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¿Es compatible el Cristianismo y la Masonería con el Marxismo?

Profesor de Filosofía y Religión, y maestro masón: Fernando Laredo Cárter.

Desde la aparición de la Teología de la Liberación en América del Sur y en


Centroamérica, en los años 60, los cristianos han estado confundidos, y
haciendo alianzas con grupos anticristianos, y desfigurando su mensaje y
valores esenciales. En Chile, la aparición del partido Izquierda Cristiana de
inspiración marxista desde los años 70 son la prueba objetiva de aquella
tendencia. Y eso fue una maniobra de infiltración deliberada del partido
Comunista hacia la Democracia Cristiana Chilena.

Lo mismo ocurrió entre los integrantes del Movimiento de Izquierda


Revolucionaria desde 1967. Sacerdotes católicos, como Rafael Maroto Pérez,
se convirtieron en los directores espirituales e incluso presidieron a esa
organización marxista. En Colombia el Sacerdote Camilo Torres también
tomaron ese camino ingresando en la FARC.

Gustavo Gutiérrez, sacerdote peruano que se educó en Chile, fue el líder


intelectual del llamado Cristianos para el Socialismo, que eran 80 y llegaron a
ser 300, durante el período de la Unidad Popular. Y que contrariamente a lo
que muchos piensan, no contó con el apoyo del sr. Arzobispo de Santiago,
Raúl Silva Henríquez, quien al contrario, rechazó ese camino, en comunicados
escritos de carácter oficial, dirigidos a esos sacerdotes.

Tal rechazo del arzobispo de Santiago se basó en que los documentos y


encíclicas sociales de todo el siglo XX e incluso desde 1848, tras la publicación
del Manifiesto Comunista, la Iglesia Docente ha rechazado el marxismo como
doctrina de solución de los problemas sociales del mundo.

Es más, la Encíclica Divini Redemptoris, de 1937, escrita por el papa Pio XI,
prohibió toda cooperación a los católicos laicos y eclesiásticos con los
partidos socialistas y comunistas. Lo mismo dijo el Papa Juan XXIII, en la
Encíclica Mater et Magistra, quien agrega que un católico no puede apoyar
con su voto a los partidos socialistas marxistas moderados, por ser contrarios
a los principios éticos y filosóficos del cristianismo. Paulo VI y Juan Pablo II
reiteran en diversos documentos la misma enseñanza.

Como botón de muestra de que nada ha cambiado en estas ideas


izquierdistas, supuestamente “progresistas”, desde el siglo XIX, transcribo las
palabras de León XIII al respecto:

“Sin dificultad alguna conocéis,…que NOS hablamos de aquella secta de


hombres, que bajo diversos y casi bárbaros nombres, de socialistas,
comunistas, y nihilistas, repartidos por todo el orbe, y estrechamente
coligados entre sí por inicua federación, ya no buscan sus defensas en las
tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que saliendo a pública luz, confiados y
a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan que ya hace tiempo
concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil”. (Encic. Ad
apostolici muneris).

Pio XI dice, en la Divini Redémptoris: “Este peligro tan amenazador,…, es el


comunismo bolchevique y ateo que tiende a derrumbar el orden social y a
socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana”.-

Después agrega: “Allí donde el comunismo ha logrado afirmarse y dominar,


…, se ha esforzado por todos los medios, en destruir desde sus cimientos la
civilización y la religión cristiana, borrando hasta su recuerdo en el corazón
de los hombres, especialmente de la juventud”. Y agrega: “El comunismo es
intrínsicamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con él, en
ningún terreno, los que quieren salvar la civilización cristiana”.

Estas palabras cobran plena vigencia al ver cómo se han quemado en Chile
más de 100 iglesias a la fecha. Y cómo nihilistas, anarquistas, marxistas
pululan por las aulas de las universidades, por colegios de educación media, y
por las calles, y garabateando paredes con sus lemas: SIN DIOS NI LEY. DIOS
NO EXISTE. MUERTE A LA POLICÍA, MUERTE AL PRESIDENTE. EL PUEBLO
ARMADO NO SERA APLASTADO.
Juan Pablo II en sus mensajes al pueblo de Chile en 1987 dijo claramente que
la lucha programada de clases y el uso de la violencia revolucionaria no son
métodos moralmente válidos para un cristiano.

La Iglesia, como la masonería, pretende enseñar la fraternidad, aplicando


como cemento de unión el amor fraternal para unir a todas las clases
sociales, incluyendo a ricos y pobres, burgueses y proletarios, a clases medias
y al mundo político, en una tarea gigantesca y nunca acabada, de hacer
justicia, de educar en los valores del espíritu, la tolerancia, la igualdad y la
libertad. Creando una civilización democrática, de conocimiento y de amor,
abierta a la Trascendencia, al Supremo Bien y ordenador de los mundos.

Pero, igual que lo que le sucedió a la iglesia en la segunda mitad del siglo XX,
la masonería fue infiltrada, tanto por doctrinas peligrosas, como por
personas, que ingresaron en sus logias. Y que bajo el manto de la libertad de
pensamiento, y el agnosticismo de algunos líderes, fueron confundiendo los
ideales masónicos, y en las actuales circunstancias han ido contribuyendo a
profundizar las divisiones, y han promovido la ignorancia histórica, la
deconstrucción de las doctrinas morales y esotéricas que le dieron el ser a la
augusta institución, en la Gran Bretaña del siglo XVII y XVIII.

Doctrinas morales y filosóficas de inspiración cristiana, como es el


rosacrucismo, el luteranismo, el calvinismo y el anglicanismo, que son sus
raíces históricas más antiguas, por no mencionar el catolicismo de los
templarios y los constructores de catedrales de la Edad Media.

Doctrinas masónicas no compatibles con el Nihilismo antimetafísico de


Nietzche, ni con el marxismo leninismo. Recordemos de paso que en la Unión
Soviética la masonería fue violentamente perseguida, y prohibida por 70
años. Lo mismo en la Cuba de Fidel Castro en sus primeros 30 años de
gobierno. Mal negocio hacen los masones al apoyar movimientos de
izquierda radical y violenta. Pues en el caso de un triunfo político de esas
fuerzas y partidos, sus propias vidas estarían en peligro si se osaran oponerse
a la revolución en aras de una moderación de las medidas de fuerza que son
comunes en los regímenes marxistas.
La ingenuidad, la ignorancia, y el odio de clases dentro de las iglesias y dentro
de las logias es una vergüenza para sus líderes, y una demostración de mala
formación filosófica, religiosa y moral. Y es la causa de que muchos,
perdiendo el discernimiento del Bien y del Mal, y de la Luz y de las tinieblas,
ya no sepan los caminos de la Gran Obra ni del Bien Común del país.

En las iglesias y en las logias, tanto en Chile, como en otros países, se debería
aprender de las lecciones de la historia del siglo XIX y XX, y así no dejarse
ilusionar ni sugestionar por esos astutos ideólogos y manipuladores de
conciencias. Y así estar alertas y atentos a la divina sabiduría, para conducir y
alimentar debidamente al pueblo o al rebaño que el Divino Arquitecto les
encomendó.

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