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Los eufemismos y la imposición de ideas.

En la Retórica recurrimos mucho a los eufemismos que son definidos como “palabra o
expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal
gusto, grosera o demasiado franca”.

Ahora bien, en nuestra cotidianidad los utilizamos para expresarnos, pero también los
recibimos al comunicarnos. Un ejemplo de ello es cuando alguien muere, en presencia
de un familiar es más seguro que digamos que “paso a mejor vida”, en lugar de
afirmar que murió, pero podemos leer en la prensa que hubo un “deceso”, pero si
estamos entre amigos, en un argot coloquial, de pronto afirmemos que fulano de tal
«estiró la pata».

Hasta aquí la inocencia de los eufemismos, pero cuando ese uso se aplica para una
comunicación “intencionada o direccionada”, o en palabras de Vicente Romano “la
realidad se camufla bajo eufemismos embellecedores”, donde se busca que
adoptemos posturas de fragilidad o de debilidad emocional, todo cambia,

Aquella hipótesis que afirma que “el lenguaje construye la realidad” hoy tiene mucha
vigencia y el uso indiscriminado de los eufemismos así lo demuestra, porque esos
eufemismos falsamente piadosos: «negro» se cambia por «afroamericano», otros
dirán «de color», ya no diremos «viejos», sino «adultos mayores» o «tercera edad»,
esconden intenciones que nada tienen que ver con una equidad social, sino con la
construcción de mesías que impondrán agendas, controlaran medios y perseguirán a
quienes no acepten “sus medidas dignificadoras”, por no llamarlas imposiciones
intolerantes.

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