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EL CONOCIMIENTO
BÍBLICO
UN COMENTARIO EXPOSITIVO
NUEVO TESTAMENTO
TOMO 1
SAN MATEO
SAN MARCOS
SAN LUCAS
Editores en inglés
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
©1995 by CAM International; originally published in English under the title of THE BIBLE
KNOWLEDGE COMMENTARY (New Testament)
©1983 by Scripture Press Publications, Inc.
4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la Versión Reina
Valera Revisión 1960.
La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569).
Revisada por Cipriano de Valera (1602).
Otras revisiones: 1862, 1909 y 1960.
© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
ISBN de la versión inglesa 0-88207-812-7
ISBN 968-6529 47-0 (obra completa, Nuevo Testamento)
968-6529 48-9 (Tomo 1)
Se dio término a la impresión de este libro el 15 de abril de 2004 en los talleres de Ediciones Las
Américas, A. C.
Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Prefacio
Proyecto de publicación del Comentario
Organización de los libros del Nuevo Testamento
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de San Mateo
Comentario de San Marcos
Comentario de San Lucas
Apéndice de mapas, gráficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de
lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son
muchos, pero uno de los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido
del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras,
que nos hacen sabios para conocer “la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y
perseverar en la publicación de esta edición en castellano:
■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y
capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran
proyecto con entusiasmo.
■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los
primeros tomos.
■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en
especial a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
Introducción
La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de un largo e
histórico enlace fraternal entre el personal de varias instituciones: el Seminario Teológico de
Dallas, Tex., cuyo personal docente escribió el comentario original en inglés. Por otro lado, los
editores, traductores y personal técnico de esta publicación en castellano provienen de CAM
Internacional (antes llamada Misión Centroamericana), de las iglesias evangélicas
centroamericanas, de las iglesias bíblicas de México, del Seminario Teológico Centroamericano
de Guatemala (SETECA), de Ediciones Las Américas, A.C., y del Seminario Bíblico de Puebla,
México. El espíritu de cooperación entusiasta entre todos para esta obra es motivo de alabanza a
Dios.
Responsables de la edición en castellano
Julián Lloret, B.A. Th. M., Th.D. Consultor de Educación Teológica CAM Internacional,
Dallas, Tex.
Jack D. Matlick, B.A. Director, Medios de Comunicación CAM Internacional, Dallas, Tex.
1. General
ac.,act. activo
a.C. antes de Cristo
a.m. antes meridiano
ar. arameo
A.T. Antiguo Testamento
ca. cerca de
cap., (s) capítulo (s)
cf. compare
cm., (s) centímetro (s)
d.C. después de Cristo
ed. edición, editado
eds. editores
e.g. por ejemplo
et al y otros
etc. y otras (cosas)
fem. femenino
gr. griego
hebr. hebreo
íbid en el mismo lugar
i.e. esto es
imper. imperativo
imperf. imperfecto
ing. inglés
kg., (s) kilogramo (s)
km., (s) kilómetro (s)
lit. literalmente
m. murió, muerto
mar. margen, lectura marginal
masc. masculino
ms., mss. manuscrito, manuscritos
mt., (s) metro (s)
n., ns. nota, notas
neut. neutro
n.p. no se sabe quién lo publicó
N.T. Nuevo Testamento
núm., (s) número, números
pág., (s) página, páginas
párr., (s) párrafo, párrafos
part. participio
pas. pasivo
perf. perfecto
pl. plural
p.m. pasado meridiano
pres. presente
pron., (s) pronombre (s)
s. siglo
sem. semítico
s.f. sin fecha
sing. singular
TDNT Theological Dictionary of the New Testament
TM texto masorético
trad. traducción, traductor
V. véase
v., vv. versículo, versículos
vb., (s) verbo, (s)
vol., (s). volumen, volúmenes
vs. versus
2. Libros de La Biblia
Antiguo Testamento
Gn. Génesis
Éx. Éxodo
Lv. Levítico
Nm. Números
Dt. Deuteronomio
Jos. Josué
Jue. Jueces
Rt. Rut
1,2 S. 1,2 Samuel
1,2 R. 1,2 Reyes
1,2 Cr. 1,2 Crónicas
Esd. Esdras
Neh. Nehemías
Est. Ester
Job Job
Sal. Salmos
Pr. Proverbios
Ec. Eclesiastés
Cnt. Cantares
Is. Isaías
Jer. Jeremías
Lm. Lamentaciones
Ez. Ezequiel
Dn. Daniel
Os. Oseas
Jl. Joel
Am. Amós
Abd. Abdías
Jon. Jonás
Mi. Miqueas
Nah. Nahum
Hab. Habacuc
Sof. Sofonías
Hag. Hageo
Zac. Zacarías
Mal. Malaquías
Nuevo Testamento
Mt. Mateo
Mr. Marcos
Lc. Lucas
Jn. Juan
Hch. Hechos
Ro. Romanos
1,2 Co. 1,2 Corintios
Gá. Gálatas
Ef. Efesios
Fil. Filipenses
Col. Colosenses
1,2 Ts. 1,2 Tesalonicenses
1,2 Ti. 1,2 Timoteo
Tit. Tito
Flm. Filemón
He. Hebreos
Stg. Santiago
1,2 P. 1,2 Pedro
1,2,3 Jn. 1, 2, 3 Juan
Jud. Judas
Ap. Apocalipsis
3. Versiones de La Biblia
BD Biblia al Día
BC Bover Cantera
BLA Biblia de las Américas
BJ Biblia de Jerusalén
HA Hispanoamericana (N.T.)
LA Latinoamericana (N.T.)
LXX Septuaginta
NC Nácar Colunga
NVI Nueva Versión International
RVA Reina Valera Actualizada
RVR09 Reina-Valera Revisión 1909
RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
RVR95 Reina-Valera Revisión 1995
TA Torres Amat
Taizé Versión Ecuménica
VM Versión Moderna
VP Versión Popular (Dios Habla Hoy)
Vul. Vulgata Latina
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Hebreo
Consonantes
א ’
בּ b
ב ḇ
גּ g
ג g̱
דּ d
ד ḏ
ה h
ו w
ז z
ח ḥ
ט ṭ
י y
כ k
כ ḵ
ל l
מ m
נ n
ם s
ע ‘
פּ p
פ p̱
צ ṣ
ק q
ר r
שׂ ś
שׁ š
תּ t
ת ṯ
Dagesh forte se representa por la duplicación de la letra.
Vocalización
בָּ ה bâh
בּוֹ bô
בּוּ bû
בֵּ י bê
בֶּ י bè
בִּ י bî
ָבּ bā
ֹבּ bō
ֻבּ bū
ֵבּ bē
ִבּ bī
ַבּ ba
ָבּ bo
ֻבּ bu
ֶבּ be
ִבּ bi
ֲבּ bă
ֳבּ bŏ
ֱבּ bĕ
ְבּ be
בָּ הּ bāh
בָּ א bā’
בֵּ ה bēh
בֶּ ה beh
Griego
α, ᾳ a
β b
γ g
δ d
ε e
ζ z
η, ῃ ē
θ th
ι i
κ k
λ l
μ m
ν n
ξ x
ο o
π p
ρ r
σ, ς s
τ t
υ y
φ f
χ ̱j
ψ ps
ω, ῳ ō
ῥ rh
ʼ j
γγ ng
γκ nk
γξ nx
γχ nj̱
αἰ ai
αὐ au
εἰ ei
εὐ eu
ηὐ ēu
οἰ oi
οὐ ou
υἱ jui
MATEO
Louis A. Barbieri, Jr.
Traducción: Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
Resulta muy adecuado que el Nuevo Testamento comience con cuatro relatos de la vida de
Jesús. En ellos se presentan las “buenas nuevas” acerca del Hijo de Dios, su vida en la tierra y su
muerte en la cruz por el pecado de la humanidad. Los primeros tres evangelios tienen una
perspectiva muy similar de los hechos que rodean a la persona de Cristo, mientras que el cuarto
es único en su enfoque. Debido a este punto de vista común acerca de Jesucristo, a los primeros
tres relatos se les llama evangelios sinópticos.
El problema sinóptico
1. Planteamiento del problema. El término sinóptico proviene del adjetivo griego synoptikos,
derivado de syn y opsesthai “ver con” o “ver en conjunto”. Si bien Mateo, Marcos y Lucas tienen
distintos propósitos, en cuanto a la vida de Jesús todos tienen un punto de vista igual. Sin
embargo, deben explicarse las diferencias que existen entre ellos. Esas discrepancias y
semejanzas hacen surgir la pregunta de cuáles fueron las fuentes o documentos que se utilizaron
en su composición, y provocan lo que se conoce como “el problema sinóptico”.
La mayoría de los eruditos conservadores reconocen que los evangelistas usaron varias
fuentes. Por ejemplo, las genealogías de Mateo y Lucas pudieron obtenerse de los archivos del
templo o de la tradición oral. Lucas aclaró al principio de su evangelio (Lc. 1:1) que muchos
habían escrito acerca de los hechos de la vida de Jesús. Esto implica que Lucas pudo haberse
documentado en varios relatos escritos. Se puede inferir entonces que los evangelistas usaron
varias fuentes para producir sus escritos. No obstante, muchos eruditos no se refieren a esto
cuando hablan de las fuentes. La mayoría de ellos consideran que las “fuentes” eran escritos
extensos compilados por expertos editores para producir sus propios relatos. Esta conclusión ha
generado varias teorías acerca de cuáles fueron esas fuentes.
a. Teoría del Urevangelio. Aunque se desconoce su paradero, varios especialistas han llegado a
la conclusión de que un evangelio primigenio (conocido en alemán como Urevangelium) fue la
fuente que permitió a los editores bíblicos compilar sus relatos. La principal objeción contra esta
hipótesis es que no se ha encontrado ni un sólo vestigio de dicho documento. Ningún erudito
puede señalar que determinado documento sea el Urevangelio. Además, aunque esta teoría
pudiera justificar las semejanzas que hay entre los evangelios, no puede explicar las diferencias
que hay en el relato de los mismos eventos que consigna cada evangelio.
b. Teoría de la tradición oral. Algunos han llegado a la conclusión de que las fuentes básicas de
los evangelios provienen de la tradición oral que se desarrolló alrededor de la persona de Jesús.
Normalmente, la tradición constaba de cuatro etapas: (1) El suceso en sí. (2) El acontecimiento
se contaba y repetía hasta que era del dominio público. (3) Se fijaban los detalles del evento de
tal manera que era relatado exactamente en la misma forma. (4) El hecho era consignado en un
relato escrito. La objeción contra esta teoría es similar a la del Urevangelio; que puede explicar
las semejanzas pero no las diferencias entre los evangelios. Es más, ¿por qué los que fueron
testigos presenciales de los eventos de la vida de Jesús tendrían que limitarse a escribir sus obras
basándose en los relatos de la tradición oral?
c. Teoría documental. Una teoría que ha cobrado popularidad es la que asevera que los editores
bíblicos usaron diversas fuentes escritas para compilar sus relatos. Este punto de vista propone lo
siguiente: (1) El primer evangelio que se escribió fue el de Marcos. Una razón de peso para decir
esto es que sólo el 7% del evangelio de Marcos es único, mientras que el restante 93% se puede
encontrar en los relatos de Mateo y Lucas. (2) Además de Marcos se usó otra fuente que
básicamente contenía discursos. A ese documento se le llama “Q”, abreviatura del vocablo
alemán Quelle (fuente). Los casi 200 vv. que son comunes a Mateo y Lucas, pero que no se
encuentran en Marcos, deben haber provenido de “Q”. (3) Los editores usaron otras dos fuentes
por lo menos. Una contiene los vv. de Mateo que no están ni en Marcos ni en Lucas, y la otra
contiene los vv. de Lucas que no están en Mateo o Marcos.
Esta teoría presenta varios problemas. Primero, no concuerda con la tradición. Los eruditos
conservadores generalmente han sostenido que Mateo fue el primer evangelio que se escribió.
Aunque no todos ellos piensan igual, esta opinión tiene bastante respaldo y no debe ser tildada de
“mera tradición” porque a veces la tradición tiene razón. Segundo, esta teoría no puede explicar
el hecho de que Marcos hiciera en ocasiones comentarios que ni Mateo ni Lucas incluyeron.
Marcos escribió que el gallo cantó una segunda vez (Mr. 14:72), hecho que no incluyeron Mateo
y Lucas. En tercer lugar, si Marcos fuera el primer evangelio y hubiera sido escrito después de
morir Pedro alrededor del año 67–68 d.C., entonces Mateo y Lucas tuvieron que haber sido
escritos después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Uno esperaría que dicha
destrucción fuese mencionada como un clímax adecuado a las palabras del Señor en Mateo
24–25 o a la declaración de Lucas en 21:20–24. Sin embargo, ninguno de los dos evangelios
menciona el evento. Cuarto, el mayor problema tiene que ver con la existencia del documento
“Q”. Si tal fuente hubiere existido y fuera de tanta importancia para que Mateo y Lucas la citaran
con tanta frecuencia, ¿por qué la iglesia no la consideró importante y la preservó?
Esta teoría es como sigue:
d. Teoría de la crítica de formas. Este punto de vista ampliamente aceptado, asume que la teoría
documentaria es correcta pero la lleva un paso más adelante. Dice que cuando los relatos de los
evangelios fueron compilados, ya existían múltiples documentos aparte de los cuatro
mencionados (Mateo, Marcos, Lucas y “Q”) que se han llamado “formas”. En la actualidad, los
intérpretes desean descubrir y clasificar esos documentos. Además, pretenden ir más allá y
descubrir exactamente lo que la iglesia quería comunicar con ellos. Los hechos literales que se
trasmitieron en tales escritos o “formas” no son suficientes en sí mismos. La verdad se descubre
yendo más allá de la historia literal. Esos hechos se consideran “mitos” que la iglesia edificó
alrededor de la persona de Jesús. Eliminando tales mitos o “desmitificando” los evangelios, se
descubre la verdad última acerca de Jesús.
Aunque esta teoría ha sido ampliamente aceptada, ofrece serios problemas. En primer lugar,
es virtualmente imposible clasificar las “formas” en categorías exactas. Y si esto se lograra, sería
difícil encontrar a dos intérpretes que estuvieran de acuerdo en ellas. Además, este punto de vista
afirma que la iglesia del primer siglo hizo que los evangelios se relataran en la forma que
sucedieron, pero nunca explica adecuadamente qué dio origen a la iglesia. En otras palabras, esta
hipótesis ha pasado por alto en forma deliberada el testimonio viviente de Cristo y el impacto
que su vida y muerte causó en los creyentes del primer siglo.
2. Solución sugerida. Pueden resolverse las semejanzas y diferencias que existen en los
evangelios por medio de un punto de vista combinado. Primero, los evangelistas del primer siglo
tuvieron un extenso conocimiento, por experiencia personal, de gran parte del material que
registraron. Mateo y Juan fueron discípulos de Jesús y pasaron con él bastante tiempo. El relato
de Marcos pudo ser el registro de las reflexiones que hizo Pedro cerca del final de su vida. Lucas
pudo haber conocido muchos datos a través de su relación con Pablo y otros. Todo esto bien
pudo usarse en la composición de los evangelios.
En segundo lugar, también debe considerarse la tradición oral. Por ejemplo, Hechos 20:35
refiere un dicho de Cristo que no registran los evangelios. En 1 Corintios 7:10 Pablo expresó un
mandato del Señor cuando tal vez ninguno de los evangelios había sido escrito aún. Tercero,
existieron documentos que relataban algunas de las historias acerca de Jesucristo. Lucas
reconoció este hecho al iniciar su evangelio (Lc. 1:1–4). Sin embargo, ninguno de los hechos o
verdades anteriores proporciona la dinámica para escribir un relato de la vida de Cristo inspirado
y libre de todo error. En cuarto lugar, debe considerarse un elemento más para ayudar a resolver
el problema sinóptico, a saber, el dinámico ministerio del Espíritu Santo que inspiró a los
evangelistas al registrar sus relatos. El Señor había prometido a los discípulos que el Consolador
les enseñaría y recordaría todas las cosas que les había dicho (Jn. 14:26). Esta dinámica del
Espíritu Santo garantiza la exactitud de los escritos, sea porque el autor humano se valió del
recuerdo de hechos pasados, de tradiciones orales que circulaban, o de otros relatos escritos que
tuvo a su disposición. Cualquiera que haya sido la fuente, la dirección del Espíritu Santo
garantizó un texto fidedigno. Conforme uno va entendiendo los diferentes relatos acerca del
Señor, se aclaran las supuestas “dificultades” que presentan, porque hubo una supervisión divina
sobre los evangelistas sin importar las fuentes que usaron.
El autor del primer evangelio. Cuando uno trata con la interrogante de quién escribió un cierto
libro de la Biblia, por lo regular se dispone de dos tipos de evidencia: la que se encuentra fuera
del libro (“evidencia externa”) y la que está dentro del mismo libro (“evidencia interna”). La
evidencia externa apoya fuertemente el punto de vista de que Mateo escribió el evangelio que
lleva su nombre. Muchos padres de la iglesia citaron a Mateo como su autor. Entre ellos se
encuentran Pseudo Bernabé, Clemente de Roma, Policarpo, Justino Mártir, Clemente de
Alejandría, Tertuliano y Orígenes (para más referencias V. el libro de Norman L. Geisler y
William E. Nix, A General Introduction to the Bible “Introducción General a la Biblia”.
Chicago: Moody Press, 1968, pág. 193). Por cierto que Mateo no fue uno de los apóstoles más
prominentes. Pudiera pensarse que el primer evangelio debieron escribirlo Pedro, Jacobo, o Juan.
Sin embargo, la opinión tradicional de la iglesia apoya ampliamente que Mateo es el escritor.
La evidencia interna también respalda el hecho de que Mateo fue autor del primer evangelio
porque contiene más referencias al dinero que cualquiera de los otros tres evangelios. De hecho,
incluye tres términos monetarios que no se encuentran en ninguna otra parte del N.T.: “(el
impuesto de) dos dracmas” (Mt. 17:24); “un estatero (4 dracmas)” (17:27), y “talentos” (18:24).
Puesto que la ocupación de Mateo era recaudar impuestos, seguramente tenía interés en las
monedas y conocía el precio de ciertos artículos. Su profesión exigía habilidad para escribir y
llevar estados de cuenta. Por lo tanto, es obvio que Mateo debió haber tenido, humanamente
hablando, la capacidad de poder escribir un libro como el primer evangelio.
También es evidente su humildad cristiana, porque a lo largo de su evangelio se refiere a sí
mismo como “Mateo el publicano”. No obstante, ni Marcos ni Lucas usan ese término
despectivo cuando hablan de él. Además, cuando Mateo empezó a seguir a Jesús, dice que lo
invitó a él y a sus amigos a “comer” (Mt. 9:9–10). Sin embargo, Lucas llamó al evento “un gran
banquete” (Lc. 5:29). Las omisiones del primer evangelio también son significativas, porque
Mateo no incluye la parábola del fariseo y el publicano (Lc. 18:9–14) ni la historia de Zaqueo,
otro publicano que reembolsó cuatro veces lo que había robado a otros (Lc. 19:1–10). En
resumen, la evidencia interna acerca del autor del primer evangelio señala a Mateo como el más
probable.
Idioma original del primer evangelio. Si bien todos los manuscritos disponibles del primer
evangelio están en griego, algunos sugieren que Mateo escribió en arameo, idioma muy similar
al hebreo. En efecto, cinco individuos afirmaron que Mateo escribió en arameo y que las
traducciones en griego fueron posteriores: Papías (80–155 d.C.), Ireneo (130–202 d.C.),
Orígenes (185–254 d.C.), Eusebio (siglo IV d.C.) y Jerónimo (siglo VI d.C.). Sin embargo,
pudieron haberse referido a otro manuscrito producido por Mateo distinto a su evangelio. Papías,
por ejemplo afirmaba que Mateo había compilado los dichos (logia) de Jesús. Esos “dichos” eran
quizá un segundo relato abreviado de las palabras del Señor, escrito en arameo y enviado a un
grupo de judíos para quienes sería muy significativo. Tal documento se perdió después, ya que
actualmente no existe ninguna versión del mismo. No obstante, el primer evangelio fue
probablemente redactado por Mateo en griego y así ha sobrevivido hasta nuestros días. La logia
de Mateo no sobrevivió, pero su evangelio sí. Esto se debe a que éste es parte del canon
inspirado de la palabra de Dios y ha sido preservado por su Espíritu.
Fecha del primer evangelio. Es imposible señalar con precisión la fecha específica en que se
escribió Mateo, pero los eruditos conservadores han sugerido varias fechas probables. C.I.
Scofield en su Biblia Anotada propone el año 37 d.C. Muy pocos expertos lo fechan después del
70 d.C., debido a que Mateo no hizo referencia alguna a la destrucción de Jerusalén. Además, las
referencias que hace a Jerusalén como la “santa ciudad” (Mt. 4:5; 27:53) implican que todavía
existía.
Parece que cierto tiempo transcurrió después de la crucifixión y resurrección de Jesús. Mateo
27:7–8 alude a una costumbre que existía “hasta el día de hoy” y 28:15 se refiere a un dicho que
circulaba “hasta el día de hoy”. Estas frases implican que había transcurrido algún tiempo, pero
no tanto como para que hubieran cesado las costumbres judías. Puesto que la tradición de la
iglesia ha defendido que Mateo fue el primer evangelio que se escribió, quizá la fecha que mejor
satisface a todos es el año 50 d.C., la cual es suficientemente temprana para considerar dicho
evangelio como el primero que se escribió. (Para una discusión más detallada y un punto de vista
distinto [que Marcos fue el primer evangelio], V. “Fuentes” en la Introducción al libro de
Marcos).
Circunstancias en que se escribió el primer evangelio. Aunque se desconoce la ocasión
específica, parece ser que Mateo tuvo dos razones para escribir su libro. Primera, quería
demostrar a los judíos incrédulos que Jesús era el Mesías. Él lo había encontrado y quería que
otros llegaran a tener la misma relación con él. Segunda, escribió para animar a los creyentes
judíos. Si en verdad Jesús era el Mesías, algo terrible había ocurrido: los judíos habían
crucificado a su propio Rey y Mesías. ¿Qué pasaría ahora con ellos? ¿Había terminado Dios su
obra con ellos? Debido a esto, quiso animarlos porque, aunque su acto de desobediencia
acarrearía el juicio sobre esa generación de israelitas, Dios no había terminado su labor con su
nación. En el futuro establecería su reino prometido con su pueblo. Entre tanto, los creyentes son
responsables de comunicar el exclusivo mensaje de fe en el Mesías a medida que van por el
mundo haciendo discípulos entre todas las naciones.
Características sobresalientes del primer evangelio
1. Mateo hace énfasis en el ministerio docente de Jesús. De todos los evangelios, éste es el
que contiene mayor cantidad de discursos. Ningún otro presenta tantas enseñanzas de Cristo. Los
caps. 5–7 se conocen como el sermón del monte; el 10 incluye las instrucciones dadas a los
discípulos al ser enviados al ministerio; el 13 presenta las parábolas del reino; en el 23 Jesús hace
una candente denuncia contra los líderes religiosos israelitas; y en 24–25 se encuentra el discurso
del monte de los Olivos, en el que explica con detalle el futuro de Jerusalén y de la nación entera.
2. Buena parte del material de Mateo está organizado en forma lógica más que cronológica.
Algunos ejemplos son: la genealogía de Cristo que se presenta en tres listados de 14 nombres,
una gran cantidad de milagros se presentan juntos, y el rechazo y oposición al Mesías aparece en
una sola sección. El propósito de la obra es evidentemente más temático que cronológico.
3. Este primer evangelio abunda en citas del A.T. Se incluyen casi 50 citas directas, además
de otras 75 alusiones indirectas a hechos veterotestamentarios. Esto es así debido a los
destinatarios a quienes se dirige. Al producir su obra, Mateo tuvo en mente en primera instancia,
a los judíos, quienes quedarían muy impresionados al ver las abundantes referencias a los
eventos y verdades del A.T. que hizo. Además, si este evangelio se escribió por el 50 d.C., no
había muchos libros novotestamentarios que se pudieran citar, además de que serían
desconocidos tanto para los lectores como para el mismo Mateo.
4. El primer evangelio demuestra que Jesús es el Mesías de Israel y explica el programa del
reino de Dios (V. el libro de Stanley Toussaint, Behold the King: A Study of Matthew “He aquí el
Rey: Un estudio de Mateo”, págs. 18–20). “Si en verdad Jesús era el Mesías”, preguntaría un
judío, “¿qué había pasado con el reino prometido?” El A.T. enseñaba con claridad que el Mesías
traería un reino utópico a la tierra en el cual Israel tendría una posición prominente. Debido a que
la nación rechazó al Rey verdadero, entonces ¿qué pasó con el reino? El libro incluye algunos
“misterios” acerca del reino que no habían sido revelados en el A.T. Estos “misterios” enseñan
que el reino adoptaría una forma distinta en la era presente, pero que el reino davídico prometido
sería instituido en el futuro cuando Cristo regrese a la tierra a establecer su gobierno (V.
“Misterios en el N.T.” en el Apéndice, pág. 359).
5. El primer evangelio presenta una declaración sumaria en su primer versículo: “Libro de la
genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. ¿Por qué el nombre de David aparece
antes que el de Abraham? ¿No era Abraham, el padre de la nación, más importante para la
mentalidad judía? Quizá Mateo pone primero el nombre de David porque de él vendría el Rey
que gobernaría a toda la nación (2 S. 7:12–17). Jesús trajo un mensaje para su pueblo. Pero según
el plan de Dios, fue rechazado. Por consiguiente, saldría un mensaje universal para alcanzar al
mundo entero. La promesa de bendición a todas las naciones se dio a través de Abraham en el
pacto que Dios concertó con él (Gn. 12:3). Es importante que Mateo incluyera en su mensaje a
gentiles como los magos de oriente (Mt. 2:1–12), al centurión con su gran fe (8:5–13) y a la
mujer cananea que tenía tanta fe como Cristo no había visto en Israel (15:22–28). Además, el
libro concluye con la gran comisión: “id y haced discípulos a todas las naciones” (28:19).
BOSQUEJO
I. Presentación del Rey (1:1–4:11)
A. Por su genealogía (1:1–17)
B. Por su nacimiento (1:18–2:23)
C. Por un precursor (3:1–12)
D. Por la aprobación de su Padre (3:13–4:11)
II. Mensajes del Rey (4:12–7:29)
A. Proclamación inicial (4:12–25)
B. Proclamaciones subsecuentes (caps. 5–7)
III. Credenciales del Rey (8:1–11:1)
A. Potestad sobre la enfermedad (8:1–15)
B. Potestad sobre las fuerzas demoniacas (8:16–17, 28–34)
C. Potestad sobre los hombres (8:18–22; 9:9)
D. Potestad sobre la naturaleza (8:23–27)
E. Potestad para perdonar (9:1–8)
F. Potestad sobre las tradiciones (9:10–17)
G. Potestad sobre la muerte (9:18–26)
H. Potestad sobre la ceguera (9:27–31)
I. Potestad sobre la mudez (9:32–34)
J. Potestad para delegar autoridad (9:35–11:1)
IV. La autoridad del Rey es desafiada (11:2–16:12)
A. En el rechazo de Juan el Bautista (11:2–19)
B. En la condena a las ciudades (11:20–30)
C. En varias controversias acerca de su autoridad (cap.12)
D. En la reprogramación del reino (13:1–52)
E. En varios rechazos (13:53–16:12)
V. Preparación de los discípulos del Rey (16:13–20:34)
A. La revelación en vista del rechazo (16:13–17:13)
B. La enseñanza en vista del rechazo (17:14–20:34)
VI. Clímax del ofrecimiento del Rey (caps. 21–27)
A. Presentación oficial del Rey (21:1–22)
B. Disputa religiosa con el Rey (21:23–22:46)
C. El rechazo nacional del Rey (cap. 23)
D. Mensajes proféticos del Rey (caps. 24–25)
E. El rechazo nacional del Rey (caps. 26–27)
VII. La resurrección del Rey es confirmada (cap. 28)
A. La tumba vacía (28:1–8)
B. Aparición personal (28:9–10)
C. Versión “oficial” (28:11–15)
D. Comisión oficial (28:16–20)
COMENTARIO
3. SU INFANCIA (CAP. 2)
a. En Belén (2:1–12)
2:1–2. Aunque no todos los expertos coinciden en la fecha en que llegaron los magos … del
oriente, parece ser que fue algún tiempo después del nacimiento de Jesús. El niño, María y José,
aunque seguían en Belén, ahora estaban en una casa (v. 11). A Jesús se le llama “niño” (paidion,
vv. 9, 11) y no “bebé recién nacido” (brefos, Lc. 2:12).
Aunque es imposible determinar la identidad exacta de los magos, se han sugerido varias
ideas. Tradicionalmente se les atribuyen nombres e identidad relacionados con los tres grupos de
pueblos que descienden de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Lo más probable es que eran
hombres de alta posición provenientes de alguna nación gentil, quizá Partia, que estaba al noreste
de Babilonia, y que recibieron una revelación especial de Dios referente al nacimiento del rey de
los judíos. Esta revelación especial pudo verse en el firmamento. Puesto que eran “magos”
(expertos en astronomía) se refirieron a una estrella que habían visto. O tal vez pudo haber
venido de algún contacto con eruditos judíos que habían emigrado hacia el oriente con copias de
manuscritos del A.T. Muchos suponen que los comentarios que expresaron los magos reflejan
que conocían la profecía de Balaam acerca de la “estrella” que “saldría de Jacob” (Nm. 24:17).
Cualquiera que hubiere sido la fuente, ellos venían a Jerusalén a adorar al recién nacido Rey de
los judíos (de acuerdo con la tradición, tres magos hicieron el viaje a Belén, pero la Biblia no
dice cuántos eran).
2:3–8. No sorprende el hecho de que el rey Herodes se turbó cuando llegaron a Jerusalén
buscando al Rey de los judíos que “ha nacido” (v. 2). Herodes no era el legítimo rey de la línea
de David. De hecho, ni siquiera era descendiente de Jacob, sino de su hermano Esaú. Por lo
tanto, era edomita. (Reinó sobre Palestina desde 37 a.C. hasta el año 4 a.C.; V. “Herodes el
Grande y sus descendientes” en el Apéndice, pág. 368). Este hecho fue la causa de que muchos
judíos lo odiaran y nunca lo aceptaran verdaderamente como rey a pesar de que hizo mucho por
la nación. Si alguien había nacido legítimamente rey, entonces el trabajo de Herodes peligraba.
Por esa razón llamó a los eruditos judíos y convocados, inquirió de ellos dónde había de nacer
el Cristo (Mt. 2:4). Resulta interesante que Herodes vinculó al “rey de los judíos que ha nacido”
(v. 2) con “el Cristo” (Mesías). Obviamente Israel tenía la esperanza de que el Cristo habría de
nacer.
La respuesta a la pregunta de Herodes era sencilla, porque Miqueas el profeta había
indicado, siglos atrás, el lugar preciso: el Mesías habría de nacer en Belén (Miq. 5:2). Esta
respuesta de los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo fue aparentemente trasmitida
por el mismo Herodes a los magos. Luego el rey les preguntó cuándo habían visto por primera
vez la estrella (Mt. 2:7). Este incidente adquirió después proporciones críticas en el relato (v.
16); porque mostró que Herodes preparaba ya un plan para deshacerse del rey verdadero.
Además instruyó a los magos para que regresaran y le dijeran dónde estaba este rey, de manera
que, vaya y le adore. Esto no era, sin embargo, lo que tenía en mente.
2:9–12. El viaje de los magos a Belén forjó otro milagro. La estrella que habían visto en el
oriente reapareció en el cielo para guiarlos a una casa específica de Belén donde encontraron al
niño Jesús. Belén se localiza a 8 kilómetros al sur de Jerusalén. Las estrellas (i.e. planetas)
efectúan naturalmente su movimiento de traslación a través de los cielos de oriente a poniente,
no de norte a sur. ¿Podría ser que “la estrella” que los magos vieron y los guiaba, era la gloria
(shekiná) visible de Dios? Es la misma que había guiado a los hijos de Israel a través del desierto
durante 40 años en forma de columna de fuego y nube. Quizá esto fue lo que vieron en el oriente
y, a falta de un mejor nombre, la llamaron “estrella”. Todos los demás esfuerzos para explicar la
aparición de la estrella resultan inadecuados (como que fue una conjunción de Júpiter, Saturno y
Marte; una supernova; un cometa, etc.). De todos modos, ellos fueron guiados hasta el niño y
habiendo entrado lo adoraron. Su adoración fue realzada por los presentes que le entregaron,
oro … incienso y mirra. Esos regalos eran dignos de un rey y este acto de parte de líderes
gentiles describe la riqueza de las naciones que algún día será del Mesías (Is. 60:5, 11; 61:6;
66:20; Sof. 3:10; Hag. 2:7–8).
Hay quienes creen que los presentes tenían el significado adicional de reflejar el carácter de
la vida del niño. El oro puede representar su deidad y pureza, el incienso la fragancia de su vida
y la mirra su muerte y sacrificio (ésta última se utilizaba para embalsamar). Es obvio que fueron
los medios que José utilizó para llevar a su familia a Egipto y con los que se sostuvieron hasta
que Herodes murió. Los magos fueron avisados por revelación que no volvieran ni dijeran nada
a Herodes, por lo que regresaron a sus hogares por otro camino.
b. En Egipto (2:13–18)
2:13–15. Después de la visita de los magos, José fue avisado por un ángel del Señor que
tomara a María y al niño y huyera a Egipto. Esta advertencia le fue dada en sueños (el segundo
de cuatro que tuvo: 1:20; 2:13, 19, 22). La razón de la orden era que Herodes buscaría al niño
para matarlo. Al amparo de la noche, José obedeció el mandato y se fue con su familia de
Belén (V. “Mapa de los viajes de Jesús entre Belén, Egipto y Nazaret” en el Apéndice, pág. 353)
con rumbo a Egipto. ¿Por qué Egipto? El Mesías fue enviado y regresó de allí para que se
cumpliese lo dicho por el profeta: de Egipto llamé a mi Hijo. Esta es una referencia a Oseas
11:1 que no parece ser una profecía en el sentido de predicción. Oseas escribía acerca del
llamado de Dios a Israel para salir de Egipto al éxodo. Sin embargo, Mateo le dio un nuevo
significado a sus palabras. Veía esta experiencia como una identificación del Mesías con la
nación. Había semejanzas entre la nación y el Hijo. Israel era “hijo” escogido de Dios por
adopción (Éx. 4:22), y Cristo es el Mesías, Hijo de Dios. En ambos casos, su descenso a Egipto
fue para escapar de algún peligro y su retorno fue importante para la historia salvífica de la
nación. Si bien la declaración de Oseas era una alusión histórica a la liberación de Israel, Mateo
la relaciona más plenamente con el llamado del Hijo, el Mesías, de Egipto. En ese sentido se
cumplieron las palabras del profeta al aplicarlas Mateo a un evento más importante, al retorno
del Mesías de Egipto.
2:16–18. Tan pronto como Herodes supo que los magos no habían acatado sus órdenes de
proporcionarle la localización exacta del recién nacido rey, echó a andar un plan para matar a
todos los niños varones de Belén. Mandó exterminar a todos los menores de dos años, en
conformidad con el tiempo que había transcurrido desde que los magos vieron la “estrella” en el
oriente. Quizá este dato también indica que el niño Jesús tenía menos de dos años cuando los
magos lo visitaron.
La matanza de niños sólo se menciona aquí en toda la Biblia. Aun el historiador judío Josefo
(37–? 100 d.C.) no mencionó esta nefasta obra de dar muerte a inocentes criaturas y niños
pequeños. Pero no sorprende el hecho de que él y otros historiadores seculares pasen por alto la
masacre de unos cuantos niños hebreos en una ciudad insignificante como Belén. Después de
todo, Herodes era famoso por sus infames crímenes. Mató a algunos de sus propios hijos y
esposas porque sospechaba que formarían un complot en su contra. Se dice que el emperador
Augusto afirmó una vez que sería mejor ser el cerdo de Herodes que su hijo, porque un cerdo
tendría mayor probabilidad de sobrevivir en una comunidad judía. En griego, una sola letra
distingue a las palabras “cerdo” (juos) e “hijo” (juios).
La masacre de los niños sucedió en cumplimiento de la profecía de Jeremías (Jer. 31:15). El
pasaje original se refería al llanto de la nación por la muerte de sus hijos en tiempos del
cautiverio babilónico (586 a.C.). El paralelo con la situación en el tiempo de Jesús era obvio,
porque los niños fueron nuevamente asesinados a manos de no judíos. Además, la tumba de
Raquel estaba cerca de Belén y ella era considerada por muchos como la madre de la nación. Por
esa razón estaba llorando la muerte de los niños.
c. En Nazaret (2:19–23)
2:19–23. Pero después de muerto Herodes … José recibió instrucciones otra vez por medio
de un ángel del Señor. Esta fue la tercera de cuatro ocasiones en las que un ángel se le apareció
en sueños (cf. 1:20; 2:13, 19, 22). Fue puesto al tanto de la muerte de Herodes y se le indicó que
volviera a tierra de Israel (v. 20). José obedeció la instrucción del Señor y planificaba regresar,
quizá a Belén. Sin embargo Arquelao, hijo de Herodes, reinaba sobre los territorios de Judea,
Samaria e Idumea. Éste era conocido como tirano, asesino, inestable, y demente quizá por
provenir de un matrimonio entre parientes cercanos (gobernó del año 4 a.C. al 6 d.C. V.
“Herodes el Grande y sus descendientes” en el Apéndice, pág. 368). La advertencia divina que
recibió José (otra vez en sueños, Mt. 2:22; cf. 1:20; 2:13, 19) era que no regresara a Belén, sino
que debía mudarse a la norteña región de Galilea, a la ciudad de Nazaret. El gobernante de
dicha región era Antipas, otro hijo de Herodes (cf. 14:1; Lc. 23:7–12), pero muy capaz.
El hecho de que la familia se mudara a Nazaret también se dice que era para cumplir una
profecía (Mt. 2:23). Sin embargo, las palabras habría de ser llamado nazareno no fueron
pronunciadas directamente por ningún profeta del A.T., aunque varias profecías se aproximan a
esta expresión. Isaías dice que el Mesías sería “de la raíz de Isaí” como “una rama” (Is. 11:1). La
palabra “rama” proviene del hebreo neṣer, que tiene las mismas consonantes de “nazareno” y
que conlleva la idea de algo que tiene un comienzo insignificante.
Debido a que Mateo usó el plural profetas, quizá su idea no se basaba en una profecía
específica, sino en la que aparece en un número considerable de profecías acerca del carácter
despreciado del Mesías. Nazaret era el lugar de residencia de un destacamento militar romano
que estaba asignado a las regiones norteñas de Galilea. Por tal motivo, muchos de los judíos
nacionalistas no querían tener ninguna relación con esa ciudad. En realidad, los que vivían allí
eran considerados lacayos que se habían aliado con los enemigos de los judíos, los romanos. Por
lo tanto, llamar a alguien “nazareno” era usar un término despectivo. Debido a que la familia de
José se estableció en Nazaret, el Mesías fue posteriormente repudiado y considerado
despreciable a los ojos de muchos en Israel. Esta fue la reacción de Natanael al oir que Jesús era
de Nazaret (Jn. 1:46): “¿de Nazaret puede salir algo de bueno?” Este concepto se ajusta bien con
varias profecías veterotestamentarias que hablan de la pobre estima que el Mesías inspiraría (e.g.
Is. 42:1–4). Además, el término “nazareno” recordaría a los lectores judíos la semejanza fonética
que guarda con la palabra “nazareo” (Nm. 6:1–21). Sin embargo, Jesús fue más entregado a Dios
que los nazareos.
2. DE HECHOS (4:23–25)
(LC. 6:17–19)
4:23. La obra del Señor no se limitaba a la predicación. Sus actos eran tan importantes como
sus palabras porque seguramente los judíos harían la pregunta “¿podrá éste que pretende ser el
Cristo hacer las obras del Mesías?” Mateo 4:23 es una importante declaración en resumen,
crucial para el tema del libro (cf. 9:35 que es casi idéntico a 4:23). Este v. contiene varios
importantes elementos. (1) Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de
ellos. El ministerio del que pretendía ser el Rey de los judíos se llevó a cabo entre los judíos.
Ministraba en las sinagogas, lugares donde los judíos se reunían para adorar. (2) Estaba
comprometido en “enseñar” y predicar. Así, estaba involucrado en un ministerio profético
porque era “el profeta” prometido en Deuteronomio 18:15–19. (3) Proclamaba el evangelio del
reino. Su mensaje era que Dios estaba realizando el cumplimiento de sus pactos para Israel y
estableciendo su reino en la tierra. (4) Sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo
(cf. “enseñaba”, “predicaba” y “sanaba” en Mt. 9:35). Todo esto autenticaba que Jesús era el
profeta, porque sus palabras eran respaldadas con señales que las legitimaban. Todas estas
acciones debían haber convencido a los judíos de que Dios estaba actuando en la historia para
llevar a cabo sus propósitos. Ellos eran responsables de prepararse a través del arrepentimiento
de sus pecados y el reconocimiento de Jesús como el Mesías.
4:24–25. El ministerio de Jesús y probablemente el de los cuatro discípulos que llamó (vv.
18–22) era dramático, porque la muchedumbre que oía del Señor empezó a congregarse ante él.
Se difundió su fama por toda Siria, el área al norte de Galilea. Conforme la gente llegaba, traía
a muchos afligidos por diversas enfermedades y Jesús los sanó a todos. No sorprende que
mucha gente le siguiera de Galilea, de Decápolis (lit. “10 ciudades” el área al sureste del mar
de Galilea), de Jerusalén, de Judea, y la región del otro lado (al poniente) del Jordán. (V.
“Mapa de Palestina en tiempos de Jesús” en el Apéndice, pág. 352).
2. PARÁLISIS (8:5–13)
(LC. 7:1–10)
8:5–13. El segundo milagro que trataba con la enfermedad también reflejó la autoridad de
Jesús. Al entrar en Capernaum, vino a él un centurión romano rogándole le ayudara (V. el
comentario de Lc. 7:2 acerca de los centuriones). Este gentil se acercó a Jesús llamándolo Señor
(igual que el leproso, Mt. 8:2) y le pidió que sanara a su criado. Lucas usa el término doulos
(“esclavo”), mientras que Mateo consigna pais (“muchacho”), lo cual sugiere que quizá el
esclavo era muy joven. Él estaba paralítico y gravemente atormentado, a punto de morir (Lc.
7:2).
Cuando Jesús le dijo: yo iré y le sanaré, el centurión respondió que no era necesario. Como
hombre acostumbrado a dar órdenes, comprendía bien el principio de autoridad. Una persona
con autoridad no necesita estar presente en el lugar específico para que se lleve a cabo una
determinada tarea. Sus órdenes pueden ser cumplidas por otros incluso a distancia. Jesús se
maravilló ante la gran fe del centurión (cf. Mt. 15:28), porque esta era la clase de fe que él había
estado buscando en vano en Israel. Una fe como esta haría posible la entrada a su reino,
independientemente de la nacionalidad, raza o procedencia de la persona (del oriente y del
occidente). (Comer en un banquete es con frecuencia una figura que significa estar en el reino;
cf. Is. 25:6; Mt. 22:1–14; Lc. 14:15–24). Pero los que pensaban que tenían la entrada ganada en
forma automática por su trasfondo religioso (los que se consideraban a sí mismos hijos del
reino) no encontrarían la entrada a él (Mt. 8:12). En lugar de eso, serían llevados a juicio (serán
echados a las tinieblas de afuera; cf. 22:13). Con respecto al lloro y el crujir de dientes V. el
comentario de 13:42. A la luz de esta fe del centurión, su criado fue sanado en aquella misma
hora.
3. FIEBRE (8:14–15)
(MR. 1:29–31; LC. 4:38–39)
8:14–15. Al entrar Jesús en la casa de Pedro en Capernaum, vio a la suegra de éste
postrada en cama, con fiebre. Con el toque de su mano le quitó la fiebre, pero un milagro
adicional se hizo evidente. La mujer fue fortalecida de tal manera que se levantó de su cama y de
inmediato se puso a trabajar y servía (diēkonei) al Señor y los muchos discípulos que todavía le
seguían activamente. Normalmente, cuando la fiebre se retira, el cuerpo permanece débil por
cierto tiempo, pero en este caso no fue así.
2. LA PROCLAMACIÓN (28:5–8)
28:5–8. Aunque los soldados estaban atemorizados, el ángel traía un mensaje especial para
las mujeres. A ellas les anunció el hecho de la resurreción, porque a quien buscaban ya no
estaba allí, sino que ha resucitado, como dijo. Él les había dicho varias veces que resucitaría al
tercer día (16:21; 17:23; 20:19). Si él no hubiera resucitado, habría sido un engañador indigno de
devoción. Una prueba de tal hecho es la tumba vacía. Las mujeres recibieron ánimo para ir y ver
el lugar donde había sido puesto el Señor. Entonces el ángel les indicó que fueran pronto a
contar a los discípulos que ha resucitado de los muertos y que iría delante de ellos a Galilea,
tal como había dicho (26:32). Ellos lo verían allí, y efectivamente así fue (28:16–20; Jn.
21:1–23). Pero estas palabras no impidieron su aparición a ellos en otras ocasiones, como lo hizo
más tarde ese día (Jn. 20:19–25). Ellas obedecieron las instrucciones del ángel y fueron
corriendo, con el propósito de encontrar a los discípulos para dar las buenas nuevas a ellos.
Ellas estaban llenas de gozo por el hecho de la resurrección, pero a la vez temerosas porque tal
vez no comprendían completamente las implicaciones de este importante suceso.
INTRODUCCIÓN
Marcos es el más breve de los cuatro evangelios. Desde el s. IV hasta el s. XIX fue
totalmente ignorado por los eruditos porque comúnmente se consideraba que era un resumen de
Mateo. Pero a finales del s. XIX ganó amplia aceptación la teoría de que en realidad, Marcos fue
el primer evangelio que se escribió. Desde entonces, ha sido objeto de interés y estudio intensos.
Paternidad. Técnicamente, el evangelio de Marcos es anónimo, puesto que no menciona a su
autor. El título “según Marcos” (Kata Markon) fue añadido posteriormente por un escriba, poco
antes del año 125 d.C. Sin embargo, se dispone de suficiente evidencia para identificar al autor
procedente de la tradición de la iglesia primitiva (evidencia externa) y de la información
existente en el evangelio mismo (evidencia interna).
El testimonio unánime de los padres de la iglesia primitiva es que el autor fue Marcos,
compañero del apóstol Pedro. La afirmación más antigua que se conoce al respecto viene de
Papías (ca. 110 d.C.), quien citó el testimonio de Juan el anciano, la cual probablemente es una
referencia al apóstol Juan. La cita de Papías menciona a Marcos como autor e incluye la
siguiente información acerca de él: (1) No fue testigo ocular de los hechos de Jesús. (2)
Acompañó al apóstol Pedro y oyó su predicación. (3) Escribió con exactitud todo lo que Pedro
recordaba de las palabras y obras de Jesús, “pero no en orden”, es decir, no siempre en orden
cronológico. (4) Fue el “intérprete” de Pedro, lo que probablemente significa que explicó la
enseñanza de Pedro a una audiencia más amplia al ponerla por escrito; no necesariamente se
refiere a que tradujo al griego o al latín los discursos de Pedro dichos en arameo. (5) Su relato es
totalmente confiable (cf. Historia Eclesiástica de Eusebio, 3. 39. 15).
Esta temprana evidencia se confirma por el testimonio de Justino Mártir (Diálogo con Trifon,
106. 3; ca. 160 d.C.), el Prólogo Anti Marcionita a Marcos (ca. 160–180 d.C.), el de Ireneo
(Contra Herejías, 3. 1. 1–2; ca. 180 d.C.), el de Tertuliano (Contra Marción, 4. 5; ca. 200 d.C.),
y el de los escritos de Clemente de Alejandría (ca. 195 d.C.) y de Orígenes (ca. 230 d.C.), estos
últimos citados por Eusebio (Historia Eclesiástica, 2. 15. 2; 6. 14. 6; 6. 25. 5). Así que la
evidencia externa de la paternidad de Marcos es muy temprana y proviene de varios centros del
cristianismo primitivo: Alejandría, Asia Menor y Roma.
Aunque no se dice directamente, la mayoría de los intérpretes asume que el Marcos
mencionado por los padres de la iglesia es la misma persona que “Juan (nombre hebreo), el que
tenía por sobrenombre Marcos” (nombre latino), a quien el N.T. menciona 10 veces (Hch. 12:12,
25; 13:5, 13; 15:37, 39; Col. 4:10; 2 Ti. 4:11; Flm. 24; 1 P. 5:13). Las objeciones que se han
levantado contra esta identificación no son convincentes. No existe evidencia de “otro” Marcos
que tuviera una relación cercana con Pedro, ni es necesario sugerir la existencia de un Marcos
“desconocido”, a la luz de los datos que ofrece el N.T.
La evidencia interna, aunque no es explícita, es compatible con el testimonio histórico de la
iglesia primitiva. Ésta revela la siguiente información: (1) Marcos estaba familiarizado con la
geografía de Palestina, especialmente con Jerusalén (cf. Mr. 5:1; 6:53; 8:10; 11:1; 13:3). (2)
Aparentemente sabía arameo, el idioma común de Palestina (cf. 5:41; 7:11, 34, 14:36). (3)
Entendía el funcionamiento de las instituciones y costumbres judías (cf. 1:21; 2:14, 16, 18;
7:2–4).
Asimismo, varias características del libro apuntan hacia la relación que el autor tuvo con
Pedro: (a) La viveza y el detalle poco común con que hace su narración, los cuales indican que
provienen de los recuerdos de un hombre perteneciente al “círculo íntimo” de testigos oculares
apostólicos como Pedro (cf. 1:16–20, 29–31, 35–38; 5:21–24, 35–43; 6:39, 53–54; 9:14–15;
10:32, 46; 14:32–42); (b) el uso que hace el autor de las palabras y obras de Pedro (cf. 8:29,
32–33; 9:5–6; 10:28–30; 14:29–31, 66–72); (c) la inclusión de las palabras “y a Pedro” en 16:7,
las cuales son únicas de este evangelio; y (d) la sorprendente similitud que hay entre el bosquejo
básico de este evangelio con el sermón de Pedro dado en Cesarea (cf. Hch. 10:34–43).
A la luz de las evidencias externa e interna, es razonable afirmar que el “Juan Marcos”
mencionado en Hechos y las epístolas es el autor de este evangelio. Fue un judío cristiano que
vivió en Jerusalén con su madre María durante los primeros días de la iglesia. Nada se sabe
acerca de su padre. Su hogar fue uno de los primeros lugares donde se reunían los cristianos (cf.
Hch. 12:12). Tal vez fue donde Jesús comió la última cena de la pascua (cf. el comentario de Mr.
14:12–16). Marcos fue probablemente el “joven” que huyó desnudo después del arresto de Jesús
en Getsemaní (cf. el comentario de 14:51–52). Que Pedro lo llame “mi hijo” (cf. 1 P. 5:13) quizá
significa que Marcos se hizo cristiano a través de la influencia de este apóstol.
Durante los primeros días de la iglesia en Jerusalén (ca. 33–47 d.C.), Marcos sin duda se
familiarizó con la predicación de Pedro. Más adelante, viajó a Antioquía y acompañó a Pablo y
Bernabé, tío de Marcos (cf. Col. 4:10; cf. NVI, BLA. En estas versiones dice que era su primo
basándose en la palabra griega anēpsios, que más bien significa primo), hasta Perge durante su
primer viaje misionero (cf. Hch. 12:25; 13:5, 13; ca. 48–49 d.C.). Por una causa que no se
menciona, retornó a Jerusalén. Debido a su deserción, Pablo se negó a llevarlo en su segundo
viaje misionero. En vez de ir con Pablo, Marcos ministró junto con Bernabé en la isla de Chipre
(cf. Hch. 15:36–39; ca. 50–? d.C.). Algún tiempo después, tal vez cerca del año 57 d.C., fue a
Roma. Allí colaboró con Pablo durante el primer encarcelamiento de éste en esa capital (cf. Col.
4:10; Flm. 23–24; ca. 60–62 d.C.). Después de la liberación de Pablo, aparentemente se quedó en
Roma, y ministró junto con Pedro al llegar éste a “Babilonia”, la palabra secreta que usaba Pedro
para referirse a Roma (cf. 1 P. 5:13; ca. 63–64 d.C.). (Sin embargo, algunos creen que Babilonia
se refiere a la ciudad que estaba a orillas del río Éufrates; cf. el comentario de 1 P. 5:13.)
Probablemente debido a la severa persecución ocurrida en tiempos del emperador Nerón y al
martirio de Pedro, Marcos se fue de Roma por un tiempo. Por último, durante su segundo
encarcelamiento en Roma (ca. 67–68 d.C.), Pablo pidió a Timoteo, que estaba en Éfeso, que
tomara a Marcos, quien posiblemente estaba en alguna parte de Asia Menor, y lo trajera a Roma,
pues Pablo lo consideraba útil en su ministerio (cf. 2 Ti. 4:11).
Fuentes. Decir que Marcos fue el autor de este evangelio no significa que él elaboró el material
que se encuentra en el mismo. Un “evangelio” era una forma literaria única que apareció en el
primer siglo. No era simplemente una biografía de la vida de Jesús, una crónica de sus “hechos
poderosos”, o una colección de los recuerdos de sus seguidores, aunque tiene elementos de todas
estas cosas. Más bien, es una proclamación teológica de las “buenas nuevas” de Dios a una
audiencia particular, la cual está centrada en los eventos históricos de la vida, muerte y
resurrección de Jesús. Según su propósito, Marcos arregló y adaptó el material histórico que
obtuvo de sus fuentes.
Su fuente principal fue la predicación y enseñanza del apóstol Pedro (cf. el comentario bajo
“Paternidad”). Posiblemente oyó a Pedro predicar muchas veces en Jerusalén durante los
primeros días de la iglesia (ca. 33–47 d.C.) y quizá haya tomado notas. Probablemente también
sostuvo conversaciones personales con él. Marcos también tuvo contacto con Pablo y Bernabé
(cf. Hch. 13:5–12; 15:39; Col. 4:10–11). Además, posiblemente incluyó por lo menos un
recuerdo propio (cf. Mr. 14:51–52). Otras fuentes de información incluyen las siguientes: (a)
unidades de tradición oral que circularon en la iglesia primitiva, ya sea en forma individual o
temática (e.g., 2:1–3:6), o series cronológicas/geográficas (e.g., caps. 14–15) de eventos que
formaban una narración continua; (b) dichos de Jesús tradicionales e independientes, unidos por
medio de “palabras clave” (e.g., 9:37–50); y (c) tradición oral que Marcos resumió (e.g.,
1:14–15; 3:7–12; 6:53–56). Bajo la supervisión del Espíritu Santo, Marcos utilizó estas fuentes
para componer un evangelio históricamente exacto y confiable.
No hay evidencia cierta de que Marcos usara fuentes escritas, aunque la narración de la
pasión (caps. 14–15) quizá haya llegado a él por lo menos parcialmente escrita. Esto suscita el
problema de la relación de Marcos con Mateo y Lucas.
Muchos estudiosos creen que Marcos fue el primer evangelio que se escribió y que Mateo y
Lucas lo usaron como fuente principal junto con materiales de otras fuentes. Lucas, de hecho,
afirmó que usó otros documentos (Lc. 1:1–4). Varios argumentos apoyan la prioridad de Marcos:
(1) Mateo incluye aproximadamente un 90 por ciento de Marcos, y Lucas, más del 40 por ciento;
más de 600 de los 661 versículos que tiene Marcos se encuentran en Mateo y Lucas combinados.
(2) Mateo y Lucas generalmente siguen el mismo orden de eventos que Marcos para la vida de
Jesús, y donde cualquiera de ellos difiere por razones temáticas, el otro siempre se apega al orden
de Marcos. (3) Mateo y Lucas difícilmente concuerdan en contra del contenido de Marcos en
pasajes en que todos ellos tocan el mismo tema. (4) Mateo y Lucas a menudo repiten las palabras
exactas de Marcos, pero donde difieren en la redacción, el lenguaje del uno o del otro es
simplemente más fluido gramatical o estilísticamente que el de Marcos (cf., e.g., Mr. 2:7 con Lc.
5:21). (5) Mateo y Lucas parecen alterar la redacción de Marcos en algunos casos para clarificar
su sentido (cf. Mr. 2:15 con Lc. 5:29) o para “suavizar” algunas de sus declaraciones fuertes (cf.,
e.g., Mr. 4:38b con Mt. 8:25; Lc. 8:24). (6) Mateo y Lucas algunas veces omiten palabras y
frases de las descripciones “completas” hechas por Marcos para dar lugar a material adicional
(cf., e.g., Mr. 1:29 con Mt. 8:14; Lc. 4:38).
Han surgido cinco objeciones principales contra la teoría de la prioridad de Marcos: (1)
Mateo y Lucas concuerdan entre sí en contra del contenido de Marcos en algunos pasajes que
tratan del mismo tema. (2) Lucas omite toda referencia al material que se encuentra en Marcos
6:45–8:26, lo que es extraño si usó a Marcos. (3) Marcos ocasionalmente tiene detalles de
información que no se encuentran en el reporte del mismo incidente que hacen Mateo o Lucas
(cf. Mr. 14:72). (4) Los padres de la iglesia primitiva aparentemente creyeron en la prioridad de
Mateo en vez de la de Marcos. (5) La prioridad de Marcos prácticamente requiere que se
sostenga el punto de vista de que Mateo y/o Lucas fueron escritos después de la destrucción de
Jerusalén en el 70 d.C.
En respuesta a la primera objeción, las concordancias de Lucas y Mateo en contra de Marcos
abarcan un número muy pequeño de pasajes (cerca del 6%) y probablemente se deben a fuentes
comunes (es decir, la tradición oral) que usaron además de Marcos. La segunda objeción se
debilita por el hecho comúnmente reconocido de que los evangelistas seleccionaron los
materiales de sus fuentes de acuerdo a su propósito. Quizá Lucas no quiso hacer referencia al
material que se encuentra en Marcos 6:45–8:26 para no interrumpir el desarrollo de su propio
tema del viaje a Jerusalén (cf. Lc. 9:51). Esto también responde a la tercera objeción, además del
hecho de que Marcos tuvo a Pedro como fuente de testimonio ocular. La cuarta objeción se
origina en el arreglo de los evangelios en el canon del N.T. No es válido deducir de esto que los
primeros padres hayan creído que Mateo fue escrito primero. Ellos estaban preocupados por la
autoridad apostólica y el valor apologético de los evangelios sinópticos, no de sus interrelaciones
históricas. De este modo, se le dio primer lugar a Mateo, evangelio escrito por un apóstol y que
comienza con una genealogía que fácilmente lo unía al A.T. Es más, si Mateo hubiera sido el
primero que se escribió y hubiera sido usado tanto por Marcos como por Lucas, se esperaría
encontrar pasajes en que Lucas sigue el orden de Mateo, y Marcos no, pero esto no ocurre.
También es más difícil explicar por qué Marcos se habría apartado del orden de Mateo, que
viceversa. El cambio del orden de los eventos favorece la prioridad de Marcos. En respuesta a la
quinta objeción, la prioridad de Marcos no hace necesario que se feche a Mateo y/o Lucas
después del 70 d.C. (cf. el comentario en “Fecha”).
La única forma de explicar adecuadamente la íntima relación entre los evangelios sinópticos
parece ser algún tipo de dependencia literaria. La teoría de la prioridad de Marcos, aunque no
carece de problemas, explica mejor el bosquejo básico de los eventos y las detalladas similitudes
que hay entre los evangelios sinópticos. Las diferencias probablemente se deben a una
combinación de tradición oral y escrita que Mateo y Lucas usaron en forma independiente
además de Marcos. (Para una discusión más amplia y un punto de vista alterno acerca del
problema sinóptico [la prioridad de Mateo], V. la Introducción a Mateo).
Fecha. El N.T. no registra en ningún lugar una declaración explícita tocante a la fecha de
Marcos. El discurso que se centra en la profecía que hizo Jesús de la destrucción del templo de
Jerusalén (cf. el comentario de 13:2, 14–23), sugiere que el evangelio de Marcos fue escrito antes
del 70 d.C., fecha en que fue destruido el templo.
El testimonio temprano de los padres de la iglesia se encuentra dividido en cuanto a si
Marcos escribió su evangelio antes o después del martirio de Pedro (ca. 64–68 d.C.). Por un lado,
Ireneo (Contra Herejías 3.1.1) declaró que Marcos escribió después de la “partida” (exodon) de
Pedro y de Pablo (por lo tanto, después del año 67 o 68 d.C.). Con la palabra exodon, Ireneo
probablemente quiso dar a entender la “partida en la muerte”. Esta palabra se usa de esta forma
en Lucas 9:31 y 2 Pedro 1:15. Esto lo apoya claramente el Prólogo Anti Marcionita a Marcos, el
cual afirma lo siguiente: “Después de la muerte de Pedro mismo, (Marcos) escribió este mismo
evangelio …”. Por otro lado, Clemente de Alejandría y Orígenes (cf. Eusebio, Historia
Eclesiástica 2. 15. 2; 6. 14. 6; 6. 25. 5) ubicaron la redacción del evangelio de Marcos durante la
vida de Pedro al declarar, de hecho, que Pedro tomó parte en su producción y ratificó su uso en
la iglesia.
La pregunta tocante a la fecha también presenta problemas debido a conflictos en la
evidencia externa. Hay dos opciones. Una es que el evangelio puede fecharse entre el 67 y el 69
d.C., si se acepta la tradición de que fue escrito después de la muerte de Pedro y de Pablo.
Quienes aceptan este punto de vista generalmente sostienen que Mateo y Lucas fueron escritos
después del 70 d.C., o que fueron escritos antes que Marcos. La segunda opción es que Marcos
puede fecharse antes del año 64–68 d.C. (fecha en que Pedro fue al martirio), si se acepta la
tradición de que fue escrito durante la vida de Pedro. Al tomar este punto de vista se puede
aceptar la prioridad de Marcos (o Mt.), y aún sostener que todos los evangelios sinópticos se
escribieron antes del 70 d.C.
Se prefiere el segundo punto de vista por las siguientes razones: (1) La tradición está dividida
aunque la evidencia más confiable apoya este punto de vista. (2) La prioridad de Marcos (cf. el
comentario bajo “Fuentes”), particularmente la relación de Marcos con Lucas, que antecede a
Hechos (cf. Hch. 1:1), señala una fecha anterior al 64 d.C. Puesto que Hechos termina con Pablo
todavía en prisión antes de su primera liberación (ca. 62 d.C.), este dato coloca la fecha de
Marcos antes del 60 d.C. (3) A la luz de la historia, es probable que Marcos (y tal vez Pedro
también por un breve tiempo) haya estado en Roma durante la última parte de la década de los 50
(cf. el comentario bajo “Paternidad” y bajo “Lugar de Origen y Destino”). De este modo, una
fecha plausible podría ser entre el 57 y el 59 d.C., durante la primera parte del reinado del
emperador Nerón (54–68 d.C.).
Lugar de origen y destino. El testimonio casi universal de los padres de la iglesia primitiva (cf.
las referencias bajo “Paternidad”) es que el evangelio de Marcos fue escrito en Roma,
principalmente dirigido a los cristianos romanos gentiles.
La siguiente evidencia proveniente del evangelio mismo apoya esto: (1) Se explican las
costumbres judías (cf. 7:3–4; 14:12; 15:42). (2) Se traducen las expresiones arameas al griego
(cf. 3:17; 5:41; 7:11, 34; 9:43; 10:46; 14:36; 15:22, 34). (3) Se usan varios términos latinos en
vez de sus equivalentes griegos (cf. 5:9; 6:27; 12:15, 42; 15:16, 39). (4) Se emplea el método
romano de calcular el tiempo (cf. 6:48; 13:35). (5) Sólo Marcos identificó a Simón de Cirene
como el padre de Alejandro y de Rufo (cf. 15:21; Ro. 16:13). (6) Se usan pocas citas del A.T. o
referencias a la profecía cumplida. (7) Marcos mostró un interés particular por “todas las
naciones” (cf. el comentario de Mr. 5:18–20; 7:24–8:10; 11:17; 13:10; 14:9) y en un punto
culminante del evangelio, un centurión romano gentil proclamó, sin estar consciente de ello, que
Jesús es Dios (cf. 15:39). (8) El tono y mensaje del evangelio son apropiados para los creyentes
romanos que estaban enfrentando la persecución, y aún les esperaban más (cf. el comentario de
9:49; 13:9–13). (9) Marcos supuso que sus lectores estaban familiarizados con los personajes y
eventos principales de su narración, así que escribió con un interés más teológico que biográfico.
(10) Marcos se dirigió a sus lectores más directamente como cristianos y les explica el
significado de acciones y declaraciones particulares (cf. 2:10, 28; 7:19).
Características. Varias características hacen único a Marcos entre los evangelios. En primer
lugar, enfatiza las acciones de Jesús más que su enseñanza. Marcos registró 18 de los milagros de
Jesús, pero sólo 4 de sus parábolas (4:2–20, 26–29, 30–32; 12:1–9) y uno de sus discursos
principales (13:3–37). Marcos escribió repetidamente que Jesús enseñó, sin poner por escrito su
enseñanza (1:21, 39; 2:2, 13; 6:2, 6, 34; 10:1; 12:35). La mayor parte de la enseñanza que
incluye proviene de las controversias de Jesús con los líderes religiosos judíos (2:8–11, 19–22,
25–28; 3:23–30; 7:6–23; 10:2–12; 12:10–11, 13–40).
En segundo lugar, el estilo de redacción de Marcos es vívido, enérgico y descriptivo, lo cual
refleja que tuvo una fuente de testimonio ocular tal como sería Pedro (cf., e.g., 2:4; 4:37–38;
5:2–5; 6:39; 7:33; 8:23–24; 14:54). Su uso del griego no es literario, sino más bien parecido al
lenguaje cotidiano de aquel tiempo, con un reconocible sabor semítico. Su uso de los tiempos
griegos, especialmente del “presente histórico” (usado más de 150 veces), las oraciones simples
unidas por “y”, el uso frecuente de la palabra “inmediatamente” (euthys; cf. el comentario de
1:10), y el uso de palabras enérgicas (e.g., “impulsó”, 1:12) dan viveza a su narración.
En tercer lugar, Marcos presenta sus temas con desusada franqueza. Pone énfasis en las
respuestas de los oyentes de Jesús con varias expresiones de asombro (cf. el comentario de 1:22,
27; 2:12; 5:20; 9:15). Cuenta la preocupación que la familia de Jesús tenía por su salud mental
(cf. 3:21, 31–35). Repetidamente y con franqueza llama la atención a la falta de comprensión y
fracasos de los discípulos (cf. 4:13; 6:52; 8:17, 21; 9:10, 32; 10:26); y resalta las emociones de
Jesús, tales como su compasión (1:41; 6:34; 8:2; 10:16), su ira y disgusto (1:43; 3:5; 8:33; 10:14)
y sus gemidos de angustia y tristeza (7:34; 8:12; 14:33–34).
En cuarto lugar, el libro de Marcos está dominado por el movimiento de Jesús hacia la cruz y
su resurrección. A partir de 8:31, él y sus discípulos iban “en el camino” (cf. 9:33; 10:32) de
Cesarea de Filipo en el norte, a través de Galilea, a Jerusalén en el sur (V. “Mapa de lugares
mencionados en San Marcos” en el Apéndice, pág. 365). El resto de la narración (36%) fue
dedicado a los eventos de la semana de la Pasión, los ocho días desde la entrada de Jesús en
Jerusalén (11:1–11) hasta su resurrección (16:1–8).
Temas teológicos. En el centro de la teología de Marcos se encuentra el retrato que presenta de
Jesús y su significado para el discipulado. En el versículo de apertura se identifica a Jesucristo
como el “Hijo de Dios” (1:1). Esto fue confirmado por el Padre (1:11; 9:7) y afirmado por los
demonios (3:11; 5:7), por Jesús mismo (13:32; 14:36, 61–62) y por un centurión romano a la
hora en que murió Jesús (15:39). También fue confirmado por su enseñanza autoritativa (1:22,
27) y su poder soberano sobre la enfermedad, la invalidez (1:30–31, 40–42; 2:3–12; 3:1–5;
5:25–34; 7:31–37; 8:22–26; 10:46–52), sobre los demonios (1:23–27; 5:1–20; 7:24–30;
9:17–27), sobre la esfera de la naturaleza (4:37–39; 6:35–44, 47–52; 8:1–10), y sobre la muerte
(5:21–24, 35–43). Todas estas fueron pruebas convincentes de que el “reino de Dios”, su
gobierno soberano, se había acercado a la gente mediante Jesús, tanto por medio de sus palabras
como de sus obras (cf. el comentario de 1:15).
Paradójicamente sin embargo, Marcos enfatiza la exigencia de Jesús en el sentido de que los
demonios guardaran silencio (1:25, 34; 3:12) y que sus milagros no fueran publicados (1:44;
5:43; 7:36; 8:26). Asimismo, insiste en el uso que Jesús hizo de las parábolas al enseñar a las
multitudes (4:33–34) porque su gobierno como rey estaba entonces velado, era un misterio,
reconocido sólo por el pueblo de la fe (4:11–12). Marcos enfatiza la lentitud con que los
discípulos comprendieron el significado de la presencia del Señor entre ellos, a pesar de haber
recibido sus enseñanzas en privado (4:13, 40; 6:52; 7:17–19; 8:17–21). También recalca la
demanda de Jesús de silencio, incluso de los discípulos, después de que Pedro confesó su
identidad (8:30). Jesús hizo esto debido al punto de vista equivocado que tenían los judíos
tocante al Mesías, que era contrario al propósito de su ministerio terrenal. No quería que se
declarara abiertamente su identidad hasta que hubiera dejado en claro a sus seguidores qué clase
de Mesías era él, y el carácter de su misión.
Marcos registró la confesión de Pedro, “Tú eres el Cristo” (8:29), en su forma más simple y
directa. Jesús no aceptó ni rechazó este título, sino que desvió la atención de los discípulos de la
pregunta sobre su identidad a la de su actividad (8:31, 38). Usó su designación preferida “el Hijo
del Hombre”, y enseñó a sus discípulos que debía sufrir, morir y resucitar. Este título “Hijo del
Hombre”, usado 12 veces por Jesús mismo en Marcos mientras que sólo una vez se autodesignó
con el título de “Cristo” (“el Mesías”, 9:41), se adapta de manera especial a su misión mesiánica
total, presente y futura (cf. el comentario de 8:31, 38; 14:62). Él es el siervo sufriente que viene
de Jehová (Is. 52:13–53:12) que dio su vida por otros en sumisión a la voluntad de Dios (Mr.
8:31). También es el Hijo del Hombre que vendrá en gloria para dictar juicio y establecer su
reino sobre la tierra (8:38–9:8; 13:26; 14:62). Pero antes del triunfo glorioso de su reino
mesiánico, primero debía sufrir y morir bajo la maldición de Dios por el pecado humano (14:36;
15:34), como rescate por muchos (10:45). Todo esto tenía implicaciones importantes para todos
los que le siguieran (8:34–38).
Para los 12 discípulos de Jesús fue difícil comprender esto. Ellos tenían la idea de un Mesías
reinante, no de alguien que debía sufrir y morir. En su sección especial sobre el discipulado
(8:31–10:52), Marcos presenta a Jesús “en el camino” a Jerusalén mientras enseñaba a sus
discípulos lo que significaba seguirlo. El panorama no se veía atractivo, pero en su
transfiguración Jesús dio a tres de ellos un atisbo alentador de su futura venida en poder y gloria
(9:1–8). A la vez, el Padre confirmó la posición de Jesús como Hijo y les ordenó que lo
obedecieran. A través de toda esta sección, los discípulos “vieron”, pero no como debían
(8:22–26). Una vez más, Marcos insiste en que ellos seguían a Jesús con asombro, falta de
comprensión y hasta temor de lo que les esperaba por delante (9:32; 10:32). Durante el arresto
del Señor, todos lo abandonaron (14:50). Marcos relata con mesura la crucifixión de Jesús junto
con los fenómenos que la acompañaron y que contribuyeron a clarificar su significado
(15:33–39).
Asimismo, pone énfasis en la tumba vacía y en el mensaje de los ángeles de que Jesús estaba
vivo e iba delante de sus discípulos a Galilea (14:28; 16:7), el lugar donde inició su ministerio
(6:6b–13). En su abrupta conclusión, declara en forma dramática que Jesús sigue vivo y que
guiará y cuidará de sus discípulos y sus necesidades, como había hecho previamente. De este
modo, el camino del discipulado debía seguir a la luz de, y determinado por, la muerte y
resurrección de Jesús (9:9–10).
Ocasión y propósito. El evangelio de Marcos no contiene ninguna afirmación clara respecto a
esto, de modo que la información debe obtenerse de un estudio de su contenido y de su presunta
ubicación histórica. Debido a que hay divergencias en cuanto a cómo evaluar tales asuntos, se
han dado varios puntos de vista.
Algunas declaraciones acerca del propósito que se han sugerido son las siguientes: (a)
presentar un cuadro biográfico de Jesús como el siervo sufriente del Señor, (b) ganar creyentes
en Jesucristo, (c) dar enseñanza a los nuevos cristianos y fortalecer su fe a la luz de la
persecución, (d) proveer material para ser usado por evangelistas y maestros y (e) corregir ideas
falsas tocante a Jesús y su misión mesiánica. Estas sugerencias, aunque son de ayuda, parecen
excluir porciones del evangelio, o no logran tomar en cuenta los puntos claves de Marcos.
El propósito de Marcos fue básicamente pastoral. Los cristianos de Roma ya habían oído y
creído las buenas nuevas del poder salvador de Dios (Ro. 1:8), pero necesitaban oirlas otra vez
con un nuevo enfoque, para captar con frescura las implicaciones que tenían para sus vidas en un
ambiente disoluto y a menudo hostil. Necesitaban comprender la naturaleza del discipulado, lo
que significaba seguir a Jesús, a la luz de lo que Jesús es y lo que había hecho y seguiría
haciendo por ellos.
Como buen pastor, Marcos presentó el “evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (1:1) de forma
que respondiera a esas necesidades y continuara conformando la vida de sus lectores. Él logró
esto a través del retrato que presentó de Jesús y de los doce discípulos, con quienes esperaba que
sus lectores se identificaran (cf. el comentario de “Temas Teológicos”). Mostró que Jesucristo es
el Mesías debido a que es el Hijo de Dios y que su muerte como el sufriente Hijo del Hombre era
el plan de Dios para la redención del mundo. A la luz de esto, mostró la forma en que Jesús cuidó
de sus discípulos y les enseñó acerca del discipulado en el contexto de su muerte y resurrección,
la misma clase de cuidado y enseñanza que necesitan todos los seguidores de Jesús.
BOSQUEJO
I. Título (1:1)
II. Introducción: Preparación para el ministerio público de Jesús (1:2–13)
A. El precursor de Jesús, Juan el Bautista (1:2–8)
B. El bautismo de Jesús, hecho por Juan el Bautista (1:9–11)
C. La tentación de Jesús, hecha por Satanás (1:12–13)
III. Ministerio inicial de Jesús en Galilea (1:14–3:6)
A. Resumen introductorio: El mensaje de Jesús (1:14–15)
B. El llamamiento de Jesús a cuatro pescadores (1:16–20)
C. Autoridad de Jesús sobre los demonios y las enfermedades (1:21–45)
D. Controversias de Jesús con los líderes religiosos judíos en Galilea (2:1–3:5)
E. Conclusión: Rechazo de Jesús por parte de los fariseos (3:6)
IV. Ministerio posterior de Jesús en Galilea (3:7–6:6a)
A. Resumen introductorio: La actividad de Jesús alrededor del mar de Galilea (3:7–12)
B. Designación de los doce (3:13–19)
C. La acusación de estar poseído por Beelzebú y la identificación que Jesús hizo de su
verdadera familia (3:20–35)
D. Las parábolas de Jesús que describen el carácter del reino de Dios (4:1–34)
E. Los milagros de Jesús que demuestran su poder soberano (4:35–5:43)
F. Conclusión: El rechazo de Jesús en Nazaret (6:1–6a)
V. Ministerio de Jesús en, y más allá de Galilea (6:6b–8:30)
A. Resumen introductorio: El viaje de Jesús mientras enseñaba en Galilea (6:6b)
B. El envío de los doce y muerte de Juan el Bautista (6:7–31)
C. Revelación que hace Jesús de sí mismo a los doce en palabra y obra (6:32–8:26)
D. Conclusión: La confesión de Pedro de que Jesús es el Cristo (8:27–30)
VI. Viaje de Jesús a Jerusalén (8:31–10:52)
A. Primera sección de predicciones acerca de la Pasión (8:31–9:29)
B. Segunda sección de predicciones acerca de la Pasión (9:30–10:31)
C. Tercera sección de predicciones acerca de la Pasión (10:32–45)
D. Conclusión: La fe del ciego Bartimeo (10:46–52)
VII. Ministerio de Jesús en, y alrededor de Jerusalén (11:1–13:37)
A. Entrada de Jesús a Jerusalén (11:1–11)
B. Señales proféticas que Jesús dio del juicio de Dios sobre Israel (11:12–26)
C. Controversia de Jesús con los líderes religiosos judíos en los atrios del templo
(11:27–12:44)
D. Discurso profético del monte de los Olivos que Jesús dio a sus discípulos (cap. 13)
VIII. Sufrimiento y muerte de Jesús en Jerusalén (caps. 14–15)
A. La traición de Jesús, la cena de la pascua y la huida de los discípulos (14:1–52)
B. Los juicios, crucifixión y sepultura de Jesús (14:53–15:47)
IX. Resurrección de Jesús cerca de Jerusalén (16:1–8)
A. La llegada de las mujeres a la tumba (16:1–5)
B. El anuncio del ángel (16:6–7)
C. La respuesta de las mujeres a las noticias de la resurrección de Jesús (16:8)
X. Epílogo cuestionado (16:9–20)
A. Tres de las apariciones de Jesús después de la resurrección (16:9–14)
B. La comisión que Jesús dio a sus seguidores (16:15–18)
C. La ascensión de Jesús y la subsiguiente misión de los discípulos (16:19–20)
COMENTARIO
I. Título (1:1)
1:1. El versículo de apertura (una frase sin verbo) sirve como título y tema al libro. La
palabra evangelio (euangeliou, “buenas nuevas”) no se refiere al libro en sí, conocido como “el
evangelio de Marcos”. Más bien se refiere a las buenas nuevas de Jesucristo.
Quienes estaban familiarizados con el A.T. conocían la importancia de la palabra “evangelio”
(cf. Is. 40:9; 41:27; 52:7; 61:1–3). El término “nuevas” daba a entender que algo significativo
había ocurrido. Cuando Marcos lo usó, ya se había convertido en un término técnico usado en el
sentido de predicación cristiana acerca de Jesucristo. “El evangelio” es la proclamación del poder
de Dios a través de Jesucristo para salvar a todos los que creen (Ro. 1:16) y era un término
importante para el marco teológico de la narración de Marcos (Mr. 1:14–15; 8:35; 10:29;
13:9–10; 14:9).
Para Marcos, el principio del evangelio eran los hechos históricos de la vida, muerte y
resurrección de Jesús. Más adelante, los apóstoles lo proclamaron, comenzando (e.g., Hch. 2:36)
donde Marcos concluyó.
Es el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. “Jesús”, el nombre personal del Señor dado por
Dios (cf. Mt. 1:21; Lc. 1:31; 2:21), es el equivalente griego del hebreo y ehôsua (Josué, “Jehová
es salvación”).
“Cristo” es el equivalente griego del título hebreo Masîaḥ (“Mesías, Ungido”). Se usaba
específicamente para referirse al libertador esperado por el mundo judío, quien sería el agente de
Dios para cumplir las profecías del A.T. (e.g., Gn. 49:10; Sal. 2; 110; Is. 9:1–7; 11:1–9; Zac.
9:9–10). El Mesías esperado es Jesús. Aunque el título “Cristo” llegó a ser parte del nombre
personal de Jesús en el uso cristiano primitivo, Marcos quería darle la fuerza total de su sentido
al título tal como se deja ver por el uso que hace de él (cf. Mr. 8:29; 12:35; 14:61; 15:32).
El título “Hijo de Dios” destaca la relación singular que tenía Jesús con Dios. Él es un
hombre (Jesús), el “agente especial” de Dios (Mesías), pero también es completamente divino.
Como Hijo, depende de, y obedece a Dios el Padre (cf. He. 5:8).
D. Las parábolas de Jesús que describen el carácter del reino de Dios (4:1–34)
Este grupo de parábolas constituye la primera de las dos extensas unidades del evangelio de
Marcos dedicadas a la enseñanza de Jesús (cf. también 13:3–37). Marcos seleccionó estas
parábolas (como se aprecia en 4:2, 10, 13, 33) de una colección más grande para describir el
carácter del reino de Dios (cf. 4:11 con 1:15).
Fueron dadas en un clima de hostilidad y oposición crecientes (cf. 2:3–3:6, 22–30), pero
también de enorme aclamación popular (cf. 1:45; 2:2, 13, 15; 3:7–8). Ambas formas de
responder a Jesús muestran que la gente no lograba percibir con claridad quién era realmente él.
El término “parábola” es una transliteración del gr. parabolē, “comparación”. Puede designar
una gran variedad de formas figuradas del lenguaje (e.g., 2:19–22; 3:23–25; 4:3–9, 26–32;
7:15–17; 13:28). Pero normalmente es un discurso breve que transmite una verdad espiritual
usando una vívida comparación. La verdad que se enseña se compara con algo de la naturaleza o
de la experiencia de la vida cotidiana. Una parábola generalmente expresa una única verdad
importante, aunque ocasionalmente un elemento subordinado expande su sentido total (cf. 4:3–9,
13–20; 12:1–12). La parábola lleva a sus oyentes a participar de una situación, evaluarla, y
aplicar su verdad a sí mismos. (V. “Parábolas de Jesús” en el Apéndice, pág. 357).
C. Revelación que Jesús hace de sí mismo a los doce en palabray obra (6:32–8:26)
Esta sección resalta un período del ministerio de Jesús en que se alejó varias veces de Galilea
para ministrar en otros lados (cf. 6:31; 7:24, 31; 8:22). Durante ese tiempo mostró a los doce y a
los lectores de Marcos, cómo cuida de los suyos.
B. Señales proféticas de Jesús acerca del juicio de Dios sobre Israel (11:12–26)
Esta sección tiene una estructura de “emparedado” (cf. 3:20–35; 5:21–43; 6:7–31). El relato
del juicio que Jesús dictó sobre la higuera (11:12–14, 20–26) está dividido por el relato que hace
el autor de la limpieza que hizo de las instalaciones del templo (vv. 15–19). Esta estructura
sugiere que cada episodio ayuda a explicar el otro. Así como la higuera, Israel, produjo las
“hojas” de la religión ritual pero carecía del “fruto” de justicia que Dios demandaba. Ambos
episodios dan a entender el juicio inminente de Dios sobre Israel por su hipocresía religiosa (cf.
el comentario de 7:6). Mateo acortó los incidentes en dos relatos separados y sucesivos, sin los
intervalos precisos de tiempo que Marcos menciona (Mt. 21:12–17, 18–22).
La denuncia que Jesús hizo de la conducta de los escribas (vv. 38–40) concluye el relato de
Marcos del ministerio público de Jesús y marca su rompimiento final con las autoridades
religiosas judías. Esta situación contrasta agudamente con el reconocimiento que Jesús hizo de la
devoción genuina de una viuda para con Dios (vv. 41–44), el cual resume la enseñanza para sus
discípulos (cf. v. 43) y forma una transición hacia su discurso profético (cap. 13).
a. Jesús condena la hipocresía (12:38–40)
(Mt. 23:1–39; Lc. 20:45–47)
12:38–39. Jesús seguía advirtiendo al pueblo a que se guardase (cf. 8:15) de aquellos
(implícito en la construcción gr.) escribas que buscaban la alabanza de los hombres y abusaban
de sus privilegios. Muchos escribas, aunque no todos, actuaban de esta manera (cf. 12:28–34).
A ellos les gustaba (a) andar con largas ropas, es decir, vestidos de lino blanco con flecos,
que se ponían los sacerdotes, los escribas y los levitas; (b) las salutaciones en las plazas con
títulos formales, rabí (maestro), amo, padre (cf. Mt. 23:7; Lc. 20:46), por parte del pueblo común
que los tenía en alta estima; (c) las primeras sillas en las sinagogas, las que estaban reservadas
para los dignatarios, ubicadas frente al mueble donde se guardaban los rollos sagrados de las
Escrituras y que daban hacia toda la congregación; y (d) tener los primeros asientos en los
banquetes, que eran las cenas especiales en las que se sentaban al lado del anfitrión y recibían
un trato preferente.
12:40. Puesto que los escribas del primer siglo no recibían pago por sus servicios (Mishnah,
Aboth, 1. 13; Bekhoroth, 4. 6), dependían de la hospitalidad de los judíos devotos.
Desafortunadamente había abusos. La acusación de que devoraban las casas de las viudas, es
una figura de lenguaje que describe la explotación de la generosidad de la gente de escasos
recursos, especialmente de las viudas. Con toda falta de ética, se apoderaban de la propiedad de
la gente. Además, hacían largas oraciones para impresionar al pueblo con su piedad y ganar su
confianza.
Jesús condenó su conducta ostentosa, su codicia y su hipocresía. En vez de dirigir la atención
del pueblo hacia Dios, la reclamaban para sí mismos bajo una apariencia de piedad. Maestros
como éstos recibirán mayor condenación (Stg. 3:1) en el juicio final de Dios.
b. Jesús encomia la ofrenda de una viuda (12:41–44)
(Lc. 21:1–4)
12:41–42. Viniendo del atrio de los gentiles (cf. 11:15), donde estaba realizando su
enseñanza pública, Jesús entró en el reservado a las mujeres. Junto al muro de éste, se
encontraban 13 recipientes en forma de trompeta para recolectar y recibir las ofrendas
voluntarias y contribuciones de los adoradores (Mishnah, Shekalim, 6. 5).
Desde un lugar apropiado delante (katenanti; cf. el comentario de 11:2) de uno de estos
recipientes Jesús miraba cómo (pōs, “de qué manera”) el pueblo que había venido a la pascua
echaba dinero en el arca (o recipiente).
A diferencia de muchos ricos que daban mucho (lit., “muchas monedas” de todas clases, oro,
plata, cobre y bronce), una viuda pobre, anónima, dio dos blancas (gr. lepta). Un lepton era la
moneda judía más pequeña de cobre que se encontraba en circulación en Palestina. Dos lepta
valían 1/64 de un denario romano, el cual era el salario diario de un obrero (cf. 6:37). Marcos
expresó el valor de estas monedas en términos de dinero romano para sus lectores romanos, es
decir, un cuadrante.
12:43–44. Con solemnes palabras de introducción (De cierto os digo; cf. 3:28) Jesús dijo
que ella había dado más que todos los demás. La razón era que (gar, porque) los demás habían
echado de su abundancia material sin que les costara mucho, pero la viuda de su pobreza, dio
todo lo que tenía. Proporcionalmente, ella había dado la mayor cantidad, todo su sustento. Al
dar a Dios con sacrificio, se confió a sí misma a Dios para que él proveyera sus necesidades.
Ella habría podido quedarse con una moneda para sí misma. Una regla rabínica decía que una
ofrenda menor de dos lepta no era aceptable para los dones de caridad y no se aplica aquí. Jesús
usó el ejemplo de esta mujer para enseñar a sus discípulos el valor que Dios le da a una entrega
sincera. Su propia entrega a Jesús sería probada severamente en breve (cf. 14:27–31). Este
incidente también ilustra la entrega total que Jesús hizo de sí mismo en la muerte.
D. Discurso profético del monte de los Olivos que Jesús dio a sus discípulos (cap. 13)
(Mt. 24:1–25:46; Lc. 21:5–36)
Este capítulo, conocido como el discurso de los Olivos porque Jesús lo dio en ese monte, es
la unidad más larga de enseñanza de Jesús escrita por Marcos (cf. Mr. 4:1–34).
Jesús predijo la destrucción del templo de Jerusalén (13:2), lo cual hizo que los discípulos
preguntaran sobre el tiempo de “estas cosas” (v. 4). Aparentemente ellos asociaban la
destrucción del templo con el fin de la era (cf. Mt. 24:3). En su respuesta, Jesús hábilmente
entretejió en un discurso unificado una escena profética que incluye dos perspectivas: (a) El
evento cercano, a saber, la destrucción de Jerusalén (70 d. C.); y (b) el evento lejano, a saber, la
venida del Hijo del Hombre en las nubes con poder y gloria. El primer evento, que sería local,
era precursor del segundo, que sería universal. De esta manera, Jesús siguió el precedente de los
profetas del A.T. al predecir un evento futuro lejano en términos de uno cercano, cuyo
cumplimiento verían por lo menos algunos de sus oyentes (cf. Mr. 9:1, 12–13).
Todo esto indica que Jesús anticipaba que habría un período de desarrollo histórico entre su
resurrección y su segunda venida (cf. 13:10; 14:9). Casi dos milenios han transcurrido desde la
caída de Jerusalén y el fin todavía no ha venido. Esta información profética fue puesta dentro de
un marco de (a) advertencias contra el engaño y (b) exhortaciones a la obediencia atenta durante
el tiempo intermedio de alcance misionero, persecución y conmociones sociopolíticas. Hay 19
imperativos en 13:5–37 y en cada caso, el elemento de exhortación (es decir, vbs. en segunda
persona: vv. 5b, 7a, 9a, y otros) surge de la enseñanza de Jesús acerca del futuro (es decir, vbs.
en tercera persona del indicativo: vv. 6, 7b–8, 9b–10, y otros). El vb. “mirad” (blepete) aparece
cuatro veces en lugares importantes a través del discurso (vv. 5, 9, 23, 33). Con éste, Jesús tenía
el propósito de animar a sus seguidores a mantenerse firmes en la fe y obediencia a Dios a través
de la era presente.
En la narración de Marcos, el discurso de los Olivos es un puente entre las controversias de
Jesús con las autoridades religiosas (11:27–12:44) y la narración de su Pasión (14:1–15:47), la
cual culminó en su arresto y muerte. Este discurso manifestó a sus discípulos que el liderazgo
religioso establecido que se oponía a él, y eventualmente lo condenaría a muerte, caería bajo el
juicio de Dios.
Las condiciones asociadas con la inminente crisis local de la caída de Jerusalén prefiguraban
las condiciones relacionadas con la crisis mundial del final de los tiempos. Así que lo que Jesús
dijo, que era pertinente para sus primeros discípulos, sigue siéndolo para todos los discípulos que
enfrentan situaciones similares en esta era.
Jesús respondió primero su segunda pregunta concerniente a la “señal” (v. 4b) de dos formas:
De forma negativa, les advirtió contra las falsas señales del fin (vv. 5–13); de forma positiva, les
declaró el notable evento que inaugura la tribulación sin paralelo y les describió su segundo
advenimiento (vv. 14–27). Luego respondió su primera pregunta concerniente al “cuándo” (v.
4a) por medio de una parábola (vv. 28–32).
a. Advertencias de Jesús contra el engaño (13:5–8)
(Mt. 24:4–8; Lc. 21:8–11)
13:5–6. El vb.: Mirad (blepete, “tened cuidado, estad en guardia”) es un llamamiento a la
vigilancia que se repite a través de todo el discurso (cf. vv. 9, 23, 33; el v. 35 tiene un vb.
distinto). Jesús amonestó a sus discípulos a estar en guardia contra los impostores mesiánicos.
Muchos falsos mesías (cf. v. 22) se levantarán en tiempos de crisis, haciendo uso del nombre de
Jesús (su título y autoridad), diciendo: Yo soy (egō eimi; las palabras el Cristo, no aparecen en
el texto gr.). Esta pretensión a lā deidad se expresa por medio de la fórmula de la propia
revelación de Dios (cf. 6:50; Éx. 3:14; Jn. 8:58). Ellos engañarán a muchos (cf. Hch. 8:9–11).
13:7–8. En segundo lugar, Jesús advirtió a sus discípulos contra malinterpretar los eventos
contemporáneos, tales como las guerras y los desastres naturales, creyendo que son indicación
de que el fin está a la mano. Ellos no debían turbarse, y desviarse así de su trabajo, cuando
oyeran de guerras (sonidos bélicos de lugares cercanos) y de rumores (lit., “informes, reportes”)
de guerras que ocurrieran lejos. Es necesario (dei, por compulsión divina; cf. 8:31; 13:10) que
estas cosas sucedan. Caen dentro de los propósitos soberanos de Dios, que incluyen el permitir
guerras como consecuencia de la rebelión humana y del pecado. Pero aún no es el fin de la era
presente, ni marca el establecimiento del gobierno de Dios sobre la tierra.
Esta verdad es confirmada (gar, porque) y ampliada: Se levantará (lit., “será levantada”, es
decir, por Dios; cf. Is. 19:2) nación en agresión armada contra nación. Además habrá
terremotos y hambres, lo cual sugiere el juicio divino. Sin embargo, estos (“estas cosas”) son
sólo principio de dolores. La palabra “dolores”, a saber, los dolores agudos previos al parto, es
figura del juicio divino (cf. Is. 13:6–8; 26:16–18; Jer. 22:20–23; Os. 13:9–13; Mi. 4:9–10). Se
refiere al período de sufrimiento intenso que precederá al nacimiento de una nueva época, el
reino mesiánico.
Este énfasis, “aún no es el fin” (Mr. 13:7d) y “principio de dolores son estos (estas cosas)”
(v. 8c), sugieren que un período extenso de tiempo precederá al “fin”. Cada generación tendrá
sus propias guerras y desastres naturales. Sin embargo, todos estos eventos caerán dentro de los
propósitos de Dios. La historia humana se dirige hacia el nacimiento de la era mesiánica.
b. Advertencias de Jesús acerca de los peligros personales mientras se esté bajo persecución
(13:9–13)
(Mt. 24:9–14; Lc. 21:12–19)
Estos “dichos” (cf. su uso en otros contextos: Mt. 10:17–22; Lc. 12:11–12) están unidos por
la palabra paradidōmi (“entregar”, Mr. 13:9, 11–12). Jesús probablemente dijo estas palabras
varias veces, no sólo aquí en el monte de los Olivos. Su propósito aquí era preparar a sus
discípulos para el sufrimiento por causa de su lealtad a él.
13:9. Con la exhortación, mirad (blepete; cf. v. 5), Jesús amonestó a sus discípulos a estar
alertas contra las represalias malévolas cuando fueran perseguidos. Serían entregados a prueba a
los concilios (lit., “sanedrines”), que eran las cortes judías locales que se celebraban en las
sinagogas. Y serían azotados públicamente, es decir, golpeados con 39 azotes (cf. 2 Co. 11:24),
en las sinagogas como herejes (cf. Mishnah, Makkoth, 3. 10–14). Debido a su lealtad a
Jesucristo serían llevados delante de las autoridades civiles gentiles, es decir, de los gobernantes
provinciales (cf. Hch. 12:1; 23:24; 24:27), para testimonio a ellos (cf. el comentario de Mr.
1:44; 6:11). Su testimonio a favor del evangelio durante su defensa llegaría a ser, en el juicio
final, evidencia incriminadora contra sus perseguidores.
13:10. Es necesario (dei, “por necesidad [divina]”; cf. v. 7; 8:31) que el evangelio sea
predicado (“proclamado”) antes a todas las naciones (con posición enfática en el gr.), es decir,
todos los pueblos alrededor del mundo (cf. 11:17; 14:9).
Al proclamar el evangelio, los discípulos serían perseguidos, pero no debían desesperarse ni
rendirse. A pesar de ello, la proclamación del evangelio es una prioridad dentro de los planes de
Dios para esta era, y será cumplida en concordancia con sus propósitos. Es responsabilidad de
cada generación (cf. Ro. 1:5, 8; 15:18–24; Col. 1:6, 23). Pero predicar el evangelio alrededor del
mundo no requiere ni garantiza su aceptación universal antes de, o al final de la era (cf. Mt.
25:31–46).
13:11. Cuando los discípulos sean llevados para ser entregados (de paradidōmi; cf. v. 9) por
causa de la predicación del evangelio, no deben preocuparse de antemano por lo que hayan de
decir al defenderse. Deben hablar lo que Dios (implícito) les dé a decir en aquella hora (cf. Éx.
4:12; Jer. 1:9). El Espíritu Santo será quien hable; él los capacitará para decir las cosas
correctas, en los momentos correctos, con valentía, a pesar de sus temores. Sin embargo, esta
ayuda no garantiza el ser absueltos.
13:12–13. La oposición vendrá por medio de canales oficiales (vv. 9, 11) y también por
medio de las relaciones personales. Será tan severa que los miembros de la familia, hermano
contra hermano, padre contra hijo, e hijos contra … padres, se entregarán (de paradidōmi; cf.
vv. 9, 11) unos a otros a las hostiles autoridades, ocasionando que los cristianos mueran. Por
causa de su lealtad a Jesús (lit., por causa de mi nombre; cf. v. 9), sus discípulos serán
aborrecidos continuamente de todos los hombres, es decir, por toda clase de gente, no sólo por
las autoridades o la familia (cf. Fil. 1:29; 3:11; Col. 1:24; 1 P. 4:16). El que persevere (lit., “ha
perseverado”, viéndose la vida como si estuviera ya completa) y se mantenga fiel a Cristo y al
evangelio (Mr. 8:35), hasta el fin (eis telos, es una frase adverbial y modismo que significa
“completamente, hasta el límite”; cf. Jn. 13:1; 1 Ts. 2:16) de su vida sobre la tierra, éste será
salvo (cf. Mr. 8:35; 10:26–27) y experimentará la salvación de Dios en su forma final, la
glorificación (contrástese el uso en 13:20; cf. He. 9:27–28). La perseverancia es un resultado y
señal externa, no la base, de la salvación genuina (cf. Ro. 8:29–30; 1 Jn. 2:19). Una persona
realmente salva por gracia por medio de la fe (cf. Ef. 2:8–10) perseverará hasta el fin y
experimentará la glorificación.
Estas palabras de advertencia eran pertinentes para los lectores romanos de Marcos, quienes
se encontraban bajo la amenaza de persecución por causa de su lealtad a Jesús. Tal sufrimiento
podría ser más fácilmente soportado al ser visto en el contexto de los planes de Dios para la
evangelización mundial y su vindicación. (Cf. el comentario de Mt. 24:13).
c. Descripción de Jesús de la crisis venidera (13:14–23)
(Mt. 24:15–28; Lc. 21:20–24)
Jesús respondió luego a la segunda pregunta de los discípulos (Mr. 13:4b) de forma positiva
(vv. 14–23).
Algunos intérpretes limitan los eventos de esta sección a los años caóticos que precedieron a
la caída de Jerusalén (66–70 d.C.). Otros los relacionan exclusivamente con la gran tribulación
del fin de esta era. Pero los detalles sugieren que ambos eventos están considerados (cf. Mt.
24:15–16, 29–31; Lc. 21:20–28). La conquista de Jerusalén está teológicamente (no
cronológicamente) unida a los eventos del final de los tiempos (cf. Dn. 9:26–27; Lc. 21:24). La
expresión “la abominación desoladora” es el vínculo entre las perspectivas histórica y
escatológica (cf. Dn. 11:31 con Dn. 9:27; 12:11). Estas tribulaciones “cercanas” prefiguran la
tribulación “lejana” del final de los tiempos.
13:14. La señal de que “estas cosas” estarán a punto de cumplirse (cf. v. 4b) es la aparición
de la abominación desoladora (lit., “la abominación de la desolación”; cf. Dn. 9:27; 11:31;
12:11; Mt. 24:15), puesta donde no debe estar, que es una referencia al santuario del templo.
Una identificación más precisa podría haber sido políticamente peligrosa para los lectores de
Marcos. La exhortación de Marcos: El que lee, entienda, es señal de que debían descifrarla,
instándolos a reconocer el significado de lo dicho por Jesús a la luz del contexto
veterotestamentario (cf., Dn. 9:25–27).
La palabra “abominación” denota la idolatría pagana y sus prácticas detestables (Dt.
29:16–18; 2 R. 16:3–4; 23:12–14; Ez. 8:9–18). La frase “la abominación desoladora” se refería a
la presencia de una persona u objeto idólatra, tan detestable, que causó que el templo fuera
abandonado.
Desde un punto de vista histórico, el primer cumplimiento de esta expresión profética de
Daniel (Dn. 11:31–32), fue la profanación del templo en el 167 a.C. por el gobernante sirio
Antíoco Epífanes. Él erigió un altar al dios griego Zeus sobre el altar del holocausto y sacrificó
una cerda en él (cf. el libro apócrifo 1 Macabeos 1:41–64; 6:7; y Josefo, Antigüedades de los
Judíos, 12. 5. 4).
El uso que Jesús hizo de la frase “la abominación desoladora” se refería a otro cumplimiento,
la profanación y destrucción del templo en el 70 d.C. Cuando (lit., “cuando quiera”) sus
discípulos, presentes y futuros, vieran que esta profanación tenía lugar, sería una señal para el
pueblo que estuviera en Judea de que escapara a los montes al otro lado del río Jordán, en
Perea.
Josefo relató la ocupación y la espantosa profanación del templo de Jerusalén en 67–68 d.C.
hecha por los zelotes judíos, quienes también instalaron a un usurpador, Fani, como sumo
sacerdote (Josefo, Guerras de los Judíos, 4. 3. 7–10; 4. 6. 3). Los cristianos judíos huyeron a
Pela, un pueblo localizado en las montañas de Transjordania (Eusebio, Historia Eclesiástica, 3.
5. 3).
Los eventos del 167 a.C. y del 70 d.C. prefiguraban un cumplimiento final de lo dicho por
Jesús, lo cual sería previo a su segundo advenimiento (cf. Mr. 13:24–27). Marcos usó el término
jestēkota (part. perf. masc.; traducido como “puesta” en RVR60) para modificar el sustantivo
neutro “abominación” (bdelygma; v. 14). Esto sugiere que “la abominación” es una persona
“puesta donde no le corresponde”.
Se refiere al anticristo del final de los tiempos (Dn. 7:23–26; 9:25–27; 2 Ts. 2:3–4, 8–9; Ap.
13:1–10, 14–15). Él hará pacto con el pueblo judío al inicio del período de siete años que
precederá la segunda venida de Cristo (Dn. 9:27). El templo será reconstruido y la adoración
restablecida (Ap. 11:1). A la mitad de ese período (después de 3 1/2 años), el anticristo romperá
su pacto, detendrá los sacrificios del templo, lo profanará (cf. Dn. 9:27) y se proclamará como
Dios (Mt. 24:15; 2 Ts. 2:3–4; Ap. 11:2). Este hecho da inicio a los terribles eventos del final de
los tiempos, es decir, de la gran tribulación (Ap. 6; 8–9; 16). Quienes rehúsen identificarse con el
anticristo sufrirán persecución severa y serán forzados a huir en busca de refugio (Ap. 12:6,
13–17). Muchos, tanto judíos como gentiles, serán salvos durante este período (Ap. 7), pero
muchos también sufrirán el martirio (Ap. 6:9–11).
13:15–18. Cuando esta crisis comience, la persona que esté en la azotea (cf. 2:2–4) no debe
perder tiempo para entrar a su casa con el fin de recuperar algunas pertenencias. La persona que
esté trabajando en el campo no debe perder tiempo para volver a otro lado del campo o su casa a
tomar su capa, que era una ropa exterior que protegía contra el frío de la noche.
Jesús expresó su compasión por las que estén encintas y … las que críen que se vean
forzadas a huir en tales circunstancias. Él exhortó a sus discípulos (cf. 13:14) a orar para que
esto no acontezca durante el invierno, es decir, la época lluviosa en que sería difícil atravesar
los ríos crecidos.
13:19. La razón por la que su huida era urgente y que esperaban que no tuviera obstáculos, es
que aquellos días serán de tribulación (lit., “serán una tribulación”, thlipsis; cf. v. 24) cual
nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la
habrá jamás (ou mē; cf. v. 2). En ningún momento en el pasado, presente o futuro, ha habido o
habrá una tribulación tan severa como ésa.
Este sufrimiento sin precedente fue cierto, pero no se limitó a la destrucción de Jerusalén (cf.
Josefo, Guerras de los Judíos, prefacio; 1. 1. 4; 5. 10. 5). Jesús vio más allá del 70 d.C. hasta la
gran tribulación (thlipsis; cf. Ap. 7:14) del final, previa al segundo advenimiento. Esta
interpretación se apoya en los siguientes hechos: (a) Marcos 13:19 hace eco de Daniel 12:1, que
es una profecía del final de los tiempos; (b) las palabras “ni la habrá jamás” indican que nunca
habrá otra crisis como ésta; (c) “aquellos días” unen el futuro “cercano” con el futuro “lejano”
(cf. Mr. 13:17, 19–20, 24; Jer. 3:16, 18; 33:14–16; Jl. 3:1); (d) los días serán acortados (Mr.
13:20).
13:20. Si el Señor (Jehová Dios; cf. 12:29) no hubiese decidido ya en sus planes soberanos
acortar (acabar, no reducir el número de) aquellos días (lit., “los días; cf. 13:19), nadie sería
salvo (esōthē; cf. 15:30–31), es decir, sería librado de la muerte física; esta declaración contrasta
con 13:13. Mas Dios le pone límite a la duración de la tribulación del final de los tiempos, por
causa de los escogidos, los redimidos durante “aquellos días”, a quienes él escogió para sí
mismo (cf. Hch. 13:48). Mientras que todo esto se cumplió de forma indirecta en el 70 d.C., el
lenguaje de este versículo sugiere la intervención directa de Dios en juicio, lo que es una
característica inconfundible de la tribulación del final de los tiempos (cf. Ap. 16:1).
13:21–22. En aquel tiempo (tote, entonces; cf. vv. 26–27), a mitad de “aquellos días” (cf. v.
19) de aflicción severa y huida, si alguno … dijere que el Cristo (Mesías) está aquí o allí, los
discípulos de Jesús no deberían creerlo (con referencia a la pretensión mentirosa, o posiblemente
a la persona), ni dejar de buscar refugio. Jesús explicó que se levantarían muchos falsos Cristos
(Mesías; cf. v. 6) y falsos profetas y que harían obras milagrosas que parecerían validar sus
pretensiones. Su propósito sería engañar … a los escogidos (cf. v. 20), es decir, los creyentes en
el verdadero Mesías. La cláusula si fuese posible muestra que no tendrán éxito.
13:23. Una vez más, Jesús exhortó a sus discípulos: Mirad (blepete; cf. vv. 5, 9), de modo
que no cayeran en las trampas engañosas en los días de crisis.
d. Descripción de Jesús de su regreso triunfante (13:24–27)
(Mt. 24:29–31; Lc. 21:25–28)
13:24–25. La palabra Pero (alla) introduce un agudo contraste entre la aparición de los
falsos mesías que harán señales milagrosas (v. 22), y la venida dramática del verdadero Mesías
en aquellos días (cf. vv. 19–20; Jl. 2:28–32), después de aquella tribulación (thlipsin; cf. Mr.
13:19). Estas frases señalan una relación cercana con los vv. 14 a 23. Si éstos se aplican
exclusivamente a los eventos del 70 d.C., Jesucristo debería haber vuelto brevemente después. El
que no haya regresado, apoya el punto de vista de que los vv. 14 a 23 se refieren tanto a la
destrucción de Jerusalén como a la gran tribulación futura que ocurrirá antes de que Cristo
vuelva.
Varios desórdenes cósmicos afectarán al sol … la luna y las estrellas, y precederán de
manera inmediata al segundo advenimiento. La descripción que Jesús hizo sigue el patrón de
Isaías 13:10 y 34:4, sin citar exactamente ninguno de los pasajes. Esto se refiere de forma vívida
a cambios celestes observables en el universo físico.
La última afirmación, las potencias que están en los cielos serán conmovidas, quizá se
refiere a: (a) fuerzas físicas que controlan los movimientos de los cuerpos celestes que serán
sacados de su curso normal, o (b) fuerzas espirituales del mal, a saber, Satanás y su secuaces, que
serán turbados grandemente por estos eventos. Es preferible el primer punto de vista.
13:26. En aquel tiempo (tote, entonces; cf., vv. 21, 27) cuando los eventos cósmicos recién
mencionados hayan tenido lugar, las personas que vivan en la tierra para entonces verán al Hijo
del Hombre (cf. 8:31, 38), que vendrá en las nubes o “con nubes”. Las “nubes del cielo”
indican la presencia divina (cf. 9:7; Éx. 19:9; Sal. 97:1–2; Dn. 7:13; Mt. 24:30b). Él ejercitará
gran poder y mostrará la gloria celestial (cf. Zac. 14:1–7). Este es el regreso personal, visible y
corporal de Jesús a la tierra como el Hijo del Hombre glorificado (cf. Hch. 1:11; Ap. 1:7;
19:11–16). El Señor lo describió en el lenguaje familiar pero vago de Daniel 7:13–14. Su regreso
triunfante pondrá fin a la naturaleza velada del reino de Dios en su forma presente (cf. el
comentario de Mr. 1:15; 4:13–23).
13:27. También en aquel tiempo (tote, entonces; cf. vv. 21, 26) el Hijo del Hombre enviará
(cf. 4:29) a sus ángeles (cf. 8:38; Mt. 25:31), y juntará a sus escogidos (cf. Mr. 13:20, 22) de
los cuatro vientos. Los “cuatro vientos” significa de todas las direcciones, como referencia a la
gente que vive en todas partes del mundo, como lo enfatizan las dos últimas frases (v. 27).
Ninguno de los elegidos será dejado. Aunque no se dice aquí, este evento parece incluir la
resurrección de los santos del A.T. y de los creyentes que sufrieron el martirio durante la
tribulación (cf. Dn. 12:2; Ap. 6:9–11; 20:4). Nada se dice aquí acerca de los que no estén entre
los escogidos (cf. 2 Ts. 1:6–10; Ap. 20:11–15).
El A.T. a menudo menciona la reunión que Dios hará de los israelitas dispersos en las partes
más remotas de la tierra, a la unidad nacional y espiritual en Palestina (Dt. 30:3–6; Is. 11:12; Jer.
31:7–9; Ez. 11:16–17; 20:33–35, 41). Al tiempo del segundo advenimiento, los israelitas serán
reunidos alrededor del Hijo del Hombre que viene triunfante, serán juzgados, restaurados como
nación y redimidos (Is. 59:20–21; Ez. 20:33–44; Zac. 13:8–9; Ro. 11:25–27). También todos los
gentiles serán reunidos delante de él (Jl. 3:2), quien como un pastor separará “las ovejas” (los
escogidos) de “los cabritos” (Mt. 25:31–46). Estos judíos y gentiles redimidos entrarán al reino
milenial, y vivirán sobre la tierra con cuerpos naturales (Is. 2:2–4; Dn. 7:13–14; Mi. 4:1–5; Zac.
14:8–11, 16–21).
Identificar a “los escogidos” de este contexto como gentiles y judíos que llegarán a creer en
Jesús como el Mesías durante el período final de tribulación (cf. Ap. 7:3–4, 9–10), es compatible
con el punto de vista pretribulacionista del arrebatamiento de la iglesia, el cuerpo de Cristo (cf. 1
Co. 15:51–53; 1 Ts. 4:13–18). Puesto que la iglesia será librada del juicio final de Dios sobre la
tierra (cf. 1 Ts. 1:10; 5:9–11; Ap. 3:9–10), la iglesia no pasará por la tribulación. Este punto de
vista preserva la inminencia del arrebatamiento para los creyentes del día de hoy, y le da mayor
énfasis a la exhortación de Jesús, “Velad” (cf. Mr. 13:35–37). Pero puesto que los discípulos de
Jesús no tenían un entendimiento claro de la iglesia que se iba a formar (cf. Mt. 16:18; Hch.
1:4–8), Jesús no mencionó por separado esta fase inicial del programa de Dios para el final de los
tiempos.
Sin embargo, algunos intérpretes sostienen un punto de vista postribulacionista del
arrebatamiento. Ellos identifican a “los escogidos” de esta porción como los redimidos de todas
las eras, pasada, presente y futura. Esta interpretación requiere que la resurrección de todos los
que han muerto como justos tenga lugar al final de la tribulación, y junto con todos los creyentes
que estén vivos, ellos serán arrebatados para encontrarse con el Hijo del Hombre que regresa, y
que descenderá a la tierra en ese tiempo. De este modo la iglesia, el cuerpo de Cristo, se queda
sobre la tierra durante el período de tribulación, es protegida sobrenaturalmente como una
entidad a través de la misma, es arrebatada al final de ella, y regresa de inmediato a la tierra para
participar en el milenio. Pero a la luz de la discusión precedente sobre Marcos 13:17 y la
discusión subsiguiente del versículo 32, es preferible el punto de vista pretribulacionista.
e. La lección que Jesús dio por medio de la parábola de la higuera (13:28–32)
(Mt. 24:32–36; Lc. 21:29–33)
13:28. La primera pregunta de los discípulos (v. 4a) fue: “¿Cuándo serán estas cosas?”. Jesús
los exhortó a aprender una lección (lit.,la parábola; cf. la introducción a 4:1–2) de la higuera.
Aunque la higuera se usa algunas veces como símbolo de Israel (11:14), Jesús no tenía en mente
ese significado aquí (en Lc. 21:29 se añaden las palabras “y todos los árboles”). A diferencia de
la mayoría de los árboles de Palestina, las higueras pierden sus hojas en el invierno y florecen
después en la primavera. De este modo, cuando la rama tiesa y seca se pone tierna, pues es
suavizada por la savia que fluye y aparecen las hojas, entonces los que lo observan saben que el
invierno se ha ido y el verano está cerca.
13:29. Este v. aplica la lección del v. 28. Cuando vosotros (con posición enfática en el gr.), a
saber, los discípulos a diferencia de los demás, veáis que suceden estas cosas (cf. vv. 4, 23, 30),
es decir, los eventos descritos en los vv. 14 a 23, entonces conoced que la crisis inminente (cf. v.
14) está cerca en tiempo, de hecho, a las puertas. Esta expresión era una figura común para
referirse a un evento inminente. Si están alertas a estos eventos, los discípulos tienen suficiente
intuición para discernir su verdadero significado.
El sujeto del vb. gr. “está”, que no se menciona, podría traducirse “él” (el Hijo del Hombre) o
preferiblemente “ella” (“la abominación desoladora”, v. 14).
13:30–31. Con solemnes palabras introductorias (De cierto os digo; cf. 3:28) Jesús declaró
que esta generación ciertamente no (ou mē, doble negación enfática; cf. 13:2) llegará a su fin
hasta (lit., “hasta el cual tiempo en”) que todo esto (lit., “todas estas cosas”; cf. vv. 4b, 29) haya
acontecido. Una “generación” (genea) puede referirse a los “contemporáneos” de uno, es decir, a
los que están vivos en un tiempo dado (cf. 8:12, 38; 9:19), o a un grupo de personas que
descienden de un antepasado común (cf. Mt. 23:36). Puesto que la palabra “generación” tiene un
sentido limitado así como uno amplio, en este contexto (cf. Mr. 13:14) es preferible percibir en
ella una doble referencia que incorpore ambos sentidos. De este modo, “esta generación”
significa: (a) los judíos que vivían en tiempos de Jesús, quienes más adelante vieron la
destrucción de Jerusalén, y (b) los judíos que estarán vivos al tiempo de la gran tribulación,
quienes verán los eventos del final de los tiempos. Esta interpretación explica mejor el
cumplimiento de “todo esto” (cf. vv. 4b, 14–23).
La afirmación que Jesús hizo (v. 31) garantiza el cumplimiento de su profecía (v. 30). El
presente universo llegará a un final cataclísmico (cf. 2 P. 3:7, 10–13) pero las palabras de Jesús,
que incluyen estas predicciones, no (ou mē; cf. Mr. 13:2, 30) pasarán. Tendrán validez eterna.
Lo que es cierto de las palabras de Dios (cf. Is. 40:6–8; 55:11) es igualmente cierto de las
palabras de Jesús, porque él es Dios.
13:32. Aunque será posible que algunos disciernan la proximidad de la crisis venidera (vv.
28–29), sin embargo, nadie sabe cuál será el momento preciso en que aquel día o aquella hora
vendrá (cf. v. 33) salvo el Padre. Ni aun los ángeles que están en el cielo (cf. 1 P. 1:12), ni el
Hijo lo saben. Esta limitación expresada abiertamente del conocimiento de Jesús afirma su
humanidad. En su encarnación Jesús aceptó voluntariamente las limitaciones humanas, incluso
ésta (cf. Hch. 1:7), en sumisión a la voluntad del Padre (cf. Jn. 4:34). Por otro lado, el uso que
Jesús hizo del título “el Hijo” (sólo aquí en Marcos) en vez de la forma usual “el Hijo del
Hombre” reveló que él mismo era consciente de su deidad y posición como Hijo (cf. Mr. 8:38).
Sin embargo, Jesús usó sus atributos divinos sólo con la sanción del Padre (cf. 5:30; Jn.
8:28–29).
Las palabras “de aquel día y de la hora” se entienden como una referencia a la segunda
venida del Hijo del Hombre (Mr. 13:26). Sin embargo, tal evento llevará a su clímax una serie de
acontecimientos preliminares. A la luz del uso que se le da en el A.T. y este contexto (vv. 14,
29–30) es preferible entender “aquel día” como el “día del Señor” que incluye la tribulación, el
segundo advenimiento y el milenio (cf. Is. 2:12–22; Jer. 30:7–9; Jl. 2:28–32; Am. 9:11; Sof.
3:11–20; Zac. 12–14). Ese día comenzará repentinamente y sin aviso (cf. 1 Ts. 5:2), de manera
que nadie conoce, salvo el Padre, el momento crítico.
Según el punto de vista pretribulacionista del futuro (cf. el comentario de Mr. 13:27) la
venida del Señor por los suyos (el arrebatamiento) ocurrirá antes de la semana 70 de Daniel. El
arrebatamiento no se halla condicionado por ningún evento previo. Por tanto, es un inminente
para cada generación. La parábola del dueño de la casa que se fue lejos (vv. 34–37), junto con el
relato correspondiente de Mateo (cf. Mt. 24:42–44), apoya este punto de vista. Esto hace
imposible cualquier intento de ponerle fecha, y le da un sentido de urgencia a las exhortaciones
de Jesús a estar velando y trabajando hasta su retorno.
3. SU APARICIÓN A LOS ONCE Y LA REPRENSIÓN QUE LES HIZO POR SU INCREDULIDAD (16:14)
(LC. 24:36–49; JN. 20:19–25)
16:14. Finalmente (jysteron, adverbio comparativo que no se usa en ningún otro lugar de
Marcos), en la noche de ese mismo día (cf. v. 9), Jesús se apareció a los once mismos, estando
ellos sentados a la mesa (la cena está implícita en Lc. 24:41–43). Les reprochó (ōneidisen, un
vb. fuerte que no se usa de Jesús en ningún otro lugar) su incredulidad y dureza de corazón
(sklērokardian; cf. Mr. 10:5) porque no habían creído el testimonio de los testigos oculares de
su resurrección más temprano ese día. Al oir de la resurrección de Jesús (antes de verlo),
aprendieron lo que era creer el testimonio de testigos oculares. Esto sería necesario para todos
aquellos a quienes predicarían en su siguiente despliegue misionero.
INTRODUCCIÓN
Autor. Los dos libros que se atribuyen a Lucas (Lucas y Hechos) abarcan cerca del 28 por ciento
del N.T. en griego. El nombre de Lucas no se menciona en ninguno de ellos. Los únicos pasajes
del N.T. donde aparece son Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11; y Filemón 24. Lucas también se
refirió a sí mismo de forma directa en las secciones de Hechos en que se habla en primera
persona del plural (16:10–17; 20:5–21:18; 27:12–8:16).
Lucas debe haber sido gentil, pues Pablo lo distingue de los judíos (Col. 4:10–14) al decir
que de sus colaboradores, Aristarco, Marcos y Jesús llamado Justo eran los únicos judíos. Los
otros (Epafras, Lucas y Demas), por consiguiente, eran probablemente gentiles. Pablo mencionó
que Lucas era médico (Col. 4:14), hecho que muchos tratan de corroborar analizando pasajes de
su evangelio y Hechos. No fue sino hasta tiempos recientes, que la tradición eclesiástica aceptó
en forma uniforme que Lucas fue el autor de este evangelio y Hechos. Según la misma, Lucas
era de Antioquía, pero es imposible verificar este dato.
Fuentes. Lucas se presenta como un historiador (Lc. 1:1–4) que investigó cuidadosamente su
material por motivos específicos. Obtuvo su información de testigos oculares (1:2), quizá
algunos detalles de la propia María (cf. 2:51), tales como los referentes a la infancia de Jesús.
Asimismo, parece que tuvo contacto con la corte herodiana (cf. 3:1, 19; 8:3; 9:7–9; 13:31;
23:7–12). Los eruditos no se ponen de acuerdo acerca de las fuentes que el autor usó para
escribir su evangelio. Tal vez organizó los materiales que tuvo a su disposición para producir un
todo unificado, escrito con su estilo personal, que reflejaba su propósito. Por supuesto, todo esto
se hizo bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Fecha y lugar. Se han sugerido varias fechas para la redacción de este evangelio. Si Hechos se
escribió antes de que ocurriera la persecución de Nerón (64 d.C.), lo que parece evidente pues
concluye diciendo que el apóstol Pablo todavía estaba vivo y en prisión, entonces el evangelio de
Lucas debe haberse escrito varios años antes de esos acontecimientos, ya que Hechos es
posterior a Lucas. Aunque es imposible señalar una fecha específica, encaja bien una fecha de
composición entre 58 y 60 d.C.
Lucas no dio indicios en cuanto al lugar en donde escribió su evangelio. De modo que
cualquier afirmación sobre este asunto es mera especulación. Algunos sugieren que escribió
desde Cesarea o Roma.
Propósitos. El autor tuvo dos propósitos al escribir este libro. Uno fue confirmar la fe de
Teófilo, es decir, mostrarle que su fe en Cristo descansaba sobre hechos históricos firmes
(1:3–4). El otro fue presentar a Jesús como el Hijo del Hombre que había sido rechazado por
Israel. Debido a ello, Jesús también fue predicado a los gentiles para que pudieran conocer el
programa de Dios para su reino y obtuvieran la salvación.
Carácter gentil del libro. Varias clases de evidencias llevan a la conclusión de que Lucas
escribió principalmente para los gentiles. En primer lugar, porque con frecuencia explica los
sitios judíos (4:31; 8:26; 21:37; 23:51; 24:13). Esto sería innecesario si estuviera escribiendo a
estos últimos. En segundo lugar, hace remontar la genealogía de Jesús (3:23–38) hasta Adán (y
no hasta Abraham, como en el evangelio de Mateo). Esto implica que Jesús representaba a toda
la humanidad y no sólo a la nación judía. En tercer lugar, se refiere a los emperadores romanos
por nombre al indicar las fechas del nacimiento de Jesús (2:1) y de la predicación de Juan el
Bautista (3:1). En cuarto lugar, usó varias palabras que serían más familiares a los lectores
gentiles que los términos judíos equivalentes que se hallan en el evangelio de Mateo. Un ejemplo
se puede ver en el uso que hace del griego didaskalos en vez de rabbi para indicar “maestro”.
En quinto lugar, Lucas usó la LXX al citar el A.T. Aunque hace relativamente pocas citas
directas, el libro está lleno de alusiones a ella. Las citas y referencias se encuentran en 2:23–24;
3:4–6; 4:4, 8, 10–12, 18–19; 7:27; 10:27; 18:20; 19:46; 20:17, 28, 37, 42–43; 22:37. Todas estas,
excepto la de 7:27, se basan en la LXX, pero no parece haber sido tomada ni de la LXX en
griego, ni del TM en hebr., sino de algún otro. En sexto lugar, poco se dice acerca del
cumplimiento que Jesús hizo de las profecías, pues ese tema no era tan importante para los
lectores gentiles como para los judíos. Lucas hace sólo cinco referencias directas a profecías
cumplidas y todas, menos una (3:4), se encuentran dentro de las enseñanzas de Jesús al pueblo de
Israel.
Relación de Lucas con los evangelios de Mateo y Marcos. Lucas es uno de los así llamados
evangelios sinópticos, y tiene mucho contenido en común con Mateo y Marcos. Sin embargo,
incluye una amplia sección en que gran parte de ella aparece sólo en su libro (9:51–19:27).
También presenta un contenido único en las narraciones acerca del nacimiento de Juan y de
Jesús, y el relato de cuando Jesús tenía doce años (1:5–2:52). Se da por sentado que Lucas
conoció y usó tanto a Mateo como a Marcos, u otras fuentes comunes que usaron también Mateo
y/o Marcos. Las diferencias que hay en la secuencia de la narración y los relatos que se presentan
pueden explicarse considerando el propósito de los autores. Aunque todos los relatos son
históricos, el propósito de cada uno de ellos era teológico. (Para mayor información sobre la
relación que hay entre los evangelios sinópticos, V. la introducción de los libros de Mateo y
Marcos)
Características del libro. 1. Lucas enfatiza la universalidad del evangelio más que los otros
evangelistas. A menudo menciona a los pecadores, pobres y despreciados de la sociedad judía; a
los gentiles que compartieron las bendiciones del Mesías y a los samaritanos que venían al
Mesías por fe. Además, escribió frecuentemente acerca de la fe de mujeres y niños.
2. El evangelio de Lucas pone ante el lector un cuadro más amplio de la historia del período
que abarca que los otros evangelios. Da más datos tocante a la vida terrenal de Jesús que Mateo,
Marcos o Juan.
3. Hace énfasis en el perdón (3:3; 5:18–26; 6:37; 7:36–50; 11:4; 12:10; 17:3–4; 23:34;
24:47).
4. Asimismo, hace hincapié en la oración. Menciona que Jesús oró muchas veces durante su
ministerio (3:21; 5:16; 6:12; 9:18, 29; 22:32; 40–41).
5. Hace ver el papel que tiene el individuo en el arrepentimiento y pone énfasis en la acción
que debe surgir de cada individuo que decide seguir a Jesús. Entre los ejemplos están: Zacarías,
Elisabet, María, Simeón, Ana, Marta, María, Simón, Leví, el centurión, la viuda de Naín, Zaqueo
y José de Arimatea.
6. Lucas habla mucho más tocante a las cosas materiales que cualquier otro autor del N.T. No
siempre presenta como justos a los pobres, pero sí dice que los ricos autosuficientes, que tenían a
las riquezas en mayor estima que a Jesús, no podían obtener la salvación que el Señor ofrecía.
7. Lucas habla a menudo del gozo que acompaña a la fe y la salvación (1:14; 8:13; 10:17;
13:17; 15:5, 9, 32; 19:6, 37).
BOSQUEJO
I. Prólogo y propósito del evangelio (1:1–4)
II. Nacimiento y crecimiento de Juan y Jesús (1:5–2:52)
A. Anuncio de los nacimientos (1:5–56)
B. Nacimiento e infancia de Juan y Jesús (1:57–2:52)
III. Preparación para el ministerio de Jesús (3:1–4:13)
A. Ministerio de Juan el Bautista (3:1–20)
B. Bautismo de Jesús (3:21–22)
C. Genealogía de Jesús (3:23–38)
D. Tentación de Jesús (4:1–13)
IV. Ministerio de Jesús en Galilea (4:14–9:50)
A. Inicio de su ministerio (4:14–30)
B. Autenticación de la autoridad de Jesús (4:31–6:16)
C. El sermón de Jesús en la llanura (6:17–49)
D. El ministerio de Jesús en Capernaum y ciudades circunvecinas (caps. 7–8)
E. La enseñanza de Jesús a sus discípulos (9:1–50)
V. Viaje de Jesús a Jerusalén (9:51–19:27)
A. Jesús es rechazado por la mayoría en su viaje a Jerusalén (9:51–11:54)
B. Jesús enseña a sus seguidores en vista del rechazo (12:1–19:27)
VI. Ministerio de Jesús en Jerusalén (19:28–21:38)
A. Entrada de Jesús en Jerusalén como Mesías (19:28–44)
B. Jesús en el templo (19:45–21:38)
VII. Muerte, sepultura y resurrección de Jesús (caps. 22–24)
A. Muerte y sepultura de Jesús (caps. 22–23)
B. Resurrección y apariciones de Jesús (cap. 24)
COMENTARIO
I. Prólogo y propósito del evangelio (1:1–4)
1:1–4. Lucas es el único de los cuatro evangelistas que dio a conocer su método y propósito
desde el comienzo de su libro. Dice que estaba familiarizado con otros escritos acerca de la vida
de Jesús y el mensaje del evangelio (v. 1). Su propósito era que Teófilo conociera bien la
verdad de las cosas en las cuales había sido instruido, y por orden (v. 3; cf. v. 1) puso los
eventos de la vida de Cristo.
El autor se identifica cuidadosamente con los creyentes (v. 1). Algunos han sugerido que
pudo haber estado entre los setenta que Jesús envió en el viaje misionero (10:1–24) por la
observación que hace tocante a las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas. Sin embargo,
su siguiente afirmación de que estas “cosas” (es decir, los relatos y doctrinas) las enseñaron
oralmente los que vieron con sus ojos a Jesús, elimina esa posibilidad. Lucas dio a entender que
no había sido testigo ocular, sino investigador. Fue cuidadoso y exacto en su búsqueda por haber
investigado para su relato, todas las cosas desde su origen, es decir, desde el inicio de la vida
de Cristo.
El nombre “Teófilo” (lit. “amador de Dios”) era común en el primer siglo. Tratar de saber
quién fue el destinatario es asunto de mera especulación. Aunque se ha sugerido que Lucas
utilizó el nombre para referirse a todos los que son “amadores de Dios” (es decir, los lectores de
su narración del evangelio), es mejor suponer que se refirió a un individuo real, mismo que fue el
primero en recibir el evangelio de Lucas y que luego lo hizo circular profusamente entre la
iglesia primitiva. Aparentemente, era funcionario público, pues lo llama excelentísimo (cf. Hch.
23:26; 24:3; 26:25, donde se usa el mismo término gr. kratiste).
El incidente que se relata aquí obviamente no era el primero en que Jesús había tenido
contacto con los hombres a quienes llamó para ser sus discípulos. Lucas había dicho que Jesús
había sanado a la suegra de Simón, lo que da a entender que hubo contacto previo con Simón y
Andrés. Esta parece ser al menos la tercera vez que Jesús se entrevistó con ellos. En Juan 1:41,
Andrés le dijo a Pedro que había hallado al Mesías. Aparentemente estos hombres no siguieron
desde un principio a Jesús “de tiempo completo”, pues en Marcos 1:16–20 (cf. Mt. 4:18–22)
Jesús llamó a Simón, Andrés, Jacobo y Juan. Marcos relató que ese llamado ocurrió antes de que
Jesús entrara a la sinagoga de Capernaum y sanara a un hombre endemoniado. No es
sorprendente que Pedro invitara a Jesús a su casa después del incidente de la sinagoga.
Ahora bien, algún tiempo después, Pedro y los demás seguían siendo pescadores. Fue en este
punto, ya cuando Jesús había establecido su autoridad (Lc. 4:31–44), que llamó a estos hombres
a un discipulado de tiempo completo.
5:1–3. La gran multitud que se agolpaba sobre Jesús impedía que enseñara con efectividad
cuando estaba junto al lago de Genesaret, otro nombre dado al mar de Galilea, cerca de un
pueblo de la orilla noroccidental. Así que se adentró una corta distancia en el agua dentro de la
embarcación de Simón para que todos pudieran oir la palabra de Dios.
5:4–7. A petición de Jesús, Simón echó sus redes y encerraron gran cantidad de peces.
Aunque Simón, pescador experimentado, estaba seguro de que no capturaría nada a esa hora del
día en que los peces nadaban más hondo en el lago, obedeció la palabra de Jesús. Esto mostró
una importante cantidad de fe en el Señor. La pesca resultante fue tal, que su red se rompía, de
manera que llenaron la barca de Simón y otra más con los peces hasta que ambas barcas
comenzaron a hundirse.
5:8–11. El milagro de los peces produjo dos reacciones en Pedro y los otros. El temor
(thambos, “asombro”) se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él (v. 9; cf.
4:36) por la gran pesca, y Pedro reconoció su pecaminosidad delante de Jesús (5:8). Como
resultado, Jesús convirtió a aquellos pescadores en pescadores de hombres. La enseñanza de
Jesús, junto con sus hechos milagrosos, mostró que tenía autoridad para llamar a hombres y
hacer que respondieran dejándolo todo.
Declaraciones
(Mt. 13:57)
“Una ciudad asentada sobre un monte no se
puede esconder”.
Preguntas
Mandamiento
Juicios civiles
Galilea
Nieto:
Matías
Sumo sacerdote 65–66 d.C.
Era saduceo.