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RESUMEN
Matricula: I000009722
Las escuelas episcopales o catedralicias: estas escuelas son posteriores al
nacimiento de las escuelas monacales y datan del Siglo VIII
1º. Jesús es llamado rabbí. Dos pasos entre otros, como ejemplo: Mc 9,5 y 10,51.
Es un rabbí que habla en público, como hacían los maestros de Israel: en las
sinagogas, en las plazas, en el templo. Jesús es un maestro rodeado
de mazetái (discípulos), tiene su escuela.
Además, Jesús usa las técnicas de los maestros, dispone de un cierto utillaje
pedagógico, didáctico. Sin duda tiene algo de original, sobre todo un aspecto
curioso digno de subrayarlo enseguida: diversamente de los otros rabbí de Israel,
él se elige sus discípulos. Justamente lo contrario de lo que hacían los rabbí; éstos
se comportaban como los predicadores de Hyde Park: empezaban a hablar en las
plazas, y quien se dejaba convencer les seguía. Jesús va en dirección opuesta.
Los estudiosos hablan al respecto de una "discontinuidad" del Jesús histórico con
el mundo-ambiente y la cultura en que se movía. A los discípulos les dice en los
discursos de la última cena: «No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a
vosotros» (Jn 15,16).
2º. Jesús es un maestro acreditado. Marcos (1,22) lo dice con frase incisiva: «Les
enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados». Es un maestro que
se yergue no a fuerza de autoritarismo, sino con la autoridad del acreditado. Otro
paso de Marcos (12,14) es muy significativo: «Maestro, sabemos que eres sincero
y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea. No, tú
enseñas de verdad el camino de Dios». Retrato estupendo del verdadero maestro,
que no dobla las rodillas, no enseña según conveniencias. ¡Cuántos maestros son
falsos en este sentido! «Tú enseñas de verdad el camino de Dios»: otra
vez camino y verdad unidos, y concretamente camino y vida juntos.
Son ejemplares sus parábolas. ¿Cómo enseñar el amor mejor que con la parábola
del buen samaritano? Jesús saca brillo al relato cambiando la acentuación desde
la objetividad del prójimo: «¿Quién es mi prójimo?», a la subjetividad: «¿Quién se
hizo prójimo?», marcando así una radical diferencia en la visión moral cristiana.
Igualmente, la parábola de las diez vírgenes, sobre el tema de la tensión
escatológica. Las parábolas de Jesús parten siempre de la historia concreta, de la
existencia: hijos en crisis, porteros nocturnos, relaciones sindicales (parábola de
los trabajadores de la viña), jueces corrompidos, previsiones meteorológicas, el
ama de casa, los pescadores, los campesinos, la polilla, los pájaros, los lirios, etc.
Este modo de hablar introduce la Palabra de Dios en lo cotidiano, fecundándolo.
Un refrán rabínico dice: «Es mucho mejor una pizca de guindilla que un cesto de
melones». La enseñanza prolija como el cesto de melones, el hablar en tono gris,
incoloro, insípido no aguanta el cotejo con la pizca de guindilla, que logra dar
sabor a un montón de comida. Jesús usó también la imagen de la levadura y de la
sal, enseñándonos así una comunicación sabrosa, vivaz, incisiva y "narrativa".
Hemos de recuperar, siguiendo a Jesús y a la Biblia, nuestra capacidad de
comunicación, las grandes dotes de la tradición cristiana para anunciar la fe
mediante el relato, la imagen, la belleza, la estética. Aprendamos la lección de von
Balthasar y de los grandes autores cristianos del pasado, por ejemplo, san
Agustín, que poseía todo el rigor incluso del lenguaje formal, cuando era
necesario, pero que acostumbraba a hacer "teología del tú", del diálogo: una
teología-oración, con toda la riqueza de la comunicación humana, que constituye
una aventura extraordinaria del espíritu. El mundo es rico, la historia es siempre
creativa, nuestro lenguaje va continuamente detrás de la realidad. Borges, el
célebre escritor argentino, tiene este verso: «el universo es fluido y cambiante —
el lenguaje rígido». Es siempre necesario un esfuerzo para hacer el lenguaje —
sobre todo el religioso— cada vez más cálido, más dúctil. Jesús es un gran
maestro también en esto.
Juan 14,26 refiere las palabras de la última noche terrena de Jesús: el Padre, en
el nombre de Cristo, mandará el Espíritu Santo y «él os lo irá enseñando todo,
recordándoos todo lo que yo os he expuesto». ¿Quién es, pues, el Divino Maestro
que continuamente actúa en nosotros ahora, en la Iglesia, ¿en cada individuo y en
la comunidad? Es el Espíritu Santo, mandado por el Padre en nombre de Cristo,
para "recordar". La memoria bíblica no es una evocación pálida, no es la
conmemoración de la fiesta nacional, sino la memoria viva, operante, el memorial
celebrativo y eficaz.