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REVISTA

TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA
ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

ISSN: 2250-866X
AÑO II, VOLUMEN 2, PRIMAVERA DEL 2013

CENTRO DE ESTUDIOS DE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA


FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES | UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
PARTICIPA EN LA RED DE ESTUDIOS INTEGRADOS SOBRE LOS PAISAJES SUDAMERICANOS
(Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional de Río Cuarto,
Universidad Nacional de San Juan, Universidad de la República, Universidad Nacional de Trujillo)

AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO


Rector: Prof. Darío Maiorana
Vicerrector: Lic. Eduardo Seminara
Secretario general: Dr. Héctor Darío Masía
Secretario académico: Prof. Enrique Barés

AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


Decano: Prof. José Goity
Vicedecano: Arquitecto Salvador Daniel Randisi
Secretaria Académica: Dra. Liliana Pérez

AUTORIDADES DEL CENTRO DE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA


Directora: Dra. Ana María Rocchietti
Secretaria: Prof. Nélida De Grandis
Prosecretaria: Lic. Marianela Biscaldi

Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica


Teoría y práctica de la arqueología histórica latinoamericana
Actas del Segundo Simposio de Arqueología Histórica Latinoamericana
Presidente del Simposio: Prof. Nélida De Grandis
Directoras Editoras Dr. Daniel Schávelzon (Centro de
Ana María Rocchietti y Nélida De Grandis Arqueología Urbana – Universidad de
Buenos Aires)
Secretaria Dra. Marcela Tamagnini (Universidad
Irene Dosztal Nacional de Río Cuarto)
Dra. Alicia Tapia (Universidad de Buenos
Comité Editor Aires)
Ana María Rocchietti, Silvia Cornero, Dr. Arno Álvarez Kern (Centro Nacional de
Adrián Pifferetti, Marianela Biscaldi Pesquisas – Brasil)
Dra. Noemí Walsöe de Reca (CONICET)
Colaboradores Lic. Mónica Valentini (Universidad
Soccorso Volpe, Fátima Solomita Banfi, Nacional de Rosario)
María Victoria Roca, Marina De Biassi
Evaluaron este Volumen
Comité científico del II Simposio La Dirección Editorial
Dra. Alicia Tapia
Dra. Victoria Pedrotta Diseño y diagramación
Dr. Miguel Mugueta Odlanyer Hernández de Lara
Dr. Horacio Chiavazza
Dr. Roberto Bárcena Curaduría
Marianela Biscaldi
Comité Científico
Dr. Raúl Bolmaro (Universidad Nacional de Foto de tapa: Plato con diseño Costumbres
Rosario) Españoles, del texto en este número de I.
Dr. Luis María Calvo (Museo Etnográfico Dosztal.
de Santa Fe y Parque Arqueológico de
Santa Fe La Vieja) Propietario responsable:
Lic. Carlos Ceruti (CONICET) Facultad de Humanidades y Artes,
Dra. Dora Grinberg Universidad Nacional de Rosario
Dra. Eugenia Néspolo (Universidad Centro de Estudios de Arqueología
Nacional de Luján) Histórica
Ing. Tulio Palacios Entre Ríos 758. Rosario, provincia de Santa
Lic. Ruth Poujade (Programa Misiones Fe (2000). Argentina.
Jesuíticas – Provincia de Misiones) Telf.: +54 (0341) 4802670
Dr. Mariano Ramos (Universidad Nacional E-mail:
de Luján) revistaarqueohistoricarosario@gmail.com
Dra. Ana María Rocchietti (Universidad
Nacional de Rosario) Decreto Ley 6422/57 de Publicaciones
Periódicas
Índice

Editorial
Ana María Rocchietti…………………………………………………………. 9

Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia


Monika Therrien……………………………………………………………… 11

¡Hay un batracio en mi sopa! Un motivo tradicional del Golfo de Guinea


(África) en la cerámica de Santa Fe la Vieja, Argentina
Carlos N. Ceruti………………………………………………………………. 27

De cerveza y esclavos en buenos aires: el mercado negrero de retiro debajo


de la fábrica Bieckert
Daniel Schávelzon……………………………………………………………. 37

Lozas inglesas desechadas por los miembros de la administración de


Alexandra Colony, 1870-1885. Santa Fe. Argentina
Irene Dosztal………………………………………………………………….. 49

El Parque Arqueológico nos enseña


María Rosa Derrier, Ana Laura Perales, Marcela Peralta, Estela del Carmen
Ponce y Norma Reyes………………………………………………………… 61

Arqueología en el Combate: unitarios y federales en 1840, Cuatro Bocas,


Cayastá, Provincia de Santa Fe. Pautas iniciales para su abordaje
Carolina C. Bruno y Silvia E. Cornero……………………………………….. 69

Identidad, Arqueología y Patrimonio: una propuesta de resistencia a la


hegemonía del modelo globalizador
Nora M. Guerci y M. A. Mugueta……………………………………………. 79

Presencia de Mercurio en alfarería del Parané Medio e Inferior. Alfarería


de tradición mestiza monócroma roja (aproximadamente 1540-1590). Cerro
Grande (Los Marinos)
Soccorso Volpe……………………………………………………………….. 93

Problemas metodológicos en la arqueología del Coty Guazú de la misión de


Santa Ana (Misiones, Argentina): una aproximación al “modelo esperado”
Ana Rocchietti y Ruth Poujade……………………………………………….. 101
EDITORIAL

E l segundo número de la revista Teoría y Práctica de la Arqueología


Histórica Latinoamericana lleva por subtítulo Experiencias Comparti-
das. El mismo alude a la intención que alienta a esta publicación:
intercambiar avances en el campo disciplinar y desarrollar un horizonte teóri-
co-epistemológico que lo afiance en nuestro continente.
En ese sentido, se llevó a cabo el Segundo Simposio en Rosario,
Santa Fe, Argentina, con la participación de importantes investigadores cuyas
ponencias se publican parcialmente en este número.
La Arqueología Histórica comprende un aparato conceptual, un cor-
pus metodológico y una práctica que se fue demarcando a medida que, en
forma experimental, un conjunto de arqueólogos se aventuró a ensayar la
combinación de registros de cultura material y de sitios con documentación
histórica. Sea que se la considere una extensión del oficio tradicional o que
comporte una nueva sociedad entre arqueólogos e historiadores, lo que im-
porta es que se abre a un nuevo tipo de representación sobre el pasado. Es de-
cir, se reditúa la discusión sobre la historia y la arqueología positivistas, sobre
la narrativa articulada en torno a los sucesos pretéritos, sobre la originalidad
de la teoría y de los esfuerzos explicativos así como del papel del lenguaje en
la conversión de los datos en texto.
Los editores esperan que este volumen contribuya a tan interesante
esfuerzo.

Ana María Rocchietti


Directora
Centro de Estudios de Arqueología Histórica

9
ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA,
POLÍTICAS Y PRÁCTICAS CULTURALES EN COLOMBIA

Monika Therrien1

Resumen
El repaso de más de 20 años de investigaciones en el campo de la arqueo-
logía histórica en Colombia, permiten presentar una reflexión sobre el conocimien-
to que se ha venido construyendo paulatinamente, bajo un denominador común, dar
cuenta de las trayectorias de las poblaciones que fueron marginadas tanto por los
procesos de colonización e industrialización como por la narrativas históricas desde
los que ejercen el poder. Esta aproximación ha sido posible mediante el uso crítico
de metodologías y de categorías de análisis que difieren de las categorías creadas e
impuestas desde las ideologías dominantes, lo que ha llevado a plantear dinámicas
distintas a sólo mostrar quiénes y cómo alcanzaron el prestigio, ascendieron en las
jerarquías políticas y sociales o acumularon bienes. Se trata de entender cómo en el
contacto relacional, en la conciencia de la existencia y confrontación ante otros, se
configuraron y reconfiguraron socialmente los individuos en busca de su bienestar,
provecho o supervivencia.
Palabras clave: Contacto relacional, Prácticas culturales, Diferenciación social,
Metodología en arqueología, Arqueología histórica en Colombia.

Abstract
The review of more than 20 years of historical archaeology studies in Co-
lombia allows to present the construction of knowledge regarding populations that
became marginal, not only by the colonizing or industrialization processes but also
by the historical narratives built from the view of those exercising their power. This
approach has been made possible by the use of methodologies and analytical cate-
gories that differ from those categories created and imposed by dominant ideolo-
gies, and it has in turn lead to propose other explanations, different from those that
account for the elite that acquired prestige, ascended in the political and social hi-
erarchies or accumulated goods. It is all about understanding how within relational
contacts, the conscience of the existence and confrontation of others, individuals
organized or reorganized themselves socially looking towards their welfare, benefit
or survival.
Key words: Relational Contacts, Cultural Practices, Social Inequality, Methods in
Archaeology, Historical Archaeology in Colombia.

1
Directora Fundación Erigaie, centro de investigación autónomo reconocido por Colciencias,
www.erigaie.org.

11
Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

Sobre conceptualizaciones y categorizaciones en arqueología

Uno de los principales propósitos de los estudios de arqueología histórica


realizados en Colombia, ha sido el de enfatizar en las consecuencias que introdujo
en la espacialidad y las prácticas el contacto relacional2 entre europeos, amerindios
y africanos traídos al continente (Therrien 1991, 1997, 1998a, 2002a, 2007a) o la
industrialización y la conformación del nuevo estado nacional (Gaitán, 2001; The-
rrien, 2007b), y así identificar los cambios y las nuevas configuraciones sociales
que emergieron en estos contextos. El énfasis se ha dirigido particularmente a en-
tender e interpretar las evidencias arqueológicas bajo conceptos y categorías analí-
ticas que conduzcan a evidenciar los desarrollos propios de estas poblaciones frente
a la estructura dominante, y con ello demostrar una trama más compleja entre los
individuos que confluyen en estos espacios de contacto y sus roles bajo el dominio
colonial (Lobo Guerrero, 2002; Ome, 2006; Therrien, 2002b, 2008b; Therrien y
Pacheco, 2004) y de la nueva sociedad republicana (Gaitán, 2002; Therrien, 2004,
2007b, 2008c).
Ello ha llevado a cuestionar las metodologías que pueden y han sido im-
plementadas en los estudios realizados desde la arqueología histórica y su coheren-
cia con esta postura. El examen a los métodos de análisis usados en arqueología (de
excavación, identificación, clasificación, categorización, cuantificación, espaciali-
zación), demuestra cómo, en su mayoría, se han diseñado asumiendo las culturas
como unidades discretas y homogéneas que imponen, ceden o pierden sus condi-
ciones singulares, y que en el caso del territorio americano se traducen en identifi-
car a los blancos/europeos, indios, negros y mestizos, o dar cuenta de los entes
abstractos entre los que se disputan y ejercen el poder (la Corona Española, la Igle-
sia, el Estado, el Capitalismo, el Pueblo de Indios o Resguardo, la Esclavitud, la
Empresa). Como bien lo señala García-Canclini, el poder no debe ser entendido
como “bloques de estructuras institucionales, con tareas preestablecidas -dominar,
manipular-, o como mecanismos para imponer el orden de arriba abajo, sino más
bien como una relación difuminada en todos los espacios” (García-Canclini, 1988:
474).
En este sentido, para evidenciar cómo el contacto relacional despliega un
complejo entramado social, pero que desde los estudios arqueológicos ha sido invi-
sibilizado o silenciado por cuanto los análisis se fundamentan en las estructuras
dominantes del esquema colonial, y por ende en sus ideologías discursivas, se parte
de construir categorías y aplicar técnicas analíticas que permitan entender desde la
evidencia arqueológica los fenómenos de configuración y reconfiguración sociales,
como producto de alianzas, desavenencias, creencias, espacialidades o de la vio-
lencia física o simbólica, entre individuos que buscan afianzar una estabilidad y
provecho en una nueva sociedad emergente. Con ello se plantea la organización e
interpretación de los datos, a la luz de las prácticas, significados y valores asocia-

2
Se retoma lo planteado por Alejandro Grimson, cuando señala que no es posible comprender a una
sociedad humana por sí misma, ni ella misma podría entenderse sino en relación a otras, pues es en la
interacción que se “perciben, sienten y definen como diferentes” (Grimson, 2000: 14).

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

dos a la cultura material, en aspectos como el cuerpo, el régimen de propiedad, el


urbanismo, la arquitectura, los rituales, la familia, los oficios, el trabajo, entre
otros.

El poder de los discursos y las prácticas culturales desde la arqueología histórica

El estudio arqueológico llevado a cabo durante la intervención arquitectó-


nica de la Casa Museo Quinta de Bolívar, es un buen ejemplo de análisis de estas
reconfiguraciones sociales y de las categorizaciones que permiten observarlas.
Durante el proceso de restauración del inmueble se obtuvieron de un aljibe un gran
cúmulo de objetos que permitieron ahondar en las diferentes funcionalidades de la
casa a lo largo del siglo XIX: cuando el libertador Simón Bolívar vivió por tempo-
radas y amenizó fiestas, luego en su uso como casa campestre familiar y hasta del
funcionamiento allí de una fábrica de cerveza, periodización que en muchos casos
se convierte en el propósito central de las excavaciones arqueológicas. No obstante,
aquí el análisis se centró en los gustos y aspiraciones modernizantes de sus ocupan-
tes (Gaitán, 2001), por lo cual este giró en torno a uno de los aspectos más sobresa-
lientes asociados a las progresivas nociones de higiene, introducidas en Colombia
durante el siglo XIX, el cuidado del cuerpo; del cual es posible observar cómo
surgen nuevos elementos que llevan a distanciar y distinguir unas capas de la so-
ciedad de otras. En particular, la sanidad y la belleza, elementos discursivos que
aún hoy rigen el manejo de la farmacéutica y la cosmética se hicieron evidentes a
través de frascos de esencias y perfumes, potes de crema facial, cepillos de dientes,
brebajes medicinales, loza blanca perlada, porcelanas de vírgenes, desechados en
las décadas de 1870-80. Estos indican cómo se arraigaron las ideas modernas de
bienestar,, de la apariencia de la templanza y de las buenas maneras, en ciertas
capas de la sociedad, denotando el cambio estructural que comenzaban a experi-
mentar los individuos luego de la disolución del régimen colonial, la apertura al
capitalismo y la modernización (Gaitán, 2002).
Así mismo, es posible desde la arqueología histórica hacer otros segui-
mientos a estas ideas de higiene a través de uno de los elementos vitales para la
ciudad: el agua, y examinar el manejo de esta., pues no existen registros sobre cuá-
les eran las políticas de accesibilidad, administración y cuidado del líquido. Las
excavaciones arqueológicas realizadas en gran parte de la manzana que ocupa ac-
tualmente la alcaldía de Bogotá, hicieron posible el hallazgo de una gran profusión
de implementos de la época colonial asociados a este recurso (Fundación Erigaie,
2007). Los vestigios señalan cómo desde el siglo XVI algunas viviendas, erigidas
en esa manzana, contaron con la conducción directa de agua, mediante atanores o
tubos elaborados en cerámica, aunque la práctica más común consistía en comprar
el líquido traído por los aguadores, quienes llenaban sus cántaros en las pilas públi-
cas y las transportaban en sus espaldas; en las casas el agua era almacenada en
tinajas y botijas dispuestas para su consumo en distintos espacios.
Probablemente la introducción de las ideas sobre los miasmas, a finales de la
época colonial y luego los discursos de higiene, introducidos en la época republicana,

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Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

fortalecieron el uso de sistemas de acueductos, en forma de cañuelas construidas con


ladrillos y lajas de piedra que las tapaban, lo que permitió aumentar la presencia de
pilas de agua, albercas y letrinas en los patios de la viviendas. No obstante, las evi-
dencias arqueológicas demuestran que estos acueductos fueron precariamente elabo-
rados, por lo que el agua conducida en ellos debía ser uno de los principales factores
causantes de desordenes estomacales e intestinales. La industrialización facilitó la
creación de tanques de almacenamiento y la incorporación de tuberías de gres, con lo
cual se fueron mejorando las condiciones de pureza del agua, además de lograr am-
pliar la red a más sectores de la ciudad. De manera paralela, la distribución de sanita-
rios, como los producidos en la fábrica de Faenza (Peña s.f.), facilitó a unos pocos
contar con ellos, lo que, junto con las redes de acueducto y alcantarillado, condujo a
incorporar el baño dentro de la vivienda, un elemento moderno que contribuyó a
reafirmar las ideas de higiene, de intimidad y de asco.
De igual manera, desde la arqueología histórica se ha evaluado el impacto
causado por los discursos de progreso y modernización en las diferentes capas de la
sociedad, pero no solo como modeladores de las políticas y estrategias del despe-
gue de una economía de mercado nacional y su inserción en el ámbito internacio-
nal, sino de las prácticas cotidianas. Más allá de un posible análisis económico de
un incipiente caso de industrialización en Colombia, la aproximación arqueológica
a la fábrica de loza, establecida en Bogotá a comienzos del siglo XIX, permitió
examinar otros aspectos que hacen evidente sus consecuencias, en los patrones de
urbanismo de la ciudad y en las ideas de urbanidad con la producción de los bienes
(Therrien, 2007b). El estudio de la implantación de un modelo inglés de fábrica en
un sector deprimido de Bogotá, muestra la intención de introducir una nueva espa-
cialidad laboral y habitacional en un espacio considerado por prominentes miem-
bros de la elite política y socioeconómica como un área peligrosa y sin control,
convirtiendo a la fábrica en un instrumento para disciplinar y civilizar su entorno,
en consonancia con sus ideales cosmopolitas (Therrien 2004). Así mismo, la lectu-
ra arqueológica de las estructuras de la fábrica demuestra cómo se diseña para vigi-
lar el área de producción, mediante la creación de espacios individualizados para
cada etapa de la elaboración de la cerámica (modelado, pulido, esmaltado, decora-
do, etc.) y constreñir la circulación de los trabajadores.
Del análisis que se desprende de los numerosos productos defectuosos, se
evidencia el agobio y la ansiedad que la producción industrial de loza debió causar
a los operarios, por la falta de capacitación y destreza para elaborarla así como por
los horarios y ritmos de trabajo que demandaba el “progreso”; mientras que las
bajas proporciones de esta loza en el registro arqueológico por fuera de Bogotá,
indican las penalidades que sufrió el propietario por la falta de vías de comunica-
ción para comercializar sus productos en el mercado nacional y competir con los
bienes importados (generalmente los más preferidos). Varias colecciones que aún
existen de esta loza denotan el aprecio del consumidor, por lo que significó para la
sofisticación de los gustos, maneras de mesa y etiqueta modernos (Lamo y The-
rrien, 2001; Therrien, 2008c), y como estrategia de distinción ante un mercado que
inundaba y popularizaba estos productos.

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Si bien existieron estas maneras conscientes de establecer distinciones,


existen otros ejemplos de cómo, sin necesidad de apelar a la violencia física o
simbólica, se indujo la hispanización de las costumbres, específicamente en las
maneras de mesa, entre amerindios y africanos durante la época colonial. Los casos
del Colegio de la Compañía -claustro de San Pedro Claver- (Therrien, 1998b,
2001), del Convento de Santo Domingo (Therrien et al., 2000) y de las lozas pro-
ducidas en la isla de Tierra Bomba (Fandiño, 2000) en Cartagena de Indias, señalan
que no fue una actuación intencional la que provocó la transformación de ciertos
hábitos cotidianos de amerindios y esclavos africanos. El estudio de los hábitos
como comer, rezar, curar o vestir permite entender, a través de elementos no tan
obvios pero mucho más comunes, las maneras cómo en el día a día en contextos
plurales -en este caso de interacción entre religiosos, esclavos africanos y amerin-
dios-, se realizan y terminan por imponerse unas prácticas sobre otras (Lightfoot et
al., 1998), aunque continuamente se negocian los sentidos y valores que se otorgan
a estas entre quienes convergen en estos contactos relacionales.
A partir de la evidencia material obtenida en las excavaciones fue posible
identificar y clasificar la cerámica producida localmente, en la hacienda de San
Bernabé de propiedad de los jesuitas, hoy clasificada como tipos Mayólica Carta-
gena y Cartagena Rojo Compacto (con sus variaciones) (ver Therrien et al., 2002).
En dicha hacienda los religiosos establecieron un tejar y una fábrica de loza, apa-
rentemente exitosos, dada la presencia de sus productos en todas las excavaciones
arqueológicas efectuadas en la ciudad. Así mismo, esta loza se usó en un territorio
más amplio que el de Cartagena, pues también se ha identificado material muy
similar en Venezuela (en el Estado de Falcón) y en islas del Caribe como Cuba
(material del Gabinete del Arqueólogo de La Habana).
Al sumarse a estos resultados el estudio del material cultural del antiguo
convento de Santo Domingo, el marcado contraste de las evidencias de uno y otro
sitio arqueológico llevó a observar otros aspectos interesantes que han contribuido
con plantear otra mirada a los habitus configurados en la evolución de las pobla-
ciones presentes en la ciudad.
En primer lugar, se destaca la distinción en el menaje cerámico identificado
entre una y otra comunidad. Como puede ser obvio, entre los jesuitas es abundante
el material producido en la fábrica de su propiedad, el cual cubría prácticamente
todas sus necesidades: bacines, platos pandos y hondos, tazas, jarras, condimente-
ros, aguamaniles, etc., mientras que en menor proporción se encuentran materiales
importados, de la tradición indígena y de la africana. Por el contrario, entre los
dominicos se encuentra que para suplir las demandas del servicio de aseo, cocina y
el consumo de alimentos, se usaron en mayor proporción elementos importados de
Europa e incluso de China, mientras que para cocinar y almacenar los ingredientes
se usaron mayoritariamente objetos de la tradición indígena y africana; la loza je-
suita esta prácticamente ausente del registro.
En segundo lugar, se estableció una marcada diferencia en las dietas ali-
mentarias en una y otra comunidad religiosa. Entre los jesuitas se evidencia una
mayor proporción de consumo de fauna bovina, de preferencia cortes asociados

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Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

con la preparación de caldos, sopas y estofados (consumida en la loza producida


por ellos) (Therrien, 1998b, 2001), lo cual se ha asociado con la dieta propia de los
religiosos y de los jóvenes hijos de españoles y criollos instruidos en su Colegio,
pero así mismo, es la que se proporcionó a los africanos traídos al mercado esclavo
consolidado en Cartagena y que venían maltrechos por el largo viaje (Therrien,
2002b) como también a los esclavos que trabajaron en el tejar. Ello contrasta con la
dieta identificada en el convento de Santo Domingo, donde los restos de fauna
evidencian el consumo de aves, pescados, tortugas y otros animales silvestres, pro-
bablemente obtenidos como parte de un tributo rendido por los indígenas adoctri-
nados por los dominicos (Therrien, 2003a, 2007a).
Ahora bien, estas marcadas discrepancias, en un estamento de la sociedad
colonial que se supone homogéneo, el de las comunidades religiosas, permite afir-
mar que las formas de distinción social y diferenciación cultural que se fueron
construyendo en Cartagena, no deben necesariamente explicarse mediante una idea
simple de acumulación o de opulencia, interpretada bajo una lógica capitalista ac-
tual, sino contextualizarse en las confrontaciones de prácticas, principios, ideolog-
ías, éticas o las estrategias usadas por unos y otros para sobrevivir y sobresalir en
una sociedad en continua configuración. Es así como, más que hablar de conforma-
ción de elites y opresión de marginados, o de blancos, negros e indios y religiosos,
políticos, comerciantes, se analiza una compleja trama en este contacto relacional,
entre unos y otros, que ofrecía ventajas para beneficiarse en lo espiritual, social,
económico, político, en la calidad y condiciones de vida o para lograr una combi-
nación de estas, lo que conducía a marcar las distinciones, diferenciaciones y for-
mas de excluir de estos beneficios a quienes no se aliaran o sujetaran a las reglas de
juego (Therrien, 2003a, 2007a).

Los impactos de las políticas culturales y las evidencias arqueológicas

Además de identificar consecuencias de los discursos, la arqueología histó-


rica igualmente puede encauzarse a verificar el impacto que las políticas culturales 3
generan en la sociedad y el territorio, mediante la propagación de normativas e
instituciones, y en las prácticas que de estas derivan. En esta dirección se han
orientado algunas de las investigaciones realizadas en el centro histórico de Bo-
gotá: verificar las formas de implementación de la política del urbanismo hispa-
noamericano (Salcedo 1996, 2008), fundamento del habitar la ciudad colonial y en
tanto espacio para instituir la polis (policía) y civitas (civilidad) entre sus poblado-
res (Therrien et al. 2003a); y de la política de la casa, como base de la organización
de la sociedad colonial (Therrien et al. 2003b, Therrien y Jaramillo 2004), median-
3
El sentido de política cultural se retoma aquí de lo planteado por Arturo Escobar “...significa que la
cultura, entendida como concepción del mundo y conjunto de significados que integran prácticas
sociales, no puede ser comprendida adecuadamente sin la consideración de las relaciones de poder
imbricadas en dichas prácticas. Por otro lado, la comprensión de la configuración de esas relaciones
de poder no es posible sin el reconocimiento de su carácter “cultural” activo, en la medida que
expresan, producen y comunican significados. Con la expresión de política cultural nos referimos,
entonces, al proceso por el cual lo cultural deviene en hechos políticos” (Escobar, 1999: 135).

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

te la institucionalización del modelo europeo de familia, la monogamia y la cris-


tiandad (Cruz, 2011).
Las investigaciones arqueológicas de casi una cuadra entera (Fundación
Erigaie, 2007) y de 10 inmuebles, situados en distintos puntos del centro histórico
de Bogotá (Lobo Guerrero y Gaitán, 2008; Therrien et al., 2003a), así como el aná-
lisis de documentos de archivo (Therrien, 2008b), condujeron a rectificar y ratificar
varias ideas acerca de la fundación y el poblamiento de la ciudad colonial. Particu-
larmente mediante las evidencias se buscó entender la creciente conciencia de lo
público, lo privado y lo íntimo: la evolución de la espacialidad de las edificaciones
urbanas y cómo variaron las ideas sobre la casa, entendida tanto como vivienda y
familia, acorde con lo estipulado por las instituciones oficiales de la Corona y la
Iglesia, la distribución en estas de todos los que la habitaban y las actividades de-
sarrolladas dentro de la mismas (Therrien y Jaramillo, 2004), así como la relación
existente entre la casa, la calle, la manzana y la ciudad (Fundación Erigaie, 2007;
Therrien, 2003b).
Por un lado, se planteó a partir de los rasgos y materiales culturales obteni-
dos, que Santafé de Bogotá fue erigida en el mismo emplazamiento actual (alrededor
de la plaza mayor) y que, frente a la reiterada versión sobre las posición estratégica
de ilustres casas de españoles y de las instituciones coloniales en el entorno inmedia-
to a la plaza, en ella tuvieron también presencia comerciantes, mestizos, soldados,
mientras la iglesia catedral sólo sería construida, tras varios intentos fallidos, casi
medio siglo después. De otra parte, las excavaciones aportaron evidencias de la pre-
sencia de menajes domésticos con una alta proporción de enseres de tradición indí-
gena como criolla4, en un escenario de interacción más interdependiente y diverso
del que se ha querido admitir (Lobo Guerrero y Gaitán, 2008; Ome, 2006; Therrien,
1998a), y cuya manifestación más notable son las novedosas variaciones que presen-
ta la cerámica.
Más recientemente, el estudio arqueológico ha llevado a reivindicar, desde
las políticas actuales de reconocimiento de la diversidad cultural, que la historia de
Santafé de Bogotá, hoy centro histórico de la ciudad, no es la misma historia de los
pueblos que luego fueron conurbados a esta hace apenas 60 años. Sin embargo, la
fuerza de las narrativas del dominante aún vigentes hoy, han llevado a supeditar y
prácticamente borrar las dinámicas propias de los asentamientos indígenas durante
casi dos milenios, y las reorganizaciones de su territorio en el contacto con los
europeos y en la incorporación, en 1954, como terrenos urbanizables del distrito
capital (Therrien, e.p.).
El trazado de los pueblos de indios, la concentración de los amerindios en
estos así como la delimitación de las tierras de resguardo fueron políticas que sólo
se materializarían un buen tiempo después de la conquista y que evidentemente no
alteraron de manera radical ni rápida las prácticas cotidianas. La arqueología des-
cribe dinámicas diferentes a las que expone la nueva historia social, a las que invi-
sibilizan la historia del arte y la arquitectura, y las que desestima la arqueología
4
Por tradición criolla se entiende el material producido localmente pero siguiendo las pautas españo-
las (ver más en Therrien et al., 2002).

17
Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

prehispánica. Ello se demuestra en el estudio del pueblo de indios de Gachantivá,


el cual aporta evidencias sobre la implantación de la traza hispana, su adecuación a
las circunstancias del terreno, la distribución de la población y las actividades de-
sarrolladas allí. Pero es un sitio en donde las interpretaciones arqueológicas sobre
el devenir de los amerindios cambia totalmente respecto a las perspectivas anterio-
res, por cuanto se asume su rol como agente activo capaz de afrontar y sobrevivir
bajo este nuevo orden territorial y social, proceso planteado como respuestas cultu-
rales a la dominación europea (Lobo Guerrero, 2001).
Frente a estas políticas de ordenamiento del territorio impuestas por la Co-
rona, se evidencia desde la arqueología la continuidad de las labores domésticas, en
las que se mantuvieron ciertas prácticas mientras otras fueron adaptadas e incorpo-
radas, como las celebraciones cristianas, convirtiéndose en los nuevos contextos de
uso y sentido (Lobo Guerrero, 2000, 2002; Londoño, 2010; Ome, 2006; Therrien,
1991, 1996). Así lo indican también los materiales de descarte de un taller de
cerámica, situado en los límites del resguardo indígena de Ráquira y alejado del
pueblo de indios (Therrien, 1991), cuyo análisis permitió observar la permanencia
de la alfarería tradicional y de la loza producida en ella. Las pocas alteraciones
respecto a las técnicas de manufactura prehispánica y de las vasijas con que se dotó
el menaje doméstico y utilitario necesario para las labores de cocina, de transporte
y consumo de alimentos y bebidas, y para la celebración de rituales agrícolas auna-
dos a las fiestas católicas, ayudaron a incrementar la demanda de estos productos y
con ello garantizar su continuidad (Therrien, 1991, 1996).
Otras son las cuestiones que, a propósito de estas políticas culturales y en
particular las del régimen colonial, pueden enfrentar los arqueólogos en escenarios
como los palenques de esclavos africanos huídos, las haciendas, plantaciones y
minas. El relato monumentalizador también invisibilizó la espacialidad de las po-
blaciones marginales y sublimó la arquitectura de las casas de hacienda, de las
capillas y de los templos erigidos para el adoctrinamiento, las edificaciones asocia-
das a héroes nacionales al declararlos patrimonios nacionales (Therrien, 2008a),
mientras que la nueva historia social volcó la mirada hacia los amerindios y africa-
nos, pero por fuera de sus pueblos y palenques, buscándolos en los latifundios, las
minas y las ciudades, para demostrar su sometimiento. El reto planteado por los
recientes estudios arqueológicos se aviene a una aproximación a estos potenciales
sitios arqueológicos, pero en busca de los espacios de interacción, el contacto rela-
cional, en los que se hagan evidentes las estrategias de poder, los estilos de vida,
las lógicas prácticas y la construcción de identidades (Buitrago, 2010; Caicedo,
2006; Mantilla, 2012; Suaza, 2006, 2007; Therrien, 2002), para dejar de reproducir
la narración de dominantes y pasar a cuestionar sus ontologías (Londoño, 2010).

La cuestión del método en la arqueología histórica

Algo crítico en la arqueología, cuando se examinan estas situaciones, es lo


difícil que resulta para los investigadores evitar afiliar las evidencias con las cate-
gorías históricas usadas para identificar a los actores; categorías producidas por las

18
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

ideologías políticas dominantes (blanco, negro, mestizo, criollo, indio, etc.) o para
signar las relaciones de dominación (conquistador, encomendero, hacendado, mita-
yo o esclavo); y es frecuente encontrar cómo los arqueólogos las asumen como
expresiones desprovistas de su carga de poder. Ello se hace evidente cuando este
razonamiento se aplica en la identificación, análisis e interpretación de los materia-
les presentes en los espacios de interacción: de manera simplista se asume que el
material europeo ‘demuestra’ la pertenencia al europeo o criollo y por lo demás
pudiente, y así mismo, es usado como índice de diferenciación socioeconómica
entre unidades culturales (blancos, indios y negros). Por consiguiente, también se
concluye que una mayor proporción de artefactos foráneos es indicador del grado
de influencia del estilo de vida español, a su vez que de la aculturación pasiva del
dominado. La situación contraria, cuando estos materiales están ausentes o apare-
cen en baja proporción, lleva a suponer que se trata de un sitio prehispánico o bien,
en los casos en que si se tiene en cuenta la contemporaneidad del material europeo
con el nativo, se interpreta como de amerindios o africanos sin que se asuma que
también pueden hacer parte del menaje de criollos, españoles y mestizos, tanto en
áreas rurales como urbanas.
Esta paradoja es más evidente cuando en los sitios donde aparecen materia-
les de unos y otros, los arqueólogos de hecho los clasifican separadamente como
los ‘prehispánicos’ y los ‘coloniales’-‘modernos’-‘recientes’ (términos usados in-
distintamente para los materiales o los sitios); adicionalmente, estos últimos se
registran como artefactos corrientes introducidos con la expansión europea o pro-
ducto de las basuras contemporáneas (ver por ejemplo Fajardo, 2011). En estos
casos, a pesar de que la colonización alcanzó a la mayoría de grupos de amerindios
en Colombia y que ello generó la coexistencia y convivencia de poblaciones de
procedencias distintas, es frecuente observar cómo el arqueólogo crea un límite
arbitrario e imaginado entre las evidencias de lo ‘indígena’ (prehispánico) y lo
‘moderno’(europeizado), y es incapaz de aplicar el mismo marco teórico que lo
lleva a analizar relaciones de poder, la capacidad de agencia o de negociación de
estatus en el seno de los grupos amerindios antes de la conquista. No se analizan
estos contactos para verificar procesos semejantes, ante impactos de políticas como
el urbanismo hispanoamericano, el adoctrinamiento católico o la configuración de
un modelo de familia durante la colonización española, de la higienización o la
homogenización de la producción en el proceso de industrialización; simplemente
se da por hecho el cambio como producto de la pasividad del subordinado ante
fuerzas exógenas5 en un contexto de empobrecimiento cultural absoluto.
Bajo estas disquisiciones, a veces densas o complejas, subyacen preocupa-
ciones que aparentan ser más banales, pero que finalmente conducen a reflexionar
sobre cómo actúa en el día a día el proceso de contacto y configuración de relacio-

5
Adicionalmente, preocupa lo insuficientes que pueden ser algunas de las metodologías que estos
arqueólogos aplican para definir e identificar los periodos prehispánicos, denominados tardíos o
recientes, y las cuestiones respecto a las razones de la configuración territorial de estos ¿qué tanto
realmente pueden ser producto del contacto europeo y de las políticas de reducción de sus asenta-
mientos?

19
Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

nes entre poblaciones que se perciben y definen como difentes, y qué nuevas es-
tructuraciones derivan de ellas: en los oficios, las formas de habitar, las creencias y
costumbres, en los rituales o las prácticas asociados. Por ejemplo, en el análisis de
los materiales culturales es inevitable observar cómo los utensilios de cerámica
(jarros, cántaros, cuencos, platos, tazas, ollas, tinajas) que siguen las tradiciones
tecnológicas y estilísticas de los tipos amerindios prehispánicos, y que han sido
excavados en las ciudades y villas españolas, dentro de casas y conventos, presen-
tan un mayor refinamiento en su elaboración que aquellos encontrados en los pue-
blos de indios. El análisis más detallado de uno de estos tipos cerámicos, el ‘des-
grasante tiestos’ (que para la época prehispánica se identifica como Guatavita Des-
grasante Tiestos -GDT-, por ser el primer lugar donde fue hallado por Broadbent,
1986), así lo evidencia (Ome, 2006).
Durante la época prehispánica, los múltiples objetos producidos mediante
esta técnica particular (entre cuyos distintivos está incluir tiesto molido en la arcilla
para darle mayor maleabilidad) han sido identificados según su uso: en contextos
domésticos y en el ámbito ritual (funerario y ceremonial); estos últimos identifica-
bles por su fina decoración. En la ciudad de Santafé de Bogotá, esta técnica sigue
apareciendo luego de la conquista, con variaciones importantes, pues se encuentran
nuevos diseños florales, aunque conservan los mismos colores terrosos, en las ja-
rras, que siguen las formas indígenas y que fueron usadas por los aguadores que
repartían el líquido a domicilio. Por el contrario, el fino estilo decorativo geométri-
co, empleado por los amerindios antes del contacto, se aplica en los bordes de pla-
tos y tazas usados en el consumo de alimentos; estas formas de vajilla no existían
entre los amerindios antes de la llegada de los españoles (Therrien et al., 2002;
Therrien y Jaramillo, 2004).
Estas creaciones y transformaciones se manifiestan también en Villa de
Leyva, donde existe un reducido conjunto de materiales que muestra los intentos de
mezclar las técnicas decorativas de las tradiciones nativas y europeas, y que resulta
en novedosas expresiones materiales. Paralelo a ello, en el pueblo de indios de
Gachantivá (Lobo Guerrero, 2000) o en los desechos del taller del resguardo de
Ráquira (Therrien, 1991), se evidencia una baja interacción entre los amerindios y
los europeos que condujera a generar nuevos estilos de menaje doméstico y ritual.
La alfarería presente en los pueblos de indios es más bien conservadora, a pesar de
la introducción de los ritos y festejos católicos, y guarda más fielmente las técnicas
y formas tradicionales, aunque menos decoradas, alentada y mantenida por las
prácticas domésticas y la continuidad de los ciclos y celebraciones agrícolas (The-
rrien, 1996), como se mencionó anteriormente.
Estos mismos patrones se evidencian en los sitios en que confluyen pobla-
ciones africanas, amerindias y europeas. La mezcla de las técnicas y los estilos
(forma-decoración) son abundantes y responden a las múltiples necesidades que
traen las labores domésticas. En las haciendas y conventos de las comunidades
religiosas, se encuentra una rica variedad de utensilios cerámicos derivada de tradi-
ciones africanas, nativas y criollas; más aún, es en estos contextos donde es más
fácilmente observable la impronta de los estilos decorativos africanos (Buitrago,

20
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

2010; Suaza, 2006, 2007; Therrien, 2007a; Therrien et al., 2002) mientras que lo es
en menor proporción en los palenques (Mantilla, 2012). Sin embargo, en el tejar de
los jesuitas donde laboran esclavos africanos los materiales hacen parte de las tra-
diciones europeas pero de producción criolla (Fandiño, 2000), las cuales fueron
introducidas y modeladas por los discursos hispanizantes y adecuadas para las ma-
neras de mesa (platos y tazas), de aseo (los bacines y lebrillos) y de ornamentación
(floreros) de los europeos. Estas variaciones en unos y otros contextos muestran las
diferentes condiciones de vida y prácticas que experimentaron los africanos, lo que
una vez más lleva a señalar lo errado que puede estar un análisis que use un tipo
cerámico para identificar y describir a una población particular.

Los estudios de la arqueología histórica en Colombia

Sólo resta por mencionar que los resultados e interpretaciones enunciados


en este texto son producto de la aplicación rigurosa de métodos y técnicas
arqueológicos que se han ido refinando en aras de fundamentar las explicaciones
que de ello resulta. El meticuloso registro y análisis que demandan los métodos
estratigráficos (Carandini, 1997; Harris, 1989) para aproximarse a la conformación
de los sitios arqueológicos, permite entender la dimensión espacial y temporal de
los eventos y las transformaciones que tuvieron lugar. La continua intervención
humana de los espacios que se habitan produce una conformación compleja de
estructuras, estratos, rasgos y materiales que sólo es posible de interpretar mediante
la aplicación de criterios y modelos que faciliten su lectura (Therrien, 1995, 1997).
Por último, cabe destacar uno de los aportes más importantes en el
contexto latinoamericano de la arqueología histórica desarrollada en Colombia: la
labor de crear criterios para identificar y caracterizar los materiales culturales
(Ortíz, 2009; Therrien et al., 2002), particularmente los producidos localmente
(Fandiño, 2000; Lamo y Therrien, 2001; Lobo Guerrero, 2000; Londoño, 2001,
2006; Ome, 2006; Therrien, 1991, 2007b, 2008a), en consonancia con las
aproximaciones a las prácticas culturales y a lo cotidiano, del rol activo de todos
los actores, tanto europeos como los amerindios o los esclavos africanos (Suaza,
2006, 2007) y como herramienta para cuestionar las posturas eurocéntricas y el uso
de las categorías de las ideologías dominantes, con las que se silencian o
invisibilizan espacios de interacción complejos y se atribuyen roles pasivos
(Therrien et al., 2003b). Es indispensable acometer la tarea de crear los indicadores
para verificar en las evidencias de los sitios arqueológicos, las formas de
materialización de los discursos, políticas y prácticas configurados en escenarios de
contacto. Paradójicamente, este aporte ha sido menospreciado y poco comprendido
en los círculos académicos locales, principalmente porque algunos arqueólogos de
manera intencional o irreflexiva apelan a los dictámenes de los teóricos anglosa-
jones o porque se considera que no conduce a construir teorías científicas; a lo
largo del texto se ha demostrado cuan vital resulta para la reflexión y construcción
de teorías formular debates e interrogantes desde los problemas arqueológicos
locales y las reivindicaciones políticas de sus poblaciones contemporáneas; para

21
Arqueología histórica, políticas y prácticas culturales en Colombia M. THERRIEN

sus respuestas se requiere de metodologías y categorizaciones análíticas propias


que permitan sustentarlas.
Quizás entonces lo más destacable de los estudios arqueológicos históricos
en Colombia, es su interés temprano de intentar mostrar lo que estaba pasando
desde la otra orilla, la del marginal y del excluido, desde la mimesis, la alteridad y
los procesos más impactantes de cambio para todos aquellos que confluyeron en
los contactos relacionales en el continente americano, así como desde la cotidiani-
dad de las transformaciones y variaciones en los roles y las configuraciones y re-
configuraciones sociales que emergieron tras ellos. Y es que las teorías culturales
latinoamericanas desde hace varias décadas han hecho hincapié en mirar desde esta
perspectiva los procesos en que se ha visto inmersa la sociedad en el proceso de
colonización para así reflexionar sobre su necesaria descolonización.

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Recibido: 15 de octubre del 2013.


Aceptado: 31 de octubre del 2013.

25
¡HAY UN BATRACIO EN MI SOPA!
UN MOTIVO TRADICIONAL DEL GOLFO DE GUINEA (ÁFRICA)
EN LA CERÁMICA DE SANTA FE LA VIEJA, ARGENTINA

Carlos N. Ceruti1

Resumen
El motivo ornamental de la serpiente a punto de atrapar una rana que canta descui-
dada, es tradicional en la literatura oral y la cerámica del Golfo de Guinea (actuales re-
públicas de Togo y Benin) al menos desde el siglo XVII, cuando surge el Reino de Da-
homey. Su presencia en un plato de la ciudad de Santa Fe la Vieja (también siglo XVI-
XVII) y en el sitio “Los Zapallos” del Aº de Leyes reafirma la idea de la presencia de es-
clavos de esa procedencia en Santa Fe entre los años 1620 y 1670. Se dan a conocer los
materiales, y se discuten sus relaciones.
Palabras clave: Esclavitud; cerámica afroamericana; Dahomey; Santa Fe la Vieja; Arroyo
Leyes.

Abstract
The ornamental motif of the snake just about to catch a distracted singing frog is
traditional in oral literature and ceramics in the Gulf of Guinea (current republics of Togo
and Benin), at least from the XVII century, when the Dahomey Kigdom arose. Its presence
on a plate belonging to the city of “Santa Fe la Vieja” (also in the XVI and XVII centuries)
and in the site “Los Zapallos” nearby the Leyes stream reaffirms the idea of the presence of
slaves from that provenance in Santa Fe between the years 1620 and 1670. The different
materials are reported and their relationships are discussed.
Key words: slavery; afroamerican ceramics; Dahomey; Santa Fe la Vieja; Leyes stream.

Introducción

La presente comunicación se inscribe en la “Arqueología de la Esclavitud”,


fundada en EEUU en la década de 1960 (Ferreira 2009), temática que forma parte
de nuestro Proyecto como Investigador de CONICET desde hace una década. El
título se origina en una cita de Agustín Zapata Gollán, que expresa:
“Hemos logrado reunir varios fragmentos de un plato en barro cocido con un
engobe rojo como la sangre. Uno de los fragmentos tiene en el borde bien modela-
da una rana y a su lado la cabeza de una serpiente cuyo cuerpo se prolonga en
otros fragmentos. No es, sin duda, parte de la vajilla doméstica. ¿Quién podría
comer en un plato que parece empapado en sangre, con semejantes figuras como
adorno? La serpiente aparece en otros objetos, como el fragmento de la boquilla

1
CONICET. Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Prof. Antonio Serrano” (Paraná, Entre
Ríos). cceruti93@gmail.com

27
¡Hay un batracio en mi sopa! Un motivo tradicional del golfo de Guinea… C. CERUTI

de una pipa que lleva, a todo lo largo, una serpiente bien modelada.” (Zapata
Gollán 1983: 40).
Don Agustín Zapata Gollán no puede ser acusado de animadversión hacia
los africanos y afrodescendientes. De hecho, durante su infancia tuvo un ama de
crianza de ese origen, a la que quería entrañablemente y llamaba “Mamá Faustina”
(comunicación personal 1977). Fue de los primeros en advertir la presencia de
elementos africanos entre la alfarería de Santa Fe la Vieja (siglos XVI-XVII), los
describió brevemente (pág. 39 del artículo mencionado) y formó con ellos una
vitrina especial en el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa
Fe. Escribió, además, un breve capítulo denominado “Los Negros” que se publicó
post mortem (Zapata Gollán 1987). Pero su sensibilidad al respecto no fue suficien-
te para identificar la rana y su amenazante enemigo como obra de africanos, y los
incluyó, sin más, en el rubro “Talismanes” de su publicación de 1983 (Lámina 1a).
Para ser justos, nosotros tampoco fuimos capaces de tal identificación
cuando, siete años antes, trabajábamos con los materiales cerámicos de Santa Fe la
Vieja. Por eso, al describir la pieza, la clasificamos entre la “Cerámica Hispa-
noindígena Polícroma”, y solamente consideramos la posibilidad de correlacionarla
con alguna manifestación indígena local:

“Es una pieza única, que se diferencia… de los restantes materiales de la serie.
(…) La presencia de modelados zoomorfos hace pensar en una posible influencia
de la cultura de Malabrigo, pero se diferencia de ésta [además de las característi-
cas técnicas]… en que las especies representadas (rana cantando, a punto de ser
sorprendida por el ataque de un ofidio, que se acerca reptando y con la boca
abierta), si bien correspondientes a la fauna local, no son de las más comunes en
la cerámica de Malabrigo, y además resalta el hecho de que estén asociadas. Los
fragmentos proceden de la Iglesia de San Francisco (manzana VII a) y de la casa
del general Cristóbal de Garay (manzana XVII a)” (Ceruti y Matassi 1977) (Lámi-
na 1b).

En parte por la carencia casi absoluta de materiales de comparación y bi-


bliografía, en parte porque aún no se había despertado nuestro interés por la ar-
queología afroamericana -como “despertador” actuó Daniel Schávelzon (2001,
2003), a quien siempre estaremos agradecidos- recién en el 2008 localizamos algo
con que correlacionar la pieza en cuestión. Al revisar el Archivo Privado del Prof.
Antonio Serrano, depositado en la Biblioteca Provincial de Entre Ríos (Paraná),
encontramos un artículo periodístico (Almasy 1966) en que se mostraba una alfare-
ra de Dahomey que reproducía motivos tradicionales de su país de los siglos XVI-
XVII, entre ellos la serpiente acechando a la rana (Ceruti 2010) (Lámina 2a).
A la segunda referencia, sin dudas la más importante, accedimos gracias a
una red de libreros que actúan por INTERNET en España, a través de la cual reci-
bimos un libro escrito por un autor dahomeyano educado en Francia, que reproduc-

28
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

ía una calabaza (un “mate” diríamos nosotros) 2, con diversos motivos tradicionales
grabados, entre ellos el que nos ocupa, y su explicación (Quénum 1983) (Lámina
2b).

A B

Lámina 1. A. Fragmento de plato de Santa Fe la Vieja. B. Reconstrucción de forma. Dibu-


jos originales de C. Ceruti (1976). C. Fragmento procedente de Campo Los Zapallos
(Ao de Leyes, Santa Fe)

Finalmente, en la colección Bousquet procedente del Aº de Leyes y con-


servada en el Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” de Buenos Aires, localiza-
mos un fragmento sin número representando una cabeza de ofidio, elaborada me-
diante una tecnología similar al plato de Santa Fe la Vieja (Lámina 1c).

Materiales e interpretación

La pieza que origina este artículo (Lám. 1a y b), está fragmentada (Nº
18012, 44287, 45470 y 44300 del Inventario del Museo “Juan de Garay”, Dpto. de
Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe). Es un plato hondo, “sopero”,

2
La Lagenaria siceraria, llamada a veces L. vulgaris y popularmente “calabaza vinatera” no es ame-
ricana, pero llegó flotando a las costas de México hace al menos 8.500 años (Coe 1962). Se conocen
dos variedades, una africana y otra asiática. La asiática es la que proliferó en América. La africana fue
llevada por los romanos a Europa, de donde deriva su nombre (lagena, en latín, significa “botella”).
Existen lagenarias de todas las formas y tamaños, y fueron empleadas universalmente como recipien-
tes y utensilios de cocina, siempre que no debieran someterse al fuego (Parodi 1966).

29
¡Hay un batracio en mi sopa! Un motivo tradicional del golfo de Guinea… C. CERUTI

forma que se hace popular en España a partir del siglo XV (Ortega Ortega 2002).
En la serie policromada de Santa Fe la Vieja, platos y fuentes constituían el 18%
del total de fragmentos. No difiere por su técnica de elaboración, pasta, cocción ni
A

Lámina 2. A. Madame Derou trabajando, y detalle de su obra (1966). B. Dibujo de Maxi-


milien Quenou (1938)

tratamiento de superficies de otros ejemplares semejantes que 35 años atrás califi-


camos como de elaboración local, procedentes quizás de un taller instalado en el
Convento de San Francisco: el antiplástico es de clastos de cuarzo (arena), opacos,
medianos a gruesos (hasta 9 mm de diámetro) y abundantes puntos blancos, posi-
blemente residuos calcáreos. La técnica de manufactura fue el enrollamiento, y la
cocción, oxidante incompleta. Las superficies están pulidas, engobadas en rojo, y el
borde está dividido en sectores mediante fajas policromadas (línea negra entre dos

30
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

blancas). La escena modelada de la rana y la serpiente era doble, simétrica, y los


relieves estaban acentuados por pinceladas negras y amarillo-anaranjado
(“salmón”) (Ceruti y Matassi 1977; Ceruti 1983 y 2005).
La cabeza de reptil procedente del Aº Leyes (Lám. 1c) conservada en el
Depósito del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” de Buenos Aires (s/n, Cajón
Nº 11), fragmentada, perteneció a una pieza de forma desconocida. Es hueca, con
la boca abierta. Presenta engobe rojo, liso, y los ojos modelados, abultados, con
tratamiento sensiblemente similar a la pieza del Museo Etnográfico de Santa Fe. La
cocción es oxidante incompleta, y fue elaborada a partir de una placa de pasta,
enrollada hasta formar un tubo. El antiplástico se diferencia de los materiales de
Santa Fe la Vieja por la ausencia de arena. En cambio se advierte la presencia de
escasos tiestos molidos de color gris, y abundantes clastos angulosos, blanqueci-
nos, de tamaño variable entre ½ y 3 mm, probablemente de origen calcáreo (tosca
carbonática, o valvas de molusco calcinadas).
El artículo de Almasy (1966) tiene poco texto, pero está ilustrado con exce-
lentes fotografías. Muestra un taller alfarero en Dahomey, donde se elaboran y
reparan piezas; y lo que a nosotros nos interesa particularmente, una ceramista
acuclillada elaborando una vasija de base en pedestal que en la parte superior pre-
senta un motivo escultórico: entre dos figuras humanas (“Los Gemelos”, un motivo
universal, no solamente africano), lo que parece un largo cuello con las figuras
modeladas de la rana y la serpiente. El epígrafe dice: “Madame Derou, una de las
más prestigiosas ceramistas de Dahomey. La mayoría de sus trabajos se inspiran en
obras de su país que datan de los siglos XVI y XVII” (Lámina 2a).
La obra de Quenum (1983 3ra. Ed.), escrita en francés, es notable por mu-
chos aspectos. Su autor es un etnólogo laureado por la Academia Francesa, pero
perteneciente a la etnia fon, criado en el seno de su pueblo y que habla la lengua
local. Como él mismo plantea en el Prólogo, una de las desgracias de Dahomey
(además de las reyertas entre diversos príncipes locales, el esclavismo y la invasión
y reparto del territorio entre franceses, alemanes e ingleses), ha sido la falta de
conocimiento del lenguaje local por parte de quienes escribieron sobre el antiguo
reino y sus costumbres. La edición original es de 1938, posterior al reparto de Da-
homey entre franceses (Benín), alemanes (Togo) e ingleses (parte limítrofe de Ni-
geria), pero anterior a la transformación de las antiguas colonias en “Repúblicas
Democráticas”, que en general combatieron o directamente prohibieron las cos-
tumbres y los cultos populares, en especial el vudú.
Yendo al tema que nos ocupa, dice el autor que las representaciones figu-
radas en Dahomey no se diferencian como “obras de arte”, “artesanías” e imágenes
de baja calidad. Todas están vinculadas a un “mensaje” que es conocido y se
transmite oralmente, y es este mensaje el que valoriza a la pieza originando tres
tipos de imágenes: religiosas (las representaciones directas de los dioses interme-
dios del vudú, como Mami Wata, la “madre del agua”); profanas (por ejemplo, las
que decoran un tambor no consagrado, que puede utilizarse para ejecutar música,
pero no los “toques” que en el culto sirven para invocar a los dioses), y las mixtas
(como las figuras de animales que decoran el palacio de los reyes de Abomey; no

31
¡Hay un batracio en mi sopa! Un motivo tradicional del golfo de Guinea… C. CERUTI

son sagradas en sí mismas, pero representan el “voudun” propio de cada uno de los
sucesivos gobernantes del Dahomey). Entre las profanas, están también los diver-
sos regalos que se hacen para desear suerte, como las calabazas grabadas. El autor
reproduce una ejecutada antes de 1938, semejante a los “mates” con escenas, pro-
venientes del Perú, que estamos acostumbrados a ver en las Ferias de Artesanías.
Es un recipiente que se abre en dos mitades; está dividido en sectores longitudina-
les, en cada uno de los cuales se desarrolla una escena: cada escena, a su vez, está
vinculada a una frase que todos conocen, y a un significado también de conoci-
miento popular y transmisión oral.
La frase que corresponde a nuestra imagen es, en la lengua de los fon:
“DAN OULI BÉCÉ, ALI I-TO NA SOU DÓ”. Maximilien Quenum, en su meritorio
trabajo, se encarga también de traducirla al francés, y aclarar su significado (Lámi-
na 2b):
 SIGNIFICADO DE LA IMAGEN: una serpiente y una rana.
 SENTIDO ALEGORICO: “Dan ouli bécé, ali i-to na sou dó”, es decir,
“Cuando la serpiente ataque a la rana, pasará un viajero que la liberará”.
 APLICACIÓN: la Providencia vela sobre nosotros. 3

Discusión

La documentación de Santa Fe la Vieja menciona esclavos de dos proce-


dencias: “Guinea” y “Angola”. Guinea, por entonces, no era ninguno de los actua-
les territorios conocidos con ese nombre (República de Guinea, Guinea-Bisseau),
ni siquiera el golfo de Guinea, sino toda la costa de África Subsahariana hasta el
río Congo, donde comenzaba “Angola”, poblada por los bantúes. Cuando los por-
tugueses iniciaron sus viajes de exploración, en el siglo XV, Guinea era un reye-
zuelo que tenía sus dominios en la desembocadura del Níger, y su nombre sirvió
para denominar a todos los territorios que se iban descubriendo. En el siglo XVIII-
XIX, para los africanos y afroamericanos esclavizados y libertos de Brasil, el Río
de la Plata y otros países de América, “Guinea” era sinónimo de “África”, pero no
el África real y concreta de la que procedían, sino un África ideal, soñada, una
utopía que pugnaban por reconstituir en América con los fragmentos de identidad
rescatada trabajosamente, mezclados y sincretizados.
Detrás de la costa conocida por los portugueses, en el interior de África,
existía un conglomerado de etnias con distinto nivel de desarrollo político y cultu-
ral, que hablaban lenguas pertenecientes a troncos diversos. Algunas de estas etnias
llegaron a constituir Estados, cuyas características todavía son tema de discusión
entre arqueólogos, antropólogos e historiadores, extendiendo su dominio por vastos
territorios, absolutamente desconocidos para los europeos. Uno de estos reinos era
el de Allada (Adra en las crónicas occidentales), correspondiente a la etnia adjá.
Según una de las leyendas de origen, durante un paseo con su comitiva la pareja
real encontró un bebé que era protegido por una pantera, o leopardo hembra. Adop-

3
En francés en el original. Trad. Nora M. Giacomino y Carlos N. Ceruti.

32
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

tado por los reyes, el chico creció y recibió el nombre de Agassou, el “hijo de la
pantera”. Otra versión, habla de una princesa embarazada por una pantera macho, y
de un hijo con aspecto terrorífico, con largas uñas y cabellera rubia. Agassou, o su
descendencia, impedidos de acceder al trono por su origen, optaron por alejarse
hacia el este, fundando un nuevo reino subordinado a Allada que denominaron
Dahomey, en la zona central de lo que hoy es la República de Benín. Sus seguido-
res, con el tiempo, originaron la etnia fon.
En el siglo XVII, Dahomey se liberó de su dependencia del reino de Alla-
da, y constituyó un Estado poderoso, que llegó a tener más de un millón de habi-
tantes y un ejército profesional de 12.000 guerreros, 5.000 de ellos mujeres (“ama-
zonas”). Los etnógrafos clásicos, como Murdock (1945) describieron la estructura
del reino, la existencia de una clase social parasitaria compuesta por “príncipes” y
“princesas”, sacerdotes y funcionarios que duraban lo que un “Rey”. A su muerte,
eran generalmente sacrificados por su sucesor en sangrientas honras fúnebres, o
sufrían la misma suerte al caer en desgracia como ministros o cortesanos. Al tomar
contacto con las naciones europeas, los gobernantes de Dahomey, que vivían en
guerra constante con otros reinos vecinos, como el de Benín o el de Oyo (yorubas
de Nigeria) o con el de Ashanti, en Ghana, encontraron más redituable vender los
prisioneros de guerra y cortesanos sobrantes que sacrificarlos. En el siglo XVIII, el
esclavismo y la venta de esclavos ya constituían la base económica del reino, su-
perando al tributo o la agricultura. En el siglo XIX, al decaer la venta de esclavos,
un rey de Dahomey descubrió la importancia que tenía para los europeos el aceite
de palma, usado como lubricante por la creciente Revolución Industrial, lo que le
permitió subsistir un siglo más, hasta la ocupación final por los colonialistas fran-
ceses, alemanes e ingleses. Volviendo al siglo XVII, en tanto, es posible que uno o
varios de estos ex funcionarios o artistas-sacerdotes procedentes de “Guinea” en
sentido amplio (puntualmente, Dahomey, actual República de Benín), llegaran a
Santa Fe la Vieja y fueran empleados como alfareros en un taller regenteado por la
Orden Franciscana, lo que explicaría el motivo de la rana y la serpiente y daría, al
mismo tiempo, sentido a este trabajo (Wikipedia, artículos Abomey, Benín, Gui-
nea, Nagó, Reino de Dahomey, Reino de Benín, Togo y Yoruba, 2013).

Conclusiones

Podemos extraer las siguientes conclusiones:


• La pieza procedente de Santa Fe la Vieja es de origen local.
• Representa un modelo exógeno, cuyo origen está en el Golfo de Guinea,
probablemente en Dahomey (actuales repúblicas de Togo y Benín), donde
permaneció vigente hasta nuestros días.
• Fue elaborada por un artesano africano o afroamericano, posiblemente es-
clavo, que vivió entre 1620 y 1670 y trabajó en un taller instalado en el
Convento Franciscano o en sus inmediaciones.

33
¡Hay un batracio en mi sopa! Un motivo tradicional del golfo de Guinea… C. CERUTI

• La calabaza pirograbada (y quizás el plato de Santa Fe la Vieja) son rega-


los que se hacían deseando suerte: “…así como la rana se salvó de la ser-
piente, que tú puedas evitar los males que te acechan”.
• Corrobora la identidad existente entre modelos ideológicos del Golfo de
Guinea (posiblemente Dahomey), Santa Fe la Vieja y, quizás, “Los Zapa-
llos” en el Arroyo de Leyes (Dpto. San Jerónimo, Pcia. de Santa Fe, Ar-
gentina).

Agradecimientos

A las autoridades y personal de los museos Etnográfico “Juan de Garay”,


dependiente del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe;
y Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, de la Universidad Nacional de Buenos Aires,
que gentilmente facilitaron nuestra búsqueda y autorizaron la publicación de los
materiales cerámicos.
A los responsables de la Librería “El Parnasillo” de la ciudad de Pamplona
(Pcia. de Navarra, España), a cuya profesionalidad y buena disposición debemos la
mayor parte de las obras obtenidas sobre Dahomey.
A mi esposa, Nora M. Giacomino, que colaboró en la traducción del texto
de Quenum, y a mi hijo, Roberto J. Ceruti, autor del Abstract.

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Webgrafía
es.wikipedia.org/wiki/Abomey, Benín, Guinea, Nagó, Reino de Benín, Reino de
Dahomey, Togo, Yoruba. Consultada 8-4-2013.

Recibido: 30 de septiembre 2013.


Aceptado: 20 de octubre del 2013.

35
DE CERVEZA Y ESCLAVOS EN BUENOS AIRES:
EL MERCADO NEGRERO DE RETIRO DEBAJO DE LA FÁBRICA BIECKERT

Daniel Schávelzon1

Resumen
Nunca se había visto una imagen del Mercado negrero de Retiro y la posibilidad
de excavarlo ha desaparecido. El hallazgo de grabados sobre el sistema de sótanos de la
fábrica de cerveza Bieckert que estuviera en el lugar permite ver como eran y tratar de
comprender el funcionamiento de esa construcción que la precediera, única en la ciudad, ya
que funcionaba en su mayor parte bajo tierra. La presencia de la población africana en Bue-
nos Aires ha sido un tema de impacto en la arqueología para la cual toda información sobre
su cultura material, sea hecha por ellos o para ellos, resulta importante, en este caso el ac-
ceder a un sistema de construcciones abovedadas subterráneas extrañas a la arquitectura de
la ciudad.
Palabras clave: Mercado negro en Retiro; Sótanos de fábrica Bickert; Población africana
en Buenos Aires.

Abstract
Instead the importance of the slave mercados in the city we never have the possi-
bility to see pictures of the building of Retiro headquarters or his interior. A series of en-
graves made during the second half of the XIXth. century recently discovered, show the
place, including the undergrounds vaults. There was the place where the Bieckert brewery
works in the second half of that century and now the place was under a great 1910 palace. It
is an interesting step in the recognition of the main importance and the big dimensions of
the slave trade at Buenos Aires during the Colonial times.
Key words: Black market at Retiro; Bickert factory Basements; African Population in
Buenos Aires.

La fábrica Bieckert en Retiro

En el año 1853 llegó a Buenos Aires un joven franco-alemán nacido en Al-


sacia, quien comenzó a trabajar en una fábrica de cerveza llamada Santa Rosa, la
que había sido creada poco antes. Durante siete años estuvo allí y es evidente que
el luego Barón Emil (Emilio) Bieckert aprendió bien el oficio y vio la posibilidad
de independizarse gracias a la gran riqueza de su primo Bernd (Bernardo) Ader.
Con su ayuda instaló una pequeña fábrica en 1860 trabajando con solo un peón con
quien lograron hacer dos barriles al día aunque no era más que una producción
artesanal en el patio de una casa. Pero pareciera que la calidad era buena y en un
año aumentaron las ventas y se tuvo que mudar, ahora asociado con Emilio Ham-
mer junto a quien trabajarían en la calle Salta durante cinco años. Mientras tanto
preparó una novedad en la ciudad: la primera fábrica de hielo que llamaría la aten-

1
Conicet-CAU, dschav@fadu.uba.ar

37
De cerveza y esclavos en Buenos Aires… D. SCHÁVELZON

ción de los porteños. También fue quien trajo los gorriones ahora tan “porteños”,
creó el teatro Odeón e inició varios loteos en la zona norte de la ciudad junto a su
primo.
Durante el año 1866 la fábrica de cerveza necesitó ampliarse y para ello
compro tierras en lo que se llamaba generalmente El Retiro, en realidad ahora la
plaza San Martín y sus alrededores cercanos, concretamente en Esmeralda 9-11 (de
la antigua numeración). Eso parece coincidir en buena parte con la residencia de la
familia Anchorena -hoy Palacio San Martín de la Cancillería-, entre las calles Are-
nales, Basavilbaso y Juncal, que después del inicio del siglo XX fue el Palacio San
Martín. Después de 1900 la dirección de entrada era Esmeralda 21-27 aunque en
realidad tenía toda la manzana. Vendió la planta en 1889 a un conglomerado em-
presarial de Inglaterra para irse finalmente a radicarse en Niza. La cervecería tuvo
varios quebrantos y vaivenes y en 1908 se instalo en Llavallol llegando a ser una
de las empresas más grandes del país en su tiempo.
La fábrica era compleja, en realidad por mucho tiempo fue un conjunto de
edificio de diversas épocas que se iban modificando con el tiempo y el crecimiento
que necesitaba la nueva tecnología que se iba incorporando. En el interior del te-
rreno fueron quedando así construcciones de diversa antigüedad y lo que descu-
brimos es precisamente que Bieckert compro ese terreno por una preexistencia: los
sótanos del mercado de esclavos que supongo que ni debía saber de quién eran o
para que se usaron, los que le venían perfecto para fabricar cerveza, actividad que
siempre se hizo bajo tierra por la temperatura. Pero demostrar que esos sótanos
estaban bajo la fabrica no es sencillo; desde hace mucho sabíamos que la casa de El
Retiro había sido sede de diversas compañías de esclavos, hasta teníamos algunas
imágenes simples de su exterior (Schávelzon 2003) pero con la intensidad de los
cambios en el sitio, los pequeños errores de la cartografía de su época, el que el
sitio tuvo otras construcciones cercanas, los incesantes cambios de propietarios
legales o no, la apertura de varias calles en lo que fueran grandes terrenos casi va-
cíos como las calles Juncal, Arroyo y Basavilvaso, hacían confuso encontrar el
lugar exacto. Hasta que dimos con las bóvedas subterráneas de Bieckert gracias a
un conjunto de diez grabados hechos e impresos hacia 1875, los que nos permiten
ver esos interiores antes de que fueran destruidos y ubicarlos en la zona. A la fecha
son las únicas imágenes internas de un mercado negrero en Buenos Aires, aunque
lo que vemos son actividades posteriores.
Sobre la calle Esmeralda, bajando hacia el río, entre las actuales Arenales y
Libertador, la fábrica ocupaba toda la manzana enorme que allí había dejando una
superficie o playón al centro que permitía recorrer su interior por el visitante; los
diferentes edificios se encontraban sobre las líneas municipales por lo que el centro
común era un gran espacio que mostraba el funcionamiento de la cervecería. Por
cierto no era una construcción habitual en la ciudad. Al inicio era un conjunto
anárquico de edificios que luego se fueron unificando en una gran construcción
moderna.

38
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Figura 1. El playón central de la fábrica Bieckert hacia 1875. El edificio antiguo


debe ser el de la derecha atrás

A partir de esos grabados, los textos y las fotos posteriores de la fabrica


podemos hacer una reconstrucción aproximada: la fabrica estaba sobre la barranca
al río ya que desde el borde del barranco no había nada más que el tren que venía
desde el norte, la calle “del juncal” no existía como tal sino que era sólo eso, un
juncal, y marcaba el límite real pero indefinido de la ciudad hacia el río. La manza-
na tenía en sus comienzos nueve construcciones: sobre Esmeralda había un gran
edificio con arcos en la tipología del antiguo Caserón de Rosas o el más nuevo de
la Aduana de Taylor, con dos pisos al interior de la manzana y tres en la barranca,
se trataba realmente de una quinta echa por Raymundo Marino para Manuel de
Azcuénaga hacia 1800 o poco después sobre sótanos precedentes como veremos
luego. El edificio fue puesto aprovechando la barranca para darle doble altura fren-
te al rio, es decir que al igual que hizo Eduard Taylor poco después al construir el
Anexo de la Aduana frente al puerto, se aprovechó el desnivel para tener un piso
más (Schávelzon 2010). Este edificio parece ser el más importante y antiguo: la
identificación de esta obra es compleja y estaba rodeada por dos lados por jardines
y una barda de madera.
Si seguimos recorriendo el lugar hacia Arenales había una construcción de
terraza plana de mitad del siglo XIX y de un piso con el cartel de “Escritorio”,
forma antigua de decir Oficina. Delante había una explanada con cuatro postes que
indicaba el sitio en donde paraba el carro antes de salir a la venta. El resto de esa
mitad del terreno se usaba para depositar barriles. Cruzando la calle interior había
hacia el Bajo tres edificios sobre pilotes de madera como aun se los hace en el Ti-
gre y que en esa época caracterizaba La Boca, una especie de palafitos para evitar
las inundaciones. Estos pasaron con los anos a ser de ladrillos. Luego había una
construcción de mampostería con dos grandes chimeneas; un molino cuadrado y un
edificio de tres naves y pórtico al frente alargado sobre la medianera para los caba-
llos percherones de los carros germánicos que trasladaban la cerveza; el resto del
espacio era para barriles. Esto nos habla de arquitecturas diferentes en sus sistemas
de construcción y muchos cambios en el tiempo.

39
De cerveza y esclavos en Buenos Aires… D. SCHÁVELZON

Sobre la barranca misma había un túnel de entrada, una extraña boca oscu-
ra que se metía bajo tierra. Esto si bien insólito en la ciudad no es único ya que
sabemos de algunos usos o aprovechamientos del desnivel de la barranca del que la
Aduana de Taylor fue el mejor ejemplo y aun quedan los túneles que entraban des-
de el rio aunque muy alterados por la construcción del nuevo Museo del Bicentena-
rio; pero el concepto es similar y la solución arquitectónica parecería de la misma
mano al menos en lo que se ve en los grabados. ¿A qué lugar bajo tierra iba este
túnel? Imposible saberlo ahora sin más información, pero los otros dibujos nos
muestran los sitios subterráneos y varias de las actividades que allí se hacían, lo
que siendo una fábrica de cerveza era habitual para mantener la temperatura esta-
ble. Es evidente que estas obras bajo tierra debían estar debajo de una obra de
mampostería ya que parte de los muros son nichos abovedados; al menos hay un
caso de un agujero cuadrado en el techo por el que se pasan objetos y en un grupo
de nichos se ven ventanas oblicuas en su base, por lo tanto daban al exterior. Por
eso último creemos que debía tratarse del edificio de Azcuénaga citado y que el
túnel debía curvarse para llegar debajo de esa gran casona. La otra opción es que
estuvieran debajo del gran playón central y que por eso mismo no se construyera
nada mas encima, pero eso contradice los pocos documentos que tenemos y hubie-
se significado demoler la casa que sabemos que estaba encima.

Figura 2. Vista de la fábrica desde la barranca al río, véase el túnel de entrada a


las construcciones bajo tierra; a la izquierda la casa antigua

La historia del sitio comienza con la llegada del gobernador Agustín de


Robles quien asumió en 1691 por cinco anos los que se alargaron hasta 1700. Tenía
una gran fortuna la que creció de manera espectacular desde que inicio su gobierno,
por lo que solicito permiso al Rey para comprar un terreno y edificar una casa para

40
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

retirarse cuando dejara el cargo -no podía comprar bienes mientras estaba en el
cargo-, lo que el Rey autorizo. De allí que la finca se llamara El Retiro (Hanon
2001, Del Carril 1988). En 1696 construyo una casa de dos pisos, 32 habitaciones,
grandes sótanos, huerta y construcciones accesorias: era la vivienda más grande de
Buenos Aires y lo siguió siendo por varios siglos. Pero nunca la habitaría, el Juicio
de Residencia le genero problemas, no pudo justificar su fortuna, litigo por anos y
en 1703 le vendió la casa a su socio y amigo y de nombre parecido Miguel de Ri-
blos (o Riglos), quien a su vez se la alquilo a la Compañía de Guinea, introductora
de esclavos. Riblos de inmediato amplio por compra de los terrenos de algunos
vecinos y las imágenes que hay de esos años muestran una enorme estructura aisla-
da en la zona, realmente gigantesca para su tiempo.
Pero la Compañía de Guinea tenía sus días contados y en 1713 Riglos se la
alquilo a la nueva Compañía Inglesa, que compraron todo a su propietario y am-
pliaron aun mas las tierras a 1212 varas de frente y una legua de fondo -casi diez
cuadras de frente!-, pero en 1740 son expulsados por la guerra en Europa. Esto hizo
que las tierras quedasen abandonadas y se ocupen parcialmente, que la casa princi-
pal se fuera deteriorando y las tierras se ocuparan ilegalmente, básicamente apro-
piadas por funcionarios públicos. La situación era compleja y demasiado grande
para dejarla olvidada, más que en esos mismos años el Cabildo había comenzado a
vender y regular tierras ocupando el ejido que rodeaba la ciudad. Por lo que llegado
1763 se ordeno la tasación y venta “de las casas” del Retiro. Gracias a los planos y
documentos sabemos que había una casa principal y dos adicionales menores: “la
del sótano” y “la que sigue a la jabonería” (Hanon 2001:25). Esto nos deja claro
que la casa mayor no era realmente la de los sótanos, y aunque el mercado de es-
clavos debió funcionar en todas ellas, la casa de Riblos no era la de las construc-
ciones bajo tierra. Este detalle es el que va a generar enormes dificultades de ubi-
cación del sitio y confusiones históricas. No fue sencillo venderlo y todo siguió
igual hasta que en 1774 se destino la casa principal para el Parque de Artillería, que
llego hasta el siglo siguiente. Las otras dos, por cosas que veremos, quedaron fi-
nalmente en manos de Domingo de Basavilbaso.
Aquí comienza otra etapa en la historia de los terrenos que llega a hacer
irreconocible cada espacio: como el sitio era enorme, estaba deshabitado y en un
lugar pegado a la ciudad, fue usado especialmente para guardar mercaderías de
varios contrabandistas y para diversos usos muchos de los que no tenemos real-
mente información cierta. El más conocido de estos personajes que se aprovecha-
ron el lugar fue el irlandés nacido en España Thomas Hilton que al parecer andaba
por ahí desde 1730 con absoluta impunidad. Al ser expulsado en 1762 y tratar de
vender esos terrenos quedó escrito que allí funcionaba “la cervecería” y algunas
otras fabricas como la de jabones. Todas esas eran construcciones que hoy están
debajo de los palacios de la Cancillería y del que fuese de Ortiz Basualdo. Pero lo
concreto es que ese Hilton se escudo en que el terreno le fuese vendido por Thomas
Stuart en 1743 y que tenia la posesión de lo que hay una escritura. Al año siguiente
el censo indica que la cervecería funcionaba a manos de Hilson, dos ayudantes
ingleses y seis esclavos. Poco más tarde Hilson le vendió las tierras a Domingo de

41
De cerveza y esclavos en Buenos Aires… D. SCHÁVELZON

Basavilbaso, gran personaje de su tiempo el que se enfrenta al problema de la irre-


gularidad de los títulos los que tras veinte anos de litigar logra blanqueara en 1773.
Aprovechando la situación su hijo, Manuel compro los terrenos vecinos, es decir la
“segunda casa” que era la del “gran sótano” y otras tierras y casas, es decir todo
menos el Cuartel de Artillería. Aquí, al parecer, es cuando Marino arregla la casa
principal de altos con “un gran sótano con techos abovedados” (Hanon 2001: 371).
A partir de esto la historia es simple: en 1829 alquilo el sitio John Tweede,
el naturalista ingles y en 1839 Manuel Pinto, se abrió la calle Juncal y finalmente
en 1842 Adolfo Bullrich y Carlos Ziegler reabren la cervecería, la que al año si-
guiente venden a Vogel y Schmitz que siguen en el rubro, para que en 1857 la ven-
dieran a quienes establecieron allí la primer carpintería mecánica de la ciudad. Los
papeles seguían describiendo el lugar como que “existen en esta casa grandes sóta-
nos con techos abovedados, que sirven actualmente de depósito” y que según los
documentos “parte de estas construcciones quedan situadas en la parte que ocupara
la futura calle Juncal”. También se abriría la calle Basavilbaso (Hanon 2001: 380),
definiendo la zona con las calles que actualmente tiene. Por desgracia la ubicación
exacta de esta construcción no es clara; en el catastro de Pedro Beare no es posible
ver cuál de las varias de esa plancha es la que estamos discutiendo, en el conocido
mapa de la ciudad hecho por Malaver en 1867 parecería ser la casa que se indica
como de Azcuénaga, con lo que tendríamos aunque fuese una planta tardía de ese
edificio (Hanon 2001, págs. 371-372).

Figura 3. El edificio del Mercado de Esclavos en 1709 (Del Carril 1988:21)

Mientras sucede esto gran parte de la enorme manzana que formaba Esme-
ralda, Suipacha, Libertador y Juncal fue comprada en 1795 por Miguel de Riglos,
descendiente ya lejano de su primer propietario. Construyo una gran casa sobre la
barranca y fue quien le vendió las tierras a Bieckert en 1860 para su cervecería
(Hanon 2001: 365). Es decir, se juntaba la fabricación de cerveza que habían hecho
primero Stuart y Hilson, y más tarde Bullrich y Ziegler, con los sótanos útiles para

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

fermentar la levadura a temperatura controlada. Todo termino cuando Nicolás


Mihanovich en 1910 le compro al dueño las tierras y se abrió la calle Arroyo, las
que luego pasaron a albergar una serie de grandes palacios de los que algunos aun
quedan. El sitio absolutamente exacto de estos sótanos no lo sabemos, pero están
ahora bajo el palacio Anchorena suponiendo que algo hubiese permanecido a la
cimentación de esa enorme obra (Del Carril 1988).
Podemos imaginar las condiciones de vida en el sitio cuando leemos que en
uno de los embarques de la empresa inglesa murieron en el viaje 350 de los 500
esclavizados a bordo, y luego otros 50 en el arribo. En los viejos salones que no
había usado el gobernador llegó a haber varios cientos de esclavos y el uso de los
sótanos es a veces mejor no imaginar, en especial las celdas que en las ilustraciones
se ven como nichos. Sobre la sección de venta de El Retiro solo sabemos que se
trataba de "un amplio tablado a manera de escenario" que estaba ubicado en la
línea de las actuales calles Florida y Maipú.

Figura 4. Nichos de las probables celdas en los muros de los sótanos


de la cervecería

Figuras 5 y 6. Estructuras bajo tierra y nichos en los muros. Las ventanas indican
que no es totalmente subterráneo en ese sector

43
De cerveza y esclavos en Buenos Aires… D. SCHÁVELZON

Sobre el Mercado de Esclavos de Plaza San Martín

Los esclavos en el continente eran vendidos en los llamados "asientos", si-


tios adquiridos por las empresas introductoras europeas que consistían en verdade-
ros complejos de su tiempo: construcciones, atracaderos y espacios al aire libre
cercados por altos muros siempre próximos a un río. No fueron diferentes en Bue-
nos Aires por donde pasaron muchos miles de seres humanos, legal o ilegalmente
ya que esta ciudad fue uno de los grandes puertos negreros de América del Sur
(Studer 1958, Molinari 1916, Andrews 1979, 1980, 1989, Crespi 2000). Eran en
algunas oportunidades barracones de techo de paja o teja, otras veces se alquilaban
grandes edificios como fue en el caso de El Retiro, aprovechando lo existente por-
que se evitaba hacer fuertes inversiones ya que las guerras en Europa producían
rápidos cambios en estas empresas.
En esos edificios vivían los esclavos recién introducidos -sanos y enfer-
mos- y tenían asociada la cocina y el acceso al río para bañarse antes de la venta.
Obviamente no había baños, ni hospital, ni nada parecido ya que era más barato
dejar que muriesen que atenderlos o darles alimentos suficientes; las tasas de mor-
talidad así lo demuestran: cerca del 40% moría en el viaje y un 10% más entre el
arribo y la venta. Lamentablemente no tenemos descripciones detalladas de la vida
en los mercados pero las citas en los documentos de época demuestran el estado
pestilente de esos lugares donde convivían vivos y cadáveres durante temporadas.
Algunas referencias nos hacen imaginar eso: según las Actas del Cabildo respecto a
la casona de El Retiro, cuando le prohibieron a Sarratea instalar allí un nuevo mer-
cado de esclavos en los inicios del siglo XIX, se dijo que:

"…este establecimiento dominando la ciudad y que está situado en la


parte norte que es el viento que generalmente reina es sumamente per-
judicial a la salud pública (...) porque soliendo venir los negros medio
apestados, llenos de sarna y escorbuto y despidiendo de su cuerpo un
fétido y pestilente olor pueden con su vecindad infeccionar la ciudad"
(Hanon 2001:166).

Ya en el viaje mismo eran despojados de lo poco que podían tener o que la


empresa les suministraba; tenemos el juicio publicado por Elena Studer contra el
capitán de un barco negrero que vendió "hasta las ropas destinadas a los negros",
de tal modo que de los 563 cargados en Guinea murieron 275 de frío y hambre.
Después de la arribada se producía el desembarco, desnudos en verano e invierno,
donde "los depositaban a montones en dicho corral"; luego los sobrevivientes eran
carimbados (herrados) y luego palmeados (medidos) para darles un precio según
tamaño, fuerza y potencialidad; se los limpiaba un poco y se los vestía con harapos
cuando eran llevados a exhibir en el mercado como “fardos racionales”, tal como
se los denominaba en los papeles. Además, en el sitio había oficinas, casas para los
capataces y lugares de castigo para el látigo y el cepo. Los días de venta eran ex-
hibidos sobre bancos o tarimas a los comerciantes que los compraban y decidían su

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

destino para pasar a patios donde eran encadenados en filas o subidos a carretas
para su traslado hacia otras ciudades en especial a Potosí. Aquí se hacia el herrado,
actividad crucial para la posterior identificación y a la vez evitar la fuga, ya que
hasta el siglo XVIII era costumbre herrar en la cara. Resulta interesante esto ya que
sabemos mucho sobre cómo se marcaban a fuego a las vacas, pero nada de dónde y
cómo se lo hacía en nuestros mercados negreros. Buena parte de la ciudad estaba
física y económicamente ligada al trato de esclavos.
El primer negrero exitoso del que tenemos noticia que enviara a comprar
esclavos a Brasil para venderlos, fue el obispo de Tucumán don Francisco de Vito-
ria; asumió en 1580 cuando se fundaba Buenos Aires. Acumuló muy rápido una
enorme riqueza y organizó la primera expedición a comprar mercadería y esclavos.
Zarparon de Buenos Aires en 1585 con $30 mil en plata, un contrabando de escala
inusitada para la época; adquirieron mercaderías, ornamentos, equipos para esta-
blecer una plantación de caña de azúcar y ochenta esclavos; pero fueron atacados
por Tomas Cavendish a su regreso y los viajeros fueron saqueados y devueltos a
Buenos Aires. En 1587 organizó otra expedición similar que naufragó en la salida
del Río de la Plata y los indígenas destruyeron lo que pudieron salvar. Pese a eso,
el prelado se recuperó haciéndose con una cuantiosa fortuna mediante el tráfico
negrero.

Figura 7. Plano de la ciudad de 1887 mos-


trando la ubicación y distribución de los
edificios de la fábrica. No sabemos si el gran
rectángulo a su lado, preexistente, también
fue parte de la construcción

Después de la fundación de Buenos


Aires el comercio de africanos estuvo en
manos de religiosos y particulares; cada uno
traía de contrabando lo que quería o podía y
los vendía a su mejor parecer; en esta ciudad
a los pocos años de instalados los jesuitas ya
había escándalos diarios por sus contraban-
dos de esclavos para construir su frustrada primera iglesia frente a Plaza de Mayo.
En 1696 España autorizó a la Real Compañía de Guinea, entonces con sede en
Portugal, a introducir esclavos en forma exclusiva; en 1701 ese derecho se trasladó
a la misma empresa pero con sede en Francia para pasar en 1713 a la South Sea
Company inglesa que fue suprimida en 1727. Parecería que igualmente durante los
años siguientes los ingleses se mantuvieron en el comercio en forma más o menos
solapada por la falta de otra empresa autorizada, hasta que en 1765 se instaló la
Compañía Gaditana la que le dio lugar en 1787 a la Real Compañía de Filipinas,
para luego abrirse al comercio. Cada una de esas empresas tuvo su sede y mercado
en la ciudad: básicamente hubo tres grandes conjuntos urbano-arquitectónicos: uno

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De cerveza y esclavos en Buenos Aires… D. SCHÁVELZON

en Belgrano y Balcarce que pasó a la historia como Aduana Vieja o quinta de Ba-
savilbaso, el otro en Retiro del que hablamos y un tercero en el actual parque Le-
zama. Los ingleses introdujeron legalmente poco más de diez mil seres humanos
(Clementi 1998).

Figura 8. Última imagen de la fábrica en todo su esplendor industrial hacia 1900,


el edificio original aun seguía en su sitio (tercero desde abajo)

Conclusiones

La significación del reconocimiento de la importancia del tráfico de escla-


vos en Buenos Aires y su impronta en la vida de la ciudad ya es indiscutible y eso
ha impactado en la arqueología, no acostumbrada a un tercer interlocutor social
entre blancos e indígenas. La presencia de grandes mercados de esclavos de las
compañías internacionales y la envergadura de sus edificios ha mostrado no ser
menor y el edificio del Retiro resulta una obra de dimensiones colosales para la
ciudad de su tiempo. Aunque creado con otros propósitos fue transformado muchas
veces y si bien ya los documentos hablaban de la presencia de sótanos, no teníamos
imágenes ni planos que lo mostraran. Y menos aun la ubicación aproximada para
una posible acción arqueológica. Hoy, gracias a este conjunto de imágenes, pode-
mos ver dónde estaba y cómo era, una estructura bajo tierra de insólitas dimensio-
nes, con celdas; estas debieron tener puertas para los esclavos que luego para la
fábrica fueron retiradas dándoles una función de depósito. Si bien es aun poca in-
formación y mucha hipótesis es todo lo que hay y por ende puede ser un avance en
el conocimiento de este complejo en la ciudad.

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Agradecimientos

Los grabados que ilustran y provocaron este artículo fueron una gentileza
de Santiago Aguirre Saravia en nombre de su padre Aníbal Aguirre Saravia, gran
conocedor del pasado de Buenos Aires y experto en su iconografía. Sin ellos esto
no hubiera sido imaginado.

Referencias bibliográficas

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1800-1860, Journal of Negro History. 64: 85-100.
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University of Wisconsin Press. Madison.
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Buenos Aires.
CLEMENTI, H. 1998 El Retiro como vestigio y como memoria. Retiro: testigo de
la diversidad: 11-26. Instituto Histórico. Buenos Aires.
CRESPI, L. 2000 Contrabando de esclavos en el puerto de Buenos Aires durante
el siglo XVII: complicidad de los funcionarios reales. Desmemoria 26:153-159.
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DEL CARRIL, B. 1988 La Plaza San Martín, 300 años de vida e historia. Emecé.
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HANON, M. 2001 Buenos Aires desde las quintas de Retiro a la Recoleta 1580-
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MOLINARI, D. L. 1916 Comercio de Indias: Consulado, comercio de negros y
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y Letras. Buenos Aires.
MOLINARI, D. L. 1944 La trata de negros: datos para su estudio en el Río de la
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SCHÁVELZON, D. 2003 Buenos Aires Negra: arqueología de una ciudad silen-
ciada. Ediciones Emecé. Buenos Aires.
SCHÁVELZON, D. 2010 Haciendo un mundo moderno: la arquitectura de
Eduard Taylor (1801-1868). Olmo Ediciones. Buenos Aires.
STUDER, E. S. F. 1958 La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo
XVIII. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires.

Recibido: 15 de agosto del 2013.


Aceptado: 15 de septiembre del 2013.

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LOZAS INGLESAS DESECHADAS POR LOS MIEMBROS DE LA
ADMINISTRACIÓN DE ALEXANDRA COLONY,
1870-1885, SANTA FE, ARGENTINA

Irene Dosztal1

Resumen
Como ejemplo de un proyecto de colonización oficial, Alexandra Colony contaba
con un centro administrativo que regulaba su desarrollo. Conocidas como Casas Centrales
de Administración cumplieron diferentes funciones: residencial, comercial-administrativa y
centro social. La identificación y estudio del conjunto cerámico detectados en dos pozos de
basura ubicados en sus alrededores, es uno de los ejes que nos llevará a conocer el modo de
vida cotidiano llevado por los diferentes directores y su principal administrador quién per-
maneció en la colonia junto a su familia todo el período que duró el proyecto inglés de
colonización.
Palabras clave: Colonización oficial; Casa Central de Administración; lozas inglesas.

Abstract
As an example of a colonization officer’s project Alexandra Colony had an admin-
istrative center regulating their development. It has been known as Casas Central Admin-
istration and it served different functions: residential, commercial, administrative and social
center. The identification and study of the ceramic assemblage detected in two household
rubbish located in the surrounding area, it is one of the core idea that will show us the way
of everyday life led by different directors and chief administrator who stayed in the colony
with his family entire project period lasted English colonization.
Key words: Official Colonization; Management Headquarters; English earthenware.

Introducción

El estudio de artefactos fabricados a base de arcilla cumple un rol impor-


tante en el análisis de la vida cotidiana en sitios históricos. Tanto las técnicas de
manufactura como la decoración nos brindan información cronológica y estilística
que pueden ser documentadas aunque sean fragmentos pequeños. Además, su elec-
ción da cuenta de estatus económico-social y a un nivel más general de los patrones
de comercio de la época.
Del sitio arqueológico Casa de la Administración Alexandra Colony (CA-
AC) fueron rescatados diferentes tipos de lozas encontraron en pozos de basura, en
relación a constructivos de los cuales sólo se conservan los cimientos y de modo
disperso en los alrededores de la casa (Figura 1). Todos fueron catalogados de
acuerdo a su forma, decoración, tamaño y, en aquellos casos en que fue posible, se
identificaron y estudiaron las marcas comerciales.

1
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Museo Florentino y
Carlos Ameghino, Facultad de Cs. Exactas, Ingeniería y Agrimensura, Universidad Nacional Rosario.

49
Lozas inglesas desechadas… I. DOSZTAL

Figura 1. Ubicación áreas excavadas

Niveles de análisis

En un primer momento se clasificaron según el tipo de pasta y posterior-


mente cada grupo fue estudiado particularmente brindándonos en su conjunto un
acercamiento a la clase social que transcurrió su vida cotidiana en el predio de la
casa de la administración. En este trabajo, como se especifica en el título, analiza-
remos el conjunto de lozas representado, principalmente por (ejemplares utilizados
para consumir comida y bebida) y por bienes de uso para higiene personal. Para
realizar el análisis nos guiaremos por el modelo propuesto por Alasdair Brooks
(2005) denominado “dual-level structure of ‘identification’ and ‘analysis’” (Brooks
2005:16). Este modelo presenta dos niveles: Nivel 1 Identificación: Ware (defini-
do por el material de fabricación) Forma  Decoración  Fechado. Nivel 2 Aná-
lisis: Economía  Status  Función  Representación.

Nivel 1

Identifica las características inherentes que posee un fragmento cerámico.


“In other words, all researchers agree that ceramics are made of something (ware),
have a certain shape (form), and have a certain external appearance (decoration)
even if they disagree on how to define those categories” (Brooks 2005:17). En esta
ocasión no desarrollaremos todos los tipos existentes en cada categoría, sino sólo
los hallados en el sitio arqueológico de interés.

50
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Tipo de pastas

La tradición cerámica británica posterior a 1800 puede ser dividida en dos


ramas: cerámica refinada y bone china (Majewski y O’Brien 1987). Con el desa-
rrollo de la tríada conocida como Creamware, Pearlware y Whiteware como sinó-
nimo de perfeccionamiento en las técnicas y tecnología de manufacturación, Gran
Bretaña dominó el mercado mundial de lozas refinadas durante finales de siglo
XVIII hasta 1880 aproximadamente. En el período 1850-1880 la producción de
lozas semivitreas Ironstone para exportar se fue intensificando y se caracteriza-
ban por una decoración moldeada en relieve o completamente lisas. Sin embargo,
se continuó con la fabricación de cerámicas refinadas de cuerpo blanco Whitewa-
re debido a la versatilidad adquirida para su decoración. Acorde a este primer
nivel de análisis, el conjunto cultural del sitio CAAC ha brindado diferentes tipos
cerámicos que se pueden identificar como: Lozas o cerámicas refinadas  White-
ware y Redware, Semivitreos Ironstone, Porcelana, Gres, y Terracota. En éste
artículo nos concentraremos en la cultura material compuesta por las lozas.
Whiteware: de la tríada antes mencionada es la más duradera y su término
se utiliza para clasificar lozas de cuerpo blanco en sitios de ocupación posterior a
1830 ya que no hubo cambios en su manufacturación pero sí en la decoración. Por
lo que esta última variable es primordial analizar el material de sitios arqueológicos
de segunda mitad de siglo XIX.
Redware Cerámica Refinada Roja: se distingue por su pasta roja y se
utiliza usualmente en juegos de té. Exteriormente presenta baño marrón o negro.
Ironstone: término utilizado para identificar cerámicas semivitrea de dure-
za media entre la loza y la porcelana. En la literatura clásica es considerada un
variante de Whiteware pero más pesada y cocida mayor temperatura introducida en
los primeros tiempos del siglo XIX y en el sello se diferencia con el término Stone
China, ya que este mineral está incluido en su pasta. En nuestro caso particular sólo
identificamos un aguamanil que en su sello especifica el término Stone China, para
el resto del conjunto adherimos a la recomendación de incluirlo dentro de White-
ware (Alasdair 2005).

Formas

Por una cuestión de exigencias de publicación sólo nombraremos las for-


mas halladas, su definición podrá ser encontrada en la futura tesis doctoral de la
autora donde para definirlas ampliaremos con la tipología arqueológica las defini-
ciones brindadas por el diccionario de la Real Academia Española. Hemos identifi-
cado: aguamaniles, bacinicas, frascos, jarras, platos y platillos, sopera/guisera,
tazas, tazón y tetera.

Decoración

Al momento de ocupación del sitio arqueológico aquí estudiado el rango y


variación en técnicas decorativas se encontraba muy desarrollado. Lejos de presen-

51
Lozas inglesas desechadas… I. DOSZTAL

tar todos los tipos decorativos que estaban en auge durante la segunda mitad del
silgo XIX, presentamos los hallados en el predio de la Casa de la Administración
ya que es considerada la tercer variable para dar cuenta del patrón de consumo de
los administradores ingleses que ocuparon el sitio por un período de quince años.
Las características de cada uno de los estilos han sido definidas en una vas-
ta bibliografía (Alasdair 2005; Hunter y Miller 1994; Miller y Hunter 1990; Ma-
jewski y O’brien 1987; Schávelzon 1991) por lo que sólo los nombraremos. Los
estilos son: anular, bandas, baños de color slip-decorated (Alasdair 2005:42),
borde decorado (Figura 2), calcomanía, esfumado (desleído), estampa con sello,
impreso por transferencia  faisán asiático (asiatic pheasants), Atenas (Athens),
chinesco, costumbres españoles (Figura 3), helecho (fibre) grey key: sauce (wi-
llow), moldeado, pintado a mano y sin decoración.

Figura 2. Plato borde decorado categoría unscalloped impressed (1841-1857)

Fechado

La interrelación entre el período de tiempo en el que fue utilizada la pasta,


con el de manufactura y uso del estilo decorativo ofrece un fechado más preciso
que los datos tomados de manera aislada; que se ajusta si se le suman los datos del
fabricante. Por ejemplo: una sopera whiteware (1820+) impresa con esfumado azul
(1840+) fabricado por Davenport (1805-1887) significa que fue fabricado entre
1840 y 1887.

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Figura 3a. Plato diseño Costumbres Españoles fabricado por J. F. Wileman

A continuación daremos cuentas de la información relacionada a las mar-


cas comerciales, su ubicación geográfica y temporalidad, para identificar regiones
especializadas en fabricación de lozas contemporáneas a la ocupación de la CAAC.
R. Cochran & Co. Una de las marcas más conocidas de Glasgow, Escocia
que funcionó entre 1846-1917. El éxito comercial de Cochran se debió a la produc-
ción de piezas bien decoradas, lozas asequibles y una línea doméstica en blanco. El
diseño de espiga de trigo moldeado hallado en la CAAC, es uno de sólo tres formas
más populares que se ubica cronológicamente entre1860 y 1910. El segundo diseño
corresponde a un plato impreso por transferencia con un sello diferente fue fabrica-
do entre las décadas de 1870-1880. Davenport (Stafforshire, Reino Unido. 1749-

53
Lozas inglesas desechadas… I. DOSZTAL

1887) El primer estilo de sello fue en minúscula pero toda pieza manufacturada
luego de 1805 lo presenta en mayúsculas, Spanish Rose corresponde al estilo de la
sopera/guisera moldeada y luego impresa en azul por el sistema de esfumado halla-
do en la CAAC. De Frères Boch (Bélgica, 1748-act) Es la única fábrica que hemos
identificado del continente europeo. Corresponde a un plato con diseño de bandas
de color rosa y rojo, el sello se encuentra en la base impresa en negro se lee Boch
FES La Louvière, que corresponde al período posterior a 1869 en el que la fábrica
es instalada en La Louvière. J. F. Wileman (Stafforshire, Reino Unido. 1869-
1892). La firma trabajó líneas de lozas finas, su gama incluye patrones populares
incluyendo "Faisanes asiáticos". En 1870 James Wileman asumió el control la
empresa entera, como la marca comercial J. F. Wileman. A éste período correspon-
de el estilo denominado “Costumbres Españoles”. John & Matthew Perston Bell
& Co. (Glasgow, Escocia. 1842-1928) La fábrica fue situada en la orilla sur de
Forth y Clyde Canal entre Port Dundas y St Rollox. Bell’s Pottery estaba entre las
más exitosas de las varias empresas de cerámica que funcionaron en Glasgow entre
mediados de los siglos XVIII y XIX. Robert Maling (Newcastle, Reino Unido,
1817-1963). Durante casi 200 años Maling fue uno de los talleres de cerámica más
importantes del noreste de Reino Unido. Produjo masivamente una amplia variedad
de buenos artículos de calidad desde vajilla, cuencos decorativos, jarrones y frascos
de mermelada hasta utilitarios y filtros de agua. Las mermeladas y dulces de Kei-
ller de Dundee hallado en la CAAC fueron uno de los mejores clientes de la fábrica
desde mediados de 1800 hasta la década de 1930.

Figura 3b. Marca J. F. Wileman del plato anterior

54
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Nivel 2

En el Nivel 2 las categorías son construidas por el consumidor como por el


profesional que realiza el análisis; es decir, que la pieza cerámica por sí misma no
se asocia a una función, al estatus socio-económico o al valor simbólico. Para aso-
ciar la colección a éstas variables la cruzaremos con información histórica perti-
nente.

Economía

Al entrar la República Argentina en el último tercio del siglo XIX, el clima


económico, que desde la independencia se había visto perturbado en su mayor par-
te por la inestabilidad política y guerras civiles, empezó a adquirir un carácter más
sosegado lo que le permitió ingresar al mercado mundial. Cuya economía contaba
con dos grandes polos, uno estaba representado por Gran Bretaña que se erguía
como el principal productor y exportador de bienes manufacturados; el otro lo con-
formaban los países periféricos que proveían de materia prima. Desde mediados de
siglo, el Reino Unido se estaba transformando en un gran exportador de capitales,
en el taller del mundo (Rocchietti 2008). Bajo el patrón oro, Inglaterra realizó una
verdadera explosión de inversiones de capital, especialmente a través de empresas
ferroviarias y préstamos gubernamentales y, en menor medida, de industrias extrac-
tivas o de transformación de productos primarios, planificaciones, compañías de
tierras, bancos y empresas de servicios públicos. Argentina fue receptiva a lo que
Inglaterra tenía para ofrecer, el capital necesario para poder explotar una riqueza
intrínseca representada por tierra abundante y de calidad y bienes manufacturados
para satisfacer las necesidades de una nueva población que gracias a las políticas
inmigratorias se fue instalando a lo largo y ancho del país.
Las sociedades anónimas, bancos, compañías de tierras británicas que in-
virtieron en Argentina necesitaban, además del capital, personas que organizaran,
administraran y construyeran (Ferns 1968). Éstos pueden ser divididos en dos gru-
pos: el primero compuesto por profesionales con conocimiento técnico y comer-
cial, indispensables por ejemplo, para llevar adelante una colonia agrícola; y en
segundo lugar aquellos que poseyeran conocimiento de la sociedad argentina, en
nuestro caso particular Francis Rickard (Inspector General de Minas de la Provin-
cia de San Juan en 1862, Inspector Nacional de Minas durante la presidencias de
Mitre y Sarmiento, en este período recorrió las provincias de San Luis, Mendoza,
San Juan, La Rioja, Catamarca y Córdoba para estudiar y valorar el potencial mine-
ro de la República). En 1870 realiza un diagnóstico geográfico, económico y social
de la región donde el banco Thomson, Bonar & Cia compraría tierras para fundar
una colonia agrícola) y Percy Heurtley (trabajó junto a F. Rickard en la provincia
de San Juan entre 1863 -1866, en Inglaterra fu Cónsul General de la Argentina en
Southampton 1866-1870, de regreso a Buenos Aires es nombrado agente del banco
Thomson, Bonar & Cia durante el período que se desarrolló el proyecto coloniza-
dor Alexandra Colony 1870-1885) (Tourn 2010). Es decir, ambos estaban fami-

55
Lozas inglesas desechadas… I. DOSZTAL

liarizados con la política, los recursos y necesidades del pueblo argentino. Entre
estos dos grupos se hallaba la población local y la masa de inmigrantes de otras
nacionalidades que ingresaron al país para llevar adelante el trabajo duro en las
obras y en el campo.
Particularmente, en la Provincia de Santa Fe los inmigrantes ingleses invir-
tieron en compra de tierras y fundación de colonias a través de diferentes Compañ-
ías de Tierras, administraron líneas de ferrocarril, fletes fluviales de mercadería y
personas a través del río Paraná, líneas de telégrafos y teléfonos. Fundaron y diri-
gieron el Banco de Londres y Río de la Plata, radicado en la ciudad de Rosario en
1866, a nivel comercial gestionaron las importaciones y exportaciones por otra
parte organizaron sociedades benéficas como Friendly Society, clubes y escuelas.
El párrafo anterior muestra que estuvieron involucrados en la esfera económica,
política, financiera y social influenciando en el desarrollo de la provincia de Santa
Fe pero numéricamente nunca fueron un grupo que predominó; los diferentes cen-
sos provinciales y nacionales realizados en el siglo XIX los ubica muy por debajo a
otros extranjeros como italianos, españoles, suizos, etc. Por ejemplo, en 1869 la
provincia tenía 89.117 habitantes sólo 690 eran oriundos del Reino Unido; en el
censo provincia de 1887 la población había subido a 220.332 habitantes 773 eran
ingleses; por último en 1895 de una población 397.188 de habitantes 2944 eran
ingleses, es decir que la población anglosajona no superó el 0,77% del total de la
provincia.
Alexandra Colony no fue una excepción, la población inglesa se dedicaba a
administrarla pero nunca fue mayoritaria. Al inicio del proyecto representaban el
38% durante quince años de administración inglesa nunca superaron esa cuantía y
1887 a dos años de su venta sólo 7,57% eran británicos; muchos volvieron a Ingla-
terra otros se radicaron en Estados Unidos o se trasladaron en otros puntos del país.
Se demuestra que la población inglesa estaban interesados más en la inver-
sión de capitales que en elegir a la Argentina como una opción de residencia per-
manente, esta relación comercial se vio resentida durante de período conocido co-
mo “Primera Gran Depresión” (1873-1896). Hacia 1874 el comercio con Gran
Bretaña fue disminuyendo mientras que con el de otras naciones europeas (Bélgica,
Alemania, Italia, España y Francia) fue en ascenso.

Status

George Miller en Classification and Economic Scaling of 19th Century


(1991) genera un conjunto de índice a través de los valores de las listas de precios,
facturas, gastos de embarque, y libros de cuentas, indicando que las lozas impresas
por transferencia y porcelanas fueron las más caras durante el siglo XIX. Tanto en
contextos urbanos como rurales de Gran Bretaña y sus colonias las lozas impresas
por transferencia eran las más adquiridas. Esta situación se repite en el registro de
la CAAC donde este estilo decorativo predomina por sobre el resto.
La proposición detrás de estos estudios es que la variabilidad en el valor
medio de conjuntos cerámicos se correlaciona directamente con la variabilidad en

56
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

el status de los consumidores. En relación a éste punto, consideramos que para


determinar las razones que llevaron a un grupo o familia a consumir cierto tipo de
lozas y no otras responde a otras razones además de su capacidad económica ya
que esto implicaría presuponer que un alto status está asociada a un consumo ma-
yor tanto en calidad como en cantidad, a su vez, un bajo status se asociaría a una
menor calidad y cantidad y esto debería verse reflejado en el registro arqueológico.
En este caso particular, al pertenecer a la clase dirigente de la colonia los
residentes de la casa se encontrarían en una posición económica superior que el
resto de los habitantes. Pero hay que tener en cuenta que la colonia se hallaba ale-
jada de los centros urbanos y mercados de la época de Santa Fe a más de 200 km,
de Rosario a más de 400 km y a 700 km aproximadamente de Buenos Aires; su
comunicación comercial con ésta última ciudad era a través del puerto de Esquina 2
(Corrientes, Argentina) que, también implicaba, más de 600 km de vía fluvial por
lo que no era accesible a bienes de consumo variado y de calidad. Es decir que la
no accesibilidad es otro factor a tener en cuenta para pensar porque no se hallaron
juegos de vajilla más completos o estilos decorativos repetidos.
Entonces la presencia o ausencia de cantidad y calidad del conjunto de loza
está directamente relacionado con factores de disponibilidad frente a necesidad real
y función, y una serie de otros factores socioculturales, como el tamaño de los gru-
pos de componer subconjuntos del sistema, su posición económica y su pertenencia
social. Es decir, que cómo las variables desarrolladas hasta el momento el status no
puede ser estudiado aisladamente sino que una perspectiva holística nos brindará
una análisis más completo de la vida cotidiana en la Alexandra Colony.

Función

La cultura material está relacionada en su totalidad con el contexto domés-


tico-rural en el que se desarrolló la cotidianeidad de los diferentes administradores
de la colonia.
El uso que se le da a un objeto puede ser muy diferente al objetivo por el
que fue fabricado. Por lo que es necesario distinguir, función primaria que refiere a
la función destinada generalmente en el punto de fabricación (una plato hondo fue
diseñado para el consumo de alimentos líquido o estofados), mientras que el uso
primario refiere al uso pretendido por el consumidor (un plato pudo ser comprado
para ser exhibido en un aparador) (Brooks 2005). La ausencia de indicadores de
reutilización o modificación de los fragmentos de loza o el no hallazgo de registro
documental que se relaciona no nos permite determinar si hubo o no un uso dife-
2
El registro aduanero de Esquina está siendo estudiado para hallar datos asociados a nuestra
investigación por lo que, hasta la fecha, sería apresurada cualquier conclusión al respecto del valor de
los objetos hallados. La bibliografía que hace referencia a sitios de Estados Unidos (Miller 1991) y de
Gran Bretaña (Brooks 2000) muestra que las lozas impresas por transferencia fueron las más caras del
mercado durante el siglo XIX, lo que nos lleva a determinar que en Argentina la situación no debería
ser muy diferente. A la fecha no hay trabajos publicados que estudien en detalle ésta variable en sitios
arqueológicos locales por lo que nos lleva a tomar como referencia sitios de ocupación inglesa en
otros países.

57
Lozas inglesas desechadas… I. DOSZTAL

rente. Por lo que la clasificación del registro responde a su función primaria, es


decir vajilla para preparación y consumo de comidas y bebidas, almacenaje de ali-
mentos, bienes para higiene personal.

Representación

Para desarrollar esta variable se tendrá en cuenta como está representado


los géneros, clase social así como identidad nacional. Gracias al registro documen-
tal conocemos que tanto los directores como el administrador provenían de distin-
tas partes de Gran Bretaña pero que estaban relacionados de un modo u otro a los
directivos del banco Thomson, Bonar & Cia y pertenecían a familias de la aristo-
cracia inglesa.
Los hombres eran en conjunto prevalecían sobre las mujeres que circulaban
por la Administración. Si bien no hay un registro exacto de quién habitó la casa
principal, se conoce que eran en mayoría eran hombres los que dirigían la colonia y
sus esposas los acompañaban.
Los objetos de loza hallados son adecuados para el uso tanto de hombres
como mujeres, en un contexto social de la época podemos imaginar sólo a las mu-
jeres realizar las compras de la vajilla que será utilizada pero, como se explicó an-
teriormente, eso no fue posible por la inaccesibilidad directa al mercado. Por lo que
discriminar el género es necesario analizar todo el conjunto de arqueológico.
En relación a la identidad nacional, la mayor cantidad de marcas represen-
tadas son inglesas por lo que podemos suponer que habitantes de origen inglés
elegían productos provenientes de su país de origen pero debemos tener en cuenta
que, además, el mercado inglés fue el principal proveedor de mercancías de Argen-
tina por lo que predominaba en el mercado.

Conclusiones

Los ejemplares de fabricación más temprana fueron datados entre 1840 y


1860 representados por piezas pintadas a mano y decoración esfumada. El más
tardío está dado por la fábrica argentina Lozadur que corresponde al período en que
la casa ya era propiedad privada de una familia del pueblo de Alejandra.
Siendo la cerámica inglesa la de mayor presencia en el sitio hemos identifi-
cado las tres ciudades que marcaron tendencia dentro de la producción de vajillas
para uso cotidiano o de ceremonia; Staffordshire fue el condado dominante del
mercado de juegos de vajilla tanto para consumo local como de exportación duran-
te el siglo XIX. A partir de la década de 1820 se instalaron Glasgow numerosas
alfarería que convirtiendo a la ciudad en el centro productor de lozas, gres y porce-
lanas de Escocia. La industria cerámica en Newcasltle comienza a florecer a finales
del siglo XVIII pero no se expandió durante el siglo XIX como en otros polos in-
dustriales de Gran Bretaña, destacándose sí el papel de la familia Maling como
productor especializado.

58
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

De la relación de formas con patrones de decoración hemos llegado a la si-


guiente conclusión: de un número mínimo (NM) de cuatro aguamaniles presentan
dos tipos decorativos distintos (uno, moldeado y otro impreso por transferencia) y
dos sin decoración. Las cinco bacinicas no presentaban decoración; la impresión
por transferencia que poseen dos de los cuatro frascos hallados fue utilizada para
identificar el producto envasado y su productor; el NM de jarras es tres, una tiene
decoración impresa por transferencia patrón Athens, una está moldeada y la tercera
no presenta decoración. Las platos están representado por un NM de 51 piezas que
van desde platos casi completos a fragmentos aislados se asocian a todos los tipos
decorativos explicados primeramente. Sólo se identificó una sopera moldeada co-
mo decoración primaria y el esfumado como secundaria; de once tazas individuali-
zadas tres no presentaban decoración el resto posee impresión por transferencia,
baño de color, bandas/lineal, estampa con sello y esfumado; los tazones presentan
decoración por moldeado, pintado a mano, bandas/lineal y estampa con sello, el
NM es nueve. Todos fueron identificados como Whiteware salvo una jofaina Irons-
tone o Stone China y una tetera de cerámica refinada roja con baño de color negro.
No se hallaron patrones de decoración repetidos entre las distintas piezas
que componen un juego de vajilla. Por ejemplo, el patrón Costumbres Españoles se
halló representado en platos pero no en tazas o platillos. Por lo que el supuesto que
el descarte de este tipo de bienes está directamente relacionado al paso de la moda
o cambio en el gusto de los consumidores pudo no darse aquí por lo costoso que
era acceder a ellos. Es decir el descarte de un juego de vajilla implicaba la compra
de uno nuevo pero por la imposibilidad de ir al mercado cuando se quisiese no
estaba garantizado su reemplazo.
En conjunto las lozas de la CAAC representa una numerosa y variada co-
lección que contribuye al estudio sobre el consumo de bienes manufacturados en
contextos domésticos alejado de los principales centros urbanos de la época. La
mayor variedad y calidad fue hallada en el pozo de basura de mayor antigüedad
asociado a la ocupación inglesa; el segundo pozo muestra el cambio de ocupación
ya que el registro disminuye producto ya que la casa pasó a albergar de modo es-
porádico a un representante de la sociedad española que compró las tierras en 1885.
Es decir, de pasar a ser el centro rector de la vida cotidiana de una colonia agrícola
devino en una residencia personal del encargado de controlar las grandes extensio-
nes de tierra que albergaba cada vez más ganado y menos habitantes que fueron
buscando otros lugares para vivir.

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Recibido: 15 de mayo del 2013.


Aceptado: 20 de septiembre del 2013.

60
EL PARQUE ARQUEOLÓGICO NOS ENSEÑA

María Rosa Derrier1, Ana Laura Perales1, Marcela Peralta1,


Estela del Carmen Ponce1 y Norma Reyes1

Resumen
Este trabajo expone algunas de las cuestiones relacionadas con la conducción pe-
dagógica de la presentación al público de un importante Parque Arqueológico: Santa Fe La
Vieja (1573-1660).
Palabras clave: guías didácticas; Parque Arqueológico; Santa Fe La Vieja.

Abstract
This paper discusses some of the issues driving pedagogical presentation of an im-
portant Archaeological Park: Santa Fe La Vieja (1573-1660).
Key words: Tutorials; Archaeological Park; Santa Fe La Vieja.

Introducción

La función educativa de los museos nos moviliza a reflexionar sobre nues-


tra propia práctica como guías didácticas, es decir, como personal a cargo de la
presentación de un gran sitio arqueológico al público visitante.
La relación museo-escuela es cada vez más estrecha y frecuente, dado el
importante número de alumnos que recibimos a diario. Si bien nos enorgullece que
este sitio arqueológico -Santa Fe, La Vieja- sea elegido como lugar para visitar y
conocer, consideramos oportuno manifestar no sólo nuestra preocupación sino
también nuestro interés sobre qué es lo que ofrecemos, cómo lo hacemos y cuáles
son los nuevos conocimientos apropiados por los alumnos.
El P.A.R.S.F.L.V. brinda un potencial educativo complejo y somos cons-
cientes de que debemos hacer un recorte significativo en nuestras guías para aten-
der en tiempo y forma a la demanda escolar. Las acciones que concretamos tienden
a mejorar las condiciones en que recibimos a nuestros visitantes para que no resul-
ten limitadas a una guía solamente expositiva.
Convenimos en que: “...los museos no pueden conformarse con dar res-
puestas mirando el pasado...” (2) sino que debemos estar preparados para ubicarnos
en un presente que interroga y debemos motivar al visitante a que “sienta” que los
objetos que observa le pertenecen porque conforman el patrimonio cultural que lo
identifica y que le permite comprender el presente vivido.

“Los museos exhiben un determinado conjunto de la obra humana, obra


que se ve y se siente, obra que se percibe y piensa, obra del saber hacer y

1
Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales. Provincia de Santa Fe.

61
El Parque Arqueológico nos enseña M. DERRIER, ET AL.

saber evaluar. Hacen una muestra de la memoria y por ello, no sólo del
pasado sino también del presente y del futuro del hombre”

Al mencionar la palabra “museo” nos imaginamos un espacio específico,


separado de la vida cotidiana; un lugar de visita al público en donde se exhiben
objetos, productos de un proceso cultural.
Sin embargo, no se trata sólo de una mera exhibición sino de sensibilizar a
los visitantes con las culturas que nos precedieron y con quienes dejaron en los
objetos expuestos la impronta de sus sueños, deseos, ambiciones, necesidades. Es
por ello que el museo no sólo debe ser mirado, sino también vivido para compren-
der nuestro presente y nuestro pasado.
La cultura material tiene capacidad informativa, carácter significativo y un
lenguaje peculiar que permite enseñar a visitantes escolares (que es el tema que nos
ocupa y preocupa) tanto contenidos conceptuales (hechos, acontecimientos, con-
ceptos), actitudinales (valores, identidad, normas, reglas), como procedimentales
(observación directa e indirecta, planteo de hipótesis, recopilación y procesamiento
de datos, análisis de la información, etc.) que promuevan el “saber hacer”.
Esta tríada de conceptos (conceptual, actitudinal y procedimental) es arbi-
trada como para que los aprendizajes sean significativos y completos, aplicables a
otras situaciones: “...con el aprendizaje de los procedimientos, de lo que se trata es
de conocer las formas de actuar, de usar este conocimiento, así como de usar esas
formas para conocer más cosas.” (2).
De esta manera, se analizan críticamente las realidades de las sociedades
inmersas en un contexto dinámico y complejo, favoreciendo así la construcción de
la identidad de la sociedad actual y favoreciendo, también, el compromiso a asu-
mir frente al futuro como protagonistas del mismo.
A continuación habremos de explorar algunos conceptos que -en las guías didácti-
cas- tienen importancia particular en el mensaje que se da al público.

Sitio Arqueológico

Un sitio arqueológico es un área en donde se encuentran dispersos los res-


tos materiales dejados por las personas que vivieron y realizaron allí alguna activi-
dad en el pasado. Son el producto de las actividades del hombre, pero no todas
producen restos tangibles o materiales. Las creencias, los mitos, las ideologías, por
ejemplo, pueden dejar evidencias en forma indirecta o no dejar rastro alguno. Des-
de el momento en que los elementos son descartados por el hombre, comienza a
actuar sobre ellos una serie de agentes que producen su registro (ingreso) arqueoló-
gico y su posterior transformación.
Estos agentes degradan, alteran, dispersan y depositan restos en el terreno.
Es por ello que los arqueólogos deben recuperar todas las evidencias que puedan
conservarse fuera del alcance del comportamiento humano para convertirlas en
datos arqueológicos.

62
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Parque Arqueológico

El Parque Arqueológico nos ofrece la cultura material en su contexto real,


reconociendo tanto los valores históricos y culturales del sitio como así también los
valores naturales del mismo.
Particularmente, el Parque Arqueológico Ruinas de Santa Fe la Vieja
(P.A.R.S.F.L.V.) corresponde a la primitiva ciudad de Santa Fe, fundada en 1573
por Don Juan de Garay, a orillas del río Quiloazas. Su valor radica en presentar los
restos de una ciudad hispanoamericana de llanura de los siglos XVI y XVII, con su
organización en cuadrículas y sus construcciones consolidadas con materiales de la
tierra. El Parque da cuenta de procesos culturales con características singulares.
Estos procesos son producto de grupos humanos diferentes (españoles, portugue-
ses, aborígenes nativos, aborígenes guaraníes, criollos y africanos esclavizados)
que convergieron y vivieron en un espacio y tiempo determinados bajo la hege-
monía hispánica.
El P.A.R.S.F.L.V. reúne las características de un museo a cielo abierto, que
brinda a los visitantes la posibilidad de encontrarse y reconocerse con un pasado
que los identifica. Al respecto, creemos apropiada la cita del Arq. Luis María Cal-
vo, Director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (D.E.E.C.):
En el sitio pueden distinguirse dos áreas que tuvieron usos y formas de ocupación
diferenciadas: el entorno de la Plaza de Armas, con solares dedicados a usos reli-
giosos, administrativos y viviendas; y la zona de las cuadras dedicadas a cultivos
urbanos, como frutales y viñedos.

“Ningún viento es favorable para un barco que va a la deriva. Y va a la


deriva si no hay un proyecto de viaje, si no hay forma de controlar el bar-
co o sino se sabe si está navegando en la dirección correcta.” (Santos
Guerra)

Elaboramos este trabajo, por un lado, con la intención de dar a conocer


nuestra labor como guías didácticas, relacionando la práctica cotidiana con diferen-
tes aportes bibliográficos, confrontando las experiencias y, por el otro, para la
construcción conjunta de nuevas propuestas que optimicen el encuentro entre
P.A.R.D.S.F.L.V. y las escuelas.
Conscientes de que nuestra tarea es educar y de lo necesario que es “pensar
y probar” otros modelos de enseñanza-aprendizaje para no ser ajenos a los cambios
sociales que hacen casi inoperantes a los modelos tradicionales, planteamos, de
esta manera, la necesidad de formación permanente como “un modo de estar en la
profesión y en la vida”.
Pero cualquier propuesta, por novedosa que sea, debe estar sujeta a una
reflexión, a un enriquecimiento teórico y a un replanteo del rol de quiénes intervie-
nen como actores de la misma.
“Lo deseable en innovación educativa no consiste en que perfeccionemos
tácticas para hacer progresar nuestra causa, sino en que mejoremos nuestra capa-

63
El Parque Arqueológico nos enseña M. DERRIER, ET AL.

cidad de someter a crítica nuestra práctica a la luz de nuestras creencias y nues-


tras creencias a la luz de nuestra práctica.” (L. Stenhouse).
Como guías didácticas podemos aprender en el lugar de trabajo, generando
un espacio para la crítica, para la deliberación o análisis de las diferentes situacio-
nes que surgen de la práctica diaria.
Consideramos que los saberes que provienen de la experiencia tienen un
gran potencial formativo, si entendemos la práctica como un proceso activo de
producción, indagación e investigación, siempre en la búsqueda de respuestas a
inquietudes que surgen de las experiencias y de la confrontación con las teorías
propias y ajenas, para acrecentar el valor pedagógico de los museos.
Desde nuestro rol como guías didácticas, sostenemos que ninguna persona
puede crecer e innovar en las tareas que realiza sin una reflexión crítica sobre su
quehacer profesional. Es por esto que asumimos que la evaluación es necesaria
para consolidar lo que funciona bien y para cambiar aquello que posibilite adaptar-
se a las nuevas circunstancias e iniciar nuevos caminos.

“Para todas las cosas hay una época y un tiempo para cada propósito, un
tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un
tiempo para cosechar lo que plantamos. Que no se nos pase el tiempo de
plantar” Anónimo.

El P.A.R.S.F.L.V brinda variadas posibilidades de aprendizaje puesto que


posibilita indagar, investigar y reconstruir el pasado mediante el contacto directo
con la cultura material.
A través del servicio didáctico que se ofrece a las escuelas, las visitas guia-
das se convierten en el motor de nuestra tarea diaria.
Una vez que las delegaciones llegan al museo de sitio, las guías didácticas
interrogan a los niños para obtener información sobre cuáles son sus expectativas y
cuáles sus conocimientos previos. Se les explica, además, la forma en que se reali-
zará el recorrido.
Las docentes a cargo acompañan a sus alumnos durante toda la visita y, en
cada lugar habilitado, hay guías que los reciben y les dan explicaciones específicas,
utilizando un vocabulario acorde a la edad y a los conocimientos de los visitantes,
dándoles el tiempo necesario para la observación detallada y para la formulación de
preguntas.
Es de suma importancia que la visita sea programada con anterioridad y, en
la medida de lo posible, el docente debe visitar el lugar o conseguir un folleto ex-
plicativo para seleccionar los temas u objetivos que considere necesario analizar
con sus alumnos. Es conveniente, por otra parte y, mediante el contacto en el servi-
cio didáctico del Parque, disponer las actividades a realizar para que no resulten
excesivas y se transformen en un cúmulo de datos, evitando así que la visita se
considere un simple paseo.
Aprovechar el potencial educativo del Museo de Sitio implica enseñar a
mirar, a leer el objeto; a preguntarle. Estas prácticas se logran a través del contacto,

64
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

la descripción, el estudio y el análisis de los objetos mediante actividades en las


cuales los niños se involucren y sean verdaderos constructores de sus aprendizajes.
Entre las diferentes acciones que se realizan en el Parque, se ha implemen-
tado el acompañamiento de delegaciones desde el Pórtico de entrada, actividad que
permite “vivir” la ciudad desde una perspectiva más integradora, que posibilita
adentrarse en las calles que recorrían los antiguos pobladores e intentar imaginarse
los sentimientos, los miedos, los sueños, los conflictos que movilizaron a esos
habitantes.
Se establecen acuerdos con algunas instituciones escolares de la zona y,
según las necesidades educativas, se realizan actividades diversas tales como Talle-
res, Elaboración de Textos Ficcionales, Visitas a las Escuelas, Representacio-
nes/Dramatizaciones en el marco de la Casa Ambientada.
La Casa Ambientada es un recurso didáctico que permite reconstruir y en-
tender parte de la vida de la sociedad santafesina con toda la complejidad que ello
supone. Cada elemento que la compone se convierte en una “puerta de acceso” al
conocimiento y a la comprensión de las relaciones entre los diversos aspectos de la
realidad (el social, el político, el económico, el ideológico). Permite la observación
de los cambios y las permanencias en el transcurso del tiempo a través de la com-
paración entre el “antes y ahora”, muestra la multiplicidad y complejidad de lo
social (formas de organización, actores sociales, relaciones de poder).
Estas y otras actividades se realizan como servicio didáctico del Parque
Arqueológico, y surgen como iniciativa del equipo de guías didácticas que desem-
peñan a diario su labor en el predio.
Nosotras conformamos ese equipo, y nos tomamos el atrevimiento, pero
con todo respeto y humildad, de poner en palabras la cotidianeidad de nuestra ta-
rea, con el sólo objetivo de mostrar el riquísimo potencial educativo del Parque
Arqueológico.
Por otro lado, y, desde lo estrictamente personal, escribir lo que hacemos
nos posibilita la autorreflexión, el descubrimiento de las propias actitudes, nuestros
comportamientos y limitaciones. Nos posibilita, además, la apertura a un proceso
de cambio y de aprendizaje que recién comienza.

Así sentimos a Santa Fe La Vieja: una propuesta de guía didáctica

Caminando las calles trazadas hace tantos siglos, a fuerza de machetazos


para limpiar los montes, llegamos a la plaza; esa plaza en la que el viento trae las
voces de los vendedores de antaño que ofrecen sus artesanías y recuerdan con nos-
talgia su África natal. Es la plaza de los aborígenes que sueñan con la libertad de
andar por los montes cazando sin necesidad de servir. Es, también, el espacio de las
correrías de toros en honor al Santo Patrono.
La plaza se erige como un lugar emblemático por excelencia. Allí comien-
za la vida de la ciudad. A su alrededor se ubican edificios religiosos, casas particu-
lares.

65
El Parque Arqueológico nos enseña M. DERRIER, ET AL.

Seguimos avanzando… La paz que transmite el río nos acerca el bullicio


de algunas aborígenes lavando ropa en sus orillas.
Nos vamos a la iglesia; aún hoy sus muros guardan celosos el repiqueteo
de aquellos pies trabajando y construyendo. La devoción de esos santafesinos
quedó plasmada en todas sus iglesias, allí sepultaron a sus seres queridos…quizás
manifestando así sus ansias de que no se fueran del todo.
Observamos desde las barrancas los vastos paisajes isleños. Nos sumergi-
mos en el río que les daba el sustento, que los invitaba a viajar pero que, a la vez,
con su apetito voraz, se iba comiendo poco a poco la ciudad.
Y continuamos por estas calles mientras el sol cobija nuestras almas y nos
trae voces en el aire que nos recuerdan que Santa Fe tuvo una llama de esperanza
albergada en los corazones de sus habitantes.
Para no terminar de soñar, llegamos a la Casa Ambientada, manifestación ac-
tual de un antiguo solar cuyo linaje Vera Muxica enalteció los valores de la época.
Nos reciben en su Patio de los Naranjos las fragancias de azahares y lavan-
das que ponen de manifiesto la presencia de mujeres en el lugar.
Recorreremos la primera parte; gracias a su audio reconstruimos e imagi-
namos las conversaciones de los habitantes.
Nos adentramos en el Patio de las Higueras; allí la sensación de calidez y
privacidad nos envuelve completamente.
Visitamos la cocina; soñamos ver a aquellas mulatas revolver la sopa; mo-
ler trigo; las imaginamos refiriendo a los niños historias transmitidas de generación
en generación, buscando así mantener viva la memoria.
Ya se termina… En el Patio de los Olivos las hierbas aromáticas nos inun-
dan el alma…
Pero la magia y la imaginación de nuestro Parque continúan un poco más.
Vamos al Museo, lugar donde se atesoran los objetos hallados en las excavaciones.
Con un poco de agudeza en la mirada podemos extraer tanta información…
Así fue nuestra antigua ciudad; un lugar en el cual confluyeron variados
grupos étnicos.
Desde la distancia, hoy comprobamos que el tiempo no pudo acallar aque-
llas voces; tampoco pudo borrar sus rastros, sólo se encargó de preservarlos para
que nosotros, en nuestro presente, podamos recrear las bases primigenias que con-
forman y sostienen los pilares de nuestra historia.

Notas

1. Colecciones Privadas y Patrimonios Públicos” de: “Museo y escuela: una


sociedad posible”, Helena Alderoqui, pág. 79. Paidós Cuestiones de educa-
ción, 1996.
2. Los contenidos en la Reforma. El Aprendizaje y la enseñanza de los Proce-
dimientos. Coll, César. Aula XXI, Ediciones Santillana S.A., 1994, pág.
104.

66
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

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Recibido: 10 de mayo del 2013.


Aceptado: 15 de septiembre del 2013.

67
ARQUEOLOGIA EN EL COMBATE:
UNITARIOS Y FEDERALES EN 1840, CUATRO BOCAS, CAYASTÁ, PROV. DE
SANTA FE: PAUTAS INICIALES PARA SU ABORDAJE

C. C. Bruno y S. E. Cornero1

Resumen
La Arqueología de Campos de Batalla constituye un abordaje innovador intere-
sado por el análisis de los entornos, fisiografías de terreno, logística de ofensivas, cultura
material y tecnologías bélicas. Si bien en la actual provincia de Santa Fe las batallas
históricas han sido frecuentes entre los siglos XVI y XIX, poco se ha investigado hasta el
momento desde esta perspectiva arqueológica. La consolidación del territorio provincial
santafesino ha sido un espacio constante de conflictos sociales interétnicos de violentos
enfrentamientos, documentados al menos desde el siglo XVI. La región de Cayastá cons-
tituyó un escenario de tensión por la apropiación del espacio y sus recursos, hasta el
afianzamiento de la frontera. Próxima a esta localidad se batieron fuerzas opositoras
unitarias y federales al mando de Mariano Vera y de Juan Pablo López, respectivamente.
El Combate de Cayastá, se situó sobre la margen oriental del arroyo Cayastá, el 26 de
Marzo de 1840. A partir de esta investigación, se propone localizar el sitio, mediante la
contrastación de la hipótesis de ubicación formulada por vecinos de la comunidad de
Cayastá. Se realizaron entrevistas, relevamientos de fuentes documentales y cartográficas
del área de estudio, prospecciones y sondeos de sector asignado. Se formula una hipóte-
sis de ubicación del campo de batalla.
Palabras clave: Arqueología de batalla; Santa Fe; Cayastá; combate; 1840.

Abstract
The Battlefield Archaeology is an innovative approach interested in the analysis
of the environments, terrain physiography, offensive logistics, material culture and mili-
tary technologies. Although in the present province of Santa Fe historical battles have
been frequent between the sixteenth and nineteenth centuries, little has been investigated
so far from this archaeological perspective. The consolidation of the province of Santa Fe
has been a constant space of violent social conflict interethnic clashes, documented at
least since the sixteenth century. Cayastá region was a stress scenario for the appropria-
tion of space and resources, to the consolidation of the border. Next to this locality
fought unitary and federal opposition forces led by Mariano Vera and Juan Pablo López,
respectively. The Cayastá Combat, stood on the east bank of the creek Cayastá, on the
March 26, 1840. From this research, it is proposed to locate the site, by contrasting loca-
tion hypothesis made by neighbors of the Cayastá community. Interviews were conduct-
ed, surveys documentary and cartographic sources of the study area, surveys and polls to
the assigned sector. We formulate a hypothesis of the battlefield location.
Key words: Archaeology of battle; Santa Fe; Cayastá; Combat; 1840.

1
Proyecto ING397 SECyT, FCEIA, Universidad Nacional de Rosario.

69
Arqueología en el combate… C. BRUNO y S. CORNERO

Introducción

El presente trabajo tiene por finalidad constatar el sitio asignado al campo


de batalla, donde sucedió el combate de Cayastá en el año de 1840, producto de un
enfrentamiento entre federales y unitarios, según vecinos de la misma localidad. Se
desarrolla en el marco de una investigación participativa (Cornero y Rocchietti,
2008), basada en la construcción de conocimiento compartido.
La región se ubica en el centro noreste de la provincia de Santa Fe, Depar-
tamento de Garay, sobre el rio San Javier. Cayastá se localiza a 70 Km de la capital
provincial, Santa Fe, sobre la Ruta Prov. Nro. 1. a la altura del KM 73. Se emplaza
en una ecorregión que corresponde a un conjunto de sistemas de humedales de
origen fluvial. La zona de proyecto corresponde la región Paraná Medio el cual se
extiende desde su confluencia con el río Paraguay hasta la ciudad de Diamante,
conformado por depósitos aluvionales que forman islas, las cuales van adosándose
para constituir la planicie de inundación entre lagunas, madrejones y zanjones.

Figura 1. Ubicación del área de estudio, Dpto. Garay, Provincia de Santa Fe

Hacia el año 1840 la Provincia de Santa Fe estaba inserta en una coyuntura


social y política producto de los conflictos del estado provincial surgentes de su
consolidación. En Argentina, así como en el resto de Latinoamérica se comenzaban
a implementar proyectos políticos para estos nuevos Estados Nacionales. En nues-
tro país se enfrentaron dos modelos por el control económico, unitarios y federales,
constituyendo un escenario de tensión por la apropiación de poder y los recursos.
Ambos grupos en pugna confrontaron sus intereses en campos de batalla.
Dentro de este contexto histórico político, la región de Cayastá protagonizó
un inesperado enfrentamiento entre tropas unitarias y federales, al mando de Ma-
riano Vera y de Juan Pablo López. El enfrentamiento, conocido como el Combate
de Cayastá, se situó en la margen oriental del arroyo Cayastá.

70
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Según autores como Rosa (1979), Cervera (1982), y Alemán (1994), las
fuerzas unitarias, conducidas por Lavalle, se encontraban en la provincia de Co-
rrientes. El mismo decide dividir sus fuerzas y al mando del ex gobernador de San-
ta Fe, Mariano Vera, y Francisco Reinafé, envía una expedición para cruzar el río
Paraná por Goya internándose en el Chaco santafesino con el fin de atacar por sor-
presa la ciudad de Santa Fe, que se suponía desguarnecida, ya que Juan Pablo
López se encontraba en Rosario protegiendo las aguas del Paraná de la llegada de
buques franceses.
De acuerdo a fuentes primarias, en 1840 la fracción unitaria contaba con
más de doscientos hombres y algunos indios, que habían sido reclutados en su paso
por San Javier. Al atardecer del 26 de marzo, cuando la tropa acampaba a la vera
del arroyo Cayastá son atacados por tropas federales compuesta por 500 hombres,
enviadas por Juan Pablo López, quien fuera avisado por el cacique Mocoví Navita-
quín de la presencia unitaria en su territorio. El combate fue de corta duración de-
jando un saldo de 103 muertos y 29 prisioneros. De la lectura y análisis de las fuen-
tes primarias y de los diversos autores se entiende que, no hubo una logística de
selección táctica del sitio de combate, sino el mismo obedece a una situación for-
tuita.
En el campo teórico y acordando con Areces (2011), la investigación pro-
pone un abordaje desde la arqueología histórica planteando al registro escrito y al
registro material como necesario y complementario. “En muchos casos la docu-
mentación existente pertenece a ciertos grupos sociales más favorecidos quedando
gran parte de la población relegada al silencio.” Es aquí donde la arqueología
puede hacer un aporte invaluable permitiendo develar a través del registro material
aspectos concretos de sus actividades cotidianas.
Este estudio acuerda con una arqueología preocupada por un pasado plural,
de desigualdades al decir de Rocchietti (2008), para comenzar a pensar y discutir
una arqueología histórica pluralista y con identidad propia. Como plantea Zarankin
(2004) “Una arqueología histórica latinoamericana debe funcionar como una
herramienta para cuestionar nuestra realidad desigual y como mecanismo de
cambio social. (…) Se vuelve necesario así trabajar en escalas locales, intentando
comprender las micro dinámicas que caracterizan e identifican a la sociedad o al
grupo cultural estudiado. Evidentemente tampoco debe obviarse un interjuego con
otras escalas mayores (incluso mundiales), a los fines de buscar entender de una
manera más amplia el contexto histórico en el cual se enmarca el problema anali-
zado”. (Zarankin 2004:133).
Desde esta mirada pluralista consideramos que la participación Mocoví de-
finió el resultado del combate otorgando el triunfo al federalismo santafesino, sin
embargo la documentación existente es escasa respecto de su participación. Con el
desarrollo de la presente investigación se espera aportar a la visualización de la
participación Mocoví en el combate, permitiendo repensar su accionar en este pro-
ceso histórico general.
La Arqueología del Conflicto se centra en la materialidad de la violencia
organizada: enfrentamientos bélicos, fortificaciones, estudios forenses, entre otros.

71
Arqueología en el combate… C. BRUNO y S. CORNERO

Esta investigación desde una arqueología de campos de batallas abarcará el análisis


de los entornos, fisiografías de terreno, logística de avance, tecnología bélica apli-
cada y milicias involucradas. En nuestro país la Arqueología de Campos de Bata-
llas es de surgimiento reciente, aun así se ha ido multiplicando en los últimos años
poniendo en evidencia la importancia que el registro material tiene en estos estu-
dios. En la actualidad están estudiando campos de batalla, investigadores y equipos
como Landa, Montanari y Gómez Romero (2011) en La Verde de 1874, Leoni y
Martínez (2011) en la batalla de Cepeda de 1859 y Mariano Ramos (2009) en la
batalla de Vuelta de Obligado de 1845, en la provincia de Buenos Aires y en la
provincia de Santa Fe actualmente la batalla de Pavón de 1861 está siendo investi-
gada por Leoni y Porfidia (2012). Para la región centro norte de Santa Fe constitu-
ye este trabajo una primera aproximación.
Frente a la incertidumbre de la localización del campo de batalla, la inves-
tigación plantea constatar la ubicación del sitio, mediante la contrastación de la
hipótesis de ubicación que los vecinos de Cayastá le otorgan al mismo, una hipóte-
sis socialmente construida que ubicaba al sitio 4 km al sur del actual pueblo de
Cayastá, más precisamente en el actual paraje Cuatro Bocas.

Estudios históricos

Como antecedente de los estudios históricos se destacan los trabajos de


Cervera (1982), Alemán (1994) y Tarragó (2006) quienes a través de una historia
de la provincia de Santa Fe permiten ver la relevancia que adquiere el litoral dentro
y fuera del país en ese periodo histórico. Todos ellos relatan la historia del combate
tomando como fuente primaria el parte de batalla enviado por Juan Pablo López y
Calixto Vera a Juan Manuel de Rosas. Otros historiadores como Iriondo (1871) y J.
M. Rosa (1979) permiten rescatar las relaciones entabladas por los ejércitos y las
poblaciones indígenas del lugar, tanto Tobas como Mocovies, mostrando como
estos tuvieron un papel clave en el desarrollo y desenlace del combate.
Otro autor que retoma al combate de Cayastá es el Dr. Ricardo Kauffman
(1999) quien ubica al sitio en el paraje Cuatro Bocas pocos kilómetros al sur del
actual pueblo de Cayastá. Es el mismo sitio que fuera señalado por la comunidad
como lugar del combate por el hallazgo de restos óseos humanos a nivel superfi-
cial.
La investigación comenzó con entrevistas a vecinos del pueblo de Cayastá
quienes nos brindaron una hipótesis socialmente construida de ubicación del sitio,
la cual fue tomada como punto de partida para la elaboración de una hipótesis de
localización. Paralelamente se realizó el estudio documental a través de la consulta
a diferentes archivos históricos. En el archivo histórico de la ciudad de Santa Fe se
consultó una epístola que comunicaba el triunfo de las tropas federales a Juan Ma-
nuel de Rosas, firmado por Juan Pablo López y su ministro Calixto Vera, hermano
de Mariano Vera líder de la tropa unitaria, fechada el 26 de marzo de 1840 (Gue-
rras Civiles, 1840). Se consultaron también otras correspondencias del periodo que
permitieron visualizar la movilidad y composición de los ejércitos.

72
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

En el Archivo General de la Nación (AGN) se ubicó el parte de batalla en-


viado por Juan Pablo López a Juan Manuel de Rosas, así como el ejemplar del
diario “La Gaceta Mercantil” del 2 de abril de 1840, en donde se comunica el triun-
fo y se condecora a sus vencedores. También se consultaron el Archivo Nacional
del Ejército y los archivos del Museo Histórico Provincial Julio Marc de la ciudad
de Rosario revelando epístolas de la época y cartografía histórica de la provincia.
Se organizó la información obtenida en una tabla de ordenamiento de da-
tos. Se discriminaron los datos que eran de interés para la ubicación del sitio así
como para determinar la movilidad, composición y equipamiento de las tropas,
apuntando tanto a la ubicación del sitio como a la elaboración de una expectativa
de registro y mapa de movilidad de las mismas.
El análisis de la cartografía permitió determinar que el topónimo Cayastá
merece una lectura detallada dado que designa diferentes lugares en la misma re-
gión. El término presenta variabilidades fonéticas y de escrituras, como bien de-
muestra el trabajo de Hillar Puxeddu (S/F) quien contribuye con una aclaración
sobre el origen del término y sus migraciones. El topónimo designó primero un
paraje con su estancia y su encomienda indígena, luego una reducción en las cer-
canías de San Martín Norte, la cual tuvo dos migraciones llevando consigo su
nombre y dejando el mismo en el terreno como es el caso de Cayastá viejo, Cayas-
tacito, Cayastá nuevo, el pueblo actual de Cayastá, así como el arroyo Cayastá que
une el San Javier con el Salado al Norte de colonia Dolores y el Riacho Cayastá
que une el riacho Correntoso con el rio San Javier desembocando al norte del ac-
tual pueblo de Cayastá.
Así también el análisis cartográfico expuso la utilización frecuente de la
designación Cuatro Bocas en la región geográfica trabajada, ya que la misma refie-
re a la confluencia de diferentes cursos de aguas, y al encontrarnos en una región
de macros - sistemas de humedales de origen fluvial caracterizado por depósitos
aluvionales. Son particularmente abundantes las confluencias múltiples de cursos
de aguas. La región posee una alta dinámica hidrológica con un marcado pulso
anual que en los últimos años ha sido de carácter errático asociado, a demás de los
ciclos naturales, al manejo hidráulico que se realiza en las tierras altas.
La múltiple utilización del topónimo Cayastá y la designación Cuatro Bo-
cas nos lleva a reflexionar sobre los puntos de referencia mencionados en la fuentes
primarias y en los estudios históricos proponiendo poner atención a las asignacio-
nes que se les dan a los mismo tensando así la hipótesis de ubicación.

Prospecciones y sondeos

La prospección arqueológica consistió en el recorrido del terreno y del pa-


raje Cuatro Bocas acompañado por vecinos de Cayastá quienes nos comunicaron
hallazgos de restos óseos humanos en las inmediaciones.
El paisaje presentaba una maleza tupida que cubría toda la superficie de del
área dificultando la observación y posibles hallazgos superficiales de materiales
asociados al sitio. El sector próximo al sitio se encontraba cruzado por un alambra-

73
Arqueología en el combate… C. BRUNO y S. CORNERO

do de púas, cuyos postes de sostén se insertan en el mismo con una tupida vegeta-
ción. Se destacaba en el terreno la defensa, una construcción intencional paralela al
camino, de casi un metro de alto y 0.70 m de ancho que bordea la costa, cuyo obje-
tivo es levantar el nivel de terreno para impedir que en caso de inundación se afecte
la Ruta Provincial Nro. 1. El lugar ha sido removido en un sector por las máquinas
excavadoras que operaron durante la construcción de la defensa y del manteni-
miento del camino de la costa por lo que el sitio se encuentra altamente perturbado.

Figura 2. Paraje Cuatro Bocas

Figura 3. Paraje Cuatro Bocas. Área de prospecciones y sondeos

Se abrieron catas de sondeo en dirección norte-sur donde indicaron los ve-


cinos que habrían hallado restos humanos “de soldados”. El resultado de estos ele-
mentos procedentes de los sondeos y prospecciones, determinó que el registro es
compatible con un sitio arqueológico, denominado La Defensa cuya característica
cerámica es asignable a Goya Malabrigo. Lo hallado no es vinculante con un regis-

74
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

tro esperado en campo de batalla. Se realizó un fechado radiocarbónico cuyo resul-


tado otorgó al sitio una antigüedad de 1520 + 60 años AP. (Cornero et al. 2012).

Reflexiones finales

En esta oportunidad se presentaron los avances que se han realizado desde


los comienzos de la investigación, enfatizando que se encuentra en una faz explora-
toria, de formulación de hipótesis frente al problema planteado. Se considera que se
ha logrado un avance óptimo a través de la interdisciplinariedad que la arqueología
histórica conlleva, permitiendo desentrañar datos que hubiesen quedado en el olvi-
do.
Los datos que se han obtenido e interpretado permitirán guiar las próximas
intervenciones en campo. Así también el sondeo arqueológico realizado en el sitio
“la defensa”, el análisis documental, los trabajos sociales, el análisis cartográfico
han permitido poner en tensión la hipótesis de situación tomada como disparadora
de la investigación, la cual ubicaba al sitio 4 km al sur del actual Pueblo de Cayastá
en el paraje “Cuatro Bocas”, realizando una nueva hipótesis de ubicación del com-
bate 4.92 km al Noroeste de dicho pueblo en la confluencia del Arroyo Cayastá
con el río San Javier denominada “Tres bocas”.
Luego del análisis de la información se ha podido realizar un croquis del
combate en donde se plasma la movilidad de las tropas y la estrategia de combate
pudiéndole otorgarle una correlación geográfica en la nueva ubicación planteada.
Para concluir, es importante considerar que la denominada “Arqueología
del conflicto” más precisamente la arqueología de campos de batallas, es una área
específica de la arqueología histórica de desarrollo reciente en Argentina; particu-
larmente en los últimos años se han comenzado a realizar algunas investigaciones,
las cuales están poniendo en evidencia la importancia que el registro material tiene
en la interpretación de los procesos socioculturales pasados. Existen diferentes
maneras de conocer el pasado y debemos enfrentar la cuestión de reconocer quien
lo resignifica, es aquí en donde no se debe olvidar la red social (Rocchietti 1998)
en la que el sitio arqueológico se encuentra inserto. La sociedad interactúa de ma-
nera constante con la materialidad del sitio y luego lo hará también con el producto
de las interpretaciones realizadas por los arqueólogos, la misma puede y debe hacer
su aporte a la resignificación del pasado, éste debe dejar de ser contado desde un
solo discurso e incluir las diversas voces.

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Recibido: 30 de septiembre del 2013.


Aceptado: 28 de octubre del 2013.

77
IDENTIDAD, ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO: UNA PROPUESTA DE RESISTENCIA
A LA HEGEMONÍA DEL MODELO GLOBALIZADOR

Nora Marcela Guerci1


Miguel Angel Mugueta1

Resumen
Las nociones de patrimonio cultural en las últimas etapas de desarrollo del capita-
lismo mundial configuran nuevas dimensiones de construcción simbólica de las identidades
en relación con las actividades económicas de efectos globales. La incorporación de mani-
festaciones de la cultura ‘vernácula’ y de sitios arqueológicos e históricos a los consumos
turísticos pone de manifiesto el papel que este modelo globalizador de desarrollo instaura
en el mundo moderno. Las transformaciones de las instancias de atribución de sentido a la
experiencia identitaria emergen a partir de la introducción acelerada de la cultura a la eco-
nomía de mercado, la que promueve la estandarización de lo producido al turista y la re-
ducción y homogeneización de saberes y de prácticas sobre la propia identidad. Los con-
ceptos sobre uso del espacio y los ecosistemas afectados forman parte de esta nueva reali-
dad a la que tienen acceso los consumidores.
Palabras clave: Patrimonio cultural; Construcción simbólica; Identidad.

Abstract
The notions of cultural heritage in the final stages of development of world capital-
ism set new dimensions of symbolic construction of identities in relation to the economic
activities of global effects. Incorporating cultural manifestations 'vernacular' and archaeo-
logical sites and historic tourist consumption highlights the role that this model establishes
development globalization in the modern world. The transformations of the instances of
attribution of meaning to the experience of identity emerge from the accelerated introduc-
tion of culture to the market economy, which promotes standardization of the produce to
the tourist and the reduction and homogenization of knowledge and practices 's identity.
The concepts of space and use of the affected ecosystems are part of this new reality that
consumers have access.
Key-words: Cultural heritage; Construction symbolic; Identity.

Introducción

Si el imperialismo se caracterizó por la concentración del capital y la


búsqueda de nuevos mercados, creando la economía global, la globalización ha
establecido un tejido aún más denso en las transacciones económicas, comunica-
ciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos, al decir de Eric Hobs-
bawm en su definición de los procesos iniciados en el siglo XIX y continuados
hasta la actualidad. Pero ya la temprana colonización y luego el imperialismo y la
globalización se constituyen en fenómenos culturales en la medida que instauran

1
Facultad de Ciencias Sociales, PROINCOMSCI, Universidad Nacional del Centro de la Provincia
de Bs As (UNICEN).

79
Identidad, arqueología y patrimonio… N. GUERCI y M. MUGUETA

ideas, imágenes y aspiraciones sobre el mundo en su ejercicio de conquistarlo. La


atribución de sentido a los pensamientos y experiencias se cimentan en una ideo-
logía particular, la de un Occidente que se instala como universal y organizador de
las lógicas del mundo para sostener las nuevas formas de organización políticas y
económicas surgidas en su contexto con la Modernidad. Así, las situaciones colo-
niales y los regímenes capitalistas han promovido a lo largo de cinco siglos la in-
ternalización de supuestas necesidades objetivas para la adopción de modelos a
escala global en tanto generan mecanismos de control de las tensiones mediante el
reconocimiento de Estados independientes y la soberanía del pueblo, limitando la
expresión de la diversidad cultural.
En la combinación de capital, trabajo y recursos materiales se fundan las
políticas de desarrollo de los Estados, promotor de los nacionalismos sobre la base
de la autonomía económica, a la que se agregan ciertos rasgos diferenciales expre-
sados en condiciones “naturales y objetivas” (el territorio, la unidad de la lengua) y
“espirituales y subjetivas” (tradiciones, historia, cultura), en la necesidad de asegu-
rar la existencia de un consenso político para la integración en una organización
única. Es ese estatuto político común el que legitima las ideas, imágenes y aspira-
ciones comunes que provienen de aquella visión particular de la condición de exis-
tencia del ser humano, trasladada al resto de las poblaciones del planeta. Y es al
interior de aquellas condiciones “espirituales y subjetivas” donde se delinean las
nociones de patrimonio cultural de fines del siglo XX y principios del XXI, en la
intención de hacer valer una herencia y una identidad que se ha recibido indivisa y
que ha de perpetuarse bajo ese carácter.
Como concepto, la noción de patrimonio cultural remite a una construcción
simbólica que expresa lógicas y órdenes de mundo orientadoras de la experiencia
de los miembros del grupo humano que les ha dado lugar. Sin embargo, entre lo
deseado idealmente y lo experimentado respecto del patrimonio cultural surgen
discrepancias, contradicciones que llevan a pensar que en la atribución de sentido
de las acciones humanas opera una re-significación no siempre coherente con lo
enunciado. En los términos de la enunciación se custodia y refuerza celosamente
una visión de mundo que pretende responder a principios regidores de la moral y
de la identidad; en la práctica, la manipulación de dichos principios presenta una
realidad esmerilada, en tanto aquellos se manipulan en nombre de una jerarquía de
valores e intereses que se recompone permanentemente y de acuerdo con volunta-
des no siempre colectivas.

En nombre del patrimonio cultural

De las autoridades discursivas

En los últimos diez años hemos asistido a la emergencia -casi intempesti-


va- de espacios que intentan darle un lugar relevante al patrimonio cultural. Podr-
íamos decir que se ha “redescubierto” el patrimonio para todo lo “re”: reflexionar-
lo, rediscutirlo, reinstalarlo, recuperarlo, redefinirlo, recrearlo, realzarlo, reasumirlo

80
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

y hasta reanimarlo. Como el ave fénix, el patrimonio cultural ha surgido con múlti-
ples formas y en innumerables ocasiones, estableciéndose como una entidad que
reclama existencia propia.
Para la tarea se han delimitado áreas de competencia e identificado a las
autoridades discursivas y agentes correspondientes. Arquitectos, sociólogos, an-
tropólogos, historiadores, geógrafos, demógrafos, anticuarios, museólogos, directo-
res de cultura en municipios (que no necesariamente se representan en las discipli-
nas y ocupaciones anteriormente mencionadas), archivistas, artistas y periodistas,
entre otros, han asumido dicho rol. Todos parecen encontrar un lazo directo entre
su formación y el patrimonio cultural; éste “les atañe”, le es intrínseco, una parte
propia de su ser profesional. Desde esta perspectiva, cada uno ha considerado que
tiene a su alcance un conjunto suficiente de definiciones y de actividades que son
“de hecho” inherentes al patrimonio cultural, las que operan como un sustrato
compartido para el colectivo social.
No obstante, entre lo que se presenta en apariencia como homogéneo y
consensuado y lo que se ejecuta en nombre del patrimonio cultural surgen notables
diferencias, las que cobran mayor evidencia cuando se confronta el constructo con-
ceptual científico-disciplinario y el que emerge de una población no formada
académicamente. La visión del “nativo”, que también es una construcción de senti-
do de la experiencia social, no refleja de forma especular lo que los científicos le
queremos hacer decir, aun cuando la hayamos tomado como dato.
Con todo, en ambos casos se manifiesta un plano en común: la reificación-
fetichización de algo, esto es, el proceso por el cual “la cosa” deja de ser resultado
de la cultura para ser producto de la “naturaleza”, la consideración de que esa enti-
dad tiene vida propia, se ha generado por fuera de la acción humana y, como tal, es
externa y perfectamente identificable y clasificable. En la naturalización del patri-
monio cultural se soslayan entonces, consciente o inconscientemente, los procesos
socioculturales históricos que atraviesan la significación y la puesta en práctica. En
consecuencia, se lo vacía de las cargas ideológicas, de la cosmovisión que orienta a
su existencia.

Latentes patrimonios en busca de un autor

Una mañana calurosa de octubre estábamos excavando en el Cantón Ta-


palqué Viejo, una fortificación de la frontera sur de épocas de conquista, de la pri-
mera mitad del siglo XIX. Era la cuarta excavación y habíamos hallado -en contex-
to arqueológico- escoria de una fragua. Nos encontrábamos enfrascados en una
discusión sobre si debíamos asociar o no estos materiales con los restos de lozas de
vajilla europea que profusamente aparecían en cuadrículas cercanas y en el mismo
nivel estratigráfico. En eso oímos una voz que no provenía de ninguno de nosotros.
“¿Así que ustedes son arqueólogos? Yo soy el patrimonio cultural. Miren”, nos
dijo, “hace rato que ando deambulando por acá y necesito de alguien que me dé
forma, que hable de mí, que se ocupe un poco siquiera… para justificar mi existen-
cia… Si no, estoy condenado al olvido”. Hemos de reconocer que esta aparición

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Identidad, arqueología y patrimonio… N. GUERCI y M. MUGUETA

nos sorprendió. Un poco aturdidos alcanzamos a balbucear: “¿Pero cómo? ¿Usted


no había sido descubierto antes?... ¡Usted ya estaba!”. A lo que respondió: “Es que
me cuesta reconocerme en lo que se dice de mí… La verdad es que no me siento
cómodo con los ropajes que me invisten. ¿Ustedes qué saben de mí?”. “¡Y cómo no
vamos a saber de usted!!! ¡Hace años que estamos estudiando sobre el patrimonio
cultural! Usted ya está definido; lo dice el diccionario, lo dicen los libros… Todo el
mundo sabe lo que es el patrimonio cultural… ¡¿Cómo no lo va a saber usted?!”.
Nos miramos de soslayo por la desconfianza que provocaba una cosa tan insegura
de sí misma. Miguel, el arqueólogo a cargo de la excavación, preguntó; “¿Pero
usted es realmente el patrimonio cultural? Capaz que es otra cosa… y por eso anda
confundido…”. “¡No! A mí me pusieron esa etiqueta, ¡bah!, es un decir porque
como no tengo materia… Soy tan abstracto que no me pueden medir ni pesar ni
tomarme el pulso. Pero algo de valor debo tener porque todos hablan positivamente
de mí… aunque después me destruyen y parecen no darse cuenta… A veces querr-
ía tener un cuerpo para poder distinguirme mejor de otras cosas; capaz que con eso,
digo, al tener contornos quizá no dudaría tanto; o bien los demás me reconocerían
más fácilmente y ya pasaría a ser algo concreto y fijo… ¿Se entiende?”.
Luego de unos minutos, cuando creyó que nosotros tampoco podríamos sa-
carlo de esos moldes, decidió irse. Y lo dejamos partir no sin antes prometerle que,
aunque no volviéramos a encontrarnos, haríamos todo lo posible por pensar en las
contradicciones y mejorar su situación.

El carácter de las definiciones

Esta emulación casera de lo que genialmente ideó Luigi Pirandello para


una de sus obras literarias, Seis personajes en busca de un autor, no es casual. El
escritor italiano se permitió representar en ella la cosmovisión que una sociedad
había construido para sí y de la cual no se hacía totalmente responsable. La misma
idea orientó a la inglesa Mary Shelley a imaginar a un doctor Frankenstein y a su
criatura. Ambos quisieron mostrar cómo las creaciones humanas suelen cobrar vida
propia y demandar un lugar en el mundo. Pero en relación con la ficción subyace
otro plano, el de la demarcación y definición de lo que es la realidad para quienes
necesitan de la existencia de ella. La metáfora de las obras alude al positivismo
como doctrina ideológica y no sólo como modelo científico de construcción neutral
de conocimientos. De hecho, advierten que esa pretendida neutralidad es la que
opera en todos los órdenes de la cognición y, en consecuencia, de percepción de la
realidad.
El positivismo europeo encarnó, se hizo carne, parte indivisible de lo
humano. Se constituyó en filosofía y en acción política, orientó y demarcó la posi-
ción individual y social y la condición de ser “ser humano” en relación con todo lo
existente. Anunció e instaló la existencia de la objetividad: existe un mundo y el
ser humano ha de descubrirlo y describirlo; ese mundo es externo al sujeto, está sin
que intervenga la acción humana, la que sólo debe actuar para develarlo, decir
cómo es, sus dimensiones, sus colores, su textura. Cada cosa ya se diferencia de la

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

otra por alguna propiedad intrínseca que la particulariza per se; el sujeto no distin-
gue, descubre distinciones que ya están.
De la seguridad que otorgó la objetividad surge la primera controversia:
¿cómo explicar la diversidad de percepciones? ¿Por qué unos son monógamos y
otros no? ¿Por qué el arco iris no tiene siete colores para todos? El planteo neutral
no se hizo esperar: en los seres humanos existe una misma manera de reaccionar
ante los estímulos que provoca el mundo, una misma capacidad mental, inexorable;
pero no todos presentan el mismo grado de racionalidad en las respuestas; algunos
van más ‘avanzados’ que otros. La diferencia se entiende como el atraso o adelanto
en el desarrollo de la razón humana. Hay formas perfectas de percepción de la rea-
lidad que ya se irán alcanzando con el tiempo y algunos grupos humanos pueden
demostrarlo. Por ejemplo, con el descubrimiento y enunciación de esta verdad, la
de la existencia de la unidad psíquica de la humanidad. Todos vamos a formarnos
las mismas ideas sobre el mundo porque el mundo nos las pone al alcance de la
mano.
Lo controversial continúa: ¿qué es una idea? Idea = abstracción del mundo.
¿Es la abstracción un correlato, un reflejo de lo que se presenta? Objetividad, como
abstracción, ¿qué parte de ese mundo ya predemarcado presenta? Si cada cosa, una
vez descubierta, es distinguida y explicada, su definición es enunciada para siem-
pre y sólo cabe esperar detalles de precisión en la medida que se perfecciona el
conocimiento sobre ella. Se acumula sobre lo ya definido. Esto inmoviliza al mun-
do, lo inmuta, lo asegura a partir de las clasificaciones. Las definiciones construyen
mundos seguros. Las cosas son lo que son.
Entonces, ¿por qué, en ocasiones, la realidad no se deja domesticar tan
fácilmente? ¿Qué espacios quedan para la creación humana si ya hay una delimita-
ción incuestionable? ¿Quién escribió el libreto de una vez y para siempre?
Desde otros intentos imperfectos de reflexión intelectual, de atribución de
sentido a la experiencia humana, se plantean posiciones heréticas. Para algunos las
realidades son múltiples y cambiantes como resultado de la construcción perma-
nente de significaciones acerca de ella. Para otros, las realidades se construyen
socialmente pero cobran vida propia por un proceso de objetivación, de cosifica-
ción, con mayor o menor posibilidad de ser transformada. En ambas sugerencias se
provoca a pensar que no existe el mundo sino que éste se construye por medio de la
acción humana. El mundo es de naturaleza metafórica, en tanto la metáfora es una
asociación arbitraria entre la idea y lo que la representa; y la idea ya supone un
recorte, una demarcación también arbitraria del mundo. Las asociaciones generan
cierta estabilidad porque se crean a partir de un consenso, de un acuerdo entre par-
tes que quieren significar de una manera y no de otra. Las cosas no son “lo que
son” sino símbolos, representaciones. Re-presentar es volver a presentar pero no a
partir de una relación especular, poniendo un espejo a lo que ya está. Entre la idea
(ya un recorte antojadizo) y lo que se presenta de ella se produce una operación de
significación que nunca la expresa tal cual fue concebida; el conocimiento es trans-
formación de la idea. Una abstracción (la idea) más otra abstracción (la significa-

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Identidad, arqueología y patrimonio… N. GUERCI y M. MUGUETA

ción) = símbolo. El símbolo es expresión de la atribución de sentido y no puede ser


explicado sino interpretado.
Para la primera de las vertientes, el símbolo es incapaz de develar cuántos
y cuáles son los planos que se interponen entre la idea y su representación. Su in-
terpretación (decodificación) siempre va a suponer nuevos planos de significación,
los de los intérpretes, cuyos códigos intervendrán necesariamente. La deconstruc-
ción o decodificación es, paradójicamente, parte de la construcción del símbolo y
no alcanzará jamás la aprehensión de la idea primigenia.
Para la segunda, el símbolo es una condensación de una idea y, por lo tan-
to, es pasible de ser decodificado si los intérpretes son conscientes de los propios
códigos que ponen en juego. Como las significaciones se construyen socialmente,
son tramas que requieren de un consenso, por lo que adquieren el carácter de es-
tructuras objetivadas y con cierta permanencia en el tiempo en tanto han de orientar
la experiencia colectiva. Aquí se hace hincapié en la reflexividad, en el doble y
simultáneo proceso de conocimiento: decodificando un símbolo se decodifica el
intérprete, pertenezcan o no a la misma estructura objetivada. El riesgo que se corre
al objetivar es, contradictoriamente, caer en la objetividad. Esto es lo que desen-
mascaran quienes plantean la fetichización de la realidad: Pirandello, Shelley y los
neomarxistas, entre otros, cuando llaman la atención sobre la actitud “animista”, la
de otorgarle “alma” a lo que ha sido una construcción humana, sobre la naturaliza-
ción de la cultura dado que la objetivación tiende a perder de vista rápida y fácil-
mente la capacidad de agencia humana.
La fetichización de la realidad tampoco es producto de fuerzas impersona-
les. Antes bien, implica relaciones de poder a partir de las cuales quedan fijadas las
posiciones para definir y para actuar. Ya la misma definición supone una decisión
que no siempre repara en un consenso colectivo que atienda a percepciones dife-
rentes y/o alternativas. La definición adquiere el carácter de una acción política
sobre la que pesan ideas, creencias y valoraciones.

De la parcialidad a la condensación

Las definiciones sobre patrimonio cultural que se han acuñado hasta la ac-
tualidad presentan un sustrato conceptual común. Todas ellas apuntan a designar un
conjunto de bienes que son valorados positivamente por miembros de una sociedad
y que pretenden fundamentar identidad. (Y tanto identidad como cultura también
han sido sujetas a diversas significaciones en la intención de reafirmar su existen-
cia.) ¿Cuáles son los “bienes” que han de ser considerados como formando parte
del patrimonio cultural? Si la cultura es el producto del hacer humano en todos los
momentos de su historia, ¿es el patrimonio cultural un concepto omnicomprensivo?
¿Por qué entonces tiende a representar parcelas de la cultura? ¿Qué opera en el acto
de selección? ¿Quién selecciona y por qué?
Como lo mencionábamos en un apartado anterior, entre la idea y su símbo-
lo opera una significación que transforma a la primera en una expresión no idéntica
de ella. Si patrimonio cultural es la expresión de una idea, en su construcción se

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plantean dudas sobre si esa manifestación explícita recompone, ante las limitacio-
nes propias del pensamiento binario, la totalidad de la concepción original. Patri-
monio cultural es todo aquello que se diferencia de lo que no lo es. Empero, el
recorte de la realidad que designa no parece estar tan claro a la hora de formalizar-
lo. No se cumple la correspondencia entre idea y símbolo. Por momentos parece
responder a percepciones universales, por momentos a inclusiones puramente indi-
viduales, a veces tiene un sentido estable y a veces despliega y entrecruza signifi-
cados diferentes que no llegan a ser productos de una estructura, de un orden lógico
de relaciones. Su coherencia semántica es parte integrativa de la subjetividad, de-
pende de la valoración de las subjetividades. ¿Pero es producto de una construcción
colectiva, de una convalidación intersubjetiva que genera consenso? ¿Por qué se
hace necesario entender el desfasaje entre lo que supuestamente ya se ha instalado
como definición y lo que se ejecuta?
Al patrimonio cultural se lo obliga a despojarse de su subjetividad. Se lo
distancia de los procesos socioculturales que le han dado existencia y valor. Se lo
enmarca en un nombre y se le pide presencia a partir de un recurso mnémico que
instala en la mente y en lo concreto partes limitadas de su pretendida esencia: un
edificio “antiguo”, un tiesto de cerámica precolonial, poncho, sombrero, chiripá,
espuelas y caballo, dos o tres monumentos, algún rito con elementos “étnicos”. Si
es posible, que todo pueda ser contemplado. De esta manera el patrimonio cultural
se consolida día a día como consumo cultural, como mercancía cuyos valores de
uso y de cambio ya no se diferencian. Es un objeto objetivamente objetivado aun-
que no para desligarlo de las cargas ideológicas progenitoras sino, precisamente,
para invisibilizarlas.
La contradicción de delinear la noción de patrimonio cultural sobre las ba-
ses de aquellas condiciones ‘espirituales y subjetivas’ mencionadas al comienzo es
patente. Al construirse como la expresión (y a su vez, motor) de la identidad, se le
otorga un carácter esencialista, de trascendencia a la existencia humana aún cuando
los valores hayan sido creados por el ser humano en ejercicio de su propia libertad
y bajo su propia responsabilidad. Su otro yo, el de mercancía, lo convierte en un
mero producto del aquí y del ahora en el cual las lógicas del mercado someten a las
filosóficas. Si la modernidad se dio el espacio para la aparición de las éticas del
sujeto, distanciándose de las éticas teológica y naturalista de la Edad Media, fue
para darle una dimensión social al sujeto, para la defensa del pluralismo, de la valo-
ración de la subjetividad, de la importancia de la responsabilidad de las propias
decisiones. Le dio la escritura de su propio territorio, la razón, para descubrir y
descubrirse a sí mismo. El patrimonio cultural, entonces, sería la expresión del
sujeto (como subjetividad) en todas sus dimensiones. ¿Cómo se llega entonces a
una mínima expresión del patrimonio cultural? ¿Por qué hay que salir en su resca-
te? ¿Se pierde parte de lo humano si el patrimonio cultural “se pierde”? ¿Habrá una
fisura exterior o seremos caníbales?
La evidencia de la preocupación y ocupación sobre el patrimonio cultural
en estos últimos diez años ubica a los sujetos en un lugar de conflicto, de aparente
anomalía entre lo deseado y lo experimentado. Si la existencia de patrimonio cultu-

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Identidad, arqueología y patrimonio… N. GUERCI y M. MUGUETA

ral habla de la capacidad de agencia del ser humano para crear, significar, recrear y
re-significar el mundo, de la conciencia de sí a través de la construcción de una
identidad y de la necesidad de expresarlo en la diversidad cultural, es probable que
ninguna de estas situaciones esté operando plenamente para generar la satisfacción
moral esperada. ¿Por qué nos afecta? Quizá porque no nos reconocemos en nuestra
propia obra y porque no queremos reconocernos como autores de ella.
Modernidad y Occidente se asocian inevitablemente con un proceso a esca-
la global: la homogeneización en la cosmovisión. Desde el proceso de colonización
hasta la globalización -pasando por el imperialismo- los grupos humanos han es-
tructurado su experiencia sobre la base de modelos de organización surgidos en un
contexto y con una significación particulares e impuestos al resto por dominación,
esto es, sin tomar en cuenta la voluntad del dominado. Las estrategias y prácticas
de dominio han sido directas (el uso de la fuerza) e indirectas (ideología), ambas
ejecutadas de diferentes formas. Desde esta última, en función de disimular la
homogeneización, se sostiene que existen la pluralidad y la diversidad cultural, lo
que es preciso poner en evidencia. El patrimonio cultural ha sido uno de los lugares
preferidos para enmascarar la contradicción; es en él donde han de sustentarse la
particularidad, lo propio, lo que crea sentido de pertenencia, lo que establece la
diferencia con los otros culturales. ¿Cuáles serán las parcelas que compondrán al
patrimonio cultural diferencial? Aquellas que no entren en conflicto con el modelo
homogéneo y que, a su vez, se ajusten a la índole de mercancías: comidas, vestidos
y canciones “típicas”, lo “folklórico”, edificaciones ‘antiguas’ donde se cobra en-
trada para la visita, algunos elementos de un pasado remoto que el mismo dominio
se encargó de negar para llegar a establecerse. La fragmentación disocia una reali-
dad que implica totalidad. Una vasija de cerámica diaguita (y su imitación a la ven-
ta en ferias artesanales) sin las acciones políticas que los diaguitas incluyeron en su
construcción no constituye patrimonio cultural. La guarda “pampa” saturando cin-
turones, llaveros y billeteras, tampoco. La controversia reside también en la creen-
cia de que todos los pueblos deben tener patrimonio cultural. El aparato simbólico
propio de la formación de los Estados-nación lo exige como una forma de sustentar
la nacionalidad: bandera, escudo, himno, fechas patrias, una flor, un pájaro, un
deporte. Como si eso alcanzara para establecer la diferencia en las significaciones
de mundo.
¿Qué sucede entonces ante las lógicas de uso del espacio, del medio físico
y geográfico donde habitan los humanos y otros seres vivos? Aquí el modelo cierra
filas: el espacio es espacio productivo, sujeto a transformaciones para la elabora-
ción de bienes-mercancías, cuyo valor no depende de la identidad ni de la expre-
sión subjetiva sino del mercado, que ejerce más allá de las fronteras. Los pueblos
originarios fueron los primeros en experimentarlo por no ‘comprender’ lo que sig-
nifica vivir bajo los parámetros de una cultura ‘avanzada’ como la colonizadora.
Las concepciones diferenciales que podían existir sobre la naturaleza y la posición
del ser humano respecto de ella fueron reducidas a expresiones ‘anteriores’ de la
evolución humana, ya en su cúspide de desarrollo de la razón, es decir, el mundo
occidental a pleno.

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

De hecho, la relación ‘patrimonio cultural-espacio físico’ sólo puede pre-


tender la identificación de parcelas que se supeditarse a la excluyente organización
de la economía de mercado, aun cuando esto no garantice la supervivencia de los
lugares originales por privilegiar la explotación para la producción. Tal el caso de
la casa nativa de Matilde Catriel, del cacicato de Juan Catriel, en la localidad de
Sierras Bayas, partido de Olavarría. Esta edificación fue “desarmada” por boy
scouts ante la inminencia de la ampliación del borde de una cantera de piedra cali-
za, con el consentimiento de la empresa propietaria, el delegado municipal y la
comunidad, todos de acuerdo en ‘reconstruirla’ a la vera de un camino asfaltado
porque, según los argumentos, allí ya no corría peligro de ‘desaparecer’. Lo recons-
truido, como era de esperar, no guarda la más mínima similitud en la disposición de
los bloques de piedra, el área cubierta, la forma exterior, las aberturas ni la conso-
nancia con el entorno. Fue confeccionada con la ‘mirada’ occidental de lo que debe
ser una casa. Oficialmente se la designó parte del patrimonio cultural, con un cartel
de loza azul y letras blancas, y no hace referencia a la vivienda original. El consen-
so entre las partes acerca a pensar en la internalización exitosa de ideas, imágenes y
aspiraciones de mundo expuestas con anterioridad.

El patrimonio cultural como resistencia

Mary Shelley pone en manos de sus personajes la muerte del monstruo


creado por el Dr. Frankenstein. Luigi Pirandello permite que sus personajes vivan
mientras dura la obra de teatro. ¿Somos los científicos sociales -entre otros men-
cionados en la página dos- los depositarios políticamente correctos para preocupar-
nos y ocuparnos del patrimonio cultural? ¿Lo mataremos en el segundo acto? ¿Le
insuflaremos hálito, le masajearemos el corazón o le pondremos una curita más?
¿Nos resulta irresistible responder a la demanda de que seamos nosotros y no
otros?
En el curso de los trabajos de investigación a nuestro cargo realizados en el
proyecto llamado corrientemente Cantón Tapalqué Viejo asumimos ese rol casi
maquinalmente. Uno de los objetivos enunciados en el convenio entre la Municipa-
lidad de Tapalqué y la Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA), de la cual somos
docentes e investigadores, proponía “contribuir con el patrimonio cultural local y
regional...”. Considerábamos, en ese entonces (1996) que los nuevos conocimien-
tos sobre una “sociedad de frontera” de la primera mitad del siglo XIX habrían de
ser sumados a la construcción de la identidad de los miembros de la sociedad actual
de la zona. Cuando creíamos que íbamos por buen camino apareció el patrimonio
cultural y nos interpeló. Una de sus manifestaciones fue un fenómeno de etnogéne-
sis, el que toma como hitos fundacionales el reencuentro de los Catriel (marzo de
1998) y la creación de la Asociación Peñi Mapu (abril de 1998). Otra aparición la
hizo luego, cuando algunas personas adscribían a la identidad étnica de pueblos
originarios de la zona porque se reconocían como descendientes de “cautivas” de
las tolderías. Otra nos asedió cuando una de estas personas decidió negociar el
lugar de poder en las entrevistas (y en la investigación) y lograr recomponer su

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Identidad, arqueología y patrimonio… N. GUERCI y M. MUGUETA

historia familiar. Otra cuando los entrevistados nos reclamaron las grabaciones en
cinta de audio y de video que los habían registrado. Otra cuando nos encontrába-
mos con materiales del cantón que algunos habitantes habían recolectado en sus
recorridas por el sitio arqueológico, quizá mientras pescaba en el arroyo colindante.
Otra cuando los alumnos de las escuelas de Tapalqué concurrieron a los talleres
donde les enseñamos las técnicas de recolección en contexto arqueológico y luego
participaron de las excavaciones, descubriendo a la par nuestra las evidencias de
una convivencia no conflictiva entre algunos grupos del cacicato de Catriel y los
blancos acantonados, esto es, la expresión de una cultura común a la situación de
frontera de aparentes facciones diferenciadas. Y así de seguido.

De los custodios de la objetividad

Como verdad de Perogrullo, toda acción promueve una reacción. Las mani-
festaciones de resistencia del patrimonio cultural a ser encasillado y objetivado
fueron puestas en su lugar por una habitante de Tapalqué, quien asumió, en nombre
de la Modernidad, dar por terminadas las contradicciones.
A punto de llevar a cabo una nueva campaña arqueológica en el CTV, Lui-
sa (mencionada en el apartado anterior), una de las informantes, descendiente de
una bisabuela cautiva del cacique Tapalquén y con quien llevábamos cuatro años
de trabajo de construcción de su identidad, decidió completar la relación de reci-
procidad con nosotros revelando algo que había guardado celosamente en las ins-
tancias de trabajo de campo antropológico: la existencia del rancho donde habían
vivido su abuelo y su abuela, rescatada de las tolderías por aquél. Quedaba a esca-
sas cuadras de su domicilio y parte de él se hallaba todavía en pie. Lo llamamos el
Rancho Gallo.
El Rancho Gallo se planteaba como parte de una experiencia social que
establecía un correlato con el CTV. Había sido, en sus inicios, contemporáneo a
éste y podría formularnos nuevos planteos sobre las ‘sociedades de frontera’. Luisa
adquiría la condición, simultáneamente, de ser sujeto histórico y del contexto ac-
tual, ‘informante’ del pasado y constructora del pasado desde el presente. ¿Qué
más se podía pedir?
La propiedad privada del lugar nunca llegamos a develarla. Pero ya no
pertenecía a la familia de “los Gallo”. Cuando al otro día indagamos en catastro, en
la Municipalidad de Tapalqué, nos indicaron que estaba en manos de los ‘Hogares
sustitutos’ y que debíamos hablar con N. L., la encargada, para solicitar el permiso
de excavación.
Ese mismo día, nuestra entrevista con N. L., una mujer de más de cincuen-
ta años, resultó ambigua. Por un lado recibió de buen agrado nuestros planteos y
explicaciones del caso. Se interesó por conocer sobre las excavaciones en el CTV y
los resultados de los hallazgos de materiales arqueológicos. Por otro, percibimos
cierta tensión ante su directa participación en la consecución de nuestros objetivos.
Pasado cierto tiempo en el diálogo, consideró, como Luisa, hacer valer su posición
de poder, recalcando el acierto político de la colonización y, por sobre todo, de la

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

evangelización. El entorno físico donde se realizó la entrevista ya nos lo indicaba


por la presencia de varios elementos del culto cristiano que no parecían estar sólo
como ornamento. Seguidamente y ya consolidada su posición, nos ‘contó’ la histo-
ria sobre la conquista, la historia oficial. La expresión de sus actitudes y sus pala-
bras hacia nosotros era de disciplinamiento, de maestro que enseña a sus alumnos.
Precipitó el final de su exposición porque debía atender las ventas de su vivero,
instalado en un terreno adyacente a la casa.
Convinimos en que de nuestra parte redactaríamos una solicitud formal,
con la justificación y los objetivos correspondientes, para acceder a las excavacio-
nes arqueológicas en el lugar. Ella, en un todo de acuerdo, nos aseguró que íbamos
a trabajar ‘tranquilos’ porque no tenían pensado ‘todavía’ realizar una huerta en el
lugar (el Rancho Gallo), proyectada para que los ‘chicos de la calle’ aprendieran a
cultivar. Esto ocurrió a principios de octubre. Ya se aproximaba la quinta excava-
ción en el CTV por lo que reformulamos el trabajo: los primeros diez días en el
Rancho Gallo y los otros veinte en el CTV. Llevaríamos parte del equipo instru-
mental al Rancho Gallo mientras algunos integrantes irían montando el campamen-
to en el CTV. Enviamos la carta, hablamos por teléfono con N. L. confirmando
nuestra actividad para fines de octubre y salimos, entonces, hacia la primera exca-
vación en el Rancho Gallo. Sin embargo, al llegar, éste había desaparecido. Los
vecinos nos informaron que, días antes, una topadora y otras máquinas se habían
encargado de ‘nivelar el terreno’ porque iban a empezar con las huertas. Tratamos
de ubicar a N. L. pero fue infructuoso. Tampoco en la Municipalidad de Tapalqué
obtuvimos respuestas ante este inusitado resultado. Algunos funcionarios y em-
pleados reaccionaban asombrados al enterarse; otros, con displicencia, nos marca-
ron el lugar, como N. L., de ‘la verdadera historia’: “¿Y qué pensaban encontrar
ahí? Si eso era una tapera, un rancho viejo con un baldío lleno de ratas... ¡Qué va a
saber, pobre vieja! (por Luisa)”.

Conclusión

Estas y otras marcas de la delimitación de lo “patrimoniable” son las imá-


genes con las que las identidades plantean dilemas en los abordajes de sus cimien-
tos. Estos albergan direcciones de construcción y de transcursos múltiples y en
relación dialéctica, donde su esencia no es posible de ser objetivada aunque en ella
se perciban las intervenciones manifiestas de las instancias en las que el poder se
ejerce desde saberes y prácticas instalados taxativa, homogénea y universalmente.
La cultura, en palabras del antropólogo Néstor García Canclini, se ha mercantiliza-
do. Ha adquirido el carácter de mercancía, a partir de lo cual lo que se ponga en
valor de ella se asume como producto de la oferta y la demanda, mecanismos que
definen la realidad desde parámetros restringidos pero con pretensiones de totali-
dad en su alcance. Aún cuando todos parecemos elegir ‘libremente’ las dimensio-
nes que elaboran nuestra identidad y sus representaciones sociales (pasible de ser
señaladas como patrimonio), esa libertad no dejará de estar regida por las estructu-
ras que exaltan aquella singular visión de mundo europea, cuya pandemia asfixió la

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diversidad y la redujo a parcelas no esenciales e incompletas de su ocurrencia. La


globalización, denominada antes que experimentada, es la crónica de la desapari-
ción anunciada. Los patrimonios son predicamentos.

Figura 1: Caricatura de Frankestein escrita por la novelista Mary Shelley

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Recibido: 8 de mayo del 2013.


Aceptado: 2 de septiembre del 2013.

92
PRESENCIA DE MERCURIO EN ALFARERÍA DEL PARANÁ MEDIO E INFERIOR.
ALFARERÍA DE TRADICIÓN MESTIZA: MONOCROMA ROJA (APROX. 1540-90).
CERRO GRANDE (LOS MARINOS)

Soccorso Volpe1

Resumen
Este trabajo expone el análisis de varios fragmentos de alfarería paranaen-
se, sobre los cuales un laboratorio había identificado mercurio en la composición
de su engobe. Si esto se confirmara, se ampliaría el espectro de posibilidades tec-
nológicas en la elaboración cerámica local, especialmente en relación con la del
contacto hispano-indígena. Se evalúa el carácter contaminado de la muestra.
Palabras clave: cinabrio; cerámica; análisis químico.

Abstract
This paper presents an analysis of several fragments of pottery Paraná, on
which a laboratory had identified mercury in the composition of the slip. If con-
firmed, would expand the range of technological possibilities in local pottery mak-
ing, especially in relation to the Spanish-Indian contact, evaluating the character of
the sample contamination.
Key words: cinnabar; ceramics; analysis.

Introducción

Sabemos que en Arqueología, además de hipótesis y problemáticas antro-


pológicas e históricas, existen análisis físico-químicos, que nos informan y proveen
de interesantes y muy precisos datos.
Es el caso de unos fragmentos de alfarería, encontradas en Cerro Grande
(Los Marinos-Entre Ríos) islas que quedan enfrente de nuestra ciudad, Rosario de
la Provincia de Santa Fe, las cuales poseerían una intrigante composición química.
Antecedentes de la existencias de fragmentos iguales aparecen en el trabajo de
Fernando Gaspary (1950). Se trata de tres fragmentos de color bermellón, con en-
gobe y pasta negra–gris, de mala cocción y con contenido de mucho material orgá-
nico. En la bibliografía de 1990 y en la actual podría ser adscripta como: Alfarería
“monocroma roja”, mestiza o hispano-indígena, presente en Buenos Aires, Cayastá
(Santa Fe la Vieja) y Concepción del Bermejo (Ceruti 1983; Schavelzon 2006.
2009).

1
Centro de Estudios de Arqueología Histórica. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Na-
cional de Rosario. Coordinador Talleres de Arqueología y Antropología Urbana. Dirección de Educa-
ción Municipal Rosario.

93
Presencia de mercurio en alfarería del Paraná medio e inferior… S. VOLPE

Prospección y antecedentes

Los fragmentos de alfarería fueron encontrados en Cerro Grande (Los Ma-


rinos-Entre Ríos), Las mismas fueron recolectadas, en un paraje cuyas coordenadas
geográficas son 32º 55’ 26.6’S y 60º 33’ 48.9’ W, .Entre Ríos (Bonomo, Politis y
Castro, 2007).

Figura 1. Vista del sitio Los Marinos y foto del lugar (Gaspary 1950)

Dicha muestra fue producto de una prospección efectuada en Octubre


1998. Su objetivo consistió en observar las incidencias y consecuencias de las ex-
cavaciones clandestinas de los aficionados y de las técnicas empleadas por las ex-
cavaciones de las décadas de 1950. Se levantó una pequeña muestra de fragmentos
de alfarerías en un pozo de sondeo cuyas dimensiones fueron 0,75m x 0,50 m x0,
50 m.
La casi totalidad de los fragmentos no exhiben rastros de pintura y su colo-
ración depende del mayor o menor grado de cocción de cada pieza. Los pocos
fragmentos que aparecen pintados, demuestran que el único color utilizado fue el
rojo. Algunos fragmentos apenas conservan vestigios de pintura, lo que hace supo-
ner que la pieza a la que pertenecían fue coloreada después de cocida. En cambio,
otros exhiben una intensa coloración roja y un brillo, como si hubiesen sido pinta-
dos antes de la cocción y luego barnizados. Estos dos tipos de pintura tienen distin-
ta colocación; el primero, parece haber sido reservado para el exterior de los reci-
pientes y utensilios y el segundo, es casi exclusivo del interior de los pucos (Gaspa-
ry. 1950: 27). Gaspary entiende por puco -que sería la forma más frecuente en don-
de aparece este tratamiento- un recipiente de los más variado en tamaño, con una
apertura de diámetro 0,60 m hasta aquellos de 0,15 m. en ¼ de esfera. Algunos
fragmentos no quemados exhiben cerca del borde agujeros de suspensión.

94
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Cerro Grande es un montículo adyacente al arroyo Paranacito, en la inter-


sección con el zanjón de la Raya. Se encuentra alterado por el accionar de aficio-
nados y con anterioridad hubo un rancho en el paraje y fue arada su superficie. F.
Gaspary excavó este sitio y parte de los materiales de esos trabajos se encuentran
depositados en los museos de Paraná y en el Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”
de Rosario.

Figura 2. Fragmentos de alfarería “monocroma roja” (Volpe, Prospección 1998)

Partimos de la hipótesis de que la pintura o engobe podría ser cinabrio (sul-


furo de Hg) basándonos en el color, consistencia, lustre, apariencia de falso vidria-
do. Las condiciones contextuales históricas podían muy bien explicar la utilización
de esa tecnología de acabado de superficie, así como la abundancia del producto.
Lo que faltaba era un análisis concreto; la finalidad que guió resolver esta cuestión
fue determinar si la pieza contenía Hg y si esto se debía a una contaminación de la
misma o a técnicas de tratamiento de la superficie. El contexto es típico de nuestra
región y bien puede haber coexistido con la llegada de los españoles en la zona.
Desde las entradas de Gaboto y de Diego García (1527) hasta la fundación de Santa
Fe y la segunda de Buenos Aires media más de 70 años de contacto (exploración, y
conquista), en ese lapso y antes de la fundación de Asunción, las poblaciones ten-
ían grandes problemas de logística. La utilización de utensilios indígenas y el inter-
cambio de técnicas pudieron muy bien producir infinidad de objetos mestizos o de
contacto Inicialmente la ocupación española se asentó en las zonas de mayor con-
centración demográfica y en las zonas de mayor potencial en cuanto a la abundan-
cia de alimentos, estableciendo un sistema de tributación compulsivo hacia las
comunidades indígenas, aprovechando estructuras sociales locales (Volpe 1984,
1986).
La cerámica o alfarería; para los españoles, tenía significación por tratarse
de utensilios de cocina, contenedores de agua, ollas, etc.; es decir, elementos que
servían para las necesidades cotidianas. La pintura en el interior del recipiente,
pudo estar destinada a impermeabilizarlo. La reconstrucción que efectuamos nos
mostró una escudilla-plato (para comer o beber indistintamente). Las técnicas de
pintado al cinabrio en las cerámicas eran también conocidas (aunque estaban en

95
Presencia de mercurio en alfarería del Paraná medio e inferior… S. VOLPE

desuso) en España (tradición morisca y valenciana) El uso de cinabrio era común


en pintura de frescos (Coll Conesa 2008, 2009, Sánchez-Quiñones. 2009).

Figura 3. Reconstrucción de la forma, a partir de los fragmentos de alfarería


(Volpe, Prospección 1998)

La tenencia de cinabrio por parte de los españoles es casi segura, ya que es-
tos lo utilizaban para la extracción de metales preciosos. Además con el descubri-
miento y uso de las minas del Potosí y de cinabrio en Huancavelica, los españoles
comenzaron a explotar la mina de mercurio en 1566, cuando, de acuerdo a la le-
yenda, el nativo Ñahuincopa mostró al español Amador Cabrera su existencia. Era
una mina explotada y abandonada en épocas anteriores a la Colonia. Los antiguos
peruanos ya utilizaban el sulfuro de mercurio, que ellos llamaban “llimpi”, para
tratar el oro. La otra región importante en minas de cinabrio estaba en España en
Almadén (Serrano Bravo. 2004, Pérez Sáenz de Urturi 2005).

Análisis químico: datos e interpretación

El análisis (método AA por generación de hidruros) encuentra minerales y


sus componentes básicos como, por ejemplo, mercurio (cuadro analítico de la
muestra Nº 11-39104-01 Nº informe ensayo 12-221407-01. Laboratorio Litoral).
Este método se basa en la producción, mediante reacciones químicas de-
terminadas en cada caso, de vapores volátiles de hidruros metálicos o de metal en
forma atómica. En este caso era determinar presencia de mercurio. El Hg es un
metal volátil y puede cuantificarse de esta forma mediante la técnica del vapor frío.
El Hg iónico puede también determinarse de esta forma. Este método es aplicable a
la cuantificación de los siguientes cationes. Los límites de detección para esta

96
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

técnica se indican para cada metal: Mercurio, 10-6 mg/L. La concentración del ca-
tión en la muestra se calculará aplicando la expresión: mg de catión / litro = Lectu-
ra en el equipo / Peso de muestra (en gramos) × 100 Una unidad es el porcentaje en
peso, que son los gramos de producto químico por cada cien gramos de la mezcla
total. Mezclas más diluida a veces se describe en términos de química miligramos
por kilogramo de peso de la mezcla total, esto es abreviado como "mg / kg." Puesto
que hay 1 millón de miligramos en un kilo, estas unidades de mg / kg son idénticas
a las unidades de partes por millón (ppm).

RESULTADO
% Análisis en
mg/Kg ó ppm
Mineral mercurio
0,99 mg/kg 0.0001% Superficie
2.500 mg/kg 2,50% g Pasta
Cuadro 1. Análisis de un ejemplar cerámico

Se obtuvo presencia de Hg (mercurio) en la superficie y en la pasta (0,0001


% y 2,5 %, respectivamente, utilizando el método AA. por generación de hidruros.

Interpretación

Sabemos que utilizamos una tecnología “destructiva” y que hay otras tec-
nologías más avanzadas, pero lo que quisimos dejar en claro, es la posibilidad de
abrir siempre problemáticas de estudio y de investigación, ya que la temática es
compleja y siempre da pie a otros puntos de vista. El análisis arroja el siguiente
resultado: se trata de una pieza tratada con Hg (la parte pintada de rojo). Partimos
de dos hipótesis: 1- Pieza contaminada: la posibilidad de que se trate de un objeto
contaminado (por tierras con presencia de Hg), los porcentajes son suficientemente
altos como para ser considerado un objeto que haya sufrido ese proceso, 2- Pieza
tratada directamente con algún derivado de Hg; es decir se trata de un material
directamente en contacto con Hg. Ahora bien la pintura-barniz utilizada a base de
Hg más común es el denominado cinabrio o sulfuro de mercurio. El cinabrio HgS
tiene una composición de 85% de mercurio y un 15% de azufre Estas hipótesis
pueden ser confirmadas o descartadas mediante nuevos análisis químicos, además
de investigar como el mercurio migró desde la superficie a la pasta si este hubiera
sido el caso. (Lic. Mario Lo Ré, com. Pers.).

Nuevos análisis e interpretación

Una de los problemas a resolver era si el porcentaje de Hg encontrado en el


primer análisis era 1. lo suficientemente alto como para determinar contaminación
2. podría también ser producto de una técnica de coloreado. Si así fuera la segunda
opción, habría que preguntar si lo suficientemente tal como para colorear la super-
ficie y si el fenómeno se repetía en otra muestra. Si se verificara la presencia y los

97
Presencia de mercurio en alfarería del Paraná medio e inferior… S. VOLPE

porcentajes, entonces, posiblemente se trataría de una técnica aplicada sistemáti-


camente.
El microanálisis por Dispersión de Energía de Rayos X- (EDS) realizado
por el Ing. Raúl Bolmaro (Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional de Rosa-
rio) indicó que:

“… los resultados son concluyentes en cuanto a que no hay mercurio en


ninguna de sus formas. Lo que hay es mucho Fe, más sobre el lado rojo
que sobre el lado ocre. Eso hace pensar que se trata simplemente de rojo
producido por la adición de óxido de hierro. Con esos datos, continúo con
el análisis del difractorgama para determinar las sustancias presentes. Es
obvio que la detección de Hg [por el laboratorio originario] tiene un nivel
de detección mucho más bajo que el nuestro. Creo que es una técnica su-
mamente eficiente dado que está "sintonizada “como para detectar Hg. Así
como habrá otras diseñadas para detectar otros elementos. En nuestro ca-
so la mayor parte de los elementos no pueden ser detectados en menos de 1
parte en 10.000, es decir 0.01 %. Eso es 100 veces más que la técnica que
dio la información [que da origen a la investigación]. Pero obviamente 1
ppm no es suficiente para colorear la superficie y darle esa pátina conti-
nua que lo cubre. De todos modos el interior con 2.5% sí sería detectable
para nosotros y vamos a tratar en el próximo paso. [Lo cierto es que] No
hay mercurio en ninguna proporción siquiera cercana a los valores que se
informaron por análisis químico en el interior de la muestra. Eso es cerca-
no al 2% según entiendo. Esos porcentajes deberían ser fácilmente detec-
tables por EDS y no aparece. El color rojo y ocre se debe seguramente a la
presencia de óxidos de Fe. El Hg detectado con la otra técnica, no es sufi-
ciente para colorear la pieza “

Esto explicaría esa aparentemente caótica o defectuosa aparición de Hg en


los dos fragmentos analizados y, dada la seriedad de los laboratorios comprometi-
dos, la interpretación más adecuada sería la contaminación de la primera pieza. No
olvidemos que en el Paraná la contaminación por Hg de sus aguas es frecuente.

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Recibido: 20 de agosto de 2013.


Aceptado: 30 de septiembre de 2013.

99
PROBLEMAS METODOLÓGICOS EN LA ARQUEOLOGÍA DEL COTY GUAZÚ DE LA
MISIÓN DE SANTA ANA (MISIONES, ARGENTINA):
UNA APROXIMACIÓN AL MODELO ESPERADO

Ana María Rocchietti y Ruth Poujade1

Resumen
El estudio de los restos arquitectónicos y estratigráficos del que fuera el Coty
Guazú de la Misión de Santa Ana (Provincia de Misiones, Argentina) ha brindado la opor-
tunidad de realizar una aproximación heurística a problemas teórico-metodológicos en la
investigación de los monumentos misionales, un tipo de registro colonial de especial singu-
laridad sudamericana. Los mismos pueden formularse en torno a la correlación entre regis-
tro arqueológico e instituciones formadoras de la Misión (especialmente las de género), el
espacio arquitectónico como sede de relaciones sociales de orden jerárquico y productivo y
las significación material de los acontecimientos que se destacan en la genealogía histórica
de Santa Ana como epifenómeno de los entornos objetuales en la vida doméstica colonial.
Los niveles arqueológicos del Coty Guazú no son demasiado explícitos en cuanto al marco
constitutivo del experimento social misionero pero sí en cuanto proceso dominical evangé-
lico y colonial. La hipótesis que aborda este trabajo es la de que los procesos pedagógico-
políticos elaborados por los jesuitas se expresan en la arqueología misional en la perspecti-
va de una moral práctica.
Palabras clave: Misión de Santa Ana; Coty Guazú; Problemas heurísticos.

Abstract
The study of Coty Guazú´s architectural and stratigraphic at Santa Ana Mission
(Misiones, Argentina) has provided the opportunity to perform a heuristic approach to theo-
retical and methodological issues in the investigation of the missionary monuments record,
a singularity type register of colonial South America. They can be made about the correla-
tion between the archaeological record and Mission training institutions (especially, gen-
der), the architectural space as a venue for social relations and productive hierarchy, mate-
rial significance of the events that stand out in the historical genealogy of Santa Ana and
objectual epiphenomenon at environments´ colonial domestic life. Coty Guazú archaeolog-
ical levels are not too explicit about the social context of that establishment missionary
experiment just as evangelical colonial process. The hypothesis addressed in this work is
that pedagogical- political processes generated by the Jesuits are expressed in archeology
mission in the perspective of a moral practice.
Key words: Mission Santa Ana; Coty Guazii; Heuristic problems.

Introducción

La geografía social de la obra jesuita en la Paraguaria tiene pocos símiles.


Un objetivo de este estudio apunta a captar las comunidades vivientes (guaraníes,

1
Centro de Estudios de Arqueología Histórica, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Na-
cional de Rosario. Convenio Universidad Nacional de Rosario-Provincia de Misiones.

101
Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

españoles, sacerdotes, encomenderos, selva, campos, fauna, ríos) como generadas


por un modo de vida particular, especialmente, las superestructuras generadas por
los acontecimientos históricos y por las rutinas sociales bajo la forma de un proce-
so dialéctico entre hombres y naturaleza, entre el espacio montaraz de ese rincón de
Sudamérica y la frontera inter-imperial. Todos sucesos, actores, contextos de gran
singularidad que ofrecen testimonio de la geografía de la desigualdad, producto ella
misma de la dominación española y católica sobre el pueblo guaraní. Esta arqueo-
logía, entonces, se nutre de la voluntad de contribuir al estudio de los grandes sis-
temas socio-económicos y sus combinaciones de distancia y distribución, localiza-
ción, conectividad y experiencia humana (Cf. Pickenhayn, 1994: 89-90 y Harvey,
1989: 113-119).
Toda disciplina resulta afectada por sus objetivos (Sperber, 1975: 9) y la
arqueología no es la excepción. En este caso, la historia de las Misiones Jesuíticas
en el Paraguay conmueve, desde sus ruinas, las certezas sociológicas y antropoló-
gicas porque ellas ponen en juego dimensiones ideológicas correspondientes al
“juicio crítico” que su envergadura suscita hacia un pasado miles de veces exaltado
y miles de veces considerada “obra diabólica”.
Al respecto, el Cotyguazú de Santa Ana, primero en su tipo en ser excava-
do, promueve muchas reflexiones de ese tenor porque en él, la teología y el tipo de
espiritualidad que proponía la Orden encuentra una de las más expresivas conver-
gencias: el ministerio en el mundo y del mundo, la defensa de la fe, la lucha contra
el pecado y la Devotio moderna. La arqueología de estas estructuras y espacios
simétricos recuerda que el poder político, el riesgo interétnico y la consumación de
una economía floreciente requirieron planificación y arrojo. Pero simultáneamente
se condenaba a desaparecer.
De acuerdo con Zárate et al (MS,s.d.), habría sido construido como efecto
de una instrucción que consta en el memorial del 1º de septiembre de 1714:

“Hágase una casa fuerte capaz, con su patio, puerta común, buena cerca,
cimientos de piedra y de piedra también una vara, o tres cuartos fuera de
dichos cimientos para recogidas la cual tendrá sus divisiones: una para
viudas y casadas; otra para huérfanas y solteras. Tendrá también su porte-
ro de la parte de afuera, para que ninguno de los dos, portera y portero,
pueda abrir solo”.

Esta pieza literal puede tornarse nuestra documentación asociada básica a


esta sección del sitio y, a partir de ella, plantear un punto de partida a la metodolog-
ía del estudio arqueológico de una misión jesuítica, especialmente en torno a la
comprensión de las discordancias entre el modelo esperado de registro arqueológi-
co y el efectivamente exhumado.

El modelo de evangelización

Las ruinas de Santa Ana sostienen las evidencias de un modelo de evange-


lización católica en Sudamérica. El trabajo reduccional jesuita se inicia -para esta

102
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Misión- hacia 1660, en un paraje adecuado intercalado entre un cerro (que lleva el
mismo nombre) y la margen izquierda del río Paraná, en donde la geomorfología
ofrece un buen puerto (Figura 1).

Figura 1. Localización de la Misión de Santa Ana

No fue la primera ni la última porque el proceso católico-civilizador ya


había sido iniciado en el Tape y, además, Santa Ana representa el momento de
retroceso de la frontera de España con Portugal, en contra de aquélla y en una si-
tuación de guerra bandeirante en pos de mano de obra esclava entre los guaraní.
Esto significó traslado desesperado pero también mayor poder cooptador por parte
de los sacerdotes quienes brindaban una suerte de refugio a las tribus selváticas,
débiles e inermes ante este avance luso-criollo del Brasil.
El problema de la evangelización de los naturales de América había ocu-
pado a los teólogos cristianos desde el mismo momento del descubrimiento. En
relación con ella hubo tres teorías o modelos sobre cómo hacerla o sobre su legiti-
midad moral y práctica. Marzal (1984), refiriéndose a la experiencia en Maynas
(Perú), provincia en la que los jesuitas hicieron una obra similar a la de la Paragua-
ria, dice que hubo tres teorías sobre la Evangelización-reducción de indios: la de
Bartolomé de las Casas, la cual sostenía que había que devolver América a los

103
Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

indios y abandonar la conquista, la de los jesuitas quienes abogaron por la creación


de un Estado Indígena, al margen del Estado Colonial pero sin oponerse a él y la de
los doctrineros quienes sostenían la necesidad de adoctrinar dentro del régimen
colonial colaborando con él a civilizar a los indígenas. La última solución fue la
adoptada si es que se computa la expulsión final de los jesuitas cuando estaban por
lograr su propósito. Para la Corona española y para la Iglesia, “evangelizar era
reducir”, era someter a “policía cristiana” a los habitantes autóctonos en pueblos o
aldeas destinados a ellos (Marzal, 1984: 11-12).

Figura 2. Planta de Santa Ana (Stefañuk).


Fotografía del antiguo Higuerón de Santa Ana

La arqueología del Pueblo de Santa Ana, pues, ilustra una concepción de


Estado y una práctica política apoyada por la Iglesia pero desconfiada por La Co-
rona y, al final, por ambas.

104
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

La historia

Santa Ana tiene su origen en la fundación hecha por los jesuitas Pedro
Romero y Cristóbal de Mendoza en las sierras del Tape, junto al río Yacuy, en
1633. La misión se asentó donde la vemos ahora en 1660 como ya dijimos.
Santa Ana desplegó -como las otras reducciones jesuíticas- una experiencia
singular: construir un Estado religioso pero moderno, basado en la utopía de Tomás
Moro, organizar un territorio económico fundado en la vaquería, la yerba mate y la
producción de textilería. Es decir, el mismo al que aspiraban los encomenderos.
Para este proyecto, los guaraníes eran fundamentales.
La monumentalidad arquitectónica, la simetría de la planta y el concepto
urbanístico que la sustentaba constituían la expresión de su racionalidad evangeli-
zadora pero también social. No puede decirse que hubo fracasado; lo que ocurrió
fue que en la confrontación con los encomenderos primó el poderío soberano de la
Corona. La expulsión de 1767 marcó el final de la obra, de la expansión y de la
utopía.
Sin embargo puede establecerse una cronología gruesa sobre la biografía
de los pueblos guaraníes reducidos. La primera es la del Tratado de Tordesillas
(1494) que definió una frontera conflictiva entre España y Portugal. Esta marca
convirtió a la empresa jesuita en fronteriza y militar. La segunda es la de la batalla
de Mbororé (1641) contra los bandeirantes, la tercera es la del Tratado de Madrid
(1750) que aunque fuera anulado en 1761 deshizo en parte la acción jesuita porque
debieron entregar misiones y territorio hasta que se les restauraron mediante en
Tratado de París (1763) aunque no pudo paliar el desastre de las guerras guaraníti-
cas. Finalmente cuatro años después son quitados de la conducción de las misiones
de manera expeditiva e inapelable. El inventario de Santa Ana es su mejor expre-
sión del acto administrativo pero también del modelo esperado por la arqueología,
como veremos más adelante.
Hay tres acontecimientos que inducen a estimarse como fundamentales de
Santa Ana ya que la vida doméstica en la reducción se deslizó, bastante auto-
contenida y repetitiva, casi siempre igual a sí misma. Uno son los incendios provo-
cados por los ataques lusitanos a las misiones del río Uruguay y paraguayos a Santa
Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus sobre el Paraná en 1817 (los cuales se repitieron
en 1818), otro es el albergue de Amado Bonpland en ella en 1821, el ataque de
Francia y su conversión en prisionero y el sofocamiento de la rebelión de Nicolás
Aripi. Luego se forman estancias, la misión es lentamente abandonada por los indi-
os -quienes retornan al monte o se vuelven trabajadores rurales- se discute la juris-
dicción misionera entre Argentina, Paraguay y Brasil a partir de 1861. La Guerra
del Paraguay por la Triple Alianza dejará su huella en el litoral misionero y, al
final, se convertirá en un territorio nacional a partir de 1881 (siendo su primer go-
bernador Rudecindo Roca).
Desde el punto de vista científico-antropológico parecen haber sido las
“misiones” de Adolfo Bourgoing de 1887, enviado por el recientemente creado
Museo de La Plata (De Barrio, 1931) y de Juan Bautista Ambrosetti (1892, 1893 y

105
Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

1894), quien viajara por intereses ´personales primero y por propósitos también
científicos después. Eduardo Holmberg había publicado Viaje a Misiones, en 1887.
En los tres casos la lejana tierra de las misiones jesuíticas es descripta como un
fantástico mundo muy lejano.

“[…] terminada su misión en Trinidad –donde aún queda una riqueza in-
mensa en restos artísticos de las misiones jesuíticas – dirigióse Bourgoing
a San Ignacio Miní, cuya iglesia era célebre por su portada que estaba to-
talmente cubierta por esculturas y ornamentaciones de subido valor artís-
tico. Las enormes proporciones de las piedras que forman las esculturas
que hacen que su extracción sea muy difícil y su arrastre imposible, por lo
que Bourgoing tuvo que conformarse con elegir las de más fácil manejo
que, naturalmente eran las de menor tamaño, y aún así hubo que sacarlas
a la rastra, a cincha de caballo.
Después de visitar, con gran trabajo, las ruinas de Mártires y San-
ta María La Mayor, dirigióse Bourgoing a Concepción de la Sierra, donde
la barbarie tanto salvaje como civilizada […] se ensañó en la empresa de
destruir los tesoros artísticos amontonados por los jesuitas en su iglesia.
Ésta ostentaba en su portada magníficas esculturas qu8e el ex jefe de
aquella localidad, coronel Berón de Astrada, se entretuvo en voltear a la-
zo. Más tarde, un doctor, enamorado de la belleza de aquellas esculturas,
quiso llevárselas pero no pudiendo hacerlo por su excesivo peso, se con-
tentó con decapitarlas, para llevarse las cabezas.” (De Barrio, 1931: 199).

Bourgoing retiró de Santa Ana una Inmaculada Concepción:

“[…] estatuita que representa a la Virgen María, según la profecía del


Génesis, es decir, con el mundo de pedestal y pisando la cabeza de la ser-
piente. Por su forma y aspecto pudiera haber sido una de las tantas esta-
tuas como adornaban las fachadas de las iglesias cuyo abundante ornato
ponderan los cronistas.” (Ibidem: 205).

El proceso de empobrecimiento y saqueo de las misiones (los originales del


siglo XIX y los desmontajes de muros para ser reutilizados así como la toma de
objetos en el XX) muestra sus efectos en el registro arqueológico de nuestra época.
Sin embargo, un respeto misterioso hacia sus espectros ha hecho que se verifique
un cierto alejamiento emocional y conceptual de la población local respecto de las
moles de piedra. Ya lo había consignado Ambrosetti:

“[…] Los pobladores creen que allí existe una gran serpiente que cuida
de los tesoros que los jesuitas dejaron enterrados y hay muchos que por
nada se animan a a andar por las ruinas.” (Ambrosetti, 2008: 222).

De esa manera, las misiones que han permanecido con sus muros bajo la
selva, deben haber tenido un menor ataque humano a sus vestigios.

106
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Ambrosetti (2008: 181) relata la prisión de Bonpland en términos laudato-


rios para el naturalista. Llegado hasta Santa Ana con la intención de encontrar los
yerbatales de los jesuitas, terminó prisionero de Francia, el gobernante del Para-
guay. Éste sospechaba que además de intereses económicos, Bonpland se había
involucrado con Nicolás Aripi en una suerte de búsqueda de la autonomía territo-
rial de la Provincia de Misiones. Esto lo llevó a permanecer diez años en Santa
María de la Fe, preso (Ambrosetti, 2008; Machón, 2004). Lo importante de esta
información es su referencia a la importancia de los yerbatales y su reducción a
arbustos silvestres un poco más de cincuenta años después de la partida de los je-
suitas.

El inventario

El inventario administrativo ofrecido por la Expulsión (Brabo, s.d.) recopi-


la tanto la amplitud de la cultura material de la Misión como las expectativas del
estudio arqueológico realizado. En cierta medida ilustra, asimismo, el perfil final
de Santa Ana como proceso catequizador y productivo. Aun cuando hubo muchos
acontecimientos posteriores, la dirección general de las transformaciones avanzó
hacia su permanente destrucción y desaparición.
Los bienes entregados por el padre Javier de Echagüe, en el mes de agosto
de 1768, eran estatuas, elementos de la iglesia y de la sacristía, ornamentos, casu-
llas, mangas de cruces, macetas, doseles, vestidos de santos, bandas, misales, ritua-
les, cuadernillos de las capitulares, frontales, cortinas, sillas, pendones, ropa blan-
ca, corporales, purificadores, coernualtares, tobajones, manteles, amitos, sobrepa-
lias, sobrepellices, palias, cíngulos, cubiertas, sotanillas, roquetes, paños de comu-
nión, alfombras, cojín, sobremesas, alhajas de plata labrada de la iglesia, crucifijos,
candeleros, incensario, acetres, campanillas, ramos de metal dorados, despabileras,
de peltre y de hierro, faroles, géneros y vestidos, librería, ganado (bueyes, ganado
de gasto, mulas y caballos). En la lista predominan telas, vestidos de culto y ador-
nos de la iglesia también en tela. El modelo esperado, entonces, no incluye dema-
siados objetos y no tiene referencia al Coty Guazú pero destaca la importancia de la
textilería.

Las ruinas

Se encuentran a 700 metros del pueblo actual de Santa Ana (cabecera del
Departamento de Santa Ana) y a 40 kilómetros de la ciudad de Posadas. Fue decla-
rada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1984. Su punto
cardinal, a GPS, es S 27º 23’30.1” y W 55º 34’44.4”. Santa Ana y las otras Misio-
nes que se hallan sobre el río Paraná se encuentran entre la selva subtropical y los
“campos”, en una región dominada por la altiplanicie del Brasil y cortada por gran
cantidad de arroyos que buscan desaguar en el Paraná. Su geología comprende
basaltos mesozoicos, areniscas y conglomerados calcáreos sobre los que se forma
un suelo rojo característico del dominio amazónico (neo-tropical). Las lluvias co-

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Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

marcales (ribera del Paraná) alcanzan los 1600 mm anuales y la temperatura tiende
a superar los 20º todo el año.

El Coty Guazú

La arqueología de Santa Ana conjuga varias subdisciplinas para convertirse


en un solo enfoque pluridimensional: arqueología de la arquitectura, arqueología
del urbanismo, arqueología de la religiosidad. No podemos aludir a una Arqueolog-
ía del Arte porque -salvo la Misión misma- nada ha quedado de la imaginería ni de
los retablos ni nada que pueda ser inserto en esta disciplina. Quizá se deba a una de
dos razones; una probable y otra abstracta. La probable podría aludir al hecho de
que si se trató de un pueblo de vaquería, el arte pudo asumir una posición menos
imperativa; la otra se apoya en los actos de saqueo sufridos por él a lo largo del
tiempo.
La arqueología de la arquitectura compete a las estructuras de piedra, ci-
mientos, carpetas líticas, mamposterías de adobe y ladrillo, esquema de funciona-
miento de recintos y diseño. La arqueología de Santa Ana se lleva a cabo sobre los
vestigios de mampuestos de edificios del Barroco caracterizados por ambientes
grandiosos, decorados con elementos complejos y hasta rebuscados. Sin embargo,
esta característica se advierte mucho más en las Misiones del actual Paraguay y no
en Santa Ana misma. Su precisión cronológica ubica a esta arquitectura entre fines
del siglo XVII y mediados del siglo XVIII. Todos los proyectos y aún los planos y
diseños de las iglesias jesuíticas debían ser aprobados en Roma, por lo cual la ma-
yoría de éstas se inspiraron en la composición espacial y estructural de la Iglesia de
Jesús, tanto como de otra iglesia romana semejante: la de San Ignacio de Loyola.
Las Iglesias del Nuevo Mundo se ajustaron a ese modelo en la composición del
espacio, en la estructura del edificio y tipo de fachada. Las limitaciones del paisaje
subtropical americano y el hecho de que los constructores eran indígenas impondr-
ían modificaciones en el sentido de la simplificación. Pero el efecto principal de
esta normativa es que el modelo esperado para cada sitio arqueológico ofrece un
grado alto de predicción correcta. El mismo se apoya en la documentación asociada
que Santa Ana, como casi todos los sitios históricos, posee, especialmente la pro-
ducida por los mismos padres misioneros.
Al comienzo las reducciones se construyeron en madera del país (en Santa
Ana así fue en su localización originaria, más cercana al cerro del mismo nombre).
A comienzos del siglo XVIII llegaron los arquitectos religiosos y comenzaron a
usar piedra y teja cerámica imponiendo en la mayoría de los casos características
europeas.
La arqueología del urbanismo se refiere a la conectividad espacial de la mi-
sión y a su contenido poblacional y funcional puesto que llegaron a vivir ahí más
de cuatro mil personas. El trazado urbano de Santa Ana -como en las otras misio-
nes- comprende el núcleo I de la Iglesia, el Colegio, los Talleres y el Cementerio y
el núcleo II del “pueblo de indios”. El núcleo I está parcialmente conservado des-
tacándose la escalinata y el núcleo II está enterrado. El núcleo I está sobre-elevado

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

respecto del pueblo y ambos estuvieron alzados en torno a la gran plaza, la cual
constituyó el elemento articulador entre uno y otro. El Coty Guazú estaba en el
núcleo I, al oeste del cementerio y -podría decirse- excéntrico. Iglesia, Colegio y
Cementerio constituían un bloque compacto, destacado en relación con todas las
otras construcciones. La estructura urbana disponía de edificios de utilidad social
como el cabildo, la cárcel, el hospital, los hornos y las despensas. Las casas de los
indios estaban constituidas por estancias independientes, en relación con calles
paralelas que desembocaban en la plaza y la planta de este núcleo estaba limitada
en su desarrollo a tres de los cuatro puntos cardinales (norte, oriente y occidente)
enfrentándose a través de la plaza con el bloque Iglesia-Colegio-cementerio. El
Coty Guazú de Santa Ana forma parte de esta disposición integrándose a éste últi-
mo y enfrentándose a la plaza y a las casas reduccionales. Resulta, de ese modo, de
alguna manera exaltado en el complejo urbanístico, compartiendo el espacio sacro
y contradiciendo su función de albergue femenino exento de ejemplaridad moral.
Todo el conjunto brindaba un complejo escenográfico de gran majestad y respetaba
hasta cierto punto las Ordenanzas de Población de Felipe II (1573). Santa Ana es-
taba ubicada entre el cerro y el río cuya navegación aprovechaba mediante su puer-
to. La Colonia Santa Ana, creada en 1883, ocupa en la actualidad ese espacio entre
la reducción y el puerto. El emplazamiento aprovechaba la provisión de agua, de
buenos suelos y de pastos.
Finalmente, la Misión de Santa Ana fue diseñada por el padre José Brasa-
nelli (al igual que la de San Carlos, Loreto y San Ignacio Miní): esta misión es,
pues, una obra de autor.
Todo el conjunto tiene una disposición de espacios rectangulares, bien de-
limitados y rígidamente contiguos, sin luz entre uno y otro. En el poblado los frag-
mentos de estructuras visibles son:

1. Planta de la iglesia, rectangular, sin crucero, con paredes de distinta magni-


tud
2. Escalinata
3. Zócalos de galerías en el Colegio
4. Paredes de distinta alzada en los Talleres
5. Tumbas
6. Basamento de mampuestos y galerías en el Coty Guazú
7. Restos de pared de piedra en el núcleo II.

La estructura se sostenía con columnas de madera (hay paredes con sus


improntas); luego se rellenaba con arenisca y/o itacurú. Ambos materiales daban a
los edificios un color rojo característico y complementario de la tierra laterítica
comarcana. Los techos eran de madera. Debió poseer campanario, baptisterio y
sacristía y retablos.
Por detrás del núcleo principal (Iglesia, Colegio y Cementerio) estaba la
huerta amurallada y un estanque con paredes de tierra y piedra. Este espacio, además
de utilitario, sugiere un carácter de jardín, acorde con el gusto europeo de la época.

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Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

El pueblo de indios estaba formado por la suma de viviendas mono-fami-


liares y de un solo espacio dormitorio-comedor, construidas una al lado de la otra
pero sin comunicación entre sí. Estaban alineadas formando manzanas pero se res-
petaba la jerarquía de los jefes y de su parentela cercana, en un sistema de cuadras
y damero. Cada manzana tenía media docena de casas que compartían galería
común y ellas estaban construidas en piedra, con puerta de cuero y techo a dos
aguas fabricado con cañas y tejas. Parece que no tenían mobiliario; en su interior se
alimentaba un fuego y se dormía en hamacas. Los padres, por su parte, ocupaban el
Colegio: habitaciones, refectorio, almacén y sala de reuniones en una serie conti-
gua de espacios unidos por galería. Todos estaban orientados hacia un patio princi-
pal y otro menor (que daba a los talleres). Había en este núcleo escuela para niños.
Todavía se advierte la balaustrada correspondiente a este sector en las partes ante-
rior y posterior del conjunto.
El Coty Guazú de Santa Ana está en un ángulo: por el norte da a la gran
plaza, por el sur a la selva y al estanque. Allí vivían las mujeres solas (viudas,
abandonadas, huérfanas), que eran mantenidas por la comunidad. Su constitución
arquitectónica no se diferenciaba del conjunto de la reducción.
La arqueología de la religiosidad (católica) se corresponde con la previsión
que hiciera la Compañía sobre la realización de las ceremonias (misas, bautismos,
comunión y otras de la liturgia cristiana). La Iglesia, la Plaza y el cementerio eran,
por supuesto, los espacios religiosos por antonomasia.
Los ejes de la metodología en terreno fueron los siguientes:

 Arqueología del paisaje, abordado como conjunto de procesos dotados de


heterogeneidad, acumulación diferencial de energía y de superposición de
tradiciones culturales y estilos de desarrollo. Se la puede desarrollar a par-
tir de los conceptos de parches, corredores, redes ecológicas.
 Arqueología del sistema de encomiendas, reducciones y misiones.
 Historiografía misional.
 Evolución de la propiedad rural en las vecindades de Santa Ana.
 Registro arqueológico (constructivos, uso del espacio, sistema productivo,
género de vida y cotidianeidad).
 Análisis estratigráfico (de suelo y de pared).
 Modelo de subsistencia colonial en la Misión de Santa Ana y en las otras
Misiones de la banda paranaense.
 Características bioculturales de la comunidad y de sus individuos en la época
de la Misión (patologías, dietas, higiene, características de vida, etc.).
 Multiculturalidad y frontera entre España y Portugal.
 Metalurgia colonial.
 Relaciones regionales y extra-regionales de intercambio y de producción.
 Procesos de formación de espacios depositacionales de basuras.
 Sistematización del registro arqueológico-histórico y su desarrollo teórico.

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

 Relación entre serie depositacional, serie de actividad y procesos de trans-


formación.
 Factores que actúan sobre la organización de objetos, vestigios y construc-
tivos (tiempo de depósito, tamaño, cuidado y uso diferencial mientras la
Misión existió, forma de la dispersión arqueológica, media de densidad de
objetos y vestigios.
 Patrimonio cultural, sociedad y Estado.
 Interacción historiografía y registro arqueológico
 Contextualización de basuras coloniales, cimientos de construcciones, ca-
nales de riego, empedrados, otros elementos de vida misional colonial.
 Problemática de documentación y materialidad en el seno de la historia so-
cial, de la historia de la cultura y de la antropología política de la domina-
ción colonial en el marco de la cultura cristiano-occidental y de la cultura
tupí-guaraní.
 Definición de contextos históricos en relación con la complejidad social
como consecuencia de la demografía, desarrollo material, cambio cultural
y relaciones de producción bajo el Estado colonial y su hegemonía.
 Cotidianeidad material y ritual católico.

Los ejes fueron trabajados de manera desigual, subordinados a la disponi-


bilidad de tiempo y financiamiento. Algunos permanecen como “no alcanzados”
pero en su mayoría han brindado buena información arqueológica. Nuestra inter-
vención tuvo carácter exploratorio y, por tanto, su diseño aporta hipótesis de traba-
jo a contrastar con el registro obtenido en Santa Ana.
Los vestigios actualmente habidos en el predio de Santa Ana, de acuerdo
con su asignación disciplinar, se reparten de la siguiente manera:

Arqueología de la arquitectura Arqueología del urbanismo Arqueología de la religiosidad


Toda la Misión de Santa Ana Pueblo de indios guaraní Templo
reducidos
Puerto Plaza
Tierras de labranza
Caminos y sendas
Canales de riego
Estanques
Cementerio
Cuadro 1. Arqueologías de Santa Ana

Las intervenciones en el sitio por el Convenio Universidad Nacional de


Misiones y Universidad Nacional de Rosario, fueron las siguientes: excavaciones
del Ábside del templo, la galería del este al templo, los recintos 1, 2, 7, 9 y 12 del
Coty Guazú, relevamiento del cementerio y excavación de dos viviendas de indios.
A continuación resumiremos los resultados obtenidos en cada uno de los
ejes de investigación.

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Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

1. Eje Arqueología del paisaje.

La unidad de paisaje en Santa Ana es actualmente la pequeña ciudad de


unos cinco mil habitantes -casi tantos como llegó a albergar Santa Ana- junto a la
cual se cruzan la ruta nacional 12 y la ruta provincial 105. Las ruinas del pueblo
jesuítico son un atractor turístico de baja intensidad que todavía permanece casi
oculto en un camino vecinal, obstruido por los galpones de una fábrica yerbatera.

Figura 3. Ubicación del parque arqueológico y su paisaje

En la figura 3, la heterogeneidad del paisaje vigente muestra parches de


selva o monte con otros de desmonte producidos por un hinterland de pequeños
productores de mandioca, maíz, tabaco y huerta. Los cursos de agua se comportan
como corredores ecológicos, sin concentraciones constructivas. La misión no for-
ma parte de una tradición local sino de un factor económico ligado al turismo. Lo-
calmente vale más la pertenencia a los orígenes colonos (la Provincia fue destinada
a la instalación de colonias agrícolas después de 1880). En las inmediaciones de las
ruinas existen dos asentamientos guaraníes. La conectividad de Santa Ana está
representada por las obras hidráulicas de los jesuitas y su caminería todavía no está
completamente estudiada.
La base geológica de la Provincia es fundamental para la conformación es-
cenográfica del paisaje local. La Formación Misiones está constituida por arenis-
cas, discontinuas y en afloramientos, integradas por un conjunto de psamitas cuar-
zosas medianas o gruesas de color rojo, localmente silicificadas formando bancos
macizos. Los basaltos pertenecen al macizo de Brasilia, se presentan once coladas
con alto porcentaje de óxido de hierro e intrusiones de cuarzos fenocristalinos (ága-
tas y jaspes) y fenocristalinos (amatistas y cristales de roca). El monte original de

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

la comarca forma suelos residuales (con excepción de los que se forman en los
valles aluviales del Paraná. Uruguay e Iguazú), lateríticos, a partir de la meteoriza-
ción del basalto subyacente, rico en minerales solubles que ascienden por capilari-
dad.
La Misión aparece como un claro irregular en el monte debido a las obras
de parquización. El acceso a la ruta de tránsito rápido se verifica por un kilómetro
de pavimento de piedra, el cual pasa por el lateral de la fábrica yerbatera.

2. Eje Arqueología del sistema de encomiendas, reducciones y misiones

Las encomiendas y pueblos de indios funcionaron en la Paraguaria de igual


modo que en el resto del Virreinato del Perú. El proceso reduccional sistemático
sobre los indígenas (vida en policía de los indios) por parte de la orden católica de
los jesuitas comenzó hacia 1624-1626 en la región conocida como Guayrá y se
desarrolló hasta su expulsión en 1767 por Carlos III de la dinastía Borbónica. Su
decadencia final tuvo lugar hacia comienzos del siglo XIX, cuando la población
guaraní se dispersó definitivamente.
Teniendo en cuenta los sucesos principales, la biografía construccional de
las misiones puede acotarse de la siguiente manera:
* 1624-1626 se llevan a cabo fundaciones de poblados en el Guayrá y en el
Tape.
* Avance de los bandeirantes sobre los pueblos reduccionales y culmina-
ción hacia 1640. Este proceso provocó traslados de misiones y de pobla-
ción guaraní hacia la región comprendida entre el río Paraná y el río Uru-
guay conocidos como Éxodo del Guayrá y Éxodo del Tape respectivamen-
te (hoy porción meridional de la Provincia de Misiones y Estado de Río
Grande do Sul). Esto dio lugar a la formación de los llamados Treinta Pue-
blos Jesuíticos y a, en su seno, a la de los Siete Pueblos de la Banda Orien-
tal del Uruguay (cuya disputa iba a provocar mucho después la Guerra
Guaranítica.
* En 1680, se funda la Colonia del Sacramento y se afirma el dominio por-
tugués en la extensa región cisplatina.
* En 1754, se produce el Tratado de Madrid, entre España y Portugal sobre
los territorios limítrofes entre ambos imperios y sobre la repartición -entre
ellos- de la soberanía sobre los poblados jesuítico-guaraníes.
* Entre 1754 y 1756 se desarrollaron las mencionadas Guerras Guaraníti-
cas, por estallido de la población indígena (conducida por los misioneros)
que se resistía a pasar a jurisdicción lusitana, defendiendo la jurisdiccional
original y su autonomía política.
* En 1767 se expulsa a la Orden, dictum que se hace efectivo un año des-
pués.
* En 1801, españoles y portugueses canjean Colonia por los Siete Pueblos
de la Banda Oriental y empieza el abandono final.

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Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

En síntesis, el Registro Arqueológico Misionero posee un término inicial


entre 1624 y un término final de 1801, en tanto biografía cultural de cada monu-
mento. Sin embargo, cada uno de ellos posee particularidades biográficas en tanto
constructivos, uso y transformación arqueológica. Como la experiencia jesuítica
comenzó -sensu strictu- en el Guayrá y en el Tape, las que hoy se encuentran en
territorio argentino son producto de uno u otro éxodo y de circunstancias propias
que les fue necesario afrontar, particularmente las derivadas del avance bandeiran-
te. Habremos de distinguir, entonces, tres conjuntos y referenciaremos a Santa Ana
en relación con uno y sólo uno de ellos:

Conjunto A Conjunto B Conjunto C


San Ignacio Miní 1610 San Ignacio Miní 1630 San Javier
Loreto 1611 Loreto 1630 Santa María La Mayor
Santa Ana 1636 Santa Ana 1660 Apóstoles
Concepción de la Sierra Candelaria San Javier
1624
Santos Mártires del
Japón
Cuadro 2. Clasificación de los monumentos misionales jesuíticos de acuerdo con
su cronología

La Misión fue erigida con el propósito de reducir población indígena, bajo


un plan de evangelización y vida social muy singular y diferenciado de otras
prácticas desenvueltas en tierras americanas (entradas a la tierra, evangelización
por misioneros aislados, búsqueda de puertas a la Tierra, extirpación de herejías)
pero también desplegar una frontera defensiva contra los bandeirantes y, respon-
diendo a los intereses hemisféricos de la Corona de España, contra los lusitanos. En
las Indias, lo jurisdiccional y lo dominical (o patrimonial) pertenecía al Rey y su
suprema autoridad determinaba el término (o demarcación de las poblaciones nue-
vas) y el territorio (el territorium romano que designaba el espacio que estaba suje-
to a la jurisdicción de una ciudad). La Corona española organizó y subdividió el
territorio americano a través de particulares bajo su control. Hasta las Ordenanzas
de 1573, se solía asignar un territorio amplio a los conquistadores (doscientas le-
guas al sur de la gobernación más próxima ya fundada) en las que se formarían los
“pueblos e españoles” en las gobernaciones que tuvieron como origen las capitula-
ciones.
Poujade (2002), Poujade y Funes (2005) en un trabajo de estudio global de
esta Misión destacan que el conjunto reduccional está compuesto por el subsistema
económico referido a la explotación de recursos naturales diversos como, por
ejemplo, las canteras de arenisca junto a los arroyos Santa Ana y Martín Chico y
los campos aptos para las actividades agropecuarias, el subsistema hídrico y vial
con cabecera de puente y tres caminos. Vinculados al núcleo urbano existen cister-
nas circulares y relictos del sistema hídrico esparcidos hasta cinco o seis kilómetros
de distancia, estanque en las inmediaciones del arroyo Márquez, fuente con cámara

114
Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

de filtrado para abastecimiento de agua proveniente de un surgente, surgentes cal-


zados con lajas de arenisca y pozos de brazo. El subsistema vial está integrado por
bases de puente sobre los arroyos Santa Ana, Márquez y Del Carmen, una red ca-
minera (tramos con calces de sillares de arenisca) con relictos en relación con el
cerro Santa Ana y con las cisternas, posible camino suburbano (llamado Trayecto
nordeste-sudeste por las autoras).
En los poblados jesuíticos puede distinguirse con fidelidad al registro ar-
queológico, entre piezas arquitectónicas (iglesia, colegio, talleres), edificios que
responden a un diseño constructivo (al parecer bastante sistematizado en todas
partes adonde fue la Compañía) con fuerte valor monumental y otras construccio-
nes menos perdurables y más sucintas (las del pueblo indio). A pesar de que las
construcciones implicaban el inter juego entre el diseño y el albañil, su versatilidad
fue también el resultado de un importante esfuerzo por llevar el “orden” o la “nor-
ma” religiosa al plano material de la obra arquitectónica. De tal manera que, inde-
pendientemente de la región, se pueda reconocer el “sello” jesuita.

3. El estudio arqueológico del Coty Guazú (Casa grande)

El Cotí Guazú representa un espacio social específico, en el cual los sacer-


dotes encerraban a mujeres que revistieran una de estas condiciones: 1. ser viuda,
huérfana o de conducta sexual sospechosa; 2. haber cometido algún delito. En él
habitaciones separadas para niñas y para mujeres adultas; allí debían realizar traba-
jos de tejeduría y trabajar el campo bajo la vigilancia de una mujer mayor. No deb-
ían salir por ninguna razón de ese espacio a menos que se arriesgaran a castigo. Les
proporcionaban carne, leña, vestidos y limosnas. La búsqueda de agua para beber
y el lavado eran dos actividades que les permitían abandonar el Coty pero afuera de
la vista de los restantes miembros de la Misión. Los jesuitas penaban severamente a
quienes entraran allí para tener tratos ilícitos con las mujeres.
Por tanto, el Coty sería un espacio solamente femenino, cerrado dentro de
un cerrado ya que el conjunto total de la Misión estaba destinado a ser encerrado
respecto a la selva. Los indios -para salvarse cristianamente- no deberían volver a
la selva (y los gruesos muros de piedra así lo marcaban) y el conjunto del Coty, por
su parte, encerraba a las mujeres con doble cerrojo: respecto a la selva y respecto a
sus compañeros de reducción.
El así denominado Coty Guazú es un amplio espacio de topografía irregu-
lar, situado al oeste–noroeste del conjunto templo – Colegio – Talleres – Cemente-
rio; precisamente colindando con éste último. Su superficie es de 667 metros cua-
drados, de perímetro aproximadamente cuadrangular y accidentada por la alternan-
cia de montículos y depresiones contiguas que describen una secuencia cerrada.
Corresponden a los restos de muros (los cuales apenas sobresalen entre 0.50 y 0.70
metros por sobre sus fundaciones) y a los recintos en cuyo interior describen. Éstos
últimos son rectangulares y cuadrangulares y comparten pared medianera en todos
los casos; se disponen en torno a un espacio muy amplio al que llamaremos patio
ya que ésta es su función más previsible.

115
Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

Figura 4. Esquema de Santa Ana

Existe una entrada al gran patio que se verifica en la sección media de los
montículos que forman el lado que mira hacia la gran Plaza. Todo el conjunto esta-
ba cubierto por hierba de importante altura y por arbolillos de escaso porte. Por
detrás del Coty Guazú se extiende, actualmente, la selva en un relieve prácticamen-
te invisible.
La estructura del Coty Guazú, al menos, en su actual materialidad, describe
un gran patio de 36 por 26 metros. Cada uno de los lados del mismo tiene tres re-
cintos (Figura 5).

4. Estratigrafías

A continuación, sintetizamos los resultados estratigráficos en los recintos


excavados del Coty Guazú.
En el Recinto 1 (ubicado frente a la plaza, lateral del este respecto a la en-
trada a este espacio), los niveles arqueológicos poseían una estratigrafía compleja
con derrumbes e intercalaciones de registro confuso. La sistematización esquemáti-
ca de su vista superior (arqueología de pared) lo ilustra la Figura 6:

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Revista del Centro de Estudios de Arqueología Histórica | Año II. Vol. 2 | 2013

Figura 5. Esquema del Coty Guazú. Fueron excavados los recintos 1, 2, 7, 9 y 12


(señalados con un punto), galería sudoeste, sondeo en galería norte (sección este,
en esquina de articulación entre recintos 1 y 12, galería norte externa (mitad este)
y entrada general al Coty Guazú

Figura 6. Perfil A (paralelo a pared lateral Este, Norte 2E2)

117
Problemas metodológicos en la arqueología del Coti Guazú… A. ROCCHIETTI y R. POUJADE

El perfil vertical de este recinto exhibe dos niveles de incendio entremez-


clados con una capa de adobes, ladrillo, teja y, finalmente, el piso o carpeta de pie-
dra (Figura 7)

Figura 7. Estratigrafía del ángulo noreste con niveles de quemazón

La planta del recinto 2, con su desarrollo de pared y de aberturas se ilustra


en la siguiente figura:

Figura 8. Planta del recinto 2

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El recinto 2 presentaba un depósito compacto formado por restos prove-


nientes del colapso del techo (tejas) y de la pared (ladrillo) y sedimento castaño
grisáceo depositado sobre los muros (alzada residual de 0.70 m) y buzando hacia el
interior de la construcción con una pendiente de 30º. Presentó dos entradas; una
hacia la galería externa y hacia la Plaza y la otra hacia la galería interna y patio.
Sobre el lateral norte (N0W16), a 1.40 m del nivel de base, apareció un pavimento
de baldosines rectangulares y hexagonales, fisurado por el peso de la columna se-
dimentaria que reposaba sobre él. El sector de pila sedimentaria que apoyaba sobre
el muro D ilustró una estratigrafía donde claramente se podía observar el tramo de
pared formada por adobes y su derrumbe y disolución hacia el interior de la habita-
ción. En el sector lateral oeste de la misma había un área removida por saqueo de
unos dos metros cuadrados de extensión, en la cual apareció material arqueológico
de fecha posterior a la Misión. En el rincón noreste del recinto se registró un área
con bioturbación promovida por las raíces de un árbol de porte. Este sector -a lo
largo de toda su longitud- exhibió el derrumbe del muro D en forma de estratigrafía
invertida. El tramo de zócalo de la Entrada 1 rindió gran cantidad de tiestos cerá-
micos representando, probablemente, el efecto barrido. La profundidad del piso
revestido con baldosines fue de 1.85 m desde el nivel de base, verificándose una
mayor profundidad que el que registra el pavimento de arenisca en el recinto 1.
Uno de esos baldosines ostentaba la corona papal y el signo identificatorio de los
jesuitas. Su perfil vertical se puede ver en la Figura 9. En él no se advierten los
niveles de combustión.

Figura 9. Perfil estratigráfico en el recinto 2

La excavación del Recinto 7 puso en evidencia una situación más comple-


ja: umbral de madera articulado con la superficie de la galería pero ésta tiene un
revestimiento con piedras de itacurú que está por encima de ese nivel con una dife-
rencia de 0.28 m. Allí se encontró un fragmento cerámico adherido a la madera.
Este recinto fue excavado con técnica de trinchera, por lo tanto no conocemos toda
su extensión y profundidad. Es complejo en la interpretación estratigráfica porque
apareció una base de muro paralelo a los laterales de la habitación y fuera de arti-

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culación con la estructura en general, por lo cual lo interpretamos como el rema-


nente de una construcción anterior al recinto 7. Esto debe demostrarse con excava-
ción amplia. El muro sur está levantado sobre la base de una mampostería que tiene
grandes bloques en la base y otros menores a medida que la pared se levantó hacia
arriba. Combina en profundidad arenisca e itacurú. La Figura 9 muestra este caso y
el del recinto 9. Este recinto 7 está atravesado en su sección medial por una base de
muro que estaba enterrado, con un declive marcado hacia el sur. El desnivel entre
el umbral (1.77 m) y el extremo que no alcanza el muro sur, sea porque se retiraron
piedras, sea porque esta construcción es relicto de un recinto anterior al Coty, sea
porque la mampostería visible que está por encima de él lo demolió y aprovechó el
espacio remanente (2.09 m) es de 0,31 m. Al principio se pensó que se trataba de
un empedrado que articulaba con el umbral del Recinto pero luego se comprobó
que no es así. Su función tiene que ser determinada con una excavación amplia.
En el recinto 9 se verifica la secuencia adobe edafizado sobre muro de pie-
dra, estrato de teja fragmentada.

Figura 10. Perfil en el umbral del Recinto 7 y perfil estratigráfico del recinto 9

Se verificó una estratigrafía formada por:

 adobe edafizado sobre muro


 estrato de tejas
 consolidado de tierra en fondo de excavación (Figura 10)

En este recinto se verificó una gran concentración de teja (con gran número
de tejas semi-enteras) contra su muro norte. Esta habitación está muy afectada por
bioturbación de raíces (al igual que todo ese sector del Coty por la inmediatez del
bosque. Se trata de árboles de gran porte pero de raíces relativamente superficiales
que inciden vectorialmente en la estratigrafía lateral y central del área de excava-

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ción. Eso da por resultado un registro de baja resolución. El fondo de consolidado


de tierra tiene que terminar de verificarse pero tiene alta probabilidad de constituir-
se en una evidencia de piso interrumpido por un área de combustión. Su techo es-
tratigráfico se encuentra a 1.69 m desde el nivel de base y su fondo en 1.90 m. Po-
see una inclusión de baldosa de cerámica a 1.86 m. La interpretación de su presen-
cia ofrece dos alternativas: a. es original del recinto y expresa la actividad a la que
estaba dedicado (cocina) o, en su defecto, b. corresponde a un uso posterior del
lugar (no jesuítico) por población residual o refugiada en el predio. Por su profun-
didad y características (no tiene cubeta) podría atribuirse a esta última posibilidad
su existencia. Sin embargo no parece una estructura moderna. Podría considerase
parte de los episodios ocurridos después del abandono de Santa Ana por sesenta
años. El área de combustión tiene 0.60 m (este-oeste) y 0.45 m (norte-sur) de diá-
metros. Hay restos óseos (no cortados por sierra) y pudiera ser que tuviera una
cuneta de ladrillos (afirmación no segura en este avance de excavación).

Figura 11. Estratigrafía de recinto 9 y estratigrafía de su muro norte

En el sector cercano al muro norte del recinto apareció un fragmento de


cerámica con una cara plana y otra convexa (¿alisador o ficha de juego?). Este re-
cinto pudo estar destinado a cocina (original o de re-ocupación posterior al tiempo
de los jesuitas.
En el Recinto 12, la estratigrafía de pared se muestra en la Figura 12.
En este recinto la capa de adobe y humus tenía una potencia de 0.45 me-
tros, la de ñaú de 015 metros, la de tejas con carbón otros 0.15 metros.

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Figura 12. Estratigrafía junto al muro este del recinto12

La serie de depósito está afectada por raíces en ángulo nordeste del recinto.
No hubo evidencias de serie de actividad salvo intrusión de material vítreo y metal
modernos.
Este recinto se excavó con la finalidad de constatar la articulación Coty –
Cementerio dejando aclarado que la pared medianera que se extiende a lo largo del
cementerio tiene dos secciones: una anterior, más antigua, articulada con otra de
rumbo este – oeste en el interior del cementerio, de la cual sólo quedan algunos
rasgos discontinuos; y otra posterior (en sentido espacial y temporal) de distinta
factura que llega hasta la actual traza de la plataforma que da a la plaza. De este
modo el espacio del Coty Guazú solo coincidió parcialmente con el cementerio
antiguo, estando más avanzado hacia la plaza que aquél. Esta disposición es sínto-
ma de su concepción subordinada en el NCP y de su construcción cronológicamen-
te posterior.
Para evitar derrumbe de esa pared medianera se apuntaló con una columna
de sedimento extraído de la misma excavación arqueológica.
Las galerías también fueron excavadas, con los siguientes resultados:

 Galería interna sección nordeste (sondeos): En esta esquina del patio interno
se realizó un sondeo para verificar la estructura de la albañilería de las galerías.
Se constató que la factura de las galerías es diversa. Se trata de un espacio pe-
rimetral al patio y a las habitaciones, de 2,80 metros de ancho, delimitada por
piedra arenisca canteada, en unos casos de canto y en otros de plano por la cara
mayor del paralelepípedo.
 Galería interna sección sudoeste: Esta galería se abrió como ampliación de la
excavación del recinto 7, ofreciendo un registro rico, comparativamente con
los otros sectores excavados. Aquí las piedras que la delimitan están puestas de
canto (0.12 m de ancho). En el esquinero de la galería, en su intersección con

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la del oeste, el destape puso a luz una canaleta de drenaje con técnica de cajón
de arenisca y fondo de teja fragmentada. En esta sección se encontró un desa-
güe con la siguiente estructura (Figura 13):

Figura 13. Esquema del desagüe en Galería interna sudoeste

 Galería externa norte: En esta galería, excavada por sondeo amplio se verificó
la secuencia humus – teja fragmentada – laterita, ratificando que el subsuelo de
fundación es esta sedimentita semi-compactada. Se puede ver en el esquema
siguiente (Figura 14):

Figura 14. Entrada al Coty Guazú (Galería Norte)

La Entrada al Coty Guazú también tuvo su corte estratigráfico. El perfil es-


tratigráfico de esta sección es el siguiente: carpeta de piedra arenisca canteada –
contrapiso de teja, hueso y carbón, fundación en laterita semi-compactada. Los

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esquemas que siguen ilustran la correlación entre la galería externa del norte y la
entrada a la Casa de las Recogidas (Figura 15):

Figura 15. Correlación estratigráfica entre la Galería externa y la entrada

Estas dos secciones se encuentran a distinta cota siendo más baja la de la


entrada en 0.20 metros. Las galerías se hallan todas al mismo nivel.

Problemas de investigación

Nuestra intención es presentar un modelo esperado de los intercambios ma-


teriales y energéticos entre los componentes estratigráficos y arqueológicos a partir
de los factores edáficos, geológicos y geomorfológicos tomando como unidad
analítica los recintos en sus fases aeróbica, aire-suelo y matriz (Austral y Rocchiet-
ti 1990). La fase aeróbica está representada por los intercambios de los niveles
arqueológicos enterrados con la atmósfera local, la de aire-suelo por las de la in-
mediata matriz del subsuelo arqueológico con los procesos de la biología y química
del suelo y la matriz por el contenido de objetos y vestigios superficiales y sub-
superficiales.
La fase aeróbica está gobernada por la alta humedad de la evapotranspira-
ción de las arboledas que se encuentran por detrás del Coty Guazú y de los ejem-
plares de porte que se hallan en su predio. Las rocas de los mampuestos son leve-
mente atacadas por ella pero sin daño de importancia.
La fase aire-suelo se caracteriza por una fuerte presencia de vegetación con
sistema radicular extenso y ramificado. Solamente la calidad de la albañilería jesui-
ta puede resistir la fuerza de desplazamiento y fractura que ella posee. La forma-
ción de suelos lateríticos en los sedimentos que colman las artesas de los recintos
tiende a formar un sello sobre los pavimentos de piedra que forman el fondo de la
mayoría de los recintos.

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La matriz arqueológica es muy avara en relación con objetos y áreas de


combustión; refleja el empobrecimiento y destrucción progresiva que sufriera el
Coty Guazú a lo largo del tiempo.
Hay que tener en cuenta que, sobre la información de los jesuitas mismos
sería esperable que el potencial de los depósitos debiera contener items de uso ne-
cesario en esas actividades industriosas y agrícolas: arados, hoces, guadañas, palas,
ruedas de carretas, tronchetes, prensas, yugos para bueyes, molinos, ruedas eleva-
doras para agua, ruedas movidas por animales para extraer agua de pozos, ruedas
movidas por hombres, ruedas movidas por aire, norias. La tecnología rural estaba
destinada al acarreo (de agua, de cereales, de cueros, etc.), a la procura y elevación
de agua, al prensado de sustancias (p.e sidra), y a la destilación (ingenios de azú-
car). Nada de esto se encontró ni en el Coty ni en las otras secciones de excavación.
El gran volumen de sedimento que contienen los recintos y la pobre evi-
dencia arqueológica, salvo los mampuestos de las bases de pared plantea el pro-
blema de cómo evaluar su rendimiento heurístico, especialmente confrontado con
el Inventario. Evidentemente éste es insuficiente y pone en juego la relevancia de la
arqueología de la arquitectura y del urbanismo jesuita por sobre otro tipo de regis-
tro conduciendo la percepción de la Misión únicamente hacia su naturaleza docu-
mental.

El potencial arqueológico

El potencial arqueológico de Santa Ana -es decir, su modelo esperado-


puede ser sistematizado de acuerdo con dos campos de información: Arqueología
jesuita y Arqueología post-jesuita. Ellas se corresponden aproximadamente con la
biografía general de este sitio en el sistema reduccional del Paraná. Reconocerlas
implica registrar el terreno y el territorio de Santa Ana siguiendo investigaciones
diferenciadas. La arqueología jesuita está destinada a identificar los restos siguien-
do la lógica de los asentamientos constituidos por la Orden; la arqueología post-
jesuita incluye el registro de todas las transformaciones materiales (empobreci-
mientos, saqueos, destrucciones, reciclajes) sucedidas en el sitio.
Ambas se distinguen en cuanto a la temática que priorizan: la una está de-
dicada a sacar a luz el correlato material del proceso arquitectónico y social de la
Misión; la otra a la llamada Cuestión de las misiones del Paraguay ya que mientras
no se arbitraron los límites fronterizos entre Argentina, Paraguay y Brasil, los Pue-
blos Jesuíticos fueron sometidos a innumerables vaivenes de administración y de
destrucción.
El potencial arqueológico también debe considerar el desarrollo del proce-
so arquitectónico como una expresión del barroco a cuya característica conceptual
podría asimilarse la contraposición entre arquitectura de representación y arqui-
tectura de determinación (Amuchástegui, 2012). La primera designa la fidelidad a
la tradición y a la construcción de espacios plenos de religiosidad. Así lo había
hecho Bernini en Roma para restablecerla como ciudad centro de la Cristiandad. La
segunda experimenta con la praxis produciendo rupturas con lo heredado. Santa

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Ana es un exponente de la arquitectura de representación, de una adhesión a la


catolicidad y a la ciudad de Roma.

Conclusiones

¿Cómo abordar un registro arqueológico complejo de la escala y de la je-


rarquía de una Misión de la Paraguaria jesuita? ¿Cómo exponer los resultados de la
investigación sin caer en un listado de características, propiedades y objetos?
Nuestra investigación lo hizo trazando campos disciplinarios y formulando
ejes de registro. No quiere decir que sea exhaustiva sino que pretende estimarlo
como una totalidad coherente a pesar de sus transformaciones evidentes y de su
empobrecimiento material hasta el nivel de convertirse en un monumento casi vac-
ío. Incluye en su potencial aquellas que derivan de las intervenciones patrimoniales
(puesta en valor del sitio, anastilosis de muros, fortalecimiento de lienzos de mam-
puestos y cimientos, elementos materiales e intangibles para circulación del turis-
mo, parquización, etc.) como una arqueología de la arqueología. Por otra parte, el
examen de los niveles arqueológicos del Coty Guazú y su confrontación con el
Inventario (en tanto documento modélico) exhibe un paralelismo intrigante porque
éste no es mencionado ni se alude a los bienes que podía eventualmente poseer.
Puede tratarse de una circunstancia de olvido (extraña tanto para los padres misio-
neros tanto como para el funcionario expulsador), de desnudez o austeridad (aun
cuando las mujeres trabajaban en la textilería y en la vida doméstica de una Casa
de Mujeres) o de desconsideración del reducto femenino.

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Aceptado: 10 de octubre del 2013.

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