la que puede encon-
traron sin ambages al problema, bastaba con que el his- trarse sobre la producción de tabaco en Virginia en 1800
toriador ante todo fuera buscador de fuentes y, luego, o sobre el clima en Inglaterra en 1750, o de la demo-
que no tuviera mucha imaginación y, si la tenía, debía
domarla. Este añejo abrazo a una imaginación domesti-
cada me permite hoy hablar del historiador cual un poco
grafía en Mesoamérica en 1500. Las ruinas que deja l~
cultural exigen una cierta capacidad de imaginar alg
así como evidencia cultural a partir de datos del pasado.
*
Sancho y otro tanto don Quijote. Los ecos culturales del pasado que nos llegan al pre-
Pero a lo largo del siglo XIX y xx los historiadores
¡
'\ , c~eyer?n que el pasado tenía que ser transformado en
sente pueden confundirse con el silencio o con la pro-
pia voz del historiador que cree estar poseído por los
1 vivencia, en experiencia del presente, y eso sólo lo ha- ecos del pasado, pero simplemente articula su voz. Por
¡ cía y lo hace la imaginación. A guisa de imaginación la simple naturaleza de la evidencia, el historiador de lo
\. j ~stórica, surgieron. no~iones como reenactment (Co- cultural imagina en todo momento, a trompicones, yen-
'\: llmgwood) o «expenencia» (de Croce y Huizinga a An- do y viniendo, entre el pasado y el presente, de tal forma
ikersmit), o «efecto de realidad» (Barthes). Todas estas que va cayendo en la cuenta de cómo «entre sus propias
figuras llaman a un balance variopinto entre Sancho manos» un poema, un letrero, una canción o una mo-
Panza y don Quijote. En esencia, se trata de que la ima- neda se vuelve evidencia importante de la cultura del
ginación del historiador recree eso que hacía la gran pasado.
novela histórica del siglo XIX (Flaubert, Balzac, Tolstói, Por supuesto, uno siempre imagina desde el pre-
Scott, Pérez Galdós). (Hoy diríamos recrear también lo sente: un historiador de México en 1900 pudo o no co-
mejor del cine de época.) La imaginación sirve para do- nocer la literatura médica que se publicaba entonces
cumentar cada detalle «recreando» la presencia del pa- sobre la maternidad, la histerectomía, los cuidados del
*) sacio en el presente. El problema es que, en el caso del parto y la demografía. Pero no podía convertir esos
! pasado de lo·cultural, recrear, revivir, hacer experimen- textos en evidencias de la explotación del cuerpo feme-
150 151
nino («presente y futuro de la nación »). La imagina- toriador de lo cultural hay que esperar sólo la imagina-
ción del historiador cultural se mueve constantemente ción modesta, esa que es creativa pero ante todo arte-
entre pasado y presente y, en sólo unos años, nuevos sanal; es para contar, para buscar y crear evidencia de
contextos sociales o culturales en el presente, o algunas pequeñas escenas del pasado, convirtiéndolas en cul-
lecturas insólitas o experiencias personales difíciles de tura del presente, en mensaje al futuro. Esta imagina-
hacer explícitas, pueden hacer que algún objeto 0 texto ción modesta se crea y se perfecciona con la práctica
del pasado de repente se convierta en fuerte evidencia y con la adquisición de habilidades técnicas que van
cultural. Por eso uno vuelve a los archivos y a las biblio- desde la paleografía, la música, la poética o la filología,
tecas, no nada más para constatar si hay algo nuevo, hasta el dominio de varias lenguas o de varios regis-
sino para ver si uno cae en la cuenta de algo importante tros de una misma lengua. Y esta modesta imaginación
a partir del material ya visto varias veces. El matemá- exige, memoria, mucha memoria, la cual también se
tico, acaso, ansía que en la próxima revisión del teore- educa y perfecciona. (Abajo, más sobre la memoria del
ma, su imaginación dé con la clave. Es común que el historiador.)
encuentro con la solución sea un accidente, un afortu- El historiador de lo cultural, sin embargo, tiene una
nado error que lleva sin querer a la revelación. Lo del rara relación con su propia imaginación. Se sabe vul-
historiador de la cultura no es rutina de eurekas, pero nerable ante ella porque la echa de menos si no la tiene
sí de intentar una y otra vez. Cada tentativa es un nue- en suficiencia y, si la tiene, ha de educarla. Acaso un his-
vo presente; una imaginación distinta. En suma, la toriador de la producción de algodón en Texas pueda
imaginación histórica de lo cultural es la posibilidad hacer un trabajo más o menos competente con poca
de ver, en un molino de viento, o nada o algo más que un imaginación, si encuentra una buena fuente de datos.
simple molino. Sancho o el historiador conocen el moli- No hay manera de que el historiador de lo cultural no
no amarrado a lo mundano de un contexto y a la eviden- eche de menos más imaginación, porque sin ella no po-
cia empírica, pero la imaginación histórica permite las dría darse cuenta ni siquiera de que está dentro de una
conexiones, la memoria y las imágenes, que hacen que mina de oro de evidencias culturales del pasado. Busca\
el molino pueda llegar a decir algo que, con suerte, re- en datos y en su erudición el material para alimentar
cree una mínima experiencia, verosímil y convincente, a su imaginación -como el novelista-, pero también \/
.;,--
del pasado en el presente. para limitarla. El novelista imagina; el historiador va j '·
Es una lástima que la imaginación sea escasa. No imaginando y «desimaginando» sin parar, mientras in- j
es común, ni predecible, ni enseñable ni repetible, no al vestiga, mientras escribe. l
menos en esa medida en que permita crear «experien- No hay que confundir pleitos entre imaginaciones
cias sublimes» del pasado (Ankersmit), a la manera de con antagonismos entre imaginación y no-imaginación
un gran poeta o de una novela genial. Por ello, del his- en la historia. A veces se ha confundido el pleito entre
152 153
·-
i~entidad es una con~trucción, una imaginación so- bargo, la imaginación histórica cons~ruye sus propias
cial, lo cual hace de la imaginación histórica no
blem t d . · l. d
. a en re isc1p ma a o no, sino entre malévola
un pro- cárceles y le es difíc~l im~ginar l~ s~1~a: ahora parece ¡
írfenunciable que la identidad, la mt1m1dad del yo, per-
bienaventurada. «El baile alrededor del becerro d y
l 1.d .d e oro de sonal 0 colectivo, está en el pasado al cual se accede o :f_
E
ª enti ad», dice Peter Sloterdi3ºk, no eXJ·st·ma, « s1. en el orla memoria o, cada vez más, vía el ADN -conse- '
ond~ no se tratase de una forma fija del YO». 1a No hay ~uencia natural de tanta obsesión genealógica-. Por-t
necesidad de creer en el cinismo de Sloterdi3ºk
d para acor- ue ha mostrado Carolyn Steedman, en conjunto la
ar en que ya está bueno de identidades.
!orla celular del siglo XIX, el giro científico de la his-
Un distinguido historiador contemporáneo p·
Ch . , ierre toria de fines de dicha centuria, el surgimiento de la
aunu, explicaba así su dedicación al pasado:
·dea de infancia a partir del siglo XVIII y hartas cuotas
1 h .
de Freud y post-Freud, produjeron el axioma oy m-
S~y hi.storiador porque soy el hijo de la muerte y el
negable: el pasado es el lugar de la identidad y de la
m1steno de los tiempos me persigue desde la infancia.
intimidad subjetiva, individual y colectivamente, ora por-
Hasta donde puedo recordar, me descubro fascinado
que es memoria, ora porque es ADN. La ima~i~~ció~,
por la memoria. Ella conserva el cemento del espíritu,
así, sirve para hacer un programa en la televis10n pu-
el secreto de nuestra identidad; la memoria: nuestro li-
bro del ser y del tiempo.19 blica estadounidense en la que un afamado profesor
de Harvard les hace el árbol genético a gente de a pie,
así, sencilla, como Meryl Streep o Steven Spielberg; o
¿Qué relato histórico escapa a este canto de sire-
la imaginación sirve para hacer hablar al yo interior
~as de l~ identidad y la memoria? Parece obvio pero
que, no hay que dudar, es la suma total de la historia Y
e.Por que tanta obsesión con identidad y memoria?
la memoria, es el yo único e íntegro que viene de aden-
Las dos palabritas actúan cual títulos recientes de tro a afuera. «En el mundo cotidiano del siglo XXl» , es-
largas batallas intelectuales. Identidad resume y asu-
me lengua raz h · t · · cribe Steedman, 20
, a, is ona y psique, lo mismo antropo-
l~gía física Y cultural y etnografía, que Freud y Octa- funcionamos de este modo a través de una política de
VIo Paz o Buarque de Holanda, Erik Erickson Louis
la imaginación en la cual el pasado se ha convertido en
Hartz o Paul Gilroy, o Spivak. La memoria sorbe y ab-
un lugar de socorro y de fuerza -una suerte de casa-
sorbe (de Locke al Holocausto) la autenticidad de la
para las ideas que la gente tiene acerca de lo que en
verdadera historia; también el sufrimiento innegable.
Pocos ~~tudiosos de las culturas pueden escapar de esta
verdad quiere ser.
sed~cc1~n. L~ peor es que cualquiera repite que me- Ya en éstas, la memoria se enarbola como la poli-
moria e identidad son «imaginarios sociales». Sin em-
cía de la mala o malévola imaginación histórica (San-
156
157
... '
cho cuidando al Quijote): no imagino, no imaginamos· sencias y, sobre todo, de ausencias. La memoria ha de \
f rec~erdo '. recordamos. El testigo de la historia recuerda'. tener algo que ver con la identidad, pero no cual acu-J
f¡ i n~ im~gma. No mie~te la _memoria entendida como "' rnulación de las partes del «yo soy», sino como el en¡
1m1stenosa reserva m1lenana, ora de la imaginación tramado para imaginar las ausencias y para redefinir]
1ora de la realidad -¿quién sabe?- de un pueblo, de un~ las presencias. ¿Pero quién tiene la identidad que ~o~
\raza, de una «comunidad». A veces puede ser la memo- tiene, que le es extraña, que lo revela ajeno a su propia
ria levantada de sus cenizas: se han perdido los datos, la presencia? Uno es lo que recuerda, pero también un?
lengua, el pasado prehispánico, pero no el imaginario es lo que ha olvidado porque ha olvidado o ha prefen-
(existe en los indígenas vivos). A veces es un argumen- do no recordar. ¿Qué identidad es ésa? Inconjugable: yo
to antiimaginación: lo que X o Y recuerden del pasado soy quien no recuerdo. . .
que vivieron, es la verdad, lo demás es imaginación his- Veamos esto con más calma. Es irónico y trágico
tórica. No obstante, creo que la imaginación histórica que el maestro del concepto de «memoria colectiva»,
de lo cultural, si realmente entra en juego, no puede ser el viejo Maurice Halbwachs, haya pasado sus últimos
terapia de autoayuda ni nostalgia de esenciales cultu- días conversando y caminando con el joven Jorge Sem-
~ rales, étnicos o históricos. Porque la imaginación his- prún entre las barracas de Buchenwald, el campo de
*\
' , tórica y la memoria (personal o colectiva) no funcionan
de manera muy diferente a la imaginación tout court;
\ es decir, ambas mienten, ambas distorsionan, inventan,
concentración en el que murió Halbwachs. Ahí estu-
vieron al habla el intérprete de la «memoria colectiva» Y
uno de los exponentes más importantes del peso, con-
/ evocan y reimaginan sin parar. La necesidad de com- tradictorio y amargo, de la memoria personal moldea-
probación empírica, de construcción de evidencia, y da por las tragedias del siglo XX (Semprún). Para Halb- J
la de reimaginar, es irrefrenable .. . para la historia o wachs, todo recordar ocurre en grupo, es resultado de ;
para la memoria. la interacción social, por tanto resulta complicado dis- ¡
Claro, es ley: «memoria es identidad» -los recuer- tinguir entre memoria colectiva e individual; para él, lo \! ~
1
dos descansan en la memoria cual ladrillos de una importante es el constante y dinámico «recordando» ,
J identidad personal o colectiva-. Pero se trata de un (siempre más que individual) y no los estáticos recuer-{
·\ . autoengaño común y acaso inevitable. Los recuerdos dos. Y la vida de Semprún fue un «recordando» siem-;
: no descansan, no son presencia perenne de un «yo soy», pre a caballo entre un yo muy único y cambiante (el
~ de un «nosotros somos », esto o aquello, allá, aquí, ayer, aristócrata español que acaba de escritor en francés Y
hoy y mañana. La memoria nos hace creerla prístino de izquierdas) y un variable «nosotros» (los perdedo-
manantial de identidad, cuando en verdad es un lioso res de la guerra española, los antifascistas, los comunis-
mecanismo de supervivencia. Uno que no es de presen- tas, los sobrevivientes, los judíos, los franceses, los espa-
cias fijas sino de varias versiones de unas mismas pre- ñoles). Son tantas las «memorias colectivas » a las que
158 159
perteneció la memoria de Semprún que al final 00~ sobre recuerdo, de imágenes claras o ambiguas que se
.
nmguna: tal combinación sólo vivió en él. La vida y obra nutren unas a otras. Es tan mítica la idea de «la mente
de ~emprún probó que, si en verdad rige el constante y en blanco » como la de la memoria cual ordenado al-
vanable «recordando» del que hablaba Halbwachs, en- macén de recuerdos bien empacados, etiquetados con
tonces no puede considerarse a la memoria individual una clara cronología y causalidad. Cada nuevo recuer-
o colectiva un simple alambique siempre a punto de re- do, aprendido o vivido, falso o verdadero, a un tiempo
ventar por la presión producida por el vapor de la tra- altera lo ya recordado y condiciona lo que será digno
gedia y la maldad en el pasado. Porque, aunque el úl- de recordarse; es decir, cada nuevo recuerdo, en poten-
timo Semprún abogara por hacer justicia a través de cia, cambia la visión del pasado y condiciona las pers-
la memoria, en realidad su fórmula fue otra: «la escri- pectivas del futuro. Es más, cómo va a ser el nuevo re-
tura o la vida»; es decir, literalmente, imaginar a partir cuerdo está de inicio marcado por el caótico circular
de los recuerdos para que así narrar, contar, revivir, sen- de recuerdos en cualquier memoria. Hoy, por ejemplo,
tir. .. sea posible, sea una manera de no morir del libre un pensador judío evoca los porgromes del siglo XIV en los
albedrío de los recuerdos amotinados, incoherentes y reinos de Castilla y Aragón de muy distinta manera que
en constante transformación en las memorias de los un pensador judío de hace cien años. El Holocausto con-
que, como Semprún, vivieron los horrores del siglo xx. diciona todo nuevo recordar del sempiterno antisemi-
La memoria mata (Primo Levi). La imaginación, es de- tismo. Hasta hace sólo dos décadas, la manera en que
cir, la escritura, no borra, sólo doma a la memoria. Un cualquier español podía acumular un nuevo recuerdo
personaje de Auto de fe de Elias Canetti21 tiene tan bue- sobre la vida política, personal, familiar, local o nacio-
na memoria, que hace listas de las tonterías que quiere nal, estaba marcada por los recuerdos -personales, fa-
olvidar; es decir, escribe para olvidar. Semprún al me- miliares o de un pueblo, o de un grupo en una ciudad-
morar hace uso de eso que le es indispensable a la de una guerra y una larga y represiva dictadura. Hoy
memoria o a la vida humana: el bendito olvido. existen al menos dos generaciones de españoles que acu-
Así de enredada es la relación entre la memoria y mulan recuerdos de vida política de muy distinta ma-
la imaginación. Resulta absurdo creer simplemente nera que sus padres o abuelos, aunque se asuman posee-
en la existencia de un conjunto de recuerdos que for- dores de la memoria de ellos. Y no es necesario detenerse
~ man algo así como una identidad, ahí acumulados en cómo sucede lo mismo en cada persona que va acu-
como en una bodega individual o colectiva. Cada re- mulando y redefiniendo recuerdos y olvidos a lo largo
¡ cuerdo no habita aislado en la memoria del yo o del de la vida. El problema no es que yo no sea la suma de
· nosotros . Es imposible concebir, a la manera de las lo que recuerdo y olvido, y que esa suma no sea compar-
autobiografías, el primer recuerdo. El mero hecho de tida con otros -si esto da lugar a una Identidad (con
evocarlo de ya, es producto de un amasijo de recuerdo mayúscula) grupal o nacional, eso es harina del costal de
160 161
. -- - - - - - - • n l l l l l l l l ll lll 11 r í l h l l l l l l n • - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
la historia y la política, no de la memoria-. En realidad la iJilaginacíón histórica son afines. Ambas apelan a un
el problema es que no bien cree uno tener los recuerd ' ntido de realidad: así fue porque así lo recuerdo; así
bajo control, un solo viejo recuerdo traído a cuento pos ~e porque así lo muestran los datos. Pero la historia
. . or
X circunstancia, o un nuevo presente, o el triunfo neuro- miente como lo hace la memoria .. . cuando miente.
00
nal del olvido, nos reburuja el orden que creíamos al- Su artilugio es otro. La fortaleza del engaño de la his-
canzado. toria deriva del presente: del poder en el hoy, de la mala
Por tanto, no hay que confundir esto, la memoria interpretación aquí, de los traumas actuales, de la fal-
con la Memoria, la que enarbolan antropólogos, polí~ sedad intencional, de la escasez de fuentes. Los ardides
. ticos, activistas o historiadores a cuento de esta o aque- de la memoria pueden o no derivarse del poder, la mala
k-· lla causa. Por noble que sea el motivo, esa Memoria es interpretación, el olvido voluntario o involuntario, los
· la política, la lucha por dotar de sentido político y moral traumas ... pero su tiempo verbal es el caótico ir y venir
. al pasado, a las negociaciones de poder en el presente. de la conciencia humana: entre el ayer deformado por
• 1
Esto tiene poco que ver con ese otro incontrolable e in- la añoranza y el mañana imaginario entendido como
¡ comprensible mecanismo humano, la memoria. Así pues, «¿y si esto o aquello no hubiera sucedido así? .. . ». Se
no hay verdad en la memoria que pueda desactivar lo dirá que la historia se reescribe a cada nuevo presente
que de falso o verdadero pueda tener la Memoria (la y que también ~sta de los «Y si esto o lo otro hubieran
historia), a menos que la memoria se materialice en sido así o asá». La diferencia esencial es que la memo-
imaginación histórica, en otra historia que a su vez otras ria humana no reconoce al presente. La imaginación
memorias asumirán como falsa y someterán al látigo histórica es el presente.
de sus evocaciones, convirtiéndose así de memorias en
una imaginación histórica más, coherente y bien cons-
truida, con olvidos y presencias claramente selecciona- Memoria
dos. Lo que hoy es presentado no como imaginación
histórica, sino como memoria ergo identidad, mañana Un historiador sin memoria ha de ser lo mismo que
será una simple historia más de un «nosotros somos». un pintor ciego o un bailarín cojo, ¿o no? Si por memoria
La imaginación de don Alonso Quijano apelaba a se entiende la capacidad de retener fechas, datos o suce-
una realidad que no reconoce la memoriosa mundani- sos, esa memoria no le es indispensable al historiador.
¡ 1
dad de Sancho, de ahí lo trágico y lo cómico, lo des- He conocido pocos colegas que tuvieran la memoria, no
corazonador y lo irónico de El Quijote. En cambio, no sé, del misionero jesuita del siglo XVI, Matteo Ricci, que
parece haber posibilidad de ironía entre la memoria Y era capaz de memorizar en segundos listas enteras de
la imaginación histórica cual productoras de la verdad caracteres chinos. Son muy pocos los historiadores om-
del pasado. Porque las verdades de la memoria y las de nirretentivos de las sacrosantas fechas. La memoria in-
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111, !!;::. .
1
IJ'.. .
' " ¡ ' :t 1
.,
las lleva hacia una verdadera scene (escena) del pasa-
azon e orden impuesto al pasado, y así hacer que ~o? La acumulación, claro: mientras más piezas mejor.
el archivo y su contenido cuenten otras historias. Ade- Pero no sólo eso. También está el tratar una y otra vez del
más, al leer, por decir, cajas y cajas de documentos ofi- dotar de sentido a lo que se está investigando; t~mbién ~
ciales sobre política agraria a fines del siglo XIX, la me- está el errar, el lograr al fin caer en la cuenta, gracias a un ¡
moria del historiador aprende casi inconscientemente dato nuevo o a una imagen revelada d~ repente por una \*
la estructura de los documentos: el primer párrafo no pintura, o por la lectura de otro historiador, ~ por una no-
dice nada, el segundo reseña los comunicados anterio- vela o un poema o la plática con una amiga o con un
res a los que hace referencia el documento en cuestión niño. Esto es, las escenas del pasado cultural salen de )
y la chicha del documento empieza en los últimos párra~ los pleitos entre el Quijote y Sancho; no son sólo presas
fos y, sobre todo, en las anotaciones al margen, en lápiz de caza expresadas retóricamente con cierta poesía; son
negro, azul y rojo, colores correspondientes a distintas una cacería poética, no por ello impune lógica, estética,
instancias de la toma de decisiones. En esos márgenes, empírica o políticamente. ·
la ampulosa prosa decimonónica se vuelve asombrosa- Marx, por ejemplo, después de años entre redaccio-
mente directa y clara: «niéguese», «dígase que sí pero no nes de periódicos radicales, de horas de estudio en la
se cumpla», «Confidencial: remítase S[ eñor] P[residen- Biblioteca Británica, de ver y sufrir, intenta explicar el
te] ». Una memoria para aprender y descifrar estos có- golpe de Estado de Luis Bonaparte en 1851 (El 18 bru-
digos es la que necesita el historiador ... eso además de mario de Luis Bonaparte , de 1852). Acumula los datos y
resistencia a los fétidos olores que·pululan por los alrede- las imágenes que saca de Víctor Hugo , de Proudhon,
dores del archivo, a la humedad y al frío de las galerías. de la historia del Imperio romano, de su idea de la lu-
Esto y hasta las señas dejadas por otros historiadores cha de clases, de la filosofía de la historia de Hegel...
que han revisado los mismos papeles ... todo entra en la así, crea una soberbia imagen general de la naturaleza
memoria que ha de interpretar el pasado. histórica de un golpe de Estado. Explica el suceso y tam-
En suma, la memoria es a la imaginación histórica bién el funcionamiento de la historia en general. Cae en
; un recordar un dato, pero también el retener haber visto, la cuenta y, con duras e irónicas metáforas, dice: «No
1
..'.:'- \haber leído, haber sentido, haber intuido, haber aprendi- basta con decir, como hacen los franceses , que su nación
¡\ \do, haber vivido. Por ello es un unir cabos un leer entre fue sorprendida. Ni a la nación ni a la mujer se les per-
(líneas, un saber seguir y no seguir catál~gos de archi- dona la hora de descuido en que cualquier aventurero ha
. vos y un saber a dónde ir a buscar evidencias, inspira- podido abusar de ellas por la fuerza ». Si hubiera un con-
: ción, detalles ... cepto para decir esto, sería «que se chinguen». De las me-
Pero en el historiador ¿qué rompe la membrana que táforas irónicas, Marx va a caer a una verdadera pregun-
libera un montón de piezas, de vivencias, de evidencias, ta al pasado. (Saber qué pregunta al pasado otorga el
166 167
llllllllllíllllllllll '1\.
grado 33 en la logia de los historiadores) Aq , l
· d
.
· d.
, . · u1 a pre-
gunta. «Quedana por explicar cómo tres caballero d
s e la
• los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres,
sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz
m ustna pu ieron sorprender y reducir al ca t. . de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la
. . . u iveno
sm res1stenc1a, a una nación de 36 millones de al ' nueva escena de la historia universal. Así, Lutero se disfra-
Entonces Marx cae en la cuenta inclusive d l m~. ·
1' . . ' , e a per- zó de apóstol Pablo, la revolución de 1789-1814 se vistió
tmencia de la poesía y de la necesidad de una alternativamente con el ropaje de la República romana
escena
a barcadora del cambio histórico, la cual niega al y del Imperio romano, y la revolución de 1848 no supo
do para armar el futuro: . p~~
una toma así, pero no funciona, no da para contar 0 periencias del pasado en el presente, uno que cargue¡
entender, entonces hacemos otra toma mental y, de al- al pasado con importancia para el presente y al pre-¡-1..
guna forma, con el bagaje de todas las tomas, con la sente con sospechas mínimas para el futuro . La escena!,
a~da de ~odo lo visto, vivido y leído, armamos un pai- ha de ser verosímil por ser informadora, por describir j
saje, un simulacro del qué y el cómo pudo haber sido. con lógica y rigurosidad empírica y, para ello, ha de¡
utilizar conceptos, datos , metáforas, impresione.se i~j ~
~u~ndo nuestra mirada [decía Maurice Merleau-Ponty] tuiciones. Creo que los límites de esta modesta rmagi1, ·
VIaJa sobre lo que está enfrente de nosotros, en cada mo- nación son la erudición, la ironía melancólica, el aulai
mento nos vemos forzados a adoptar un cierto punto de el pragmatismo y la naturaleza de la evidencia. i
'1
!' vista Y estas vistas sucesivas de cualquier área determina- Por erudición entiendo lo que he venido describiendo
~ da del paisaje no pueden ser superpuestas una sobre otra. como la memoria propia del historiador: la capacidad ;
Es sólo al interrumpir el proceso normal de ver que el de acumular tomas del pasado, que no es negocio de an- ~
pintor tiene éxito en controlar la serie de impresiones vi- ticuario pero si es cosa de volver y volver a libros, a ar- ; r
suales Y en extraer un único e inamovible paisaje.24 chivos a imágenes ... a todo sobre la época que ansia-¡
1 •
170 171
1cos: « quí yace el misterio»; el otro dice:
«Aquí no hay misterio alguno, lo sé todon. 25
surgido los neoeruditos: estudiosos que nos ~vientan a
la cara el peso de su erudición, sabios que, sm mucha
. En suma, suena pedante y elitista, pero creo que
imaginación, van de una cita antigua en latín a otr~ en
alemán del siglo XVI para terminar en algo en gnego
1 sm este tipo de erudición la imaginación histórica
¡mal funciona o no existe, sobre todo cuando de lo que
0 clásico. Nada más lejos del tipo de erudición que ins-
pira a la imaginación histórica, pero no está de más
~I se trata es del pasado cult~al ... principalmente, de
leerles las pistas a los Anthony Grafton o a los George
la «cultura popular». Es cunoso, en las últimas déca-
Steiner.
das entre los historiadores han surgido dos creencias
La imaginación del Quijote, aplacada por Sancho,
opuestas. Por un lado, la creencia de que la erudición
siempre acaba en ironía y al final en melancolía. Tam- ¡
estorba para estudiar la cultura popular. Un despropó-
bién la imaginación histórica que sabe que no puede¡
sito total. Para entender el teatro en la Nueva España
conocerlo todo; sabe, además, que imagina, que cre31
del siglo XVII, claro, hay que leerse bibliotecas ente-
simulacros de verdades, que se basa sólo en horas Y hof~
ras de «cultura de elite». Para estudiar las representa-
ras de buscar piezas, de leer entre líneas y de organizari
ciones populares en el mismo lugar y fecha, habría que
y desorganizar archivos. Una imaginación que intentai
leer eso y más. Las nuevas corrientes antieruditas, gene-
escapar de su presente, y que nunca lo logra,?~ pued~
ralmente ligadas a defensas de identidades étnicas, es
ignorar que no existe ni la felicidad ni la infelicidad, m
decir, de cosas de alguna manera :µo occidentales, pa-
la verdad ni la duda absolutas. «El paso del presente»,
recen no acatar que tal antierudición es lo más occi-
decía Osip Mandelstam, «no puede ser medido por los
dental y civilizador que existe. Evoco aquí a Edmundo
trenes subterráneos o los rascacielos, sino sólo por la fe-
O'Gorman y sus irónicas críticas al México de la déca-
da de 1940: liz hierba empujando su salida bajo las piedras de la
ciudad». 27 Así de difícil es el paso del presente. Es decir,
si la imaginación histórica no es puesta en pausa, no
El hombre civilizado tiene derecho a no curarse de la
puede dejar de autoimaginarse, destruyéndose y v~lvié~
cultura, a que le importe un bledo. Este derecho es una
dose a construir. Por tanto, suele acabar en la iroma
de las conquistas consolidadas de la cultura y uno de los
que a buen tiempo decanta en melancolía, la de sab~r que
grandes beneficios de la civilización. No curarse de la
no vamos, con certeza, a ninguna parte, que Di.os ha
cultura es el confort máximo y el hombre civilizado, si a
muerto, que escapamos y no del presente a cada mten-
algo tiene derecho, es a estar cómodo. 26
to, que la ciencia no lo es todo, que somos tan incapaces
de desactivar todas las certezas como de defender todas
Por otro lado, acaso como reacción ante la prolife-
las dudas. La imaginación histórica sólo puede frecuen-
ración de flacas historias de la cultura popular, han
tar grandes utopías a través de decisiones políticas que
172
173
111111111111 1111 !l
detienen 1~ imaginación y de ·a
o corno escritas como frente al espejo: el «nada más yo y mi lu-
cidez» acaba en obviedades que el autor asume grandes
La melancolía nace cuando no se uede descubrimientos, o en exageraciones o galimatías que,
tender a una meta porque no pb querer, es decir, el autor siempre está seguro, son culpa de la ignoran-
b~~~~~~p ' se sa e y no se . cia de los lectores. Educando se aprende el significado
~~~
. ero nuestro destino es a·usta de la objetividad en la historia, porque en el aula se ne-
tas con esta indolente trist . J r cuen-
eza, s1 no queremos ab gocian la ecuanimidad y sus datos; el aula crea y reta a
narnos a ilusiones megal , ando-
omaruacas sobre 1 f 1. .
la autenticidad. 2s ª e ic1dad y la erudición del historiador -especialmente hoy que uno
ya no puede errar un nombre o una fecha o un dato
El aula es ahora ui , h sin que al instante salte una listilla que ha descubierto el
otro límite y criteri~ za no ace doscientos años- error en el internet-. Claro, una historia cultural no pue-
histórica de lo cultural ; verd~d :a~a la imaginación de ser declarada buena, objetiva, falsa o reveladora utili-
sivo, la objetividad en .l a ~t~ ~ altir sobre lo discur- zando como criterio las horas de clase con que cuenta el
verdad históricas b l s ona, a neutralidad y la autor. Pero si por casi dos siglos la historia ha sido ante
, so re e poder en d l h .
ha pasado por alto que al d Y e a istoria, todo para educar, ya es inevitable: el aula, a la buena,
, menos esde ha d · demarca los límites de lo imaginable para el historiador;
tos años, todo eso (ob'etivid d ce osc1en-
poder) no suceden al J . l da '1 verdad, neutralidad y a la mala, crea escenario con público cautivo para las
. mve e a h. t ·
smo de la historia ., is ona como texto danzas de ego de esos megalómanos tan dados a la fan-
, como 1ecc1on como le tur
1onde clase La cult b . ' c a, en el sa- tasía: los profesores.
. ura, ªJª o alta
cializa en las aulas y; d d ' ~n gran parte se so- Por otra parte, la política de la imaginación histórica
toria se ha vuelto ed es :, su ~rofes1onalización, la his-
¡
tanto!, quiero deci 1 . nota. 1 e nota poeta encuentra su límite en el lenguaje, como Óscar '
111111111111111111111
INVOCACIÓN AL LENGUAJE
cursiones al pasado cultural son irrealizables sin una¡
Con vos quería hablar, hijo de lag d' . Jarga y tediosa preparación intelectual.
y . ran 1suna
a me tJenes cansado
de ta~t~ esquividad y apartamiento,
Y tu lat1go húmedo Coda: ¿Qué pasará con las fuentes?
para tiranizar mi pensamiento.
En cuestiones de la naturaleza de la evidencia, hoy la
El lenguaje también es el l ' . . i.Illaginación histórica se enfrenta a un reto que aún no
pero filtrado por el tipo d .d Imite del historiador sé qué producirá; me refiero a la revolución digital de lo
Por ejemplo, es posible . e e~ encia, o la falta de ella'. que los historiadores tenemos por norma llamar «fuen-
,. imagmar las ma 1
po1lt1camente una «identid d . neras en que tes». Nunca antes en la historia de la disciplina había-
. d a mestiza» fue i
negocia a en México 0 G mpuesta 0 mos contado con tal accesibilidad inmediata a fuentes, y
en uatemal l . 1
Para ello habría que escarbar a en e siglo XIX. el futuro promete poner a la mano del historiador millo-
tos legales en cart . y escarbar en documen- nes de documentos y libros con sólo pulsar tres botones.
, as, en pmturas d ,
dos científicos Pero l .d . e epoca, en trata- Si los documentos hablaran, podría decirse que ya exis-
. ··· a evi en , .
imaginación: hay que sab d c1a ma~ca limites a la te Funes el memorioso de Borges en la red. Pero sabemos
bates artísticos del s. 1 er ebr~cho decimonónico, de- que no hablan, que eso no es historia. Aún se requiere la
ig o XIX 101 , fil 1
tan exitosa sea la im . . ,' . og1a, o ogía ... Qué imaginación para unir cabos, para saber qué tiene que
, agmac1on en romp , .
dira qué tan reveladora t er estos 1Imites, ver con qué, y dónde buscar. Eso sí, se van perdiendo dos
presente es la hist . ' an capaz de crear cultura en el 1 partes del viejo ritual de encuentro entre el historiador y
ona que contam E f
aquella imaginacio' n hi t , . os. ne ecto, esta o 1 el archivo: por un lado, se está volviendo más fácil so-
s onca pued
para este 0 aquel tipo d .d . e no estar hecha brepasar la autoridad del catalogador. Una potente bús-
hay que decirlo: si no see e;~b:nc1~. _Una burrada, pero 1
queda en los bancos de datos electrónicos se pasa por
es imposible hacer la hº t . dmus1ca o matemáticas el arco del triunfo siglos del orden impuesto al pasado
is ona e la , ·
xvnr español o de la est d ' . musica en el siglo por archivos o bibliotecas nacionales. Por otro lado, pue-
glo XIX. Si no se sab a isht1ca en Argentina en el si- de ser que ya no será necesario viajar a un archivo en
e quec ua y ·
hablar de agency en l . d' a1mara no se puede París para buscar esa pieza que buscamos, o tomar el
os m igenas del · l . .
o peruano s · . . sig o XIX boliviano metro al centro de la ciudad o pasearse por anaqueles de
. I no se tiene cierto . .
lógico, de los decires del si lo conoc1m1ento, casi fila- bibliotecas. Para la imaginación histórica es impredeci-
se puede imaginar la ultu g Xrx de Nueva Orleans, no ble la revolución que todo esto puede traer.
Mucho giro lingüístic~ m~:bopular_ ~e Nueva Orleans. La digitalización de las fuentes ya está cambiando la
y o relativismo, pero las ex- ):.!--
naturaleza de la evidencia, no importa que sean textos,
176
177
.1l
como punto de reunión de los fugitivos, era una casu- archivo, leer un libro raro en una vieja biblioteca, ver en
,¡'
('1
cha al pie de las dunas, con un palomar al que habían vivo un viejo cuadro, forman parte de la imaginación
atado una escoba a modo de distintivo, lo que significa- histórica. Con frecuencia se producen inesperados senti-
1 1
ba que aquella pobre posada era asimismo un rústico mientos, hallazgos insospechados, pistas impredecibles.
burdel. 29 Porque a veces la clave para romper la simple acumula-
ción de datos está en ver no sólo los hechos pintados en
¡Cuánta historiografía cultural, social, política, eco- un óleo, sino sus sucesos pictóricos, notar de cerca los
nómica, sobre la sexualidad y las costumbres inspira a trazos de una pintura, experimentar lo artesanal de tal
este simple párrafo! El internet facilitará el trabajo del óleo que además de representar, por ejemplo, al padre
novelista de la historia, pero si ~n el novelista no hay y al hijo de Jean-Léon Géróme frente a una puerta pro-
imaginación y eruclición históricas, el internet no le otor- vinciana, también es un conjunto de brochazos de co-
gará lo que natura le negó. lor, con textura, relieve e intenciones diferentes. El ir
178 179
mnmmmnn
en busca de tal libro viejo a una oscura bibliotec
y un dato no ficticio :
lleva sin · n o e mesperado libro
Napoleón rey de Italia,
de al lado, de arriba o de abajo, de un texto descono-
importó menos que,
cido que a veces nos da la clave para imaginar el pasa-
luego de la lección de cosas,
do. O qué será del contacto de la imaginación con el
el bronce atesorado
pasado sin la sensación del papel, la experiencia de sen-
se disipara sin palabras.
tir que alguien hace seis o cuatro siglos puso la tinta en
ese papel; ¿qué será de la imaginación si la fuente no
Quedó en el aire
incluye la caminata en la vieja ciudad, la experiencia de
algo de Historia Y Algo
los edificios? No sé explicar cómo, pero estas experien-
todavía sin nombre:
cias han sido parte de la imaginación histórica. Con la
un comienzo, la insana
accesibilidad de fuentes digitales, no sé si la imagina-
costumbre de observar,
ción será mejor o más profunda pero será diferente. El
atar cabos, alcanzar
acceso masivo a fuentes promete hacer que encontrar-
las ya no sea una limitación para la imaginación histó- la no errada visión
de algún prójimo horrible
rica. El límite seguirá siendo los entreveros secretos de
la imaginación.
Saber que nada es tuyo
Como la imaginación de un poeta o de un pintor,
la del historiador tiene la maquinaria para caer en la para siempre.
cuenta, para experimentar posibilidades, para empujar
los límites de lo percibible y decible .. . también para
fantasear o engañar y, además, para convencer. En sus
trabajos, pues, entran en juego caótico la percepción
11. del mundo real, no corno dato mental que dice hielo =
' frío, sol= calor, sino corno imágenes mentales que in-
1
teractúan con la memoria del historiador. Quisiera que
!~
el resumen del magín de historiador fuera este poema
de Ida Vitale:
~ LECCIÓN DE HISTORIA
Que una moneda antigua
hallada -¿por azar?- en el jardín,
181
180
.\
~\\ll\\\\\\\\111
~ ,
1 lt... .
.........
.' .; ;. ill'I 111 ~ .: .1
.. 1
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II
Vidas de memoria
111111m11111
5
Guadalupe Aceves
185
nacieron aquí y aquí se criaron, y bueno pa cuando te-
••
les apachurro el nido». No les valió la bravura y tuvie-
níamos dinero pa irmos ya no teníamos salud pal viaje
ron que huir.
y pus aquí se nos arrejuntaron los recuerdos y aquí nos
quedamos. Doña Guadalupe contó a su bisnieta:
188
189
De qué sirve saber mi oficio ¡Ay, no mija!, ¿qué estaríamos haciendo orita en el pue-
si fabricantes hay de a montón blo? ¿De criadas de los Álvarez como mi mamá? ¿Gente
y en tanto que hago yo dos bolillos sin coche y sin casa, sin educación? Ondi crees, no mija,
ellos se avientan más de un millón. lo de allá todito se me quedó como los rezos, puras re-
citadas de recuerdos, pero ... mija aquí ansina juntos Y
Los hay más prietos que chapopote bien ... ¡Gracias, padre san Francisco! ¡Gracias, mi señor
pero presumen de ser sajón de La Piedad!
andan polveados hasta el cogote
y usan enaguas por pantalón.
191
190
195
194
..
La última vez que se reportó la existencia de un li-
bro con tal ex libris fue en la Biblioteca Benson de la 7
Universidad de Texas. Se trataba de un volumen Per- Epifanio Martínez
teneciente a la colección del sabio mexicano del siglo
XIX, Joaquín García Icazbalceta, comprada por la Uni-
versidad de Texas a principios del sigo XX. Curioso, hoy
algunos De López texanos reclaman ser descendientes
de Aztlán, vía la línea familiar de don Juan de López,
cuyo hijo colonizara Nuevo Santander. Reclaman a don
Juan como espécimen de su memoria. Dada la legisla-
Epifanio ~artmez, «cual su mote indica,· en Chilcho-
ción estadounidense de respeto a la memoria, a la di- , el Chilchota» nació en la segun-
versidad y a los derechos y costumbres de los pueblos
da mitad del siglo xvm, ueblos purépechas, que son, a
ta, cañada de los o~~e pAcachuén Santo Tomás, Zopo-
indígenas de Texas, hoy los descendientes reclaman el
regreso de los libros y una indemnización, porque ellos saber, Urén, Tanaqm o, C ~pan San Juan Cara-
Hua~c1
que son el olvido que don Juan temía (ya no hablan ni , ·t Ichán Tacuro, ar ' ,
co, o, Chilchota. Aquéllas eran tierras pros-
pan y, mas. fa~taba,
náhuat1 ni español) claman ser parte de la doble minoría
ueblos indígenas asimilados a
native American y «chicanos de Aztlán» dentro de la ciu-
peras y cristianas, de P., ara·es de vasta población
dadanía estadounidense (donde adquiere sentido tal lina- la zona agrícola del BaJIO, p lJ o tenía gran orgullo
je). Dicen rezar a la diosa tierra y no a dioses occidenta- 1 Chil hota como es e ar ' ·1
mestiza. E e ' d .b xi'gía el mote: el Chi -
les. Ése es su jale, no el que fuera de don Juan de López y . por don e 1 a e h
Lara. de su origen, Y dr . dígena que nunca a-
chota. Hijo bastardo de ~a e m sin embargo, nunca
, ll padre cacique que, .,
blo caste ano,b · an cosa al hi'
JO bastardo. Crec10 po-
dio ni nom re m gr 1 blo pero sin hambre. Su
bre' como c~si todos ~~se d~:eeni~a en el mercado' en
madre vend1a co~n t los destellos sanguino-
donde creció el Ch1lchota en lrel a de toro entre el
il d rdo y a engu '
lentos del nenep . e ce acocil el huauzontle, el nopal,
hedor hospitalario del lit 'Pronto aprendió el caste-
el cilantro y el papaloque de. t1'zos que se acercaban
l bultos e mes
llano por cargar os b a de productos locales ,
d d Chilchota en use
al merca o e L Piedad Este niño car-
gente procedente de. Zamdo;a y b~o agobiado por la rni-
gador acabaría por irse e pue '
196
197
seria, el abandono de una madre muerta en un segun- buena charanda. Creció como
do parto, pero regresó a pasar los últimos años de su atole y, tam~oco, un~ d d de Valladolid, hasta que la
vida como pequeño terrateniente del pueblo. Murió al- un lépero mas de ~a cm ª1· t caballerango de lapo-
. d servir a un cien e,
gún día de finales de la década de 1820, dejando hijos de constancia e . ó a conocer al se- ·
derosa familia de los ~~urbide, l~a ~~los Iturbide y vio
11
Urén a Chilchota, y una casa llena de tesoros: viejos do-
ñorito Agustín. TrabaJO e~ la ca fi . nó a los dichos y
cumentos firmados por reyes y virreyes otorgando las ·- A t ' quien se a ero
tierras en comunidad a los «naturales del lugar que en crecer al nmo gus m, ás que encarga-
ª la simpatía de el Chilchota. Prontoh m finos caballos
lengua de aquestos pueblos aliados fieles de su majestad
do del jale de la alfalfa para los mue ~:/e de «nano» del
es dicho Xilxolca o Xilxota». Entre sus recuerdos tam- b .d 1Chilchota era una su
bién se contaban rasgados uniformes del ejército realista, de los Itur i e, e , chó a la escuela mili-
niño Agustín. Cuando este se mar . zo de confianza
banderas del ejército trigarante y, lo más preciado para el
Chilchota, una moneda conmemorativa con la efigie de tar, el Chilchota volvió a s~ p~p~l ld:i::so apreciaba su
Agustín I, emperador de México. «Mi mero patrón», decía de la casa. Se hizo ~e:o:o e a igl=v~tamientos de Hi-
patrona, y cuando m1c1aron los ntre las buenas fami-
al final de su vida a cualquiera que se acercara al zaguán
de su casa a echar plática. dalgo y Morelos, fue ma~dadero, e transportar pólvora
lias de Valladolid, inclusive U\:go ª. 1 de Guanajua-
El Chilchota se fue primero a Valladolid. No podía ahí staba el eJemp 0
más con el estigma de su bastardía, con su exclusión de casa en casa, que e f del rey y de la Igle-
to meJ·or era prepararse. De de ensor d
de los puestos políticos y parroquiales, de toda labor de ' M, . su empera or.
sia, pasó a defensor de exico y - ·ro A ustín lo man-
arreglo de la iglesia y de la organización de la fiesta
Su suerte cambió cuando el senon ~ de mozo en
del santo patrón, no otro que Santiago, el mismo que se . d d d M , xico para servir
veneraba de Lisboa a la Bahía de Guanabara. Eso sí, te- dó llamar a la cm a ,e ~ rme difícil de vestirse, pues
su nueva casa. Le otorgo unifo . y le dio rangos
nía que pagar con trabajo su contribución al pueblo. El b d 1 al ón de manta,
poblado de Chilchota estaba en constante pleito con los tenía costum re e c z . Lo traJ· 0 de mozo
que contrab aJOS· ace rtaba pronunciar. . d 1 sur Le re-
dueños de la hacienda de La Gavia que aún reclamaban militar por las sierras e .
derechos de tierras sobre Chilchota. El Chilchota, mu- en sus aventuras es uso a trabajar en el
galó caballos y mulas que pron~o .P San Ángel Milpa
chacho astuto y ambicioso, no se veía siguiendo los pa-
acarreo de mercancías entre Mex1co, patró~ el día
sos de su madre y los pleitos del pueblo; él, que aunque h. ·1 Iba con su
Alta, Coyoacán y Xoc im1 co. embarcó con él,
hablara español no sabía leer ni escribir, no poseía nin- que éste marchó a1 exi·1·io, pero no se d a cuidar la
guna tierra ni título que defender. , 1 .d.10, ue se que ara
porque don Agustm e pi q ., los familia-
En Valladolid se refugió en lo que le pareció un mer- , . y ah' ermanec10 hasta que
casa de Mexico. iP enterrar a don
cado inmenso, en el que siempre había trabajo para d regresarona
res del frustrado empera or . El Chilchota en-
mecapaleros macizos; nunca escaseaba un taco, un Agustín, asesinado allá por Tampico.
198 199
tonces decidió retirarse a su pueblo con los ahorros . tad en las conquistas
. . on a su maJeS dimde
había hecho gracias a sus mulas, a bodeguitas y a que vasallos que s1rvier n· y de su majestad, pe os
· bien de ios .
peculación con el grano en cada levantamiento. 1a es- las Indias para . d d el uso de nuestras tierras.
Compró trozos de tierras de crioUos y mestizos em. se nos otorgue en prop1e a
pobrecidos por las guerras de Independencia, y se dedi.
Si esto, pues, decían los documentos, el Chilchota
có a contar sus historias, a perseguir mujeres y a cultivar
sus tierras con la ayuda de los peones que levantaba en corregía: .
los mercados de los pueblos de la cañada. Como pequeño
l . ta· nosotros los naturales de estas . tierras,
h
terrateniente, recibió la visita del edil del pueblo; le pe- Usted éche e tm . . l s meros primeros a-
d d ros mexicanos, o . .
día apoyo en la nueva lucha por la tierra, ahora ante los somos los ver a e eso los valedores ongi-
t' erras y pues por .,
tribunales mexicanos. El Chilchota echó perorata de sus bitantes de estas 1 ' . a resultas la nac10n
0 al es y ,
uru.cos de la nación mexicana, y
contactos y grandes amigos en México. Envió a Vallado-
lid a un chamaco en busca del viejo cabaUerango de don meXI·cana nos adeuda.
Agustín. Le mandaba pedir que contratara un escriba- . , n de la disputa. dYa
no de ciudad para que copiara los documentos de las r la reso1uc10
Murió sin conoce dores del merca o:
bl los carga ·
tierras de Chilchota en el caos de las oficinas de Vallado- viejo se le oía ha ar con 1 único que hay que ser-
lid y México. El cabaUerango, para entonces lo más cer- «en este mund o, chamacos, a al y sus misas tiene . b a s-
cano a la clase media de la ciudad de VaUadolid, hizo más vir es a Dios' y ése con su c~p que sea pa arrimarse un
por el Chilchota: contrató a un vivales que en pleno caos tante, y dahí pal real hagan o
su maicito ».
mexicano se dedicaba por un buen precio a cualquier en-
comienda burocrática. No costó mucho comprar de él
las escrituras virreinales del pueblo de Chilchota, que,
como es natural, pasaron a manos de el Chilchota.
El pueblo contrató escribano para redactar la nue-
va defensa de las tierras ante la hacienda de La Gavia,
y el Chilchota de memoria daba ideas al escribano: si
las escrituras del siglo XVII decían:
201
8
Jacobo Camino quiso ser rabino como su abuelo o su hermano mayor,
más por su vida aventurera que por rechazo a las ense-
ñanzas del Talmud. Porque desde adolescente a Jacobo
1
le gustaba agenciarse pequeños oficios para ganar un
j
~~~~e~:a~~i!~ió: regañadientes las e~;e~~~:~ ::blí~ ciudad de México que los conminaba a viajar a la capi-
tal. Les hablaba de la luz eléctrica, de los tranvías, de los
polaco, ademásu~e~ P.~.emo, aprendió el hebreo y el mercados y prostitutas. «Es feo , pero aquí nadie te lla-
Yl lS que se hablaba en casa. No
mará Jud», escribía el paisano.
202
203
Jacobo llegó a la ciudad de M , .
1919' a la calle Tacuba en d d ex1co a finales de sino el matrimonio. Otro milagro: logró casarse con una
. on e se empez b e
una sociedad de ayuda a . . . ª a a 1onnar chica judía de Bialystok que conoció en sus andanzas
mmigrantes JUd , Ah
vo los primeros consejos y un poco d d. ios. í obtu- por la ciudad de México. Ni para los hijos ni para los
sar los primeros días. Jacobo est be mero para Pa- nietos o bisnietos de don Jacobo quedó claro cómo ha-
color y olor de la gente el b 11' . ª1 a sorprendido: el bía llegado Ruth (que era el nombre de la chica) a la
.
1enc1a, ' u ic10 a pob
las grandes iglesias y los au; , . reza, 1a opu- ciudad. Para cuando entró Jacobo en la vida de Ruth,
r Pronto Jacobo empezó a d omoviles modemos. ella llevaba algún tiempo en la ciudad, dedicada a oficios
d e puerta en puerta en el bven .erdestampa s de santitos .
que el mismo Jacobo nunca comentó. El único recuer-
arno e La M d
1 zonas ale~añas a la espalda del Palacio erce. y en las
la calle Licenciado Verdad o' h bl Nacional. En
do que por generaciones ha circulado en la familia Ca-
mino, es la anécdota de la milagrosa casualidad de un
1 , b ia a ar vid.
ara e; pronto se hi'zo d J~ is, po1aco y joven de Lublin que encuentra a una chica de Bialystok
e un grupo d ·
sociedad para vender retazos d e amigos y de una en la calle Cuauhtemotzin, en la ciudad de México. La
de La Merced. Los clientes lo lle telas en el mercado pareja fue casada en la joven sinagoga del centro de la
«¡Mamá!» gritaba la ·- amaban «el Alemán»: ciudad; se mudaron a un pequeño apartamento de una
' nma cuando Jacob b
puerta de una casa «ahí t , 1 al o toca a a la recámara en la calle de Bolívar. Y Jacobo siguió en el ne-
' a e emán q 1 d
no». Pronto Jacobo acató ue en , '. ue e es el abo- gocio de las telas, ayudado por Ruth, inclusive después
era mejor que el i·m q bl Mexico lo de «alemán» del nacimiento de su primer hijo que pasó sus primeros
presenta e grit fi 1 1
(«¡Ahí está el jud' ° e a a verdad años entre las telas de novia y el cuero de los huaraches;
nito de nombres io, que 1e pagues!»). y con su cuader- entre el clamor desenfrenado de gallegos gritones y el
cobo la fu yd sus pocas palabras en español Ja- eco dulce del español atiborrado de acentos: árabe, yidis,
e pasan o. Cuando lo , .
dejó el cuartucho de . d d gro un cierto ahorro, chino y el plebeyo cantadito citadino, aquel que luego
vecm a en que h b ' . 'd
empezó a tratar de traer a la fa . . a ia v1vi o y fuera estereotipo en Nosotros los pobres.
caro y mucha la ret· . miha. Pero el pasaje era La familia Camino pasó de la calle de Bolívar a un
1cenc1a a viaJ· d l . .
hermano rabino. ar e os vie1os y del cómodo apartamento en la colonia Condesa a media-
Jacobo prosperó lentamente 1 . dos de la década de 1930. Justo entonces, cuando las
retazos de telas nad en e negocio de los cosas andaban bien, contaba don Jacobo imitando el
, a ostentoso p ·
ciente. Bien visto ll ' ero un mgreso sufi- decir de La Merced que se le «arrejuntaron» dos serios
' aque o era un m'l 1 .
comerciantes pobre d b agro IITepetible: problemas que decidirian el resto de su vida: por un
s que a an 'd'
bres basándose sim l 11 ere ito a clientes po- lado, las pésimas noticias de Europa, las labores para
y 1a cosa funcionabaP ed Y hí anamente en la fi
. con anza. sacar al hermano y para salvar parientes y amigos; por
forma, para Jacobo lo ~a o e1 milagro. De cualquier otro, una campaña local que encabezaron en la ciudad
P rtante no era el negocio de México políticos de izquierdas y derechas contra ju-
204
205
. d Me'xi·co privado. Sólo Jacobo y Ruth
b memona e su .
y 1 aneses. Lo de la campaña pasó poco a
'"'''"'"'-'v
~ c~aban de uno a otro de esos Méxicos, de su~o mcom-
poco, aunque hubo días en que no se abrió la tienda por clf 'an en la casa de los Cammo.
miedo a los gritos, las pedradas y los saqueos. Jacobo y ºbles, que se reum . . , d d
patl . .ó a principios de la deca a e
otros comerciantes extranjeros de La Merced lograron Jacobo Cammo mun . ·d· que una so nna
b.
O de. ó escritas memo nas en yi is .
audienda con el presidente Cárdenas, quien les prome- 199 ' J 1 f ·1· Un pasa)· e ahí mencionado re-
d ·0 para a ami ia. . .
tió garantías. No es que hiciera buena su promesa, es trab:.J«Somos mexicanos porque somos supervivie;te~,
que pronto acabó aquel festín de politiquillos de segun-
;ªest~ tierra es de ésos, de supervivientes, nunca o o -
da y don Jacobo volvió a su negocio y a su preocupa-
ción central: convencer al hermano rabino de que la co- viden».
munidad en México se mantendría hablando yidis y que
respetaría las costumbres; persuadirlo, vamos, de que él,
su hermano, un rabino culto y ortodoxo, era una necesi-
dad en México. Fracasó en el intento. Nunca más vio ni
a su hermano ni al resto de su familia. Quedó para siem-
pre en claro que el México de 1920 había sido, sin saber-
lo, un salvavidas para él, el único de su familia directa
que estaba vivo en 1950. Una comedia de milagros.
Fueron tres los hijos de Ruth y Jacobo, los tres
prominentes en sus campos -uno empresario, el otro
científico y el último arquitecto-. Para fines de la dé-
cada de 1960, la vieja pareja había cerrado el negocio
en La Merced, vivía en Polanco en un cómodo aparta-
mento pagado por los hijos. Las frecuentes reuniones
en casa del viejo Jacobo eran un popurrí de acentos y
visiones: viejos comerciantes, tenderos y cargadores de
La Merced que acudían a las fiestas de los Camino, con
los cuales Ruth y Jacobo comparten recuerdos en su
mexicano-yidis de La Merced, mientras que los empe-
rifollados nietos habitaban un rincón de las reuniones
con su español de gente cool, cual si fuera ésa la lengua
milenaria y única de su estirpe, y cual si la opulencia
fuera de y para siempre. Cada grupo en las fiestas guar-
207
206
t~ • 1
......"'
No, yo sólo tenia quince años había ido
' poco a la
escuela, la torre de los Rivera había sido m · es 1
, 1 cue a; ahí Sí, y tanto, y tanto, algunos de los viejos fundadores de
aprend1 a leer y a escribir en castellano y catalá
.fi n, a ver- .. r la Liga eran asiduos a las tertulias de mi padre, mi casa
s1 car, a actuar, a recitar los clásicos catalane
h , s .. . escu- era un pequeño centro de publicación de literatura y pro-
c e, aun lo recuerdo: «Escolta Espanya -la d'
, , veu un '" paganda en catalán, aunque mi padre lo único rico que
fil! que et parla en !lengua- no castellana». y tenninába-
tenía eran algunos amigos. Ahí en la torre de Balmes
mo_s la tertulia con «On ets, Espanya? No et veig en/loe ...
aprendí el oficio de la imprenta. Mi padre, al fondo de
Adeu, Espanya!». [~sas] No le traduzco, niña, ya verá que
la huerta, en lo que fuera un establo, mantenía una pe-
para cuando termmemos estas cintas usted ya d ·
om1- queña imprenta con la que editaba publicidad de la Liga,
n~ el catalán mejor que yo ... ¡La de escritores y bohe-
poesía, hojas sueltas en las díadas de san Jordi ... El ofi-
m10s que visitaban a mi padre! ... Desde niños mi padre
cio me fue útil no bien pisé el puerto de Veracruz, pues
nos puso a actuar, a recitar, a traducir ... No recuerdo
mucho de escuelas y menos de ideologías ...
ahí un conocido de mi padre me dio dos cosas, lo recuer-
do muy bien: un pasaje de tren para la ciudad de México
y una carta de presentación para la oficina del impre~or
No, niña, no, a esas edades no se podía ser de izquier-
catalán Santiago Ballescá que tenía una oficina en la cm-
das o de derechas, yo era, claro está, hijo de una fami-
dad .. . Mire que la memoria es extraña, no recuerdo exac-
lia catalanista, mi padre había sido de la Liga, uno de
tamente dónde quedaba el taller de los Ballescá, pero
los primeras organizaciones nacionalistas, y yo después
tengo aquí grabado, como si fuera un paisaje de ese ge-
voy a pertenecer, ya hablaremos de eso, niña ... no me
nio mexicano José María Velasco, la bajada del tren de
deje olvidarlo, a Esquerra Republicana de Catalunya, un
la sierra de Veracruz y Puebla hacia la ciudad de Méxi-
partido independentista y republicano ... pero que yo fue-
co ... Aún hoy, el olor a humedad me regresa a esa pri-
ra socialista o comunista, ¡puf! ... Niña, cómo escribía un
mera impresión de una vegetación, unos verdes que yo
monárquico impresentable pero un brillante emprenyat,
no conocía ... Pero la estoy aburriendo, niña, ¿qué me
j 1
co~o se dice en catalán -él y Josep Pla, niña, pocos
j' as1-, bueno pues ese monárquico de Julio Camba de-
preguntó?
¡
1 cía que él no había podido ser socialista porque no le
No, que en cuanto llegué al taller de los Ballescá, al ver
alcanzaba, siempre fue pobre. Yo venía de una familia
el viejo que yo manejaba las prensas con soltura, me pu-
soflamera, pero que en realida.d estaba en la quiebra to-
sieron a trabajar en la edición de libros ... [INAUDIBLE]
tal. Lo del catalanismo ... no sé, puede ser que era como
Porque don Santiago había contratado muchos libros con
no soltarse del último lazo que nos ataba a los bien na-
Genaro García, entonces encargado de los festejos del
cidos de la Barcelona alta, pero ideología, ideología ...
¡puf!. .. Oficio sí: impresor ... centenario de la Independencia, y trabajábamos día Y
noche para terminar las encomiendas a tiempo. Yo vi-
210
211
. . . .. . . . . . . .llllJ11Jnnnum1Eou11D.....-..______~~.~---...---
vía en un cuartucho de la calle de López, pero la verdad
dormía muy poco. Lo que me sobraba del alquiler Pues así yo vine a México pero sin el dinero del padre
l , me de Valle. Ese México porfiriano fue una escuela de peca-
o gastaba por la noche en bares, cantinas y ... no se es-
pante, niña, pero ya estoy vie1·0 para mentiras p do para mí y para el marqués de Bradomín, pero para
··· ues 1912 yo ya estaba de regreso en Barcelona Y ¿quién me
eso, que me metía en burdeles de mala muerte detrás
de Palacio Nacional. .. Hombre, niña, ¡si yo apenas em- iba decir que volveria a México? Pero como Valle, regre-
pezaba a ser hombre! Y claro, no me alcanzaba para sé a México, pero yo para quedarme, Valle sólo por ho-
enviar dinero a Barcelona, pero me daba una gran vida, nores, más juana y más putas ... ¿Sabe?... tuvo sus amo-
o eso creía yo. Dormía poco, trabajaba mucho, y así pasé res con la Lupe Marín, aquella que fue mujer de Diego
Rivera ... Pero, ¿dónde estábamos?
un par de años que fueron un antes y un después para mí.
Mire, niña ... me fui niño, ilusionado, y regresé a Barce-
t lona hombre y cabrón, hay que decirlo. Sí, niña, pero no se salte usted a la guerra, que para cuan-
f do empezó en forma, en el 36, yo ya rozaba los cuarenta,
1,
r; muchas cosas pasaron antes, a mí y al país. Cuando re-
¿La Revolución? ... Ahora a todo mundo le parece tan
claro que en 191 O comenzó una revolución, yo estaba gresé de México aún existía la Barcelona que yo había
aquí en México, niña, cuando todo ese merde comenzó conocido, pero crecía y se industrializaba rápidament~;
y de revolución, revolución, de ·eso nadie se enteró ni e~ la monarquía parecía solida, pero en menos de una de-
191 O ni en 1911. Las primeras noticias de las rebeliones cada vino el golpe de Estado de Primo de Rivera, una
me sorprendieron en la imprenta de Ballescá. El viejo cosa buena para los negocios, al menos al principio, pero
decía que todo pasaría, que siguiéramos trabajando, que luego ... y al fin logramos la república ... un de.sastre,
no era ni la primera ni la última vez, que era como en pero yo no puedo quejarme, fueron años muy impor-
España, un pronunciamiento más, que los libros tenían tantes para mí. Entre el 12 y el 36 me volví un e~toso
que seguir saliendo, que cualquier gobierno pagana por impresor y publicista, salvé la torre de Sant Gervasi, me
ellos ... Pero vale que el muy vivales para mediados de casé con una sobrina, mucho menor que yo, pero esas
'¡I cosas entonces se hacían, niña, no me juzgue ... En el 32
1l! f 1911 decidió cerrar la oficina mexicana y trabajar todos
¡:i 1 los libros comprometidos desde Barcelona. Así se ter- me hice concejal de Esquerra Republicana y también lo-
1
minaron mis años mozos en México, me regresé con los gré, para qué mentirle, hacerme prominente miembro
! 1
de la elite nacionalista catalana. Vamos, que era un hom-
Ballescá, porque, la verdad, me entró miedo ... y no me
• 1
arrepiento, pero, pero ... yo como Valle-Inclán, pero en bre hecho con un destino para no bajarse. Mire, la repú-
blica, por ~aótica que fuera, abrió nuevos espacios políti-
1 .
1
1
menos pijo, niña, igual que él ... ¿Usted sabe que Valle
11
estuvo en México a fines del XIX? El muy pesetero se la cos para gente como yo, venida de una familia que lleva~a
!•"
; 1 pasaba fumando mariguana y pasándosela en grande ... tiempo queriendo ocupar un lugar perdido en la socie-
11 dad catalana ... Mi chamba, como dicen aquí, subió mu-
1
212
1
1
213
cho ... yo fui uno de los primeros que hacía publicidad
lo aún me hace padecer ... Mercé, así se llamaba mi mujer
moderna, carteles, anuncios de periódico y folleto ·e que no había cumplido ni treinta años, murió el 14 de
s ... ( 0-
noce usted el Anís del Mono? No ·verdad:> b
. . e . , ueno era un agosto de 1940 .. . pero ... pero ... un momento ... es que me
licor muy consumido y yo trabajé en esa publicidad
·, l bl que emociono ... así somos los viejos, niña ... Bueno, que
s~ vol~o e em ema de aquellos años ... [INAUDIBLE] me marché para Cuba con unos conocidos, pero no había
Rico, neo no, pero bueno ... no nos faltaba nada, escuche
n~a. ' podido sacar mucho dinero de España ...
-
. !
1
224 225
• 1
gencia militar mexicana, que si no te sientes un trai- III
dor a tu gente ... Abuso de la memoria
Pablo, con cerveza en mano, les habla de lo duro
que ha sido lograr una estabilidad, pero que al menos
la lengua no ha sido un problema. Todo mundo habla
español, pero que ya está tomando clases de inglés y
le tienen prometido subirlo de puesto cuando aprenda
un poco más. Les dice que su patrón griego es un ca-
brón, pero que le echa la mano con la migra. Les infor-
ma que con un campa ya han comprado una troca con
la que piensan irse a México a traer a sus mujeres. Su mu-
jer se niega a venir. Pablo manda dinero cada mes. ¿Ten-
taciones?, muchas, pero que un chamaco es un chamaco
y hay que dar para que crezca: lo que quiere es traerlo
para que vaya a la escuela en California y aprenda in-
glés «ahorita que está tierno de mollera».
Se despide. Tiene un jale de horas extras en la no-
che. Ya pagó su deuda y pronto empezará a construir
casa en Chiapas, afueritas de Tapachula, en donde su
mujer ya localizó un terreno ejidal en venta. Los antro-
pólogos le dicen que lo pondrán en comunicación con el
grupo de apoyo zapatista de Berkeley por si quiere tra-
bajar por la causa desde Estados Unidos. Pablo les dice
que ahora no tiene tiempo, pero que cuando acabe de
pagar la traca y de comprar la varilla para los cimien-
tos, igual sí, pues hay muchos campas allá que necesi-
tan los tres mil dólares del viaje.
226
!
H
1~ . • 1•
!. i
Seeeñores ... seeeñores .. . , los familiares del cadá-
ver me han confiado para que le diga el duelo a lo que
en vida fue ... el amor bolero. Porque extinto está el
amor que rimaba con hastío o frenesí y en azul, un
amar muy lloroso y de afectada zalamería, también eró-
tico -¡y tanto!- pero en el recato. Por los que ama-
mos «queriendo como en otro tiempo», aquí el elogio
de la saudade: el conocimiento de la esperanza que ya
fue. Porque una y otra vez he sido advertido: en los
posmodemos tiempos que van pasando es imposible
querer a alguien que aprendió a amar con los viejos
boleros mexicanos. No hay indiscreción ni clarividen-
cia en divulgar que las cosas acaban mal, no es de re-
comendarse el amar a destiempo, pero quiero honrar
a lo que tuvo de conocimiento ese lenguaje y esa se-
ducción, ese «amor de mis amores», esa «sangre de
mi alma» ... ese vivir «amarrado al recuerdo» que tuvo
por sede a la ciudad de México entre 1920 y 1950.
229
¿Incertidumbre? -¡ay cómo es cruel!-, ¿vanidad? -por
Riñen por salir uno con el otro ... su culpa he perdido-, y ya no estás más a mi lado. Todo
lo que soñé era mentira, tú has perdido la fe y te has
Se impone probar lo que quiero avanzar, es decir, vuelto medrosa y cobarde. Yo soy el árbol conmovido y
la instantaneidad y el automatismo nemotécnico que el triste, tú eres gotita de mi llanto. Es natural, piénsalo así.
bolero y sus aledaños produjeron en sus adictos. Dejo, Ya que es imposible dejar de quererte, ¡oye!, corta
pues, en libertad el fluir de mis neuronas sin que otra esos males, la doliente ansiedad que me fatiga. Voy vi-
cosa se interponga en su camino, usando como guía una viendo ya de tus mentiras, y en la eterna noche de mi
intención cualquiera, por ejemplo, una carta de amor. desconsuelo, te digo adiós, que te vaya bien.
He aquí esta derrama saliendo al galope, «aunque no No temo ir en desenfreno.
venga al pelo» (que siempre viene) y sin contaminación Soy muy tuyo,
alguna -ni una palabra- de otra memoria que no
sea la del bolero y sus aledaños:
El errante trovador de veras
Oye:
El recuerdo
Te quiero, dijiste, y ¡estabas 'preciosa! ¡Parece que
fue ayer! Pero poco tiempo después me maldecías. Yo De este mal y de este remedio quiero hablar. En
te quiero de veras, pero piénsalo bien ... Volverás, sé 1920 u hoy, todo amar en vernácula latina ha de re-
muy bien que volverás, que en cosas del amor el último montarse a los trovadores medievales - «Ay mia sen-
en reír, ríe mejor. Yo como créido no te debía querer hor, assi moir' eu! / Como morreu quen amou ta!»- o
pero te quise. ¿Fueron tus ojos o tu boca? No sé, no sé al romanticismo; también a los cantares de gestas o a
•
• 1
decirte que pasó, sé que tu cariño no es sincero, y tú, mi los romanceros de las lenguas peninsulares: «Sospiro lo
amor, lo has comprendido. Prefiero una y mil veces que sospirado, /que sospire muchos días,/ sospiro desemu-
te vayas, porque no eres legal. Ten presente, de acuerdo a lado /las llagas antiguas mías». Pero resalto un quiebre
la experiencia, que el odio es amor triste. reciente y trascendental en las incontables continuida-
Amarte fue mi cruz (¡ qué bonito amor!), perdón, si des y rompimientos históricos del sentir y del expresar
tú sabes que te quiero, pero vete de mí: si las almas se lo amoroso: el fonógrafo y la radio. En 1929, tan sólo
hablaran, las nuestras se dirían ¡ay, amor, ya no me en la ciudad de México, funcionaban 25 estaCÍones de
quieras tanto!
radio y en 1930 empezaron las transmisiones de la XEW,
Sembramos de espinas el camino, cercamos de penas la voz de la América Latina, que más no ha habido ... Cuan-
el amor y luego culpamos al destino de nuestro error. do las cuitas amorosas pudieron cantarse, gravarse y
' 1 230
231
l.
1
transmitirse urbe et orbi, toda voz personal resultó eco
•• creer estar inventando esa lengua sólo por hablarla, sólo
del coro d~ pa!abrería amorosa al que poblaciones en- or sospechar sus giros, sólo por amar o, cuantimás,
teras contnbman, ora componiendo, ora cantando
, . ., d
nada mas smt1en ose capaces de seguir un razonam·
, ora ~ólo por palabrear de amor. Y nadie dejó de hacer ni el
, . 1en- amor ni la palabreada.
to as1, t~~ umversal por la moraleja, como implacable El yo y el otro sabían las letras de las canciones,
por la 1og1ca: es natural que mi cariño huérfano de be-
sos busque dónde estar. las comprendían, entendían para qué servían, cuándo
y cómo se utilizaban. Repetir una de esas tonadas amo-
1 Ante esto, me vienen guangos Henri Bergson 0 Gas-
l ' rosas era reactivar la instantaneidad pactada entre dos,
i, ton Bachelard ~ara hacerme entender: se trata de la pri-
¡¡,, diez o cien. Aparte de quemarle copal a la cristiandad o
mera ocurrencia de un mismo instante vivido al uníso-
p rendirle honores a un rey, este lenguaje amoroso cons-
no por miles de personas de todo jaez. Además de ser
tituyó la primera ocurrencia histórica de tan masiva si-
experimentado a manera de consciente e inconsciente
multaneidad nemotécnica. Nada particularmente mexi-
colectivos, ese instante era repetible al gusto: se podía
cano al respecto, sólo que la ciudad de México fue de
oír la radio en casa o tocar una y otra vez las caras del
las tres o cuatro grandes capitales de esta primera ins-
LP, en aquellas barrocas consolas, mitad máquina mitad
tantaneidad colectiva en castellano. En inglés, varias ge-
ataúd napoleónico; o se podían tocar los acetatos en to-
neraciones fueron voz y eco de «Romance was a thing,
cadiscos cada vez más baratos. Es más, la ciudad per-
¡ kidded about / How could I know about lave I I didn't
mitía pedir la canción o canciones al trovador de la ca-
know about you». En castellano, el reflejo era automá-
lle o del tranvía, o al zutano de la guitarra infaltable en
tico y masivo: a «conocí a una linda morenita» , seguía
cantinas y restaurantes. «Tóqueme usted» este 0 aquel
para cualquiera, en todo momento y en todas partes,
fragmento del esperanto amoroso que todos entendían
«y la quise mucho, por las tardes iba enamorado ... ».
Y podían repetir de memoria. A razón de autobiogra-
Las metáforas, hipérboles y símiles del bolero y sus
fía, la canción popular refiere esta posibilidad de pedir
aledaños se convertían en instantes individuales, úni-
entrada en la instantaneidad, porque si hay pensar que
cos e incompartibles, pero sólo en el momento de la
pensamos, también hay canción que canta el escuchando:
práctica amatoria. Es decir, un hombre o una mujer al
«me están tocando ya la del estribo», «me toquen otra vez
amar podían sentir el aquí y ahora cual en su bolero
La que se fue», «guitarras, lloren guitarras», «guitarras de
privado. Podían mentalmente actuar como suya e irre-
media noche», «oiga usted, cómo suena la clave. Mire
usted, cómo suena el bongó». petible la instantaneidad que las canciones creaban en
espacios familiares o públicos, y sin siquiera recitar los
Esta lengua amorosa no se experimentaba como lec- «besos mordelones», las «bocas cual diminutos cora-
ción sino como complicidad -la de la clandestinidad
les », los «Ojos iguales a penas de amores». (Curioso, mi-
(cachondeo, erotismo) y la ordinariez-. Cada uno podía
litábase en el consenso heterosexual, pero el bolero Y la
232
233
•
canción popular fueron casi siempre adaptables a voz
, finalmente, el apego inevitable de todo esto a los lu-
femenina o masculina o a cualquier preferencia sexual
así tal cual un soneto de Shakespeare cuyo objeto d~
~ares y los olores en los que primero se fijaron como
bloques en las mentes de tanto amantoso o amantosa
deseo puede ser cambiado sin alterar la rima.) En fin, lo
que en el mundo ha habido. Reconozco estos bloques
invariable era que la instantaneidad personal fuera siem-
como sentimientos que, por no ser lingüísticos, no pue-
pre posterior a la colectiva, por la misma razón que no
hay lengua no social. do expresar en palabras pero cuya evocación corres-
ponde, sin duda, a una línea de uno u otro bolero que
Pero este lenguaje amoroso tan compartido, una
he dejado de escuchar o de cantar. Esto es, no recuerdo.
vez hecho memoria, hábito del ser (Bergson), producía
Evoco la sensación, la siento en toda su potencia, pero no
una conciencia que, creo, ganaba existencia más que
acierto a recordar la letra del bolero a que corresponde.
lingüística y musical. Esto es, Wittgenstein en «cancio-
Me empeño, por días, en recordar la estro\a para poder
nero Picot» (los cancioneros que se vendían para memo-
entender, para poner en palabras lo que de cualquier for-
rizar las letra patrocinados por las sales de uva Picot): la
ma es una experiencia viva y consciente. Esto es conocer
evidencia del amor era palabra; palabra que era a un
algo que no tiene nombre. Claro, soy un errante trovador
tiempo íntima y también una convención social, pero
que va en busca del amor, pero no soy tan antiguo: cuan-
el yo que ama no sólo dice y oye palabras de amor, sino
do no recuerdo la letra completa de una canción, recurro
que ve, siente y experimenta lo que expresa con lengua-
al Google, como todo intelectual sabiondo de los días que
je pero que existe a pesar de él. Para entendernos, soy
van corriendo, pero ¿cómo busco lo que no se expresa en
capaz de repetir de memoria miles de esas viejas can-
palabras? Por días soy habitado por esa sensación cuya
ciones amorosas, por un vicio de la infancia que no vie-
referencia músico-poética no hallo. Cuando la encuen-
ne al caso relatar. Sólo digo, con Temístocles y Darío,
tro, la experiencia se vuelve más cierta, pero también
que lo que quiero recordar no puedo y a veces recuerdo
más mundana, tiene nombre, fecha , olor, sabor, lugar,
sin querer. Con los años, he dejado de oír y repetir una u
por qué y cuándo. Esto es el conocer y saber c~mún, el
otra de esas tonadas y a menudo experimento lo que de-
que tiene nombre y dirección. Pero para qué exph~ tan-
cía sobre la afasia el médico francés de principios del si-
to si el fenómeno ya ha sido expresado por un vieJo bo-
glo XIX, Jacques Lordat: «tuve que acatar que los funcio-
lero amilongado o un tango abolerado:
namientos internos de la mente podían dispensarse de
palabras». Porque las canciones que recuerdo forman
Seré en tu vida lo mejor
bloques mentales hechos de variopinta materia: evoca-
de la neblina del ayer
ciones desatadas por las notas y los acordes, sensacio-
cuando me llegues a olvidar
nes desencadenadas por adjetivos sonoros, colores vivos,
como es mejor el verso aquel
imágenes poéticas cargadas de sensualidad y cursilería
que no podemos recordar.
234
235
•••••----mu111lllll111um----------------
r Ansiamos ese verso que sabemos mas '
e1ocuente ar que no por sugerentemente homosexual es me-
que ya no es de palabras. Eso era y es la poes ' EÍ pero : cursi al mezclar, en 1934, alta y baja cultura, alta
blema es que en 1920 la poesía como mem~~a pr~ y baja postura sexual:
vamente compartida había dejado de existir . mas1-
al , d , fu ' si es que
. gun ia e conciencia de todos. La canción rom , You're the top!
tlca popular fue lo más cercano a la conciencia , ~ You're the Coliseum.
d · d d d poet1ca
e una cm a ' e una nación o de una lengua Nº You're the top!
t as tan popul ares como Nervo Martí B , · 1 poe-
fu ' , ecquer 0 Peza You're the Louvre Museum.
eron memoria masiva, a menos que tuvieran 1 You're a melody from a symphony by Strauss,
d d · a suerte
e ser tr~ uc1dos a canción popular entre 1920 y 1950. You're a Bendel bonnet,
Gracias a la tecnología pues la instantane1·d d hí A Shakespeare's sonnet
·1 , . . ' ' a zose
a um:?no conocim1ento colectivo y vivencia individual [ ... ]
~~est10n del verbo estar por estar ahí y entonces; cues~ But if, baby, I'm the bottom,
t1on del verbo ser por ser polvo mas polvo enamorad You're the top!
Pero algo ~ás que la tecnología nutrió al poder cognitiv~
de la canc10n _po~ular romántica de entre 1920 y 1950, a En esto de lo cursi, lo único peculiar del bolero y
saber, la cursilena. Mejor dicho: la inevitable cursilena sus derivados en aquellos ayeres era que se trataba de
que_ ha ~esultado de ponerle un dedo más de sesos al sim- la primera vez que una versión histórica de la cursile-
ple mstmto de fornicar. No hay más: fuera del mandato Iia se volvía consumo universal -una mezcla de mora-
reproductor de la especie, el resto es literatura, larga y lina victoriana, romanticismo decimonónico, erotismo
de~sa, acerca de una subespecie mamífera que por mi- y blasfemia populares y las primeras vanguardias--. No
leru~s no ~~ ha resignado a ovular, eyacular y punto. Lo me refiero a una corriente literaria, sino a una manera
cursi sur~10, surge, se esparció, se esparce, cada vez que de hablar, sentir y experimentar el amor que alguna vez
u_n o o mas de los enfrascados en la fornicación se de- fue corriente literaria. Digo que aquello era coyness -esa
ciden a abrir la boca para algo más que gemir, ora para palabra inglesa que como ninguna castellana que yo re-
procu:ar sexo ora para glosar el coito. Una vez más, nada cuerde aglutina timidez, pudor, pecado, deseo, coqueteo
peculi~rm~nte castellano o mexicano, la canción popu- y sensualidad-. Porque en esencia toda esa vieja can-
lar en mgles o en cualquier idioma ha nacido también ción romántica trata de copular y nada más. Pero si aún
de ese milenario editorializar dél coito o su ausencia. hoy somos incapaces de copular sin algún disfraz de
Ahí las deliciosas sugerencias, cursis y eróticas, de Cole coyness, ¿qué podía esperarse del amor en ese extendi-
Po~er (~<Sorne Argentines, without means, do it / [ ..} / do siglo XIX que duró en castellano popular hasta bien
Let s do zt, let's fall in lave»). Mejor aún, ahí el Porter del entrada la década de 1950?
236
237
r·
n a actualidad, a poco que uno repara en las letras lero es militantemente trasnochado -un pretender la
de esas canciones, lo cursi nos inunda de oropeles, de elegancia que ya no era elegante ni siquiera enton-
requinto (abigarramiento) musical y poético, todo alre- ces-. Pero también fue cursi porque cuando se estaba
dedor del simple instinto de lo que en diferentes verná- o se está en el estado químico del enamoramiento pocos
culas castizas se dice follar, coger, pisar, chingar, plan- eran o son Baudelaire o Mallarmé, o Leopardi-el que
char, tranzar, yacer. De hecho, tengo para mí, aunque no en pleno siglo romántico renunció al amor (¡cuánta cla-
lo sé de cierto, que todo aquello ya era cursi en sumo- rividencia! ) para ser profundo, real y por ende pesimis-
mento, it m eant to be so always . Porque en la moder- ta-. Nada más lejos del bolero y sus aledaños. En lo
nidad decimonónica -ante la cual es inaudita la preten- bolerístico podía haber odio, inclusive pesimismo, pero
sión de creernos post-, todo en el amor es cursi o no es dentro de los binarios odio-amor, felicidad-tristeza, que
amor, es erótica, es ética o sexología o pornografía. surgen de la esencial fe en la perfección y la felicidad ab-
En ese otr o tiempo «quiero coger» se decía: solutas. No Leopardi, sino eso, boleros, que pueden ser
filosóficamente penetrantes, pero sólo por no intentarlo:
•
1
1
¡, l Si no fuera a pedirte tanto,
yo te pediria vivir de hinojos,
es filosofía sin querer. El bolero afronta las incertidum-
bres y tristezas de Leopardi con otro vestir:
1 ¡¡1: i mirando siempre tus tristes ojos,
;'l .¡
' 1'
1 '
ojos que tienen, ojos que tienen
sabor de llanto.
¡Ay cómo es cruel la incertidumbre!
[ ...]
¡Ay .. . esta amarga pesadumbre!
Pedirte tanto, dar tanto, es sexo. Imaginemos a nues- Si ella merece mi dolor o ya la tengo que olvidar.
tros bisabuelos armando la sugerencia, sintiendo el so- Si la vas a juzgar corazón,
laz en el ofrecimiento, la instantaneidad poética obli- nunca pienses que ella es mala.
1 gada de un código compartido (de dar a quien bien Si es valiente y te comprende,
j pide) : si me dieras sexo, yo no sólo aceptaría sino en-
salzaría tu coyness, porque te pinto con ojos de santa,
no la pierdas, corazón.
l
¡1 1
de sensualidad inerte que no sugiere nada aunque lo Cuando leemos en Goethe «Herz, mein Herz, was soll
i quiera todo, porque tus ojos llorosos son de mujer bue- das geben? )) (Corazón, Corazón mío , ¿adónde va todo
t f· na, no de lujuria y lascivia, porque es tu timidez lo más
i esto?), sentimos profundidad, pero ¿por qué? , ¿por lo
!· 1 excitante. dicho o porque es Goethe y es alemá n? Un tango abo-
1 '
j La instantaneidad de que hablo, pues, fue este inter- lerado lo dice, a su manera: «Uno sufre hasta entender I
1 cambio de sensualidad fugaz y compartida, y tenía que que uno se ha quedado sin corazón» . Otro tango más vie-
ser cursilería. Claro, el amor romántico es cursi y el bo- jo lo ponía claro, después de todo en esto de memoria
1
¡1 238 239
240
241
De mujer a mujer
También, ya en los boleros tardíos de la década de
usar podría de mis recursos 1960, se hace posible cantar la autoculpa masculina en
como tiene que ser
vista de la compleja sexualidad femenina. Pocos hay que
lo cojo en mis brazos ardientes canten la impericia sexual masculina, pero hay:
con besos de muerte
lo estrecho con fe entre mis brazos Que de mí te cansaste,
y lo hago sentir que otro amor encontraste,
que de mujer a mujer yo lo comprendo.
1.
la lucha haremos
il
.! 'j
1
y así triunfante, con él me quedo
de mujer a mujer.
Porque todo en la vida,
aunque sé que lastima,
lo que empieza termina.
1, Cursi, sí, pero sin recato, sin virguerías, duro y rudo. Y no tengo derecho de engrillarte
La cursilería también daba para expresar los más bajos a mi lecho
insultos y pasiones, sin necesidad de gran elaboración, aunque sangre mi herida.
en un código compartido de pecados en breve. Ejemplos [ ... ]
varios:
Pero cómo le explico a mi corazón
mi vergüenza de verte con otro amor,
[Mujer] Sabes de los filtros que hay en el amor; que te dio lo que ya no te diera yo
tienes el hechizo de la liviandad.
que fallé como amante.
1
o de La delgadina en este cantar popular. Lo ranchero al hijo y el hijo larga esta dulzura: «sólo le pido a mi pa-
¡ también tuvo la ayuda de los rr¡.odemistas mexicanos dre / que no me entierre en sagrado / que me enterre en
¡. strictu sensu; mientras unos intercambiaban sus «era tierra bruta donde me trille el ganado ».Las ironías no
llena de gracia como el Ave María », otros de estos mo- faltan, sacadas del refranero mexicano o del español
dernistas recolectaban canciones y romances popula- amexicanado: «no soy monedita de oro pa caerle bien
244 245
a todos», «arrieros somos y en el camino andamos». o [ ... ]
cuando un paisano ve feo a un policía rural: «oiga ami- y que sólo hay que gozar de los placeres
go qué me ve / la vista es muy natural» . Y después de ha- que nos brinda una mujer o la bebida.
cerse de balazo:, el rural lanza aquello de: «le dijo: oiga [ .. .]
no se vaya I acabeme de matar». En fin, que este viejo No sufre el corazón no hay alma herida,
cantar popular que hoy llamamos ranchero no era me- de sabio es la razón de Vargas Vila.
nos elocuente que el bolero, pero era de otro departa-
mento de la elocuencia. En fin, lo cierto es que me cuesta recordar más de
~1 bolero adoptó la «Catrinura» modernista, pero ab- este estilo. Lo común fue asumir como lengua propia
sorbiendo el producto ya digerido por la retórica deci- todo aquel embeleso modernista sin reparar en las fuen-
monóni~a, sin .necesidad de recurrir a la mitología grie- tes. Eso sí, las letras de las canciones seguían rimas y
ga o latma o siquiera a cita alguna: modernismo como armonías más o menos sencillas, repeticiones y estribi-
sentido común. Hay, sí, dos o tres piezas que circulan llos cual juegos de nemotecnia:
por. mi .mente que tienen -as it were- pie de página, es
<leen-; citan. Por ejemplo, el clásico de Rafael Hemández: Tipi, tipi, tin tipitón
todas las mañanas frente a tu ventana
Borinquen, suena esta canción.
la tierra del edén,
la que al cantar Pero habla, habla, habla
el gran Gautier hasta que quedes vacía de palabras.
llamó la Perla de los Mares.
Noche tibia y callada de Veracruz.
En efecto, Gautier, imagine usted ahí el pie: «Théo- Cuento de pescadores, que arrulla el mar.
phile Gautier, XXX, pág. X». También hay un bolero más Vibración de cocullos que con su luz
reciente que me viene a la memoria en la voz recorta- borda de lentejuelas la oscuridad,
da de Daniel Santos:
borda de lentejuelas la oscuridad.
Cada vez que me dices que no me quieres, Noche tropical, lánguida y sensual.
en mi mente se transforma y se perfila Noche que se desmaya sobre la arena,
el odio que tenía a las mujeres mientras canta la playa su inútil pena.
el colombiano a quien llamaron Vargas Vila. Noche tropical, cielo de tisú.
1 246
247
1
.l
Las sencillas rimas seguían tonos menores que in- adjetivos, verbos, metáforas, hipérboles, símbolos ... una
variablemente cambiaban a mayores, tres o cuatro lí- variedad inconexa que muy probablemente entraba en
neas de pentagrama pero con tempos y compases que función, consciente o inconsciente, en muchas activi-
podían variar en el tiempo y en el espacio, de ahí la fa- dades de la vida. En artículos de la prensa científica me-
cilida~ de memorizar las canciones, adaptarlas a luga- xicana, entre 1880 y 1950, puede encontrase adjetiva-
res Y circunstancias distintas. Si uno escucha las prime- ción, lógica, de poesía modernista cum bolero. La cosa
ras versiones de Imposible de Agustín Lara (década de era endémica, porque para fines del siglo XIX hasta el
1920), se encuentra la misma letra, los mismos acordes lumpen hablaba «bolero » cuando de amor se trataba:
que presentaban las versiones de las décadas de 1930 ; en 1904 Carlos Roumagnac transcribió los escritos de
1940 en las voces de María Luisa Landín o de Toña la una prostituta a su amado, en prosa que para 1930 era
Negra, pero el tempo y la candencia ya eran completa- ya bolero:
mente diferentes. En la década de 1920, la influencia del
Caribe, de Yucatán, del fox-trot, llevaron a Lara a idear Por lo más santo de la tierra juro, güero mío, que me
un tempo rápido, entre son bambuco y copla española arranco la vida si tú dejas de escribirme o benirme ha-
rápida. Pero el bolero con el tiempo disminuyó veloci- ber [sic]. ¿Por qué me abandonas? Me dices en tu carta
dad porque parece ser que es con lentitud que se mueve que te han dicho que soy favorita de ... , no es cierto te
lo sensual: una pachorra que invitaba a pensar lo más lo juro por la sagrada y bendita memoria de mi padre
osado en el océano de silencio entre palabra y palabra ... que no es berdad [sic] nada de lo que te han contado, no
sobre todo, si aquello salía de la cavernosa lascivia de El- seas cruel, no me uncias [sic] en la desesperación porque
vira Ríos o de la gangosa concupiscencia de María Vic- pierdes a una alma, que no tiene más culpa que adorarte
toria. Con frecuencia los boleros de la década de 1930 con idolatría, con locura, con fe ciega, te adoro, güero
ganaban tempo a mitad de la canción, pero siempre ti- mío, como se adora a Dios al ir al cielo.
rando a lo lento. Cuando los tríos empezaron, el tempo
Y la cadencia variaba en los alambicados arreglos de ¡Olé! Igual, en 1899 el médico Francisco Martínez
voces y arabescos entre compás y compás, desde el len- Baca, en un estudio psicológico, describía el erotismo
tísimo fraseo de los hermanos Martínez Gil («Chacha, de los tatuajes de delincuentes y militares mexicanos
miiiii Chacha linda») al más ágil y hasta tropical sentido con la prosodia y memoria que después fueron sen-
de Los Panchos (« Me voy pal pueblo, hoy es mi día»). tido común vía el bolero: el erotismo de los tatuajes se
1,! Todo lo anterior, para las generaciones que crecie- debe «a que el sentido genésico, adormecido por la falta
1· 1 ron con esto, no fue más que recursos nemotécnicos de acción, es exaltado por los recuerdos y exige el cum-
1 ¡ inconscientes que hicieron que aquel vasto armatoste plimiento de la función fisiológica, la que, no sati.s fecha,
amatorio se quedara instalado en sus cabezas. Palabras, aviva la imaginación, despierta los deseos y acrecienta el
1 248 249
1¡
'.
,,,'1.
,.
-
~
1
· O». or igual, el doctor Guillermo Campolla Nú-
mi vida entera yo te daría a ti;
ñez en la década de 1940 sostenía en los términos de
Agustín Lara que el amor era un tóxico: si tus labios rojos yo pudiera besar, moriría de amor.
•• 1,
de una memoria en la mía que va perdiendo conexio-
0 de una memoria prestada a otro tiempo, la melan-
nes neuronales dentro de mí, pero sobre todo entre ce- y , did .
colía que uno pueda sentir por lo per o tiene que ser
rebros fuera de mí. Cual un científico que se inocula
con el suero que ha descubierto, exploro en mí mismo el de alguna manera fingida, porque es la saudade po~ lo
ue fue, pero que nunca fue en verdad de uno. Una im-
encuentro entre memoria y conciencia gracias a este ana-
cronismo de mi memoria. ~ostura, p~e
no obstante, de la calaña del fingimiento del
ta (según Pessoa) que finge tan completamente que fin-
q Un té Y una madalena desataron en Marcel Proust el
oficio y el vicio de la memoria; encontró en su infancia ge el dolor, dolor que de verdad s~:nte. Hoy todo l~ ~ue
J que el placer es siempre en pasado. Pero ficción o no rodea al bolero y a la vieja cancion popular romantica
¡ era su infancia, no la de sus abuelos. Yo he hecho us~ es sinónimo de saudade, un pasado accesible mental-
1
i ~
'
del amor y del idioma en que lo aprendí, la vieja can- mente sólo como lengua muerta, pero cuya ~ortaleza ra-
dica en la conciencia de la pérdida. Si evoco un viejo
ción romántica popular, para explorar la conciencia
como algo que habita fuera de mí. Una conciencia que romance español, gracias al milagro duradero de la len-
se activa, en el trovador trasnochado, sin querer, con gua puedo acceder a algo, no a todo, a lo que accedía
una familiaridad que roza el automatismo, hasta que un al~ien que lo escuchara por los campos de C~~tilla en el
buen día esa conciencia se revela extraña, ajena y mo- siglo xv. El gran coleccionista de romances vieJos portu-
ribunda: el yo gana cierta independ~ncia de uno a poco gueses, Almeida Garrett, comentaba cada ro~ru:ice que
que se va muriendo el pequeño nosotros. Claro, la muer- coleccionaba y lo hacía poseído por la musicalidad de
:¡ te lo acaba todo, pero ése no es el problema, sino la es- sus hallazgos, tanto que «no puedo negar que hay mucho
"¡ J
tocástica del olvido. Ya lo decía todo un viejo corrido
mexicano: «la muerte no mata a nadie / la matadora es
de mi pegamento en el unir y pegar de las piedras :nejas
y ellas eran pocas y tan dispersas ». Porque a m~diados
• la suerte». del siglo XIX Garrett podía explorar el amor del siglo XIV
0 xv, pero de saudade nada. Él la rescataba como q~i,en
A lo que temo no es al anacronismo, sino al olvido.
Lo que me intriga es la saudade. Porque a veces creo escarba ruinas y disfruta del hallazgo, pero la conexion,
que la popularidad moderna de lo que Cyril Connolly el sentido de pérdida, se extravió en el tiempo.
llamó proustian onanism se debe a que En busca del Para Teixeira de Pascoaes, la saudade era «la espe-
tiempo perdido «acatrinó » una manía vulgar y humana: ranza y su materialización o decadencia en f~~as de
la saudade. Por su parte, la rápida evolución de la neu- recuerdo». Ahí está la clave para entender el vicio de la
1
rociencia ha resultado ser el onanismo proustiano cual saudade. El ejemplo del bolero como «formato por de-
!I fault » para amar, me hace capaz de imaginar es~era~zas
!¡ ciencia. Ya va bien hacer arte y ciencia de la saudade,
·/ es como legitimar con sonetos o con hidráulica no sé sin referente real y sencillamente sentir la expenencia de
,, el llorar a ratos sin razón alguna. Cuando se vive'. com~ la conciencia saudosa funcionando en automático, con~
migo y a pesar de mí. A diferencia de un recuerdo de m1
252
253
l ..
~ ji
l
1
infancia, que por errado que sea, existe sólo gracias al pU
ede ser más que eso, recuerdo. En la memloria_pue-
,
d habitar un placer no mio, por
que al evocar o m1 me-
1 . 1
! referente de una vivencia real, lo que los boleros han e . o busca constatar sino recrearse en a s1mp e
provocado en mí no tiene más que el mecanismo de la mona n e roduce lo que después de todo es, tan
saudade en estado puro. La memoria recuerda porque esperanza qu p d y así al son de boleros, recreo
recuerda, añora porque añora, y olvida al fin porque es sólo puede ser, pasa o . ' ., al cual
1 lofrío de la suprema comumon humana,
olvido selectivo. En efecto, piénsese a la saudade como e esca forma de un abrazo inolvidable, pero a una
un rasgo de nuestra evolución neuronal diseñado para evoco en
reconocer y mantener la esperanza; para vencer, si pro- mujer que nunca he conocido.
visionalmente, al olvido.
Es decir, la saudade podría ser no cosa exclusiva de
humores melancólicos, sino tan wired, tan metida en
nuestro diseño neuronal, como el deseo carnal o los ce-
los. Así, como dice un bolero, «Camino del amor está el
placer / camino del placer está el vivir», y ahí encamina-
dos: la saudade. Otra, si con la saudade no gana del todo
al olvido, no al menos por un ahora y un aquí momentá-
neo. No obstante, está claro que la saudade sirve para
poca cosa más; es un vicio tan onanístico como peligro-
so (deprime y llega a matar). Puedo, claro, intentar olvi-
dar el mecanismo, la saudade, sin necesidad de borrar el
cancionero que cargo en la cabeza. Puedo intentar hacer
de las canciones, simples datos ... pero, dice otro bolero,
«y ahora que te voy olvidando / siento que está llegando
otra nueva canción». Es inútil. Cuando intento desactivar
el triste e infructuoso recuerdo de la esperanza que es la
saudade, me descubro con nostalgia de los intentos ante-
riores, más inocentes, más esperanzadores. Me digo a mí
mismo: «Y si pretendes remover .las ruinas que tú mis-
mo hiciste / sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi
amor».
No hay remedio, uno es siempre el recordador. El
amor es la remembranza del placer, algo que en sí no
255
254
12
La autobiografía La estatua de sal se publicó en 1998. 1 El libro apa-
reció con un cabal prólogo de Carlos Monsiváis, enton-
ces el intelectual mexicano que más había hecho para
dar peso a la figura de Novo. El prólogo fue el primer
Beauty
intento de lo que después (2000) Monsiváis publicaría
Is no more than the desire
como Salvador Novo: lo marginal en el centro.2 A prin-
That makes .our weary hearth throb
The rest zs lzterature. · cipios del siglo XXI, de la cariñosa mano de Monsiváis,
Novo alcanzó los estudios literarios en las universida-
António Botto, Canr;6es, según l des norteamericanas cual santo patrón de los cultural
traducción de Fernando Pesso a o de los queer studies. «Para que el cielo heterosexual
1922 a, ca.
exista» , decía Monsiváis, «Se requiere fijar, con saña mi-
Por ahí de 1945 al nuciosa, el infierno de los homosexuales». El consumo
- , . , poeta Salvador Novo (1904-1974) académico de Novo en la década de 1990 hizo que don
•. ' cuarenton rneXJcano obcecad
k- ra bellas y firme d , . o por sus carnes, otro- Salvador sufriera la metamorfosis del invertido de ayer
~ escribir sus me s, .e sub1to cuajicolgantes- le da por recluido en los círculos del infierno, al gay de hoy sa-
! monas Last't l ' ._
iy de autocastigo, La es~atua Je uº¡ con ah?o de Biblia lido del infierno y del clóset.
ni las publicó ocup d sa . Pero Il1 las terminó Memoria con voluntad de escándalo, La estatua de
''
'
rimador del odio d l d
ª o como estab 'l
a en ser e mismo: sal ha tenido un destino quizá inimaginable para Novo:
serio de la condi~ió~ h eseo y d(e la burla gorda; poeta sólo escandaliza en reversa y se ha vuelto un texto ca-
. umana «Los que t nónico de los profesionales del post-esto y el post-lo-
rnlfada culpable y enemos una
amarga / po d d .
no lograda del mund ) r on e filfa la muerte otro, del horno-así y del trans-asá. Dondequiera que
O» ; ensayist d l b esté, don Salvador ha de frotarse las afiladas manos.
la ciudad era todo lo q 'l ( a e o ur ano porque
ue e era «El ensa En efecto, hoy el libro regresa a su voluntad de escán-
practico ' es el 1·n·ert .
] OVlVO»)·b , yo, como yo lo
blicista al se,....,; · d _ ' urocrata cultural y pu- dalo sólo si se evoca que en 1945 nadie entonces publi-
i • ,c10 e sen orones - .
habitante de la manceb ' h y senontos; y también caba la confesión llana de amores homosexuales. Sobre
México. La estatua de s 1a omo~exual de la ciudad de todo, nadie podía describir culos rajados o vergas in-
adolescencia y la pn· al, ~ues, solo narra la infancia, la mensas y morenas o el semen gris en su camino al sue-
mera Juventud d l .
ración la puso el psicoanálisis· el ·e6_ ~oeta. La mspi- lo ... todo lo cual es materia prima de La estatua de sal.
Fueron , · ' gm n. la mala leche Tales descripciones, aunque hubieran referido amores
pagmas para autodescifr ·
zar, para hacer las . arse y para escandali- heterosexuales, habrían sido impresentables en 1945,
. paces consigo m · .
qmen se pusiera al p ismo Y para Joder a o en 197 4 -año de la muerte de Novo-. Porque de
aso.
haber había, desde fines del siglo XIX, letra impresa
256
257
i...
de tema abiertamente homosexual: la novela brasile-
nejo inusual de varios registros del español -des-
ña de Adolfo Caminha, 3 algunos versos de Walt Whit-
;ªlos clásicos castellanos hasta el caló urbano-, con
man, los de António Botto o los de A.E. Housman, los
0 e dominio de la rima y su conocimiento de la poesía
cuento~ de E.M. ~orster. En la caricatura y la pintura, su , . c ·
~esde fines del siglo XIX, la homosexualidad adquirió es
ta dounidense -entonces insólito en Mexico--. uno-
·d ·
~magen: en algunas caricaturas burlonas de los «lagarti- sam ente ' su amor a la poesía de Estados Um os non- ,
bacon el desdén que siempre expresó por ese pais, en
JOS >~ de la ciudad, los Wilde de la ciudad (como en una ma 1 . l.
parte como burla, en parte como d~fensa de nac1ona is-
1 cancat~~a del 18 de mayo de 1911 en Multicolor en que
¡, la relac10n entre un lagartijo y un limpiabotas -¡ay!,
mo revolucionario: «los norteamencanos son un pueblo
,!.' tan queridos de Novo-, decanta en burla y doble sen-
sin educación [ ... ] no lo consentiremos. No apren~e
tido). O ahí, en las ilustraciones de Rodríguez Lozano a remos inglés. Ese pueblo, esa raza de cowboys y bathmg
')1/, .. La isla de Judith Martínez Ortega -una novela sobre
girls, desaparecerá; nos alientan Vargas Vila y el himno
nacional».
¡t ·. el reclusorio de las Islas Marías en las que Martínez
Como ningún intelectual mexicano de la primera
.
. ·i ". . Ortega trabajó de funcionaria-. 4 Los trazos de Rodrí-
mitad del siglo :xx, Novo habló y escribió la sab~osa Y
guez Lozano hablan, claro, de homosexualidad, pero
; 1¡¡ vulgar vernácula chilanga, aunque todo lo escnto en
también de amor sin burla. Y en los óleos de El Corzo
esta lengua sólo fuera publicado póstumamente. Tam-
(Los paranoicos), o en el dibujo de J.C. Orozco, Rorros
Fachistas (publicado en El Machete en 1924), Novo es bién fue el gran cortesano cultural de los regímenes
revolucionarios; por ello fue realmente un portentoso
protagonista, y en ambos se trataba de una burla, de ho-
mofobia. Lo inhallable en letra de imprenta o en imá- manipulador de la muy feudal y masculina sociabili:é
genes, en 1900 o en 1945, o hasta la década de 1960, mexicana. Logrados fueron el dinero y la fama que pedía
La estatua de sal. Finalmente, Novo también fue lo que
eran culos y vergas. De cualquier forma, La estatua de
Porfirio Barba-Jacob llamó «un nalgasobo puto con ban-
sal no fue un escándalo ni en 1945 ni en 1974: nunca
se publicó, y para cuando sucedió ya no fue un alarido dera arriada». Es decir, un homosexual que lo mismo
de obscenidad y rabia, sino un importante documento levantaba gendarmes o se enfrascaba en orgías ho~o
histórico de la vida urbana a la que poco acceso tene- sexuales de políticos e intelectuales en burdeles de v~cm
mos los historiadores. También ha sido material para dad, sólo para regresar siempre, siempre, a la comodidad
una u otra moda académica. de la vida burguesa y a los favores oficiales.
A pesar de la variedad, lo más obvio ha sido buscar
Novo fue lo más cercano a un Karl Kraus de la vida
urbana mexicana de la primera mitad del siglo xx; tam- culos y vergas en La estatua de sal. Pero hay m~. Cuan_do
bién fue, ha dicho Guillermo Sheridan, un nada des- Barba-Jacob decía de Novo lo de «bandera amada», ana-
preciable modernizador de la poesía mexicana, con su día: «yo soy puto con bandera desplegada». En efecto, lo
que asombra no es la canonización de La estatua de sal
11 258
259
l./
como especie de federal papers del queer studies, sino amigo y no de Novo. Como las de Novo, las memorias
¿por qué Novo? Porque si de vida e identidad alternati- de Nandino fueron publicadas póstumamente, pero un
vas se trata, los héroes acaso hubieran sido otros: Barba- periodista, Enrique Aguilar, publicó aún en vida de Nan-
Jacob, Ricardo Alessio Robles, Jorge Cuesta ... persona- dino (1986) una biografía «no/velada» del poeta basa-
jes cuyas vidas terminaron en tragedia, como todas las da en largas entrevistas (obra que Nandino desautorizó
verdaderamente vividas en los bordes de lo aceptable, con vehemencia). Por otro lado, están los textos biográ-
·¡ de lo decible y de lo vivible. Barba-Jacob, Alessio Robles ficos de Jaime Gil de Biedma (1929-1990), recolectados
·t
•l o Cuesta son personajes de La estatua de sal cuya perdi- y publicados el año de la muerte de Novo, 1974: Diario
~
I'
1
ción el narrador observa de lejos. Leída como las memo- del artista seriamente enfermo. 6 Todos estos textos no se
' '
1
¡ ;
rias del poeta, del ensayista, del burgués, del burócrata, mordieron la lengua y fueron un quebranto para la mo-
! ; y del dandi homosexual, La estatua de sal no empieza y ralina heterosexual mexicana y española. Las de Gil de
1¡[ termina en culos y vergas. Como memorialista, Novo re- Biedma, sin embargo, fueron eso: merriorias 'de sus aven-
11,
vela las ventajas y las desventajas de la buena memo- turas con niños y adolescentes en Filipinas, a los que
ria, de la mente rapidísima, la cual irremediablemente pagaba o recogía en las calles de Manila, ciudad en la
11'! habita lo veloz y lo soez, la ironía y la burla a toda costa que el acaudalado poeta regentaba el negocio familiar.
y en todo momento, lo que es decir dar a la ciudad lo En cambio las de Novo y Nandino fueron recuerdos de
que la ciudad exige. Así leída, La estatua de sal también encuentros homosexuales, pero sobre todo memorias
muestra las paradojas de la franqueza en el camino a de lo que es tener una gran memoria y una mente rá-
•! la traída y llevada necesidad de identidad. Y, además, La pida. Es decir, memorias de los lances de la memoria.
l estatua de sal deja ver los naipes de un exitoso jugador Novo, decía Monsiváis, «sólo admite la lealtad de
de la política mexicana. la sátira, el género donde el insulto, ennoblecido por la
maestría verbal, le resulta a sus cultores la forma admi-
nistrable del reconocimiento ». Cierto, pero eso no fue
Memorias de la memoria lealtad, fue condena, la de la excelente memoria, la de la
capacidad de capturar, en exactas cápsulas, el tiempo,
En el castellano del siglo xx sólo recuerdo dos auto- el espacio y las palabras. De muy niño, cuenta La estatua
biografías que se asemejen a La estatua de sal en el ha- de sal, Novo «daba muestras de buena memoria», me-
blar directo y detallado sobre el amor homosexual. Por morizaba recitaciones y manuales de rima. De joven se
un lado, Juntando mis pasos, 5 las memorias de Elías aprendía de memoria los manuales de francés y podía
Nandino (1900-199 3), el médico (proctólogo por servir repetirlos sin saber pronunciar una sola palabra en esa
a los amigos), poeta (cercano al grupo de don Salva- lengua. Ya de viejo hizo rima de su don:
dor, los Contemporáneos, pero nunca parte de ellos),
260
261
+·· 1'
1,
Yo puedo hacer versos perfectos, cosas, pues han sido barridos del campo por la divina
medirlos y evitar sus asonancias, grosería ».
poemas que conmuevan a quien los lea La estatua de sal muestra que el memorioso no con-
y que les hagan exclamar: «¡Qué niño tan inteligente! ». trolaba su memoria y su mente rápida. La muy endina
i
¡1 de la memoria recuerda porque recuerda y arma versos,
Yo les diré entonces ensayos, memorias o insultos a su buena gana. Novo
1
que los he escrito desde que tenía once años: mismo fue víctima de su excelente memoria, le costó
¡ 1
No he de decirles nunca
i amigos entrañables. En fin, las memorias de Novo son
que no he hecho sino darles la clase que he aprendido las del cabrón que no se puede parar: la capacidad de
de todos los poetas. burla e ironía va más rápida que su necesidad de ser
amado. Esto hizo de Novo no más y no menos que la ciu-
Todo en La estatua de sal es producto de una memo- dad de México, la arena de odios y amores en la cual
ria privilegiada. Novo evocaba con detalle exacto nom- gana el más rápido de mente. Sobre la ciudad triunfa,
bres, lugares, colores y sabores. También recordaba qué, por la ciudad habla, aquél que vive y captura la instan-
cómo, cuándo y por qué recordaba. Se acuerda cómo taneidad de lo urbano. Novo no escogía la burla y la
utilizaba su fina memoria para vivir sus varias vidas. ironía; a él lo desbordaba el imperativo retórico de ga-
Memorias, pues, de una memoria. Sus contemporáneos nar.el argumento, de encapsular cada ocasión, en una es-
lo evocaban como el mejor tahúr del insulto y del come quina, ante un chofer, ante un poeta o ante quien sea. Su
back. Novo era, dice Nandino en sus memorias, «cínico, capacidad de retener al aire e hilar recuerdos le permitía
procaz, desvergonzado, gracioso, irónico y con una len- transcribir la manera en que las ciudades se expresan,
gua viperina». En efecto, Novo remomara en La estatua en instantáneas. Así, por ejemplo, la fugaz aparición de
de sal sus lances, sus veloces y contundentes repiques transeúntes, las fachadas de los edificios y las lecturas
ante cualquier adversario o amigo, para salvarse de los de libros estadounidenses que exotizaban a México, ad-
obstáculos sociales que la homosexualidad le producía quirían en Novo existencia de flash urbano (no en La es-
o para reinar en la burocracia y en la literatura. Sólo él tatua de sal, sino en sus crónicas):
sabía de memoria los autores, las citas, podía impro-
visar el chiste rápido, armar la burla recurriendo a todo El tipo de las mujeres ha respondido siempre al de la ar-
lo largo y ancho de la lengua espa,ñola y mexicana, y ri- quitectura y la industria de su época (la arquitectura, esta
'
1 mada con métrica de soneto, con la candencia de la lu- industria de ayer; la industria, esta arquitectura de hoy).
·I cidez instantánea y, también, del insulto soberbio ... Ante No hace mucho que advertí una curiosa coincidencia
1 esas mentes, decía Schopenhauer «que la verdad, el co- entre las salpicaderas de los coches y las faldas (las sal-
nocimiento, el espíritu y el ingenio vayan recogiendo sus picaderas, estas faldas de los coches; las faldas , estas
262 263
salpicaderas de las mujeres) . En los modelos anteriores claros [ ... ]. El sombrero (que otra reproducida imagen
a, digamos, 1931 , salpicaderas y faldas eran altas, dejan- publicitaria de la época propagaba en el anuncio de La
do las ruedas al descubierto. De entonces, cada vez más, Vencedora, de Lino García, mostrando la sonriente ca-
1
1 las cubren[ ...] nos dejamos arrastrar sin reparo por una beza de un anciano arrugado y con un sombrero en de-
·¡ corriente industrial y extranjerizante. Mister Stuart Chase, cadencia para sentenciar: «Si mi sombrero fuera de La
¡
1 a quien le encantaría que permaneciéramos primitivos y Vencedora, no estaría roto »).
1
auténticos, va a sufrir una decepción.
¡•, Su corteza cerebral estaba hecha al vivir efímero, a
1
Sus memorias, pues, son su memoria asfaltada de los flashes de imágenes y sensaciones, a la lucha cuerpo
¡,' 1 ' calles de recuerdos, compartimentada en cuartos de ve- a cuerpo a que la ciudad obliga. Su memoria controlaba
'· cindad, en teatros y cines; memoria nutrida de lecturas
l
los viejos diccionarios de rima que leyera en Torreón
automáticas de letreros citadinos, panfletos de todo tipo en la casa del tío entrañable, Francisco. Podía hacer so-
y libros, muchos libros. La ciudad, dice La estatua de sal, neto la cosa más ruin y vulgar o la más sublime y com-
pronto adquirió para él «la simbología de meta»: lugar pleja. Y sus memorias se vanaglorian de haber sido el
11 y memoria, ciudad y recuerdo, evocación de la calle, in- amo de ese tira y daca. Nandino habla de un Salvador
vocación del deseo: Novo que no controlaba su mente ni ante sus amigos,
los cuales se sabían inferiores en rapidez de mente y de
Entre la escuela y la casa se extendía, larga, la seducto- memoria, pero que contestaban, aunque tarde. Cuenta
ra, desconocida ciudad convocándome a recorrerla, a Nandino que un día en un tranvía Novo les espetó en
sentir en ella el disfrute de mi inédita libertad[ ... ] toda alta voz: «hasta aquí, jotos, tú, tú y tú» (Agustín Lazo,
la excelencia de esta ciudad, me provocaba a su disfru- Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia). Nandino, Cuesta y
te inmediato. Villaurrutia dieron su tardío pero certero come back:
264 265
La estatua de sal también revela la otra pasión de La estatua de sal, junto con sus poemas satíricos escri-
Novo, la buena vida, el dinero. Y dinero tuvo porque tos cual insultos de momento, le hayan dado la trascen-
hizo de su memoria, de su capacidad de recordar y sin- dencia que no parecen haberle ganado ni su poesía ni
tetizar instantáneamente, su modus vivendi. Se mantu- su ensayística más profunda. Culos y vergas valieron
vo de incontables notas de periódico que hablaban lo más que su angustia de la lucidez.
mismo de las gordas que veía en la calle que de una
exhibición de arte, todo escrito de memoria y sobre las
rodillas. También escribió libros por encargo que ver- Franqueza
saban sobre la historia de la radio o de la fiebre ama-
rilla, o sobre lo que el cliente mandara. Hizo uso de su Novo confiesa haber sido penetrado por un entrena-
memoria privilegiada para la aforística pegajosa y pe- dor de béisbol a los escasos 12 años, sin que él sintiera
netrante de campañas de publicidad (escribía eslóganes ni placer ni dolor; que su primer placer fue ser poseído
o lo que fuera o, como cuenta La estatua de sal, redac- por un chofer en una azotea de la ciudad de México, en-
taba un periódico humorístico de choferes, no por di- tre el hedor de aceites y grasas automotrices, olores que
'¡1;1 nero sino por cuerpos) .
quedaron adheridos a la sensación de orgasmo en su
1 1' Quien, como Novo, fue víctima de la buena memoria envidiable memoria. Este tipo de confesiones pueden
1
1 11 ¡ji y de la mente rápida, así como de la necesidad de con- considerarse sinceridad descarnada, de ésa que es in-
i I~ .
' li 1 fort y de dinero, corría el riesgo de gastar la pólvora dispensable para ser auténticos. Si eso es ser sincero, La
del talento en chispazos brillantes; se arriesgaba a nunca estatua de sal es la sinceridad en-carnada. Sin embargo,
prender la hoguera de la lucidez postrera. No digo que a las memorias de Novo no son honestas por las confesio-
Novo le faltó la gran obra, sino que la inmediatez que nes sexuales, sino por mostrar la angustia de buscar la
imponía su vocación de lengua viperina y su necesidad franqueza. Novo desvela con sinceridad el dolor, sí, pero
de confort, no le dejaron tiempo para experimentar su también las ventajas de vivir partido por una insalvable
lucidez en fuegos cuya luz pudiera ser vista a años de conciencia moral, sabiéndose inmoral. Se sabe en con-
distancia. Como historiador de la ciudad recurro a Novo tradicción moral no porque compartiera la conciencia
porque fue la fugacidad de la ciudad, y a él hay que vol- terapéutica de hoy -la perfección es posible con la vida
ver, aunque cueste encontrar las joyas en la vastedad de auténtica-, sino porque abrazaba la imperfección de la
su producción, mucha de ella prescindible. Pero Novo vida, la necesidad de supervivencia y el indispensable
gastó lo suyo en lo suyo: la ocasión~
derecho de no dar razón de identidad alguna.
La memoria es traicionera hasta cuando no falla. En 1922, el dandi portugués António Botto trans-
Tener mucha arriesgó en Novo la trascendencia. Es una cribió lo que acaso fueron los más abiertos y entraña-
ironía del destino que hoy parezca que sus memorias, bles versos de erótica homosexual. Los publicó Pessoa.
,, 266
267
Tf i
¡; .
Ignoro si Novo los conoció (fueron traducidos al in l '
'I Por P essoa, no se, s1. en su momento circulaban enges
l' -1)
pan~ . No~o alcanzó vulgaridad excelsa, sin publicarla
~ Remontándose a la antigua Grecia, Pessoa comentó
los poemas en una publicación curiosamente llamada
en vida, a diferencia de los cojones del fraile Rupert d
. es- Contemporanea; llamó a Botto el primer poeta realmen-
cn~os por Josep María de Sagarra, el contemporáneo ca- te esteta. Pero fue el otro Pessoa, Álvaro de Campos, el
¡ talan de Novo, versos que sí fueron publicados (« Els tinc
que, criticando al Pessoa Femando, puso las cosas cla-
~rossos ~ rodons / com.els Pares Felipons. / J els tinc nets
1
1 1
1 ¡i l¡¡i
1; ! 1
culaban entre amigos y enemigos:
El arte de Botto es íntegramente inmoral [ ... ]. Y eso es
una fuerza porque es una no-hipocresía, un no-enredo.
. 1 l Acaso te amanezca alborotada
l' Wilde enreda constantemente. Baudelaire formuló una
-otrora erecta, dura y agresiva-
tesis moral de la inmoralidad; dijo que lo malo era bueno
i'I ' . ;/¡ u
/¡"
la dulce prenda por mí mal hallada.
por ser malo[ .. . ]. Botto es más fuerte: da de su inmorali-
··1 ~
dad razones puramente inmorales, porque no da ninguna
No te hagas ilusiones. Pensativa.
[ ... ].No pedir disculpas es mejor que tener razón.
1
En cuanto expulses la primera miada
' ~1
Se volverá a arrugar, triste y pasiva.
Novo dotó a su sexualidad de todo tipo de razones
psicoanalíticas. Nandino afirmaba sin empacho que no
Botto, de manos de Pessoa, publicó otro tono:
hay «cura» para la homosexualidad, sólo pedía el dere-
1
cho para los suyos a la higiene y a vivir mejor, él al fin y
Escucha, ángel mío:
al cabo médico. Novo y Nandino fueron moralistas de
¿Si besase tu piel?
la inmoralidad.
¿Si besase tu boca
En 1945, vía Freud, era de ley la honestidad (cono-
donde la saliva es miel? 7
cerse y aceptarse) pero en la inocencia (el subcons-
O en: ciente). Así, Novo escribía sus memorias en la _ciudad
de México al tiempo que Octavio Paz en Los Angeles
armaba los ensayos que se conocerían como El laberinto
Tomáronse las bocas en un beso 1
de la soledad. Novo escarbaba recuerdos sexuales y en-
un beso nervioso y lento ...
contraba traumas originales (una prima que le chupa
El hombre cede al deseo
las tetas), el complejo de inferioridad de su padre, su lu-
como la nube cede al viento. 8
cha de Edipo y el odio a su progenitor: «el viejo Lojo [el
1 268
1
:¡. 269
!·
¡
'
1
Y la chingada y desde entonces, Freud mediante, dios
nos ha tenido, a los mex'icanos, en su santa gloria. Pero
rias de Novo mienten, pero no su memoria: aquí y allá,
sin quererlo, cuando no corresponde, evoca a su padre
lo más honesto de La estatua de sal, según yo, no fue el con exactitud: los ojos azules, la figura esbelta y avejen-
11: disclosure sexual psicoanalítico. Novo nunca publicó sus tada, las manos delgadas, las lecciones de ajedrez, la bon-
memorias y, si le creemos, cambió la supuesta franqueza dad del viejo ante el niño increíblemente mimado por
1. por puestos oficiales -cuenta que el músico oficial del la madre y los tíos, las tardes en que caminaban juntos,
(¡
1 nacionalismo mexicano, Carlos Chávez, lo animó a dejar- padre e hijo, por Jiménez, Chihuahua, o por Torreón.
Í¡ se de memorias y servir a la patria-. Y de servir sirvió También recuerda bien cuando el padre deja a esposa e
>
1
1 siempre colgado de la burocracia posrevolucionaria. ' hijo en la ciudad de México, derrotado y en busca del
Tengo para mí, pues, que lo verdaderamente hones- éxito que la madre exige. Novo guarda en su memoria,
'I
1
to, leído por Novo o por cualquiera en 1945 y aún hoy,
no fue narrar las vergas que se comió o el ano rajado y
con secreta tristeza, los momentos en que el padre se
vuelve el apestado, el portador de enfermedades que lo
.,r sanguinolento que le dejó algún gendarme, sino los mo- apartan del niño mimado, que lo alejan del lecho con-
mentos -pocos-- en que reflexiona sobre las infamias yugal. Todo esto recuerda Novo, una infamia que conoce
cometidas, sobre el odio y sobre la búsqueda del dinero y transcribe, viéndose en un espejo indeseado pero ine-
Y la comodidad a costa de cualquier cosa. vitable: la alianza entre él y su madre para borrar al
Aquí y allá en sus artículos periodísticos, cuando un padre inofensivo y tierno. El buen hombre pocas veces
amigo o enemigo muere, Novo suelta la culpa de la infa- ejerció su autoridad, y sólo lo hace, cuenta Novo, cuan-
mia. En La estatua de sal, la figura del padre concentra do la madre lo recluta a raíz de las locuras de Napo, el
la convicción de Novo de haber sido no m alo, sino in- cómplice de infancia en Torreón, el que un buen día le
fame. Novo, el de tan buena memoria, dice no recordar soltó a la madre de Novo aquello de que Salvador y él
bien al padre. Miente. Él no puede no recordar. Afirma eran los dos invertidos de la pequeña ciudad:
que la imagen del viejo se le extravía en el potente cerebro,
a diferencia de la figura de la madre, imagen exacta y [La] autoridad de mi padre, raramente invocada con
omnipresente. Sin embargo, a lo largo de La estatua de respecto a esta posesión exclusiva de ella [la madre] que
sal, a manera de recuerdos fuera del guion de sus memo- era yo [ ... ] una revelación de mi carácter que expuesta
rias, se va dibujando la figura de su padre como un hom- crudamente por Napa en su presencia asumía el carác-
1. bre «en el buen sentido de la palabra bueno»; un ga- ter de una publicación intolerable del secreto.
11
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11111' !/
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1
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¡, ¡,
Y entonces quiero ser visto como esto otro, y que na- Al mirar a Pellicer
die pida un supremo 1 am. En parte, porque Novo -o
con su cabeza de glande
Nandino-- son de una generación para la cual es in- de aspecto seboso y sucio,
concebible considerar «buenas» o recomendables sus
se me ocurrió en el instante
vidas sexuales; como no buscaban aceptación la mayo-
a su impudicia cubrir
ría de los promiscuos heterosexuales nacidos a fines del
levantándole el prepucio.
siglo XIX; procuraban silencio y la privacidad. Claro, pue-
de leerse La estatua de sal como hoy se lee toda sexuali-
Pero Novo, como Nandino, también es el poeta, el
dad, como un golpe a la idea de privacidad, porque lo
que sabe que para conocerse, para identificarse, sería
privado es público y la salida ostentosa del clóset es
necesario salir de uno, y eso es un intento, siempre in-
tanto así como el fin del mal, de la alienación, del po-
concluso; eso es la poesía. No hay triunfo pero tampoco
der y del dominio: la unidad del ser, aleluya, aleluya. A
remedio: el intento es lo que les da existencia. ¿Y la iden-
mí me parece que La estatua de sal no buscaba eso, no
tidad? Bien gracias.
sólo por el hecho más elocuente -Novo nunca publicó
Todo esto, infamia, odio, mentira y existencia apa-
el libro en vida-, sino por lo que las memorias cuentan:
recen, como sin querer, en La estatua de sal, todo entre-
Novo vive su vida como vive y es vivido por su lenguaje
verado entre culos y vergas. Porque la confesión de la
y su sociedad, es decir, en polifonía y contradicciones
infamia, el odio y el engaño en La estatua de sal no de-
que lo angustian pero que él quiere y defiende, porque
rivaba del impulso psicoanalítico -que trajo a cuento
esas contradicciones constituyen no su identidad sino su
tanto interesante culo, tanta perspicaz verga-, sino de
existencia. No espera el reconocimiento de la procaci-
algo más enraizado en la parte primitiva de un cerebro
dad camionera en la prosa de los Contemporáneos, pero
criado en las provincias mexicanas de las primeras déca-
quiere disfrutarla, conocerla, contrabandeada, cuando
das del siglo xx. Me refiero a la necesidad cristiana de
se le dé la gana, a sus otros registros lingüísticos. No es-
perdón y compasión. Claro, Freud proporcionó a Novo
pera ser un gay en el sentido social de hoy, se quiere puto
el vocabulario moderno para pronunciar su impresen-
y clandestino, no implora ni reconocimiento ni piedad, y
table deseo, pero su Freud, como ha mostrado Rubén
si no les gusta, pues a ver de a cómo nos toca.
Gallo, se sabía sublimación de la confesión católica: «La
Porque el Novo de La estatua de sal y el Nandino de
confesión de los países católicos, a que preceda siem-
Juntando mis pasos narran cosas de entre ellos que, aun-
pre un minucioso examen de conciencia es ya, en cierto
que sabidas por todos en el mundillo intelectual, no as-
modo, el interrogatorio psicoanalítico aunque falto de
piraban a ser públicas. Las blasfemias son de ellos, como
técnica y terminología» (citado por Gallo). En efecto, el
cuando Nandino versifica la calva de Carlos Pellicer:
blasfemo Novo como memorialista roza la franqueza
cristiana que nunca alcanzó el moralina, católico y me-
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1
galómano de José Vasconcelos -para ello era necesa- so. «Fue increíble », recuerda Nandino, «cómo Salvador
il '
1 rio saber reírse de sí mismo, cosa que Vasconcelos nun- siendo un muchacho delgado, de repente se hizo gordo,
ca pudo. acromegálico, jorobado, con un rostro deforme y, para
No sabremos nunca qué hubiera sido de esta sin- colmo, calvo ». No sorprende, pues, que para Novo la
ceridad si Novo hubiera continuado sus memorias al vida fuera la «búsqueda del placer por el sufrimiento,
final de su vida. Ya había narrado culos y vergas, pero de la exaltación por la humillación». Hay frustración
en la década de 1970, adicto como estaba a las panta- y culpa, hay, dice Novo, «una total voluntad de ruina».
llas de televisión, siendo ya cronista oficial de la ciudad Nandino contaba así su niñez: «salí de la iglesia confor-
Y defensor del régimen, inclusive después de las ma- tado, me sentía feliz y volvía a confiar en la misericor-
tanzas de 1968, ya no le dio el tiempo para volver a la dia de dios. Otro día mi confesor me dio la comunión y
honestidad, o ya no sabía cómo regresar a ella. Nos lega sentí a dios dentro de mi corazón. Le prom'etí no volver
en La estatua de sal lo que deja el verdadero afán de a cachondear a mis amigos y ser un niño bueno» . Novo
franqueza: la angustia, el arrepentimiento ... también hacía lo mismo, consciente de que no triunfaria, al tanto
la vanagloria del tahúr. de su voluntad de ruina, pero también, a diferencia de
Nandino, a sabiendas de que si su belleza fracasaba, al
menos algo triunfaria: la riqueza, la fama. Sus rezos en
Belleza y estrategia misa iban por el perdón de sus pecados y por «dinero,
mucho dinero»: «ponía mi fe en el milagro del enrique-
La estatua de sal es la saudade de la belleza, la nos- cimiento no importa cómo accedido».
talgia de quien se supo bello. Mis tíos, cuenta Novo, En efecto, La estatua de sal son las memorias de
estaban «orgullosos de mi belleza»; con los amores, ex- un gran y hábil jugador político. Gorostiza lo acusaba
plica, él buscaba «la comprobación de mi belleza». Pero de burócrata excelso, «humilde cuando pides, altanero
la belleza traiciona a los suyos, hombres o mujeres. cuando das». Nandino versificaba:
También al hombre homosexual que está condenado a
procurar cuerpos que no son más que masculinos; es Todo lo que Novo ha escrito
decir, cuerpos que buscan invariablemente belleza física y que a buen salario cobra
Y juventud, a diferencia de las dispensas físicas que no sé, por más que medio,
ofrece -a Dios gracias- la procura femenina -siem- si es su obra o lo que obra.
pre en busca de una belleza más que física.
La belleza de Novo parece haber sido consenso en- Son parte de la historia de la literatura mexicana
tre todos los de la «movida». Pero también, ya en 1945, los pleitos entre el nacionalismo revolucionario, macho
era fama el deterioro de Novo, vivía las del Wilde obe- y nativista, y los cosmopolitas, los Contemporáneos, afe-
276 277
11I•
l minados y universalistas. Pero ambos grupos podrian
esas familias de casas grandes. En sus crónicas de perió-
caber en la descripción que hizo Nandino de los Con-
¡I t~mpor~neos: «círculo cerrado[ ...] querian puestos polí-
dico, se queja de sus sirvientes de La Piedad, Michoacán,
porque emigran a Estados Unidos, dejando su puesto en
1
l. ticos, diplomáticos o vivir de las letras como empleados
l ' la noble casa de Novo: «diga usted cómo van a regresar,
públicos para conquistar la fama. De ahí su egoísmo.
11 si regresan y cuando regresen estos pochos por adop-
Trabajaban para ellos mismos y los otros tenían que tra-
l ti
11
bajar para ellos». Las memorias de Novo no desmienten
la afirmación, aquí y allá revelan sus estrategias. Novo
ción, estos Malinches monetizados ». Esperaba, don S~
vador, que esa gentuza permaneciera, como él nunca, sm
1 :¡ ¡J¡ engaña para salvarse, burla a unos y a otros, busca fama
monetizarse, pobre, pero auténtica. La estatua. de ~a~,
1 ,1 pues, entre culos y vergas, es un testimonio mex1carus1-
l rl Y dinero y con frecuencia triunfa. Su estrategia guarda
mo de aspiración de clase, una impostura y una estra-
¡. algo de la experiencia en la lucha en que se embarcó
i tegia de las que Novo estaba al tanto, cuando e~calaba
por su homosexualidad; también tiene algo de su ambi-
en la política o cuando escribía poesía, estrategia de la
ción armada con la excelente memoria y con la mente
que se beneficiaba aunque le angustiara:
rápida. Pero también tiene algo más primitivo, un cierto
sentido de superioridad intelectual, de clase y de linaje.
Tendré una habilidad de histrión
«Sin duda nuestra familia era importante en el pue-
para hacerles creer que me conmueve lo que a ellos.
blo», dice Novo al recordar sus años en Jiménez, «y esta
Pero en mi lecho, solo, dulcemente,
circunstancia me satisface. Nuestra casa era una de las
sin recuerdos, sin voz,
más grandes ». No hay contradicción: como homosexual,
siento que la poesía no ha salido de mí.
el deseo vence a la clase y al linaje, y si toca un gendar-
me, un limpiabotas o un chofer, da lo mismo (« A carne
do assassíno 1 É como a do virtuoso», decía Botto). Pero
como intelectual y gente bien de México, Novo defien-
Final de estampa
de su linaje a capa y espada. Habla con desprecio de
Hay tres estampas de Novo que hacen el contrapun-
sirvientes, de mocitos, de las escuelas en que no había
to de La estatua de sal: el óleo Retrato de Salvador Novo
gente como él, de buenas familias . Desprecia a Pedro
de Manuel Rodríguez Lozano, la pintura satírica de El
Henríquez Ureña no sólo por reprimir su supuesta ho-
Corzo, Los paranoicos, los espíritufláuticos, lo~ n:_egaló-
mosexualidad, sino por «africano» (era mulato el ilus-
manos, y el propio prólogo de Carlos Mons1va1s a la
trisimo dominicano). Francisco Villa es el «hotentote», no
nada más porque sus tropas asesinaron a su tío Francis- publicación postrera de La estatua de sal. , .
La primera imagen es el Novo como Novo se qu~na.
co en Torreón en una terrible confusión, sino por levan-
·oven
J delgado, de cejas depiladas pero de porte ansto-
tar la violencia de los pelados y la gentuza en contra de , · do
cráticamente varonil y, sobre todo, el Novo reman
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frente al mundo que se descubre tras su imagen; es de- vía la «diversidad». Pero en la autobiografía de Novo no
r/
1
cir, el perfil de la única amante que don Salvador tuvo aparece el Novo multikulti . Aparece, claro, el dolor de ~a
la ciudad de México. El Novo autobiográfico no hiz~ berse diferente, el precio del rechazo, pero Novo no m-
más que poner en palabras esta imagen de Rodríguez tenta presentar un programa de deber ser, un llamado a
Lozano. Es, pues, deseo, juventud y ciudad. También es- la tolerancia. Por el contrario, como vida alternativa, la
cándalo: Novo en bata de seda en un taxi de la ciudad de La estatua de sal es la bohemia políticamente ambi-
de México en la década de 1920.
ciosa y perfectamente constreñida a la vida burguesa,
El óleo de El Corzo es otra cosa, una burla, una des- convencional y obediente a los regímenes posrevolucio-
piadada crítica al Novo «loca», al invertido y destrampa- narios. Novo fue muchas cosas pero no un héroe de la
do que, en la pintura, recorre la ciudad de las «locas» tolerancia.
la nocturna, con sus amigos y su mecenas, Antoniet~ Novo ha sido estas muchas estampas y ninguna, por-
Rivas Mercado. Ahí Novo: figura retorcida y amanera- que a él aplica lo que Jorge Cuesta dijera de José Ortega
da, el rostro levantado en gesto afeminado. Este Novo y Gasset: «ávido de escuchar su voluntad, está temeroso
también vive en La estatua de sal. Es más, no es la dis- de no retener sino su memoria». Cada esfuerzo por plas-
culpa de los cargos presentados por la pintura de El marlo en una imagen semeja un vago intento por imitar
Corzo, sino la autoabsolución vía la confesión total y y abarcar su capacidad retentiva; un inepto esfuerzo por-
descarnada de culpabilidad, como si Novo supiera que que pocos superan la rapidez de su mente. Aún muerto,
el futuro lo absolvería gracias precisamente a su excen- retiene y va más veloz que cualquiera. Y si viviera, ¿quién
tricidad. Se trata de la autobiografía como escándalo, y tan macho para aventurarse a un lance de palabras con
del escándalo como redención del poeta que, después de esa estatua erguida con la sal de la memoria?
todo, acabó de patrimonio posrevolucionario, laureado,
remunerado, idolatrado.
La tercera imagen, la de Monsiváis, es la de un Novo
a caballo entre prócer del multikulti post-l 990 y padre
fundador de la embolicada patria de los cultural studies.
Es un ensayo inusual en la trayectoria de Monsiváis, por
su cercanía a las modas académicas estadounidenses·
documenta la autobiografía de Novo recurriendo al~
historia de las representaciones literarias de la homo-
1
j sexualidad en México. Así, construye un héroe narcisis-
1
1, ta que escribe sus memorias, ora para deleitarse en leer
sus propios atrevimientos, ora para liberar al gay de hoy
I'
280
281
13
A medio trimestre, siguió mis pasos, sin duda al
La potencia*
tanto de mis trayectorias de los martes y jueves. Me dio
a
alcance frente la librería de la calle 57 y me habló en
un cargado inglés británico. You gota minute, professor?
No hay profesor que tenga tiempo para los estudiantes
Ocúltase el prodigio en linde o desmesura. en genérico porque guardamos el tiempo, todo, para
aquel o aquella que osa mirarte y desvelar el íntimo rito
Carlos Á vila, Escolios y palinodia, 1996 que enlaza a maestro con alumno. Me detuve Y. él c?-
menzó a hablar de la última lección en un lenguaje mas
A la distancia ya no reconozco ni el perfil de la virgen
elevado que el que yo hubiera podido sostener. Se refi-
de Guadalupe y menos con la rala luz invernal de Chica-
rió a las lecturas del curso y, mientras él peroraba, yo in-
go a las seis de la tarde, después de dictar dos leccio-
tentaba recordar si lo había oído opinar en clase. Mi me-
nes de tres horas. Ojos míos de pocos alcances. ¿Cómo
moria no registraba su voz. Le pedí que entráramos en
iba yo a distinguir el parecido de ese estudiante con su
la librería a seguir la conversa. Él, nervioso, me cedió
padre, Karl, compañero de las correrías de adolescen-
el paso y al cruzarnos reparé en su rostro bajo la.clari-
cia? Cada año pasaban por mis aulas decenas de estu-
dad de las farolas. Me entró una inmensa nostalgia por
diantes cuyos rostros yo ganaba y perdía en el transcur-
el semblante conocido pero que, en ese momento, no
so de unos meses. Cuando profesor bisoño, el rostro 0 la
atiné a poner nombre. Entramos. Conversamos por va-
silueta de alguna joven estudiante me obsesionaba por
rios minutos. Logró lo que buscaba: ponerme en alerta
un tiempo, y si llegué a ejercer aquellos hervores de san-
de su inteligencia. Pero casi al despedirse dijo: I believe
gre ya se han nublado los calores y los rostros. Por cierto
you knew my father. * Y cambió al español.
que en esa universidad, la de Chicago, todos -alumnos,
-Karl X era mi padre -me dijo.
funcionarios y profesores- solían sentirse elegidos, de
-¿Eres el hijo de Karl? -pregunté en idiota.
rostros de difícil omisión. Pero memorables no eran ni
-Sí.
el mío ni el de ese estudiante de rizos rubios, Woolf. No
-¿Y tu madre?
lo reconocí y salí de clase camino a casa con la espe-
-Bien, vive en Londres desde hace años, yo la he
ranza de que el viento del invierno me dejara transitar
pasado entre México y Londres; éste es mi primer año
las cuatro cuadras que me separa]Jan de mi apartamen-
en Chicago.
to sin tener que refugiarme en algún edificio. Woolf fue
quien rompió los hielos. -¿Tu abuelo?
-Viejo, pero bien ... en México.
* Publicado con el título «Guajiras» en Fractal, núm. 47, 2007, pág. 41.
* Estoy seguro de que conoció a mi padre.
282
283
~o pude continuar la conversación. Simulé apuro. intencionado: «Karl murió ayer en un accidente de carre-
Tema que reponerme y revisar en los confines de la me-
tera». Hacía años que no oía nada de Karl. Nos había-
moria las notas no escritas sobre un pasado intenso pero
mos distanciado, no sé por qué. Claro que a través de
no evocado por mucho tiempo. Quería pensar en Karl
los años lo procuraba; alguna vez logré verlo. Me relató
Y nuestros años de adolescencia, en su familia y en las
su difícil matrimonio y sus afanes por escribir un trata-
borracheras, los libros, la música, la risa. Le pedi a Woolf
do sobre estética o ética, sobre Bachelard o algo compli-
que tomáramos un café al dia siguiente, cuando el sol
cado y profundo .. . como él. Me decía que echaba de
hiciera más llevadero el invierno de Chicago. Quedamos
menos nuestras conversas, que no debíamos alejarnos,
en una cafetería del campus, la mía, la de siempre. Invi-
pero luego huía de mis telefonemas o cancelaba _las ~i
taba al hijo de Karl a la intimidad que nadie en quince
tas en el último momento. Un día no lo procure mas.
años había compartido, no desde que mis hijos crecieron
Sabía de él por otros amigos. En alguna ocasión estu-
Y me separé de mi mujer; desde que dejé de ser el joven
ve a punto de llamar a la puerta de su casa, un día en
maestro que socializaba con la caterva de estudiantes. A
que mis caminatas urbanas me llevaron por sus rum-
las once de la mañana, siempre estaba en la misma cafe-
bos en la ciudad de México. No lo hice. Cuando por el
tería, preparando las actividades del día. «Quien prepara
teléfono recibí la noticia, lo primero fue recordar la al-
las clases, no merece impartirlas », me había advertido
daba de la puerta de su casa y yo ahí dudando y desis-
al principio de mi carrera un amigo a quien rendía plei-
tíendo. Lo segundo fue maldecir al amigo que me llama-
tesía cada mañana. Había convidado a Woolf a esa inti-
midad. ba a esa hora para darme la noticia como si yo pudiera
hacer algo, como si saberlo en ese preciso momento
En casa, con la imagen de Woolf en la mente, bus-
fuera cuestión de vida o muerte. Ella, la muerte, ya rei-
qué por todas partes el librito de poemas de Karl el
naba entre Karl y yo desde hacía años, pero me causa-
único que publicara en vida; sabía que lo había em~a
ba rabia y dolor el saberla vencedora absoluta. Sentía
cado en cada mudanza para llevarme de mí lo que
coraje ante el amigo que me imponía esa sensación en
soy. Lo hallé, en una esquina del librero más inespera-
un invierno de Berlín. Karl murió a los 35 años. Woolf,
do .. Un milagro. Ahí estaba como siempre. El vestigio
.1 su hijo de escasos 19 años, llegó a mis clases cuando yo
1 ,, se titulaba. Leí el primer verso, «Semejanza», que inicia-
rozaba los 70.
ba con unas líneas de Yeats: «Befare me fioats an image,
1 Pensé en la muerte de Karl cada que otro de noso-
man or shade, 1 Shade more than mqn, more image than
tros moría. La muerte, los amigos y las ciudades lleva-
shade. » Y remataba: «Desgobernada imagen de sí mis-
'¡ ban tiempo de habitar en el mismo rincón de mi sese-
mo I en plenitud cercada por su esencia. »
ra. Antes que Karl, la ciudad de México había matado
Una madrugada en Berlín me despertó el teléfono.
al primero del «nosotros », una panda de niñacos pre-
Era un amigo desde México, tan impertinente como bien
suntuosos, poco más inocentes que inútiles, pero tam-
284
285
1
,:
f'
dijo con una autoridad impropia en un joven de su
edad-, mezclaba la ironía y la habilidad retórica de sión del mundo y no un traspié de su pens ~miento. ~o
la ensayística filosófica continental con la rigurosidad e costaba ni me cuesta aceptar que el Guajiro era la m-
de la filosofía analítica. Hay trabajos de lógica y lengua- teligencia más fina y capaz que yo ha b'ia conoc1_
m .do en-
je que realmente sobrepasan lo que aún hoy se escri- tonces. Tampoco creo exagerado afirmar que esta impre-
be, en México o aquí. Parece que uno está leyendo una sión me ha durado, como es evidente, hasta hoy. Pero no
remarkable amalgama de Russell, Foucault y Wittgen- pude esa mañana conceder al hijo el héroe . que n~ fue
stein, articulada con la claridad de Valéry. Es una lás- mío, yo que lo había conocido ~ejor que_ m1 estudiante
tima que no escribiera en inglés, el mundo anglosajón precoz, el que bebía café conmigo en Ch1cago.
lo habría apreciado tanto o más que a un estudioso tan -Pero, ¿crees que es bueno que dos personas tan
robust como tú . cercanas a tu padre hagan este trabajo?. -pregunté
Una estación de radio mal sintonizada que pierde para no entrar en detalles-. ¿ o sería mejor alguien
y gana la señal, eso era Woolf: el Guajiro se me aper- con cierta lejanía? ,
sonaba y se desaparecía entre las frases grandilocuen- -Todo depende de qué entiendas por cerca~1a .
tes del pequeño Woolf. Sus ojos brillaban como los de Novalis hablaba de la luz como la oscuridad de leJOS.
su padre y su discurrir mezclaba los peores momentos Tú no puedes estar tan cercano a su trabajo pues no lo
verborréicos de su padre con un engreimiento oxfordia- conoces en su totalidad, fuiste cercano a su persona; yo
no que su padre nunca gastó. Como Woolf, el Guajiro soy íntimo de su recuerdo, era muy niño cuando él mu-
mezclaba ideas y hallazgos egregios con ventriloquia de rió, pero conozco bien su obra. Yo creo e~ ,su obra y, de
primera clase de toda suerte de lecturas. Nada asombro- hecho, pretendo hacer de mi carrera de filosofo una es-
so entre nosotros a los escasos 18 años. ¿Cómo, sino con pecie de giro newtoniano: he visto más le~os porqu~ ~e
sangre fresca, uno puede usar la voz de otros con destre- paro sobre espaldas de gigante. Far you, m tum, edztmg
za y honestidad? Versos completos del Guajiro me habían his works could be a way to honor and salute th.e mflu-
parecido ecos de Borges: «El indecible asombro del espe- ence of a man who after all was decisive in your mtellec-
jo / es olvido y afán,/ otro recobra el mesurado intento ». tual trajectory. *
No conocía, ni conozco aún, los trabajos inéditos del -¿Cómo lo sabes tú? -le pregunté sin reparar en
Guajiro. Es probable que en sus tardíos veinte o en sus que no entendí qué quiso decir el Novalis de ~u ~ita, ni
primeros treinta años produjera lo que siempre se pro- tampoco el cómo de la pretensión de, a los d1ecmueve,
metió. No lo sé. Pero aún a mis 18 ·me eran altisonantes ver más lejos que nadie aunque se esté parado en la pun-
las citas en griego y alemán -que el Guajiro no domi- ta de un castillo humano de los pueblos catalanes.
naba-, las palabras de diccionario, la increíble necesi- * Par a ti ahora edi tar su obra sería una fo rm a de honrar Y ho-
dad de hacer de toda confusión un error de compre- menajear la 'influen~ia de un hombre que, al fi n y al cabo, fue decisi-
vo en tu trayector ia intelectual.
290
291
-Lo .sé porque vi las cartas que enviabas a mi pa- que quería y no tener lo que quería, y hacía el paran-
dre Y el libro que remitiste a mis abuelos, y porque en gón de un plomo colgante de un gancho; un plomo que
alguna parte de tu trabajo he descubierto la marc sufre porque siendo peso quiere caer, pero en tanto plo-
a,
para usar tus pal abras, «guajiriana». mo enganchado, permanece suspendido. Y decía que si
«Guajira», decíamos guajira, no guajiriana. Quise por ayudar a su naturaleza pesada lo libráramos del gan-
ganar la distancia profesional que había perdido · cho y lo dejáramos caer, y entonces el plomo pudiera po-
d. N sin
re?1e io. unca más el tímido estudiante que seguía seer en un solo momento el descenso al futuro total, en
mis pasos por la calle 5 7.
ese momento dejaria de ser lo que es: un peso. Ese filó-
-~ú sabes, como yo, que es un desperdicio, you sofo se suicidó después de terminar su estudio. Tu pa-
know zt -me dijo.
dre, lo creo, tenía la lucidez para pensar lo impensable,
-No sé si tu padre aspiraba al tipo de fama que pero, hasta donde yo lo conocí, no podía abandonar lo
pretendes darle.
de ser en potencia, ésa era su naturaleza, y no es de la-
-May I beg your perdon? *
mentarse; más lamentable es abrazar la mediocridad
. - «Desperdicio» es una palabra fácil de pronun- de ser un profesor capaz de publicar cualquier idea que
c~ar cuand~ alguien, cualquiera, muere a los treinta y le viene a la cabeza ...
cmco. No ruego que sea la sensación que a menudo sien- -Pero él no publicó porque estaba más allá de su
to cuando pienso en tu padre. Me encantaria leer lo que tiempo, no había manera de ser entendido .. .
tu padre dejó escrito, pero espero que sea otro quien lo -No, Woolf, al contrario, tu padre no concretó, no
edite Ypublique, no yo. Hay pensadores, Woolf, que son cayó porque era suspensión, porque su lucidez y gene-
porque son potencia y son porque dejan esparcidos en rosidad estaban sujetas a la incapacidad de reconocerse
no~otros esa potencia que los rebasa más acá y más mediocre, de dejar de ser en potencia. Es muy difícil no
alla de la puesta en tinta y papel. No me imagino a tu sentir una derrota después de poner lo pensado en pa-
padre como es evidente que tú te imaginas a ti mismo: pel. Tu padre habitaba la potencia porque ahí quería vi-
d.e profesor de Harvard. No, y no por falta de capacidad, vir, no quiso dar el salto para no matarse a sí mismo,
s1~0 acaso por exceso. Se necesita un grado de confor- para no ser como nosotros, como tú quieres ser. O eso
midad, autoengaño y mediocridad para lograr esto que creo al menos por lo que conocí de él. La genialidad de
yo ~oy Y que tú quieres ser. Tu padre no poseía esa ca- tu padre, Woolf, fue frenada, en efecto, y es siempre el
pacidad de conformidad. Simplemente no. Hay un filó- caso, por la muerte. Pero a la genialidad de tu padre le
sofo .d~ Trieste que siempre me ha recordado a tu padre. faltó, al menos hasta que lo dejé de ver, el desparpajo
Un filosofo que a los veintitrés años afirmaba saber lo que a veces se confunde con valentía, pero que es des-
cuido de uno mismo.
*¿ Qué quieres decir?
-Nunca creí que hubiera habido tanta competen-
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293
11'
1
¡
cia entre ustedes, as it's quite evident ... -dijo por dis-
:j frazar un insulto de razonamiento.
son lustres que en círculos
1
1 ascienden modulando la sazón o el rastro
1 -No confundas al bufón con el héroe. Competencia de la núbil mudez que les sujeta.
no la hubo porque nunca quisimos las mismas cosas. Tu
¡1., padre sufrió mucho, y no quisiera detenerme en los por- No podía, no obstante, decirle a Woolf que la melan-
menores de ese sufrimiento que yo mismo ignoro. Pero colía era del Guajiro, no él de la melancolía. Él era más
'I' no sufrió por no llegar a ser lo que quena ser. de una vida cómoda y una necesidad, inexplicable para
I¡ -¿Crees que mi padre no pudo llegar más alto? mí, entonces y ahora, de formas de protección muy pri-
1
!. No contesté por unos buenos minutos, y creo que mi marias. Expresar esto ante Woolf, estaba seguro, hubie-
.1 silencio hizo pensar a Woolf que había logrado hacer- ra sido insultar la memoria del padre ... la construida,
me pagar mi ingratitud, pero lo que no podía decirle al cual toda añoranza, con pena y con cuidado.
huérfano de padre es lo que el Guajiro sufrió por un mal -Why the aloofness between you two ?.* -cuestio-
matrimonio, lo que padeció por él, por Woolf, y por la in- nó Woolf sin respetar que ya había ejercido su dere-
capacidad de superar la vida cómoda de hijo de familia. cho a preguntar y no había recibido aún respuesta.
Hasta la última vez que lo vi, no era cautivo de la incom- -No lo sé, yo mismo me lo he preguntado muchas
prensión -que nunca pareció preocuparle-, sino de la veces. Fueron muchas cosas y ninguna. Supongo que
comodidad de su cuarto, del amparo de su mundo. Pero nos metimos cada uno en ciclos distintos y poco a poco
tampoco quena decirlo porque sospechaba, y aún sospe- perdimos el camino de vuelta al terreno común.
cho, que el Guajiro había logrado lo que deseaba. Un tem- No lo puse al tanto de mis esfuerzos por encontrar-
peramento melancólico, al contrario de los sanguíneos me con el Guajiro, de los problemas personales que en-
o coléricos, como yo y como -poco a poco aprendí- frentábamos él y yo, de los chismes que empezaban a
Woolf, está predestinado a lo sublime, y lo sublime es, circular entre nosotros. Pude haberle contado de ese día
en esencia, íntimo, único. El Guajiro descubna lo sublime en que el Guajiro nos dejó a los Sanchos Panzas afuera_
ante el mar: «Blancos munnullos bogan en el agua». Lo de su casa con las botellas compradas y las ansias de
sentía en los sustantivos inusuales, en los adjetivos tra- tertulia insatisfechas, negándose a abrir sólo por com-
bajados que escogía para describir su propia necesidad partir la tarde con un nuevo allegado al grupo, uno que
de autoasombro, su ansia de secretar lo sublime, él, el poseía una erudición desacostumbrada tanto para el
Guajiro: un sublimar privado, poco importaba que el po- Guajiro como para nosotros. Se llamaba Leo y era una
:¡ ema fuera o no sublime para otros:
inteligencia poderosa, una ambición ya cocinada y bien
'1 dirigida a la escasa edad de 18 años. Pero Leo ni se em-
' En volandas el sueño
¡1
a más del muérdago presente, la fatiga,
* ¿A qué se debió el distanciamiento entre ustedes?
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Hlllllfilll
borrachaba con Nerudas, ni conocía a Novalis 0 a Mar- me soltó lo que siempre había sospechado, pero que creo
vell. Podía, a cambio, recitar de memoria a Nervo, 0 la que era una elucubración de él y no un razonamiento
Imitación de Cristo, o vidas de sabios y políticos. Sabía guajiro. Me dijo que su padre se separó de todos por-
al dedillo la lista de premios Nobel y la historia sagrada. que quería reinventarse de otra manera, hacer tabla
En esa primera visita a nuestro mundo, Leo, cual nuevo rasa para empezar a vivir y pensar lo que su lucidez le
miembro, exigió exclusividad con quien era sin duda el estaba marcando. It makes sense,* le dije, aprovechan-
yogui de los nerds. Y la obtuvo, no por lo que explica- do la libertad lingüística que Woolf había establecido
ría varias veces el Guajiro, por el poder de manipula- en nuestra conversación. Lo que no le dije es que aquel
ción de Leo, sino porque el Guajiro quería también un grupo de nerds pronto enfrentó los retos de la pasión,
rato a solas con ese otro tipo de inteligencia antes de en- el amor, la ambición, y todos probamos ser variopintos
tregarlo a nuestra desfachatez colectiva. No es de San- en nuestras habilidades profesionales, y malos, simple-
chos Panzas indignarse, pero en secreto todos quedamos mente malos, corno donjuanes, más el Guajiro, que aca-
dolidos. Con los años, Leo reveló cuán parecido era a no- bó sumergido en una relación que parecía agobiarlo pro-
sotros y se volvió parte intrínseca del círculo. También de fundamente. Dos o tres veces hablarnos de ello el Guajiro
él se apartó el Guajiro. También él, ya viejo, me confesó y yo, y con espanto real me hablaba de su relación, la
la marca dejada por el Guajiro en su vida y pensamien- que acabó por romper.
to. A la vuelta de los 40, en un poema, Leo agradeció al Al entrar a clase, esa tarde, Woolf estaba sentado
amigo muerto: por las tardes de vino, por la música y en primera fila, con un volumen de Nietzsche sobre la
por esa entrega a la belleza en abstracto, «donde dejé mi mesa , con el título en alemán a la vista. Vestía un saco
adolescencia» -escribió Leo-. Agradecía, también, por negro y una bufanda lila, de tela extraña, casi transpa-
el «desprecio al reloj y al calendario». Como todos, Leo rente, indumentaria guajira que más no ha habido. Co-
aprendió tarde lo que nos ocurrió tan tempranamente: loqué mis notas de clase sobre el podio en el que cada
nos estábamos bosquejando al unísono, las líneas que día dictaba una autómata lección, pero estaba nervioso.
remataban el autorretrato de uno se encimaban con las Tenía que hablar de cómo se escribe la historia utilizan-
que iniciaban el del otro.
do un texto de Huizinga que los alumnos habían leído.
Pero no le iba a narrar estas aventuras a Woolf, Woolf, trasvertido de Guajiro, me miraba con Vom Nutzen
correrías que requerían de tantas explicaciones paralelas und Nachteil der Historie für das Leben [Sobre la utili-
Y presentaciones de personajes. La mañana se alargaba y dad y los perjuicios de la historia para la vida]** frente
yo tenía que entrar a clase. Quedamos en otro café, mis- a él. No era ya uno más de los estudiantes inteligentes
mo lugar, misma hora.
Mientras lo despedía y me preguntaba cómo, en ade-
lante, podría tomar su presencia en mis cursos, Woolf * Tiene sentido.
** Friedrich Nietzsche, 1874.
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297
y ~eliciosamente pretenciosos de Ch .
mas. Alguien que con su mer ic_ago: Era alguien Dicté clases por cinco o seis años más. Regresé a
cio de la clase. No acert b a presencia dilataba el ini- México y me dediqué a escribir ensayos que me divir-
. ª a a comenzar.
. What is the role of poetry in Hui i ~ tieran. En mis últimos cuatro años en Chicago, Woolf vi-
finalmente pregunté b ' d z ngas story telling? * sitaba mi oficina. Hablábamos de libros, poco a poco
. . , sa ien o que a mí mi ,
mtngado la pregunta si·n h 11 smo me había se fue cayendo, al menos ante mí, el montaje del estu-
que nunca había · . . d a ar respuest
., · f actoria, y
a satis diante precoz y salió a flote un Woolf trabajador, pro-
, b. 1Illcia o 1a 1ecc1on con tal
su ito había subido el . 1 d pregunta. De fesional, inteligente, dispuesto a todo para construirse
mve e esa le · , b , ·
por el miedo de hablar no ur lf ~c10n as1ca, sólo una firme carrera académica. Con los años, le conté mu-
.. con vvoo smo fr t 1
Jiro. Nadie contesto' . ur lf ' en e a Gua- chas anécdotas de aquellas tertulias y reíamos juntos.
vvoo sonreía 1
fuera cómplice en e] ju evemente como si Creo que por primera vez supo que su padre reía y se
los estudiantes. ego que yo proponía al resto de embriagaba de bromas absurdas y sin sentido mien-
Al fin, una mano se alzó habl 0, d tras cantábamos las viejas canciones mexicanas que el
mas citados por H . . y e los dos o tres poe- padre del Guajiro nos enseñaba.
wzmga para e l' 1
de la tardía Edad Med.1 E , xp Icar e pesimismo No hace mucho recibí el libro Ethics of Melancholy:
ª· mpece a ol. VI·darme d e Woolf
para ejercer el oficio que h b' la tesis de doctorado de Woolf, publicada por Harvard
, . a Ia escogido y
a1gun giro extran-0 e · , · ya preparaba University Press. Supe que Woolf había sido uno de los
rromco para ali
te estudiante cuando ur lf. arme con ese valien- profesores más jóvenes contratados por Harvard y que
, , vvoo mterrumpió.
-No solo eso, no es sólo la , . en los mundillos universitarios era muy conocido como
la poesía es la estructura d 1 :oes1~ citada, sino que l'enfant prodigue del momento. Traté de leer el libro, pero
historia es tiempo y el t. e a Istona en tanto que la era demasiado profesional, correcto y lúcido, repleto de
verso del ser. que es, p I~mpo les lo que deviene del re- jerga: un libro académico, excelente, de esos que se dis-
, , or cierto 0 qu 1 ,
Era del G ..
1
'
uaJiro e verso lo sabí
ª
e poes1a produce
. cuten por dos o tres años, que hacen moda y producen
así como: «La realidad , a, empezaba con algo la fama efímera de las universidades. Woolf ni traicionó
se esconde en d
para ser. .. » y terminaba d l ca a cosa, resquicio a su padre ni lo sublimó, tampoco publicó los inéditos
el tiempo». Ni Woolf ni con_ ~< e reve~so del ser deviene del Guajiro. Simplemente se había convertido, como tan-
lo que Woolf hab1'a q, ~do, nd1 ~s estudiantes entendimos tos, en un profesor. No citaba en su trabajo a su padre.
uen o ecrrd H · ·
y yo sabíamos lo que qu. d . e uizmga, pero Woolf Ni siquiera dedicaba la tesis a Karl. No. El libro estaba
pude pasé por alto la op1~0. , ecdrr sobre el Guajiro. Como dedicado a «Los Guajiros », y sólo Woolf sabe quién cabe
m1on e Woolf fu .
producir una lección m , d . . , Y me e viable en el mote.
as e mis tremta años de profesor. El libro de Woolf, sin embargo, me trajo a cuento la
* ¿Cuál es Ja funci ón de Ja poesía en Ja forma d
carta. Cuando obtuve mi primera posición en una pres-
e narrar de Huizinga ? tigiosa universidad extranjera, el Guajiro supo enviar
298
1
299
Ir,
• 1
-
, en l a era
su última epístola dirigida a mí, todavia
a los correos electrónicos E 11
.
preVJ.a
14
'l . · ne a me recordab fu La perogrullada
;en~m~n siemlpre creyó que alcanzaría el éxitoª ;~ e
ras que uchar para no d l . ora
<lamente te ha llevado ad dper er_ a frescura que rápi-
. on e quenas » me¿·· A
pienso que cualquier e'xiºto l , iJo. « veces
, aunque o mal ·
vegable y gobernable co , qmeras, es na-
inviable . . mo, en teona, cualquier río Lo
d ' mi_quendo professor, es volverse un simpl . .
e agua, as1 tranquilo y munnura t . e OJO
el intento ». ne, Y no monrse en
Hablan, hablan, hablan .. . palabras viento, no bien se
enuncian, ganan ese tufillo a sosería que la radio, la tele-
visión, los periódicos y el internet llevan entre sí a guisa
de opinión pública. A los ruidosos los llaman intelectua-
les, escritores, comentaristas, «hacedores de opinión»,
académicos o, sin rubor alguno, «analistas». Hablan de
lo que los otros hablan, hablan de «hablar», escriben
de «escribir», novelan sobre «novelar» .. . versifican que
poetizan. Objetivo: no callar. El silencio no paga. El jor-
nal es por segundo hablado o por palabra escrita. Los
hacedores de opinión sobreexplotan a sus anoréxicas
memorias y ellas pagan el abuso encarcelándolos en el
lugar común; son cacofonía de la peor venganza de la
memoria: la perogrullada.
Saben mucho y de memoria, pero guardan un cierto
recato: sólo hablan de lo que no saben. Disertan por igual
del arte de torear los chiles que de los vericuetos de lo
que llaman gobernanza -que, contra lo que parece, es
otra cosa que institutriz o dominatriz-. Este arrullo de
sabios, de «analistas», opina de literatura o de los miste-
rios futbolísticos del 4-3-3, de historia o de la economía
del amor, o de menesteres mexicanos o españoles o escan-
dinavos , tanto da. Bla, bla, bla. Que levante la mano el
300
301
que no ha levantado la mano: ¿quién ha oído de uno de
1 inión en castellano, cuyo último
ellos o ellas un simple «de eso no sé nada», «no recuer- estos baluartes de ª op . , ·nas La voz can-
do », «ignoro »?
y memorioso libro rebasaba las rr:i1 pagi d~r la oportu-
En México o en España la perogrullada es una epi- t stó pero ¡como per
tante, claro, no con e d. la brevedad!: «Reinterpre-
demia; el agente portador del mal es el o la analista, nidad de mostrar el ~ .i~ a ué uede ir un libro que
esos que son locutores, luego profesores o novelistas, tada, la pregunta sena. ede q . p que éste esté en con-
o funcionarios culturales, todo, pero nunca lejos de un h de su autor, sm
ocupa tantas oras r ·ón satisfactoria en unas
micrófono, de una cámara, de un teclado conectado diciones de dar una exp icaci . bl bl bla.
así o asá a un premio X o Y Lo suyo es el verso libre y P ocas palab ras·? »· N 0 hay remedio,
.
a, a,
h blar hablar
la prosa más, el ensayo de ideas o sin ellas, la traduc- d · , ru pensar pero a '
Tanta bulla no eJa orr ' d , debe ser no
ción y el «aboleramiento » de Wikipedia o de SLATE o ·
Yhablar premia; ergo, el verdadero
_
ga 1ar on
M , ·cose premia
de The New Yorker; dominan la lerda retórica pedagógi- Espana o en exi
ser premiado. Pero en ntre tanto barullo no
ca o la contundencia del estilo manifiesto, la sentencia o cagar recio sin manchar:e. y es quehee· ésta o aquél nunca
j 1 el aforismo. Reza la máxima de una de estas voces que d e nadie se mane ·
i¡'.
'I· '
. l '
¡/.' .• van de ida y vuelta entre México y Barcelona: «No hay
hay manera e qu .
dijo lo que dicen que d..iJo, o si 1o escn
·b· , fue sacado de
d .. io fue (aquí la
1,,,,
1 •i lugar más peligroso que el lugar común: parece el me- contexto porque lo que realm~nte .diJ~ ...
nos arriesgado pero no tiene escapatoria». Cierto: el afo- voz se pierde entre el mundan rm o .
1'
rismo de marras por enunciar, evidencia el encierro que
•
: i
1
1 ~
describe.
Hablo del ruido de los blogueros con vocación de El aturdimiento deviene de re~~ f JI on
de la
memoria lo
verborrea
¡¡:. médicos para una enferma: la opinión pública. La muy
tísica, se da por nutrida con vitamina de analistas por-
. d 1 rogrullada como vicio e
mismo, e l a ·pet 1. ncia. en «Off »· De esto vive la «Co-
1 en «Ün» y. ame ige . dica en el astuto fraseo de la
que no conoce proteína mejor y, además, tanto barullo mentocrac1a». Su gracia ra l fil de memoria puede
1 1
11
' -
de la sabiduría su esencia ». Con el uso de los do
.
tos nos advierte s Pun-
que ella si sabe cultivar la breved d Muerte a cuerno de chivo,
1 .
con o que sigue demuestra que es listilla que es ·, Y a taca, taca, taca.
.
ven, que es mexicana y que es fácilmente 'imaginabI Jo- La Juárez del Divo:
en Espa~a o en México. Esta ironía de a centavo paree: Kafka, Kafka, Kafka.
acompan~rse d~ un diminuto silencio a punto y segui-
do, un wazt for zt para que se deje oír el «genial, genial » Dios es un capo ajeno
que el público, por riñones, ha de pronunciar. Por for- y la DEA un Dios cercano.
tuna, en un mundillo intelectual que se empacha de
pero~ll~das, los «¡oh! », «¡ah!» y «genial, genial» ya vie- ¡Brillante! Se habría de resaltar cómo el poeta muta
nen mcluidos, cual las risas en El Chavo del Ocho. o al el «lejano» por el «ajeno » y cómo mezcla lowbrow (el
menos eso parece que escuchan ellos y ellas, nuestros Divo) con highbrow (Kafka). También habría que repa-
analista:, con ese implícito y corto silencio que sigue a rar en que esto seria un regurgitar más o menos sim-
sus afonsmos en artículos y entrevistas o con esa mirada pático de un cliché que por tedioso es llamado «pero-
perdid~ de «soy brillante, ya lo sé» que nos avientan por grullada».
el televisor. Son lo que son «por su pinta y su labia», así, y en la tertulia radiofónica de las mañanas, el locu-
como el Aldo Saravia de una vieja milonga argentina. tor X, que dobletea de sesudo profesor, docto en cosas
Y la misma escritora imaginaria, al enfrentar la pre- profundas, a más de carita parlante en las televisoras de
gunta sobre la violencia, la frontera y el narco -es desti- la ciudad de México o Barcelona, haría del lugar común
no de nopal, el agente literario en Barcelona exige estos un diccionario de sinónimos (cobra por segundo o por
temas-, retorcería la perogrullada -un trasunto- con palabra): «En este sentido, a mí me gustaría resaltar que
un recurso al humor, dejando en pie, claro, la cantaleta me resulta del todo claro, evidente, hasta cierto punto
Y bobería de la perogrullada: «Diría yo, pobre de Méxi- cristalino, por no decir transparente, que México es un
co, tan lejos de las buenas conciencias y tan cerca de una país, un pueblo, una nación, una polity, militantement.e
bola de pachecos». El que no festejara la ocurrencia es kafkiano». La impresión seria de que no hay desperdi-
porque envidia el premio X de la ingeniosa y joven «crea- cio ni omisión, de que se han cubierto los vértices de un
dora nacional.». Pero dejémosla en paz; imaginemos que argumento. Pero no se habrá dicho ni más ni menos ~ue
ya va en cammo a la agregadurfa cultural de la Emba- una llana perogrullada. No es chiste ni hipérbole, encien-
jada de México en París. El bla, bla, bla paga bien. da usted su radio cualquier mañana en México o en Bar-
Para un ficticio poeta premiado en nuestros ruidosos celona, en español o en catalán -la perogrullada no
lares, el lugar común seria un inmueble en venta para ser respeta ni lengua ni sesos.
reformado. Y lo reformaría para mejor venta: E imaginemos a un profesor experto, de esos que ter-
cian de analistas públicos, que cobran en universidades,
304
305
mummmnnnnm----------=======
en el sistema nacional de subsidios a la investigación, en
revistas, televisaras y radiodifusoras. Ése retomaría el de la Independencia ... [coñazo de lo mismo]. Pero fue en
lugar común con la clara intención de que, tarde o tem- la Reforma y la República Restaurada ... [bis]. La pausa
prano, su sesuda opinión luciera de frontispicio de un que significó el Porfiriato ... [bis]. Pero la Revolució~ ...
libro, de un blog o de un ensayo, en español, inglés o [bis]. El régimen priista ... [bis]. Sin embargo, 1968 ... [bis].
alemán: Finalmente, el neoliberalismo y la globalización ... [bis]. En
suma, México es, ha sido y será un país kafkiano. Mas ¿por
Se atribuye al general Díaz aquello de pobre México tan qué? Por las profundas razones históricas antes m~n
lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Lo cierto es cionadas, mismas que nos llevan a afirmar que el kafkia-
que México ya no está lejos de Dios, el problema es que, nismo es el tejido fino de nuestra sociedad, vale decir, la
en el neoliberalismo y la globalización tardía, Dios es mexicana. Sin embargo, ¿podría considerars~ que hoy por
gringo. hoy existe en México un Kafka como el que éste, México,
se merece? Sin duda es relevante la cuestión, y a riesgo de
Pues sí: es más fácil tocarle los cojones a Dios que exagerarnos, que no de equivocarnos, diríamos en defi-
a Perogrullo. nitiva que sí. ¿Por qué? La pregunta es trascendente Y me-
Lo peor sería uno de esos historiadores que va de rece una respuesta aquí y ahora y nosotros la aventura-
didáctico en su reencarnación como opinador, porque mos: porque todos somos Kafka.
en su columna ordeñaría a su memoria para destilar
el máximo de perogrulladas, logrando una quisicosa Bueno, lo más dañino de la perogrullada no es que
más aburrida que una tienda de J lave Kitty: sea cárcel, sino que es nixtamal: maleable, ensancha-
ble y pegajosa.
Entonces, ¿cómo expresar México históricamente? Aun- En los días que van corriendo, los intelectuales
que la pregunta merecería una larga respuesta, no existe mexicanos o españoles, tan al tiro del micrófono, can-
manera más sucinta de abordarla que decir que México tan lo que leen en el karaoke titulado «La opinión pú-
es un país kafkiano. En efecto, ya en el altepetl nuestros blica» y todo mundo a callar y a aguantar el barullo.
antepasados guardaban una ambigua noción de lo que Señores, señoras, analistas: tómense un aire, denle a
en el mundo occidental se denomina lógica. Es de resal- la perogrullada una pausa... no sé, por decir, para
.1 tarse que, en el idioma náhuat1, no existe palabra para leer, para pensar. .. bájenle ... sshhhhhh.
'1
objetividad, lo cual prueba cuán kafkiano es el verdade-
ro México, el profundo, el que corre bajo las capas occi-
dentales sobrepuestas a nuestra autenticidad. Es decir,
durante la Colonia ... [rollazo de historia patria]. A raíz
306
307
15
El dogma lona o en México. Alcanzó gran fama por la elaboración
de un modelo de teoría de juegos en que quedaba lógica
y matemáticamente probado, fuera de toda duda y utili-
zando casos tan diversos como Sudáfrica, Paraguay y
España, que la transición a la democracia en cualquier
polity es producto de la presión de la sociedad civil. y no
de los principios ideológicos de las elites. Era admirada
su memoria y agudeza, mezcla entre Maquiavelo (por la
sutil estrategia y la amoral lógica), Locke (por el racioci-
Don Antonio de Gomara i Armengol, a más de alto nio liberal e individualista) y Josep Pla (por la memoria
fun~i?nario del Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum y el seny). . .
Offzczum en la Sevilla del tardío siglo XVI, era hebraísta No obstante, como el viejo inquisidor don Antomo
Y lector asiduo de los escritos de Abdías de Babilonia
de Gomara i Armengol, el profesor Boig i Teixidor se
el sabio que sostenía la salida de las tribus de Israel d~ guardaba sus recursos. Al oír, digamos, «1714», «Catdlu-
Babilonia hacia Sefarad; lugar que, al buen ver de don
nya triumfant... », «cagané» o «Ban;a» ... perdía el prepu-
Antonio, este lugar era nada menos que al-Andalus. Es-
cio de la racionalidad y dejaba que el cara de fava del
tudioso de rigor incólume, tenía para él que España era
nacionalismo funcionara de rational choice. La razón
de I:rus~l~n tanto como Jerusalén de España. También decantaba así en un subconjunto de una perenne me-
fue mqu1s1dor implacable, guardaba en la memoria to-
moria milenaria (catalana). El hombre hizo hoguera de
das .las ma~ifestaciones de la herejía y los códigos de
algún mexicano en Barcelona --de ésos que, decía Pere
c~st1go. Exigía de los conversos fidelidad absoluta a los Calders, «ja s'ha vist que no donen cap molestia»- por-
ntos de la Santa Madre Iglesia. Quemó a uno hallado in
que el mal parit mexica no creyó que el nacionalismo
frag~~ti circuncidando a su crío. Sin embargo, bajo los fuera eso: opción y racional. A la sazón, gritole: ¡posmo-
greguescos, don Antonio escondía el remangado pene
derno!, ¡charnego!, ¡último de la clase!, ¡niñaco progre! ,
descapuchado de prepucio, pues también sabía de me-
¡sois todos iguales!, ¡regrésate a México!. .. Toda la ver-
moria su Biblia y razonaba con clarividencia: no vaya a
dad no cabe en la memoria, de la misma manera que
resultar cierto aquello de Israel y el vénganos tu reino ...
las memorias milenarias le quedan grandes a la verdad.
1 ¡
1
1 . ~ principios del siglo XXI el profesor Charles Boig i
También se sabe de un gurú del yoga y el vegeta-
Teix1dor era un afamado politólogo de universidades ca-
rianismo, de por rumbos de Coyoacán, que recita de me-
talanas y estadounidenses, estrella de conferencias y fo-
moria versos místicos en sánscrito y que en las noches
ros académicos, lo mismo en Nueva York que en Barce-
chilangas de frío y duro cierzo invernal, gastando el am-
308
309
plio paletó que le ceba la magra figura, y escondiendo
la esmerada calva en gorra de Ap 16
h asco, se entrega sin La erudición
empac o a las. mundanas caricias orales de las criadi-
llas y el nenep1l: «¡dos para llevar! ».
or/and)~::h
sin más referencia. A pregunta de don Ignacio, informa- Non western, non canoruc, not10ns
ron que el texto era de un afamado teórico literario de ( us narratives of non-invasive eroticis'."
pleasure . tration-centnc
habla inglesa cuyas contribuciones «epistemológicas» r should we say not belongmg to pene .
[sic] eran incontables, seguidor tardío de Heidegger y -o . but thick line from a mestizo non-
episteme. A simple uts this negation in his count-
los estudios sobre esto y lo otro, mismos que don Igna- western, Alfonso Reyes, p . b in which
cio no sólo ignoraba sino que le resultaban imposibles h nic alternative view of Black Cu a, .
er- egemo . b the affir-
de descifrar. El párrafo en cuestión era largo, pero sólo the mockery of Western orientahsm ecomes
contaba con dos oraciones, treinta y cinco comas, ocho mation of Cuban black desire:
paréntesis, cinco guiones, infinidad de adjetivos trans-
formados en sustantivos y dos verbos cuyos efectos no No es eu b a - la que nunca oyó Stravinsky
...
quedaban claros ni en cada oración ni en el párrafo. Don concertar sones de marimbas y guiros
1 Ignacio buscó paralelo en algo de Baltasar Gracián y en en el entierro de Papá Montero,
1 1
i
ñañigo de bastón y canalla rumbero.
! 312
t,,
11
313
But an Afro-C u ban wnter· condensed thi . . 17
s narrat1V1ty 0 f
post-p hall
..
ocentric notions of suff, · hr
enng t ough un-w
El olvido
em trad1t1ons of coyness and coitus solicitation alas e_st-
hyperbolic reference to divin , WJ.th
from the rich Bud C b e ~~wers -perhaps derived É o teu rostro ainda que eu procuro
u u an tradit10n: «¡Ay Fefita por n· A través do terror e da distancia
no me hagas sufrir! ». 1os,
Para a reconstruf:ao de um mundo puro.
Tras lo vertiginoso,
recordar el olvido
abre la calma.
Y basta.
316
317
------~~~~~:::=~lllh-------============--=::::~~
Si en verdad Dios es un instinto, si la memoria no
Apéndices
es más que sesos, si la mítica sirena no es otra cosa
que un manatí, ¿cuál es la materialidad del olvido?
318
Notas
l. Llegar a saber
1. Marc Bloch, Apologie pour l'histoire ou m étier d'his-
torien, Armand Colin, París, 1949.
2. Richard Rorty, coord., The Linguistic Tum , Universi-
ty of Chicago Press, Chicago, 1967.
3. Mauricio Tenorio Trillo, «Profissao: Latin-Americanist.
Richard Morse e a historiografia norte-americana da América
Latina», enEstudos Históricos , núm. 3, vol. 2, Funda<;ao Getú-
lio Vargas, CEPDOC, Rio de Janeiro, 1989, págs. 102-132.
4. (Trad. del E.) El original dice: «The subaltern speaks
in the interstices of the possible, in the inwhithinness of the
sublime and the mundane, in the empowered weakness and
in the weakness of power. For the voice of the subaltern
matches the interstices of the sayable as post-metonymy of
the gender-race-class intrinsic connotations of the hegemonic
written word, that is to say, the Western text. The meaning of
resistance, in this context, is not a conscious construction of a
his(her)tory text, but a natural deconstruction of text through
the acid of popular memory. The voice of the subaltem hence
is in remembering and uttering the sounds of an altemative
worldview that cannot be heard but experienced as the lo-
calness silenced by globality, or, better said, experienced as
the unarticulated and unwritten meanings which nevertheless
constitute the silent meaning of meaning». (N. del E. )
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this conforms my instinctive notions -it is irrational; it will
e lento ... / O homem cede ao desejo / Como a nuvem cede
not st~~d argum~nt -that we are a sealed vessel affluent upan
ao vento.»
what rt rs converuent to call reality; at sorne moments, without
a reason, without an effort, the sealing matter cracks».
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