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Conflicto social y violencia

Notas para una discusión

Miriam Jimeno Santoyo (dir.)

DOI: 10.4000/books.ifea.6996
Editor: Institut français d’études andines
Año de edición: 1993
Publicación en OpenEdition Books: 4 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821844940

http://books.openedition.org

Edición impresa
Número de páginas: 78

Referencia electrónica
JIMENO SANTOYO, Miriam (dir.). Conflicto social y violencia: Notas para una discusión. Nueva edición [en
línea]. Lima: Institut français d’études andines, 1993 (generado el 12 août 2019). Disponible en
Internet: <http://books.openedition.org/ifea/6996>. ISBN: 9782821844940. DOI: 10.4000/
books.ifea.6996.

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© Institut français d’études andines, 1993


Condiciones de uso:
http://www.openedition.org/6540
1

ÍNDICE

Presentación
Myriam Jimeno Santoyo y Gloria Isabel Ocampo

Prólogo
Alfredo Molano

Agradecimientos

Algunos elementos para desactivar conflictos étnicos


Peter Waldmann
Introducción
Observaciones generales sobre la solución a los problemas de minorías étnicas
Minorías arraigadas regionalmente
Colonias huéspedes úe trabajadores migrantes

Qué difícil es ser Dios


Ideología y violencia política en Sendero Luminoso
Carlos Iván Degregori
Introducción
Jóvenes: los hijos de los engañados en busca de la espada de la verdad pana vengar el engaño
Intelectuales: el hermano perdido de los Aragón de Peralta quiere modernizar a sus indios por la
vía socialista

Espacio público y violencias privadas


Fernán E. González
Introducción
El trasfondo de las violencias
El ámbito íntimo: construcción incompleta del Estado y declinación de lo público
Cohesión social y fragmentación del poder
El papel histórico del bipartidismo y de la Iglesia Católica
La crisis actual

Notas apresuradas pana discutir algunas relaciones entre narcotráfico y cultura en


Colombia
Alvaro Camacho Guizado
Narcotráfico: ¿Intolerancia o indiferencia social?
Sobre algunos impactos del narcotráfico en la sociedad y la cultura
Las personalidades proyectadas por los narcotraficantes

Región, conflicto y movimiento social


Una región de reciente colonización
Clara Inés García
Actores sociales, territorialidades y región
Región y Nación
La política pública
El movimiento social

Urabá: De región de frontera a región de conflicto


Claudia Steiner
Introducción
Construcción de la frontera
Antioquia: Indios, Negros y Carreteras
El Rey Negro tie Turbo
Orden versus desorden
2

Pormenores acerca de la guerra en el occidente de Boyacá


María Victoria Uribe
Algunas características de la región
La organización del poder local
Algunas consideraciones sobre los “rasos”
La guerra: enfrentamiento de facciones familiares enemigas
Posibilidades de expansión del conflicto
3

Presentación
Myriam Jimeno Santoyo y Gloria Isabel Ocampo

1 El análisis del conflicto social realizado en las décadas pasadas por la antropología, abrió
paso a una concepción de los sistemas sociales más acorde con su complejidad, mostró el
carácter precario y aproximativo de todo orden social y rompió la identificación del
conflicto con anomia o desintegración de la sociedad.
2 Los estudios se han orientado hacia la observación de conflictos de amplia extensión -
como la lucha de clases o los movimientos sociales-sin descuidar los menos visibles,
cotidianos y no por ello menos importantes, que afectan a los sistemas sociales. Los
procesos de modernización efectuados en muchas de las sociedades estudiadas por los
antropólogos, impusieron la ampliación del campo de análisis e introdujeron la
consideración del factor internacional.
3 La interpretación de los procesos y fenómenos relacionados con el conflicto ha sido
marcada por dos grandes énfasis. Uno subraya su función en el ajuste, adaptación y
mantenimiento de las relaciones y las estructuras sociales, como válvula de escape, factor
de equilibrio, o ritualizado, como “reparador” de la cohesión perdida. Otro enfoque
acentúa su papel como productor de fisuras y rupturas y por consiguiente, como agente
del cambio social.
4 En relación con el tema del conflicto, pero formando un campo separado de análisis,
surgen los estudios sobre la violencia cuya aprensión etnológica no deja de presentar
enormes dificultades. Entre ellas la heterogeneidad de los fenómenos abarcados por el
término. No obstante -y a pesar del carácter heteróclito y desigual de sus resultados-,
dichos estudios han permitido, como logros generales, afirmar el carácter cultural de la
violencia, frente a las teorías meramente etológicas o biológicas de ésta, y distinguir -
relacionándolas-la violencia asociada a los procedimientos de instauración y
mantenimiento de todo orden social -que se afirma en la autoridad y en el poder-y la
violencia surgida de la oposición a éstos.
5 En el caso de Colombia, los científicos sociales han reconocido la existencia de múltiples
violencias y sus análisis han acentuado el estudio de los factores estructurales. Sin
embargo, es importante desarrollar estudios de tipo etnográfico que permitan explicar
aspectos tales como la recurrencia del dispositivo violento en el tratamiento de los
4

conflictos o las particularidades regionales, locales, étnicas, de clase, de dicha relación y


las formas de violencia, sus representaciones, sus modos de transmisión y reproducción.
En fin, la manera como estructuras sociales y esquemas culturales se hallan imbricado en
el conflicto y la violencia. La exploración de la manera como son abordados estos
problemas por antropólogos, sociólogos y especialistas de otras disciplinas, fue el objetivo
del Simposio cuyas memorias presentamos al público interesado.

AUTORES
MYRIAM JIMENO SANTOYO
Profesora Asociada
Universidad Nacional de Colombia
Asociación Latinoamericana de Antropología-Región Andina

GLORIA ISABEL OCAMPO


Profesora Universidad de Antioquia
Presidente Sociedad Antropológica de Colombia
5

Prólogo
Alfredo Molano

1 Uno de los méritos del trabajo de Fernán González es sin duda haber penetrado en el
conjunto de trabajos sobre los que desarrolla su análisis para encontrar un hilo común
que no suelta hasta rematar con una coda magistral. No es fácil encontrar en los trabajos
presentados al Simposio un elemento que los atraviese a todos. Cada aporte está hecho
desde una perspectiva, discurre con una lógica específica -muchas veces especial, como
en el caso de Alvaro Camacho- y llega a conclusiones que se disparan hacia muchos lados.
En este punto se siente con claridad que el Simposio atinó: se habla del país, de nuestra
tragedia y de nuestra fuerza: la violencia. Es la preocupación que a todos los autores
estremece y sobre la cual giran, muchas veces sin salida, los discursos. No hay salidas
fáciles. Quizás esta sea la más firme verdad que los colombianos debemos afrontar. Nos
llevamos sin sacrificar, en primer lugar, la pretensión de derrotar al adversario hiriendo y
matando tan hondo que no lograremos construir la paz. Tal vez el orden.
2 No hablo de la paz política. Esta solución está tocando a la puerta y antes de que la
derriben se abrirá. No hay un camino distinto. La guerra que el gobierno de Gaviria
declaró al movimiento guerrillero no parece conducira nada distinto que al mejoramiento
de la imagen régimen y, sin duda, a llenar el hueco presupuestal que Belisario abrió. Es
decir, a reparar la injusticia. Pero el país se cansó de la guerra como se cansó de la
violencia, y la paz -la anhelada- se abre el camino hora a hora. Será una paz duradera
porque en el fondo los dos enemigos acérrimos buscan lo mismo: el orden. Claudia Steiner
lo dice con todas las palabras: La antioqueñización busca es el orden de los blancos, del
Estado. El mismo que trata de imponer la guerrilla y, para sorpresa de muchos, el que
también quiere un sector de la población nativa.
3 Cuando uno se mete a mirar qué hay detrás del movimiento guerrillero -aún en los
tiempos en que peleaba por la construcción de la “Patria Socialista”-no encuentra más
que la aspiración, muy justa y muy legítima por lo demás al orden. La guerrilla impone a
las buenas o a las malas un orden y la población local suele acompañarla en el empeño.
Nos dirán que se trata de un orden “subversivo”, un orden basado en la fuerza, en la
dictadura del proletariado, un orden stalinista, etc., etc. Pues no. Desencantémonos y
aterricemos. El orden que la guerrilla impone es un orden conservador, que busca
defender la vida de sus seguidores -como todo orden, como todo Estado-, la propiedad
6

privaday la familia. Más una, una moral que muchos califican de pacata. La subversión,
para llamarla de otra manera, desarrolla su actividad con la población civil basada en
normas. María Victoria Uribe escribe que inclusive en algunas regiones las leyes se
conocen como “normas de convivencia ciudadana”. ¿Pero qué son esas normas? No son
otra cosa que un Decálogo de verdades de a puño: no matarás, no robarás, no desearás la
mujer del prójimo y pondrás por encima de los demás la autoridad. En este caso de la
guerrilla. Más aún, cuando hay disputas muy sutiles entre las partes, se apela al arbitraje
de los códigos vigentes: de policía, el penal, el civil, en una palabra, a la Ley. Ahora bien,
esa ley que se trata de imponer tiene un ámbito físico, un territorio. Es una noción a la
que se refieren todos los trabajos y que es, sin duda, uno de los secretos de la guerra y por
tanto de la paz. Si se vuelve a hablar de paz se hablará necesariamente de territorio.
4 La paz debe comenzar y se debe sostener como una aceptación del otro, un
reconocimiento del poder del otro, poder que ocupa un espacio físico. Si no se puede y no
se ha podido doblegar el otro poder, la paz implica su reconocimiento y eso equivale a
convalidar el territorio que ocupan. Aceptemos que existen repúblicas independientes,
pero también que pueden y deben disolverse por medio de acuerdos progresivos,
pacíficos, conversados. Reconocer el territorio es el principio de la paz, como lo señalan
los textos de Clara Inés García, de Peter Waldmann. Que la guerrilla corno el Estado
defiendan el orden social no se quiere ver ni de una parte ni de la otra, porque se vendría
abajotodo el andamiaje de la lucha. Peroes así. La cosa no va más allá. No hay ni siquiera
interpretaciones distintas de las mismas normas. El robo es el robo, la familia es la
familia. Por lo tanto es dudable pensar que todo el andamiaje argumental, las banderas de
lucha, la justificación de la guerra pueden estar expresando sólo el dolor de las heridas.
Sobre todo del honor militar herido, que en el fondo es puro honor que se disuelve como
la sal en una mano húmeda.
5 ¡Qué la guerrilla tras esto sólo tiene aspiraciones económicas! ¡Qué la guerra es un oficio!
¡Qué lo que buscan es vivir bien! Pues si. Cierto. ¿Acaso se diferencian en este sentido de
sus enemigos? ¿Así lo criticamos? Para bailar se necesita, como para pelear, dos ¿Acaso
que quiere decir ejército profesional? ¿Acaso para qué se aumentó el presupuesto militar?
Para que los soldados vivan bien. Lo que es muy justo, por lo demás. Demasiado justo
dirían los colonos. Si ambos bandos, como bandos, buscan lo mismo, la diferencia radica
en los medios para lograrlo. En este sentido la paz -llamémoslo, el acuerdo- está más o
menos cerca. Si la reinserción lograra demostrar las virtudes que proclama, el conflicto
tendría salida. Pero aquí hay un punto oscuro, por no decir muerto. Cuando se trata de
sacrificar entonces se grita: que se sacrifiquen, que entreguen las armas que son las
ilegales, porque lo nuestro, el sistema de empleo y salarios es legal. La guerrilla -
desencantémonos- quiere entrar al sistema, quiere hacer parte de él, el problema es que
no quieren dejarla entrar. Quizás, con razón, porque es un contingente de fuerza de
trabajo que llega a competir, que deja de hacer parte del ejército subversivo para entrar a
engrosar las filas del ejército de reserva.
6 Si ideológicamente la subversión no representa un peligro, porque en el fondo acata la
misma ley; si un soldado del ejército y un guerrillero no difieren en la aspiración a una
vida mejor desde el punto de vista económico, entonces, ¿sobre qué versa la sangre que se
derrama? ¿La inercia de la guerra? ¿Es ya inercia bélica por las heridas causadas? ¿O es el
prurito que tenemos todos los seres humanos de necesitar un enemigo para justificar la
necesidad de estigmatizar, de satanizar al otro, de señalarlo como el mal mismo. Cuando
un guerrillero habla del ejército dice exactamente lo mismo que dice un saldado sobre un
7

guerrillero: que es malo. No dice ni una palabra más. Es malo porque asesina, roba,
miente, viola. Y uno se pregunta, así suene muy raro, ¿de quién hablarán o de quién
hablamos cuando nos referimos al otro sino es de nosotros mismos? No hay mejor
radiografía de uno que la que hago de mi enemigo. Pero entonces, ¿Qué tremenda soledad
se está peleando a través de la violencia?
7 Sé que este lenguaje no es grato a la Academia. Tampoco lo son los sueños, ni la poesía.
Sin embargo, detrás de los análisis más fríos, objetivos y distantes, lo que se encuentra es
una pura lloradera, una añoranza de orden, de un orden de laboratorio por lo demás. Tan
ideal como el orden que se quiere encontrar cuando se haya alcanzado la paz política. La
paz política, el orden, es lo de menos, porque estos son problemas que se arreglan
conversando. El le dice venga conversemos, entonces todo comienza a arreglarse y todo
se arregla. A pesar de nuestra violencia y de sus formas, conversar es nuestro rasgo más
íntimo. Aquí todo se conversa y por eso quizás esa adoración por la palabra, por la poesía,
por la gramática.
8 Es cierto. Hay que conversar. Una vez que nos pongamos de acuerdo habrá que afrontar
una violencia mucho más cruda y más sangrienta: la llamada delincuencia común. Porque
ésta no nace sólo en las clases populares sino que es también una característica, y
generalizada. Tan delincuentes son los Pablo Escobar como los Michelsen Uribe; tan
delincuentes son los ladrones del Guavio como los boleteadores, tan asesinos son los de la
niña de la estación como los del ingeniero de Barranca; los del crimen de Fusagasugá
como los del crimen de Tacueyó.
9 Fernán González pone de relieve con su trabajo esta dimensión. La violencia tiene que ver
con la usurpación de lo público. Desde las funciones de ley hasta el espacio en la calle.
Aquí hay algo muy serio en el análisis. El Estado colombiano hasidoy es un Estado
patrimonial donde los Intereses privados siempre han manejado los Intereses públicos.
No es al contrario, como hoy nos quieren hacer creer: lo privado no ha podido ser
manejado por lo público. El estado siempre ha sido un instrumento de los intereses
privados, una herramienta de apropiación, una mampara para la defensa de los intereses
creados.
10 No es sólo que una minoría selecta, bien formada, bien educada, que responde a sus
propios patrones estéticos y éticos se haya tomado el Estado y fundado una oligarquía
más o menos sólida, por no decir hereditaria. Lo más grave es que todos vemos en el
Estado un instrumento para potenciar nuestros intereses. Si no nos los dan, nos los
tomamos. La delincuencia común parece ser la delincuencia individual, la que no se hace
socialmente que es la política. Pero en el fondo es la misma la que desconoce lo público,
llámese derecho o fuerza, porque debe ser un monopolio de lo público. Hoy la fuerza no
puede ser monopolizada por lo público porque siempre ha sido utilizada por lo privado.
De ahí su falta de legitimidad, que no se compensa con más armas, con más hombres, con
más presupuesto.
11 El problema no se resuelve con el autoritarismo. No es falta del principio de autoridad
sino de la autoridad de un principio que es la verdadera esencia del Estado construido
colectivamente, como esfuerzo público. Puede ser, además, el principio de la paz. El
estado no será fuerte por defender los intereses privados sino los públicos, los colectivos.
8

AUTOR
ALFREDO MOLANO
Santafé de Bogotá, D.C. Abril 6 de 1.993
9

Agradecimientos

1 Este simposio fue organizado por la Asociación Latinoamericana de Antropología, Región


Andina y contó con el apoyo de la Sociedad Antropológica de Colombia. El Instituto
Francés de Estudios Andinos IFEA auspició el desarrollo del Simposio y gracias a éste
contamos con la asesoría del conocido antropólogo peruano Carlos Iván Degregori, y con
las memorias del simposio.
2 El Instituto Colombiano de Antropología brindó también amplia colaboración.
10

Algunos elementos para desactivar


conflictos étnicos
Peter Waldmann

Introducción
1 En la situación mundial actual, los estados en los que conviven varios grupos étnicos
representan más bien la regla que la excepción. De acuerdo a un cálculo del año de 1971,
tan sólo 12 de los 132 estados existentes, o sea un 10%, eran étnicamente homogéneos.
Todos los demás albergaban dos o más grupos étnicos, aunque éstos formaban en parte
sólo un sector relativamente pequeño del total de la población.
2 Esta relación no ha cambiado notablemente después de la disolución del Imperio
Soviético. De la misma forma en que del derrumbamiento de los imperios coloniales
occidentales en el Africa y en Asia en los años 50 y posteriores surgieron formas de
estados multi-étnicos, entre las repúblicas sucesoras de la Unión Soviética no existe casi
ninguna, que no tenga una considerable minoría étnica.
3 Si además tenemos en cuenta el aumento de la discrepancia de prosperidad entre Norte y
Sur, entre Occidente y Oriente, así como la consiguiente migración trasnacional, es fácil
predecir que el número y la extensión de las tensiones y los conflictos étnicos en futuro
no disminuirán, sino que aumentarán considerablemente.
4 ¿Qué podemos hacer en vista de este pronóstico? ¿Tenemos posibilidades de evitar, o por
lo menos aminorar la amenaza de conflictos? Naturalmente no hay una respuesta general
válidaaestas interrogantes, asícomo tampoco hay remedio que pueda aplicarse a cada
conflicto étnico. Las posibilidades para la pacificación o solución de tales conflictos
depende decididamente de dos condiciones:
a. De qué tipo de minoría étnica se trate, y
11

b. Cuál sea el alcance y el radicalismo de sus metas.

5 En lo que respecta el tipo de la minoría étnica, hemos de volver aquí a lo propuesto


anteriormente, es decir: distinguir entre dos categorías principales, según su relación con
el territorio en el que se encuentran, o sea:
• Aquellos grupos étnicos que hace mucho tiempo se encuentran arraigados en una zona o
región particular que reclaman como su territorio, aunque forme parte de un estado
nacional más amplio,
• Y aquellas “colonias” étnicas que surgieron de corrientes migratcrias intra o trasnacionales
a países, regiones o ciudades, de un dinamismo marcado regidos por otros grupos étnicos.
6 En general, se puede decir que los primeros de los grupos étnicos mencionados que
disponen de un territorio propio, actúan con mayor aplomo y sus exigencias sobrepasan
las de aquellos emigrantes atraídos por un mercado de trabajo favorable que se ven
obligados a integrarse temporalmente en la escala social más baja del país anfitrión.
7 Existe un sinnúmero de metas a perseguir por una minoría étnica, respectivamente por
cada uno de sus integrantes. Las metas principales (según A. Smith) son: el aislamiento,
quiere decir, evitar ser molestado por la mayoría; la adaptación a, o integración en el
grupo mayoritario (una meta perseguida individualmente por los miembros de la etnia
minoritaria, los cuales para lograrlo deben vencer las barreras de discriminación de la
mayoría; el comunalismo, o sea la autoadministración limitada y el derecho de
representación a nivel comunal; la autonomía, o sea el otorgamiento de competencias
culturales (con respecto al sistema educativo, la prensa, los medios de comunicación de
masa, las Instituciones culturalesy los juzgados); así corno competencia política (con
excepción del derecho de representación de defensa y política exterior), finalmente el
separatismo e irredentismo, lo que lleva a la unión de todos los miembros de una etnia y a
la formación de un estado propio.
8 Si volvemos a nuestra división en etnias con territorio propio y colonias étnicas de
migrantes, las metas pueden ser categorizadas de la manera siguiente:

9 Este cuadro demuestra que las colonias de migrantes persiguen fines más moderados que
los movimientos étnicos regionales. Al mismo tiempo debemos notar, sin embargo, que
las exigencias de ambos grupos en los últimos tiempos han aumentado conside-
rablemente, desplazándose de un polo modesto al polo opuesto pretencioso: dentro de las
colonias de migrantes desde la asimilación e integración individual hacia la percepción de
derechos colectivos a nivel comunal; y en las minorías regionales, de una estrategia de
retiro aislacionista hacia la exigencia de múltiples derechos culturales y políticos,
inclusive de soberanía total.
12

10 En lo que sigue, han de tratarse ambas versiones del problema de las minorías por
separado. Antes, sin embargo, hemos de adelantar algunas observaciones sobre los
chances y los límites de la solución a los problemas de las minorías.

Observaciones generales sobre la solución a los


problemas de minorías étnicas
11 Las reflexiones generales se refieren a tres grupos temáticos: la cuestión de la segregación
espacial, respectivamente de la mezcla de etnias; aquella de los prejuicios étnicos; y al rol
que desempeña el estado con respecto a los problemas de las minorías.
12 De las exposiciones anteriores se puede deducir que, personalmente, doy gran
importancia a la disposición y al reparto espacial de comunidades étnicas que viven
vecinas una de la otra. Básicamente es posible que varias etnias vivan mezcladas sin que
entre ellas surjan tensiones. Esto requiere, sin embargo, un sistema refinado de
comprensión mutua bajo las más variadas circunstancias. Un complejo código debe
reglamentar detalladamente los asuntos comunes, y por qué ámbito pasa la línea divisoria
que los separa. Un código tal, generalmente exige demasiado de las clases bajas de los
grupos étnicos, y se derrumba muy pronto al estallar conflictos entre los grupos étnicos.
El resultado de tales conflictos es la rápida “segregación” de las etnias (en Yugoslaviase le
denomina “purificación étnica”), y la creación de límites espaciales “depurados” entre los
distintos barrios étnicos.
13 La mayor parte de las minorías étnicas tiene conocimientos básicos derivados de su
experiencia histórica, sobre los peligros que conlleva el asentamiento fuera del territorio
propio, y de las ventajas que el grupo ofrece al individuo. Estas ventajas son las siguientes:
a. Mejor protección en caso de ser atacados por otros grupos.
b. Evasión de encuentros discriminantes o de alguna forma agravantes con terceros; los
contactos o las relaciones dentro de la propia comunidad son más fáciles de evaluar, quiere
decir conllevan menos estrés que aquellas con miembros de otros grupos étnicos.
c. También en cuanto al punto de vista material se puede esperar más apoyo y solidaridad de
parte de los miembros del propio grupo que de parte de terceros.
d. La concentración espacial facilita la preservación de la propia identidad cultural, ya que tan
sólo la unión del grupo permite la consagración a los valores y las normas específicas del
grupo, y fomenta las condiciones indispensables para el financia-miento de instituciones
comunes como son p.ej.: la iglesia, la escuela, las asocia-ciones, etc.
e. Mejores chances de imposición política en frente a la mayoría (ya sea en la política, como
p.ej.: en las elecciones, o como grupos de interés o unidad militar).

14 Desde el punto de vista humanitario la segregación territorial, así como la formación de


ghettos es reprochable. Sin embargo, tales comunidades herméticas pueden brindar
protección más efectiva a los miembros de las minorías que aquella que llega a disfrutar
después de la abolición legal de todas las barreras de discriminación. Como bien se sabe,
el “holocaust” tuvo lugar después que fueron levantadas todas las leyes desven-tajosas
contra los judíos en Alemania, y que estos se habían integrado en la sociedad alemana,
por lo menos teóricamente. Del siglo 16 hasta el 18, cuando los judíos habían estado
sujetos a limitaciones en cuanto al lugar de vivienda y a la ejecución de su profesión, su
persecución era prácticamente desconocida.
13

15 Un segundo complejo temático sobre el cuál se ha encandilado nuevamente la discusión,


son los prejuicios sociales. Tales prejuicios como actitud negativa y unilateral enfrente a
seres humanos de otra raza, otro origen, clase social, etc., pasan por ser el mecanismo
psíquico que corresponde a la discriminación social exterior. Aunque pueden ocurrir
manifestaciones de discriminación social sin que exista necesariamente una actitud de
prejuicio y de igual manera un prejuicio no se expresa necesariamente en actitudes
discriminatorias. Sin embargo, en general, se supone, que detrás de actos
discriminatorios se encuentra el prejuicio y que el prejuicio lleva al acto discriminatorio
(proceso de refuerzo mutuo).
16 Los estudios clásicos sobre este tema se llevaron a cabo en los Estados Unidos; se refieren
a las relaciones entre los diferentes grupos inmigrantes a la sociedad americana, y sobre
todo a las relaciones entre blancos y negros. Se creía reconocer una deformación de
carácter debida al hecho de poseer prejuicios o tender a tener prejuicios, lo cual se podría
comprobar por medio de tests psicológicos, y se podría combatir por medio de una
educación liberal, campañas de divulgación, etc.
17 Sobre todo se hizo popular el concepto desarrollado por T. W. Adorno afines de los años
40 sobre la personalidad autoritaria, laque supuestamente posee una tendenciaespecial
hacia el etnocentrismo, conjuntamente con el antisemitismo y el conservadurismo
económico-político. También se decía del individuo con claros síntomas autoritarios, que
tienden hacia el dogmatismo y a canalizar sus propias agresiones hacia un suplefaltas,
(supuestamente peligroso, pero débil en realidad).
18 Detrás de los estudios sobre prejuicios y etnocentrismo hay la idea (se podría también
llamar “Ideología”) que los seres humanos deberían estar dispuestos a aceptar, sin
diferencia y sin objeción, todos los demás seres humanos, independientemente de su
cultura, su raza y su origen geográfico. La experiencia cotidiana contradice esta idea. La
pertenencia a un grupo determinado, ya sea grande o pequeño, implica por lo general que
se le demuestra mayor confianza a los miembros del grupo que a extraños, y que se les dé
preferencia. Esta preferencia no es necesariamente la expresión de prejuicios personales,
sino se deriva de ciertas experiencias y normas sociales. De la misma manera que el
asentamiento de una comunidad étnica dentro de una comarca ofrece una serie de
ventajas concretas, también la tendencia de los seres humanos, generalmente observada,
a preferir el contacto y la relación con sus semejantes, al contacto y la relación con
ajenos, debe explicarse primordialmente por sus costumbres sociales, el código cultural y
sus intereses materiales. Sólo subsidiariamente se debe aplicar la teoría de una estructura
personal caracterizada por tendencias patológicas, lo que no excluye, sin embargo, que de
hecho existan tales personalidades con inclinada tendencia a tildar al prójimo en moldes
y estereotipos negativos.
19 En resumen, con nuestra argumentación queremos indicar que no tiene mucho sentido
combatir la raíz de los prejuicios, sino que debemos concentrarnos más bien en restringir
y controlar el comportamiento manifiesto de discriminación.
20 La tercera reflexión se refiere al estado. Ya hemos indicado que las posibilidades del
estado para satisfacer las minorías evitando conflictos étnicos son limitadas. Muchos
estados tratan de solucionar tales problemas dentro de su territorio por medio de una
represión sistemática. Ellos albergan la esperanza de que la negación sistemática de la
cultura minoritaria en todas sus diferentes manifestaciones, finalmente resulte en la
supremacía de la cultura mayoritaria y cree una población homogénea étnica y
14

culturalmente. Esta política represiva se ve coronada de éxito tan sólo en casos


excepcionales, ya que las minorías étnicas están acostumbradas a la represión y a la
persecución por parte de un ambiente hostil o por lo menos poco amistoso, siendo éste
para ellas la regla y no la excepción. Para defenderse han desarrollado métodos de escape,
de retiro y de sumisión; en otras palabras: disponen de ciertos mecanismos de amparo y
protección que permiten la supervivencia de sus instituciones culturales y costumbres,
aún bajo condiciones políticas adversas. Sin embargo, por el otro lado, las posibilidades
del estado de convertir una minoría étnica en fieles ciudadanos por medio de una política
de concesiones, también es limitada. Independiente del hecho de que una complacencia
generosa para la minoría suscita muy pronto la protesta de parte de la mayoría, existe el
peligro –sobre todo en las etnias arraigadas regionalmente– de mal entendimiento por
parte de las minorías y que estas concesiones les permitan aumentar cada vez más sus
exigencias.
21 Por lo general, tienen especial dificultad en el trato con las minorías todos aquellos
estados que se consideran puros estados nacionales, o sea: que son la expresión política de
un pueblo o de una etnia. El propósito de una población homogénea en el sentido social,
religioso, cultural y lingüistico, necesariamente choca con los intereses de la minoría de
conservar sus tradiciones especiales y su independencia cultural. Expresán-dolo a la
manera inversa: entre menos la élite política de un estado se considere el representante
de la mayoría étnica, y entre más deducen su legitimación de un principio independiente
de ello, más fácil será para estos el trato con las minorías radicadas en su territorio. Este
tercer principio básico se podría llamar “desarrollo”, “socialismo”, "tercer camino", o
como se quiera. Si la sola idea de ¡a democracia representativa constitucional basta para
neutralizar el germen divisorio del nacionalismo y del etno-centrismo, seguirá siendo, a
mi manera de ver, una incógnita.
22 Concretamente, podría solucionarse el problema estableciendo dos ciudadanías dife-
rentes: la ciudadanía estatal y la ciudadanía nacional. La ciudadanía estatal se refiere
primordialmente al territorio estatal en donde se vive; la ciudadanía nacional por su
parte, al grupo étnico que el individuo pertenece a raíz de su origen. En la doble
monarquía austríaca antes de la primera guerra mundial, fueron desarrollados varios
modelos interesantes al respecto por los llamados “austromarxistas” (Renner, Bauer) que
valdrían la pena ser estudiados de nuevo.

Minorías arraigadas regionalmente


23 Después de las reflexiones generales siguen algunas ideas sobre la prevención de
conflictos entre minorías que habitan en su territorio de origen y el gobierno central,
respectivamente. Distinguimos sobre todo, dos principios desarrollados para la limitación
de tales conflictos. Uno se refiere al nivel social de los grupos en cuestión, el otro se
localiza a nivel institucional.
24 A nivel social se espera, por lo general, una pacificación de la situación bajo la condi-ción
de que las élites correspondientes tanto de la mayoría como de la minoría, respec-
tivamente de los varios grupos étnicos, encuentren una base común de comunicación.
Concretamente, son dos las condiciones requeridas para garantizar la coexistencia o
convivencia apacible de las diferentes etnias: a) Un consenso mínimo y la disposición a la
cooperación por las élites, y b) que la mayoría de las etnias estén dispuestas a seguir sus
élites. El modelo de la “democracia consociacional” (“consociational democracy”) prevé
15

que la minoría envíe sus representantes no sólo al parlamento, donde fácilmente pueden
ser vencidas, sino que sean igualmente representadas proporcionalmente en los
diferentes niveles de la ejecutiva y la administración. Como ejemplos de consenso de
élites vigentes pueden citarse Bélgica, el Canadá (anterior al movimiento de autonomía de
Quebec), y el Líbano antes de la guerra civil. Creo que se puede decir que también el
sistema colonial español debió por mucho tiempo su estabilidad sobretodo a la co-
optación de la administración colonial española de la élite dirigente de los indígenas.
25 Fueron sobre todo los peritos constitucionales quienes deliberaron ampliamente sobre los
mecanismos de regulación institucional para evitar la escalada de conflictos. Entre éstos
pueden citarse: la inclusión de leyes de descentralización en la constitución; la creación
de zonas de seguridad entre las etnias rivalizantes; la instalación de tribunales y de
juzgados especiales para asuntos de minorías; la introducción de una administra-ción
bilingüe en las zonas de las minorías, gran variedad de concesiones de autonomía política
y cultural hasta la inclusión de un orden estatal federal. Aunque no puede negarse el
efecto apaciguante de estas medidas, ellas presuponen generalmente ya aquello que en
realidad han de crear: la voluntad de los individuos de todas las nacionalidades y de todos
los grupos étnicos de convivir con el prójimo bajo el techo del mismo edificio estatal de
manera pacífica y tolerante.
26 En dondeesta imagen de un estado multiétnico aún no se haapoderado del pensamiento
humano, de poco sirven las más refinadas y perfectas reglas para la omisión de conflictos.
Como ejemplo menciono el del principio federalista que hasta ahora ha funcionado tan
sólo en donde hay de hecho una población relativamente homogénea: los Estados Unidos
y la República Federal de Alemania.
27 De todas maneras, los dos métodos de neutralización arriba mencionados son efectivos
tan sólo mientras las tensiones étnicas no hayan brotado abiertamente. Una vez
alcanzado este nivel de escalada del conflicto, de nada sirven los llamados de paz por
parte de las élites dirigentes, ya que la dinámica del conflicto los arrastra y ni siquiera las
instituciones legales pueden evitar el derrame de sangre, ya que la ley no vale nada.
28 Los sentimientos de odio se desbandan y se origina así una estructura de interacción de
violencia y contra-violencia que, como cada sistema, no puede ser rota desde afuera. El
nivel de conflicto puede ser reducido a largo plazo tan sólo si se llega a aislar el foco de
violencia de su base de reclutamiento, que le proporciona el personal de renuevo. El éxito
en cada caso depende de la situación dada. Ya que los brotes de violencia son casi siempre
la expresión de una situación de estrechez y defensa, es necesario aliviar la opresión de la
minoría por medio de recursos de todo tipo, para que así las fuerzas moderadas puedan
imponerse de nuevo y se pueda tratar de lograr una mejoría de la propia situación en
forma pacífica.

Colonias huéspedes úe trabajadores migrantes


29 Las metas de estos grupos son, como hemos mencionado al comienzo, generalmente más
modestas. Emigrados por motivos personales, casi siempre con el fin de mejorar su
situación material, los migrantes casi nunca pretenden constituirse como factor de poder
político independiente dentro del territorio anfitrión (ciudad, reglón y país). Más bien
anhelan ser aceptados como individuos y quieren ser escuchados como colectivo en
donde se trate de asuntos que los tocan directamente. Estas metas pueden ser logradas de
16

dos manera diferentes, ya sea por medidas estatales dirigidas contra cualquier tipo de
discriminación y/o por medio de movimientos de protesta de los involucrados.
30 No todos los tipos de aclaración oficial ni de iniciativas bienintencionadas se prestan para
tirar abajo las barreras discriminatorias. Se comprobó que los contactos, la organización
de un encuentro entre los miembros de los diferentes grupos étnicos, sólo bajo ciertas
circunstancias específicas llevan a laeliminac ón de estereotipos negativos mutuos; por
ejemplo, en el caso en que individuos de una misma o similar clase social se unan en un
encuentro con fines constructivos y positivos (i.e.: proyecto conjunto del barrio). Como
nos muestra el ejemplo de los Estados Unidos, no debemos subestimar el efecto de
formación de conciencia que emana de las leyes y los juicios de tribunales en el esfuerzo
por reducir las barreras de discriminación.
31 Un movimiento de protesta de los mismos discriminados puede ser más indicado para
llamar la atención pública hacia las anomalías de la situación y el mal trato de un grupo
de inmigrantes, que las medidas de protección del estado, sobre todo enfrente de un caso
escandaloso de desventaja. Una acción de protesta de este tipo presupone que los
involucrados no entiendan su destino como un caso individual, sino que estén dispuestos
a obrar conjuntamente. Como en todos los movimientos de protesta, también en este caso
hay que guardar el equilibrio entre dos polos opuestos: por un lado deben estar
suficientemente enojados para atraer la atención pública y para que sus acciones
antidiscriminatorias sean tomadas en serio; por el otro lado, los miembros de las minorías
demostrantes no deben actuar en forma demasiado amenazante, provocando más bien
sentimientos de temor en vez de comprensión, de manera que en lugar de la voluntad,
suscitan el grito por medidas de protección y seguridad contra los “extranjeros
peligrosos”.

AUTOR
PETER WALDMANN
Profesor titular Universidad de Augsburg, trabaja en los campos de sociología política,
criminalidad y comportamiento disidente y violencia política.
17

Qué difícil es ser Dios1


Ideología y violencia política en Sendero Luminoso

Carlos Iván Degregori

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

Introducción
1 EI Partido Comunista del Perú, “SENDERO LUMINOSO” (PCP-SL) surgió del encuentro, que
tuvo lugar en las décadas de 1960 y 1970 en Ayacucho, entre una élite intelectual
provinciana mestiza y una juventud universitaria también provinciana, andina y mestiza
(véase: Degregori 1985). ¿Por qué el partido político que nace como producto de ese
encuentro es capaz de desarrollar tal grado de violencia? ¿Qué factores en la historia
peruana y en la cultura de los dos núcleos sociales constitutivos de SL lo posibilitan? ¿Por
qué cuando se “comunican” con otros actores políticos y sociales es sólo en términos de
confrontación absoluta?
2 En tanto la vieja guardia intelectual senderista marcó decisivamente a SL; y en tanto
jóvenes provincianos mestizos con una educación superior al promedio siguen
constituyendo la columna vertebral de dicha organización (véase: Chávez de Paz 1989),
expondré a continuación algunas reflexiones sobre ambos sectores, intentando responder
esas preguntas. Antes es necesario precisar que hablaremos de una minoría de jóvenes e
intelectuales provincianos, que son los que adhieren a SL. Hasta hoy, a pesar de la crisis
del país y la ausencia de alternativas políticas, la Inmensa mayoría ha canalizado su
radicalismo por caminos más flexibles y constructivos.
18

Jóvenes: los hijos de los engañados en busca de la


espada de la verdad pana vengar el engaño
3 Como sucede con frecuencia en nuestro país, es necesario remontarse hasta el principio.
Uno puede aproximarse al nacimiento del Perú y ver el triunfo de los conquistadores
como producto, entre otras cosas, de una manipulación de la comunicación. Porque si se
recuerda, en el encuentro de Cajamarca que va dar nacimiento a este país en 1532, más
bien en la emboscada de Cajamarca, el padre Valverde aparece con un libro en la mano, la
Biblia, y le dice a Atahualpa: “esta es la palabra de Dios”. El Inca, que desconoce el medio,
se lleva el libro al oído, no escucha palabra alguna, arroja la Biblia al suelo y con su gesto
“justifica” la conquista.
4 Desde un primer momento, entonces, el dominio de la lengua castellana, la lectura y la
escritura fueron instrumento de dominación. Hay una tradición de Ricardo Palma que
recordaba Max Hernández: la del conquistador que siembra melones en Pachacámac y
cuando maduran le manda algunos de regalo a un amigo afincado en Lima. A los indios
cargadores les entrega una carta y les advierte que no coman ningún melón porque la
misiva los delataría. A mitad de camino, tentados por el hambre y el olor de la nueva
fruta, los indios esconden cuidadosamente el papel y comen algunos melones, confiados
en que la carta no los podía haber visto. La tradición termina con el estupor de esos indios
ante el poder de la palabra escrita, cuando el destinatario les dice exactamente cuántos
melones se habían comido.
5 Surge así una sociedad basada en el engaño, hecho posible entre otras causas por el
monopolio que ejercían los dominantes del conocimiento de la lengua castellana, la
lectura y la escritura. Desde entonces, las poblaciones conquistadas fluctuaron entre la
resignación y la rebeldía. Se trata, por cierto, de dos polos ideales, que en la realidad se
presentan sumamente matizados o incluso entremezclados contradictoriamente. El
concepto “adaptación-en-resistencia” (Stern 1987), da cuenta de buena parte de esas
situaciones intermedias.
6 La resignación está incluso interiorizada en mitos. Una de las variantes del mito de
Inkarrí (véase: Marzal 1979:12) dice que los mistis son las chanas de la creación, los hijos
últimos de Dios y, por consiguiente, sus engreídos. Dios les dio el don de hablar castellano
y de leer y escribir, y por eso “pueden hacer lo que les da la gana”. Es decir, su dominio es
arbitrario o, para usar palabras de Gonzalo Portocarrero (1984), es la “dominación total”.
7 La otra actitud es la rebeldía, que fluctúa a su vez entre dos polos ideales: el repliegue de
la cultura andina sobre sí misma, rechazando a “Occidente”; o la apropiación de los
instrumentos de dominación de los vencedores. Ambas variantes pueden rastrearse hasta
el mismo S. XVI. El movimiento del Taki Onqoy a inicios del S. XVII, sería un ejemplo de
repliegue. También la rebelión de Juan Santos Atahualpa a mediados del S. XVIII. Pero, en
actitud contraria, tenemos a Manco Inca II tratando de conformar una caballería y de
manejar armas de fuego para enfrentar a los españoles. Tupac Amaru II se acercaría más a
este segundo polo; Túpac Katari al primero. Lo que nos interesa destacar, sin embargo, es
que en el S. XX predomina la segunda forma de rebeldía: aquella que busca apropiarse de
los instrumentos de poder de los dominantes y, entre ellos, de uno clave: la educación.
Arrancarles a los mistis el monopolio de sus conocimientos es el equivalente del gesto de
Prometeo arrebatándole el fuego a los dioses. Aquí, las poblaciones andinas le quitan el
19

monopolio del castellano, la lectura y la escritura a los mistis que se comportaban como
dioses en tanto ejercían la “dominación total”.
8 Conforme avanza el siglo, el ímpetu con que las poblaciones andinas se lanzan a la
conquista de la educación resulta excepcional. Según cifras de la CEPAL (1985) sobre
cobertura educativa, entre los países de América Latina el Perú pasa del puesto décimo
cuarto en 1960 al puesto cuarto en 1980. Y entre los que las Naciones Unidas llama “países
de nivel medio de desarrollo”, que son alrededor de setenta, la evolución del porcentaje
de jóvenes de 18 a 25 años que siguen educación secundaria o superior es la siguiente: en
el conjunto de esos setenta países el porcentaje pasa del 17% en 1960 a 52% en 1980. En
ese mismo período, el porcentaje de jóvenes de 18 a 25 años que estudia secundaria o
superior en el Perú pasa de 19% a 76%. Este empuje por la educación sobrepasa
ampliamente los esfuerzos del Estado y avanza más bien a contracorriente del repliegue
estatal, pues a partir de mediados de la década de 1960 comienza a disminuir la inversión
relativa del Estado en educación (Degregori 1989). Planteamos como hipótesis que el
impulso por la educación sería más fuerte entre las poblaciones andinas que entre las
criollo-populares.
9 Pero, ¿qué buscan esas poblaciones andinas en la educación?2. Buscan, por cierto,
instrumentos muy pragmáticos para su lucha democrática contra los mistis y los poderes
locales, y para hacerse un lugar en la “sociedad nacional”. Buscan aprender a leer,
escribir y las cuatro operaciones. Pero, además, buscan la verdad. Varios testimonios
recogidos precisamente en Ayacucho, lugar de origen de Sendero Luminoso, durante una
coyuntura muy relevante para nuestro argumento, pueden ¡lustrar esta afirmación. En
1969 se produjo un importante movimiento en Ayacucho y Huanta, exigiendo la
restitución de la gratuidad de la enseñanza, que había sido suprimida por el gobierno del
Gral. Velasco. Los jóvenes secundarios fueron el detonante, pero en los momentos
culminantes los campesinos tomaron la ciudad de Huanta y los sectores urbano populares
se levantaron masivamente en Ayacucho. Poco después, recolectando materiales para
redactar sus tesis sobre dicho movimiento, Aracelio Castillo le preguntó a un dirigente
campesino de Huanta como veía la situación del campesinado. El dirigente respondió:
10 “En comparación con los atropellos de otros tiempos, claro que ahora está un poquito mejor. Pero
necesita que se le instruya, que alguien le dé orientación, que haya cursillos... para ver si de esa
manera puede progresar, puede salir de la esclavitud, del engaño, sino, seguirá siendo pobre y
explotado” (Castillo, 1972:272).
11 Educarse equivaldría entoncesa “salir del engaño”, a partir de lo cual laeducación puede
adquirir un carácter explosivo. Un dirigente barrial de Ayacucho le dice al mismo Castillo
(op. cit.: 280) poco después del movimiento de 1969:
12 “Ha habido movilizaciones cuando quisieron cerrar nuestra Universidad San Cristóbal de
Huamanga, a la cual la tildan otros, que está malogrando a los buenos cristianos... en vez de decir
que la Universidad nos está despertando, estamos aprendiendo algo nuevo, algo objetivo, lo cual no
les gusta, no les cuadra en absoluto a los otros porque quieren que sigamos engañados...”
13 Aese engaño, que se remonta al momento mismo de laconquista, se opondría la “verdad
objetiva” a la cual se accedería a través de la educación. En pleno movimiento por la
gratuidad de la enseñanza, un comunicado del Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho
se expresa en estos términos:
20

14 “La Junta Militar ha abolido la gratuidad de la enseñanza porque saben perfectamente que cuando
los hijos de los obreros y campesinos abran los ojos peligra su poder y su riqueza” (Castillo op. cit:
205).
15 El poder tradicional, basado no sólo en el monopolio de los medios de producción sino,
además, en el monopolio del conocimiento y su manipulación engañosa, se desmorona
conforme los dominados rompen ambos monopolios. Por eso la educación escolar aparece
como superación del engaño y, consecuentemente, de rebeldía y “peligro” para los
dominantes.
16 Pero si bien la lucha por la educación tiene efectos democratizadores evidentes a nivel
social, no implica necesariamente un avance democrático cualitativo en todos los ámbitos
políticos y culturales. Si regresamos al testimonio del dirigente huantino, por ejemplo,
veremos que según él, el campesinado “necesita que se le instruya”, “que alguien
implícitamente externo le de orientación”. El viejo orden jerárquico es trasladado así a la
relación maestro (mestizo/urbano) - alumno (campesino/indígena). La masificación
educativa puede producirse, pues, sin romper sustancialmente las concepciones de la
sociedad tradicional. No estaríamos frente a una educación liberadora sino autoritaria,
además de etnocida.
17 Cuando Castillo (op. cit.: 272) le pregunta al mismo dirigente: “¿Qué aspiraciones le
desearía al campesinado de Huanta?”, la complejidad de la propuesta campesina aparece
todavía más transparente:
18 “La máxima aspiración es el progreso de la gente del campo, sería, pues, de que sus colaboradores,
mejor dicho sus guías, den orientación para conseguir el progreso, a mi concepto, evitando los
vicios que tienen los campesinos, los vicios del trago, de la coca, del cigarro. Si siguen con estos
vicios nunca conseguiremos una vida mejor”.
19 La asociación entre ignorancia y vicio la creíamos patrimonio de la ideología oligárquica,
pero vemos que puede formar parte también del horizonte campesino3, donde se
mezclarían las ansias vehementes de progreso con el reclamo de un orden moral
conservador (rechazo al trago, lacoca, el cigarro) y la necesidad de un guía que conduzca a
la consecución de los objetivos deseados. ¿En qué medida es por estar frente a un
catedrático como Castillo, que el campesino recalca la necesidad de orientación externa?
No lo sabemos pero, en todo caso, sus aspiraciones parecen posibles de ser satisfechas
tanto por las propuestas de algunas denominaciones evangélicas, como también por
Sendero Luminoso.
20 En efecto, a partir de la necesidad de un guía externo no es de extrañar la aparición de un
caudillo-maestro como el que lidera Sendero Luminoso. A partir del testimonio resulta
también más comprensible el carácter moralizante de SL, sus castigos a adulteros o
bebedores. Y no resulta extraño, tampoco, el auge que en los 70 van a tener en las
universidades nacionales los manuales de marxismo4. Porque son los hijos de los
engañados –jóvenes provincianos de origen andino– los que por entonces acceden
masivamente a la universidad y se encuentran con la versión simplificada y por tanto más
asequible de una teoría, el marxismo-leninismo, que se define como la única “verdad
científica”, legitimada por su referencia a los clásicos (maestros) del marxismo, como
principio de autoridad. Esa ciencia propone un orden nuevo pero estrictamente
jerarquizado donde ellos, al acceder al partido y su verdad, pueden pasar de la base al
vértice de la pirámide social (y de la pirámi de del conocimiento, recordemos que son
estudiantes universitarios).
21

21 Podríamos preguntarnos si en esa necesidad tan grande de orden y progreso en un


contexto todavía parcialmente estamental, tradicional, no se encuentra una de las raíces
del cientificismo cuasi religioso de Sendero Luminoso, para el cual “la ideología del
proletariado... es científica, exacta, todopoderosa” (El Diario, 24.5.89:16) como dicen sus
documentos oficiales: “todopoderosa porque es verdadera” (PCP 1988a:II); así como una
de las raíces del culto a la personalidad y la sacralización del “pensamiento Gonzalo”: el
caudillo-maestro es la educación encarnada y, por tanto, el guía, la verdad, la virtud
encarnadas. Porque según SL la ideología proletaria tiene, como se ve, atributos cuasi
divinos. Estaríamos frente a una nueva divinidad capaz de derrotar a esos viejos dioses
Wiracochas que durante siglos los sometieron a la “dominación total”.
22 Si en general acceder a la educación básica significa romper el engaño, los que acceden a
la universidad tienden a buscar con gran empeño algo más que la verdad: coherencia.
¿Por qué? Para responder permítaseme exponer algunas ideas sugeridas por la lectura de
una artículo de Umberto Eco (1986). Para los campesinos andinos que se lanzan a la
conquista del “progreso”, la escuela sería, en una primera etapa, una suerte de “culto del
cargo”; y para algunos de sus hijos que llegan a la universidad, la modernidad sería en
cierta medida un pidgin. Expliquémonos.
23 Los antropólogos están familiarizados con el “culto del cargo”. Surgió a raíz de la II Guerra
Mundial, cuando los aliados establecieron bases militares en territorio de grupos étnicos
de Papúa-Nueva Guinea y construyeron pistas donde aterrizaban clandestinamente
aviones de carga (cargo planes). Todo aparecía cubierto de misterio: en la noche, los
hachones que se encendían a los costados de la pista formaban dos filas de luces entre las
cuales los cargos descendían del cielo. Y los papuanos que colaboraban con los aliados,
veían cómo de la panza de esos aviones salían los bienes de la modernidad, algunos de los
cuales les daban los aliados para garantizar su lealtad. Terminada la guerra, los aliados se
retiran y cierran el aeropuerto, pero los papuanos continúan esperando que regresen los
aviones, establecen el culto al avión de carga, cada cierto tiempo van al lugar donde
estuvo la pista, construyen un avión de cañas, encienden todas las luces y se ponen a
esperar que vuelva el “cargo” trayéndoles los bienes de la modernidad5.
24 Algo de eso tiene la escuela en nuestro país, posiblemente para todos nosotros, pero más
para el campesinado. Un libro publicado hace poco por Juan Ansión (1989) revela que, en
una primera etapa, la escuela en las comunidades andinas es una especie de “caja negra”,
de paquete tecnológico que se importa en bloque desde el exterior y cuyo contenido se
desconoce. No se sabe muy bien qué hay dentro o cómo funciona, es una especie de
cápsula de modernidad que se coloca en la plaza principal del pueblo, donde los hijos
aprenderán los secretos mecanismos que permiten desenvolverse en el mundo
contemporáneo, especialmente urbano. Se desarrolla entonces una esperanza casi
sobrehumana en el poder de la educación.
25 Pero los hijos o nietos, que acceden a la universidad, sienten que la modernidad les llega
como por hilachas, filamentos, retazos. La modernidad sería para ellos una suerte de
pidgin, esos idiomas a medias que se hablan en algunas islas de Oceanía donde se mezclan
de manera algo incoherente varias lenguas a la vez. Así es como nos llega la modernidad a
todos en el Perú y América Latina. En la propia propuesta de Mario Vargas Llosa de
convertirnos en “país europeo” hay mucho de “culto del cargo” y deseos de superar el
pidgin6. Pero esta percepción de un mundo fragmentado parecería agudizarse entre
aquellos jóvenes universitarios mestizos provincianos ubicados en una región como
Ayacucho en la cual el elemento modernizador no fue un agente económico (mina,
22

industria, cultivo comercial), sino fundamentalmente ideológico: una universidad.


Exagerando por cierto, podríamos decir que en Ayacucho el proceso se invierte y no es el
cambio económico el que conduce a transformaciones sociales y culturales, sino que
primero llega la idea. Sin correlato material contundente, la sensación de pidgin se
acentúa y parece resultar demasiado torturante. Son jóvenes que se encuentran en una
tierra de nadie ubicada entre dos mundos: el adicional andino de sus padres, cuyos mitos,
ritos y costumbres, al menos parcialmente ya no comparten; y el mundo occidental o, más
precisamente, urbano-criollo, que los rechaza por provincianos, mestizos,
quechuahablantes. Los jóvenes exigen coherencia, una “visión del mundo” que sustituya a
la andina tradicional, que ya no es más la suya, y que les sea más asequible que las
complicadas y múltiples teorías que ofrecen las ciencias sociales y/ o la filosofía. Y creen
encontrar lo que buscan en esa ideología rígida que se presenta como verdad única y les
da la ilusión de coherencia absoluta: el marxismo-leninismo-maoísmo.
26 Esta sensación parecería ser común a amplios sectores juveniles y diferentes regiones,
pero en Ayacucho se presenta tal vez de manera más descarnada. Además, mientras que
en la mayoría de universidades los jóvenes sólo encuentran manuales o profesores que se
limitan a la difusión académica de las ideas m-e, o que intentan sin éxito forjar una
organización política eficaz, en la Universidad de Huamanga se configura un núcleo
intelectual maoísta que sí cuaja como partido político. Por tanto, allí no sólo se
encuentran los libros que enseñan esa verdad cuasi secreta, sino hombres concretos y una
organización que ofrece identidad a quienes la vieja identidad andina tradicional de sus
padres ya no les resulta suficiente. Los jóvenes adquieren la posibilidad de ser parte de
ese nuevo ente todopoderoso, el partido “guiado por la ideología proletaria (m-e)”.
Porque según esa misma teoría, no es necesario que en un lugar exista el proletariado,
basta que llegue la idea proletaria que en Huamanga se encuentra ya encarnada en un
caudillo-maestro: Abimael Guzmán. En los afiches de SL un espacio central lo ocupa
Guzmán con temo, anteojos y un libro en la mano. No hay en la tradición marxista otro
líder en el que se destaque tanto la condición de intelectual de quien se ubica al centro de
esos fusiles, de esas banderas y ese sol rojo en el fondo. A diferencia de los otros caudillos
cálidos de la escena política peruana (Belaúnde, García, Barrantes), el caudillo-maestro es
un caudillo frío, pero que igual puede quemar, como el hielo seco.
27 Esto en referencia a la franja juvenil que se adhiere a SL. Buscan verdad y coherencia y
cuando creen encontrarla van a ser capaces de la máxima violencia para defenderla e
imponerla.

Intelectuales: el hermano perdido de los Aragón de


Peralta quiere modernizar a sus indios por la vía
socialista
28 Como es conocido, los personajes principales de Todas las sangres son dos hermanos
terratenientes: don Bruno y don Fermín. Don Bruno era tradicionalista, “amaba” a su
manera a sus indios, quería “protegerlos” del impacto de la modernización. Don Fermín,
por el contrario, quería modernizarlos por la vía capitalista. Arguedas (1980:20) pone en
boca de don Fermín la frase siguiente: “Con nuestros indios yo venceré el cerco que me tienden
los capitalistas de Lima”.
23

29 Imaginemos un hijo perdido de los Aragón de Peralta, que no hubiera aparecido en Todas
las sangres por que tal vez era hijo natural, en todo caso pobre, no rubio como sus
hermanos sino algo más moreno. Pero también él quiere modernizar a los indios a los
cuales cree tener tanto o más derecho que los otros humanos. Después de todo, está más
cerca de ellos por origen y posiblemente por experiencia vivida. Al tercer hijo, además, no
le importa tanto la riqueza material, es un intelectual. Me estoy refiriendo a la pequeña
burguesía intelectual provinciana mestiza, que constituye el núcleo original de Sendero
Luminoso. Si Fermín confiaba en la economía y en el capital, este tercer hermano confía
en un arma que considera mucho más poderosa: una nueva ideología, el marxismo-
leninismo-maoísmo. Discrepo de algunas interpretaciones que ven a SL como un
movimiento mesiánico o milenarista, enraizado en la tradición andina prehispánica. Creo
que SL llega al mesianismo o a una suerte de concepción religiosa, pero por lo que
podríamos llamar un “exceso de razón”. Son los últimos hijos del Siglo de las Luces que
doscientos años más tarde, perdidos en los Andes, llegan a convertir la ciencia en religión.
Los extremos se tocan. Hay un verso de González Prada, que dice: “guerra al mezquino
sentimiento/culto divino a la razón”. La propuesta de los intelectuales provincianos que
conforman el núcleo inicial de SL sintoniza más con ese registro. Asumen el marxismo-
leninismo de tal forma que lo convierten en un “culto divino a la razón”. Por el grado de
pasión que desarrolla y desata Sendero Luminoso, parece extraño definirlo como un
movimiento hiperracionalista. Pero habrá que invertir la frase de Pascal: “el corazón
tiene razones que la razón no conoce” y decir sobre el núcleo dirigente de SL que: “la
razón tiene pasiones que el corazón no conoce”. Cito sólo una frase como ejemplo.
Cuando a Laura Zambrano (1988:9), camarada “Meche”, dirigente senderista le preguntan
sobre el amor, ella responde: “el amor tiene carácter de clase y está al servicio de la guerra
popular”.
30 Habría que precisar entonces que la élite provinciana que constituye el núcleo dirigente
inicial de SL no es la primera ni la única, sino que forma parte de una larga tradición de
élites provincianas confrontadas con el centralismo oligárquico, que en la primera mitad
del siglo tendieron a adoptar posiciones indigenistas. Desde los años 20, pero
especialmente a partir de mediados de siglo, en muchas partes dichas élites adoptan el
marxismo. En la mayor parte de casos combinándolos con una revaloración de lo andino
que los entronca con el anterior indigenismo. José Mariátegui es el precursor de esa
revaloración. No es el caso de SL, cuyos documentos oficiales ignoran absolutamente la
dimensión étnica y/o tienden a desechar de plano la revaloración cultural andina como
“folclor” o manipulación burguesa7.
31 En el núcleo inicial de SL encontramos, pues, continuidades con una tradición intelectual,
pero también rupturas. En ese sentido, la senderista resulta la más “fría” de las
propuestas marxistas que surgen en el Perú durante los años 60 y 70. Sin embargo, una
visión que se pretende absolutamente científica se convierte en tremendamente afectiva
y termina ofreciendo a sus miembros una tortísima identidad cuasi religiosa,
fundamentalista. Cito una frase decisiva de uno de los documentos mas importantes de SL
donde se define al comunismo como:
32 “La sociedad de la ‘gran armonía’, la radical y definitiva nueva sociedad hacia la cual 15
mil millones de años de materia en movimiento, de esta parte que conocemos de la
materia eterna, se enrumba necesaria e inconteniblemente...
24

33 Unica e insustituible nueva sociedad, sin explotados ni explotadores, sin oprimidos ni


opresores, sin clases, sin Estado, sin partidos, sin democracia, sin armas, sin guerras.”
(PCP 1986:20).
34 Sociedad sin movimiento, habría que añadir. No es de extrañar que anhelen esa suerte de
nirvana que definen como la sociedad de la “gran armonía”, pues son capas sociales que
resultan terriblemente trituradas por el tipo de movimiento histórico que se produce en
este país. La de SL pretende ser, no obstante, una epopeya cósmica. Para culminarla, cual
intelectuales/guerreros al servicio de esa ciencia exactísima que regula el universo como
un desmesurado ballet cósmico, tienen que ordenarlo y planificarlo todo de acuerdo al
Libro, de acuerdo al marxismo-leninismo-maoísmo, venciendo o destruyendo lo que se
oponga a sus leyes ineluctables8. Cuatro siglos después, otro Libro Sagrado irrumpe en
otro momento crucial de nuestra historia. Y sucede que, de acuerdo al Libro del
marxismo-leninismo-maoísmo la sociedad peruana es “semifeudal”. Tal vez la misma
propuesta senderista no hubiera tenido que generar tanta violencia en la China de los
años 30, porque allí no hubieran encontrado, por ejemplo, ingenieros reparando torres
eléctricas, agrónomos haciendo extensión rural o antropólogos asesorando federaciones
campesinas. La posibilidad de asesinarlos no hubiera estado ni siquiera planteada: no
existían. Considero que el grado de violencia que desarrolla SL es tan grande, entre otras
causas, porque tienen que adecuar la realidad a la idea y para eso no sólo tiene que
detener el tiempo sino retrocederlo. Como si en este país, con el desarrollo de lo que ellos
definen como “capitalismo burocrático”, hubieran crecido demasiadas ramas podridas, o
para usar de nuevo a González Prada, demasiados “frutos de aroma deletéreo”. Entonces
tiene que podarlos, hasta que la página vuelva a quedar en blanco y sobre ella puedan
entonces escribirle el libreto a sus indios9.
35 Cuando afirmo que quieren adecuar la realidad a su idea, no quiero decir que entre ambas
no haya ningún punto de contacto. Si así fuera, no hubieran podido construirse una base
social. Visto desde Ayacucho, o desde la sierra sur-central en general, el Perú tiene mucho
de “semifeudal”. Si bien los terratenientes prácticamente han desaparecido, subsisten el
gamonalismo y su sustento económico, el capital comercial precapitalista con su secuela
de coacción y abusos (veáse: Manrique 1989). La élite intelectual que da origen a SL surge
en ese ambiente de decadencia “semifeudal”, debilidad mercantil y, al mismo tiempo,
esperanza exacerbada en el progreso, que se canaliza a través del empuje por la
educación.
36 No es de extrañar que dicha élite se configure en la Universidad de Huamanga, la más
moderna de provincias, enclavada en la región más pobre de los Andes (veáse: Degregori
1985), ni que el movimiento más importante en esta región entre los años 50 y 70 no
fuera, como en el resto de los Andes, un movimiento por la tierra, sino por la gratuidad de
la enseñanza en 1969.
37 Surgido en una región con poca tradición de organización independiente y democrática y
donde, como dijéramos, llegó primero la idea, SL recoge y exacerba ambos registros. Lleva
el ansia de progreso a la máxima elaboración a través del marxismo-leninismo-maoísmo.
Pero al mismo tiempo, lleva también al extremo el autoritarismo de las viejas élites mistis
provincianas a la contracorriente de la tendencia principal en el país, que apunta más
bien al resquebrajamiento del poder misti y al fin de la “dominación total”.
38 En efecto, desde el punto de vista de los sectores populares rurales y urbanos,
posiblemente lo más importante que haya sucedido en este país desde la sublevación de
25

Túpac Amaru sea el muy amplio y múltiple proceso de organización que, a pesar de sus
limitaciones, hacían del Perú, al menos a principios de la década de 1980, un país con una
de las redes más tupidas de organización popular independiente en América Latina. En
ese contexto, si la “dominación total” (Portocarrero 1984) o el “triángulo sin base”
(Cotler 1968) definen la relación tradicional o “semifeudal” entre mistis e indios, entonces,
por su práctica, SL constituye una nueva forma de ser misti. Porque, un rasgo fundamental
de su accionar es el desconocimiento de la organización popular (comunidades
campesinas, sindicatos obreros, asociaciones vecinales, etc.) y su reemplazo por los
denominados “organismos generados”: los “movimientos propios como organizaciones
generadas en los diferentes frentes de trabajo por el proletariado” (PCP 1988b:VII,
subrayado nuestro) es decir, por ellos, por el partido que “lo decide todo” como antes lo
decidían todo los señores y los poderes locales; por el partido que ha reemplazado al
proletariado, y al pueblo en general, expropiándole su ser y su capacidad de decisión 10.
39 Por eso, al hablar de las zonas rurales me refiero a SL y sus indios, por la forma vertical
como se vinculan con el campesinado andino. Dioses de una religión beligerantemente
monoteísta, no admiten a nadie más en su Olimpo: deben ser los únicos ordenadores del
mundo rural. Pero en este país, a diferencia de la China de los años 30 y a pesar de la
debilidad creciente del Estado y de la sociedad civil en medio de la crisis actual, esos
espacios donde ellos quisieran ser solitarios demiurgos, se encuentran relativamente
poblados por organizaciones campesinas, sindicales, partidos de izquierda, iglesia
progresista, organizaciones no-gubernamentales de desarrollo, etc. y por eso la violencia
senderista se abate no sólo contra el Estado, sino también contra esos otros actores,
porque el PCP-SL tiene que ser el único en relación con esas masas para entonces,
finalmente, “educarlas en la guerra popular” (PCP 1988b:VI).
40 Así es como plantean la relación partido-masas los principales documentos de SL:“... la
guerra popular es un hecho político que va machacando con acciones contundentes las ideas en la
mente de los hombres...” (PCP 1988b:IV). Cito a continuación al propio Abimael Guzmán
(1988:36), llamado presidente Gonzalo por sus seguidores:
41 “...a las masas hay que enseñarles con hechos contundentes para con ellos remacharles las ideas...
las masas en el país necesitan la dirección de un Partido Comunista, esperamos, con más teoría y
práctica revolucionaria, con más acciones armadas, con más guerra popular, con más poder, llegar
al corazón mismo de la clase y del pueblo y realmente ganarlo. ¿Para qué? Para servirlo, eso es lo
que queremos”, (subrayados nuestros).
42 El lenguaje es de una violencia impresionante contra las masas, que en el mismo párrafo
se dice amar y servir. Se trata de una relación ambigua, tan peruana además. Por eso SL
parece un hermano más de los Aragón de Peralta, la síntesis de don Fermín
(modernización) y don Bruno (amor autoritario, tortuoso, violento, del superior por el
inferior, del maestro por el alumno bueno pero algo torpe al cual hay que enseñarle que
“la letra entra con sangre”).
43 Cuando el marxismo clásico dice que “la práctica es el criterio de verdad”, se supone que
se trata fundamentalmente de la práctica de las amplias masas. En la cita anterior es
básicamente la práctica de la vanguardia la que constituye el criterio de verdad, que debe
ser machacado desde fuera. Es que para SL: “salvo el poder, todo es ilusión”. Si eso es así,
si el poder es lo único real, entonces el partido, que es el instrumento central para
conquistar ese poder, es lo único real. Salvo el partido todo es ilusión. La sociedad, por
ejemplo, que sólo adquiere realidad cuando la toca el partido.
26

44 Señalo un ejemplo: la actitud de SL frente a los paros nacionales. Entre 1977 y 1988
tuvieron lugar en el Perú nueve paros nacionales. En los más contundentes (julio 1977 y
mayo 1978), millones de personas participaron en todo el país, configurando
posiblemente las movilizaciones más importantes en la historia del Perú contemporáneo.
La actitud de SL frente a los ocho primeros paros varió entre la absoluta indiferencia y la
oposición frontal pues, según ellos, los paros estaban dirigidos por el “revisionismo” y
servían al “socialimperialismo”. Por primera vez, en enero de 1988 SL decidió apoyar el
noveno paro nacional, que resultó apenas regular. La participación de SL, a su vez, se
limitó a acciones menores y muy puntuales, siendo la principal la disrupción del mitin
convocado por la Conferencia General de Trabajadores del Perú (CGTP) en el centro de
Lima donde hicieron estallar petardos11. Al día siguiente, sin embargo, el titular de El
Diario, vocero oficioso de SL, decía: “Día histórico para el proletariado peruano” (veáse: El
Diario, 28/29/30 1.88). Evidentemente, no era “día histórico” por la dimensión de la
medida de lucha sino por que el partido había decidido apoyarla, produciendo una suerte
de Pentecostés proletario que marcaba “un nuevo rumbo para la clase obrera: (El Diario,
30.1.88.:7), que “por primera vez se nutría de una experiencia más elevada de lucha” (El
Diario. 1.2.88:10).
45 Para SL somos, pues, una especie de arcilla, de barro que ha de ser modelado por el
partido y su ideología todopoderosa a su imagen y semejanza.

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28

NOTAS
1. El presente trabajo forma parte de una investigación que el autor desarrolla en el Instituto de
Estudios Peruanos (IEP). Fue expuesto en un seminario sobre “Propuestas culturales y
comunicación política en el Perú”, que tuvo lugar en Lima en junio de 1989, organizado por
Calandria, IDS, Illa y Tarea. Esta versión es tomada de la impresión realizada por El Zorro de
Abajo Ediciones, Perú, 1990.
El Título es prestado de la novela de ciencia ficción soviética de A. y B, Strugatski: Qué difícil es ser
Dios, Ed. MIR, Moscú, 1974.
2. Nos limitamos a señalar apenas algunas de las características que adquiere la educación en los
Andes. No nos explayamos, por ejemplo, en sus evidentes aspectos etnocidas ni en su utilización
como instrumento de dominación de nuevas clases burguesas. Al respecto véase: Montoya (1980,
pp. 310 y sgts.).
3. Fue Rodrigo Montoya (1980: 309 y sgts.) quien primero llamó la atención sobre lo que
significaba la educación para el campesinado andino: pasó de la noche al día, de la ceguera a la
visión. Esas mismas asociaciones aparecen en estos testimonios, y otras más:
Ausencia de Educación..................Educación
Atraso............................................Progreso
Esclavitud......................................Libertad
Engaño...........................................Verdad
Pobreza..........................................Bienestar
Explotación....................................Igualdad
Ausencia de guía............................Guía
Vicios (coca, trago, etc.)................Virtud
Pero advertimos una diferencia. Para Montoya, la educación cumple un rol liberador sólo frente a
la dominación ideológica feudal; pero no sería sino un medio para implantar una dominación
ideológica capitalista más vasta. En otros artículos hemos cuestionado esta generalización
(Degregori 1986,1989a), Añadamos que, según los testimonios aquí citados, la educación no es
necesariamente un “aparato ideológico de Estado” sin fisuras. La expansión del marxismo en las
universidades, por ejemplo, difunde elementos ideológicos anticapitalistas entre franjas
juveniles. También en las escuelas se difunde lo que Portocarrero y Oliart (1989) denominan la
“idea crítica del Perú”. Aunque es necesario precisar que el marxismo comparte la misma fe en el
progreso que el capitalismo y que, al menos las versiones marxistas - leninistas “duras” que se
imponen en nuestras Universidades, comparten también el autoritarismo y la vocación
“liquidadora de la cultura andina” que Montoya advierte en la escuela.
4. En la década de 1970 los manuales de marxismo de Politzer, Martha Harnecker y en especial los
de la Academia de Ciencias de la URSS, adquieren enorme difusión en las universidades
nacionales y luego entre los estudiantes secundarios y de institutos superiores, llegando a crear
un cierto “sentido común” que favorece la posterior expansión de una propuesta como la de SL,
entre ciertas franjas juveniles universitarias. Al respecto, véase Degregori (1989b).
5. No discutamos aquí el concepto de “modernidad”. Bástenos decir que para los habitantes de
Nueva Guinea ésta aparecía como un conjunto de bienes finales manufacturados, desligados de su
contexto global, sin indicio alguno de cómo y dónde se producían. En el caso de las poblaciones
andinas, vinculadas durante cuatro siglos a Europa, la situación es diferente. Pero luego de la
derrota de Tupac Amaru II y a lo largo de la República, cuando la categoría “indio” se confunde
con “campesino pobre”, los mistis se convierten en intermediarios/tapones que tienden a
monopolizar la comunicación entre ambos mundos. En las últimas décadas, la expansión del
mercado y del Estado hacia zonas rurales (ferias, carreteras, burocracia), abren la posibilidad de
29

modificar la relación tradicional misti/indio. A través de la organización y la lucha por derechos


básicos (tierra, trabajo, educación), los antiguos indios acceden al mundo urbano moderno de
donde llegan no sólo bienes sino ideas.
6. (Nota a partir de la 2a edición). Jürgen Golte y Billie Jean Isbell, entre otros, me han hecho ver
que mi comparación no es exacta. El pidgin es otra cosa. Acepto la observación. Me reafirmo, sin
embargo, en la importancia de esa angustia producida por una modernidad que llega por
hilachas, o retazos incoherentes y dejo para otro trabajo una elaboración más adecuada al
respecto.
7. El rechazo incluye a José María Arguedas, a quien un editorial de El diario (9.6.88:12) presenta
como “aplicado discípulo y animador en el Perú de la antropología norte americana...” que en
plena 2a Guerra Mundial “se ufanaba de su bigotito hitleriano”.
8. En estas páginas nos venimos refiriendo centralmente al contigente de intelectuales y jóvenes
formados entre los años 60 y 70. con el cual SL inicia sus acciones armadas en 1980. Luego,
conforme incorpora nuevos cuadros y simpatizantes, especialmente cuando se expande hacia
lazona cocalera del Alto Huallaga y hacia Lima, la situación se complica. Con respecto a la
ideología, podríamos imaginar la relación entre la vieja columna de cuadros, los nuevos cuadros
intermedios y los militantes y simpatizantes de baseque participan en los “organismos
generados” y/o en el “Ejército Guerrillero Popular”, como aquella existente entre teólogos, curas
de pueblo y simples feligreses. Conforme nos alejamos de la cúpula, las motivaciones y los modos
de actuar varían crecientemente. Creemos sin embargo, que en un partido vertical (que se define
como “máquina de guerra”) e hiperideologizado, que enfatiza constantemente que la unidad
ideológica es fundamental, los que llamamos “teólogos” siguen teniendo un peso decisivo.
9. El ejemplo más notorio son los denominados “paros armados”, que se suceden desde 1987 en
diferentes ciudades y que ningún sindicato ni frente regional convoca, sino el partido (SL) o sus
“organismos generados”.
10. La violencia de SL se exacerba porque considera que. prácticamente todo aquello que no sea
“generado” por el partido está contaminado, es parte o se encuentra al servicio de algún sistema:
del “viejo Estado burocrático y terrateniente”, del capitalismo burocrático, el imperialismo o el
socialimperialismo. Ello incluye las comunidades campesinas, los alcaldes elegidos por voto
popular, las organizaciones no-gubernamentales de desarrollo y las organizaciones sindicales y
populares, especialmente aquellas influenciadas por otros partidos de izquierda.
11. Es que para SL la lucha era contra el gobierno y también contra los organizadores del paro, es
decir, contra la CGTP. Véase “Todos contra el APRA y el oportunismo”, en: El diario (28.1.88:1).

NOTAS FINALES
1. Antropólogo Director del Instituto de Estudios Peruanos IEP.
30

Espacio público y violencias


privadas
Fernán E. González

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

Introducción
1 Esta ponencia intenta hacer una síntesis inicial de los resultados generales de la
investigación realizada desde el CINEP sobre los orígenes estructurales y coyunturales de
las violencias que vienen aquejando al país en las últimas décadas. Esta investigación, de
carácter interdisciplinario, fue financiada con aportes de las agencias francesas CCFD
(Comité Católico contra el hambre y a favor del desarrollo) y FPH (Fundación para el
progreso del hombre), junto con una ayuda de COLCIENCIAS. Nuestra investigación
pretendía combinar el enfoque histórico-estructural de larga duración, con un
acercamiento coyuntural de corto plazo y énfasis regional: el primer enfoque se
concretiza en un estudio de los trasfondos de la violencia, en lo económico, lo
sociopolítico y lo cultural, mientras que en el segundo se lleva a cabo mediante estudios
de caso de varias regiones particularmente violentas, como la zona esmeraldífera, el
Magdalena medio santandereano, Córdoba, el Sumapaz, y las zonas de colonización de la
Orinoquia y Amazonia. Estos estudios de caso fueron complementados con estudios
realizados por otras instituciones e investigadores particulares de las universidades
Nacional de Bogotá, de Antioquia y del Valle, y de la Corporación Región de Medellín,
sobre la violencia urbana de Medellín y Cali, sobre los conflictos del Urabá y del Bajo
Cauca Antioqueño. En nuestra investigación queremos resaltar el apoyo y la colaboración
de todas estas entidades, con las que hemos tenido un fructífero intercambio.
2 La combinación de las dimensiones estructural y coyuntural resultaba inicialmente
problemática porque las tensiones estructurales eran de vieja data, dándose de manera
31

casi permanente a lo largo de nuestra historia, mientras que la violencia parecía


producirse en coyunturas muy específicas. En ese sentido, nos oponemos a una
consideración de la violencia como proveniente de una especie de esencia ahistórica, de
una atemporal “cultura de la violencia”. Además, dichas tensiones estructurales parecían
comunes a varios países latinoamericanos sin que produjeran en ellos los niveles tan altos
de violencia que caracterizan los últimos decenios de la vida colombiana. La pregunta que
sale de esta problemática es obvia: ¿Qué nuevos elementos se dan en la coyuntura
reciente que sirvan de detonantes de las contradicciones estructurales de la sociedad
colombiana?
3 Para intentar responder a esta inquietud, la idea central que guiaba el conjunto de
nuestras Investigaciones era que las violencias recientes debían analizarse en el contexto
de la historia particular del país, particularmente a la luz de la específica configuración
del Estado y de la sociedad colombiana en sus niveles nacional, regional y local, teniendo
siempre en cuenta la dimensión espacial, según las modalidades concretas de la
ocupación de los diversos territorios y de las formas específicas de cohesión social que en
ellos se generan. Así, las contradicciones no resueltas a lo largo de nuestra historia se van
acumulando hasta producir un caldo de cultivo muy proclive para las opciones violentas
de actores sociales, como la guerrilla y los narcotraficantes, que es reforzada por
coyunturas recientes como la apertura económica, la caída de los precios del café, la
creciente ilegitimidad de los partidos políticos, etc. Pero esas tensiones estructurales
requieren el detonante de la acción voluntaria de actores sociales, que están convencidos
de que no hay otra salida sino la opción violenta. Pero, a su vez, esa opción armada
produce consecuencias sobre la estructura de la misma sociedad en los niveles local,
regional y nacional. Esta situación nos lleva a plantear unos aspectos del problema que
frecuentemente no se consideran: ¿Cuáles son los efectos que produce la mentalidad
guerrerista y el recurso privado a la violencia en el tejido de la sociedad, en sus niveles
local, regional y nacional? ¿Cuáles son los efectos de una justificación de la violencia
sobre la cohesión social de las comunidades? ¿Qué concepción de lo público y de lo
privado manejan los defensores de la violencia privada, grupal o comunitaria?
4 Por todo ello, nuestra investigación busca interpretar las actuales violencias dentro del
proceso de larga duración de la construcción de la sociedad y del Estado colombianos,
como caldo de cultivo donde se insertan las opciones violentas de antiguos y nuevos
actores sociales, que se entrecruzan y refuerzan mutuamente hasta hacerse
indistinguibles unas de otras, llegando a producir la imagen de violencia omnipresente,
indiferenciada y caótica.
5 Para ello, se mueve en tres dimensiones complementarlas entre sí:
a. Seguimiento de los procesos de poblamiento e integración interna, geográfica y económica,
de las diversas regiones y de su relación con el mercado mundial.
b. Seguimiento de los procesos de cohesión social y de socialización política (creación de redes
políticas), en relación con la construcción de las instituciones nacionales.
c. Análisis de los imaginarios colectivos de identidad y pertenencia en los diferentes niveles y
de los sistemas de valores desde los cuales se perciben, analizan y juzgan los
acontecimientos y conflictos de nuestra sociedad1.
32

El trasfondo de las violencias


6 Para entrar en materia, quiero hacer una afirmación un tanto tautológica, pero que puede
ser útil para aclarar lo que quiero decir: las múltiples violencias evidencian una tendencia
a la solución privada o grupal de los conflictos, que es la contraparte de la inexistencia de
un ámbito público generalizado para el manejo pacífico de las tensiones de la sociedad.
Así, podríamos decir que el variado espectro de las diversas violencias urbanas y rurales,
de cualquier dimensión que sean y cualquiera sea su contexto, tiene un sentido político:
toda violencia supone una concepción y un ejercicio del poder en distintos niveles, lo
mismo que una concepción del Estado y de la subyacente relación entre los ámbitos
privado y público de la vida. Así, todos los fenómenos diferenciados de violencia tienen un
referente político común, pues implican todos la no aceptación del Estado como un
espacio público para la resolución de los conflictos. Más aún, Implican que el límite entre
lo público y lo privado es sumamente difuso: el acudir a formas de justicia privada, el
organizar una guerrilla o un grupo paramilitar de derecha, el arrogarse el derecho a
decidir la muerte de los llamados “desechables”, es asumir una función pública desde una
posición privada. Algunos llegan hasta a justificar, en términos hobbesianos, el recurso a
la violencia privada por la supuesta incapacidad del Estado para garantizar la seguridad
de los ciudadanos, lo que devolvería a éstos el recurso a la violencia a la que habían
renunciado en el pacto originario del Estado2.
7 Esta dimensión política de la Violencia aparece en el marco de la relación con la sociedad
mayor y con el Estado que esa sociedad diseñó y conformó. La llamada precariedad del
Estado expresa, en buena parte, su no aceptación como espacio de lo público en general:
hay una visible renuencia de la sociedad a verse y sentirse expresada en y por el Estado,
que tiene que ver con la organización de toda la sociedad en los ámbitos económico,
cultural y social. Para autores como Daniel Pecaut, la violencia en Colombia no tiene que
ver tanto con los excesos de un Estado omnipresente y todopoderoso sino, más bien, con
los espacios vacíos que deja el Estado en la sociedad3.
8 Esta renuencia de la sociedad a expresarse por medio del Estado se debe a la negativa de
algunos a reconocer alguna regulación o límite de su actividad. También se produce
porque algunos sectores no se sienten parte de un Estado de cuya construcción han
estado marginados y de cuyos servicios nunca han sido beneficiarios. Para otros, el Estado
no garantiza eficazmente sus seguridades vitales, sus derechos y propiedades, ni es capaz
de suministrar adecuadamente los servicios públicos de salud, educación e
infraestructura básica a la mayoría de la población. Para la mayoría, el Estado no
representa lo público en general, sino que está al servicio de los grandes intereses
económicos y está monopolizado por una minúscula clase política, cada vez menos
representativa de la sociedad.
9 Esta precariedad de la presencia del Estado en la sociedad se expresa en la debilidad de
instituciones impersonales de corte moderno, como aparece en la inoperancia de la
justicia y la dificultad de instaurar plenamente una carrera administrativa. La
contraparte de esta precariedad del Estado es una sociedad casi abandonada a sus propias
fuerzas, que sólo exige la presencia del Estado como dispensador de servicios y creador de
infraestructura, pero le niega el carácter regulador de la convivencia ciudadana y de la
vida económica de la nación.
33

10 Hablar de la precariedad del Estado nación nos obliga a no quedarnos en la pregunta por
el Estado en sí mismo, como realidad aparte, autónoma e independiente, sino a
plantearnos también la pregunta sobre la sociedad donde nace ese Estado, sobre esa
sociedad que lo conforma de determinada manera y, luego, se niega a verse reflejada y
expresada por él; una sociedad que se niega a aceptar su regulación en los ámbitos
económico, social y cultural.
11 Aunque conviene precisar que lo público no coincide meramente con lo estatal, ya que la
resistencia a los abusos posibles o efectivos del Estado a lo largo de la historia fue creando
el concepto de sociedad civil, que representaría una dimensión no estatal de lo público.
Pero esta dimensión de lo público societario aparece igualmente fragmentada e
inorgánica en nuestro país, y cruzada por innumerables conflictos. En el siglo pasado, se
presentaron muchos enfrentamientos religioso-políticos porque la Iglesia católica
competía con el Estado liberal por la representación de lo público general. Más
modernamente, otras instituciones como gremios, sindicatos, partidos políticos también
se reivindican como portadores de lo público para los sectores que representan y gestores
y símbolos de esos intereses parciales frente a lo público en general, tanto en la
dimensión estatal como en la societaria. Por eso, se dan tensiones y colisiones en tomo de
lo público: también a veces las asociaciones gremiales y comunitarias tienden a reclamar
para sí la representación de lo público y compiten con el Estado, al menos en algunos
niveles. El problema se presenta cuando, en momentos de crisis de legitimidad del Estado
nacional, los grupos políticos, sociales o comunales intentan suplir las supuestas o reales
carencias del Estado arrogándose el derecho a recurrir a la fuerza. Ello dificulta la
consolidación de un Estado moderno, caracterizado por el monopolio de la fuerza
legítima y por la existencia de un ámbito público general para la resolución de los
conflictos de la sociedad. En eso reside básicamente la llamada precariedad del Estado.

El ámbito íntimo: construcción incompleta del Estado


y declinación de lo público
12 La actual precariedad del Estado es producto por dos procesos complementarios entre sí:
por un lado, el proceso incompleto de formación de un Estado nacional y, por otro, la
creciente tendencia moderna a la privatización de la vida social, a refugiarse en el ámbito
íntimo, que implica una declinación de los aspectos públicos de la existencia humana 4 y
que es reforzada en Colombia por la tendencia creciente hacia la ¡legitimación de las
instituciones de carácter nacional. La formación incompleta y suigeneris del Estado-
nación en Colombia es resultado de la imposición de instituciones liberales, formalmente
modernas, sobre solidaridades primordiales, basadas en lazos e identidades locales,
étnicas o regionales, que suponen necesariamente la exclusión del otro, del diferente 5. A
su vez, el proceso de privatización de la vida se expresa en el regreso al ámbito íntimo y a
las solidaridades grupales, en la falta de equilibrio entre la vida pública y privada de los
individuos, y en el regreso al ideal de las comunidades homogéneas, basadas en los lazos
de proximidad e identidad familiar, étnica o local. Esta retribalización de la vida supone
igualmente la exclusión de las diferencias.
13 Estas tendencias complementarias van en contravía de la caracterización que hace
Norbert Elías del proceso civilizatorio de Occidente6. Según Elías, la autoconciencia del
individuo, propia de la filosofía moderna (Descartes, Berkeley, Locke, Hume, etc.), es una
34

característica de épocas donde las funciones de protección y control sobre los individuos,
ejercidas antes por grupos endógenos (clanes familiares, comunidades rurales,
latifundios, gremios, grupos étnicos), pasan a ser ejecutadas por agrupaciones estatales,
de carácter urbano y centralizado. En esta transición, los individuos adultos salen de
grupos protectores más reducidos y locales, lo que afecta su seguridad básica y relaja la
cohesión interna de estos grupos. Por esto, los individuos dependen cada vez más de sí
mismos y se aumenta su movilidad tanto en el sentido local como en el social. Esta
individualización creciente implica una separación progresiva de los ámbitos público y
privado, lo mismo que una diferenciación del individuo frente a sus grupos de control:
familia, clan, vecindario, grupo étnico, etc. Por otra parte, la resistencia al poder absoluto
del Estado va configurando gradualmente un ámbito público no estatal sino societario,
que se expresa con el concepto de sociedad civil, que implica a la vez una diferenciación y
una interacción entre los individuos. Esta sociedad tampoco es anarquista, pues acepta las
funciones normales del Estado: protección contra el enemigo externo, el control interno
sobre la delincuencia y la subversión interior, ciertas formas de coordinación y
planeación, etc.
14 Para Elías, el proceso civilizatorio se da como aspecto subjetivo del proceso global de
diferenciación e integración, en el que la sociedad va perfeccionando su control sobre las
condiciones necesarias para su supervivencia y organización interna. En ese proceso
subjetivo, van surgiendo modelos de autorregulación y autocontrol cada vez más
estrictos, que cubren cada vez a un mayor número de personas y penetran cada vez más
en la estructura psíquica de los individuos. Esta autorregulación se expresa, entre otras
cosas, en el uso generalizado del reloj, que permite sincronizar y coordinar las actividades
de individuos y grupos. El individuo debe pagar el precio del condicionamiento
permanente, de la represión y moderación de sus pulsiones, que puede conducir a la
formación de ansiedades y posibles neurosis. Pero este precio está compensado por la
creciente capacidad de objetividad y control tanto en el individuo como en la sociedad.
15 Esta tendencia a la integración, al autocontrol y a la aceptación de un control externo por
parte de la sociedad y del Estado queda bloqueada en nuestra patria porque no se
consolida plenamente un Estado-Nación, quedando a medio camino entre formas
endógenas de control e instituciones modernas. Este proceso de formación incompleto es
reforzado por la tendencia reciente del mundo moderno a la privatización y
retribalización de la vida social. El resultado combinado de ambos procesos es una
sociedad fragmentada, abandonada a sus propias fuerzas, y un Estado débil, de
legitimidad precaria, que se manifiestan en la vida cotidiana, donde asistimos cada vez
más a una privatización del espacio público, que se refleja incluso físicamente:
16 Los conjuntos cerrados no se reducen ya a un apartamento o varios, sino que se
comprenden barrios enteros, de estratos sociales relativamente homogéneos, cuyas calles
están cerradas al paso del transeúnte común y corriente. Lo mismo ocurre en barrios
populares, con otros mecanismos, como pandillas juveniles, grupos de autodefensa
barrial, que reaccionan agresivamente frente al extraño. La seguridad pública es tan
insegura, que todos tenemos guardia privada, que se expresa en la proliferación de
compañías privadas de vigilancia y seguridad. Las milicias populares asumen funciones
parecidas en la comuna nororiental de Medellín: en otras ciudades del país se producen
manifestaciones similares. Muchas agrupaciones barriales de “vigilantes” parecen
apoyadas por la policía local. Este ambiente retribalizado es muy proclive a las llamadas
“limpiezas sociales”.
35

17 Esta privatización y tribalización del espacio se refuerza por el hecho de que la mayoría
de los barrios de nuestras ciudades se originaron como “urbanizaciones piratas”, al
margen de toda regulación o presencia estatales. Estos barrios, ya más o menos
consolidados, recurren al Estado para legalizar su situación y obtener los adecuados
servicios públicos e infraestructura física, pero la organización del tejido social se deja
totalmente a la iniciativa de grupos privados o semipúblicos. En ese sentido, las
asociaciones de vecinos, las organizaciones parroquiales y las acciones comunales en el
nivel local se constituyen como un primer paso hacia el ámbito de lo público, pero pueden
a veces tender a encerrarse en su nivel, sin relacionarse con la sociedad mayor y el
Estado. Este encerramiento o retribalización de las comunidades “cara a cara” acentúa las
identidades comunales por medio de la exacerbación de las diferencias como “los otros”,
que son excluidos de una comunidad mayor, como la clase o nación, que serían
Comunidades Imaginadas, según el término de Benedict Anderson7.
18 Ni siquiera aceptamos la regulación del tráfico por los semáforos, lo que es un síntoma
bien visible de la no-aceptación del espacio de lo público: el semáforo y las regulaciones
de tráfico se perciben como un obstáculo para la libertad de movimiento de los carros
particulares y la calle no es un lugar de encuentro sino una vía instrumental para la
movilización sin obstáculos8. Lo mismo sucede con la impuntualidad generalizada, que
muestra una dificultad para integrar el “tiempo personal” con el tiempo “general”,
uniforme y homogéneo.
19 Otro síntoma de la misma actitud frente al ámbito público es la permisividad frente al
contrabando y la evasión fiscal, que no nos impide criticar la escasez de recursos que el
gobierno dedica al gasto en infraestructura, servicios y gasto social. Es obvio que la
escasez de recursos fiscales es parte fundamental de la precariedad del Estado, porque ahí
reside la incapacidad para financiar un aparato burocrático moderno e independiente de
los poderes privados y semiprivados. de alguna manera agrupados en el bipartidismo.
20 En muchos casos, la abstención electoral no es índice de descontento o crítica sino
desinterés por la dimensión de lo público: significa que no se espera mayor cosa del
Estado, no sólo en materia de servicios eficientes e infraestructura, sino tampoco en
materia de regulación de conflictos privados y de la convivencia ciudadana, o en materia
de coordinación de la actividad económica.
21 Lo mismo se manifiesta en la actitud frente a la justicia del Estado: la mayoría de las
violaciones a la ley ni siquiera se denuncian y el anuncio de “investigaciones exhaustivas”
produce risa, pues no se confía para nada en el aparato de justicia. Esto no hace sino
aumentar la impunidad y reforzar la crisis de legitimidad de las instituciones, que se
expresa en la búsqueda de soluciones de justicia privada o grupal.
22 La creciente corrupción administrativa implica la apropiación privada de los recursos y
ventajas del Estado, lo que refleja un irrespeto al ámbito de lo público.

Cohesión social y fragmentación del poder


23 Así, la precariedad del Estado tiene su contraparte en la difusión y fragmentación del
poder en la sociedad, cuyo tejido social es un amasijo contradictorio de poderes privados
y fragmentados con poderes grupales y cerrados al interior de sí mismos. Esto va a
facilitar la inserción social de poderes privados de nuevo cuño, como los carteles de la
droga, la guerrilla y los paramilitares de derecha, que se van a mover en la misma
36

dinámica de poderes fragmentarios y privados, llevando la fragmentación y privatización


del poder hasta extremos inverosímiles.
24 Pero precisamente esa fragmentación del poder en la sociedad impide que la precariedad
del Estado produzca siempre y necesariamente opciones violentas: eso dependerá
también de la manera como operen otras instancias reguladoras de lo público (Iglesia,
partidos políticos, gremios, organizaciones sociales) y de la manera como funcione la
sociedad en los niveles regional y local. La cohesión interna del tejido social en los niveles
locales, veredales y barriales ha tendido normalmente a compensar la debilidad
institucional del Estado y la precariedad de los elementos de referencia e identidad en el
nivel nacional. Por ello, representan ya los pasos iniciales para la configuración de un
espacio público en sus respectivos niveles. Por eso, esas instituciones y grupos tienden a
veces a suplantar al Estado cuando creen que no garantiza plenamente su seguridad
personal o económica.
25 Esto hace que el recurso efectivo a las soluciones violentas de carácter privado o grupal se
produzca cuando se conjuga una crisis de carácter nacional, que afecta la legitimidad del
régimen político, con crisis de carácter local. El mejor ejemplo de esto es la violencia de
los años 50: por ejemplo, el excelente estudio de Mary Roldán sobre Urrao muestra cómo
se articulan los niveles nacional, regional y local para producir la crisis 9. Por su parte,
Paul Oquist ha señalado también cómo las estructuras regionales (caso de la Costa
Atlántica) y locales (Aguadas) pudieron evitar la violencia de los 50 en sus respectivos
ámbitos, al mantenerse cohesionadas10.

El papel histórico del bipartidismo y de la Iglesia


Católica
26 De ahí la importancia social y política que juegan tanto el bipartidismo como la Iglesia
Católica en la sociedad colombiana a través de su historia. En cierto sentido, tanto los
partidos políticos como la Iglesia suplieron al Estado en 3 dimensiones: en lo ritual-
simbólico, al proporcionar una referencia colectiva de autoidentificación en un país
donde la identidad nacional está a medio construir; en el ámbito de las sociabilidades, al
proporcionar elementos de relación con la sociedad mayor y con el Estado; en el ámbito
de la integración física, al proporcionar algunas formas de presencia de la sociedad mayor
y del Estado en amplias zonas del territorio nacional, donde las instituciones propiamente
estatales apenas existen.
27 Pero estas mediaciones produjeron inconvenientes en el largo plazo, al impedir distinguir
claramente los ámbitos público y privado y no dejar consolidar plenamente instituciones
modernas, de carácter impersonal y objetivo, para el manejo de los conflictos. En lo ético-
valorativo tampoco permitieron la consolidación de una ética de lo público: la moral
católica se concentró en la regulación valorativa de la vida privada y familiar (moral
sexual), dejando de lado la regulación de la vida económica (donde existía cierta
permisividad) y haciendo presencia en la vida política a través de una alianza, a veces
confesa, con el partido conservador, que delegaba en la Iglesia Católica el manejo de
algunas funciones públicas11.
28 Por su parte, los partidos políticos tradicionales se constituyeron, a lo largo del siglo XIX y
por lo menos la primera mitad del XX, en los intermediarios privilegiados entre el Estado
y la sociedad. Los partidos se Instalaban en la frontera difusa entre lo público y lo privado,
37

entre instituciones políticas de carácter moderno, inspiradas formalmente en los


principios de la Revolución Francesa y las sociedades tradicionales y jerarquizadas que se
daban en la realidad.
29 Esas sociedades, muy diferenciadas regionalmente y muy aisladas entre sí, se van
configurando desde la época colonial española en una muy particular relación con los
representantes coloniales del Estado Español, que implicaba una difícil delimitación entre
lo público y lo privado. Las relaciones de mando de los virreyes abundan en numerosas
quejas acerca de la manera inadecuada y precaria como el Estado estaba presente en el
territorio y la sociedad coloniales: muestran amplias porciones del territorio donde el
Estado español está prácticamente ausente, lo mismo que zonas de refugio,
principalmente en las regiones de las vertientes cordilleranas y valles interandinos,
donde la creciente población mestiza, mulata y cimarrona buscaba escapar al control de
las autoridades civiles y eclesiásticas.
30 Además, en las zonas más controladas e integradas la administración de las localidades y
la justicia en la instancia se delegaban a los poderes existentes de hecho en esos ámbitos:
cabildos de notables, hacendados, mineros y comerciantes, elegían a los alcaldes y
autoridades de orden local. Esta delegación de poderes en el orden local era la única
manera como las autoridades virreinales podían hacerse presentes de alguna manera en
ese mundo de las localidades. Pero esto significaba un particular equilibrio y articulación
entre los espacios público y privado, pues el control del Estado pasaba por la jerarquía y la
cohesión social que se daba de hecho en las localidades.
31 El modelo republicano se inserta en este tipo de relaciones, pero su discurso igualitario
(basado en la ciudadanía indiferenciada) y su organización territorial (basada en
municipios, teóricamente iguales entre sí) permiten asimilar las poblaciones sueltas y
escapadas al control e integrar las poblaciones instaladas en las zonas de vertiente y
valles interandinos, al desaparecer la jerarquía colonial de poblaciones (ciudades, villas,
pueblos) y la teórica separación entre república de indios y república de blancos. También
permite su discurso expresar los intereses e ilusiones de los grupos en ascenso social,
salidos de los colegios republicanos de la época santanderista, lo mismo que a los mestizos
pobladores de las ciudades y a los artesanos amenazados por las medidas librecambistas.
32 Pero ese discurso republicano, igualitario y democrático, se encuentra en contradicción
con las sociedades desiguales y jerarquizadas que se daban en la realidad: no existía un
pueblo homogéneo, compuesto por ciudadanos asociados voluntariamente, sino pueblos,
comunidades locales cohesionadas por vínculos de la sociedad tradicional, tales como
parentesco nuclear o extenso, vecindad, etc.12. Sin embargo, ese conflicto se resuelve
gracias a la mediación de los partidos tradicionales, concebidos como federaciones laxas
de grupos regionales y locales de poder.
33 O sea, que la fuerza nacional del bipartidismo seguía manteniendo una base local de poder
en las jerarquías y los elementos de cohesión y control sociales que se daban en el interior
de las comunidades locales. De alguna manera, tanto el sistema bipartidista como la
Iglesia católica servían de elementos articuladores entre comunidades locales, sociedades
regionales, sociedad nacional y Estado: sus “imaginarios colectivos” permitían crear
sentidos de pertenencia e identificación con la sociedad mayor y el Estado, a la vez que
eran elementos de cohesión interna del tejido social en los ámbitos local y regional. Esto
representaba una suerte de arreglo y de equilibrio entre las dimensiones pública y
privada de la sociedad colombiana.
38

34 Esta mediación lograba que los partidos expresaran y canalizaran toda suerte de
solidaridades y conflictos entre grupos familiares, localidades, regiones, etnias, grupos
generacionales, sectores económicos, etc., que se ocultaban bajo el “paraguas” del
enfrentamiento bipartidista, en los innumerables enfrenamientos armados del Siglo XIX y
primera mitad del XX13. Pero también expresaban solidaridades de corte más moderno,
basadas en las asociaciones voluntarias de los individuos, tales como la masonería y las
asociaciones de artesanos.

La crisis actual
35 La anterior caracterización del desarrollo histórico colombiano nos permite acercarnos a
la realidad de la crisis presente. En pocas palabras, se podría decir que los marcos
Institucionales del manejo de los conflictos se vieron superados por los rápidos cambios
de la sociedad colombiana en las últimas tres décadas, que afectaron igualmente los
elementos de cohesión interna que se daban en las comunidades locales. La acelerada
urbanización de la sociedad, la mayor integración del territorio nacional por el
crecimiento de las vías de comunicación y por los medios masivos de comunicación, el
aumento de la cobertura educativa, la rápida secularización de las capas altas y medias, el
crecimiento de las capas medias, el nuevo rol de la mujer, hacen inadecuados los canales
tradicionales de expresión y de control de los conflictos sociales.
36 Los partidos tradicionales eran muy funcionales para una vida política esencialmente
restringida, realizada en torno a las élites regionales y sus respectivas clientelas,
agrupadas bajo el rótulo bipartidista. Pero la creciente irrupción de las masas populares y
la actitud cada vez más crítica de las nuevas clases medias, de profesionales e
intelectuales frente al estilo tradicional de actividad política, hacen entrar en crisis los
marcos de los partidos tradicionales.
37 Los cambios rápidos y profundos de la sociedad colombiana hicieron entrar en crisis tanto
el modelo de relación de la Iglesia con la sociedad y el Estado como el modelo de
mediación política que el bipartidismo establecía entre la sociedad y el Estado. Frente a
esos cambios, los partidos políticos se fueron haciendo obsoletos al irse aislando de las
nuevas fuerzas que emergían en la sociedad. La expulsión de los sindicatos comunistas de
la CTC, tradicionalmente ligada al partido liberal, señaló una ruptura entre política
bipartidista y movimientos sociales. Esta ruptura se había iniciado en los años veinte,
cuando aparecen movimientos de protesta social, tanto en lo urbano como en lo rural,
más o menos desvinculados del bipartidismo.
38 Pero las reformas de la república liberal en los años treinta hicieron que el partido liberal
recuperara su papel tradicional de expresión y canal de la protesta social. Sin embargo, la
modernización a medias intentada por esas reformas produjo una intensa polarización
social y política, por la reacción de grupos fundamentalistas del partido conservador y de
la Iglesia católica y de las masas urbanas y rurales frustradas en sus expectativas. Este
clima de enfrentamientos va a desembocar en la violencia de los años cincuenta, que
ocultaba bajo el disfraz del enfrentamiento político numerosos conflictos de índole
diversa: problemas agrarios tradicionales, modernización del campo, enfrentamientos
locales y veredales, “venganzas de sangre”, resistencia de la sociedad tradicional frente a
los intentos modernizantes del grupo liberal en el poder. El resultado fue la ruptura de la
articulación que el bipartidismo establecía entre los niveles locales, regionales y
39

nacionales de poder y la desaparición de la cohesión interna en el orden local. Al


debilitarse los sistemas de referencia nacional o supralocal, las gentes se refugian en los
niveles más endógenos de protección y control, en las relaciones “cara a cara”, como el
vecindario o la familia nuclear o extensa: de ahí el carácter de “venganzas de sangre” que
tienen las masacres del período final de la violencia de los años cincuenta, señalado por
María Victoria Uribe14.
39 Pero, paradójicamente, a pesar de ese debilitamiento de los sistemas nacionales de
referencia, el bipartidismo terminó fortaleciéndose en el nivel nacional porque la
pertenencia e identificación con los partidos liberal y conservador se constituyó como la
referencia obligada que daba unidad de sentido a la experiencia de la violencia vivida
entonces15.
40 Por eso, la experiencia de gobierno compartido entre los dos partidos tradicionales fue la
solución que proponía el Frente Nacional para terminar la violencia. Esta solución
distanciaba claramente el enfrentamiento político de los conflictos sociales, que
quedaban así desprovistos de legitimación política16. Pero se perdía igualmente la
posibilidad de cierto control y canalización de esos enfrentamientos a través del
bipartidismo, que de alguna manera los vinculaba con la sociedad mayor y el Estado.
41 Por otra parte, el acuerdo bipartidista significó la sujeción del Estado como espacio,
símbolo y gestor de lo público, a la lógica de los partidos como mezcla de solidaridades
tradicionales y modernas. Esto impidió la consolidación de instituciones estatales de
carácter moderno, expresadas en normas objetivas e instituciones impersonales, basadas
en una clara delimitación entre lo público y lo privado. Este carácter del bipartidismo, a
medio camino entre la sociedad tradicional y la moderna, bloqueó la realización de
adecuadas reformas sociales y económicas, necesarias para responder a los cambios
recientes de la sociedad colombiana. Los intentos tecnocratizantes de modernización del
Estado y de los partidos fueron pensados desde los sectores más lúcidos del bipartidismo,
buscando adecuar las instituciones a la nueva situación social, pero siempre, desde arriba,
sin una movilización popular que conservara su plena autonomía. Era una modernización
un tanto al estilo borbónico, sin una plena democratización, que seguía la tradición
decimonónica del “democracia sin pueblo”, cuyo resultado era exacerbar aún más el
descontento social y el distanciamiento entre movimientos sociales y expresiones
políticas.
42 Además, este estilo de modernización, centrado en lo económico y lo burocrático, produjo
un efecto no buscado: un debilitamiento y un relajamiento de las formas tradicionales de
cohesión social y política, que suplían la carencia de un Estado moderno, pero sin lograr
la creación de formas modernas de cohesión social y política, que respondieran a la nueva
situación. Este efecto es denominado por Jorge Orlando Melo y Daniel Pecaut como la
“modernización por vía negativa17 aparece el individualismo como resultado de la
desagregación social y la transacción, como manera de convivir con la descomposición de
los modos habituales de la regulación social, pero no se construyen nuevos mecanismos
de convivencia e interacción, ni nuevas formas de legitimidad social y política.
43 Esta modernización política y social a medio camino deja también insatisfechas a las
nuevas clases medias en ascenso, cuyo descontento frente a los vicios de la política
tradicional se expresa en el abstencionismo electoral o en una crítica moralizante contra
el llamado clientelismo, que hace abstracción de las condiciones socioeconómicas y
culturales de las que se alimentan dichas prácticas. Todo eso influye en la ilegitimidad de
la vida política porque acrecientan el divorcio entre política y sociedad.
40

44 Por otra parte, los problemas sociales, tanto en la ciudad como en el campo, fueron
produciendo un “caldo de cultivo” para las opciones violentas. En ese sentido, las
limitaciones de la reforma agraria oficial y la criminalización de la protesta campesina
mostraron el creciente divorcio entre movimientos sociales y partidos políticos
tradicionales. En este divorcio influyó también la presencia notoria de variados
movimientos de izquierda, interesados en la radicalización del movimiento campesino. En
este sentido, la instrumentalización de los movimientos sociales (sindicalismo,
movimiento estudiantil, movimientos barriales, cívicos y populares) al servicio de la
opción armada de algunos grupos de izquierda, influyó tanto en la criminalización de la
protesta social como en el divorcio entre la dimensión social y la política.
45 En parte debido a esa instrumentalización, pero también por otras múltiples causas,
tampoco la izquierda legal y democrática logró consolidarse como una alternativa que
liderara el creciente descontento de las masas populares de la ciudad y del campo y de las
clases medias urbanas. Estas clases medias urbanas fueron la base social del movimiento
estudiantil radicalizado y de una nueva intelligentsia, muy influida por las varias líneas
del marxismo y de las ciencias sociales, que evidenciaban la pérdida del monopolio de los
partidos tradicionales y de la Iglesia Católica sobre la vida intelectual y cultural.
46 La macartización y represión de estos grupos estudiantiles, influenciados por la
introducción masiva de varias corrientes del marxismo internacional y otras corrientes
de las ciencias sociales y humanas lo mismo que por el ejemplo de la revolución cubana,
empujó a muchos dirigentes estudiantiles a la lucha armada.
47 Esta se veía favorecida por la precaria presencia estatal en vastas zonas del territorio
nacional y por la existencia de una tradición de lucha guerrillera, visible en numerosos
grupos sociales y antiguos jefes guerrilleros de los años cincuenta, no plenamente
insertos en el sistema de gobierno bipartidista instaurado por el Frente Nacional. La
situación de estas personas y grupos se vio empeorada cuando se integra en el sistema
bipartidista el MRL, Movimiento Revolucionario Liberal. Este grupo servía, de alguna
manera, como cobertura y canal de integración de numerosos movimientos sociales, de
muy diversa índole y ámbito, que agrupaban a grupos y poblaciones integradas a medias
en el sistema y en la sociedad mayor.
48 Lo mismo ocurrió con la desaparición de la ANAPO, Alianza Nacional Popular, que de
alguna manera articulaba las poblaciones marginales urbanas con la sociedad y el Estado.
Las elecciones de 1970, interpretadas como fraudulentas por las masas anapistas,
sirvieron como argumento justificatorio de la opción armada, pues se aducían como
prueba irrefutable del cierre de la vía electoral como medio de acceso al poder.
49 Estos cambios de la sociedad colombiana se reflejaron en el nivel microsocial a través de
los cambios operados en el llamado tejido social, que se refleja en la evolución de los
movimientos urbanos de las grandes ciudades. Inicialmente, los grupos urbanos de los
barrios subnormales se organizaban para la consecución de los servicios públicos
combinando las prácticas de acción familiar y colectiva con la negociación clientelista con
los jefes políticos urbanos y la administración local, reeditando los lazos de cohesión
social propios de la sociedad rural o semirrural de donde procedían (o de pequeñas y
medianas poblaciones). La segunda generación ya es más urbana, con mayor contacto con
la educación y la vida de la ciudad y sus lazos de cohesión e integración internos son más
débiles. Por ello, se constituyen en la base social de los movimientos cívicos de protesta
urbana y están más disponibles a la penetración de los grupos de izquierda y de las
41

nuevas sectas protestantes. Posteriormente, la crisis reciente ha distorsionado sus lazos


de sociabilidad tradicional y moderna, sirviendo de base a grupos de autodefensa barrial y
a las llamadas milicias populares.
50 En resumen, la debilidad de los lazos de cohesión interna, la precaria infraestructura
física, la mayor cobertura educativa, el consiguiente aumento de expectativas
insatisfechas, el desempleo y subempleo, la crisis de la izquierda y el debilitamiento de los
movimientos sociales se combinan con los problemas de legitimidad del Estado y de los
partidos tradicionales, para producir la crisis de los marcos institucionales con que el país
había afrontado tradicionalmente los conflictos sociales.
51 El resultado de esta crisis es la creciente desinstitucionalización de las luchas sociales y de
la creciente informalización de las relaciones sociales, que evidencian una distancia
creciente entre la esfera de lo político y la esfera de lo social. Esto se agrava con la
presencia del narcotráfico, que aumenta y hace evidente las tensiones acumuladas en la
sociedad colombiana. Y, con la crisis de los movimientos sociales y populares, como el
sindicalismo, debida tanto a las políticas estatales de corte neoliberal como a las fallas
internas de esas organizaciones, como a la excesiva burocratización y el uso de la
organización para conseguir ventajas privadas.
52 Tanto el poder del narcotráfico como el de las guerrillas y los grupos paramilitares, del
signo que sean, se insertan en la tradición de la fragmentación del poder y de la
precariedad del Estado, propios de una sociedad que no ha logrado construir un espacio
público para la resolución de sus conflictos. Lo mismo que en el debilitamiento de los
lazos de cohesión interna que estructuraban el tejido social de las comunidades y en el
debilitamiento de sus respectivos mecanismos de control social, que coinciden con la
crisis de los marcos de referencia e identidad con la sociedad mayor, proporcionados en
buena parte por el sistema bipartidista y la relación con la Iglesia católica. Y en la
fragmentación y debilitamiento de los movimientos sociales de corte más moderno.

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NOTAS
1. González Fernán., 1988.
2. González, Fernán., 1992.
3. Pecaut, Daniel., 1988
4. Para el estudio de estas tendencias, se puede acudir a los libros de Richard Sennet, 1978 y de
Helena Béjar, 1983.
43

5. Zambrano. Fabio y González Fernán., “Aproximación a la configuración política de Colombia”,


1989.
6. Elias, Norbert, 1990 y 1987
7. Anderson, Benedict. 1985.
8. Cfr. Sennet, Richard. 1978.
9. Roldán, Mary. 1989.
10. Oquist, Paul. 1978.
11. González, Fernán., 1991.
12. Zambrano, Fabio., 1988. y Guerra, François-Xavier., “Le peuple souverain: fondements et
logiques d'une fiction. (Pays hispaniques au XIXième siècle) ”, mecanografiado, sin fecha, y “
Acteurs sociaux et acteurs politiques” (mimeograliado), sin fecha.
13. González, Fernán., 1990.
14. Uribe, María Victoria. 1991.
15. Pecaut, Daniel, 1987
16. Sánchez, Gonzalo y Meertens. Donny, 1983.
17. Pecaut, Daniel., 1990. Cfr. también a Melo Jorge Orlando., 1990.

NOTAS FINALES
1. Historiador, investigador del CINEP.
44

Notas apresuradas pana discutir


algunas relaciones entre
narcotráfico y cultura en Colombia
Alvaro Camacho Guizado

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

1 En este documento querría lanzar algunas hipótesis de trabajo sobre el tema del
narcotráfico en la cultura colombiana.

Narcotráfico: ¿Intolerancia o indiferencia social?


2 Se podrían desarrollar hipótesis contrastantes sobre la intolerancia y por ende la
permeabilidad de la estructura social colombiana frente al narcotráfico, como empresa
económica y como estructura social segmentaria, y la indiferencia, o la creencia de que no
alteran la estructura social. Este punto se puede examinar estableciendo tentativamente
etapas en el repertorio de actitudes sociales frente a esa estructura segmentaria:
3 Primera etapa, de “tolerancia resignada” o “indiferencia relativa”, se dio especialmente
en los años sesentas, durante el comienzo y auge de la producción de marihuana. Se
caracterizó tanto por la aceptación de las ofertas económicas y el financiamiento de
actividades empresariales, como por la exacerbación del desprecio por los “caciques”
costeños. Fue el período de la crítica clasista a la “clase emergente”, por parte de las
llamadas “clases sumergentes”. Se consideró que se trataba de un grupo “marginal”,
relativamente reducido y poco amenazante a la estructura de poder o de prestigio social.
4 En una segunda etapa aparece la primera verdadera muestra de intolerancia o de
reducción de la indiferencia y se expresó a raíz de las intenciones de algunos traficantes
de hacer política. Es decir, se dio un mayor repudio en esa esfera que en la “social”. Al
45

mismo tiempo, empezó a verse la corrupción en altas esferas oficiales estimulada por el
tráfico.
5 Pero la verdadera intolerancia se dio a partir de la respuesta de algunos traficantes a los
obstáculos interpuestos por la clase política a su participación en esta actividad. La
intolerancia, expresada en la “guerra”, se tradujo en formas extremas de confrontación:
terrorismo, paramilitarismo, violaciones de derechos humanos.

Sobre algunos impactos del narcotráfico en la


sociedad y la cultura
6 Aunque no existe acuerdo sobre cifras económicas concretas, parece claro que el
narcotráfico, a pesar de las autodefiniciones en contrario de los propios narcotraficantes,
ha desarrollado una tensión entre patrones de acumulación salvaje de capital propios del
negocio y un repertorio de valores culturales típicos de sectores sociales
ultraconservadores, que no se avienen a reconocer plenamente los nuevos aires del
cambio social que se vive en Colombia, y que son en alto grado independientes del
narcotráfico. Estos sectores localizan la amenaza del narcotráfico especialmente en su
impacto de cambio sobre la movilidad social y la estructura de clases. En otras palabras,
en la base de esta contradicción entre economía y cultura, parecería estar el repudio al
desarrollo de una nueva fracción burguesa que simultáneamente reta y apunta una
estructura de dominación clasista global. Parecería que una experiencia histórica global
de limitaciones en la movilidad social se traduce en que cualquiera que pueda
experimentar cambios ascendentes más o menos drásticos en sus condiciones de vida, se
gana el estigma de ser mafioso.
7 Al lado de las actitudes ambiguas de atracción y repulsión que inducen en los sectores
dominantes tradicionales, esa movilidad vertical involucra también a quienes han
incrementado sus ingresos a parti r del comercio y los servicios demandados u ofrecidos
por los narcos y por tanto han experimentado alguna forma de ascenso social. A los ojos
de buena parte de la población, estos pueden confundirse con quienes han hecho fortunas
en actividades completamente independientes del negocio de la droga.
8 La movilidad vertical se acompaña de otra de carácter horizontal, que afecta a
campesinos desplazados de sus tierras, a viejos terratenientes reciclados como rentistas, a
buscadores de fortuna en zonas de cultivo de coca, a oficiales y ex-oficiales de las fuerzas
armadas que encuentran sustento en el negocio de la violencia y la protección.
9 La doble movilidad ha generado apetitos y resentimientos frente a barreras sociales,
mayores esfuerzos para el logro y mayores resistencias y condenas. Los ya viejos
calificativos de “clase emergente” y “clase sumergente” siguen describiendo un proceso
complejo de cambio social que no deja de tener efectos contradictorios. Y con ello
también se ha exacerbado una profunda ambigüedad ética en nuestra sociedad; no se
trata solamente de que se hayan afianzado nuevos valores asociados con el éxito, la
temeridad y la muerte ni que el machismo se haya salido de madre, como dice Salomón
Kalmanovitz1. Se trata también de que viejas concepciones sobre el ordenamiento
jerárquico de la sociedad, los credos religiosos y las verdades sempiternas que negaron la
existencia social de las diferencias y los diferentes, apuntalaron nuestra supuesta
configuración como nación y una estructura particular de dominación, buscan ratificar su
vigencia, a pesar de tantos y tantos síntomas de su obsolescencia.
46

10 Los narcotraficantes han sido aceptados o repudiados socialmente a partir de que


encarnan valores, aspiraciones, odios, temores y envidias de buena parte de la población.
Dejar de ser pobre en un golpe de suerte o audacia, poder recorrer las calles de las
ciudades en brillantes y costosísimos automóviles, acompañarse de reinas y exreinas de
belleza, lograr que personajes de la intelectualidad, el clero, la política, la farándula y el
capital les soliciten sus favores, todo eso contrasta con la arrogancia, la arbitrariedad, y la
facilidad para ordenar asesinatos y/o actos terroristas.
11 Por tanto lo anterior da la impresión de que los narcotraficantes se mueven en una
sociedad moderna y favorecen su desarrollo, pero al mismo tiempo revelan sus
predilecciones por lo tradicional, no sólo en sus deseos de poseer tierras, su admiración
por los caballos y otras simbologias campesinas, sino por los métodos de gestión y
competencia. Se caracterizan fundamentalmente por la violencia y barbarie desplegada
tanto en su supervivencia como empresarios, como en las formas de resolver sus
conflictos con cualquier obstáculo que se les enfrente. Tiene razón Nora Segura cuando en
su estudio sobre la droga y la mujer en Colombia concluye resaltando los efectos
profundamente conservatizantes del narcotráfico.
12 Pero las aceptaciones o repudios frente a los narcotraficantes presentan también
variaciones regionales: hay convivencias o conflictos locales que dependen a su vez, entre
otras cosas, de los patrones de acumulación local de capital y del lavado de dineros (a
quiénes se involucra, a quiénes se beneficia, con quiénes se establecen las alianzas); de la
presencia o ausencia de fuerzas guerrilleras; de la naturaleza del liderazgo político y la
organización comunitaria local y de las formas de presencia del Estado.

Las personalidades proyectadas por los


narcotraficantes
13 Las descripcionesy autodescripciones que se conocen de los narcotraficantes muestran
cómo, a pesar de la ¡legalidad en que se mueven, sus esfuerzos por insertarse en la
sociedad colombiana se realizan a través de la exhibición de valores sociales
profundamente conservadores. Tienden a resaltar tanto su ajuste a la normatividad
sociocultural existente, como a los patrones de movilidad social vertical supuestamente
más valorados en la sociedad colombiana.
14 Por ejemplo, a raíz de las denuncias del embajador Tambs en 1984, sobre el laboratorio de
Tranquilandia, El Tiempo publicó lo siguiente: “Escobar desmintió la perniciosa relación
que el embajador trata de establecer entre los grupos subversivos y él.” ...y dijo: “Con
ellos comparto el deseo de una Colombia con mayor igualdad social para todos, pero no
me identifico con su propósito de alcanzar el poder por medio de las armas, porque para
ello existe el sistema democrático, fielmente tutelado por nuestro ejército, guardián de la
constitución y las leyes de la República...” (El Tiempo, 28 de marzo de 1984).
15 Y luego añadió: “...Que me acusen de ser narcotraficante, vaya y venga, pues estoy
acostumbrado a que lo hagan y nada prueben. Pero que pretendan presentarme como
socio de la guerrilla, eso sí que no lo acepto, pues lesiona mi dignidad personal... Yo soy
un hombre de inversiones y por ello no puedo estar de acuerdo con las guerrillas que
luchan contra la propiedad” (Semana, 2-7 de abril de 1984).
16 En 1988, Mario Arango publicó un libro en el que trató el problema de la formación del
complejo del narcotráfico en Antioquia a partir de una encuesta aplicada a veinte
47

empresarios contrabandistas de droga. Luego de estudiar brevemente el repertorio de


valores antioqueños tradicionales, encontró que en los empresarios entrevistados, esos
viejos valores tienden a reproducirse. Entre ellos, la intensa búsqueda de movilidad social
ascendente, las virtudes negociadorasy de “rebusque”, los gustos rurales (fincas,
caballos). Pero al contrario, no se amoldan a cierta circunspección en el consumo, son
exhibicionistas, etc. En este sentido ellos no constituyen un reto a los arreglos culturales
dominantes, y buscan, ante todo, un acomodo en su sociedad (Mario Arango, 1988).
17 En el libro anónimo “Un narco se confiesa y acusa” se lee: “Ante la implacable
persecución que se ha desatado contra los narcotraficantes, el hostigamiento de que han
sido víctimas y la violencia que han sufrido nuestras familias y nuestras propiedades,
curiosamente, aún no me siento delincuente... No me considero delincuente, pues yo me
siento patriota, buen hijo, buen esposo, buen padre y buen amigo... En verdad, siendo
narcotraficante, no me siento delincuente ni pecador: A nadie he matado ni mandado
asesinar. A nadie he robado o secuestrado. Mucho menos extorsionado o chantajeado. No
me he quedado con los ahorros de nadie. He pagado mis deudas. No he realizado
chanchullos o negocios con el gobierno. Pago impuestos. Hago obras de caridad. Voy a
misa. Cumplo con mis obligaciones familiares. Reconozco buenos salarios a mis
trabajadores. Hago obras sociales. Colaboro con la política, sin exigir ni un puesto para
nadie. Creo, además en el sistema democrático. Inclusive, admiro la sociedad
norteamericana. En muchos aspectos, menos en su doble moral y en la discriminación
hacia colombianos ni latinos... Inclusive mi familia, que sabe de mis actividades, no me ve
como delincuente. Ni mis amigos sanos. Ni con las personas que llevo a cabo toda suerte
de negocios. Ni el cura que recibe mis limosnas. Ni el político al que entrego mis aportes.
Ni los policías ni militares que son mis amigos... En una palabra, toda la gente que me
conoce, y que es mucha, no me trata como delincuente, pues yo pienso que éste, como el
ladrón, secuestrador o asesino, es una persona repudiada socialmente. Si yo no lo soy, es
porque no soy delincuente... Por todo lo anterior, no entiendo porque (sic) ahora se me
persigue y se me busca para extraditar a los Estados Unidos” (pp. 39-40).
18 En unas declaraciones concedidas por Gonzalo Rodríguez Gacha al periodista Hernando
Corral, se quejó de que si el narcotráfico estuviera en las manos de la oligarquía, el
tratamiento sería muy distinto. Reivindicó así sus orígenes populares y sostuvo que era
perseguido por esa razón, pero que si no se viera acosado por el gobierno de las
oligarquías, sería un ciudadano de bien, benefactor de su pueblo.
19 Finalmente, en las diferentes cartas que los hermanos Rodríguez Orejuela han escrito
desde Cali a las autoridades locales en cada ocasión en que han sido considerados
sospechosos de hechos violentos, han hecho énfasis en su carácter de empresarios legales,
ciudadanos cumplidores de su deber y respetuosos de la ley. Inclusive se definen como
perseguidos por los delincuentes del Cartel de Medellín (ver por ejemplo, el reportaje
concedido por Gilberto Rodríguez a Newsweek).
48

BIBLIOGRAFÍA

Bibliografía
Arango, Mario
1988. El Impacto del Narcotráfico en Antioquia. Ed. J.M. Arango? Medellin.

Anόnimo
1989. Un Narco se Confiesa y Acusa. Ed. Colombia Nuestra, Bogotá

Kalmanovtiz, Salomόn
1989. La Encrucijada de la sin Razόn y otros Ensayos. Ed. Tercer Mundo, Bogotá.

NOTAS
1. “Las implicaciones que tiene este nuevo sector económico tan grande, dinámico y rentable
para la sociedad colombiana son inmensas: se han afianzado firmemente viejos valores que
adjudicaban el éxito en la vida a la temeridad y a la suerte. El machismo se salió de madre. El
crimen corporativo terminó de abatir la ya maltrecha institución de la justicia civil: la mafia
compró políticos, policias, militares, agentes de aduana y guardianes de prisiones. Se unió con las
fuerzas de la ultraderecha nacional, que siempre han sido temerarias, para liquidiar a cientos de
activistas, sindicalistas, maestros y profesores universitarios, periodistas, jueces y ministros.
Sobreimpuesto a una álgida lucha entre los movimientos político-militares, los partidos legales
de izquierda y los movimientos cívicos, por un lado, y un régimen político que cada vez hace
menos negociación con sus opositores, recurriendo a la violencia para derrotarlos, por el otro
lado, el narcotráfico toma partido por la derecha, aunque tenga sus específicas reivindicaciones
nacionalistas y antinorteamericanas, lo cual conduce a que de vez en vez haga alianzas tácticas
con algunos movimientos político-militares”. Salomón Kalmanovitz, 1989, pp. 23-24.

NOTAS FINALES
1. Sociólogo, Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la
Universidad Nacional de Colombia.
49

Región, conflicto y movimiento


social
Una región de reciente colonización1

Clara Inés García

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

1 La región que trataré como caso de análisis –el Bajo Cauca Antioqueño– tiene un
particular interés desde el punto de vista de la temática que nos reúne aquí: conflicto
social en América Latina.
2 La comprensión del conflicto social en la región jugó un doble papel en la investigación
que adelanto:
• De una parte, era el objeto mismo de mi investigación, por cuanto esta pretendía dar cuenta
de los movimientos sociales en su interior y, quien dice movimiento social, dice conflicto.
• De otra parte, los conflictos sociales se convirtieron en la clave metodológica para
comprender la configuración de la región misma, cuya lógica y dinámica eran a su vez
condición sine qua non para desentrañar la lógica de la acción colectiva a su interior.
3 En esta ponencia me referiré exclusivamente al segundo de los aspectos mencionados.
4 Para comenzar, haré una breve ubicación de la región:
5 Los ríos Magdalena y Cauca son los dos principales afluentes que atraviesan el país de sur
a norte y cuyos valles separan dos de los tres ramales de la cordillera de los Andes. El Bajo
Cauca es la llanura formada por el río Cauca, una vez éste sale de la zona andina y se
dirige hacia su desembocadura en el río Magdalena.
6 Se trata de una de las varias regiones de reciente colonización en Colombia,
específicamente, de aquellas ubicadas en las llanuras tropicales del centro del país.
Comparte con todas ellas una de las problemáticas asociadas a los procesos de reciente
colonización, a saber, el conflicto planteado entre guerrilleros, ejército y empresarios de
50

distinta índole que, desde sus respectivos intereses, penetran estas zonas tras de los
recursos y/o tras del dominio territorial y político. Los colonos, pobladores rasos que
llegan también a ellas, vacíos los bolsillos pero llenos de ilusiones, se ven atrapados entre
dos fuegos, y enfrentados a las dificultades que todo proceso colonizador de por sí
conlleva: construir sociedad partiendo de cero.

BAJO CAUCA ANTIOQUEÑO

▲Poblaciones

7 La lucha por la supervivencia y el conflicto son pues los rasgos predominantes del proceso
de poblamiento, de explotación económica y de constitución de la primigenia estructura
social a partir de la cual se comienza a organizar y a integrar este territorio.
8 Trataré en seguida algunos aspectos de esa singular relación que encontré entre la
dinámica del conflicto y la configuración de la región:

Actores sociales, territorialidades y región


9 Aunque el Bajo Cauca había sido asiento de importantes yacimiento auríferos en la época
colonial, los cuales habían dado lugar a la fundación de dos importantes ciudades –
Cáceres y Zaragoza–, después del siglo XVIII pierde toda importancia para los
inversionistas públicos y privados, no constituye objeto de atracción para los flujos
poblacionales, sus precarios asentamientos se difuminan y los mismos historiadores
pierden los rastros de su acontecer.
10 Es sólo a finales de los años treinta y principios de los cuarenta del presente siglo cuando
dinámicas sociales de diversa índole reactivan el repoblamiento de esta llanura. A partir
de ese momento se inicia la configuración de lo que pudiéramos llamar la osatura básica a
51

partir de la cual se arma este territorio: los cauces de los dos ríos que la atraviesan –Cauca
y Nechí– se convierten en los dos ejes a lo largo de los cuales se asientan los migrantes,
invierten ganaderos y compañías mineras, se levantan o consolidan los poblados, se
construyen carreteras (la troncal que unirá el occidente colombiano con la Costa
Atlántica) y caminos, se titulan tierras y se trenzan los conflictos entre las distintas partes
interesadas en sentar allí sus reales, como lo fueron la invasión de tierras para levantar
caseríos, bandas de delincuentes que acosan a ganaderos y comerciantes, chusmas y
contrachusmas que reciben a los nuevos colonos con el terror y pleitos constantes por la
tierra entre empresa minera y colonos.
11 Sin embargo, y ésta es nuestra primera tesis respecto de la configuración regional y su
relación con el conflicto social, esta osatura sólo adquiere “sentido” y comienza a
configurar “región” a partir del momento en que los actores sociales irrumpen en la
escena confrontando sus fuerzas tras el logro de intereses específicos e imprimiéndole
con ello significado y contornos más precisos al espacio sobre el cual viven, se relacionan
y luchan.
12 Tal proceso se desata a partir de los años setenta cuando las guerrillas se asientan en la
zona y adquieren identidad a través de la lucha por su dominio, cuando el ejército
colombiano se plantea una estrategia de control sobre este mismo territorio, cuando el
auge de los precios del oro impulsa definitivamente la migración constante e intensa
sobre la zona disparando su crecimiento poblacional y creando las condiciones para el
estallido y desarrollo de dos macroconflictos sociales que de ahí en adelante cargarán con
la principal responsabilidad de la definición de los contornos regionales: delimitando un
espacio de conflictos y consolidando a través de ellos unos referentes espaciales, sociales
y políticos comunes.
13 El primero de los conflictos a los que hice mención es el entablado entre guerrillas,
ejército y empresarios mineros o ganaderos.
14 Su primera fase –en los setenta– se desarrolla entre guerrillas y militares. Es cuando el
Ejército de Colombia intenta exterminar al ELN que, para ese entonces, tenía como su
principal foco a las estribaciones nororientales de la cordillera central y a las llanuras del
bajo Cauca hasta la población de Nechí.
15 Su segunda fase –en los ochenta– se desarrolla entre esos mismos actores, y un tercero
que entra en la contienda: los empresarios, mineros o ganaderos, principalmente los
primeros, quienes se convierten en el blanco predilecto de los ataques guerrilleros en
tanto potenciales fuentes de ingresos económicos, al igual que en otros lugares lo son
bananeros o petroleros...
16 La guerra se generaliza y se intensifica cada vez más. Las riberas de los ríos Nechí y Cauca,
ejes estructurantes de la región, reciben el mayor impacto de la misma: a lo largo del
Nechí se dinamitan las torres de energía de la Compañía Mineros de Antioquia, se realizan
tomas guerrilleras de los principales asentamientos urbanos y se enfrenta continuamente
a los batallones del ejército; a lo largo del Cauca corre la troncal del Norte y se asientan
varios batallones: la primera se convierte en punto estratégico de control para los dos
bandos militares enfrentados.
17 Entre tanto se fragua el segundo gran conflicto social: entre los pobladores y el Estado.
Los primeros, carentes de carreteras, puentes, salud, educación, agua potable, luz...
deciden lanzarse a la movilización social. Entre 1984 y 1988 se suceden paros cívicos
acompañados generalmente de “éxodos” campesinos que reúnen en diversos cascos
52

urbanos entre 4.000 y 20.000 personas (la región tenía en total 102.428 habitantes en
1985).
18 Pero si “las condiciones de vida” de estos pobladores son más que precarias, no son ellas
directamente las que los lanzan a la movilización. La confrontación armada generalizada
sobre el territorio, ésto es, sobre sus caceríos, parcelas, ranchos y solares, pone en juego
la “vida” misma.
19 Así, jalonados por diversas organizaciones sociales-campesinas (ANUC), cívicas
(Movimiento Cívico 27 de Febrero) y políticas (Unión Patriótica) comienzan a
manifestarse miles de pobladores campesinos, mineros y urbanos en contra de los efectos
negativos de la guerra.
20 Si a la guerrilla le conviene que a través del movimiento social masivo y desarmado se
presione por la desmilitarización del territorio, por la abolición de los controles a la
circulación de personas y mercados, por la salvaguarda de los derechos humanos, a la
mayoría de los pobladores también y, por eso se movilizan.
21 De ahí que el territorio de guerra demarca también el territorio del movimiento social en
el Bajo Cauca.
22 Si bien las movilizaciones sociales tuvieron sus primeras manifestaciones en puntos muy
localizados en la década del setenta (Caucasia y Zaragoza) y se dinamizaron en torno de
aspectos puramente “materiales” y de diversa índole (obras públicas y servicios), pronto
la confrontación armada homogeniza los términos de la lucha, la generaliza a través de
todo el territorio (cinco de los seis municipios que lo conforman) e impulsa a la
coordinación de sus acciones y a la formación de un movimiento de carácter regional.
23 Así, la guerra entre las guerrillas y el ejército catalizó la formación y articulación de un
gran movimiento social que durante cinco años consecutivos promovió en la conciencia
de los pobladores no sólo la idea de ser portadores de un cúmulo de necesidades
insatisfechas sino de pertenecer a un mismo territorio, de compartir una misma
problemática y de poder actuar mancomunadamente con objetivos y reivindicaciones
que, aunque con limitaciones, comenzaron a satisfacerse. Es más; las movilizaciones se
construyeron sobre la base de la reunión en un mismo punto de masas provenientes de
diversas zonas de la región. Esto es: se recorría el territorio y se confluía unas veces en
unas cabeceras urbanas, otras en otra.
24 Las masas se apropiaron material y subjetivamente del territorio que habitaban y
compartían. El movimiento social catalizado por la guerra y desarrollado a lo ancho de
ese territorio de guerra, cumplió con un papel principal en la articulación de la región.

Región y Nación
25 La segunda tesis que quiero desarrollar aquí con respecto a la relación que se presenta
entre los conflictos sociales y los procesos de configuración de las regiones hace
referencia a la articulación de estas realidades socio-espaciales llamadas regiones con el
conjunto social global al que llamamos nación. En concreto veremos cómo los lazos que
articulan una región a una nación pasan paradójicamente por la lucha y el conflicto.
26 No existe una región sin referencia a una nación. Me explico: la dimensión política –que
es la que menos se nombra y analiza en los estudios regionales– está presente en el meollo
de la definición de las coordenadas socio-espaciales que delimitan cualquier región.
53

27 Ya vimos una de las dimensiones de esa variable política actuando en la definición de un


espacio regional: el conflicto social, a través del cual se dirimen intereses diversos frente
al control de los recursos al interior de un espacio determinado y estructura relaciones
sociales y referentes materiales, políticos y culturales sobre un espacio determinado.
28 Sin embargo, la dimensión política que define contornos regionales también opera con
relación a los lazos que articulan ese territorio a la nación: en la lucha por el control de
los recursos al interior de un espacio no se está jugando simplemente la subsistencia de
unos grupos sociales o la capacidad de unos para imponerse sobre los demás coterráneos.
También se juega el poder que a partir del dominio sobre un territorio determinado se
puede obtener dentro de un conjunto social más amplio.
29 El poder que se obtenga a partir del dominio sobre una región adquiere sentido en la
medida en que éste sirve de base para posicionarse dentro del concierto de poderes al
interior de una nación. De ahí que las regiones no tengan sentido sino dentro de una
realidad social y política superior que las englobe.
30 En el caso de la región que nos ocupa, encontramos que el proceso mediante el cual se
integra esta porción de territorio a la nación está construido sobre una particular
dialéctica entre los pobladores de la región movilizados, la guerrilla y el Estado, y cuando
el significado de los conflictos en juego toma proporciones que van más allá de las simples
fronteras regionales.
31 En otras palabras, cuando el Bajo Cauca se convierte en asiento territorial de una lucha
más amplia por el poder y sus contornos regionales comienzan a ser vistos y tratados por
los poderes públicos en esa dimensión, es cuando se cierra el primer círculo del proceso
de configuración de una región. Veamos las dos caras del proceso.

La política pública
32 Es mediante la aplicación de una política de guerra seguida, y muchas veces combinada,
con una política de apaciguamiento de la guerra como el Estado hace su penetración en
estas tierras de nueva colonización.
33 El Estado, hasta finales de los sesentas, sólo estuvo presente en el Bajo Cauca a través de
los diversos organismos de seguridad con que cuenta (DAS, F-2,....) para controlar el
abigeato, la delincuencia y las bandas de chusmeros que azotaban esa zona y de algunas
avanzadas del Instituto de Reforma Agraria titulando tierras y abriendo un camino
(Tarazá-Uré). Con el asentamiento de los nacientes grupos guerrilleros del ELN y el EPL, el
poder público refuerza allí su faz coercitiva y envía sus guarniciones y batallones para
hacerle frente a la guerrilla. De ahí en adelante observamos el transcurrir de una guerra
sin fin.
34 Pero es en la década de los ochenta cuando, ante la envergadura de los conflictos, el
Estado asume una posición más comprometida con relación a su presencia y acción en la
región. Este cambio se enmarca dentro de una coyuntura nacional en la que, ante la
violencia generalizada y polifacética, el Estado se replantea su política: de una política de
“guerra” pasamos a una política de “paz”. La rehabilitación de las zonas periféricas y
rojas se convierte en la consigna principal, poniéndose así a la orden del día en estas
zonas, la inversión pública en carreteras, puentes y servicios públicos.
54

35 En nuestra región de interés se producen dos grandes inversiones: se construye La


Troncal de La Paz que une el centro del país con el noroccidente y la Costa Atlántica. En el
Bajo Cauca esto significa que por fin se articulan los territorios que se habían
estructurado a lo largo de las dos riberas que corrían paralelas de los ríos Nechí y Cauca.
La Troncal los une. De otra parte, el proyecto de Interconexión Nacional atraviesa en
1983-84 al Bajo Cauca. Esto significó para el Estado una providencial oportunidad para
“dar luz”, al menos a las cabeceras municipales de la región, y con ello dar una
importante cuota a la demanda por servicios públicos de los pobladores y que, dado el
contexto de guerra por apaciguar, le permitía aparecer con la faz de las variadas
inversiones que la “rehabilitación”, “normalización” y “pacificación” suponían.
36 Comunicaciones y energía eléctrica son entonces los dos pilares sobre los cuales se
fundamenta la “entrada” del Estado a esta región bajo una faz distinta a la de la coerción
y con consecuencias directas sobre la manera como zonas de reciente colonización
paulatinamente se convierten en regiones al ser articuladas al mapa vial nacional y a las
preocupaciones y políticas públicas del Estado nacional.

El movimiento social
37 Pero hay un segundo nivel a través del cual los conflictos de la región la articulan a la
nación. Se trata de aquel planteado entre los pobladores y el Estado a través de la
movilización social.
38 Ya vimos cómo los pobladores del Bajo Cauca se lanzaron a una movilización de
envergadura regional durante cinco años consecutivos de la década del ochenta. Lo
interesante ahora es observar cómo su enfrentamiento con el Estado se enmarca dentro
del juego de fuerzas sociales y políticas de carácter nacional que se han ido asentando en
la región: La Asociación de Usuarios Campesinos –ANUC–, la Unión Patriótica –UP–,
partido surgido de las entrañas mismas del proceso de paz y el Movimiento Cívico 27 de
Febrero –fuerza social regional que se fue construyendo al calor de los conflictos.
39 Son estas fuerzas organizadas las que impulsan la movilización social en busca de dar
solución a las necesidades más sentidas de la población –necesidades que son las mismas
que en otros territorios de la nación movilizan a otros pobladores y que sumados unos a
otros configuran el cuadro complejo de los grandes conflictos que conmocionan hoy las
bases sobre las cuales han venido funcionando nuestros modelos de desarrollo
desequilibrado y de recortada democracia.
40 Así, con base en la lucha solidaria por la consecución de la satisfacción de las necesidades
básicas, los pobladores se articulan a las fuerzas sociales y políticas que plantean y
dinamizan los conflictos de envergadura nacional. O en otras palabras, así comienzan los
pobladores del Bajo Cauca a formar parte de los ciudadanos de Colombia que, al insertarse
en el juego de fuerzas a nivel nacional, le imprimen un significado político específico a su
región y se vuelven partícipes de los procesos de su articulación a la nación.
41 En conclusión, el estudio de caso realizado sobre una región, sus conflictos y su
movilización social, además de aportar un conocimiento sobre los procesos a partir de los
cuales se han ido construyendo unos contornos regionales y sus características, y de
allegar elementos empíricos y teóricos sobre la lógica de uno de los principales conflictos
que atraviesan a nuestra colectividad, sirvió también de ocasión para implementar una
propuesta metodológica en la que la relación entre los conflictos sociales y la
55

configuración regional aparece como una de las claves para abordar el estudio de las
regiones de nueva colonización en Colombia. Espero que sea de utilidad la discusión sobre
la misma.

NOTAS
1. Las ideas aquí expuestas forman parte de la investigación “Movimientos Cívicos y
Regiones” financiada por COLCIENCIAS. Universidad de Antioquia e Instituto de Estudios
Regionales y que se encuentra actualmente en proceso. En ella se analizan los
movimientos cívicos que durante las tres últimas décadas se desarrollaron en cuatro
regiones de Antioquia.

NOTAS FINALES
1. Socióloga, Investigadora del Instituto de Estudios Regionales Universidad de Antioquia.
56

Urabá: De región de frontera a


región de conflicto1
Claudia Steiner

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

Introducción
1 En 1905, el gobierno nacional le anexó al departamento de Antioquia la banda oriental del
Golfo de Urabá en compensación por la segregación del antiguo Caldas. Desde aquellos
años, dos fueron las preocupaciones de los gobiernos departamentales: incentivar la
colonización de la región con campesinos antioqueños y, por otra parte, encontrar una
salida al mar que venciera las barreras geográficas que separaban al interior del Golfo.
Comenzó entonces una intensa campaña sobre el futuro promisorio de Urabá al mismo
tiempo que se estimaban las propuestas para la construcción de un ferrocarril o de una
carretera. Esta última se consideró como el proyecto técnico más viable. Las obras de
ingeniería se iniciaron en 1930 y su inauguración, a medio hacer, se realizó
pomposamente en 1956.
2 Sobre el por qué no se dio la colonización antioqueña durante la primera mitad del
presente siglo, la más factible explicación, ya planteada por James Parsons en su libro
Urabá, salida de Antioquia al mar, se relaciona con las difíciles condiciones que la
región presentaba para los habitantes del interior del departamento. Sin embargo, no
eran solamente las condiciones físicas como el climay la topografía las que diferenciaban
a Urabá, sino también la existencia de una cultura distinta ligada a la forma de vida de los
habitantes ya establecidos o que se establecieron durante esos años en la región. En este
sentido es claro que la colonización antioqueña no se iba a dar en un territorio vacío y
que la lucha por la apropiación de éste, que no se manifestaría necesariamente en una
lucha física, se daría en otros niveles. La “civilización” o “antioqueñización” de Urabá
57

implicaba el desconocimiento de la mayoría de la población que por aquellas épocas


habitaba en Urabá: negros, indios y mestizos. (Steiner, 1990 y 1991). Antioquia, como
“redentora de la región”, se convirtió en el sinónimo del orden. Urabá sería el desorden,
lo que había que organizar, lo que había que civilizar.

Construcción de la frontera
3 Las percepciones antioqueñas de la región de Urabá, llevan a formular una serie de
preguntas sobre los conflictos culturales o regionales y étnicos que representó la llegada
tardía de un grupo particular que como el antioqueño, se define a sí mismo en términos
de “raza”. En este sentido, es posible observar en el discurso de la colonización
antioqueña durante el presente siglo, que conceptos tales como la “homogenización de la
raza” o la “antioqueñización” de Urabá se convirtieron en aspectos centrales de la
campaña colonizadora. La ocupación del espacio regional por los antioqueños, visto como
laconquistade la periferia, permite inferir que laconstitución de lafrontera interna
implicó la exclusión social y económica de los habitantes de ésta, caracterizados desde el
interior como racialmente inferiores.
4 La antioqueñización de Urabá implicaba, además, que los nuevos habitantes llegados del
interior contribuirían a la difícil tarea de consolidar el gobierno departamental en la
región. En este sentido, la imposición de una base organizacional por parte de un grupo
regional y demográficamente minoritario debió influir en el escaso éxito en el
establecimiento de las instituciones consideradas como portadoras de valores típicamente
antioqueños.
5 Es frecuente encontrar quejas de los representantes de la Iglesia, de profesores o de
funcionarios públicos referidas a la dificultad de realizar un buen trabajo en una región
en donde la gente muestra tan poco interés en las labores por ellos realizadas 2. La
institucionalización del orden, percibido como la llegada del poder público central se
mantendrá hasta nuestros días, como una preocupación constante en la región3.
6 En este artículo quisiera hacer referencia a la forma cómo los conflictos étnicos-culturales
que se evidencian en la historia de Urabá así como la “ausencia del estado”, están
relacionados a través de la percepción de “frontera interna”. La construcción de esta
percepción puede verse a partir de las imágenes que sobre Urabá presenta el discurso de
la colonización antioqueña en Urabá desde comienzos del presente siglo.
7 En este trabajo se considera que la existencia de la “frontera interna”, a través de las
imágenes antioqueñas se vio fortalecida en la medida en que en la región se desarrollaron
ciertas formas de resistencia a la expansión antioqueña. De otro lado, la construcción de
la imagen de frontera interna ha sido importante para justificar la existencia de poderes
locales excluyentes. Estos planteamientos se desarrollarán a través de una rápida mirada
al discurso de la colonización antioqueña y a través de la influencia en la región de un
gamonal liberal durante los años treinta.

Antioquia: Indios, Negros y Carreteras


8 En 1931, el visitador Carlos Muñoz en informe presentado a la gobernación, proponía la
presencia de un inspector de instrucción pública en Turbo. Argumentaba que al mejorar
la educación,
58

9 “...Urabá será un campo donde no tendrán cabida las ideas exóticas, opuestas al espíritu
altamente comprensivo de la raza antioqueña, que no acepta el tutelaje intelectual de los
que pretenden transformarla teniendo como base los problemas psicológicos de otras
razas y otras latitudes” (1931:43).
10 Según los datos de Fray Severino de Santa Teresa, prefecto apostólico de Urabá (1939), la
población total de Urabá era en 1939, de 50.000 personas. Entre estas, la raza negra
representaba el 65%; los blancos y mestizos el 25% y los indígenas el 10%. O sea que en
términos estrictos (ya que para Santa Teresa los blancos y los mestizos ocupan el mismo
lugar), las “otras razas” a las cuales se refería el visitador Muñoz en 1931, constituían el
75% de la población4.
11 Dieciséis años después, en la correspondencia del alcalde de Frontino del año de 1947,
aparece una carta dirigida por éste al gobernador del departamento defendiendo al
corregidor de Policía en el manejo de una situación de orden público. El problema
narrado por el funcionario hacia referencla al hijo de Don Ricardo Arango, administrador
de rentas departamentales, a quien habían metido a la cárcel por “repicar las campanas
de la Iglesia en momentos en que se practicaba el rosario de costumbre”. La policía fue
avisada y cuando fueron a coger al muchacho éste corrió por toda la Iglesia y según el
informe, irrespetó el altar, burló a la policía y de nuevo hizo repicar las campanas.
Finalmente la policía encarceló al muchacho. Cuenta el alcalde que el padre del niño llegó
“hecho una furia” gritando al corregidor:
12 “Inmediatamente me larga mi hijo por que esta cárcel es para los indios y no para los
hijos míos, o le prometo que lo hago caer del puesto donde está” (Folder No.439. Oficio
2411).
13 En cuestión de días y dependiendo de la fuente de información consultada, para los
antioqueños la región pasaba de ser el lugar a donde se enviarían los malos, los ociosos y
los perros que sobraban en Medellín, a un paraíso listo para ser explotado. Pero
claramente un paraíso que aún no existía... porque Urabá aún no era real para Antioquia y
debía construirse. Era un sueño a realizar; y para su invención se necesitaban los
soñadores. Estos serían personajes generalmente pertenecientes a la élite progresista del
departamento, que el gobierno local y la prensa incorporarían a la campaña colonizadora
de la región. Se constituirían en los impulsores de Urabá: en los “quijotes” de la
colonización del occidente, comparables a los “fundadores” de la colonización del sur del
departamento. Generalmente ingenieros o visionarios de las posibilidades económicas
que les ofrecía un país que apenas salía del marasmo de sus guerras civiles, más que
inventores de sueños eran personas bien conectadas con el momento económico que vivía
el país y Latinoamérica en general. Si no eran quijotes, al menos si tenían una visión del
camino que tomaría el desarrollo del país.
14 Las imágenes de Urabá que presentaban tanto la prensa antioqueña como los informes
oficiales, más que reforzar la frontera geográfica fueron fortaleciendo una frontera
cultural. En éste sentido, amedida queavanzaba laarticulación de la región con Medellín
através de la Carretera al Mar, la frontera geográfica disminuía en la misma proporción
en que se acrecentaba la frontera cultural5. El caso más notorio se puede observar en las
opiniones que sobre la región emitirían los “impulsores del desarrollo”. Estas tenderían,
por un lado a desconocer la existencia de grupos organizados social o económicamente en
la región y por el otro, a proclamarse como los únicos redentores de una zona donde
imperaba el “salvajismo” y la “barbarie”. (Steiner, 1991). Este convencimiento convertiría
59

la labor colonizadora en algo más que la ocupación física del territorio, en donde los
elementos religiosos, patrióticos y civilizadores jugarían un papel importante. La máxima
expresión de esta actitud se encuentra en el discurso que convertiría la construcción de la
carretera al mar en una “magna” labor y a la figura del empresario don Gonzalo Mejía, en
el patriota por excelencia.
15 Si el hacha ha representado el símbolo de la colonización antioqueña del sur del
departamento, la carretera al mar es el símbolo indiscutible de la colonización del
occidente. Al respecto conviene destacar dos aspectos. El primero, es la forma como esta
empresa a través de una serie de símbolos y de propaganda logró convertirse en “el
proyecto de los antioqueños” por llegar al mar. Los mismos elementos utilizados para
promover la colonización, como el patriotismo, la religión, y “la raza” estuvieron
presentes en el desarrollo de la obra. Cualquier negativa del gobierno nacional para la
continuación de la carretera, sería presentada como una negativaal pueblo de Antioquia.
16 El segundo aspecto importante de destacar es el hecho de que lacarretera nuncafue vista
como importante para Urabá, sino solamente para Antioquia. Esta debía ser vista no como
arteria de salida sino como vía de penetración. En efecto, este fue un proyecto del interior
que pocas veces consultó con las necesidades o intereses del Golfo. De hecho, las
comunicaciones de los habitantes de Urabá siempre se daban con Cartagena o con
Montería, sus relaciones no eran con el interior.

El Rey Negro tie Turbo


17 Pero, ¿Cómo percibían los pobladores de Urabá la situación de Urabá en relación con las
imágenes antioqueñas sobre la región?
18 El caso de un gamonal liberal va a ilustrar este punto.
19 Eusebio Campillo fue sin lugar a dudas el personaje más importante del Urabá antioqueño
en los primeros treinta años del siglo. Conocido como “el rey de la tagua”, todos los viejos
habitantes del Golfo se ufanan de haberlo conocido. Hasta el momento sin embargo, no he
encontrado una sola referencia a éste personaje en la prensa antioqueña de la época. La
admiración, el miedo y el respeto hacen parte del recuerdo dejado entre la población por
este comerciante de tagua. Su fuerte personalidad sus excentricidades lo han convertido
en una leyenda de la cual hablan con propiedad incluso aquellos que llegaron a Urabá
años después de su muerte.
20 Oriundo de Cartagena era propietario de la hacienda ganadera Guapá, una de las más
grandes de la región. Comerciante de tagua, contrataba peones de Tierralta y de Río
Nuevo en el Sinú. Adel López Gómez, quien lo conoció en 1939, y escribió un artículo
sobre él en 1963, se refiere a la autoridad ejercida por Eusebio Campillo en Turbo, como a
la de un “rústico rajá” en medio de las selvas tropicales.
21 La época gloriosa de este “negro cartagenero, el prototipo del negro, del señor señor”, tal
como lo describe el “ronco” Jaramillo, en Apartadó, debió relacionarse con el auge del
comercio de la tagua. Durante muchos años fue el jefe del partido liberal de Turbo y el
cacique indiscutible de la población. En el recinto del Concejo de turbo, donde ocupó una
silla por varios años, aparece colgada su fotografía. En ella se le puede observar, tal y
como lo describe un viejo liberal de Turbo, “un hombre alto, grueso, moreno de un color
aceitado, pelo más bien ensortijado y de una mirada penetrante que infundía mucho
respeto en el pueblo”. El tamaño de Campillo es una característica por todos mencionada.
60

22 Las maneras fuertes y déspotas de Campillo si bien podían causar reticencia en algunas
personas, en general eran vistas como las de una persona “que hablaba claro”.
Indudablemente producía algo de miedo, aunque cómo dijo don Célimo Romaña en Turbo,
“la gente no le tenía exactamente miedo, era como un respeto de cariño no un respeto de
miedo. Lo que pasa es que don Eusebio Campillo hablaba con mucha seriedad”. Era, como
es obvio, el prototipo del hombre valiente y mujeriego. Don Manuel, quien en la
actualidad tiene 90 años y es de los más viejos habitantes de Turbo menciona que,
23 “La gente aquí quería a don Eusebio, yo no le tenía miedo porque yo era igual que él y
peleaba a machete. Vea estas cicatrices, esto han sido paisas que me han mochado”.
24 Queriéndolo o no sin embargo, cualquier orden suya debería ser cumplida.
25 ¿Por qué una persona como Eusebio Campillo llegó a tener tanto poder en la región?
Aparte de su evidente poderío económico a través del comercio de la tagua, que le
permitió vivir como rico hasta el día de su muerte, según los entrevistados, sería
interesante intentar ver otras características de este personaje. Era un furibundo y
convencido liberal en una región en la cual sus habitantes más viejos se proclaman como
los más auténticos y radicales. Ser liberal en Urabá era mucho más que la pertenencia a
un partido, era algo con lo que se nacía. “El Ronco” Jaramillo lo explica: “porque esto es
liberal por tradición y porque la tierra caliente siempre ha sido liberal, toda esta región
de Urabá era, digamos como una República independiente liberal, aquí no podía entrar la
policía”. En este mismo sentido se expresó don Célimo Romaña al decir que,
26 “Esta región es netamente liberal, usted sabe que la tierra caliente como ésta es de fervor
liberal. Precisamente porque a la gente le gusta mucho el aguardiente y porque la gente
nace con ese espíritu de libertad que lo lleva a ser liberal, a ser libre”.
27 Al respecto conviene destacar un punto: la relación de identidad entre ser liberal y vivir
libre en la tierra caliente es enunciada frecuentemente por los viejos militantes
entrevistados en Urabá y Córdoba, que en su mayor parte provienen del Chocó. Se
denominan como liberales o sea libres pero en la tierra caliente. Es fácil ver la
contraparte: la tierra fria, el interior, lo antioqueño, lo conservador.
28 La región se consolidó como liberal en un país con gobierno conservador y muy
seguramente fue para sus habitantes la posibilidad de supervivencia, lo cual ciertamente
les representó cierta libertad6. Sus pobladores además, vivieron de la recolección y de la
pesca, actividades de alta movilidad en contraste con la economía cafetera centrada en la
familia. Todo esto haría que este Urabá liberal fuera, sobre todo distinto a Antioquia.
29 El poder de Campillo era el resultado de una serie de factores no solamente relacionados
con su apabullante personalidad y su dinero sino también por una serie de valores que él
representaba y que lo identificaban con los habitantes de la región.
30 Eusebio Campillo, el señor que, según Célimo Romaña, “aunque iba mucho a Cartagena su
vida era aquí porque cualquier cosa que le hiciera falta al pueblo él siempre estaba al
frente para conseguirla”, no solamente era identificado como benefactor sino como
representante de lo liberal o sea del ser libre. Y es en esa imagen de libertad donde se
puede ubicar el poder de Campillo, porque es allí donde surge la identificación de la
población con él. Este personaje vivió en la época en que el comercio y los negocios
comenzaban lentamente a ser manejados por los antioqueños y era desde Medellín desde
donde se decidía el futuro de la región. La carretera al mar se planeaba como la llegada
triunfal del interior al Golfo. En ese contexto, Campillo era un “hombre de pueblo”, un
negro más poderoso y más valiente que la población blanca que comenzaba allegar. Por
61

manejar la política liberal de lazonayporteneraúnciertopoder económico, podía


relacionarse de igual a igual con los del interior, lo cual innegablemente le generaba
prestigio en una región todavía lejana de Medellín.
31 El fenómeno de miedo-atracción producido por Campillo está entonces también
relacionado con la imagen de frontera de la cual él mismo también se beneficiaría. Por un
lado, él tenía la capacidad de relacionarse con el “exterior” através del comercio, pero
creando vínculos de identidad “no antioqueña”. El se movía por los ríos, manejaba
ganado, extraía maderas, era liberal-libre y negro. Pero sobre todo era capaz de percibir
la expansión antioqueña y decirle a don Manuel: “muchachos, rueguen por la salud mía,
porque a la hora que yo falle se cogen los antioqueños el pueblo”. Es así como Campillo
también podía utilizar la imagen de frontera como justificación de su poder. El también
ponía orden, él “hablaba claro”.

Orden versus desorden


32 La terminación de la Carretera al Mar coincidió con el establecimiento de las primeras
empresas bananeras en la región a comienzos de los años sesenta. Finalmente, el
“elemento antioqueño”, llegó masivamente a Urabá para asumir el desarrollo de la región
tantos años pospuesto7. El orden será entonces impuesto por el capital. Será el capital el
que se beneficie de la frontera y serán los antioqueños los únicos “buenos para el
trabajo”, los que tienen capacidad de manejar laempresa. Ellos finalmente son los que
tienen el “espíritu empresarial”, en una región atrasada. Se observa así cómo las
percepciones raciales construidas a lo largo del siglo tienen una funcionalidad en lo
político y lo económico (Mills, 1987). Las imágenes culturales legitimarán las relaciones
laborales que se establecerán en las plantaciones bananeras. El negro además de
racialmente inferior será visto como “perezoso” y “malo para el trabajo”, ocupando los
escalafones más bajos en el proceso productivo (Botero y Sierra 1981).
33 Pero si el capital se nutre de la imagen de frontera para consolidar su poder en la región a
partir de los años sesenta, la guerrilla también hará lo mismo. Los pueblos controlados
por la guerrilla en la región siempre se han caracterizado por su “orden”. Sus habitantes
se refieren con orgullo a que “aquí no hay vicio” o “los muchachos pusieron orden”. La
guerrilla misma explicaba sus excesos de autoritarismo como necesarios en una región de
colonización donde prima el “desorden”. Justificaban diciendo que “nos quieren porque
pusimos orden”. En la región no había “orden”, o sea no había Estado.
34 Y es precisamente en éste punto donde se relacionan la frontera interna y la “ausencia del
Estado”. Tanto el gamonal Campillo como el capital y la guerrilla se presentan como los
portadores del “orden”. Orden representado a nivel nacional por el Estado, el cual
tampoco ha sido ajeno a la construcción de la frontera. Si para los antioqueños Urabá era
la barbarie y el caos, si para la guerrilla y los empresarios Urabá era el desorden, el Estado
legitimaría la frontera cultural como “región de conflicto”. El conflicto como expresión de
desorden, se convirtió entonces en los últimos años en la justificación de los actos de
violencia que cualquier grupo, incluidos aquellos que representando al Estado,
consideraran como necesarios para establecer su poder en la región.
62

BIBLIOGRAFÍA

Bibliografía
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1990. Urabá: colonización, violencia y crisis del Estado. Medeilín. Universidad de Antioquia.

Botero Fernando y Diego Sierra


1981. El mercado de fuerza de trabajo en la zona bananera de Urabá. Medeilín.

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Santa Teresa, Fray Severino


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1939. Brevecatecismo de la misión de Urabá. San Sebastián Navarro y del Teso.

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1990. “Urabá: ¿colonización o barbarie?” Revista Gaceta de Colcultura, No. 9.
1991. “Urabá: un cruce de caminos”. Colonización del bosquehúmedo tropical. Darío Fajardo,
compilador. Corporación Araracuara y Fondo de Promoción de la Cultura.

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1915. Informe sobre el proyecto de terrocarril a Urabá. Medellín, Imprenta Oficial.
63

1915. Historia del camino nacional de Frontino a Turbopasando por Dabeiba y Pavarandocito al golfo de
Urabá. Medellín. Imprenta Oficial.

DOCUMENTOS DE ARCHIVO Y PRENSA

El Antioqueño 1904, 1905

El Colombiano 1932, 1934-1938, 1941, 1944, 1945, 1947, 1961, 1984

Alcaldía de Frontino
Papeles varios. Años de 1932, 1934, 1937 y 1938.
Papeles varios, 1946-1948.

ENTREVISTAS

Ramón Jaramillo
1989. Apartadó, Antioquia. Abril.

Célimo Romaña
1990. Turbo, Antioquia. Octubre.

Don Manuel
1990. Barrio Chucunate, Turbo, Antioquia. Abril.

Raquel Miranda
1991. Pueblo Nuevo, Urabá, Antioquia, Febrero.

Luis y Alfredo Eljach


1992 Cartagena, Bolívar. Abril.

Guerrilleros del EPL


1990. Campamento de Labores, Antioquia; diciembre.
1991. Campamentos de San Jacinto (Bolívar); Juan José (Córdoba) y Pueblo Nuevo (Urabá), enero y
febrero.

NOTAS
1. Agradezco a Aura María Puyana y a Boris Esguerra la lectura y los comentarios al presente
artículo.
2. Respecto a la labor de la Iglesia en Urabá, es de anotar que la primera orden religiosa que se
instaló allí en el presente siglo fue la de los Padres Carmelitas a los cuales les fue encargada la
Prefectura en el año de 1918. En 1942 la Prefectura apostólica de Urabá pasó a formar parte de la
Diócesis de Antioquia. La salida de la comunidad de los Padres Carmelitas causó una serie de
protestas de los habitantes de la región quienes enviaron varias peticiones al obispo de
Antioquia. (Hernández, 1956:370 y Santa Teresa, 1957).
3. Recientemente, lo anterior pudo observarse en las conversaciones sostenidas en 1990 con
algunos representantes del gremio bananero y con en ese entonces aún, guerrilleros del EPL. Para
los bananeros el principal problema de la región era la poca presencia del Estado. Cuando a los
guerrilleros se les hacía esta misma pregunta, la respuesta era también la misma: el problema de
Urabá era la falta de presencia del Estado. El hecho de que dos grupos, considerados como polos
opuestos en el conflicto de la región consideraran la “taita de presencia del Estado”, como el
principal problema de la región, sugería preguntas acerca de quién o quiénes se beneficiaban de
esta “ausencia”.
4. La entrada masiva del inmigrante del interior del país a Urabá se dió a partir de los años
cincuenta. Tres aspectos estimularon dicha entrada: la violencia partidista, la construcción de la
64

carretera al Mar y el establecimiento de las bananeras a comienzos de los años sesenta. Un


análisis detallado sobre los cambios demográficos en Urabá se hace en el proyecto “Colonización
y cultura en el Urabá Antioqueño”, realizado con el auspicio del Banco de la República.
5. Por “frontera cultural” me refiero, tomando la definición de Deborah Poole para su trabajo en
la provincia de Chumbivilcas, Perú, a una “relación socialmenteconstruida de diferencia social y
específicamente a las formas en que esta relación imaginada de diferencia o exclusión está
inmersa en una Identidad territorial o geográfica de un grupo de personas”. (1988:367).
6. Duncan y Markoff en su trabajo sobre las fronteras ganaderas en América Latina, argumentan
gue las ideologías racistas de los conguistadores españoles ayudaron a definir la frontera como
un espacio de libertad. (1978:607).
7. El alto crecimiento poblacional en la región a partir de estos años es revelador. En 1951, la
población total de la región era de 49.160 y en 1985 había ascendido a 317.028 personas, es decir
que se sextuplicó en treinta años. En 1951, el 35% correspondía a población migrante; en 1964,
esta proporción ascendióal 48%, manteniéndose hasta 1985. (Datos del proyecto “Urabá:
poblamiento, colonización y cultura”, Banco de la República, 1991).

NOTAS FINALES
1. Profesora Departamento de Historia e investigadora Centro de Estudios Sociales. Universidad
Nacional de Colombia.
65

Pormenores acerca de la guerra en


el occidente de Boyacá
María Victoria Uribe

NOTA DEL AUTOR


Note portant sur l’auteur1

1 El tema de la guerra ocupa un lugar Importante en la investigación reciente de las


ciencias sociales en Colombia. Es un campo privilegiado para observar en detalle
comportamientos colectivos e individuales, analizar motivaciones implícitas y explícitas
de los actores involucrados y entender qué factores determinan la definición del enemigo
y la variabilidad de las alianzas. Sin pretender agotar ni mucho menos el tema quisiera
señalar algunos de los alcances de la investigación llevada a cabo en la zona esmeraldífera
del occidente de Boyacá como parte del proyecto Conflicto social y violencia en la década
de los 80' financiado por el CINEP1.
2 A lo largo de la investigación se manejaron varias hipótesis generales. Una de ellas alude a
la precariedad de la presencia estatal entendida como la ausencia de espacios públicos
locales y regionales de resolución de conflictos y a la inexistencia de un sistema judicial
impersonal. Ambos factores propician la formación de poderes locales y regionales que se
encargan de administrar justicia a su entender mediante actos privados que quedan en la
más absoluta impunidad. La presencia de las minas de esmeraldas como recurso natural
capaz de generar riqueza y acumulación rápida para quienes ejerzan el control de los
yacimientos contribuye a que este poder local se organice militarmente con el objeto de
proteger el recurso y reglamentar su usufructo. Con el objeto de caracterizar la
naturaleza de la guerra irregular que tiene por escenario al occidente de Boyacá, se buscó
aprovechar la situación de enfrentamiento en que se encontraban los poderes locales de
la región esmeraldífera para poder observar de cerca las relaciones que se establecen
entre los integrantes de una estructura militar jerarquizada.
66

3 Uno de los ejes analíticos fue la relación entre lo público y lo privado a nivel local. Cuando
se aplican dichas categorías al análisis de sociedades que están a mitad de camino entre la
premodernidad y la modernidad, como es el caso de los esmeralderos, es inevitable que se
presenten dislocaciones y haya que apelar a términos intermedios como lo semi-público y
lo semi-privado. A pesar de las dificultades señaladas, la utilización de estas categorías en
el contexto de la investigación permitió delimitar ámbitos y considerar la doble vía en la
constitución de lo público, desde la perspectiva estatal y desde la óptica de los poderes
locales, poniendo un énfasis muy especial en los mecanismos de legitimación de lo
público local.
4 Las guerras entre esmeralderos se han llevado a cabo en el seno de una comunidad local a
la que se suma una considerable población flotante pobre y desarraigada procedente de
varios departamentos del país, dando lugar a una situación social extremadamente
conflictiva. La utilización de un enfoque transaccional facilitó reconstruir el entramado
social de las relaciones cara a cara que caracterizan a las comunidades mineras y permitió
apreciar mejor la naturaleza de los conflictos interpersonales que son los que dan lugar a
la guerra entre familias enemigas2. Tal enfoque coloca en primer plano las diferencias de
status que surgen a partir de la interrelación misma entre los individuos y no solamente
el status previo de los actores y la jerarquización que se establece a partir del control
efectivo sobre el recurso natural.

Algunas características de la región


5 Los municipios mineros representan una atracción muy fuerte para los habitantes pobres
de las vertientes occidentales del departamento de Boyacá del noroccidente de
Cundinamarca y de los municipios del sur de Santander de tal manera que buena parte de
la mano de obra de las empresas mineras y del sector informal proviene de las
mencionadas regiones. El estancamiento agrícola de la región está relacionado con la
existencia de una agricultura de subsistencia que genera muy poco excedente y con la
débil articulación de toda esta región al mercado nacional debida, entre otras razones, al
mal estado de la infraestructura vial. La situación anterior contribuye a que los
campesinos abandonen temporalmente la agricultura para dedicarse a la guaquería, labor
que les resulta más rentable. Toda esta región de vertientes, deprimida y atrasada, cae
bajo la cobertura del Plan Nacional de Rehabilitación pues presenta índices de pobreza
absoluta.
6 Al abandono secular de la región por parte de la Corona española y de la Iglesia hay que
sumarle la persistencia de un bandolerismo endémico desatado con posterioridad a la
Guerra de los Mil Días; su expresión más álgida tuvo lugar durante la década de 1960 con
la presencia del bandolero conservador Efraín González en la región esmeraldífera. Dicho
bandolerismo ha configurado un escenario de influencias mutuas entre los municipios de
Puente Nacional, La Belleza Jesús María y Albania en el sur de Santander, los municipios
mineros del occidente de Boyacá y los municipios de Pacho, Tudela y Paime en el
noroccidente de Cundinamarca.
7 Las comunidades pueblerinas de la zona esmeraldífera gravitan alrededor de la
explotación de las minas de esmeraldas de Muzo, Peñas Blancas y Coscuéz, y están
caracterizadas por un conflicto permanente y por guerras sucesivas que han marcado su
historia reciente. En efecto diferentes facciones de esmeralderos han protagonizado,
67

entre 1960 y 1990, sucesivas contiendas por el usufructo de las minas de esmeraldas. La
población del occidente de Boyacá está integrada por las pequeñas comunidades locales
de los diferentes pueblos y caseríos y por la fluctuante población flotante de guaqueros y
aventureros. Los raizales son por un lado los campesinos y por el otro los pueblerinos, es
decir los comerciantes, los tenderos, los empleados municipales y los maestros con sus
respectivas familias. El sector pueblerino más tradicional está integrado por los dueños de
las tiendas de abarrotes, los empleados municipales y los profesores, un sector cuyos
valores están en franca contraposición a los de aquellos que gravitan alrededor de las
minas y que eventualmente y con un poco de suerte, podrían estar sujetos a procesos de
acumulación rápida lo que los lleva a asumir una posición crítica con respecto a los
valores y el modo de vida de los guaqueros y comerciantes en esmeraldas.

La organización del poder local


8 El poder local de las localidades mineras se apoya en la red de relaciones primarias
existente en las comunidades pueblerinas, implantando una estructura militar piramidal
integrada por los “patronos” que se encuentran en la cúpula, seguidos por los “jefes
militares”, los “líderes cívicos”, los “jefes de seguridad” y, finalmente, los “rasos” que
conforman la base de la organización. El dinamismo de la estructura militar que circunda
a los “patronos” es tal, que los cargos no son fijos sino que rotan de tal manera que el que
hoy es “raso” mañana puede ser “agente de seguridad” o “líder cívico”, todo depende de
los méritos que se hagan con el patrón o con el jefe militar y de la efectiva resolución de
los asuntos que se presenten. Este poder local comenzó a gestarse hacia 1960 con la
retirada del Banco de la República de la zona, la reactivación de la explotación
clandestina de las minas de Peñas Blancas y la presencia en la zona del bandolero
conservador Efraín González; éste fue reclutado por los “patronos” de entonces como jefe
militar y encargado por estos de reglamentar el orden local; a su muerte fue reemplazado
por Humberto Ariza, a. “El Ganso” al que siguieron otros, la mayoría de los cuales han
muerto asesinados.
9 A pesar de ser un poder coercitivo que encuentra resistencia entre el sector pueblerino
antes mencionado, la legitimidad de este poder militar radica fundamentalmente en dos
aspectos. El primero de ellos es la redistribución de la riqueza que organizan los
“patronos” y empleados de las empresas mineras bajo sus órdenes, mediante la
construcción de obras de infraestructura y servicios públicos; el otro aspecto tiene que
ver con la generación de empleo y rotación de los cargos dentro de las empresas mineras
en una región donde las fuentes de empleo son escasas. Los “patronos” que manejan las
concesiones mineras son la garantía que tienen los esmeralderos de que el Estado no va a
inmiscuirse en sus negocios.

Algunas consideraciones sobre los “rasos”


10 Los “rasos” son jóvenes de la zona, reclutados por los jefes militares entre aquellos que
tienen pendientes venganzas de sangre. Tienen, por lo general, bajo nivel de escolaridad y
una notable acumulación de rencores personales debido al asesinato de uno o varios de
sus parientes. Respecto a los “rasos”, y pensando en otras organizaciones militares
similares, es evidente que existe un cierto grado de intercambiabilidad a nivel de los
combatientes de base o gatilleros, generalización que es aplicable a los ejércitos de
68

reserva de narcotráfico, a la delincuencia organizada y a los grupos paramilitares. En


efecto, cuando los combatientes de base quedan cesantes por disolución de la estructura
militar que los cobijaba ingresan a otras organizaciones delictivas que requieran sus
servicios como gatilleros.
11 En relación con las razones personales que llevan a los “rasos” a entrar en la contienda,
hay varias consideraciones. Por un lado entre los integrantes de las comunidades mineras
del Occidente de Boyacá se detecta la existencia de un sistema de esquemas adquiridos en
la socialización temprana, a manera de código de honor, que operan como principios
organizadores de las acciones tendientes a la resolución directa y violenta de los
conflictos.
12 La mayoría de los combatientes que entran a formar parte de la estructura militar de los
“patronos” lo hacen impulsados por motivaciones personales como saldar cuentas
pendientes o limpiar el propio honor. Una vez reclutados acatan la definición de enemigo
que proviene de los sectores al mando de la coalición familiar bajo cuyas órdenes actuará:
el “raso” es capaz de posponer sus motivos personales y asumir las motivaciones
colectivas pero nunca renunciará a ellos. Las situaciones de tregua o la firma de un pacto
de paz entre “patronos” de diferentes bandos implican, necesariamente, una redefinición
del enemigo y es ante estas situaciones que las motivaciones personales de los “rasos”
pueden entrar en franca contradicción con el principio de autoridad personificado por el
jefe militar. La forma como se resuelva esta contradicción entre el “raso” y su superior al
mando dependerá del nivel de escolaridad del implicado, de la capacidad de aceptar
intermediarios en la resolución del conflicto y de otros factores.

La guerra: enfrentamiento de facciones familiares


enemigas
13 El conflicto que propicia el surgimiento de la guerra entre familias de esmeralderos no es
un conflicto social sino un altercado entre dos o más antagonistas quienes, mediante su
red de relaciones familiares y lealtades primarias, propagan el conflicto de tal manera que
termina por polarizar a toda la comunidad. Esta condición intersubjetiva del conflicto
acota los límites de expansión del mismo de tal manera que la guerra entre esmeralderos
siempre es un conflicto local3.
14 Las guerras comienzan por lo general con el asesinato de uno o de varios miembros
relevantes de la comunidad local a cuyo alrededor se van aglutinando los grupos de
parientes y amigos que pretenden vengarlos, hasta consolidar dos facciones enfrentadas a
muerte: la de los agresores y la de los agredidos, roles que son intercambiables pues una y
otra parte consideran ser siempre los agredidos y actuar con legítima defensa. Uno de los
aspectos que más llama la atención en estas guerras es el peso que tiene el tabú de la
traición como mecanismo de control social.
15 Las versiones sobre las causas que desencadenan la guerra varían y sería un error pensar
que hubo una causa única pues la mayoría de los combatientes entra a la contienda
motivado por la venganza por ello cada uno explica el origen de la guerra a partir de sus
motivos personales: el asesinato de uno de sus parientes. Son guerras entre cuadrillas
enemigas que utilizan la táctica de los ataques sorpresivos y el repliegue posterior; cada
cuadrilla resulta ser como una especie de empresa colectiva de venganzas pendientes.
69

16 Las facciones en que se dividen los esmeralderos son grupos conflictivos que subordinan
el bien público local asus intereses particulares; son coaliciones integradas por las
familias extensas de los antagonistas y por gente que ha sido reclutada por o en nombre
de los antagonistas; el mando de cada una de estas facciones recae en el jefe militar quien
mantiene vínculos personales con cada uno de sus seguidores y se ve obligado a emplear
buena parte de sus energías en cultivarlos para garantizar la lealtad de sus allegados. Las
alianzas son frágiles y la definición del enemigo es un asunto de los patronos, definición a
la que se acogen los demás familiares y el resto de la organización militar. En términos
generales el enemigo es aquel que ofende el honor, asesina a un familiar, roba o incumple
la palabra.

Posibilidades de expansión del conflicto


17 Las guerras entre esmeralderos tienen una posibilidad de expansión que las puede llevar,
y de hecho las lleva, a convertir el conflicto local en conflicto regional. En efecto esta
posibilidad surge cuando aparece otro argumento, diferente al del lucro personal, la
defensa del honor o la venganza de la sangre, que entrañe la existencia de una causa
común y en el caso de los esmeralderos esta causa común es la lucha contra la guerrilla
mediante la conformación de lo que ellos llaman “las autodefensas anticomunistas”.
18 El enfrentamiento entre la estructura militar de los patronos y los dos frentes de las FARC
que operan en lazona, el XI y el XIII, no es ideológico sino económico pues los patronos
consideran que las FARC quieren apoderarse de las minas de esmeraldas parafinanciar su
propia guerra. La guerrilla es un enemigo relativo para los patronos de las minas y cobra
importancia en la medida en que cesa el enfrentamiento entre familias de esmeralderos y
los “rasos” quedan cesantes; por ello las relaciones entre la comunidad local de occidente
y la guerrilla oscilan entre una tensión latente y el enfrentamiento. Durante las épocas de
tregua entre los esmeralderos, los ejércitos privados quedan en disponibilidad y entrar a
engrosar las filas de las autodefensas anticomunistas de la región, sumándose a las de
Puerto Boyacá en el Magdalena medio y a las de Pacho y Yacopíen el occidente de
Cundinamarca, todas ellas colocadas bajo la tutela de la Virgen del Carmen, su patrona.
19 Dadas las consideraciones anteriores es factible comparar la guerra entre esmeralderos
con aquellos que libran organizaciones estructuradas militarmente alrededor de un
recurso cuya apropiación implique una acumulación considerable de riqueza y cuya
explotación se encuentre al margen del régimen fiscal del estado; tal es el caso del
narcotráfico y de algunas modalidades delictivas como el secuestro.

BIBLIOGRAFÍA
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Bibliografía
Boissevain, Jeremy
1974. Friends of Friends Network, manipulators and coalitions. Saint Martin’s Press, New York.

Landé, Carl
1977. The dyadic basis of clientelism. Friends, followers and factions. Ed. Schmidt, Scott et al,
University of California Press.

Nicholas, Ralph
1977. “Factions: A comparative analysis”. En: Friends, followers and factions. Ed Schmidt, Scott, et
al., University of California Press.

Schmitt, Carl
1991. El concepto de lo político. Ed Alianza Universidad, Madrid.

Uribe, María Victoria


1992. Limpiar la Tierra. Guerra y poder entre esmeralderos. Centro de Investigación y Educación
Popular CINEP, Bogotá.

NOTAS
1. Los resultados de dicha Investigación se encuentran publicados. M. Victoria Uribe. 1992.
2. La caracterización de los grupos de esmeralderos como facciones se hizo a partir de la lectura
de los siguientes artículos: Landé. Carl, 1977: Nicholas Ralph, 1977.
3. El concepto de lo político como contraposición de las categorias de amigo-enemigo resulta de
gran utilidad en el análisis de grupos sociales enfrascados en contiendas motivadas por pasiones
como son la venganza de la sangre y la defensa del honor; en tal sentido ver: Carl Schmitt. 1991

NOTAS FINALES
1. Antropóloga, investigadora de CINEP y Profesora de la Universidad de los Andes, Bogotá.

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