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UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO


FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS
V SEMESTRE
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Dr. Manuel López Noriega.
_______________________________________________________________________________

EXTRACTOS DE JURISPRUDENCIA
DELITOS CONTRA LA INTEGRIDAD MORAL.

FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LA PUNICIÓN:


Arts. 2-2, 15 (Derecho al Buen Nombre), 21 y 42-3 (Derecho a la Honra) y.

I
SENTENCIA C-489/02.

Honorable Corte Constitucional, sentencia C-489/02, del veintiséis (26) de junio de dos mil dos (2002), referencia:
expediente D-3838, M.P. Dr. Rodrigo Escobar Gil.-
“3.1.    Los derechos a la honra, al buen nombre y a la intimidad en el
ordenamiento Constitucional.
 
La Constitución Política dispone, de manera expresa, en su artículo 21, que se
garantiza el derecho a la honra, y, del mismo modo, en el inciso segundo del artículo 2,
establece que entre los deberes de las autoridades está el de proteger en su honra a
todas las personas residentes en Colombia. A su vez, en el artículo 42, se declara el
carácter inviolable de la honra, la dignidad y la intimidad de la familia.
 
Por otra parte, el artículo 15 superior reconoce el derecho a la intimidad personal y
familiar, contempla de manera especial el derecho de todas las personas a su buen
nombre y establece el deber para el Estado de respetar y hacer respetar esos derechos.
 
El derecho a la intimidad, está orientado a garantizar a las personas una esfera de
privacidad en su vida personal y familiar, al margen de las intervenciones arbitrarias
del Estado o de terceros. Comprende de manera particular la protección frente a la
divulgación no autorizada de los asuntos que conciernen a ese ámbito de privacidad.
 
El buen nombre ha sido entendido por la jurisprudencia y por la doctrina como la
reputación, o el concepto que de una persona tienen los demás y que se configura como
derecho frente al detrimento que pueda sufrir como producto de expresiones ofensivas o
injuriosas o informaciones falsas o tendenciosas. Este derecho de la personalidad es
uno de los más valiosos elementos del patrimonio moral y social y un factor intrínseco
de la dignidad humana que a cada persona debe ser reconocida tanto por el Estado,
como por la sociedad.[3] El derecho al buen nombre, como expresión de la reputación o
la fama que tiene una persona, se lesiona por las informaciones falsas o erróneas que se
difundan sin fundamento y que distorsionan el concepto público que se tiene del
individuo.[4]
 
Por su parte, el artículo 21 de la Carta contempla el derecho a la honra, concepto este
último que aunque en gran medida asimilable al buen nombre, tiene sus propios
perfiles y que la Corte en la sentencia T-411 de 1995 [5] definió como la estimación o
deferencia con la que, en razón a su dignidad humana, cada persona debe ser tenida
por los demás miembros de la colectividad que le conocen y le tratan. Puso de presente
la Corte que, en este contexto, la honra es un derecho “... que debe ser protegido con el
fin de no menoscabar el valor intrínseco de los individuos frente a la sociedad y frente a
sí mismos, y garantizar la adecuada consideración y valoración de las personas  dentro
de la colectividad”.
 
En la Sentencia C-063-1994 la Corte precisó el alcance que dentro del derecho a la
honra tiene el concepto del honor y señaló que “[a]unque honra y honor sean
corrientemente considerados como sinónimos, existe una diferencia de uso entre ellos.
El honor se refiere a la conciencia del propio valor, independiente de la opinión ajena;
2

en cambio la honra o reputación es externa, llega desde afuera, como ponderación o


criterio que los demás tienen de uno, con independencia de que realmente se tenga o no
honor; uno es el concepto interno -el sentimiento interno del honor-, y otro el concepto
objetivo externo que se tiene de nosotros -honra-.”
 
En cualquier caso, la honra es un derecho fundamental de todas las personas, que se
deriva de su propia dignidad y que por lo tanto demanda la protección del Estado a
partir de esa consideración de la dignidad de la persona humana. Al referirse al núcleo
del derecho a la honra, la Corte, en Sentencia T-322 de 1996 [6], señaló que del mismo
hace parte tanto, la estimación que cada individuo hace de sí mismo, como, desde una
perspectiva externa, el reconocimiento que los demás hacen de la dignidad de cada
persona, y expresó que para que pueda tenerse como afectado el derecho a la honra,
esos dos factores debe apreciarse de manera conjunta…

…3.3.    Los delitos que atentan contra la integridad moral de la personas


 
Tradicionalmente el ordenamiento jurídico colombiano ha considerado la honra y el
buen nombre como bienes jurídicos de la mayor trascendencia y cuya protección
amerita la intervención del derecho penal.
 
Con frecuencia se han expresado en nuestro medio opiniones favorables a la
descriminalización de las conductas que atentan contra esos bienes jurídicos, sin
embargo en la exposición de motivos del proyecto de Código Penal presentado a la
consideración del Congreso de la República por el Fiscal General de la Nación, se puso
de presente que tal opción no estaría en consonancia con el contexto constitucional que
califica la honra como derecho fundamental y objeto de especial garantía para la
persona por parte del Estado. A ese efecto el Fiscal General acogió en su exposición una
expresión de la Corte Suprema de los Estados Unidos conforme a la cual “... el derecho
individual a la protección del propio buen nombre no refleja más que nuestro concepto
básico de dignidad esencial y valor de todo ser humano, un concepto que ha de hallarse
en la raíz de cualquier sistema decente de libertad ordenada” ( Rosenblat vs. Baer.
1966).
 
En ese contexto, el Código Penal, de manera general y sin perjuicio de ciertas
especificaciones normativas, ha previsto fundamentalmente los delitos de injuria,
referido a las imputaciones deshonrosas, y de calumnia, que penaliza la falsa
imputación de una conducta típica.
 
El legislador ha estimado, por otra parte, que en atención al bien jurídico tutelado, en
los delitos que atentan contra la integridad moral, la procedencia de la acción penal
debe condicionarse a la querella del afectado, tal como se desprende de lo dispuesto en
los artículos 31 y 35 del Código de Procedimiento Penal. Así mismo ha previsto, en los
artículos demandados, que en tales delitos, la retractación, producida en las
condiciones del artículo 225 del Código Penal,  extingue la acción penal sin que pueda
derivarse responsabilidad penal para el infractor.
 
3.4.   La tensión entre los derechos constitucionales al buen nombre y a la honra y
la libertad de expresión.
 
La protección constitucional de los derechos a la intimidad, al buen nombre o a la
honra de las personas se encuentra en permanente tensión con las libertades de
expresión y de opinión, y la jurisprudencia constitucional ha otorgado a estas últimas
una prevalencia sobre las primeras, en atención a su importancia para la vida
democrática y para el libre intercambio de ideas.
 
No obstante lo anterior, la propia Constitución ha previsto modalidades de protección
de la honra y el buen nombre de las personas frente a las lesiones que tales derechos
puedan sufrir como consecuencia del ejercicio de la libertad de expresión. En particular,
el propio artículo 20 de la Carta, que consagra la libertad de expresión, garantiza el
derecho a la rectificación en condiciones de equidad.
 
La rectificación procede cuando a través de un medio de comunicación se ha difundido
una información que no corresponde a la verdad, o que presenta una visión parcializada
3

o incompleta de los hechos, de manera que se afecte a una persona en su imagen o


reputación.
 
Sin embargo, más allá del derecho a la rectificación, cuando a través de los medios de
comunicación se realicen afirmaciones que denoten intención dañina o negligencia en la
determinación de la veracidad de la información, además de la obligación de rectificar,
puede verse comprometida la responsabilidad civil o penal del comunicador o del medio
en el que se difunde tal información.
 
Particularmente, en materia penal, como se ha dicho, el legislador ha previsto los tipos
de la injuria y la calumnia que se ven agravados cuando los delitos se cometen a través
de medios de difusión masiva.
 
En esta materia, de manera reiterada la Corte Suprema de Justicia ha expresado que
para que se estructure el delito de injuria se requiere el animus injuriandi o sea la
conciencia del carácter injurioso de la acción. [7] Tal como lo ha expresado esta
corporación retomando la jurisprudencia de la Corte Suprema, tal requisito comporta
“...(i) que la persona  impute  a otra conocida o determinable un hecho deshonroso, (ii)
que quien haga la imputación tenga conocimiento del carácter deshonroso de ese hecho,
(iii) que el carácter deshonroso del hecho imputado   dañe o menoscabe  la honra de
aquella persona, (iv) que quien haga la imputación   tenga conciencia  de que el hecho
atribuido tiene esa capacidad de dañar o menoscabar la honra de la persona” [8].
 
A su vez, en relación con la calumnia, la Corte Suprema de Justicia, también de
manera reiterada, ha expresado que “... para que el tipo penal que define la calumnia
tenga realización es imprescindible que en la expresión tildada como tal, con ánimo de
ocasionarle daño, se impute falsamente a una persona su autoría o participación en una
conducta sancionada penalmente.”
 
Así, se tiene que en ambos casos debe estar presente la intención dañina, ante la cual,
la protección preferente que el ordenamiento brinda a la libertad de expresión, cede
claramente, para que se manifiesten en toda su dimensión los derechos al buen nombre
y a la honra.
 
En Colombia, tradicionalmente, frente a las lesiones de esos derechos el ordenamiento
jurídico había previsto una modalidad de protección penal dispositiva en cabeza de la
víctima, conforme a la cual, tanto la iniciación del proceso penal como su culminación
anticipada por retractación del agresor dependían de la voluntad de ésta.
 
En la disposiciones acusadas, el legislador ha previsto para la retractación en
condiciones de equidad la capacidad de extinguir la acción penal, sin que para ello sea
necesario el consentimiento de la víctima. Cabe apreciar en ello, y tal como se expresó
en la exposición de motivos del proyecto de ley que culminó con la expedición del
Código Penal,  una manifestación de economía procesal y una decisión de política
criminal en torno a la necesidad preventiva de sanción penal. Pero tal decisión
legislativa comporta también una protección adicional de la libertad de expresión,
puesto que aún en el evento extremo de las conductas injuriosas o calumniosas, se
excluye la posibilidad de derivar responsabilidad penal al agente, cuando quiera que el
daño causado sea subsanado como consecuencia de la retractación pública y en
condiciones de equidad…”
Honorable Corte Constitucional, sentencia C-489/02, del veintiséis (26) de junio de dos mil dos (2002), referencia:
expediente D-3838, M.P. Dr. Rodrigo Escobar Gil.-

II
SENTENCIA C-417/09.

Honorable Corte Constitucional, sentencia C-417/09, del veintiséis (26) de junio de dos mil nueve (2009), referencia:
expediente D-7483, M.P. Dr. Juan Carlos Henao Pérez.-
“  2.b.1.a. Bien jurídico protegido
 
13. Las conductas típicas de la injuria y de la calumnia pretenden salvaguardar, en lo
fundamental, el derecho a la integridad moral (Cod. Pen. 1936, 1980, 2000). En los
4

ordenamientos penales colombianos del siglo XIX fue una constante catalogar estos
tipos penales dentro de bienes jurídicos que se han considerado semejantes, como lo
son el derecho a la honra, a la fama y a la tranquilidad de los particulares (Cod. Pen.
1837, 1890).
 
14. La posición de proteger el derecho a la integridad moral como bien jurídico
fundamental de una persona, fue discutida ampliamente en los debates surtidos con
precedencia al Código Penal de 1936. En los trabajos preparatorios de ese código[3], el
primer problema que se plantearon los legisladores de la época fue definir la forma de
ordenar los delitos llamados a salvaguardar el bien jurídico del honor. Y basados en la
discusión que se planteó en la legislación comparada que por entonces se analizó[4], y
que seguía a Carrara[5], se buscó determinar “si se adopta el método de colocar bajo
títulos diferentes las varias especies de ataques al honor, según que el culpable se haya
dirigido o no a la autoridad judicial, o si se engloban todas las injurias al patrimonio
moral en la rúbrica de los delitos contra las personas”. Se inclinó la comisión redactora
por la segunda opción, tras considerar que las razones ofrecidas por Carrara para
incluir tal conducta dentro de las infracciones contra la administración de justicia[6],
no parecían sólidas.
 
15. En efecto, los miembros de la comisión consideraron que el derecho lesionado no es
el único factor a tener en cuenta al momento de catalogar las infracciones, pues a pesar
de que es importante no debe ser excluyente, ya que la intención delictuosa o dolo, es el
que le da el verdadero matiz a las acciones humanas, amén de que tampoco debía pasar
inadvertida “la intensidad de la violación del derecho, o sea el volumen del daño
inmediato sufrido por las diversas víctimas”.
 
De esa manera -dijeron los redactores-, con un denuncio falso el fin del delincuente es,
en la mayoría de los casos, ofender a un particular; así, aunque la administración de
justicia sufra un quebranto, “el derecho a la buena reputación y a la honra vale más que
el derecho a que no se extravíe la administración de justicia, y el daño y el perjuicio
experimentado por el particular a quien acusa, es incomparablemente mayor que el que
experimenta la autoridad pública”. Así pues, partiendo de la importancia de la intención
delictuosa, el derecho a la integridad moral fue definido como el bien jurídico
fundamental a proteger con los mencionados tipos penales[7].
 
16. En cuanto al Código de 1980, no existen registros relevantes dentro de los debates
que precedieron su expedición. Esta ordenación condensa en un capítulo único los
delitos de injuria y calumnia e incluye la eximente de responsabilidad por prueba de la
verdad (art. 317) así como de sus excepciones, a partir de una fórmula común para
ambos delitos, esto último heredado de la Ley 29 de 1944, conforme adelante se
analiza[8].
 
17. En los debates que desembocaron en el actual Código Penal[9], Ley 599 de 2000,
una vez reconocido el clamor acerca de la descriminalización, se adujo que estas
posturas son “apartadas del contexto constitucional que califica la honra como derecho
fundamental y objeto de especial garantía a la persona por parte del Estado”[10].
 
Por tanto se consideró, citando al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que “ el
derecho individual a la protección del propio nombre no refleja más que nuestro concepto
básico de dignidad esencial y valor de todo ser humano, un concepto que ha de hallarse
en la raíz de cualquier sistema decente de libertad ordenada” (Rosenblatt vs. Baer,
1966).
 
Igualmente, se justificó la permanencia de estas figuras, debido a “la intensidad de la
guerra verbal que en nuestro país se vive [que] hace aconsejable  mantener la pena
privativa de la libertad. Lo anterior especialmente, por cuanto por razones políticas,
publicitarias y otras, sería muy rentable injuriar y calumniar, para posteriormente, por la
vía de la oblación, extinguir la punición sin consecuencias de ningún tipo en el ámbito de
la prevención general y especial. Igualmente se propone, que lo constitutivo de la
calumnia, no es la imputación de un hecho falso del cual se predique la tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad, sino que, basta que se impute falsamente una conducta
típica. Causa el mismo daño a la honra, y sus efectos, son igualmente irreversibles,
cuando falsamente se predica que una persona ha sido autora de un homicidio o un
peculado pero bajo el amparo de una causal de ausencia de responsabilidad” [11] .
5

 
2.b.1.b. Descripción de las conductas objeto de reproche
 
18. La característica esencial de la calumnia[12] es la imputación de un hecho falso
(Cod. Pen. 1837, 1890, 1936, 1980, 2000). Su variación se centró en las consecuencias
que se derivaran para el calumniado, si el hecho resultare cierto. De ese modo, era
calumnia si el hecho imputado generaba solamente deshonra (Cod. Pen.1837[13]) o si
también producía alguna pena o constituía un delito (Cod. Pen. 1890[14], 1936[15]).
 
19. Desde 1980 la calumnia se limitó a la imputación de un hecho tipificado en el
derecho penal; pero en aquél código se castigó la atribución falsa de un hecho punible
mientras que en el código de 2000, se concluyó que el delito se configuraba cuando se
imputaba una conducta típica, excluyendo de la imputación los calificativos de
antijuridicidad y culpa, que traía el ordenamiento anterior.
 
20. La descripción de la conducta de injuria, por su parte, se basó en general en el
ataque contra la honra. Fue descrita como “toda palabra dicha contra alguno, capaz en
la opinión común, (…) de generar deshonra” (C.P. 1837), o “la ofensa con palabras al
honor, la divulgación de vicios privados, el echar en cara una falta” (Cod. Pen. 1890[16],
1936[17]), o simplemente, la exteriorización de “imputaciones deshonrosas” (Cod. Pen.
1980, 2000).
 
Por ende, imputar hechos delictivos falsos concretos, a sabiendas de que no son ciertos,
es calumniar, mientras que hacer imputaciones o afirmaciones deshonrosas
indeterminadas, o enrostrar condiciones de inferioridad, aunque sean verdaderas, es
injuriar.
 
21. En relación con el delito de calumnia, anotó la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia (Auto de 9 de septiembre de 1983) que los elementos que la
estructuran son: “1)La atribución de un hecho delictuoso a persona determinada o
determinable; 2) Que el hecho delictuoso atribuido sea falso; 3) Que el autor tenga
conocimiento de esa falsedad; y 4) Que el autor tenga la voluntad y conciencia de
efectuar la imputación”.

Frente a la injuria, la mencionada Corporación, mediante auto de 29 de septiembre de


1983, explicó que el tipo penal se estructura una vez se satisfagan los siguientes
requisitos “1) Que una persona impute a otra conocida o determinable un hecho
deshonroso; 2) Que el imputado tenga conocimiento del carácter deshonroso del hecho, 3)
Que el carácter deshonroso del hecho imputado dañe o menoscabe la honra de aquella
persona; 4) Que el imputador tenga conciencia de que el hecho atribuido tiene esa
capacidad de dañar o menoscabar la honra de la persona”.”
Honorable Corte Constitucional, sentencia C-417/09, del veintiséis (26) de junio de dos mil nueve (2009), referencia:
expediente D-7483, M.P. Dr. Juan Carlos Henao Pérez.-

III
SENTENCIA C-442/11.

Honorable Corte Constitucional, sentencia C-442/11, del veinticinco (25) de mayo de dos mil once (2011),
referencia: expediente D-8295 , M.P. Dr. Humberto Antonio Sierra Porto.-
“4. La libertad de expresión a la luz de los tratados internacionales de derechos
humanos y del ordenamiento constitucional colombiano.
 
Tal como plantean los demandantes los tipos penales de injuria y calumnia pueden ser
considerados, eventualmente, como una limitación a la libertad de expresión. Aunque, en
todo caso, esta cuestión no es del todo pacífica porque también puede defenderse la tesis
que la injuria y la calumnia no hacen parte del ámbito protegido por esta libertad, pues
ésta no cobija el derecho al insulto que, en definitiva sería la conducta reprimida al menos
mediante el tipo penal de injuria[2]. Es decir, que las manifestaciones injuriosas estarían
excluidas, desde un inicio, del haz de comportamientos protegidos por este derecho.
 
Al margen de este debate teórico; en el cual a su vez están involucradas tesis divergentes
sobre el contenido de los derechos fundamentales, sus posibilidades de limitación, al igual
6

que las técnicas que debe emplear el juez constitucional para examinar la
constitucionalidad de las restricciones establecidas por el legislador; definir el alcance de
la libertad de expresión es relevante en el caso concreto con el propósito de examinar la
legitimidad constitucional de la tipificación penal de los delitos de injuria y calumnia.
 
Para estos efectos resulta particularmente relevante la sentencia T-391 de 2007, en la
cual la Sala Tercera de Revisión realiza una exposición detallada del alcance y contenido
de esta libertad a la luz del ordenamiento jurídico colombiano. A continuación se realizará
una síntesis de algunos de los argumentos expuestos en tal providencia.
 
En primer lugar, el cuerpo normativo que regula este derecho está conformado por el
artículo 20 constitucional[3], el artículo 13 de la CADH[4] y el artículo 19 del PIDCP[5]. Ahora
bien, todos estos preceptos son plurinormativos y no regulan exclusivamente la libertad
de expresión, por esa razón esta Corporación se ha referido a la libertad de expresión en
sentido estricto cuando ha querido distinguir entre los distintos contenidos que se
desprenden de los preceptos antes aludidos.
 
Desde esa perspectiva ha definido la libertad  de expresión en sentido estricto como el 
derecho de las personas a expresar y difundir libremente el propio pensamiento,
opiniones, informaciones e ideas, sin limitación, a través del medio y la forma escogidos
por quien se expresa. Desde esa perspectiva puede ser entendida como una libertad
negativa pues implica el derecho de su titular a no ser molestado por expresar su
pensamiento, opiniones, informaciones o ideas personales, y cuenta con una dimensión
individual y una colectiva, pero también como una libertad positiva pues implica una
capacidad de actuar por parte del titular del derecho y un ejercicio de
autodeterminación[6].
 
En su aspecto individual, comprende no solamente el derecho formal a expresarse como
tal sin interferencias arbitrarias, sino el derecho a utilizar cualquier medio apropiado para
difundir el propio pensamiento, no se agota por lo tanto en el reconocimiento del derecho
a hablar o escribir, sino que va ligada al derecho a utilizar cualquier medio adecuado para
difundir el pensamiento y hacerlo llegar al mayor número de destinatarios. Al ser la
expresión y el medio de difusión de dicha expresión indivisibles, las restricciones sobre las
posibilidades de divulgación constituyen, igualmente, una limitación de la libertad de
expresión. Igualmente esta libertad también abarca el derecho a escoger la forma y
el tono que se prefieran para expresar las ideas, pensamientos, opiniones e informaciones
propias. También cuenta con una dimensión colectiva, materializada en el derecho de
todas las personas a recibir tales pensamientos, ideas, opiniones e informaciones de parte
de quien las expresa.
 
Se han distinguido ocho rasgos del ámbito constitucionalmente protegido de la libertad
de expresión: (1) su titularidad es universal sin discriminación, compleja, y puede
involucrar intereses públicos y colectivos, además de los intereses privados del emisor de
la expresión; (2) sin perjuicio de la presunción de cobertura de toda forma de expresión
por la libertad constitucional, existen ciertos tipos específicos de expresión prohibidos; (3)
existen diferentes grados de protección constitucional de los distintos discursos
amparados por la libertad de expresión, por lo cual hay tipos de discurso que reciben una
protección más intensa que otros, lo cual a su vez tiene directa incidencia sobre la
regulación estatal admisible y el estándar de control constitucional al que se han de
sujetar las limitaciones; (4) protege expresiones exteriorizadas mediante el lenguaje
convencional, como las manifestadas por medio de conducta simbólica o expresiva
convencional o no convencional; (5) la expresión puede efectuarse a través de cualquier
medio elegido por quien se expresa, teniendo en cuenta que cada medio en particular
plantea sus propios problemas y especificidades jurídicamente relevantes, ya que la
libertad constitucional protege tanto el contenido de la expresión como su forma y su
manera de difusión; (6) la libertad constitucional protege tanto las expresiones
socialmente aceptadas como aquellas consideradas inusuales, alternativas o diversas, lo
cual incluye las expresiones ofensivas, chocantes, impactantes, indecentes, escandalosas,
excéntricas o simplemente contrarias a las creencias y posturas mayoritarias, ya que la
libertad constitucional protege tanto el contenido de la expresión como su tono; (7) su
ejercicio conlleva, en todo caso, deberes y responsabilidades para quien se expresa; por
último (8) impone claras obligaciones constitucionales a todas las autoridades del Estado,
así como a los particulares.
 
7

La titularidad es universal, pues es definida por la expresión “toda persona” empleada por


el artículo 20 constitucional, el artículo 19 del PIDCP y el artículo 13 de la CADH. Esta
Corporación ha sostenido que se trata de una titularidad compleja puesto que involucra al
mismo tiempo los intereses de quien se expresa, del receptor de la comunicación, y en
algunas oportunidades de ciertas audiencias o el mismo público en general; de allí que
sean titulares de la libertad de expresión, en relación con un acto de comunicación
determinado, tanto el emisor como el receptor, que en ciertos casos puede ser una
colectividad o el público en general.
 
Los intereses del emisor, o quien se expresa, están siempre presentes, especialmente por
el carácter de derecho fundamental de la libertad de expresión y su vinculación directa
con las posibilidades de autorrealización y dignificación individuales. Además, es un
instrumento para el ejercicio de otros derechos fundamentales, como la libertad religiosa,
la participación política o el libre desarrollo de la personalidad. El interés del emisor
radica tanto en expresar sus ideas, pensamientos, opiniones e informaciones, como en
transmitirlas y diseminarlas al público que escoja.
 
La Corte ha reconocido que las personas jurídicas también son titulares de este derecho,
especialmente ha reconocido la existencia de un derecho a la libertad de expresión en
cabeza de los medios de comunicación. Existe igualmente estrecha relación entre la
libertad de expresión del medio de comunicación en tanto persona jurídica, y la libertad
de expresión de las personas naturales que forman parte de la estructura organizacional
de tales personas jurídicas. Por ejemplo, los editores, redactores, reporteros y otros
periodistas o comunicadores sociales, que contribuyen a la transmisión de expresiones de
terceros, a la vez que ejercen su propia libertad de expresión.
 
Los intereses del receptor de la expresión también son determinantes para establecer el
alcance de esta libertad pues se trata de un derecho de doble vía que involucra tanto al
emisor como al receptor de actos comunicativos concretos. El interés del receptor de un
acto comunicativo también puede apreciarse desde la dimensión colectiva de la libertad de
expresión, consistente en el derecho de toda persona a recibir o conocer informaciones,
opiniones, ideas y pensamientos, dimensión que debe ser garantizada simultáneamente
con la del individuo que se expresa. En una democracia, los intereses de los que reciben el
influjo de distintas expresiones son primordiales, puesto que de ello depende la formación
de sus preferencias como ciudadanos.
 
Además existen casos en los que se involucra el interés público, bien sea porque éste se
entremezcla con el interés del receptor o la audiencia de la emisión –caso en el cual opera
como un refuerzo a la protección de la libertad en comento-, bien sea porque la expresión
puede afectar elementos específicos de dicho interés público –caso en el cual opera como
un eventual límite a su ejercicio-.
 
A pesar de la presunción de que toda forma de expresión esta cobijada por el derecho
fundamental en estudio existen ciertos tipos específicos de expresión prohibidos. Entre
estos se cuentan: (a) la propaganda en favor de la guerra; (b) la apología del odio nacional,
racial, religioso o de otro tipo de odio que constituya incitación a la discriminación, la
hostilidad, la violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier motivo
(modo de expresión que cobija las categorías conocidas comúnmente como discurso del
odio, discurso discriminatorio, apología del delito y apología de la violencia); (c) la
pornografía infantil; y (d) la incitación directa y pública a cometer genocidio. Estas cuatro
categorías se han de interpretar con estricta sujeción a las definiciones fijadas en los
instrumentos jurídicos correspondientes, para así minimizar el riesgo de que se sancionen
formas de expresión legítimamente acreedoras de la protección constitucional.
 
Con excepción de estas formas de expresión, estrictamente definidas, la presunción
constitucional de cobertura por la libertad de expresión, y la sospecha correlativa de
inconstitucionalidad de toda limitación –legislativa, administrativa o judicial- a la
expresión, se aplican en principio a toda forma de expresión humana.
 
Existen diferentes grados de protección constitucional en los variados ámbitos de la
expresión humana protegidos por la libertad de expresión stricto senso, por lo cual hay
tipos de discurso que reciben una protección más reforzada que otros, lo que incide
directamente sobre la regulación estatal admisible y el estándar de control constitucional
al que se han de sujetar las limitaciones. Gozan de mayor grado de protección el
8

discurso político, el debate sobre asuntos de interés público, y los discursos que


constituyen un ejercicio directo e inmediato de derechos fundamentales adicionales que
se vinculan necesariamente a la libertad de expresión para poder materializarse.
 
Por otra parte, existen manifestaciones de la libertad de expresión que constituyen el
ejercicio de otros derechos fundamentales, la cual por lo tanto es una condición necesaria
para su ejercicio y ha de recibir especial protección en estos ámbitos particulares. Se
trata, en resumen, de ocho tipos de discurso: (a) la correspondencia y demás formas de
comunicación privada, (b) los discursos estéticos, morales, emotivos o personales,
manifestados a través de expresiones verbales, artísticas, o de conductas simbólicas o
expresivas, sin perjuicio de la protección constitucional explícita de la libre expresión
artística; (c) la exposición de convicciones y la objeción de conciencia; (d) el discurso
religioso; (e) el discurso académico, investigativo y científico; (f) las expresiones realizadas
en el curso de manifestaciones públicas pacíficas; (g) el discurso cívico o de participación
ciudadana, y (h) el discurso de identidad, que expresa y refuerza la propia adscripción
cultural y social.
 
Ha sostenido esta Corporación que, a diferencia de los discursos especialmente
protegidos, otras formas de expresión pueden ser objeto de mayores limitaciones bien sea
porque el ejercicio de la libertad de expresión mediante dichos discursos implica cargas,
deberes o responsabilidades constitucionales expresas, o porque su ejercicio ha de
armonizarse satisfactoriamente con el ejercicio de los derechos constitucionales de los
demás, como es el caso de la expresión comercial y publicitaria o la expresión que puede
resultar socialmente ofensiva. No obstante, en estos casos también se aplica la presunción
constitucional de cobertura y la sospecha de inconstitucionalidad de las limitaciones a la
libertad de expresión.
 
Igualmente se ha puesto de manifiesto que la expresión protegida por la libertad bajo
estudio puede ser tanto la del lenguaje convencional, como la manifestada a través de
conducta simbólica o expresiva, convencional o no convencional. En tal sentido la
expresión puede efectuarse a través de cualquier medio elegido por quien se expresa. La
protección constitucional se extiende a dicho proceso de transmisión y difusión, así como
al medio utilizado, ya que la libertad constitucional que se estudia protege tanto
el contenido de la expresión como su forma. Cada medio expresivo en particular, además
de gozar de un nivel básico de protección constitucional compartido por todas las formas
de transmisión y difusión de las expresiones, plantea a la vez sus propios problemas y
especificidades constitucionalmente relevantes, que inciden sobre el alcance de esta
libertad en casos concretos. Lo anterior no significa que cualquier persona pueda exigir el
derecho de acceder a determinado medio de comunicación masiva, público o privado,
creado por otros cuya libertad también está protegida. Así, los directores o editores de un
medio masivo son los titulares del derecho a decidir qué se ha de divulgar a través de
dicho medio, sin perjuicio del derecho de rectificación y, en ciertos ámbitos definidos por
la ley en desarrollo de la Constitución, del derecho de réplica.
 
Finalmente la libertad constitucional protege tanto las expresiones socialmente aceptadas
como las que son inusuales, alternativas o diversas, lo cual incluye las expresiones
ofensivas, chocantes, impactantes, indecentes, escandalosas, excéntricas o simplemente
contrarias a las creencias y posturas mayoritarias, ya que la libertad constitucional
protege tanto el contenido de la expresión como su tono.
 
Su ejercicio conlleva, en todo caso, deberes y responsabilidades para quien se expresa. El
alcance de estos deberes y responsabilidades variará, dependiendo del tipo de discurso
que se exprese, el ámbito en el cual se haga uso de él y los medios utilizados. En todo
caso han de estar definidos con previsión en la ley, sin perjuicio de la aplicación directa de
los derechos fundamentales de terceros, como el buen nombre y la intimidad.
 
La Corte también ha hecho énfasis en la especial importancia de este derecho en el
ordenamiento jurídico colombiano, y ha señalado que ocupa un lugar privilegiado dentro
del catálogo de derechos fundamentales por (1) consideraciones filosóficas sobre la
búsqueda de la verdad, (2) razones derivadas del funcionamiento de las democracias, (3)
motivos atinentes a la dignidad y autorrealización individual, (4) consideraciones sobre la
preservación y aumento del patrimonio cultural y científico de la sociedad, y (5) motivos
históricos y consideraciones prácticas sobre la incapacidad estatal de intervenir
apropiadamente en esta esfera.
9

 
No obstante, la libertad de expresión puede ser objeto de limitaciones, esa posibilidad se
desprende claramente del artículo 13 de la CADH cuando señala que su ejercicio puede
ser objeto de responsabilidades ulteriores fijadas por la ley y necesarias para garantizar
los derechos y la reputación de los demás, la seguridad nacional, el orden público o la
moral pública. En el mismo sentido el artículo 19 del PIDCP expresamente señala que este
derecho puede ser objeto de restricciones siempre y cuando estén expresamente fijadas
por la ley y sean necesarias asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás; o la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas.

En todo caso las limitaciones a la libertad de expresión están sujetas a un control


constitucional estricto, como ha señalado de manera reiterada la jurisprudencia de esta
Corporación. Ahora bien, como se anotó previamente se ha entendido que los tipos
penales de injuria y calumnia se erigen como restricciones a la libertad de expresión,
razón por la cual resulta necesario explorar esta perspectiva.
 
5. Los tipos penales de injuria y calumnia como medidas de protección de los
derechos fundamentales a la honra y al buen nombre.
 
La Corte Constitucional ha indicado que la honra y el buen nombre constituyen derechos
fundamentales que se protegen tanto en sede de tutela, como a través de las instancias
civiles y penales[7].
 
La delimitación conceptual que ha hecho la Corporación de estos derechos fundamentales
permite concluir que el buen nombre se refiere a la reputación de la persona [8], mientras
que la honra hace alusión al respeto que la persona merece por su propia condición de
tal[9]. Empero, la jurisprudencia constitucional no ha distinguido de manera absoluta
ambos conceptos. En muchos casos[10], se indica que buen nombre es reputación, al igual
que honra. De igual manera se encuentran decisiones en las cuales buen nombre y honra
se refiere a la conducta en sociedad, sin precisar en qué se diferencian.
 
En la sentencia C-489 de 2002, con ocasión del estudio de aspectos normativos de los
tipos penales de injuria y calumnia, la Corte parece acoger la distinción entre reputación y
respeto, para vincular el buen nombre al primero y la honra al segundo. Ello guarda
estrecha relación con decisiones en las cuales se considera el derecho al buen nombre
vinculado a una actividad exterior de la persona (natural o jurídica).
 
En esta decisión la Corte considera que el buen nombre alude a la reputación de la
persona, es decir, a la apreciación que la sociedad emite de la persona por su
comportamiento en ámbitos públicos[11]. Mientras que la honra, por su parte, se refiere a
la valoración de comportamientos en ámbitos privados, así como la valoración en sí de la
persona. En suma, el buen nombre se refiere a la apreciación que se otorga a la persona
por asuntos relacionales (cumplimiento de obligaciones dinerarias [12], aptitud para dirigir
un equipo deportivo[13], entre otras), mientras que la honra se refiere más a la apreciación
de la sociedad hacia una persona, a partir de su propia personalidad y comportamientos
privados directamente ligados con ella.
 
En sentencia T-1319 de 2001 la Corte utilizó esta distinción, al considerar las expresiones
dirigidas a cuestionar la aptitud de un director de un equipo deportivo:
 
“25. En este orden de ideas, no puede sostenerse que exista un atentado contra el
buen nombre del demandante, pues dicha calificación es producto de la manera como
la sociedad –de la cual hace parte el demandado -, aprecia su ejercicio profesional
como director técnico del equipo que dirigía. Tampoco se aprecia violación de la honra
del demandante, pues las imputaciones –ineptitud, incompetencia, etc.- no aluden a la
personalidad del demandante, sino al ejercicio de su profesión de director técnico. Es
decir, no implican una minusvalía de (…) como persona anónima, sino del personaje
público (…) director técnico del equipo de fútbol.”
 
Ello permite distinguir claramente la relación de cada uno de tales derechos con la
dignidad humana. Tratándose de la honra, la relación con la dignidad humana es
estrecha, en la medida en que involucra tanto la consideración de la persona (en su valor
10

propio), como la valoración de las conductas más íntimas (no cubiertas por la intimidad
personal y familiar). El buen nombre, por su parte, también tiene una cercana relación
con la dignidad humana, en la medida en que, al referirse a la reputación, protege a la
persona contra ataques que restrinjan exclusivamente la proyección de la persona en el
ámbito público o colectivo.
 
La distinción entre los ámbitos protegidos del buen nombre y la honra tiene repercusiones
en cuanto a las conductas restringidas en aras de su protección. En la mencionada
sentencia C-489 de 2002 la Corte precisó que “el derecho al buen nombre, como expresión
de la reputación o la fama que tiene una persona, se lesiona por las informaciones falsas o
erróneas que se difundan sin fundamento y que distorsionan el concepto público que se
tiene del individuo”. Ello implica que la afectación del buen nombre se origina,
básicamente, por la emisión de información falsa o errónea y que, a consecuencia de ello,
se genera la distorsión del concepto público.
 
Por el contrario, la honra se afecta tanto por la información errónea, como por las
opiniones manifiestamente tendenciosas respecto a la conducta privada de la persona o
sobre la persona en si misma. No es necesario en este caso, que la información sea falsa o
errónea, se cuestiona la plausibilidad de la opinión sobre la persona.
 
Como consecuencia de lo anterior, en la sentencia T-213 de 2004 se distinguió en el
siguiente sentido: “la prevalencia prima facie de la libertad de expresión frente a estos
derechos constitucionales, puede ser objeto de distinción. La primacía de la libertad de
opinión en la tensión con el buen nombre será reforzada, de manera que sólo opiniones
insultantes o absolutamente irrazonables, serán objeto de reproche constitucional. Por su
parte, tratándose de la honra, se demanda que la opinión guarde una estrecha relación con
los hechos en los que se apoya. Así, no sólo se trata de opiniones insultantes las que
merecen reproche constitucional, sino también opiniones que, a la luz de los hechos,
resultan excesivamente exageradas, siempre y cuando tengan como propósito directo
cuestionar a la persona en si misma.”
 
Los anteriores planteamientos guardan relación con la protección de estos derechos por
vía del proceso penal. La doctrina nacional y la jurisprudencia de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia coinciden en la necesidad de que exista ánimo
injuriandi para que se considere que la conducta se adecua al tipo penal descrito en el
artículo 220 del Código Penal. La valoración de la existencia de dicho ánimo deberá partir
de las consideraciones expuestas. Es decir, tratándose del buen nombre, dicho ánimo de
injuriar se encuentra directamente ligado a la transmisión de información falsa o errada y
a la opinión meramente insultante, en tanto que en relación con la honra, puede abarcar
situaciones más amplias.
 
Ahora bien, como se ha hecho alusión en los párrafos precedentes históricamente se ha
entendido que los tipos penales de injuria y calumnia son medidas de protección penal de
los derechos fundamentales a la honra y al buen nombre, postura que también ha sido
acogida por la jurisprudencia de esta Corporación. Para sustentar esta posición se ha
recurrido a distintos argumentos.
 
En primer lugar se ha puesto de relieve que se trata de derechos fundamentales
reconocidos por diversas disposiciones constitucionales y por tratados internacionales de
derechos humanos, en este sentido el artículo 2 constitucional señala que“las autoridades
de la República están instituidas para proteger a todas las personas en su vida, honra,
bienes, creencias y demás derechos y libertades”. El artículo 21 textualmente consigna
que se garantizará el derecho a la honra y que la ley señalará la forma de su protección.
Por su parte, el artículo 15 constitucional señala en su primer inciso que todas las
personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre y que el
Estado debe respetarlos y hacerlos respetar.  
 
En el mismo sentido el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 17) [14] y
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 11) [15], establecen que toda
persona tiene derecho a la protección de la ley contra los ataques a su honra y a su
reputación.
 
Igualmente la jurisprudencia constitucional  ha indicado que por estar ligados al respeto
de la dignidad humana, estos derechos son objeto de una particular protección en
11

nuestro ordenamiento jurídico. También ha señalado que la protección del derecho a la


honra, entendida como la estimación o deferencia con la que cada persona debe ser tenida
por los demás miembros de la colectividad que le conocen y le tratan, en razón a su
dignidad humana, es un derecho que debe ser protegido con el fin de no menoscabar el
valor intrínseco de los individuos frente a la sociedad y frente a sí mismos, y garantizar la
adecuada consideración y valoración de las personas  dentro de la colectividad[16].
 
Por tal razón se ha entendido que los delitos de injuria y calumnia son medidas de
carácter penal dirigidas a proteger estos derechos. Sobre este extremo se pronunció de
manera extensa en la sentencia C-417 de 2009, al sintetizar la evolución histórica de
estos tipos penales.
 
Esta providencia señaló que las conductas típicas de la injuria y de la calumnia pretenden
salvaguardar, en lo fundamental, el derecho a la integridad moral, tradición que se
remonta a los ordenamientos penales colombianos del siglo XIX en los cuales fue una
constante catalogar estos tipos penales dentro de bienes jurídicos que se han considerado
semejantes, como lo son el derecho a la honra, a la fama y a la tranquilidad de los
particulares, como sucedía en los Códigos penales de 1837 y de 1890.
 
En las consideraciones del fallo se refiere que la postura de proteger el derecho a la
integridad moral como bien jurídico fundamental de una persona, fue discutida
ampliamente en los debates surtidos con precedencia al Código Penal de 1936. Se hace
alusión a los trabajos preparatorios de ese código[17], de cuya lectura resulta que:
 
 “el primer problema que se plantearon los legisladores de la época fue definir la forma de ordenar los
delitos llamados a salvaguardar el bien jurídico del honor. Y basados en la discusión que se planteó en
la legislación comparada que por entonces se analizó [18], y que seguía a Carrara [19], se buscó
determinar “si se adopta el método de colocar bajo títulos diferentes las varias especies de ataques al
honor, según que el culpable se haya dirigido o no a la autoridad judicial, o si se engloban todas las
injurias al patrimonio moral en la rúbrica de los delitos contra las personas”. Se inclinó la comisión
redactora por la segunda opción, tras considerar que las razones ofrecidas por Carrara para incluir tal
conducta dentro de las infracciones contra la administración de justicia [20], no parecían sólidas.”
 
15. En efecto, los miembros de la comisión consideraron que el derecho lesionado no es el único factor
a tener en cuenta al momento de catalogar las infracciones, pues a pesar de que es importante no debe
ser excluyente, ya que laintención delictuosa o dolo, es el que le da el verdadero matiz a las acciones
humanas, amén de que tampoco debía pasar inadvertida “la intensidad de la violación del derecho, o
sea el volumen del daño inmediato sufrido por las diversas víctimas”.
De esa manera -dijeron los redactores-, con un denuncio falso el fin del delincuente es, en la mayoría de
los casos, ofender a un particular; así, aunque la administración de justicia sufra un quebranto, “el
derecho a la buena reputación y a la honra vale más que el derecho a que no se extravíe la
administración de justicia, y el daño y el perjuicio experimentado por el particular a quien acusa, es
incomparablemente mayor que el que experimenta la autoridad pública”. Así pues, partiendo de la
importancia de la intención delictuosa, el derecho a la integridad moral fue definido como el bien
jurídico fundamental a proteger con los mencionados tipos penales [21].
 
Más adelante, en la misma providencia, se refiere que el Código Penal de 1980 agrupa en
un capítulo único los delitos de injuria y calumnia e incluye la eximente de
responsabilidad por prueba de la verdad (art. 317) así como de sus excepciones.
 
También se considera detalladamente la manera como fue abordada la cuestión en la
redacción del Código Penal actualmente vigente, al respecto se consigna:
 
En los debates que desembocaron en el actual Código Penal [22], Ley 599 de 2000, una vez reconocido el
clamor acerca de la descriminalización, se adujo que estas posturas son “apartadas del contexto
constitucional que califica la honra como derecho fundamental y objeto de especial garantía a la
persona por parte del Estado”[23].
 
Por tanto se consideró, citando al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que “el derecho individual
a la protección del propio nombre no refleja más que nuestro concepto básico de dignidad esencial y
valor de todo ser humano, un concepto que ha de hallarse en la raíz de cualquier sistema decente de
libertad ordenada”(Rosenblatt vs. Baer, 1966).
 
12

Igualmente, se justificó la permanencia de estas figuras, debido a “la intensidad de la guerra verbal
que en nuestro país se vive [que] hace aconsejable  mantener la pena privativa de la libertad. Lo
anterior especialmente, por cuanto por razones políticas, publicitarias y otras, sería muy rentable
injuriar y calumniar, para posteriormente, por la vía de la oblación, extinguir la punición sin
consecuencias de ningún tipo en el ámbito de la prevención general y especial. Igualmente se propone,
que lo constitutivo de la calumnia, no es la imputación de un hecho falso del cual se predique la
tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, sino que, basta que se impute falsamente una conducta típica.
Causa el mismo daño a la honra, y sus efectos, son igualmente irreversibles, cuando falsamente se
predica que una persona ha sido autora de un homicidio o un peculado pero bajo el amparo de una
causal de ausencia de responsabilidad”[24] .
 
De las anteriores trascripciones resulta claramente que la finalidad perseguida al tipificar
la injuria y la calumnia es proteger el derecho fundamental a la honra y que la posibilidad
de la despenalización fue desechada debido a la importancia de los bienes jurídicos
tutelados.
 
En consecuencia los preceptos acusados persiguen una finalidad legítima desde la
perspectiva constitucional, pues precisamente corresponde al Legislador dentro de su
potestad configuradora del ordenamiento jurídico establecer medidas de distinta índole
para la protección de derechos fundamentales y de bienes constitucionalmente relevantes,
sin embargo, cuando decide optar por tipos penales para la consecución de ese propósito,
sus posibilidades de configuración están sujetas a límites, entre los que se cuenta el
principio de legalidad como se verá a continuación…
 
…8. Examen de las disposiciones acusadas. La jurisprudencia de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional respecto de los
delitos de injuria y calumnia
 
Como ha sostenido en reiteradas ocasiones esta Corporación la jurisprudencia de las
Altas Cortes tiene un carácter vinculante para los operadores jurídicos por distintas
razones que no es preciso reiterar en esta oportunidad[66].
 
Por lo tanto resulta relevante establecer si los pronunciamientos de la Sala de Casación
Penal han contribuido a precisar el alcance de los tipos penales de injuria y de calumnia.
 
En relación con el delito de calumnia, ha señalado que los elementos que la estructuran
son: “1) La atribución de un hecho delictuoso a persona determinada o determinable; 2) Que
el hecho delictuoso atribuido sea falso; 3) Que el autor tenga conocimiento de esa falsedad;
y 4) Que el autor tenga la voluntad y conciencia de efectuar la imputación” [67].
 
Frente a la injuria, la mencionada Corporación, mediante auto de 29 de septiembre de
1983, explicó que el tipo penal se estructura una vez se satisfagan los siguientes
requisitos “1) Que una persona impute a otra conocida o determinable un hecho
deshonroso; 2) Que el imputado tenga conocimiento del carácter deshonroso del hecho, 3)
Que el carácter deshonroso del hecho imputado dañe o menoscabe la honra de aquella
persona; 4) Que el imputador tenga conciencia de que el hecho atribuido tiene esa
capacidad de dañar o menoscabar la honra de la persona”.
 
Así mismo, ha señalado la Sala de Casación Penal que la legislación colombiana solo
consagra como sancionable el comportamiento doloso, esto es, el realizado sabiendo que
la imputación que se hace es deshonrosa para el agraviado, y pese a ello queriendo
hacerla. La misma conducta dolosa  se exige en el caso de la calumnia, pero en ese caso
se trata específicamente de  la imputación falsa de una conducta punible, hecha con la
intención de causar daño en el patrimonio moral de una persona [68].
 
Y acerca del derecho a opinar, trayendo a colación los autos de 7 y 29 de marzo de 1984,
adujo la Corte Suprema de Justicia que “si todo concepto mortificante o displicente para el
amor propio, pero que no envuelva la afirmación de un hecho inequívoco, verdaderamente
lesivo a la honra, fuera admitido a una acusación de injuria para ser castigado conforme al
C.P., habría que suponer que el legislador había tenido la pretensión de darle a la sociedad
civil y política la austeridad de un claustro, lo que es inadmisible; eso sería privar a esa
misma sociedad de cierto grado de virilidad inseparable de su existencia; todas esas
ofensas mortificantes a que el hombre está sujeto en la vida civil salen del dominio del C.P.
para caer en el de la opinión”.
13

 
En fecha reciente[69] la Sala de Casación Penal volvió a precisar los elementos normativos
que configuran el tipo penal de injuria en el siguiente sentido:
 
Para la configuración de este tipo penal, es imprescindible que el sujeto activo consciente y
voluntariamente impute a otra persona conocida o determinable, un hecho capaz de lesionar
su honra, además de conocer el carácter deshonroso de la imputación y la capacidad de daño
y menoscabo a la integridad moral del afectado, de la imputación.
En suma, es imprescindible la concurrencia de los siguientes elementos, en particular:
Que el sujeto agente atribuya a otra persona conocida o determinable un hecho deshonroso.
Que tenga conocimiento del carácter deshonroso del hecho.
Que el hecho endilgado tenga la capacidad de dañar o causar menoscabo a la honra del
sujeto pasivo de la conducta.
Y, que el autor tenga conciencia de que el hecho imputado ostenta esa capacidad lesiva, o
para menguar o deteriorar la honra de la otra persona.
La honra es la estimación o respeto con la que cada persona debe ser tratada por los demás
congéneres, en virtud a su dignidad humana. Será deshonroso el hecho determinado e idóneo
para expresar a una persona desprecio u odio público, o para ofender su honor o reputación.
 
Y en el caso concreto, al examinar si las afirmaciones formuladas en una
entrevista radial sobre una funcionaria judicial configuraban el tipo penal de
injuria sostuvo:
 
La capacidad de menoscabo de la moral de la querellante en este caso no concurre, porque la
expresión valorada por la Fiscalía en la resolución acusatoria como deshonrosa, carece de la
idoneidad necesaria para afectar el patrimonio moral de la víctima.
(…)
De estas manifestaciones la Fiscalía únicamente estimó como injuriosas las referidas a que la
doctora (…) la pasaba en el Guamo ingiriendo licor en compañía del Contralor
Departamental, a las cuales la Sala debe limitarse en su valoración por virtud de las
restricciones propias de la impugnación, ya que la sustentación se ciñó a demostrar la
atipicidad de estas últimas expresiones.
Al valorar estas expresiones, la Sala concluye que carecen de la capacidad suficiente para
menoscabar la honra, el prestigio y la buena fama de la que gozaba la querellante en el
municipio en el que oficiaba como Fiscal. La afirmación genérica relativa a que la pasaba
para arriba y para abajo ingiriendo licor con el Contralor Departamental, seguramente debió
causar en su ánimo incomodidad, molestia, desazón, pero no basta para desprestigiarla,
No obstante lo anterior, se reitera, las aseveraciones carecen de idoneidad para afectar el
patrimonio moral de la funcionaria judicial debido a su generalidad, vaguedad e impresión.
Ninguna particularidad transmiten en cuanto a la supuesta ingesta de bebidas embriagantes,
no indica los lugares frecuentados para ello, las condiciones en que lo hacía, la cantidad de
licor consumido y su frecuencia, el comportamiento asumido en desarrollo de esa actividad,
la incidencia que tenía en el ejercicio de sus funciones, etc., detalles necesarios para poder
dañar su honra.
 Ahora, el consumo moderado de licor en espacios y ocasiones especiales sin interferencia en
la buena marcha del servicio público per se no menguan la honra de un servidor público. Así
entonces, el no haber transmitido en la entrevista las particularidades del hecho atribuido, le
restan a las manifestaciones idoneidad para afectar la reputación de la ofendida.
Además, la jurisprudencia nacional, de conformidad con el modelo político que nos rige y
atendiendo el carácter de última ratio del derecho penal, viene reiterando que no todo ataque
a la moral de una persona constituye injuria, sino sólo aquellos con capacidad real de
socavarla.
Desde esa perspectiva tiene dicho que no toda opinión o manifestación causante de desazón,
pesadumbre o molestias al amor propio puede calificarse de deshonrosa, para ello es
necesario que ostente la capacidad de producir daño en el patrimonio moral, y su gravedad
no dependerá del efecto o la sensación que produzca en el ánimo del ofendido, ni del
entendimiento que éste le de, sino de la ponderación objetiva que de ella haga el juez de cara
al núcleo esencial del derecho.
 Labor que el funcionario judicial adelantará sopesando las circunstancias específicas de
cada caso, los antecedentes que lo motivaron, el lugar y la ocasión en que ocurrió, para ello
tendrá en cuenta los elementos de convicción y el grado de proporcionalidad de la ofensa,
determinando si efectivamente se causó una amenaza o vulneración a la honra de la víctima.
En ese sentido, en la sentencia C-392 de 2002, la Corte Constitucional, señaló:
14

“La Corporación ha precisado que no todo concepto o expresión mortificante para el amor
propio puede ser considerado como imputación deshonrosa. Esta debe generar un daño en el
patrimonio moral del sujeto y su gravedad no depende en ningún caso de la impresión personal
que le pueda causar al ofendido alguna expresión proferida en su contra en el curso de una
polémica pública, como tampoco de la interpretación que éste tenga de ella, sino del margen
razonable de objetividad que lesione el núcleo esencial del derecho.”
Postura que había adoptado en la sentencia T-028 de 1996, y que esta Sala entre otras
determinaciones prohijó el 20 de junio de 2007, en el radicado No. 27423.
Es posible que manifestando el procesado que la medida de aseguramiento fue el producto de
una confabulación entre la parte civil y la fiscal, esta afirmación pudiese tener mayor
idoneidad para deshonrar a la querellante, empero como ésta no fue la conducta calificada
como injuriosa por la Fiscalía, la Sala no puede pronunciarse acerca de ella, pues de hacerlo
desbordaría su competencia vulnerando el derecho de defensa y de contradicción.

Nótese entonces que la Sala de Casación al definir los elementos normativos del delito de
injuria ha recogido la jurisprudencia vertida por la Corte Constitucional, tanto en fallos de
tutela como en fallos de constitucionalidad, y de esta manera ha defendido una
interpretación restrictiva del tipo penal que favorece la vis expansiva de la libertad de
expresión.
 
Cabe recordar, que  la interpretación reiterada de los órganos de cierre de las distintas
jurisdicciones constituye derecho viviente[70] que permite delimitar el contenido normativo
de las disposiciones sometidas a control constitucional. En esa medida la interpretación
que ha hecho la Sala de Casación Penal sobre los tipos penales de injuria y de calumnia
determina su alcance y contenido con ocasión de su examen de constitucionalidad y como
puede verse tal interpretación circunscribe claramente los elementos normativos del tipo
penal y de paso impide que los jueces interpreten de manera subjetiva y arbitraria las
conductas penalmente reprochadas –que es el principal cargo que formulan los
demandantes- pues, como antes se dijo, están vinculados por el precedente sentado por la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia cuando interpretan y aplican el
Código Penal.
 
Otros aspectos relacionados con los tipos de injuria y calumnia también han sido
dilucidados por la jurisprudencia de la Sala de Casación penal, por ejemplo, ha
determinado que cuando los derechos al buen nombre y a la honra han sido restablecidos
mediante la retractación ordenada en una sentencia de tutela no hay lugar al inicio de la
acción penal[71].
 
En el mismo sentido, a diferencia de lo que sostienen los demandantes, existe una línea
jurisprudencial consolidada en el sentido de que los tocamientos corporales no
consentidos configuran una injuria por vía de hecho[72].
 
También la Corte Constitucional se ha pronunciado respecto de los tipos penales en
cuestión, tanto en fallos de tutela como en decisiones de constitucionalidad, y sus
decisiones han contribuido a definir los elementos normativos de los tipos penales en
cuestión. Esta jurisprudencia vertida tanto en fallos de tutela como de constitucionalidad
tiene un carácter vinculante para los funcionarios judiciales y como se ha visto ha sido
recogida en los pronunciamientos de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia.
 
Sobre la expresión imputaciones deshonrosas ha señalado:
 
“La Corporación ha precisado que no todo concepto o expresión mortificante para el amor
propio puede ser considerado como imputación deshonrosa. Esta debe generar un daño en el
patrimonio moral del sujeto y su gravedad no depende en ningún caso de la impresión
personal que le pueda causar al ofendido alguna expresión proferida en su contra en el curso
de una polémica pública, como tampoco de la interpretación que éste tenga de ella, sino del
margen razonable de objetividad que lesione el núcleo esencial del derecho. Por esta razón,
la labor del Juez en cada caso concreto, tomando en consideración los elementos de juicio
existentes y el grado de proporcionalidad de la ofensa, es la de determinar si ocurrió una
verdadera amenaza o vulneración del derecho en comento”[73]
 
Igualmente, como se advirtió previamente existe una consolidada jurisprudencia de la
Corte Constitucional que resalta el carácter privilegiado que goza la libertad de expresión
15

en el ordenamiento jurídico colombiano, que debe ser tenida en cuenta por parte de los
jueces penales cuando interpreten y apliquen los tipos penales de injuria y calumnia en
un caso concreto[74].
 
Resta por examinar los otros cargos propuestos por los demandantes y por los
intervinientes respecto a la supuesta desproporción de los tipos penales de injuria y
calumnia, por no ser idóneos para proteger el buen nombre y la honra y por ser
innecesarios debido a la existencia de otros medios de protección menos lesivos de la
libertad de expresión. La demanda parte de un supuesto erróneo cual es entender que la
mera tipificación de la injuria y a calumnia configura una vulneración de la libertad de
expresión, como antes se explicó esta postura no ha sido adoptada ni por la
jurisprudencia de la Corte Constitucional ni por la jurisprudencia de la Corte IDH, por lo
tanto lo que hay lugar a examinar es la supuesta falta de proporcionalidad de estas
medidas legislativas de naturaleza sancionadora.
 
En lo que tiene que ver con la supuesta falta de idoneidad es claro que el cargo formulado
parte de una errada concepción de los tipos penales como medidas de protección de los
derechos. En efecto, afirma uno de los intervinientes que la tipificación de la injuria y la
calumnia no es apta para proteger el buen nombre y la honra porque la intervención
judicial solo tendría lugar una vez se produce la vulneración y con el propósito de
sancionar penalmente al responsable de la trasgresión. Empero, está lógica argumentativa
llevaría a concluir que las medidas penales nunca serían instrumentos adecuados para la
protección de los derechos fundamentales, pues la intervención judicial siempre sería
posterior, es decir, una vez producida la afectación iusfundamental, y siempre revestiría
un carácter sancionador. Olvida el interviniente que la prohibición de ciertas conductas
mediante su tipificación penal tiene principalmente una función preventiva, es decir, la
amenaza de sanción penal busca disuadir su comisión. En otras palabras, las medidas de
carácter penal, son idóneas para proteger los derechos fundamentales, o en general
bienes constitucionalmente protegidos, porque están diseñadas para prevenir la
ocurrencia de las conductas que potencialmente pueden lesionarlos, precisamente por los
efectos disuasorios que tiene la amenaza de sanción penal[75].
 
En tal sentido es preciso recordar que los delitos de injuria y calumnia pretenden tutelar
los derechos a la honra y al buen nombre sin distinguir el sujeto activo de la conducta
tipificada, es decir, no sólo son tipos penales de sujeto activo cualificado cuya comisión
este reservada a comunicadores o periodistas. Igualmente estos delitos tampoco fueron
diseñados para proteger la honra y el buen nombre de los servidores públicos, sino que
van dirigidos a preservar los derechos fundamentales de cualquier persona residente en
Colombia, en esa medida cumplen importantes propósitos dirigidos a preservar la paz
social y a evitar la justicia privada.
 
Respecto a la supuesta falta de necesidad de las medidas penales por existir otras que
serían menos gravosas de los otros derechos fundamentales en juego –la libertad de
expresión y en definitiva la libertad personal-, tales como el derecho de rectificación, las
multas o la acción de tutela, e igualmente idóneas para proteger el buen nombre y la
honra este argumento no será acogido por distintas razones. En primer lugar, porque
como se plasmó previamente esta Corporación siempre ha encontrado
constitucionalmente legítima la protección de los derechos al buen nombre y a la honra
mediante tipos penales, adicionalmente esta posibilidad está expresamente autorizada por
tratados internacionales de derechos humanos tales como la CADH y el PIDCP y como
antes se dijo ha sido acogida por la Corte IDH. En segundo lugar, la jurisprudencia de la
Corte Constitucional ha entendido que existe una especie de protección multinivel de los
derechos al buen nombre y a la honra, dentro de este diseño protector, los tipos penales
de injuria y calumnia sólo entrarían sería aplicados cuando se trata de vulneraciones
especialmente serias de estos derechos fundamentales, frente a las cuales los otros
mecanismos de protección resultan claramente insuficientes, lo que precisamente
concuerda con la idea del derecho penal como ultima ratio, también defendida por la
jurisprudencia constitucional, postura que además ha sido plenamente acogida por la
Sala de Casación penal de la Corte Suprema de Justicia, como previamente se demostró y
que además debe ser seguida por los jueces penales debido al carácter vinculante que
tiene los precedentes sentados por estas dos Corporaciones.
 
El supuesto abuso que hacen ciertas personas de la denuncia penal como instrumento
para restringir la libertad de expresión no es una razón suficiente para declarar la
16

inconstitucionalidad de los tipos de injuria y de calumnia, precisamente porque los


mismos intervinientes afirman que hay muy escasas condenas penales en la materia y la
eventual investigación y juzgamiento de los periodistas denunciados por este delito no
constituye a juicio de esta Corporación una carga desproporcionada que estos deban
soportar, y que conduzca a la intimidación y al bloqueo de la libertad de información y de
expresión, sino simplemente impone un deber de cautela y de cuidado que no resulta
excesivo en el ejercicio de su profesión por las profundas repercusiones que el ejercicio de
estas libertades puede tener en la dignidad, la honra y reputación de las personas.
 
Adicionalmente, la manera como está diseñado el proceso penal respecto de estos delitos
en particular, los cuales requieren de querella por parte del interesado [76] y además las
posibilidades de desistimiento de la querella [77], la obligación de adelantar la conciliación
como requisito de procedibilidad de la acción penal [78] y otras figuras previstas por la Ley
906 de 2004, reafirman la idea que la sanción penal sólo procedería como última ratio
cuando se trata del juzgamiento de este tipo de delitos, lo que resalta su adecuado diseño
legislativo y repercute en el juicio de proporcionalidad de los artículos examinados en la
presente decisión.
 
No desconoce esta Corporación que actualmente en el Sistema Interamericano de
protección de los derechos humanos se avanza en la despenalización de estas conductas,
bajo la idea de que su sanción puede resultar nociva para el ejercicio de las libertades de
información y de expresión y que por lo tanto resulta más conveniente su protección
mediante mecanismos distintos a la tipificación penal, pero se trata de una decisión que,
en principio, está reservada al legislador en el ejercicio de potestad de configuración
normativa[79].
Se concluye, por lo tanto, que los cargos formulados por los demandantes contra los
artículos 220 y 221 de la Ley 599 de 2000 no están llamados a prosperar porque la
jurisprudencia de la Corte Constitucional y de la Corte Suprema de Justicia ha precisado
los elementos que configuran los tipos penales de injuria y calumnia. De tal manera que
esta jurisprudencia resulta vinculante para los jueces cuando interpreten y apliquen estas
disposiciones en casos concretos. Como se dijo antes el carácter abierto de un tipo penal
no implica su inconstitucionalidad, máxime cuando se trata de delitos que tienen una
larga tradición jurídica en el ordenamiento colombiano y cuyos alcances han sido fijados
de manera reiterada por la interpretación de los órganos de cierre judiciales.
 
Debido a que los cargos contra los artículos 223, 224, 225, 227 y 228 tenían como
fundamento la supuesta apertura e indeterminación de los tipos penales de injuria y
calumnia, tampoco están llamados a prosperar.
 
Ahora bien, los demandantes hacen extensivas las acusaciones relacionadas con el tipo de
injuria al artículo 226 del Código penal, que tipifica el delito de injurias por vías de hecho
por considerarlo un tipo subordinado del artículo 220 del Código penal, pero también
alegan que el verbo rector empleado agraviar es impreciso y vulnera el principio de
legalidad en materia penal. Ninguno de estos cargos prospera por las razones expuestas
en el presente acápite. Por una parte, como previamente se ha consignado, las
expresiones acusadas contenidas en los artículos 220 y 221 del Código penal no vulneran
el principio de legalidad ni estas medidas legislativas resultan desproporcionadas al ser
ponderadas respecto del derecho a la libertad de expresión, por lo tanto no hay lugar a la
declaratoria de inexequibilidad del artículo 226 como tipo penal subordinado del delito de
injuria. En segundo lugar la jurisprudencia de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia también se ha ocupado de precisar el alcance de este tipo penal (ver
Nota 71), como previamente se hizo alusión, de manera tal que tampoco adolece de la
supuesta imprecisión que le achacan los demandantes.

III. DECISIÓN.
 
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
  
RESUELVE:
 
17

Primero. Declarar EXEQUIBLES los artículos 220, 221, 222, 223, 224, 225, 226, 227 y
228 de la Ley 599 de 2000 “por la cual se expide el Código Penal”,  por los cargos
examinados en la presente decisión.”
Honorable Corte Constitucional, sentencia C-442/11, del veinticinco (25) de mayo de dos mil once (2011),
referencia: expediente D-8295 , M.P. Dr. Humberto Antonio Sierra Porto.-

IV
INJURIA: LÍMITES A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Y ESTUDIO DOGMÁTICO DE LA FIGURA.
.
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del diez (10) de julio de dos mil trece (2013),
radicado proceso No. 38.909, M.P. Drs. Gustavo Enrique Malo Fernández y María del Rosario González Muñoz.-
“La Corte Suprema de Justicia ha consolidado una sólida jurisprudencia acerca
del alcance dogmático del delito de injuria. En ese sentido, ha dicho que para la
configuración del tipo penal se hace imprescindible que el sujeto activo consciente y
voluntariamente impute a otra persona conocida o determinable un atributo o
calificativo capaz de lesionar su honra, además de conocer el carácter deshonroso de la
imputación y la capacidad de daño y menoscabo a la integridad moral del afectado.

De esa manera, la Sala exige para tal efecto la concurrencia de los siguientes
elementos:

(i) Que el sujeto agente realice en contra de otra persona imputaciones


deshonrosas.

(ii) Que tenga conocimiento del carácter deshonroso de la imputación.

(iii) Que la imputación tenga la capacidad de dañar o causar menoscabo a la


honra del sujeto pasivo de la conducta.

(iv) Y, que el autor tenga conciencia de que lo imputado ostenta esa capacidad
lesiva, para menguar o deteriorar la honra de la otra persona.

La Corte también tiene definida la expresión “honra”. Y así, ha dicho que se


trata de la estimación o respeto con los cuales cada persona debe ser tratada por los
demás congéneres, en virtud a su dignidad humana. En esa medida, ha expresado
también, “será deshonroso el hecho determinado e idóneo para expresar a una persona
desprecio u odio público, o para ofender su honor o reputación” 1.

La jurisprudencia constitucional, a su turno, ha entendido que los tipos penales


de injuria y calumnia son medidas de protección penal de los derechos fundamentales a
la honra y al buen nombre. Y en este sentido ha dicho que la primera se refiere a la
valoración de comportamientos en ámbitos privados, así como a la apreciación en sí de
la persona, mientras el buen nombre alude a la reputación de la persona, es decir, a la
apreciación que la sociedad emite de ella por su comportamiento en ámbitos públicos 2.

De esa manera, para la Corte Constitucional, la honra se afecta tanto por la


información errónea, como por las opiniones manifiestamente tendenciosas respecto a
la conducta privada de la persona o sobre la persona en sí misma, sin que sea necesario
en ese segundo caso que la información sea falsa o errónea, en tanto, se cuestiona la
plausibilidad de la opinión sobre la persona. Mientras, por su parte, la lesión al buen
nombre se origina, básicamente, por la emisión de información falsa o errónea y que, a
consecuencia de ello, se genera la distorsión del concepto público 3.

De otro lado, esta Corporación ha precisado, de conformidad con la


jurisprudencia constitucional4, que no toda opinión o manifestación causante de
1
Sobre los lineamientos jurisprudenciales remembrados, ver autos del 13 de mayo de 2009, radicaciones 26742 y
28737. En el mismo sentido, auto del 8 de octubre de 2008, radicación 29428. También, sentencia del 30 de mayo de
2007, radicación 26115.
2
Cfr. Sentencia C-442 de 2011 de la Corte Constitucional.
3
Cfr. Sentencia citada.
4
Sentencia C-392 de 2002 de la Corte Constitucional.
18

desazón, pesadumbre o molestias al amor propio puede calificarse de deshonrosa; para


ello es necesario que ostente la capacidad de producir daño en el patrimonio moral, y su
gravedad no dependerá del efecto o la sensación que produzca en el ánimo del ofendido,
ni del entendimiento que éste le dé, sino de la ponderación objetiva que de ella haga el
juez de cara al núcleo esencial del derecho5.

En ese sentido, debe entenderse que respecto de las manifestaciones injuriosas


operan criterios de definición asaz diferentes de las afirmaciones calumniosas, en tanto,
unas y otras a más de comportar en su esencia naturaleza distinta, también producen
efectos diversos.

Desde luego, cuando se atribuye a una persona la realización de


comportamientos en sí mismos delictivos o con connotación penal, ello obliga definir
unos mínimos de tipicidad que adviertan seria y objetiva la manifestación calumniosa,
pues, si de forma genérica se acusa a alguien de “ladrón” o similares, es evidente que
allí ninguna imputación concreta y verificable se efectúa, haciendo inane en sus efectos
el hecho presumiblemente delictuoso.

Como la justicia penal no persigue pensamientos o personalidades, ni mucho


menos posturas morales o éticas, siempre es dable exigir que quien imputa a otro la
realización de un delito, precise un comportamiento cuando menos determinable, para
que esa imputación en sí misma se advierta propia del delito de calumnia.

En contrario, la injuria sí puede comportar definiciones que hagan relación con


aspectos meramente morales, calificativos de la personalidad del afectado con ella o
relativos a posturas éticas.

De allí que, no cabe duda, en el delito de injuria la materialización del mismo


opera no porque se exprese en público que alguien hace o hizo algo en concreto, sino
cuando se atribuye a esa persona una forma de pensar, personalidad o valores
contrarios a los que se estiman imperantes en la sociedad.

Por tal razón, cuando se tilda, por ejemplo, de “prostituta” a una mujer, o se dice
que un sujeto tiene determinados rasgos de personalidad condenables, o que su
comportamiento moral es reprochable, por lo común no se detallan circunstancias
específicas, dentro del marco temporo - espacial y modal que quiere construir el
casacionista, pues, la afrenta viene encerrada en los calificativos y no cabe esperar de
ellos esa suerte de definición específica propia de la calumnia.

Es que, cuando de calumnia se trata, sí es posible delimitar que lo atribuido al


afectado o víctima es un hecho y del mismo se pueden demandar concreción de tiempo,
lugar y modo.

Es por esa razón que el artículo 221 de la Ley 599 de 2000, al tipificar la
calumnia alude a que se impute a otro una “conducta típica”, al tanto que el artículo
220 anterior, cuando define el delito de injuria, remite a que se realicen “imputaciones
deshonrosas”, sin exigir que esas atribuciones refieran hechos o conductas,
precisamente porque, como se anotó antes, lo injurioso concierne más a la personalidad
del agraviado o atribuciones de carácter ético o moral.

Si en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, se detalla lo


deshonroso como “vergonzoso, indecoroso, indigno”, evidente se aprecia que lo pasible
de atribuir a la víctima de las invectivas dice relación con actitudes, comportamientos,
formas de ser, pensamientos o valoraciones propias de lo moral –o de las normas del
decoro, o de la ética en determinados ámbitos-, en postulación que gran parte de las
veces no obedece a un hecho o circunstancia en particular, sino a conceptos subjetivos
o arbitrarios que incluso no tienen que obedecer a la realidad, sino al deseo de causar
daño a la persona.

Acorde con lo anotado, la Corte juzga necesario acotar en esta oportunidad que la
exigencia de concreción, claridad y precisión no significa, como lo refiere el casacionista,
que para entender configurada la imputación deshonrosa se torne indispensable

5
En ese sentido, providencias del 20 de junio de 2007, radicación 27423 y del 8 de octubre de 2008, radicación 29428.
19

proporcionar de manera puntual fechas, lugares o las particularidades de las


manifestaciones efectuadas en contra del afectado.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del diez (10) de julio de dos mil trece (2013),
radicado proceso No. 38.909, M.P. Drs. Gustavo Enrique Malo Fernández y María del Rosario González Muñoz.-

V
INJURIA: BIEN JURÍDICO PROTEGIDO, NÚCLEO ESENCIAL,
REQUISITOS O ELEMENTOS ESTRUCTURALES.
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de casación del treinta (30) de mayo de dos
mil siete (2007), radicado proceso No. 26.115, M.P. Dr. Álvaro Orlando Pérez Pinzón.
“HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL

Luis Fernando García Granada formuló querella contra Judith Bedoya Ramírez
porque desde que él se separó de su esposa, en noviembre del 2001, y decidió convivir
con Blanca Nidia Tabares Soto, una compañera del Colegio Santa Rosa de Cabal, donde
se desempeña como educador, la querellada se dedicó a lanzarle a ambos palabras
soeces y expresiones deshonrosas delante de los demás docentes del plantel.
Culminada la instrucción, la Fiscalía 30 Seccional de Santa Rosa de Cabal (Risaralda)
formuló resolución de acusación el 14 de junio de 2002 contra la señora Bedoya
Ramírez por el punible de injuria6.
La providencia fue impugnada por la defensa, y el 31 de julio siguiente la Fiscalía
Primera Delegada ante el Tribunal Superior de Pereira la confirmó 7.
Luego de intentar conciliación, que resultó fallida, y de celebrar la audiencia pública, el
Juzgado Penal del Circuito de Santa Rosa de Cabal profirió sentencia el 25 de
noviembre del 2005, mediante la cual absolvió a la procesada 8.

El fallo fue recurrido por el apoderado de la parte civil y el 31 de marzo del 2006 el
Tribunal Superior de Pereira lo revocó para, en su lugar, condenarla a la pena principal
de 12 meses de prisión y multa equivalente a 10 salarios mínimos legales mensuales
vigentes, al hallarla penalmente responsable, en calidad de autora, del delito por el cual
fue llamada a juicio; y a la accesoria de inhabilidad en el ejercicio de derechos y
funciones públicas por el mismo término de la privativa de la libertad. Le otorgó la
suspensión condicional de la condena.
Le ordenó, además, cancelar, como perjuicios morales, el equivalente a tres (3)
s.m.l.m.v. a favor del ofendido9.
El apoderado de la procesada acudió a la casación discrecional, que fue concedida.
En auto del 12 de octubre de 2006, la Sala admitió dos de los cargos formulados:
nulidad por violación del debido proceso y violación directa de la ley sustancial,
sustentados ambos en la falta de jurisdicción.
Recibido el concepto de la señora Procuradora Segunda Delegada en lo Penal, la Corte
resuelve de fondo…

…CONSIDERACIONES
Teniendo en cuenta que los dos cargos formulados por el actor se contraen a la falta de
jurisdicción, porque el comportamiento imputado a la procesada está previsto como
contravención de policía en una ordenanza departamental, la Corte abordará su estudio
en conjunto, y, por último, se pronunciará sobre el presunto desconocimiento del
principio de igualdad.

1. El delito de injuria se encuentra así tipificado en el artículo 220 del Código Penal:

El que haga a otra persona imputaciones deshonrosas, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3)
años y multa de diez (10) a mil (1000) salarios mínimos legales mensuales vigentes.

Se configura cuando una persona de manera conciente y voluntaria le atribuye a otra


un hecho suficiente para lesionar su honra. El autor debe tener conocimiento del
carácter deshonroso de la imputación y que el hecho atribuido posee fuerza para

6
Folios 31 a 38 del cuaderno original.
7
Folios 57 a 66 del cuaderno original.
8
Folios 173 a 184 del cuaderno principal.
9
Folios 4 a 14 del cuaderno del Tribunal.
20

ofender o menoscabar la integridad moral de la víctima. En ese sentido, la


jurisprudencia de esta Corporación ha sostenido:

El delito de injuria se estructura cuando con conciencia y voluntad, se imputa a una persona conocida o
determinable, un hecho capaz de lesionar su honra; el autor, además, debe tener conocimiento del
carácter deshonroso de la imputación y de que el hecho atribuido posee capacidad de dañar o menoscabar
la integridad moral del afectado10.

El bien jurídico protegido, ha dicho la Corte Suprema de Justicia, es la integridad moral,


concebida ésta como todo aquello relacionado con la dignidad y el honor 11. Y este
último, según la misma Corporación, comporta dos sentidos:

el subjetivo u honor propiamente dicho y el objetivo o la honra. Entendido el primero como el sentimiento
de la propia dignidad y decoro, el conjunto de valores morales que cada uno se atribuye; y el segundo,
como la opinión o estimación que los demás tienen de nosotros, la reputación, el buen nombre o la fama
derivados del modo de ser y actuar de cada cual en sociedad, predicable esencialmente de la persona
humana pero en lo atinente al buen nombre también de la persona jurídica 12.

En efecto, la honra se define como la estima y el respeto que una persona adquiere por
sus virtudes y méritos. En consecuencia, ésta tiene derecho a que se guarde su estima y
respeto adquiridos, y, además a que no se afecte su honra sin una justa causa o razón
comprobada.

Es, sin duda, un derecho fundamental garantizado en la Carta Política (artículo 21), y
en los artículos 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y 11 de la
Convención Americana de Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica, cuya
protección se encomendó directamente a la ley.

Su núcleo esencial reside en

el derecho que tiene toda persona a ser respetada ante sí mismo y ante los demás, independientemente de
toda limitación normativa13.

Así, reglamentada su protección por una ley expedida por el Congreso de la República,
siempre que la conducta desplegada por el sujeto activo se adecue a los presupuestos
allí consignados, no puede el juez encuadrarla en codificación o disposición distinta…

(…)2.3. Conforme al principio de legalidad en sentido estricto (tipicidad, taxatividad,


determinación), las conductas punibles y las penas deben estar previamente definidas
en la ley, de manera expresa, clara e inequívoca. Ello le impone al juez el deber de
verificar si una determinada conducta se adecua a la descripción penal y, en
consecuencia, si atendiendo a los hechos probados dentro del proceso, le asiste o no
responsabilidad penal al imputado.

En este caso el Tribunal concluyó que el actuar de la señora Bedoya Ramírez se


encuadraba en el tipo penal de injuria. Explicó:

…las expresiones que hizo públicas JUDITH BEDOYA RAMÍREZ en contra del profesor LUIS
FERNANDO, sí afectan su buen nombre, su dignidad, su integridad moral, como bienes protegidos por las
normas penales.

Para sustentar tal conclusión, en primer lugar debemos precisar cuáles fueron las expresiones y
circunstancias de lugar y modo en que se producen estos acontecimientos, para lo cual echamos mano de
la declaración de la señora DORIS MYRIAM MARTÍNEZ (…) que fue la deponente más espontánea y
explícita sobre los hechos y, no tenía motivos aviesos para querer perjudicar a la encartada, ya que esta
última se refiere a DORIS MYIRIAM como “Miriamcita”, de quien cuenta, ha sido su amiga, y sus
relaciones con ella las califica de “supremamente buenas” (…) Merece por tanto, plena credibilidad la
atestación de la señora MARTÍNEZ.

10
Auto del 14 de mayo de 1998 (radicado 12.445).
11
Sentencia del 26 de octubre de 2006 (radicado 25.743).
12
Sentencia del 6 de abril de 2005 (radicado 22.099).
13
Sentencia T-412 del 17 de junio de 1992, proferida por la Corte Constitucional.
21

Expuso la mencionada DORIS MYRIAM MARTÍNEZ: “Pues digo lo que he oído, la profesora JUDITH,
ella no se qué tendrá en contra del profesor FERNANDO, porque ella a todo momento le está echando
sátiras, le dice que es un mal esposo, un descarado, le ha mentado la madre, que es un persona indeseable
(sic), que es un perro; si él va a la cafetería y ella está ahí comienza a decir estas palabras; estas cosas se
las dice directamente a él; ella lo dice duro, lo escucha toda la gente, no respeta que haya gente ahí para
decir todas esas cosas; yo no creí que toda una profesora utilizara un vocabulario tan feo”.

No hay duda tampoco que las expresiones de la acusada y la forma como las lanza, a manera de sátiras,
en frente de los compañeros educadores y en lugares públicos del plantel como la cafetería, y con el
profeso propósito de que los demás escuchen, como en efecto han escuchado, logran zaherir, atormentar el
amor propio, la dignidad de cualquier persona.
(…)
Esta Corporación, con lo expuesto anteladamente sobre el libre desarrollo de la personalidad, por el
contrario, considera que con su conducta, la encartada trasgredió injustamente el honor de la persona a
quien hizo blanco de insultos, afectando inclusive su libre desarrollo de la personalidad y con ello su
integridad moral.

No hace la Corte reparo alguno a ese razonamiento, pues es palmario que las
imputaciones lanzadas por la procesada hieren la integridad moral y, en especial, la
honra del ofendido, por lo que su conducta adquiere relevancia penal. ”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de casación del treinta (30) de mayo de dos
mil siete (2007), radicado proceso No. 26.115, M.P. Dr. Álvaro Orlando Pérez Pinzón.

VI
INJURIA: ELEMENTOS PARA QUE SE CONFIGURE.
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de apelación del ocho (8) de octubre de dos
mil ocho (2008), radicado proceso No. 29.428, M.P. Dr. Julio Enrique Socha Salamanca.
“1. HECHOS:

Según la resolución acusatoria los hechos calificados son los siguientes:

“La presente investigación penal se inició legalmente mediante auto de fecha diciembre
22 de 2005, con base en la denuncia escrita presentada por la doctora ISABEL NÚÑEZ
VILLALBA, Fiscal 47 Seccional, con sede en el Guamo- Tolima en contra del doctor PEDRO
PABLO TRUJILLO RAMÍREZ. Expresa la quejosa en su escrito de denuncia, que el 25 de
noviembre de 2005, la Fiscalía 47 Seccional, decretó medida de aseguramiento
consistente en detención preventiva sin beneficio de excarcelación, en contra de JOSÉ
VIDAL OYUELA, Alcalde del Municipio de Saldaña, por los delitos de peculado por
apropiación, falsedad en documento público y contrato sin cumplimiento de los requisitos
legales. Que su denunciado doctor PEDRO PABLO TRUJILLO, quien es el apoderado
judicial del señor JOSÉ VIDAL OYUELA, en la semana del 28 de noviembre al 2 de
diciembre fue entrevistado por el Noticiero Todelar “ONDAS DE IBAGUÉ” y manifestó
entre muchas cosas, “que la providencia obedecía a una estrecha amistad de la suscrita
con el señor Contralor Departamental, que era un amangualamiento con el citado
contralor ya que la suscrita se lo pasaba tomando trago en el Municipio del Guamo con el
señor Contralor Departamental Doctor Mariano Rodríguez”. Que el citado profesional del
derecho pretendía desacreditarla como funcionaria judicial públicamente y no es verdad
que tenga amistad “estrecha” con el señor Contralor Departamental y que las decisiones
tomadas por ella jamás han sido producto de compadrazgos, ni amistades estrechas, ni
por que se la pasa tomando trago con los sujetos procesales y que jamás ha tomado trago
con el señor Contralor Departamental.”…

…CONSIDERACIONES DE LA SALA…

…3.2. DEL DELITO DE INJURIA.

Esta conducta punible es definida por el artículo 220 de la ley 599 de 2000, así:
El que haga a otra persona imputaciones deshonrosas, incurrirá en prisión de 1 a 3
años y multa de 10 a 1000 salarios mínimos legales mensuales vigentes.

El canon 222 ibídem consagra las injurias y calumnias indirectas, ordenando la


imposición de las penas previstas en los artículos anteriores a quien publicare,
22

reprodujere o repitiere injuria o calumnia imputada a otro, o a quien hiciere imputación


de modo impersonal o con las expresiones se dice, se asegura y otra semejante.

Como circunstancia especial de graduación de la pena el artículo 223 del mismo


Estatuto, dispone que las penas respectivas sean aumentadas de una sexta parte a la
mitad cuando alguna de las conductas previstas en el título correspondiente, se
cometiere utilizando cualquier medio de comunicación social u otro de divulgación
colectiva o en reunión pública.

Para la configuración de este tipo penal, es imprescindible que el sujeto activo


consciente y voluntariamente impute a otra persona conocida o determinable, un hecho
capaz de lesionar su honra, además de conocer el carácter deshonroso de la imputación
y la capacidad de daño y menoscabo a la integridad moral del afectado, de la
imputación.

En suma, es imprescindible la concurrencia de los siguientes elementos, en particular:

Que el sujeto agente atribuya a otra persona conocida o determinable un hecho


deshonroso.

Que tenga conocimiento del carácter deshonroso del hecho.

Que el hecho endilgado tenga la capacidad de dañar o causar menoscabo a la honra del
sujeto pasivo de la conducta..

Y, que el autor tenga conciencia de que el hecho imputado ostenta esa capacidad lesiva,
o para menguar o deteriorar la honra de la otra persona.

La honra es la estimación o respeto con la que cada persona debe ser tratada por los
demás congéneres, en virtud a su dignidad humana. Será deshonroso el hecho
determinado e idóneo para expresar a una persona desprecio u odio público, o para
ofender su honor o reputación.

La capacidad de menoscabo de la moral de la querellante en este caso no concurre,


porque la expresión valorada por la Fiscalía en la resolución acusatoria como
deshonrosa, carece de la idoneidad necesaria para afectar el patrimonio moral de la
víctima…

(…)Al valorar estas expresiones, la Sala concluye que carecen de la capacidad suficiente
para menoscabar la honra, el prestigio y la buena fama de la que gozaba la querellante
en el municipio en el que oficiaba como Fiscal. La afirmación genérica relativa a que la
pasaba para arriba y para abajo ingiriendo licor con el Contralor Departamental,
seguramente debió causar en su ánimo incomodidad, molestia, desazón, pero no basta
para desprestigiarla, veamos:..

(…)No obstante lo anterior, se reitera, las aseveraciones carecen de idoneidad para


afectar el patrimonio moral de la funcionaria judicial debido a su generalidad, vaguedad
e impresión. Ninguna particularidad transmiten en cuanto a la supuesta ingesta de
bebidas embriagantes, no indica los lugares frecuentados para ello, las condiciones en
que lo hacía, la cantidad de licor consumido y su frecuencia, el comportamiento
asumido en desarrollo de esa actividad, la incidencia que tenía en el ejercicio de sus
funciones, etc., detalles necesarios para poder dañar su honra.

Ahora, el consumo moderado de licor en espacios y ocasiones especiales sin


interferencia en la buena marcha del servicio público per se no menguan la honra de un
servidor público. Así entonces, el no haber transmitido en la entrevista las
particularidades del hecho atribuido, le restan a las manifestaciones idoneidad para
afectar la reputación de la ofendida.

Además, la jurisprudencia nacional, de conformidad con el modelo político que nos rige
y atendiendo el carácter de última ratio del derecho penal, viene reiterando que no todo
ataque a la moral de una persona constituye injuria, sino sólo aquellos con capacidad
real de socavarla.
23

Desde esa perspectiva tiene dicho que no toda opinión o manifestación causante de
desazón, pesadumbre o molestias al amor propio puede calificarse de deshonrosa, para
ello es necesario que ostente la capacidad de producir daño en el patrimonio moral, y su
gravedad no dependerá del efecto o la sensación que produzca en el ánimo del ofendido,
ni del entendimiento que éste le de, sino de la ponderación objetiva que de ella haga el
juez de cara al núcleo esencial del derecho.

Labor que el funcionario judicial adelantará sopesando las circunstancias específicas de


cada caso, los antecedentes que lo motivaron, el lugar y la ocasión en que ocurrió, para
ello tendrá en cuenta los elementos de convicción y el grado de proporcionalidad de la
ofensa, determinando si efectivamente se causó una amenaza o vulneración a la honra
de la víctima.

En ese sentido, en la sentencia C-392 de 2002, la Corte Constitucional, señaló:

“La Corporación ha precisado que no todo concepto o expresión mortificante para el amor propio puede ser
considerado como imputación deshonrosa. Esta debe generar un daño en el patrimonio moral del sujeto y su
gravedad no depende en ningún caso de la impresión personal que le pueda causar al ofendido alguna
expresión proferida en su contra en el curso de una polémica pública, como tampoco de la interpretación
que éste tenga de ella, sino del margen razonable de objetividad que lesione el núcleo esencial del derecho.”.

Postura que había adoptado en la sentencia T-028 de 1996, y que esta Sala entre otras
determinaciones prohijó el 20 de junio de 2007, en el radicado No. 27423.

Es posible que manifestando el procesado que la medida de aseguramiento fue el


producto de una confabulación entre la parte civil y la fiscal, esta afirmación pudiese
tener mayor idoneidad para deshonrar a la querellante, empero como ésta no fue la
conducta calificada como injuriosa por la Fiscalía, la Sala no puede pronunciarse
acerca de ella, pues de hacerlo desbordaría su competencia vulnerando el derecho de
defensa y de contradicción.

No significa lo anterior, que el ordenamiento jurídico carezca de medios para sancionar


a los sujetos procesales o a los particulares que irrespeten a los funcionarios judiciales
en ejercicio o con ocasión de sus funciones en los eventos en que sus conductas no
constituyan infracción a la ley penal, pues a estos últimos les ha deferido los poderes
disciplinarios y correccionales necesarios para el cabal ejercicio de sus atribuciones.

Así, el artículo 39 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el decreto 2282/89,
como poder disciplinario atribuye al juez la facultad para sancionar con pena
inconmutable hasta por cinco días a quienes le falten al debido respeto en el ejercicio de
sus funciones o por razón de ella, estableciendo el trámite que previamente debe
observar.

El canon 144-5 de la ley 600 de 2000, consagra como medida correccional aplicable por
los funcionarios judiciales, sancionar con arresto inconmutable hasta por 5 días a
quien le falte al debido respeto en el ejercicio de sus funciones o por razón de ellas,
previendo en el parágrafo 2 del numeral 9, que lo anterior se aplicará sin perjuicio de
las investigaciones disciplinarias o penales a que haya lugar.

La ley 270 de 1996, en su artículo 58 defiere a los magistrados, fiscales y jueces la


potestad correccional a través de la cual puede sancionar al particular que le falte al
respeto con ocasión del servicio o por razón de sus actos oficiales o desconozca órdenes
impartidas por ellos en el ejercicio de sus atribuciones legales.

Mecanismos de los que la funcionaria judicial en su momento no hizo uso, prefiriendo


la acción penal por la posible comisión del delito de injuria, punible que como viene de
verse no se tipifica en este caso.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de apelación del ocho (8) de octubre de dos
mil ocho (2008), radicado proceso No. 29428, M.P. Dr. Julio Enrique Socha Salamanca.-

VII
INJURIA: LAS PERSONAS JURÍDICAS PUEDEN SER
24

SUJETOS PASIVOS DE ESTE DELITO.


Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de apelación del seis (6) de abril de dos mil
cinco (2005), radicado proceso No. 22.099, M.P. Dr. Edgar Lombana Trujillo.
“2.2. En punto a la preclusión de la instrucción por el delito de injuria adoptada
el 5 de febrero de 2.003, al resolver la impugnación interpuesta contra la resolución de
acusación por parte de la defensa fundada en que las personas jurídicas no pueden ser
sujetos pasivos de dicho delito, la Sala llega a la convicción que configura el delito de
prevaricato.

La Corte tradicionalmente ha sido del criterio que las personas jurídicas no


pueden ser sujetos pasivos de calumnia por la imposibilidad que tienen de realizar
conductas punibles habida cuenta que en Colombia impera el derecho penal de acto
(art. 29 de la Carta) que predica la culpabilidad exclusivamente de la persona humana;
pero si del tipo penal de injuria porque de los derechos a la honra y al buen nombre son
titulares tanto las personas naturales como las jurídicas.

Posición fundamentada no solo en el texto de la ley sino en el contenido y alcance


del bien jurídico tutelado, la integridad moral, interpretado a la luz de los preceptos
constitucionales como es debido.

Ciertamente, en orden a la redacción del supuesto de hecho del delito de injuria –


artículo 220 del Código Penal – “el que haga a otra persona imputaciones deshonrosas”,
es evidente que tanto las personas naturales como las jurídicas pueden concurrir como
sujetos pasivos comoquiera que ambas son titulares de los derechos fundamentales de
la honra y el buen nombre; amen que por persona el artículo 73 del Código Civil
entiende esas dos modalidades.

Cosa diferente ocurre con la calumnia que describe: el que impute falsamente a
otro una conducta típica, tipo penal que alude sin lugar a dudas exclusivamente a las
personas naturales por ser las únicas capaces de realizar conductas punibles, como
atrás se vio.

El contenido y alcance de la integridad moral también lo confirma. La doctrina y


la jurisprudencia admiten que de los derechos fundamentales de la honra y el buen
nombre son titulares las personas naturales y jurídicas, los cuales consagra la
Constitución en los artículos 21 y 15 de la Carta y en los tratados públicos,
conformando el bloque de constitucionalidad prevalerte en el ordenamiento jurídico
interno.

Ahora bien, como es sabido el honor comporta dos sentidos, el subjetivo u honor
propiamente dicho y el objetivo o la honra. Entendido el primero como el sentimiento de
la propia dignidad y decoro, el conjunto de valores morales que cada uno se atribuye; y
el segundo, como la opinión o estimación que los demás tienen de nosotros, la
reputación, el buen nombre o la fama derivados del modo de ser y actuar de cada cual
en sociedad, predicable esencialmente de la persona humana pero en lo atinente al
buen nombre también de la persona jurídica.

Quiere decir lo anterior que las personas jurídicas no pueden ser ofendidas en su
honor en sentido subjetivo por carecer del sentimiento de su propia dignidad, pero si
lesionadas en su reputación o buen nombre.

El buen nombre tiene que ver con la buena fama y el prestigio que los demás
seres humanos han construido de un individuo como reflejo de su personalidad y
comportamiento en sociedad, del cual son titulares tanto las personales naturales como
jurídicas.

Así lo viene pregonando de antaño la Corte Constitucional, v. gr. en la sentencia


C-063 de 1.994, dijo:

“….El derecho al buen nombre, entendido por ello el derecho a la reputación, o sea al concepto
que las demás personas tienen de uno.
25

“Ese derecho en general cobija tanto a las personas naturales como a las jurídicas. En el caso de
la protección de las personas naturales, el Constituyente consideró necesario desarrollar el núcleo
esencial del derecho al buen nombre en el artículo 21 de la Constitución.

“Pero el núcleo esencial del artículo 15 permite también proteger las personas jurídicas, ante la
difamación que de el produzcan expresiones ofensivas e injuriosas. Es la protección del denominado
“Good Will” en el derecho anglosajón, que es el derecho al buen nombre de una persona jurídica y que
puede ser estimado pecuniariamente….

Más adelante refirió:

“Aunque la honra y honor sean corrientemente considerados como sinónimos, existe una
diferencia entre ellos. El honor se refiere a la conciencia del propio valor, independiente de la opinión
ajena; en cambio la honra o reputación es externa, llega desde afuera, como ponderación o criterio que
los demás tienen de uno, con independencia de que realmente se tenga o no honor; uno es el concepto
interno – el sentimiento interno del honor -, y otro el concepto objetivo externo que se tiene de nosotros –
honra -.

“En el pleno ejercicio del desarrollo de la personalidad, cada individuo puede forjarse su
identidad y nadie más que él es responsable de su buen nombre. La honra, como la fama, es una
valoración externa de la manera como cada persona proyecta su imagen. Las actuaciones buenas o malas,
son el termómetro positivo o negativo que se irradia para que la comunidad se forme un criterio objetivo
respecto de la honorabilidad de cada ser. Por ello así como las buenas acciones acrecientan la honra, las
malas decrecen su valoración y cada quien en particular es responsable de sus actuaciones”.

Criterio reiterado entre otras decisiones en las sentencias de tutela 412, 470 y
512 de 1.992, y 367 de 1.993, 411 de 1.995 y 1319 de 2.001.

En esta última expresó:

“Esta Corte al igual que diversos autores, se ha referido a la relación existente entre el derecho a
la honra y al buen nombre. Tanto el uno como el otro suponen una valoración que trasciende a una esfera
externa y que comparte necesariamente el derecho de un sujeto dentro de un determinado ámbito social.

“La honra es el esfuerzo del hombre para que su virtud fuera reconocida y valorada en sociedad.

“Se trató de diferenciar aquel reconocimiento que la sociedad hace de los valores intrínsecos de
las personas porque de por si son incorporales, del usufructo de esas atribuciones. Es en ese momento
cuando surge el concepto del buen nombre, concepto que si bien algunas veces resulta inescindible de la
honra, en otras puede diferenciarse, por cuanto abarca una valoración pecuniaria o económica…….

“Ese derecho también hace parte de los llamados derechos de la personalidad, es decir, de
aquellos que no pueden ser separados de su titular y que permiten la vida del hombre en sociedad.

“Por ello toda persona adquiere el derecho de exigir que las manifestaciones que se expresen o se
divulguen en torno suyo se encuentren siempre ajustadas a la realidad, pues de lo contrario su imagen,
reputación, o como también lo llaman, su good will, resultaría lesionado.”.

En armonía con lo anterior, la Sala en providencia del 22 de febrero de 1.995,


con ponencia del Magistrado Dr. RICARDO CALVETE RANGEL, dentro del radicado No.
7379, dejó dicho:

“En estas condiciones, la primera conclusión que surge es que se debe descartar la imputación por
calumnia, ya que las personas jurídicas no son sujetos pasivos de ese delito, en la medida en que no se les
puede imputar a ellas la comisión de hechos punibles.

Hipótesis diferente es la situación respecto de la injuria, puesto que las imputaciones deshonrosas
pueden predicarse tanto de las personas naturales como de las jurídicas, razón por la cual corresponde
concretar, si la conducta atribuida……se adecúa a la descripción típica prevista en el artículo 313 del
Código Penal.”..

Con base en lo anterior, era evidente para el procesado que afirmaciones como
“La Opinión decidió organizar Expomoda para engañarnos y sacarnos la platica”, “no
vamos a participar de un fracaso y estafa como es Expomoda”, “no nos estafen, no nos
26

roben, no nos hagan propuestas deshonestas”, configuraban el delito de injuria, pues


dañaban la reputación y buen nombre de la persona jurídica, diario “La Opinión S.A.”,
independientemente del resultado que obtuviera.
Con mayor razón si, como atrás se vio, con ellas el periodista pretendía
desacreditar el evento de modas a fin de que los expositores y el público no participaran
con el deseo de perjudicar a su propietaria, es decir, con pleno conocimiento del
agravio y con voluntad de causarlo.

Como las mismas fueron difundidas a través de un medio de divulgación


colectivo, la circunstancia de agravación especial prevista en el artículo 223 del Código
Penal, concurría.

Frente a la evidente tipicidad de la conducta la decisión se muestra


manifiestamente ilegal, pues la ajustada a derecho y al caudal probatorio era la
confirmación de la acusación, en lo que atañe a este delito.

El conocimiento y la voluntad del procesado de adoptar el proveído


manifiestamente ilegal, lo soporta la Sala de las siguientes consideraciones:

Del propósito perseguido por el periodista de llevar al fracaso a EXPOMODA se


infiere que el acusado conocía la tipicidad de su conducta, lo cual consignó de manera
diáfana en la preclusión de la instrucción por los delito de pánico económico e injuria y
confirmó la medida de aseguramiento por los de injuria y calumnia.

Que sin argumentación distinta a aseverar de manera errónea que las personas
jurídicas no pueden ser sujetos pasivos de injurias revocara la acusación y precluyera
la investigación contrariando las razones claras que había expuestos para confirmar la
medida de aseguramiento, exponiendo el conocimiento que tenía de los conceptos
relativos al patrimonio moral, al honor, la honra y el buen nombre, al derecho a la
información, a la diferencia entre informar y opinar, y a la posibilidad de sancionar
penalmente la conducta de los periodistas que en ejercicio de él lesionen los derechos
fundamentales de otras personas, los cuales desconoció sin argumento válido que
soportara el cambio de postura.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de apelación del seis (6) de abril de dos mil
cinco (2005), radicado proceso No. 22.099, M.P. Dr. Edgar Lombana Trujillo.

VIII
LOS TOCAMIENTOS CORPORALES NO CONSENTIDOS, REALIZADOS SIN
VIOLENCIA SOBRE PERSONAS CAPACES, CONFIGURAN EL DELITO DE
INJURIA POR VÍAS DE HECHO.
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del veintiséis (26) de octubre de dos mil seis
(2006), radicado proceso No. 25.743, M.P. Dr. Álvaro Orlando Pérez Pinzón.-
“HECHOS

En la mañana del 10 de junio del 2005, cuando la señorita Diana Marcela Díaz
González caminaba por un sendero peatonal de la Calle 97 con avenida Suba, dirección
occidente, un joven que se desplazaba en bicicleta, y que luego sería identificado como
VÍCTOR ALFONSO GARCÍA, tras desacelerar su velocípedo, medio detenerlo y apoyar
una pierna en el piso, le tocó los glúteos y la vagina o posó una mano entre sus
piernas14 y siguió su camino.
Ante las voces de auxilio de la dama, quien tras el tocamiento se sintió empujada,
perdió el equilibrio y hubo de apoyarse en una malla, el autor del hecho fue capturado
unos metros más adelante por un agente bachiller de la Policía Nacional, que fungía
como guía de tránsito en esos momentos…

… CONSIDERACIONES

14
Al comienzo, en su declaración, la señorita Díaz González dijo que le había tocado “la cola, los senos y las piernas”. En el juicio oral se refirió a
la mano entre sus piernas, a la “cola” y a los “genitales”, y posteriormente, en la misma diligencia, habló de la “cola”, la “vagina” y de la “mano por
debajo de las piernas”. Aclaró que al levantarse, el autor le había “rozado” los senos.
27

La Corte casará oficiosamente la sentencia impugnada, declarará la nulidad de lo


actuado a partir de la audiencia de formulación de imputación, dispondrá la libertad
inmediata del procesado y ordenará al competente rehacer la actuación conforme a
derecho. Las razones de su decisión son las siguientes.

Primera parte
El marco teórico del delito de acto sexual violento

El artículo 206 del Código Penal, que define uno de los delitos contra la libertad,
integridad y formación sexuales, dispone:

Acto sexual violento. El que realice en otra persona acto sexual diverso al acceso carnal mediante violencia,
incurrirá en prisión de tres (3) a seis (6) años.

La pena se entiende incrementada en una tercera parte en el mínimo y en la mitad en el


máximo, según el mandato del artículo 14 de la ley 890 del 2004, para dos fronteras: 4
a 9 años de prisión.

La Corte analizará el comportamiento juzgado frente a los elementos de tal descripción.

1. La violencia

1.1. El concepto

Por violencia, para efectos del delito que ocupa la atención de la Sala, se entiende la
fuerza, el constreñimiento, la presión física o psíquica –intimidación o amenaza- que el
agente despliega sobre la víctima para hacer desaparecer o reducir sus posibilidades de
oposición o resistencia a la agresión que ejecuta.

1.2. La relación causal

Como es obvio, debe haber perfecto vínculo de fundamento a consecuencia entre la


violencia realizada por el autor sobre el cuerpo del sujeto pasivo y el acto agresor. Dicho
de otra forma, el comportamiento sexual es consecuencia de la fuerza previa o
concomitante, en el entendido de que sin esta no es posible el atentado. O con las
palabras del artículo 206 del Código Penal, el acto sexual se debe realizar “mediante
violencia”, vale decir, la presión media, intercede. Sin violencia, pues, no puede haber
acto sexual violento.

Por eso la doctrina afirma que entre el acto de fuerza y el acto sexual debe mediar la
adecuada relación de causalidad, valorando las circunstancias objetivas y subjetivas
concurrentes15; que la fuerza se erige en causa del acto sexual practicado 16; que la
víctima resulta sexualmente agredida por haberse usado contra ella la fuerza necesaria
para doblegar su voluntad remisa 17; que debe existir nexo causal entre el acto y la
violencia18; que es necesario que la violencia sea la causa efectiva del evento 19; que entre
el acto y la fuerza

ha de haber conexión causal, de modo que sea lícito establecer que el primero se ha
producido como consecuencia de haberse usado la segunda 20,

etc.
15
Javier Ignacio Prieto Rodríguez. La nueva configuración de los delitos contra la libertad sexual: violación y agresiones sexuales, en AP, 1991-1
(páginas 119 a 152), según Carlos Suárez Rodríguez, El delito de agresiones sexuales asociadas a la violación, Pamplona, España, Aranzadi, 1995,
p. 137.

16
Carlos Suárez Rodríguez, obra citada, págs. 138/9.

17
Id., pág. 139.

18
Lisandro Martínez Zúñiga. Derecho penal sexual. Bogotá, Temis, 2ª edición, 1977, pág. 228.

19
Francesco Antolisei. Manuale di diritto penale. Parte Speciale. I., Milano, Giuffré, 8ª edizione riveduta e aggiornata a cura di Luigi Conti, 1981,
pág. 426.

20
Enrique Orts Berenguer. Delitos contra la libertad sexual. Valencia, España, tirant lo blanch, 1995, pág. 80.
28

1.3. La dualidad acción-oposición

Como es lógico, si la violencia o intimidación es utilizada para vencer la resistencia de la


víctima, por regla general, ante el asalto, tiene que haber una respuesta negativa de
ésta, que finalmente resulta dominada por el autor. Tal la razón por la cual CARLOS
SUÁREZ RODRÍGUEZ, tras analizar en detalle las características de la violencia y de la
oposición a esta, afirma que entre agresor y agredido debe mediar una lucha, que tanto
la fuerza –material o moral, se entiende- como la resistencia, que son antagonistas,
deben ser físicas, y que –para concluir-,

Constituye fuerza toda energía física exterior a la víctima que, proyectada


inmediatamente sobre ésta, la determina, por haber vencido su resistencia seria y
continuada, a realizar la voluntad del que la usa21.

1.4. La duración de la agresión

En ninguna parte la ley alude a la duración del ataque para poder hablar de violencia
relevante en materia de delitos sexuales. Por ello, en principio, se puede afirmar que no
es menester el transcurso de un lapso amplio para que sea viable hablar de violencia.

Sin embargo, la naturaleza de los bienes jurídicos tutelados -la libertad, la integridad y
la formación sexuales-, vista frente a la naturaleza de las cosas, permite inferir que un
“ataque” rápido, vivaz, apresurado, ligero, no cercena con potencia, es decir, sustancial,
materialmente, la facultad de escoger comportamientos en temas sexuales, no
desintegra el bagaje sexual que pueda tener una persona de 26 años de edad 22 y no
deforma la constitución física y mental que sobre el mismo punto posea esa persona.

Por eso se afirma que debe tratarse de prácticas de contenido sexual objetivamente
consideradas, que la conducta tiene que revestir entidad significativa 23, y que ha de
desarrollarse durante algún tiempo pues no parece suficiente un efímero instante de
energía para concluir que se ha producido un acto de fuerza 24.

1.5. La sorpresa

Sorprender, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,


es coger desprevenido, conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o
incomprensible. Es lo inesperado, que equivale o es sinónimo de asombrar, petrificar,
desconcertar, turbar, pasmar, sobrecoger, chocar, anonadar, paralizar, etc.

Sobre el tema, respecto del delito de actos sexuales, lo primero que se debe decir es que
sorpresa no significa violencia, a pesar de que puede haber “sorpresas violentas”. Pero,
por sí, lo inesperado, lo imprevisto, lo desconcertante, no equivale a fuerza ni a
intimidación; y lo segundo, que ante una actuación sorpresiva no existe ninguna
posibilidad de lucha, de respuesta o reacción, motivo suficiente para concluir que frente
a un “ataque” conformado exclusivamente por la sorpresa no es posible hablar de acto
sexual violento.

Y aquí vuelve a tener razón CARLOS SUÁREZ RODRÍGUEZ, cuando explica que como
en una actuación sorpresiva no existe ninguna clase de lucha, parece excesivo
configurar el delito en su ausencia25.

2. El acto sexual violento

21
Obra citada, págs. 151, 162 y 163.

22
Esa era la edad de la señorita Diana Marcela Díaz González para el día de los hechos.

23
Enrique Orts Berenguer, obra citada, pág. 170.

24
Carlos Suárez Rodríguez, obra citada, págs. 151 y 153.

25
Obra citada, pág. 151.
29

De la norma transcrita se desprende que acto sexual es todo comportamiento de esa


índole, realizado en el cuerpo de otra persona, exceptuado el acceso carnal.

Sobre su alcance, importa precisar:

2.1. Actos sobre otra persona

A pesar de que el artículo alude al despliegue de actos sexuales en el cuerpo de otra


persona, es lógico que se deba entender con otra persona, es decir, que haya
correspondencia corpórea –objetiva y subjetiva u objetiva o subjetiva- así respecto del
sujeto pasivo la voluntad se halle viciada o anulada. Al fin y al cabo, este delito no es
más que una conducta degradada o subsidiaria del delito de violación y, como es obvio,
en este tiene que haber compenetración, inclusive en las hipótesis del artículo 212 del
Código Penal. Sobre el punto, con razón, ALFONSO ORTIZ RODRÍGUEZ afirma que los
actos sexuales

son todos los contactos físicos con otra persona que no consistan en acceso carnal y que van encaminados
a satisfacer la concupiscencia del agente o a provocarla en el sujeto pasivo. Se trata de contactos físicos
con otra persona y no “en otra persona” como erróneamente dice el artículo 299 26.

En la misma línea, alguna doctrina foránea explica que

A la postre, como no podía ser de otra manera, la protección se proyecta sobre actos externos y, de alguna
manera, compartidos27.

2.2. La aptitud del acto del autor

El acto sexual debe ser apropiado para estimular la lascivia del autor y de la víctima o,
al menos, de uno de ellos. Por eso, frente a la legislación penal de 1936 para Colombia,
sobre el punto similar a la actual, PEDRO PACHECO OSORIO exponía:

El acto erótico-sexual debe ser idóneo no solo para excitar o satisfacer la lujuria de ambos sujetos del
delito, o siquiera de uno de ellos28.

La lógica que acompaña a la afirmación es nítida, pues se trata de un delito de orden


sexual.

Segunda parte
El caso concreto

Si se compara el suceso que hoy resuelve la Corte con el marco teórico explicado en la
primera parte de las consideraciones de esta sentencia, se arriba a las siguientes
conclusiones.

1. No hubo violencia, porque GARCÍA no desplegó ninguna fuerza –física o moral-


dirigida a extinguir o a reducir la capacidad defensiva de la señorita Diana Marcela.

Importa recabar y volver la atención una vez más hacia la violencia que, como bien lo
señaló el procurador recurrente con apoyo en la doctrina española, no es la que se
emplea en la realización del comportamiento sexual reprochado sino la utilizada para
doblegar la voluntad de la víctima, punto en el que la Corte estima indispensable
precisar lo siguiente en relación con el caso concreto: no es la fuerza o el ímpetu con
que el joven29 acusado haya realizado los actos de tocamiento sobre el cuerpo de la
dama afectada lo que debe considerarse para determinar la existencia de la violencia,
sino la conducta que hubiere desplegado para dominar la resistencia de la víctima, para
intimidarla a aceptar la ejecución del acto sexual.
26

Manual de derecho penal especial. Medellín, Universidad de Medellín, 2ª. Ed., 1985, p. 481. El autor se refiere al artículo 299 del Código Penal de
1980, que, al igual que ahora, disponía: “El que realice en otra persona”.

27
Enrique Orts Berenguer. Obra citada, pág. 27.

28
Derecho Penal Especial. Tomo II. Bogotá, Temis, 1970, p. 360.

29
Para el momento de los hechos, Víctor Alfonso García tenía 21 años.
30

Recuérdense los hechos y téngase en cuenta que todos los intervinientes en este
proceso admiten que VÍCTOR ALFONSO GARCÍA no empleó armas ni pronunció
amenazas para lograr su propósito.

Sin embargo, al parecer el Ad quem ha hecho consistir la violencia –y en ello encontró


apoyo en la fiscalía- en la ejecución misma del hecho, “de suyo violento”, dice el
Tribunal, y en la sorpresiva arremetida de aquél.

La violencia –afirma el Tribunal- fue concomitante con la conducta de los tocamientos, que además
fueron sorpresivos para la víctima, quien por ello no tuvo la oportunidad de impedirlos.

Con las anteriores premisas, mal pudiera la Corporación, aceptar que en este caso no hubo violencia. La
actuación del procesado al abalanzarse desde su bicicleta sobre el cuerpo de la víctima, es un acto de
agresión física, y si esa fue la conducta escogida para hacer los tocamientos libidinosos, por parte de
ALFONSO GARCÍA, sobre la mujer, no cabe duda de que realizó actos sexuales violentos, diversos del
acceso carnal, que tipifican el delito por el que se procede.

(...)

Ahora, la conducta la realizó el acusado de manera sorpresiva, porque sabía que no encontraría
consentimiento de la víctima. Esa agresión fue suficiente para lograr el fin propuesto, la satisfacción de su
libido a través de los tocamientos de las partes pubendas de la mujer, que duraron como treinta segundos,
según ella lo afirmó en la audiencia.

La fiscal delegada, por su parte, estimó en su oposición a las demandas que la


intimidación radicaba en el hecho de movilizarse el procesado en una bicicleta y
arremeter de manera intempestiva contra una persona que va a pie, sin que interese la
fugacidad del acto porque también en el raponazo, por ejemplo, o en una agresión con
puñal, la violencia está presente aunque la acción sea sólo cuestión de segundos.

Ciertamente, la violencia no necesariamente depende en todo caso de la prolongación en


el tiempo de la ejecución de los actos reales o presuntos en virtud de los cuales una
persona pretenda imponer su voluntad sobre la de otra, de manera que el factor
temporal no es siempre determinante de su existencia.

Pero sí es claro, se insiste, que, como lo afirma SEBASTIÁN SOLER, sólo puede tener
esa connotación la fuerza o la coacción dirigida a vencer la resistencia.

Esa fuerza o intimidación –dice- debe orientarse directamente en el sentido de vencer una resistencia
seria y constante de la víctima, mientras ésta se halle en situación de resistir. Así, la fuerza debe recaer
sobre la persona de la víctima, y no basta que se manifieste sobre terceros o sobre cosas. El que
violentamente rompe la puerta para entrar donde está la víctima no ha ejercido aún la fuerza que lo
constituye en violador.30

Violencia, repítese, es ejercicio de presión o de intimidación, y no puede ser asimilada


simplemente a actuar o hacer algo sin consentimiento de otro, porque esto bien puede
ocurrir tanto respecto de quien es obligado a tolerar que se ejecuten actos sobre su
cuerpo como de quien es tomado por sorpresa para los mismos efectos, diferencia de la
que justamente se hace cargo el legislador al reprimir con mayor severidad el delito
sexual violento que el abusivo.

2. Si no hubo violencia, mal se puede hablar de nexo causal entre ella y la afectación
sexual.

3. Tampoco hubo violencia, porque Diana Marcela no reaccionó a ninguna agresión


desarrollada precisamente a suprimir o restar sus posibilidades de oposición al ataque.
Nótese, como ella misma afirma, su comportamiento después del tocamiento consistió
en gritar, llorar y correr. Y súmense otras palabras suyas en el juicio oral, ante
pregunta del señor juez: el autor no ejerció fuerza para neutralizar sus reacciones.

30

Derecho penal argentino. Tomo III. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1953, segunda reimpresión, pág. 342.
31

4. El “ataque” fue fugaz; tan fugaz, que es imposible hablar de agresión sexual pues,
como se vio, de cara al bien jurídico protegido es esencial una mínima permanencia,
que no la hubo en este caso. Del mismo relato de los hechos y, sobre todo, de las
palabras de Diana Marcela resulta que el tiempo no fue superior a treinta (30)
segundos31, lapso bastante insuficiente como para aseverar lesión sensible a la libertad,
la integridad y la formación sexuales, con mayor razón si se repara en que con toda
certeza el tiempo fue mucho menor.

5. De lo expuesto sobre la ocurrencia de los hechos, y como dimana de toda la prueba,


es evidente que el comportamiento fue sorpresivo, sin violencia.

6. Entre Diana Marcela Díaz González y Víctor Alfonso García no hubo correspondencia
corporal alguna y por consiguiente no se puede afirmar existencia de acto sexual.

7. En condiciones normales, mirada la conducta de GARCÍA tal como fue imputada, no


fue apta para excitar o satisfacer su lujuria y/o la de Diana Marcela. Dicho de otra
forma, al palpar velozmente las nalgas y hasta colocar la mano entre las piernas de la
“víctima”, durante un tiempo supremamente breve, la conducta de García no pudo ser
idónea para estimular o abrir apetencias sexuales.

Y la “normalidad” es predicable en este caso porque GARCÍA solamente cuenta que iba
en su bicicleta, vio a la dama con un pantalón apretado, creyó que no era problema
tocarle la “cola”, pasó, se la tocó y siguió. Mientras tanto, la joven jamás se ha referido a
la más mínima estimulación o excitación erótico-sexual como consecuencia de la
conducta juzgada.

8. Añádase algo mayor:

La Ley 599 del 2000, siguiendo el criterio que ya había adoptado el legislador al expedir
el Decreto 100 de 1980, clasificó los delitos sexuales según que el medio empleado para
cometerlos fuera la violencia o el abuso.

Para ello agrupó los tipos así:

En el capítulo primero del título IV, bajo la denominación de “De la violación”:

Uno. Acceso carnal violento (Artículo 205).

Dos. Acto sexual violento (artículo 206).

Tres. Acceso carnal o acto sexual en persona puesta en incapacidad de resistir (artículos
205, 206 y 207).

En el capítulo segundo, “De los actos sexuales abusivos”:

Uno. Acceso carnal abusivo con menor de catorce años (artículo 208).

Dos. Actos sexuales con menor de catorce años (artículo 209).

Tres. Acceso carnal o acto sexual abusivos con incapaz de resistir (artículos 208, 209 y
210).

El capítulo tercero apunta a causales de agravación de los anteriores hechos, y el


cuarto, a las varias formas de proxenetismo.

Como se observa, en ninguna parte de este título aparece estrictamente tipificada como
delictiva la conducta de quien sin violencia, por sorpresa, realiza actos sexuales sobre
una persona capaz que no presta su consentimiento.

Se hace énfasis: en materia de delitos sexuales, la Ley 599 del 2000 para Colombia no
consagra un tipo que reprima la ejecución de actos sexuales sin violencia y en los que la
31
Así se percibe y se oye en los registros correspondientes. Pero agréguese: preguntada la dama sobre el punto por la defensa en la audiencia oral,
primero guardó silencio, dudó, luego habló de ese lapso y culminó afirmando que “realmente fue muy rápido”.
32

ausencia de consentimiento obedezca al actuar sorpresivo del agente, sino que la vincula
con situaciones de inconsciencia, trastorno mental o incapacidad para resistir en las
que se encuentre la víctima (artículo 210). Y si alguno de esos estados es ocasionado
por aquél, la adecuación típica se desplaza del capítulo que establece los actos abusivos
al que regula los violentos (artículo 207).

Desde este punto de vista, entonces, el comportamiento juzgado es atípico objetivamente


y, por tanto, GARCÍA no podía ser condenado por el mismo. Y como se hizo, se
desconoció el principio de legalidad del delito y su concreción, el de tipicidad objetiva,
que implica la acomodación exacta de una conducta a una definición expresa, cierta,
escrita, nítida e inequívoca.

Tercera parte
La hipotética adecuación típica correcta

La conducta consistente en realizar tocamientos fugaces e inesperados en las partes


íntimas del cuerpo de una persona capaz sin su aquiescencia es, sin duda, un acto
reprochable, sea que se realice súbitamente en vía pública –como en este caso- o en el
servicio del transporte masivo o aprovechando las conglomeraciones humanas en
manifestaciones, centros comerciales, espectáculos públicos, etc., pero no constituye
actualmente un delito contra la libertad, integridad y formación sexuales que consagra
el título IV de la Ley 599 del 2000.

Objetivamente constituye, sí, delito de injuria, concretamente en su modalidad injuria


por vía de hecho.

Las razones de la afirmación son las siguientes:

1. El título V del Libro II del Código Penal del 2000, en su capítulo único, define los
“Delitos contra la integridad moral”.

En su artículo 220 estructura la injuria, con estas palabras:

El que haga a otra persona imputaciones deshonrosas, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años y
multa de diez (10) a mil (1000) salarios mínimos legales mensuales vigentes.

Su artículo 226 se refiere a la injuria por vías de hecho de esta manera:

En la misma pena prevista en el artículo 220 incurrirá el que por vía de hecho agravie a otra persona.

2. El bien jurídico tutelado es, se dijo, la integridad moral. Por integridad moral se
entiende, para efectos de la injuria, ante todo, lo relacionado con la dignidad y el honor,
tal como emana de la Exposición de Motivos que a su propuesta de Código Penal ante
las Cámaras legislativas acompañó el Fiscal General de la Nación.

A la dignidad, que en estricto sentido es el bien jurídico mediato especialmente tutelado


en este título32, se ha referido la Corte Constitucional, con estas frases:

[s]e funda en el hecho incontrovertible de que el ser humano es, en cuanto tal, único en relación con los otros
seres vivos, dotado de la racionalidad como elemento propio, diferencial y específico, por lo cual excluye que
se lo convierta en medio para lograr finalidades estatales o privadas, pues, como lo ha repetido la
jurisprudencia, la persona es "un fin en sí misma". Pero, además, tal concepto, acogido por la Constitución,
descarta toda actitud despectiva frente a sus necesidades corporales y espirituales, todas las cuales merecen
atención en el Estado Social de Derecho, que reconoce en el ser humano la razón de su existencia y la base y
justificación del sistema jurídico.33

La dignidad es, también, por inclusión, respeto a la intimidad, al honor, a la honra, al


decoro, de la persona humana en cuanto tal.

32

Recuérdese que si en la nueva codificación no se incluyó no fue porque hubiese variado el objeto de protección sino porque, como se dijo en la
exposición de motivos, la dignidad humana “[e]s pilar fundamental del Estado Social de Derecho que la convierte en objeto de protección de todo el
derecho penal y de transgresión de todas las conductas punibles”, por lo tanto no puede ser referida a un título en específico.
33

Sentencia T-556 de 1998.


33

Enseña LUIS CARLOS PÉREZ:

La dignidad, pues, está en la estructura de la personalidad, junto con la libertad y la intimidad, siendo la
vida el fundamental de ellos. La honra y el honor, constitutivos de la integridad moral, según el Código
colombiano, son bienes que hacen parte de la dignidad. Bienes de la persona, tanto como el nombre que la
designa e individualiza; como el estado que ocupa en la familia y en las grandes comunidades sociales;
como la capacidad para gozar otros bienes o para reclamarlos; como el domicilio donde ejerce sus
derechos y cumple sus deberes, y en fin, como el asiento de su patrimonio, entendido como el caudal
grande o pequeño proveniente de su trabajo.34

El mismo tratadista expone su concepto de integridad moral:

Integridad viene de íntegro, palabra compuesta de in, partícula negativa, y de tangere, tocar. Significa,
pues, no tocado, intacto, bien saneado. Así como una persona se mantiene íntegra cuando nadie vulnera su
composición material, en el conjunto de músculos, huesos y funciones biosíquicas, cuando nadie disminuye
o altera su estructura orgánica, también permanece íntegra cuando nadie lesiona su dignidad, es decir, su
valimiento entre los demás, y los fines que se ha propuesto sin derivar en un simple mediador de intereses
u objetivos ajenos.35

De la dignidad dimana, entre otras cosas, un bien jurídico más concreto, el honor,

constituido por las relaciones de reconocimiento fundadas en los valores sociales de dignidad de la
persona y libre desarrollo de la personalidad36.

Partiendo de tal noción, y fusionado con los valores constitucionales, particularmente


con el principio de dignidad, se puede afirmar que el fundamento del bien jurídico honor
es, precisamente, la dignidad, y que su finalidad última es el libre desarrollo de la
personalidad37.

Desde este punto de vista, no hay duda que tentar sin consentimiento las regiones
corporales que la cultura occidental asocia con el sexo, constituye un ultraje a la
dignidad de la persona que recibe el comportamiento, una afrenta, una agresión y, en
fin, un desprecio absoluto por su honor, es decir, su valor como ser humano, unido al
libre desarrollo de su personalidad, entendido este, a la luz del artículo 16 de la
Constitución Política, como el derecho a la autonomía personal, que permite, ante la
variedad optativa, tomar decisiones sin intromisiones, obstáculos ni presiones 38.

3. El tema no es raro a nivel de doctrina ni de derecho comparado, pues desde antiguo,


desde cuando la amplia injuria comenzó a circunscribirse a la “moral”,

se identifica con el sentido de cualquier actuación que envuelve un desprecio intencionado y manifiesto
hacia otra persona, se refleje en una agresión física o no39.

Mírense estos ejemplos, simplemente como ilustración.

SILVIO RANIERI escribe:

En la mayoría de los casos la bofetada no constituye injuria; pero puede constituirla según las
circunstancias del hecho y la intención del agente. En cambio, constituye injuria cortar los cabellos,

34

Derecho Penal. Tomo V. Bogotá, Temis, 2ª ed, 1991, pág. 83.


35

Ib., pág. 82.

36
Ignacio Berdugo Gómez de la Torre. Ensayos penales. México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1994, pág. 81 (“Revisión del contenido del
bien jurídico honor”).

37
Ma. Rosa Fernández Palma. “Reflexiones sobre el contenido constitucional del honor”, en Gonzalo Quintero Olivares y Fermín Morales Prats
(Coordinadores), El nuevo derecho penal español. Estudios penales en memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz, Navarra, Aranzadi, 2001,
pág. 1356.

38
Corte Constitucional, sentencia T-542, de 1992.

39
Macarena Guerrero Lebrón. La injuria indirecta en derecho romano. Madrid, Dykinson, 2005, págs. 28 a 75. La autora empieza desde antes de la
Ley de las XII Tablas y recuerda como convertida en delito “privado” Gayo sistematizó el tema en sus Institutas.
34

arrebatar la peluca, arrancar la barba, con tal que no constituye lesión corporal, o cortar los bigotes o la
barba, arrojar agua sucia contra una persona, etc.

El beso puede constituir injuria según la intención del agente. 40

La enumeración –anota LUIS CARLOS PÉREZ- permite entender la amplitud de los agravios
catalogados en la doctrina y la jurisprudencia. Con ese espíritu se citan:

“El que ultraja o insulta a otro con remedos o gestos delante de otras personas, o le hiere con mano, pie,
palo, piedra, arma u otro cualquier instrumento, o alza la mano con palo u otra cosa para herirle, aunque
no le hiera, o le escupe en la cara, o le rasga los vestidos o le despoja de ellos, o arroja, pisa o ensucia sus
cosas, o le sigue o corre en pos de él para herirle o cogerle, o le encierra en algún lugar, o le mete por
fuerza en su casa, o le prende o le toma alguna cosa contra su voluntad, o le pone a la ventana o puerta de
su casa cuernos u otros signos de alusión injuriosa, o le echa agua u otra cosa sucia en su persona o en su
casa por causarle deshonra o enojo, o viviendo en un piso inferior de la misma casa hace fuego de paja
mojada, leña verde o de otra cosa cualquiera sin más intención que la de incomodarle con el humo, o le
mueve pleito y hace emplazar maliciosamente por causarle gastos u obligar a dejar o suspender sus
negocios o arrancarle alguna cantidad o ventaja”.

Y concluye:

La injuria real reside, pues, en los hechos, como estos citados por DÍAZ PALOS: dar una bofetada, cortar
el cabello a una mujer, escupir en la cara a otro. Pero es preciso tener en cuenta que la estimación de
injuria no elimina el concurso con otros delitos, como el de lesiones. A los anteriores ejemplos pueden
agregarse: señalar con gestos evidentemente agraviantes o mediante signos inequívocos de desprecio o de
insulto, las representaciones simbólicas de indignidad, cobardía, rebajamiento moral por el juego, la
entrega carnal, o cualquier otro aspecto indicativo de una mala vida que no alcanza a ser delictuosa. 41

También ANTONIO VICENTE ARENAS pone como ejemplos de vías de hecho

[u]n salivazo, una bofetada, un puntapié sin consecuencias lesivas para el cuerpo o la salud, pues de
quedar secuelas habría concurso de injuria y lesiones personales (art. 26), como lo habría también de
injuria y daño en bien ajeno cuando la injuria consiste en manchar o destruir el vestido de otra persona. 42

Para SEBASTIÁN SOLER, esta especie de injuria

Consiste en ofender por medio de hechos, gestos, actitudes que envuelvan o signifiquen menosprecio. Una
cachetada es un ultraje. De ella vale más el dolor moral que el dolor físico que pueda causar. 43

Y agrega:

La bofetada no es injuria en cuanto se infiere un daño físico, sino que vale como injuria en cuanto causa
un agravio moral, lo mismo que cualquier otra actitud o palabra de menosprecio. 44

De manera semejante, puede imputarse a título de injuria por vías de hecho actos de
claro contenido libidinoso que la legislación no consagra como delitos sexuales, en tanto
afectan la dignidad de la persona agraviada, lesionan su integridad moral y constituyen
actos de menosprecio al tratarla como objeto de lujuria, degradando su condición
humana.

Esta conclusión a que ahora arriba la Sala no es, ni mucho menos, novedosa.

Como lo exponen FERMÍN MORALES PRATS y RAMÓN GARCÍA ALBERO, conductas


como la de realizar tocamientos en zonas genitales de personas capaces, sin
consentimiento y por sorpresa, no tipificaban en el Código Penal español de 1973 delito
contra la libertad sexual, y eran tratadas como injuria. Así se expresan:
40

Manual de Derecho Penal. Tomo V. Parte especial. Bogotá, Temis, 1975, pág. 417.

41
Obra citada, págs. 126/7.
42

Comentarios al Código Penal Colombiano. Tomo II, parte especial, vol. 2. Bogotá, Temis, 5ª. ed., 1984, pág. 97.
43

Obra citada, pág. 268.


44

Ib., pág. 319.


35

Sólo resta una hipótesis concreta que permite nutrir el ámbito típico del núm. 1 del artículo 181: Se trata
de aquellos atentados sexuales no consentidos por no haber podido la víctima consentir expresamente
dado el carácter proditorio y sorpresivo del atentado sexual. Tal sería el caso de quien, inopinadamente,
realiza unos tocamientos en zona genital a su víctima aprovechando la nutrida concurrencia de pasajeros
en un autobús. Adviértase que en rigor, la mencionada conducta no aparecía recogida en el ámbito de
previsiones típicas de los delitos contra la libertad sexual del anterior Código Penal, recibiendo castigo
por la vía de las injurias –acción ejecutada en desprecio…- bien constitutivas de delito o de falta 45
(destaca la Corte).

También SILVIO RANIERI, después de examinar en el Código Penal italiano de 1930 46


los delitos contra la libertad sexual y en particular los actos libidinosos violentos o
abusivos, y señalar que

[l]a conducta punible del delito previsto en el artículo 521 consiste, en las diferentes hipótesis por él
previstas, en los actos de concupiscencia carnal, distintos de la unión, cometidos por el agente con el uso
de violencia o de amenaza (actos lujuriosos violentos), o abusando de las condiciones de inferioridad
física o síquica o del vínculo de confianza de que se habla en los artículos 519 y 520 (actos libidinosos
abusivos) sobre la persona del sujeto pasivo (artículo 521, párrafo primero); o cometidos por este,
mediante constreñimiento o inducción, sobre sí mismo, sobre la persona del culpable o sobre otras
personas (artículo 521, párrafo segundo),47
concluye:

No existiendo el uso de los medios o las condiciones de que se trata en los artículos 519 y 520, el hecho
podría ser castigado por otros títulos; por ejemplo, en virtud de lo dispuesto en los artículos 527, 530, 594,
etc.48

Y añade:

Como se ha dicho, los actos de concupiscencia deben ser distintos de los de la unión carnal. Por lo tanto,
en esta amplia noción quedan comprendidos todos los actos de excitación o de desahogo de la lujuria, con
tal que sean distintos de los del acceso carnal, y aunque estén dirigidos a este; por ejemplo, tocamientos
obscenos, frotamientos lascivos, contactos que pueden excitar los sentidos, etc., con tal que sean cometidos
por el culpable sobre otro sujeto, o que los haga cometer sobre sí mismo, sobre la persona del culpable o
sobre un tercero.49

MONICA SARTI, luego de analizar la “Violencia sexual” tras la reforma introducida por
la señalada ley 66 de 1996 para su país –Italia-, explica:

Parece oportuno resaltar cómo el legislador en la reforma no tuvo en cuenta las diversas propuestas
orientadas a crear un tipo autónomo con el nombre de “molestias sexuales” que comprendiera aquella
amplia categoría de comportamientos que difícilmente podrían ser entendidos como actos sexuales
verdaderos y propios pero que, sin embargo, constituyen una ofensa a la esfera sexual de la víctima.

Hoy, en espera de esa conveniente reglamentación, en particular frente a las perturbaciones en el lugar de
trabajo (por la significativa gravedad que las caracteriza), tales comportamientos desviados pueden ser
comprendidos entre las injurias y las molestias previstas por el artículo 660 del C. P.50 (resalta la Sala).

45
“Delitos contra la libertad e indemnidad sexual”, en Aranzadi (Edit), Pamplona –Esp-, Comentarios a la parte especial del derecho penal, 2a.
Ed., 1999, pág. 258. Los autores aluden al Código Penal básico de la fecha señalada, cuando analizan el artículo 181 actual, que comenzó a regir el
21 de mayo de 1999 en materia de “Abusos sexuales” y que, en verdad, hizo variaciones importantes a la normativa.

46
Los artículos pertinentes, 519, 520 y 521 fueron abrogados por la ley 66 del 15 de febrero de 1996, que modificó el tema de los delitos sexuales,
entre otras cosas para ubicarlos dentro de los delitos contra la persona. Ahora el tema aparece recogido sustancialmente en los artículos 609 bis y
siguientes del Código Penal.
47

Obra citada, pág. 97.


48

Ib., pág. 98. Las normas a que alude consagran los delitos de actos obscenos (artículo 527), corrupción de menores (artículo 530) e injuria (artículo
594).
49

Ibidem.

50
“La violenza sessuale”, en Ugo Di Benedetto. Diritto Penale. Giurisprudenza e casi pratici. Parte generale. Parte speciale. San Marino,
Maggioli Editore, 1998, pág. 1134. El artículo 660 del C. P. Italiano describe los “disturbios a la persona”, y el artículo 594 define la injuria como
la ofensa al honor o al decoro de una persona.
36

HELENO CLAUDIO FRAGOSO, refiriéndose a la legislación de su país –Brasil-, alude a


la “injuria real”, que ocurre cuando la ofensa al honor es practicada mediante violencia
o a través de vías de hecho, y cita como ejemplos una bofetada, una quemadura, un
tirón de orejas o de cabellos, sacudir a alguien tomándolo por las ropas, escupir a una
persona o lanzarle inmundicias51.

Y admiten esta forma injuriosa, entre otros, los códigos penales de Venezuela del 2000
(artículo 446), Perú de 1991 (artículo 130), Alemania de 1871, con las reformas de 1998
(artículo 185), Ecuador de 1938 (artículo 489.2), Costa Rica de 1970 (artículo 145),
Paraguay de 1914 (artículo 372), Uruguay de 1933 (artículo 334) y Chile de 1987
(artículo 416).

Colombia, entonces, no hizo más que seguir la tendencia ya bastante extendida


ecuménicamente y por ello comenzó a “legislar” concretamente sobre el punto desde el
proyecto 1976 de Código Penal, en cuya exposición de motivos, en materia de injurias,
se lee lo siguiente:

Y se sanciona también el agravio por vías de hecho, como una palmada en el rostro, un salivazo, etc.

Y el artículo 415 del proyecto mencionado fue reproducido en los artículos 455 del
proyecto de 1978 y 319 del Código Penal de 1980.

Desde el punto de vista objetivo, entonces, la Sala, en síntesis, considera que los
tocamientos corporales no consentidos, realizados sin violencia sobre personas capaces,
configuran el delito de injuria por vías de hecho.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del veintiséis (26) de octubre de dos mil seis
(2006), radicado proceso No. 25.743, M.P. Dr. Álvaro Orlando Pérez Pinzón.-

IX
REQUISITOS PARA QUE SE CONFIGURE EL DELITO DE CALUMNIA.

Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto del siete (7) de abril de dos mil diez (2010),
radicado proceso No. 28.516, M.P. Dr. Javier Zapata Ortiz.
“3. En la presente actuación, al Representante CARLOS FERNANDO MOTOA
SOLARTE se le imputó la autoría del delito de calumnia, descrito y punido por el artículo 221 del
Código Penal, Ley 599 de 2000, en los siguientes términos:

“El que impute falsamente a otro una conducta típica, incurrirá en prisión de uno (1) a cuatro
(4) años y multa de diez (10) a mil (1.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes”. 52

Del contenido del citado precepto se advierte, como ya lo ha destacado la jurisprudencia de la


Sala53, que la conducta se tipifica cuando el agente, atribuye de manera falsa a una persona
determinada o determinable un comportamiento típico, con el ánimo de causar daño al
patrimonio moral de aquella, es decir la víctima.

4. Se trata, entonces, aquí y en primer lugar de delimitar probatoriamente la conducta


objeto de imputación, no solo por el imperativo típico, sino por la diversa connotación que en
punto de la relevancia del injusto tendría el comportamiento que bajo el rubro de ilicitud se le
atribuye al procesado, como lo tiene establecido el artículo 397 del rito, en punto de los requisitos
sustanciales para proferir resolución acusatoria.

Así, se tiene que de acuerdo con la inicial imputación que los ex Alcaldes de Palmira le
hicieran al Representante a la Cámara, doctor CARLOS FERNANDO MOTOA SOLARTE, lo cual
sucedió el 3 de octubre de 2007, el hecho denunciado se limitó a las declaraciones entregadas
por éste a la cadena de televisión regional C. N. C. Cable Unión de Occidente, donde afirmó el
parlamentario el 25 de mayo de 2007, esencialmente lo siguiente54:

51
Licoes de díreito penal. Parte Especial 1., Sao Paulo, José Bushatsky, editor, 5ª. Ed., 1978, págs. 218/9.
52
Destaca la Sala que conforme al artículo 14 de la Ley 890 de 2004 la pena prevista fue aumentada en la tercera parte respecto del mínimo y en la
mitad respecto del máximo.
53
Sentencia de única instancia de 6 de abril de 2005, radicado 22099 y Auto inhibitorio de 30 de abril de 2008, radicado 27268, entre otros.
54
Folios 2 – 5 cuaderno 1. Se transcribe en extenso el contenido de la entrevista del querellado, en lo pertinente, para
un mejor entendimiento del contexto de las declaraciones.
37

“Lo que pasa es que yo no voy a permitir y lo he dicho de manera muy puntual, que el
fenómeno del narcotráfico ingrese nuevamente a Palmira y lo he dicho de manera muy clara, no
solamente algunos se sentían, algunos concejales se sintieron tocados; algún miembro del
senado se sintió tocado, algún candidato a la gobernación, pero es una estrategia no
politiquera, es una concepción debida y ustedes pueden revisar todos mis pronunciamientos
antes de la campaña, inclusive, cuando era jefe de debate de la campaña de Eduardo Sanguino a
la Cámara, que siempre nos oponíamos a ese fenómeno del narcotráfico, ha sido una condición
permanente en nuestro movimiento político. (…).

Palmira en la década de los 90, también hay que recordarlo, fue un apéndice del Cartel
de Cali, los alcaldes aquí elegidos tenían un componente directo, trabajado, financiado con el
Cartel de Cali; aquí una persona muy conocida que tuvo cargos muy importantes, palmirano
que desafortunadamente era el enlace del Cartel de Cali con la ciudad de Palmira, con los
alcaldes que aquí se imponían, con la votación que se compraba, eso no podemos olvidarlo; y
eso son criterios que por supuesto debo siempre resaltar, recordar, para que no se cometan los
errores que de pronto en alguna época se cometieron en Palmira y se han cometido en
municipios actualmente en el Valle del Cauca.

Mire, el escándalo de la PARAPOLÍTICA, mire lo que está ocurriendo con los


congresistas vinculados con el narcotráfico, con las autodefensas, con la guerrilla ¡qué
intranquilidad! ¡qué ilegitimidad del Congreso!.”

Y luego agregó:

“En la reforma política que aprobamos la semana pasada presenté una proposición
para que esas acciones que se van a establecer, la pérdida de la curul, (…) esas sanciones, esa
inhabilidad de los familiares de los congresistas que se demuestre han tenido vínculos con el
narcotráfico, cobijen al actual Congreso de la República. Estamos siendo coherentes y hemos
sido coherentes, esa es una bandera que seguiré trabajando, porque no permitiré que mi ciudad,
que Palmira, ocurra lo que ocurrió en la década de los 90, o que Palmira siga situaciones tan
dramáticas, como las que han ocurrido en el municipio de Cartago, como las que han ocurrido
en el municipio de Yumbo, en diferentes localidades de la comarca vallecaucana. (…)”.

Ante tales manifestaciones del entrevistado, el periodista Reynaldo Rengifo preguntó de


manera sugestiva lo siguiente:

“Usted acaba de mencionar algo sobre la década del 90 los alcaldes que estuvieron en
esa época aquí. Haciendo nosotros memoria entonces, colegimos de lo que usted acaba de
mencionar de la década del 90, entonces hablamos de un Luís Eduardo Mendoza García, de un
Guillermo Cabal Vélez, de un Martín Alonso Alvarado Navia, que son más o menos los tres
alcaldes que estuvieron en la década del 90, entonces lo que usted acaba de mencionar, es que
esos alcaldes allí estuvieron en su momento, esa financiación de sus campañas del narcotráfico
¿es así como hemos entendido?”.

Y al respecto contesto el Representante MOTOA SOLARTE:

“Ahí hay un jefe político de esos 3 alcaldes, jefe político que fue condenado por el
proceso 8 mil, jefe político que ha sido el que representa a ese nexo del narcotráfico con la clase
política. Las conclusiones las tomarán los vallecaucanos, los palmiranos, los medios de
comunicación, pero aquí tengo que recordar la historia, tenemos que saber que ha ocurrido,
nosotros estábamos por fuera de ese espacio de poder, usted bien lo conoce Reynaldo, Fabián…
Mendoza, la administración no participamos, tampoco participamos con el doctor Cabal,
tampoco participamos con Martín Alonso Alvarado, estuvimos por fuera, Miguel Motoa
estableciendo una posición solidaria por Palmira, por los intereses de la ciudad, las
conclusiones las tomarán ustedes los palmiranos…”.

A renglón seguido insistió el periodista Fabián Díaz:

“Bueno, es que con lo que acaba de decir es que es bueno puntualizar, porque aunque
mucha gente sabe claramente a quien está haciendo alusión, pero es bueno concretar y yo
pienso que después de la pausa para que lo haga; y además esa persona a la que usted
seguramente se está refiriendo, pues en estos momentos está al margen de la política, pero de
todas maneras hay un grupo que ahora está teniendo candidato propio y que tiene la aspiración
de llegar a la alcaldía municipal; para que usted nos puntualice realmente de quien se trata ese
38

personaje del que usted está ha hecho alusión (sic) allí entreverado y por supuesto el contacto
que tiene con el grupo político y lo vamos a decir claramente, el grupo caicedista, para que
usted lo puntualice después de la pausa”.

Luego de la mencionada pausa, insistió en la pregunta el comunicador Reynaldo Rengifo


en estos términos:

“Y hay una pregunta en punta de nuestro colega y amigo Fabián Fernando Díaz ¿cuál
es el personaje público que hoy está por fuera de la actividad política al que usted hace
referencia?”

La contestación del parlamentario entrevistado fue:

“Mira, aquí tenemos que evidenciar sin hablar de los partidos actuales porque
entendemos que hay unos partidos que han tratado de depurarse, unos partidos que firmaron un
acuerdo de transparencia en la Casa de Nariño, pero en aquel momento en la década de los 90
aquí una persona que ustedes conocieron, lo que se denominaba el “kikismo”, un movimiento
político liderado por Manuel Francisco Becerra, que en su época derrotó a la organización de
Miguel Motoa y los alcaldes que ustedes han mencionado, pertenecían a esa organización
política, no lo digo yo, aquí no quiero pues que mañana se pueda presentar un criterio de
injuria, de calumnia, ahí está la sanción que estableció la Fiscalía General de la República (sic),
ahí están los comunicados de los diferentes entes investigadores y ese era un jefe político de
Palmira, que tenía una presencia directa con todos estos alcaldes que gobernaron la ciudad, así
que en ese sentido yo creo que existen las pruebas, la veracidad de los hechos que pueden
demostrar que esa situación ocurrió en Palmira y que por supuesto ahora no podemos tolerar la
gente de bien quien representa la ciudad (se señala así mismo con la mano izquierda). Recuerde
que yo soy el representante electo por Palmira, el único representante a la Cámara palmirano,
tengo que trabajar, tengo que denunciar y tengo que evitar que eso vuelva a ocurrir”.

5.- De la relación profusa de los hechos y los medios probatorios acopiados, emergen dos
motivos para proferir preclusión de la instrucción a favor del sindicado.

En primer lugar, es de advertir que no existe actuación alguna del aforado,


presumiblemente constitutiva del delito de calumnia cumplida fuera de su intervención
parlamentaria, lo que conduce a valorar su conducta frente a la naturaleza y características que a
esa clase de intervenciones fijan la Carta Política y la legislación vigente.

La noticia que alertó a los quejosos fue la aparecida en la entrevista televisada por el
canal regional C. N. C. de Cable Unión de Occidente de la ciudad de Palmira (Valle), cuyo
contenido formal fue trasladado por el apoderado de los querellantes a estas diligencias.

Pero además de observar que la versión divulgada por la cadena regional de televisión
por cable, corresponde a la constancia de la gestión parlamentaria que el Representante estaba
cumpliendo en la Cámara a propósito de la reforma política y como un aporte más a la discusión
nacional que ese proyecto legislativo había suscitado en los diferentes círculos sociales,
académicos y políticos, cualquier duda se disipa al repasar el contexto de las declaraciones, en
las que de ninguna forma se utilizan calificativos vejatorios injuriosos para los reclamantes, como
tampoco se les hacen imputaciones por la comisión de algún hecho punible, pues si algo
caracteriza las aseveraciones del congresista es que se produjeron en desarrollo de su actividad
política y de liderazgo regional para efectuar una crítica a la realidad nacional y local,
encaminada a llamar la atención de sus copartidarios y coterráneos sobre las nefastas
consecuencias derivadas de los nexos existentes en el pasado reciente del país, entre algunos
representantes de la clase política a nivel nacional, departamental y municipal, con miembros de
las distintas organizaciones criminales, como la guerrilla, el paramilitarismo y los carteles del
narcotráfico, especialmente con el denominado Cartel de Cali.

Es en este contexto en que deben considerarse las expresiones del parlamentario


denunciado, quien de manera similar se refirió al escándalo de la parapolítica con la finalidad de
poner de presente, con asombro, el carácter ilegítimo del Congreso de la República, y de manera
sensata plantear algunas soluciones, en el proyecto de reforma política que para entonces se
tramitaba, a ese maridaje o alianza entre algunos congresistas y líderes de la clase política con
miembros de los grupos al margen de la ley.

Por lo anterior no se entiende la inconformidad de los quejosos, cuando la verdadera


esencia de las manifestaciones del Representante a la Cámara denunciado es, se repite, llamar
39

la atención de la comunidad vallecaucana y palmirana, para que no se vuelvan a cometer los


errores del pasado e impedir que el fenómeno del narcotráfico se enseñoreara de nuevo en su
natal Palmira, de las que infieren los querellantes su vinculación con personas relacionadas con
el Cartel de Cali.

Frente a ese reparo resulta inaplazable precisar que las afirmaciones criticadas se hallan
contenidas dentro del ejercicio del derecho-deber de expresión del congresista y de su
participación oficial dentro de un debate de interés nacional, lo que guarda estrecha relación con
el cumplimiento de funciones como las indicadas bajo el artículo 133 de la Constitución Política.

Siendo ello así, y por no sustraerse al estudio de ese foro un tema tan sensible e
importante para los intereses del país como el de la transparencia en la actividad política y la
prevención de la corrupción en la administración pública por nexos con el narcotráfico u otras
formas de criminalidad, tendrá que reconocerse la operancia del artículo 185 de la Carta Política,
relativa a la inviolabilidad de los congresistas “por las opiniones y los votos que emitan en el
ejercicio de su cargo, sin perjuicio de las normas disciplinarias contenidas en el reglamento
respectivo”, lo que no podría ser de otro modo, como colocar en manos de otro órgano del
Estado la persecución y eventual sanción de algún exceso en dichas intervenciones, pondría en
riesgo de una mordaza que coartando la necesaria libertad y autonomía de aquel escenario,
socavara los intereses y la vigencia misma de la democracia.

No desconoce la Corte, que en ejercicio de tal actividad puede haber lugar a excesos
verbales, y no es difícil reconocer que en ellos podría llegarse hasta la imputación de hechos
deshonrosos o conductas delictivas. No obstante, la cabal comprensión de la inmunidad impide
la coincidencia a un mismo tiempo de la tolerancia y la impunidad de esas conductas, salvo la
intervención de la propia cámara a la que pertenece el presunto ofensor, pues de lo contrario se
opondría al precepto del artículo 185 constitucional.

6. El otro motivo que lleva a la Sala a predicar, en el caso concreto, la atipicidad de la


conducta atribuida al Representante CARLOS FERNANDO MOTOA SOLARTE, es el que, desde
el punto de vista probatorio no existe demostración legal de los requisitos requeridos por la
doctrina55 de pacífica elaboración por la Sala de Casación Penal, de cara al punible de calumnia,
consistentes en: (i) la consciente y voluntaria atribución falsa de un hecho delictuoso, (ii) que la
imputación se haga a una persona determinada o determinable, (iii) que el autor tenga
conocimiento de la falsedad, y (iv) que la atribución del hecho delictuoso falso sea clara, concreta
y categórica, no surgida de suposiciones de quien se siente aludido con una manifestación
generalizada.

Frente a estas exigencias, los medios de convicción aportados al proceso, lo único que
ponen de presente es que las manifestaciones entregadas por el parlamentario MOTOA
SOLARTE a través de la entrevista televisada el 25 de mayo de 2007, se realizaron de manera
generalizada en ejercicio de su actividad política y en el marco de una crítica a la realidad social
que padeció el país en el pasado reciente, encaminada a llamar la atención de la comunidad
regional y local sobre las nefastas consecuencias dejadas por los nexos de algunos dirigentes
políticos con los carteles del narcotráfico y otras formas de delincuencia organizada, experiencia
que no puede volver a repetirse en el territorio nacional y de manera particular en el Valle del
Cauca, concretamente en la ciudad de Palmira, donde por la década de los 90 la influencia del
Cartel de Cali fue notoria a través de Manuel Francisco Becerra, quien fungía como jefe político
de los alcaldes de esa localidad. Es lo que surge evidente cuando el parlamentario expresó:

“Lo que pasa es que yo no voy a permitir y lo he dicho de manera muy puntual, que el
fenómeno del narcotráfico ingrese nuevamente a Palmira y lo he dicho de manera muy clara, no
solamente algunos se sentían, algunos concejales se sintieron tocados; algún miembro del
senado se sintió tocado, algún candidato a la gobernación, pero es una estrategia no
politiquera, es una concepción debida y ustedes pueden revisar todos mis pronunciamientos
antes de la campaña, inclusive, cuando era jefe de debate de la campaña de Eduardo Sanguino a
la Cámara, que siempre nos oponíamos a ese fenómeno del narcotráfico, ha sido una condición
permanente en nuestro movimiento político”.

No fue pues la mencionada entrevista, como acertadamente lo señala el representante


del Ministerio Público y de manera coincidente el defensor, un escenario concebido por el
sindicado para “imputar falsamente una conducta típica” a los tres ex Alcaldes de la ciudad de

55
Autos de: 13 de mayo de 1996, M. P., doctor FERNANDO ARBOLEDA RIPOLL; 14 de mayo de 1998, radicación
12445; 2 de marzo de 2005, radicado 20921; y 16 de diciembre de 2008, radicación 30644, entre otros.
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Palmira, pues ello nunca ocurrió. La alusión que hizo el doctor MOTOA SOLARTE en el contexto
de sus manifestaciones a los tres burgomaestres se produce a partir de la pregunta
deliberadamente sugestiva del periodista, y aún así, el político no afirmó que alguno de los tres
ex Alcaldes hubiera recibido apoyo del narcotráfico durante sus respectivas campañas. Lo que sí
aseveró el Representante a la Cámara fue que el jefe político de aquellos, el señor Manuel
Francisco Becerra Barney, había sido condenado en el marco del conocido proceso ocho mil, por
el delito de enriquecimiento ilícito, precisamente por su relación con el Cartel de Cali al haber
recibido de éste la suma de $300.000.000. Esta es la referencia más concreta del congresista
investigado a los quejosos:

“Ahí hay un jefe político de esos 3 alcaldes, jefe político que fue condenado por el
proceso 8 mil, jefe político que ha sido el que representa a ese nexo del narcotráfico con la clase
política. Las conclusiones las tomarán los vallecaucanos, los palmiranos, los medios de
comunicación, pero aquí tengo que recordar la historia, tenemos que saber que ha ocurrido,
nosotros estábamos por fuera de ese espacio de poder, usted bien lo conoce Reynaldo, Fabián…
Mendoza, la administración no participamos, tampoco participamos con el doctor Cabal,
tampoco participamos con Martín Alonso Alvarado, estuvimos por fuera, Miguel Motoa
estableciendo una posición solidaria por Palmira, por los intereses de la ciudad, las
conclusiones las tomarán ustedes los palmiranos…”.

Cabe destacar que quien hizo clara referencia a los nombres de los quejosos fue el
periodista Reynaldo Rengifo para preguntarle al Representante a la Cámara si éstos habían
recibido financiación del narcotráfico en sus campañas, sin embargo, el congresista suministró la
respuesta que se acaba de mencionar, de cuyo contenido no puede concluirse una imputación
falsa de manera clara, concreta y categórica de una conducta típica a los tres ex funcionarios.

Adicionalmente, el comunicador solo mencionó en su pregunta al entrevistado los


nombres de los tres ex Alcaldes denunciantes de la ciudad de Palmira en la década de los 90,
cuando en realidad en ese lapso hubo seis, de quienes ningún señalamiento o mención hizo en
sus comentarios el doctor MOTOA SOLARTE en su intervención televisada el 25 de mayo de
2007, como tampoco lo hizo respecto de los querellantes.

En cambio, la aseveración concreta del sindicado estuvo referida a los nexos del Cartel
de Cali con el entonces líder político de Palmira, Manuel Francisco Becerra Barney, de quien
aseguró la justicia lo condenó por el delito de enriquecimiento ilícito, afirmaciones soportadas en
la sentencia condenatoria ejecutoriada cuyo aporte se evidencia en el expediente (folios 72 a
105 del cuaderno 1) y donde esta Corporación mediante fallo de 2 de octubre de 2001 (radicado
15286) no casó la sentencia de condena proferida por el Tribunal Nacional en contra del citado
Becerra Barney.

De la misma manera, las afirmaciones efectuadas por el implicado en la entrevista


mencionada respecto de la tutoría política del señor Manuel Francisco Becerra a los ex Alcaldes
de la ciudad de Palmira, señores Luís Eduardo Mendoza García, Guillermo José Cabal Vélez y
Martín Alonso Alvarado Navia, se hallan acreditadas probatoriamente, como así lo demuestran
los coincidentes testimonios de la ex Representante a la Cámara por el Valle del Cauca, señora
María del Socorro Bustamante de Lengua, quien por demás es oriunda de Palmira y fue miembro
activo del movimiento político en el cual militaron los tres ex Alcaldes inconformes, por lo tanto
suministra información concreta, lógica y veraz para poner de presente que los tres
burgomaestres si pertenecieron al partido político de Becerra Barney y fueron apoyados por éste.
Así contestó una pregunta que a manera de conclusión le formuló el Magistrado Investigador con
relación a dicho tema: “ellos siempre trabajaron y fueron elegidos en representación del grupo
político que fundó el doctor MANUEL FRANCISCO BECERRA” (folio 21 cuaderno 2).

En igual sentido se expresó el ingeniero Antonio Ospina Carballo para poner de presente
la afinidad política y la relación de amistad entre los ex Alcaldes Mendoza García, Cabal Vélez y
Alvarado Navia, cuando manifestó:

“Hacían parte del gran paquete liberal de la ciudad. Sin embargo, tenían movimientos que eran
tutelados, dirigidos u orientados por el doctor MANUEL FRANCISCO BECERRA. PREGUNTA: De su
respuesta anterior, puede inferirse que los señores LUIS EDUARDO MENDOZA GARCÍA, GUILLERMO
CABAL VÉLEZ y MARTÍN ALONSO ALVARADO NAVIA fueron apoyados política y electoralmente por
MANUEL FRANCISCO BECERRA. CONTESTA: Bueno, yo digo que la historia política de Palmira así lo
debe recordar, fue evidente que el grupo que lideraba BECERRA se enfrentaba a nuestra organización
política y en algunos casos, no tengo la certeza co0mpleta, pero recuerdo afiches donde estaba la figura
del candidato y al fondo aparecía difuminada la de MANUEL ”. Y con relación al vinculo de amistas entre
41

tales personas, el testigo afirmó: “Desde que yo hago la actividad política nunca han dejado de ser amigos.
Además del conocimiento, hay amistad. Es lo que yo creo que existan, pero es la apreciación que tengo,
que son amigos. (…) sí, la percepción que tengo es que sí había amistad entre ellos. Al final, lo que usted
le pregunte a cualquier parroquiano en la plaza de bolívar, le va a decir lo mismo, porque es una
percepción colectiva, creo yo” (folios 27, 28 y 34 cuaderno 2).

Así, bajo estos contenidos testimoniales y documentales, se torna evidente la imperativa


conclusión de la Sala sobre la falta de claridad y firmeza que tienen las imputaciones de los ex
Alcaldes Luís Eduardo Mendoza García, Guillermo José Cabal Vélez y Martín Alonso Alvarado
Navia, respecto a la supuesta financiación de sus campañas con dineros provenientes del
narcotráfico, concretamente del Cartel de Cali, porque no existe el elemento demostrativo de los
elementos que integran el tipo penal cuestionado (calumnia), ya que solamente de los requisitos
exigidos por la ley y la jurisprudencia, podría admitirse el relativo a la atribución de un hecho
delictuoso a una persona, en este caso a Manuel Francisco Becerra Barney. Sin embargo, tal
atribución no parte de un supuesto falso, sino, todo lo contrario, la afirmación del congresista
sindicado se sustenta en un hecho verdadero, demostrado procesalmente y sobre el cual existe
un pronunciamiento judicial con fuerza de cosa juzgada (sentencia condenatoria), entonces no
puede tenerse como fuente demostrativa de un hecho con trascendencia típica, pues del
contexto general de las intervenciones del Representante a la Cámara, doctor MOTOA
SOLARTE, lo que trasluce es el afán de alertar a la comunidad sobre los peligros y las
consecuencias nocivas del fenómeno del narcotráfico, de llegar nuevamente a permear la clase
política regional y local, lejos de buscar con ello imputar una conducta típica a los ex
burgomaestres, como ellos lo pretenden con la presentación de una denuncia magnificando los
hechos hacia el ámbito donde podría existir mayor posibilidad de su relevancia penal, sin bases
probatorias que posibilitaran inferir su certeza o cuando menos la probabilidad de verdad.

7. Careciendo, entonces, no solo de fundamento demostrativo sino de trascendencia


penal la imputación del punible de calumnia por el que fue legalmente vinculado el
Representante a la Cámara, doctor CARLOS FERNANDO MOTOA SOLARTE, surge evidente la
atipicidad del comportamiento denunciado y en consecuencia, por sustracción de materia, se
hace innecesario el análisis de los demás aspectos de la calificación relacionados con la
responsabilidad del sindicado.

Así, acogiendo integralmente los coincidentes planteamientos del señor Procurador


Segundo Delegado para la Investigación y Juzgamiento Penal y el defensor del implicado, la
Corte precluirá la presente investigación, a favor del Representante a la Cámara, doctor
CARLOS FERNANDO MOTOA SOLARTE, decisión que implica el archivo del proceso, por tanto
se deberá comunicar esta determinación a las autoridades encargadas de llevar el registro de
antecedentes para que cancelen las anotaciones que en razón de esta actuación hayan
efectuado.

En mérito de lo expuesto, la SALA DE CASACIÓN PENAL DE LA CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA,

RESUELVE

1. Precluir la instrucción del presente proceso adelantado en contra del Representante a


la Cámara, doctor CARLOS FERNANDO MOTOA SOLARTE.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto del siete (7) de abril de dos mil diez (2010),
radicado proceso No. 28.516, M.P. Dr. Javier Zapata Ortiz.

X
CALUMNIA

Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, Sala Penal de Decisión, sentencia de apelación del
cuatro (4) de marzo de dos mil diez (2010), radicado proceso No. 2006-13.525, M. P. Dr. Jhon Jairo Gómez Jiménez.-
“2. Recomponiendo el asunto y teniendo como panorama las pruebas practicadas en
el juicio oral, la Sala no tiene duda de que la Fiscalía, más allá de toda duda, demostró
la existencia del delito y la responsabilidad del acusado.

Todos al unísono escucharon al acusado en forma pública y directa en reiteradas


ocasiones la imputación falsa de un delito. Mariela Alarcón Rodas: “que la junta era
indelicada que se estaba llevando la plata”; Jairo Humberto Cadena “más plata para el bolsillo de
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ustedes”; Trinidad Dalila Ramírez “verbalmente nos ha tratado de ladrones…nos agredía, que
éramos unos ladrones; Luz Idalba Tabares de Cadena “porque nos decía que éramos unos
ladrones” y en una ocasión cuando se hallaba en la portería y junto a otras personas,
refiriéndose a ella: “…bregando a echar la administradora para robarse la plata” y Asenth Vélez
Castaño: “de frente, que se estaban robando la platica, en las asamblea y portería, que ahí no hay sino
ladrones”.

La Sala le otorga toda la persuasión. Sus declaraciones son ajenas a una confabulación
criminal, dada la historia personal de cada uno de ellas y de la forma cómo declararon
se percibe espontaneidad y verosimilitud. Respetando la verdad de lo ocurrido, algunos
indicaron que la atribución falsa sólo había ocurrido una vez y la mayoría sólo
identifica en forma general la época en que habían ocurrido los frecuentes sucesos,
generalidad de la que se advierte ausencia de premeditación en sus declaraciones.

El testimonio del acusado, agresivo y descalificante de las víctimas, fortalece la


anterior conclusión. Si bien con milimetría se cuidó de no afirmar que había endilgado
a los integrantes de la administración la calidad de ladrones, sí sostuvo el mismo
contexto de la calumnia, similares circunstancias anteriores, concomitantes y
posteriores al problema del edificio: que se habían perdido 300 millones, que indignado
estaba por esa historia de desfalco y nadie de la administración, sin excluir la actual,
que la califica de “gentuza”, ha presentado balances o libros de contabilidad.

El apoderamiento de dinero constituye el delito de hurto y su atribución falsa a unas


personas el punible de calumnia.

La atribución permanente del delito de calumnia es clara y directa, con evidente


capacidad ofensiva, no admite una segunda interpretación y el ánimo de daño se
advierte también por el hecho de que ninguna denuncia penal ha efectuado por el
posible punible contra el patrimonio económico. Sabía además que había una nueva
administración que había recibido el desorden del pasado y que de ninguna forma le era
atribuible lo ocurrido desde 1991. Si había desarreglos administrativos, estos no lo
autorizan a calumniar a los nuevos representantes.

La lesión a la integridad moral es evidente. No es correcto aquello sostenido por la


Jueza, de que como algunos testigos declararon que la buena nueva gestión
administrativa había sido reconocida por otros residentes, ninguna lesión al patrimonio
moral había ocurrido. El sentimiento de nuestra dignidad y la estima o reputación
ante los demás, como enseñaba Carrara, resulta francamente agredido cuando se tilda
de ladrones a unas personas en forma pública y permanente, y esto no es un
sentimiento ambivalente y subjetivo.

No se trata de una rabieta excepcional y ligera. Los actos persistieron en el tiempo,


fueron premeditados en tanto que se realizaba en unas precisas circunstancias de
lugar, tiempo y modo para que la calumnia tuviera todos sus efectos. Las personas
pueden criticar a otras y los trastornos de convivencia son sancionables en otros
órdenes. Pero atribuir falsamente un delito en forma pública y permanente a un grupo
de personas es delito.

El acusado cometió una conducta típica al imputar falsamente un delito contra el


patrimonio a los integrantes de la administración del Edificio el Cid; conducta que
realizó con querer y voluntad, en forma injustificada, lesionadora del patrimonio moral
de las víctimas, y siendo imputable, le era exigible un obrar diverso.

Inclusive se quedó corta la acusación, pues si la integridad moral es un bien


personalísimo, es el concurso efectivo de delitos, uno por cada persona, el que debió
haber sido atribuido. Empero, el respeto a la congruencia entre el fallo y la acusación,
impide realizar modificación al respecto.

Así las cosas, la Sala revocará la absolución y en su lugar declarará responsable


penalmente al acusado del delito de calumnia.”
Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, Sala Penal de Decisión, sentencia de apelación del
cuatro (4) de marzo de dos mil diez (2010), radicado proceso No. 2006-13.525, M. P. Dr. Jhon Jairo Gómez Jiménez.-
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XI
DOCTRINA: EN QUE CONSISTE EL DOLO EN LA CALUMNIA E INJURIA.
Sandra Jannette Castro Ospina, en “Delitos contra la Integridad Moral y Tutela Constitucional”, Revista Derecho
Penal y Criminología” No. 71, págs. 117 y 118, Universidad Externado de Colombia, 2001.-
“2.1.La responsabilidad penal respecto de los delitos de injuria y calumnia exige que se
pruebe el tipo subjetivo de las conductas y su antijuridicidad material. En otras palabras,
demostrar el dolo de la conducta, consistente en el conocimiento que tenía el sujeto de
estar efectuando imputaciones deshonrosas, o de estar atribuyendo falsamente
conductas típicas a otra persona; y su voluntad de hacerlo.
Además, que tales imputaciones afecten o pongan en peligro el bien jurídico protegido
(antijuridicidad material).”
Sandra Jannette Castro Ospina, en “Delitos contra la Integridad Moral y Tutela Constitucional”, Revista Derecho
Penal y Criminología” No. 71, págs. 117 y 118, Universidad Externado de Colombia, 2001.-

XII
SON DELITOS QUERELLABLES: LIMITES DE LA QUERELLA.

Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del dos (2) de abril de dos mil catorce (2014),
radicado proceso No. 39.629, M.P.: Dr. Luis Guillermo Salazar Otero.-
“A través de la primera censura, conforme quedó visto, puso en cuestión el
actor en este caso la inexistencia de querella en relación con los hechos que fueron
objeto de condena, toda vez que por los mismos no fue presentada por el ofendido, y el
juez de manera flagrantemente equivocada, a través del principio de extensión de la
querella, comprendió otros hechos y no, como es característico y propio de dicha figura,
a otros intervinientes, restricción que lo conduce a reclamar como decisión adecuada a
estos supuestos el cese de todo procedimiento.
Siendo este el contenido del ataque propuesto, impera en primer orden recordar
que por mandato constitucional y desarrollo legal (arts. 250 y 66 de la Carta Política y el
C. de P.P., respectivamente), la acción penal corresponde al Estado y se ejerce por
intermedio de la Fiscalía General de la Nación, cuyo cometido es investigar la verdad
respecto de los hechos que ostenten carácter delictivo, de oficio, o que sean puestos en su
conocimiento a través de denuncia, petición especial o querella.
A su vez, la querella se ha concebido como una condición o presupuesto
indispensable para el válido ejercicio de la acción penal y consiste en una declaración de
voluntad ante el aparato jurisdiccional del Estado, en orden a poner en su conocimiento la
noticia críminis y ejercer la acción penal en relación con aquellos delitos que no pueden ser
perseguibles de oficio.

Ostenta por ello un eminente carácter potestativo y restrictivo, toda vez que se trata
de buscar el patrocinio jurisdiccional respecto de conductas calificadas de delictivas que
sólo pueden ser perseguidas a instancia de parte, o lo que es igual, eventuales delitos en
relación con los cuales sólo se activa el aparato judicial a través de la acción penal privada
para el inicio del procedimiento, razón por la cual suele ser valorada como condición de
punibilidad, bajo el claro entendido que sin la iniciativa particular contra un hecho
constitutivo de delito que requiere querella ninguna autoridad judicial puede ejercer el ius
puniendi.
El art. 31 de la Ley 600 de 2000, aplicable en este caso dada la fecha de los hechos
(en terminología análoga a la que emplea el art. 70 de la Ley 906 de 2004), califica la
querella de condición de “procesabilidad” de la acción penal, en una deformación de la
expresión original que el profesor Carnelutti utilizara como condición de “procedibilidad”,
quizás asumiendo que la querella es presupuesto procesal pese a que ésta expresión se
define como exigencia para que pueda ser válido un proceso y aquélla elude cualquier
activación del mismo y se ha entendido en general como un permiso que el particular le
concede al funcionario competente para que pueda dar impulso a la investigación penal;
naturaleza originaria de la institución a través de la cual al tiempo que se hace prevalecer
el interés privado sobre el público frente a determinadas conductas, como desarrollo de la
discrecionalidad de la persona que se afirma ofendida, quien es el legítimo querellante,
provoca una restricción respecto de los hechos en relación con los cuales se incoa,
constituyendo para el funcionario judicial un derrotero o límite desde lo fáctico del ejercicio
de impulsión oficiosa y de averiguación, pues la intervención judicial una vez activada la
44

acción penal en razón de la índole privada hace elocuente la restricción para el Estado,
configurando por dicho motivo un límite sobre el contenido y alcance de la indagación
punitiva, salvedad, según se verá, al hacerse extensiva la persecución penal
exclusivamente a otros partícipes en los concretos hechos querellados, conocidos o no por
parte del querellante.
En efecto, cuando el art. 33 de la Ley 600 prevé (art. 72 Ley 906 de 2004), que la
querella se extiende de derecho contra todos los que hubieren participado en la conducta
punible, como con acierto lo hace notar el actor, contempla un elemento personal y no
factual, o lo que es igual, posibilita la injerencia de la oficiosidad a personas no referidas
por el actor, de donde le es dable practicar todas aquellas pruebas orientadas a verificar los
hechos señalados en la querella y a todos aquellos sujetos a quienes les sean imputables,
al margen de que sean para el denunciante ignotos, normativa que tiene origen en el
principio de indivisibilidad de la querella y que por ende viabiliza la acción del Estado
jurisdiccional contra todos los responsables en los hechos querellados.
El carácter restrictivo de la querella en los términos en que la ley lo ha previsto y
doctrina por lustros reconoce, se manifiesta en otras figuras aledañas y consecuentes con
su origen y naturaleza, pues así como se exige en relación con delitos como los de injuria y
calumnia, debiendo concretarse las circunstancias modales en que se produjeron las
expresiones de esta índole que las configuran, al sujeto pasivo que le corresponde activar el
aparato judicial es al único que también atañe el desistimiento y correlativamente, sólo al
sujeto activo de dichos delitos la retractación, haciéndose relevante que la víctima u
ofendido tiene plena discrecionalidad tanto para activar el aparato judicial, como para
enervar su acción por desistimiento respecto de los hechos querellados y no sobre otros
análogos, pues es de su voluntad en relación con cuáles de quienes han incurrido en
conductas de injuria o calumnia, procede la inhibición punitiva por desistimiento o
remisión y consiguiente extinción de la acción penal.
La querella es así, como se ha dicho, un acto formal que no admite equivalentes y
esa promoción o patrocinio jurisdiccional que excepcionalmente se incoa en relación con
unos hechos demarcados temporalmente, determinan a su vez el ámbito de la intervención
judicial oficiosa, sin que quepa extenderla a otros por asimilación o por exceso o celo
investigativo, bajo el principio general de la intervención ilimitada que suele ser la regla en
el derecho punitivo, con directa repercusión en el plazo perentorio o caducidad que se
predica respecto de cada hecho individualmente considerado y en forma independiente.
Sobre este particular, ya doctrina antigua y con plena actualidad de la Sala (A.P. 31
de enero de 1994. Rad.9010), ha decantado que no puede perderse de vista “que el delito
de calumnia es de aquellos que requieren querella para su investigación y por ello es el
ofendido quien tiene el poder de disposición sobre la acción penal. De suerte que aunque
hubiese sido víctima de varios delitos de calumnia, si el sujeto pasivo sólo desea denunciar
uno de ellos la Administración de Justicia no puede extenderse a los demás”.

Si bien una vez incoada la querella, el proceso se adelanta por impulsión oficiosa,
tiene por parámetro restrictivo de referencia el marco fáctico querellado y conlleva una
cortapiza como lo es no poder actuar sobre otros hechos que surjan en desarrollo de la
investigación, trátese o no de conductas de la misma índole, estándole por consiguiente
vedado al funcionario no sólo su pesquisa, sino cualquier actividad para que se indaguen,
como compulsar copias en relación con los mismos, pues en uno y otro caso se carece de
competencia y el trámite no se depura ante la evidente ausencia de querella válida para
actuar.
Pues bien, ciertamente, según lo advera el reproche propuesto contra el fallo
impugnado y se evidencia en la síntesis procesal, el ofendido José Antonio Name Terán
promovió querella el 26 de abril de 2007, que amplió el 11 de mayo del mismo año, dando
cuenta de correos difundidos por diversos usuarios en internet en los meses de enero y
abril de ese año, en donde se le hacían “infamantes, calumniosas y graves imputaciones”,
mismos hechos materia de persecución penal instado desde la perspectiva de búsqueda de
reconocimiento de una indemnización a que aludió la parte civil en demanda presentada el
30 de abril de dicha calenda.
Como también fue reseñado, por estos hechos, se produjo la vinculación de diversas
personas que participaron en la difusión de correos electrónicos (sin comprender en todo
caso a más de un centenar de cuantos intervinieron en esa actividad dentro de dichos
correos), pero extendiendo el objeto de investigación, inclusive, a nuevos hechos acaecidos
en fechas posteriores, con contenidos distintos que hacían referencia a Name Terán, de las
que puso en conocimiento la parte civil en su prolija intervención y que se logró establecer
pertenecían a otros cibernautas, entre quienes se cuenta Andrés Alberto Vásquez Moreno.
45

La Fiscalía 41 Seccional de Barranquilla, mediante resolución del 29 de agosto de


2007 (fl.84 c.2), a partir de la intervención y copioso aporte de documentos de la parte civil
que puso al descubierto nuevos hechos atentatorios del honor y la honra de su mandante
diversos de los querellados, asumiendo el operador judicial que no debía ocuparse de los
mismos, negó vincular a Lida Acuña Cajar a la investigación, pese atribuírsele la difusión
de correos difamatorios en contra, entre otros de Name Terán, pero decidió
inesperadamente remitir el asunto “a la Oficina de Asignaciones”, como si en relación con
los mismos se pudiera proseguir de oficio.
Por manera que, siendo las nuevas publicaciones por internet de contenidos
diversos, hechos evidentemente distintos de los querellados y encontrándose entre éstos
aquellos atribuidos a Vásquez Moreno, quien aceptó en el juicio ser su creador, no existía
en relación con los mismos querella válida y si para la Fiscalía no había lugar a su
investigación en este asunto, como sucedió con aquellos imputados a Lida Acuña Cajar y
tampoco, desde luego, facultad legal alguna existía para disponer su oficiosa investigación,
no podían quedar comprendidos en la resolución de cargos con posterioridad proferida.
Aun reconociendo la naturaleza dispositiva que es propia de la parte civil,
tratándose de hechos que se investigan en virtud de querella, no le es dable a este sujeto
participar en desarrollo de la actuación más allá de procurar una condena indemnizatoria
por los hechos querellados, con mayor razón cuando el poder de la oficiosidad está
orientado a verificar si los daños y perjuicios reclamados se derivan de la conducta
denunciada, no de toda suerte de conductas, así involucren el rango de bienes jurídicos de
igual naturaleza, pues lo determinante es que respecto de otros hechos es presupuesto
sine qua non que medie querella o se comprendan expresamente en ratificación de la
misma por el ofendido.
A la parte civil no se otorgó poder para que ejercitara el derecho de querella a
nombre de José Name Terán, quien por el contrario directamente, como ofendido y titular
del mismo, lo activó, sino simplemente para que lo asistiera en la representación de lograr
una condena indemnizatoria. No se trató por ende de un mandatario especial.
En este sentido se expresa Manzini en el Tomo IV de su colosal Tratado, cuando
señala:

“El ofendido por el delito (aunque no tenga calidad de sujeto procesal) tiene facultad, simultánea o
sucesivamente a la presentación de la querella, para producir memorias escritas en apoyo de esa misma
querella, indicar elementos de prueba y proponer indagaciones para la comprobación de la verdad.
Ya hemos visto que la constitución de parte civil no equivale a la querella, pues con ella sólo se
manifiesta la voluntad de conseguir el resarcimiento del daño o las restituciones. Por tanto, cuando se procede
por un delito perseguible de oficio que luego resulte punible sólo mediante querella, la constitución de parte
civil no suplirá a la querella, si la parte civil no es, por lo menos, denunciante”.

Siendo ello así, razón asiste al actor en considerar que imputados en la acusación y
correlativamente en la sentencia, hechos que fundaron la condena y en relación con los
cuales no se formuló válidamente querella, el cargo prospera, haciéndose
consecuencialmente inestudiables las demás censuras, pues corresponde a la Corte casar
el fallo y ordenar la cesación de todo procedimiento en favor de Andrés Alberto Vásquez
Moreno.
En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE
1. Casar el fallo impugnado.
2. Decretar la cesación de todo procedimiento en favor de Andrés Alberto
Vásquez Moreno.”
Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia del dos (2) de abril de dos mil catorce (2014),
radicado proceso No. 39.629, M.P.: Dr. Luis Guillermo Salazar Otero.-

XIII
DIFERENCIAS ENTRE LA RETRACTACIÓN Y LA RECTIFICACIÓN.

Honorable Corte Constitucional, sentencia C-635/14, del  tres (3) de septiembre de dos mil catorce (2014) ,
referencia: expediente D-10105, M.P. Dr. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo.-
“5.     Algunas generalidades sobre el contenido normativo el inciso 2 del
artículo 223 y el artículo  25 de la ley 599 de 2000
 
46

Los preceptos censurados se ubican bajo el rubro delitos contra la integridad moral  en


el capítulo único del título V del libro segundo del Código Penal. De lo antedicho, se
colige que el bien jurídico cuya protección pretendió el legislador con la disposiciones
contenidas en este apartado del Estatuto Penal es la Integridad Moral. Respecto de lo
que significa el bien jurídico referido, ha precisado la Corte Suprema de Justicia lo
siguiente:
 
“ El bien jurídico protegido (…) es la integridad moral, concebida esta como todo aquello
relacionado con la dignidad y el honor” (auto de mayo 14 de 1998 Rad. 12445)[18]
 
Y al especificar dichos conceptos, el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria en sede
de casación penal explicó:
 
“el subjetivo u honor propiamente dicho  y el objetivo o la honra. Entendido el primero como el
sentimiento de la propia dignidad y decoro y el conjunto de valores morales que cada uno se atribuye;
y el segundo, como la opinión o estimación que los demás tienen de nosotros, la reputación, el buen
nombre o la fama derivada del modo de ser y actuar de cada cual en sociedad, predicable
esencialmente de la persona humana pero en lo atinente al buen nombre también de la persona
jurídica.” (Sentencia del 6 de abril de 2005 Rad. 22099)
 
En lo que respecta al inciso 2 del artículo 223 de la Ley 599 de 200 el legislador
colombiano dispuso como circunstancias especiales de graduación de la pena, aquella
en la cual la conducta tenga lugar bien porque se hizo a través de un escrito dirigido de
manera exclusiva al ofendido, o bien, porque el hecho lesivo de la integridad moral se
lleva a cabo ante la sola presencia del agraviado. En estas específicas condiciones el
ordenamiento penal ha estimado que la pena a imponer es menos gravosa,
estableciendo por ello una reducción en el quantum de la misma.  Se observa que, lo
que aparece en principio como la disminución de la órbita de difusión del actuar
injurioso o calumnioso comporta una menor severidad en el castigo, lo cual, resulta
entendible si se acepta que la ofensa o ataque, de no trascender del ámbito indicado,
carecería de la potencialidad de poner en entredicho el buen nombre o la honra de la
víctima frente al colectivo social.  Así pues, lo que se entiende como un menor daño,
aparece como razón para un trato más benevolente con quien tiene el papel de sujeto
activo en las conductas referidas.  
 
No sobra observar que respecto de punibles como el inmediatamente aludido, el
ordenamiento legal ha contemplado como requisito de procedibilidad la querella, con lo
cual, se deja en manos del afectado la posibilidad de incoar la acción penal respectiva.
Ese mismo carácter querellable del delito en comento, evidencia el peso que se le
concede por el legislador a la valoración que hace del ataque a su integridad moral el
afectado.
 
En lo que atañe al contenido del artículo 225, el legislador estableció que no tiene lugar
la responsabilidad penal si el autor o participe del actuar lesivo de la integridad moral,
se retracta voluntariamente antes de proferirse la sentencia de primera o única
instancia, indicando además una serie de requisitos que debe acompañar dicha
retractación. El precepto legal exige que la palinodia del caso se haga a costa del
responsable, en el mismo medio en el que se produjo el acto ofensivo y con las mismas
características en que se hizo la imputación, o en su defecto en el que señale el juez.
Como se puede apreciar, el ordenamiento penal cualifica la retractación para que
resulte admisible como un mecanismo reparador que impide proseguir con la acción
penal.
 
La figura jurídica en referencia ha sido precisada por la Corte Suprema de Justicia en
pronunciamiento de octubre 08 de 2008 M.P. Socha Salamanca, en los siguientes
términos:
  
“(…) Retractarse, ha entendido la Sala, es revocar lo endilgado, desdecir del agravio irrogado a
la víctima, es abonar el crédito moral del injuriado, aceptar la inexistencia del hecho, admitir la
falsedad de la imputación punible. En consecuencia, es necesario que sea voluntaria, que el sujeto
activo reconozca su autoría o participación en la ofensa, ya que nadie puede retractarse de un
agravio no inferido. Es la excusa afincada en el arrepentimiento del ofensor en procura de reparar
la lesión inferida al honor del sujeto pasivo de la ofensa.
47

En el proceso de constatación de la presencia de sus elementos, el operador judicial no puede


contraerse a revisar formalmente el texto, sino que debe ejercer un control material de su
contenido, de los medios utilizados, de la forma de divulgación, entre ellos, de los presupuestos de
oportunidad, frecuencia y difusión, de modo que  evidencie el restablecimiento del derecho
supuestamente lesionado o cuando menos la reducción mayúscula del daño
ocasionado(…)” (negrillas fuera de texto)
 
A su vez, la Corte Constitucional también ha destacado la condición especial de la
retractación en el marco del derecho penal del siguiente modo:
 
“(…) la extinción de la acción penal que se deriva de las normas acusadas no se produce como
consecuencia de la sola manifestación de voluntad del agresor, sino que se requiere que éste
adopte una conducta positiva por virtud de la cual admite la infracción cometida y atiende a
restablecer el perjuicio mediante una retractación cuyas condiciones deben ser valoradas en
concreto por el juez. Por consiguiente, no se trata de que el agresor puede disponer a su arbitrio la
continuación o no del proceso, sino que la misma se subordina por la ley a la ocurrencia de un
hecho objetivo, la retractación, a partir del cual, deduce que no hay lugar a aplicar la pena, razón
por la cual dispone la extinción de la acción penal, lo cual, a su vez, implica que ya no será
posible derivar responsabilidad penal al agente.(…)”
 
Se observa pues que el acto de retractarse con miras a generar efectos en el proceso
penal, no corresponde a un actuar caprichoso y carente de requisitos. Tanto la Ley
como la jurisprudencia indican las particularidades que rodean la retractación para que
con ella se extinga la acción penal.
 
En el inciso segundo del artículo cuestionado en esta acción de inconstitucionalidad, se
observa que el enunciado legal dispone la imposibilidad de iniciar la acción penal del
caso, si la retractación o rectificación se hace pública antes de que el ofendido formule
la denuncia que estime oportuna. Como se puede apreciar, el inciso en referencia
incorpora otra figura cuyos efectos para la acción penal por ataques contra la integridad
moral, son iguales a los de la retractación, se trata de la rectificación. La Corte Suprema
de Justicia al deslindar los dos mecanismos ha sentado:
 
“(…) la acción de retractarse se refiere a un “volverse atrás de una cosa que se ha dicho o de una
actitud que se ha mantenido” a “desdecirse de lo que se ha dicho” y la rectificación a un “quitar las
imperfecciones, errores o defectos de una cosa”, no queda duda que las dos acciones se contraen a
una manifestación de voluntad proveniente de quien algo afirmó o hizo  con el fin de negarlo o
corregirlo, que en términos de la injuria, es decir, desde un punto de vista jurídico-penal, implica que
quien ha hecho manifestaciones deshonrosas contra otra persona, si lo que persigue es retractarse o
rectificarse de lo dicho o de lo hecho, debe así manifestarlo en forma inequívoca, lo cual no puede
provenir de nadie distinto de quien lo afirmó o hizo, pues nadie más puede desdecirse de lo dicho o
corregirlo, toda vez que se trata de actos que no pueden depender de la voluntad de otro.
(…) (Sentencia de 25 de junio de 2002 Rad. 14029 M.P. Galves Argote) (negrillas fuera de texto)
 
Como se advierte, entre los dos mecanismos señalados en el inciso 2º del artículo 225
se han trazado diferencias, siendo pertinente referirse a la rectificación, pues la
retractación ya ha sido reseñada en los renglones precedentes.
 
La rectificación tiene rango constitucional, el inciso 2º del artículo 20 de la Carta la
contempla como un derecho frente a las eventuales afectaciones a los derechos,
causadas por el ejercicio de las libertades de expresión e información. Ha manifestado
la Corte en sede de tutela:
 
“(…) es un mecanismo que pretende restablecer el equilibrio entre el poder de los medios de
comunicación y la impotencia de las personas (…) para que la información pueda cumplir el papel
que ha de jugar en una sociedad democrática, es esencial que exista el mencionado balance entre el
yerro cometido y la reparación del daño en esta materia (…) la relevancia de la rectificación va más
allá de la esfera individual, ya que representa la garantía de la eficacia del derecho a la información
en su dimensión colectiva y contribuye ineluctablemente a la formación de una opinión pública
ilustrada y libre(…)”  (sentencia T- 219 de 2012 M.P. Henao)
 
Al igual que la retractación, la figura de la rectificación también ha sido cualificada, en
este caso por la jurisprudencia. La Corte Constitucional en la providencia aludida [19],
sentó en relación con este punto lo siguiente:
48

 
“(…) en el ejercicio de este derecho se han de cumplir los siguientes requisitos que permiten su
despliegue en condiciones de equidad: “(i) que la rectificación o aclaración se haga por quien la
difundió; (ii) que se haga públicamente; (iii) que tenga un despliegue y una relevancia equivalentes al
que tuvo la información inicialmente publicada y (iv) que la rectificación conlleve para el medio de
comunicación el entendimiento de su equivocación, error, tergiversación o falsedad”. (…) cuando
quiera que la rectificación sea ordenada por una autoridad judicial, la orden que ésta profiera debe
establecer con claridad “los lineamientos precisos bajo los cuales ésta deberá ser realizada. Lo
anterior, con el objeto de proteger efectivamente los derechos fundamentales de quien fue afectado
con la información falsa divulgada y asegurar su efectivo restablecimiento(…)”
 
En este caso también puede advertirse que la rectificación exigida para restaurar el
derecho afectado requiere de condiciones específicas, por tanto, no vale en la búsqueda
de la extinción de la acción penal cualquier forma de rectificación.
 
Se concluye entonces que a pesar de tratarse de figuras distintas y con características
propias, en el entorno en consideración apuntan a la misma finalidad, esto es al inicio o
prosecución de la acción penal.”
Honorable Corte Constitucional, sentencia C-635/14, del  tres (3) de septiembre de dos mil catorce (2014) ,
referencia: expediente D-10105, M.P. Dr. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo.-

FIN.
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UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO


FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS
V SEMESTRE
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Dr. Manuel López Noriega.

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