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1. Características generales.
2. Corriente teórica:
2.1. Phýsis / nómos.
2.2. Analogía / anomalía.
2.3. Apología de las lenguas.
2.4. Polémica en torno a la relación de preexistencia entre lenguaje y pensamiento.
3. Corriente práctica:
3.1. Ortografía (> Fonología).
3.2. Morfología.
3.3. Sintaxis.
3.4. Etimología.
1. Características generales.
La 'gramática tradicional' (s. V a. C. hasta s. XIX, en solitario) es el primer
modelo, en la historia de la lingüística occidental, en el que es posible encontrar
reflexiones a propósito del lenguaje y/o las lenguas (términos estos que sólo se
diferencian a partir de Saussure).
Representa una manera no científica, desde los parámetros actuales de
cientifismo, de abordar el tratamiento del lenguaje y/o las lenguas. Prácticamente
todas sus características esenciales son, juzgadas desde los principios de la
lingüística moderna, argumentos a favor de la descalificación de tales estudios como
ciencia.
Esas características esenciales son, básicamente, las siguientes:
- Prestigio de la tradición grecolatina. Tal prestigio se mantiene una vez que
latín y griego pasan a ser lenguas muertas, sin realidad oral; y recorre así
toda la cronología del modelo. De manera tal que, durante toda la E. Media,
sólo estas dos lenguas son posible objeto de estudio y vehículo hábil para la
expresión -oral y escrita- culta. Incluso, más tarde, después de que se
introdujeran -en el panorama de lenguas en disposición de ser estudiadas y
de ser utilizadas para la expresión más cuidada- los vulgares, los diferentes
autores que se centran en estos últimos intentan aplicar a su tratamiento los
esquemas que habían dado resultado en el análisis de las lenguas clásicas.
- Subordinación de la reflexión lingüística, bien a la Filología, bien a la
Lógica. A lo largo de las diversas etapas cronológicas, una constante, en la
'gramática tradicional', es la no independencia de la reflexión lingüística: su
carácter trascendente (no inmanente).
Lógica (planteamientos deductivistas) Filología (p. inductivistas)
* 'lengua = expresión de las categorías del * 'lengua = el uso de los mejo-
pensamiento' res poetas y escritores'
* la razón dicta el buen uso: 'p. de la razón' * 'p. de autoridad'
*universalismo * registro escrito culto >
prescriptivismo: 'arte de
hablar y escribir
correctamente'
2. Corriente teórica.
Se considera corriente teórica cualquier reflexión o especulación sobre la
naturaleza del lenguaje y/o las lenguas que no descienda al ámbito de ninguna de las
disciplinas.
2.1. Phýsis / nómos. La discusión sobre 'el origen del lenguaje'.
La controversia que se establece con estos polos se sitúa en un amplio marco
filosófico. En él, lo que se debate es 'el origen y naturaleza de las leyes que rigen la
vida de la pólis'. Los physicistas (o naturalistas) sostendrán que es una fuerza
superior al ser humano, la divinidad o la propia naturaleza, la responsable de tales
leyes; por el contrario, los nomistas (o convencionalistas) situarán, en el origen de
las leyes que rigen la vida de la pólis, la decisión, absolutamente arbitraria, de un
colectivo humano. La reflexión específicamente lingüística (una mínima parcela en
la reflexión fuilosófica sobre el mundo) se plantea a propósito de la relación entre
las palabras y las cosas: los naturalistas defenderán una vinculación determinada
por la naturaleza entre ambas; los convencionalistas, una relación arbitraria.
La polémica se inicia en el siglo V a. de C. La primera aplicación a la reflexión
lingüística surge en el Crátilo de Platón, quien sostiene la tesis naturalista,
esgrimiendo los argumentos del simbolismo fónico y de las onomatopeyas. Tras
Platón, Aristóteles se alineará en las filas convencionalistas, basándose, para ello,
en la diversidad lingüística y en la existencia de homonimia y sinonimia en las
lenguas. Los estoicos (s. II a. de C.) volverán a las tesis platónicas, en tanto que
Dionisio de Tracia (s. I a. de C.) -y, con él, los alejandrinos- se inclinará por las
aristotélicas.
El debate sigue vivo, en sus dos posturas, a través de las distintas etapas de la
gramática tradicional. Tanto es así que el propio Fray Luis de León en De los
nombres de Cristo exhibe sus particulares argumentos a favor de la tesis naturalista.
3. Corriente Práctica.
3.1. Ortografía (>Fonología).
Puesto que toda la gramática tradicional está apegada al registro escrito, la letra
genera todo tipo de reflexiones. Si bien la letra escapa de las preocupaciones
directas del lingüista actual, atento al sonido, por cuanto este lo conduce al fonema,
unidad de la fonología, no ocurre así en los primeros momentos de la adopción de
un alfabeto que nace con la pretensión de ser fonológico. Un alfabeto fonológico
persigue la relación biunívoca entre letra y sonido. Siendo esto así, todo lo que se
diga de la letra será válido en la presentación del sonido: todas las informaciones
que sobre la letra se den son informaciones sobre su status fonético-fonológico.
Tanto en Grecia como en Roma asistimos a la adopción de dos alfabetos con
pretensiones fonológicas: el griego y el latino. En los primeros momentos no hay
por qué dudar de esa perfecta correspondencia entre uno y otro. Sin embargo, con el
paso del tiempo, los desajustes en la correlación letra-sonido se van dibujando.
3.1.1. Letra.
El concepto que de letra se tiene en la gramática tradicional surge en la antigua
Grecia : "sonido indivisible que entra en la formación de un sonido compuesto"
(Aristóteles). Se considera que esta tiene tres accidentes -para cada uno de los cuales
se puede utilizar también el término global de letra-: nomen (ele), figura o grafía (L,
l), potestas o fuerza, en términos actuales sonido ([l]).
Desde los primeros momentos se suceden las clasificaciones y definiciones de
las letras. Los criterios utilizados en su definición son de tres tipos: c. auditivo o
perceptivo, c. articulatorio y c. de la función silábica.
- Platón diferenciaba tres grupos: vocales (phoneénta = 'las que suenan'),
mudas (áphona = 'sin sonido') y semivocales (hemíphona'). Los propios
rótulos ejemplifican ya una definición a partir únicamente del criterio
perceptivo: lo que suena, loque no suena y lo que suena a medias.
- Aristóteles mantiene los mismos grupos, con los mismos rótulos, pero añade
datos a la definición: phoneénta = "sonido audible sin que la lengua se
aproxime a los labios", hemíphona = "sonido audible con esta
aproximación", áphona = "teniendo esta aproximación no tiene, por ella
misma, ningún sonido audible". Aristóteles, aparte de haber incluido obvios
datos articulatorios, maneja también, de modo explícito a propósito de las
mudas, el criterio de la función silábica, descartándolas como posible núcleo
silábico.
- Dionisio de Tracia reduce a dos los tres grupos de sus antecesores:
phoneénta y sýmphona (= 'suenan con' > consonantes, lo que supone la
introducción del criterio de la función silábica desde el propio rótulo),
aunque, dentro del segundo grupo, introduce dos subgrupos: hemíphona y
áphona.
La misma situación, en este punto, que se detecta en la época griega continúa en
períodos posteriores de la gramática tradicional. Los distintos autores se inclinan o
bien por la clasificación aristotélica, o bien por la de Dionisio de Tracia, con el
cambio oportuno de alfabetos (la descripción de la α se le aplica a la a; la de la β a
la b...). En la presentación de los sonidos individuales manejan todos los criterios
que ya en el mundo griego habían sido introducidos.
Es preciso, sin embargo, hacer referencia a cómo, durante toda la Edad Media, la
fonética, disciplina que necesita plantearse a partir de los datos que la oralidad
ofrece, tiene una situación muy delicada. Latín y griego son, entonces, lenguas
muertas y, en consecuencia, los autores medievales desconocen la pronunciación
nativa en ambas. Los hablantes de que disponen adecuan a la fonética de sus
vulgares respectivos la de las dos lenguas clásicas. Como, sin embargo, son estas las
únicas lenguas que se describen, la presentación que de ellas se hace es
absolutamente mimética de las que incluían los textos griegos y latinos que
manejan. Por otro lado, el interés preponderante de la gramática tradicional por el
registro escrito explica la despreocupación por la fonética y su atención a la
oralidad.
A finales del siglo XV y, sobre todo, en el XVI (con ecos todavía en el XVII),
surgen las denominadas polémicas ortográficas, desencadenadas por el invento de la
imprenta. Esta es la época (cf. 2.3.) en la que comienza el interés por las lenguas
vulgares y la posibilidad de regularlas a través de gramáticas. En estos momentos,
sin embargo, la correspondencia biunívoca entre la letra y el sonido ya no existe,
con lo que se multiplican las maneras de escribir (una misma palabra puede aparecer
escrita con b y v, con h o sin h...). Esta multiplicidad ocasiona serios problemas para
determinar cómo han de ser las planchas de la imprenta (si han o no de incorporar
ciertas letras, por ejemplo). En todos los países se desarrollan polémicas sobre qué
ortografía conviene adoptar, y en ellas participan no sólo gramáticos, sino también
literatos... Las posturas se reducen a tres: a) reformistas, que abogan por volver al
alfabeto fonológico (es el caso de Nebrija y Correas, en España, o el de Herrera y
Mateo Alemán. Más recientemente, es el mismo de J. R. Jiménez o García Márquez;
y, entre los gramáticos, el de Bello. Por lo general, los más lúcidos de los
pensadores en materia lingüística se han alineado en estas filas); b) etimologistas,
que propugnan una latinización de la escritura para conseguir que el romance se
parezca aún más a la lengua clásica; c) eclécticos, los partidarios de mantener una
grafía con ciertas inconsecuencias, siempre y cuando tales inconsecuencias permitan
explicar situaciones históricas. Según los países triunfará una u otra de estas
posturas.
Por otra parte, en el XVI aparece la figura del monje benedictino Fray Pedro
Ponce, interesado en el 'arte de enseñar a hablar a los sordomudos'. El arte planteaba
las exigencias de una seria renovación de las descripciones de sonidos heredadas y
la introducción de las descripciones de los sonidos de nueva creación romance, para
evitar el riesgo de enseñar a este sector de la población unas pronunciaciones que no
resppondieran a las habituales en el momento. La tarea de Ponce fue secundada en
el XVII por Manuel Ramírez Carrión y consolidada en la obra de Juan Pablo Bonet,
renovador de las descripciones articulatorias para el castellano de su época.
3.1.2. Sílaba.
También ya desde la época griega se preocupan por la combinatoria de sonidos
en el marco de la sílaba.
Platón define esta unidad como 'combinación de letras'. Aristóteles ofrece una
presentación más detallada. "sonido desprovisto de significación compuesto por una
muda y una letra que tiene un sonido; pues el sonido ΓΡ sin A es una sílaba, como
también lo es si se le añade A y se forma, por ejemplo, ΓΡA..."
Los estoicos establecen una diferenciación entre los sonidos, contemplándolos
desde la perspectiva de su posible o no combinación en el marco silábico. Así,
distinguen:
- los sonidos que ocurren en una sílaba;
- los que podrían ocurrir y no lo hacen;
- los que no ocurren, porque son imposibles en su combinatoria.
Dionisio de Tracia, por su parte, postula dos tipos de sílaba: propia (consonante
con una o varias vocales) e impropia (una sola vocal).
3.2. Morfología.
La unidad de trabajo y de reflexión en gramática en el marco de este modelo es
la palabra. En consecuencia, los dos grandes temas morfológicos en torno a los que gira
la ‘gramática tradicional’ son: la clasificación de palabras -y la subsiguiente definición
de cada uno de los grupos reconocidos- y la enumeración de sus accidentes -en términos
actuales, sus desinencias-.
A la hora de efectuar las definiciones morfológicas son posibles tres criterios: el
criterio nocional o semántico, el criterio morfológico o formal y el criterio sintáctico
(meramente distribucional o funcional).
Las clasificaciones de palabras están claramente determinadas por el marco en el
que se realiza la reflexión:
– los autores racionalistas-deductivistas optan por propuestas muy reducidas de
clases de palabras (2 ó 3, comunes a todas las lenguas: las que reflejan la estructura del
juicio lógico, de carácter universal);
– los filologistas-empiristas aceptan propuestas más amplias, pero todas ellas
condicionadas por la primera que obtiene valor de difusión. Lo habitual en este entorno
es aludir a 8 clases de palabras, convertidas, generalmente, en 9, con la llegada del
análisis de los romances.
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Las relaciones, para ellos, están establecidas:
determinante dependiente
nombre en nominativo verbo
en el orden sintáctico está primero de dependiente y, después, el determinante, la
relación es transitiva; si, por el contrario, está primero el determinante y, después, el
dependiente, la relación es intransitiva.
b) Congruitas
b.1.- los constituyentes deben exhibir las categorías flexivas adecuadas (*este
aula, * el niño vinieron...);
b.2.- los constituyentes deben ser combinables (‘principio de colocabilidad’)
(*ideas verdes, *colocaron los pensamientos...);
b.3.- el régimen debe ser el adecuado (* confiaron de ti, *se recordaron de
ello...).
c) Perfectio
Para que una construcción sea correcta sintácticamente ha de tener suppositum y
appositum, esto es, sujeto y predicado (* Viene).
Tras los modistas, será en el texto de 1587, la Minerva del Brocense, en donde
aparezca una nueva aportación a la sintaxis racionalista. El Brocense introduce el
principio de la elipsis, principio racional que, según él, permite rescatar el esquema
racional aparentemente inexistente en algunas secuencias. El Brocense parece atender
también a dos estructuras lingüísticas: una, la que se ve, en apariencia incompleta; otra,
a la que llegamos a través de este principio racional, perfectamente acabada.
El principio de la elipsis lo aplica el Brocense al tratamiento de los verbos
intransitivos (para los que recupera en un estadio anterior un complemento directo
extraído de la propia raíz verbal: Juan vive < Juan vive la vida), de los verbos
impersonales (para los que recupera un sujeto: llueve < la lluvia llueve o Dios llueve) y
de las conjunciones coordinadas (‘una conjunción no une casos, sino oraciones iguales’:
Juan y María vienen < Juan viene y María viene; María come espárragos y
calabacines < María come espárragos y María come calabacines...).
Los autores de Port-Royal heredan el planteamiento de la elipsis. No a otra
actitud responde el tratamiento que ellos ofrecen para la conjunción, para la interjección
y su propia teoría del verbo (siempre una cópula está en la base de un verbo adjetivo).
Pero ellos van más allá, y ofrecen su teoría proposicional. Según estos autores hay tres
tipos de proposiciones:
– simples (básicas -con cópula-, derivadas -con verbo adjetivo-);
– compuestas: “cuando tiene varios sujetos y el atributo se afirma o niega de
cada uno de ellos separadamente (...); o cuando tiene varios atributos y cada uno de
ellos se afirma o niega del sujeto (...)”: María y Pedro son jóvenes; María es joven y
guapa.
– complejas: “cuando sujeto, atributo o ambos están compuestos de varios
términos que forman en el espíritu una idea total, de la cual se afirma o niega
globalmente”: Dios invisible ha creado el mundo, Dios ha creado el mundo visible,
Dios invisible ha creado el mundo visible.
Obviamente, tanto las proposiciones compuestas (con conjunciones) como las
complejas (con adjetivos en posición atributiva) son derivadas. Ambos tipos pueden,
además, conjugarse: la alta niña y su hermano llegaron tarde.
La propuesta, ya más desarrollada, de Port-Royal, secundada en el XVIII, sin
adición alguna, llegará hasta las propuestas racionalistas de la lingüística cintífica.
3.4.1. Modistas.
En la segunda parte de la E. Media se dibuja otra dirección de reflexión sobre el
significado, más conectada con las preocupaciones de la semántica actual.
Aparece, así, una doble oposición:
– significatio / cosignificatio,
– significatio / suppositio.
La significatio se entiende, en el momento, de dos maneras distintas: es el
repraesentatum que, unido a la vox o repraesentamen constituye la dictio, el signo; y es
la relación entre las dos caras del signo, el posterior concepto saussureano.
Opuesta a la cosignificatio, se entiende como una de las caras del signo. Se
sostiene que la unión de una vox y una significatio no permite hablar de parte de la
oración, para ellos sería preciso la adición de una cosignificatio. Se establece, así, la
oposición entre significación léxica (significatio) y significación gramatical
(cosignificatio).
Opuesta a la suppositio se entiende como la relación entre las caras del signo,
siendo aquella la relación que vincula el signo al objeto designado, al referente. La
suppositio sería, de esta manera, el antecedente de la noción de designación manejada
por Coseriu.
También son estos los autores que oponen el valor potencial de una palabra a su
valor actual, enfrentando el valor de homo, fuera de contexto, al de homo musicus, ya
restringido por el marco contextual que supone el adjetivo.