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Citar Lexis Nº 60001056

Textos Completos

Fallo in extenso

(C. Nac. Com., sala C, 29/05/98 - TALLERES LLAVE SA v. FURLANETTO SACIFIM Y A. S/


ORD. COMERCIAL, INDUSTRIAL, FINANCIERA, INMOBILIARIA, MINERA Y
AGROPECUARIA.).

2ª INSTANCIA.- Buenos Aires, mayo 29 de 1998.- ¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de
fs. 407/416?

El Dr. Monti dijo:

1. Talleres Llave S.A. demandó a Furlanetto S.A. por la restitución del precio de compra de un torno
revólver Infersan, modelo SA 8596, que le había sido entregado el 22/7/1992. Además de la
restitución de lo pagado (diecinueve mil trescientos cuarenta y tres pesos con setenta y cuatro
centavos), la actora reclamó una indemnización por daños y perjuicios equivalente a veintiséis mil
pesos, comprensiva de privación de uso de la máquina, lucro cesante, pérdida de imagen comercial y
gastos.

2. Según el relato de los hechos que desarrolló en la demanda, Talleres Llave había advertido, al
poco tiempo de recibirla, que la máquina referida presentaba un funcionamiento defectuoso, razón
por la cual dirigió diversos reclamos a la vendedora Furlanetto. Como consecuencia de esos
reclamos y siguiendo indicaciones de la vendedora, el 8/10/1992 habría remitido el torno a motor
establecimiento, Infersan S.A., con el fin de hallar solución al problema. Agregó la actora que la
máquina le fue devuelta sin haberse subsanado los desperfectos que habían motivado el reclamo, por
lo que decidió poner el torno a disposición de la vendedora y comunicarle a ésta su voluntad de
rescindir la compra, encontrándose con la oposición de Furlanetto tanto a reconocer los vicios
cuanto a rescindir el contrato.

3. A su turno, Furlanetto opuso excepción de prescripción. Sostuvo que, tratándose en autos de una
demanda de rescisión contractual por la existencia de vicios ocultos, debía aplicarse el art. 473 Ver
Texto CCom., que establece -dijo- un plazo máximo de seis meses para accionar, el cual, a su
entender, habría sido excedido en la especie. Con tal fundamento dio respuesta a lo sostenido por la
actora, la cual había indicado que el plazo de prescripción en la materia era de cuatro años,
conforme lo establecido en el art. 847 Ver Texto inc. 3 CCom.

Al mismo tiempo Furlanetto contestó la demanda. Expresó que la compradora había recibido el
torno de conformidad y no habría realizado ningún reclamo en forma directa. Añadió que remitió a
la compradora una pieza para el torno (un cabezal), siguiendo en esto instrucciones de Vicente A.
Ferreyra, fabricante de la máquina. De allí en más, dijo, se produjo la comunicación rescisoria de la
compradora, a lo que se opuso, sin perjuicio de comunicar al fabricante la anomalía alegada como
fundamento de la rescisión e intentar verificar las condiciones del torno, cosa que no habría podido
concretar a causa de la negativa de la compradora. La accionada terminó subrayando que los vicios
alegados no habría existido al momento de la entrega, sino que habría habido un manejo defectuoso
del torno por parte de la compradora.

4. Furlanetto citó como tercero a Vicente A. Ferreyra, el fabricante de tornos que habría vendido la
herramienta objeto del sub lite. Ferreyra solicitó el rechazo de la demanda y adhirió a la contestación
de Furlanetto. Destacó que, en el momento de ser entregada a Talleres Llave, la máquina funcionaba
correctamente y que no había habido entonces reclamos de la actora. Añadió el tercero citado que,
tiempo después de la entrega, recibió reclamos de la actora, por lo que se dispuso a verificar los
defectos aducidos, sin lograrlo, por cuanto la actora no lo habría permitido al no serle restituido el
precio pagado. No obstante aclaró Ferreyra que pudo examinar una parte de la máquina, y habiendo
detectado -según dijo- que había sido operada impropiamente, remitió una pieza (un cabezal nuevo)
a la demandada para su envío a la actora.

5. El juez de primera instancia abordó, en primer lugar, la excepción de prescripción, cuyo


tratamiento había sido diferido para el momento de dictar sentencia.

El a quo admitió la excepción, sobre la base de que la demanda fue deducida transcurrido el plazo de
seis meses previsto por el art. 473 Ver Texto CCom. Es decir, consideró a dicho plazo como un
plazo de prescripción. De todos modos, el a quo abordó la tesitura contraria a la sostenida por él:
aquella que sostiene que el del art. 473 Ver Texto CCom. no es un plazo de prescripción. Observó al
respecto que, en estos casos, no sería aplcable el término prescriptivo del art. 847 Ver Texto inc. 3
CCom., pues éste, según dijo, es supletorio y opera sólo cuando se carece de una prescripción legal
más corta, que aquí estaría dada por la del art. 473 Ver Texto para la rescisión de un acto jurídico a
causa de vicios ocultos.

No obstante admitir la excepción, el juez a quo destacó que los vicios alegados se hallaban probados
en autos, aunque no sería procedente la indemnización por daños.

Las costas fueron cargadas a la actora y la sentencia fue extendida a Ferreyra como a los litigantes
principales (sent. fs. 407/416).

6. Apeló la actora, quien se agravia porque se haya admitido la excepción de prescripción. Funda su
argumentación recursiva en un fallo de la sala D de esta Cámara ("Heinrichsdorff, Franco v.
Estancias Aguas Dulces" Ver Texto, 31/7/1989 ED 143-719), en el cual se decidió que el plazo del
art. 473 Ver Texto es el que se prevé para advertir el vicio y efectuar el reclamo respectivo, siendo
de cuatro años el término de prescripción, conforme al art. 847 Ver Texto inc. 3 CCom. La
recurrente cita otros precedentes de este tribunal, entre ellos, uno en el que el Dr. jaime L. Anaya
consideró que el del art. 473 Ver Texto constituye un plazo de caducidad y no de prescripción.
Talleres Llave pone de relieve que nos hallamos ante una discrepancia de índole jurídica, con
sostenedores de una y otra doctrina, y menciona la opinión de los comentaristas del fallo
"Heinrichsdorff" Ver Texto cit., para destacar que la prescripción en esta materia dentro del Código
Civil (tres meses, art. 4041 Ver Texto) sólo es computable a partir del conocimiento de los vicios
ocultos, debiendo probar el actor la existencia del defecto al tiempo de la adquisición (art. 2168 Ver
Texto CCiv.).

Tras ello, Talleres Llave objeta las consideraciones del juez respecto de la improcedencia de la
indemnización por daños. Finalmente, manifiesta que, en caso de confirmarse la solución de fondo,
deberían distribuirse las costas por su orden (memorial de fs. 438/440, contestado a fs. 447/448 por
el tercero citado).

7. Tal como han quedado planteadas las cuestiones que se traen a esta instancia, corresponde
abordar ante todo lo concerniente a la defensa de prescripción opuesta por la demandada y admitida
por el juez de primer grado.

En este aspecto, debo adelantar que, sin desmerecer la fundada opinión del a quo y la doctrina que
cita, coincido en lo sustancial con las conclusiones expresadas por el distinguido colega de esta
Cámara Dr. Edgardo M. Alberti al emitir su voto como vocal propiamente de la sala D en la causa
"Heinrichdorff" (ED 143-718), cuya doctrina fue también seguida por la sala B in re "Dover S.A. v.
Luise, José" Ver Texto 19/12/1989 (ED 143-730).

A mi modo de ver, una lectura secuencial de los arts. 472 Ver Texto y 473 Ver Texto CCom. pone
de relieve que los plazos mencionados por ambos, con respecto a los vicios aparentes el primero y a
los ocultos el segundo, tienen la misma finalidad; esta es: detectar o comprobar la existencia del
vicio y formular el consiguiente reclamo o protesta al vendedor. Las expresiones reclamar y
reclamación, contenidas en el art. 472 Ver Texto no dejan dudas al respecto; la exigibilidad del
plazo, además, haría impensable la exigencia de acudir a la vía jurisdiccional. La necesaria
continuidad discursiva del artículo siguiente impone atribuir igual función al plazo allí mencionado.
En el mismo sentido señaló el Dr. Alberti: "Uno y otro término (alude a los arts. 472 Ver Texto y
473 Ver Texto CCom.) están destinados a comprobar la existencia del vicio, no a demandar por
causa del vicio".

Ese criterio encuentra sustento en una interpretación sistemática de los textos normativos que,
conforme una jurisprudencia secular de la Corte Suprema, exige no ceñirse a expresiones aisladas o
desvinculadas del contexto en el que se hallan insertas. Además, respecta la ubicación del precepto
en la estructura metodológica del Código, porque se encuentra dentro de las reglas concernientes al
contrato de compraventa mercantil y no en el capítulo destinado a la prescripción de las acciones,
circunstancia que ya observara el Dr. Jaime L. Anaya en un precedente de esta sala (el caso "SCAC"
resuelto el 17/9/1976, ED 143-736) donde descartó que el plazo del art. 473 Ver Texto CCom.,
fuese de prescripción y que también el Dr. Alberti destaca en su voto citado.

Esa inteligencia viene impuesta, igualmente, por el sentido del antiguo adagio actio non nata non
praescribitur, que Lisandro Segovia no recuerda al comentar precisamente el art. 473 Ver Texto,
bien que para sustentar una conclusión diversa (ver "Explicación y Crítica del Código de Comercio",
1892, Ed. Félix Lajouane Editor, p. 30, n. 1708). La incidencia correcta que cabe asignar a dicho
principio en esta materia, ha sido percibida con fino sentido jurídico en el recordado voto del Dr.
Alberti. Dijo allí "... la prescripción no debe suponerse como corriente durante el plazo destinado a
advertir el vicio intrínseco, porque si tal cosa fuera sostenida, resultaría que la acción para reclamar
responsabilidad del vendedor por ese defecto estaría prescribiendo antes de que su accionante
pudiese notar que existen, o en palabras usuales, estaríamos presenciando la extinción por
prescripción de una acción no nacida aún".

Sobre la base de las razones brevemente expuestas, no me cabe duda acerca de la índole del plazo a
que alude el art. 473 Ver Texto CCom. Queda claro que el lapso que allí aparece deferido a una
decisión de los tribunales, con su límite máximo de seis meses, tiene por finalidad -como se ha
dicho- la detección del vicio y la exteriorización de un reclamo o protesta respecto del vendedor, de
un modo semejante al que se prevé en materia de transporte aéreo en el art. 149 Ver Texto del
Código Aeronáutico -el cual no se confunde con el término de prescripción de las acciones, art. 228
Ver Texto, íd.- o en otras reglas análogas. Y es claro, por lógica implicación, que no se trata de un
plazo de prescripción, de manera que su acaecimiento no obsta a la promoción de las acciones
provenientes de los vicios redhibitorios.

Coincido también con el precedente antes referido en cuanto a que el plazo de prescripción de esas
acciones es el indicado en el art. 847 Ver Texto inc. 3 CCom. La especificidad de éste en punto a la
materia a la que se aplica, cual es la rescisión de un acto jurídico comercial, parece tener primacía
sobre la genérica remisión al Código Civil -vgr. art. 4041 Ver Texto- que, con carácter subsidiario,
indica el art. 1 Ver Texto del título preliminar CCom.

Es cierto que, prima facie, este punto de vista pareciera sugerir una disparidad importante entre uno
y otro régimen legal en punto a los tiempos reservados a la acción redhibitoria. Sin embargo ésto es
sólo una apariencia.

En este sentido, es preciso tener en cuenta que el Código Civil no fija plazo alguno para la detección
del vicio y el consiguiente reclamo, basta con que se compruebe que ya existía al tiempo de la
adquisición (conf. arts. 2164 Ver Texto y 2168 Ver Texto CCiv.), como advirtió Alberti en su
recordado voto. En cambio, sí se encuentra tal plazo en el art. 473 Ver Texto CCom., directiva
acorde con las necesidades propias del tráfico mercantil que exigen una pronta liquidación de las
operaciones. Y dentro de ese marco parece razonable que los vicios que no pudieren percibirse por
el reconocimiento que se haga al tiempo de la entrega, queden a cargo del enajenante sólo si han
sido puestos de manifiesto en un lapso que no exceda los seis meses siguientes a la entrega.

Si se tienen en cuenta estas peculiaridades, habrá de observarse que el aparentemente exiguo lapso
del art. 4041 Ver Texto CCiv. podría comenzar a correr mucho tiempo después de la entrega de la
cosa, a diferencia de lo que acaece en el ámbito comercial. Y la mejor demostración de este aserto se
hallará en un examen de la aplicación jurisprudencial del artículo citado. En un caso relativamente
reciente, resuelto por la sala B de este tribunal ("Instituto nacional de servicios sociales para
jubilados y pensionados v. Dintel S.A. s/daños y perjuicios" Ver Texto, 22/5/1996), en el que se
admitió la acción quanti minoris prevista por el art. 2174 Ver Texto CCiv., la adquisición del
inmueble objeto del litigio había acaecido en junio de 1975, mientras que la detección del vicio (que
se exteriorizó a través de vibraciones en los pisos superiores) había tenido lugar recién a comienzos
de 1981, seis años después. Es más, la mayoría del tribunal desechó la prescripción invocada con
base en el art. 4041 Ver Texto CCiv. por entender que hasta que no se caracterice el caso como vicio
redhibitorio no puede considerarse en curso esta prescripción. A lo que añadió, con abundante cita
de jurisprudencia y doctrina, que si la actora, luego de comprobar las vibraciones que sufría el
edificio, empleó toda la diligencia para detectar sus orígenes, hasta que tiempo después obtuvo el
resultado del estudio de estructuras que determinó las causas de los temblores, era a partir de ese
momento que comenzaba a correr el plazo de prescripción, pues hasta entonces el vicio en su
entidad propia debía considerarse ignorado.
En suma, como puede advertirse, la proyección final en el tiempo de ambos regímenes, desde la
perspectiva de la operatividad de la acción redhibitoria, muestra que, en los hechos, suele ser más
extensa en el ámbito de aplicación de la ley civil, precisamente debido a la indeterminación del dies
a quo para el cómputo del plazo, circunstancia acotada, en cambio, en la ley mercantil.

Pero hay otra razón, no menos importante, que concurre a sustentar la tesis interpretativa aquí
expuesta.

8. En la Convención de las Naciones Unidas sobre los contratos de compraventa internacional de


mercaderías, suscripta en Viena en abril de 1980, que se integra con la convención sobre
prescripción, concertada en Nueva York en junio de 1974 y vigente con las enmiendas hechas en el
Protocolo de Viena (también de abril de 1980), las cuales rigen para nuestro país (conf. ley 22765
Ver Texto; ADLA 43-B-1259, y 43-D-10), se prevé un régimen normativo de suyo relevante como
modelo para establecer una inteligencia apropiada en la materia que nos ocupa.

El art. 38.1 de la convención sobre compraventa impone al comprador el deber de examinar o hacer
examinar las mercaderías en el plazo más breve posible atendidas las circunstancias. Conectado con
esa directiva, el art. 39.1 establece que el comprador perderá el derecho a invocar la falta de
conformidad de las mercaderías si no lo comunica al vendedor, especificando su naturaleza, dentro
de un plazo razonable a partir del momento en que la haya o debiera haberla descubierto. El
cómputo del plazo variará según se trate de un defecto aparente -comprobable durante el examen
liminar- o de un vicio oculto que se revela con posterioridad. Pero, en todo caso, la denuncia deberá
hacerse en un plazo máximo de dos años contados desde la fecha en que las mercaderías se pudieron
efectivamente en poder del comprador (art. 39.2).

De todos modos, interesa remarcar aquí, como observa bien Bernard Audit ("La compraventa
internacional de mercaderías", 1994, Ed. Zavalía, p. 121), que estos plazos no se confunden con la
prescripción de una eventual acción en justicia. Y añade este autor: "La distinción se explica porque
la denuncia de un defecto no significa ipso facto el ejercicio de una acción en justicia: hay lugar para
la discusión sobre la existencia o la extensión del defecto y la negociación de las consecuencias que
el mismo determine, lo que importa aquí es que la dificultad sea rápidamente delimitada".

Con ese alcance, la convención sobre prescripción antes mencionada, en su art. 8, fija un plazo de
prescripción de cuatro años, cuyo cómputo comienza, según el art. 9: en la fecha en que la acción
puede ser ejercitada, especificándose seguidamente diversas situaciones de comienzo del plazo
prescripto. En particular, en el art. 10 inc. 2, se contemplan las hipótesis de vicio u otra falta de
conformidad de las mercaderías (situaciones equivalentes a las descriptas en nuestros arts. 472 Ver
Texto y 473 Ver Texto CCom.), en cuyo caso se entiende que la acción pueda ser ejercitada en la
fecha en que éstas (las mercaderías) sean entregadas efectivamente al comprador o en la fecha en
que el comprador rehuse el recibo de dichas mercaderías (mediante la comunicación al vendedor,
art. 39 de la otra convención). A partir de esos momentos se cuentan los cuatro años.

También interesa aludir aquí al art. 11 de la convención sobre prescripción que dispone, para el
supuesto en que se hubiese acordado una garantía respecto de las mercaderías vendidas, válida
durante cierto período, que el plazo de prescripción de la acción fundada en esa garantía comenzará
a correr a partir de la fecha en que el comprador notifique al vendedor el hecho en que funde su
reclamación.

Como se advierte, hay un evidente paralelismo entre este sistema normativo y el que se extrae de
nuestro Código de Comercio, según la inteligencia propuesta, lo que se insinúa tanto en la
articulación sucesiva de los diversos plazos, sus características y propósitos, cuanto en su extensión.
Así la convención prevé el más breve posible para el examen de los efectos vendidos, situación que
aparece reglada en nuestro código por el art. 472 Ver Texto, que presupone que la verificación se
hará en el momento de la entrega, o en ciertos casos, dentro de los tres días subsiguientes a ella.
Sucesivamente, se contempla un plazo razonable para denunciar el vicio o falta de conformidad con
las condiciones pactadas, con un límite máximo de dos años, es claro que esa razonabilidad estará
ligada con las características del defecto: si es uno aparente o manifiesto, el plazo para comunicarlo
al vendedor será menor, si es oculto tendrá una duración mayor (conf. Audit, Bernardo "La
compraventa internacional de mercaderías", cit. p. 125), pero en todo caso no podrá exceder de dos
años, límite que se considera como un plazo de caducidad (conf. Audit, Bernardo, "La compraventa
internacional de mercaderías" cit., p. 125; una y otra hipótesis corresponderían a los plazos previstos
en los arts. 472 Ver Texto y 473 Ver Texto CCom. para efectuar la reclamación al vendedor. Por
último, la convención sobre prescripción prevé un plazo de cuatro años, computable del modo ya
indicado, que es idéntico al reglado en nuestro art. 847 Ver Texto inc. 3 CCom.).
Este paralelismo refuerza la convicción acerca de la pertinencia de la interpretación que asigno a
nuestra ley mercantil. Máxime cuando de ese modo se procura una saludable armonía en las reglas
aplicables a una misma materia en la órbita interna e internacional, evitando una virtual colisión
entre ambas.

9. Una última reflexión. Carece de relevancia para la decisión del sub lite establecer el momento a
partir del cual debe computarse el mencionado plazo de prescripción, pues, sea a partir de la
conclusión del semestre del art. 473 Ver Texto CCom. (como sugiera Alberti), sea desde el
momento mismo en que -dentro de aquel período- se formula el reclamo, en la especie, la acción
habría sido deducida en tiempo propio.

En suma, por las consideraciones expuestas, estimo que deberá revocarse en este aspecto la
sentencia apelada, desestimando la defensa de prescripción opuesta.

10. Ahora bien, las partes han discrepado, asimismo, acerca de la existencia de vicios ocultos en la
máquina objeto de autos. En este sentido, es preciso atenerse a las pruebas producidas en la causa,
en particular la pericial (arg. art. 476 Ver Texto CCom.).

De los elementos de juicio incorporados al proceso, se infiere que los vicios alegados por la actora
como fundamento de su demanda han sido acreditados en autos, como así también que obedecieron
a un defecto en la fabricación (ver peritaje mecánico de fs. 210 y ss., específicamente pto. e, fs. 217
vta. y fs. 219 vta.). Estas precisiones fueron ratificadas por el perito ingeniero en la audiencia de fs.
381. Y cabe recordar que el juez de primera instancia, aunque declaró operada la prescripción de la
acción, manifestó que la actora había probado los vicios redhibitorios (fs. 415).

En tales condiciones, corresponde admitir la acción redhibitoria deducida y ordenar las recíprocas
restituciones que son del caso (conf. art. 2174 Ver Texto CCiv.).

De modo que Furlanetto S.A. deberá restituir a la actora la suma de dinero pagada por la compra del
torno. Esa suma asciende a diecinueve mil trescientos cuarenta y tres pesos con setenta y cuatro
centavos. Las partes se hallan concordes en este punto, y ambas se han remitido a la factura 120,
merced a la cual se instrumentó la operación por aquel monto (ver fs. 17 y 66).

La restitución deberá ser acompañada de los intereses moratorios, que habrán de calcularse de
acuerdo a la tasa de interés cobrada por el Banco de la Nación Argentina para sus operaciones de
descuento a treinta días, tomando como dies a quo del respectivo cómputo la fecha de la notificación
del traslado de la demanda (fs. 48 vta.).

De su lado, la actora deberá restituir a Furlanetto S.A. el torno individualizado en la demanda, tal
como lo había ya ofrecido en las cartas copiadas a fs. 7 y 9.

11. Corresponde considerar ahora lo atinente a los daños y perjuicios que la actora también reclamó
en su demanda y que el juez, ad eventum, consideró improcedentes por las razones brevemente
señaladas en el ap. b de fs. 415.

La actora reitera su reclamo en el memorial de agravios (fs. 439 vta.), consignando como único
fundamento una genérica remisión a la prueba producida en el transcurso del proceso. A pesar de la
carencia recursiva que ello supone, habrá de abordar el punto en razón de las particularidades del
caso, pues la acción redhibitoria fue rechazada en primera instancia por un óbice previo -el juez la
consideró prescripta- y la cuestión de los daños sólo mereció una breve referencia en el fallo
recurrido.

En esta materia resulta de aplicación el principio contenido en el art. 2176 Ver Texto CCiv., que
acuerda al comprador que optare por la rescisión del contrato, el derecho a ser indemnizado de los
daños y perjuicios sufridos si el vendedor conoce o debía conocer, por razón de su oficio o arte, los
vicios o defectos ocultos de la cosa vendida, y no los manifestó al comprador.

Explica bien Raymundo M. Salvat ("Tratado de Derecho Civil Argentino" -Fuentes de las
obligaciones-, t. 3, 1957, Ed. TEA, p. 466, n. 2364), que la buena fe del vendedor se presume (arg.
art. 2362 Ver Texto), pero el principio se invierte cuando por razón de su oficio o arte debía conocer
la existencia del vicio. Según el autor citado, se hubo admitido que la regla legal no sólo ha de
aplicarse al fabricante directo de los artículos, sino también al comerciante que los recibe de aquel y
los vende al público (íd., p. 467), solución ahora consagrada en el art. 18 Ver Texto inc. a ley 24240,
en cuanto establece la aplicación de pleno derecho del art. 2176 Ver Texto CCiv. a instancia del
consumidor.

Esta responsabilidad habría estado regida por el art. 40 Ver Texto ley 24240, que estableció un
régimen de solidaridad respecto del consumidor por los daños resultantes del vicio o defecto de la
cosa, a menos que se demostrara la eximente allí prevista (causa ajena); pero esa norma fue vetada
por el decreto 2089/1993 Ver Texto. En función de la normativa vigente estimo que el vendedor no
fabricante -supuesto de la demandada en autos Furlanetto S.A.-, no queda liberado por el hecho de
tratarse de un vicio o defecto de fabricación (conf. VIII Jornadas Nacionales Derecho Civil,
Universidad de La Plata, 1981, Comisión 5, "Responsabilidad civil por los productos elaborados").
En todo caso, el juicio de imputación de responsabilidad ha de ser adecuado a la naturaleza de los
productos de que se trate, las condiciones de expendio y la existencia o no de un régimen
reglamentario específico al respecto, la posibilidad de controlar la calidad del producto, las
relaciones con el fabricante y el rol asumido por él, las cualidades subjetivas del vendedor (arg. art.
909 Ver Texto in fine, CCiv. y arts. 1 Ver Texto y 55 Ver Texto CCom.), y, en fin, las demás
circunstancias que puedan considerarse relevantes.

En el sub lite, la demandada dijo ser una empresa dedicada a la comercialización de máquinas-
herramienta (ver fs. 82), de modo que no puede negarse que por su oficio o arte debía tener
conocimiento de los aspectos aspectos fundamentales inherentes a la idoneidad del torno objeto de
autos. Así parece haberlo entendido ella misma al establecer como práctica usual una prueba de
buen funcionamiento de los artefactos previa a su entrega a los compradores, según declararon los
testigos Mónaco (fs. 300 in fine) y Wilkinson (fs. 300 vta.) propuestos por la propia demandada. Ese
rasgo de profesionalidad de ésta, valorado a la luz del art. 902 Ver Texto CCiv., así como la
específica práctica habitual mencionada, conducen a afirmar su responsabilidad en la especie.

Observo, empero, que no sólo se tropieza aquí con la ya señalada exigibilidad en el tratamiento
recursivo de este asunto por parte de la actora. Lo cierto es que en la demanda no fueron precisados
los alcances asignados a cada una de las circunstancias supuestamente perjudiciales. La actora
expuso entonces una enumeración de presuntos daños, donde parecen yuxtaponerse promiscuamente
unos con otros. Tampoco hubo allí una justificación de la cuantía de los distintos rubros
demandados (fs. 41 vta./42). Y similar situación se presentó en el alegato de fs. 389 y ss., sin que
este estado de cosas sea revertido por el memorial de agravios, como se ha visto.

Y a esa deficiente formulación se añade una orfandad probatoria que compromete aún más la suerte
del reclamo resarcitorio. En defecto, de un examen detenido de las pruebas obrantes en autos se
advierte que la actora no ha acreditado la concreta configuración de los perjuicios aducidos.

La remisión y recepción de la máquina, aludidas a fs. 42, no pudo generar gastos a la actora. El
único traslado al que hizo referencia la demandante fue por cuenta y orden de Furlanetto S.A., tal
como ella misma lo admitió a fs. 39 y lo indicó el perito contador, reenviando al remito 233,
corriente en copia a fs. 260 (ver fs. 265). Por lo que no corresponde acordar un resarcimiento por
esos aducidos gastos.

Tampoco cabe admitir una compensación por los gastos de modificación de las instalaciones,
alegados en la demanda. De la prueba aportada por la actora no surge que se hubiese concretado tal
supuesta modificación.

No queda claro a qué aludió la actora cuando incluyó en su demanda el concepto resarcitorio gastos
de reemplazo de la máquina. En el contexto de autos, tal alusión pareciera referirse a la adquisición
de una nueva máquina para reemplazar a la defectuosa vendida por Furlanetto S.A. Más tal hipótesis
no aparece verificada en autos, desde el momento que el testigo que declaró a fs. 200 y ss. -un
empleado de la actora- expresó que su empleadora no había comprado ninguna máquina para
reemplazar a la adquirida a Furlanetto S.A. (fs. 201, in fine). El reclamo por aquellos gastos es
igualmente desestimable.

De la prueba proporcionada por la actora tampoco puede tenerse por comprobada la alegada pérdida
de imagen comercial, por lo que el resarcimiento pedido a su respecto también debe ser
desestimado. En efecto, dicha supuesta pérdida obedecería a ciertos incumplimientos forzados con
terceros (fs. 42). De donde se advierte que se trataría de un supuesto perjuicio desprovisto de entidad
como tal, ya que habría aquí una yuxtaposición con otro de los conceptos resarcitorios solicitados: el
lucro cesante, el cual tampoco corresponde admitir, como explicaré inmediatamente.
A los conceptos de privación de uso de la máquina y de lucro cesante mencionados en la demanda
(fs. 41 vta./42), cabe asignar un mismo y único sustrato fáctico. Ambos aparecen vinculados con la
gravitación que habría tenido sobre el ciclo productivo de la actora la compra de la máquina
defectuosa. En sustancia, se trataría pues de un solo rubro resarcitorio, apreciación corroborada por
ulteriores presentaciones de la actora, la cual terminó concentrando su esfuerzo argumental en torno
de la noción de lucro cesante (ver en tal sentido su alegato, en especial fs. 390 vta. y 391 vta.).

Ese presunto lucro cesante habría derivado de un incremento en los costos de producción a raíz de la
necesidad de proseguir por vías alternativas el ciclo industrial, vgr., adquiriendo a otra firma los
artículos que el torno inutilizado estaba destinado a fabricar (ver fs. 392). Más el invocado
incremento no aparece acreditado en autos. La información suministrada por el perito contador en
cuanto a la utilidad obtenida durante el cuatrimestre inmediato posterior a la adquisición del torno
(agosto-octubre de 1992, fs. 265 y vta. y 282) no aclara el panorama. No sólo porque el origen de
ese dato había provenido de la actora (fs. 281), sino especialmente porque la explicación del perito
contador se limitó a la utilidad obtenida durante esos meses, sin comprender un detalle de costos que
permitiera comparar dicho lapso con otro u otros períodos. Por lo que no es posible tener por
demostrado un aumento en los costos como sostuvo la accionante.

Por otra parte, el perjuicio alegado no resulta concebible aquí si se advierte que, en definitiva aun
cuando recurrió a terceros, la actora continuó con su giro empresario, tal como se desprende de su
propia argumentación. Es más, al abordar esta cuestión, los testigos ofrecidos por la actora no
aludieron a la pérdida de clientes (ver fs. 187 y 188, respuestas 9 y 10, 200 vta. resp. 16, fs. 201 y
vta.). Al no verificarse esa disminución -único posible origen de un lucro cesante- el resarcimiento
solicitado no podría ser admitido.

Todo ello, en suma, implica desestimar la demanda en lo que hace a los otros conceptos reclamados
por la actora junto con la restitución del precio de compra.

12. Las costas del proceso, en lo que concierne a la acción promovida en autos, deberán ser
atribuidas, en ambas instancias, a Furlanetto S.A., por cuanto es vencida en la pretensión principal
del sub lite (art. 68 Ver Texto, párr. 1º CPCCN.).

13. Párrafo aparte merece la situación del tercero citado al proceso, Vicente A. Ferreyra. El juez a
quo lo consideró afectado por la sentencia como a los litigantes principales (art. 96 Ver Texto
CPCCN., fs. 416). Ahora la solución que he propuesto y que, como resulta obvio, es sustancialmente
distinta a la primera instancia, nos coloca en la situación de determinar si el alcance que cabe
asignar a la sentencia implica extender al tercero la condena impuesta a Furlanetto S.A. de restituir
el precio de compra del torno.

Estimo que la dilucidación de este aspecto delicado del sub lite requiere examinar las alternativas
propias de este proceso. Porque más allá de la responsabilidad que pueda caberle a Ferreyra, en
cuanto fabricante del torno, respecto de la actora, lo cierto es que ésta no lo demandó en autos.

Fue la demandada, Furlanetto S.A., quien promovió su citación al juicio con el presumible propósito
de evitar que en una eventual acción de regreso, pueda aquel argüir una excepción de defensa
negligente por parte de Furlanetto S.A. en estas actuaciones.

En otras palabras, Ferreyra aparece aquí interviniendo como un virtual obligado de regreso, a quien
hipotéticamente podría Furlanetto S.A. exigir el reembolso de la suma que adeuda a Talleres Llave
S.A. Y con ese alcance, esto es evitar un planteo de negligente defensa, debe entenderse que
Ferreyra queda afectado por la sentencia recaída en estos autos (ver: Palacios, Lino E., "Derecho
Procesal Civil", t. 3, 1970 Ver Texto, p. 249, Ed. Abeledo-Perrot).

En este sentido, resulta decisivo que la propia actora, en una incidencia que no viene al caso relatar,
adjudicara a Ferreyra el rol, precisamente, de un obligado de regreso (ver fs. 116). Claramente
observó allí que el efecto de cosa juzgada de la intervención del tercero será la base del nuevo
proceso de regreso.

En suma, corresponde mantener lo decidido en punto a que Ferreyra quedará sujeto al


pronunciamiento emitido en esta casa, bien entendido que dicho tercero no queda alcanzado por la
condena derivada de la admisión de la acción redhibitoria.

Resta aún determinar, habida cuenta de la solución sustancial que propicio y la situación en la que
habrá de quedar Ferreyra en su carácter de tercero, quien cargará con las costas de la citación.
Estimo que el particular estado de cosas que se ha dado en cuanto al tercero Ferreyra y el interés
atendible buscado por Furlanetto S.A. al citarlo, conducen a distribuir, en ambas instancias, las
costas de la citación por partes iguales entre la demandada y el propio citado (arg. art. 71 Ver Texto
CPCCN.).

14. En síntesis, pues, deberá revocarse la sentencia apelada, desestimando la excepción de


prescripción y haciendo lugar a la demanda en el sentido de condenar a Furlanetto S.A. a restituir la
suma de dinero indicada en el consid. 9. Esta decisión afectará al tercero citado (art. 96 Ver Texto
CPCCN.), con el alcance señalado en el considerando anterior. Asimismo, la actora deberá restituir
el torno en cuestión a Furlanetto S.A. Los reclamos restantes deberán ser desestimados. Las costas
derivadas de la acción promovida deberán ser atribuidas, en ambas instancias, a Furlanetto S.A. Las
costas derivadas de la citación a juicio de Vicente A. Ferreyra deberán ser soportadas, en ambas
instancias, por partes iguales entre éste y Furlanetto S.A. Así lo voto.

El Dr. Caviglione Fraga dijo:

1. Sin perjuicio de reconocer la agudeza de la argumentación expresada en el voto del distinguido


colega que abre este acuerdo, no puedo adherir a la solución que postula, en razón de discrepar con
la interpretación que se realiza respecto de la naturaleza del plazo establecido por el art. 473 Ver
Texto CCom.

No resulta dudoso, en nuestro concepto, que cuando la regla antes aludida menciona el plazo
máximo de seis meses en la hipótesis de vicios internos de la cosa vendida, se refiere al ejercicio de
los derechos del comprador para hacer efectiva la obligación de garantía que pesa sobre el vendedor.
No otra cosa puede inferirse de los términos mismos de la norma, en cuanto prescribe que las
resultas de los vicios serán de cuenta del vendedor durante el plazo fijado, y que expirado ese
término, el vendedor queda libre de toda responsabilidad a ese respecto.

No se trata, en consecuencia, de que el interesado proteste o haga conocer un reclamo o una


oposición, sino de que ejercite o haga valer su derecho mediante su actuación concreta, ordenada a
hacer efectiva la obligación de garantía del vendedor. En el caso de los vicios internos u ocultos esa
responsabilidad se puede exigir mediante la acción redhibitoria para dejar sin efecto el contrato o la
acción de reducción del precio.

2. En consecuencia, sin ingresar en la ardua tarea de desentrañar si el plazo previsto en la ley


comercial es un caso de prescripción o de caducidad (conf. esta sala -con diversa integración-, voto
del Dr. Jaime Luis Anaya, "S.C.A.C.", 17/9/1976, ED 143-736), la solución del caso aquí
examinado no sufriría alteración, puesto que, en ambas hipótesis, el derecho a exigir la garantía del
vendedor se extinguiría una vez transcurrido el plazo máximo de seis meses previsto en la norma
que rige la situación litigiosa. Esa solución terminante y drástica que da la ley puede parecer poco
razonable si se la comprara con el régimen previsto en el Código Civil (art. 4041 Ver Texto), pero
no lo es si se considera que en las relaciones mercantiles y en litigios entre comerciantes, como es el
caso aquí juzgado, se requieren reglas simples que den salida pronta y fácil a los negocios, en
homenaje a la celeridad y fluidez de las transacciones y a la necesidad de que las operaciones tengan
una definición dentro de un plazo razonablemente breve para otorgar seguridad a los intervinientes.

3. En las circunstancias del supuesto bajo juzgamiento, la solución antes expuesta resulta, en nuestro
criterio, indudablemente aplicable si se tiene en cuenta que la venta y entrega de la cosa que motivó
el litigio se concretó el 22/7/1992 (ver remito y factura de fs. 17/18) y que luego de los reclamos de
la adquirente, ésta comunicó a la vendedora su decisión de rescindir el contrato, en razón de los
vicios internos de la máquina vendida en fecha 23/10/1992 (fs. 7), la que fue rechazada por la
contraparte mediante la carta de fs. 8. A su vez, la compradora en fecha 6/11/1992, anticipó su
decisión de iniciar sin más las acciones legales correspondientes (fs. 9). Sin embargo, después de ese
anuncio dejó transcurrir más de siete meses para la promoción de la acción, que finalmente se
efectivizó en fecha 11/6/1993, una vez vencido en exceso el término previsto por el art. 473 Ver
Texto CCom.

En razón de ello, no cabe sino concordar con la solución adoptada en la instancia de origen y
desestimar, en consecuencia, los agravios deducidos por el apelante.

4. Por lo expuesto, voto por la afirmativa. Con costas en ambas instancias por su orden, en razón de
que la existencia de precedentes jurisprudenciales con diversa orientación, pudieron dar fundamento
a que la actora se creyera con derecho a demandar (art. 68 Ver Texto párr. 2º CPCCN.).
El Dr. Di Tella dijo:

Sin perjuicio de reconocer que el voto de mi distinguido colega, Dr. Monti, se intenta una respetable
interpretación de la poco clara normativa legal aplicable al caso, adhiero a la opinión expresada por
el Dr. Caviglione Fraga en tanto ella, aparte de reconocer antecedentes en algún fallo de esta sala, se
basa en una solución que tiene en cuenta -principalmente- que las relaciones entre comerciantes se
fundamentan en principios de celeridad, seguridad y certeza.- Monti, José L. (en disidencia).

Por los fundamentos del acuerdo que antecede, se confirma la sentencia de fs. 407/416, con costas
en ambas instancias por su orden. En mérito a la importancia, calidad y extensión de los trabajos
cumplidos por los profesionales beneficiarios de la regulación apelada, se confirman los honorarios
de la letrada apoderada de la actora, Dra. Delia E. Fernández, en cuatro mil quinientos cincuenta
pesos, los del letrado apoderado de la demandada, Dr. Luis F. Capmany (h.), en seis mil quinientos
pesos, los del letrado apoderado de la tercera citada, Dr. Diego G. Asan, en cinco mil doscientos
pesos, los del perito ingeniero José Burnos en dos mil quinientos pesos y los del perito contador José
Somoza en dos mil pesos. Todo ello, de acuerdo a lo dispuesto por los arts. 6 Ver Texto, 7 Ver
Texto, 9 Ver Texto, 19 Ver Texto, 37 Ver Texto y 39 Ver Texto ley 21839, modificada por ley
24432 Ver Texto.- José L. Monti.- Héctor M. Di Tella.- Bindo B. Caviglione Fraga. (Sec.: Alfredo
A. Kölliker Frers).

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