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distancia
Estudiante: Iginia Macuaran
Preguntas:
Al esperar su llegada me sentí nerviosa, porque quería que todo saliera bien.
Pero luego, solo respiré profundo y me dejé fluir. Recibí a mi invitada con una
sonrisa pequeña. En un principio, hubo un poco de timidez, pero poco a poco
nos fuimos sintiendo relajadas. Me dijo su nombre, se llama Amanda, que tiene
treinta y cinco años y es una apasionada maestra de escuela que adora a los
niños y ama enseñar. Ella es sin duda más habladora que yo, muy simpática,
desbordaba energía. Ríe mucho, muchísimo, y es vivaz, estrambótica, risueña.
Parece que su buen humor no tiene fin y me hace preguntarme de dónde sale
tanta energía. En un arranque de valor y curiosidad se lo pregunté, y ella, por
supuesto, se echó a reír y me comentó que ha aprendido a ser feliz porque
tiene que darle el ejemplo a su hija, que era ella también la razón por la que
escogió su profesión. Hubo preguntas, unas tantas cada vez; a veces ni
siquiera era necesario que yo cuestionara algo, porque ella, amable, me
contaba sobre sí.
Ella me dijo que venía de la isla de Margarita, que desde muy pequeña se
mudó a Puerto La Cruz, pero que extrañaba tanto aquel hermoso lugar de
nacimiento. Le pregunté que si se marcharía si se le presentara la oportunidad,
y me respondió que no, que ya tenía una vida hecha aquí y que no tenía
sentido mudarse a estas alturas. Le di la razón, me parecía comprensible,
aunque yo soy más bien aventurera, y amaría un buen viaje para tener
experiencias nuevas.
Hay muchas diferencias entre mi personaje y yo. Yo soy más delgada, baja y
de piel más oscura. Mis ojos son pequeños, mis labios y cejas bastante más
gruesos, mi cabello es rizado y tiende a esponjarse. En cuanto a la
personalidad, yo soy más tímida, mi voz no es tan fuerte y, si la suya es grave,
la mía es aguda. Mientras ella tiene un vozarrón que hace que todos le presten
atención, yo hablo más bajo y con calma, a veces tan bajo que nadie me
escucha y debo repetir. Ella sonríe mostrando todos sus dientes, yo sonrío a
labios cerrados. Su piel se ve suave y tersa, mi piel está marcada por cicatrices
de un acné ya curado. Ella es madre, tiene una hija y está casada, yo soy
quince años más joven, sin pareja ni hijos. Su atención casi entera la tiene su
hija, mi atención está en los estudios, todavía no tengo intenciones de formar
una familia propia. Es apasionada, dice las cosas sin pelos en la lengua, se ríe
a carcajadas, se le da fácil hacer chistes y ser graciosa cuando gusta; mi risa
es, en comparación, muy ligera, siempre que intento hacer un chiste tiende a
ser malo y las veces en que soy graciosa son aquellas en las que no pretendo
serlo.
¿Cómo me sentí con las sugerencias que me dio la facilitadora para las
lecturas de esta segunda semana del Taller de danza teatro a distancia?