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Derecho Comercial
Tomo I
Por
Alex Patricio Díaz Loayza
Abogado
M agister en Derecho con M ención en Derecho Económico
Diplomado en Dirección y Gestión de Empresas
Suele ocurrir que cuando uno tiene frente a sí un texto cuyo estudio debe acometer, omite leer la parte que ahora
usted lee; sin embargo, una de las cosas que se aprenden a medida que se adquiere práctica en el hábito de la lectura,
es que el prólogo o exordio es una valiosa oportunidad que el autor y el lector tienen para encontrarse de un modo
más cercano y, al mismo tiempo, más alejado de los tópicos técnicos o científicos que habrán de abordarse en el
cuerpo de la obra.
El prólogo puede ser desaprovechado tanto por el lector al omitir su lectura, cuanto por el autor al utilizarlo como
apretado y árido resumen de las materias que serán tratadas. Ciertamente, que el caso descrito no es el suyo, ni
tampoco pretendo por mi parte caer en el defecto acusado, de modo que permítame dirigirle algunas líneas que le
orientarán en cuanto a los propósitos que se han tenido en vista al elaborar este Curso Elemental.
Como el propio título ya lo sugiere, la obra en que ahora le introduzco, está dirigida a servir de guía elemental a los
estudiantes de la cátedra de Derecho Comercial y, en especial, a quienes tenga yo la suerte de tener por mis alumnos.
Su génesis se encuentra exactamente en los apuntes redactados como preparación de las clases o como material de
apoyo de determinadas materias, y ahora ha cabido reunirlos gracias a la gentil invitación que me formularan las
autoridades de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Central de Chile, mi alma mater.
El afán que inspira la facción de este trabajo no es otro que evitar el anacrónico pero enraizado vicio del dictado de
clases, cuya pertinaz subsistencia se debe, en mi opinión, a que aún contra nuestros deseos los profesores nos vemos
en incontables ocasiones seducidos por los ruegos de nuestros alumnos en orden a hablar más despacio para
facilitarles su labor de recolección de materia, fuente inagotable de seguridad para enfrentar los exámenes. Vaya aquí,
una excusa menos para dictar.
También hemos intentado trasuntar en las líneas que siguen, algo de lo que creemos es un objetivo permanente de la
labor docente, cuál es, procurar explicaciones más bien sistémicas y globalizadoras por sobre la reiteración mecánica
de normas y definiciones; en este punto probablemente no logremos el éxito esperado, y en buena hora que así sea,
pues en ese sentido la docencia directa cumple un rol insustituible al permitir la libre asociación y discusión de ideas
dentro del desarrollo de una clase.
En consecuencia, este trabajo está lejos de constituir un estudio exhaustivo y acabado de las materias, sino que es
más bien una sinopsis general de las mismas. Sus fines propedéuticos para enfrentar una vasta rama del Derecho
como es la que se aborda, justifica y disculpa los múltiples vacíos que sin duda un ojo experto podrá advertir, pero
quizá su mérito sea exclusivamente ese: tratar en forma breve los aspectos esenciales de los diversos institutos del
Derecho Comercial nacional.
ÍNDICE
Curso Elemental de Derecho Comercial
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Curso Elemental de Derecho Comercial
1 Ricardo Sandoval López, Manual de Derecho Comercial, Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, primera edición, 1981, pag. 19.
2 Codigo Civil, artículo 584.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
Como ha quedado insinuado, el origen del comercio en cuanto actividad es extremadamente remoto. Esta
actividad fue desarrollada de manera notable por muchos pueblos de la antigüedad, como los egipcios, los
babilonios, los caldeos y de modo especial por los fenicios.
Pocas noticias se tienen de las normas conforme a las cuales se regulaban estas actividades en aquella época, pero
es un hecho cierto que no existía esto que hoy llamamos Derecho Comercial, cuya data histórica es muy posterior.
De la antigüedad se sabe que el Código de Hammurabi incluía normas sobre sociedades, depósitos y operaciones
bancarias. Poco se sabe del derecho de las primeras dinastías egipcias y poco o nada, del derecho comercial fenicio.
Empero, existe consenso en atribuir a los fenicios instituciones marítimas que luego fueron recogidas por el derecho
griego y, de ahí, por el derecho romano, a saber: la echazón o avería común y la lex rodhia, las cuales perviven hasta la
actualidad3.
Grecia, por su parte, conoció el Phoenus Nauticum (préstamo a la gruesa ventura), con rasgos esencialmente
iguales a los actuales.
Ya en la época romana, el comercio de la metrópoli con las provincias floreció en forma importante, no obstante
que quienes en mayor medida se dedicaban a la actividad mercantil, eran los gentiles y no los romanos.
El Imperio, sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió respecto del Ius Civile, poco aportó al desarrollo del
derecho mercantil y fue más bien regulada esta actividad mediante su subsunción en las formas jurídicas ya
existentes, además de acoger normas extranjeras en materia de derecho marítimo como las Leyes Rodias de origen
fenicio, que consagraba normas sobre avería común y préstamo a la gruesa ventura.
Asimismo, “en el Derecho Romano, la distinción entre ius gentium y ius civile no coincide necesariamente con la
división entre el derecho de los comerciantes y el de los civiles”4, siendo del caso reiterar que durante todo el período
histórico precedentemente reseñado, no existió el derecho comercial como una disciplina jurídica autónoma.
En ese lapso, las actividades comerciales y los conflictos a que ella daba lugar eran regidos y resueltos por las
normas generales o especiales que resultaren aplicables al caso dado, pero sin que existiere una regulación orgánica
de todo o parte del fenómeno comercial. En resumen, el comercio es mucho más antiguo que el derecho comercial,
como hoy se le conoce.
Luego de la desintegración del Imperio, el comercio entró en un período de estancamiento en razón de la
instauración del sistema feudal, lo cual se revirtió posteriormente con la aparición de ferias que comenzaron a
impulsar nuevamente el desarrollo de la actividad, tanto a nivel local como entre ciudades. Aportó también
decididamente al desarrollo del comercio y del Derecho Comercial, el hecho que los comerciantes comenzaran a
unirse en torno a entidades de carácter gremial y/o profesional que defendieran sus intereses de clase frente a la
autoridad política, nacen así los gremios, corporaciones y cofradías, entes que además de representar a sus miembros,
comenzaron a solucionar los conflictos que en razón de su oficio se producían entre ellos; lo cual era realizado por
legos que sin conocimiento del derecho común resolvían las contiendas conforme los dictados de los usos
observados entre los comerciantes; vale decir, con arreglo a la costumbre mercantil comúnmente respetada entre sus
miembros. Esta ha sido sin duda, la época en que encuentra su origen el Derecho Comercial en cuanto disciplina
autónoma y desligada del derecho civil, nutrida en base a los dictados de sentencias fundadas en las costumbres
propias de los comerciantes y que luego comenzaron a ser escrituradas y reunidas en compilaciones que fueron
extendiendo su aplicación más allá de las fronteras de las ciudades en que fueron pronunciadas, toda vez que durante
esa misma época principió el surgimiento y florecimiento de ciudades dedicadas casi exclusivamente a la actividad
mercantil, de las cuales las más importantes estaban situadas en el norte de Italia, destacando, Venecia, Florencia y
Génova. Estas llamadas ciudades estado, encontraron en el comercio una fuente casi inagotable de riqueza, lo cual
contribuyó a que sus estructuras políticas se adecuaran a tales exigencias, facilitando la aparición de cauces
institucionales propios del comercio, como los consulados de comercio, esto es tribunales exclusivamente dedicados
a materias de mercantiles.
3 Garrone, José y Castro, Mario. Manual de Derecho Comercial. Segunda Edición. Reimpresión. Editorial Abeledo – Perrot. Buenos Aires.
Argentina. P.14.
4 Idem. P15.
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El advenimiento de la era de los grandes descubrimientos, introdujo en favor de las metrópolis europeas como
España y Portugal, un mercado jamás imaginado, generando en su favor grandes riquezas. No obstante, y debido a la
errada idea de monopolizar el comercio de sus colonias, paulatinamente fueron siendo superadas por otras potencias
que se dieron una política más liberal en cuanto al comercio, como Inglaterra y los Países Bajos.
Posteriormente, es de importancia señalar que fue la Revolución Francesa y sus postulados de igualdad, libertad
y fraternidad, la que marcó una evolución importantísima en el desarrollo del Derecho Comercial, por cuanto
aparecía como inconciliable con tales ideas, la existencia de gremios y de la clase de comerciantes, con el exclusivo
monopolio de la actividad mercantil, pues para dedicarse al comercio era indispensable estar incorporado a alguno de
los gremios. Así, abolidos que fueron sus privilegios, hubo de reestructurarse la concepción del Derecho Comercial,
en cuanto ésta era una rama jurídica cuyo principal objeto era regular la actividades de aquellos cuya profesión era el
comercio, y si ahora era posible que cualquiera se dedicase al comercio, era menester regular no a los sujetos
intervinientes en la actividad, sino a la actividad misma, de tal suerte que todo aquel que la realizase quedase sujeto a
sus normas. Nace entonces la noción de acto de comercio, en virtud de la cual el Derecho Comercial, desprendiéndose
de su carácter subjetivo y profesional, pasa a ser objetivo y real, a pesar de que en la actualidad la tendencia es dejar
atrás también dicha concepción, como ocurre en legislaciones como la italiana, en que el Derecho Comercial es el
Derecho de la Empresa en cuanto ente económico, o como en Alemania en que se ha retornado al subjetivismo en
nuestra disciplina.
Finalmente, es preciso acotar que el comercio y, conjuntamente con él, el Derecho Comercial, han transitado un
largo camino en su desarrollo, dejando atrás fases de intercambio local, urbano, nacional, internacional y ahora
global, como lo prueba fehacientemente Internet, cuya regulación es aún tema pendiente, al menos en nuestro país.
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Las obligaciones de los comerciantes que se refieran a operaciones mercantiles. Esta disposición revela que no todos los actos de una
persona susceptible de ser calificada comerciante son mercantiles, o dicho de otro modo, que un comerciante puede
realizar tanto actos civiles como mercantiles. Lo anterior, porque la mercantilidad de un acto en nuestro país no arranca
de la circunstancia de que sea celebrado o ejecutado por alguien con calidad de comerciante, sino de que dicho acto sea
calificado de mercantil por la ley. Así, Julio Olavarría, sostiene que con esta disposición “el legislador quiso decir (…) que
nuestro sistema tiene un carácter objetivo, pues no sujeta a las reglas del Código las operaciones de los comerciantes que
sean ajenas a su tráfico mercantil”6.
Esta primera parte de la disposición que comentamos, debe relacionarse para su cabal comprensión, con el
artículo 8º del Código, según el cual, “no es comerciante quien ejecuta accidentalmente un acto de comercio;
pero queda sujeto a las leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto”. Conforme a esto, se ratifica que lo
relevante no es la calidad del sujeto que actúa para determinar si el acto es civil o comercial, sino que la
naturaleza del acto que realiza. Así, lo que surge de ambos textos legales, es que el Código rige las operaciones
mercantiles, sea que las mismas sean realizadas por comerciantes que se dedican profesionalmente a ellas, cuanto
también a las que sean ejecutadas ocasionalmente por un no comerciante, pues lo relevante en cualquier caso, es
la naturaleza mercantil asignada por la ley al acto cuyos efectos quedan sometidos al Derecho Comercial.
Las obligaciones que contraigan personas no comerciantes para asegurar el cumplimiento de obligaciones comerciales. Esto significa que no
se requiere ser comerciante para caucionar el cumplimiento de obligaciones mercantiles y que tales cauciones pueden
otorgarse, entonces, por quienes no se dedican al comercio. El hecho de que quien cauciona no sea comerciante, es
irrelevante para determinar la mercantilidad de la caución, pues esta será civil o comercial según sea la naturaleza de la
obligación principal caucionada, pues lo accesorio sigue la suerte de lo principal. A contrario sensu, las obligaciones
contraídas por un comerciante para garantizar el cumplimiento de una obligación principal civil, quedarán regidas por el
Código Civil. En esta disposición, se halla uno de los fundamentos positivos de algo que luego estudiaremos y que es la
teoría de lo accesorio.
1º. Las obligaciones que resulten de contratos exclusivamente mercantiles. Esta hipótesis de aplicatoriedad del Código ha
sido una de las más criticadas por la doctrina, primero, porque –dicen- estando en presencia de un cuerpo legal
especial referido a los actos de comercio que describe, es evidente que esa es su materia de regulación y no otra,
por lo que la frase es irrelevante. Además, y en segundo término, el Código no rige únicamente contratos
“exclusivamente mercantiles”, sino que también algunos que pueden ser considerados civiles, como el contrato
de transporte. Por último, en una gran cantidad de casos, encontraremos actos que serán comerciales para solo
una de las partes en tanto que civil para la otra, por lo que sería dificultoso encontrar tales contratos
“exclusivamente” mercantiles7.
No obstante que la norma pueda no ser feliz en su redacción, nos parece que sí tiene un tenor suficientemente
claro para comprender su auténtico sentido preceptivo en cuanto remite al caso de aquellos actos que jamás
pueden ser regidos por el derecho civil, al ser absoluta y exclusivamente mercantiles por mandato legal expreso,
cuestión que efectivamente se presenta respecto de ciertos actos y convenciones mercantiles como son las
operaciones sobre letras de cambio, pagarés, cheques y otros documentos a la orden; los hechos y actos del
comercio marítimo; los actos y contratos referidos a las sociedades por acciones, las sociedades anónimas, etc.
6 Olavarría Ávila, Julio. Manual de Derecho Comercial. Tomo I. Segunda Edición. p. 169. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de Chile. 1956.
7 Cfr. Olavarría. Ob. cit. p. 169. Palma Rogers, Gabriel. Derecho Comercial. Tomo I. p. 27. Santiago de Chile. 1935.
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• En materia de sociedades anónimas, dicha materia fue extraída del Código de Comercio y hoy es regida
por la Ley Nº 18.046.
• El Libro IV del Código de Comercio que estaba dedicado a las quiebras, se encuentra actualmente derogado
y su materia se haya tratada en la Ley Nº 20.720, sobre Reorganización y Liquidación de empresas y
personas.
• Fueron también derogadas del Código las normas referidas a letras de cambio y pagarés, las que hoy son
objeto de la Ley Nº 18.092.
• Las normas sobre martilleros antes contenidas en los artículos 81 a 95 del Código, actualmente son materia
de la Ley Nº 18.118.
Por otro lado, rigiendo también materias mercantiles fuera del Código, podemos mencionar, entre otros, los siguientes
cuerpos legales.
• Ley Nº 3.918 sobre sociedades de responsabilidad limitada.
• Ley Nº 18.045 sobre mercado de valores.
• D.F.L. Nº 707 sobre cuenta corriente bancaria y cheque.
• DFL Nº 251 sobre compañías de seguros.
• Ley Nº 19.499 sobre saneamiento de vicios de nulidad de sociedades.
• Ley Nº 19.857 sobre Empresas Individuales de Responsabilidad Limitada.
1.- Concepto:
La costumbre juridica es la reiteración constante, pública y permanente de ciertos hechos en un lugar
determinado y que es acatado en la convicción de que se obedece un imperativo jurídico.
En consecuencia es posible apreciar la existencia del elemento formal u objetivo de la costumbre, como también
el elemento material o subjetivo de ella, es decir, la opinio juris.
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Se critica a esta disposición que, procesalmente, en la práctica, el juez no podría jamás tener por existente la
costumbre fundado en su conocimiento privado, pues los jueces deben fallar conforme al mérito del proceso y si en
éste no se ha probado la costumbre, mal podría el juez darla por establecida8.
En cuanto a los medios probatorios admitidos por el Código respecto de la costumbre, son:
El testimonio fehaciente de dos sentencias que, aseverando la existencia de la costumbre, hayan sido dictadas conforme a
ella.
Por tres escrituras públicas anteriores a los hechos que motivan el juicio en que debe obrar la prueba.
En materia de Derecho Comercial marítimo, por su parte, el artículo 825 del Código de Comercio señala que:
“En las materias reguladas por este Libro (III), la costumbre podrá ser probada, además de las formas que señala el
artículo 5º de este Código, por informe de peritos, que el tribunal apreciará según las reglas de la sana crítica”.
En cuanto a la carga de la prueba, aquella parte que alega la existencia de la costumbre será quien deberá probarla.
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Finalmente, en cuanto a la costumbre jurídica, es menester tener presente que la jurisprudencia ha declarado que
no es admisible la casación en el fondo respecto de la costumbre, en cuanto ella se constituye por hechos cuya
apreciación es privativa de los jueces de la instancia9.
9 Sandoval López, Ricardo. Manual de Derecho Comercial. Tomo I. p. 56. Editorial Jurídica de Chile.
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Capítulo 01 Concepto.
Nuestra ley no define el acto de comercio, tarea que los hechos han demostrado como infructuosa. Tan es así,
que el mensaje del Código expresa que: “El proyecto ha huido del peligro de las definiciones puramente teóricas, y
en vez de definir los actos de comercio, lo ha descrito prácticamente, enumerándolos con el debido orden, precisión
y claridad”. Confirmando esta idea, Lyon Caen y Renault, dicen que “se ha ensayado a menudo dar una definición
científica del comercio y todas las veces se ha abandonado; lo que se comprende si se tiene en cuenta la infinidad de
formas variadas que él asume. La definición no tiene, por lo demás, gran interés si se busca, como debe hacerse aquí,
no una noción teórica, sino una noción legal”10.
No obstante, para fines puramente pedagógicos, podemos concebir el acto de comercio como “un acto de
intermediación realizado con ánimo de lucro y que permite la circulación de la riqueza”.
10 Lyon Caen y Renault. Traité de Droit Commercial, Tomo I, pag. 3. Citado por Julio Olavarría Ávila. Manual de Derecho Comercial. Tomo I.
Segunda Edición. p. 39. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de Chile. 1956.
11 Puga Vial, Juan Esteban. El Acto de Comercio. Crítca a la Teoría Tradicional. Primera Edición. p. 25. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de
Chile. 2005.
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b. Así se desprendería de los términos en que está redactado el Nº 5 del artículo 3, el cual se vale de una
expresión amplia al señalar: “y otros establecimientos semejantes...”
c. Además, añaden, el artículo 3 no contiene todos los actos de comercio, pues existen algunos que se
encuentran dispersos en otras disposiciones del Código, que los tratan con detalle, como son: el contrato
de cuenta corriente mercantil o el contrato de sociedad colectiva mercantil.
Nuestra opinión al respecto es que la enumeración del artículo 3º es taxativa por tratarse de una norma
especial, sin perjuicio de que existan otras normas comerciales especiales que consagren otros actos de
comercio, ya sea dispersos en el Código o en otros cuerpos legales. Además, respecto del Nº 5 del artículo 3,
lo que allí se consagra y autoriza es a efectuar una interpretación analógica, a efectos de comprender dentro
de su contenido preceptivo actividades similares a las que menciona, sin que permita crear sobre la base de las
mismas u otras disposiciones, actos de comercio nuevos ignorados por el legislador en cuanto tales.
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pactos privados que alteren lo declarado en una escritura pública. Así, artículo 129 del Código de Comercio faculta a
los juzgados de comercio, para que atendidas las circunstancias de la causa, admitan la prueba testimonial aun cuando
alteren o adicionen el contenido de escrituras públicas.
Siguiendo con la prueba instrumental, es un principio general en materia probatoria civil que los instrumentos en
general y los privados en particular hacen prueba en contra de su autor, pero no necesariamente en su favor. De ahí que
el instrumento privado deba ser reconocido o mandado tener por reconocido respecto de quien aparece o se reputa
haberlo suscrito como lo dispone el artículo 1702 del Código Civil en relación con el artículo 346 Nº 3 del Código de
Procedimiento Civil. Es por lo mismo, que el artículo 1704 del Código Civil señala que los asientos, registros y
papeles domésticos únicamente hacen fe en contra de quien aparezca haberlos escrito o firmado, lo que es lógico si se
piensa que si hicieren prueba a favor suyo bastaría con que redactara que otro le debe para hacerse de un crédito. No
obstante, en materia comercial, es una práctica inherente al oficio y un deber impuesto por la ley, llevar ciertos libros
y registros sobre las operaciones que se realizan, lo que se conoce como contabilidad. Por ello, es permitido al
comerciante probar obligaciones ajenas mediante sus libros de contabilidad (que según el Código Civil son papeles
domésticos), siempre que el juicio sea entre comerciantes y sobre causa mercantil, pues en tal caso subyace que
ambos pueden ofrecer su contabilidad como prueba, pudiendo desvirtuar la ajena. Siendo así, el Código de Comercio
establece que los libros de contabilidad, hacen prueba en favor y en contra de quien los lleva.
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Nº 17. Los hechos que producen obligaciones en los casos de averías, naufragios y salvamentos.
Nº 18. Las convenciones relativas a los salarios del sobrecargo, capitán, oficiales y tripulación.
Nº 19. Los contratos de los corredores marítimos, pilotos lemanes y gente de mar para el servicio de las
naves.
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Este problema se presenta en relación con el distinto ánimo que puede guiar a cada una de las partes
intervinientes en un acto jurídico susceptible de ser calificado tanto como civil o mercantil.
El artículo 3 señala que “son actos de comercio ya de parte de ambos contratantes, ya de parte de uno de ellos...”.
Como se observa, la disposición citada describe el problema que nos ocupa, pues refiere que un mismo acto o
contrato puede ser comercial para ambas partes o puede serlo para uno solo de ellos. Naturalmente que si el acto es
comercial respecto de ambos contratantes no existe problema, porque el acto será comercial respecto de ambos y se
regirá íntegramete por dicha legislación; pero si para uno de ellos es mercantil en tanto que para el otro es civil, cabrá
determinar frente a un único y mismo acto o contrato, cuál es la legislación de fondo aplicable para cada uno de los
contratantes, como asimismo el régimen probatorio conforme al cual se habrá de acreditar la existencia de la
obligación.
Para solucionar el problema se idearon tesis que dieron primacía a la ley comercial por tratarse de una ley
especial y que por ende prefería en su aplicación a las normas comunes del derecho civil. Sin embargo, también se
argumentó en contrario, en el sentido que el conflicto debería quedar regido por las normas del Código Civil, toda
vez que no existiendo norma especial expresa que solucionara el conflicto debían aplicarse supletoriamente las
normas generales.
Fue la jurisprudencia la que finalmente zanjó la discusión acogiendo la tesis del acto mixto, la cual es más
práctica que jurídica.
En efecto, según esa tesis, en cuanto a la legislación de fondo aplicable ella será la que corresponda aplicar
respecto del obligado a quien se reclama cumplimiento, mientras que en lo atinente a la prueba regirá el sistema
aplicable respecto de aquel en cuya contra haya de obrar la prueba.
El razonamiento de fondo es que respecto de aquél para quien el acto es comercial, surgieron efectos
(obligaciones) mercantiles, las que deben apreciarse y probarse conforme a la normativa comercial que las rige. Por el
contrario, para quien el acto tuvo carácter civil, deberá ser juzgado en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones
civiles y éstas ser probadas, conforme al estatuto jurídico civil. Así por ejemplo, si compro automóvil para mi uso
personal, y la distribuidora a quien se lo compré no me lo entrega en la fecha estipulada. Si decido demandar al
vendedor deberé hacerlo con arreglo a las normas de fondo aplicables a la venta mercantil, pues tal fue el acto que
realizó el incumplidor, mientras que para probar su obligación podré recurrir a las normas probatorias que rigen al
obligado renuente, es decir las comerciales. Por el contrario, si he sido yo quien incumplió al no pagar el precio, se
me aplicará la ley civil, toda vez que celebré un acto civil (destinado al consumo individual).
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de la empresa de tienda ese acto será considerado comercial. De este modo, en este caso, la teoría de lo accesorio
amplió el ámbito de la mercantilidad.
12 Joaquín Garrigues. Curso de Derecho Mercantil, Tomo V, p. 135. Editorial Temis, Bogotá, Colombia; 1987.
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De este modo encontramos que para que la compra sea reputada mercantil se requiere la concurrencia de los
siguientes elementos.
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concurra de parte del comprador un elemento de carácter subjetivo o más bien sicológico, como es la disposición de
su voluntad en orden a que la compra que él realiza la hace para posteriormente vender, arrendar o permutar lo
adquirido.
Por consiguiente, si una persona compra sin este ánimo, por ejemplo, cigarrillos para su propio consumo, pero luego
alguien le pide que le venda uno, tal acto no es mercantil pues el ánimo de vender no existió al momento en que
compró los cigarrillos.
Ahora bien, ¿cómo se prueba o determina la existencia del ánimo de vender, permutar o arrendar al tiempo de la
compra?
Se puede determinar básicamente mediante presunciones. Así, habrá que distinguir dos situaciones ante la
circunstancia de verse en la necesidad de construir la presunción de ánimo.
Si el agente es comerciante, establecer la presunción de que su acto ha sido mercantil es más fácil, pues si estamos en
presencia de alguien que ha hecho del comercio su profesión habitual, y esta persona compra bienes de su giro, es de
presumir que lo ha hecho con el ánimo de venderlos, permutarlos o arrendarlos.
En cambio, si no es comerciante, el asunto se complica, pues será menester reunir prueba de hechos aislados que
constituyan indicios o bases de presunción, de manera que uniendo todos estos indicios nos permitan concluir que el
ánimo que ha guiado al comprador fue vender, arrendar o permutar. Así por ejemplo, será de importancia acreditar
hechos tales como la naturaleza de las cosas compradas, el volumen de la compra, circunstancias del mercado, etc.
Es indiferente para calificar el acto de mercantil que el agente haya tenido el ánimo de vender, arrendar o
permutar lo comprado en la misma forma u otra distinta.
Ya explicamos en otro momento, que para la ley comercial es indistinto que el acto de que se trate consista en la
mera actividad de distribución de bienes y servicios o en la transformación de los bienes adquiridos.
Así, la compra será mercantil ya sea que el animo del comprador sea vender, permutar o arrendar las cosas
compradas en la misma forma en que las compró, o bien introducirles cambios o mejoras a ellas, ya bien sea
especificándolas en otras distintas, ya bien incorporando lo adquirido en otra cosa y así mezclando, o bien, juntando
cosas distintas para formar una nueva. Cualquiera sea el caso, si con ánimo de vender, arrendar o permutar el agente
compró alguna cosa mueble tal acto es de comercio, sea que después la transforme o no para comercializarla.
Desde otro punto de vista, si se compran cosas para transformarlas y venderlas, el acto de comercio realizado, si
bien puede serlo por elemento ánimo en estudio, también puede ser mercantil por la concurrencia del elemento
empresa que es propio de la fábrica y manufactura, actividades éstas en que también se compra para vender pero en
cuya calificación de acto de comercio predomina el hecho de desarrollar la actividad en forma de empresa.
Por ello, en cuanto a la modificación de la forma de lo comprado, tal mutación puede ser realizada ya sea a través de
una actividad artesanal, en la cual lo predominante es la actividad personal del artífice, con poco o nulo capital, en
cuyo caso queda comprendido en el artículo 3, Nº 1, o bien la transformación puede deberse a la industria
manufacturera o fabril. En este último caso estaríamos en presencia del elemento empresa según aparece en el
artículo 3, N° 5, “ las empresas de fábrica o manufactura”.
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La misma disposición del artículo 3, Nº 1, cuando trata de la compra y permuta mercantil, se refiere también a la
venta, permuta o arrendamiento de las cosas que se adquirieron. Es en este punto donde ahora debemos centrar
nuestro análisis, esto es, en los efectos que de la compra mercantil deben seguirse.
Así es como la venta será mercantil siempre que haya sido precedida de una compra mercantil, es decir, que la
venta sea el efecto, la materialización de aquella intención que existió al tiempo en que se efectuó la compra. De
forma tal que cuando se compra una cosa mueble con ánimo de venderla, y luego efectivamente se vende, dicha
venta será comercial, pues fue el resultado de la compra mercantil.
Por ejemplo, cuando compro 10 cajas de licor y el ánimo original no era vender sino que consumir dichos
licores, pero luego alguien me ofrece el doble de su valor y lo vendo, esa venta es civil.
Por lo tanto los requisitos para estar en presencia de una venta mercantil son:
- Que se venda una cosa mueble.
- Que al tiempo en que ellas se compraron haya existido el ánimo de venderlas.
- Es indiferente que la venta de las cosas compradas se haya efectuado en la misma forma con que se adquirieron,
o luego de introducirle transformaciones.
En cuanto a la teoría de lo accesorio, la venta será civil si la compra se reputa civil conforme a esta teoría, por
ejemplo, si se compran botellas para envasar el vino elaborado con las uvas de mi viñedo. Si bien, las botellas se
compraron para revenderlas (y por tanto sería en principio un acto comercial), es claro que se venderán pero llenas
con el vino, por ende transformadas en envase, y dado que lo principal es lo contenido que es el licor, la venta es
civil.
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permuta puede ser tanto para enajenar como para adquirir y por ende para calificar la permuta como acto de
comercio habrá que distinguir:
Si la permuta es adquisitiva: el agente que adquiere por intermedio de la permuta una cosa mueble debe hacerlo
con el ánimo de vender, arrendar o permutar esa misma cosa en la misma forma o en otra distinta. En consecuencia,
le serán aplicables las normas y las consideraciones ya dichas acerca de la compra mercantil.
Si la permuta es enajenante: es decir, el agente permuta una cosa materializando el ánimo que tenía al tiempo en
que realizó una compra o permuta mercantil, dicha permuta enajenante será mercantil, sea que la cosa que se
permuta sea la misma que se adquirió, o bien se le hayan introducido modificaciones.
Frente al problema de ser una permuta mercantil para una de las partes y civil para la otra deberemos recurrir a la
teoría de los actos mixtos, que ya tuvimos ocasión de revisar.
En cuanto a la teoría de lo accesorio, se aplica aquí lo mismo explicado a propósito de la compra y la venta
mercantil.
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el acto podrá ser civil o comercial atendiendo a la teoría de lo accesorio, en cuanto ésta amplía o restringe el ámbito
de la mercantilidad, de manera que un arrendamiento de cosa mueble con ánimo de subarrendarla podrá ser civil si
tiene por objeto servir accesoriamente una actividad civil. Por ejemplo, si se toma en arriendo un toro para
subarrendarlo como semental.
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civil o mercantil15. Por el contrario, otra parte de la doctrina sostiene que el mandato es un acto mixto16, pues puede
ser mercantil para el mandante pero civil para el mandatario, dependiendo si su calidad de mandatario obedece a una
actividad principal civil o mercantil. Así, para un abogado, a quien en tal calidad se le encarga que cierre un negocio
de carácter mercantil, tal mandato tendrá para él, el carácter de civil, pues se enmarca dentro de su actividad
profesional que es acto civil, lo cual es sin perjuicio de la naturaleza del negocio mismo realizado, que será civil o
mercantil según las reglas generales. En cambio, si el mandatario es un comisionista profesional, o sea es
comerciante, tal mandato sería para él un acto de comercio.
Nada de lo anterior, mira o atañe a las relaciones que con terceros haya trabado el mandatario en cumplimiento
del mandato, pues hemos de observar que el mandatario celebró o ejecutó con otro (un tercero) un cierto acto de
comercio y, es más, probablemente asumió sobre sí el cumplimiento de ese contrato mercantil, como sucede
precisamente en el caso de los comisionistas. La ley, en estos casos, no permite al contratante excepcionarse de
cumplir aduciendo que actuó para otro (artículos 255 y siguientes). Por ello, respecto del mandatario que ha
contratado a nombre propio al celebrar o ejecutar un acto de comercio por cuenta de su mandante queda sujeto a las
leyes comerciales en cuanto al acto realizado, independientemente de que su voluntad no haya sido otra que la de
cumplir el cometido confiado.
Por las reflexiones anteriores, se ha estimado que lo que es propiamente mercantil en el N° 4 del artículo 3, no es
el mandato en general, sino que en particular la comisión, pues el comisionista es un especialista de la compra y/o
venta, haciendo profesión de vender o comprar por cuenta de su comitente. Por ende, el comisionista sería
comerciante en sentido propio, pues efectivamente celebra numerosas comisiones o incluso pocas pero vendiendo o
comprando grandes cantidades, cada una de las cuales sería un acto de comercio en sí mismo y sin que para cuya
calificación como mercantil fuere necesario atender a la calidad que el acto cometido revistiere para el mandante,
pues la ley habría prescrito directamente en el citado numeral que la comisión es acto de comercio17.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
El problema terminológico.
El término “empresa” tiene un sin número de acepciones; tantas como las disciplinas que se ocupan de ella y de
los puntos de vista se utilizan para definirla, por lo que se trata de un concepto equívoco.
En efecto, según el diccionario de la Real Academia Española, empresa consiste en una “unidad de organización
dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos”. También, “lugar en
que se realizan estas actividades”. En la disciplina económica, podría decirse que hay un cierto consenso básico en
entender por empresa la reunión y coordinación de los factores productivos: capital, trabajo, materia prima.
Wikipedia, por su parte, refiere que “una empresa es una organización o institución dedicada a actividades o
persecución de fines económicos o comerciales. Se ha notado que, en la práctica, se puede encontrar una variedad de
definiciones del término. Eso parece ser debido, por lo menos en parte, a que a pesar de su aparente simplicidad, el
concepto es complejo”.
Cabe añadir también, que en el propio ámbito del derecho tampoco la conceptualización es pacífica, ya que cada
rama del derecho adecua la noción según la realidad de hecho que es objeto de su regulación particular. Por ello, en
el campo del derecho económico, la noción de empresa tiende a coincidir con el concepto económico de la misma,
mientras que en el campo del derecho laboral se ocurre a una realidad más bien de tipo organizacional, como se
desprende del artículo 3, inciso final, del Código del Trabajo según el cual: “para los efectos de la legislación laboral y
de seguridad social, se entiende por empresa toda organización de medios personales, materiales e inmateriales,
ordenados bajo una dirección, para el logro de fines económicos, sociales, culturales o benéficos, dotada de una
individualidad legal determinada”.
Nuestra exposición siguiente, por tanto, no buscará explicar el fenómeno desde el punto de vista meramente
económico, sociológico, contable o desde cualquier área disciplinar que nos sea ajena, sino que partiendo desde los
preceptos constitucionales que configuran el ejercicio libre de las actividades económicas, de las cuales el comercio es
una, intentaremos delinear un concepto que en concordancia con normas del Código de Comercio logre explicar el
sentido y alcance del elemento empresa que utiliza el artículo 3º de ese código y con ello a la propia empresa
mercantil.
Elementos para la conceptualización de empresa como una modalidad de ejercicio de la actividad económica.
Sin perjuicio de la variedad de nociones relacionadas con la voz empresa, se colige de la mayoría de ellas que el
término tiene una raigambre asociada al ejercicio de actividades económicas y, de ahí, con impacto o relevancia en la
vida social. Por ello, el punto de partida de nuestro análisis han de ser los preceptos constitucionales que garantizan
la libertad para desarrollar cualquier actividad económica y que impide que el Estado desarrolle actividades
empresariales salvo por excepción. Esta norma además se complementa con otra libertad económica, cual es la
referida a la libertad de trabajo, pues, si se mira bien, tanto la llamada libertad de empresa como la libertad de trabajo
son, en verdad, libertades económicas.
Ahora bien, las actividades económicas son relevantes para el derecho en la medida que ellas implican poner a
los sujetos en relación, con la potencialidad de conflicto que eso conlleva. Por lo mismo, no es pertinente a nuestro
análisis las actividades que buscan la subsistencia autárquica del agente, como sería el caso de quien se autoabastece y
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Curso Elemental de Derecho Comercial
satisface todas sus necesidades vitales con sus propios recursos. Sí nos interesa en cambio, la actividad desplegada
por aquel que procura obtener una ganancia a través de la satisfacción de necesidades ajenas. Tales acciones, por
mencionar sólo algunas, pueden consistir en prestar servicios personales en forma dependiente o independiente, en
la explotación y/o goce de bienes que le pertenecen (obtención de rentas del capital), el acometimiento de una
actividad extractiva, productiva, etc. Todas estas actividades económicas requieren como supuesto previo y necesario
la presencia y acción de un sujeto que las realiza y que asume sobre sí los resultados positivos o negativos de su
acción; tal es el caso, por ejemplo, de cualquier trabajador dependiente, en que su actividad económica consiste en la
prestación de sus servicios personales a cambio de una remuneración, soportando el riesgo de ser mal evaluado,
despedido o de sufrir enfermedades o accidentes que le impidan desempeñarse, etc. Igual cosa sucede con el
comerciante individual que espera obtener una ganancia con su sola especulación mercantil, debiendo asumir
también los riesgos de pérdida que le puedan sobrevenir. Los profesionales liberales también ofrecen sus servicios a
cambio de una retribución económica y pueden sufrir el peso de la responsabilidad civil por sus actos, etc.
Ahora bien, dicho que ha sido que toda actividad económica es susceptible de ser desarrollada por personas
singulares, no es menos cierto que para el ejercicio de algunas de ellas es indispensable contar con recursos puestos al
servicio de una idea, como así también que para el logro eficaz del acometimiento propuesto, puede ser necesario
contar con el auxilio de otras personas.
La actividad económica que por antonomasia no requiere capital propio es el trabajo dependiente. El trabajo
independiente puede o no requerirlo; así por ejemplo, el abogado, un comisionista, ingeniero comercial o profesor
podrían ejercer con poco o nulo capital. Un médico, un arquitecto, constructor civil, en cambio, requerirán
instrumental o herramientas para su trabajo.
De esta forma, son inherentes a toda actividad económica:
1. Un sujeto que toma sobre sí los resultados de la actividad económica desplegada18.
2. Un objeto, que consiste en la rama de industria o servicio que será materia de la acción y/o explotación del
sujeto.
3. Un fin, esto es, el propósito de obtener un rendimiento positivo, ganancia o lucro, cualquiera sea el destino
que le depare su titular (sea que lo regale, lo atesore o lo invierta).
Es contingente en toda actividad económica, la existencia de capital, pues como hemos visto en algunas será
imprescindible, mientras en otras (trabajo dependiente) puede ser innecesario.
Precisado lo anterior, la empresa, en cuanto modalidad de ejercicio de una actividad económica, supone la
concurrencia de los elementos que son comunes a todo acometimiento lucrativo, pero además exige como condictio
sine qua non los siguientes:
a) La existencia de un capital que sirve de medio necesario para la realización de la idea.
b) La concurrencia del esfuerzo humano ajeno remunerado, que es lo que en definitiva permite servirse del
capital para la realización del objeto y la consecución del fin.
De allí, por ejemplo, que no exista empresa por parte del empleador de una empleada doméstica por la
contratación y los servicios de ésta, pues no existe en ello la aplicación del trabajo remunerado de la sirvienta a un
objeto con contenido económico que persiga el lucro del patrón. Tampoco habrá empresa, en la actividad individual
del artesano que trabaja solo en su taller, ni en el del comerciante que trafica solo en la feria.
Luego, puede existir actividad comercial sin que concurra la modalidad de empresa, como también puede ejercerse una
actividad en forma de empresa que no sea comercial. Por ejemplo, un acometimiento minero, puede reunir los elementos
comunes antes mencionados (una sociedad anónima, dedicada a la extracción de cobre, buscando obtener el mejor
precio de la venta del mineral), que con el auxilio de trabajadores remunerados, aplica los bienes de capital y recursos
18 Sujeto que además constituye el centro de responsabilidad por la actividad jurídica que la actividad económica motiva.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
financieros en la exploración de nuevos yacimiento y la explotación de los existentes. Con todo, no hay actividad
comercial en ello, dado que no se realiza acto de comercio alguno.
En consecuencia, lo que define a la modalidad de empresa en cuanto especial forma de desarrollo de una
actividad lucrativa y lo que la distingue de otras variantes para el ejercicio de actividades económicas, es: la presencia
de trabajo ajeno y la concurrencia de capital.
De acuerdo a lo anterior, podríamos intentar un concepto de empresa que reúna lo expuesto, y entender por tal
que “es una forma o modalidad en el ejercicio de una actividad económica, en que una persona natural o jurídica denominada
“empresario”, acomete, a través de dependientes suyos, la realización de las acciones tendientes a la consecución de una ganancia por la
explotación, producción o prestación de bienes y servicios, valiéndose para tal propósito de bienes y/o derechos que le pertenecen o que están
bajo su poder de decisión”.
Análisis de la definición:
“Es una forma o modalidad en el ejercicio de una actividad económica”, en contraposición al trabajo individual
dependiente o independiente.
“En que una persona natural o jurídica denominada “empresario”: Esto es, la persona natural o jurídica que
toma sobre sí los resultados de la actividad económica desplegada, que por tanto tiene interés en su resultado y que
asume como centro de responsabilidad jurídica los efectos del negocio, teniendo por todo lo anterior facultades de
dirección y control sobre las acciones conducentes al resultado. Por esto, es incorrecto decir que una sociedad
cualquiera, que es persona jurídica, sea “empresa” pues en rigor sería “empresario”.
“Acomete la realización de las acciones tendientes a la explotación, producción o prestación de bienes y
servicios”. Se trata del objeto o materia en que consiste en la rama de industria o servicio que será materia de la
acción y/o explotación del sujeto “empresario”.
“En búsqueda de una ganancia”. El fin económico consiste en maximizar la ganancia disminuyendo los costos.
La actividad se acomete “a través de dependientes suyos”. Lo que caracteriza a esta modalidad de actividad
económica que es la empresa es la existencia del trabajo bajo subordinación y dependencia que exige una
remuneración fija o variable pero pagadera a todo evento, esto es, que debe existir siempre independientemente del
resultado de la actividad económica que explota el empresario.
“Valiéndose para tal propósito de bienes y/o derechos que le pertenecen o que están bajo su poder de decisión”.
Normalmente, la actividad empresarial requiere bienes que son necesarios para explotar el giro, pero no solo bienes,
también derechos y, en general, el conjunto de medios materiales e inmateriales que permiten el desarrollo de la
actividad económica y que por estar afectados a ese especial destino se constituyen en un bien incorporal mueble de
propiedad del empresario. Nos referimos aquí al “establecimiento” en cualquiera de sus especies: minero, agrícola,
industrial, comercial, etc. Sabemos que el establecimiento en cualquier caso es cosa, por lo tanto, tampoco es
correcto identificar la noción empresa con una cosa singular (el local, oficinas o inmuebles donde funciona) o con
una universalidad de hecho como el establecimiento.
Noción del elemento empresa desde el Código de Comercio:
La definición a la que hemos arribado precedentemente, a nuestro juicio está en armonía con los elementos que
el Código de Comercio brinda con respecto a la empresa. En efecto, nuestro Código, aún con lo añoso que es, ofrece
los elementos a que hemos hecho mención cuando a propósito del contrato de transporte terrestre, se ocupa de
distinguir entre el porteador que ejerce la actividad bajo la forma de empresa y aquél que no lo hace. Para ello, dado
que los actos de comercio son realizados por sujetos (y la empresa no lo es), se ocupa de definir al “empresario de
transporte”, quien es por tanto, el que incurre (por la forma en que ejerce su actividad) en “la empresa de transporte”
a que alude el artículo 3 Nº 6 del Código de Comercio.
Así el inciso final del artículo 166, inciso final, nos dice que: “El que ejerce la industria de hacer transportar
personas o mercaderías por sus dependientes asalariados y en vehículos propios o que se hallen a su servicio, se llama
“empresario de transportes”, aunque algunas veces ejecute el transporte por sí mismo”.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
Por consiguiente, dado que el empresario de transportes es quien ejerce el transporte en modalidad de empresa,
surge, según la definición legal, que los elementos de la empresa de que el porteador es empresario, suponen:
• El ejercicio de una actividad lucrativa: “El que ejerce la industria”.
• La dirección del empresario: “de hacer transportar personas o mercaderías”; (“aunque algunas veces
ejecute el transporte por sí mismo”).
• La presencia de trabajo ajeno: “por sus dependientes asalariados”.
• La existencia de un capital propio o ajeno: “en vehículos propios o que se hallen a su servicio”.
En consecuencia, encontramos que la empresa es antes que nada el desarrollo de una actividad, la cual es ejercida
por un sujeto llamado empresario, en una forma o modo que implica de su parte articular un conjunto de medios
materiales, inmateriales, físicos y humanos, con el propósito de obtener una ganancia. Bajo esta perspectiva es
posible entender que la ley se valga de este elemento “empresa”, al momento de calificar de mercantiles una serie de
actos que se realizan bajo esa forma o modalidad de ejercicio económico, pues a través de ella se descubre o se hace
patente una intención positiva de ejecutar actos comerciales con caracteres de masividad.
Importa reiterar también, que no toda actividad ejecutada en forma de empresa es de suyo comercial, pues esa
modalidad de acción económica puede servir también para actividades civiles, v.gr. empresas mineras, agrícolas,
forestales, etc.
En este sentido, el artículo 3º del Código de Comercio se vale del elemento empresa, en dos sentidos diversos: el
primero, como forma de objetivar la voluntad del agente en ciertos actos mercantiles que la suponen y, segundo, como
medio para calificar como mercantiles ciertas actividades que sin mediar dicho elemento serían civiles.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En estas actividades hechas en forma de empresa se compran bienes muebles consumibles para expenderlos al
público. Fondas son los restaurantes y otros negocios de expendio de comida. Dentro de los cafés se comprenden
también gelaterías y salones de té.
En cuanto a la expresión “otros establecimientos semejantes”, cabe incluir cualesquiera otras actividades
explotadas en forma de empresa que participan de los caracteres de las indicadas en el Nº 5 del artículo 3º del Código
de Comercio, tales como las farmacias, botillerías, deliverys, drive in, hoteles, discotheques, bares, pubs, etc.
Respecto a la mercantilidad de los actos realizados con ocasión de estas empresas reiteramos aquí y en el
apartado anterior, lo dicho respecto a las empresas fabriles y de manufactura.
D.- Empresas de transporte de mercaderías por tierra, ríos, lagos y canales navegables.
Incluimos también los lagos pues así surge del artículo 166 del Código de Comercio, el cual define el contrato de
transporte terrestre como aquel “en virtud del cual uno se obliga por cierto precio a conducir de un lugar a otro, por
tierra, canales, lagos o ríos navegables, pasajeros o mercaderías ajenas, y a entregar éstas a la persona a quien vayan
dirigidas”.
Sin embargo, hemos de distinguir entre el contrato de transporte y la empresa de transporte. En efecto, bien
puede celebrarse un contrato de transporte sin que por ello se haga empresa de transporte, pero no puede hacerse
empresa del transporte sin celebrar contrato de transporte. Un ejemplo lo aclarará: un taxista, explota su vehículo
celebrando diariamente decenas de contratos de transporte de pasajeros (pasaje). Sin embargo, en su actividad
lucrativa, no dispone de dependientes asalariados, pues él mismo es quien ejecuta el transporte. En este caso, falta a
lo menos uno de los requisitos para estar en presencia de empresa mercantil, como es la existencia de trabajadores
asalariados, de forma tal que el acto será civil, pues el transporte no se efectúa en la forma de empresa. Si este mismo
taxista tiene una flota de taxis, cada uno conducido por un trabajador suyo, a quienes les ordena sus horarios de
trabajo, regulando los turnos y viajes que hacen, habrá entonces una empresa de transportes, lo cual sí constituye el
acto de comercio en análisis. De lo anterior podemos concluir, que lo comercial no es el transporte pura y
simplemente, sino que sólo el transporte efectuado en forma de empresa, tal como lo expresa el Código de Comercio
al exigir el elemento empresa para definir la mercantilidad.
No obstante, cabe observar que el transporte ejecutado sin la modalidad de empresa se halla regulado
escasamente como un arrendamiento de transporte en el Código Civil, de forma tal que ha sido el Código de
Comercio el que ha dotado al contrato de transporte de una regulación más precisa y lata, haciendo extensivas las
reglas del contrato de transportes consagradas en el código mercantil a toda clase de porteadores, sea que hagan
empresa o no de la actividad. En este sentido, son partes en este contrato: el porteador, esto es, quien se obliga a
transportar y entregar la mercadería en un lugar determinado. El cargador, remitente o consignante, quien encarga el
transporte o conducción. El consignatario, en tanto, es la persona a quien va dirigida la mercadería y para quien es
facultativo recibir o no, y quien no es parte del contrato, pero puede llegar a contraer obligaciones toda vez que a su
respecto operan las figuras de la estipulación a favor de otro o promesa de hecho ajeno. Concurrirá la promesa de
hecho ajeno, cuando el cargador promete al portador que el consignatario pagará el precio de la conducción (porte),
de manera que es facultativo para éste recibir y con ello obligarse al pago. En tanto que operará la estipulación en
favor de otro cuando el porte está pagado, en cuyo caso, el consignatario no tendrá obligación alguna, pero tendrá el
derecho a reclamar la mercadería que le fue consignada.
En cuanto a las normas que regulan este contrato debemos tener presente, como ya dijimos, que el transporte
terrestre había sido tratado por el Código Civil en los artículos 2013 y siguientes como “arrendamiento de
transporte”; sin embargo, fue el Código de Comercio el que proclamando la autonomía conceptual del contrato, le
dedicó un tratamiento más completo al reglar el transporte como distinto del arrendamiento, aún cuando se reconoce
que en su naturaleza participa de las características de dicho contrato y del depósito. Es por esta regulación más
específica, que las normas contenidas en el Código de Comercio relativas al contrato de transporte, son también
aplicables a los contratos civiles, pues se extienden sus disposiciones a todos los porteadores sea que ejecuten o no el
transporte en forma de empresa. Si los porteadores no hacen empresa, las normas del Código de Comercio tendrán a
su respecto el carácter de norma civil, mientras que si hacen empresa incurren en el acto de comercio descrito en el
artículo 3 N° 6.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En consecuencia, “si bien todo porteador se rige por el titulo V del libro II del Código de Comercio, debe
entenderse como ley civil respecto del porteador no constituido en empresa, desde que el Código de Comercio solo
rige a quienes realicen actos de comercio y que aquel no constituido en empresa no realiza acto de comercio alguno,
no pudiendo en consecuencia aplicársele ninguna otra disposición del Código de Comercio que no sea de aquellas
contenidas en el libro II titulo V”.19
En cuanto a la mercantilidad de los actos realizados por el porteador a propósito de la empresa de transporte,
ellos serán siempre comerciales en cuanto se relacionen con la actividad de la que hacen empresa. Respecto del
cargador el acto será civil o comercial según la teoría de lo accesorio. Así, el agricultor que encarga la conducción de
su producción realiza un acto civil pues el transporte se contrata como accesorio de su actividad agrícola. Por el
contrario, si una tienda por departamentos envía mercaderías a sus sucursales, y para ello contrata con porteador que
hace empresa de transporte tal acto es comercial, pues se contrata en auxilio de una actividad mercantil.
Respecto del consignatario también debemos atender a la teoría de lo accesorio.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En efecto, el certificado de depósito, puede ser concebido como el título de crédito representativo de
mercaderías en cuya virtud su legítimo titular puede, mediante endoso, transferir el dominio de tales mercaderías. El
vale de prenda por su parte, es el título en cuya virtud el depositante de mercaderías puede constituir en prenda las
mercancías depositadas en favor de un tercero, mediante el endoso de dicho documento.
Conforme al artículo 7º de la ley de almacenes generales de depósito, el certificado de depósito y el vale de
prenda pueden endosarse separada o conjuntamente en favor de una misma o dos personas. Si el vale de prenda se
endosa a una persona distinta del tenedor del certificado de depósito, se entienden pignoradas las mercaderías en
favor de aquel otro. En cualquier caso, todo endosatario del certificado de depósito o del vale de prenda deben hacer
anotar el endoso en los registros del almacenista. Sin este requisito el endoso es inoponible a terceros (artículo10, Ley
18.690).
La titularidad de un tercero del vale de prenda, importa que éste es el titular del derecho de prenda sobre las
mercancías, de forma que según establece el artículo 13 de la ley, goza del derecho para pedir la ejecución de su
crédito prendario, en el evento de que no sea satisfecha la obligación caucionada con la prenda. La disposición de
este artículo señala que si el deudor no pagare el crédito prendario a su vencimiento, el titular del vale de prenda
pondrá el hecho en conocimiento del almacenista, quien anotará esta circunstancia en los registros y, transcurridos
ocho días desde la anotación sin que se haya efectuado el pago, pedirá al almacenista que haga subastar por martillero
público la especie dada en prenda, a fin de que se le pague con el producto del remate.
Se reprocha a esta norma su posible inconstitucionalidad en razón de vulnerar uno de los principios
fundamentales del debido proceso como es la bilateralidad de la audiencia, pues como se aprecia de la norma, en
momento alguno el deudor prendario es oído, procediéndose en todo sin su concurrencia.
En cuanto a la mercantilidad de los actos realizados a propósito de la empresa de depósito, respecto del
almacenista sus actos serán siempre mercantiles en la medida que se enmarcan dentro de dicha actividad ejercida en
forma de empresa. En cambio respecto del depositante el contrato de almacenaje que celebre se regirá según la teoría
de lo accesorio por la ley civil o comercial según los distintos casos.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
agencias de avisos, las empresas que contratan personal de su dependencia que luego es colocado a servir en otra
empresa y las agencias de información comercial.
Los actos de estas empresas dentro de actividad serán siempre mercantiles, mientras que respecto de quien
contrata con ellas su acto será civil o mercantil según la teoría de lo accesorio.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En efecto, aunque sociedad anónima no es sinónimo de empresa, según el D.F.L. Nº 251 sobre Compañías de
Seguros, sólo pueden desarrollar el giro de los seguros, sociedades anónimas chilenas con giro exclusivo (artículo 4
D.F.L.), es decir, dedicadas únicamente a dicho negocio. De esta forma, encontramos que esta actividad es de giro
prohibido para cualquier persona que no cumpla las exigencias legales. Además, las exigencias de capital, solvencia,
de reservas técnicas y otras que impone la ley hace impensable que la actividad aseguradora pueda ejercerse de un
modo que no sea empresarial.
Ahora bien, el Decreto con Fuerza de Ley Nº 251 dispone que las compañías de seguro se clasifican, según la
naturaleza del riesgo que asumen, en compañías de seguros de vida que son aquellas que cubren los riesgos de las
personas o que garantizan a éstas dentro o al termino de un plazo, un capital, una póliza saldada o una renta para el
asegurado o sus beneficiarios, y las compañías de seguros generales que son aquellas que aseguran los riesgos de
perdida o deterioro en las cosas o el patrimonio. Una misma sociedad aseguradora no puede realizar ambas clases de
seguros.
Por otro lado, en la actualidad, los seguros sólo pueden contratarse bajo la modalidad del pago de prima.
Antiguamente también existían los llamados seguros mutuos, en virtud de los cuales un conjunto de personas se
asociaban comprometiéndose a formar un fondo común con cargo al cual se pudieren pagar indemnizaciones frente
a la ocurrencia de siniestros que pudieren sufrir los asociados. A esta idea obedecían institutos tales como las
sociedades de socorros mutuos.
El hecho de que la ley haya reducido el negocio de los seguros únicamente a aquellos bajo prima se debe a que
esta modalidad es aquella que permite hacer viable la existencia y eficacia del contrato de seguro, pues bajo la forma
de los seguros mutuos podía darse el caso de que frente a la ocurrencia de muchos siniestros, la sociedad no pudiera
responder; en cambio, en el seguro a prima las compañías manejan información estadística conforme a la cual
cotejan, ponderan y clasifican los riesgos y conforme a estos criterios establecen el valor de la prima, por lo cual sus
ingresos serán mayores cuanto mayor sea el riesgo que asuman; así también, estas compañías se resguardan mediante
la contratación de reaseguros que a su vez asumen los riesgos que las compañías han tomado a su cargo.
En cuanto a la mercantilidad, para la compañía aseguradora son mercantiles todos los actos que desarrolle a
propósito de su actividad. Para el asegurado, en cambio, el seguro será civil o mercantil según la teoría de lo
accesorio, vale decir, según sea el objeto asegurado. Por ejemplo, será mercantil para el asegurado cuando una
empresa fabril asegura sus bienes contra incendio o asegura sus ganancias.
Finalmente diremos que el contrato de seguro de cosas respecto del asegurado, tiene el carácter de
eminentemente indemnizatorio, no pudiendo importar un lucro para él.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En cuanto al régimen jurídico aplicable, cabe hacer notar que el Código de Comercio no establece una
regulación particular respecto a la actividad de construcción, por lo que se aplican al respecto las normas del Código
Civil relativas al arrendamiento de servicios para la construcción de una obra material. Así, los contratos de
construcción jurídicamente pueden ser calificados ya de compraventa condicional cuando el artífice se obliga a
suministrar los materiales de forma que además de los servicios vende los materiales, pero esta venta es condicional,
pues está sujeta al evento de que el que encargo la obra preste su aceptación a ella; por el contrario si quien
suministra la materia es quien encargo la obra se tratará únicamente de un arrendamiento de servicios.
Respecto a la mercantilidad, como ya dijimos, respecto de quien hace empresa de la construcción, el contrato
será siempre mercantil. En cambio, para quien encargó la obra, el contrato siempre será civil, pues versará sobre un
inmueble.
3.- Actos de comercio según su propia naturaleza: absolutos, formales o “per se”.
Conforme al artículo 3 Nº 10 son siempre mercantiles, por expresa disposición de la ley, las operaciones sobre
letras de cambio, pagarés o cheques y en general sobre cualquier otro documento a la orden.
Esto, por cuanto en tales operaciones no interesa en forma alguna su objeto, causa o las personas que en ellos
intervengan.
Respecto de las operaciones señaladas en este Nº 10, la ley prescinde de toda aplicación de los actos mixtos y de
la teoría de lo accesorio, ya que lo que la ley declara que son siempre mercantiles (y además respecto de ambos
contratantes) son las operaciones que versen o recaigan sobre los títulos o documentos que señala, y en general
respecto de todo documento a la orden.
En efecto, la disposición en análisis consagra expresamente el aspecto netamente objetivo y formal de todas las
operaciones que se verifiquen respecto de los documentos que ella señala, como también la mercantilidad absoluta
de los efectos derivados de tales operaciones; por ello dispone que tales operaciones serán acto de comercio
“cualquiera que sean su causa y objeto y las personas que en ella intervengan...”. Es decir que estas operaciones son
“per se” mercantiles, sea que su causa fuere civil, como podría ser si se compra mercadería en un supermercado para
consumo y se da en pago un cheque, pues en tal caso si bien el contrato de compraventa en pago del cual se da el
cheque es civil, no por ello las obligaciones que surjan del giro del documento serán civiles, sino que siempre
mercantiles. Tampoco será relevante para establecer la mercantilidad del acto la circunstancia que el objeto para el
cual se realiza la operación sobre estos documentos tenga el carácter de civil o mercantil, como podría ser el caso del
giro de un cheque con el sólo fin de efectuar un retiro desde la propia cuenta corriente, en cuyo caso siendo acto de
consumo sería civil, pero dado que el giro es una operación sobre cheque tal acto es “per se” mercantil. En fin,
tampoco será condicionante para la mercantilidad de estos actos la persona que los efectúa, pues ya sea que quien
ejecuta la operación sea comerciante o no, el acto sobre los documentos mencionados en la disposición será siempre
comercial.
En consecuencia, puede observarse que esta clase de actos de comercio, son la objetivización en grado sumo de
la noción de acto de comercio, pues bastará para estar en presencia de él de la sola realización de alguna de las
operaciones que la ley expresa sobre los dichos documentos.
Hasta aquí hemos utilizado en varias ocasiones el vocablo “operaciones” el cual se refiere al conjunto de actos
jurídicos mediante los cuales se constituyen, circulan y garantizan las obligaciones contenidas en documentos que
dan cuenta del derecho literal y autónomo que en ellos se mencionan.
Lo que la ley califica de absolutamente mercantil son los distintos actos jurídicos que se contienen en el documento
y no los papeles o documentos en sí mismos.
Los documentos continentes de tales actos se denominan en general títulos de crédito y efectos de comercio en
cuanto sean representativos de pagar una cantidad de dinero. Las operaciones sobre estos documentos consisten en
“actos jurídicos unilaterales”, pues se perfeccionan con la sola voluntad de su autor, y “formales”, pues siempre
deben constar por escrito en el papel.
1) Concepto
También regulado por la Ley Nº 18.092, puede decirse que el pagaré es una promesa formal no sujeta a
condición de pagar una cantidad determinada o determinable de dinero.
2) Intervinientes
El suscriptor: esto es el promitente que reconoce formalmente una deuda y se obliga al pago.
El beneficiario: aquel a quien se promete pagar.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
El endosante, endosatario y avalista, respecto de los cuales repetimos aquí lo dicho a su respecto en la letra de
cambio.
C.- El cheque.
Definido en el artículo 1 del decreto con fuerza de ley Nº 707, se tiene por tal a la orden escrita y girada contra
un banco para que éste pague a su presentación el todo o parte de los fondos que el girador pueda disponer en
cuenta corriente.
El cheque es un instrumento que confiere operatividad al contrato de cuenta corriente bancaria.
1) Intervinientes
Intervienen en los diferentes actos jurídicos que se estampan en el cheque tanto el girador, vale decir el cuenta
correntista, el librado que siempre será un banco, el tomador o beneficiario, el endosante y endosatario, y el avalista.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
En este grupo se reúnen un conjunto de actividades que son consideradas mercantiles en atención a que la ley estima
que por su propia naturaleza son comerciales, sin considerar la intención del agente o de que se sirva o no de la
modalidad empresa para el desarrollo de las mismas.
A diferencia de los actos absolutos de comercio, en que el término “operaciones” se refiere a los actos jurídicos
unilaterales y formales que cada interviniente incorpora en el instrumento de que se trate, aquí la expresión
“operaciones” no está referida a ciertos y determinados actos o contratos sino que a un grupo o conjunto de actos
jurídicos que, ordenados teleológicamente a un cierto propósito económico o jurídico, trascienden o superan los
alcances particulares de cada uno de sus actos componentes. Así en este conjunto de actos de comercio, las
operaciones consisten en toda y cualquier actividad jurídica, simple o compleja, que sirva de vehículo para la
explotación de la actividad económica calificada de mercantil por la ley.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
El artículo 48 del Código de Comercio nos brinda un concepto del corredor, y sobre el particular indica que los
corredores “son oficiales públicos instituidos por la ley para dispensar su mediación asalariada a los comerciantes y
facilitares la conclusión de los negocios”.
Según la definición, el corredor es un oficial público, cuyo oficio para ser desempeñado requería de un
nombramiento previo de parte del Presidente de la República (artículo 50 del Código de Comercio). Sin embargo, en
la práctica no existen esta clase de corredores públicos, toda vez que el artículo 80 del Código, autoriza a que
cualquier persona, sin necesidad de obtener nombramiento alguno, pueda ejercer la correduría siempre que no
incurra en alguna de las prohibiciones que establece el artículo 55 del mismo cuerpo legal. Esto redundó en que, en la
práctica, todos los corredores mercantiles sean privados.
Cuando tratamos del mandato, sostuvimos que el Código de Comercio al tratar el mandato mercantil, incluye
como una de sus especies al corretaje. Sin embargo, cabe advertir que lo esencial del mandato, según la propia
definición del Código, es el encargo de la ejecución de uno o más negocios lícitos de comercio al mandatario,
cuestión que no se cumple en la correduría, pues, el corredor no se encarga de ejecutar ningún negocio por cuenta
del mandante. En efecto, el servicio del corredor es mediar entre los comerciantes, poniéndolos en contacto,
transmitiendo los mensajes, condiciones, ofertas y contra ofertas de unos y otros (por eso es corredor, porque va de
un lado a otro llevando y trayendo), de modo que finalmente lleguen a un acuerdo, alcanzado el cual, cesa la actividad
del corredor, pues son las partes quienes celebran directamente o a través de sus mandatarios los contratos que les
interesan, como se desprende de los artículos 65, 74, 75, 76 del Código de Comercio. Luego, el corredor no contrata,
permaneciendo como un tercero a las partes. Desde luego, puede el corredor contratar por alguno de los
comerciantes, pero en tal caso deviene comisionista.
No obstante lo anterior que es la regla general, el Código refiere que los corredores de efectos públicos, esto es,
los intermediarios de valores (sean corredores de bolsa o agentes de valores), sí toman bajo su responsabilidad
personal el cumplimiento de las operaciones que se materialicen bajo su intervención, siendo considerados entonces
como verdaderos mandatarios de quienes han requerido sus servicios (artículos 67 y 69 del Código de Comercio)20.
En cuanto a la mercantilidad, entendemos que tratándose del corredor mercantil, esto es, aquél que se dedica a
facilitar la celebración de negocios mercantiles de los comerciantes, todos sus actos y operaciones dentro de su
actividad de corretaje son siempre mercantiles. Respecto de los terceros que recurren a sus servicios el acto será civil
o mercantil de conforme a la teoría de lo accesorio.
La actividad en que consiste la correduría puede también ejercerse respecto de negocios civiles, como sucede con
los corredores de propiedades, los cuales no ejercen el acto de comercio que acabamos de analizar, pues su actividad
no cumple los requisitos de la definición legal de los corredores que brinda el Código de Comercio y a los cuales se
extiende la mercantilidad. Por lo demás, al intermediar en negocios que sean esencialmente civiles, como sucede con
la especulación o explotación de inmuebles, no cabe aplicar las reglas del Código de Comercio2122.
20 En este mismo sentido, véanse artículo 33, inciso 3º y artículo 34 de la Ley Nº 18.045, sobre Mercado de Valores.
21Sandoval López, Ricardo. Manual de Derecho Comercial; Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de Chile. 1981. p. 219. También,
Puga Vial, Juan Esteban. Ob. cit. p. 222 y ss.
22 En contra de esta opinión predominante, véase Olavarría, Julio. Ob. cit. p. 365.
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Curso Elemental de Derecho Comercial
Mercado secundario formal es aquel en que los compradores y vendedores están simultánea y públicamente
participando en forma directa o a través de un agente de valores o corredor de bolsa en la determinación de los precios de los
títulos que se transan en él.
De esta forma, los intermediarios de valores son los corredores de bolsa, quienes actúan dentro de una bolsa de
valores, o bien los agentes de valores, quienes intermedian fuera de la bolsa. Los bancos pueden actuar como
corredores o agentes de valores; pero sólo por intermedio de sociedades filiales (artículo 83, Nº 11bis, letra A de la
Ley General de Bancos).
Así, las operaciones de bolsa son aquellas que se realizan a través de una Bolsa de Valores, las cuales son
“entidades que tienen por objeto proveer a sus miembros la implementación necesaria para que puedan realizan
eficazmente, en el lugar que les proporcione, las transacciones de valores mediante mecanismos continuos de subasta
pública y para que puedan efectuar las demás actividades de intermediación de valores que procedan conforme a la
ley” (artículo38 de la Ley Nº 18.045).
En lo relativo a la mercantilidad por las operaciones de bolsa, debemos distinguir:
En cuanto a la Bolsa de Valores: respecto de los corredores de bolsa, sus operaciones son siempre mercantiles.
En cuanto a los Agentes de Valores: son corredores, por lo cual, sus actos son mercantiles.
En lo concerniente a los particulares: sus actos serán civiles o comerciales conforme al artículo 3 Nº 1 del
Código de Comercio, sin perjuicio de la aplicación de la teoría de lo accesorio.
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