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5. Marco teórico: Contiene los antecedentes de investigación.

(1ra versión) Mínimo siete


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La cultura ciudadana es un aspecto que debe estar presente en la formación de toda persona
que forma parte de una sociedad, debido a que es dicho aspecto el que permite el correcto
desarrollo de la sociedad y una sana convivencia entre los que la componen.  La ausencia
de cultura ciudadana tiene varios efectos perjudiciales y desencadena otras problemáticas
que, a largo plazo, afectan aún más el desarrollo y progreso de la sociedad. [ CITATION htt1 \l
9226 ].1
la cultura ciudadana en teorías de capital social y cultura cívica que suponen que la
violencia es un fenómeno cultural. Al renunciar a su capacidad de ofrecer seguridad a la luz
de una cultura de violencia, esta política transfiere esta responsabilidad del estado a la
sociedad y restablece el control social y político al renegociar el límite entre estado y
sociedad. El estado, liberado de la carga de tener que monopolizar la violencia, se dedica a
apoyar a la sociedad en una transformación cultural. Por otro lado, la cultura ciudadana,
que no está dispuesta a esperar una transformación cultural gracias al ‘vuelco’ generacional
(las personas mayores van muriendo), postuló que la educación también podría generar una
transformación cultural. El estado, por tanto, asumió un rol pedagógico más que uno de
seguridad, para instigar la transformación cultural, de una cultura de violencia a una cultura
de paz ciudadana. La imagen de líderes políticos como pedagogos y maestros fue esencial
en este proceso de transformación de la ciudad en una gran aula de clases de cívica.
Aunque Colombia se ha visto envuelta en una guerra civil por más de medio siglo, la mayor
parte del conflicto y de la violencia ha tenido lugar en el campo. A pesar de que centros
urbanos importantes tales como Cali y Medellín se vieron lentamente inmersos en la
violencia a mediados de los años ochenta, Bogotá continuó siendo uno de los lugares más
seguros del país, y escapó, relativamente ileso, al derramamiento de sangre que ocurría en
el resto del país. No obstante, hacia finales de los años ochenta la violencia tocaba a la
puerta del estado. Grupos de narcotraficantes ejecutaron atentados y dieron paso a una
campaña de terror en la capital para obligar al gobierno a abstenerse de extraditar a aquellos

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[ CITATION htt1 \l 9226 ]
narcotraficantes buscados por los Estados Unidos para que ahí fueran juzgados y
encarcelados. La inyección de dinero proveniente de las drogas permitió a las guerrillas
insurgentes y a los escuadrones paramilitares a expandir sus redes criminales rápidamente,
de manera que convirtieron a Bogotá en un campo de batalla. El índice oficial de
homicidios ascendió a 80 por cada cien mil habitantes en 1993, con lo que sobrepasó por
primera vez el promedio nacional.

Si bien la violencia en Bogotá era anémica en comparación con lo que ocurría en


asentamientos rurales u otros centros metropolitanos, era la primera vez que dicha violencia
afectaba de manera tan directa a la élite política. La seguridad se volvió el primer tema de
preocupación en la ciudad capital.
Antanas Mockus popularizó la ‘cultura ciudadana’ durante su campaña a la alcaldía de
Bogotá en 1993-1994. Electo gracias a su plataforma de seguridad innovadora, Mockus
asumió el cargo en 1995, y propuso reducir la violencia e incrementar la seguridad personal
al inculcar una ‘cultura de ciudadanía’ en sus habitantes. Definió a la cultura ciudadana
como “la combinación de costumbres, acciones y reglas mínimamente compartidas
que generan un sentimiento de pertenencia, facilitan la coexistencia urbana, generan
respeto hacia patrimonios comunes e inculcan el reconocimiento de los derechos y
obligaciones de los ciudadanos “Según Mockus, la violencia deriva de un proceso de
deterioro cultural gracias al cual la resolución violenta del conflicto se normaliza: “El uso
sistemático de la violencia fuera de las reglas que definen el monopolio del estado del uso
legítimo de la misma, así como la corrupción, se incrementan y se consolidan
precisamente porque son comportamientos culturalmente aceptados en ciertos
contextos” (Alcaldía Mayor de Bogotá 2003, 20). Sostenía que la violencia y la corrupción
son manifestaciones culturales de una disociación entre los tres sistemas que regulan el
comportamiento humano: la ley, la moral y la cultura.[ CITATION Hun15 \l 9226 ]2.

El aspecto central para comprender la relación que puede existir entre los programas y
proyectos de la prioridad de cultura ciudadana y el ámbito educativo o escolar tiene que
ver, en lo fundamental, en primer lugar, con la ampliación, más allá de los límites con la
familia o de la escuela, de los escenarios de socialización que, hoy por hoy, se ubican en los
contextos urbanos o en los contextos “reales” o “virtuales” creados por los medios masivos
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[ CITATION Hun15 \l 9226 ]
de comunicación y en, segundo lugar, con la penetración acelerada que hacen los
significados y las practicas creadas en estos nuevos escenarios a los contextos familiar y
escolar. Es por esto que la dinámica que adquieran las ciudades en los próximos años será
determinante de los hábitos y rutinas que sigan las personas tanto en los contextos familiar
como escolar. De hecho, el tipo de racionalidad que paulatinamente van creando tanto la
dinámica urbana como los medios de comunicación, en términos de manejo del tiempo y
del espacio, es la que marcara la pauta témpora espacial en los contextos tradicionales de
socialización. Aprender a usar la ciudad y a convivir en ella implica necesariamente
establecer nuevos criterios de aprobación de los diferentes contextos urbanos, un nuevo
sentido a la utilización del tiempo y sus ritmos en contextos y procedimientos diferentes
para ejercer nuestros deberes y derechos en presencia de desconocidos frente a la misma de
la ciudad. Es por esto que los programas y proyectos de cultura ciudadana parten de la
premisa de considerar la ciudad como si fuera un aula inmensa donde todos aprendemos a
ser ciudadanos (cumplir nuestros deberes como tales y respetar los derechos de los
demás) y donde la administración de la ciudad hace la apuesta en escena de su papel como
garante para el adecuado ejercicio de la ciudadanía.[ CITATION Man15 \l 9226 ]3

Se define cultura ciudadana como aquella que surge del ejercicio, del operar de la
existencia colectiva, del existir con otros, del convivir, del vivir con, del participar, del
hacerse parte de, que es la única forma posible de existencia humana. Es en ella donde se
hace posible la condición ciudadana, la satisfacción de las necesidades humanas
fundamentales, el despliegue y ejercicio de los derechos inherentes a las personas y también
de los deberes que surgen del existir social, del reconocimiento de la alteridad u otredad
que enriquece la individualidad y a la vez hace posible y singulariza a cada ser humano, a
cada persona. El concepto cultura ciudadana parte del estudio realizado durante los años
sesenta y setenta por sociólogos franceses, ingleses y norteamericanos. Su propósito era
actualizar teorías relativas al concepto de reproducción cultural. Los cambios en los
principios básicos de organización de la producción y en las relaciones económicas no
producían en forma automática los cambios culturales esperados en los países que
exploraron esa posibilidad. Parecía que la reproducción cultural tenía su propia lógica; tal
vez no era más potente que la reproducción económica, pero no era tampoco una súbdita

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[ CITATION Man15 \l 9226 ].
elemental de la misma. Aunque esta tesis era a escala macro, a veces se asoció a niveles
micro. En el Departamento de Sociología de la Universidad de Londres durante cerca de 20
años se realizaron diversas investigaciones orientadas por el mismo núcleo teórico, que
buscaban analizar de la reproducción cultural de la sociedad. Se trataba de estudiar la
relación entre la manera en que la sociedad crea categorías sociales, la manera en que la
sociedad crea identidades distintas, con el funcionamiento micro de las relaciones, de los
límites de las acciones, del uso del lenguaje en el hogar, en la escuela, la producción. Estas
investigaciones" mostraron la posible conexión entre el orden cultural global de una
sociedad y los mecanismos locales de reproducción cultural. La conclusión a la que se
llega" es que existe una regulación cultural, a la que los antropólogos más clásicamente
exploran como sistema de creencias y costumbres. Existe una serie de reglas que tienen una
organización y que, como en el caso del lenguaje, tienen diferentes niveles de profundidad.
Esas reglas ponen límites y son trasmitidas de una manera implícita de una generación a
otra. Sin regulación cultural no habría orden social. Por tanto, la cultura ciudadana se
entiende como un trasfondo de sentido que regula los comportamientos de los ciudadanos,
en la medida que establece las reglas mínimas comunes que hacen posible las relaciones
entre ellos y con su entorno, así como las formas de producción, circulación,
reconocimiento, apropiación y recepción de ese universo de sentido. Esto implica que en el
proceso de formar ciudad es necesario establecer los significados y las reglas de juego
comprometidos en esa producción. Estos deben hacer posible que cada ciudadano no sólo
se apropie de los diferentes elementos urbanos, sino que desarrolle estrategias para
reconocer los diversos entornas y adecuar su comportamiento.[ CITATION Mar05 \l 9226 ]4.

Cualquier estrategia exitosa de prevención de la violencia debe incluir medidas para


reconocer y modificar comportamientos que responden a creencias, emociones y factores
culturales, según un nuevo estudio patrocinado por el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID).

Para lograr cambios de fondo en la seguridad de las ciudades latinoamericanas no es


suficiente aumentar la capacidad policial, disminuir las desigualdades socioeconómicas o
modificar las leyes, indica el estudio. El informe Antípodas de la Violencia examina la
cultura ciudadana como mecanismo para transformar comportamientos dañinos que afectan
4
[ CITATION Mar05 \l 9226 ]
la vida y seguridad de otros ciudadanos, con el fin de ayudar a disminuir los altos niveles de
homicidios y lesiones personales en América Latina y el Caribe.

Según el estudio la cultura puede ayudar a regular, justificar e interpretar comportamientos


de los individuos. La cultura es definida como el universo de normas sociales, actitudes,
creencias y hábitos compartidos por los individuos de un conjunto social y sobre la cual se
cimienta la posibilidad de una vida en comunidad con ausencia de violencia.

Sobre la base de la Encuesta de Cultura Ciudadana aplicada en ciudades latinoamericanas


tales como Belo Horizonte, México DF, Quito, La Paz, Bogotá, Medellín, y Caracas, y
analizando datos sobre seguridad y variables socioeconómicas de dichas ciudades, el
estudio explora el papel de las creencias y actitudes en la violencia y la inseguridad,
resaltando la necesidad de incluir los aspectos culturales dentro de las políticas públicas
destinadas a esta problemática.

“Los comportamientos de las personas tienen una base cultural que los gobiernos pueden
ayudar a modificar positivamente para mejorar la convivencia y la seguridad”, opina Efraín
Sánchez, investigador, sociólogo y uno de los autores del libro. “La armonía o desarmonía
entre la ley, la moral y la cultura suelen determinar las actitudes de las personas frente a la
ley y encontrarse en la base de los comportamientos legales o ilegales. Cuando una
sociedad o un grupo social aprueba comportamientos ilegales y desaprueba
comportamientos legales, la ley, desde luego, pierde fuerza como sistema regulador y crece
la probabilidad de que se cometan actos ilegales”.[ CITATION htt \l 9226 ]5.

Si se entiende la convivencia como la coexistencia armónica de dos o más individuos, y la


cultura ciudadana como el conjunto de “reglas” basadas en la costumbre y la normatividad
legal objetiva que facilitan la convivencia pacífica de los seres humanos, se puede inferir
que estos son conceptos indisociables. Ahora bien, los objetivos básicos de la convivencia y
de la cultura ciudadana son la armonía y la paz. Pero la armonía no existe sin una estructura
de valores sólida sostenida por conceptos morales igualmente sólidos (y esto es discutible,
ya que el concepto de moral depende de aspectos culturales, de la costumbre y de la
creencia propia de cada pueblo, raza o nación, lo que lo hace eminentemente relativo y a su
5
[ CITATION htt \l 9226 ]
vez variable). Además, sin el elemento indispensable de la justicia social (entendida como
la distribución equilibrada de bienes dentro de una sociedad, lo cual no existe en ninguna
sociedad), no puede haber paz. Y cuando se habla de paz, no se hace en el sentido positivo
(ataraxia) sino en su sentido negativo, es decir, ausencia de violencia. De igual forma, no se
podría hablar de convivencia y de cultura ciudadana sin hablar del derecho, el cual debe ser
entendido en su sentido más amplio y no sólo en su carácter eminentemente objetivo y
positivo. Son conceptos que están directamente relacionados y que no pueden desligarse el
uno del otro, puesto que existe entre ellos una interdependencia real, vivencial, práctica y
necesaria. Lo anterior se explica de la siguiente manera. Desde que el hombre existe se han
presentado conflictos que surgen como consecuencia directa de la interacción de un
individuo con otro u otros individuos. El conflicto se puede originar por el choque de
intereses, por la preeminencia del yo, por los defectos del carácter humano que generan
conductas agresivas y hechos de violencia. Es ante esta realidad que surge el derecho como
un instrumento para regular dichas conductas, para intentar traer armonía a las relaciones
humanas y propiciar el orden. Han pasado las épocas, han surgido nuevos pueblos, naciones
e imperios, y conforme el hombre evoluciona y la ciencia avanza han surgido nuevas
formas de violencia que obligan al derecho a evolucionar también. Pero, aun así, no resulta
suficiente y entonces es posible imaginar al derecho como una enorme represa que trata de
contener la fuerza del ímpetu y la conducta humana, direccionando el cauce de su
naturaleza hacia un nuevo Estado, Pero la fuerza de sus aguas se mantiene activa, no
disminuye y con el tiempo puede producir agrietamientos que debiliten la estructura que la
contiene. Analizando lo anteriormente dicho, se puede concluir que la convivencia, la
cultura ciudadana y el derecho, no conllevan a la paz, sino que contribuyen a la
disminución de actos de violencia, que es algo muy distinto. El Estado de paz implica un
perfeccionamiento en la psiquis y la conducta humana que conllevaría a la inexistencia del
conflicto. Un Estado ideal que se enmarca dentro de lo utópico e inverosímil, ya que
implicaría una transformación absoluta del ser y todo lo que este concepto comprende.
[ CITATION Gar15 \l 9226 ]6.

La Constitución, las Leyes, sus Decretos Reglamentarios y demás Normas concordantes


expedidas en el marco de la reglamentación de la movilidad de nuestra sociedad hacen que
6
[ CITATION Gar15 \l 9226 ]
tengamos una reglamentación acorde pero que al no cumplirse genera inestabilidad social
que es lo que buscamos para que en una toma de conciencia tanto de usuarios, conductores,
peatones y demás factores involucrados y especialmente las autoridades busquemos un
mejoramiento en la calidad de vida de todos y cada uno de los miembros de la sociedad.
[ CITATION htt2 \l 9226 ]7.

Bibliografía
Garzón Saladén, Á., Cardona Arbeládez, D., & Romero González, Z. (2015). Convivencia y Cultura
Ciudadana, perspectivas desde la ciudad heroica. Cartagena: Alpha Editores.

http://investigacionculturaciudadana2012.blogspot.com/2012/09/marco-de-referencia.html. (s.f.).

https://santian0603.wordpress.com/marco-teorico/. (s.f.).

https://www.iadb.org/es/noticias/cultura-ciudadana-es-clave-para-mitigar-la-violencia-segun-
estudio. (s.f.).

Hunt, S. L. (Febrero de 2015). Cultura ciudadana. Una nueva mirada al límite entre el estado y la
sociedad. Dossier, 119-141.

Illeras, M. d. (2005). CONVIVENCIA Y CULTURA CIUDADANA. Revista de derecho, Universidad del


norte, 240-259.

Vallejo, M. E. (2015). Educación y cultura . Educacion.

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[ CITATION htt2 \l 9226 ]

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