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I

LAS RAÍCES DE LA CULTURA OCCIDENTAL

LA ANTÍTESIS RELIGIOSA

Tomada por sí misma, la palabra ‘antítesis’ significa no más que “oposición”.


En una etapa temprana se le dio un significado especial en la filosofía,
particularmente en el modo dialéctico de pensar. Esto debe ser considerado
desde el principio para evitar un posible malentendido con respecto a una
discusión del lugar de la antítesis.

LA ANTÍTESIS TEÓRICA

Hay algunos que piensan que el pensamiento dialéctico elimina toda antítesis
absoluta. Según ellos, el método dialéctico supera y relativiza todo lo que sea
contradictorio, incluyendo el cristianismo y el humanismo. No quiero decir
que esta idea prevalezca en el Movimiento Nacional Holandés, pero indu-
dablemente tiene adherentes en ciertos círculos intelectuales, especialmente
aquellos orientados hacia Hegel.
El modo dialéctico de pensar, el cual se originó ya en la antigüedad griega,
no se contenta con opuestos simples, lógicamente determinados, tales como
movimiento y reposo. Intenta reconciliarlos en una unidad más alta. Esta uni-
dad es entonces entendida como la síntesis o conexión entre una tesis y una
antítesis. El gran pensador griego Platón, por ejemplo, encontró la síntesis
más alta de movimiento y reposo en la idea de “ser”, argumentando que
ambos, con el mismo derecho, “son”. Y es por supuesto verdad que en la
realidad concreta, confinada en el tiempo, el movimiento y el reposo conti-
nuamente aparecen juntos.
Tomada en este estricto sentido teórico, ‘antítesis’ no significa más que
la oposición lógica de lo que en la realidad está junto. La clave para esta
antítesis es que debe reconocer una síntesis más alta. Aunque uno obtiene el
concepto de movimiento oponiendo lógicamente el movimiento al reposo,
una distinción lógica de este tipo no puede conducir a una división en la
realidad misma, ni tampoco ref lejarla.
8 RAÍCES DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Déjenme que explique más. La ref lexión consistente del método dialécti-
co demuestra que conceptos mutuamente opuestos se hallan juntos en una
relación mutua. En esta relación son correlatos unos de los otros; esto es, en
ella un concepto no puede existir sin los otros. Sin el pensamiento de algo
en reposo es imposible determinar el movimiento, y viceversa. La premisa
aquí es que los opuestos que el método resuelve son relativos y no absolutos.
El método debe proceder bajo esa suposición. Como tal, es meramente de
carácter teórico. Ciertamente, el modo dialéctico de pensamiento es legítimo
si, usando las herramientas del contraste lógico, busca la síntesis más alta de
los opuestos relativos. Cuando se usa correctamente, el método ilustra que
nada en la vida temporal es absoluto.

LA ANTÍTESIS RELIGIOSA

Pero el caso es muy diferente con la antítesis que ha sido establecida en el


mundo a través de la fe cristiana. Esta antítesis pertenece a la relación entre
la criatura y su creador, de modo que toca la raíz religiosa de toda la vida
temporal.
La antítesis religiosa no permite una síntesis más alta. No permite, por
ejemplo, que puntos de partida cristianos y no cristianos sean sintetiza-
dos teóricamente. ¿Dónde podemos encontrar en la teoría un punto más
alto que pudiera abarcar dos posturas religiosas, antitéticamente opuestas,
cuando que precisamente porque estas posturas son religiosas se levantan
por encima de la esfera de lo relativo? ¿Puede uno encontrar tal punto en
la filosofía? La filosofía es teórica, y en su constitución permanece confi-
nada a la relatividad de todo pensamiento humano. Como tal, la filosofía
misma necesita un punto de partida absoluto. Deriva esto exclusivamente
de la religión. La religión le otorga estabilidad y anclaje incluso al pensa-
miento teórico. Aquellos que piensan que encuentran un punto de partida
absoluto en el pensamiento teórico mismo llegan a esta creencia a través
de un impulso esencialmente religioso pero, debido a la falta de un verda-
dero autoconocimiento, permanecen inconscientes de su propia motivación
religiosa.
Lo absoluto tiene derecho a existir sólo en la religión. Acordemente, un
punto de partida verdaderamente religioso, o bien reclama absolutez o bien
se autoelimina. Nunca es meramente teórico, pues la teoría siempre es rela-
tiva. El punto de partida religioso penetra tras la teoría hacia el fundamento
seguro, absoluto, de toda la existencia temporal y por lo tanto relativa. Del
mismo modo, la antítesis que asienta es absoluta.
Para llegar al significado verdadero y decisivo de esta antítesis y, al mismo
tiempo, penetrar en la fuente real de las diferencias de opinión concernien-
tes a su importancia, es necesario tomar en cuenta los motivos religiosos básicos

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