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13. LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA. EL ACTO ADMINISTRATIVO.

1. INTRODUCCIÓN
El artículo 3 de la LBPA define al acto administrativo como “Concepto de Acto administrativo.
Las decisiones escritas que adopte la Administración se expresarán por medio de actos
administrativos.
Para efectos de esta ley se entenderá por acto administrativo las decisiones formales que emitan los
órganos de la Administración del Estado en las cuales se contienen declaraciones de voluntad, realizadas
en el ejercicio de una potestad pública.
Los actos administrativos tomarán la forma de decretos supremos y resoluciones.
El decreto supremo es la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un Ministro "Por orden del
Presidente de la República", sobre asuntos propios de su competencia.
Las resoluciones son los actos de análoga naturaleza que dictan las autoridades administrativas dotadas de
poder de decisión.
Constituyen, también, actos administrativos los dictámenes o declaraciones de juicio, constancia o
conocimiento que realicen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus competencias.
Las decisiones de los órganos administrativos pluripersonales se denominan acuerdos y se llevan a efecto
por medio de resoluciones de la autoridad ejecutiva de la entidad correspondiente.
Los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad frente a sus
destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio por la autoridad
administrativa, salvo que mediare una orden de suspensión dispuesta por la autoridad administrativa
dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo por la vía jurisdiccional”.

a) Construcciones Doctrinales de la Noción de Acto Administrativo.


i. Concepto procesal. El primer concepto, de orden procesal, se desarrolló en Francia y partió de un supuesto
que caracteriza al acto administrativo francés. Pues en el sistema francés existe una jurisdicción dual, es
decir, que frente a los Tribunales Ordinarios hay Tribunales Especiales o Contenciosos Administrativos; esto
plantea una dificultad consistente en determinar qué materias son de conocimiento de los Tribunales
Ordinarios o de los Tribunales Especiales. En este sentido, fue necesario buscar un criterio que permitiera
delimitar las competencias, y es precisamente para esto que se desarrolló un concepto instrumental de acto
administrativo.
De esta forma, en el año 1812, Merlin definió al acto administrativo como una decisión de la autoridad
administrativa, una acción o un hecho de la Administración que tiene relación con sus funciones; en
definitiva, cualquier actuación de la Administración que, por lo mismo, quedaba excluida del control de los
jueces ordinarios y confiada al de los órganos contencioso-administrativos. Luego, en una segunda etapa, los
franceses van a distinguir si se trata de un acto de gestión (Tribunales Ordinarios) o de autoridad (Tribunal
Especial).
Posteriormente se utilizó el concepto de servicio público y éste fue materia de conocimiento de los
tribunales especiales.
Con todo lo anterior, es que cabe señalar que el Derecho administrativo francés ha estado condicionado a la
competencia de sus tribunales, pues se configuró un concepto, para efectos puramente procesales, ya que
sirvió exclusivamente para definir el ámbito de competencia de lo contencioso-administrativo. Este concepto
se mantiene en algunos países, como España, para efectos procesales (para otorgar una garantía o una tutela
judicial); en Francia, sin embargo, se abandonó.

ii. Concepto de acto administrativo como acto de autoridad o autoritario. Lo primero que hay que destacar
de esta concepción, es que intenta lograr un concepto sustantivo de acto administrativo y no instrumental,
pues la concepción anterior era incompatible con la heterogeneidad de supuestos que abarca la noción de
acto administrativo, y esto se intentó superar tratando de definir un elemento o factor nuclear en torno al
cual construirlo.
Uno de los primeros autores en definir, bajo esta concepción, al acto administrativo, es Otto Mayer que
considera que el acto administrativo se caracteriza por ser un acto de autoridad, y como tal, lo compara con
una sentencia judicial. La sentencia judicial es un fruto terminal en el marco de un proceso judicial, es un
acto autoritario porque emana de un juez, y es vinculante porque obliga a las partes; lo mismo ocurre con el
acto administrativo, que es fruto de un procedimiento administrativo, tiene fuerza obligatoria per se y
vincula a sus destinatarios.
Maurice Hauriou, señala que el acto administrativo se caracteriza por ser una decisión ejecutoria, esto es,
constituye un acto de imperio que se presume legal y que por lo mismo es obligatorio frente a sus
destinatarios. Por lo tanto, es acto administrativo aquel que emana de la Administración y que constituye una
decisión ejecutoria que obliga a los particulares y que emana de un procedimiento; dicho acto se presume
legítimo o legal. En este sentido, no es acto administrativo un contrato de compraventa o la prestación de un
servicio público (detener a un delincuente).
Con esta nueva elaboración doctrinal se reduce drásticamente el ámbito del concepto, pues a diferencia de la
noción procesalista que incluía prácticamente la totalidad de las actuaciones de la Administración, la nueva
concepción reduce su contenido a un estrechísimo segmento, el de las decisiones de autoridad que ponen fin
a un procedimiento administrativo.

iii. Acto administrativo desde la perspectiva del acto jurídico o negocio jurídico. Esta concepción es
influencia del pandectismo alemán, que es una doctrina jurídica que estudia las Pandectas (esto es, el
Digesto en griego). En 1804 se dictó el Código de Napoleón, y a pesar de que se propuso la dictación de un
Código Civil para Alemania, como una forma de unificarla, ello no ocurrió, puesto que se reaccionaba a las
ideas codificadoras de los franceses.
Los alemanes aplicaban el Derecho común, que era básicamente el Derecho romano del Digesto, es decir,
las Pandectas. Por lo tanto, durante el siglo XIX el Derecho civil era Derecho romano, de modo que los
civilistas en esta época eran también romanistas. No obstante, el Derecho romano era muy casuista, por lo
que había que sistematizarlo y conceptualizarlo, de esta forma, el pandectismo comenzó a elaborar
conceptos generales y específicos, por ello se denominó también conceptualismo jurídico.
Esta escuela es la antesala del positivismo jurídico, que alcanza mayor perfección en Alemania, cuando la
sistematización, a partir de las normas jurídicas positivas, trascendió a las categorías iusnaturalistas. Este
movimiento científico, que se basaba en el método que utilizaban los pandectistas, despertó una gran
admiración en otras ramas del Derecho, así, por ejemplo, en el Derecho penal todas las teorías penalistas
surgen en esta etapa; también, surge la escuela del Derecho público alemán, con exponentes tales como,
Jellinek, Otto Mayer, La Band, Carré De Malberg.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, se comenzó a hacer una construcción del concepto de acto
administrativo, estableciendo variantes respecto del concepto de acto jurídico del Derecho privado. En
efecto, Guido Zanobini, como corolario a esta escalada conceptualista, señala que acto administrativo es
cualquier declaración de voluntad, de deseo, de conocimiento o de juicio, que emana de un órgano de la
Administración pública en ejercicio de sus potestades administrativas. Como se puede apreciar, el elemento
básico en este ámbito, es la declaración productora de efectos jurídicos, lo que supone incluir en ella actos
que en sí mismos no inciden autoritariamente en la esfera jurídica de sus destinatarios.
En consecuencia, independientemente del peso doctrinario de aquellos autores que ven en el acto
administrativo una manifestación de voluntad y consecuentemente una figura que nace la concepción de acto
jurídico, lo esencial del acto administrativo está en el ejercicio del poder público, cuya validez queda
determinada por la competencia para su ejercicio, el cual permite que lo resuelto pueda imponerse de
manera unilateral sobre los ciudadanos.
Evidentemente, toda actuación jurídica requiere para su eficacia un mínimo de aceptación por parte de sus
destinatarios, sin embargo, la ejecutoriedad del acto administrativo, esto es, la posibilidad de imponerse
unilateralmente a cualquiera, es demostrativa de que al menos en teoría un acto administrativo puede
ejecutarse aunque nadie estuviera conforme con su contenido.
El profesor Bermúdez cita al autor Forsthoff, quien ha dado argumentos para rechazar el concepto de acto
administrativo como negocio jurídico, señalando “tras indicar que aun el acto administrativo necesitado de
colaboración es una emanación unilateral y nada más, señala que el acto administrativo si es obligatorio,
como suele ser lo usual, vincula a la persona a la que va destinado; de tal manera que para Forsthoff la
capacidad de obligar a otros, de poner en marcha un poder coactivo y superior; es la esencia de acto
administrativo, mientras que la declaración de voluntad negocial de Derecho privado sólo puede obligar a
quien la expresa. Eso también pertenece a su esencia, pues es producto del principio fundamental del orden
jurídico-privado según el cual a nadie se le puede otorgar, o mejor dicho, a nadie se le ha otorgado un poder
de obligar a sus iguales”9.
Una vez expuestas las diversas nociones de acto administrativo, cabe preguntarse cuál de ellas se aplica en
Chile.

i. Concepto procesal. El concepto procesal, que trata de delimitar competencias, se descarta porque en Chile
no existe una jurisdicción dual, pues las contiendas administrativas son conocidas por los tribunales
ordinarios. En caso de crearse los Tribunales Contenciosos Administrativos, podría plantearse la discusión
en torno a la aplicación de este concepto.

ii. Acto administrativo como acto autoritario. La ley 18.880 o LBPA, da una definición de acto
administrativo que coincide básicamente con los actos de carácter formalizado que se producen en el marco
de un procedimiento administrativo y que le ponen fin. En tal sentido, el art. 3º de la LBPA establece en su
inc. II que para efectos de esta ley se entenderá por acto administrativo las decisiones formales (que emanan
de un procedimiento administrativo) que emitan los órganos de la Administración del Estado en las cuales se
contienen declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública. Luego en el inc. VI
señala que constituyen, también, actos administrativos los dictámenes o declaraciones de juicio, constancia o
conocimiento que realicen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus competencias.
Posteriormente, el inciso final del mismo artículo señala que los actos administrativos gozan de una
presunción de legalidad, de imperio y de exigibilidad frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia,
autorizando su ejecución de oficio por la autoridad administrativa, salvo que mediare una orden de
suspensión dispuesta por la autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez,
conociendo por la vía jurisdiccional.
Como se puede apreciar, se permite la ejecución de oficio de los actos administrativos aun en contra de la
voluntad de sus destinatarios, lo cual sigue la teoría de Mayer y Hauriou, quienes miran al acto
administrativo como un acto autoritario. Sin embargo, en Chile no todos los actos administrativos son
autoritarios, por ende, existe un problema en la aplicación del concepto.

iii. Acto administrativo desde la perspectiva del acto jurídico. Por otro lado, el concepto dado por la LBPA
se encuentra muy apegado a la definición de acto administrativo dada por el maestro italiano Guido
Zanobini, quien señala que acto administrativo es cualquier declaración de voluntad, de deseo, de
conocimiento o de juicio, que emana de un órgano de la Administración pública en ejercicio de sus
potestades administrativas. Por tanto, siguiendo a esta definición, es posible distinguir:

- Actos administrativos que contienen declaraciones de voluntad y que producen efectos jurídicos. Por
ejemplo, la expropiación como acto de ablación, que produce la extinción de un derecho en el patrimonio de
un sujeto; o actos de beneficio, como puede ser otorgar una concesión, una la licencia de conducir, un
permiso de construcción, etc.
- Hay otros actos administrativos que expresan un juicio o deseo. En estos actos no hay una declaración de
voluntad, sino la expresión de un parecer, una declaración. Según Zanobini se expresan deseos, por ejemplo,
en el caso de dictámenes o juicios, cuando en los actos se expresa una opinión o un parecer, como sucede en
el caso de los informes. En este caso, además, no hay manifestación de una potestad decisoria.
- Por otra parte, hay actos que son de constancia o constatación. Los actos de constancia dan testimonio de la
verificación de un hecho o de una circunstancia (esto es manifestación de la potestad certificadora), por
ejemplo, cuando la Administración certifica algo, incluso hay un servicio público que se dedica a esta
función, cual es el Registro Civil; este organismo cuando se certifica que nació alguien, no emite una
declaración de voluntad, tampoco un juicio o declaración, sino solamente una constatación.
En consecuencia, se desprende del art. 3º de la LBPA, no solamente son actos administrativos los actos de
autoridad, sino que también la emisión de juicios o pareceres.

b) Actividades que la administración lleva a cabo.


Una de las características de la Administración, es que realiza actividades muy heterogéneas, lo que hace
difícil aglutinarlas bajo un concepto; la Administración, pues, dicta normas, expropia, sanciona, presta
servicios públicos, etc., es un abanico de gestión muy diversa. El concepto de acto administrativo que se
maneja por la doctrina y que está señalado en la ley ¿comprende toda la actividad de la Administración?
Para responder esta pregunta es necesario analizar las formas en que la Administración actúa. En primer
término, hay que distinguir si la actividad de la Administración está sometida al Derecho administrativo o al
Derecho privado.

i. En cuanto a las actuaciones regidas por el Derecho administrativo, hay que distinguir entre actuaciones
formales o jurídicas, y actuaciones no formales o materiales.

- La actividad jurídica o formal, es aquella actividad desplegada por los órganos de la Administración
Pública que produce efectos jurídicos (tiene por objeto crear, modificar o extinguir situaciones de derecho),
por ejemplo, la aplicación de una sanción, una expropiación, una concesión, un contrato de obra pública
(todos ellos están destinados a producir consecuencias jurídicas). Ahora bien, hay que distinguir si estas
actividades están dentro del marco de un procedimiento administrativo o no.

a) Si se realiza dentro de este marco, la actuación administrativa puede ser un acto de trámite (no se
pronuncia sobre el fondo, sólo da curso progresivo al procedimiento), o puede ser un acto de carácter
terminal. Todo procedimiento supone un acto terminal y éste va precedido de un conjunto de actos de
trámite que le sirven de base, por ejemplo, informes, investigaciones, pruebas, etc.
Estos actos pueden tener un carácter unilateral, y en este caso se habla de acto administrativo, pero también
puede haber una actuación bilateral o de vinculación, y aquí se habla de contrato administrativo, que en
alguna medida se corresponde con los contratos, pero tiene diferencias (por ejemplo, no se contrata por un
interés privado, sino que la Administración contrata con un particular por un interés público). Hay que tener
presente, que el acto administrativo, junto con el contrato administrativo, constituyen los instrumentos más
importantes a través de los cuales se materializa la actividad jurídica de la Administración.

b) No obstante, existen actuaciones formales fuera del procedimiento administrativo, como por ejemplo, de
manera informal se le solicita información a un particular, como ocurre con la elaboración de estadísticas
como el censo.
- La actividad material, no formal, de hecho o fáctica, tiene por objeto producir consecuencias fácticas (en el
mundo de los hechos), que en muchos casos puede ser la ejecución de una decisión jurídica previa, como por
ejemplo, la ocupación material con auxilio de la fuerza pública de un inmueble expropiado (previa dictación
del acto administrativo expropiatorio), o la ejecución de la clausura de un local (previa resolución sanitaria,
por no contar, por ejemplo, con patente sanitaria); y en otras ocasiones esta actividad material no va a estar
sujeta a un acto jurídico previo, por ejemplo, la prestación de servicios públicos (como la atención de un
paciente en un servicio de salud pública), o actos de las fuerzas públicas (cuando un carabinero detiene a un
delincuente en caso de delito flagrante).

ii. Luego están las actuaciones que realiza la Administración regidas por el Derecho privado, por ejemplo,
cuando la Administración celebra una compraventa, otorga un comodato, recibe una herencia, constituye
sociedades, etc. Pero para que pueda ejecutar este acto, lo normal es que vaya precedida por una
autorización pública de carácter administrativo, es decir, un acto administrativo previo que autorice. Por lo
anterior, es que la doctrina francesa habla de la “teoría de los actos separables”, ya que la autorización puede
ser impugnada en un Tribunal Contencioso Administrativo, y el acto (por ejemplo, una compraventa) puede
impugnarse en el Tribunal Ordinario que corresponda. Ello no ocurre en nuestro ordenamiento, en el cual
ambas materias se entregan a los Tribunales Ordinarios.
Así pues, una y otra tesis, doctrinal y legal, que adoptan el concepto de acto administrativo, dejan fuera del
ámbito dogmático del acto administrativo a la actuación no formalizada de la Administración. Pero esta
exclusión es más aparente que real, dado que parte de los principios y reglas que integran esta construcción
doctrinal, así como los correlativos preceptos de la LBPA, son también aplicables a dicha actuación
administrativa material.
Por lo tanto, el concepto de acto administrativo no comprende los actos que se rigen por el Derecho privado,
tampoco comprende los actos no formalizados o materiales (aunque sólo en apariencia), y, por el contrario,
sí se consideran actos administrativos los regidos por el Derecho administrativo, de carácter formal, y
sometidos a un procedimiento administrativo.

DELIMITACIÓN CONCEPTUAL:10 De todas las definiciones que hemos visto podemos señalar
lo siguiente:

- Se excluyen todas las actuaciones del Estado que no resuelven sino que certifican, interpretan, proponen,
informan, etc.
- No considera la referencia a la manifestación de voluntad como elemento del acto administrativo , la que
remite al negocio jurídico y a la autonomía de la voluntad (instituciones del Derecho Civil). Desde una
perspectiva negocial se ha definido como “La expresión o manifestación de voluntad de la administración
pública de carácter unilateral y tendiente a producir efectos jurídicos obligatorios en particular”. En
nuestro ordenamiento, dicha visión ha sido recogida por la definición que da la Ley Nro. 19.880.

- Es unilateral, de manera que se distingue del contrato administrativo.

- Se hace referencia al sujeto que ejerce el poder público o a una autoridad administrativa, cuestión que es
mucho más específica que la sola referencia a un acto de la administración.

- Resuelve un caso concreto, por lo que se distingue de otras actuaciones como las de tipo normativo
(reglamento) que regulan un número indeterminado de casos, o de otro tipo de actuaciones que no resuelven,
sino que certifican, manifiestan, una opinión, pero que no decida nada en particular.

2. FORMA DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


El inc. III del art. 3º de la LBPA señala que los actos administrativos tomarán la forma de decretos supremos
y resoluciones. Si bien, el acto administrativo puede adoptar la forma de un DS o una resolución, no todo
DS ni toda resolución es un acto administrativo, pues el acto administrativo será DS, cuando emane del
Presidente de la República o se dicte por un Ministro por orden del Presidente; y será una resolución, si lo
dicta cualquier otra autoridad administrativa, como un subsecretario, un intendente, un gobernador, etc.

a) DECRETO SUPREMO.
Se considera que el decreto es toda orden o mandato que emana de cualquier autoridad, no sólo
administrativa, sino que también judicial; pero cuando este acto emana del Presidente de la República, toma
la denominación de DS. El Presidente de la República, por lo tanto, se expresa en el mundo jurídico a través
de DS, por lo que, al dictar un reglamento, un indulto, promulgar una ley, nombrar un Ministro, etc., siempre
lo debe hacer a través de un DS.
El art. 3º inc. IV de la LBPA señala que el DS es la orden escrita que dicta el Presidente de la República o
un Ministro “por orden del Presidente de la República”, sobre asuntos propios de su competencia. Hay que
tener presente, como se enunció en un comienzo, que el DS es solamente una forma, es decir, no es una
entidad que tenga una sustancia especial, sino que un continente que comprende o abarca los diversos
contenidos.

Los DS admiten diversas clasificaciones, a saber:


i. Decretos supremos reglamentarios y simples DS. Los DS reglamentarios son aquellos que contiene un
reglamento (sea autónomo o de ejecución) o que se dictan en virtud de la potestad reglamentaria del
Presidente de la República; mientras que los simples DS, son aquellos que no contienen un reglamento, por
ejemplo, un indulto, nombrar Ministro, una expropiación, promulgar una ley, etc.
La importancia de esta clasificación, viene dada por la figura de la delegación de firma, para lo cual hay que
tener presente lo dispuesto por el art. 35 inc. I de la CPR, el cual dispone que los reglamentos y decretos del
Presidente de la República deberán firmarse por el Ministro respectivo, y no serán obedecidos sin este
esencial requisito. Luego, el inc. II señala que los decretos e instrucciones podrán expedirse con la sola firma
del Ministro respectivo, por orden del Presidente de la República, en conformidad con las normas que al
efecto establezca la ley. La interpretación tradicional de esta disposición, era entender que los DS tenían
como condición esencial la firma del Presidente y del Ministro respectivo, pero estaba la posibilidad de que
éstos se pudieran expedir con la sola firma del Ministro en caso de que el Presidente hubiese hecho una
delegación de firma. Esta interpretación fue revisada por el TC en la sentencia Rol Nº 153 de 1993,
poniendo atención en el cambio de redacción que tenía el inc. II respecto del inc. I, ya que el primero habla
de reglamentos y decretos, mientras que el segundo se refiere a los decretos e instrucciones; pues para este
tribunal, el constituyente habría hecho una clara distinción entre los requisitos de forma que deben tener los
reglamentos, los decretos y las instrucciones, de tal manera que los decretos e instrucciones pueden
expedirse con la sola firma del ministro respectivo por orden del Presidente y previa autorización legal,
cuestión que no ocurre con los reglamentos, que han sido excluidos de la posibilidad de delegación de firma,
y necesariamente deben ser suscritos por el Presidente de la República y además, por el ministro respectivo.
El profesor Cordero señala que la distinción anterior tiene por objeto separar, por un lado, la competencia
normativa del Presidente ejercida a través de su potestad reglamentaria, y por otro, las demás competencias
que también han de requerir su expresión jurídica a través de estos decretos, por lo cual, carece de todo
contenido dogmático relevante, salvo la limitación de carácter formal que ha hecho el TC. Lo relevante es
entender que cualquiera sea la competencia del Presidente de la República, ésta se ejerce jurídicamente a
través de DS.

ii. Decretos supremos de insistencia y DS de emergencia. El DS de insistencia es aquel que tiene lugar
cuando la CGR representa un acto administrativo, en su función de control de legalidad y constitucionalidad.
Frente al oficio de representación, el Presidente de la República va a tener tres posibilidades: allanarse a lo
que sostiene la CGR, por lo que archivará el DS, el cual no tendrá existencia legal; tomar el DS e
introducirle modificaciones siguiendo las pautas dadas por la CGR, y luego remitirlo nuevamente para el
trámite de toma de razón; o insistir en el acto mediante un DS de insistencia, para lo cual, debe cumplir una
condición, cual es: llevar la firma de todos los Ministros de Estado. La CGR, en este caso, debe tomar razón
del DS, y una vez que tome razón, debe remitir todos los antecedentes a la Cámara de Diputados, a la que le
corresponde fiscalizar los actos del gobierno, materia regulada en el art. 99 de la CPR.
Se desprende del art. 99, hay cuatro materias respecto de las cuales el Presidente no puede insistir:

- Cuando la representación se base en una inconstitucionalidad del DS. En este caso si el Presidente de la
República no se conforma con la representación de la CGR, deberá remitir los antecedentes al TC dentro del
plazo de diez días, a fin de que éste resuelva la controversia.

- Cuando un DFL se aparte de la ley delegatoria, ya que en este caso la CGR lo puede representar, y el
Presidente no podrá insistir, pudiendo sólo recurrir al TC en un plazo de diez días.

- Cuando el DS que promulga una ley o de reforma constitucional, se aparta del texto aprobado. En este caso
el Presidente de la República tampoco puede insistir, sólo puede recurrir al TC en un plazo de diez días.

- Cuando los DS que ordenan gastos exceden el límite legal ordenado por la ley de presupuestos. En este
caso el Presidente no puede hacer nada, tiene que estarse a lo que dice la CGR; no obstante, hay cierta
flexibilidad en la materia, ya que se permite ordenar gastos con la firma de todos los Ministros, los que no
podrán exceder el 2% del ítem de gastos de los fondos de la Nación, en caso de catástrofes, conmoción
interior, grave daño o peligro de daño a la seguridad nacional, y agotamiento de los recursos de un servicio
público que no puede paralizarse (DS de emergencia). En este caso, los Ministros van a ser solidariamente
responsables, pudiendo también configurarse el delito de malversación de caudales públicos (art. 32 Nº 20
de la CPR).

b) RESOLUCIONES.
Respecto a las resoluciones, el art. 3º inc. V de la LBPA, las define señalando que son los actos
de análoga naturaleza (órdenes escritas) que dictan las autoridades administrativas dotadas de poder de
decisión. Por lo tanto, todos los actos administrativos que no sean dictados por el Presidente, son
resoluciones, por ejemplo, los actos administrativos dictados por los ministros, subsecretarios, intendentes,
gobernadores, etc.

3. CARACTERÍSTICAS LEGALES DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


El profesor Bermúdez enumera las siguientes características legales de los actos administrativos:

a) Escrituración: la LBPA al definir las formas que pueden adoptar los actos administrativos (DS o
resoluciones), señala que son órdenes escritas. Por lo tanto, las actuaciones no escritas pueden ser
constitutivas de actos materiales de la Administración, por ejemplo, una orden o una actuación coactiva
(pura fuerza). El carácter escrito se relaciona con el principio de escrituración del procedimiento
administrativo consagrado en el art. 5º de la LBPA.

b) Carácter decisorio: quiere decir que a través del acto administrativo lo que hace la Administración es
resolver una determinada manera de aplicar o ejecutar el ordenamiento jurídico público a un caso en
concreto.

c) Declaración de voluntad: declaración de voluntad es la exteriorización de una intención sería de producir


efectos jurídicos, con la actuación que emana de un sujeto capaz de ello. Siempre se ha entendido que la
manifestación de voluntad se materializa en los elementos de la competencia del órgano y la investidura del
titular de las mismas; sin embargo, tales elementos de la actuación administrativa son autónomos y tienen su
exteriorización en el acto administrativo en particular.

d) Ejercicio de una potestad pública: se debe señalando que no es acto administrativo aquella actuación de
tipo relacional que supone una situación de coordinación entre particular y Administración del Estado. Lo
anterior dejaría fuera del concepto de acto administrativo, a todos los supuestos de contratación, sin
embargo, ello es más teórico que real, toda vez que los contratos administrativos no suponen una relación de
igualdad entre las partes, sino que, por el contrario, una relación descoordinada, con potestades exorbitantes
a favor de la Administración del Estado.

e) Presunción de legalidad: característica establecida en el inc. VIII del art. 3º de la LBPA, que señala que
los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad frente a sus
destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio por la autoridad
administrativa, salvo que mediare una orden de suspensión dispuesta por la autoridad administrativa dentro
del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo por la vía jurisdiccional.

f) Imperio: supone que pueden imponerse aún en contra de la voluntad del ciudadano, pues si se estima
legal, el paso siguiente es que el acto administrativo, que se dicta en ejercicio de una potestad pública (en
definitiva del poder), tenga imperio, incluso por la fuerza.

g) Exigible frente a sus destinatarios: dice relación con la ejecutoriedad del acto administrativo, en cuanto
éste es capaz de imponerse de oficio por la propia Administración, en uso de sus poderes de autotutela.

4. CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.


A. CLASIFICACIONES DE CARÁCTER MATERIAL.

a) Clasificación en razón de los sujetos.

i. Atendiendo al número de órganos o entidades que intervienen en la dictación del acto, se distingue entre
actos administrativos simples y actos administrativos complejos.
El acto administrativo simple es aquel que requiere la intervención de un sólo órgano o autoridad de la
Administración; y por el contrario, el acto administrativo complejo, es aquel que requiere la intervención de
dos o más órganos. Por ejemplo, un particular pide un permiso de construcción en suelo urbano, éste sólo
debe ser otorgado por el Director de Obras Municipales, por lo tanto, se trata de un acto administrativo
simple; distinta es la situación si se quiere construir en suelo rural, pues aquí se requiere el permiso de la
Subdirección de Obras Municipales, del SEREMI de Vivienda y Urbanismo y del SEREMI de Agricultura,
es decir, se requiere la intervención de varias autoridades (ya que hay una prohibición general de hacer
núcleos urbanos), por lo tanto, se trata de un acto administrativo complejo.
Es relevante esta clasificación, sobretodo tratándose de actos administrativos complejos, porque hasta que
no intervenga la última autoridad que tiene que intervenir, no se puede dictar el acto terminal.

ii. Atendiendo a los destinatarios del acto, según se encuentren estos determinados o indeterminados, se
distingue entre actos administrativos singulares y actos administrativos generales.
Los actos administrativos singulares (o actos administrativos a secas) son aquellos que producen efectos
jurídicos individuales, respecto de un particular o determinadas personas; estas personas pueden estar
identificadas nominativamente, es decir, con sus nombres y apellidos, o bien, por su pertenencia a un
colectivo delimitable objetiva e inequívocamente, por ejemplo, todos los feriantes de una determinada feria
o mercado.
Los actos administrativos generales, por su parte, son los que producen efectos jurídicos o consecuencias
respecto de un conjunto indeterminado de personas o sujetos, por ejemplo, las convocatorias a concursos o
las licitaciones públicas.
Esta clasificación tiene importancia, porque según lo señala el art. 45 de la LBPA, los actos singulares para
producir efectos deben ser notificados, lo que por regla general se hace por medio de carta certificada.
Mientras que los actos generales deben ser publicados, tal como lo señala el art. 48 letra B de la misma ley.

iii. Atendiendo al número de voluntades necesarias para que el acto se perfeccione, se distingue entre actos
administrativos unilaterales y actos administrativos bilaterales.
El acto administrativo unilateral es aquel que emana de la exclusiva voluntad de la Administración que los
dicta, como por ejemplo, un permiso, una concesión o una sanción.
Por su parte, el acto administrativo bilateral es aquel que precisa para su perfección o plena eficacia, de la
voluntad del sujeto al que se dirige, como por ejemplo, el nombramiento de un funcionario, ya que se
requiere su aceptación.
Es menester señalar que los actos administrativos bilaterales no son contratos ni convenciones
administrativas, ya que éstas tienen una naturaleza jurídica diversa.

b) Clasificación en razón del contenido.

i. Tomando en cuenta el criterio anunciado, se distingue entre actos administrativos decisorios y actos
administrativos no decisorios. El acto administrativo decisorio es aquel que contiene una declaración de
voluntad de cualquier orden, favorable o no al destinatario, que constituye, modifica o extingue una
situación jurídica; como por ejemplo, otorgar un permiso o una concesión, o bien, aplicar una sanción. Lo
normal es que todo procedimiento administrativo termine con un acto decisorio.
Los actos no decisorios son aquellos que no contienen declaraciones de voluntad, sino que contienen un
juicio o valoración, una constancia o una declaración de conocimiento, como por ejemplo, las
certificaciones, los informes y dictámenes. Lo normal es que este tipo de actos sean actos de trámite.

ii. Atendiendo a los efectos que produce el acto en la esfera jurídica del particular, se distingue entre actos
administrativos de efectos favorables y actos administrativos de gravamen o ablatorios. Los actos de efectos
favorables son aquellos que crean una situación jurídica en favor del destinatario del acto, normalmente
otorgando un derecho, como por ejemplo, cuando se otorga un permiso o se adjudica una licitación; en
cambio, los actos de gravamen son aquellos que producen un efecto o consecuencia jurídica negativa en la
esfera jurídica del destinatario, por ejemplo, una multa, la clausura, una destitución de un funcionario.
La importancia de la distinción viene dada por lo que señala el art. 61 de la LBPA, que dice que todos los
actos que dicta la Administración pueden ser revisados de oficio por ella y los puede revocar en cualquier
momento, salvo aquel acto administrativo que haya dado lugar a derechos adquiridos de forma legítima, es
decir, salvo el acto administrativo de efectos favorables. No obstante, cabe señalar que si bien no es posible
que se revoque de oficio un acto de efectos favorables, sí procede en este caso la invalidación, conforme al
art. 53 de la LBPA, sin perjuicio de la responsabilidad patrimonial del órgano que dictó el acto ilegal .

Respecto de los actos de gravamen la situación es distinta, puesto que ellos son esencialmente revocables
dentro de los márgenes de la ley, y la revocación puede operar por razones de mérito, oportunidad o
conveniencia.

iii. Atendiendo a la incidencia que tiene el acto en el patrimonio jurídico del destinatario, se distingue entre
actos administrativos constitutivos y actos administrativos declarativos.
Los actos constitutivos son aquellos que crean una situación jurídica ex novo, que antes no existía, es decir,
el acto administrativo le da nacimiento a esa situación jurídica, por ejemplo, una concesión marítima, ya que
la resolución que la otorga tiene su fuente, título y modo en el acto administrativo que le da surgimiento; y
los actos declarativos, por su parte, son aquellos que reconocen una situación jurídica de carácter
preexistente, por ejemplo, los funcionarios públicos tienen una asignación por antigüedad, que se va
otorgando cada dos años, y la autoridad administrativa al otorgar un bienio, reconoce una situación jurídica
preexistente.

iv. Atendiendo al objeto sobre el cual recaen, se distingue entre actos administrativos reales y actos
administrativos personales. Los actos reales son aquellos que crean una situación jurídica de carácter real,
sin consideración a la persona, es decir, son actos referidos a cosas, con independencia de su titular (un
ejemplo de acto real, es aquel local al cual se le otorga una patente comercial). En cambio los actos
personales, son aquellos que tienen especial consideración del sujeto o persona que es destinatario del acto
(por ejemplo, nombrar un funcionario, adjudicar una licitación, etc.).
La distinción es relevante, porque las situaciones jurídicas que emanan de actos reales pueden ser
transferidas a terceros, por ejemplo, el derecho de aguas, que se otorga mediante un acto de autoridad,
precisamente de la Dirección General de Aguas, y el titular puede vender este derecho. Esto a diferencia de
los actos administrativos personales, los cuales no permiten transferir los derechos o situaciones que otorgan
a una persona (son intransferibles), por ejemplo, una concesión de una carretera o un acto administrativo
sancionador.

c) Clasificación en razón del silencio administrativo.


Es posible distinguir bajo este criterio entre actos expresos y actos tácitos o presuntos. Un acto expreso será
la resolución administrativa escrita y formalmente emanada, mientras que un acto tácito o presunto, es aquel
en que la declaración de la Administración del Estado no se exterioriza de modo formal, sino que se deduce
de su propia inactividad, por aplicación de las reglas del silencio administrativo que se estudiarán más
adelante.

B. CLASIFICACIONES PROCESALES.
En este ámbito es posible destacar tres clasificaciones, todas ellas dotadas de importantes
consecuencias prácticas.

i. Atendiendo a la función que tiene el acto en el procedimiento administrativo, se distingue entre actos
administrativos definitivos o terminales y actos administrativos de trámite. La importancia de esta
clasificación, radica en el hecho de que el procedimiento administrativo se compone de una serie de actos de
trámite que lo sustancian y que tienen que desembocar en un acto de carácter terminal, que se pronuncia
sobre el fondo de la situación y contiene una decisión.
El art. 15 de la LBPA establece una regla relevante a este respecto, cual es que, por regla general, sólo se
pueden impugnar los actos terminales o finales, y no es posible la impugnación de actos de trámite. La regla
general planteada tiene excepciones, ya que, tal como lo señala el inc. II del citado art. 15, los actos de mero
trámite son impugnables sólo cuando determinen la imposibilidad de continuar un procedimiento o
produzcan indefensión.

ii. Atendiendo a la posibilidad de abrir el acceso a la vía jurisdiccional, se distingue entre actos que ponen
fin a la vía administrativa y actos que no agotan dicha vía. Los actos que ponen fin a la vía administrativa
pueden ser de trámite o de término, y ambos pueden ser objeto de recursos administrativos o
jurisdiccionales, pues estos actos pueden constituir la “última palabra” de la Administración. Sin embargo,
la forma de ejercer tales recursos tiene una regulación particular en nuestro ordenamiento; en efecto, el art.
10 de la LOCBGAE establece que los actos administrativos serán impugnables mediante los recursos que
establezca la ley. Se podrá siempre interponer el de reposición ante el mismo órgano del que hubiere
emanado el acto respectivo y, cuando proceda, el recurso jerárquico, ante el superior correspondiente, sin
perjuicio de las acciones jurisdiccionales a que haya lugar. Sin embargo, el art. 54 de la misma ley, dispone
que el interesado puede optar por interponer una reclamación ante la Administración o ante los Tribunales
de Justicia; y si opta por la
primera alternativa, el interesado no podrá deducir igual pretensión ante los Tribunales, mientras aquélla no
haya sido resuelta o no haya transcurrido el plazo para que deba entenderse desestimada, esto es, que se haya
puesto fin a la vía administrativa.
iii. Actos firmes o consentidos: los actos firmes son aquellos actos administrativos de carácter inimpugnable
por haber transcurrido el plazo para interponer los recursos administrativos o los recursos contenciosos
administrativos, o que habiéndose interpuesto éstos, se ha fallado en favor de la Administración.
Por su parte, los actos consentidos son aquellos de carácter firme, pero en que su inimpugnabilidad proviene
del consentimiento del administrado destinatario del mismo.
Dentro de esta categoría debe considerarse a los actos confirmatorios y reproductorios de otros anteriores,
los cuales al igual que los anteriores no son impugnables, toda vez que se limitan a repetir la decisión de un
acto administrativo anterior. El requisito básico para estar en presencia de esta clase de actos, es la perfecta
identidad que debe existir entre el acto anterior y el confirmatorio o reproductorio.

5. ELEMENTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


Siguiendo al profesor Jorge Bermúdez los elementos del acto administrativo son los siguientes:

1. Elementos objetivos: corresponden a la competencia y el contenido.

a) Competencia: Dice relación con que el órgano administrativo tenga atribuida por ley la competencia para
actuar. La competencia se puede determinar en razón de tres elementos a saber la materia, territorio y grado
o jerarquía.

b) Contenido: Se refiere a la resolución o decisión propiamente tal, puede ser: esencial, sin el cual el acto no
existiría; natural, es el contenido del acto sin necesidad de precisarlo, accidental, se refiere a las clausulas
accesorias del acto.

2. Elemento causal o motivos: dice relación con la razón que justifica cada acto administrativo, en el están
incorporados los elementos de hecho que se tuvieron a la vista para su dictación, como también, la causa
legal que lo justifica. Se relaciona con los artículos 11, inciso 2°, y 41, inciso 4°, de la LBPA. Puede ser de
dos tipos.

- Jurídicos o de derecho: conjunto de disposiciones legales y/o reglamentarias, como también principios
generales del derecho, que aplica la Administración Pública al adoptar la decisión.

- Fácticos o de hecho: elementos de hecho que tuvieron en cuenta al dictar el acto. Frente a la inexistencia o
error en este elemento, el acto administrativo de que se trate adolecerá de un vicio de abuso o exceso de
poder.

3) Elemento teleológico o finalista:


Dice relación con la necesidad de perseguir un interés público que todo acto administrativo debe contener.
La inexistencia o error en este elemento acarreará un vicio de desviación de poder.
Dicho vició existirá cuando el funcionario persiga un interés personal con la dictación del acto, o cuando
actué en pos de beneficiar a un tercero.

4) Elemento formal:
Se divide en:
- Forma de producción: a través de un procedimiento administrativo.
- Motivación: se refiere a la exteriorización de las razones que han llevado a dictarlo.
- Impugnación: dice relación con lo preceptuado en el artículo 41, inciso 4°, de la LBPA
“Las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada. Expresarán, además, los recursos que contra
la misma procedan, órgano administrativo o judicial ante el que hubieran de presentarse y plazo para
interponerlos, sin perjuicio de que los interesados puedan ejercitar cualquier otro que estimen oportuno”.
Al concurrir todos los elementos del acto administrativo, éste será eficaz y producirá todas las consecuencias
jurídicas que le son propias. Pero si falta alguno de estos elementos, se produce un vicio de validez y
aparece una causal de nulidad. Los elementos del acto administrativo se pueden resumir en el siguiente
esquema.

6. EFICACIA DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


Los actos administrativos están dotados de una fuerza jurídica singular. Dicha fuerza no tiene su origen en
ninguna característica intrínseca de los actos, sino que es consecuencia de los privilegios posicionales que
ostenta la Administración, en cuanto organización integrante de los poderes públicos. Esta fuerza se
manifiesta a través de la presunción de legalidad de los actos; su exigibilidad; y por el cumplimiento
generalizado.

a) Presunción de legalidad: El inciso final del art. 3º de la LBPA describe esta modalidad de eficacia al
señalar que los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad…; esta es una fórmula
tradicional, tomada de la doctrina italiana, que expresa la denominada presunción de validez o legitimidad,
con arreglo a la cual, los actos administrativos han de tenerse por ajustados a Derecho, hasta que su
invalidez no sea declarada formalmente por otro acto posterior o por una sentencia judicial.
Esta expresión pretendía explicar la autotutela declarativa respecto del acto administrativo, esto es, en virtud
de la autotutela que ostenta la Administración, los actos administrativos constituyen declaraciones o
decisiones capaces por sí mismas de modificar o extinguir situaciones jurídicas subjetivas de sus
destinatarios, sin contar para ello con el concurso de los órganos judiciales y con independencia del
consentimiento o colaboración del sujeto destinatario de aquéllas. Sin embargo, esto no se consagra en el art.
3º, ya que el que un acto se presuma válido no supone, necesariamente, que pueda modificar por sí sólo, de
modo autoritario, situaciones jurídicas de otros sujetos. La presunción sólo expresa, de modo bastante
oscuro, la imposición al destinatario del acto, de la carga de recurrir (a través de los recursos
correspondientes) si desea privar de eficacia al acto.

b) Ejecutoriedad del acto: otro de los rasgos característicos de la eficacia de los actos administrativos, es el
de poder hacerse efectivos a través de la potestad de autotutela ejecutiva de que la Administración está
dotada. Dichos actos, primariamente, han de ser cumplidos de modo voluntario por sus destinatarios, pero
cuando esto no sucede, la Administración debe hallarse en condiciones de llevar a la práctica su contenido,
venciendo la resistencia de sus destinatarios, sin tener que contar para ello con la intervención de los
Tribunales. Así pues, la temática de la ejecución se ciñe a los supuestos de ejecución forzosa de los actos.
Nuestro Derecho positivo atribuye a la Administración una potestad genérica para proceder a la ejecución
forzosa de sus actos, en el ya citado inciso final del art. 3º de la LBPA al disponer que los actos
administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad frente a sus destinatarios,
desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio por la autoridad administrativa. Esto lo
confirma el art. 51 de la LBPA, al señalar que los actos de la Administración Pública sujetos al Derecho
administrativo causan inmediata ejecutoriedad, salvo en aquellos casos en que una disposición establezca lo
contrario o necesiten aprobación o autorización superior.

Ahora bien, las condiciones o requisitos para que esta potestad se lleve a cabo, son los siguientes:

i. En primer lugar, debe existir un acto administrativo formal como título habilitante de la ejecución. Aunque
parezca una advertencia obvia, un procedimiento ejecutivo no puede iniciarse sin la existencia de un acto
administrativo formal que declare una obligación que haya podido ser voluntariamente cumplida por su
destinatario, por haberle sido notificado su contenido (art. 50 de la LBPA). No cabe, pues, la ejecución
forzosa de actos verbales, salvo las actuaciones materiales que tienen lugar en las relaciones de policía (por
ejemplo, la aprehensión física de un delincuente tras la orden de entregarse).

ii. No es necesario que el acto administrativo a ejecutar reúna el carácter de firmeza, pues puede ser
ejecutado aun cuando haya sido objeto de una impugnación administrativa o judicial, salvo que la ejecución
sea detenida mediante la suspensión de su eficacia.

iii. El acto a ejecutar ha de poseer un grado de determinación suficiente, de manera que la obligación que
imponga no requiera ser concretada mediante especificaciones ulteriores.
Este requisito, no previsto en la LBPA, se desprende de la exigencia general del proceso civil relativa a la
liquidez de la deuda, como requisito para proceder a su exigencia en un proceso ejecutivo. No cabría, pues,
por ejemplo, la ejecución forzosa de un acuerdo municipal en el que se ordenara al constructor de un edificio
simplemente acomodarlo a las ordenanzas municipales, sin indicar a cuáles.
iv. Por último, la potestad de ejecución sólo puede tener lugar previa notificación de su iniciación (art. 50
inc. II de la LBPA).

A. EL DESARROLLO DE LA EFICACIA EN EL TIEMPO.


¿Desde qué momento el acto produce sus efectos o consecuencias jurídicas? El art. 3º inc. final de la LBPA
señala que el acto administrativo goza de una presunción de legalidad (produce consecuencias jurídicas)
desde su entrada en vigencia. Pero ¿Cuándo un acto entra en vigencia? Al respecto se debe tener presente el
art. 51 de la LBPA que señala el acto administrativo produce inmediata ejecutoriedad, es decir, el acto
administrativo desde el momento en que se dicta entra en vigencia y produce ejecutoriedad; en otras
palabras, produce sus efectos desde que se dicta. Sin embargo, dicho artículo contiene tres excepciones a la
regla anteriormente señalada, a saber: casos en que una disposición establezca lo contrario; caso en que se
necesite aprobación o autorización superior y en el caso de los decretos y las resoluciones producirán efectos
jurídicos desde su notificación o publicación, según sean de contenido individual o general. En este último
caso es necesario tener presente que la notificación de regula en los artículos 45 y siguientes de la LBPA.

B. LA RETROACTIVIDAD DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.


El art. 52 de la LBPA, señala que los actos administrativos no tendrán efecto retroactivo, salvo
cuando produzcan consecuencias favorables para los interesados y no lesionen derechos de
terceros.
Por lo tanto, la retroacción de los efectos del acto administrativo tiene carácter excepcional,
pudiendo producirse sólo en los supuestos y requisitos que el precepto transcrito menciona.

C. INTERRUPCIÓN DE LOS EFECTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO: LA SUSPENSIÓN.


El inc. final del art. 3º de la LBPA prevé la suspensión del acto administrativo en dos
supuestos: cuando mediare una orden de suspensión dispuesta por la autoridad administrativa dentro del
procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo por la vía jurisdiccional.
La LBPA ha consagrado el principio de que la interposición de un recurso, ya sea administrativo o
jurisdiccional, no suspende por sí solo la ejecución de los actos impugnados; pues de esta forma se ha
querido hacer prevalecer el principio de eficacia y la continuidad de la acción administrativa, frente a la
garantía de la legalidad y de los derechos e intereses de los ciudadanos. Pues dicha suspensión puede
producirse cuando así se declare por el órgano competente para resolver el recurso y sólo cuando concurran
una serie de circunstancias, que pueden resumirse en la necesidad de evitar la producción un daño
irreparable, o cuando haga imposible el cumplimiento de lo que se resolviere, en caso de acogerse el recurso.
Esto se relaciona con una suerte de equilibrio entre la autotutela administrativa y los derechos de los
particulares. El art. 57 regula los casos de suspensión del acto.

D. EXTINCIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


El acto administrativo puede dejar de producir efectos por una multiplicidad de causales, las cuales pueden
ser objetivas o subjetivas; y algunos autores agregan el decaimiento del acto administrativo.

a) Extinción por razones objetivas.


Los efectos del acto administrativo pueden cesar por la simple desaparición de las circunstancias que
constituyen su soporte, sin que medie decisión de sujeto alguno dirigida a poner fin a la eficacia del acto.
Los más importantes de estos supuestos son los tres siguientes:

i. En primer lugar, el acto puede extinguirse por el mero hecho de la consumación de sus efectos, es decir,
por producirse todos sus efectos o consecuencias jurídicas.

ii. La extinción puede también producirse cuando la eficacia del acto se encuentra limitada de modo
intrínseco y subordinada a la producción de determinados hechos

iii. Por último, la extinción puede tener lugar en los supuestos de desaparición, definitiva e irreversible, del
objeto sobre el que recae (en los actos administrativos de carácter real) o de la personalidad de su
destinatario (en los actos de naturaleza personalísima).
b) Extinción por razones subjetivas.

i. Por una conducta o decisión de su titular: Los actos administrativos de carácter favorable pueden también
extinguirse en virtud de una conducta o decisión de su titular. La extinción en virtud de una conducta tiene
lugar, por ejemplo, en los supuestos de caducidad de un permiso, en el caso de no haberse hecho uso de él
durante un plazo determinado (como es frecuente en los permisos de construcción); y la extinción por
decisión, se produce en los casos de renuncia al derecho que el acto confiere en virtud de un acto voluntario
de su titular, por ejemplo, la renuncia de un funcionario.

ii. Por la decisión de un órgano público distinto a la Administración: Aquí se dan dos supuestos bastante
usuales: de una parte, la anulación del acto en virtud de la sentencia dictada por un órgano jurisdiccional, en
un proceso seguido contra el mismo; y de otra, por imperativo de la ley que, al modificar el régimen jurídico
de una determinada materia, puede dejar sin efecto los actos dictados al amparo de la norma que se deroga.

iii. Por la decisión de la propia administración: esta determinación puede basarse en fundamentos de
legalidad, y se puede adoptar de oficio (mediante lo que se conoce como la invalidación) o a petición de
parte (por la vía de los recursos administrativos). Por otra parte, esta decisión se puede basar en razones de
mérito, oportunidad o conveniencia, en cuyo caso adopta la denominación de revocación.

- Invalidación. La invalidación está regulada en el art. 53 de la LBPA, y no es sino la actuación de la propia


Administración tendiente a dejar sin efecto el acto administrativo que ella misma dictó, por ser contrario a
Derecho. Dice relación con el análisis de los elementos del acto administrativo.

- Recursos administrativos. Si la Administración deja sin efecto su propia actuación, por motivos de
legalidad, pero lo hace a petición de parte, no se trata de una invalidación, sino que se está frente a los
recursos administrativos. Existen dos tipos de recursos: los recursos ordinarios, que son el de reposición y el
jerárquico (art. 59 de la LBPA); y el recurso extraordinario que es el de revisión, y es extraordinario porque
procede contra los actos firmes (art. 60 de la LBPA).

- Revocación. Si bien, cuando un acto administrativo se encuentra viciado de ilegalidad, la Administración


autora del mismo puede proceder a su eliminación mediante la invalidación, dicha posibilidad no se
encuentra generalmente reconocida en nuestro Derecho cuando la extinción del acto pretende basarse en
razones de oportunidad o conveniencia (política, económica o de cualquier otro tipo). Las razones de que tal
habilitación general no exista, son fáciles de comprender, pues una potestad de revocación basada en puros
motivos de oportunidad, constituye una auténtica invitación a la arbitrariedad, en la medida en que ni la
adecuación y corrección de las
circunstancias de oportunidad, es fácilmente controlable por un Tribunal, ni puede existir garantía alguna
eficaz de que dicha potestad se ejerciera con sujeción al principio de igualdad. Se limita su alcance en tres
supuestos: cuando se trate de actos declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente; cuando
la ley haya determinado expresamente otra forma de extinción de los actos; o cuando, por su naturaleza, la
regulación legal del acto impida que sean dejados sin efecto (art. 61 de la LBPA).

Forma de extinción Causa


Revocación Acto de contrario imperio de la propia
administración.

Invalidación Ilegalidad del acto declarada por la propia


administración pública.

Nulidad Ilegalidad del acto declarada por el juez.

Decaimiento Desaparición de los supuestos jurídicos o


de hecho, del acto
Caducidad Verificación de la condición resolutoria o el
plazo del acto.

Revocación de la sanción Aplicación de una sanción administración


constante en la revocación del acto

7. EL DECAIMIENTO DEL ACTO ADMINISTRATIVO.

Esta es una causal de extinción del acto administrativo forjada por la doctrina, y tiene lugar cuando el acto
administrativo se extingue porque ya no concurren los presupuestos de hecho o de derecho que sirven de
base para su dictación. Así, por ejemplo, en cuanto a los presupuestos de hecho, se otorga una concesión
sobre un bien municipal, y éste se derrumba producto de un terremoto, consecuentemente, se extingue el
acto administrativo (en parte esta figura la reconoce el art. 40 inc. II de la LBPA).
También el acto administrativo puede verse alterado por presupuestos de derecho, es decir, el régimen
jurídico en base al cual se dictó el acto administrativo. Por ejemplo, una ley establece un impuesto y prevé
también exenciones al mismo, y en virtud de ella se le otorga una exención tributaria a un particular por
parte de la autoridad administrativa. Si con posterioridad se deroga la ley que establece el impuesto, el acto
administrativo ya no tiene sentido, pues el impuesto ya no existe, razón por la cual, el acto decae y se
extingue.

8. ACTOS NULOS, ACTOS ANULABLES Y ACTOS IRREGULARES.


El acto administrativo se presume legal por el solo ministerio de la ley y dicha presunción se ve reforzada en
los casos en que el acto ha sido sometido al control de legalidad de la Contraloría General de la República,
sin embargo, se trata de una prensunción simplemente legal o iuris tantum, lo que permite que pueda ser
desvirtuada en un procedimiento administrativode impugnación o en un procedimiento contencioso
administrativo.
Una concepción irrestricta del principio de legalidad, lleva a la conclusión de que cualquier vicio en un
elemento del acto administrativo acarrearía la nulidad y, por lo tanto, la pérdida de eficacia y extinción del
acto. Sin embargo, sólo una parte muy pequeña de la doctrina entiende esto así, y lo que es más importante,
en la realidad práctica nunca se ha entendido de esa manera el principio de legalidad, ni mucho menos
aplicado de esa forma. Y ello porque

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