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De larga data se reconoce la inoperatividad y la inconveniencia de las directrices

analíticas empleadas por el pensamiento europeo para explicar la diná mica de cambio
de las sociedades humanas. Emulando las explicaciones emitidas en el siglo XVIII para
explicar la evolució n bioló gica de los seres vivos, en arqueología se toma una supuesta
simplicidad como punto de partida en la organizació n social y en las relaciones del ser
humano con la naturaleza. A partir de esta falsa evidencia de simplicidad se
implementaría una secuencial complejizació n de elementos políticos, econó micos,
culturales, tecnoló gicos de los pueblos, hasta ‘alcanzar’ el nivel má s alto de complejidad
representado por los Estados.

A pesar de la evidencia de inoperatividad de esos preceptos que guiaron la construcció n


del pasado lejano de la humanidad, la antropología contemporá nea no parece proponer
de manera explícita vías de aná lisis que yugulen las ‘normativas culturales’ surgidas de
Europa para la comprensió n de las diná micas que conforman el pasado y el presente
humano.

En este contexto y teniendo en cuenta primero las reflexiones hechas en el curso,


segundo las lecturas sobre el tema “La Sedentarización y la agricultura desde la
percepción cultural amerindia del territorio”, debatir los alcances y los límites de las
ideas directrices contenidas en la siguiente síntesis:

“La ausencia de contenido de la noción de agricultura en general conduce a poner en duda


las problemáticas actuales sobre el origen de la agricultura. La arqueología confirma esta
manera de ver, encontrando cada vez más vestigios de agricultura o de huellas de cría de
animales en pleno contexto paleolítico y en regiones bastante alejadas del Oriente Próximo
donde la neolitización es muy anterior a la agricultura. Si el modelo de la “revolución
neolítica” de Gordon Childe tiene aún un cierto reconocimiento, no lo será tal vez por
mucho tiempo. Lo mismo sucede con otra idea tradicional que no es más que un corolario
de ese modelo: la de la estagnación de varios milenios entre la revolución neolítica y la
época contemporánea. La historia de la agricultura no indica nada de eso, sino muestra
más bien cambios incesantes, entre los cuales una serie de innovaciones que, si tenemos en
cuenta el conjunto de los pueblos del planeta y no los de una región particular, esos
cambios se sucedieron a un ritmo cada vez más rápido. En Europa, en particular, desde los
comienzos de lo que se puede llamar la edad técnica del hierro (siglo X° en Grecia, siglo V°
en Europa Central), es casi imposible aislar un periodo de más de dos siglos durante el cual
no se haya producido ninguna innovación importante en el dominio agrícola. Es verdad
que otras regiones conocieron largos periodos de estagnación o de recesión. Pero muy a
menudo lo que se cuestiona es la degradación de la relación población/recursos y no
cualquier incapacidad para innovar. Hoy, este problema esta en el primer plano de las
políticas actuales de los proyectos industriales. Es muy dudoso que las agriculturas más
avanzadas pero también grandes consumidoras de energía, tengan un futuro muy
durable”

Les deseo una pausada, sesuda y fructífera reflexió n. Espero su envío en má ximo tres
pá ginas antes del viernes a las seis de la tarde.

Saludos cordiales,

José Virgilio Becerra B.

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