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Cuáles son los planes de la Argentina para enfrentar sus cinco desafíos ambientales más

urgentes
Proteger los bosques frente al avance de la frontera agrícola, atenuar el riesgo de desertificación de un
tercio del territorio nacional, acelerar el desarrollo de las energías limpias, incrementar el tratamiento y
reciclado de residuos, y reducir la emisión de dióxido de carbono son los principales desafíos ambientales
de la Argentina. Los planes para cada uno de ellos, y las experiencias internacionales.

Por Javier Drovetto23 Oct 2018 · 10 min


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Proteger los bosques frente al avance de la frontera agrícola, atenuar el riesgo de desertificación de un
tercio del territorio nacional, acelerar el desarrollo de las energías limpias, incrementar el tratamiento y
reciclado de residuos, y reducir la emisión de dióxido de carbono son los principales desafíos ambientales
de la Argentina.

Los planes para cada uno de ellos fueron presentados la semana pasada, cuando se publicó el Informe del
estado del ambiente 2017, un trabajo minucioso de 612 páginas en el que la Secretaría de Ambiente y
Desarrollo Sustentable de la Nación analiza con datos oficiales cómo evolucionó la salud ambiental de la
Argentina.
El documento, que se presenta por segundo año consecutivo y por tercera vez en la historia, analiza
además cuáles son los procesos productivos y sociales que más afectan el entorno ambiental.

A continuación, un detalle de los cinco problemas ambientales más urgentes que tiene que resolver el
país, qué hace para lograrlo y qué resolvieron los países que atraviesan situaciones parecidas.

1. Deforestación: la expansión agrícola avanza sobre los bosques


Por primera vez desde que en 2007 se aprobó la ley que protege los bosques, la deforestación en el país
no bajó sino que subió un 10%.
En 2017 desaparecieron 172.639 hectáreas o el 0,38% de los bosques. En 2016, los desmontes habían
bajado a 155.851. Así se cortó un período de diez años en los cuales se había bajado la tasa de
deforestación del 1% al 0,35%, aunque siempre muy por arriba del promedio mundial del 0,08%.

Los desmontes en Chaco, Santiago del Estero, Salta y Formosa significaron el 72% de la deforestación.

En la Secretaría de Ambiente reconocen que el aumento de la deforestación podría explicarse por la


reactivación agropecuaria, alentada por la baja de las retenciones a las exportaciones del sector en el
período 2016/2017.

“La expansión de la frontera agropecuaria es una de las principales causas de pérdida de bosques, que son
desmontados para el cultivo de diferentes especies, principalmente soja”, afirman desde la Secretaría. Y
agregan que esa expansión obliga a que la ganadería se desplace hacia zonas de bosque.

La pérdida de áreas boscosas tiene consecuencias ambientales y sociales: incremento de gases de efecto
invernadero por la liberación de dióxido de carbono, erosión de suelos, inundaciones por la desaparición
de un reservorio natural de agua de lluvia, pérdida de biodiversidad, y migración de las poblaciones
rurales.

Los planes en la Argentina. Existe una apuesta a fortalecer la partida instaurada por la ley de bosques
para financiar proyectos de restauración o explotación sustentable de bosques. En 2017 se asignaron $
556 millones, el monto de inversión más alto desde la sanción de la ley, pero apenas un 8% de lo que
determina la ley.
“Un instrumento que desarrollamos con el Conicet y la CONAE y lanzaremos en breve es un sistema de
alerta temprana de deforestación. A través de imágenes satelitales, cada 15 días se emitirán alertas de
posibles focos de deforestación”, adelantó Diego Moreno, secretario de Política Ambiental en Recursos
Naturales.

Otro plan es el de restauración de bosques degradados, con experiencias en ocho provincias. Y hay un
cuarto programa, Bosques y Comunidades, que ayudar a las comunidades indígenas y criollas a que
aprovechen el potencial productivo del bosque mediante la explotación forestal y la cría de animales, pero
sin degradarlo. Esa línea ya alcanza a unas 75 comunidades que tienen 410.000 hectáreas.

La Secretaria de Ambiente tiene planes de restauración e implantación de bosques.


Experiencias internacionales. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) identificó en el informe 2018 sobre El Estado de los Bosques del Mundo  varios países
que ampliaron la superficie de bosques.
A la cabeza están Filipinas (3,3%), Chile (1,8%), Laos (1%), Gabón (0,9%), Vietnam (0,9%), China
(0,8%), Francia (0,7%), India (0,3%), Australia (0,2%) y Estados Unidos (0,1%).

En Chile, el gobierno apostó a la producción forestal y avanzó con la plantación de bosques y métodos de
explotación sustentables. Ocurre que el sector forestal está orientado al comercio internacional y exporta
por U$S 6.100 millones al año, solo superado por la minería

2. Desertificación: el crecimiento de las tierras secas


El informe de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable sostiene que unas 100 millones de
hectáreas de tierras secas, el 37% del país, entraron en un proceso de degradación, y si no se detiene
puede convertir esa superficie en algo parecido a un desierto.

Lo dramático es que cada año unas 2 millones de hectáreas se suman a la zona erosionada. Este fenómeno
es relevante en Río Negro, La Pampa, San Luis, Mendoza, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja,
Salta y Jujuy.

En Ingeniero Jacobacci, Río Negro, el suelo es casi desértico. Crédito: INTA Bariloche.
Las causas suelen ser el sobrepastoreo, una excesiva carga ganadera y desmontes para aprovechar la
madera o despejar el terreno para actividades agrícola. Cuando disminuye la vegetación por esas causas,
el viento o el agua erosionan la tierra.

“Lo que se pierde es la capa fértil del suelo”, explicó Almut Therburg, coordinadora del Observatorio
Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación. Con menos flora, la tierra pierde capacidad de
retener agua. Y así se retroalimenta la degradación.

La pérdida de suelo tiene un impacto económico y ambiental. La Secretaría de Ambiente estimó en U$S
29,9 millones anuales la pérdida por menor productividad en cultivos de soja, maíz y trigo. Y advierte que
las tierras secas con procesos de desertificación aportan cerca del 40 % de la producción agrícola y el 47
% de la ganadera.

Las consecuencias ambientales son la pérdida de los servicios ecológicos de la tierra, como la función de
regulación hídrica, la captura de carbono y la conservación de biodiversidad.

Los planes en la Argentina. El problema tiene una relación directa con la actividad agropecuaria. Por
eso, la Secretaria de Ambiente trabaja en la difusión de 90 prácticas de manejo sustentable en 11
provincias. Son técnicas, procedimientos y desarrollos tecnológicos para desarrollar actividades no
degraden el suelo.
“Antes de fin de año, lanzaremos un plan nacional de lucha contra la desertificación, que incluirá la
promoción de esas prácticas y la implementación de beneficios para los productores que las adopten”,
confió Diego Moreno.

Habrá que ver también qué impacto puede lograr ForestAR, un programa nacional con el que se busca
implantar bosques orientados a la explotación maderera pero de manera sustentable.
Experiencias internacionales. La FAO estima que en el mundo dejan de ser productivas entre 6 y 7
millones de hectáreas de suelo cada año. Por lo que la desertificación es un problema global.
Diego Moreno contó que la Argentina intercambia experiencia con especialistas de México y China,
donde su estrategia para combatir la erosión de tierras pasa principalmente por la reforestación y la
implementación de prácticas productivas sustentables.

3. Energías limpias: la urgencia de acelerar su desarrollo


La mitad de la emisión de gases de efecto invernadero que genera el país las produce el sector energético.
Y eso ocurre porque si bien hubo cambios en la matriz energética, las renovables sólo aportan el 2%.

En las últimas décadas se dio un proceso de sustitución de los hidrocarburos en la generación de energía.
La participación del petróleo, que en 1960 representaba el 70 % de la matriz, se redujo al 32%. Pero no
aumentaron las renovables: como contraparte hubo un incremento del gas natural, que representaba
menos del 10 % y en la actualidad llega al 54 %.

Evolución de la producción de energía eléctrica en Argentina, por tipo de fuente.


Los planes en la Argentina. Con el comienzo de la nueva gestión, hace dos años, el país realmente
orientó inversiones al desarrollo de plantas de energía renovables, principalmente parques solares y
eólicos.
Desde la Subsecretaría de Energías Renovables de la Nación, que dirige Sebastián Kind, aseguran que,
gracias al plan Renovar, ya “hay 70 plantas de generación de energías limpias en construcción, 20 de ellas
solares”. Entre todas, prevén aportar 2700 megavatios, lo que ampliaría la participación de las renovables
al 8% de la matriz.
Según la ley 27191, las renovables debieron haber representado el 8% de la matriz ya en diciembre de
2017 y alcanzar el 12% en 2019.

El parque solar La Cumbre, en San Luis, fue inaugurado este año.


Experiencias internacionales. A nivel mundial, las renovables representan el 10,4% de la generación
mundial, según Ren21, una red global que monitorea el avance de estas energías.
La cifra también está lejos de la incidencia que tienen las energías limpias en Uruguay (44%, con
predominio de las eólicas), Brasil (19%, combinando eólica y pequeñas hidroeléctricas) o Chile (17%,
también con eólica e hidroeléctricas), según el sitio Climatescope, que permite comparar las matrices
energéticas de los países.
4. Residuos: una tonelada de basura cada dos segundos
En 2015, la generación de residuos en Argentina dio un promedio de 1,02 kilogramos por persona, 45.000
toneladas diarias o una tonelada cada dos segundos. Marca un aumento leve en la generación de basura.
Kilos de basura que genera por día una persona en la Argentina. Fuente: Secretaria de Ambiente de la
Nación.
En cuanto a la composición de la basura, en la Ciudad de Buenos Aires el 14% era papel o cartón, el 13%
plásticos, el 6% textiles, el 4% vidrios y el 2% metales. Es decir que el 39% de la basura es reciclable.  Sin
embargo, el reciclaje en la ciudad de Buenos Aires sólo llega al 26% de la basura.
Existe otro dato desalentador: en 2014 se reciclaron 235.000 toneladas de plástico, lo que representa
apenas el 12 % del total generado. Pero en 2016 ese recupero bajó a las 200.000 toneladas.

A nivel país, el informe de Ambiente señala que existen cerca de 5.000 basurales a cielo abierto sobre
unas 8.600 hectáreas. Y advierten que alrededor del 37% de la población no está cubierta por el servicio
de disposición final adecuada de sus residuos.

El relleno sanitario de Ensenada recibe basura de municipios del sur bonaerense. Crédito: CEAMSE
Los planes en la Argentina. Desde la Secretaría de Ambiente remarcan que el problema es desafiante
porque el manejo de los residuos es por ley responsabilidad de los municipios.
De todos modos, Thierry Decoud, secretario de Control y Monitoreo Ambiental, señaló que trabajan en
una serie de leyes que apuntan a garantizar el tratamiento de algunos productos.

Por un lado, el Congreso ya discute un proyecto de ley de responsabilidad extendida del productor, que
establece que quienes producen o importan bienes que una vez descartados necesitan un tratamiento
especial deben ayudar a diseñar el circuito de disposición final. Eso, por ejemplo, le cabría a los
fabricantes o importadores de electrodomésticos y neumáticos.

Otra proyecto en el que trabaja la Secretaría es en la actualización de ley de residuos peligrosos,


orientando la norma hacia el recupero de esos desperdicios.

La posibilidad de contar con una ley que regule qué responsabilidad deben tener las empresas que
comercializan bebidas en envases plásticos por ahora no está en la agenda inmediata.

Experiencias internacionales. En Estocolmo, capital Suecia, la basura vale oro: se recicla el 99% de sus
desechos. Su gestión contempla la prevención, reutilización y reciclaje.
El sistema de recolección de basura es diferenciado: se separan alimentos, que se usan para hacer
fertilizantes, compost o biogás; los textiles, que se usan para fabricar ropa; y los papeles.
La basura que no se reutiliza, llega a las 32 estaciones de procesamiento de basura y producción de
energía. De hecho, su propia basura no es suficiente para generar toda la energía necesaria en el país, por
lo que importan 800.000 toneladas de otros países.

5. Temperatura: reducir la emisión de dióxido de carbono


Aunque no depende sólo de la Argentina, el compromiso de minimizar las emisiones de gases de efecto
invernadero es uno de los principales desafíos ambientales y está atado, en gran medida, a cuánto pueda
avanzar el país en la resolución de los temas analizados en esta nota.

La última medición local, de 2014, determinó que el país emitió 369 megatoneladas de dióxido de
carbono. La mayor participación de esas emisiones corresponde al sector energético (53%),; seguido por
la agricultura, ganadería, silvicultura y deforestación (39%); luego por la industria (4%); y finalmente los
residuos (4%).

De que el país y el mundo logren reducir las emisiones depende que la temperatura no suba más allá de
1,5° respecto de los niveles preindustriales. Hoy, según el informe de Ambiente, la temperatura del país
subió entre 0,5° y 1°, según la zona.

Para lograr que el aumento de temperatura no supere ese límite, los expertos de la ONU sobre el cambio
climático (IPCC) aseguran que las emisiones de CO2 deberán caer un 45% de aquí a 2030 y el mundo
deberá alcanzar en 2050 una "neutralidad de carbono". Es decir, tendrá que dejar de emitir más CO2 del
que se retira de la atmósfera.

Los planes en la Argentina. La meta que el país espera alcanzar es no exceder las 483 mega toneladas de
dióxido de carbono para 2030. “Para un país en vías de desarrollo y que necesita crecer, eso significa una
reducción del 18% respecto a los niveles de emisiones a los que llegaríamos si instrumentáramos las
medidas que tenemos planeado hacer. Además trabajamos en un segundo escenario de mayor esfuerzo
que implicaría una reducción del 37%”, aseguró Carlos Gentile, secretario de Cambio Climático de la
Nación.
Para lograrlo, se creó en 2016 un gabinete de cambio climático que conforman los ministros. De ahí
salieron las propuestas para alcanzar la meta. El aporte más sustancial lo deberá hacer el área de Energía,
con el incremento de renovables en la matriz energética.

En segundo lugar, el gobierno apuesta a no seguir perdiendo superficie de bosques e implantar nuevos,
algo que hoy se evidencia como difícil. El Ministerio de Producción deberá trabajar con las cámaras
sectoriales para alcanzar mayor eficiencia energética y que aprovechen procesos productivos para generar
su propia energía.

El área de Transporte debe apuntalar el transporte público para desalentar el uso de autos y mejorar rutas
y trenes, para así hacer más eficiente el transporte de cargas. Finalmente, Agroindustria debe trabajar en
la incorporación de prácticas productivas más sustentables.

Experiencias internacionales. El pacto para reducir emisiones se selló en 2015 en Francia y se lo conoce
como el Acuerdo de París. En ese encuentro de líderes mundiales se acordó que cada país, desarrollado o
no y sin importar su PIB, establezca metas para reducir las emisiones.
Por eso resulta prematuro hablar de casos exitosos. Pero sí hay un punto de partida: según datos de las
Naciones Unidas, en 2016 las emisiones globales fueron de 51.900 megatoneladas de dióxido de carbono
equivalente (MtCO2eq).

En ese escenario, China, Estados Unido y la India son los que más gases lanzan a la atmósfera y por lo
tanto son los que más contribuciones pueden hacer al ambiente. La participación porcentual de Argentina,
en cambio, representa un 0,7% de las emisiones globales.

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