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Es más, la Encíclica Divini Redemptoris, de 1937, escrita por el papa Pio XI,
prohibió toda cooperación a los católicos laicos y eclesiásticos con los
partidos socialistas y comunistas. Lo mismo dijo el Papa Juan XXIII, en la
Encíclica Mater et Magistra, quien agrega que un católico no puede apoyar
con su voto a los partidos socialistas marxistas moderados, por ser contrarios
a los principios éticos y filosóficos del cristianismo. Paulo VI y Juan Pablo II
reiteran en diversos documentos la misma enseñanza.
Estas palabras cobran plena vigencia al ver cómo se han quemado en Chile
más de 100 iglesias a la fecha. Y cómo nihilistas, anarquistas, marxistas
pululan por las aulas de las universidades, por colegios de educación media, y
por las calles, y garabateando paredes con sus lemas: SIN DIOS NI LEY. DIOS
NO EXISTE. MUERTE A LA POLICÍA, MUERTE AL PRESIDENTE. EL PUEBLO
ARMADO NO SERA APLASTADO.
Juan Pablo II en sus mensajes al pueblo de Chile en 1987 dijo claramente que
la lucha programada de clases y el uso de la violencia revolucionaria no son
métodos moralmente válidos para un cristiano.
Pero, igual que lo que le sucedió a la iglesia en la segunda mitad del siglo XX,
la masonería fue infiltrada, tanto por doctrinas peligrosas, como por
personas, que ingresaron en sus logias. Y que bajo el manto de la libertad de
pensamiento, y el agnosticismo de algunos líderes, fueron confundiendo los
ideales masónicos, y en las actuales circunstancias han ido contribuyendo a
profundizar las divisiones, y han promovido la ignorancia histórica, la
deconstrucción de las doctrinas morales y esotéricas que le dieron el ser a la
augusta institución, en la Gran Bretaña del siglo XVII y XVIII.
En las iglesias y en las logias, tanto en Chile, como en otros países, se debería
aprender de las lecciones de la historia del siglo XIX y XX, y así no dejarse
ilusionar ni sugestionar por esos astutos ideólogos y manipuladores de
conciencias. Y así estar alertas y atentos a la divina sabiduría, para conducir y
alimentar debidamente al pueblo o al rebaño que el Divino Arquitecto les
encomendó.