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Eliana Riaños Gómez

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Gombrich, Ernst. La Historia del Arte. Introducción. El arte y los artistas. México.
Editorial Diana. 1993. Págs. 15-37.

“No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas”. p.1. Cuando apreciamos una obra, lo
que más influye en el criterio son nuestros gustos, pues cuando algo nos gusta generalmente
es porque nos lleva a algún recuerdo, situación o lugar. A esto le llamamos belleza, o
simplemente decimos que nos gusta o no. Cuando percibimos una imagen diferente, que no
es de nuestro agrado, o trae una experiencia negativa, tenemos la tendencia a rechazarla o a
calificarla, sin tener en cuenta la historia que hay en ella, el tiempo que ha dedicado el autor
en su elaboración o aun lo que signifique la obra.
El autor expone una comparación entre dos obras: el retrato delicado y tierno del hijo de
Rubens y el retrato de la madre de Durero donde se ve reflejada la vejez y el deterioro
físico humano. Se podría juzgar que el primer retrato es bello por el criterio de la mayoría
de las personas, pero el segundo también lo es porque los dos autores fueron movilizados
por un mismo sentimiento, el amor hacia sus familiares; entonces lo importante es observar
sin prejuicios para poder apreciar una obra y sacar lo más valioso de ella.
Claramente el autor menciona lo siguiente: “No existe mayor obstáculo para gozar de las
grandes obras de arte que nuestra repugnancia a despojamos de costumbres y prejuicios”.
p.13.
Gombrich se ha referido al arte como una palabra que no tiene un concepto definido, que
más bien tiene su significado de acuerdo al contexto histórico, por ello hace énfasis en que
“No existe, realmente el Arte. Tan solo artistas”.p1 y que las actividades que éstos realizan
son consideradas arte, por lo tanto no hay un Arte con mayúscula, esto es una idealización
que se tiene.
Un tema que toca Gombrich en este capítulo y que creo que a todos nos ha pasado es
cuando se critica una obra por estar “fuera de la realidad” mejor dicho por no pintar las
cosas como aparecen ante nuestros ojos, porque así nos lo han inculcado desde niños, pero
allí el autor hace una claridad fundamental y es que primero debemos saber si esa
formalización era intencional o si el artista se equivocó, solo cuando conozcamos los
motivos por los cuales se realizó la obra de esta manera podemos lanzar nuestra apreciación
sobre la misma, y sobre todo descubrir detalles que pueden ser ocultados por los prejuicios
que tengamos pues no nos dejan tener una experiencia completa al relacionarnos
con la imagen.
Respecto a representar tal y como vemos algo, el autor llega a una contradicción en el texto
cuando se habla del tema religioso, pues aquí lo representado no es lo que el ojo ha visto
sino lo que la mente ha imaginado, y cuando se busca una imagen fiel a la realidad se
castiga y se trata de blasfema, un ejemplo es la pintura de Caravaggio sobre San Mateo, al
pintarlo como un hombre trabajador y un poco tosco si se puede decir, fue rechazada por la
iglesia y de inmediato tuvo que ser pintada de nuevo de acuerdo a los parámetros
establecidos por ellos, un realismo castigado por los prejuicios de cómo debe aparecer un
santo en una pintura.
Una consideración muy importante del autor, lo que llamamos arte en nuestros días, en
algún momento no lo fue para los creadores de las obras, todo ese misticismo que le damos
a una pintura, a una escultura, hace que se eleven, olvidando que probablemente fueron
objetos que nada tenían que ver con ello, y que como dice Gombrich “son objetos
realizados por y para seres humanos”. p16
Otra de las ideas desarrolladas por E.G. es la de “acertar” p16 cuando un artista al realizar
su obra prueba distintos métodos de cómo formalizar, para encontrar un equilibrio entre los
que quiere hacer y como lo va hacer para que se vea su intención en la obra, por ejemplo
los estudios, los numerosos bocetos que se realizan antes de una pintura o una escultura
para lograr esa armonía que hace de ella una obra de arte.
Para terminar, quiero citar un fragmento en el que resumo el texto a manera de reflexión:
“Es cierto que algunos artistas, o algunos críticos en determinadas épocas, han tratado de
formular las leyes de su arte; pero inevitablemente resulta que los artistas mediocres no
consiguen nada cuando tratan de aplicar leyes semejantes, mientras que los grandes
maestros podrían prescindir de ellas y lograr sin embargo una nueva armonía como nadie
imaginara anteriormente”. P19

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