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LECCION 1.
CONCEPTOS Y DEFINICIONES.
INTRODUCCION
LECCION I
CONCEPTOS Y DEFINICIONES.
LECCION DOS.
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Como es bien sabido, el gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, dedicó buena parte de los
cuatro monumentales volúmenes de sus Mythologiques (Mitológicas) a interpretar los modos en que el
ser humano cocina y come los alimentos (crudos o cocidos, básicamente) y a elaborar a partir de esos
modos de cocinar y de comer, - las creencias, los relatos y mitos tradicionales- toda una gran metáfora
de la cultura en que lo crudo correspondería al estado salvaje (es decir, pre cultural o no civilizado) y lo
cocido al estado cultural o civilizado.
Resulta curioso observar las marcadas diferencias entre las prácticas y
creencias de distintas sociedades humanas en torno a los alimentos ya
que existe una gran variedad de sustancias que son consideradas
alimentos por unos grupos y no lo son para otros. Alimentos que suponen
una fuente de nutrientes para algunas comunidades y no lo son para
otros. De hecho hay claras diferencias entre las formas de preparar,
cocinar y almacenar un tipo de alimento en distintas culturas.
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Los nexos de unión entre el arte y la cocina son múltiples y vienen desde la prehistoria, tal es así, que para la
elaboración de pinturas tradicionalmente, se han utilizado alimentos como leche, miel, huevos y aceites.
Por otra parte, podemos observar en la cocina contemporánea, asimilaciones creativas de los procesos del arte,
que la desvinculan de su asociación tradicional como actividad ligada a la mera supervivencia. Esta cuestión ha
potenciado que los cocineros se interesen cada vez más por la elaboración, confección y presentación de sus platos,
introduciendo al igual que el arte, la novedad como uno de sus objetivos finales.
El Eat Art con la incorporación literal de alimentos en el campo de las Bellas Artes ha supuesto una evolución en
géneros tradicionales como la naturaleza muerta, el bodegón y la vanitas. Así, a conceptos como la austeridad del
bodegón español, la opulencia de las naturalezas muertas holandesas, y las metáforas sobre la irreversibilidad del
transcurrir en la vanitas y el melodrama, hemos de añadir nuevos conceptos como el canibalismo, la metamorfosis,
la descomposición, e incluso la crítica social.
Nuevas disciplinas artísticas como La performance, acaban también por introducir nuevas inquietudes donde la
degustación de alimentos, puede ayudar al tratamiento de enfermedades como el Alzheimer. En ese sentido, la
Arte-terapia ofrece un nuevo campo de experimentación donde poder seguir estrechando los vínculos existentes en
el Arte y la Cocina. Tomado de ARTE Y COCINA: Nuevas formas de expresión artística a través de los alimentos de
Antonio García López y Gloria Lapeña Gallego Universidad de Murcia. Recuperado de http://asri.eumed.net/5/arte-
cocina.html
sociología y la religión entre otras, haciendo de ella una actividad
multidisciplinaria.
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Los nexos de unión entre el arte y la cocina son múltiples y vienen desde la prehistoria, tal es así, que para la
elaboración de pinturas tradicionalmente, se han utilizado alimentos como leche, miel, huevos y aceites.
Por otra parte, podemos observar en la cocina contemporánea, asimilaciones creativas de los procesos del arte,
que la desvinculan de su asociación tradicional como actividad ligada a la mera supervivencia. Esta cuestión ha
potenciado que los cocineros se interesen cada vez más por la elaboración, confección y presentación de sus platos,
introduciendo al igual que el arte, la novedad como uno de sus objetivos finales.
El Eat Art con la incorporación literal de alimentos en el campo de las Bellas Artes ha supuesto una evolución en
géneros tradicionales como la naturaleza muerta, el bodegón y la vanitas. Así, a conceptos como la austeridad del
bodegón español, la opulencia de las naturalezas muertas holandesas, y las metáforas sobre la irreversibilidad del
transcurrir en la vanitas y el melodrama, hemos de añadir nuevos conceptos como el canibalismo, la metamorfosis,
la descomposición, e incluso la crítica social.
Nuevas disciplinas artísticas como La performance, acaban también por introducir nuevas inquietudes donde la
degustación de alimentos, puede ayudar al tratamiento de enfermedades como el Alzheimer. En ese sentido, la
Arte-terapia ofrece un nuevo campo de experimentación donde poder seguir estrechando los vínculos existentes en
el Arte y la Cocina. Tomado de ARTE Y COCINA: Nuevas formas de expresión artística a través de los alimentos de
Antonio García López y Gloria Lapeña Gallego Universidad de Murcia. Recuperado de http://asri.eumed.net/5/arte-
cocina.html
LECCION 2 INTRODUCCION A LA HISTORIA DE LA ALIMENTACION
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Estrabón una descripción muy interesante de las costumbres alimenticias y de los productos que se producían o exportaban a la
metrópoli romana en la región que hoy podíamos identificar con Andalucía, y de la cual poco sabe el público no versado. Intento
con estos artículos crear un puzzle que con el tiempo se pueda recomponer para dar una idea exacta de la historia de la
gastronomía española a través del tiempo y que posiblemente haga desmontar muchas teorías que hoy se dan como ciertas sobre
el origen de la cocina nacional, donde alegremente muchos historiadores y aficionados etiquetan alimentos y platos elaborados en
fechas muy posteriores o que le asignan un nacimiento que por lógica era imposible que fueran consumidos, sin más consistencia
que la de su palabra y sin más base que sus lucubraciones mentales.
En el Libro III, cap. 2, 6 de la Geografía de Iberia de Estrabón, traducción y comentarios de Adolf Sculten, edición de 1952, se hace
una clara referencia a la exportación de los productos que tenían la mayor fama y donde dice: “Los productos exportados son
trigo, vino y aceite, no sólo en abundancia, sino también de buena calidad”. Observación esta que habría que complementar
diciendo que no sólo era la Turdetania una buena productora de trigo, también se cosechaba en Levante (zona de Alicante,
Murcia) y en la meseta, la cual era deficitaria en la producción de vinos, siendo los mejores y más reputados los que se cosechaban
en Tarraco y en la propia Turdetania, me refiero a los vinos.
También se exportaba aceite, que en Roma tenía mucha fama, casi como el que ellos mismos producían, de hecho si se lee el
monográfico que tenemos en nuestra web dedicado al olivo y su historia podremos comprobar que ya en el siglo V se daban
consejos en Oriente sobre la manera de falsificar los aceites para que parecieran hispanos. Es evidente que el olivo fue introducido
por los fenicios, no siendo conocido por los Tartessos en sus comienzos. Más tarde se hicieron injertos con olivos silvestres,
sabiéndose que ya en el año 500 a.C. existían olivos en la costa del levante español.
Continúa Estrabón: “Otros productos son: cera, miel, pez, quermes, almagre, que no es inferior a la ‘tietta de Sinope’”. En nuestro
monográfico dedicado a ‘la historia de la miel hace 2000 años’ podrá leer los primeros vestigios que se tienen en la península
ibérica sobre su recolección. La miel y la cera, como productos de la Bética (cuenca del río Guadalquivir) se menciona en otras
citas, existiendo ciudades productoras como era Mellaria, nombre proveniente de ‘mel’, miel, y que existieron varias en Andalucía
con ese nombre, de hecho la ciudad de Vejer de la Frontera antes se llamaba Vejer de la Miel.
La sal fue otro producto que menciona Estrabón: “Después se menciona como producto la sal, sea cavada, sea de ríos salados”.
Hay que tener presente que cuando habla de sal cavada no se refiere a minas de sal, que también las había, sino a las salinas que
existían y siguen existiendo en Cádiz y que se utilizaba para las salazones de pescado y elaboración del garum. También habla de
ella Galeno. Estrabón dice que las salinas que servían para la salazón de pescado, industria importante en la época de los fenicios,
era inferior a la del Mar Negro, donde abundaba mucho.
Sobre la sal, que se obtenía de los ríos salados de Andalucía, hay constancia de la que se obtenía del ‘fulmen Salsun’, hoy
Guadajoz, mencionado en ‘De Bello Hispaniensis’ y también el río Salado de Conil (Cádiz), etc.
Sobre los animales era famoso el cordero, cuya lana según este autor era tan preciosa que por un cordero se pagaba un talento,
sobre todo la rojiza, la cual es mencionada también por otros autores. Con ella se fabricaban tejidos que eran muy solicitados y
que también elogia Plinio, los cuales tenían dibujos en forma de escudos pequeños.
información etnográfica sobre los pueblos que se extendían por todo el
imperio, intercalada con consideraciones filosóficas e históricas. La Odisea
de Homero6. El Antiguo Testamento7 En la Edad Media también Marco
Polo, que siguió la ruta de la seda llegando hasta China. Gracias a esta
experiencia, dictó el “Libro de las maravillas del mundo”, que aportó los
únicos datos conocidos de la geografía del extremo oriente en aquella
“Es muy grande también el número de ganado y de la caza. Gran ventaja es que faltan animales dañinos. Sólo los conejos abundan
y hacen mucho daño a plantas y sembrados, comiendo las raíces” (ver mi artículo dedicado a la historia del conejo).
La falta de animales salvajes, como osos, lobos, etc., se explica por la cultura tan antigua como la de Turdetania que los esquilmó.
Sobre los productos que ofrecía el mar, aparte de la pesca del atún, su salazón y la elaboración de garum, de los cuales ya
comento en los artículos relacionados que figuran al pie de este artículo, cuenta: “También el mar de Turdetania
produce riquezas: por la abundancia y calidad de ostras y conchas en el mar exterior, el Océano”,
explicando a continuación el tamaño de las conchas: “Por ser las mareas del Océano mayores que en el
Mediterráneo. Esta fuerza de las corrientes aumenta el tamaño de las ostras y las conchas por el
ejercicio”, para continuar: “Como las conchas y ostras, así también los peces son más grandes en el
Océano. También los congrios resultan monstruosos allí, por ser más grandes que los del Mediterráneo,
y las morenas”.
Habla de un molusco al que llama de bocina o trompa porque servía para tocarla a modo de trompeta y
que era también instrumento de Tritón y que lo usaban los pastores para comunicarse entre sí, que
según decía tenía capacidad de 0,27 litros.
Más allá, en mar abierto, dice: “En la región más alejada hay morenas y congrios de 40 kilos, pólipos de un talento y
sepias de dos codos, etc.”, haciendo la aclaración que un talento es el equivalente a 26 kilos. Hace una mención de
una sepia o calamar gigante que pudo ver que medía un metro.
También comenta de las ballenas, que entonces llegaban hasta el Golfo de Cádiz e incluso aquellas que se atrevían a
entrar en el Mediterráneo, cómo las cazaban las orcas gladiator entablando combates con los cetáceo, algo de lo
que también habla Posidonio.
Para Estrabón los Turdetanos, por la riqueza de su país, eran más civilizados que los Íberos y decía de los celtas lo
siguiente: “Por esta cultura tartessia fueron influidos también los Célticos, porque eran sus vecinos, o, según Polibio,
sus parientes. Pero la cultura de los Célticos era muy inferior, haciendo ellos la vida campesina en pueblos”.
Como es lógico habla de la columna vertebral de Andalucía, el río Guadalquivir, en aquellos tiempos llamado Betis,
del cual dice que "en la ribera del Betis hay muchas poblaciones, y los barcos suben hasta Córduba y algo más
arriba", situando la ciudad a una distancia exacta del mar, 1.200 estadios. Indicando que "la ribera está bien
cultivada y también las islitas del río", añadiendo "Además de estar bien cultivadas, la ribera es bonita por los
bosques y otras plantaciones".
Sobre la navegabilidad de este río dice "Se dice que hasta Híspalis (la actual Sevilla), pueden llegar barcos de carga
grandes", lo cual es hasta nuestros días, "siendo la distancia hasta el mar de 500 estadios, hasta Ilipa barcos
pequeños y hasta Córduba barcos de río, que antes eran canoas hechas de un tronco de árbol, pero que ahora hay
barcos de tablas
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En La Ilíada, Conforme se desenvuelve dicha historia, se presentan innumerables escenas cotidianas de la vida
griega, entre las cuales destaca la gastronomía. El centro de este elemento cultural es representado en la civilización
griega con los sacrificios, los cuales son definidos como la renuncia de los humanos a una parte de sus alimentos
más preciados, concediéndolos así a las deidades, esto con la finalidad de lograr su satisfacción y de obtener sus
favores. Como regla general, todo sacrificio era seguido de un banquete en el cual los aqueos consumían la carne
del animal sacrificado, compartiéndolo como símbolo de comunión y solidaridad, no solamente entre los humanos
sino entre mortales y dioses, por medio de estos actos los guerreros buscaban reforzar los lazos con las potencias
divinas .Los banquetes eran acompañados de vino el cual mezclaban con agua dentro de grandes cráteras, para
posteriormente servirlo en copas para cada comensal. Esta bebida poseía un significado muy especial entre los
griegos ya que el efectuar libaciones con vino tenía como finalidad establecer una conexión con las deidades, sin
embargo este privilegio estaba reservado para los hombres, siendo mal visto su consumo excesivo entre las
mujeres.
De vuelta al tema de los sacrificios realizados con alimentos, las mujeres por separado de los hombres, alababan a
los dioses únicamente con cereales (trigo y cebada, principalmente), con los que se elaboraban los panes que
consumían los griegos. Siendo la panificación una tarea primordialmente femenina, los granos se consideraban la
ofrenda ideal que ellas pudiesen ofrecer a los dioses. Esta actividad de panadera que desempeñaba cada mujer en
época. El texto conjuga la narración y la descripción, intercalando las
partes descriptivas a medida que se desarrolla el itinerario. Esta opción es
la de la mayoría de los relatos de viajes de esta época. El descubrimiento
del nuevo mundo inicia la Edad Moderna y en los siglos XVI y XVII, América
surge como un nuevo punto de interés, por eso abundan las crónicas
sobre viajeros a este nuevo mundo. Bernal Díaz del Castillo (1496-1584)
su hogar era considerada de suma importancia ya que los griegos eran grandes comedores de pan, no en vano
Homero llamaba a sus compatriotas “los devoradores de harina”.
Respecto a otros ingredientes que encontramos a lo largo de la Ilíada de forma esporádica, podemos mencionar los
dátiles, las pasas, el queso, las frutas, la miel y las aceitunas, en lo que respecta a las carnes se citan los bueyes,
ovejas, cabras y jabalíes; observemos con atención que en el texto se menciona que todas estas carnes son
sazonadas con sal y en algunas ocasiones esparcidas con vino tinto antes de ser puestas a asar.
En el tema de los utensilios, sabemos que las vajillas estaban confeccionadas con plata para los ricos y con arcilla
roja para la gente del pueblo. Las copas de cristal egipcio y las servilletas de tela aparecen también dentro las
descripciones del célebre texto.
En la Odisea Homero nos describe más de cerca la vida cotidiana griega, los banquetes ya no son festejados entre
guerreros solamente sino que aparece una mayor diversidad de comensales, los ingredientes evocados son más
variados, dejando a un lado aquella característica tan parca que es propia de las guerras.
Curiosamente, Homero menciona el dulce de leche, un postre que por lo general no concebimos como griego.
Además de ello se hace alusión a la leche de oveja y quesos elaborados a partir de este producto; asimismo, se
confirma el consumo de pescados al mencionar ciertas escenas en las que los griegos practicaban la pesca para
saciar su apetito.
Pero tal vez una de las imágenes más descriptivas de lo que sucedía en una comida griega es una que tiene lugar en
la casa de Odiseo, durante su ausencia y en la cual los pretendientes de Penélope disfrutan de su forzada
hospitalidad al tiempo que Telémaco recibe a la diosa Atenea. En aquellas circunstancias se hace de nuestro
conocimiento el uso de aguamanos de plata, la utilización de esponjas porosas para limpiar las mesas y de
canastillos para servir el pan, con ello podemos apreciar que las artes de la mesa no eran nada ajenas a los griegos
aunque les eran desconocidos los cubiertos, por lo que tomaban gran parte de su comida con los dedos.
Recuperado de http://www.protocolo.com.mx/lifestyle/los-deleites-gustativos-en-la-iliada-y-la-odisea/
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La Biblia como todo libro religioso oriental es el compendio de los comportamientos no sólo religiosos,
si no políticos, alimentarios, culturales, etc. de las sociedades de la época. Es así como podemos
encontrar en ella citas salpicadas sobre los alimentos y costumbres gastronómicas de esos pueblos, y
podemos concluir que el pueblo hebreo tenía una alimentación bastante monótona y basada en los
productos que les daba la tierra, sin muchos refinamientos y su desarrollo dependía de las tribus. La
alimentación básica estaba compuesta por grano para el pan que podía ser de trigo, avena, cebada o
cualquier otro parecido, el cual se molía a mano o en almirez; al polvo o harina se le añadía agua, sal y
casi nunca levadura y con ello hacían un pan cenceño o ácimo. También existía un tipo de pan hecho con
grano que se soasaba o tostaba, para que no se rompiera, y que era el utilizado en las marchas, viajes o
expediciones militares. La elaboración del pan se hacía, según descubrimientos arqueológicos, poniendo
la masa sobre piedras calentadas y cubiertas de ceniza para que conservara el calor, lo que sin duda le
daba un aspecto desagradable. Otro método de cocción era el aplicar la masa a unos jarros de barro con
orificios que en su interior tenían las brasas. El mismo método se seguía para preparar dulces, que si no
eran fritos en aceite de oliva, se cocían y se aderezaban con miel, se desconocía la existencia del azúcar,
y se salpicaban de semillas aromáticas. Los dos primeros hombres que se dedican a producir alimentos
en la Biblia son los hijos de Adán, uno era agricultor y el otro ganadero y es curioso observar como Dios
se inclina más por las ofrendas proteicas de Abel. Pero no es así como se muestra el pueblo judío, de
hecho la vida religiosa dependió del ciclo agrícola y las tres fiestas más antiguas estaban asociadas a la
cosecha de la cebada (la Pascua), la del trigo (las de las Semanas) y la de la recolección de las frutas
estivales (las Cabañas).
La dieta carnívora era muy estricta y estaba sometida a generalidades que en el día de hoy nos puede
parecer excesivas en algunos casos y exótica en otros y es en el reinado de Moisés donde se hace
precisa y contundente. Los animales se clasifican en puros e impuros según signos externos, de hecho
entre los impuros estaban todos aquellos cuadrúpedos que no tenían pezuña hendida o no rumiaban o
relató La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España que
aunque no se concibió como un relato de viajes informa sobre geografía,
naturaleza, gente y costumbres nuevas. Richard Hakluyt(1553-1616),
escritor inglés, escribió libros de viajes hacia el nuevo continente.
ambas cosas, como era el camello, que por contra era el alimento de los árabes, el conejo, la liebre y
sobre todo el cerdo, con lo cual se perdieron el comer el maravilloso jamón, las morcillas o los chorizos,
pero es cierto que esto tenía una explicación puramente profiláctica, en concreto en la carne de cerdo,
evitando enfermedades terribles como era la triquinosis. Las aves tenían también sus exclusiones, por
ejemplo no se podían comer aves de rapiña o carroñeras como eran el águila, el quebrantahuesos, el
halcón, el cuervo, el avestruz, el búho, la lechuza, la gaviota, el gavilán, el mochuelo, el ibis, el pelícano,
el cisne, la garza, la abubilla, el murciélago y el milano, en definitiva, y salvo excepciones, lo que por
naturaleza nadie come, también es verdad que el pueblo judío no era muy aficionado a la caza como
tampoco lo fue a la pesca y eso no le era de importancia. En la pesca eran animales impuros aquellos
que carecían de aletas y escamas y de nuevo vemos como se privaban de un regalo para el paladar como
era el poder saborear los crustáceos, los pulpos o las anguilas, todo un lujo para un buen degustador de
alimentos, así mismo en ese grupo estaban los cetáceos. En el grupo de los insectos eran impuros todos
ellos salvo los provistos de patas traseras largas como son los saltamontes y las langostas, de hecho
fueron el alimento de Jesucristo en la cuarentena que pasó en el desierto, alimento que al gusto
occidental nos puede parecer asqueroso pero que dicen, aquellos que lo han probado, que su sabor es
muy parecido al del marisco. Existe otro grupo de animales impuros y son aquellos que se arrastran por
la tierra o aquellos que tienen las patas tan cortas que lo parecen, de esta forma quedaban excluidas las
serpientes, la tortuga, la comadreja, el cocodrilo, la rata, el camaleón, la salamandra, la lagartija y el
topo entre otros. Para terminar hemos de decir que posteriormente se añadió a la lista, por no
conocerlos en aquella época, los animales que apoyan la planta del pie o plantígrados, como puede ser
el oso. Pero no todo termina ahí, en la alimentación se debían abstener de comer sangre, no se podía
comer carne con sangre o derramarla en sacrificio de los dioses, sólo podía verterse sobre el altar de
Yahweh. La carne no se hervía y sólo se comía asada por lo que deducimos que no toman mucho caldo
y sopas, lo cual nos hace afirmarnos en la idea de que su dieta tan sobria dice poco de ellos en el terreno
gastronómico. Estaba prohibido comer guiso de cabrito hecho en la leche de la madre como los hacían
sus enemigos cananeos. Debido a la escasez de agua, o al mal sabor de esta, se tiene constancia que
tomaban mucha leche tanto de cabra como de oveja pero debido a las altas temperaturas a las pocas
horas se agriaba por lo que también se especula con la idea de que tomaban quesos y requesones,
descartando las mantequillas que se licuaban a causa del calor. La bebida estrella entre todas, el vino,
muy ponderada en toda la Biblia, tanto como elemento que acompaña a las comidas como elemento
aglutinador en las reuniones, en los festines mortuorios e incluso en los actos religiosos, de hecho en la
iglesia moderna se utiliza como representación de la sangre de Jesucristo. El primer hombre que la Biblia
nos presenta como inventor del vino, y por ende el primer borracho, es Noé y curiosamente nunca se
vio como pecado el beber en exceso aunque se aconsejaba ser moderado en su ingestión, de hecho la
Biblia nos cuenta muchas borracheras y actos deleznables como consecuencia de ellas pero en ningún
lugar se hace una liga antialcohólica. Sólo existen dos pueblos judaicos que se abstenían de beber, los
rekabitas y los nazireos, estos últimos lo hacían por voto el cual podía ser temporal. Tan buenos
vinateros eran los judíos que sus caldos eran famosos en Mesopotamia, la actual y destruida por las
hordas salvajes de occidente Irak, de hecho se han encontrado tabillas escritas en letra cuneiforme de la
Biblioteca de Asurbanipal, seguramente en estos momentos robadas o destruidas, una relación de las
diez clases de vino, entre ellos estaba el elaborado en Helbón, próximo a Damasco, y bien conocido por
Ezequiel. En el Antiguo Testamento se citan como los mejores los hechos en Heshbón, Sibmah, Elaleh,
Helbón, el 'vino real' y el del Líbano
superstición y la tiranía religiosa e impuso la base objetiva de todo
conocimiento científico. La literatura de viajes adquirió una
fundamentación científica. Las nuevas obras obtuvieron coherencia. La
presentación de los hechos reales tiene su origen en observaciones
detalladas. Se dan reflexiones filosóficas sobre lo observado y se presta
especial atención a la antropología cultural. En esta línea destacaremos a
autores como:
2. Prohibiciones alimenticias
4. Las prdcticas y 10s gustos El ejemplo del meldn, entre muchos otros,
demuestra la influencia que pueden tener las prescripciones dietéticas
sobre las prácticas ali- menticias. Nos muestra tambikn cómo algunas de
estas prácticas han sobrevivido a la dietktica que las ha justificado, pero
que ya no las jus- tifica puesto que la dietktica actual no legitima ya estas
formas de co- mer el mel6n. Por otra parte, si preguntamos a 10s que 10
comen de esta forma, nos contestaran que 10 hacen asi "porque es
bueno", justificando su practica por la gastronomia y no por la dietética, y
este desacuerdo entre la explicación histórica y la justificación individual
es tambiéri muy rica en enseñanzas. El comensal actual, evidentemente,
tiene ra- zón al explicar su práctica por su gusto; pero si vemos las cosas
con un poc0 más de perspectiva, el historiador afirmara 10 contrario, que
el gusto del que come ha sido formado por una práctica tradicional fun-
dada en la antigua dietética. Las prescripciones religiosas tambiCn estan
en la base de prácticas formadoras del gusto. Ya he hablado de la
repugnancia que sienten 10s Musulmanes por el cerdo, animal impuro de
carne inmunda. Según me dicen unos amigos Judios de Africa del Norte,
las prescripciones ju- daica~h an desarrollado una aversi6n por la cocina
hecha con mante- quilla. Asimismo, a muchas personas de tradición
católica les desagra- da la idea de cocinar pescado en lardo o manteca de
cerdo, o que se mezcle en un mismo plato carne y pescado; no es
exactamente repug- nancia 10 que sienten, sino mas bien una sensación
de rareza, de incon- veniencia. Por otra parte, si 10s españoles, may
marcados por la tradi- ción catdlica, mezclan a menudo la carne y el
pescado en sus paellas, sin duda es porque tienen unas reglas particulares
en materia de absti- nencia, en relación a la carne y a las grasas, desde la
Edad Media. Mu- chos viajeros franceses envidiaban su privilegio de
cocinar con manteca en tiempos de Cuaresma y se sorprendian de ver
freir la carne en aceite. De un modo general, parece ser que nuestros
gustos y nuestras aversiones son siempre tributarios de costumbres
alimenticias tradicio- nales de nuestra cultura: incluso 10s viajcros mis
interesados por las es- pecialidadcs extranjeras no pueden reprimir su
repugnancia ante algu- nas de ellas; y 10s inmigrados siemprc sienten
nostalgia de las comidas de sus tierras.
16 JEAN-LOUIS FLANDRIN
El arte culinari0
4. Hacia una historia general del gusto En el siglo XVIII, Voltaire, defensor
del gusto clásico, escribia en su Dictionnaire Philosophique, en el articulo
GUSTO: "Asi como el mal gusto en lo físico consiste en no sentirse halaga-
do mds que por condimentos demasiado picantes y demasiado re-
buscados, el mal gusto en las artes consiste en no gustar mas que los
adornos estudiados y en no sentir la bella naturaleza. " Lo que me llama la
atención de este texto, no es tanto el paralelo ,entre gusto alimenticio y
gusto artistico -ya que el empleo de la pala- bra 'gusto" en el dominio
artistico es metafórico, y Voltaire era consciente de ello-, sino el desprecio
de 10s "condimentos demasiado picantes y demasiado rebuscados" que
en el plano culinario se corresponde al "adorno estudiado" y al "no sentir
la bella naturaleza" del plan artístico. Ya en el siglo XVII, cuando las
especias fueron eliminadas en gran parte, encontramos en 10s libros de
cocina discursos que tienen un cierto aire de clasicismo. En el Art de bien
traiter (1674), a propósito de las palomas asadas, vemos como se valora
10 natural: 'El que esta carne requiera una vinagreta, una pebrada,
depende del pero a decir verdad, la mejor forma y la ma's sana de co- mer
el asado es la de devorar10 inmediutamente después de sacarlo del
asador, en su propio jugo natural, y no hecho del todo, sin pro- ceder a
tantas precauciones incdmodas que destruyen por sus ma- neras extrañas
el verdadero gusto de las cosas" (p. 55-56). En otra ocasión el mismo autor
atacaba a 10s pequefios burgueses que cubrfan sus asados de cordero o
de ternera, de pan rallado y de pe- rejil, o aquBllos que en vez de comer el
solomillo muy poc0 hecho, inmediatamente despues de sacarlo del
asador, 10 cortaban en tajadas y 10 hacian hervir en una salza
aromatizada. Anteriormente, Nicolas de Bonnefons, en sus Delices de la
cam- pagne (1654), recomendaba no disfrazar el gusto de 10s alirnentos
con sabores pariisitos, sino al contrario conservar el carhcter de cada uno
de ellos: Que un' 'botage de santé ", escribía, no tenga "ni picadillo, ni se-
tus, ni especias ni otros ingredientes, sino que sea simple, puesto que se
denomina de salud; que en el de coles se note enteramente la col; en el
de puerros, el puerro; en el de nabos, el nabo; y 10 mis- mo con 10s otros.
Lo que digo de las sopas, entiendo que deberta ser general y servir de ley
para todo 10 que se come", Otro rasgo de clasicismo -o de preciosismo- es
el cuidado del Art de bien traiter en no escoger ningh alimento vulgar y la
gama, bastan- te pobre, de legumbres que presenta en sus recetas debido
a esto. Lo mismo sucede con 10s procedimientos de cocci6n y 10s
condimentos, puesto que aquellos que se acercaban a 10
'~equeñoburguésyy eran des- piadadamente apartados. Todas estas ideas
que fundan o justifican el gusto de aquellos coci- neros, son ideas que en
el siglo XVIII reinaban en 10s otros dominios artisticos. ~Acaso es por
casualidad que la aversión por las especias en el siglo XVII se manifest6
primer0 en Francia, bastión del clasicismo? Yo creo miis bien que el gusto
alimenticio en Francia se fue transfor- mando bajo la influencia de las
mismas aspiraciones ~reciosistas" y "clusicas" de las letras y las artes. Esta
evolucihn me parece estar rela- cionada con la transferencia de la noción
de gusto, que tuvo lugar en el siglo XVII, del contexto de la alimentación al
contexto de las letras y
26 IEAN-LOUIS FLANDRIN
de las artes, y con la aparicibn de la idea de "buen gusto", nuevo crite- rio
de distinción social cuya interpretación sociológica sigue siendo di- f ici13'.
Conclusión
J.L. Flandrin y Ph. Hyman, "Regional tastes and Cuisines ... in the Southern
France in the 16th and 17th Centuries", Food & Foodways, vol. 1, nr. 3,
(1986), pgs. 221-252. VBanse por ejemplo 10s testimonios sobre 10s
comedo- res de rábanos de Saboya y el Lirnusin, o 10s comedores de
castañas del Peri- gord y de las CBvennes, pg. 225. Roland Barthes, entre
otros, ha ilamado la atención sobre esta inversión de valores en el articulo
ya mencionado "Pour une psycho-sociologie de l'alirnen- tation
contemporaine". Pero este fenómeno histórico requeriria un estudio
mucho mis profundo. Cf. J .L. Flandrin, "Internationaiisme, nationaiisme et
régionalisne dans la cuisine des XIVe et XVe si&cles: le tkmoignage des
livres de cuisine", in Actes du Colloque de Nice, 15-17 octubre 1982, t. 2,
Cuisine, manieres de table, regimes alimentaires, Les Belles Lettres, Paris,
1984, pgs. 75-91, y en particu- lar 10s cuadros 1 y 2, pgs. 85-86. VBase
tambiBn J.L. Flandrin y Odiie Redon, "Les livres de cuisine italiens des XIVe
et XVe si&cles", Archeologia Medie- vale, VI11 (1981), pgs. 393-408; y
Bruno Laurioux, "Spices in the Medieval Diet ...", Food & Foodways, I, 1,
1985, pgs. 43-76. Frangoise Loux y Philippe Richard, Sagesses du corps. La
santé et la maladie dans les proverbes franqais, Maisonneuve et Larose,
Paris, 1978, 353 pgs., ca- pitulos 6 y 7. Y Daniel Riviere, "Le th&me
alimentaire dans le discours pro- verbial de la Renaissance frangaise", in
Margolin & Sauzet, Pratiques & dis- cours alimentaires a la Renaissance,
Actes du Colloque de Tours, 1979, Maisonneuve et Larose, Paris, 1982,
pgs. 201-218. Creo que 10s especialistas de la aiimentacidn o de la
dietBtica podrim sacar mayor provecho de estos proverbios del que han
sacado 10s especialistas de 10s proverbios. . J.L. Flandrin y Ph. Hyman,
"Regional tastes and Cuisines ... in the Southern France in the 16th and
17th Centuries", Food & Foodways, vol. 1, nr. 3, 1986, pgs. 221-252.
Rashrni Patni; del Maharani's Coilege, Jaipur, está preparando
actualmente una tesis sobre estas relaciones entre cocina y principios
dieteticos. J.L. Flandrin, "La diversite des gofits et des pratiques
aiimentaires en Europe, du XVIe au XVIIIe si&cle", Revue dlHistoire
Modeme et Contemporaine, T. XXX, enero-marzo 1983, pgs. 66-83. Y
Philippe Giilet, Par mets e par vins. Voyages et gastronomie en Europe,
l6e-18e siecles, Payot, Paris, 1985, 237 pgs.
Los sabores: dulce, ácido, amargo, salado proporcionan una amplia gama
de perfiles de sabores existentes para identificar las características y
preferencias gastronómicas de alimentos y bebidas.
MEDIO AMBIENTE Y SU IMPACTO EN LOS SABORES
A través de los siglos, diversas religiones han surgido como las dominantes
en la sociedad actual.
Por último, para el agro sistema de cualquier tipo , los productos finales
tienen que ser valorados y accesibles por el público consumidor con los
medios (poder adquisitivo) y el deseo (hábitos alimenticios y la cultura)
(Atkins y Bowler, 2001).
Conclusiones
Elaborado por:
Elaborado por:
Bibliografía
Bibliografía
INTRODUCCION
ALIMENTO Y COMIDA
Para transformarse en comida, los alimentos requieren entrar en diálogo entre sí y con sus cocineros y comensales: dice
Lezama Lima que "si no es por el diálogo, nos invade la sensación de la fragmentaria vulgaridad de las cosas que comemos
(...) tendríamos la tediosa y fría sensación del fragmento de vegetal que incorporamos, y el alón de perdiz rosada sería una
ilustración de zootecnia anatómica" (1968: 40).
Y las caraotas (frijoles) negras son meros granos oscuros si no se juntan, en una olla paciente, con ají dulce, comino,
cilantro y sal, entre otros, y si una mano atenta no los combina en las proporciones e inspiraciones convenientes. Esas
caraotas no están completas como plato de comida hasta que un comensal las lleva a su boca, las saborea y comenta lo
rico, saladas o duras que están. Cocinero y comensal, a su vez, mantienen complejas relaciones: pueden ser madre e
hija(o), mujer y marido; y entonces las inocentes caraotas se complican aún más: quizás sepan frías e insípidas a un marido
que tiene dificultades con su mujer; o le sepan riquísimas a una madre cuya hija(o) las cocina por primera vez.
Para Matta "el alimento se refiere al lado nutritivo y biológico (…) resultando algo neutro, mientras que la comida es un
alimento que se torna familiar, definidor de carácter, de identidad social, constructor de colectividad (…) Lo universal (el
alimento) se transforma en particular (la comida) (…) el paso del alimento a la comida es un acto de amor" (c.p. Cartay,
2003: 102 a 105. Paréntesis en el original).
Un plato de comida es una especie de Trinidad: es a la vez quien lo come, quien lo cocina y por supuesto también el
alimento. De allí que insistamos a partir de ahora y con variados pero vinculados términos, en que la comida es un
símbolo, pues en ella convergen un texto-obra-alimento, un lector-comensal y un autor-cocinero; en una relación que
ocurre en contextos particulares de cocción y degustación.
El gusto no sólo porta sentidos estéticos; también éticos: un comportamiento de buen gusto es aquel que satisface tanto a
quien lo emite como a quien se dirige: este último es tomado en cuenta y hasta se intenta complacerle. Se trata de un
comportamiento decoroso: a sus formas o modales se presta igual atención que al bien del Otro. La hospitalidad,
concebida por algunos como virtud moral (Telfer, 1996), se refiere a un genuino (no interesado) buen trato dispensado a
aquel que está bajo nuestro techo y a merced de nuestra comida, lo cual nos hace "responsables de su felicidad" (Brillat-
Savarin, 1999: 12). Alrededor de la comida se ha señalado otra virtud: la moderación o templanza (Telfer, 1996), la cual se
ejerce mientras se tiene el plato al frente y se le come con disfrute, en una especie de "mezcla entre el abandono y el
control" (Fisher, 1989: 52) dictados por el corazón y el estómago más que por la razón o la culpa.
El sentido del gusto (y del disgusto) ha sido maltratado por buena parte de la filosofía y en general por las esferas del
pensamiento conceptual. Es curioso que la teoría estética se sirva tan a menudo de metáforas provenientes del sentido
corporal del gusto para referirse a la apreciación y discriminación estéticas (incluidas en el llamado por Korsmeyer (2002)
"Gusto con mayúscula"), mientras sigue apegada a las formulaciones que desde Platón se han venido haciendo en torno a
la inferioridad o animalidad de los sentidos del gusto, el olfato y el tacto, a partir de su necesidad de acercarse y hasta de
incorporar el objeto para poder percibirlo, con los consiguientes riesgos de desenfreno y por tanto de sospecha moral. Los
sentidos considerados superiores por su actuación a distancia y su posibilidad de conducir a actividades reflexivas,
objetivas y moralmente correctas, son la vista y el oído (en ese orden).
A favor de sus posibilidades de discriminación sensorial, valoración estética y participación en el sentido de la vida, puede
afirmarse que "la experiencia del gusto es vívida, rápida y sofisticada" (Korsmeyer, 2002: 120). Su rapidez no le resta
aptitudes de apreciación ni de pensamiento y palabra. Quizás por vincularse a pensamiento y palabra apegados a la vida, a
su movimiento constante y su carácter efímero, el gusto (el del paladar) no tiene cabida en el repertorio un tanto pacato
de la racionalidad y el lenguaje de las formas dominantes de conocimiento científico y filosófico, a las cuales les cuesta
decir sin tapujos que comemos "para nutrirnos bien, para ser dichosos, para tener fe y confianza en la vida" (Semprum, en
Lovera, 1998: 356).
La polisemia continúa si uno se dirige al asiento del gusto, la boca, pues ella es lugar de múltiples actividades y
significados: con ella se saborean los alimentos y las experiencias; de ella sale la palabra y también el aliento, constancias
de vida y de humanidad.
En contraste con cierta filosofía (y en consonancia con Zambrano, 2001) la poesía se ha mantenido cercana al mundo
sensorial; mundo de concreciones, imágenes y de un lenguaje adherido a lo vital, llámese angustia o alegría. Sin embargo,
nos atreveríamos a sospechar que la jerarquía platónica (reforzada por figuras igualmente influyentes como Santo Tomás,
Kant o Hegel; según Korsmeyer, 2002) se mantiene aquí aunque de soslayo: intuimos que la poesía "visual" es más
frecuente que la "olfativa o la gustativa". Es sólo una intuición. En poetas tan sensuales como Pessoa o Ponge, la vista
parece resultar privilegiada. Dice el primero "creo en el mundo como en una margarita, porque lo veo" (1998: 179); y el
segundo "vegetación (...) especie de tapicería en tres dimensiones" (1996: 131). Sin embargo, Ponge degusta así una
naranja: "(…) un líquido de ámbar se ha expandido, acompañado de frescura y de perfume suaves (…) y obliga a la laringe
a abrirse ampliamente" (1996: 37-39).
Volviendo al gusto como sentido corporal (y para nosotros también espiritual), aquel que en tono de protesta llama
Korsmeyer (2002) "gusto con minúsculas", diremos que el tema de la comida está pleno de deleites: podemos detenernos
en lo placentero que puede resultar comprarla, prepararla y comerla; en lo que reportan los sentidos mientras hacen de
las suyas ante colores, texturas, aromas y sabores; ante el roce y el choque de ollas, platos y cubiertos y entre las voces de
los compañeros (quienes comparten el pan).
El tomate o el romero pueden convertirse en un "acontecimiento" (que podría ser desgraciado, por cierto) durante una
comida, cuando llegan a impregnarla totalmente; otro "acontecimiento" puede ser el pastel de cumpleaños, gracias al
cumpleaños y al pastel, ambos a la vez (La palabra acontecimiento la hemos tomado de Bachelard, 1986). Un trozo de
fruta (¿sólo un trozo de fruta?) estremece así a Joel, uno de nuestros estudiantes, quien nos escribe:
Se ve demasiado jugosa. Mi boca se hace agua y me desespero al no poder tenerla ya. Su color es fresco y me evoca
serenidad y recuerdos. Su aroma silvestre me concentra en limpios parajes, cálidas lluvias y enternecedores ritmos. Mi
estómago ahora tiene otra frecuencia, otras dimensiones; es más ovalado y ruge al compás de mi respiración. Prometo no
atragantarme, sólo sentir sus fibras crujientes debajo de mis colmillos y pasar mi sedienta lengua por sus tejidos de
manera que pueda contabilizar sus semillas. Sólo será un pedazo, lo juro. Se ve tan jugoso y estoy tan sediento que resulta
vergonzoso. Su vivo color es tan rojo que mi sangre se acelera y siento frío, ¡tal como ella! La imagino en mis manos,
goteando y chorreándome todo. Me la voy a comer con desespero y sin pausas. No me importa. Esa patilla, desde aquí, se
ve demasiado buena.
H. Matisse. "Bodegón con naranjas", óleo sobre tela (1913)
Los deleites están constantemente amenazados por los sinsabores: dietas, indigestiones o el más difundido, el hambre, en
cuya experiencia puede introducirse un matiz perverso: el hambre manifiesta y el hambre oculta. La manifiesta es la que
padece abiertamente la gente que está muriendo de inanición; aquella que pide comida en la calle, reconociendo
públicamente su privación. La oculta (De Castro, 1950: 20) se disfraza de harina y azúcar, de una o dos comidas diarias, y
con un "no me da hambre" o un "como poco". Es el hambre de los pobres que sostienen su dignidad con gran esfuerzo y la
de quienes no eran tan pobres y se han "venido a menos". Otro matiz, no menos perverso, lo introduce el hambre forzada
por dietas de distinta procedencia.
Continuando con los matices, vale la pena también introducir los que existen entre hambre y apetito: el hambre es una
expectativa biológica, inmediata y podría saciarse con cualquier cosa: "con hambre no hay mal pan", dice la gente. Esta
expectativa puede transformarse en derrota y tristeza si la comida no se avizora. El apetito en cambio es alegre, imagina lo
que desea comer desde la certeza que comerá y con la posibilidad adicional de apreciarlo y emitir el veredicto de que le
gusta o le disgusta. Hay apetitos voraces, que suelen llamarse gula y que implican la pérdida de moderación, de límite; hay
gulas que se disfrutan, se celebran y otras que se lamentan más temprano (sensación de llenura, de pesadez) o más tarde
(indigestión, aumento de peso).
Para nosotros, pobres desdichados que no tenemos la mamá-abuela-papá-empleada que nos prepare comida, la
‘cocinera-que-no-cocina-para-nosotros’ es fuente de la más profunda envidia (...) qué momento tan gratificante cuando
somos invitados a la vida de aquellos más afortunados y se nos permite disfrutar de aquel platillo mezclado con tantos
sabores y colores como horas de trabajo "la-cocinera-que-no-cocina-para-ti" puso en él; en cada bocado se siente la
dedicación y sabiduría que ese ser ha vertido agraciadamente sobre un plato de cerámica. Pero aquel momento tan
brillante dura muy poco (...) y nosotros, seres de hambre eterna, regresamos a la vida de platos de cinco minutos, de
colores opacos y asquerosa simplicidad.
En torno a las posibilidades de apreciación de la comida, un muy difundido análisis sociológico concluye que en la "clase
trabajadora" predomina "el gusto de la necesidad (que) prefiere una comida nutritiva, saciante, abundante y que se
pueda engullir más que saborear" (Bourdieu, c.p. Korsmeyer, 2002: 97); a este gusto se contrapone "el de la libertad o del
lujo" atribuido a la "burguesía ociosa (que) aprecia la presentación de los platos y la disposición de la mesa (así como) la
preparación minuciosa de platos delicados" (Korsmeyer, 2002: 97. Paréntesis nuestros). Se sugiere así que la "clase
trabajadora" no valora estéticamente la comida y que dicha valoración es exclusiva de "clases privilegiadas".
Al respecto nos preguntamos si el preferir ciertas sazones y llenuras no es una apreciación estética tanto como la de
detallar apariencias y optar por sazones "más refinadas". E intuimos que las personas "trabajadoras" sí pueden detenerse
a degustar su comida por sencilla que sea, que valoran ciertos platos en función de su presentación, aroma y sabor; y que
prefieren unos menús sobre otros aunque no siempre puedan tenerlos sobre su mesa.
Desde la perspectiva simbólica, ocuparse de la comida supone interesarse por las formas que adopta y al mismo tiempo
por sus significados o lo que ellas sugieren; es decir, supone interrogarse por los sentidos: ¿qué significan esas formas,
cómo se elaboran y se contemplan con los sentidos, las manos, el sentimiento y el pensar; cómo da cuenta de ellas la
palabra?
La figura es la cara sensorialmente significativa del símbolo; concreta, tangible. Es la forma que aparece; figura y sensación
se confunden, pues la sensación es figurativa, plástica y sorpresiva (Gurméndez, 1993). A su vez, el significado es lo que la
figura quiere decirnos, nos sugiere (Santayana, 1955); es una "resonancia entre ella y nosotros, nosotros y ella" (Ricoeur,
2000: 146).
Detenerse en la figura es reivindicar el mundo objetual, mas no objetivo; es, como dice Ponge (1996) ponerse "de parte de
las cosas". El mundo objetual es el mundo de los objetos a los que se presta atención, estableciéndose un vínculo con el
sujeto que los contempla, cuya condición es a su vez subjetual más que subjetiva, porque evoca una relación constitutiva,
no secundaria a esencias (objeto-sujeto) separadas, distintas entre sí. El objeto es porque se encuentra con un sujeto. El
sujeto es porque se encuentra con un objeto (incluyendo a los Otros sujetos) (Zubiri, 1992). Sujetos y objetos se interpelan
constantemente.
La comida vista como símbolo trae aparejado el comer como acto simbólico cuya significación va paralela a su obvia
relevancia biológica: quien no come, sencillamente se muere; nos comemos a otros seres biológicos (y recientemente
también sintetizados) llámense plantas o animales, es decir, somos herbívoros y carnívoros (y hasta caníbales). Agarramos
con las manos el alimento, abrimos la boca, lo masticamos, lo tragamos y si todo va bien, un rato después expulsamos
parte de él: alguien dijo que la comida era mierda en potencia. El comer es también un acto claramente humano y por
tanto cultural, en la medida en que es ejecutado no sólo por necesidad o instinto, sino también por apreciación estética,
valoración de la convivencia, cuidado de Sí y del Otro, con los afectos que tengan a bien atravesarse. Nietzsche, desde su
énfasis "demasiado humano", dice del hambre de Zaratustra que "tiene extraños caprichos (pues) a menudo no viene sino
después de la comida" (1956: 15. Paréntesis nuestro).
Y por ser simbólico, comer es igualmente un acto que sirve para funcionar en sociedad: se come con arreglo a normas que
se concretan en permisos y prohibiciones tales como horarios, lugares y modales; y se invita a la mesa para compartir,
negociar, ostentar o dominar (entre otras posibilidades).
Uno de los signos de "funcionamiento adecuado" de un hogar parece ser que haya comida preparada, servida a ciertas
horas y con capacidad para convocar a todos sus miembros. Una señal de armonía hogareña es que provoque (o apetezca)
ir a comer a casa; un indicio de cuido es que te pregunten si quieres comer o que te sirvan de una vez (en el servir también
hay una otredad atendida, considerada). La comida resuena a hogar, a madre, a aromas cálidos de estabilidad. O por el
contrario a conflicto, a indiferencia, a soledad.
Los aromas hogareños no traen necesariamente aparejados la libertad de y el respeto a, quienes se congregan en la cocina
y en la mesa. Puede ocurrir que la madre, quien suele ser el centro de la cocina y la casa, convierta el cocinar en una
acción de despliegue de poder (usualmente no ejercido a conciencia) honestamente disfrazado de cariño y sacrificio. La
pareja y los hijos han de comer lo que ha cocinado y no otra cosa, deben comérselo todo como señal de que sí les gustó y
para mantener a raya la culpa por el-hambre-en-el-mundo; más tarde, cuando los hijos tengan esposa le dirán "mejor lo
hace mi mamá"; hasta que esta esposa construya su propia "tiranía absorbente" (Zambrano, c.p. Palacios, 2000: 10).
A partir de Bachelard (1986) y su idea del alma de los espacios, podría pensarse que las cocinas dicen cosas sobre el alma
de la casa: almas higiénicas e instrumentales mantienen cocinas asépticas y minimalistas; almas cargadas de apariencias
atiborran la cocina de electrodomésticos, mejor si al último grito de la moda; las almas tristes las tornan grises y oscuras y
nada parece cambiar en ellas; almas amistosas gustan de tenerlas llenas de comida y de gente, todos en actividad y charla;
las almas de otra época las sostienen en esa época y puede que todo esté "pasado": de moda, de cocción y de azúcar. Y
otras cocinas están habitadas por almas que se mantienen discretamente entre lo cálido y lo utilitario con ciertos dejos de
descuido.
Si partimos de la convicción de la comida como símbolo y del comer como acto simbólico, entra en escena el lenguaje,
visto que los símbolos son tales porque se comunican: de lo significativo se conversa, las formas que interesan se
describen, se narran. Las narraciones son una rica manera de dar cuenta de nuestras interpretaciones de lo cotidiano-
importante, de lo que nos afecta, de lo que tiene sentido (Bruner, 1990; Ricoeur, 2000). Sobre la comida se habla
constantemente: la gente se cuenta qué comió, comerá o quisiera comer; lo que no le gusta o no puede comer;
intercambia trucos y recetas. Se dice que la vida tiene sabor o trae sinsabores, que algo es la sal de la vida o que es
insípido. Hablar de la comida es hablar de nosotros mismos, de lo que nos atrae o repele, de lo que nos sobra o nos falta,
de nuestras fantasías y soledades, de nuestros compañeros y recuerdos.
AL AMPARO DE UNA DESDISCIPLINA
Nuestras reflexiones y curiosidades están amparadas por una psicología social que ha sido llamada desdisciplinada
(Fernández-Ch., 1997) cuyo campo de estudio es la cultura, entendida como tejido simbólico que tejen y destejen todas y
cada una de las personas, cada día y de muchas maneras. A su vez, esas personas son bordadas por esa misma cultura. A
este tejido-bordado se le aproxima una visión que intenta ser respetuosa de lo que allí ocurre, entrando con cautela y
paciencia a tratar de interpretarla en sus lenguajes propios. Implica la valoración del saber del hombre común, saber rico y
poco ordenado. Supone encuentros y desencuentros entre los sujetos y entre ellos y los objetos, con el concurso del
cuerpo y el espíritu, el sentir y el pensar; por ello es también una psicología social estética (Maffesoli, 1989; Hernández,
2003).
Desde estas perspectivas adquiere valor un "simple" plato de comida, una olla que guisa, unas manos que mezclan, una
mesa (no) decorada, un suspiro que saborea, una comida amarga en todos los sentidos. El plato, la olla, la mesa, las
manos, el rostro, las palabras e historias dicen mucho a quien se detenga a escucharlos, a mirarlos, a probarlos. No es
gratuito que saber y sabor tengan la misma etimología: conocimiento breve y luminoso (Palacios, 1987).
Así las cosas, puede estarse de acuerdo en que las personas comunes, ejerciendo su "ánimo estético (...) añaden distinción
a la utilidad y poesía a la acción"; buscando "infundir significado a los pequeños detalles de su existencia" (Mead, 1926:
384). En consecuencia, un plato de comida hierve de distinción y poesía.
Como toda forma cultural, cocinar y comer están sometidos a fuerzas de tradición y de cambio, a modas, des y
revalorizaciones, a nuevos matices, prácticas no conscientes, reflexiones (la gastronomía), apariencias, usos y abusos. Uno
de los abusos más frecuentes es la ideologización de la comida: desde el poder se ofrece luchar contra el hambre con
espadas tan cínicas como salarios miserables y raquíticos mercados populares que homogeneízan y racionan el alimento.
¿Será que los gobernantes apuestan más bien al hambre, la cual "libera de tener que elegir (…) libera de la inquietud
moral (…) deja una indiferencia protectora"? (Ginzburg, 2000: 93). Un ciudadano que se inquieta y quiere elegir es
peligroso.
Dedicarse al tema de la comida va resultando interesante, rico. Como todo tema de estudio, conlleva dificultades, algunas
de las cuales han quedado implícitas en líneas anteriores. A esas que ya se han prefigurado, añadimos las siguientes:
–Su importancia luce tan obvia, que no valdría la pena detenerse ni profundizar en él: se cocina, se ingiere, se expulsa y si
se tiene suerte, se saborea y se comparte. ¿Qué tanto más?
–Cuando se le asigna importancia, pueden ocurrir cosas como éstas:
–Nos limitamos a medir los alimentos, transformándolos en carbohidratos, proteínas, calorías y colesterol, es decir, en
asuntos sin color, aroma ni sabor.
–Nos ocupamos sólo de sus patologías, ya sean fisiológicas y/o simbólicas, por lo que nos centramos en trastornos y
enfermedades, llámense gastritis, colitis, bulimias o anorexias.
–Caemos en cuenta que a pesar de, o quizás por, su simplicidad y automatismo biológico, el comer es un tema íntimo,
donde la persona se las juega; en él va su dignidad (el hambre es indigna, triste, injusta), su religiosidad y su moral: una
buena madre (a veces el padre se da también por aludido) debe dar de comer a sus hijos con abundancia y alegría.
Abordar un asunto íntimo y comprometedor a la vez que aparentemente simple, no resulta fácil.
Una aproximación desdisciplinada acude a múltiples perspectivas de interpretación de los asuntos que le interesan. Los
sentidos de la comida han sido trabajados por cierta filosofía, por la literatura, la historia y el arte, algunas de cuyas
versiones hemos colado en páginas anteriores. Añadimos otras, sólo para contribuir con la variedad de sabores-saberes
anunciada en la primera página:
Para Magritte, la "Fuerza de las cosas" (cuadro fechado en 1958) encarna en una baguette y una copa de agua
inconfundibles, contundentes, colocadas por encima de todo. El expresionismo alemán se ocupó de pintar cuerpos
hambrientos en protesta por los horrores de la guerra y Hundertwasser concentra las infinitas posibilidades culinarias en
el mantel de una de sus obras, por lo que la silla y el plato que lo acompañan se encuentran vacíos esperando por el
comensal y la comida que tengan a bien llegar. La dedicación de la Kahlo a su cocina dejó huellas en paredes, sandías,
manteles y guisos.
Gargantúa y Pantagruel enfrentados a la negación cristiana de la carne, se entregan "en cuerpo, alma, tripas e intestinos"
a "tragar" unos alimentos grandes, muchos y feos (Rabelais, 1983: 262). El Quijote, caballero andante y sublime,
recomienda a Sancho, ser terrenal, que no coma ajos ni cebollas para que los demás no saquen, por el olor, su condición
humilde; y en cierto momento lo insulta diciéndole "Harto de ajos", con lo cual nos damos idea de la larguísima historia de
la desvalorización del ajo y la cebolla, los cuales, paradójicamente, son indispensables en nuestras cocinas.
Gargantúa
Mas acá, "Mamá Blanca" recuerda desde un tardío siglo XIX "un admirable queso de mano que enrollado en hojas de
plátano (…) vino a ser (…) timbre y orgullo de Piedra Azul, cuando (mamá) entre sonrisas y pedir excusas por la rusticidad
de la ofrenda, lo ponía en manos de cuanta visita llegase" (De la Parra, 1972: 631. Paréntesis nuestro). Pero no todo era
tan sabroso en nuestras latitudes y nuestro pasado: "Panchito Mandefuá" apenas si lograba una "hartada de frutas en un
día bueno" y lejanos estaban sus alimentos soñados; de allí que anota como especial el momento en que "rayó con el
dedo y se lo chupó, un cristal de la India a través del cual (veía) pirámides de bombones (…) higos (...) ponqués y
fragmentos de quesillo" (Pocaterra, 1989: 30. Paréntesis nuestro). Mandefuá finalmente logró su cena de Nochebuena
junto al mismísimo Niño Jesús, después de haber sido atropellado por un automóvil. José la "O" tuvo más suerte ya que "la
niña Cecé", hija de sus patrones, lo sacó de su rutina de frijoles cuando "le dio a comer dulces negros envueltos en papel
de plata" (Pocaterra, 1989: 287).
Una historia de la alimentación en Venezuela nos habla de una comida propiamente venezolana o más técnicamente, de
una "dieta criolla que se formó entre 1500 y 1750 (...) cuyos elementos constitutivos fueron el maíz, la carne de res, el
azúcar y el cacao como elementos básicos; y la yuca, el plátano, los frijoles y el café, como alimentos complementarios"
(Lovera, 1998: 33). Nuestra dieta es mestiza al igual que nuestros nombres y nuestros cabellos.
Se nos dice también que el café llegó después, desplazando en buena medida al cacao como bebida, quizás por las ínfulas
libertarias que traía, visto que solía acompañar las reuniones subversivas en los países árabes y en Europa, y porque gente
más diversa se entusiasmó a tomarlo. El chocolate en taza quedó para los niños y las mujeres. Sobre el asunto, doña Inés,
mantuana que gracias a su odio a los pardos vive unos cuatro siglos (Torres, 1989) se pregunta qué puede esperarse de un
país que sólo produce cosas que sirven para merendar: cacao, café y azúcar. De manera que la comida también puede
simbolizar rebelión, conservación, machismo, feminidad y un largo etcétera.
Una psicología social estética y desdisciplinada nos permite aproximarnos al mundo de la comida y el comer como
observadores-partícipes de esta esfera literalmente vital (quien no come, se muere) que adquiere formas admirables y
efímeras, de múltiple significación, condensadas en la figura de la Trinidad: cocinero (a), comida, comensal. Esas formas,
ya sea un plato de comida o un trajín en la cocina, como hemos dicho, "añaden dignidad a la utilidad y poesía a la acción"
(Mead, 1926: 384) y por lo tanto tienen un sentido estético y también ético y reflexivo. Ellas pueden transformar un
momento o día cualquiera en un momento o día especial, lleno de deleites y/o sinsabores, de los cuales dan cuenta desde
la poesía hasta las expresiones plásticas o el pensamiento filosófico, y en conexión con ellos la vida cotidiana donde las
personas comunes pasan buena parte de su vida cocinando y comiendo, si tienen suerte, lo que quieren y con menos
suerte, lo que pueden.
REFERENCIAS
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texto publicado en el International Journal of Ethics 36: 382-392.
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[ Links ] Zubiri, X. 1992. Sobre el sentimiento y la volición. Madrid: Alianza y Fundación Xavier Zubiri. [ Links ]
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