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LA VIUDEZ DE LOS LLAMADOS

(P. Miguel Oñate)

La viuda pobre que aparece en el evangelio puede ser comprendida en varios significados. Un primer
significado, es ver en la viuda una imagen de la Iglesia, que busca dar todo lo que tiene, que sabe como ofrecer
las dos monedas, pues entrega al Padre, tanto la humanidad como la divinidad de Jesús, como la única ofrenda
agradable, gracias a la acción del Espíritu, pero que realidad más preciosa existe sobre la tierra, ¿qué otra
ofrenda podemos presentar al Padre, Dios, sino que a su propio Hijo?. Pero dado que no se trata de cualquier
ofrenda, la forma de ofrecerla cuenta mucho, no se puede hacer de mala gana, sino solamente con amor, por eso
necesitamos al Espíritu Santo, para saber ofrecernos junto con Él al Padre, porque de lo que se trata, no es de
echar las sobras sino lo más valioso que puede existir, y amor con amor de paga, como lo vamos a escuchar
mañana en el Evangelio, porque es propio del amor generar la reciprocidad, porque no se reduce a dejarse amar
sino que se corresponde al Otro amándolo, dado que el Padre “Dios, tanto amó al mundo que entregó a su Hijo
único  para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16), un amor que solo el
Espíritu Santo puede hacernos experimentar, ahora en cada eucaristía viene correspondido, porque como la viuda
nos acercamos al altar a entregar nuestras dos monedas (pan y vino) algo de muy poco valor pero que se
convierten por la acción del Espíritu en el Cuerpo y la sangre del Señor, como el verdadero pan que el Padre
manda desde el cielo para que sus hijos se alimenten y tenga vida eterna.

Segundo, la viuda simboliza la vida de Jesús, porque también Él se siente reflejado en está persona viuda, porque
en el evangelio de san Marcos estas es las última palabra que dirige a los discípulos, este pasaje solamente se
esclarece en la pasión y muerte de Jesús, porque es donde Jesús se despojara de sus dos monedas, la del Padre y
la del Espíritu Santo. Para enriquecernos con su pobreza, para así hacernos también hijos del Padre, pues por su
muerte hemos recibido el don de la filiación (ser hijos) y la santificación (templos del Espíritu ), es el precio que
el Hijo pagó no el templo sino en la cruz para que tengamos vida eterna. Que gran derroche de generosidad por
parte del Señor, que ofrece todo lo que tiene, y por eso esta viuda es una prefiguración del gesto supremo de
Cristo que se entrega hasta la muerte. Una actitud que está en abierta oposición al comportamiento de los jefes
del pueblo: éstos dicen cosas acertadas, pero no las hacen; ella, en cambio, no pronuncia ninguna palabra, pero la
cumple. Por eso Jesús la pone como ejemplo a sus discípulos, es decir, el Maestro ha encontrado lo que andaba
buscando, mientras que en contraste están los mercaderes de la religión abundan, como lo eran los escribas o
maestros de la ley, personas incapaces de entregarse a Dios y al prójimo, y aunque hagan, como en este caso,
ricas ofrendas al templo, en realidad sólo se aman a sí mismos y están convencidos de ser indispensables para la
causa de Dios.

Tercero, la viuda es la expresión de todos aquellos humildes que dan a Dios no de los que le sobre sino
lo que tienen, que no dan sino que se dan así mismo, ofrendan su vida al Señor, sin no pensar en grandes gestos,
ni con la aspiración de sorprender al Señor con sus ofrendas, porque al tener el corazón puro, lo aman con todo
el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, que llegan al límite de despojarse de las
dos monedas que poseen, pues bien, la mujer había podido justificarse por se viuda en entregar solo una y dejar
la otra, pero no se guardó nada para sí: porque sabe ofrece precisamente todos sus haberes, "su misma vida en
oblación a Dios”, por tanto Jesús concluye exaltando el auténtico valor religioso del gesto de una viuda, para
anunciar que los pobres, en especial los pobres de sí mismos, no los poderosos en el plano cultual o institucional,
son la tierra buena que hará fructificar la semilla evangélica, como es el caso de María cuya memoria
recordamos en este sábado:

“Señor, qué rica es tu Palabra y qué clara tu enseñanza. En ellas encuentro mi vida, lo que soy y lo que
me pides que llegue a ser. Cómo me reconozco, hoy, en la mezquindad de corazón de los maestros de la Ley, en
esa autosuficiencia que nos hace presuntuosos frente a Dios y falsos ante la gente. Qué distante me siento y, al
mismo tiempo, qué atraído por el ejemplo de la viuda. Concédeme la fe animosa y lineal de la viuda, que se
entrega por completo y no se guarda nada porque está segura de que tú la proveerás”
 
Oración de los fieles

A ti, Cristo Jesús, que te has quedado con nosotros como pan y como pobre, te alabamos y pedimos:

Padre, Hijo y Espíritu Santo, quédate con nosotros

1 Pidamos por el Papa, los sacerdotes, y por todos los que ejercen algún tipo de ministerio, haz que la
fuerza del Espíritu llegue a toda la iglesia, para que sea signo del pueblo de Dios y no signo de poder;
para que esté del lado de los desheredados de este mundo, para que sirva a tu reino y no a sus propios
intereses. Oremos

2 Pidamos por los gobernantes de todas las naciones y los pueblos, por los políticos, por los jueces, por los
funcionarios, por quienes ejercen cualquier tipo de poder o responsabilidad sobre los demás, para que
pongan por encima de intereses políticos o económicos los intereses de sus pueblos y desarrollen
políticas que busquen la paz, la cultura y la libertad. Oremos

3 Pidamos por todos los que padecen más duramente la pobreza, por los marginados, por los que están
solos, por los que sufren, por todos los que lloran el rechazo de este mundo, para que seamos como
aquella viuda del evangelio, desprendernos de los superfluo y trabajar por la construcción del Reino
hasta el final. Oremos

4 Roguemos a Dios por todos nosotros, para que nuestros lazos de fe, esperanza y caridad se estrechen
cada vez más, para que descienda sobre los aquí reunidos, al celebrar la muerte de tu Hijo en la
esperanza de la Resurrección, para que nos concedas el perdón de los pecados, la perseverancia en la
oración y paciencia en el camino de la cruz. Oremos

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