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Lima. Las ideas que expone son más que reveladoras de una ideología tercamente
considera una víctima de los gamonales, el habitante de la selva no es más que un “salvaje”
más recóndito de las selvas” (1919-1926: tomo II, 445 y siguientes), sentencia. Luego de
elogiar los descubrimientos geográficos realizados por los caucheros, destaca, como más
importantes aún, “sus esfuerzos por dominar y civilizar a los infieles”. Sin mostrar ningún
rechazo ético ante la apropiación del territorio y los métodos de colonización empleados
condena el periodo colonial,1 prosigue: “Reúne el cauchero astucia y coraje para adueñarse
del terreno que los salvajes ocupan, ya sea que se bata con ellos o que por otros medios
consiga atraerlos de amigos”. A quienes prefieren ser amigables, el cauchero les regala
“escopetas, cuchillos, hachas”; así, el blanco consigue dominarlo y “con engaños le saca de
la selva, le traslada a otro lugar y le convierte en semi salvaje y esclavo”. Los que no se
dejan dominar, “luchan con valor, aunque a traición y siempre en retirada”. Derrotados,
1
Los indios de la sierra son llamados “nuestros desgraciados indígenas”, víctimas de los ricos y de
la tiranía de las autoridades. Durante la Colonia “aprendieron vicios y se degradaron”; olvidaron “su
antigua prosperidad, aquella que el Imperio Incaico instauró y que los españoles destruyeron”
(Dávalos 1919-1926: tomo II, 409).
huyen selva adentro y pierden a sus hijos “que les son robados por el cauchero, quien
fácilmente encuentra comprador de ellos. Los niños infieles tienen precio desde que
cumplen tres años de edad. Por lo general, una criatura salvaje de cinco años vale en el
puerto de Iquitos de 80 a 100 soles”. Aunque precisa que ya por entonces (1894) las leyes
peruanas prohibían este comercio y que, por ello, “se hace en forma oculta”, el pragmático
Dávalos justifica que tal comercio se realice y celebra que “las autoridades, convencidas del
notable servicio que reporta a la civilización de Loreto este comercio, se hagan de la vista
y hacen muy bien,2 porque el niño salvaje educado fuera de los infieles se
convierte más tarde en un mozo vivo, inteligente y servicial. El salvaje así
educado, es tres veces más inteligente que el indio de la puna a quien se
civiliza en Lima y cuando llegan a ser hombres son elementos útiles para la
sociedad. El loretano ha resuelto civilizar al infiel por la razón o el
exterminio. O lo convierte en un hombre útil o lo elimina.
En los tiempos del racismo radical, 3 discursos con estos contenidos no se reprimían;
por el contrario, gozaban de prestigio en tanto, como ocurrió con la tesis de Clemente
Palma, se sustentaban en los postulados positivistas de los racistas doctrinarios. Pero, hacia
adscrito, así como gracias a las nuevas corrientes de pensamiento y proyectos políticos
progresistas. El hecho de que inserte en La primera centuria las apreciaciones que hiciera
en 1894 sin ningún comentario rectificativo revela que los indígenas de la selva ocupaban
la escala más baja en la jerarquizada nación peruana. Si el sueño de Palma 4 era, refiriéndose
2
Las cursivas son mías.
3
Más adelante profundizaré en el tema del racismo.
4
En el acápite “La cuestión indígena y el proyecto nacional”, especificaré la propuesta de Clemente
Palma.
a los indígenas de la sierra, “la exterminación a cañonazos de esa raza inútil”, pero
filantrópicos con los nativos de la selva. En cambio, para la costa y la sierra, necesitadas de
los aportes de la “raza india”. Es evidente que incluso para este viajero y conocedor del
Perú que declara haber recorrido todas las regiones, “excepto Apurímac”, y afirma que
lo que es nuestra nacionalidad” (1919-1926: tomo II, 487), la selva era un territorio ajeno
que se debía colonizar tal como los sajones lo hicieron en Norteamérica. Aunque acepta la
de sus tierras y el exterminio parecen ser mejores soluciones dado que se trata de
“salvajes”.
230). La idea de un país sin indios es “el sueño criollo de aspiración a un nuevo comienzo”;
pero el exterminio no es más que una ilusión, un sueño que se sabe imposible y que se
“europeización”, cuando se trata del poblador andino, como se verá luego. Al lamentar las
5
Citado por Portocarrero 2004: 229.
Los indios norteamericanos, como no habían salido del periodo de caza, no
pudieron ser esclavizados. El colono inglés los fue arrojando y este mismo
colono se encargó de trabajar las tierras. En el Perú, el español vino a tratar
con razas que habían hecho notables adelantos en agricultura, en artes y en
política, razas a quienes subyugaron, dedicándolas al cultivo de la tierra y a
la extracción de oro y plata. Por esto, el español del periodo colonial nunca
estuvo en el caso de labrar la tierra y hoy sus descendientes hacen todo,
menos humillarse en el trabajo corporal (1919-1926: tomo II, 446).
norteamericanos; por tanto, el colono está autorizado para copiar el modelo y convertir así
y civilizada, tal como se estaba forjando en la selva peruana a fines del XIX:
A nadie [se refiere por supuesto a los colonos llegados de Lima y otras
provincias] le falta una chacarita o una casa y una reserva de 40 ó 50 libras
en oro. … No hay mendigos, ni hospitales de beneficencia; todos tienen
dinero para llamar al médico. No hay vagos ni pelicheros, como tampoco
existe esa juventud malograda de Lima que vive de sus padres. Son
trabajadores, audaces, progresistas, civilizadores. No descansan, no sacian
su sed de riqueza (1919-1926: tomo II, 446).
Surca el río en una débil canoa, con pocos peones, escasos víveres, 30 ó 40
días; desembarca en una playa recóndita, se interna dos o tres días por
trochas peligrosas en busca del codiciado árbol gomero. Lo encuentra y
forma su campamento. En él le espera la flecha traidora del salvaje, el
ataque igualmente traidor del tigre. Nada lo arredra. Ni el hambre, ni las
enfermedades, las fieras, los salvajes ni las contrariedades morales (1919-
1926: tomo II, 318).
esclavitud, el robo de niños y tierras. En todo caso, cuando escribe estas líneas, el sueño del
progreso y la colonización según el modelo anglosajón ha terminado y ya todo “está en
ruinas por la caída de la goma” (318), se lamenta. No se detiene a analizar las razones del
aliento a la producción era pertinente que lo planteara— por qué los caucheros no
invirtieron sus fortunas en otras actividades, tal como lo hicieron los “ejemplares”
población indígena:
A ello que hay que agregar el intento de asimilarla como fuerza de trabajo, comprobado el