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Feminismo estu
DEL ESCRAC
PEDAGOGÍA D
Por Eleonor Faur | Ilustración M
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24/2/2019 Del escrache a la pedagogía del deseo - Revista Anfibia
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Un año después, el 31 de julio de 2017, salió a la luz un video en el cual cuatro
famosos YouTubers abusan de una chica ebria en el cuarto de un hotel. La joven
yace en una cama, boca abajo, semiinconsciente. Los chicos la manosean, ella
apenas reacciona. Las redes estallan: si eso es abuso, si ella era menor, si estaba
ahí porque quería, si era fan de los influencers, por qué aparecía el video dos años
después. Los medios locales prestaron atención. Mabel Bianco, presidenta de
FEIM, dice: “Cuando la víctima lo rechaza abiertamente o cuando no puede
contestar por estar alcoholizada o drogada, si el otro aprovecha la falta de control,
se considera abuso”.
¿Cuántas chicas se reconocieron en esa escena? Para empezar: Malena. Al verla
comprendió aquella noche helada de 2015: no guardaba recuerdos nítidos pero sí
el registro del día después, el cuerpo dolorido, arañando, con marcas rojas y
violetas de sus mordidas y un aguijón de angustia partiéndole el esternón. Había
sido su primera experiencia sexual con un pibe, el del grupo de los populares.
Entonces tenían 14 años. Ella estaba semiinconsciente. Él se ponía un forro, ella le
pedía que parara que dolía, él respondía que es normal y seguía. Ella se
desplomaba, como la chica del video, pero él seguía. Despertó sola en un cuarto.
En agosto de 2017, después de viralizarse el video de los YouTubers, se publicó la
primera denuncia de una estudiante del Nacional Buenos Aires. El texto lo escribió
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la propia Malena. El tuit lo publicó una amiga. No era la primera denuncia por parte
de estudiantes secundarias, pero sí la primera de un colegio preuniversitario de la
UBA que circuló por las redes sociales.
La llamó la vicerrectora:
- ¿Qué ganás haciendo ésto? ¿No te das cuenta de que le arruinás la vida?
La vicerrectora le sugirió que borrara el tuit para evitar una denuncia legal por parte
de la familia del chico. Ella lo hizo pero el Tsunami ya se había desatado. Decenas
de pibas le contaron por mensaje directo situaciones similares. Las adolescentes
escaneaban sus recuerdos, buceaban en sus primeras experiencias sexuales y
encontraban escenas que les habían dejado un gusto amargo. ¿Por qué se habían
sentido incómodas tantas veces? ¿Acaso el deseo de los pibes estaba por encima
del suyo? ¿Eran esas las reglas implícitas en la erótica heterosexual? ¿Por qué sus
compañeros de militancia rechazaban sus demandas y excluían estos temas de la
agenda del centro de estudiantes que –decían- debía tratar “asuntos
importantes”? ¿Por qué esto no era importante para ellos? La ola desatada iba
mucho más allá del caso particular.
***
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¿Y dónde está la ESI?
Las denuncias públicas estallaron en los colegios de la ciudad de Buenos Aires: el
Belgrano; el Moreno; el Cortázar, el Mariano Acosta; el Lenguas Vivas. Los centros
de estudiantes armaron comisiones de género y reclamaron por la ESI. En
septiembre de 2017 hubo una extensa toma de colegios para luchar contra el
proyecto “Secundaria del futuro” del gobierno porteño. A esta consigna se sumó la
demanda de elaborar protocolos para atender situaciones de violencia de género y
discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género. Era la
primera vez que la ESI aparecía en la escena política de manera masiva y con una
exigencia legítima: la ley había sido sancionada en 2006 y pocas escuelas la
aplicaban. Los preuniversitarios de la UBA, que suelen considerarse de
“excelencia” (a veces, incluso de “vanguardia”), poco y nada.
Lxs estudiantes del Nacional y del Pellegrini se plegaron a la movida. En medio del
conflicto, el rector del Buenos Aires contó a la prensa que durante la toma había
ocurrido un abuso sexual y dio el nombre y apellido de la alumna abusada,
rompiendo los protocolos vigentes en la UBA (preservar la identidad de la víctima,
salvo que ella decida hacerlo público). También dijo que el adolescente sería
expulsado pero era un estudiante que había quedado libre y ya no concurría a
clase. Compartir con los medios los detalles de una situación abusiva fue
interpretado por lxs estudiantes como una maniobra política para deslegitimar la
toma.
Un año después, en 2018, cuando las denuncias se contaban por decenas, las
autoridades las señalaban como una “auténtica caza de brujas”. Toda la
responsabilidad se corrió hacia las pibas: el eslabón más frágil de la cadena. Ellas
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Los testimonios incluían acusaciones muy serias –como una violación- pero
también escenas naturalizadas para las generaciones mayores –por ejemplo, que
un chico insista para recibir un beso, un “pete” o un polvo. Si bien las chicas
identifican distintos niveles de gravedad en las acusaciones, no aplican un
escrachómetro, que sería “esto se publica, esto no”. ¿Por qué no? Porque
buscaban echar luz sobre las múltiples formas de la violencia y jerarquías
machistas que estaban aprendiendo. Y porque asumieron como postura política
sostener a cada compañera que sintiera la necesidad de publicar un testimonio.
Las chicas aprendieron a transitar una práctica política horizontal y empática y, en
sus grupos, debatieron las formas de gestionar las denuncias. Muchos varones se
sumaron y apoyaron el proceso iniciado por las pibas.
Hablemos del poder
No es casual que los grupos Mujeres empoderadas y Pibas superpoderosas
incorporen en su nombre la noción de poder. Ellas saben que se trata de alterar la
desigual circulación del poder entre los géneros, ése que cala en las
subjetividades de varones y de mujeres mientras que atraviesa las relaciones
sociales y que, en estos ámbitos, se expresa de manera nítida en el terreno de la
sexualidad y de la política estudiantil.
Cuando ellas dicen no es no rechazan las prácticas pero también las pedagogías
que sostienen quién tiene derecho a desear y quién debe permanecer en un lugar
pasivo, una lógica sexual según la cual la virilidad se demuestra exhibiendo
cantidad de levantes y la iniciativa femenina corre el riesgo de acarrear sanciones
morales: ellos son “ganadores”, ellas “putas” (Faur, Latfem).
Lo que está en discusión es la división sexual del deseo, las relaciones de poder
entre varones y mujeres, especialmente en los vínculos heterosexuales -casi no
hubo denuncias por parte de disidencias y personas no binarias-. “Llegó un
momento que nos dimos cuenta de que nos estaban usando como si fuéramos un
pedazo de carne. No era un chiste, no era cómodo para ninguna de nosotras,
muchas compañeras la pasaron mal”, dice Julieta, quinto año del Nacional.
Las pibas no sólo denunciaron situaciones abusivas de sus pares. Además,
desmenuzaron el currículo oculto: “en el programa de los cinco años de literatura
no hay ningún texto escrito por una mujer”, leen las estudiantes del turno
vespertino del CNBA en la entrega de medallas. “En cinco años de secundario
estudiamos la Segunda Guerra Mundial entre cuatro y seis veces pero nunca nos
mencionaron el movimiento sufragista”, escribió Sofía Iris Dama en un ensayo para
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- “Femipatrullas
Femipatrullas” para garantizar los cuidados durante las fiestas. Alumnas
voluntarias se comprometen a no beber, circulan con un brazalete o una insignia
luminosa, y buscan detectar posibles situaciones abusivas -forcejeos, insistencias,
incomodidad de las chicas-. La estrategia funcionó bien y ya no aparecen olas de
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segundo año del Pelle. Esto es: desandar las masculinidades forjadas a partir de
un sustrato jerárquico frente a otras identidades, comprender empáticamente el
dolor ajeno, pedir perdón y renunciar a determinada posición de poder. A este
ejercicio lo llaman deconstrucción, y con ello vuelven cotidiano un concepto
acuñado por Jacques Derrida y popularizado en la teoría feminista a partir de las
lecturas de Judith Butler. La deconstrucción se instala a modo de imperativo ético,
cambio de posición y condición de posibilidad para recuperar vínculos
erosionados.
Esta noción, que conlleva la posibilidad de aprendizaje, es la llave para replantear
las categorías con las cuales las chicas se manejaron (un chico es abusador) y
pasar a comprender que alguien puede tener conductas abusivas y que puede
transformarlas, según la distinción de Susana Topolesi. Los varones también lo
experimentaron como un cambio en su relación con las chicas y consigo mismos.
“Nosotros estamos muy armaditos y la deconstrucción es entender eso que fue
construido adentro tuyo (por otros) pero que vos mismo deconstruís. Deconstruirlo
no es solamente romperlo sino que es sacar parte por parte y entender: esto viene
de acá, esto viene de acá, esto viene de acá y esto viene de acá”, describe
Francisco.
En los casos en los que se acusa a un militante, el tratamiento tiene
particularidades, cuenta Nahuel. Algunas organizaciones políticas aprobaron
protocolos para no encubrir ni excluir a los denunciados. El desafío es acompañar
la deconstrucción “para cambiar esa sociedad patriarcal y machista, y se empieza
cambiando desde la misma persona”, explica Nacho, compañero de militancia de
Nahuel en el Pelle.
Los varones son conscientes que todo esto representa un profundo cambio
generacional, que consideran positivo: “Si los adultos se pusieran a revisar
encontrarían más cosas que nosotros. Nosotros nos enteramos de cosas que
hicimos entre los 13 y los 17. Son cuatro años de maduración sexual para revisar.
Son cosas que nosotros no sabíamos hace seis meses, menos las van a saber
ellos, que tienen muchos más años para revisar.”
La soledad frente a un espejo roto
Los varones que asumieron el desafío de mirarse en el espejo de las denuncias
publicadas por sus compañeras hicieron un esfuerzo importante para reconocer
sus privilegios e intentar desarticularlos. No lo hicieron solos, contaron con el
sostén de sus amigos, de amigas feministas, a veces de terapeutas y de novias, de
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Hacer públicas las denuncias y sostener “yo te creo, hermana” fue necesario en un
ámbito que invalidaba sus voces y que planteaba soluciones cosméticas o el
apriete a las mismas pibas. Así funcionan las jerarquías de género: sus hilos
invisibles naturalizan la desigualdad, y la palabra de las mujeres (y otros colectivos
discriminados) se desoye o cuestiona.
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Esta perspectiva anula cualquier espacio de reflexividad por parte del mundo
adulto. Un docente del Nacional sostiene que la mirada de sí mismos como la
“excelencia académica” obnubila cualquier posibilidad de revisión de las propias
prácticas y acompañamiento a las trayectorias estudiantiles. Ni siquiera habilita la
actualización pedagógica agrega un colega suyo. “La escuela se considera al
margen de conocer y aplicar leyes fundamentales, como las de educación
nacional, la de ESI, la de protección integral de los derechos de niñas, niños y
adolescentes. El DOE se planta en una mirada soberbia, del tipo “no hay nada
para decirles a los docentes”.
“Las chicas se están replanteando cómo establecer las relaciones entre géneros y
nosotros ¿desde dónde podemos hablarles? Como si tuviésemos experiencias
liberadoras para enseñar, ¡por favor, todo lo contrario! Los adultos tenemos que
llamarnos a recato, escuchar con un criterio muy amplio y acompañar con un
riesgo grande de equivocarnos junto a ellos”, admite una profesora del Pelle.
Muy avanzado el año, en el Nacional crearon una oficina de género para recibir
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“La escuela nos quedó vieja -aseguran lxs pibxs-. El sistema sigue siendo
patriarcal y el colegio es una institución del sistema. El único aspecto vanguardista
que tiene son sus estudiantes.”
COMENTARIOS
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Fernando Barraza
Es genial ver como les chiques llevan a la práctica y re-
dinamizan algo que a nosotres -sus madres/padres- nos
costaría una vida entera empezar siquiera a discutir. En
este caso se cumple el principio spinetteano del "mañana
es mejor". Me encantó la nota
Me gusta · Responder · 12 · 6 d · Editado
Renzo Bustamante
Excelente nota Eleonor
Me gusta · Responder · 2·6d
Natalia Brinatti
Muy buena nota!
Me gusta · Responder · 1·5d
Seba Vergara
excelente nota!
Me gusta · Responder · 1·5d
Zul Flores
Buena nota!
Me gusta · Responder · 5 d
Marcela Canelada
Excelente artículo!!! Muchas gracias Eleonor y Revista
Anfibia
Me gusta · Responder · 1·5d
Andrea Casabal
Muy buena nota. Super necesaria para lxs que nos
encontramos con estas denuncias también en espacios
punitivos como la Justicia Penal de Menores e intentamos
nuevos caminos.
Me gusta · Responder · 2·5d
Bere Nice
Gracias por esta nota!
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Solange Epelman
Excelente nota! Gracias!
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Eleonor Faur
ACADEMICO
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