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COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA EN ESPAÑOL II

1. ESTABILIDAD Y CAMBIO EN LA ESTRUCTURA DE LA LENGUA (SEGUNDA


GRABACIÓN)
1. Adquisiciones y pérdidas en la lengua patrimonial

Nuestra experiencia registra a menudo una palabra o un cliché de moda que antes no existía o
que no sabíamos que existía, y los adoptamos e incorporamos con total naturalidad en nuestro
decir habitual. A lo largo de nuestra vida se produce una constante adquisición de masa
lingüística, en forma muy intensa en los años infantiles y juveniles, y de manera más paulatina
en la edad madura, hasta hacerse casi o totalmente nula en la senilidad. La adquisición no sólo
colectiva sino individual de los neologismos se produce en la mayoría de los casos de manera
inconsciente. Pero junto a esta adquisición individual y colectiva de estos elementos lingüísticos,
se produce una pérdida de otros.
2. La evolución de la lengua. El cambio lingüístico

La lengua, en su conjunto, está constituida por una gran masa de usos que se retienen de los
estados anteriores, pero esa masa está en constante evolución. Esta evolución implica la
desaparición constante de muchos elementos, cuyo lugar es también constantemente invadido
por otros nuevos.
Las causas del cambio lingüístico son siempre los mismos: las necesidades de la comunicación,
que a su vez están subordinadas a la evolución de la sociedad. La intensidad con la que estas
causas actúan sobre las diversas fachadas del idioma es desigual. El léxico es siempre el más
inmediatamente afectado, más suavemente lo es la gramática y, por último, de manera más
difícilmente perceptible lo es la fonología.
El cambio lingüístico es un consecuencia de necesidades expresivas que no son iguales para
cada generación y, además, el cambio no implica aniquilación de lo anterior, sino conservación
selectiva de aquella parte del pasado que aún tiene alguna vigencia en el presente.
Algunos lingüistas han defendido que la lengua no sufra estos cambios, que se quede como está.
El primero en adoptar esta postura fue Elio Antonio de Lebrija, que entendía (en 1492) que
nuestra lengua estaba tanto en la cumbre, que más se puede temer el descendimiento de ella
que más la subida.
Otros autores, en cambio, como Jerónimo de Feijoo se rebelaba contra los inmovilistas del
idioma. Entendía que tratar de conservar la lengua es menguar su utilidad y querer cortar su
vitalidad. Hay que aceptar como un hecho cierto el cambio lingüístico y darlo como bueno, puesto
que se produce para adaptar, es decir, para hacer más apto el instrumento de comunicación a la
altura de los tiempos.
El cambio lingüístico no es ruptura, sino evolución, porque cada generación, al heredar de sus
padres la lengua, introduce los retoques necesarios, la adapta a las nuevas circunstancias. Pero
esa adaptación sólo debe producirse en lo que sea verdaderamente necesario. La mayor parte
de la herencia lingüística se conserva y pasa de una a otra generación, pero siempre aporta su
toque, mayor o menor.
3. El papel de los medios de comunicación

El papel de los celadores de la norma no ha de ser el de aduaneros que impidan la entrada de


géneros prohibidos, sino de vigías que mantengan despierta la conciencia lingüística de los
hablantes y les hagan reflexionar sobre su responsabilidad como miembros de la comunidad
lingüística para que actúen en consecuencia. Las desviaciones respecto a la norma son más
graves cuanto mayor alcance tienen los medios de comunicación. Manuel Seco se centra en los
medios del periodismo hablado y del periodismo escrito.
1.3.1 El periodismo hablado (radio y TV)
El periodismo hablado, por su propia índole, ejerce sobre el individuo un influjo más directo que
el escrito, pues se produce en la forma de transmisión natural del lenguaje (forma sonora).
Esto determina una percepción más sensible y menos intelectual, es decir, una mayor asimilación
de las formas fónicas que de los contenidos.
El periodismo hablado más formal es el informativo. En términos generales, Seco reconoce que
la fonética de los locutores es normal. Sin embargo, hay excepciones. A veces, existen consignas
muy personales sobre locución emanadas de los jefes de los respectivos centros, teniendo en
cuenta el peculiar ritmo y la peculiar entonación que caracterizan a alguna cadena de radio. Otras
veces por exigencias del tiempo, por imprimir dinamismo al asunto, etc., la lectura de noticias se
produce con una rapidez impresionante y con inflexión melódica del final de sílabas tan típico.
Otras distorsiones del sistema normal son imputables a la ignorancia particular del locutor o, tal
vez, a lapsus ocasionales, que, por otra parte, casi nunca se preocupan de rectificar. Un
fenómeno que se presenta con cierta frecuencia en los programas radiofónicos se refiere a las
pausas interiores, cuya dislocación puede llegar a ocasionar alteración del sentido de la frase o,
al menos, perturbar su comprensión.Bastante más frecuentes son las acentuaciones anormales.
Por ejemplo, la palabra proveniente del francés “elite”, pronunciada por los locutores como /élite/,
y que a día de hoy es ya aceptada en sus dos formas.
En los locutores se presenta una deformación profesional que tiene su origen en una virtud. El
locutor considera que lo esencial de su trabajo está en la articulación de los fonemas y pone en
ello especial esmero, huyendo de la pronunciación relajada del habla coloquial. Lo que ocurre es
que la exageración de este cuidado lleva fácilmente al énfasis, y el énfasis lleva fácilmente al
exceso. Así, se llega a encontrar una cuidada pronunciación de x en palabras que no la tienen
(texitura y cohexión), o se pronuncian palabras como objección, inflacción, sujección…
4. Fenómenos en expansión en la lengua general
1. Aspectos fónicos
Hay dos fenómenos en expansión que ocurren en la lengua general. El primer fenómeno es el
yeísmo, que se ha expandido como consecuencia de las emigraciones rurales a las ciudades
industriales, de la difusión del yeísmo de las ciudades al resto del país.
El otro fenómeno es el desdoblamiento entre acento normal y acento enfático. Lapesa indica que
este desdoblamiento tuvo lugar antes en Hispanoamérica que en España. En nuestra propia
lengua ha tenido presencia como rasgo de expresividad, pero para que conserve su calidad
expresiva es indispensable que no haya inflación en su uso.
2. Aspectos morfológicos. La estructura gramatical
En cuanto a la estructura gramatical, existen varios problemas. Uno de ellos es el de la forma
genérica de los nombres que designan mujer que ejerce una profesión u ocupa un cargo que
históricamente ha sido realizado exclusivamente por hombres. Existen desde antiguo en la
lengua formas femeninas de nombres de profesión o cargo, las cuales designan a la consorte
del varón titular de tales funciones (alcaldesa, almiranta, generala, embajadora…). Junto a esta
serie existen otras formas femeninas con que se designa, no a la mujer del que ocupa el puesto,
sino a la propia mujer que lo ocupa: oficiala, aprendiza, ayudanta, dependienta, maestra…
En cualquier caso, existe una gran resistencia a usar la forma femenina. En un contexto donde
aparece varias veces la palabra torera, se emplea también mujer torero. Seco señala también la
pintoresca nomenclatura de la primer ministra, la primer ministro, la primera ministro…
En un libro feminista acerca de la discriminación sexual en el lenguaje, no se propone ninguna
de esas dos soluciones, ni el uso sistemáticamente masculino ni el uso alternativamente
masculino y femenino. La explicación de estas rigideces y contradicciones surge de una
mentalidad lingüística pobre, no desarrollada, propia de una educación idiomática deficiente.
El verbo constituye un punto central en la estructura de la lengua. En el aspecto morfológico, la
regularidad del paradigma trata de ganar terreno entre los verbos irregulares (andara por
anduviera, satisficiera por satisficiera).
Se mantiene el pulso entre el uso normal del verbo haber, impersonal (“ha habido varias
llamadas”), y la personalización, es decir, la concordancia del verbo con el objeto (han habido
varias llamadas). Este uso concordante ha tenido el inesperado apoyo que le otorga la relativa
frecuencia con que lo emite el periodismo hablado, sobre todo la televisión.
El tema de la impersonalidad afecta a las construcciones con se. En nuestro idioma existen dos
construcciones pronominales ligeramente divergentes en la forma pero convergentes en el
sentido: una es la forma pronominal pasiva, tradicionalmente llamada pasiva refleja (se venden
pisos); esta construcción sólo se presenta referida a cosas.
Otra es la construcción pronominal impersonal (se habla demasiado), en el que no hay sujeto,
no se afirma la acción de nadie en concreto. La complicación surge cuando entra en juego el
caso particular en que la construcción impersonal es con un verbo transitivo. A partir de este
modelo, un tipo pronominal pasivo como se vende un piso tiende a sentirse como impersonal, y
de ahí se pasa a decir se venden pisos (erróneo).
En el caso de los tiempos que expresan acción pasada, se produce una pugna entre los tiempos
que suelen llamarse perfecto simple y perfecto compuesto (canté y he cantado). La norma
estándar mantiene la distinción (ha llegado hoy y llegó ayer), pero el hábito radiotelevisivo se
enfrenta a la norma (informó desde Cáceres, escucharon noticias de Radio Nacional).
Más trascendencia tiene para el hecho de la comunicación la creciente afición por el uso de los
tiempos prospectivos, futuro y potencial, en la narración. Así, el escritor, para vivificar más el
suceso pasado al que se está refiriendo, presenta los acontecimientos no como pasados, que
también lo son, sino como venideros. Por ejemplo, “en 1980 fue a Roma donde contemplaría el
Coliseo”, en vez de la fórmula normal “contempló el Coliseo”. Los cronistas deportivos se mueven
con delicia en este manierismo narrativo: “El encuentro fue aburrido, lo único que lo salvaría
serían los tantos conseguidos”.
Por otra parte, las preposiciones son uno de los elementos esenciales en las estructuras de las
frases. Son muy frecuentes las confusiones en el régimen preposicional. Con la preposición a se
observa la tendencia a extender su empleo a casos en que el uso normal tiene establecida esa
construcción, como ocurre, por ejemplo, en el sintagma hacer mención de, que con frecuencia
se ve sustituido por hacer mención a. Otras construcciones incorrectas son características
propias a esta zona, la absoluta decisión a realizarme… En los comparativos mayor, menor,
mejor o peor, decir por ejemplo mayor a la de años anteriores, peor al anterior, es mejor a ti…,
siendo en estos casos necesaria la conjunción que en lugar de la preposición a.
5. La tendencia de la lengua hacia la estabilidad

La lengua tiene una tendencia natural a la estabilidad, porque así conviene a su mayor eficacia
como instrumento de comunicación de la sociedad que la utiliza. Todos sentimos la necesidad
de una mínima fijeza en el código de señales con el que nos relacionamos con nuestros
cohablantes. Se produce así una constante tensión entre las fuerzas del cambio y las de la
estabilidad.

Es deseable que esta tensión se mantenga dentro de un equilibrio de fuerzas. La actitud de los
observadores de la lengua y la de los usuarios no debe ser pasiva, no debe tomar partido por el
inmovilismo, sino que debe aspirar a refrenar la proliferación excesiva que puede acelerar la
marcha y la intensidad del cambio en perjuicio de la estabilidad, que es un componente esencial
de la lengua, en cuanto sistema al servicio de una gran comunidad.

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