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Desde cero

Las bibliotecas en contexto de encierro poseen un gran potencial transformador


de la realidad y son necesarias y muy requeridas por las personas que se ven
privadas de la libertad pues le permite trascender a las limitaciones que les
imponen los barrotes. Pero por alguna razón se encuentran rezagadas con
respecto a otras tipologías bibliotecarias. Difícilmente se destine un espacio
adecuado en la penitenciaría para su funcionamiento y esté dotada de
colecciones adecuadas a los reclusos o bien esté a cargo de personal
calificado o comprometido con la función social que toda biblioteca debiera
cumplir.

Creo que esto puede deberse a una concepción arcaica de la función carcelaria
y de los métodos implementados con los que supuestamente se intenta
“modificar la conducta humana” a través del sistema de premios y castigos.
Además considero que existe una resistencia, por parte de la sociedad, a
otorgar nuevas “libertades” como la de contar con una biblioteca con material
bibliográfico variado y actualizado que permita la reflexión, el cuestionamiento
de la realidad y, sobre todo, que empodere a ese sector tan excluido.

Pienso que es necesario revertir esta situación y darle a las bibliotecas en


contexto de encierro la importancia que se merecen. Pues no se trata de un
gasto innecesario, como algunos pueden argumentar, sino de una inversión a
futuro que puede ser la clave para una buena inserción social de los internos.
Hacen falta mediadores que se encarguen de acercar los libros a los reclusos
sin ningún tipo de censura.

Pero volviendo a la realidad actual no es de extrañar que la teoría de la aguja


hipodérmica esté más vigente que nunca en el sistema carcelario sino ¿cómo
se explican censuras como la de las cárceles de mujeres en Gatesville,
Texas donde se prohíben la homosexualidad como temática en la lectura? Un
claro ejemplo del temor que se tiene a generar en las celdas un “espacio gay”.
Y ¿cómo se justifica lo ocurrido en la unidad penitenciaria N°32 de Florencio
Varela donde el coordinador de los pabellones evangélicos se debatía en si
aceptar o no el ingreso de un título como Drácula en la colección de la
biblioteca? A más de uno se le ecapará una sonrisa… ¿Acaso títulos como ese
ponía realmente en riesgo la moral religiosa que se pretende impartir?
Cualquier parecido con Inquisición no es pura coincidencia.

Michele Petit aclara el panorama cuando dice:

En el campo, el dominio de la lengua y el acceso a los textos impresos han


sido por largo tiempo el privilegio de quienes detentaban el poder: los notables,
los representantes del Estado y de la Iglesia. Y éstos siempre han intentado
hacer de chaperones de los lectores. La Iglesia católica en particular,
obsesionada por los peligros de la lectura a nivel popular, estigmatizó por
mucho tiempo sus lecturas no controladas de la Biblia o de las obras profanas,
y se esforzó por hacer de la lectura un acto colectivo y vigilado (Petit, 1999,
p.111).

Entonces ese “desinterés” por los libros en las cárceles no tiene que ver con la
supuesta “inutilidad” de la lectura literaria sino con un miedo a los libros en sí.
Esto deviene en la falta de políticas en pos de avanzar en esta materia y en
múltiples censuras como las ya citadas.

Después de lo expuesto aquí queda repensar el sistema carcelario y el espacio


que se les sigue negando a las bibliotecas. Una biblioteca itinerante puede ser
un paliativo provisorio para comenzar ocuparse del tema; una biblioteca áulica
puede permitir mayores posibilidades aunque sigue siendo un espacio
inadecuado para la lectura y el esparcimiento; pero una biblioteca pensada
desde cero –una que aparezca en los planos de la penitenciaría–, con
mediadores de lectura adecuados, puede brindar mayores opciones que
permitan a los internos realizar talleres, reforzar sus emociones, empoderarse
para el día de mañana poder salir en condiciones de reinsertarse en la
sociedad.
Bibliografía:

Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.


Vol. 4; Nº. 7, diciembre de 2018. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 114-126)

http://documotion.ar/bibliotecas-en-la-carcel-inclusion-censura-y-otros-detalles/

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