Sunteți pe pagina 1din 233

¡El mensaje de este libro es tan poderoso que podría incitar a una revo­

lución de pensamiento, de corazón y de acción en el Cuerpo de Cristo!


Hemos experimentado una reforma en la Iglesia, pero ahora es tiempo de
que se lleve adelante una invasión real. La meta de Kris Vallotton es demoler
el “pensamiento de esclavo” e impulsar a los verdaderos creyentes a una fe,
un poder y un impacto auténticos. ¡De mendigo a príncipe cambiará tu vida!

James W. Goll
Cofundador de Encounters Network
Autor de El vidente. El arte perdido de la intercesión
y La revolución profética que viene

Kris Vallotton es una de las personas más extraordinarias que jamás haya
conocido. Esperaba que este libro fuera extraordinario, y ciertamente lo es.
Es imposible detectar los límites de la vida de Kris, de su mensaje y de su
misión. En Kris, estos tres comprenden una aventura hermosa e impresio­
nante. El lector está asegurado aquí de una experiencia que le cambiará la
vida. ¡Disfrútalo!

Jack Taylor
Presidente de Dimensions Ministries Melbourne, Florida

De mendigo a príncipe está destinado a convertirse en un clásico y es muy


oportuno en un mundo donde hay poco por qué esperar. Este libro está
lleno de esperanza que lo transporta a uno de las tinieblas de la aflicción al
destino. ¡No debes dejar de leer este libro!

Dr. Myles Munroe


Presidente, Bahamas Faith Ministry
Autor de Redescubra el reino

Kris Vallotton es un pastor con un don profético sorprendentemente pode­


roso. Es también un amigo; un amigo de Dios, un amigo para Heidi y para
mí, y un amigo íntimo, intensamente valorado por los estudiantes minis­
teriales de lá escuela y por los buscadores hambrientos de Dios de todas
partes que experimentaron el gozo de ser tocados por Dios a través del
corazón de Kris.
Los lectores de este libro serán conmovidos en las profundidades de su
ser por la revelación de Kris en cuanto al amor de Dios, como nunca antes
lo han entendido. Él revela el verdadero evangelio que eleva al redimido a
la relación paterno-filial y a la realeza, y que en el proceso, trae vida a los
corazones que han estado cargados por el rechazo y la opresión.

Rolland y Heidi Baker


Iris Ministries

¡Wow! ¡El enemigo verdaderamente va a odiar a este libro! ¡Eso hace que
me guste muchísimo más De mendigo a príncipe! Una vez más, el escritor
maestro, Kris Vallotton, junto con Bill Johnson, son verdaderamente exito­
sos en mostrarte a través de Las Escrituras que, desde el momento en que
recibes a Cristo, no solo compras algo de tierra, sino más bien. Dios senci­
llamente te entrega la escritura de todo el campo, y ni siquiera se lo pediste.
¡Tú eres dueño de todo! Sin que lo supieras, eres el rey, el gerente general, el
jefe en su herencia del reino con todos los beneficios que Satanás espera que
tú no descubras. Este libro te enseñará a vivir la vida abundante que Dios ha
predestinado para ti, si solo la abrazas.

Steve Shultz
La Lista Elias www.elijahlist.com
De MENDIGO
a PRÍNCIPE
D e s t r u y a las r a í ce s y los efectos
de l a m e n t a l i d a d de m e n d i g o
©2008 Editorial Peniel
^ p ir iie
Ninguna parte de esta publicación puede
ser reproducida en ninguna forma sin el
permiso escrito de Editorial Peniel.

Las citas bíblicas fueron tomadas


de la Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional, a menos que se indique lo
contrario.
© Sociedad Bíblica Internacional.

E d it o r ia l P e n ie l
Boedo 25
Buenos Aires, C1206AAA
Argentina
Tel. 34-11 4981-6178 / 6034
e-mail: info@peniel.com Diseño de cubierta e interior:
www.peniel.com A r t e P e n ie l • arte@peniel.com

Publicado originalmente en inglés con el título:


The Supematural Ways of Royalty by Destiny Image
Shippensburg, PA, USA
Copyright © 2006 by Bill Johnson & Kris Vallotton
All rights reserved.

Johnson, Bill
De mendigo a principe / Bill Johnson y Kris Vallotton. - la ed. - Buenos Aires : Peniel, 2008.
240 p . ; 23x15 cm.
Traducido por: Patricia Kremr
ISBN 10: 987-557-206-3
ISBN 13: 978-987-557-206-5
1. Motivación. I. Vallotton, Kris II. Kremr, Patricia, trad. III. Título
CDD 152.4

Impreso en Colombia / Printed in Colombia


a
D e s t r u y a las r a í c e s y los efectos
de l a m e n t a l i d a d de m e n d i g o

KRIS V A L L O T T O N
BILL JOHNSON

eme
BUENOS AI RES - MI AMI - SAN JOSÉ - S A NT I A G O
www.peniel.com
DEDICATORIA

Dedico este libro a todos los santos del mundo que, como José, inten­
tan encontrar su camino para salir de la cárcel y entrar en el palacio.
“qA continuación, ^amuel le explicó alpueblo las leyes del reino y las
escribió en un libro que depositó ante el^eñor”

i^ am uel 10:2$
INDICE

Dedicatoria...........................................................................................................7

Prefacio...............................................................................................................13

Reconocimientos................................................................................................ 15

Introducción....................................................................................................... 17

PARTE I
NUESTRO LLAMADO REAL

Qapítulo I
La situación apremiante de la pobreza........................................................ 21

Qapítulo 2
Vagabundos de castillos o príncipes de palacios........................................... 25

Qapítulo 3
Calabozos y dragones.................................................................................. 39

Qapítulo 4
Una escalera real................ ..........................................................................51

Qapítulo 5
Lagartos en el palacio............................................................................... ...61

Qapítulo 6
Entrenar para reinar.....................................................................................73

Qapítulo 7
¿Adivina quién viene a cenar?............... ...................................................... 85

PARTE n
INTRODUCCIÓN A LOS ATRIBUTOS DE LA REALEZA

Qapítulo 8
Superhéroes en el santuario......................................................,................97

Qapítulo 9
Recorrido completo de arriba abajo............................................................103
Qapítulo 10
Honra: el camino de baldosas amarillas...................................................... 115

Qapítulo I I
La realeza vive una vida de pacto................................................................127

Qapítulo 12
Defender los decretos del R e y .....................................................................139

Qapítulo 15
Los perros de la fatalidad se paran a las puertas del destino........................ 155

PARTE m
INTRODUCIR LA AUTORIDAD Y LA RESPONSABILIDAD DE LA REALEZA

Qapítulo 14
El servicio secreto de su majestad.............................................................. 173

Qapítulo 15
Pasar el bastón............................................................................................187

Qapítulo 16
Construir alianzas estratégicas con aliados celestiales.................................201

Qapítulo i j
Preservar el planeta....................................................................................213

Test de príncipe y de pobre...............................................................................223

En el comienzo................................................................................................. 231
PREFACIO

través de la historia, los grandes movimientos de Dios han conmovido


A naciones enteras. Cada derramamiento del Espíritu añadió discerni­
mientos y experiencias necesarias que han ayudado a restaurar a la Iglesia
a su propósito eterno. Pero coincidiendo con la pasión nueva y las conver­
siones masivas, Dios siempre añadió otro factor: otro elemento de ataque.
Parece ser el modo de Dios. Es su forma de separar lo fortuito de lo apasio­
nado, lo hambriento de lo satisfecho. Para el desesperado, cualquier cosa
amarga es dulce. Dios está edificando a su pueblo a su semejanza a través de
los fuegos del reavivamiento.
El derramamiento del Espíritu siempre trae una conciencia mayor de
nuestra pecaminosidad. Algunos de los mejores himnos de confesión y arre­
pentimiento han sido escritos durante tales tiempos. Pero la revelación de
nuestro pecado y falta de valía es solamente la mitad de la ecuación necesa­
ria. La mayoría de los reavivamientos no logra superar este solo punto y, por
lo tanto, no puede sostener un movimiento de Dios hasta que se convierta
en un estilo de vida. Es difícil edificar algo sustancial sobre una negativa. La
otra mitad de la ecuación es cuán santo Él es en nombre nuestro. Cuando
uno capta esto, nuestra identidad cambia, y nuestra fe abraza el propósito
de nuestra salvación. En algún momento, debemos ir más allá de ser sim­
plemente “pecadores salvos por gracia” . A medida que aprendamos a vivir
nuestra posición en Cristo, realizaremos las proezas más grandes de todos
los tiempos. Lo que una generación podría alcanzar de esta sola revelación
va más allá de lo que se pueda comprender.
Derechos y Privilegios es una respuesta a tal clamor del corazón, un cla­
mor elevado por la Iglesia, por Dios mismo e incluso por la naturaleza (ver
Romanos 8). Kris Vallotton nos lleva a un viaje extremadamente apasionante
mediante su testimonio y las revelaciones recientes de Las Escrituras que lo
hicieron posible. Pocos han viajado por este camino antes. Algunos lo recha­
zan por temor a volverse orgullosos y han escogido la inmadurez perpetua
como resultado. Mucho de lo que deseamos en la vida se halla en la tensión
de realidades contradictorias. Por consiguiente, para los débiles en la fe, la
confianza parece ser arrogancia. La fe debe elevarse más allá de la norma re­
conocida en un estilo de vida que precisamente represente al victorioso Hijo
de Dios. Debemos confiar más en la capacidad del Señor para guardamos
que lo que confiamos en la capacidad del diablo para ensañamos.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Kris y yo hemos caminado juntos en pacto durante casi veintiocho


años. He observado a esta revelación transformar a un hombre y he visto la
gracia sanadora de Dios derramada en una vida quebrantada. Hoy Kris sirve
al Cuerpo de Cristo como un hombre excepcionalmente talentoso, un testi­
monio vivo de la fortaleza de Dios que es perfeccionada en la debilidad.
Este libro es una lectura necesaria para todos aquellos que desean ir más
allá del statu quo, más allá del estilo de vida cómodo buscado por muchos.
Este libro nos equipa para la eternidad, ahora.

Bill Johnson
Autor de When Heaven Invades Earth
[Cuando el cielo invade la Tierra]
RECONOCIMIENTOS

Mamá, gracias por amarme en los tiempos difíciles y siempre creer en mí.

Bill Derryberry, tu vida es una inspiración para mí. Tu amor me trajo


integridad.

Nancy, ayudaste a hacer mis sueños realidad.

Danny, Dann, Charlie, Steve y Paul, ustedes ayudaron a formar mi vida, mis
ideas y mi destino. Gracias.

Vanesa y Allison, gracias por las cientos de horas que derramaron en esta
obra. Este libro nunca hubiera sido realidad sin su talento y apoyo.

Equipo Betel, ¡w'ow! ¡Ustedes son sorprendentes! Es un privilegio servir


con todos ustedes.

Bill y Beni, todos necesitan amigos como ustedes que extienden gracia en
tiempos difíciles y ven la bondad en ellos en los años adversos. Estoy en­
deudado con ustedes por el iresto de mi vida. Ustedes dos han alterado el
curso de la historia de mi familia. Bill, gracias por escribir este primer libro
conmigo.

Earl, aunque te hayas ido a casa, tu vida perdura a través de mí. Gracias por
adoptarme. Estoy para siempre agradecido por la herencia.

Kathy ¡eres la mujer de mis sueños!


INTRODUCCIÓN

a pobreza es relegada a los hijos de un dios menor. Es la condición de


L esclavos que aún tienen que descubrir su libertad del otro lado del río
del bautismo y encontrarse incluso así, apresados por el príncipe de tortura
y de tormento de las tinieblas. Él es el que les asigna una vida de pobreza,
dolor y depresión a través de una obra diabólica de ilusión. Él espera ocultar
su verdadera identidad para siempre. Este príncipe maligno le da de comer
a sus cautivos las raciones venenosas de la religión, convenciéndolos de
que llenarán el hambre de justicia de su alma. Estos esclavos, cegados por
su pecado, piensan que están trabajando para su propia libertad y obran
para allanar su camino con el fin salir de su cárcel con ladrillos hechos de
la arcilla lodosa del fariseísmo. Sin embargo, inconscientemente, ladrillo
por ladrillo, construyen sus propias cámaras de muerte. Peor aún, dan a luz
hijos en la misma oscuridad, creando finalmente legados de esclavitud con
pensamientos de desesperanza.
Pero en un monte muy lejos, un León convertido en Cordero descendió
a este campamento de muerte a través del portal de Gólgota. Derribando las
puertas del infierno. Él se reunió con el príncipe de las tinieblas en la madre
de todas las batallas. Con tres clavos y una corona de espinas, el Capitán
de la Hueste venció al diablo, eternamente, desarmándolo de sus armas des­
tructivas de pecado, muerte, infierno y tumba. El pecado no pudo tentarlo,
la muerte no pudo vencerlo, el infierno no pudo retenerlo, y la tumba no
pudo contenerlo. Con testigos que observaban y guerreros que esperaban.
Él ascendió a través de la superficie terrestre. El planeta tembló para liberar
a sus cautivos, mientras que el cielo tronó para recibir su tesoro. No esta­
ban simplemente esperando las almas rescatadas para ser redimidas, sino la
coronación de los hijos que iban a ser revelados. Porque con su sangre, el
Único Santo de esplendor compró a los pecadores andrajosos y malos, y nos
recreó en sus santos justos y reinantes.
No somos solamente soldados de la cruz, somos herederos al trono. La
naturaleza divina se impregna en nuestras almas, transforma nuestras men­
tes, trasplanta nuestros corazones y transforma nuestros espíritus. Fuimos
creados para ser vasijas de su gloria y vehículos de su luz.
Quizás somos mejores ejemplificados como la hija hermosa que ascen­
derá al trono mediante el matrimonio, ya que ella es prometida en matrimo­
nio al Príncipe de Paz. La cámara nupcial está siendo edificada, la fiesta está
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

siendo preparada, y la novia está alistándose. O bien podemos ser llamados


los hijos de Dios, la novia comprometida, un sacerdocio real, la niña de sus
ojos y una creación nueva, pero por sobre todo, una cosa es segura: hemos
cautivado el corazón de nuestro Amante. ¡Ardiendo de deseo, Él ha mon­
tado su caballo blanco, reunido a un séquito majestuoso y está abriéndose
camino hacia el planeta!
Mientras tanto en la Tierra, el pueblo de Dios está levantándose y co­
menzando a brillar en esta oscuridad presente. Su ejército real está exten­
diendo la gloria del Rey por toda la Tierra a medida que toma dominio de
este planeta de aquel que fue vencido. Equipados con la luz del Padre, sus
hijos están encontrando un tesoro enterrado en los corazones de los hom­
bres, tesoro que fue una vez cubierto por las rocas de la ofensa, las espinas
de la traición y las reliquias de la religión. Armados con el poder del Espíritu
Santo y comisionados para representar al Hijo del Rey, estamos sanando
al enfermo, resucitando al muerto y desplazando demonios. Los pobres se
están convirtiendo en príncipes como resultado, ¡y el reino de este mundo
está convirtiéndose en el reino de nuestro Dios!
^??s

’J ^ a r t e I

oJ^estro llamado real


Qapítulo I

LA SITUACION APREM IANTE


DE LA POBREZA

'Tierra nopuede hacer estremecer alpobre


cuando este llega a ser rey.

odo comenzó un día soleado de verano en el primer año del nuevo


T milenio cuando Nancy, mi asistente personal, entró a mi oficina vién­
dose bastante apesadumbrada. Después de una pequeña charla, decidí
arriesgar y preguntarle qué era lo que la estaba preocupando. Nancy tiene-
una reputación de decir la verdad. Con su mirada fija que me penetraba
el alma, dijo:
-Algunas veces usted dice cosas que hieren los sentimientos de las per­
sonas. Usted es importante para la gente que lo rodea y parece estar total­
mente inconsciente de cuánto la gente valora lo que usted piensa acerca de
ella. Con sus palabras, usted angustia a la gente.
Ella continuó y me recordó un comentario que yo había hecho anterior­
mente esa mañana. Yo pensaba que estaba siendo divertido, pero aparen­
temente había hecho en realidad a Nancy mi última víctima. Me disculpé
con ella, pero honestamente no pensé realmente mucho en eso. “Después
de todo -pensé-, Nancy es muy sensible, y yo he estado acostumbrado a ser
malinterpretado gran parte de mi vida”. Continué con mi día y me olvidé
prácticamente de nuestra conversación.
Aquella noche fui a acostarme, me quedé dormido y tuve un sueño. En
el sueño, una voz repetía este versículo: “Tres cosas hacen temblar la tierra,
y una cuarta la hace estremecer: el siervo que llega a ser rey...” (Proverbios
30:21-22). A las tres de la mañana, me desperté sintiéndome aturdido y ex­
perimentando una sensación profunda de pena. Me senté contra la cabecera
e intenté poner en orden mis pensamientos.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Entonces oí al Señor, que también parecía apenado, preguntarme:


-¿Sabes por qué la Tierra no puede mantener la calma bajo el pobre
cuando este llega a ser rey?
-N o -dije-, pero siento que tú vas a decírmelo.
El Señor continuó:
-U n pobre nace en la insignificancia. A medida que crece, aprende a
través de la vida que no tiene valor y que sus opiniones en realidad no im­
portan. Por lo tanto, cuando llega a ser rey, él es importante para el mundo
que lo rodea, pero aún se siente insignificante en el reino que se encuentra
en su interior. Consecuentemente, no observa sus palabras o el modo en
que se comporta. Así finalmente destruye al mismo pueblo que está llamado
a liderar. Tú, hijo mío, eres un pobre que ha llegado a ser rey.
En esas altas horas de la madrugada, el Señor comenzó a enseñarme
acerca de mi identidad como príncipe. Me llevó a varios versículos y me
mostró cuán importante es que sus líderes actúen como príncipes y prince­
sas, porque somos hijos e hijas del Rey. El primer ejemplo que el Señor me
mostró fue Moisés. Me preguntó:
-¿Sabes por qué Moisés tuvo que ser criado en la casa de faraón?
-N o -respondí.
-Moisés nació para liberar a los israelitas de la esclavitud. Él tuvo que
ser criado en la casa de faraón para aprender a cómo ser príncipe y no tener
una mentalidad de esclavo. Un líder que está en esclavitud internamente
no puede libertar a aquellos que están en esclavitud externamente. Los pri­
meros cuarenta años de la vida de Moisés fueron tan importantes como los
cuarenta años que él pasó en el desierto.
Cuando el Señor dijo esto, me abrió una puerta a la experiencia de
Moisés para mi vida. Comencé a imaginarme lo que debió haber sido
para Moisés ser criado como el hijo del rey. Siempre habrá sabido que él
era importante. Habrá estado acostumbrado a que la gente preste aten­
ción a lo que decía y hacía. Habrá estado acostumbrado a ser aceptado y
amado. ¡Estoy seguro de que todos se reirían de sus chistes, incluso si no
eran divertidos!
Debido a que Moisés sabía que era importante, tenía confianza. Enten­
dí que sin esa confianza, probablemente él nunca se hubiera sentido capa­
citado para ayudar a sus hermanos hebreos. En realidad, si hubiese sido
criado como esclavo, nunca podría habérsele ocurrido hacer algo acerca
de la iniusticia que percibía. Como príncipe y hebreo, el contraste entre su
JÍ^a situación apremiante de la pobreza

situación y la ellos creaba un conflicto en su alma acerca del cual él tenía


que hacer algo. Era injusto de que recibiera un buen trato y ellos no. Ellos
también eran importantes.
Desafortunadamente, cuando Moisés primero trató de intervenir para ayu­
darlos, su mentalidad de esclavo les impidió entender de dónde él provenía.
Pensaba que ellos merecían ser tratados como él lo era, pero ellos pensaban
que él simplemente estaba intentando ser importante cuando él no lo estaba;
“¿Quién te hizo príncipe?” . Sus pensamientos estaban en un conflicto total.
Cuanto más pensaba en el tipo de persona que Moisés debió haber sido,
más entendía qué tipo de personas podemos ser cuando hemos sido ense­
ñados en que somos importantes y no estamos inseguros acerca de quiénes
somos. También entendí que yo no era como Moisés. Como voy a describir
en el capítulo próximo, no fui criado con la idea de que era importante. Esto
hizo que desarrollara una serie completa de comportamientos que alguien
como Moisés probablemente nunca hubiera mostrado. Incluso después de
que fui salvo, muchos de estos comportamientos seguían estando. Entendí
que la confrontación de Nancy se trataba de algo más que simplemente el
hecho de que ella fuera sensible y yo malinterpretado, lo cual era el modo en
que yo quería ser interpretado. Se trataba de que hacía cosas que siempre ha­
bía hecho, pero que ya no concordaban más con quien Dios dice que soy.
Más importante aún, entendí que si continuaba realizando aquellas co­
sas, finalmente destruiría, tal como el Señor me había dicho, a la gente que
intentaba liderar. Supe que esta confrontación era probablemente una de
las muchas por venir en mi camino para salir de la pobreza y entrar en mi
identidad como príncipe. Asimismo, supe que si no comenzaba a transitar
por ese camino, no solamente me costaría a mí tremendamente, sino que
también costaría a aquellos que me rodeaban.
Este libro comparte las experiencias y las revelaciones que el Señor ha
usado para enseñarme cómo dejar atrás la pobreza y pensar, actuar y cami­
nar en la autoridad y el poder de mi llamado real y sacerdotal. Debido a que
este entrenamiento comenzó mientras me hallaba en una posición de lide­
razgo en mi iglesia local, el Señor me explicó que lo que estaba aprendiendo
no era simplemente para transformarme, sino para equiparme para ayudar
a promover una cultura de realeza a mi alrededor. Esto dio como resultado
que tenga el privilegio de supervisar una Escuela de Ministerio donde la
meta primordial es enseñar a los creyentes a cómo caminar como príncipes
y princesas. Antes de que iniciáramos la escuela, el Señor me dijo:
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

-Quiero que les enseñes a los estudiantes a cómo comportarse en pre­


sencia de la realeza. Ellos son llamados a la realeza, a la influencia y a gober­
nar y reinar. Como precursores, voy a hacerlos un pueblo de influencia.
La meta de este libro es compartir la revelación que el Señor me dio y
que ahora doy a mis estudiantes y a las iglesias que superviso. ¡Oro para
que a medida que usted vaya conmigo en este viaje, descubra su propia
identidad como príncipe o princesa y comience a experimentar todos los
beneficios de vivir en el palacio del Rey!
Qapítulo 2

VAGABUNDOS DE CASTILLOS
O PRÍNCIPES DE PALACIOS

Uno siempre reproducirá el entorno que lo rodea


y que cultiva en su interior.

S U F R IR L A P E R D ID A

n los meses posteriores a mi encuentro con Nancy, descubrí que las


E raíces de la mentalidad de pobre podían remontarse al tiempo de mi
concepción. Las circunstancias de mi nacimiento y de mi crianza hicieron
que creyera mentiras acerca de mí mismo que me distrajeron de la realidad
de mi identidad en Cristo. :
Cuando se enamoraron, mi madre era la porrista principal de la escuela
secundaria, y mi padre era un futbolista destacado. Fue una aventura amo­
rosa de libro de cuentos hasta que ella quedó embarazada de mí sin estar
casada. Era la década del cincuenta, un tiempo cuando la sociedad atribuía
mucho más vergüenza a la inmoralidad que lo que lo hace hoy. Cuando mi
abuelo (el padre de mi mamá) supo que ella estaba embarazada, desheredó
tanto a mi mamá como a mi papá, aunque ellos se habían escapado y casado
antes de que yo naciera.
Un año más tarde, mi padre sorprendió a mi abuelo al entrar por la puer­
ta trasera de su casa. Antes de que mi este tuviera la oportunidad de echarlo,
mi papá cayó de rodillas y suplicó perdón. Mi abuelo lo perdonó aquella
mañana, pero ninguno de ellos sabía el desastre que pronto ocurriría.
Dos años más tarde, justo un año después de que naciera mi hermana,
mi padre estaba pescando cuando de repente se formó una tormenta enor­
me y zozobró el bote. Mi padre rescató a mi tío, llevándolo a la orilla y luego
volvió para recuperar el bote. Él nunca regresó. Mi papá se ahogó aquella
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

noche tormentosa de 1958. Aquella misma noche, se organizó un equipo


de búsqueda y rescate para hallarlo. Aproximadamente a la medianoche,
mi abuelo lo sacó del fondo del Anderson Dam. Mi vida y la de mi familia
fueron para siempre cambiadas.
La muerte de mi padre creó en mi alma un sentido profundo de pérdida
y temor al abandono. Por supuesto, los niños de tres años no entienden cuál
es el significado de la muerte. Todo lo que sabía era que mi papá se había
ido y temía que mi mamá fuera la próxima. Durante muchos años después
de eso, me levantaba varias veces a la noche y daba vueltas en la habitación
de mi madre para ver si ella todavía estaba ahí. Ella me contó años más tar­
de que con frecuencia se despertaba y me encontraba parado al lado de su
cama mirándola fijamente.

T R A G E D IA P A R A T IR A R A L A B A S U R A

Mi madre se volvió a casar dos veces. Mi primer padrastro llegó a nuestras


vidas cuando yo tenía cinco años. Él nos dejó en claro a mi hermana y a
mí que se había casado con mi madre y que nosotros éramos simplemente
el paquete que venía con el premio mayor. Para colmo de males, era un
alcohólico violento. La brutalidad se convirtió en una forma de vida para
nosotros. Las reglas de supervivencia de la casa eran: “Cállate y no te cruces
en mi camino” . Mi padrastro con frecuencia decía: “Los niños son para ser
vistos y no oídos” . Su argumento era claro: “No eres importante, nadie se
preocupa por ti, y a nadie le importa un comino lo que piensas” .
Incluso cuando no nos metíamos en líos, nunca sabíamos en qué tipo
de estado anímico él estaría. Una vez, mientras estaba ebrio, me tuvo de
una mano, me bajó el calzoncillo y comenzó a pegarme con la hebilla de su
cinto. Empezó a salirme sangre rápidamente, la cual descendía por mis dos
piernas. Mi madre, gritando y llorando, finalmente logró liberarme de él.
Además de ser físicamente abusivo, mi padrastro parecía tener una agenda
para deshacemos de todos los recuerdos de mi padre verdadero. Él era muy
celoso del amor de mi madre y nos atormentaba cuando eUa nos mostraba
cualquier afecto. Él destruyó todas las pertenencias de nuestro padre y nos
prohibió visitar a cualquiera de nuestros parientes paternos. Mirando retros­
pectivamente, puedo ver que diablo estaba usándolo para destruir nuestras
identidades. Mi madre finalmente se divorció de él cuando yo tenía trece años.
Vagabundos de castillos o príncipes de palacios

Cuando tenía quince, mi madre se casó nuevamente. Tristemente, las


reglas de la casa siguieron siendo las mismas. La violencia continuó, y la su­
pervivencia dependía de que nosotros los niños nos volviéramos invisibles
y permaneciéramos sin llamar la atención.
Por desgracia, supe que cada cosa que experimenté al crecer es todo
demasiado corriente. Las circunstancias pueden diferir, pero aquellos que
experimentamos el abandono y el abuso en nuestra juventud, incluso si es
simplemente nacer en un “modo inoportuno” como yo, internalizamos un
mensaje de que somos vergonzosos, no deseados y despreciables. El resulta­
do de estas mentiras es que desarrollamos patrones de comportamiento que
son diseñados para protegernos en un mundo hostil. Debido a que hemos
experimentado ataques en los niveles más fundamentales de nuestra iden­
tidad, pensamos que tenemos que hacer cualquier cosa para matar el dolor
y simplemente sobrevivir.
Una de mis tácticas de supervivencia fue desarrollar un sentido sarcás­
tico del humor. Mi humor giraba en torno a humillar a la gente y hacerla
sentir ridicula e insignificante. Por supuesto, por lo general, no me daba
cuenta de que la estaba haciendo sentir mal, pero inconscientemente pen­
saba que destruyendo la autoestima de otra gente me ayudaba a sentirme
mejor sobre mí mismo. Bromeaba con la gente por sus defectos, pensando
en que simplemente estaba siendo divertido. Sin embargo, cada risa le cos­
taba a alguien una porción de su corazón.
Aunque encontré a Cristo cuando tenía dieciocho años, muchos años
después yo traté con mi baja autoestima. Como resultado, mi comporta­
miento continuó, y aún no tenía ni la menor idea de cuánto estaba desolando
a la gente con mi humor. Debería haberlo entendido, ya que yo era la víctima
principal de mi propio humor. Con frecuencia hacía de mis faltas el meollo
de mis propios chistes. Había estado acostumbrado a sentirme mal sobre mí
mismo durante mucho tiempo. La cultura de dolor encarceló mi alma en mi
interior, pero el Señor estaba decidido a ayudarme a librarme de esa cárcel.

APREND ER A AM ARSE

Cuando Nancy me confrontó acerca del daño que mi humor causaba, me


di cuenta de que no era simplemente un llamado de atención con respecto
al hecho de que estaba hiriendo a la gente. La mayor revelación para mí fue
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

que la gente valoraba lo que yo tenía para decir. Siempre había creído lo que
mis padrastros me habían inculcado: a la gente en realidad no le importa
lo que yo pienso o digo. La comprensión de que tenía valor para la gen­
te comenzó un proceso de desarraigar las mentiras que creía acerca de mí
mismo y me ayudó a descubrir quién era realmente. Dios me había llamado
príncipe, y me di cuenta de que la reunión con Nancy y la interacción que
tuve con el Señor serían los primeros de muchos pasos que Él usaría para
sacarme de mi cárcel y llevarme a su palacio.
Tuve otro encuentro aproximadamente un año después que se convirtió en
el próximo paso en mi viaje para salir de la pobreza. Comenzó en una noche
fría e invernal de un domingo de diciembre. Llegué tarde a la iglesia, y mientras
abría la puerta principal del edificio, el viento casi la arrancó de sus bisagras.
La reunión de oración estaba ya bien avanzada cuando entré al lugar. Casi cien
personas estaban orando apasionadamente, por eso intenté entrar inadvertida
y silenciosamente para no interrumpir la reunión. Cuando pasé la puerta, Bill,
nuestro líder principal, me saludó. Tenía una sonrisa muy extraña sobre su
rostro y me dio algo que estaba doblado por la mitad. Yo estaba confundido
por su expresión, mientras miraba fijamente el papel. Finalmente me di cuen­
ta de que era un cheque, pero mis ojos incrédulos luchaban por comunicar
el monto a mi cerebro. Mientras caía en la cuenta de eso, comencé a gritar:
-¡Alguien recién me dio tres mil dólares! ¡Oigan todos, alguien recién
me dio tres mil dólares!
Bill, riéndose histéricamente, dijo:
-¡M ejor mira el cheque otra vez!
Eché un vistazo al cheque nuevamente ¡y me di cuenta de que en reali­
dad estaba extendido por treinta mil dólares! Casi me desmayo.
Comencé a saltar gritando:
-¡Treinta mil dólares! ¡Alguien recién me regaló treinta mil dólares!
Estaba tan atónito que durante varios minutos casi no pude ni hablar.
Miré la firma y me di cuenta de que ni siquiera conocía a la persona que me
había regalado el dinero. El misterio sin duda se ponía más interesante y
aumentaba el entusiasmo.
Pasaron muchos días hasta que finalmente descubrí la identidad
benévola del hombre. Él era nuevo en nuestra congregación y había asistido
a una clase que yo había enseñado anteriormente en el año. Una noche,
mientras él estaba orando, sintió que el Señor le dijo que me regalara una
porción de su herencia.
“V agabundos de castillos o principes de palacios

Le escribí una tarjeta expresando mi gratitud, pero lo más extraño ocu­


rrió posteriormente, ya que lo evité por completo durante varios meses des­
pués de que me dio ese regalo increíble. Al principio, lo que hacía no era
demasiado obvio. Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, eso se
volvió más aparente. Lo veía en cierta habitación de la iglesia y me daba
vuelta y caminaba en otra dirección.
En una oportunidad, corrí al baño de hombres preguntándome si iba a
llegar a tiempo hasta el lugar y justo cuando entraba, noté que él estaba ahí.
Su espalda estaba hacia mí, y él no me vio; por eso salí corriendo. Tenía que
correr hasta el otro lado para encontrar otro baño. Mientras corría deprisa
alrededor del edificio, un pensamiento me vino a la mente: “ ¡Algo está mal
conmigo!” . En realidad no tenía ni la menor idea de por qué me comportaba
de esa manera tan extraña, y esto me preocupaba.
Cuando me acosté aquella noche, no podía dormir. Estaba frío, oscu­
ro, y el viento aullaba. Parecía como que si fuera a estar acostado ahí para
siempre. Me pasé mirando al reloj, esperando que el día amaneciera, dando
vueltas en la cama y reflexionando por qué me estaba comportando de esa
manera tan peculiar. No podía sacar de mi cabeza mi mal comportamiento.
Mi mente me llevó a otros tiempos en los años en que tenía los mismos
sentimientos hacia otra gente que me había demostrado un montón de
valor. Pensaba en cuántas de aquellas relaciones había saboteado al no per­
mitir que la gente me amara. Me di cuenta de que a mí me encantaba dar a
la gente, pero nunca me gustó recibir de ella. Aun así, mi comportamiento
era incomprensible.
Finalmente, en la desesperación busqué al Señor en oración:
-Señor, ¿conoces tú lo que está mal conmigo?
-Sí -Él respondió inmediatamente.
-¿Qué es? -pregunté con prudencia.
-¿De veras quieres saber? -Él preguntó.
Esta fue una pregunta reveladora. Estaba en realidad bastante nervioso
de descubrir lo que estaba mal conmigo porque había vivido en la nega­
ción durante mucho tiempo. John Maxwell dijo una vez: “La gente cambia
cuando hiere lo suficiente aquello que tiene que cambiar, aprende lo su­
ficiente aquello que quiere cambiar o recibe suficiente de aquello que es
capaz de cambiar” . ¡Admití que estaba hiriendo lo suficiente aquello que
necesitaba cambiar!
-Sí, quiero saber Señor -respondí.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Jesús dijo;
-E l problema contigo es que no te amas lo suficiente para sentirte digno
de treinta mil dólares. Tienes miedo de que si ese hombre generoso te cono­
ce, se arrepentirá de haberte regalado el dinero. Esta es la razón por la que
no quieres que él se acerque a ti.
Mi ansiedad se hacía más profunda. Ya no podía negar más que necesi­
taba ayuda. Pregunté:
—¿Qué debería hacer?
-Aprende a amarte tanto como yo te amo. Cuando lo aprendas, ¡esperarás
que la gente te ame más a medida que te conozca mejor! -É l respondió.
Estaba asombrado. No podía creer cuál era la raíz de mi problema. Hasta
ese momento, el amor que carecía por mí mismo nunca había sido expuesto
de esa manera. Sabía que otros me amaban (particularmente mi esposa y
mis hijos) y sabía que el Señor me amaba. No me di cuenta de que no me
amaba a mí mismo.
Mediante esa experiencia, aprendí que cuando alguien nos valora más
de lo que nos valoramos, tendemos a sabotear nuestra relación con esa per­
sona. Encubiertamente, no queremos que las personas se acerquen lo sufi­
ciente para descubrir que no somos tan buenos como piensan que somos.
Desde mi observación como pastor, uno de los mejores ejemplos de esto
son los solteros adultos que están buscando su pareja y parecen no encon­
trar a la “persona correcta” o a alguien “lo suficientemente bueno” . Muchas
de estas personas tienen problemas para ir más allá de la amistad con el sexo
opuesto y, cuando la amistad comienza a quebrantar los límites externos de
su corazón y a entrar en la parte íntima de su alma, estas personas empie­
zan a hacer cosas para destruir su relación. Temen que su amante mire lo
profundo del interior de ellos y vea las imperfecciones que ellos están con­
vencidos de que ven. Es tiempo de que aprendamos a amamos del modo en
que Dios nos ama y nos veamos con los ojos de nuestro Padre.

N U N C A LO SU FIC IE N TE

Existe otra mentira que impide a los pobres experimentar la verdad de su


identidad en Cristo. Mencioné anteriormente que cuando una persona está
entrenada para sentirse insignificante, desarrolla técnicas de superviven­
cia para intentar evitar el dolor de esa realidad. Un pobre usa tácticas de
‘V agabundos de castillos o príncipes de palacios

supervivencia porque cree que la vida es un gran mundo en la jungla. Esta


mentalidad de miseria es el atributo principal de un pobre. Ya sea que haya
experimentado la pobreza en sus finanzas o en el amor y el reconocimien­
to, todos los pobres tienen la creencia común de que nunca va a haber lo
suficiente para ellos. Viven en el temor, luchando con el sentimiento de
que el pozo está por secarse.
Dios nunca quiso que vivamos en la pobreza en ningún área de nuestra
vida. La Biblia está llena de promesas de la provisión de Dios para su pue­
blo. David dijo: “He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en
la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan” (Salmo 37:25). Jesús lo aclaró aún
más cuando dijo:

(...) No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su


cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el
cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni co­
sechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las ali­
menta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por
mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?
¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los
lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni
siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si
así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arroja­
da al homo, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? Así que
no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o
“¿Con qué nos vestiremos?” Porque los paganos andan tras todas estas
cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien,
busquen pñmeramente el reino de Dios y sujusticia, y todas estas cosas
les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual
tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.
M ateo 6:25-34

L A S A V E N T U R A S DE EDDIE

Cuando mi esposa Kathy y yo adoptamos a nuestro hijo Eddie, vi direc­


tamente cómo el pensamiento de pobreza puede conducir a la gente a vi­
vir en una realidad que trágicamente la ciega de la prosperidad que Dios
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

intenta darle. Eddie creció en la pobreza física, pero sus actitudes y su


comportamiento tipifican al pensamiento de supervivencia que puede
verse en la gente que crece en hogares económicamente estables, pero
experimenta carencia en otras áreas de su vida.
En 1990, comenzamos a trabajar con el Departamento de Libertad con­
dicional del Condado de Trinity en Lewiston, California. El Departamento
ordenó que todos los chicos que estaban con libertad condicional en Lewis­
ton vinieran a nuestro grupo de jóvenes. Dos veces a la semana, jugábamos al
basquetbol y al voleibol, y luego, en el medio tiempo, yo les predicaba. Eddie
era un joven de catorce años que venía cada semana. Tanto la mamá como
el papá de Eddie eran drogadictos, por eso fue dejado para que se críe solo.
El joven era un adolescente alto, de piel aceitunada y tenía cabello castaño.
Aunque no estaba con libertad condicional, le encantaba jugar al basquetbol
con nosotros. Eddie pasaba tiempo en los proyectos con chicos bruscos,
pero usualmente era bastante tranquilo. Poco a poco, fuimos conociéndolo.
Aproximadamente un año después de que conociéramos a Eddie, deci­
dimos intentar adoptarlo. Investigamos algo y descubrimos que existían dos
modos de obtener la custodia. Podríamos convencer a sus padres divorcia­
dos de que nos la cedieran o podríamos ir a los tribunales y luchar por él.
Decidimos intentar convencer a sus padres.
Llevé a Eddie al apartamento de su madre como lo había hecho muchas
veces antes (él solía permanecer con nosotros los fines de semana), pero
esta vez fui hasta la puerta con él. Mi corazón latía aceleradamente y noté
que no había luces encendidas en el interior. Pensé que no había nadie en
casa, pero a medida que Eddie forcejeaba la puerta para abrirla, pude ver
una figura acurrucada y sentada en el piso, cerca de la esquina de la habita­
ción oscura. Era su mamá. No había muebles, y la habitación estaba helada
y mugrienta más allá de toda descripción. Supe más tarde que no habían
tenido electricidad durante meses.
Su madre obviamente estaba experimentando un colapso luego de su­
frir el efecto de las drogas. También temblaba, sus ojos estaban rodeados
de profundos círculos negros, y su cabello estaba enredado y grasicnto.
Me miró y preguntó;
-¿Qué hace aquí?
-Quiero la custodia de su hijo -dije nerviosamente.
Ella lo miró a Eddie que estaba conteniendo sus lágrimas y bajando su
cabeza avergonzada dijo:
Vagabundos de castillos o príncipes de palacios

-Está bien, ¡puede tenerla! -mientras firmaba los papeles de la custodia.


Salimos de Weaverville y condujimos hacia Lewiston para conversar
con el papá de Eddie. Había silencio en el auto, mientras mi mente estaba
saturada con las imágenes de lo que había visto recientemente. Mi corazón
estaba acongojado y quebrantado. Me preguntaba cuántos más “Eddies” ha­
bría por ahí en el mundo. Solamente podía esperar lo mejor cuando imagi­
naba cómo sería su padre.
Aproximadamente treinta minutos después, llegamos a la casa de su
papá. Parecía una típica casa de drogas. El jardín estaba repleto de autos
viejos y basura. A medida que nos acercábamos a la puerta principal, mi co­
razón latía aceleradamente, y vi que la puerta ya había estado abierta. Eddie
entró primero, y yo lo seguí. A medida que entrábamos a la casa, noté que
había varios hombres y mujeres sentados en el piso. Otros pocos estaban
acostados en sofás. La habitación estaba llena de humo. Un hombre petiso,
fornido y lleno de tatuajes nos miraba fijamente.
Dijo con voz airada:
-¿Qué quieren?
Apenas podía encontrar las palabras, mientras mi corazón se sentía
como que si estuviera latiendo fuera del pecho.
-Quiero la custodia de su hijo -dije de manera abrupta.
Él observó a Eddie que eséaba con su cabeza agachada y preguntó:
-¿Quieres vivir con él?
-Sí -respondió Eddie.
-¡Bien, deme los papeles y los firmaré!
Él garabateó su firma en letras grande y me tiró los papeles. Nos fuimos
inmediatamente. Estaba contento de salir de ese lugar sin una pelea a los
puñetazos, y Eddie estaba entusiasmado de comenzar su nueva vida.
El año siguiente estuvo lleno de muchas risas y de un montón de lágrimas,
mientras Eddie se ajustaba a su nuevo estilo de vida. Poco a poco, comenza­
mos a reconocer las características de un pensamiento de pobreza en Eddie.
Obviamente, este había sido formado en su corazón por su durísima infancia.
Cenábamos juntos como familia la mayoría de las veces. Mientras co­
míamos, Eddie le echaba un ojo a la comida que se dejaba. Siempre había
abundante, pero él parecía preocupado de que nos faltara. Cuando las fuen­
tes estaban casi medio llenas, él volvía a llenar su plato y luego escondía
comida todo alrededor del plato y en su servilleta. El resto de nosotros sim­
plemente fingía que no nos dábamos cuenta, pero eso nos entristecía.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

La primera Navidad de Eddie con nosotros fue emocionante. Supimos


que nunca había tenido en realidad una Navidad, porque cualquier regalo
que recibía, su mamá lo vendía por drogas. Nosotros decidimos ir al otro
extremo y colmar a los chicos de regalos. Gastamos cientos de dólares y dis­
tribuimos el dinero en partes iguales entre todos ellos. Había tantos regalos
que apenas podíamos ver el árbol de navidad.
Finalmente llegó el día, y nos sentamos juntos para abrir los regalos.
Toda la familia disfrutaba mucho al observar a Eddie desenvolver los suyos.
Parecía un niño. El único problema era que él no permitía que nadie tuviera
sus regalos una vez que eran abiertos. Más tarde en la noche, después de
la cena, Eddie susurró algo al oído de Kathy. Kathy tenía medias para cada
uno de los chicos y las llenó de pequeños regalos. Tanto Jason como Eddie
tenían libros de historietas en sus medias. El problema fue que ella acciden­
talmente había puesto cuatro libros en la media de Jason y solamente dos en
la de Eddie. Eddie quería saber por qué Jason tenía más de lo que él tenía.
Eddie siempre temía que no tendría lo suficiente. Un espíritu de po­
breza usualmente lleva a los pobres a desarrollar una mentalidad de super­
vivencia. El temor a la carencia está basado en mentiras, y hasta que esas
mentiras son quebrantadas, la gente no puede reconocer la provisión de
Dios para cada uno. Cuando Eddie se volvió parte de nuestra familia, él
tuvo todo lo que necesitaba y quería. Su vieja vida había quedado atrás. Pero
hasta que él no dejó de creer esas mentiras, no pudo relajarse y disfrutar la
vida con nosotros. Gracias a Dios, Eddie hoy es libre de su pensamiento
anterior. Creció para llegar a ser un joven sorprendente y se graduó en la
universidad. (Estamos muy orgullosos de él).
Los pobres tienen una mentalidad de pobreza. Siempre sienten que sus
recursos son limitados. Creen que cuando alguna otra persona recibe algo,
eso quita algo de la provisión que podría ser suya. Ellos conjeturan que la
bendición de alguna otra persona les cueste a ellos.
La historia del hijo pródigo en Lucas 15 ilustra este argumento con
claridad. Habiendo malgastado su herencia, el hijo más joven volvió a casa
buscando refugio. Su padre estaba tan emocionado de verlo que le organizó
una fiesta. Él había estado guardando el ternero más gordo para dicha oca­
sión, y finalmente llegó el tiempo de celebrar. Todos vinieron al festejo ex­
cepto su hermano mayor; él se quedó afuera en el campo. Cuando el padre
no vio al hermano mayor en la fiesta, fue a buscarlo. Lo halló solo afuera.
-■D^f «TIó no \ñ(^npci a rplpbrar? —oreguntó el padre.
‘Vagabundos de castillos o príncipes de palacios

El hermano mayor gritó;


- ¡A él le has dado el ternero más gordo, pero a mi no me diste ni siquie­
ra un cabrito!
Su padre estaba asombrado. Observó a su hijo, mirándole el alma con
los ojos de un padre amoroso y dijo:
- A él le di el ternero más gordo, pero tú eres dueño del campo (resumi­
do de Lucas 15:11-31).
¿Por qué razón el hermano mayor vivió esperando que su padre le diera
un cabrito cuando él era dueño de todo el campo? No supo reconocer que
era hijo y no siervo.
La revelación de nuestra verdadera identidad destruirá al espíritu de po­
breza de nuestra vida. Hasta que eso ocurra, seguiremos pensando que hay
límites en lo que conseguimos tener. Como resultado, estamos celosos de
cualquiera que reciba algo que nosotros no tenemos. Esto se filtra en todos
los aspectos de nuestra vida, incluidos el trabajo, los amigos y las posiciones
dentro de la iglesia.

U N R E IN O DE F IN A N Z A S

Desafortunadamente, muchos de nosotros que estamos en la Iglesia toda­


vía pensamos como el hermano mayor. Hemos perdido de vista el hecho
de que no simplemente trabajamos en el campo, isomos hijos e hijas del
Propietario, y nuestro Papá tiene en abundancia! Creo que esta revelación
cambiará totalmente el modo en que pensamos y planificamos nuestro fu­
turo. La mayoría de nosotros todavía miramos nuestra provisión (lo que
dice nuestro estado de cuenta) para ayudarnos a determinar nuestra visión
y, por lo tanto, vivimos dentro de nuestros medios en vez de vivir dentro
de sus bendiciones.
Por ejemplo, si estamos construyendo un edificio nuevo, discutimos
que debemos renunciar a algún otro proyecto para cubrir el costo. Sin em­
bargo, hemos sido llamados a vivir más allá la razón y mucho más allá de
los límites de nuestras propias capacidades. Si no podemos hacer algo más
que los meros hombres, entonces no digamos a los demás que somos par­
te de la Iglesia del Dios vivo. Tenemos que lograr más que el Elk’s Club si
vamos a llamar a Dios nuestro Papá. Esto requiere que vivamos por fe en
la provisión de Dios. Cuando diariamente confiamos en Él para lo material
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

que necesitamos, entonces nos beneficiamos de los recursos del cielo. (Sé
que existe una necesidad real de mayordomía verdadera en el Cuerpo de
Cristo, pero gran parte de lo que es denominada mayordomía en la Iglesia
es simplemente temor que se ha disfrazado de sabiduría).
Pablo lo expresó de un modo mejor: “Así que mi Dios les proveerá de todo
lo que necesiten, conforme a las gloñosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:19). ¿Entendió eso? Él dijo: ¡Dios les proveerá de todo lo que
necesiten, conforme a sus gloriosas riquezas! Él no suple según mi necesi­
dad, sino según sus riquezas.
Muchas veces le pregunté a la gente a qué se dedica. Algunos dicen:
“Vivo por fe” . He descubierto con el correr de los años que está afirmación
usualmente significa: “No tengo trabajo. Dependo de gente que done para
mi ministerio” . La creencia tácita es que la gente que recibe un sueldo no
necesita creer en Dios para sus ingresos. Esta ideología es problemática. Si
dejamos de vivir por fe cuando comenzamos a recibir un ingreso regular,
entonces reducimos nuestra provisión a nuestra capacidad para trabajar en
vez de la capacidad de Dios para proveer.
La mentalidad de pobre puede encontrarse en cada nivel de la socie­
dad y en todas las profesiones y condiciones sociales. La cuenta bancaria
de una persona no es un indicio de si experimenta o no la provisión de
Dios. Alguien puede tener un montón de cosas, pero no obstante sentirse
inseguro al temer que algo pudiera ocurrirle y perderlo todo. Cuando los
pobres adquieren dinero o bienes, tienden a obtener su identidad de ello.
La verdad es que a un hombre no se lo mide por lo que tiene, sino por lo
que, lo tiene. Algunas personas poseen casas, pero a veces parece que las
casas poseen a personas.
Cuando vivimos simplemente para obtener cosas o trabajamos tanto
que no tenemos tiempo para las relaciones importantes de nuestra vida, me
pregunto si poseemos cosas o si las cosas nos poseen. La manera en que lo
entiendo es que existe una diferencia entre ser rico y ser adinerado. La gente
adinerada se niega a ser reducida a su balance, y su riqueza nunca los tiene.
Esta gente no se preocupa por el dinero porque sabe que siempre habrá
suficiente. La autoestima de la gente rica está siempre ligada directamente
a su estado de cuentas de ganancia y de pérdida. Emplean mucha energía
ya sea persiguiendo dinero o intentando conservarlo. No quiero decir que
no deberíamos tener excelentes hábitos laborales, solo quiero decir que los
príncipes no trabajan por dinero, sino que, más bien, trabajan para Dios.
‘V agabundos de castillos o príncipes de palacios

Cuando un pobre obtiene un montón de dinero, la pregunta que ne­


cesita responderse es: “¿Ganó Dios una fortuna o perdió a un hombre?”.
Los pobres con frecuencia pierden de vista sus prioridades cuando obtienen
dinero, pero los príncipes no obtienen su identidad de lo que tienen por­
que saben que esta no depende de su rendimiento o de sus posesiones. Los
príncipes poseen cosas, pero nunca permiten que las cosas los posean. El
resultado es que son capaces de experimentar esa vida libre de preocupa­
ciones que Jesús prometió y son libres de buscar primero el reino, sabiendo
que todo lo que necesitan les será añadido.
La tierra prometida de principado está llena de las bendiciones del Pa­
dre. Él no quiere escatimar su amor sobre nosotros. Él desea derramar sus
bendiciones en nosotros y anhela darnos más de lo que podamos contener.
El Salmo lo expresa de mejor manera: “Dichoso el que teme al Señor, el que
halla gran deleite en sus mandamientos. Sus hijos dominarán el país; la descen­
dencia de los justos será bendecida. En su casa habrá abundantes riquezas, y
para siempre permanecerá su justicia” (Salmo 112:1-3).
Qapítulo 3

CALABOZOS Y DRAGONES

(¿Mucha gente sepasa los días reaccionando a lo que no quiere ser en vez de
responder al llamado de T>ios sobre su vida.

P R IS IO N E R O S DE G U E R R A

uestro pasado puede convertirse en una cárcel que perpetúa la escla­


N vitud de aquellos que nos criaron. De algún modo, reproducimos in­
tencionalmente esa misma cultura destructiva en nosotros y en aquellos que
nos rodean. Existen algunas formas en las que esto ocurre en nosotros. Uno
de los modos en que nos atamos al pasado es reaccionando frente aquellos
que nos abusaron y pasándonos la vida intentando no ser como ellos.
He aconsejado a mucha gente con el correr de los años y observé un
patrón común en muchos de ellos: la gente típicamente llega a ser como
la persona que más desprecia. Los alcohólicos, por ejemplo, son común­
mente criados por padres alcohólicos. Personalmente, nunca he conocido a
un abusador de niños que no fuera una víctima de acoso sexual. En algún
momento de la sesión de consejería, hay casi siempre una afirmación como:
“Juré que nunca sería como la persona que abusó de mí, pero he llegado a
ser justamente como ella” . Yo mismo conozco bien esa lucha. A pesar de
luchar para no ser como mis padrastros durante gran parte de mi vida tem­
prana, comencé a volverme un hombre enojado justo como ellos lo eran.
En los primeros años de mis veinte, dirigía un negocio de reparación de
automotores. Mi carácter ya se me estaba volviendo incontrolable. Recuer­
do una de esas veces con claridad. Un cliente vino a buscar su auto, pero
estábamos atrasados, y el auto no estaba terminado. El cliente tenía un lugar
donde necesitaba estar, por eso estaba un poco alterado. Entraba y salía del
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

negocio preguntando si lo habíamos terminado. La tercera vez que entró,


me enfadé tanto que agarré una llave inglesa de sesenta y un centímetros y
la arrojé por el negocio hacia donde estaba él. Fue bueno que se agachara
porque casi pierde la cabeza con la llave inglesa.
Otra vez, estuve trabajando en un camión durante varios días. Era un
camión de tracción a las cuatro ruedas y tenía que sentarme dentro del
compartimiento del motor para hacer el trabajo. Cuando finalmente volví
a poner las cabezas de los cilindros en el motor y lo arranqué, el problema
que pensaba que había reparado seguía estando ahí. ¡Estaba furioso! Busqué
un mazo grande y fui tras el camión, intentando destruirlo. Mi jefe me vio
dirigiéndome hacia el vehículo, gritando con el martillo en la mano y por
eso se apresuró, se abalanzó sobre mí y me tiró al piso. Me tuvo ahí hasta
que me tranquilicé.

LLE G A M O S A SER LO QUE NOS IM A G IN A M O S

Estaba convirtiéndome en la mismísima persona que despreciaba. Un día,


estaba leyendo el Antiguo Testamento y comencé a recibir discernimiento
acerca de mi lucha a través de la historia de Jacob y su suegro. Jacob fue un
embaucador por naturaleza. Su nombre en realidad quiere decir “engaña­
dor”. Él incluso engañó a su propio padre por la primogenitura de su her­
mano. Unos pocos capítulos después, Jacob se casó con una familia que le
dio algo de su propia medicina. Trabajó para su suegro Labán durante siete
años para poder casarse con la hija de Labán, Raquel. Cuando él se despertó
la mañana después de la luna de miel, Lea estaba en su cama. Labán se había
negado a decirle que su tradición familiar dictaba que la hija mayor se casara
primero. Él consiguió con artimañas otros siete años de trabajo de Jacob a
través de esta trampa, porque Jacob seguía queriéndola a Raquel. ¡Gracias a
Dios, él la tuvo a crédito! Jacob la recibió una semana más tarde y luego pagó
por ella en pequeñas cuotas mensuales durante los siguientes siete años.
Después de catorce años de desconfianza y deshonestidad, Jacob estuvo
listo para irse. Él le dijo a su suegro que le diera lo que le correspondía, así
podía seguir su propio camino. Labán no era ningún tonto. Él sabía que
Jacob le estaba haciendo una fortuna. Labán le dijo que le dijera su salario y
que permaneciera con.él. Jacob sabía que no importaba cuál fuera su salario,
su suegro encontraría algún modo de engañarlo para no dárselo. Él le dijo:
Qalabozos y dragones

-¡M e cambiaste el salario diez veces!” .


Jacob le dijo a Labán que él trabajaría por todas las ovejas y las cabras
moteadas y manchadas. Estos animales se convertirían en su salario. Así,
ellos cerraron un trato.
Estoy seguro de que Labán pensó que otra vez tenía a Jacob, ya que
probablemente había muy pocas moteadas y manchadas entre los rebaños.
Pero la historia da el giro más inusual. Jacob talló ramas, exponiendo las
blancas debajo de la corteza. Luego ubicaba las ramas enfrente de los bebe­
deros cuando las mejores ovejas estaban bebiendo y apareándose ahí. Esto
daba como resultado que las ovejas y las cabras más fuertes parieran crías
manchadas y moteadas. Antes de que pasara mucho tiempo, Jacob se enri­
queció porque sus rebaños prosperaron, mientras que los rebaños de Labán
fueron débiles.
A medida que reflexionaba en este pasaje inusual, ¡me di cuenta de que
esta no era una lección de agricultura! Dios estaba demostrando cómo noso­
tros, sus ovejas, reproducimos. El abrevadero es un lugar de reflexión, que
significa mirar fijamente a algo y meditar en eso. La meditación involucra
nuestra imaginación. Si alimentamos nuestra imaginación con pensamien­
tos de lo que no queremos llegar a ser y bebemos del pozo del arrepenti­
miento, reproducimos esa mismísima cosa en nosotros. No importa lo que
queremos reproducir. Solo es importante lo que imaginamos, mientras es­
tamos pensando y bebiendo en el abrevadero de nuestra imaginación.
Este principio también se encuentra ilustrado en la creación del hom­
bre. La Biblia dice que fuimos creados a la imagen de Dios. En otras pala­
bras, lo que Dios imaginó, nosotros llegamos a ser. Proverbios dice; “Porque
cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7, RVR 1960).
Nuestra imaginación es una parte muy poderosa de nuestro ser. Todo lo
que alguna vez haya sido construido, fabricado, pintado o desarrollado co­
menzó en la imaginación de alguien. Tendemos a reproducir aquello sobre
lo cual damos un festín a nuestros pensamientos.
De lo que me estoy dando cuenta acerca de muchos de nosotros es que
pasamos mucho tiempo de nuestra vida reaccionando a lo que no quere­
mos ser en vez de responder al llamado de Dios para nosotros. Desperdi­
ciamos un montón de energía intentando no ser algo. Pará no ser algo,
tengo que tenerlo enfrente de mí así puedo evitarlo. Lo disparatado es
que reproduzco lo que imagino. Si veo lo que no quiero ser, simplemente
imaginármelo me provoca a reproducirlo. Esto explica por qué tanta gente
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

crece maltratando a sus hijos del mismo modo en que sus padres abusaron
de ellos. Se prometieron que nunca llegarían a ser como sus padres, pero
llegan a ser exactamente como ellos.

R E A C C IO N A R A L PASAD O O R E SPO N D E R A L A V IS IÓ N

Evadimos esta cárcel al responder al llamado de Dios para nuestra vida y


meditar en su visión para nosotros. La palabra meditación está relacionada
con la palabra medicina. En un sentido positivo, meditación quiere decir
pensar de tal modo como para hacerse a uno mismo saludable. Llegamos a
ser la persona que Él nos ha llamado a ser cuando meditamos en la cosas de
Dios y soñamos sus sueños. El salmista escribió: “Deléitate en el S e ñ o r , y él te
concederá los deseos de tu corazón” (Salmo 37:4). Bill Johnson tiene una defi­
nición creativa del “deseo” , en inglés. El divide la palabra desire (deseo) en
dos partes: de que significa “de” y sire que quiere decir “engendrar” . Cuando
nos deleitamos en Dios, en vez de vivir en nuestro pasado. Él se convierte
en el Padre, el Señor, de nuestros sueños.
María ilustra este principio en su vida. La Biblia dice: “María, por su
parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas”
(Lucas 2:19). Ella meditaba la Palabra de Dios en su corazón y dio a luz al
Salvador del mundo. Lo que ella se imaginó se convirtió en carne y habitó
entre nosotros a través de la concepción inmaculada. Cuando soñamos con
Dios, nos convertimos en las obras maestras de su imaginación.

ATADO PO R L A F A LT A DE P E R D Ó N

Otra cosa que nos ata al pasado es la falta de perdón. La falta de perdón hace
que desperdiciemos nuestra vida intentando ajustar cuentas en vez de cum­
plir nuestro propio destino al caminar en nuestro llamado. Es importante
que perdonemos a todos aquellos que pecaron en nuestra contra para poder
ser libres y continuar con nuestra vida. También es crucial que aprendamos
a perdonar nuestros propios pecados.
Mucha gente se pasa la vida odiando a los demás y planificando vengan­
za. El rencor no tiene amigos. No hay contenedor que conozca el hombre
que lo contenga. Siempre se filtra sobre aquellos que más amamos.
Calabozos y dragones

Es el privilegio y la responsabilidad de la realeza perdonar. Salomón,


que fue educado para ser príncipe desde su nacimiento, dijo: “El buen
juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa” (Pro­
verbios 19:11). Después de que Jesús resucitó de los muertos. Él sopló
sobre sus discípulos, liberando su Espíritu en ellos. Luego les dio su pri­
mera misión como creyentes llenos del Espíritu: “A quienes les perdonen
sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán
perdonados” Quan 20:23).
Recibí al Señor como Salvador en 1973 durante el “Movimiento Jesús” .
Tenía dieciocho años y vivía con una tonelada de dolor en el corazón. Solía
estar acostado en la cama a la noche imaginándome maneras creativas de
destruir a la gente que había abusado de mí. No los quería simplemente
muertos; quería que sufrieran del modo en que me habían hecho sufrir.
Pronto después de que fui salvo, el Señor comenzó a confrontar mi falta de
perdón. Él me dijo que necesitaba perdonar a la gente que abusó de mí o de
lo contrario, abriría la puerta a los torturadores en mi vida. No fue fácil al
principio, pero me di cuenta de que Él me había dado el poder para perdo­
nar cuando me perdonó.

L A F A LT A DE P E R D O N IN V IT A A LOS TO R TU R A D O R E S

Me quedó clara la advertencia del Señor acerca de “los torturadores”


cuando leí una historia interesante que Jesús contó sobre nuestro Rey y
nuestro reino. Él le estaba respondiendo a Pedro la pregunta de cuántas
veces tenía que perdonar. (Todavía me parece cómico que Pedro sea el que
le pregunta a Jesús cuántas veces tiene que perdonar cuando él es el más
ofensivo del equipo). Jesús dijo;

I “Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuen­
tas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le
debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar,
el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo
lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él.
“Tenga paciencia conmigo — le rogó—, y se lo pagaré todo”. El señor
se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. Al
salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangu­


larlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró
delante de él. “Ten paciencia conmigo — le rogó— , y te lo pagaré”. Pero
él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara
la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron
mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Enton­
ces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! — le increpó— .
Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú
también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compa­
decí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo
torturaran hasta que pagara todo lo que debía.
Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada
uno perdone de corazón a su hermano”
M ateo 18:23-35, é n f a s is a ñ a d id o

Esta historia me es sorprendente. La falta de perdón nos mete en la cár­


cel. Si no entendemos cuán grande fue nuestra deuda de pecado para Dios y
lo que significó para Él perdonarla, podemos caer en la trampa de juzgar las
ofensas mucho más pequeñas de aquellos que nos rodean. Como podemos
observar en la historia, estamos solamente hiriéndonos a nosotros mismos
cuando hacemos eso. Dios insiste en que su pueblo se perdone el uno al
otro; y Él no está arriba usando al diablo como títere para ayudarnos a per­
donar. Esta parábola describe su “comité de modos y medios” denominado
“los torturadores” que nos ayudan a conducimos al perdón.

C A U TIV O S Y P R IS IO N E R O S

Isaías dijo que fuimos ungidos para proclamar “liberación a los cautivos”
y “libertad a los prisioneros” (Isaías 61:1). Creo que él describe dos tipos
de personas que están detrás de barrotes: “cautivos” y “prisioneros” . Los
prisioneros son personas a quienes un juez envía a la cárcel. Se necesita
una orden judicial del Juez del cielo para liberarlas. Estas personas han
abierto la puerta de su vida a los torturadores mediante el pecado y la falta
de perdón. Deben perdonar a aquellos que las han herido y han abusado de
ellas para que Dios, que es el Juez supremo, esté justificado en retirar a los
torturadores de su vida y las libere de la prisión.
Qalabozos y dragones

Con el transcurso de los años, esta verdad se me ha vuelto a enfatizar


ya que trabajo con personas que son atormentadas por demonios. Recuer­
do una de esas veces muy claramente. Randy Clark vino a Redding para
una conferencia. Una noche, él estaba predicando acerca de la libertad y,
en el medio de su mensaje, ordenó a los espíritus demoníacos que salieran
de las personas que estaban presentes. Varias personas comenzaron a gritar
y a caer al piso.
Una mujer de cuarenta y cinco años estaba en la parte de adelante
de la iglesia y comenzó a actuar alocadamente. El equipo de ministerio
intentó llevarla a una habitación para orar por ella, pero cuando la lle­
varon al pasillo que conducía a la sala de oración, ella comenzó a actuar
como un animal. Empezó a morder, a arañar y a golpear su cabeza contra
la pared, mientras gruñía a la gente. El equipo se reunió a su alrededor
y comenzó a gritar a los espíritus que dejaran sola a la mujer, pero no
había ningún avance en absoluto. Cuando llegué para ayudar, ella seguía
gritando y arañando, mientras ellos le respondían gritando también. Si la
inutilidad de sus intentos para ayudar no fuera tan lamentable, hubiera
parecido cómico.
Pregunté:
-¿Qué están haciendo?
-¡Estamos haciendo qué: esta mujer se libere! ¿Qué parece que estamos
haciendo? -dijo uno de ellos en tono sarcástico.
-¡Parece que el diablo está ganando! -repliqué. (Hay un montón de
gente que necesita ser liberada de su última liberación).
-Si usted cree que puede hacerlo mejor, entonces hágalo usted mismo
-respondió otro frustrado.
Entré al círculo y puse mis brazos alrededor de ella para evitar que se
continuara golpeando la cabeza contra la pared. Le susurré al oído pregun­
tándole siliabía alguien a quien necesitaba perdonar.
Ella gritó:
-¡N o !
Entonces el Señor me mostró una imagen de su padre violándola, por
eso le pregunté si necesitaba perdonar a su padre. Ella comenzó a gritar:
-¡L o odio! ¡No lo puedo ni ver! ¡Se puede pudrir en el infierno!
Le dije:
-Si no quieres perdonarlo, entonces no puedo ayudarte. Los demonios tie­
nen permiso para atormentarte -M e levanté y comencé a irme caminando.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Cuando llegué hasta la puerta, ella (todavía alocada) gritó en el pasillo:


-Bien, ¡lo perdonaré! ¡Haré cualquier cosa! ¡Simplemente ayúdeme!
Pocos minutos después, la guié en una oración de perdón por su papá
y por algunas otras personas que vinieron a mi mente. Entonces ordenamos
a los demonios que se fueran. ¡Se fueron, y ella se levantó riéndose!
El perdón no quiere decir que siempre tengo que confiar en la persona
que abusó de mí. Simplemente significa que la libero de ser castigada por
lo que me hizo a mí. Si un hombre viola a una mujer, puede que ella nunca
confíe en él nuevamente, pero tiene que perdonarlo, o los torturadores la
atormentarán.

E L PE R D Ó N R E S T A U R A E L E S T Á N D A R

El perdón también restaura el estándar de nuestra vida. Recuerdo una vez


cuando nuestros hijos eran todos adolescentes. Me enojé con Kathy en­
frente de ellos y luego la traté irrespetuosamente. Al día siguiente, reuní
a los niños en el comedor y le pedí a Kathy y a cada uno de ellos que me
perdonaran. Todos me perdonaron, y continuamos con nuestro día. Aproxi­
madamente una semana después, uno de nuestros hijos entró a la cocina
y comenzó a ser sarcástico con Kathy. Entré y le dije que no tenía permiso
para hablar así a mi esposa.
Él respondió:
-¡Tú mismo fuiste grosero con mamá el otro día!
Le dije:
-Sí, pero tú me perdonaste. El perdón restaura el estándar. Cuando me
perdonaste, renunciaste a tu derecho de actuar del mismo modo porque
tu perdón me restaura al lugar de honra. Me arrepentí. El arrepentimiento
significa ser restaurado al pináculo, al lugar alto.
Él le dijo a su madre que estaba arrepentido, y ella lo perdonó. Si no en­
tendemos este principio, entonces el peor momento, el peor error o aquello
más necio que alguna vez hayamos hecho en la vida se convierte en nuestro
punto álgido. Por ejemplo, si fuimos inmorales siendo adolescentes y pos­
teriormente en la vida tenemos adolescentes, no tendremos confianza para
corregirlos por sus malas elecciones sexuales porque nosotros mismos nos
fallamos. Los fracasos de los cuales nos hemos arrepentido ya no son más el
estándar al cual nosotros debemos inclinarnos. Cuando le pedimos a Dios
Qalabozos y dragones

y a aquellos a quienes hemos herido que nos perdonen, fuimos puestos


nuevamente en el lugar alto que Dios nos asignó. Aparte de eso, el peor día
de nuestra vida se convierte en el lugar más alto al cual tenemos el derecho
de liderar a los demás. La verdad es que el perdón restaura el estándar de
santidad en nosotros y a través de nosotros.

O T R A P U E R TA DE P R IS IÓ N

Los celos, la envidia y el temor pueden también sacamos de nuestro destino


y meternos en el calabozo. La historia de Saúl y David al regresar a su hogar
después de su gran victoria sobre Goliat y su ejército es un ejemplo perfecto
de esto. Dice así:

y exclamaban con gran regocijo: «Saúl destruyó a un ejército,


¡pero David aniquiló a diez!»
Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: «A Da­
vid le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único
que falta es que le den el reino!» Y a partir de esa ocasión Saúl empezó
a mirar a David con recelo.
Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de
Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza
en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre”
1 S a m u e l 18:7-10, é n f a s is a ñ a d id o

Observe que el Señor envió un espíritu maligno sobre Saúl. Esto se pa­
rece mucho a la historia que Jesús contó en Mateo 18 acerca de los tor­
turadores que nos conducen al perdón. Los torturadores también pueden
hacemos^salir de la tierra de los celos. La vida de Saúl es un ejemplo de
cómo el celo nos ciega de la realidad y nos conduce a conclusiones irracio­
nales. Saúl pensó que David lo destronaría como rey simplemente porque él
era más capaz. Él no entendió que el reino de Dios no es un reino basado en
el desempeño. No lideramos porque seamos necesariamente los más capa­
citados; lideramos porque somos “llamados” a ser líder.
Los príncipes y las princesas son comisionados para ver al pueblo que
ellos lideran alcanzar su máximo potencial. Esto quiere decir que el cumpH-
do más grande que alguna vez podemos tener es cuando vemos que la gente
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

a quien lideramos llega a ser más importante que nosotros. Si creemos que
estamos liderando porque somos los más capacitados, entonces inconscien­
temente trabajaremos para socavar los progresos de otros.
La vida del rey Saúl también nos muestra cómo la desconfianza puede
hacerse pasar por discernimiento y finalmente conducirnos a la esclavitud.
La desconfianza es el don del discernimiento que está siendo usado por el
espíritu de temor. Nos conduce al rencor, a la falta de perdón y al tormen­
to, y da como resultado que entremos a una prisión espiritual donde todos
los guardias trabajan para el sector de las tinieblas. Los espíritus que vigi­
lan las paredes de la prisión tienen nombres como enfermedad, depresión,
odio y asesinato.

LIB E R T A D A LOS C AU TIV O S

Isaías también dijo que había gente que era cautiva. Los cautivos son perso­
nas que han sido apresadas en la batalla y tenidas como prisioneras de gue­
rra. Esta gente no tiene falta de perdón en su corazón, pero en cambio está
atada por mentiras que ha creído. Jesús dijo; “y conocerán la verdad, y la ver­
dad los hará libres” Quan 8:32). La palabra verdad significa en este contexto
“realidad” . Muchos de nosotros vivimos en una “realidad virtual” ; se siente
real y parece real, pero no es real. Es simplemente una ilusión. Le damos
permiso al diablo para que nos castigue porque pensamos que sus mentiras
son verdad. Cuando somos atormentados debido a mentiras, necesitamos
una revelación de la verdad de Dios para poder escaparnos a la libertad.
Este testimonio hará que mi argumento sea más claro. Un día, estaba
enseñando en el piso de arriba de la Escuela de Ministerio, y aproximada­
mente en el medio de mi sermón, alguien vino corriendo con un mensaje
urgente. Bajamos corriendo las escaleras y llegamos finalmente a la oficina
de nuestro consejero. Alrededor de ocho personas estaban orando fervien­
temente afuera de la oficina. Abrí la puerta y vi una escena violenta. Una
mujer muy grande estaba boca abajo en el piso con uno de nuestros obre­
ros de mantenimiento más fuerte sobre ella, intentando contenerla. Dos de
nuestros consejeros estaban parados contra la pared con los brazos de la
mujer que le envolvían las piernas. Ella les mordía los zapatos y les gruñía.
Las primeras preguntas que me vinieron a la mente fueron: “ ¿Por qué
los demonios tienen permiso para atormentar a esta mujer? ¿Era ella una
Qalabozos y dragones

prisionera con cuestiones de pecado y falta de perdón en su vida o era ella


una cautiva que creía en una mentira?” . Me acerqué hasta el piso y comencé
a pedirle al Espíritu Santo discernimiento para ver cuál era su esclavitud.
De repente, lo escuché decir:
-Cuando era pequeña, se le dijo que blasfemó al Espíritu Santo y por lo
tanto, era desterrada al infierno.
El Espíritu Santo continuó:
-Es una mentira. La he perdonado.
Me incliné y le susurré al oído:
-E l diablo te dijo cuando eras pequeña que blasfemaste al Espíritu San­
to, ¡pero es mentira! Nunca hiciste eso. Renuncia a esa mentira.
Ella se calmó inmediatamente y comenzó a reírse. En segundos ella fue
liberada por completo. ¡Conocer la verdad te hará libre!
Debemos dejar atrás la prisión para entrar al palacio. La gente de la rea­
leza se centra en quién es llamada a ser; ha perdonado a aquellos que la han
herido, ha rechazado las mentiras del enemigo y ha abrazado la verdad. No
vive en la esclavitud de la prisión, sino en la plenitud del palacio. ¡Permita­
mos que comience nuestro viaje como realeza!
Qapítulo 4

U N A ESCALERA REAL
(P O R B IL L JO H SO N)

¡8,1perdón reescribe nuestra historial

C UAND O L A R E A L E Z A DE DIOS TO CA N U E STR O PASAD O

uando examinamos los acontecimientos de nuestra vida apartados de


C la sangre de Jesús, nos sometemos a la influencia del espíritu de en­
gaño. En realidad, mi pasado pecaminoso ya no existe más. El Cordero de
Dios lo compró con un pago en sangre y quitó para siempre mis pecados de
las actas del cielo. La sangre expiatoria de Jesús cubre mi pecado, para nun­
ca más ser descubierto. El pojder del pecado para destruimos está asimismo
derribado por una realidad superior: el perdón.
El diablo lleva un registro de nuestro pasado. Sin embargo, esos regis­
tros son ineficaces sin nuestro acuerdo. Él es el acusador de los hermanos,
pero Jesús es nuestro defensor. Establecemos un acuerdo con el acusador
cuando miramos nuestro pasado apartados de la sangre. Cuando acordamos
con el diablo, lo apoderamos. Cuando él es apoderado, devora.
Por otro lado, acordar con Dios nos apodera. Esto nos libera del poder
de una mentira y nos capacita para vivir según la voluntad de Dios. Este
otorgamiento de poder es independiente de Dios; es otorgamiento de po­
deres debido a Dios. Cuando acordamos con Él, entramos en el poder de la
verdad, el momento de la cruz. La verdad ya está a nuestro favor porque el
rey Jesús murió en nuestro lugar. Él no solo murió por nosotros; Él murió
como nosotros. Nuestro acuerdo con Dios, el cual es siempre el centro y la
actividad de la fe, nos permite cosechar el fruto de verdad. ¡Y ese fruto es la
libertad! La fe crece al acordar con Dios desde el corazón.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

E L SE N D ERO A L A H U M ILD A D

La religión nos refriega por la cara el pasado para mantenernos humildes.


Examinar la pecaminosidad de nuestro pasado para volvemos humildes es
una perversión. En realidad, eso crea vergüenza, y la vergüenza es una fal­
sificación pobre de la humildad. La vergüenza es el fruto de la humillación
que opera en contra de la verdad. Mantener la conciencia de nuestro pasado
pecaminoso para ayudarnos a volvemos más humildes es la crueldad de un
espíritu religioso; requiere que mantengamos algo en nuestra mente que no
está en la de Dios. En realidad, es mucho más humillante vivir en la libertad
del perdón inmerecido. Cuando somos perdonados, el Rey nos da permiso
para vivir como si nunca hubiéramos pecado.
Vivir en el perdón no quiere decir que olvidemos nuestro pasado. En cam­
bio, ver mi pasado a través de la sangre de Jesús trae alabanza a mis labios y me
libera de la carga de un corazón culpable. Jesús será conocido por toda la eter­
nidad como el Cordero de Dios; por eso siempre recordaremos que fue la pro­
visión del Cordero inmaculado la que obtuvo redención eterna para nosotros.

M I H IS T O R IA P E R S O N A L

Luché durante muchos años con esta verdad. La vergüenza y el desáni­


mo eran íntimos amigos míos. Contrarrestaba dichos sentimientos con más
oración, estudio y lectura acerca de las vidas de grandes hombres y mujeres
de Dios del pasado. Sin embargo, mi problema no se resolvía aunque hacía
lo que la mayoría me aconsejaba que hiciera. Descubrí que cuando nues­
tra perspectiva es errónea, más oración y estudio pueden incluso añadir a
nuestro desánimo y vergüenza como sucedió conmigo. Cada biografía me
impresionaba, pero también me hacía sentir desesperado. Eran todos dema­
siado perfectos. Yo no podía relacionarme con ninguno de los encuentros
que ellos tenían con Dios. Parecía que ellos eran los favoritos de Dios, y yo
simplemente existía. Una vez, escuché una grabación de David Wilkerson
titulada Enfrentando tus Fracasos. En ella, él hablaba de cómo todos “los
grandes” tuvieron fracasos y debilidades también. Él contó algunas de sus
luchas y fracasos. Fue el mensaje más estimulante que escuché en mi vida.
Fue el comienzo de un cambio en perspectiva para mí, pero el espíritu reli­
gioso no iba a darse por vencido tan fácilmente.
Una escalera real

Me había rodeado de gente con una pasión similar: ¡Reavivamiento


a cualquier costo! Había crecido de pequeño con este tema. Dormía con
él, comía con él y lo oraba constantemente. Pero era de conocimiento pú­
blico para todos nosotros que habíamos estudiado los reavivamientos del
pasado: no éramos lo suficientemente santos. Por eso, constantemente
reexaminaba mis motivos y mi santidad personal, y nunca satisfacía mis
expectativas acerca de mí mismo. Mi pasión por Dios estaba sana y salva,
pero mis esfuerzos por la santidad personal estaban matándome. Me aver­
güenzo de admitirlo, pero fui pastor durante algunos años antes de comen­
zar a sentirme bien. Cada semana, me enfrascaba en mi asunto: mi sentido
de falta de valor y desesperación. Gracias a Dios, era capaz de tener fe para
salir de eso para el domingo, entonces podía dar al pueblo que pastoreo
algo saludable para comer.
Un querido amigo y mentor mío, Darol Blunt, llevaba una vida de gra­
cia. La vida parecía muy fácil para él. Él me guió mucho y modeló una vida
sin la intensa introspección en la que yo estaba atrapado. Él se reía un mon­
tón y sabía cómo divertirse sin ser grosero. Eso era algo nuevo para mí. Yo
era demasiado serio por mi propio bien. En mis años de crecimiento, había
sido el payaso de la clase y había aprendido a cómo ser ordinario para llamar
la atención. Me aparté de esto y de todo lo demás que sabía para seguir a
Dios por completo. Desafortunadamente, dejé una parte valiosa de quien
era en la tabla de cocina de la santidad personal y adopté una imagen falsa
de la espiritualidad que de veras nunca funcionó.
¿Cómo comenzó Dios a cambiarme? Hubo un encuentro de un mo­
mento que lo cambió todo. Pero hubo una serie de cosas que Dios puso en
mi camino para establecerme en Él y destruir el espíritu religioso que me
había atado. Se necesitaba arrepentimiento. Suena extraño decirlo porque
el arrepentimiento era un tema principal mío. Sin embargo, el verdadero
arrepentimiento es cambiar el modo en que pensamos. Necesitaba un arre­
pentimiento que afectara mi mente y redireccionar mi corazón hacia un
Dios que perdona. La fe es la evidencia del verdadero arrepentimiento. No
estaba viviendo en pecado oculto. No había hábitos amorales en mi vida
que atormentaran mi conciencia con vergüenza. Mi vergüenza era sobre
mi humanidad, y mi desánimo era sobre quien no era. En algún momento,
tenía que creer realmente que lo que el Rey Jesús hizo era suficiente. Parece
muy simple ahora. Mi vergüenza discretamente negaba su obra expiatoria.
Mi desánimo deshonraba la suficiencia de las promesas del Rey.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

N O H AG O IN T R O S P E C C IÓ N

Llevó un tiempo pero finalmente me di cuenta de que mis mejores mo­


mentos (mental, emocional y espiritualmente) eran cuando tan solo hacía
lo mejor de mí y permanecía lejos de la introspección. Esto era algo que
me daba miedo porque en mi mente la introspección era casi un rito de
pasaje a mi sueño más grande: el de ser un evangelista. Después de años
de luchar con el conflicto de la santidad personal, oré algo similar a lo que
sigue a continuación:

Padre, tú sabes que no prospero mucho cuando miro en mi inte­


rior, por eso voy a dejar de hacer esto. Confío en ti para que me
señales las cosas que necesito entender. Prometo permanecer en tu
Palabra. Dijiste que tu Palabra es una espada, por eso úsala para
cortarme profundamente. Expón aquellas cosas en mí que a ti no te
agradan. Pero al hacerlo, por favor, dame la gracia para abandonar
esas cosas. También prometo llegarme ante ti diariamente. Tu pre­
sencia es como un fuego. Por favor, quema en mí aquellas cosas que
son desagradables para ti. Funde mi corazón hasta que sea como el
corazón de Jesús. Sé misericordioso conmigo en estas cosas. Asi­
mismo prometo permanecer en comunión con tu pueblo. Dijiste
que el hierro se afila con el hierro. Espero que unjas “las heridas
de un amigo” para hacerme entrar en razón cuando estoy siendo
resistente hacia ti. Por favor, usa estas herramientas para formar mi
vida hasta que solo Jesús se vea en mí. Creo que tú me has dado tu
corazón y tu mente. Por tu gracia soy una creación nueva. Quiero
que esa realidad sea vista para que el nombre de Jesús sea tenido en
honra suprema.

R E P A S A R L A H IS T O R IA

El perdón, en efecto, cambia el pasado. El diario de Dios registra nuestra


vida desde la perspectiva de su perdón y nuestra fe. Su libro de recuerdos no
contiene nuestra historia de pecado e insensatez. Considere a Sara, la esposa
de Abraham. En Génesis 18 dice:
Una escalera real

"Se ñó, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré
deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abra-
ham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz
siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado
volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces
Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así,
sino que te has reído”
w. 12-15 RVR 1960

La palabra hebrea para reírse en este versículo nos dice que ella no hizo
una risita avergonzada. Ella en realidad se burló de Dios y de lo que Él había
dicho, y luego empeoró las cosas al mentirle al Señor asegurando que no
lo había hecho. Pero Hebreos 11:11 dice; “Por la fe también la misma Sara,
siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de
la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (RVR 1960).
¡Esta es la misma mujerl ¿Qué ocurrió? Aparentemente ella se arrepintió,
volviendo su corazón a lo que Dios había declarado que fuera su destino. Al
hacerlo, Dios rescribió su historia excluyendo el pecado que se registra en La
Biblia. Lo que está escrito en Hebreos 11 nos muestra cómo Dios registra los
acontecimientos de nuestra vida en su libro de los recuerdos. Dios escribió
su historia de ella de tal manera para enfatizar aquello que a Él le agrada más:
la fe de Sara. Parece que Él está jactándose por todo el cielo acerca de Sara:
-¿Vieron ese coraje y esa gran fe? Acá hay una mujer, no puede tener un
hijo, ¡pero sabe que yo soy fiel!
Uno puede verlo hablándole al ángel escribano;
-Asegúrate de que lo expreses así... ¡Esa es mi hija! Ella creyó en mí.
¡Otros no hubiesen creído, pero ella sí!
, Cuando Dios ve la historia de un creyente de este modo, ¿quiénes so­
mos nosotros para hacer lo contrario? La sangre de hecho cambia nuestra
historia en su historia. Hace algunos años, oí una palabra profética que real­
mente conmovió mi corazón. En esa palabra, Dios hablaba diciendo:
-N o quitaré las cicatrices de tu vida. En cambio, las colocaré de tal
modo que tengan la apariencia de escultura en una fina pieza de cristal.
Tal es el amor de Dios. Lo que fue despreciado se convierte en un testi­
monio de su gracia, ¡en algo de belleza!
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

L A M A N E R A E N QUE PE N S AM O S

El pensamiento sobre la carne es muerte y está en guerra con Dios. Esa es


la mente no renovada. En esencia, la mente renovada es la mente de Cristo.
Es capaz de demostrar la voluntad de Dios, la cual se encuentra mejor
descrita en la oración: "... hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”
(Mateo 6:10). La exhortación de La Escritura es clara: “Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Eilipenses 2:5, RVR
1960). La renovación de la mente comienza con nuestra identidad nueva
obtenida en la cruz. Fuimos una vez esclavos del pecado, pero ahora so­
mos esclavos de la justicia. Nuestra vida de pensamiento debe respaldar
esa realidad. El apóstol Pablo enfatizó esto en su carta a la iglesia de Roma
diciendo: “De la misma manera, también ustedes considérense muertos al
pecado...” (Romanos 6:11). Es una actitud, una manera de pensar, una
evidencia de arrepentimiento.
La mente tiene poder para afectar nuestro comportamiento ya sea de
manera positiva o negativa, pero no tiene poder para cambiar nuestra natu­
raleza. Eso solo se logra cuando nacemos de nuevo. Cuando la gente vuelve
a nacer, es transformada desde adentro hacia fuera. No son las cosas ex­
ternas las que son posibles de cambiar primero. Dios establece residencia
en nuestro corazón transformándonos, ya que en realidad es un trabajo
interno. Por otro lado, la religión opera en el exterior. Aunque puede traer
conformismo, es incapaz de traer transformación.
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios
23:7, RVR 1960). Cuando se nos encomienda que pensemos de nosotros
mismos como muertos al pecado, es más que una sugerencia pensar de
manera positiva acerca de nuestra conversión. Es una invitación a entrar
en el momento de una realidad que se hizo disponible solamente median­
te la cruz. El poder sobrenatural liberado en esta manera de pensar es lo
que crea un estilo de vida de libertad. Es capaz de hacer esto porque es
verdad. Decir que he pecado es verdad. Decir que soy libre de pecado es
más verdad aún. La mente renovada es necesaria para probar más consis­
tentemente la vida sobrenatural, la cual Dios quiso que sea la vida cristia­
na normal.
Una escalera real

LO QUE DIOS P IE N S A A C E R C A DE NOSOTROS

Así como los reyes del Antiguo Testamento necesitaban a los profetas, así el sa­
cerdocio real de este tiempo necesita siervos del Señor para ayudar a completar
el cuadro de los propósitos de Dios en nuestras vidas. Valoro las muchas veces
en las que los miembros del Cuerpo de Cristo me han dado una palabra de
aliento que Dios puso en su corazón. Esta es la esencia del ministerio proféti-
co. El Espíritu Santo es rápido en confirmar cuando algo es realmente de Dios.
Cuando lo es, lo atesoro en gran manera. Lo escribo para poder examinarlo
cuando sea necesario. La mayoría de las palabras proféticas están en fichas
que guardo siempre en mi portafolio. Algunas de esas palabras se remontan a
veinte años o más y ellas aún me traen vida. No puedo permitirme pensar de
modo diferente sobre mi vida que el que Dios piensa. Cuando es una promesa
de Las Escrituras que Dios ha subrayado para mi vida o una palabra profética
de un profeta reconocido, la repaso hasta que lo que se dijo es lo que pienso.
Las promesas son como el timón de un barco. Los timones determinan la
dirección de ese barco. Y lo que hago con las promesas de Dios determinan
la dirección de mi vida de pensamiento y finalmente afectan mi realidad. Es
esencial entender lo que Él piensa de mí (y de los demás) para entrar en mi
destino. A pesar de las circunstancias, La Palabra de Dios es verdad. “Dios es
siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso” (Romanos 3:4). Nuevamen­
te, no podemos permitirnos pensar de manera diferente acerca de nosotros
mismos de la que piensa Dios.
Me gusta mucho meditar en los versículos que hablan de lo que Jesús
logró para mí a través de la salvación. A continuación cito varios versículos
que encontré para que me alimenten:

I
“Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo so­
bre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como
lejos del oriente está el occidente”
Sa l m o 103:11-12

“Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su her­


mano: ‘¡Conoce al S e ñ o r ! ’, porque todos, desde el más pecfueño hasta
el más grande, me conocerán — afirma el S e ñ o r — . Yo les perdonaré su
iniquidad, y nunca más me acordaré de sus pecados”
J e r e m ía s 31:34
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

“ (...) que regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo
seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre
tus vástagos, y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto
a arroyos. Uno dirá: ‘Pertenezco al S e ñ o r ’; otro llevará el nombre de
Jacob, y otro escríbirá en su mano: ‘Yo soy del S e ñ o r ’, y tomará para sí
el nombre de Israel”
I s a ía s 44:3-5

estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la


buena obra, la perfeccionará hasta el día dejesucñsto”
F il ip e n s e s 1:6, RVR 1960

“M i Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano


del Padre nadie las puede arrebatar”
Ju a n 10:29

“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo
ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!”
2 C o r in t io s 5:17

Estos son simplemente algunos de los pensamientos que Dios tiene ha­
cia nosotros y que deben convertirse en una parte de lo que pensamos y de
cómo pensamos. Confeccione su propia lista y cambie su mente.

E L SECRETO M EJO R G U AR D AD O

“Yo soy el Se ñ o r (...) No entrego a otros mi gloria...” (Isaías 42:8). La com­


prensión más corriente de este versículo es que Dios es glorioso y noso­
tros no. En realidad, nosotros no somos “otro” . ¿Por qué cree que nos creó
miembros individuales de su cuerpo? El miembro más bajo (el menor) de
su cuerpo es superior al principado más alto y al poder de las tinieblas. El
objetivo original en la creación del hombre fue que nosotros vivamos y
moremos en su gloria. Romanos 3:23 dice: “pues todos han pecado y están
privados de la gloria de Dios”. La cruz quita el obstáculo para así cumplir los
propósitos de Dios y nos restaura a su intención original. El corazón religio­
so no quiere reconocer que realmente hemos sido creados a su semejanza, y
Una escalera real

que ser nacidos de nuevo nos restaura a una condición de pureza absoluta.
Jesús añadió esto en su oración sacerdotal: “Yo les he dado la gloria que me
diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). Se en­
cuentra registrado en Proverbios que la sabiduría nos traerá una corona de
gloria. Incluso nuestros cuerpos fueron diseñados para vivir en su gloria.
Cuando nos acostumbramos más y más a la presencia de su gloria, hasta
nuestros cuerpos desean fuertemente la presencia gloriosa de Dios. Los
hijos de Coré, que habían pasado un tiempo considerable en la gloria real
de Dios y habían visto el efecto sobre su ser físico cantaron: “Mi corazón y
mi carne cantan al Dios vivo” (Salmo 84:2, RVR 1960).
Cuando la realeza de Dios toca nuestra vida, descubrimos que estamos
diseñados para vivir en la gloria del Padre. Ya no vivimos más en las es­
clavitudes de nuestro pasado -e l desempeño y la comparación en nuestra
vida diaria-, sino que sabemos que nuestro valor está en simplemente
amarlo. ¡Porque de eso brota agua viva y revelación para aquellos que no
han descubierto la verdad en las naciones de la Tierra!

B IB L IO G R A F ÍA

Hebreos 6:1b (RVR 1960): -“... arrepentimiento de obras muertas, de la fe


en Dios.”
ÑAS: Arrepentimiento y fe son dos lados de la misma moneda. Trasla­
darse de algo significa automáticamente que uno tiene que trasladarse
hacia algo.
Qapítulo 5

LAGARTOS E N EL PALACIO

T^odo lo que uno diagnostique mal, maltratará.

¿CÓMO TE L L A M A S ?

athy y yo llevamos a dos de nuestros nietos a Mundo Marino hace


K algún tiempo. Elias, que entonces tenía tres años, y su prima Mesha,
que tenía cinco, estaban con nosotros en la habitación del hotel sentados
en la cama.
Estaban mirando en la televisión un documental de National Geo-
graphic acerca de reptiles. Cuando terminó el programa, Mesha lo miró a
Elias y dijo:
-¡Juguemos a los cocodrilos y lagartos!
Elias, aunque es más chico, es mucho más fuerte que Mesha. Él
respondió:
-¡Sí!
Mesha dijo:
-Yo soy el cocodrilo, y tú eres el lagarto.
-Está bien -respondió Elias con entusiasmo.
De repente, los dos se pararon en la cama y comenzaron a luchar. En
un minuto, Elias tenía a Mesha inmovilizada en el colchón.
- ¡N o puedes hacer eso, Elias! -se quejó Mesha-. Eres el lagarto. ¡Yo
soy el cocodrilo! ^
Debido a su protesta, él la soltó inmediatamente.
-¿Y qué hacen los lagartos? -le preguntó.
-Lamen cosas con su lengua, así -Ella demostró lamiendo la mejilla
de Elias.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

-Bien -d ijo Elias sumisamente.


Pocos segundos después, ella lo había convencido de que se acostara así
ella podía subirse sobre él.
-¡Raaaaw! ¡Raaaaw! -Mesha rugía mientras luchaba por sujetarlo.
Cada vez que Elias comenzaba a empujarla, ella decía:
—Elias, eres un lagarto. ¡Yo soy un cocodrilo! No puedes hacer eso. So­
lamente puedes usar tu lengua.
Finalmente, después de aproximadamente diez minutos, una pequeña
voz surgió desde debajo de Mesha:
-Abuelo, no quiero jugar más.
Esta historia me recuerda mucho al juego de la vida. El diablo nos da
nombres que nos quitan autoridad. Nos convertimos en lagartos que pode­
mos usar solamente nuestra lengua. Él se convierte en el cocodrilo pode­
roso. Entonces, pasamos nuestra vida jugando según las reglas del diablo
porque creemos en el nombre equivocado.
El diablo es el acusador y con frecuencia usa a otra gente para propagar
sus identidades alias sobre nosotros. M i primer padrastro solía llamarme
“burro estúpido” todo el tiempo. Esto daba como resultado que siempre me
sintiera burro, lo cual en realidad dificultó mi capacidad para aprender. El
nombre se convirtió en un bloqueo mental, lo que se manifestó como una
dificultad en la lectura. Cuando finalicé la escuela secundaria, leía solamen­
te en un nivel de tercer grado.
Me encontré con muchas mujeres a quienes sus padres las llamaban
“prostitutas” y quienes luego luchaban con la inmoralidad toda su vida.
Los nombres pueden ser declaraciones proféticas que definen la identidad
de una persona. Debido a que la gente actúa según quién cree que es, esas
mentiras son al final exteriorizadas en su comportamiento.
Respondemos a nuestro entorno según la manera en que nos vemos.
Las palabras que se nos hablan se convierten en nombres que llevamos en
nuestro corazón. Estos nombres pintan un retrato de nosotros en nuestra
imaginación y se convierten en los lentes a través de los cuales vemos nues­
tro mundo. ¡Los palos y las piedras nos rompen los huesos, pero los nom­
bres nos quitan el futuro!
Jugarlos en el palacio

LO S N O M B R E S SON D E C LA R A C IO N E S P R O FÉ TIC A S

Así como los nombres malos pueden tener en esclavitud ,a la gente y con­
ducirla a la destrucción, los nombres importantes pueden liberar poder en
nuestra vida y llevarnos a nuestro destino que nos otorgó Dios. Muchas
personas de La Biblia eran insignificantes hasta que sus nombres fueron
cambiados. Simón no fue apóstol hasta que fue llamado Pedro. Saulo no fue
apóstol hasta que su nombre fue cambiado a Pablo.
Es muy importante que vivamos según los nombres que nos dio Dios y
no por los nombres que nos atan a esclavitud. Debemos libramos de los alias
que nos ha dado el mundo. Jacob entendió bien este principio. En Génesis
32, lo encontramos en un río llamado Jaboc, que quiere decir “vacío y solo” .
Su hermano lo está persiguiendo, sus esposas están siempre discutiendo una
con la otra, y su suegro está furioso con él. Como muchos de nosotros, estoy
seguro de que Jacob se dio cuenta de que él era una gran parte del problema,
pero probablemente se sintió impotente de cambiarse a sí mismo. Estaba for­
zado a engañar porque, como mencioné en el capítulo anterior, su nombre
significaba “engañador” . A él se le recordaba sus defectos cada vez que la gen­
te lo llamaba por su nombre. Siempre actuaremos del modo de quien creemos
que somos: Jacob engañaba porque su nombre era engañador. Su comporta­
miento finalmente creó una ¿ultura de engaño a su alrededor, y consecuente­
mente, sus esposas también se volvieron mentirosas y engañadoras.
De repente, en la peor parte de la vida de Jacob, se encuentra con un
ángel. (¡Uno sabe que está llevando una vida difícil cuando incluso el ángel
que fue enviado para bendecirlo no gusta de uno!) Él lucha con el ángel
toda la noche. Este lo destroza, pero él se niega a dejarlo ir hasta que lo
bendiga. Él ángel discute de que su tiempo terminó porque ya está por ama-
ñecer y tiene que irse. Pero Jacob persiste.
Finalmente, el ángel le pregunta:
-¿Cómo te llamas?
Y él responde:
—Me llamo Jacob.
El ángel continúa;
-Ya no te llamarás Jacob( sino Israel, porque has luchado con Dios y con
los hombres y has vencido (ver Génesis 32:24-28).
¿Puede imaginarse luchando con un ángel toda la noche, siendo gol­
peado y dejarlo ir simplemente porque lo llamó por un apodo? Si peleara
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

con un ángel por un deseo, ¿no le pediría usted una casa nueva, un auto o
algo de importancia monetaria? ¿Lo dejaría ir simplemente por un cambio
de nombre? Lo liaría si entendiera la revelación que tuvo Jacob. Su nombre
nuevo, “Israel” , quería decir “príncipe de Dios” . El nombre lo liberó a su
destino profético. No es casualidad que después de que se le cambió el nom­
bre, llegó a ser el padre de una de las naciones más grandes del mundo.
Una declaración profética es más que meras palabras ya que libera la
gracia para lograr aquello que dice. Los nombres de La Biblia le fueron
dados a la gente como una declaración profética de su identidad, y esto en
realidad liberó las características propias de su llamado.
La gracia así como la desgracia es liberada por apodos. La gracia es el
“poder operativo de Dios” . La gracia es la capacidad otorgada por Él para
llegar a ser lo que no pudo ser antes de recibir la declaración. La desgracia
también tiene poder para liberar maldiciones del lado de las tinieblas.
En el libro de Génesis, Dios lo invitó a Adán a crear con Él nombrando a
los animales. Cuando Adán les daba los nombres a los animales, estaba profe­
tizando el ADN de ellos y lo que iban a llegar a ser en el mundo, ¡no simple­
mente dándoles un nombre de animal común como “Michi” o “Manchita” !
El poder de un nombre declarado también se ve ilustrado en el tercer
capítulo de Génesis, en el cual Adán llamó a su esposa “Eva” . Eva significa
“madre de los vivientes” . Ella era estéril hasta que su nombre fue cambiado
de “mujer” a “Eva” . Después de la declaración profética de Adán, Eva dio a
luz a Caín y a Abel.
Una vez que nos damos cuenta de quiénes somos, nuestro comporta­
miento cambia porque siempre actuamos por nuestra identidad “asimilada” .
Abram tenía que recibir un cambio de nombre para cumplir su llamado.
Dios le profetizó que él iba a ser el padre de muchas naciones. Antes de que
pudiera entrar en su destino, su nombre tenía que ser cambiado de Abram,
que significa “padre enaltecido” , a Abraham, “padre de muchos” . ¡Su nom­
bre había estado limitando su destino!
Cuando el Señor me encontró y me dijo que era un pobre que había lle­
gado a ser príncipe, me estaba cambiando el nombre. Una vez que supe mi
nuevo nombre, tuve acceso a la gracia que necesitaba para comenzar a cami­
nar en una nueva identidad. Es fundamental que todos oigamos el nombre
que el Señor nos ha dado y que permitamos que ese nombre defina nuestra
identidad. Cuando lleguemos al cielo, se nos dará un nombre nuevo escrito
en una piedra blanca que solo nosotros conoceremos. Este nombre nacerá
J^agartos en el palacio

de un fundamento de pureza (piedra blanca) e intimidad (nadie lo sabrá


salvo Jesús y usted). Necesitaremos una identidad nueva que sea conforme
a nuestro nuevo llamado (véase Apocalipsis 2:17).

A C T U A R PO R N U E S T R A ID E N T ID A D

Me parece que toda nuestra sociedad está atravesando una crisis de identi­
dad importante. La mayoría de la gente no tiene ni la menor idea de quién
es o qué se supone que debería estar haciendo con su vida. El modo en que
criamos a nuestros hijos en los Estados Unidos perpetúa esta crisis.
Cuando los niños primero comienzan a hablar, preguntan; “¿Qué es
eso?” miles de veces al día.
Luego viene el famoso “¿Por qué?” .
Kathy y yo tenemos siete nietos que tienen menos de siete años. Mis
conversaciones con mis nietos son algo así:
-Abuelito, ¿qué es eso?
-Es una pelota -respondo.
-¿Por qué, abuelito?
-Así podemos divertirnos -respondo.
-¿Por qué, abuelito? -
-Así no nos aburrimos -les digo.
-¿Por qué, abuelito?
Finalmente, los mando con la abuela así pueden hacerle las mismas pre­
guntas una y otra vez. Cuando los niños llegan a la pubertad, comienzan a
hacer otra pregunta: “ ¿Quién soy?” . La lu^ha en nuestra sociedad es que no te­
nemos una respuesta para esa pregunta, por eso los enviamos a la universidad
para aprender cómo hacer algo, pensando en que si aprenden lo suficiente,
satisfarán su anhelo de identidad. La identidad no proviene de la educación,
sino de la impartición. No podemos educamos en nuestras identidades. La
identidad propia proviene de la impartición de nuestro Padre celestial ha­
blándonos a través del pueblo que Él ha asignado para que nos supervise.
Uno tiene que ser un ser humano antes de hacer humano. Cuando
intentamos “hacer” algo sin primero “ser” alguien, usualmenté nos encon­
tramos ganándonos el sustento en un trabajo que odiamos. Otra ramifica­
ción del hecho de no descubrir la verdadera identidad es que mucha gente
obtiene su autoestima de lo que hace. Esto puede parecer bueno durante un
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

tiempo si ellos pueden desempeñarse bien. Cuando ya no pueden desempe­


ñarse más, por cualquier razón que fuere, su autoestima se les viene abajo.
Este asunto me quedó bien en claro hace un tiempo cuando realizaba
un viaje largo en avión al Pacífico Sur. Me senté al lado de un joven estu­
diante universitario. Tuvimos un vuelo de once horas juntos, y parecía que
no teníamos nada en común. Después de un par de horas decidí intentar
dormir algo. Cuando cerré los ojos, pensé en el joven que estaba sentado
a mi lado.
Me dirigí a él y le pregunté:
-¿Qué quieres hacer con tu vida?
-Quiero ser abogado -respondió.
Me encontré diciéndole:
-¡Serás un pésimo abogado!
Él se animó y con voz enojada respondió bruscamente:
-¿Qué quiere decir con eso?
Respondí:
-Los abogados tienen un valor extremadamente alto de la justicia. Ne­
cesitan tanto la justicia que violarán sus relaciones para conseguirla. Y en
realidc d tú valoras mucho las relaciones. Tú necesitas ser confirmado, ama­
do y cuidado. Tu necesidad de justicia está baja en tu lista de prioridad. La
primera vez en que entres a los tribunales y tengas que atacar al personaje
de alguien para plantear tu caso, no vas a dormir toda la noche.
-¡Eso es absolutamente cierto! -dijo.
-¿Sabes lo que necesitas hacer?
-N o, ¿qué? -respondió.
-Tú tienes una mezcla sorprendente de dones. Tienes un lado muy crea­
tivo que se expresa en algo como la actuación. También tienes un aspecto de
hemisferio cerebral izquierdo muy marcado al que le gusta organizar cosas y
administrarlas. Imagino que tu habitación es realmente organizada y que tu
ropa en tu ropero está colgada en el orden de colores. Serías un gran director
de cine si te dedicaras a eso.
El joven casi saltó del asiento y con emoción dijo:
-D e veras que organizo mi habitación y mi ropa justo así como lo des­
cribió usted. ¡Siempre quise ser director y fui el director de mi clase de
teatro en la escuela secundaria!
-Eso es lo que necesitas hacer con tu vida -le dije-. ¡Eres el próximo
Steven Spielberg!
J^agartos en el palacio

Muchos de nosotros nos pasamos la vida haciendo algo diferente de lo


que somos. Cuando nuestras actividades son una expresión de nuestra per­
sona, es sorprendente cuánto disfrutamos lo que hacemos.

TR A N S F O R M A D O S DE PECAD O RES A SA N TO S

Ahora que comprendemos que los nombres no son simplemente una cues­
tión de semántica, veamos bien cómo ellos nos afectan. Antes de que reciba­
mos a Cristo, éramos llamados “pecadores” . Éramos profesionales; nuestro
nombre era una descripción de un trabajo. Éramos propensos al pecado.
Cuando recibimos a Cristo, nos hicimos “santos” . Pablo dejó esto en claro
en su carta a los creyentes porque él los llamó santos. A continuación se
encuentran algunos ejemplos: "... los amados de Dios que están en Roma, que
han sido llamados a ser santos” (Romanos 1:7, énfasis añadido); “a la iglesia
de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y
llamados a ser su santo pueblo” (1 Corintios 1:2, énfasis añadido); “Pablo,
apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo
Jesús que están en Éfeso” (Efesios 1:1,énfasis añadido). La palabra santo quie­
re decir “creyente consagrado” . Uno no puede ser un santo y un pecador
al mismo tiempo. ¿Cómo es posible ser propenso al pecado y aún ser un
creyente consagrado?
La palabra pecador implica que somos propensos a hacer lo malo. Si
creemos que somos pecadores, ¡pecaremos por fe! Recuerde lo que apren­
dimos anteriormente: “Porque cual es su pensamiento-eñ su corazón, tal es él”
(Proverbios 23:7, RVR 1960). Como Jacob, atrapado en el engaño por su
nombre, si nosotros aún creemos que somos pecadores, seremos incapaces
de acceder a la gracia para vivir como santos y todavía intentaremos reali­
zar buenas obras para merecer el perdón. Nuestra naturaleza ya no es más
pecar. 1 Juan 3:7-9 dice:

“Queridos hijos, que nadie los engañe. El que practica la justicia esjus­
to, así como él esjusto. El que practica el pecado es del diablo, porque el
diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado
precisamente para destruir las obras del diablo. Ninguno que haya na­
cido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en
él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios”
DE M E N D I G O A PRINCIPE

Somos cristianos, no es nuestra naturaleza hacer lo malo. Nuestra misma


naturaleza ha sido cambiada. Ahora somos en realidad santos; la justicia es
parte de nuestra nueva naturaleza, y es normal para nosotros glorificar a Dios.
Nuestro viejo hombre está enterrado. Necesitamos dejar de visitar nuestra
tumba y de hablar a nuestro viejo hombre muerto. (En el Antiguo Testa­
mento, la gente era juzgada y matada por hablar a los muertos, práctica de­
nominada necromancia). Somos una creación nueva. Está debajo de nuestra
naturaleza actuar de este modo ahora, ¡somos príncipes y princesas del Rey!
El poder de la cruz no solo trató con el perdón de nuestros pecados,
sino que también cambio nuestra misma naturaleza. Algunas personas han
aislado los efectos de la experiencia de nacer de nuevo al espíritu. Eso no es
correcto. ¡La salvación cambió todo nuestro ser! Pedro dice que “somos par­
ticipantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4, RVR 1960). Piense en esto,
¡su mismísima naturaleza es ahora divina! Pablo dijo que somos “una nueva
creación en Cristo” (2 Corintios 5:17). No dijo que somos espíritus nuevos,
¡él dijo nueva creación! Si creemos que somos todavía pecadores, adultera­
mos el poder de la sangre y entonces, como Jacob, pasamos nuestros días
intentando ser buenos.

U N C O R A ZÓ N N U E V O Y U N A M E N TE N U E V A

La verdad del asunto es que somos buenos porque hemos recibido un co­
razón nuevo y una mente nueva (ver Ezequiel 36:26; 1 Corintios 2:16). Es
verdad, ¡recibimos un trasplante de cerebro! ¡De hecho, pensamos como
Dios! Muchas veces he escuchado citar mal este versículo:

“Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente hu­


mana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.»
Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el
Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto,
¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu
que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino
el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo
sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su
gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente lo que hablamos, no
con palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña
J^agarios en el palacio

el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos


espirituales. El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Es­
píritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay
que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga
todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque «¿quién
ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?» Nosotros,
por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo”
1 C o rin tio s 2:9-16, énfasis añadido

¿Notó que algunas partes del texto citado anteriormente es un versículo del
Antiguo Testamento? Pablo no está diciendo que no sepamos lo que Dios
nos ha preparado, sino que ellos, los creyentes del Antiguo Testamento, no
sabían lo que Dios les había preparado porque no eran “nuevas criaturas” .
Pero nosotros tenemos la mente de Cristo porque somos nacidos de su Es­
píritu. Pensamos como Dios.
Nosotros aún tenemos libre albedrío y todavía podemos escoger pecar.
Sin embargo, como santos eso ya no nos sale más fácilmente. Hay un río
de Dios que corre a través de nuestra alma y nos lleva hasta el trono. Si
nosotros no remamos, terminaremos en la casa de Dios. Somos propensos
a la justicia. Por esta razón, Pablo dijo; “... ya no vivo yo sino que Cristo vive
en mí” (Gálatas 2:20). -

IN T E N T A R H A C E R LO CORRECTO, PERO...

Mucha gente entendió mal el capítulo siete de Romanos. En este capítulo,


Pablo trata sobre su lucha al intentar hacer lo bueno y, sin embargo, hacer
lo malo. Si leemos estos versículos a la luz de los versículos anteriores y
posteriores, descubrimos que es imposible que Pablo haya estado hablando
sobre su vida redimida. Todo el libro de Romanos es una carta de contraste
entre la vida vivida bajo la ley y la vida que está en Cristo.
En el capítulo sexto de Romanos, Pablo nos enseña que cuando fuimos
bautizados, morimos con Cristo y cuando salimos del agua del bautismo,
fuimos levantados con Él en la semejanza de su resurrección. El bautismo
no es un acto simbólico, sino un acto profético. Los actos proféticos, como
las declaraciones proféticas, liberan el poder de Dios para efectuar cambio
en nuestra vida. En el caso del bautismo, ser sumergido debajo del agua es
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

el acto de morir con Cristo, ¡pero ser sacado del agua es igualmente muy
importante, ya que trae poder para vivir en Cristo! Es así como dice;

“Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte,


a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también
nosotros llevemos una vida nueva.
En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda tam­
bién estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra
vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecami­
noso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos
del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado.
Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también
viviremos con él. Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado
de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene
dominio sobre él. En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y
para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios.
De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pe­
cado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”
R o m a n o s 6:4-11

Él nos exhorta, por lo tanto, a considerarnos (es decir, piénselo de este


modo) muertos al pecado y vivos para Dios. ¡Entramos al baptisterio con
una cruz y salimos con una corona! El pecar es incongruente con nuestra
nueva naturaleza.
El capítulo séptimo comienza con una analogía de una mujer casada
con un hombre. A continuación se encuentra lo que dice Pablo:

“Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben


que uno está sujeto a la ley solamente en vida? Por ejemplo, la casada
está ligada por la ley a su esposo sólo mientras éste vive; pero si su
esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. Por
eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera
adúltera. Pero si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es
adúltera aunque se case con otro hombre”
R o m a n o s 7 :1 -4
J^agartos en el palacio

Pablo nos está dando una descripción de nuestra vida antes y después
de Jesús. Fuimos casados con la ley. La ley nos dijo todas las cosas que
estábamos haciendo mal, pero no tiene poder para cambiarnos. Cuando
Cristo murió, la ley fue cumplida, liberándonos para casamos con otro es­
poso. Si nos hemos identificado con Él en su muerte, hemos entrado a un
nuevo pacto y estamos comprometidos con Jesús mismo. Pablo continúa y
realiza una conexión fuerte con aquellos que luchan bajo la ley al describir
la batalla que él enfrentó cuando estuvo casado con ella, en tiempo presen­
te. Pero Pablo declara la victoria de la guerra de su alma y de la nuestra en el
capítulo octavo de Romanos con este golpe de gracia. Y dice: “Por lo tanto,
ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues
por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y
de la muerte” (Romanos 8:1-2).

L A FE ES E L C A T A LIZ A D O R D EL R E IN O D EL E S P IR IT U

La justicia de Dios entra a nuestra vida por la fe. Para creer en algo tenemos
que saber que hay algo en que creer. Todo el mundo del espíritu opera por
fe, no simplemente el mundo de Dios. Por ejemplo, el temor es la manifesta­
ción de que tenemos fe en elareino equivocado. Cuando creemos que algo va
a salir mal, le hemos dado nuestra fe al enemigo. Al ha\:er esto, sencillamen­
te le hemos otorgado poder a aquel que Jesús desarmó en la cruz. Cuando
creemos en Dios, le otorgamos poder al Espíritu Santo y a los ángeles para
que efectúen la voluntad de Dios.
¡Si hemos sido enseñados que, después de recibir a Cristo, todavía so­
mos pecadores, lucharemos con intentar hacer lo correcto porque hemos
puesto nuestra fe en nuestra capacidad para fracasar en vez de poner nues­
tra fe en la obra de Cristo en la cruz! Podemos pasar el resto de nuestra vida
viviendo bajo la maldición de nuestro viejo nombre pecador o, como suce­
dió con Israel, recibiendo nuestro nuevo nombre que tiene el poder para
alterar nuestro mismísimo ADN. ¡Somos santos, creyentes consagrados y
cristianos, lo cual quiere decir que somos “pequeños Cristos” ! Cuando el
Padre nos mira. Él ve la imagen del Hijo que Él ama.
r"
Qapítulo 6

E N TR EN AR PARA R EIN AR

Quando sus recuerdos son más gandes que sus sueños, ustedy a está
comenzando a morir.

EDUCADOS COMO R E A L E Z A

ronto después de que comenzara a aprender acerca de mi identidad


P como príncipe, el Señor me mostró que me comisionaba para usar lo
que estaba aprendiendo para levantar una generación entera de príncipes
y princesas. He pasado los últimos años descubriendo las clases de valores
fundamentales que desarrollan Ibs individuos en sus identidades de realeza
y que promueven una cultura de dicha índole. Exploraré algunos de esos
valores en los capítulos siguientes, pero en este capítulo quiero considerar
la relevancia de tener gente que hable a nuestras vidas y declare nuestro
destino. Ya he descrito la influencia negativa que muchos de nosotros tuvi­
mos en nuestra vida y que provenía de padres y otras personas que fueron
modelos destructivos para imitar. El amor es siempre más poderoso que el
odio. I-a influencia más poderosa que siempre podemos tener proviene de
modelos positivos que nos han alentado y nos han mostrado el modo co­
rrecto de vivir.
Una noche, todavía hacia el comienzo de mi viaje al palacio, el Señor
comenzó a mostrarme versículos en el libro de Proverbios, el cual fue es­
crito por Salomón, el hombre más sabio del Antiguo Testamento. Él fue el
segundo hijo nacido de David y Betsabé. Cuando el primer hijo de Betsabé
murió, David recibió una palabra del Señor de que Salomón sería rey en
lugar de David en el tiempo adecuado. Debido a esto, Salomón fue uno
de los líderes pocos frecuentes de La Biblia que fue educado para ser rey
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

desde su nacimiento (ver 1 Crónicas 22:9-10). Escrito posteriormente en su


vida, el libro de Proverbios registra la influencia de las enseñanzas de sus
padres. David tuvo muchos hijos; sin embargo Salomón dijo: “Cuando yo
era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre,
mi padre me instruyó de esta manera: «Aférrate de corazón a mis palabras.
(Proverbios 4:3-4). Él se destacó del resto de sus hermanos y recibió un
trato y amor especial.
Dentro de la sabiduría del libro de Proverbios, se encuentran las claves
de Salomón para vivir como realeza. Por ejemplo. Proverbios 23:1-3 dice:
“Cuando te sientes a comer con un gobernante, fíjate bien en lo que tienes ante
ti. Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito. No codicies sus manjares,
pues tal comida no es más que un engaño”.
Observe que él no dijo: “Si te sientas a comer con un gobernante” , sino
en cambio: “Cuando te sientes con un gobernante”. No si los reyes lo in­
vitan, sino cuando los reyes lo invitan. Nunca hubo duda de que Salomón
sería influyente e interactuaría con otros líderes y gente poderosa. Él no po­
día imaginarse una realidad donde no fuera valorado y cuidado. Nunca tuvo
concepto de la vida como pobre. Aunque pudo haber tenido dificultades que
nosotros no enfrentaremos en estos días y en esta época, era muy valorado
por la gente importante que lo rodeaba, y lo más probable es que nunca haya
luchado con sentimientos de rechazo. Como resultado de su educación, el
libro de Proverbios está lleno de dichos que reflejan la sabiduría real de Dios.
Salomón vivió su vida según los principios de sabiduría que se encuentran
en Proverbios, y la fama de su reino se atribuye a esos principios.
Imagínese si usted hubiera sido educado en un palacio en el cual cada
persona que lo rodeaba le decía desde que nació que estaba destinado a ser
rey o reina. ¿Quién sería usted hoy y cómo sería su vida diferente de la que
es ahora? Quizás sería más fácil imaginarse ser educado como el futuro pre­
sidente de su país. Piense en las ramificaciones de su infancia y cómo esta
podría afectar su destino. ¿No desearía usted hacer todo lo mejor posible
en la vida y vivir de acuerdo al patrón de conducta real que le es dado? Si
sabemos que estamos destinados para la grandeza, ¿por qué alguna vez con­
sideraríamos abandonar ese camino o no vivir de acuerdo a ese potencial?
El Señor me mostró que no es demasiado tarde para comenzar a pen­
sar como lo hizo Salomón, para usar la sabiduría que Dios nos dio y para
creer en la grandeza en.nuestro interior. Incluso, si la gente principal que
nos influenció fue un modelo negativo para imitar, como cristianos ahora
Entrenar para reinar

seguimos a Cristo como nuestro ejemplo y oímos al Espíritu Santo que


nos llama a nuestras identidades verdaderas. Cuando comenzamos a actuar
como realeza, las cuestiones que parecían montañas en nuestra vida se con­
vertirán en meros peldaños para demostrar nuestro carácter.

D A R N U E S T R A V ID A PO R E L PRÓ JIM O

Ester, una mujer que generalmente recordamos como reina de un imperio


pagano en el Antiguo Testamento, no nació en una vida privilegiada. Su
vida fue diferente porque ella tuvo a alguien que la introdujo en su destino
real. Mardoqueo, su tío, la adoptó después de la muerte de sus padres, y es
evidente en Las Escrituras que él la amó y la educó para creer que era her­
mosa e importante. La influencia de Mardoqueo hizo que ella se destacara.
Fue seleccionada como candidata para reina junto con otras muchas
vírgenes y causó una buena impresión en los líderes de las guardias del rey.
La Biblia dice: .. eíla se había ganado la simpatía de todo el que la veía” (Es­
ter 2:15). Aunque Ester no estaba aún lista para conocer al rey, la influencia
de Mardoqueo la preparó para sobresalir durante su año de preparación en
el harén del rey. Allí ella aprendió los modos de la realeza.
Su tiempo de preparación estuvo dividido en dos sesiones de seis me­
ses: la primera para purificarla con aceite y mirra, y la segunda para realzar
su belleza con perfumes y cosméticos. El entrenamiento de su tío y el año
de preparación intensa la condujeron al triunfo. La Biblia lo registra del si­
guiente modo: “El rey se enamoró de Ester más que de todas las demás mujeres,
y ella se ganó su aprobación y simpatía más que todas las otras vírgenes. Así
que él le ciñó la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti” (Ester 2:17).
Posteriormente en este libro, nos referiremos a la importancia del ascenso
de Ester a la realeza y a la manera en la que ella se destacó en tiempos difí­
ciles para salvar cualquier situación.

E D U C AD A COMO U N A PR IN C E S A

Bonnie, una señora que se graduó en puestra Escuela de Ministerio Sobre­


natural, es un ejemplo contemporáneo de una mujer de realeza. Un año
después de graduarse, ella llegó a ser una líder de la escuela. La primera vez
DE3 M E N D I G O A P R Í N C I P E

que me reuní con Bonnie, me di cuenta de que había algo especial en ella. La
entrevistaba como una posible estudiante. Con el correr de los años, entre­
visté a cientos de personas para trabajos y escuelas, pero ella era diferente.
Entró a mi oficina muy bien vestida y tenía su papel y lapicera preparados
para hacerme preguntas acerca de la escuela.
Ella dijo que estaba considerando la posibilidad de venir a la Escuela
de Ministerio, y su esposo y ella querían saber cuáles eran mis credenciales,
ya que yo era el superintendente de la escuela. Ella no era como las demás
personas que venían intentando causar impresión o suplicando ser acepta­
da. Ella tenía una mentalidad completamente distinta. Bonnie y su esposo
estaban intentando decidir si íbamos a tenerla. Yo pensaba que la estaba
entrevistando, pero como resultaron las cosas, ¡ella estaba entrevistándome
mí! Ella quería saber dónde fui a la universidad y dónde obtuve mi título
teológico. Además me preguntó a través de quién fui autorizado a la escuela
y dónde recibí entrenamiento ministerial.
Finalmente, sintiéndome un poco intimidado, admití:
-N o tengo ningún entrenamiento oficial, nunca fui a la universidad y
no tengo título universitario.
Luego le conté acerca de un encuentro que tuve con Dios y cómo Él me
había llamado a levantar un ejército de guerreros que restauren las ciudades
en ruinas (ver Isaías 61:4).
Ella dejó su lapicera y me miró fijamente como si estuviera mirándome
el alma:
-Ese es Dios, y quiero ser una parte de eso -señaló.
Un par de años después, ella se graduó en la escuela y le pedimos que
fuera parte de nuestro personal. Una vez, le estaba contando mi nueva re­
velación de “pobre a príncipe” al personal de mi escuela. Bonnie estaba
sentada con nosotros y escuchaba, mientras yo debatía mis ideas con el
equipo. Estaba apasionadamente exhortando al personal que necesitábamos
comprender que somos realeza. No somos pobres, sino príncipes. Después
de aproximadamente una hora de estar predicando, Bonnie parecía preocu­
pada y no se estaba conectando con la idea.
Finalmente, elevó su voz y dijo:
-N o estoy de acuerdo con lo que está diciendo. No creo que el asunto
sea descubrir el hecho de que nosotros somos príncipes y princesas, sino
más bien asegurar que otras personas se den cuenta de quiénes son ellos.
-¿Sabes por qué piensas que ese es el asunto? -le dije-. Porque fuiste
8>ntrenarpara reinar

educada para ser princesa. Por eso, la lección para ti es cómo asegurarte de
que la persona que entra a tu presencia se sienta valorada. Yo fui educado
como pobre y, por lo tanto, tengo que aprender que soy importante primero.
No puedo ayudar a otras personas a sentirse valoradas hasta saber quién soy.
Bonnie había sido educada como princesa y, obviamente, sigue siendo
tratada como tal por aquellos que la rodean. Ella se comporta como realeza,
y las demás personas pueden verlo. No tiene problema al saber quién es, por
eso se centra en asegurarse de que las demás personas capten la revelación
de quiénes son. Esta es la verdadera mentalidad de un príncipe o princesa.
Estas personas pasan más tiempo educando a la gente que los rodea antes
que preocupándose por su propia importancia. Ya saben en su interior quié­
nes son, lo cual les permite ser desinteresados y dar más de lo que reciben.

D E C L A R A R G R A N D E Z A E N E L PR Ó JIM O

Hemos sido coniisionados a desarrollar una cultura que levante personas


como Salomón, Ester y Bonnie al declarar a la gente su destino. La Biblia
dice: “Los pensamientos humanos son aguas profundas; el que es inteligente los
capta fácilmente” (Proverbios 20:5). Necesitamos cultivar un entorno que
capte los planes que Dios ha- escondido en los corazones de las personas.
A Salomón se le enseñó: “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su
vejez no lo abandonará” (Proverbios 22:6). Es importante que entendamos
“el camino correcto”, así podremos ayudar a la gente a llegar a ser lo que Dios
la ha llamado a ser.
El ministerio profético puede jugar un rol enorme en desarrollar una
cultura real. Cuando se emiten palabras proféticas, estas son una revelación
dé las verdaderas identidades de las personas. Esta información les ayuda a
los líderes a conocerlas tras el Espíritu y, por consiguiente, a desarrollarse
en las personas que fueron creadas para ser. Allison, una estudiante de la
Escuela de Ministerio, me dijo el otro día:
-M e encanta escuchar las profecías de otras personas.
-¿De veras? -respondí-. ¿Por qué?
-Porque luego aprendo a tratarlos no por lo que son, sino por lo que
Dios las creó para que fueran -respondió.
Nuestra pastora de niños, Carla, ha desarrollado una cultura profética
entre los más chicos de nuestro rebaño. Sobre la puerta de la sala de los
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

párvulos hay un cartel que proclama: “Entrenar para reinar” . Ella tiene un
archivo de cada niño de esa sala. Le enseñó a su personal a profetizar sobre
cada niño como quisieran y luego a tomar nota de las profecías y ponerlas
en su archivo correspondiente. A medida que el niño crece y pasa de clase
a clase, su archivo pasa con él para que nuestras maestras comprendan el
plan único que Dios tiene para cada niño individualmente. Nuestra escuela
primaria recibe sus archivos y continúa su desarrollo con la ayuda de este
discernimiento profético.
La historia de Saúl en el primer libro de Samuel ilustra mejor el rol
del ministerio profético en revelar el destino real de una persona. Su padre
había perdido sus burras, por eso envió a Saúl y a sus siervos para que las
encontraran. Después de buscarlas durante días y sin poder hallarlas, deci­
dieron ir a un profeta en una ciudad cercana y ver si él podía decirles dónde
estaban esas burras.
A continuación se encuentra el relato bíblico:

“Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de


Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón
de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo
Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mi­
rado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí.
Y luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí este es el
varón del cual te hablé; éste gobernará a mi pueblo.
Acercándose, pues, Saúl a Samuel en medio de la puerta, le dijo: Te
ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente.
Y Samuel respondió a Saúl, diciendo: Yo soy el vidente; sube delante
de mí al lugar alto, y come hoy conmigo, y por la mañana te despacha­
ré, y te descubriré todo lo que está en tu corazón.
Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado
de ellas, porque se han hallado. Mas ¿para quién es todo lo que hay de
codiciable en Israel, sino para ti y para toda la casa de tu padre?
Saúl respondió y dijo: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pe­
queña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de
todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has
dicho cosa semejante?”
■1 Samuel 9:15-21, RVR 1960, énfasis añadido
Entrenar para reinar

Lo más significativo acerca de este pasaje es que cuando Samuel le dice


a Saúl que le va a revelar todo lo que ha estado en su corazón, Saúl no tiene
ni la menor idea de lo que le está hablando. Él no entendía que a Samuel
le había sido dicho que declarara la grandeza de Saúl, la grandeza que ya
estaba adentro de él.
Lea lo que ocurre luego:

“Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su


cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre
su pueblo Israel?
Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres
junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, los
cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu
padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vo­
sotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo?
Y luego que de allí sigas más adelante, y llagues a la encina de
Tábor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios en Bet-el,
llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan, y el tercero una vasija
de vino; los cualés, luego que te hayan saludado, te darán dos panes, los
que tomarás de mano de ellos.
Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarni­
ción de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una
compañía de profetas que descienden del lugar alto, y delante de ellos
salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando.
Entonces el Espíritu de fehová vendrá sobre ti con poder, y profeti­
zarás con ellos, y serás mudado en otro hombre”
1 Sam u e l 10:1-6

¡Samuel unge a Saúl como rey de Israel! ¡Wow! El llamado de Saúl ha­
bía estado oculto debajo de su baja autoestima y de una percepción errónea
de las circunstancias en su vida. Su respuesta a Samuel demuestra que él ni
había sido criado como realeza ni se le había enseñado su verdadero valor:
“¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi
familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín?”.
Observe cómo la cultura profética que encontró Saúl lo mudó en otro hom­
bre. No fue mudado a un hombre diferente, sino transformado en el hom­
bre que fue creado para ser en primer lugar. El verdadero Saúl se perdió en
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

el lodo de la baja autoestima, del pecado y de la insignificancia. Así como


Saúl, todos tenemos dones, talentos y capacidades. Sin embargo, algunos
de nosotros no creemos en nuestro potencial hasta que alguien más viene
junto a nosotros y nos dice: “Mira cuánto hay dentro de ti” .
Muchos de nosotros hemos perdido nuestra individualidad verdadera
en las tonterías de nuestra vida. Nosotros, la Iglesia, somos comisionados
para desarrollar una cultura profética y principesca que haga que los desti­
nos de la gente sean revelados. Las personas entonces serán mudadas a las
que fueron diseñadas para ser cuando Dios los concibió.
Paul Manwaring es un pastor de Inglaterra que se unió a nuestro perso­
nal hace pocos años. Él le ha dado a nuestro cuerpo de pastores un ejemplo
realista de cómo fomentar una atmósfera de grandeza. Fue director de una
cárcel durante muchos años en Inglaterra y, como tal, era invitado al pala­
cio real varias veces. Con frecuencia relata esas experiencias con nuestro
equipo, habla de cómo el palacio mismo muestra la grandeza en sus suje­
tos reales. A lo largo de las paredes del palacio, se encuentran retratos de
gente noble que ha existido antes en la familia real, generaciones de realeza
que han formado la historia. Cada retrato impone un patrón que lograr,
una meta que alcanzar y una herencia que recibir. Así como el palacio real
impone un patrón para la nobleza, así nosotros debemos también fijar un
patrón para aquellos que se relacionan con nosotros. Somos llamados a ser
los “Samueles” o los “Saúles” de nuestra generación. Algunas veces, todo lo
que se necesita son palabras proféticas que cambien la vida, las cuales nos
otorguen la gracia para heredar todo lo que Dios tiene para nosotros.

D E C L A R A R L A G R A N D E Z A E N N U E S T R A S F A M IL IA S

De alguna manera, desarrollar una cultura real en la Iglesia depende de


que esa cultura sea primero infundida en nuestras familias. Dios desea que
nuestros hogares sean como palacios donde nuestros hijos sean llamados,
entrenados y equipados para caminar en sus destinos proféticos. No quie­
ro decir que nuestras casas tengan que ser costosas, hermosas o incluso
nuestras, sino que necesitan ser lugares que nos recuerden nuestro destino
profético y cultiven ese destino en nosotros y a través de nosotros.
Nuestra identidad nos llega de parte del Señor, pero nos es comunica­
da primero por nuestros padres. Si tenemos generaciones de vida familiar
Entrenar para reinar

saludable, es más probable que sepamos quiénes somos. Aunque Kathy y yo


no teníamos una revelación completa de quiénes éramos cuando comenza­
mos a criar a nuestros hijos, sabíamos que nuestro hogar tenía que ser dife­
rente al de nuestras propias experiencias siendo niños. Kathy y yo criamos
a nuestros cuatro hijos para que sean príncipes y princesas. Les dijimos a
través de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestro amor que los valo­
rábamos y que eran importantes para nosotros. No queríamos que nuestros
hijos vivieran las mismas adversidades que nosotros tuvimos que atravesar.
Educamos a nuestra familia para que sea capacitada antes que contro­
lada. Les enseñamos que sus opiniones eran valiosas. Logramos esto escu­
chándolos. Cuando tomábamos decisiones significativas, les permitíamos a
nuestros hijos estar involucrados en nuestros debates porque queríamos en­
señarles a cómo pensar, orar y tomar decisiones por sí mismos. Se les permi­
tía cuestionar nuestras decisiones, especialmente aquellas que los afectaban,
siempre y cuando tuvieran la actitud correcta. Algunas veces ellos, incluso,
presentaban hechos de los cuales no habíamos sido conscientes, trayendo
nuevo discernimiento a las situaciones. No estábamos en una modalidad
“no” , mientras ellos hablaban y siempre estábamos dispuestos a escuchar.
Uno de mis recuerdos favoritos de facultarla nuestros hijos fue cuando
Jaime tenía catorce años, y Shannon doce. Las dos habían sido invitadas a
ir a la China para pasar de contrabando Biblias al país. Kathy y yo inmedia­
tamente dijimos:
-¡D e ningún modo! Son demasiado chicas, y la China no es un lugar
para niñas.
Durante el próximo par de semanas, nuestras hijas nos presentaron su
caso. Nos recordaron que les habíamos enseñado que Dios nos protege,
que debíamos confiar en Él con nuestra vida y que, incluso, podíamos
honrarlo con nuestra muerte. Repetían cosas que le habíamos enseñado
durante años:
-Papá, nos dijiste que nacimos para cambiar el mundo, para marcar
una diferencia. Esta es una oportunidad para que Dios nos use y pruebe su
fidelidad.
Sabíamos que tenían razón, pero era difícil practicar lo que les había­
mos estado predicando. Oramos fervientemente y entonces ál final las de­
jamos ir.
Se fueron por tres semanas. Lo primero que sucedió fue que a Jaime
y a otra niña las descubrieron contrabandeando BibHas. Cuando fueron
w

DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

llevadas a la sala de interrogatorios, una mujer china conocida por reputa­


ción como “la señora dragón” las investigó. Cuando la “señora dragón” le­
vantó su mano por el vestido de Jaime, la otra niña la abofeteó y se pusieron
a pelear. No estábamos en casa cuando una persona de su equipo nos llamó
y dejó un mensaje diciendo que las niñas habían sido arrestadas, pero que
estaban bien. No se nos dio ninguna otra información y no tuvimos noticias
hasta pocos días después. Fueron los días más largos de nuestra vida. Resul­
tó que después de varias horas de interrogatorio, el gobierno chino les sacó
Las Biblias y milagrosamente les permitió ingresar a su país.
Una semana después, Shannon llamó desde una cabina telefónica de
la China. A ella se la separó del equipo y estaba perdida. No hablaba nada
en chino, por eso no sabía cómo regresar a su hotel. Estaba llorando, y yo
intentaba consolarla mientras rechazaba mi propio pánico. Oramos en el
teléfono pidiendo la ayuda de Dios. Justo cuando terminamos de orar, un
policía chino vino hasta la cabina telefónica y en perfecto inglés preguntó si
podía ayudarla. Él la regresó al hotel, y todo estuvo bien.
Cuando las niñas finalmente llegaron a Hong Kong camino a casa, lla­
maron nuevamente. Ambas estaban llorando. Pensamos que estaban nos­
tálgicas, pero en realidad simplemente no querían irse de China. Se habían
enamorado de los chinos y querían dar su vida por ellos. Debo admitir que
esta vez no escuché su argumento, y sin incidentes regresaron a casa. Ellas
fueron cambiadas para siempre por esta experiencia, y así lo fuimos noso­
tros también. Siguieron viajando por todo el mundo siendo adolescentes.
De hecho, ambas conocieron a sus esposos en un campo de misión y ahora
copastorean con ellos en dos iglesias diferentes en la costa de California.
Dar nuestro tiempo a nuestra familia es también un factor importante
en el ser padres. Aquello en lo que nuestros hijos estaban involucrados era
importante para nosotros. Demostramos esto en una variedad de formas,
desde simplemente estar presentes en eventos hasta confirmar su valor si
alguna vez se sentían rechazados por sus pares. Asistíamos a sus eventos
deportivos y los apoyábamos en sus actividades extracurriculares. Partici­
paban en tantas cosas (en un momento, teníamos a nuestros cuatro hijos
en la escuela secundaria al mismo tiempo) que Kathy y yo con frecuencia
intercambiábamos ir a los juegos y algunas veces nos cambiábamos en el
intermedio. ¡Frecuentemente estábamos fuera de casa cuatro noches a la
semana simplemente asistiendo a sus actividades! Shannon y Jaime eran
porristas y jugaban al softball y al voleibol. Eddie jugaba al basquetbol.
Entrenar para reinar

béisbol, fútbol y fútbol americano. Jasón jugaba al básquet en dos equipos


al mismo tiempo, fútbol, fútbol americano y béisbol. ¡Wow! Sobrevivía­
mos y disfrutábamos cada minuto del caos.
Así como Moisés, nuestros hijos no tenían concepto de lo que era no ser
aceptados por los demás. En contraposición, cuando yo estaba en la escuela
secundaria, me pasaba el tiempo sentado en casa esperando que alguien me
llamara. Era muy social, pero fui criado sintiéndome insignificante. Por eso,
pensaba que si llamaba a alguien, probablemente no querría hablar conmi­
go. Mi hijo Jason era también muy social. Algunas veces a la noche llamaba
de ocho a diez personas. Él tenía una seguridad y una autoestima saluda­
bles. Él tomaba la iniciativa, se hacía un lugai para sí mismo en la vida de
los demás, ¡y suponía que ellos querrían saber de él! Nunca se le ocurría
que alguien no quisiera hablar con él. No teriía temor al rechazo.
Cada niño tenía necesidades distintas, y en un caso tuve que intervenir
para impedir que el rechazo hiriera el corazón de mi hija Jaime. Jaime y
Shannon son las dos hermosas, pero tienen personalidades opuestas. Mien­
tras Shannon estaba afuera socializando, siendo divertida y haciendo ami­
gos, Jaime estaba leyendo, levantando pesas o haciendo otras actividades
que eran más individualizadas.
En la escuela secundaria, su grupo de jóvenes tenía cenas especiales y
noches de citas para tener unjentorno seguro y divertido en el cual aprender
a cómo cultivar una relación con el sexo opuesto. Algunas veces, Shannon
recibía cinco propuestas diferentes de jóvenes que querían salir con ella. A
Jaime no se le preguntaba para salir en absoluto. Parecía como si los jóvenes
se intimidaran por su naturaleza tranquila y fuerte. El timbre sonaba, y una
vez más, Shannon estaba afuera en otra cita. Jaime subía las escaleras hasta
su habitación, con lágrimas que le caían por las mejillas y se acostaba lloran­
do. La encontraba ahí arriba, con su rostro en su almohada;
-Papi, ¿por qué nunca me invitan a una cita? ¿Hay algo que esté mal
conmigo? ¿Soy fea? -preguntaba.
En mi interior, mi corazón se quebrantaba por ella. Y respondía:
-Simplemente, aún no saben cómo salir con una princesa. Vístete por­
que te voy a llevar a una cita.
La llevaba a los mejores lugares del pueblo y nos divertíamos juntos.
¡En realidad pienso que la llevaba más frecuentemente que a Kathy! Quería
que supiera cómo era salir y divertirse, mientras era tratada con respeto. A
través de estos momentos especiales que teníamos juntos, la confianza de
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Jaime era protegida y afirmada en un tiempo muy difícil de su vida. Hoy,


ella es una mujer, esposa, ministra, madre feliz y segura que no trata con la
inseguridad que podría habérsele desarrollado en la escuela secundaria.

N U E S T R A C O M ISIÓ N

Como sacerdocio real de Dios, somos llamados a desarrollar una cultu­


ra en nuestros hogares, iglesias, negocios y finalmente en naciones, una
cultura que extraiga lo mejor en los individuos, facilitando sus destinos
principescos. Hacemos esto viendo y tratando a los demás y a nosotros
mismos no como somos, sino como Dios nos creó para que fuéramos. Este
conocimiento y amor solamente pueden surgir de la intimidad con Él. Ya
no somos más sus esclavos, sino sus amigos, caminando a su lado como
reyes y reinas de su corte.
Mi propia lucha con la inseguridad es prueba del efecto negativo que la
gente puede tener en nuestra vida cuando menosprecia nuestro valor en vez
de afirmarlo. Pero la fortaleza, el coraje y la autoestima que veo en mis hijos
y en los ejemplos de Salomón y Ester son testimonio de la diferencia pode­
rosa que provoca en la vida de las personas cuando estas tienen a alguien
que declare su grandeza oculta.
Que Dios nos conceda el discernimiento para ver más allá de las luchas
externas de las vidas de las personas y hablar al tesoro que se encuentra en
el interior de ellas. ¡Que Él nos dé sabiduría para desarrollar reyes y sacer­
dotes y que nos dote con poder para destruir las obras del diablo!
Capítulo 7

¿AD IVINA Q U IÉN V IE N E A CENAR?

^ io s quiere tanto renovar nuestra mente que


8>lpuede hacer nuestra voluntad.

ESCLAVOS C O N T R A AM IG O S

spero que finalmente esté comenzando a comprender que usted nació


E en la familia real. Como hijos e hijas del Rey, somos una de las razones
por la que Jesús es llamado “R e y d e beyes y Señ o r d e señ ores” (Apocalipsis
19:16). Jesús no es solamente Rey sobre los reyes mundanales de la Tierra,
sino que también es Rey sobre los reyes que coreinan con Él en el reino de
Dios. El libro de Apocalipsis habla de nosotros del siguiente modo: “Ya no
habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los
alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos” (22:5).
Es importante que no perdamos de vista el hecho de que Dios ama la
obediencia más que el sacrificio. Él nunca nos ha dado permiso de destro­
narlo, faltarle el respeto o menospreciarlo. Lo que muchos de nosotros no
hemos comprendido es que la grandeza de Dios es en realidad magnificada
cuando cada uno de sus hijos e hijas recibe la revelación de su nobleza y
comienza a obrar en su autoridad. Aquellos de nosotros que tenemos hijos
entendemos que cuando ellos se destacan y se hacen exitosos, sus logros
traen honra a toda la familia.
Volverse amigos del Dios de las galaxias aumentará dramáticamente
nuestro sentido de autoestima. Jesús dijo: “Ustedes son mis amigos si hacen
lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto
de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre oí
decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:14-15).
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Observe el contraste entre “amo y siervo” y “Padre y amigo” . Jesús logra


un excelente equilibrio aquí cuando nos recuerda que, aunque los esclavos
obedecen por temor, los amigos obedecen al Padre por amor. Un corazón
dispuesto es un prerrequisito para salir de la esclavitud y entrar en amistad.
Él también resalta el hecho de que los esclavos no saben lo que hace su amo,
pero los amigos conocen todo acerca de los asuntos del Padre. Jesús nos dio
ejemplo al hacer lo que Él vio al Padre hacer. Si vamos a hacer lo mismo,
debemos darnos cuenta de que hemos sido invitados a tener el mismo tipo
de amistad con el Padre que Jesús mismo tuvo.

A Q U E LLO S QUE C A M IN A R O N CON DIOS

Dios tuvo una relación extraordinaria con varias personas de La Biblia. El


libro de Éxodo dice: “ Y h a b l a b a e l S e ñ o r c o n M o i s é s c a r a a c a ra , c o m o q u ie n

h a b la c o n u n a m i g o ” (Éxodo 33:11). Santiago dice que Abraham fue amigo


de Dios (ver Santiago 2:23). Los amigos influencian amigos. Estos dos hom­
bres son un ejemplo de personas que experimentaron un vínculo especial
con Dios en el cual el Señor los invitó a influenciarlo.
Génesis nos permite comprender mejor la relación de Abraham con
Dios. El Señor le dijo a Abraham: “¿Le ocultaré a Abraham lo que estoy por
hacer? Es un hecho que Abraham se convertirá en una nación grande y podero­
sa, y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Génesis 18:17-18).
Dios le estaba diciendo a Abraham que debido a la importancia de su lugar
sobre la Tierra, él tenía conocimiento de información confidencial. Luego,
el Señor le dice que Él está por destruir Sodoma. La respuesta de Abraham
es sorprendente. Él siente libertad para interactuar con Dios, sabiendo que
el Señor valora su opinión. Observe la protesta de Abraham:

“-¿De veras vas a exterminar al justo con el malvado? Quizá haya


cincuenta justos en la ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás
a ese lugar por amor a los cincuenta justos que hay allí? ¡Lejos de ti el
hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean
tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el
Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?”
Génesis 18:23-25
¿oAdivina quién viene a cenar?

Las preguntas que él hizo son importantes, pero de mayor relevancia es el


hecho de que él preguntó. ¿De dónde Abraham sacó la idea de que un ser hu­
mano tuviera algún derecho a preguntar a su Creador? ¿Qué poseería un hom­
bre para que piense que pudiera tener una visión diferente de una situación
de la cual Dios no hubiera pensado? ¿Quién podría alguna vez decirle a Dios:
“ iHay algunos defectos en tu pensamiento ahí, Señor!”? Sin embargo, se en­
cuentra en La Biblia. Un hombre debate con su Dios sobre la base de su amistad.
Encontramos que opera la misma relación entre Dios y Moisés. Observe
la conversación registrada en el libro de Éxodo. Dice así;

“—Baja porque ya se ha corrompido el pueblo que sacaste de Egipto.


Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir,
pues no sólo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de bece­
rro, sino que se han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios, y han
declarado: “Israel, ¡aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto!”
Ya me he dado cuenta de que éste es un pueblo terco — añadió el Señ o r ,

dirigiéndose a Moisés— . Tú no te metas. Yo voy a descargar mi ira so­


bre ellos, y los voy a destruir Pero de ti haré una gran nación”
ÉXODO 32:7-10

¡La respuesta de Moisés me deja anonadado! Moisés le dijo a Dios:

“—S eñ o b , ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que
sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa? ¿Por qué dar
pie a que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención
de matamos en las montañas y borramos de la faz de la tierra? ¡Cal­
ma ya tu enojo! ¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia!
Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo les juraste
que harías a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del cie­
lo; ¡tú les prometiste que a sus descendientes les darías toda esta tierra
como su herencia eterna!”
ÉXODO 32 11-13

Y a continuación se encuentra el versículo que nos dejará atónitos, que


acabará con nuestra teología y que nos traerá al borde de una pesadilla om­
nisciente: “E n t o n c e s e l S e ñ o r s e c a lm ó y d e s is tió d e h a c e r le a s u p u e b lo el d a ñ o

q u e le h a b ía s e n t e n c ia d o ” (v . 1 4 ).
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Esta historia sorprendente resalta una relación íntima entre un hombre


y su Dios. Aquí un hombre irredento, viviendo bajo el antiguo pacto, en­
cuentra un lugar con el Dios de toda creación, el Ser más sabio en el uni­
verso entero, y le dice que destruir a su propio pueblo es simplemente una
mala idea. Su conversación revela un sentido profundo de respeto mutuo.
Dios, enojado con Israel, intenta poner la responsabilidad del pueblo
sobre Moisés al decirle:
-Este es tu pueblo al que tú sacaste de Egipto.
Y Moisés le dice a Dios:
-A l contrario, este es tu pueblo al que tú sacaste de Egipto.
Esta conversación me recuerda que a veces solía regresar a casa del tra­
bajo, y mi esposa Kathy intentaba no reconocer como propio a uno de nues­
tros hijos, porque había causado problemas durante el día. Ella decía:
-Tu hijo Jason escribió las paredes con crayones de colores hoy.
Él siempre era mi hijo cuando se portaba mal y su hijo cuando se com­
portaba como un ángel.
En el fondo, se encuentra una cuestión más profunda en el diálogo en­
tre Dios y Moisés: ¿Le estaba Dios diciendo a Moisés: “Muchacho, Moisés,
nunca pensé que esos israelitas fueran mi pueblo o acerca de mi reputación
con esos egipcios. Sí que estoy contento de tenerte cerca así no me olvido de
estas cosas” ? ¡Creo que no! Esto puede impactarlo, ¡pero no creo que Dios
siempre quiera tener razón cuando nos habla! ¡Dios con frecuencia contie­
ne su fortaleza para que podamos tener una relación con su pueblo!

SU C O N T E N C IÓ N A FAVO R DE N U E S T R A A M IS T A D

Recientemente experimenté lo que debe ser para Dios contener su fortaleza


por el bien de tener una relación con sus hijos. Mi nieto Elias vino a nuestra
casa. Él corrió a mi habitación gritando:
-¡Abuelito, luchemos!
Entonces saltó sobre la cama y cayó sobre mí lo más fuerte que pudo,
pateándome y golpeándome con todo lo que tenía.
Yo no lo agarré y lo arrojé por la ventana gritando:
-¡Toma esto. Hombre Araña!
En cambio, contuve mi fuerza, así podíamos divertimos. Estuve la ma­
yor parte del tiempo intentando asegurarme de que él no se cayera de la
¿^Adivina quién viene a cenar?

cama o se lastimara. Del mismo modo. Dios, que está más allá de nuestra
comprensión, nos da la bienvenida para que interactuemos con él al “atar
gran parte de su cerebro detrás de su espalda” y dejar lugar para el consejo
de sus amigos.
Desafortunadamente, la Iglesia ha tenido una visión unidimensional de
lo que significa tener una relación con Dios. Hemos puesto demasiado én­
fasis en la obediencia y no hemos dado suficiente énfasis a la amistad. Esto
ha dado como resultado que nuestras interacciones con el Todopoderoso se
vuelvan robóticas y semejantes a la de un soldado. Los hombres y las mu­
jeres de antaño comprendieron algo que, siglos más tarde, todavía estamos
intentando entender: ¡Dios quiere amigos, no esclavos!
¿Cuál es el secreto de la relación que Abraham y Moisés tuvieron con
Dios? ¿Cómo se les dio la bienvenida en el Servicio Secreto de su Majestad?
El capítulo siguiente de Éxodo nos brinda más comprensión sobre estas
preguntas. Dice así;

“El Señor íe dijo a Moisés: «Anda, vete de este lugar, junto con el
pueblo que sacaste de Egipto, y dirígete a la tierra que bajo juramento
prometí a Abraham, Isaac y Jacob que les daría a sus descendientes.
Enviaré un ángel delante de ti, y desalojaré a cananeos, amorreos,
hititas, ferezeos, heveos y'~jebuseos. Ve a la tierra donde abundan la
leche y la miel. Yo no los acompañaré, porque ustedes son un pueblo
terco, y podría yo destruirlos en el camino.»”
É x o d o 33:1-3

Pero Moisés le dijo al Señor:

“— Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me has dicho


a quién enviarás conmigo. También me has dicho que soy tu amigo y
que cuento con tu favor Pues si realmente es así, dime qué quieres que
haga. Así sabré que en verdad cuento con tu favor Ten presente que los
israelitas son tu pueblo.
— Yo mismo iré contigo y te daré descanso — respondió el S e ñ o r
— O vas con todos nosotros — replicó Moisés— o mejor norrios hagas
salir de aquí. Si no vienes con nosotros, ¿cómo vamos a saber, tu pueblo
y yo, que contamos con tu favor? ¿En qué seríamos diferentes de los
demás pueblos de la tierra?
PF'

DE M E N D I G O A P R I N C I P E

— Esta bien, haré lo que me pides — le dijo el Seño r a Moisés— pues


cuentas con mi favor y te considero mi amigo.”
ÉXODO 3 3 :1 2 -1 7

Mire lo que ocurrió en estos versículos.


Dios dijo:
-Cumpliré mis promesas con sus antepasados al enviar a mi ángel para
que los acompañe, pero no voy a ir con ustedes.
Muchos de nosotros estaríamos felices con que nuestras oraciones sean
respondidas al enviar el Señor un ángel para que fuera con nosotros. Con
frecuencia me pregunto si incluso hubiéramos reconocido si tuviéramos al
ángel del Señor con nosotros y no al Señor.
Moisés demostró su amistad con Dios cuando dijo:
-Si tú no vienes a la tierra prometida, ¡yo tampoco voy!
Moisés le estaba diciendo:
-Tú eres más importante para mí que cualquier visión que tenga para
mi vida.
Esta es una clave para construir una relación más profunda con el Pa­
dre. Debemos quererlo más de lo que queremos aquello que Él hace. Donde
sea que halle gente que ame a Dios más de lo que ama al mundo, usted
descubrirá un lugar que está lleno del gozo de la amistad.

P R O B A R N U E STR O S C O RAZO NES

Necesitamos darnos cuenta de que algunas veces cuando el Señor nos profe­
tiza, está probando nuestro corazón más de lo que está determinando nues­
tro destino. Pablo se dio cuenta de esto. En el libro de Hechos, un profeta
llamado Ágabo descendió de Judea, tomó el cinturón de Pablo, ató sus pro­
pios pies y manos y dijo:

“— Así dice el Espíritu Santo: «De esta manera atarán losjudíos dejerusa-
lén al dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de los gentiles» (...)
— ¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! — respondió Pablo— . Por el
nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también
a moñr en Jerusalén”
H echos 21:11, 13
¿(¿Adivina quién viene a cenar?

Muchos de nosotros hubiéramos tomado esto como una palabra direc-


cional del Señor de no ir a Jerusalén ya que podríamos ser encarcelados.
Probablemente, nunca se nos ocurriría que Dios todavía quería que Pablo
fuera a Jerusalén y finalmente a Roma para poder hablarle a César. Nues­
tro concepto de Dios no permite que el Señor nos hable sin creer que Él
está dándonos una orden directa que debemos obedecer sin pensar. Parece
una herejía que incluso alguien sugiera que algunas veces, cuando Dios
nos profetiza. Él está mirando más a favor de la interacción que lo que está
mirando a favor de la obediencia ciega.
¿Qué tipo de relación tendríamos con nuestros amigos si exigiéramos
nuestro propio modo cada vez que nos reuniéramos? ¿Cómo sería si usted
tuviera que comer en el restaurante que a mí me gusta, ir a las películas que
yo disfruto y hablar de las cosas que yo quiero? Con esa actitud, no pasaría
mucho tiempo antes de que me encuentre solo. El famoso capítulo acerca
del amor en 1 Corintios dice que algunos de los atributos del amor son
que “no es egoísta” y “no guarda rencor” (1 Corintios 13:5). Nos olvidamos
algunas veces de que el amor al que La Biblia se refiere aquí describe la na­
turaleza de Dios antes de que alguna vez se aplicara a nosotros. Dios no es
egoísta. Él no se junta simplemente con nosotros para hacer como Él quiere.
¡Él practica lo que predica!
David es otro creyente del Antiguo Testamento que, siendo un hom­
bre conforme al corazón de Dios, trascendió las reglas de su tiempo y
estableció una amistad con Él. En aquel tiempo, había leyes estrictas en
cuanto a cómo el pueblo de Dios podía adorar. Solamente el sumo sa­
cerdote podía entrar ante el arca de Dios un día al año. David erigió un
tabernáculo y tuvo sacerdotes ministrando delante del arca del pacto las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, durante más de
treinta años. ¡No solo David salió impune de hacer algo que estaba en
contra de la ley de Dios, sino que en el libro de los Hechos dice que a
Dios le gustó tanto que Él iba a reconstruirlo en tiempos antiguos! (Ver
Hechos 15:16-18).
La amistad de David con Dios era tan extraordinaria que aquel quería
construir un templo para Él. Dios le dijo a David que aunque Él no habitaba
en templo hecho por manos de hombres, le permitiría al hijo de David, a
Salomón, construirle uno de todos modos. Luego en la dedicación del tem­
plo, Salomón repitió las palabras de Dios:
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

“Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel, no elegí nin­


guna ciudad de las tribus de Israel para que en ella se me construyera
un templo donde yo habitara, sino que elegí a David para que gober­
nara a mi pueblo Israel.
Pues bien, mi padre David tuvo mucho interés en construir un
templo en honor del s e ñ o r , Dios de Israel...”
1 Reyes 8:16-17

¿No es esto emocionante? No era idea de Dios construirse un templo


para sí mismo, era la idea de Dios escoger a David. Estaba en el corazón de
David hacer algo para Dios. Deberíamos notar que David no estaba hacien­
do la voluntad del Padre, sino que estaba haciendo su propia voluntad. El
Señor la amó porque salía del corazón de un amigo. ¡La amistad trasciende
la obediencia!
Los cristianos tienen un lugar especial en el corazón del Padre. Dios
incluso nos ha dado permiso para perdonar los pecados de las demás per­
sonas. Él realizó esta declaración radical para remarcar este punto: “A
quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los
perdonen, no les serán perdonados” (Juan 20:23). Considere las ramificacio­
nes de retener el perdón de alguien. No obstante, el Señor nos confía estas
decisiones importantes.
Juan, el apóstol que apoyó su cabeza sobre el pecho de Cristo, tuvo
discernimientos increíbles del corazón de Dios. Aquí él encuentra el coraje
para registrar las siguientes palabras que provenían de la boca de Jesús mis­
mo: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran, y se les concederá” (Juan 15:7). Observe cómo estar en una relación
correcta con Dios nos da permiso para pedir lo que sea que deseamos. La
Biblia está llena de versículos como este. Estamos tan acostumbrados a ver
Las Escrituras a través de una mentalidad de esclavo que rara vez se nos
ocurre que a Dios en realidad le gusta el hecho de que tengamos una volun­
tad. Fue su idea damos un cerebro.

L A V E R D A D E R A IN T IM ID A D

Hay muchos cristianos que, sin darse cuenta, no han oído el llamado supre­
mo de intimidad en su caminar con Dios. Esta verdad traspasó el corazón
^(¡Adivina quién viene a cenar?

de uno de mis amigos. Kevin y yo conducíamos por la ruta mientras charlá­


bamos un poco, y le ofrecí una golosina en barra.
Él dijo;
-N o gracias. Hace siete años Dios me dijo que ayunara el azúcar. Desde
entonces que no como golosina en barra.
Le pregunté por qué Dios le dijo que no comiera azúcar. De repente
todo quedó muy silencioso en el auto. Condujimos durante varios minutos
sin hablar, y entonces finalmente le pregunté otra vez, pensando que él no
me había oído:
-Kevin, ¿por qué Dios te dijo que no consumieras azúcar?
-¡Te escuché! ¡Te escuché! -dijo. Luego continuó-: Simplemente ocu­
rrió que nunca le pregunté a Dios por qué.
Justo me di cuenta de que mi relación con Dios ha estado basada en la
obediencia y no en la amistad. Dios quiere construir la confianza y honrar
a su pueblo. Esto se encuentra recalcado en 2 Crónicas 20:20: “Habitantes
de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡Confíen en el Señob, y serán librados!
¡Confíen en sus profetas, y tendrán éxito!”. Este mismo concepto resuena en
el libro de Éxodo. Dios le dijo a Moisés: “Voy a presentarme ante ti en me­
dio de una densa nube, para que el pueblo me oiga hablar contigo y así tenga
siempre confianza en ti” (Éxodo 19:9). ¡Dios realizó señales y maravillas no
simplemente para que el pueblo crea en Él, sino para que también crea en
Moisés para siempre!
La lucha con gran parte de la enseñanza de este libro es que cuando
algunas personas leen acerca de la amistad con Dios, tienden a asirse
de la amistad, el medio, pero sin hacerse amigo de Dios. Estas mismas
personas aman la estructura, las fórmulas y los principios, pero sin rela­
ción. Sin el corazón de la amistad, se vuelven peligrosas y destructivas,
mientras la enseñanza es tildada de herejía. Cuando alguien que no es
amigo usa los privilegios de la amistad, hay una violación de la relación.
Los aliento a mis amigos a que se sientan como en su casa en mi casa.
Si alguien que no conozco entra a mi casa, abre la heladera y comienza
a comer mi comida, no estoy de acuerdo con eso. Denominamos a estas
personas ladronas, no amigas.
Hemos sido invitados a la cena de casamiento del Cordero, no simple­
mente como invitados, sino como la novia. No es un casamiento de apuro
ni tampoco el novio quiere casarse con una esclava tonta que tiene la mitad
de cerebro. ¡No! Él busca una mujer de Proverbios 31, alguien de quien
Él pueda alardear en las puertas, que sea hermosa, noble y fiel. Busca una
amiga íntima que no simplemente se asocie con Él, sino que también ca­
mine a su lado, conversando y considerando sus planes para el mundo. Así
como nosotros deseamos relaciones saludables y profundas con aquellos
que nos rodean. Él desea eso con nosotros también. ¡Qué privilegio!
V. ' \ ’\ ,____
. --‘-tr : ,
M/

‘P a r t e I I

Introducción a los atributos


de la realeza

Este libro no tiene la intención de ser la última palabra sobre la herencia real
o sobre el comportamiento de los príncipes. En cambio, está escrito para ser
un catalizador hacia el pensamiento real.
Muchos libros excepcionales han sido escritos acerca del carácter de los
cristianos y el fruto del Espíritu. Si intentara pintar un cuadro completo del
pueblo sorprendente de Dios, tendría que incluir información de muchos de
esos libros. La verdad es que varias de las virtudes más grandes de la realeza,
tales como el amor, la lealtad, la honestidad, la pureza, la diligencia, el gozo,
la fidelidad, la responsabilidad, la paciencia, la sabiduría, la generosidad y la
integridad (la lista continúa así sucesivamente) no han sido incluidas aquí.
En cambio, he enfatizado las cualidades que se encuentran en el centro
del pensamiento bíblico y, no obstante, están casi olvidadas. Viajemos al
palacio para tener una mirada más cercana al corazón del Rey de todos los
reyes y al camino de su pueblo real.
Qapítulo 8

SUPERHEROES E N EL SANTUARIO

J^s niños nunca sepelean por quién va a ser el basurero.


¡^Aprendemos eso en la iglesia, y nos está matando!

L A B A T A L L A DE LOS SUPERH ERO ES

ntré a la sala de estar justo cuando una discusión feroz estallaba entre
E tres de mis nietos, que estaban luchando en el piso.
Elias que tenía cinco años gritaba:
-Soy el Hombre Araña -y lanzaba una telaraña imaginaria a Isaac, que
tenía cuatro.
Isaac protestaba;
-¡Yo soy el Hombre Araña!
-N o, no puedes ser el Hombre Araña -Elias insistía, estableciendo su
rango con su primo más chico-. ¡Yo ya soy el Hombre Araña! Tú puedes ser
Superman.
Justo entonces Rilie, la hermana de tres años de Elias, gritó:
-¡Quiero ser el Hombre Araña! ¡Quiero ser el Hombre Araña!
Con voz severa Elias dijo:
-¡Rilie, tienes que ser algún otro personaje! ¡No puedes ser el Hombre
Araña! ¡Yo ya soy el Hombre Araña!
-¡Abuelito! -gritó ella-. Elias no comparte. ¡Él no está jugando limpio!
¡No me deja ser el Hombre Araña!
-Rilie -le dije tomándola en mis brazos-, ¿por qué no eres la Mujer
Maravilla? La Mujer Maravilla puede dar un azote al Hombre Araña y es
hermosa como tú.
-Está bien -respondió, mientras le secaba las lágrimas.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Una de las cosas que noté al observar jugar a mis siete nietos es que
nunca pelean por quién va a ser basurero. Discuten por quién será la prin­
cesa hermosa, Batman, el Hombre Araña, Superman u otro superhéroe, al­
gunos de los cuales nunca antes oí. Sin embargo, nunca pelean por ser un
“perdedor” .
Cada uno de nosotros, en nuestras propias áreas de la vida, hemos de­
seado la grandeza y queremos ser conocidos como un héroe. No somos
diferentes a los discípulos de Jesús. Cada vez que Él se alejaba de ellos, se
peleaban por cuál de ellos era el mayor. Estos concursos se intensificaron al
punto que Santiago y Juan hablaron con su madre para que le pida a Jesús si
ellos podían sentarse a su izquierda y a su derecha en el cielo. Con frecuen­
cia me imagino cómo deben haber sido sus peleas.

• Mateo: ¿Viste al ciego que sané ayer? Había sido ciego desde que
nació.
• Pedro: Eso no es nada. ¡Yo ministré a un hombre que era ciego y cojo
desde que era pequeño porque tuvo un accidente con un asno!
• Judas: ¿Ah sí? Bien, ¿sacaron alguna vez una ofrenda como esta?
(sacando una bolsa de monedas de su bolsillo).
• Tomas: En realidad, lo dudo.
• Santiago y Juan (que son llamados los hijos del trueno, dicen en
unísono): ¡Eso me pone furioso!

Parece que Jesús se pasaba mucho tiempo intentando hacer que los
muchachos dejaran de competir entre ellos. Él puso un niño en medio del
grupo y les dio un ejemplo perfecto acerca de entrar al reino de Dios como
un niño. Él se humilló, lavó sus pies y les enseñó acerca de la humildad.
Él dejó en claro que cada uno es importante en su reino, no importa cuán
insignificante una persona pudiera parecer. Pablo se hace eco de Jesús
cuando dice:

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios
repartió a cada uno.
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros,
Tnprn n n tndos los miembros tienen la misma función, así nosotros.
^uperhéroes en el santuario

siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos


de los otros”
Romanos 12:3-5, RVR 1960

Él les contó historias sobre ser invitado a una fiesta y escoger un asiento
que no reflejara la importancia de ellos. Pero nada de lo que Jesús hacía parecía
quitar su deseo de grandeza. La grandeza ha sido gestada en nosotros desde
el nacimiento. Alguien tuvo que enseñamos a querer ser perdedores. Cuando
éramos niños, queríamos ser alguien especial, pero desafortunadamente, la
Iglesia tiene un modo de eliminar eso de nosotros por el legalismo y el des­
empeño. No podemos hacer nada para ganar el amor de nuestro Padre. Al
simplemente ser nosotros mismos, somos preciosos y ya gloriosos a su vista.
Necesitamos volver a la semejanza de niños para comprender cuán ex­
cepcionales somos para Él. Los niños que están siendo educados en un ho­
gar saludable saben que sus padres los aman muchísimo y harían cualquier
cosa por protegerlos. Los niños no pueden hacer nada para ganar el amor
de sus padres porque ellos los amaron antes de que fueran concebidos, así
como nuestro Padre nos amó antes de que pudiésemos incluso saber cómo
amarlo; “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19,
RVR 1960). Fuimos maravillosamente creados desde el comienzo. ¡Es parte
de nuestra naturaleza divinal

DIOS V IV E F U E R A D EL T IE M P O

Fuimos creados para gloria desde el comienzo de los tiempos. Veamos cómo
la eternidad de Dios afecta su llamado glorioso sobre nuestra vida. Según la
perspectiva de la Tierra, Jesús fue crucificado hace casi 2000 años. Sin em­
bargo, La Biblia dice que fue inmolado desde la fundación del mundo: “Y la
adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en
el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”
(Apocalipsis 13:8, RVR 1960).
Dios vive fuera del tiempo. Cuando dijo: “ ¡Que exista la luz!” , Él no
solo creó el día y la noche, sino que creó el tiempo. El mundo del espíritu
vive en la eternidad. Imagínese el tiempo como un tren está en marcha por
el reino del Señor. El motor representa el principio del tiempo, y el furgón
de cola simboliza el final del tiempo. Dios es capaz de subirse en cualquier
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

lugar en ese tren. Él sabe lo que va a ocurrir en el futuro porque Él ya ha


estado ahí. Dios no está atado por el tiempo. Pedro conocía esta verdad
cuando dijo: “Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es
como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3:8).
Cuando Jesús murió en la cruz, descendió al Seol y rescató a todos
aquellos que estaban encarcelados por el diablo (Efesios 4:8-10). Él se fue
de la Tierra durante tres días; y así paso de una zona de tiempo a otra zona
eterna. Entendemos de la historia de Lázaro en Lucas 16 que el Seol era el
lugar que tenía a todos aquellos que murieron antes de que Jesús pagara el
precio por sus pecados con su sangre. Tenía dos áreas con un abismo que
separaba a cada una. De un lado estaba el Hades, que era para la gente que
esperaba ir al infierno. Del otro lado, estaba el seno de Abraham, que era el
lugar que tenía a los justos. Debido a que el Seol era un lugar eterno, que
existía fuera del tiempo, ¡también éramos cautivos ahí!
Cuando Jesús descendió al Seol, tomó la hueste de cautivos y ascendió
al cielo, ¡nosotros estuvimos con Él! Pablo describe esto en el libro de Efe­
sios. Dice así:

“Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a


los hombres. (¿Qué quiere decir eso de que «ascendió», sino que también
descendió a las partes más bajas, o sea, la tierra? El que descendió es el
mismo que ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo)”
E fesios 4 :8-10

Pablo continúa diciendo que estamos sentados con Cristo en los lugares
celestiales queriendo decir, ¡ahora! Aunque estamos justo acá en la Tierra,
Dios nos habla desde una zona eterna. ¡Él siempre nos habla como si ya
hubiera ocurrido porque en su mundo ha acontecido!
Hace tiempo, el Señor le habló aJeremías desde la eternidad y dijo: “Antes
deformarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había
apartado; te había nombrado profetapara las naciones” Qeremías 1:5). La gente
enseña todo tipo de doctrina extraña a partir de este versículo, pero simple­
mente confirma que Dios no vive en la misma zona horaria que nosotros.
Podría a}mdarnos a comprender cómo Dios relaciona el tiempo si pen­
samos del modo en que vemos a las estrellas. La luz viaja a trescientos mil
kilómetros por segundo. Las estrellas están a miles de años luz de distan­
cia. Por lo tanto, algunas de las estrellas brillantes que vemos en el cielo
^uperhéroes en el santuario

se consumieron hace mucho tiempo. La luz que percibimos ahora es un


mensaje viejo de una estrella muerta. En otras palabras, estamos viendo
algo hoy que en realidad sucedió hace miles de años. ¡Es como que si re­
trocediéramos en el tiempo cuando vemos las estrellas!
¿Por qué es tan importante el tiempo? Al comprender cómo Dios está
fuera del tiempo, ¡comprenderemos cómo nos escogió hace mucho para
hacernos gloriosos como Él!

P R E D E S T IN A D O S P A R A G L O R IA

Romanos 8:28 es muy usado y citado cuando estamos en problemas o te­


nemos un mal día. Dice así: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con
su propósito”. Lo que la mayoría de nosotros no hemos comprendido es por
qué todas las cosas ayudan a bien. Lea los dos versículos siguientes: “Porque
a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transforma­
dos según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los
justificó; y a los que justificó, también los glorificó” (w. 29-30).
Aquellos a los que Él “conoció de antemano” también predestinó para su
gloria. ¡Dios ya estuvo en nuestro futuro y desarrolló todas las circunstan­
cias para que podamos llegar a ser más gloriosos! Por esta razón, todas las
cosas ayudan a bien: porque Dios nos creó con un fin en mente. Dios co­
mienza del fin y obra de atrás hacia adelante. Él miró el producto terminado
de su mejor creación y dijo: “ ¡Tú eres increíble!” . Romanos 9:22-24 (RVR
1960) lo expresa así:

“¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder,


soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para des­
trucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró
para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para
gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo
de los judíos, sino también de los gentiles?”

Él nos preparó de antemano para gloria. Dios escondió la sabiduría


para nuestra gloria. 1 Corintios 2:7 dice: “Más bien, exponemos el misterio
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios


había destinado para nuestra gloría desde la eternidad”. Pablo dijo que so­
mos transformados al ir de gloria a una gloria mayor; “Así, todos nosotros,
que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados a su semejanza con más y más gloría por la acción del
Señor, que es el Espírítu” (2 Corintios 3:18).
Efesios 1:4-5 dice: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo,
para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestino...”.
Esta es la razón por la que Romanos dice “a los que Dios conoció de antema­
no”. Dios sabía lo que seríamos y haríamos antes de que seamos concebidos.
Él no hizo nuestras elecciones por nosotros, pero sabía cuáles serían porque
en su mundo ya habían ocurrido. Él sabía que nosotros lo escogeríamos,
por eso nos escogió primero. ¡Es impactante pensar que Él nos conoce tan
bien que supo escogernos antes de que nosotros incluso supiéramos si lo
escogeríamos o no!
¡El escritor de Hebreos dice que Jesús murió para traer a muchos hijos
a la gloria! “En efecto, a fin ie llevar muchos hijos a la gloría, convenía que
Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el
sufrimiento al autor de la salvación de ellos” (Hebreos 2:10). Sabemos que
tenemos una herencia increíble en Dios, ¿pero nos damos cuenta de que so­
mos su herencia gloriosa? Pablo señala en Efesios: “Pido también que les sean
iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llama­
do, cuál es la ríqueza de su gíoríosa herencia entre los santos” (Efesios 1:18).
En esencia, debemos damos cuenta de que las promesas de estos versí­
culos son para nosotros. ¡Él nos ama tanto que vamos a ser su gloriosa he­
rencia! Fuimos creados para gloria. Antes de los fundamentos de la Tierra,
fuimos creados y predestinados para la grandeza porque Él ya sabía que lo
escogeríamos. Él estableció nuestra vida de tal modo que nosotros no pu­
diésemos evitar sino ser sorprendentes. ¡Usted ahora tiene derecho a creer
que es indescriptiblemente irresistible solo por el modo en que fue creado!
Al escogernos primero, Él nos dio la herencia de la grandeza, ya que somos
comisionados a ser como Él, ¡y Él es glorioso! ¡Qué pensamiento extraor­
dinario! Alabe a Dios por que su amor es simple: Él sencillamente nos ama,
ni más ni menos.
RECORRIDO COMPLETO DE
AR R IBA ABAJO

verdad de la gracia de ^ io s humilla a un hombre sin decadario y


exalta a un hombre sin inflarlo.

¿Q U IÉ N ES TU PAPÁ?

ecientemente, estaba dirigiendo una sesión de entrenamiento pro-


R fético en una escuela de ministerio. Empezamos la clase hablando
sobre el propósito principal del ministerio profético y comenzamos a se­
ñalar que nuestra prioridad Como persona profética es encontrar el tesoro
que Dios escondió en la vida de cada y de toda persona que Él creó. Justo
en la parte media cuando estaba diciendo que tenemos que “descubrir y
declarar la grandeza que el Señor escondió en las vidas de las personas” ,
un pastor que estaba en otro salón se unió a nosotros. Nunca antes me
había encontrado con él e ignoraba entonces que él era parte del equipo
de liderazgo.
Antes de que pudiera continuar, él dijo:
-Tengo una pregunta que hacerle.
-Está bien -respondí-. ¿Cuál es la pregunta?
-Creo que Dios es grande -dijo él.
-Sí, y... ¿dije algo que le hizo pensar que yo no crea que Dios es grande?
-pregunté.
-Usted dijo que la gente es “grande” . Pienso que usted está enseñando
una doctrina que promueve el orgullo en la gente al intentar descubrir la
grandeza que se encuentra en ellos -continuó.
Me estaba volviendo exhausto emocionalmente, por eso contesté:
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

-¡Creo que la religión emascula y castra a la gente en nombre de la


humildad!
Estábamos sentados en un salón que tenía un cuadro hermoso en la
pared próxima a nosotros. Señalé la pintura y le dije:
-Supongamos que usted fue el artista que pintó ese cuadro.
-Está bien -dijo él un poco nervioso.
Señalé el cuadro y dije:
-¡Q ué pintura tan ridicula! ¡Esos colores son horribles! ¡Esa cosa es
muy fea! -Hice una pausa un minuto-. Ahora -le dije-, ¿el hecho de me­
nospreciar la pintura glorifica de algún modo al artista?
-¡N o ! -respondió.
Ahora lo tenía acorralado, por eso continué:
- ¡N o solo es Dios mismo el que nos pintó, para decirlo de algún modo,
sino que Jesús fue el que se sentó en la silla y nos modeló para la obra
maestra! Recuerde, fuimos creados a la imagen de Dios y en su semejanza.
No nos creamos a nosotros mismos. Dios nos creó. Somos la obra de sus
manos. Cuando nos criticamos, no estamos siendo humildes, ¡estamos
siendo ridículos!
Él miró asombrado y dijo:
-Tengo tres títulos teológicos, sin embargo nunca se me enseñó esto.

E L O R G U LLO C O N T R A L A E X A L T A C IO N DE DIOS

Este encuentro me confirmó una vez más que hay todavía una mentira que
está viva en la mente de muchos cristianos, una mentira que estratégica­
mente nos impide caminar en la plenitud de nuestra identidad en Cristo.
Esta verdad nos dice que cualquier reconocimiento de nuestra fortaleza o
bondad es orgullo y que el único modo de tratar con el orgullo es menos­
preciándonos, lo cual es humildad. La verdad es que ni es orgullo para re­
conocer nuestras fortalezas ni humildad para menospreciarlas. Este tipo de
falsa humildad mantiene a los santos en la oscuridad y da como resultado
que nunca entremos en nuestros destinos.
¿Recuerda lo que hemos visto recientemente en el capítulo anterior?
Romanos 3:23 dice que todos “están privados de la gloria de Dios”. Aunque
la perdimos, fuimos creados para gloria. Gracias a Dios, cuando Jesús murió
en la cruz, no murió simplemente para perdonar nuestros pecados. Él murió
% ^corrido completo de arriba abajo

para que nosotros pudiéramos ser restaurados a nuestro propósito original.


El precio que Jesús pagó en la cruz determinó el valor de la gente que Él
compró. Fuimos creados para compartir la gloria de Dios y para traerle glo­
ria. Después de todo, ¿quién es más grande: un rey sobre un grupo de tontos
o un rey sobre un gran ejército de soldados seguros que se enorgullecen en
servir a su rey? ¿No es verdad que la grandeza de los súbditos del Rey en
realidad glorifican al Rey mismo?
El relato del sueño del rey Nabucodonosor en el capítulo cuatro de Da­
niel nos muestra que aprender la humildad no quiere decir que tengamos
que pensar de nosotros negativamente. En el sueño, Nabucodonosor ve a
un ángel que tala un árbol enorme y deja solamente el tronco. Daniel, su
intérprete de sueños de más confianza, le dice que el sueño es acerca de él.
Él es el árbol y está por ser cortado debido a su orgullo. Daniel insta al rey
a humillarse antes de que Dios lo humille.
Doce meses más tarde, Nabucodonosor está en el techo de su castillo
hablando consigo mismo sobre cuán impresionante él es por haber logrado
tanto por sí mismo. De repente enloquece, es llevado a los campos y vive
como un animal durante siete años. Finalmente, después de siete largos
años de completa demencia. Dios restaura su mente. La primera declaración
de la boca de Nabucodonosor cuando finalmente puede volver a hablar es
sorprendente: “En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de
mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis
consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza mefue
añadida” (Daniel 4:36, RVR 1960).
Si nosotros no supiéramos mejor, ¿no pensaríamos que este fue el tipo
de declaración que provocó que Dios lo humillara en primer lugar? Una vez
más, él esta diciendo: “ ¡Soy sorprendente!” . Pero lea el versículo siguiente:
“Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, por­
que todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y éZpuede humillar a
los que andan con soberbia” (y. 37). ¿Comprendió eso? El rey Nabucodono­
sor está diciendo que él es sorprendente, pero Dios es más sorprendente.
El problema de Dios con Nabucodonosor no era su grandeza, sino que
él se atribuía todo el mérito de eso sin reconocer que Dios le dio el reino
en primer lugar. Dios le devolvió todo lo que había perdido porque había
aprendido la lección: “El cielo gobierna” (y. 26). El hecho es que siempre
que reconozcamos de dónde proviene nuestra grandeza, no estaremos en
pehgro de orgullo. No glorificamos a Dios no diciendo que somos grandes;
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

lo glorificamos reconociendo que Él es la fuente de grandeza. La humildad


no es menospreciarnos, sino exaltar a nuestro Señor.
Al decirnos que la humildad significa convencemos de que no somos
nadie, muchos líderes cristianos han persuadido y han metido al pueblo de
Dios en una esclavitud teológica. Este sistema de creencia no ha curado el
orgullo, sino que ha obrado para destruir la confianza del pueblo de Dios.
La verdadera humildad no es la ausencia de confianza, sino la fortaleza con­
tenida. El único modo en que podemos ser verdaderamente humildes es
tener una evaluación honesta de nosotros mismos ante Dios. Si sabemos
que merecemos el asiento más importante de la casa y tomamos un asiento
de menor importancia que el que nos merecemos, nos hemos humillados.
Si merecemos un asiento de menor importancia y tomamos ese asiento,
esto no se llama humildad. Si no sabemos a qué asiento pertenecemos y nos
sentamos en un asiento de menor importancia que el que merecemos, tuvi­
mos suerte porque la cabeza de la familia no va a humillamos pidiéndonos
que nos traslademos a un asiento de menor importancia. La humildad es
una cuestión del corazón. No podemos ser humildes sin querer. Debemos
proponer en nuestro corazón conocer nuestra grandeza; pero no obstante
nunca exaltarnos más de lo que debiéramos. Las Sagradas Escrituras dicen
que “Moisés era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra”
(Números 12:3). De modo interesante, fue Moisés mismo quien escribió
los cinco primeros libros de La Biblia, incluso este versículo. Él tenía una
evaluación honesta e inspirada de sí mismo ante Dios; por eso no se contra­
decía diciendo que él era el hombre más humilde de toda la Tierra.
Podemos ser personas de humildad y no obstante, estar seguros de
quiénes somos. Desafortunadamente, la confianza siempre se parece a la
arrogancia para el inseguro. Aquí es donde se encuentra la verdadera cues­
tión. Creo que detrás de la falsa humildad promovida por algunos líderes
cristianos, se encuentra una convicción de que ellos y todos los demás en
realidad no valen mucho. En su evaluación honesta de sus capacidades, to­
davía se ven como personas caídas. Es otro ejemplo de mentalidad de pobre
en acción. ¡Hemos espiritualizado nuestra autoestima, y eso está mal!
Dios le ha dado a la Iglesia un gran llamado, y por lo tanto, se necesita
de grandes personas para lograrlo. Si no vemos nuestra grandeza, no al­
canzaremos nuestro llamado. Nuestra mentalidad de pobre y nuestra falsa
humildad han hecho que gran parte de la Iglesia sea infructuosa al dismi­
nuir nuestra visión por la influencia que se supone debemos tener en el
R eco rrid o completo de arriba abajo

mundo. Podemos ver esto en el modo en que hemos percibido y buscado


la gran comisión. En Mateo 28, Jesús nos da instrucciones de cómo se va
a llevar a cabo el reavivamiento mundial; va a comenzar con los creyentes
haciendo discípulos de las naciones. Hemos reducido la gran comisión de
nuestro Señor a algo con lo que estamos más cómodos, lo cual es minis­
trar a los individuos en vez de las naciones. Nos referiremos más acerca de
este tema posteriormente. Nosotros, por lo general, nos centramos en indi­
viduos quebrantados y económicamente pobres por encima de individuos
con influencia y posición social. Nuestra inseguridad hace que nos sintamos
descalificados para alcanzar al rico, al educado y al poderoso.

H EROES DE L A S G E N E R AC IO N E S

Las Sagradas Escrituras describen a hombres y mujeres de Dios que se asie­


ron de posiciones de influencia que se les había ofrecido y reconocieron que
Él estaba estratégicamente poniéndolos ahí. Su grandeza no era para su pro­
pio beneficio, sino para dar al mundo una muestra del reino de Dios. En la
actualidad, ¿dónde están las personas como José que llegarán a ser “padre”
para los faraones del mundo y verán a naciones enteras caer en las manos
de Dios? (ver Génesis 45) ¿Qué sucedió con los “Elias” que se confrontaban
con reyes y cambiaban la historia con sus proclamaciones proféticas? ¿Qué
ha llegado a ser de la gente como Daniel, que se paró en las cortes de cuatro
reyes impíos y ganó a las naciones más poderosas de su tiempo para Dios?
¿Por qué no están los “Nehemías” de nuestro tiempo en derredor para re­
construir nuestras ciudades arruinadas? ¿Por qué a gigantes como el aborto,
la homosexualidad, el racismo, el crimen y la corrupción se les permite con­
tinuamente recorrer la Tierra y causar estragos en nuestros hijos, mientras
el pueblo de Dios se encoge detrás de los bancos de la iglesia esperando que
nuestro gobierno apruebe una ley que detenga a los grandes muchachos?
¡Hemos sido llamados para enseñar a las naciones cómo detener a
los gigantes, prosperar en las hambrunas, reconstruir ciudades y a resti­
tuir padres a niños perdidos! Cada vez que alguien como David o José se
vuelve lo suficientemente seguro como para levantarse de la oscuridad y
cambiar el curso de la historia, algún líder de la Iglesia, como los herma­
nos de José o de David, le pone un rótulo de orgullo y le da una lección de
sentirse mal de él mismo.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

La lección usualmente parece terminar con una clase sobre el arte de


“llevar la cruz” . Hemos hecho de llevar la cruz una oportunidad de carrera
en vez de un suceso de un día. Esto deriva de una mala interpretación seria
de lo que nos ocurrió cuando fuimos salvos. Cuando Jesús nos dijo que to­
memos nuestra cruz y lo sigamos, no se estaba refiriendo a que nos pasemos
toda la vida con una cruz sobre nuestra espalda, más de lo que Él lo hizo.
Tenemos que tomar nuestra cruz y seguir a Jesús al baptisterio, donde nos
identificamos con Él en su muerte. Pablo dijo:

“Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte,


afín de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también
nosotros llevemos una vida nueva.
En efecto, si hemos estado unidos con él su muerte, sin duda tam­
bién estaremos unidos con él en su resurrección (...) En cuanto a su
muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida,
vive para Dios”
Romanos 6:4-5 y 10

Se supone que entramos a la cámara de muerte del bautismo con una


cruz y salimos con una corona. ¡La cruz es estar unidos con Él en su resu­
rrección! El apóstol Juan dijo: pues como es él, así somos nosotros en este
mundo” (1 Juan 4:17, RVR 1960). Observe que él no dijo “pues como fue
él” , sino que en cambio dijo “pues como es él” . Cristo ya no es más el siervo
sufriente que lleva su cruz. Él es el Rey venidero. Nosotros tenemos que
ser la revelación de su realeza en la Tierra. Pablo enfatizó esto a la iglesia
corintia: “¡Ya tienen todo lo que desean! ¡Ya se han enriquecido! ¡Han llegado
a ser reyes, y eso sin nosotros! ¡Ojalá fueran de veras reyes para que también
nosotros reináramos con ustedes!” (1 Corintios 4:8).
La revelación plena de lo que significa ser salvo todavía necesita pe­
netrar nuestro pensamiento hasta que comprendamos que quienes fuimos
está totalmente muerto, y quienes somos es la revelación de Cristo sobre la
Tierra. Cuando vinimos a Cristo, eso fue humildad para evaluarnos hones­
tamente como pecadores. Volver atrás y decir que eso es todavía quienes
somos es negar lo que Cristo hizo por nosotros. Hacer eso ya no es humi­
llarnos, es debilitar el poder de resurrección que Dios nos ha dado para que
vivamos como Él.
% ^corrido completo de arriba abajo

L A F A LS A H U M ILD A D

Hace varios años, se emitió una profecía que continúa circulando por nues­
tras iglesias en la actualidad. La profecía decía que el reavivamiento de este
último tiempo será anunciado por “una generación sin rostro y anónima” .
Entiendo que la mayoría de la gente piensa que esta es una profecía precisa
que comunica que Dios quiere usar a todos y no simplemente a gente famo­
sa. Sí, estoy de acuerdo con que Dios quiera obrar a través de todos nosotros
para conmover el mundo. Sin embargo, pienso que la Iglesia con frecuencia
profetiza fuera de una mentalidad de pobre y opera en la falsa humildad. El
asunto que intento plantear aquí es que no hay gente pequeña en el reino de
Dios. ¡Hay solamente hijos e hijas que son más que conquistadores!
En vez de decir que Dios quiere usar a “gente pequeña como nosotros”
para plantear el argumento de que todos son útiles para Dios, deberíamos
recordar a la gente (o sea volver a hacerles acordar o darles una nueva men­
te) su identidad real. Después de todo. Dios se pasa muchos capítulos de
La Biblia “aburriéndonos” con generación tras generación de nombres de
su pueblo que estuvieron involucrados en algún acontecimiento históri­
co. Dios aun reconoce que Jesucristo estuvo arraigado en la humanidad al
nombrarlo en la genealogía entera de José. Qosé incluso no fue su verdadero
padre). Pero esta profecía dice que el reavivamiento será “anónimo y sin
rostro” . La falsa humildad roba nuestros nombres y desfigura nuestra iden­
tidad hasta que somos inofensivos contra los poderes de las tinieblas.
Dios nunca nos recuerda nuestra pequeñez cuando nos llama a hacer algo
impresionante. En cambio. Él nos llama al coraje al proclamar algo sorpren­
dente sobre nosotros como: “Tú eres mi guerrero poderoso”, “padre de muchas
naciones” o “ ¡tú eres aquel que todo Israel espera!”. A diferencia de Dios, la
típica cultura cristiana abraza la pequeñez para incluir a gente que se siente in­
significante. La consecuencia es que hemos reducido a los hombres debajo de
la talla de su diablo, y por eso, son dejados para enfrentarlo sin el beneficio ple­
no de su verdadera identidad y autoridad. Debemos ser elevados para captar el
llamamiento supremo de Dios, como Pablo lo señala en Eilipenses 3:14: “-^ro­
sigo a la meta, al premio del supremo llamamiento en Cristo Jesús” (RVR 1960).
Es esencial que el Cuerpo de Cristo se libere de la autoestima baja e
impía. Vemos en Las Escrituras que cuando la gente obtiene un cambio
de identidad de parte de Dios, es catapultada en el destino que una vez los
eludió. Gedeón fue un joven que estuvo destinado a cambiar el curso de la
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

historia. Como la mayoría de nosotros, su autoestima baja había promovido


una falsa humildad en él que reducía su vida a simplemente ganarse el sus­
tento. Su historia dice así:

“Cuando el ángel del S e ñ o r se le apareció a Gedeón, le dijo:


— ¡El Se ñ o r está contigo guerrero valiente!
— Pero, señor— replicó Gedeón— si el S e ñ o r está con nosotros, ¿cómo
es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que
nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de
Egipto!”? ¡La verdad es que el Se ñ o r nos ha desamparado y nos ha en­
tregado en manos de Madián!
E l S e ñ o r lo e n c a r ó y le d ijo :

— Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián.


Yo soy quien te envía.
— Pero, Señor — objetó Gedeón— , ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi
clan es el más débil de la tríbu de Manases, y yo soy el más insignifi­
cante de mi familia.”
Jueces 6:12-15

El ángel sabe que la liberación de Israel depende de su capacidad para


impactar la autoestima de Gedeón. Como Gedeón, muchos de nosotros esta­
mos hartos de los males que nos rodean; sin embargo no se nos ha ocurrido
que el milagro por el cual hemos estado orando ya se encuentra en nuestro
interior. Cuando Dios lo llamó “guerrero valiente” , Gedeón fue capaz de
pararse en una identidad que le permitió originar la justicia que su corazón
anhelaba. Es importante que nos demos cuenta aquí de que, aunque parecía
que los madianitas eran los opresores de Israel, la verdadera esclavitud se
encontraba en el interior de Gedeón.
Su respuesta al ángel nos ayuda a discernir la fuente real del temor de
Gedeón. Él dijo:
-¿N o es mi clan el más débil de la tribu de Manasés, y no soy yo el más
insignificante de mi familia?
Su problema no es tanto que el enemigo es muy grande, sino que él
se siente muy pequeño. Uno siempre puede decir el tamaño de la identi­
dad de un hombre por el tamaño del problema que escoge para desalentar­
lo. También es interesante notar que cuando el pueblo de Dios peleó con
los madianitas, ellos gritaron: “¡Desenvainen sus espadas, por el Se ñ o r y por
% ecorrido completo de arriba abajo

Gedeón!” (7:20). Debido a que Gedeón se levantó para ser el líder que Dios
lo destinó para que fuera, el pueblo fue leal tanto a Dios como a él.
¡La falsa humildad está proliferando descontroladamente en el Cuerpo
de Cristo! Lo oímos después de que una persona canta una alabanza exce­
lente en la iglesia. Cuando le decimos qué trabajo sorprendente que hiciste,
es común que señale algo así:
-N o era yo, era Jesús.
Entonces con frecuencia quiero decirle:
- ¡N o fue tan bueno!
Esta mentalidad nos está matando porque no queremos que la gente
piense que hay algo bueno en nosotros. Esto conduce a la misma esclavitud
que Gedeón experimentó. La vida parece muy peligrosa, y nosotros nos
sentimos muy vulnerables.

L A G U E R R A A N U E STR O ALR E D E D O R

Cuando al final ciertamente ganamos la guerra en nuestro interior, otra ba­


talla comienza a desarrollarse a nuestro alrededor, ya que el enemigo in­
tenta quitamos autoridad a través del temor. La vida de Nehemías ilustra
esto perfectamente. Nehemías, a diferencia de Gedeón, sabía quién era él
en Dios y comprendió que el llamado de su vida era alterar el curso de la
historia al reconstruir los muros de Jerusalén y establecer un gobierno en
Israel después de sus muchos años en exilio. Los israelitas habían estado in­
tentando reconstruir los muros durante años; sin embargo el enemigo había
logrado asustarlos para que volvieran a sus “bancos de iglesia”. Veamos el
diálogo entre Nehemías y sus detractores.
Ono significa “fuerza” y representa el lugar de la fuerza del enemigo.
Es importante que no nos dejemos engañar por las tácticas del enemigo al
descender por el valle de su fuerza. Si se arriesga a eso, descubrirá por qué
el lugar se llama “ jOh, no!” . Nehemías demuestra cómo permanecer fuera
de ese valle de problemas. Él proclama a su adversario:
-¡Estoy haciendo un gran trabajo y no puedo llegarme hasta ti!
¡Wow! Esto no es orgullo, sino la seguridad de un hombre que conoce
a su Dios, se conoce a sí mismo y conoce su tarea.
Posteriormente, el enemigo intenta hacer que Nehemías se esconda en
la iglesia diciendo:
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

-Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo y cerremos sus


puertas, ya que vienen a matarte y vienen a matarte a la noche.
Nehemías dijo:

“Pero yo le respondí:
— ¡Yo no soy de los que huyen! ¡Los hombres como yo no corren a escon­
derse en el templo para salvar la vida! ¡No me esconderé!
Y es que me di cuenta de que Dios no lo había enviado, sino que se las
daba de profeta porque Sambalaty Tobías lo habían sobornado. En efec­
to, le habían pagado para intimidarme y hacerme pecar siguiendo su
consejo. De este modo podrían hablar mal de mí y desprestigiarme.
«¡Dios mío, recuerda las intrigas de Sambalaty Tobías! ¡Recuerda también
a la profetisa Noadías y a los otros profetas que quisieron intimidarme!» ”
N ehemías 6 :11-14

Cuando nos sumimos en la autoestima baja y en la humildad falsa, so­


mos impotentes para detener los ataques violentos del diablo. Satanás usa
la “doctrina de la humildad” para castrar nuestra confianza y paralizar al
pueblo de Dios. Esta falsa doctrina nos enseña que estar confiados en que
estamos haciendo una “gran obra para Dios” es arrogancia. Este sistema de
creencia se expresa en declaraciones como: “No soy yo, sencillamente es
Jesús” . [Eso no es verdad! Jesús nos ha comisionado para colaborar con Él.
Él nos llamó a reinar con Él.
El enemigo también ha contaminado gran parte del movimiento proféti-
co con estas profecías “Noadías” diseñadas para asustarnos. Estos “profetas”
andan de un lado al otro del mundo profetizando su mensaje de fatalidad,
reduciendo así al Cuerpo de Cristo a niños asustados.
Satanás teme que la Iglesia logre obtener su confianza nuevamente y
comience a restaurar las ciudades en ruinas. Él trabaja horas extras para
decirnos cuán débil es la Iglesia, cuán oscuro es el día y cuán enojado está
nuestro Padre con nosotros. ¡Todo esto es una sarta de mentiras!

L A H U M ILD A D D ESC RITA

No intento en absoluto promover el orgullo, la arrogancia o la insolencia.


Simplemente quiero definir lo que es la verdadera humildad. Nadie soporta
% ^corrido completo de arriba abajo

estar rodeado de gente que está enamorada de sí misma. Es repugnante estar


en presencia de una persona que es egocéntrica o que cree que ha llegado
donde está por sus propios esfuerzos. Cuando nos sentimos mal acerca de
nosotros mismos, también hemos hecho de nosotros el centro de atención.
Esto es igualmente tan arrogante como la persona que anda diciéndole a la
gente cuán mejor a todas las demás personas ella es. La humildad no es pen­
sar menos de nosotros mismos, sino pensar menos en nosotros mismos.
La verdadera humildad nace de una conciencia de la grandeza de Dios,
crece en un corazón lleno de gratitud y madura en el temor reverencial del
amor apasionado de Dios por nosotros. La oración es un acto de humildad
porque la persona que ora reconoce la necesidad de la ayuda del cielo y de
la comunión con el Creador. La falta de oración es el orgullo extremo. La
verdadera humildad comprende su necesidad del Padre. La humildad tam­
bién tiene ojos para ver la obra impresionante que Dios ha llevado a cabo
en la vida de los demás. Nos humillamos al ayudar a los demás a “tener su
día en el Hijo” , mientras los amamos con el mismo amor que tenemos por
nosotros mismos. Alguien alguna vez dijo: “ ¡La gracia de Dios humilla a un
hombre sin degradarlo y exalta a un hombre sin inflarlo!” . Veremos cómo
es la humildad práctica en el capítulo siguiente, mientras estudiamos su
atributo real corolario: la honra.
Qapítulo 10

HONRA: EL CAM INO DE


BALDOSAS AM AR ILLAS

j(^ nobleza crece en la tierra de la honra.

ES U N A S U N T O F A M IL IA R

i familia materna es de ascendencia española, y pasé mucho tiempo


M con ellos es mis años de crecimiento. La honra era una parte integral
de nuestra cultura. Mi abuelo y mi abuela eran los miembros más ancianos
de la familia. Eran las personas más respetadas en cualquier reunión que
los incluía, y los mejores asientos de la casa estaban siempre reservados
para ellos. Si uno de los niños se sentaba en una de esas sillas, el resto de
la familia simplemente lo miraba como diciendo: “ jNo puedes ser tan ma­
leducado!” . Permitíamos que se les sirva primero a los ancianos y siempre
les hablábamos con respeto, ya sea estuviéramos de acuerdo con ellos o no.
También siempre les abríamos la puerta a las mujeres y les dábamos nues­
tros asientos. No puedo recordar que alguien alguna vez me haya dicho que
honre a la gente, pero nací en una cultura que modeló eso.
La honra es una virtud perdida en nuestra nación. Entendí esta realidad
en un retiro de Ministerio Sobrenatural de la Escuela Betel. Había aproxi­
madamente ciento veinte estudiantes presentes ese fin de semana. Algunos
vinieron a mi mesa tarde en la noche y comenzaron a hacerme preguntas.
En pocos minutos, alrededor de treinta estudiantes estaban amontonados
alrededor de la mesa, mientras les contaba “historias de guerra” . Todos in­
tentaban participar en una conversación muy ruidosa. Un joven estaba sen­
tado en el banco junto a mí. Posteriormente en la conversación, llegó una
mujer de mediana edad. No habiendo encontrado asiento, se paró detrás de
mí, así podía escuchar la conversación.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Le dije al joven que estaba sentado a mi lado:


-Por favor, ponte de pie y deja que Julie se siente acá.
Él contestó bruscamente:
-¡Yo estuve acá primero!
Le dije:
-Ella es mujer. Quiero que le des tu asiento.
La tensión se elevó por un momento, pero finalmente él se levantó y le
dio su asiento.
Este joven era uno de nuestros mejores estudiantes y tiene un gran co­
razón, pero se le enseñó lo siguiente: “Si quieres un buen asiento, ¡necesitas
estar ahí temprano!” . Fue criado con un paradigma que valoraba el preocu­
parse por sí mismo en vez de honrar a los demás. Pensar en honrar a alguien
por encima de sí mismo no había entrado en su ecuación. Él no captaba lo
que le estaba diciendo.
Ese joven no está solo. La honra ha sido casi completamente quitada
de nuestra cultura. Es posible que muchos de ustedes que lean este libro
luchen con este capítulo por la misma razón que el joven no quiso ceder su
asiento. Toda la idea de que algunas personas merecen más honra que otras
parece injusta. Sin embargo, el modo de pensar del reino es completamente
diferente a eso. Es difícil leer La Biblia sin ser expuesto a una cultura de
sumisión con niveles de honra y autoridad.

L A H O N R A U N E L A S G E N E R A C IO N E S

La honra ha estado ausente del modo de pensar de la Iglesia durante tanto


tiempo que con frecuencia deshonramos a la gente cuando ministramos sin si­
quiera damos cuenta de eso. Esto me quedó bastante claro hace algunos años.
Durante un período de doce meses, invitamos a cinco oradores diferentes que
vinieron a la Iglesia Betel y predicaron el mensaje que “el reavivamiento viene
de la juventud” . Las primeras veces en las que oí esa prédica, mi mente estuvo
preocupada y mi espíritu afligido, pero no podía percibir lo que estaba mal. A
medida que se acercaba el final del año, y el quinto orador predicaba el mismo
mensaje básico otra vez, me disgusté y me fui de la iglesia llorando. (Esto no
es algo que recomiendo a los pastores que hagan.) Volví a casa y me acosté
en el piso llorando. Todavía no comprendía lo que estaba mal, por eso co­
mencé a preguntarle a Dios acerca de lo que estaba ocurriendo en mi interior.
J£onra: el camino de baldosas amarillas

Él me dijo: “El reavlvamiento no viene de la juventud, sino de una ge­


neración, de los ancianos a los jóvenes” . Me recordó el pasaje del libro de
los Hechos: “Sucederá que en los últimos días — dice Dios— derramaré mi
Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profe­
tizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos” (Hechos 2:17).
Tome nota de que el reavivamiento no tiene un género, una generación o
una clase social. Dios continuó hablándome para mostrarme que cada vez
que el “mensaje de juventud” era predicado, a los de mediana edad y a los
ancianos se le estaba diciendo, a través de omisión, que ya no eran más im­
portantes o valorados. Él me dijo que el diablo sabía que no podía detener
el reavivamiento mundial resistiéndolo, por eso intenta maldecir el planeta
separando las generaciones.
El profeta Malaquías vio que esto iba a suceder hace mucho tiempo y
profetizó acerca de ello. A continuación se encuentra lo que dijo sobre de
estos últimos tiempos: “Estoy por enviarles al profeta Elias antes que llegue el
día del S e ñ o r , día grande y terrible. Él hará que los padres se reconcilien con sus
hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción
total” (Malaquías 4:5-6).
Este pasaje aclara que a medida que las generaciones se agarren de las
manos, las maldiciones sobre nuestra tierra serán quebrantadas. Dios con­
tinuó hablándome para explicarme que el príncipe de poder del aire ha
influenciado el pensamiento moderno para valorar a los jóvenes por encima
de los ancianos de un modo que deshonre a la gente de más edad. El Señor
me mostró que La Biblia intencionalmenté da más honra y respeto a los an­
cianos, pero que nuestra cultura les quita autoridad. Empecé a comprender
que el espíritu erróneo estaba influenciando a muchos predicadores y que
ellos estaban dejándose llevar por manos del maligno.
Este punto fue ampliado a través de una visión que tuve. En la visión,
vi a dos jóvenes paradas en presencia de su padre en varias ocasiones dis­
tintas. Cada vez que su padre veía a las jóvenes juntas, él decía a una de sus
hijas que era hermosa, pero nunca le decía nada a la otra hija. Esta otra hija
estaba siendo destruida por la carencia de afecto de su padre. Comencé a
entender por qué sentía tanta aflicción por los jóvenes que eran honrados
cinco veces en nuestra iglesia, mientras estaban en presencia de otras gene­
raciones. También me di cuenta de cuán destructiva puede ser la honra si
se abusa de esta.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

L A H O N R A E X P R E S A V A LO R E N E L PR Ó JIM O

La honra es uno de los atributos más grandes de la nobleza en toda La


Biblia. Cuando el reino está presente en nuestro interior, el comporta­
miento honorable se manifiesta en nosotros naturalmente. Damos honra
a todos los hombres no simplemente porque se la merecen, sino porque
también nosotros somos ciudadanos honorables del Rey. Cuando cami­
namos en nuestro llamado real, nuestro comportamiento no está deter­
minado por nuestro entorno temporal, sino por el entorno eterno que se
encuentra en nuestro interior.
Cuando tratamos a la gente honorablemente, incluso si se niega a
honrarnos, demostramos que tenemos un criterio dentro de nosotros que
no está determinado por quienes nos rodean. No honramos simplemente
a la gente porque es honorable; honramos a la gente porque nosotros so­
mos honorables. Para el cristiano, la honra es una condición del corazón,
no solamente el producto de un buen entorno. La honra no significa que
estamos de acuerdo con la gente que honramos; simplemente significa
que la valoramos como personas que han sido creadas a la imagen y se­
mejanza de Dios.
¡Incluso, deberíamos pelear con nuestro enemigo de un modo honora­
ble! Podemos ver este principio en el libro de Judas:

“Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando argumentaba con el diablo dis­


putándole el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar contra él un ju i­
cio de maldición, sino que dijo: «¡Que el Señor te reprenda!» Éstos, en
cambio, maldicen todo lo que no entienden; y como animales irraciona­
les, lo que entienden por instinto es precisamente lo que los corrompe”
Ju d as 9-10

Si alguien merece la deshonra, ese es el diablo. Pero Miguel no trató a


su enemigo principal con falta de respeto cuando peleó con él. Este prin­
cipio modela cómo deberíamos tratar a nuestros enemigos, ya sean físicos
o espirituales.
La guerra en Irak ofrece un gran ejemplo de esto. Cuando descubrimos
que varios prisioneros iraquíes eran maltratados mientras estaban deteni­
dos como prisioneros de guerra, nuestro país estuvo horrorizado. Como
estadounidenses, no podíamos tolerar este comportamiento indignante.
J£onra: el camino de baldosas am arillas

Si aquellos mismos terroristas iraquíes hubieran sido matados en la bata­


lla, los ciudadanos de los Estados Unidos habrían estado mucho menos
indignados. También sabemos que cuando apresan a nuestros soldados,
los torturan y decapitan. Por eso, ¿por qué está mal que los torturemos?
La respuesta es simple; queremos tratar a nuestros enemigos con honra no
porque ellos la merecen, sino porque nosotros la merecemos. Esto es lo que
quiere decir ser gente honorable.

L A F A LT A DE H O N R A E N E L LID E R A Z G O

Éxodo 20:12 dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una
larga vida...”. Es importante notar la relación entre la vida y la honra. La
honra crea una autovía en la cual viaja la vida y es una virtud clave para
crear y conservar una cultura real. Cuando honramos a los demás, recono­
cemos su autoridad y nos rendimos a su posición. La honra es la humildad
en acción. Tiene ojos para ver en lo invisible para así discernir y valorar la
naturaleza de una persona según los valores del reino.
La honra es la piedra angular de una cultura de apoderamiento que eli­
mina la necesidad de control. La presencia de la honra crea orden a través
de la dignidad en vez de temor al castigo. El orden, cuando es promovido
por la honra, da como resultado el apoderamiento; el orden impuesto por
temor da como resultado el control. Si extrajéramos las consecuencias ne­
gativas de un entorno donde la gente no tiene honra el uno para con el otro
en su corazón, el desorden y el caos seguramente se desarrollarían. La gente
obedece a sus líderes porque teme lo que podría ocurrirle si no lo hiciera, o
hace lo que se le pide porque tiene honra en su corazón y respeta a aquellos
que tienen autoridad por encima de ellos.
Cuando merma la honra, la muerte tiene una puerta abierta. La destruc­
ción lenta de la honra en nuestra cultura no solo ha hecho que el liderazgo
de nuestro país no sea respetado, sino que también ha cambiado el modo en
que la iglesia es gobernada.
En los últimos cincuenta años, Estados Unidos ha experimentado
un terremoto fundamental que ha alterado radicalmente el liderazgo de
nuestro país. Este cambio de paradigma cultural tiene implicancias de
gran alcance que se extiende desde la familia estadounidense hasta la Casa
Blanca y desde el mundo empresarial hasta el Cuerpo de Cristo. Durante
1

DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

las últimas cinco décadas, hemos descubierto que aquellos a quienes les
hemos confiado más nos han mentido, engañado y robado, con frecuencia
llevando vidas de inmoralidad inconcebible. A l mismo tiempo, la mora­
lidad de nuestras familias también ha ido mermando. Esto ha dado como
resultado que la generación actual sea la generación más huérfana de pa­
dre de la historia del mundo. Estos crearon un pensamiento cultural de
falta de respeto hacia la autoridad.

C A M B IA R L A E S T R U C TU R A

En respuesta a la confianza quebrantada causada por aquellos que han


abusado de su autoridad, muchas iglesias han cambiado la estructura de
su administración en vez de tratar con el corazón de sus líderes. La ma­
yoría, en las últimas décadas, han cambiado de una “mesa rectangular”
de gobierno a una “mesa redonda” de gobierno. La mesa rectangular es
una metáfora para una estructura de liderazgo que tiene niveles de hon­
ra, mientras que una mesa redonda describe una estructura donde cada
persona tiene igualdad de voz y voto en el gobierno eclesiástico. En la
formación de una mesa redonda de liderazgo, el gobierno de Dios ha sido
reemplazado por consejos eclesiásticos. Estos consejos consideran a todos
iguales, y hay poca o ninguna capacidad para reconocer los llamados y las
unciones que descansan sobre sus líderes.
Debo dejar en claro que no me opongo a los consejos eclesiásticos. Sin
embargo, estoy en contra de las estructuras gubernamentales que reaccio­
nan por temor a los abusos de liderazgo y deshonran a sus líderes superiores
quitándoles los asientos de honra. Sí, creo personalmente que en Cristo
todos tienen igualdad de voz, pero no todos tienen igualdad de voto.
Con la estructura de liderazgo de mesa redonda, el énfasis general es
la igualdad. Busca tratar los problemas del-corazón quitando la oportuni­
dad para que ellos se manifiesten. El cambio de estructura nunca aborda
las cuestiones de raíz, sino que simplemente es otra forma de control. Por
lo tanto, no importa cuál sea la estructura de liderazgo, el abuso ocurrirá.
Cuando recreamos una estructura para curar una cuestión del corazón, el
antídoto es con frecuencia peor que la enfermedad.
En 1 Samuel 8, los ancianos de Israel cambiaron su estructura de
gobierno en vez de tratar con las cuestiones del corazón. Ellos tuvieron
J ío n ra : el camino de baldosas am arillas

historia previa al tratar con los hijos de Eli que eran los dos malvados. Eli
era el juez que gobernaba Israel antes que Samuel. En ese momento de la
historia, Eli y sus hijos se habían muerto hacía mucho tiempo, y Samuel,
que tomó el lugar de Eli como juez, también estaba por morir; por eso
designó a sus dos hijos para gobernar Israel. El problema es que estos
dos también eran malvados. Los ancianos de Israel tenían una actitud “de
haber estado ahí, haber hecho eso y haber visto el resultado” . No querían
que gente malvada los gobierne otra vez, por eso pidieron que gobierne
un rey en vez de un juez.
A primera vista y considerando sus opciones, parece que ellos le piden
algo noble a Samuel. La respuesta de Dios es casi asombrosa. Él le dice a
Samuel: “En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mi, pues no quieren que
yo reine sobre ellos” (1 Samuel 8:7). ¿Le estaba Dios diciendo que a Él no
le importaba que los hijos de Samuel fueran malvados y que ellos tenían
permiso de gobernar Israel de todos modos? No creo. Dios estaba enojado
porque ellos cambiaron su estructura de liderazgo en vez de tratar con las
cuestiones de su corazón. Los hijos de Samuel necesitaban ser confrontados
por su maldad. Samuel y los ancianos los deberían haber sacado del lideraz­
go en vez de cambiar todo su sistema gubernamental para evitar el conflicto
que causa la confrontación.
El Movimiento de Discipulado (o Sheperding Movement) fue probable­
mente uno de los ejemplos más recientes y dramáticos de autoridad abusiva
en la Iglesia. La causa del abuso fue que los principios paternales les fueron
dados a los hermanos mayores. ¿Recuerda la actitud del hermano mayor
en la historia del hijo pródigo que tratamos anteriormente en este libro? El
hermano mayor le dijo a su padre:
-Mataste el ternero más gordo para él y a mí no me has dado siquiera
un cabrito.
Su papá le respondió:
-Maté el ternero más gordo para él, ¡pero todo lo que yo tengo es tuyo!
(Ver Lucas 15:11-32).
Muchísimos líderes de la Iglesia se parecen en la actualidad más al her­
mano mayor que al padre en la historia del hijo pródigo. Creen mentiras
sobre sí mismos, sobre el Padre y sus hermanos, por eso coiripiten con la
mismísima gente que deberían estar liderando.
Siendo todavía pobres, su inseguridad crea una necesidad desesperada
de reforzar su poder sobre sus hijos en vez de apoderarlos. Los verdaderos
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

padres honran a sus hijos y desean verlos prosperar y crecer más que ellos.
Esta actitud de hermano mayor es lo que destruyó el Movimiento de Disci­
pulado. Los líderes del movimiento enseñaban principios paternales, pero
los receptores de la enseñanza eran celosos e inseguros. Muchos han recha­
zado ver que el problema no era tanto la enseñanza, sino su mala aplicación
como resultado de problemas irresolutos del corazón en los líderes. (Hubo
otros problemas en el Movimiento de Discipulado, pero la mayoría estaban
arraigados en el control. Nuevamente, muy similar a los ancianos de Israel
en los días de Samuel, muchos han cambiado la estructura en vez de tratar
con las cuestiones del corazón.

C A M B IA R E L C O R A ZÓ N

En vez de cambiar el sistema, Jesús nos enseñó a cambiar nuestro corazón.


En una cena donde la gente peleaba por sus asientos de honra. Él hizo un
contraste marcado entre el corazón de la gente y un corazón de honra y
humildad que refleja a Dios.

“Al notar cómo los invitados escogían los lugares de honor en la mesa,
les contó esta parábola:
— Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes
en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido
que tú. Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu
asiento a este hombre.” Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar
el último asiento. Más bien, cuando te inviten, siéntate en el último
lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pasa
más adelante a un lugar mejor ” Así recibirás honor en presencia de
todos los demás invitados. Todo el que a sí mismo se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido”
L ucas 14:7-11

Cuando la madre de los hijos de Zebedeo vino a Jesús y le preguntó si


sus hijos podían sentarse al lado de Él en su reino, le respondió que una po­
sición de honor en el cielo no le correspondía a Él dar porque “eso ya lo ha
decidido mi Padre” (Mateo 20:23). En toda La Escritura, Dios nos dice que Él
“se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
JiConra: el camino de baldosas amarillas

La honra es la humildad en acción. Es una cuestión del corazón y re­


quiere una evaluación honesta del valor de otras personas y una elección
de centrarnos en eso por encima de nosotros mismos. Como señaló un
amigo mío: “La arrogancia no es pensar demasiado de nosotros mismos,
sino pensar muy poco de los demás” . Si queremos la gracia que Dios da
a los humildes, debemos poner la sabiduría de Dios en práctica. “Si al­
guno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”
(Marcos 9:35).
Este principio es fundamental en el reino de Dios. Dios es un Dios de
honra, y el único modo en que opera la honra es si hay niveles de honra.
Nos permite honrar a los demás por encima de nosotros mismos, y al ha­
cerlo, le permitimos a Dios que nos honre. Jesús desea que tengamos honra,
por eso, nos enseña a cómo humillarnos y mostrar honra a los demás. Por
esta razón, cuando la madre de Santiago y de Juan pidió que sus hijos fueran
honrados, Jesús no dijo: “Oh, todos se sientan a una distancia igual de mí
en el cielo” . En la cena. Él no intentó cambiar el hecho de que había niveles
de honra en la mesa.
Dios con frecuencia describe a la gente con las palabras “el menor” y
“el mayor” . El gobierno del cielo es como una mesa rectangular. Con esta
estructura reconocemos que hay gente que ha sido elevada por encima de
las demás y que tiene algo qüe necesitamos. Así como Eliseo reconoció que
necesitaba el manto de Elias, así nosotros tenemos mucho que recibir de
aquellos que han ido más allá que nosotros. Para recibir una herencia y una
impartición de ellos, necesitamos tener fe y expectativa de que ellos verda­
deramente sí tienen mucho para dar. Mostramos esto honrándolos. La vida
fluye de honrarlos en nuestro corazón.
Dios ha ordenado su estructura de liderazgo con niveles de honra por­
que, como ya lo expuse, la honra facilita el flujo de vida en el reino. Cuando
cambiamos la estructura, no solo no solucionamos las cuestiones del cora­
zón, sino que también no nos permitimos recibir los beneficios de la vida
del liderazgo santo. Culpar y luego abandonar los principios del reino de
Dios solamente nos destruye y nos impide sus bendiciones.
Posteriormente, trataremos más sobre la estructura de liderazgo que
Dios diseñó para su Cuerpo, pero el tema central es que está construido so­
bre niveles de honra que permiten que la vida fluya a cada miembro, mien­
tras cada persona da y recibe la honra que le es correctamente debida.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

M A N T E N E R U N A C U LTU R A R E A L

Debido a que la honra es un catalizador tan importante para la vida, necesi­


tamos cultivar una actitud en nuestro interior y una cultura a nuestro alre­
dedor que lo promueva. La nobleza crece en la tierra de la honra. Aprender
a honrarnos los unos a los otros es vital para nuestro crecimiento en Dios.
Una mujer pobre nos enseñó acerca de la manifestación extravagante
de la honra cuando rompió el frasco de alabastro y derramó perfume caro
sobre la cabeza de Jesús. Los discípulos estaban indignados y dijeron; “Po­
día haberse vendido este perfume por mucho dinero para darlo a los pobres”
(Mateo 26:9). Jesús les recordó que siempre tendrían a los pobres, pero
que Él los dejaría pronto. Y agregó; “Les aseguro que en cualquier parte del
mundo donde se predique este evangelio, se contará también, en memoria de
esta mujer, lo que ella hizo” (v. 13).
Aquellos con mentalidad de pobre saben cómo dar cuando hay una
necesidad, pero dar a aquellos que no tienen necesidad les parece un des­
perdicio. Jesús dejó en claro que la realeza tiene un sistema de valor com­
pletamente diferente. Los príncipes dan para honrar a la gente, así como
también a los necesitados.
Este principio de honra se demuestra cada vez que adoramos. No ado­
ramos a Dios porque Él necesita nuestro aliento o alguna otra cosa de noso­
tros. Aunque Él se merece alabanza y adoración, lo adoramos por honra y le
ofrecemos alabanza que Él no necesita.
Del mismo modo, cuando los reyes, los presidentes y los primeros minis­
tros se hacen presentes el uno al otro, se abstienen intencionalmente de dar
un presente que se necesite. Dar para suplir una necesidad en otro líder sería
exponer un lugar de vulnerabilidad en él, lo que en realidad lo deshonraría.
En otras palabras, cuando le damos a un líder algo que necesita estamos
diciendo que hemos descubierto un lugar de carencia en su vida. Cuando
suplimos la necesidad, estamos diciendo en realidad; “Tenemos algo que
tú no tienes” . Por lo tanto, los grandes líderes con frecuencia intercambian
regalos que son de lujo para honrarse específicamente los unos a otros.
Los discípulos no tenían una perspectiva de honra en su corazón, y
eso distorsionaba su comprensión de la mayordomía. Ellos consideraron un
desperdicio lo que la mujer hizo por Jesús. Jesús dijo que su honra excesi­
va la haría famosa. La honra cambiará la manera en que vemos al Rey y el
modo en que nos relacionamos con sus hijos e hijas.
J-fonra: el camino de baldosas amarillas

E V A N G E LISM O A T R A V É S DE L A H O N R A

La honra es también una herramienta poderosa para el evangehsmo. Solo


tenemos tanta influencia en la vida de los demás como ellos tengan un va­
lor para nosotros. Cuando llevamos honra por los demás en nuestro cora­
zón, nuestro valor crece ante sus ojos, y obtenemos un lugar de influencia
con ellos. Por supuesto, cuando honramos para obtener influencia, eso
cesa de ser honra. La honra debe estar en nuestro corazón primero y debe
ser dada libremente. Cuando felicitamos a la gente sin honra en nuestro
corazón, nuestros cumplidos les parecen adulación. Los estadounidenses
están acostumbrados a ser envueltos por vendedores que intentan mani­
pularlos para que compren algo. Ellos pueden ver exactamente su falta de
sinceridad. Pero cuando llevamos honra en nuestro corazón, la gente pue­
de sentirla, y su respeto crece.
Juzgar y calificar a grupos de gente usualmente promueve la deshonra.
La discriminación es una asignatura importante en nuestra sociedad. En
ese sentido, somos una cultura que está interesada en la honra y el respeto,
pero porque nos hemos centrados más en obtener ese respeto que en darlo;
la honra no ha sido establecida. Intrínseca en la honra está la capacidad de
reconocer las características individuales de la gente y respetar su poder de
elección. El apoderamiento;significa darles a las personas lo que necesitan
para realizar elecciones saludables.
Desafortunadamente, gran parte de la Iglesia ha sido culpable de califi­
car a todos los que no conocen al Señor. El resultado es que con frecuencia
la única cosa que vemos acerca de la gente es el hecho de que no conocen a
Dios. Por eso, nos precipitamos para dirigirnos a esa necesidad con nuestro
“paquete” de evangelio, pero los repugnamos porque sienten que solamente
los vemos como patéticos y pasamos por alto el resto de su valor individual.
Si ellos creen que nosotros realmente no los valoramos como personas, no
creerán que los amamos y considerarán sospechosa nuestra propuesta. Mu­
chos evangelistas han destruido la credibilidad de la Iglesia al no demostrar
honra, lo que a su vez gana el derecho para hablar a alguien.
Lo que quiero decir es lo siguiente: hemos llevado nuestras pancartas
de protestas en demostraciones, hemos predicado fuego y azufre del in­
fierno en la esquina de cada ciudad importante y hemos boicoteado cor­
poraciones importantes en el nombre de Dios. Hemos ignorado la verdad
simple de honra que literalmente transformó reinos enteros en los días de
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Daniel y José. Debido a que ambos demostraban honra a los reyes paganos
a quienes servían, tanto faraón como Nabucodonosor finalmente recono­
cieron la mano de Dios sobre la vida de ellos.
En la Iglesia Betel, trabajamos para honrar a cada persona de nuestra
ciudad, sin importar su creencia religiosa. Un ejemplo de nuestro esfuerzo
por honrar a la gente es el modo en que hemos mostrado a la comunidad
nativa de los Estados Unidos que la valoramos. Hace algunos años, tuvi­
mos una reunión en la cual invitamos a los líderes de la tribu local nativa
de los Estados Unidos a que vinieran a la iglesia para arrepentimos por el
modo en que nuestros antepasados pecaron en contra de su gente. La ma­
yoría de nuestra tribu local no conoce a Dios todavía, pero fueron profun­
damente movidos por nuestro amor sincero hacia ellos. A medida que el
tiempo transcurría, el Señor comenzó a hablamos acerca de traer fmto de
nuestro arrepentimiento. Invitamos a los líderes de las tribus a que vinie­
ran nuevamente a nuestra iglesia y les dimos un honorario de quinientos
dólares al mes para bendecirlos y honrarlos. Hicimos un pacto con ellos
que continuaríamos dándole ese dinero todo el tiempo en que seamos líde­
res de la Iglesia Betel.
La tribu local ha regresado a nuestra iglesia en varias ocasiones para
honrarnos con presentes. Hemos desarrollado una gran relación con ellos,
¡y Dios se está moviendo en su tribu! Estamos viendo directamente cómo
Él diseñó la vida para que fluya a través de nuestra honra.
La vida fluye a través de la honra. Oro para que nosotros comprenda­
mos cómo honrar a Dios y a toda la gente de este mundo, sin importar la
edad, el trasfondo religioso o la creencia.
Qapttulo II

LA R EALEZA VIV E U N A
VID A DE PACTO

Judas quería intimidad sin pacto, por eso seju e de la cena durante la
comunión y luego traicionó a Jesús con un beso.

N A C ID O E N U N A F A M IL IA

ara algunos, la palabra realeza puede inspirar imágenes de reyes de la


P Antigüedad que usaban su poder y riqueza infinita para satisfacer sus
placeres lascivos a través de sus harenes llenos de concubinas. Las concubi­
nas cohabitaban con el rey^in un pacto. Por lo tanto, sus hijos no llevaban
el apellido del rey ni recibían alguna herencia.
¡Nuestro Rey no tiene concubinas! Él es un Rey justo y santo que en-
seña a sus hijos e hijas que la pasión debe expresarse solamente dentro de
los límites de la pureza y que los hijos tienen que ser el fruto de relaciones
de pacto.
La gente que está perdida en la oscuridad necesita más que un en­
cuentro de poder con Dios para que se lleve a cabo un cambio verdadero
y duradero en su vida. Necesitan una relación con el Señor y su pueblo. El
poder de Dios nos libera de las garras del diablo, destruye la enfermedad
del pecado y nos inserta en el reino de su Hijo amado como un hijo recién
nacido de Dios. La experiencia de nacer de nuevo es solamente el comien­
zo de la vida como una creación nueva, y esa vida requiere alimentación y
cuidado de la familia de Dios para que crezca. Obviamente que lo mismo
sucede con el nacimiento natural, lo cual es la razón de por qué desde el
mismo comienzo del tiempo, Dios quiso que los hijos fueran el fruto de
una relación amorosa y apasionada entre el esposo y la esposa.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

La Biblia dice: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a
Caín” (Génesis 4:1, RVR 1960). La palabra conoció en este contexto no quie­
re decir relación sexual en hebreo. La Biblia supone que uno comprende que
Caín no fue concebido a través de una concepción inmaculada. Más bien, la
palabra conoció es la palabra hebrea yada y quiere decir tener una relación
íntima y profunda con alguien. Dios dice que Adán tuvo una relación perso­
nal íntima con Eva, y de esa situación de intimidad, Caín fue concebido.
Dios creó el pacto de sangre justo en la naturaleza misma. Durante años
los científicos han estado confundidos sobre cuál es el propósito que cumple
el himen en el cuerpo de la mujer. Parece no tener razón física para estar ahí.
Cuando se rompe, no sana como cualquier otra parte del cuerpo. Un día me
di cuenta de que Dios solamente quiere que los hijos nazcan de una relación
de pacto entre un esposo y una esposa; por lo tanto. Él proveyó la sangre para
que el pacto pueda ser ratificado antes de que los hijos fueran concebidos.
En nuestra sociedad, se ha vuelto corriente que los hijos se conciban en
una aventura de una sola noche o en un roce con pasión. Peor aún, algunos
hijos son el producto de una violación. La violación ocurre cuando una
persona fuerza su voluntad sobre otra. Vivimos en una cultura que desea la
intimidad sin responsabilidad y el placer sin pacto. Nos referiremos más so­
bre el fruto de ese deseo luego, pero quiero señalar que inconscientemente
gran parte de la Iglesia ha sido influenciada por este pensamiento. Semanas
tras semanas, vemos a personas nacer de nuevo en nuestros altares. Pero
¿dónde están? La mayoría de ellas, no mucho tiempo después de que lloran
por arrepentimiento, son empujadas a una lucha por la supervivencia.
Nada de esto se aproxima a reflejar el plan de Dios, que es que los nue­
vos creyentes no solamente sean aplaudidos a medida que se dirigen hacia
el altar, sino que sean recibidos por una familia que personalmente los ali­
mente y los guíe. La cultura impía ha contribuido a crear una mentalidad
extraña en algunas personas de la Iglesia. No pensamos en la gente que nace
de una noche de “pasión” , solo para ser dejada en nuestros altares con una
oración que no entienden y una Biblia que no pueden leer.

M IS P R O PIO S PACTOS

Nunca me olvidaré de la noche en que Kathy y yo recibimos al Señor. Yo


tenía dieciocho años, y ella quince en ese tiempo.
realeza viv e una vida de pacto

Yo había tenido un encuentro tres años antes que me envió a un viaje


para encontrar a Dios. Mi madre se había enfermado mucho de soriasis, y su
cuerpo estaba cubierto de una erupción cutánea. Para empeorar las cosas,
durante aproximadamente un año tuvimos a un merodeador que echaba
un vistazo por las ventanas a la noche, y esto nos aterrorizaba. Una noche
incluso le tomé una fotografía después de que me desperté y lo encontré
entrando por la ventana de mi habitación.
La policía estaba en nuestra casa varias veces a la semana. Mi madre
dormía en el sofá con una escopeta. Yo me despertaba en el medio de la no­
che y la oía llorando, mientras luchaba por mantenerse con entereza. Todo
esto era extremadamente inquietante para un niño de quince años que era el
mayor de tres hermanos. No fuimos criados en un hogar religioso, y por lo
tanto, no sabía en realidad si existía un Dios. Una noche de verano, aproxi­
madamente a las tres de la madrugada, la presión llegó a ser demasiada para
mí. Me senté contra la cabecera. Estaba totalmente oscuro, y podía escuchar
a mi mamá llorando silenciosamente en el living.
Grité con desesperación:
-¡Si hay un Dios, si sana a mi madre, yo averiguaré quién eres y te ser­
viré el resto de mi vida!
Una voz audible respondió:
-¡M i nombre es Jesucristo y te concedo lo que has pedido!
A la mañana siguiente, mi madre se despertó completamente sana. ¡Su
soriasis había desaparecido! En pocos días, la policía atrapó al merodeador,
y la vida comenzó a cambiar.
Transcurrió aproximadamente una semana, y estaba acostado en mi
cama cerca de la medianoche meditando sobre estos sucesos sorprendentes
cuando la voz me habló nuevamente. Él dijo:
-M i nombre es Jesucristo. Dijiste que si sanaba a tu madre, me servirías,
¡y estoy esperando!
Comencé a buscar a Dios por todas partes. Me iba a diferentes iglesias
y me paraba atrás durante la reunión y esperaba ver si Dios estaba ahí. Con
frecuencia me iba desilusionado diciéndome: “El Dios que me habló no está
aquí” . Finalmente, tres años después, a Kathy y a mí nos invitaron a la con­
fraternidad de un amigo. Era un grupo casero repleto de gente joven. Todos
estaban entusiasmados con Jesús. Entramos y nos sentamos en el piso con
otros cientos de jóvenes. Comenzó la adoración, y todos empezaron a can­
tar apasionadamente con sus manos levantadas. A medida que la música
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

disminuía, el líder hizo una invitación para todos los que quisieran recibir
a Cristo. Kathy y yo levantamos la mano e hicimos una oración pidiendo al
Señor que perdone nuestros pecados y entre en nuestras vidas.
No nos dimos cuenta entonces, pero lo que pasó luego nos cambió para
siempre. Después de que la reunión terminó, el líder vino hasta nosotros y
se presentó. Explicó lo que significa ser salvo, cómo nosotros éramos be­
bés recién nacidos en el reino y necesitábamos ser adoptados. Después nos
presentó a tres jóvenes y nos preguntó cuál de esos tres nosotros queríamos
que nos “adopte” . No me había dado cuenta de que la “paternidad” era nor­
mal en la iglesia en ese tiempo porque no había estado mucho tiempo en la
iglesia. Nosotros elegimos a un hombre que se llamaba Art Kipperman, que
alrededor de tres años fue nuestro padre. Él y su esposa Cathy se convirtie­
ron en nuestros padres espirituales. Fue impresionante tener a alguien que
sea nuestro mentor y hable a nuestras vidas. Desarrollamos una relación
con ellos desde ese momento en adelante.
Pocos años más tarde, nos mudamos a Trinity Alps en California sep­
tentrional. Vivimos ahí un año sin el beneficio de tener un padre o una ma­
dre espiritual que esté junto a nosotros. Yo estaba hambriento, necesitaba
ser alimentado y me sentía perdido. Comencé a clamar para que Dios me
enviara un padre.
Trabajaba como mecánico en un taller de reparaciones en ese tiempo.
Un día, mientras estaba tendido sobre una camilla debajo de un Jeep Wago-
oner verde, el Señor me habló diciendo:
-E l hombre que es dueño de este jeep será tu padre.
Había estado orando fervientemente ese día acerca del vacío en mi vida,
pero ni siquiera conocía al dueño de ese jeep.
Cuando ese cliente particular vino a buscar su vehículo, le cobré y le
expliqué la orden de trabajo. Yo estaba muy nervioso. Él tenía aproxima­
damente veinte años más que yo y parecía muy afectuoso y cariñoso. Lo
acompañé al auto, todavía intentando reunir el coraje para decirle lo que
Dios me había dicho. Él entró al jeep y bajó su ventana, mientras yo me
trababa con mis palabras.
Finalmente, dije con brusquedad:
-¡D ios me dijo que el dueño de este jeep sería mi líder espiritual! (Esta­
ba conteniendo mis lágrimas).
Él paró el motor y abrió la puerta de su vehículo. Se paró, me rodeó con
sus brazos y dijo:
JÍ^a realeza viv e una vida de pacto

-¡Sería un honor ser tu padre!


El nombre de este hombre es Bill Derryberry, y él ha sido mi mentor
durante más de veinte años. Su amor y disciplina cambiaron mi vida. Estoy
para siempre endeudado con él.
El amor que Bill y yo tenemos el uno por el otro ha dado como resultado
que mucha gente nazca en el reino a través del aliento de Bill en mi propia
vida y la naturaleza contagiosa del amor cuando es expresado a través de
alguien. Del mismo modo, el deseo de Dios es que el novio y la novia estén
tan apasionadamente enamorados el uno del otro que los hijos sean el resul­
tado natural. La misma presencia de nuestros hijos nos recuerda el amor de
pacto que compartimos. Cuando se conciben en amor antes que en lujuria,
la consecuencia natural de los hijos y sus padres es un vínculo duradero,
inalterable e inquebrantable. El corazón de sus hijos se convierte en tablillas
sobre las cuales los esposos escriben sus cartas de amor el uno al otro. El
resultado de este tipo de relación es que los hijos son seguros, equilibrados
y tienen una autoestima saludable, porque sus padres los valoran.
Cuando la Iglesia de Jesús se convierte en una familia en vez de un
harén, la gente no vendrá a simplemente, sino que se convertirá en la Igle­
sia. ,Ya no será más un lugar al cual van, sino una tribu en la que viven, un
pueblo por el cual tienen responsabilidad y una familia que se cuida el uno
al otro en los tiempos buenos y malos, en la salud y enfermedad, hasta que
la muerte nos separe. No cambiarán de iglesias simplemente porque la ado­
ración no es tan buena como la Súper Iglesia de Joe que está bajando por
esta calle. Estarán comprometidos con una iglesia donde oyen la voz de su
Pastor que los está liderando.
El pacto también significa que el pueblo pertenece a una congregación
que es una contribuyente antes que una consumidora. El pacto acaba con
la presión que los líderes sienten de actuar porque su manada no ha venido
para ser entretenida, sino para ser guiada.

L A G E N E R A C IO N H U É R F A N A DE PAD RE

Vivimos en lo que es probablemente una de las generaciones más huér­


fana de padre en la historia del mundo. Esto es debido en parte a que
la gente opta por la cohabitación y el divorcio antes que por relaciones
comprometidas. Incluso la gente que se casa en los Estados Unidos está
DE M E N D I G O A PRÍNCIPE

frecuentemente más preocupada por ganar dinero que por cuidar una fa­
milia. Sin embargo, permanece de hace mucho tiempo una promesa que
un viejo profeta articula mejor en su visión del futuro.
Como ya cité anteriormente; “Estoy por enviarles al profeta Elias antes
que llegue el día del S e ñ o r , día grande y terrihle. Él hará que los padres se re­
concilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra
con destrucción total” (Malaquías 4:5-6).
Hace casi 3000 años, el profeta Malaquías supo la importancia de volver
a unir a los padres con sus hijos en los últimos tiempos. Él vio la restaura­
ción de relaciones de pacto como las fuerzas que quebrantarían las maldi­
ciones de nuestra tierra. El reavivamiento de estos últimos tiempos estará
fundado tanto en la familia natural como en la espiritual.
Las maldiciones son el costo doloroso y poderoso de los pactos que­
brantados y ausentes. Sé esto de primera mano, como lo compartí con uste­
des en el primer capítulo. Después de la muerte de mi padre, mi mamá dio a
luz a mi hermanito Kelly, el hijo de mi primer padrastro. Su matrimonio se
desintegró cuando Kelly tenía cinco años. Después de su divorcio, el papá
de Kelly bebía y también llamaba aproximadamente una vez al mes para
ejercitar sus derechos de visita.
Él decía:
-Voy a pasar a buscar a Kelly a las cinco en punto esta tarde.
Kelly estaba tan entusiasmado de ver a su papá que tenía todo empa­
cado temprano a la mañana. Tomaba su valija pequeña y se sentaba en la
galería de adelante, usualmente una hora o dos antes. Se sentaba ahí hora
tras hora, aunque estuviera en el ardiente sol caliente o en el helado frío del
invierno. Él esperaba afuera hasta tarde en la noche.
Finalmente, yo salía y decía:
-Kelly, ¿por qué no entras? Tu papá ya no vendrá.
Pero él respondía:
-M i papá está viniendo. ¡Yo sé que está viniendo!
Usualmente alrededor de la medianoche, se quedaba dormido arriba
de su valija pequeña. Yo lo levantaba y lo llevaba a la cama. Este patrón
continuó durante años, lo que dio como resultado heridas profundas y un
corazón quebrantado. Por necesidad, los niños que sobreviven en este en­
torno se vuelven independientes y rebeldes porque han aprendido que no
pueden confiar en la gente, especialmente en aquellos que tienen autoridad
sobre ellos.
J^a realeza viv e una vida de pacto

Hay muchos “Kellys” en el mundo que nacen fuera de un pacto o que


experimentan que sus padres quebrantan un pacto mediante el divorcio.
Hay muchos otros niños que tienen mamas y papas que son padres como
un hobby o como un trabajo secundario porque ellos están afuera persi­
guiendo “el éxito” . Cuando las relaciones afectivas están ausentes en la
vida de los hijos, otro mensaje se escribe en sus corazones, que no es amor,
sino más bien rechazo y abandono. Estas cosas se graban en sus tiernos
corazoncitos a través de palabras precipitadas y noches solitarias.
La misma condición es importante en el reino. Muy similar a mi her­
mano pequeño que no fue adoptado, nosotros en la Iglesia hemos dado
a luz hijos y luego los dejamos huérfanos e intentando sobrevivir por sí
solos. Jesús nunca quiso que hiciéramos cristianos, sino más bien discípu­
los. La palabra discípulo significa “aprendiz” . La naturaleza misma de un
discípulo es que necesita a alguien que le enseñe.
¿Qué ocurre con los nuevos creyentes que no tienen padres? La ma­
yoría de ellos regresan al mundo del cual vinieron. Posteriormente cuan­
do alguien intenta volverlos a ganar para Cristo, es casi imposible ya que
piensan: “Ya probé y no funcionó” . La verdad de la cuestión es que lo que
ellos experimentaron tiene poco que ver con el evangelio. El evangelio
significa “buena noticia” . Gran parte de la “buena” que está incluida en
la “noticia” es que se supone que todos nacimos en una familia que cuidó
de nosotros, no simplemente que fuimos influenciados por gente fanática
que se preocupó principalmente por ganar almas antes que por adoptar
hijos e hijas.
Muy similar a la mujer que queda embarazada en una cita, llevamos
a la gente a Cristo sin ninguna relación o plan para actuar como padres.
Esto sucede frecuentemente en nuestras reuniones. Dejamos que la música
cree la atmósfera correcta para el romance. El predicador ha practicado sus
versos porque los ha usado antes muchas veces, la pasión crece, y luego el
niño es concebido. ¡Muchas veces se asemeja más a una violación forzosa,
en la cual asustamos a la personas para que entre al reino diciéndoles todas
las cosas malas que le ocurrirán si no pasan adelante o levantan su mano
justo en ese instante! (La manera en la que se enseña el evangelismo en
muchos círculos hoy me recuerda más a un seminario pára enseñar técnica
de ventas que a una clase Lamaze. Esa gente se interesa más por conseguir
a alguien que haga una oración que lo que se preocupa por cómo preparar
a los hijos para que nazcan). Cuando los hijos se conciben de este modo.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

son bastardos (ver Hebreos 12:8, RVR 1960). N i siquiera saben quién es
su padre. En nuestra intoxicación, les dijimos que los amamos. Pero con
demasiada frecuencia, nunca lo demostramos. ¡Nadie jamás los adopta! No
podemos permitir que esta perversión del evangelio continúe. Debemos
levantarnos y volvernos padres y madres que se preocupan. Los “Kellys”
del mundo están esperando que alguien sea un padre para ellos.
En los últimos cien años, mediante el nacimiento del Movimiento Pen-
tecostal, hemos visto la restauración del ministerio del Espíritu Santo en la
iglesia y a través de ella. A finales de la década del sesenta y comienzos de
la década del setenta, vimos al Movimiento Jesús alterar completamente
la cultura hippie y transformar muchas de nuestras ciudades. Este último
reavivamiento será iniciado por los profetas y enfatizará el ministerio del
Padre. Será tipificado por la reforma y la restauración completa de la pa­
ternidad y la relación paterno-filial. Mientras revoluciona la unidad de la
familia, transformará al final nuestra cultura.

E L V E R D A D E R O PACTO

La paternidad comienza con el matrimonio. El matrimonio se inicia a través


del pacto. El pacto está compuesto de tres facetas. Primero, significa un
acuerdo que solamente se quebranta por la muerte. Segundo, la naturaleza
de un pacto es que aquellos que lo realizan mueren a sí mismos por el bien
de su cónyuge de pacto. Y por último, la gente que está en pacto se da el uno
al otro en derecho a influenciar sus decisiones. En otras palabras, el enfoque
de cada miembro del pacto es: “Estoy en esta relación por lo que puedo dar­
le a mi cónyuge, no simplemente por lo que puedo recibir de él” .
Una relación de parejas que conviven sin casarse dice: “Estoy en esta re­
lación por lo que puedo obtener de ti. Por lo tanto, estoy solamente en esta
relación siempre y cuando me complazcas” . La gente que convive sin estar
casada frecuentemente se justifica diciendo que el casamiento es solamente
un papel. La verdad del asunto es que la carencia intencional de compromi­
so crea temor en un cónyuge de que el otro se vaya, lo que lo motiva a hacer
todo lo que sea posible para mantener al otro complacido. En su interde­
pendencia, la pareja no quiere realizar un acuerdo que dure para siempre
porque eso quitará el elemento de inseguridad que usan para mantener a su
cónyuge bajo presión para actuar.
jQa realeza v iv e una vida de pacto

A aquellos que cohabitan les resulta difícil tomar una decisión de estar
comprometidos con alguien para siempre porque tienen muy poco control
sobre cómo alguna otra persona lo va a tratar en el futuro. En una relación
de pacto, es más fácil hacer un compromiso de por vida porque “estoy en
esto por lo que puedo darle a la relación y tengo control completo sobre mi
propio comportamiento” .
Dios es un ser que hace pacto. Él hizo un pacto con el hombre que se
basaba en la capacidad de este último para ser justo al guardar las leyes (el
Antiguo Testamento y el pacto). Después, Dios quiso cambiar el pacto que
hizo con el hombre, aunque para finalizarlo se requiera la muerte. Por lo
tanto Dios, como Jesucristo, tuvo que morir para poder cambiar el acuerdo,
como lo describe Pablo en Romanos y Gálatas.
Aunque muchos cristianos fueron criados en una cultura eclesiástica
“de cohabitación” donde la gente no se comprometía, los líderes mantenían
el control o la gente complacía, o el verdadero discipulado faltaba, la verdad
del asunto es que cuando recibimos a Cristo, entramos en una relación de
pacto'con Dios y con su pueblo. El bautismo en agua es el acto profético que
inicia este pacto. Según Romanos 6, sumergirnos en el agua en el bautismo
es una declaración profética de que estamos siendo sepultados con Cristo
en la muerte. Cuando salimos del agua, estamos demostrando que nuestra
vida ahora se halla en Cristo, que nos levantó de los muertos (ver Romanos
6:3-11). "... y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
El hecho de guardar el pacto con Dios es la marca de un verdadero discí­
pulo. Jesús tuvo doce apóstoles. Él no dejó de decir que uno de ellos lo trai­
cionaría. Es un poco espeluznante para mí que los otros once hombres que
vivieron, durmieron, comieron y ministraron juntos en poder durante tres
años y medio no se habían dado cuenta todavía de que Judas era un traidor.
Judas debe haber sido capaz de sanar a los enfermos y de echar fuera de­
monios tan bien como cualquiera de los otros discípulos porque, de modo
contrario, su falta de poder hubiera sido una revelación total de que él era el
traidor. Entonces, en la noche de la Pascua, Jesús básicamente dijo:
-Hagamos un pacto.
Tomó el pan y dijo: “Este es mi cuerpo; entregado por ustedes... ” (Lucas
22:19). No bien Judas se dio cuenta de que se requería un pacto, su cober­
tura se fue.
Judas era un apóstol falso. Traicionó aJesús con un beso porque buscaba
la intimidad sin pacto (ver Lucas 22:47). Él estaba en relación con Jesús por
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

lo que podía obtener. Cuando se dio cuenta de que Jesús iba a requerir que
se sacrificara por Él, vendió todo lo que quedaba de su “stock en Cristo” por
treinta piezas de plata. Él no quería estar en una relación que le costara.
La naturaleza de los apóstoles y de los líderes falsos es que no son real­
mente padres. Cohabitan con el Cuerpo por lo que pueden obtener de ellos.
Los hijos que reproducen son incidentales. Nunca planifican cuidar de ellos.
Cuando finalmente caen en su propio pecado, intentan crear su propia re­
dención (Judas se ahorcó) en vez de recibir lo que Cristo hizo por ellos.
Como mencioné, este espíritu de Judas se destaca mucho en nuestra
cultura. Ha comenzado a dominar el modo de pensar y está ejemplificado
en muchas maneras tanto en la iglesia como fuera de ella. Es muy impor­
tante que nosotros, como príncipes y princesas, nos neguemos a permitir
que el espíritu de nuestro tiempo nos influya y que más bien operemos en
el espíritu contrario.
Hace muchos años, el Señor me declaró culpable de la actitud de coha­
bitación que tenía hacia Bill Johnson. Bill ha sido mi líder superior durante
más de un cuarto de siglo. Él es uno de los hombres más sorprendentes
que jamás haya conocido, y siento un profundo respeto por él. Una noche
el Señor me reveló lo que estaba en mi corazón con respecto a Bill. Aunque
lo había servido bien y había hecho lo mejor por él, nunca tuve ninguna
intención de estar con él para siempre. Quería ser “el” hombre, “el” jefe,
“el” número uno y estaba usando a Bill para alcanzar eso. El Señor me dijo:
“ ¡Siempre estás hablando de pacto, pero no hiciste ninguno con tu padre
superior! Lo estás sirviendo para beneficiarte, no para beneficiarlo. Quiero
que dediques el resto de tu vida para servirlo” .
¡Wow! Estaba desecho. Entonces me di cuenta de cuánto no quería
estar en sumisión a alguna otra persona. Todas mis cuestiones de confianza
comenzaron a aflorar. ¿Creía realmente que si daba mi vida para servir a
Bill, él correspondería la relación? Es más, ¿confiaba en que Jesús podía
darme los anhelos de mi corazón, mientras era siervo de otro hombre? ¿Po­
dría vivir con Bill obteniendo el crédito por las cosas que yo lograba, porque
la gente veía a Betel como “la iglesia de Bill” ? ¿Quería pasar toda mi vida
viviendo bajo la sombra de un hombre famoso? Mi corazón falso fue desen­
mascarado. ¡Puaj, puaj, puaj!
La convicción crecía día a día hasta que ya no pude soportarla más. No
podía simplemente tener un mensaje, tenía que ser mensaje. Necesitaba
hacer un cambio en mi vida, pero esto era una lucha para mí.
j(^a realeza v iv e una vida de pacto

Bill y yo estábamos juntos haciendo un retiro de hombres en Orange-


vale, California, justo en el punto pleno de mi tensión. La situación era
agobiante, y para empeorar las cosas, íbamos juntos en el mismo auto todo
el camino hasta llegar ahí. Mientras íbamos hacia el retiro apenas habla­
mos, lo cual no es impropio de Bill (él es muy callado), sin embargo fue
un milagro menor para mí. Tenía miedo de hablar porque no estaba seguro
de lo que podía salir de mi boca. Finalmente, no aguanté más. Bill estaba
conduciendo, yo lo miré y dije precipitadamente:
-Pacto pasar el resto de mi vida sirviéndote. Una de las metas princi­
pales de mi vida de ahora en más es asegurarme de que logres todo lo que
Dios te ha dado para que hagas con tu vida y permaneceré contigo hasta
que me muera.
Pensé que me iba a morir porque tuve tal revelación profunda de lo
que acababa de decir y soy un hombre que cumple lo que dice. Bill me
miró y dijo:
-Gracias.
Creo que pensó que estaba verbalizando algo que siempre había tenido
en mi corazón porque le había servido durante mucho tiempo, pero ese no
era el caso. Esas palabras cambiaron mi vida. Entré a todo un nivel nuevo
en Dios desde entonces. Mi ministerio explotó, y mis finanzas se han más
que duplicado. De hecho,~este libro es el resultado de que Bill me aliente y
me promueva. Él incluso llamó a Destiny Image y planificó para que ellos
lean mi manuscrito.
Esta transición de concubina a pacto debe llevarse a cabo para que la
Iglesia pueda ser una vez más “la familia de Dios” . La marca de la verdadera
realeza es la capacidad de rendir nuestra vida en pacto con los demás a fa­
vor del reino. Cuando la Iglesia en verdad llegue a ser una familia y dé a luz
hijos e hijas, expresando el pacto que tenemos con el Novio, los cimientos
de nuestras ciudades serán sacudidos. ¡Esto causará un contraste dramático
entre la lujuria del mundo y el amor de Dios! ¡Al fin el mundo recibirá lo
que está anhelando... el amor sobrenatural e incondicional del Padre que
nos ama como hijos e hijas! ¡Es tiempo de que le demos lo real!
Qapítulo 12

DEFENDER LOS DECRETOS DEL REY

Ingente de la realeza tiene un sentido poderoso dejusticia


en la profundidad de su alma que la obliga a la acción cuando
se encuentra con injusticia.

HEROES DE JU S TIC IA

emos visto cómo Dios nos ha llamado a la gloria y cómo la verdade­


H ra humildad y honra son los atributos vitales para llevar esa gloria
adecuadamente. La humildad y la honra se sostienen al comprender y man­
tener un corazón de amor de pacto por Dios y el uno al otro. Bill Johnson
dice: “Uno puede decir lo que una persona ama por lo que odia” . Dios ama
a sus hijos, Él es celoso de ellos y odia cualquier cosa que viole ese amor. Él
la llama injusticia. A medida que crecemos en su corazón a causa del uno
al otro y del mundo, comenzamos como realeza a desarrollar un odio por la
injusticia y un ímpetu profundamente arraigado por verla deshecha.
Miremos la necesidad de justicia en algunos de los personajes que he­
mos estudiado en este libro. Si recuerda, Moisés siempre supo que era he­
breo, pero creció como príncipe en casa de faraón. Fue criado en un entorno
donde el contraste entre su situación y la de su pueblo estaba delante de él.
Un día ve a dos de sus hermanos que son maltratados por un egipcio y actúa
(ver Éxodo 2:11-12). ¿Qué fue lo que llevó a Moisés a defender a sus her­
manos? ¿Por qué simplemente no se quedó en el palacio y miró películas?
¿Por qué la gente que “tiene el éxito asegurado” arruina su zona de bienes­
tar para defender a alguna pobre alma que está siendo abusada?
La mayoría de la gente conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo.
Pero la gente de la realeza tiene un sentido poderoso de justicia en la
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

profundidad de su alma que la impulsa a actuar cuando ve algo malo. Del


mismo modo en que Moisés no pudo evitar sino hacer algo cuando vio que
sus hermanos eran maltratados, los hijos e las hijas del rey son impulsados a
rectificar la injusticia, destruir el mal y ver la justicia prevalecer en el mundo.
Podemos ver cómo este sentido de justicia mueve a la gente de la realeza
a la acción en Hechos 17 cuando el apóstol Pablo llegó a Atenas. Inicial­
mente su propósito ahí era pasar el tiempo y esperar a Silas y a Timoteo,
pero cuando vio que la ciudad estaba adorando a dioses falsos, él se enfadó.
El versículo 16 dice que “le dolió en el alma ver que la ciudad estaba llena de
ídolos”. Él comenzó a enseñar en la plaza y captó tanta atención que la gente
lo tuvo predicando en el Aerópago, donde hablaban todos los maestros y
filósofos principales de ese tiempo. Su búsqueda de la justicia terminó ga­
nándole una plataforma para hablarle a toda la ciudad acerca de Jesús.
Mientras Pablo fue incitado por todo lo que vio que estaba ocurriendo
en Atenas, Gedeón fue un hombre que se incitó por lo que no estaba su­
cediendo en Israel. Antes de que nos encontremos con Gedeón en Jueces
6, permítame describir el marco histórico. Los madianitas, los amalecitas
y los ejércitos del oriente estaban oprimiendo a su país. El Señor ya había
enviado un profeta para recordarles a los israelitas su historia con el Dios
de los cielos y cómo Él los liberó de la opresión egipcia usando maravillas
y señales poderosas.
I Desafortunadamente, dicha liberación no había llegado para Israel aún.
Como resultado, nos encontramos con Gedeón escondiéndose en un lagar,
intentando salvar el trigo del enemigo que venía en tiempo de cosecha a
destruir los campos. Un ángel del Señor vino a él con esta gran proclama­
ción: “¡El Señor está contigo, guerrero valiente!”. La respuesta de Gedeón fue
sorprendente. Él dijo: “Si Se ñ o r el está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede
todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres,
cuando decían: ‘¡El S e ñ o r nos sacó de Egipto!’ ¡La verdad es que el S e ñ o r nos ha
desamparado y nos ha entregado en manos de Madián!” (Jueces 6:12-13).
Gedeón estaba cansado de esconderse en el lagar trillando trigo. (¿Ha
estado alguna vez harto de estar harto?). Él había estado oyendo el recorda­
torio del profeta de todo lo que Israel había visto a Dios hacer, y quería saber
por qué había una brecha tan enorme entre las obras milagrosas del pasado
y la impotencia total de Israel para cambiar sus circunstancias presentes.
Como nosotros, él quería saber por qué había tal distancia entre lo que La
Biblia decía que debería ser y lo que en realidad él estaba experimentando.
d efen d er los decretos del

La realeza no puede vivir con esta incoherencia en su corazón. Hay una


pasión que se encuentra en nuestra alma que hace que nos levantemos y
enfrentemos la injusticia de nuestro tiempo. Esta pasión estaba bullendo
debajo de la superficie del alma de Gedeón, esperando una oportunidad y el
aliento del Señor para actuar.
Es fantástico pasar tiempo en el palacio y disfrutar todos los beneficios
de ser hijos del Rey, pero cuanto más comencemos a caminar en nuestra
identidad real, más vamos a descubrir algo que nos incita cuando somos
expuestos a la injusticia. Para muchos de nosotros, se le ha quitado poder a
la necesidad de justicia por creencias falsas que hemos abrazado en medio
de injusticias irresolutas que hemos experimentado. Pero cuando veamos la
fidelidad de Dios en nuestra vida, nos veremos empujados a la acción.
Vemos que la identidad real del rey Saúl emerge a través de la exposi­
ción a la injusticia en el libro de 1 Samuel. Saúl fue ungido rey de Israel,
pero directamente después de su ceremonia de unción, en vez de liderar la
nación, regresó a lo que era conocido para él y trabajó en su campo. Des­
pués de todo, él creció como pobre y no como príncipe. Él no sabía lo que
era gobernar. Israel nunca había tenido un rey, por eso no había modelos
para imitar que lo guiaran en su nueva posición. No pasó mucho tiempo an­
tes de que él oyera de los ancianos de la ciudad de Jabés de Galaad, acerca de
cómo ellos iban a perder su ojo derecho en manos de los amonitas si hacían
un tratado de paz con ellos (ver 1 Samuel 11:1-5). Lo que el profeta Samuel
comenzó en la vida de Saúl al ungirlo rey de repente dio fruto cuando aquel
tropezó con la injusticia. A continuación se encuentra el relato bíblico de
lo que aconteció:

“Najas el amonita subió contra Jabés de Gallad y la sitió. Los habitan­


tes de la ciudad le dijeron:
— Haz un pacto con nosotros, y seremos tus siervos.
— Haré un pacto con ustedes — contestó Najás el amonita— , pero con
una condición: que les saque a cada uno de ustedes el ojo derecho. Así
dejaré en desgracia a todo Israel.
— Danos siete días para que podamos enviar mensajeros por todo el
territorio de Israel — respondieron los ancianos de Jabés— . Si no hay
quien nos libre de ustedes, nos rendiremos.
Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá, que era la ciudad de
Saúl, y le comunicaron el mensaje al pueblo, todos se echaron a llorar
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

En esos momentos Saúl regresaba del campo arreando sus bueyes, y


preguntó: «¿Qué le pasa a la gente? ¿Por qué están llorando?» Enton­
ces le contaron lo que habían dicho los habitantes de Jabés.
Cuando Saúl escuchó la noticia, el Espíritu de Dios vino sobre él
con poder Enfurecido, agarró dos bueyes y los descuartizó, y con los
mensajeros envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con esta
advertencia: «Así se hará con los bueyes de todo el que no salga para
unirse a Saúl y Samuel.»
El temor del Señor se apoderó del pueblo, y todos ellos, como un
solo hombre, salieron a la guerra”
1 Sa m u e l 11:1-7

Muchos en el Cuerpo de Cristo están en el mismo estado en el que es­


tuvo Saúl antes de que se enfrentara con la injusticia. Hemos sido ungidos
como reyes y sacerdotes, hemos sido comisionados para hacer discípulos a
las naciones y hemos sido equipados con la sabiduría, el poder y la autori­
dad de Dios mismo. No obstante, de algún modo, nos encontramos siguien­
do a algún buey tonto en el campo, volviendo a nuestros viejos hábitos y
centrándonos en la supervivencia cuando hemos sido llamados a liderar y a
influenciar la gente para el reino.
Sin embargo, la injusticia tiene un modo de sacar el llamado real en
nuestra vida. Siempre podemos decir en cuánto de nuestra identidad real
estamos caminando, por nuestra respuesta a la injusticia: ya sea que nues­
tros espíritus se enciendan en nuestro interior y nos impulsen a actuar o que
corramos en búsqueda de cobertura.

U N A JU S TIC IA DE R E S T A U R A C IÓ N

Es lo más lógico del mundo que la familia real de Dios (nosotros) se interese
en la justicia. El salmista escribió: "... la rectitud y la justicia son la base de su
trono” (Salmo 97:2). Aquellos que viven con el trono de Dios en su corazón
son movidos a traer rectitud y justicia en cada situación.
Nuestro Hermano Mayor Jesús vino a la Tierra para tratar con el pe­
cado, la raíz de la injusticia, una vez y por todas en la cruz. Él modeló
para nosotros cómo es traer justicia. De modo interesante. Él no anduvo
castigando a la gente por su pecado. Muchos creen que la justicia es que
‘D efender los decretos del

cada uno tenga el castigo que se merece. Ese es solo un lado de la justicia,
y es importante darse cuenta de que eso ya ha sido tratado. Jesús mismo
cumplimentó con la demanda de justicia al llevar el castigo por nuestro pe­
cado. Él llevó lo que nosotros nos merecíamos, y mediante la fe, nosotros
tenemos acceso a la vida que Él merecía.
Jesús describía la justicia que vino a traer en Lucas 4:18-19: “El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;
a predicar el año agradable del Señor” (RVR 1960).
La justicia de Jesús es una justicia de restauración. Devuelve a la
gente aquello que el pecado les quitó. Cuando La Biblia dice: “La paga
del pecado es muerte”, no está simplemente refiriéndose a cuando nuestro
cuerpo deja de funcionar, y somos puestos bajo tierra. La muerte es la
condición espiritual de estar separado de Dios, y la muerte del cuerpo es
el resultado de esa separación. La Biblia nos dice que ya estamos muertos
en pecado cuando nacemos en este mundo. Esta muerte actúa en noso­
tros y a nuestro alrededor durante toda la vida que estamos en la Tierra.
No solamente afecta nuestro fin último, sino nuestra calidad entera de
vida sobre el planeta.
El pecado nos causa todo tipo de problemas en cada área de nuestra
vida. Afecta nuestra salud, nuestras relaciones, nuestras finanzas, nuestra
mente y nuestras emociones. Lo sorprendente es que la muerte de Jesús
no solo hizo posible que vayamos al cielo cuando morimos, sino que viva­
mos con todos los beneficios de una relación restaurada con nuestro Padre
ahora mismo. Él hizo posible que cada efecto del pecado en nuestra vida
sea revertido. Porque Él llevó el castigo de nuestro pecado, no tenemos
que vivir con enfermedad, pobreza, relaciones quebrantadas, dolor emo­
cional o tormento mental. Todo eso fue cubierto y quedó sin poder por la
sangre de Jesús.
Nosotros acompañamos a Dios para traer justicia a la Tierra. Esta re­
vierte cada efecto de pecado y muerte en la vida de la gente porque es la
justicia de la restauración. Como Pablo, estamos restaurando el conoci­
miento del único Dios verdadero. Como Gedeón, estamos restaurando
las señales sobrenaturales de Dios. Estamos restaurando salud al cuerpo,
al alma y al espíritu de la gente. Estamos restaurando relaciones y fami­
lias. Estamos restaurando prosperidad financiera. Estamos restaurando la
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

moral en el gobierno. Estamos restaurando la santidad en las artes. Esta­


mos restaurando la Tierra y mucho más.
Todavía no hemos visto todos los efectos del pecado revertido en el
mundo que nos rodea porque al poder de la cruz solo se accede mediante la
fe. La fe ve la obra consumada de la cruz en la eternidad y contiende para
verla liberada en la historia. Tenemos que pelear por ella porque hay resis­
tencia. Esta resistencia proviene del hecho de que, como dice 2 Corintios
4:3-4, “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden
está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloría de
Crísto, el cual es la imagen de Dios” (RVR 1960). Tenemos un enemigo que
viene a hurtar, matar y destruir. Él obra mediante el engaño, y aquellos que
creen sus mentiras lo autorizan a él y a su reino de tinieblas para retener el
pecado y la muerte en sus vidas.
La verdad es que Cristo venció y desarmó al enemigo una vez y para
siempre en la cruz (ver Colosenses 2:15). Dios lo condenó culpable y le
entregó la autoridad que había usurpado de Adán a Jesucristo, el segundo
Adán. Nuestro trabajo como “pequeños Cristos” es como delegados que
implementan ese juicio en cada situación que atravesamos. Dios creó un
mundo donde nuestro voto cuenta y donde nuestro acuerdo con lo que Él
hace es necesario para liberar su poder en el mundo. Él hizo esto así para
no violar nuestro libre albedrío y arruinar nuestro potencial de amarlo
desde nuestro corazón.
Jesús demostró lo que puede ocurrir cuando una persona está total­
mente de acuerdo con la voluntad del Padre. Su ministerio no hizo que
todo el mundo sea evangelizado o salvo durante su vida. Él equipó a un
grupo pequeño de discípulos para que traigan justicia cualquiera sea la
situación en la que se encuentren. Entonces, mediante su muerte. Él hizo
que su poder esté disponible para cualquier persona que creyese. Él lo es­
tableció para que el conocimiento de la gloria de Dios pudiera solo cubrir
la Tierra a medida que cada creyente asuma la responsabilidad en donde
está de hacer justicia, y amar misericordia y humillarse ante su Dios (ver
Miqueas 6:8, RVR 1960). Isaías (capítulos 59-61) habla de la justicia que
trajo Dios a la Tierra a través de Cristo y lo que Él también desea extender
a través de su Cuerpo.
T>efender los decretos del

E L V E R D A D E R O PO D E R E S P IR IT U A L

Desafortunadamente, cuando gran parte de la Iglesia mira el mundo, ve el


reino del enemigo desde una posición defensiva. Muchos de nosotros somos
intimidados por los Goliat de nuestro tiempo: los gigantes del crimen, la
pornografía, la religión falsa y otros males que se burlan de los ejércitos del
Dios vivo. Simplemente esperamos hasta que el arrebatamiento nos saque
de la zona de guerra. Nuestro deseo de hacer algo por la injusticia queda
enterrado por nuestro temor.
Una de las razones por la que muchos cristianos se han sentido impo­
tentes ante la injusticia es que carecen de entrenamiento en su identidad y
capacidad de hacer guerra espiritual. Pero el modo en el cual se establece el
reino de Dios debe ser entendido también. Jesús le dijo a los fariseos en Lu­
cas 11:20: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente
el reino de Dios ha llegado a vosotros” (RVR 1960). Cuando llega el reino de
Dios, siempre desplaza al reino de las tinieblas.
Como nos recuerda Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre
y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regio­
nes celestes” (RVR 1960). Esto quiere decir que mientras nuestro gobierno
nacional aborda la justicia por medio de sus tribunales y haciendo guerras
físicas, la Iglesia aborda las raíces de injusticia en el reino espiritual.
Cuando miramos la oscuridad de nuestras ciudades y nuestra nación,
entendemos que encerrar a los criminales detrás de barrotes no satisfará
justicia. La justicia solamente vendrá cuando el reino de Dios desplace las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
El mundo espera ver el verdadero poder espiritual, y hasta que la Iglesia
se levante para demostrar el poder del reino, ellos (el mundo) serán tenidos
bajo el poder de las tinieblas. La Iglesia debe permitir que Dios nos posi-
cione para confrontaciones con el reino de las tinieblas, como Él lo hizo
cuando envió a Elias a Jezabel y a Moisés a faraón. Estos dos hombres de­
mostraron el poder de Dios en Israel de tal modo que el pueblo fue forzado
a reconocer que Yavé era el Dios verdadero y que reivindicaría a aquellos
que eran fieles a Él.
Elias, seguido por su siervo Eliseo, viajó por el mundo derribando los
poderes de las tinieblas y causando estragos en reinos de maldad. Cuan­
do Dios admirablemente descendió fuego sobre el altar de Elias en una
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

confrontación dramática en el Monte Carmelo, él venció a ochocientos


cincuenta profetas falsos de Baal y Asera. Ninguno de estos hombres to­
leraba el comportamiento destructivo de reyes malvados, sino más bien
volvían a muchos a la rectitud. Ellos resucitaban a los muertos, sanaban
a los enfermos, destruían a profetas falsos y veían el reavivamiento ex­
tenderse por su tierra. Eran temidos por muchos y respetados por todos.
Caminaban en gran pureza, y Dios era su amigo.
¡Es tiempo de que el Cuerpo de Cristo se levante y reciba su herencia!
Debemos librarnos^de la autocomplacencia y restaurar los límites antiguos
de santidad y las demostraciones de gran poder. No podemos estar satisfe­
chos con sermones ilustrados, gran música o reuniones acogedoras. Hemos
sido llamados a ver los poderes de las tinieblas destruidos y a nuestras ciu­
dades en ruinas restauradas.
La maldad continúa creciendo a todo nuestro alrededor, arraigándose
en la vida de aquellos que amamos y erosionando la fundación misma de
nuestro país. El satanismo se está extendiendo como fuego. Los físicos se
ríen ante la Iglesia, mientras demuestran el poder del lado de las tinieblas.
El divorcio está destruyendo nuestras familias, y la violencia, a nuestros
hijos. El cáncer y otras enfermedades temidas se llevan la vida de muchos.
Sin embargo, las palabras de nuestro Señor Jesús todavía resuenan en los
pasillos de la historia: “Estas señales acompañarán a los que crean...” y "...
las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo
vuelvo al Padre” (Marcos 16:17; Juan 14:12).
Durante el tiempo de Moisés, Dios demostró su poder al faraón. El fa­
raón contraatacó al hacer que sus hechiceros dupliquen los milagros de
Dios. Entonces el Dios del cielo, que tiene todo poder, realizó milagros ex­
traordinarios para que incluso sus hechiceros dijeran;
-Ese debe ser Dios; no podemos realizar estos milagros. (Éxodo 8:19,
parafraseado). Finalmente, el faraón fue vencido por el poder de Dios y dejó
ir a su pueblo.
El faraón es un ejemplo metafórico de Satanás, quien está siendo for­
zado a soltar su fortaleza demoníaca sobre nuestras ciudades a medida
que Dios demuestra su poderío a través de su Iglesia. Estamos en medio
del reavivamiento más grande de la historia. No obstante, hay una distan­
cia entre lo que debería ser y lo que será. ¡La distancia somos nosotros!
¿Qué seremos nosotros? Somos el puente entre la historia y la historia
de Dios. ¡Somos los hijos de los profetas! Los enfermos, endemoniados.
'^Defender los decretos del

pobres, ciegos, cojos y perdidos están todos esperando ver lo que hemos
aprendido. ¡No podemos permitirnos decepcionarlos!

E L A P O D E R A M IE N T O P E R S O N A L

Uno de los modos en que desplazamos las tinieblas y traemos el reino de


Dios es cuando cada uno de nosotros, como sus hijos, usamos los dones con
los cuales fuimos equipados. No siempre nos damos cuenta de que estos do­
nes no son solamente herramientas para fortalecer el Cuerpo de Cristo, sino
también armas para hacer guerra. En dicien bre de 1999, el Señor me llevó
a un encuentro que revelaba cómo el don profético que Él me había dado
tenía poder para luchar. La esclavitud completa en la cual el mundo vive
quedó bien clara en mi corazón mediante esta experiencia. Me convenció
de que solamente será deshecha mediante el poderío de Dios demostrado
como Él lo hizo a través de Moisés y de Elias.
Se me invitó a hablar en una universidad estatal sobre la “Cristiandad
y lo Sobrenatural”. Un pastor del área que pastorea una iglesia cerca de la
ciudad universitaria había comenzado la clase enseñando a exponer a los
estudiantes al poder de Dios. Varios estudiantes de nuestra propia Escuela
de Ministerio, así como también algunos de los miembros de nuestro perso­
nal, estaban con nosotros ese día.
El aire estaba cargado de entusiasmo, mientras caminábamos hacia la
ciudad universitaria. Camino hacia el lugar, el pastor me describió la clase:
-Habrá veintiún estudiantes en la clase: diez son cristianos, tres están
en la brujería, y el resto pertenece a religiones que probablemente no
podría pronunciar.
Fue bueno no haber sabido en lo que me estaba metiendo hasta ese mo­
mento, porque si lo hubiera sabido, probablemente no habría estado de acuer­
do en hacerlo. No me había dado cuenta de que iba a dirigirme a una clase llena
de estudiantes universitarios inteligentes, algunos de los cuales participaban
en la brujería. (Mi experiencia educativa superior consistía en asistir al curso
“¿Cuál es Tu Problema?” y graduarme con un título en “La Ciencia del Mar­
tillo” . Nunca había ido más allá de la escuela secundaria. Ef temor comenzó a
llenarme el corazón a medida que nos acercábamos a la ciudad universitaria.
Justo cuando pasaba la puerta trasera, oí al Señor decirme:
-¡Voy a alardear hoy!
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

“¿Alardear?” , pensé.
-¿Está eso en La Biblia? Señor, ¿eres tú? -pregunté.
Antes de que pudiera recibir una respuesta, estaba siendo presentado
a la clase.
Comencé a contarles a los estudiantes acerca de mi vida y cómo el Señor
me había liberado de una depresión nerviosa que había padecido durante
tres años y medio. Aunque era cristiano durante esos años, temblaba tanto
todos los días que no podía llevar un vaso de agua a la boca sin usar las
dos manos. A la noche, transpiraba tanto que la cama estaba completamen­
te mojada. Kathy con frecuencia se levantaba dos o tres veces a la noche
simplemente para cambiar las sábanas. El último año de mi depresión fue
un infierno puro. Los demonios comenzaron a visitarme y a atormentarme
hasta que me endemonié. El Señor finalmente me liberó. Mientras contaba
mi historia, los estudiantes estaban pendientes de cada palabra.
El líder universitario de wicca, una forma de brujería, estaba en la clase.
De repente, el Señor me dio una palabra profética para él.
Le dije:
-¿Te pones de pie, por favor?
De mala gana y casi de manera desafiante, se paró. Continué:
-E l Señor me mostró que tú has sido llamado a la política. Dios te ha
bendecido con la capacidad de entender asuntos políticos. Esto ha estado en
tu corazón desde que eras pequeño. Ven adelante y permíteme orar por ti.
Sentándose dijo:
- ¡N i modo!
Mi nivel de ansiedad aumentó nuevamente, pero decidí seguir adelante
y continuar.
Hablé un poco más, y luego el pastor me hizo señales para que conclu­
yera. Mientras me abría paso para salir de la clase, los estudiantes se reunie­
ron a mi alrededor y comenzaron a hacerme todo tipo de preguntas.
Una estudiante desde la parte de atrás del salón dijo:
-Tengo que hablar con usted.
-¿Eres cristiana? -pregunté.
-¡N o ! -respondió ella-. Pero sé que tengo que hablar con usted -Ella se
abrió camino empujando en medio de la multitud hasta que llegó adelante
del salón.
Le dije:
-Tu mamá fue física, ¿cierto?
'Defender los decretos del

-Sí -contestó.
Y añadí:
-Piensas que eres física, pero has sido llamada a ser profetisa.
-¡Es cierto! -exclamó.
-Ha habido un espíritu malo asignado para matarte desde que naciste,
y en realidad, casi moriste al nacer -continué.
Ella miraba impresionada.
-¡Sí! -ella gritó-. ¡Sí! ¡Sí! ¡Eso es absolutamente cierto! Efectivamen­
te casi morí al nacer, y ha habido un demonio que ha estado intentando
matarme desde que nací. La otra noche, el demonio entró a mi habitación
e intentó atropellarme (no puedo imaginarme lo que debe haber sido),
pero me paré en la cama y dije: “La sangre de Jesús me hace libre” , y ¡el
demonio se fue!
Evidentemente, la clase justo había estudiado sobre el poder de la san­
gre de Jesús esa misma semana. Por alguna razón, aunque ella no era cris­
tiana, el demonio la había dejado.
El pastor vio que la otra clase intentaba entrar al salón, por eso dijo:
-Vamos, necesitamos salir de aquí.
Le dije a la joven:
-¿Te gustaría ser libre de ese espíritu malvado?
-Sí -contestó ella. ~
Mientras salíamos del salón, tomé sus manos e intenté orar por ella. Dije:
-En el nombre -y antes de que pudiera decir “Jesús” ella cayó al piso,
justo enfrente de la entrada con una verdadera manifestación demoníaca
que parecía una convulsión tónico clónica. Yo estaba asombrado. Los estu­
diantes se quedaron parados ahí boquiabiertos.
De repente oí la voz del Señor que me decía nuevamente:
-¡Voy a alardear hoy!
El pastor me miró como diciendo: “ ¡Haz algo!” . Yo había participado en
muchas liberaciones en el pasado (incluida la mía), pero no estaba seguro
de lo que era apropiado en este entorno.
Me incliné y dije:
-¡Deja ahora a esta mujer en el nombre de Jesús!
Y al instante ella fue liberada. (Esos demonios de universidad son más
listos que aquellos con los que había tratado anteriormente). Ella comenzó
a darse vueltas en el piso en estado de trance, riéndose histéricamente. Era
el tipo de risa que te hacía reír.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

El pastor dijo:
-Necesitamos sacarla de aquí.
La llevamos al pasillo. La gente simplemente se quedó ahí observándola,
mientras ella rodaba en el piso y se reía. Se reía tan fuerte en el pasillo que
decidimos llevarla afuera de la puerta trasera de la universidad. Ella seguía
riéndose descontroladamente, mientras se daba vueltas en el piso afuera,
completamente inconsciente de su entorno. Más gente comenzó a reunirse.
Todavía no estaba seguro de qué hacer, pero noté que mucha gente, en lo
que era en gran parte una multitud no salva, estaba experimentando mani­
festaciones, como movimientos nerviosos o electricidad que corría por sus
cuerpos. Había visto esto antes cuando el Espíritu Santo tocaba poderosa­
mente a la gente en contextos de iglesia, ¡pero la mayor parte de ellos no
eran cristianos, y esto no era la iglesia!
Lo próximo que supe fue que señalé a un joven de la multitud y dije:
-¿Quieres algo de esto?
-Sí... No... ¡No sé! -respondió él.
-¡Tómalo! -le dije. De repente, él cayó al piso rodando y riéndose. Co­
mencé a señalar a otros y a decir lo mismo. En unos instantes, varias per­
sonas estaban en el piso riéndose histéricamente, mientras que los otros
miraban asombrados.
A aproximadamente cuarenta y cinco metros de distancia, un joven y
una joven estaban parados juntos tomados de la manos y apoyados en una
pared. Le grité al joven:
-¿Eres cristiano? -Él miró horrorizado.
-¡N o ! -gritó mientras intentaba desaparecer en la pared.
-Tu novia lo es -le dije-. ¡Ella espera que seas salvo así puede casarse
contigo! -Ella cayó al piso, agarrándolo de una pierna, llorando y gritando.
Mientras caminaba hacia él, dije:
-Tus padres deben ser cristianos porque vi a tu papá levantarte y dedi­
carte al Señor cuando naciste.
-Sí -dijo él-, mi papá y mi mamá son cristianos; yo soy el único de sus
cinco hijos que no es salvo.
A esta altura, yo estaba justo enfrente de él. Su novia agarró nuestras
piernas, y comencé a orar fuerte por su salvación.
Le pregunté:
-¿Cómo te llamas?
-M i nombre es Josué.
d efen d er los decretos del

-Josué! -dije-. ¡Josué significa Salvador! Ora conmigo -continué.


Él recibió a Jesús ese día.
Al día siguiente, el joven a quien le había dado palabra en la clase acerca
de ser político corrió apresuradamente hasta mí en el pasillo de la univer­
sidad. Me dijo:
-¿Recuerda lo que me dijo ayer acerca de ser político?
-Sí -le dije.
-Bueno, me puse tan nervioso que me olvidé que estaba estudiando
ciencias políticas. Siempre he querido ser político.
¡Wow! Uno de los líderes de brujería admitió que el Dios de los cielos
tenía un plan para su vida.

M A N IF E S T A C IO N E S FALSA S

Esta es simplemente una de las historias que experimenté mientras usaba


mi don para reparar la injusticia. He tenido experiencias similares por todo
los Estados Unidos. No puedo entender a la gente que piensa que los nor­
teamericanos no están hambrientos de Dios. En todos lados donde voy, veo
gente que está muerta de hambre y que anhela un despertar espiritual, y
nosotros tenemos la capácidad para demostrar un evangelio de poder.
Estoy convencido de que mucha gente que está atrapada en la brujería
es la “factura impaga” de la Iglesia. Mucha de esta gente ha experimentado
realidades espirituales y ha venido a nuestras iglesias para hallar una expli­
cación para esta dimensión de la vida, pero solamente halló una religión
impotente. Es triste pero verdad que la mayoría de la gente no sabe si Dios
se manifiesta en la iglesia o por qué tan poco de la cristiandad moderna re­
quiere de la intervención del cielo. Jesús nunca esperó que la gente creyera
en un evangelio ausente de poder. Consecuentemente, Jesús dijo: “Sí no
hago las obras de mi Padre, no me crean” (Juan 10:37). La gente que no puede
hallar poder en la iglesia visita una sesión de espiritismo o una reunión de
culto y encuentra el poder falso del enemigo. Aunque es el lado oscuro, es
real, y ellos recurren a él. Si no pueden encontrar el poder sobrenatural en la
Iglesia, tristemente irán adonde puedan encontrarlo. Proverbios 27:7 dice:
“... al hambriento, hasta lo amargo le es dulce” (Proverbios 27:7).
En la Iglesia Betel, como en muchas otras iglesias que se están levantan­
do en este tiempo, vemos milagros de sanidad, salvación y liberación cada
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

semana en nuestras reuniones. Hace algún tiempo, Lacey, una estudiante


de veinte años de nuestra Escuela de Ministerio, estuvo en una de nuestras
librerías locales. Ella observó a un joven que estaba vestido de negro sen­
tado en una mesa cercana a ella. El joven tenía uñas largas negras y se veía
bastante temible. Y por si fuera poco, ¡estaba moviendo un tenedor de la
mesa con su mente! Lacey se sentó al otro lado de él y lo observó por un
momento. Entonces esta joven dulce y hermosa le preguntó:
-¿Quieres ver el verdadero poder?
-¿Qué quieres decir con eso? -le contestó.
-Ven a la iglesia conmigo -dijo ella- y te mostraré el poder de Dios.
Ella lo puso en su Mustang y lo condujo hasta la iglesia. Llegaron un
poco tarde, y la gente ya estaba adorando cuando entraron al santuario. Lacey
vino hasta el frente donde yo estaba sentado y me dijo en un susurro fuerte:
-Pastor, traje un brujo a la iglesia. Está atrás, levitando. ¡Le dije que le
mostraría el verdadero poder de Dios! Venga atrás y ore por él.
-Está bien -respondí-, estaré ahí atrás en unos minutos.
Pasaron unos pocos segundos antes de que otro feligrés se apresurara
hasta el frente y dijera precipitadamente:
-¡H ay un brujo ahí atrás! ¡Está levitando!
-L o sé -dije.
Me dijeron del joven un par de veces más antes de que finalmente fuera
hacia él. Le pregunté si podía orar por él. Aunque parecía reacio, dijo que sí.
Puse mis manos sobre su hombro e hice una oración sencilla pidiéndole al
Espíritu Santo que viniera y le mostrara que Dios es real. De repente, él se
deslizó por la pared y aterrizó con su cola. Me uní a él en el piso y lo abracé.
Estaba duro como una piedra. En mi mente, el Señor comenzó a mostrarme
su vida a través de imágenes. Vi el abuso de su madre y de su padre. Luego
el Señor me mostró acontecimientos específicos que habían ocurrido en su
vida. Él se relajó y lloró silenciosamente.
Se había involucrado en la brujería para protegerse de sus padres abu­
sivos. Fue claro que el Señor estaba sanando algunas de sus heridas más
profundas. Lacey lo puso en su Mustang y lo llevó a su casa, la cual resultó
estar debajo de un puente. Camino a la casa del joven, él le dijo a ella:
-Ustedes tienen a un físico en su iglesia.
-N o -respondió Lacey-, ese era el poder de Dios del cual te conté.
-¡Eso es raro! -dijo él. Ese hombre nunca más será el mismo después de
lo que experimentó aquella noche.
'J)efender los decretos del '3^

L A S A R M A S DE N U E S T R A G U E R R A

La gente en los encuentros que recién compartí experimentó la destrucción


de la esclavitud del diablo en sus vidas, y el poder superior del reino de Dios
le fue demostrado. Así es la justicia de Dios. El enemigo ya ha sido juzga­
do, hallado culpable y sentenciado a una existencia sin poder mediante la
victoria de la cruz. Cuando confrontamos su influencia sobre la vida de un
individuo, solamente estamos haciendo cumplir la decisión que ya ha sido
tomada en el cielo.
Observe que mientras se estuvo haciendo violencia al enemigo y a su
reino en estos encuentros, la gente que él había estado atormentando expe­
rimentaba gozo, paz y sanidad. Y yo meramente oraba y profetizaba. Como
cristianos, hacemos gran parte de nuestra “guerra” al realizar actividades
que no se parecen a pelear. Profetizamos bendición y destino sobre la gente
y las ciudades. Amamos a la gente por medio de sacrificio y la bendecimos
cuando nos maldicen. Oramos para que el cielo venga á la Tierra.
Dios incluso transforma la alabanza y la adoración en guerra. El salmis­
ta describe esto en Salmos 149:6-9 (RVR 1960):

“Exalten a Dios con sus gargantas, y espadas de dos filos en sus manos,
para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos;
para aprisionar a sus reyes con grillos, y a sus nobles con cadenas de
hierro; para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para
todos sus santos. Aleluya”

El Salmo 8:2 dice: “Por causa de tus adversarios has hecho que brote la
alabanza (...) para silenciar al enemigo y al rebelde”. Nuestras alabanzas si­
lencian al enemigo, lo atan y ejecutan el juicio decretado en su contra.
Oro para que todos descubramos el poder que Dios ha puesto en nues­
tras manos para traer justicia donde sea que vayamos. Como prometió el
apóstol Pablo: “porque las armas de nuestra milicia no son camales, sino pode­
rosas en Dios para la destrucción defortalezas” (2 Corintios 10:4, RVR 1960).
Cuando vemos al quebrantado y al herido, y la necesidad de justicia se eleva
en nosotros, tenemos todo el poder que necesitamos para actuar.
Debido a que el hecho de traer justicia requiere que confrontemos al
enemigo, debemos ser personas de gran coraje. Mientras consideramos los
relatos históricos de muchos hombres y mujeres de coraje en el capítulo
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

próximo, debemos darnos cuenta de que su coraje establece el estándar real.


¡Debemos abrazar nuestro don y dar un paso adelante en los pasillos de la
historia aún por escribirse!
Qapítulo 1}

LOS PERROS DE LA FATALIDAD SE PAR AN


A LAS PUERTAS DEL DESTINO

Un cobarde muere m il muertes, pero un hombre valiente


muere solamente una vez.

M O R IR P A R A H A C E R H IS T O R IA

ra una típica noche calurosa de agosto en Redding, California. Ca-


E rolyn pasaba por una de las tiendas locales de ropa para conseguir
algunas cosas antes de irse a casa. Encontró un lugar de estacionamiento y
maniobró su vehículo en :él. Después de poner el auto en el lugar de esta­
cionamiento, paró el motor. Mientras se estiraba para cerrar la ventana del
lado del acompañante, un joven de poco más de veinte años vino del lado
del conductor y gritó:
-¡Sal del auto!
Fue entonces que ella se dio cuenta de que el brazo del joven estaba
adentro del auto, y él tenía un revólver que apuntaba a sus costillas.
Carolyn, que es una mujer de cincuenta y cinco años, modesta y bas­
tante tranquila dijo:
-Mira, tú no quieres este auto: no anda bien, apenas tiene algo de gaso­
lina, y el aire acondicionado no funciona.
Luego señalando hacia el revólver, le dijo:
-¿Qué es esto?
-M i revólver-respondió el joven.
Sintiendo la audacia del Señor que se elevaba en su interior, ella lo miró
directamente a los ojos y le preguntó:
-¿Qué vas a hacer con el auto?
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

De repente todo el cuerpo del joven se relajó como si él hubiera estado


conteniendo su respiración
-Nada -é l suspiró.
-Necesitamos conversar -Carolyn dijo amablemente-. Tú has sido con­
vocado. Dios quiere que oigas lo que tengo que decirte.
Él asintió mostrándole que su revólver no estaba siquiera cargado y
lo puso en su estuche. El aspirante a ladrón se arrodilló al lado del auto,
mientras Carolyn comenzó a hablarle como una madre hablaría a su hijo
acerca de cuánto el Padre celestial lo ama. Él se abrió y derramó su cora­
zón, compartiendo los problemas y las dificultades de su vida con ella.
Ella le preguntó si él había considerado la posibilidad de suicidarse. Él le
contó que había escrito una carta para sus padres aquella misma mañana
acerca de querer quitarse la vida. Ella lo ministró durante casi una hora.
Poniendo su mano sobre la cabeza inclinada del muchacho, oró por él y
sintió un amor indescriptible derramarse a través de su espíritu en él. Tan
sorprendente como parece, fue difícil para ellos despedirse. Ambos querían
permanecer inmersos en la presencia de Dios en un encuentro que ningu­
no de ellos jamás olvidará.
¡Disfrazada de un ama de casa corriente, Carolyn es una princesa que
se negó a ser intimidada por un malhechor y, en lugar de eso, alteró radical­
mente el curso de la vida de un joven!

P E R D E R E L TE M O R A L A M UERTE

A la gente le encanta oír historias de heroísmo diario, pero la mayoría de


nosotros cuestionamos si habríamos sido capaces de responder tan audaz­
mente. Hay muchas otras historias en las que la gente ve el mal, pero sin
embargo, no hace nada, preocupándose más por salvar su propia vida antes
que vivir por medio de sacrificio.
Esta mentalidad de supervivencia no tiene lugar en el corazón y la
mente de los hijos del Rey. Jesús dijo: “Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mateo
16:25). La mentalidad de supervivencia es un valor fundamental limitado
que restringe el impacto de nuestras vidas aquí y ahora, y nos roba las
proezas históricas que han sido asignadas para cada uno de nosotros por
Dios mismo.
Jj)s perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

Nuestra mentalidad de supervivencia se supone que es afrontada en el


bautismo. Jesús dijo: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí
mismo, tomar su cruz y seguirme” (Mateo 16:24). La vida de la resurrección
se encuentra del otro lado de la crucifixión. Para ser discípulos de Cristo,
debemos tratar con la muerte de frente. Hacemos esto al tomar nuestra cruz
y seguir a Jesús a la crucifixión en el baptisterio.

“¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para
unimos con Cristo Jesús, en realidadfuimos bautizados para participar
en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con
él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del
Padre, también nosotros llevemos una vida nueva”
R o m a n o s 6:3-4

Cuando llevamos nuestra cruz al baptisterio, la muerte que es el enemigo


último de nuestra alma es destruida, y comenzamos a experimentar la vida
de resurrección. El escritor de Hebreos lo expresa de una manera mejor:

“Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa
naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el do­
minio de la muerte — es decir, al diablo— y librar a todos los que por
temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida”
H ebreos 2:14-15

¡Simplemente imagine lo que un ejército entero de gente “muerta” viva


puede lograr cuando ya no es más intimidada por la tumba, sino que está
llena de la audacia de Dios! La realeza vive desde la eternidad y, por lo tan­
to, no ve la muerte física como un fin, sino como una entrada a una nueva
dimensión en Dios.
Cuando nos encontramos con un creyente que ama el don de la vida,
pero no tiene temor a la muerte, nos hemos encontrado con una persona
que es libre para realmente vivir. Vi esto directamente en mi amigo Bob
Perry. En el año 2000, me enfermé bastante. Había una posibilidad de que
tuviera una enfermedad seria que peligraba mi vida y que me paralizaba con
el temor a la muerte. Un día, lo llamé a Bob que había sobrevivido al cáncer
de riñón varios años antes, después de que los doctores le dijeran que no se
esperaba que él viviera.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Le pregunté:
-¿Tuviste alguna vez miedo de morir?
-¡N o ! -dijo él.
-¿Por qué no? -pregunté.
-¡N o puedes amenazarme con el cielo! -proclamó él.

D E S A F IA R A L A M U ERTE

Estoy convencido de que el verdadero coraje nace solamente en aquellos que


han tratado el temor a la muerte. Hay un montón de imitadores: gente que
parece valiente por fuera, pero que son niñitos asustados por dentro. Algunas
de las personas que parecen las más fuertes del mundo son verdaderamente
sacudidas por el temor. La gente que ha afrontado la muerte es peligrosa.
Uno no puede detenerlos porque no hay nada más con que amenazarlos.
Jason McNutt era un estudiante de la Escuela de Ministerio Betel que
personificaba esto. Jason fue a Perú a ministrar en las calles, y un hombre
se acercó a él y sacó una pistola. Él apuntó a la cabeza de Jason y dijo:
-¡Cállate! ¡Deja de predicar o te voy a matar!
Jason lo miró directamente a los ojos y respondió:
-Adelante. Dispárame. ¡Vine aquí para morir!
¡El hombre salió corriendo!

N IÉ G U E SE A SER IN T IM ID A D O PO R LOS R U D IM E N TO S

Otro estudiante, Bobby Brown, se negó a ser intimidado por los rudimentos
(los poderes de este mundo) y en cambio aprovechó su momento para ser
recordado en la historia. Él se fue en un viaje de la Escuela de Ministerio a
Tijuana, México, con aproximadamente otros sesenta estudiantes. El jefe de
policía de esa ciudad había conocido al Señor no mucho tiempo antes y le
dio a nuestro equipo un permiso para predicar en la plaza central que estaba
en la calle Revolución. Justo después de que nuestros estudiantes tuvieran
instalado el equipo de sonido, comenzó a llover a cántaros. Los estudiantes
del ministerio se juntaron en círculo para orar sobre qué hacer. Bobby de
repente sintió que Dios le dijo que fuera hasta el micrófono y realizara un
anuncio. Entonces saltó al escenario y proclamó:
T
Xjís perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

-Jesús te ama! Él va a demostrarlo ahora mismo deteniendo la lluvia.


Él señaló a las nubes y gritó:
-Lluvia, ¡detente ahora! Nubes, ¡retrocedan!
En un segundo la lluvia se detuvo, y las nubes retrocedieron. ¡La gente
estaba asombrada! Una mujer en el tercer piso de un edificio al otro lado de
la calle gritaba en español:
-¡Quiero recibir a este Jesús!
Entonces Bobby la guió a Cristo, y ella levantó sus manos hacia el cielo
para agradecer a Dios. ¡Justo entonces el poder del Padre vino a su ventana
y la derribó al piso!

CORAJE E N E L M ERCADO

Mi historia favorita para contar es la de Chad Demon. Chad es un recién


casado que hace poco se graduó de la Escuela de Ministerio Sobrenatural
Betel. Hace algunos meses, él entró a un supermercado local para comprar
algunas rosquillas. Mientras esperaba en la fila para pagar su alimento,
notó que la mujer que estaba enfrente de él usaba audífono. Chad le hizo
unas pocas preguntas y descubrió que ella era completamente sorda de un
oído y cincuenta por ciento del otro. Él le preguntó si podía orar por ella y,
con su permiso, puso sus manos sobre las orejas de la mujer y ordenó que
sea sanada. Entonces él la convenció de que se sacara sus audífonos. Ella
descubrió que estaba completamente sana y podía oír perfectamente. La
mujer lloraba y también lloraba la cajera que estuvo observando todo.
Chad le preguntó a la cajera si podía usar el altavoz para preguntarle a
la otra gente del negocio si podía orar por ellos porque Dios le había mos­
trado que Él quería hacer más sanidades a favor de otra gente. La mujer
estuvo de acuerdo y le dio el micrófono.
-¡Atención a todos los compradores! Dios recién sanó a esta mujer sorda.
Él le pasó el micrófono a la mujer que había sido sanada y le pidió que
le contara a la gente lo que Dios había hecho. Ella contó emocionada lo
ocurrido y después le pasó el micrófono a Chad.
Chad dijo:
-Dios me ha mostrado que hay alguien aquí que tiene un problema
con su cadera izquierda y Él quiere sanarte. Ven al pasillo doce, y voy a
orar por ti.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

También anunció otras varias palabras de conocimiento por sanidad,


y en pocos minutos, la gente se reunió alrededor del lugar donde estaba la
cajera. Una mujer vino en una silla de ruedas eléctrica y dijo:
-Yo soy la del problema con la cadera izquierda. Voy a tener un reem­
plazo de cadera mañana.
Chad oró por ella y luego la convenció de que probara la sanidad cami­
nando. Esto llevó un poco de tiempo porque la mujer se negaba a levantarse
y caminar. Finalmente lo hizo y entonces comenzó a correr gritando:
-¡Estoy sana, estoy sana!
El encuentro terminó con dos personas más que recibieron sanidad y
varias personas que aceptaron al Señor después de que Chad predicara un
mensaje de sanidad y salvación justo ahí en el negocio.
A la mayoría de nosotros nos encantaría ver a Dios moverse como Él
lo hizo con estos estudiantes, pero si no hubiéramos tratado con nuestra
mentalidad de supervivencia, no tendríamos la fortaleza para salir y asirnos
de momentos divinos de oportunidad. Cuando tememos, ¡permanecemos
en el porche de nuestra vida y nunca estamos en las grandes ligas! Si asumi­
mos una postura defensiva, en realidad cedemos al enemigo la posición de
influencia y autoridad que Dios nos ha llamado a tener. En el vacío, dejamos
que otros que han encontrado una causa por la cual valga la pena morir se
levanten con convicción y poder desde el lado de las tinieblas; Entonces la
gran aventura es reemplazada por una existencia monótona y aburrida. El
temor nos debilita para pelear la buena batalla a la que Dios nos ha llamado.
Esto se ha disfrazado en la iglesia como “mayordomía” , “sabiduría” y un
montón de otras palabras espirituales, que reducen la experiencia cristiana
a simplemente mantenerse en el puesto. Las únicas convicciones por las
cuales valen la pena vivir son aquellas por las que valen la pena morir.
Los musulmanes radicales se vuelan por los aires en el nombre de Alá.
El mundo no puede entender la razón por la que alguien estaría así de loco.
Permíteme aclarar que creo que estos musulmanes radicales son asesinos que
quitan la vida del inocente. No quiero ninguna parte de su religión. Pero reco­
nozco el hecho de que ellos tienen algo por lo cual están dispuestos a morir.
Los cristianos deberían entender lo que significa dar su vida por una causa,
un país, un pacto o convicciones, porque nosotros dimos nuestra vida cuan­
do recibimos a Cristo. Si no tenemos la misma clase de pasión y coraje fuerte
para salir en defensa de nuestras convicciones, entonces renunciamos a nues­
tro impacto legítimo en la sociedad dándoles lugar a los terroristas suicidas.
J^os perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

M O R IR E N FE A N T E S QUE V IV IR E N DUDA

Algunas veces, el coraje trae una victoria visible, como las historias de nues­
tros estudiantes; otras veces, no parece que las situaciones terminen en vic­
toria. Las personas del reino saben que ya tienen la victoria, y ya sea si viven
o si mueren, su trabajo es estar parados sobre la verdad del evangelio.
En la Iglesia Betel, vemos muchos milagros, así como también cientos
de personas sanadas cada mes. Tenemos una persona del personal que diri­
ge a un equipo de gente encargada de mantener un registro de los testimo­
nios para que puedan ser repetidos. No obstante, algunas veces la gente no
es sanada, aunque hemos contendido por ella.
Karen Holt era la asistente personal de Bill Johnson cuando él vino a la
Iglesia Betel hace diez años. Un año después de la llegada de Bill, Karen fue
diagnosticada con cáncer de mama. Ella se negó al tratamiento porque creía
que Dios iba a sanarla. Mucha gente estaba siendo sanada de la misma en­
fermedad durante todo el tiempo en que Karen estuvo enferma. Su esposo,
que también era uno de nuestros pastores del equipo, la alentó a buscar un
tratamiento. Muchas otras personas del equipo Betel aconsejaron a Karen
a que buscara ayuda médica. Ella estaba convencida de que Jesús la cuida­
ría. Así, pasó muchísimo tiempo orando, leyendo los testimonios de otras
personas que fueron sanadas de cáncer y viajando en avión por el país para
que los cristianos más llenos de fe oraran por ella. Aproximadamente tres
años después, Karen murió. Estábamos todos asombrados. Algunos dicen
que ella desperdició su vida, pero yo no estoy de acuerdo. Karen decidió
morir en fe antes que vivir en duda. Karen murió de la manera en que vivió,
confiando en Dios. Su vida no fue un desperdicio para aquellos de nosotros
que fuimos impactados por ella.

L A T IE R R A D EL LIB R E Y E L H O G AR D EL V A L IE N T E

En el último par de años, casi dos mil mujeres y hombres de los Estados
Unidos murieron y muchos más resultaron heridos en la guerra en Irak.
Es triste escuchar de las muchísimas vidas que son quitadas todos los días,
pero la verdad es que todos vamos a morir algún día. La verdadera pregunta
que deberíamos hacernos es si realmente estamos viviendo o no. Cuando
dejemos este mundo, ¿nuestras vidas habrán contado algo realmente? ¡La
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

tragedia más grande de este mundo no es que muchos mueren para proteger
nuestras libertades, sino que millones viven sin ningún propósito!
Los Estados Unidos es la tierra del libre y el hogar del valiente, pero
lo que mucha gente se ha olvidado es que si no fuéramos el hogar del va­
liente, ¡nunca habríamos sido la tierra del libre! Este lema no nos describe
tanto como describe a nuestros antecesores. La vida de George Washing­
ton representa este coraje del reino. Él estaba convencido de que no podía
morir hasta que cumpliera su llamado en la vida, el cual él creía que estaba
predestinado por su Creador.
Hay muchas historias que cuentan la valentía de George Washington.
Los soldados estadounidenses que él dirigía estaban mal preparados y mal
equipados para la guerra. Un tercio de ellos no tenía ni zapatos ni camisas.
Peleaban con rifles de caza y tenían poco entrenamiento. George, muy si­
milar a William Wallace en la película Corazón Valiente, cabalgaba de un
lado al otro enfrente de sus tropas en su enorme caballo blanco y exhortaba
a sus hombres; no obstante sus tropas frecuentemente se retiraban de la
batalla porque tenían miedo.
En una batalla en particular, George les dijo a sus hombres que les dis­
pararía en la espalda si se retiraban. Ellos se encontraron con los británicos
y pronto, conforme a su naturaleza, los soldados estadounidenses se dieron
vuelta y corrieron. George Washington cabalgó justo en la peor parte del
combate gritando;
-¡Si se retiran, les dispararé en la espalda! ¡Avancen hombres! ¡Re­
gresen o les dispararé! Todos ellos huyeron y dejaron a George solo en
el campo. Estaba tan furioso que cabalgó hasta el borde del acantilado,
justo enfrente de los soldados estadounidenses, y se sentó sobre el caballo
mirándolos fijamente. Todo el ejército británico descargó sus armas en él,
pero milagrosamente no le hirieron ni una vez. Después del tiroteo, ellos
se pusieron de pie y lo aplaudieron.
En otra batalla, los británicos dispararon a dos caballos en los que iba
montado Washington. Cuando él regresó al campamento, tenía tres agu­
jeros de bala que le atravesaban el saco debajo de ambos brazos, pero él
estaba intacto. En realidad, algunos historiadores creen que la incapacidad
de los británicos para matar a Washington fue el factor principal por el cual
ellos se rindieron. Un hombre que no temía morir hizo que muchos otros
vivieran en libertad. •
jÍ^os perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

L A V E R D A D E R A V IC T O R IA

De alguna manera, la violencia es una forma de vida en este planeta. Jesús


dijo: eí reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”
(Mateo 11:12, RVR 1960). Es evidente que nosotros como cristianos vivi­
mos en un mundo que está lleno de violencia, tanto en el mundo visible
como en el invisible. Es importante que entendamos que nuestras batallas
tienen que ser la manifestación de la victoria de Dios. Cuando Jesús murió
en la cruz, ganó el triunfo final. Ya no peleamos más para la victoria, sino
que peleamos desde la victoria. El hecho de ganar está asegurado cuando
entramos en batalla. Por lo tanto, el desafío último no está tanto en la ba­
talla misma, sino en conseguir que el pueblo de Dios se una al combate.
Cuando el ejército real se niega a luchar y, en cambio, actúa como cobarde
en el combate, con frecuencia es disparado en la espalda donde no tiene
armadura. Note que la “armadura de Dios” en Efesios no tiene protección
para su espalda. Estamos mal equipados para retirarnos de la batalla.
“ ¡Los perros de la fatalidad se paran a las puertas de nuestro destino!” .
Lo que creemos que es nuestro obstáculo más temido es en realidad la
puerta para nuestra victoria mayor. Nuestro destino más grande se encuen­
tra del otro lado del temor. El coraje es la capacidad para avanzar en medio
de la adversidad para obtener estos tesoros.

V O LV E R A C O N TAR LOS TE S T IM O N IO S D EL PASADO

Uno de los desafíos para conseguir que los cristianos entablen combate es
su carencia de apreciación de los valores que movieron a nuestros ante­
cesores a comprar nuestra libertad con sus vidas. La historia nos ayuda
a conectarnos con las virtudes por las cuales vale la pena morir. Ellas se
encuentran detrás del velo del tiempo, pero son nuestra herencia. Frecuen­
temente están revestidas de palabras como “honor, libertad, valor, lealtad y
respeto” . Nuestros padres y madres fundadores consideraron estos atributos
invisibles países para proteger y cualidades para transmitir a sus hijos. Esta
gente noble no peleó tanto para proteger la tierra, sino para perpetuar los
principios del reino.
Cuando olvidamos las proezas históricas de Dios, comenzamos a va­
cilar en la ausencia de fundamentos verdaderos. Esto con frecuencia nos
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

lleva a aislarnos en el placer egoísta como alguna meta eufórica de la vida,


el resultado de lo cual es batallas que se pierden antes de que alguna vez sea
enfrentado el enemigo. Al placer rara vez se lo encuentra en el campo de
batalla. El salmista entendió este punto; “La tribu de Efraín con sus diestros
arqueros, se puso en fuga el día de la batalla. No cumplieron con el pacto de
Dios, sino que se negaron a seguir sus enseñanzas. Echaron al olvido sus proe­
zas, las maravillas que les había mostrado... ” (Salmo 78:9-11).
Al volver a contar los testimonios, honramos el pasado y tenemos
conocimiento de los límites y las fronteras antiguos que nos han sido
confiados para que los protejamos. A través de testimonios, captamos la
visión de nuestros padres fundadores y comprendemos cuán importante
es trasmitir esos testimonios.
El apóstol Juan escribió: “Ellos lo han vencido por medio de la sangre
del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su
vida como para evitar la muerte” (Apocalipsis 12:11). Los elementos de la
victoria se nos enumeran nuevamente en este pasaje:
Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero: esto quiere
decir que vivimos a través de la victoria del Cordero en vez de intentar
obtenerla. Los cristianos tienen que ser de mentalidad ofensiva. Nosotros
tenemos todas las cosas a nuestro favor. La guerra ya ha sido ganada, y lo
único que queda es pelear las batallas que ejecutan la victoria. El diablo ya
ha sido vencido. Jesús le arrancó los dientes de un puñetazo. ¿Qué va él a
hacerte? ¿Matarte de a mordiscos desdentados?
El mensaje del cual dieron testimonio: los testimonios nos recuerdan
las proezas reiteradas de Dios a favor de su pueblo. “El testimonio de Jesús
es el espíritu que inspira la profecía” (Apocalipsis 19:10). En otras palabras,
los hechos milagrosos que Dios realizó en el pasado sirven de base para sus
actos gloriosos en nuestro futuro.
No valoraron tanto su vida como para evitar la muerte: aquí se encuen­
tra nuevamente el poder de aquellos que desafían a la muerte. Estoy con­
vencido de que una vez que el temor a la muerte es quebrantado en nuestra
vida, nos convertimos en una fuerza imparable con la que las hordas del
infierno no pueden contender. Cuando el diablo pierde la capacidad de
asustarnos con la muerte, se vuelve impotente en nuestra vida.
j(los perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

T R A T A R CON L A M UJER D R A G Ó N

Entendí esta revelación hace varios años. Atravesamos un tiempo que yo


denomino “el valle de sombra de muerte” . Todo comenzó cuando una
amiga nuestra que se llamaba Tracy Evans llevó a una mujer que la gente
llamaba “la Mujer Dragón” (una mujer dragón distinta a la mujer de la
China) a Cristo.
Jane (este no es su nombre verdadero) era una mujer que tenía alre­
dedor de veinticinco años, de aproximadamente un metro ochenta y tres
de alto, de cabello castaño largo, escaso, grasicnto y un mechón rubio que
atravesaba su cabellera. Era muy musculosa y de aspecto serio, con ojos
marrones profundos y su rostro envejecido y áspero. Ella había estado en
la iglesia satanista de Antón LaVey en San Erancisco durante dos años an­
tes de venir a Weaverville. Jane, la mujer dragón, era conocida por entrar
a los bares, y después de algunas copas, se volvía como un animal: comía
la copa de trago y golpeaba a varios hombres que estaban en el bar. Todos
en la comunidad le tenían miedo.
Tracy estaba trabajando en nuestro pequeño hospital rural cuando la
policía trajo a Jane y la puso en la celda acolchonada. Ella había estado
reptando sobre su vientre como una víbora y siseando en una estación de
servicio local. Tracy la llevó a Cristo en su celda de aislamiento. Más tarde
aquella noche, vino a nuestra casa y nos convenció de que permitiéramos
que Jane se mudara a nuestra casa por un tiempo.
¡Entonces comenzó el drama! Ella tenía muchísimo miedo a la os­
curidad, por eso dormía en el sofá con las luces encendidas. Varias veces
a la noche, se despertaba gritando desaforadamente a los demonios que
estaban persiguiéndola.
No dormí mucho durante semanas. Gracias a Dios, nuestros tres hijos
pequeños dormían en el piso de arriba. Yo me levantaba y oraba con ella, y
ella se quedaba dormida, pero yo permanecía despierto durante horas con
mi corazón que palpitaba como para salir del pecho.
Por si fuera poco, otras cosas extrañas estaban ocurriendo al mismo
tiempo. Había gente que nos llamaba varias veces al día y nos decía que
Satanás iba a matarnos, que iba a destruir a nuestros hijos y que asimismo
iba a hacer otras cosas detestables. Los que llamaban nos conocían por
nombre, y siempre parecía que había una sesión de espiritismo llevándose
a cabo de fondo. Con frecuencia cuando llamaban, las luces de la casa se
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

apagaban, y los cuadros se caían de las paredes. El teléfono se cortaba tam­


bién un par de veces a la semana cuando hablaba con ellos.
Toda mi familia tenía pesadillas la mayoría de las noches, y yo seguía
teniendo a un demonio grande con intensos ojos rojos luminosos que me
visitaba a la noche. Me despertaba con sueños horribles, y la maldita cosa
estaba ahí al pie de la cama. ¡Me daba un susto bárbaro! Me venía un sudor
frío, y quedaba completamente paralizado de miedo.
¡Esto continuó durante más de seis semanas! La hubiéramos echa­
do a Jane, pero ella estaba siendo liberada, y mi familia y yo crecíamos
muchísimo en el Señor. En medio de todo este asunto demoníaco, había
milagros diarios. Por ejemplo, un día mi hija Shanon se cortó el dedo, y
sangraba por todos lados. Jane le sostenía la mano debajo de la canilla,
mientras que Kathy conseguía un apósito. Kathy oró por el dedo antes
de poner el apósito, y la herida se curó y sanó justo enfrente de sus ojos.
¡Jane se llenó de miedo! Este tiempo de nuestra vida fue como vivir en
una zona de guerra donde el cielo y la Tierra colisionaban. Debido a que
perseveramos durante todo este tiempo. Jane fue liberada y se convirtió
en una mujer hermosa. Tristemente, algún tiempo después escogió vol­
verse al mundo.
Como usted pudiera imaginarse, este tiempo le enseñó a nuestra familia
mucho acerca de la guerra y las maneras tortuosas del diablo. Una de las
lecciones más poderosas que aprendí ocurrió a través de la experiencia del
demonio de intensos ojos rojos luminosos. Siguió entrometiéndose en mi
habitación a la noche, y nada de lo que hacía lo hacía ir. Lo reprendía, oraba
y ungía mi habitación con aceite, le leía La Biblia y adoraba a Dios mientras
el demonio observaba, pero se negaba a irse. Parecía que era capaz de sentir
que le tenía miedo.
Bill Johnson dice: “Uno solamente tiene poder sobre la tormenta en la
que tiene paz” . Esta declaración hace referencia a la historia en la que Jesús
está durmiendo en la barca durante la tormenta. Él se levantó y calmó el
viento diciendo: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39, RVR 1960). El Señor me
habló y me dijo que iba a “aprender el poder de la paz” . Recordé las pala­
bras de Pablo a los filipenses: “y sin temor alguno a sus adversarios, lo cual es
para ellos señal de destrucción. Para ustedes, en cambio, es señal de salvación,
y esto proviene de Dios” (Filipenses 1:28). Hay sencillamente algo en el co­
raje que hace que el enemigo sepa que ya está vencido, porque el coraje es
inmune a su arma principal: el temor. El coraje es la paz en la tormenta, la
Xios perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

incapacidad de ser alarmados por el enemigo. Cuando podemos dormir en


la tormenta, estar calmos en medio de la batalla y no dejarnos llevar por el
temor ante la oposición, ¡le hemos roto la espalda al diablo!
La noche siguiente a esta palabra del Señor en cuanto al poder de la
paz, el demonio regresó. Mi corazón latía aceleradamente, la cabeza me
daba vueltas, y yo quería correr o gritar. Jesús ya me había dado una estra­
tegia para la victoria. Miré hacia arriba desde abajo del cobertor y estaba
ahí parado. Sus ojos enormes estaban rojos intensos, mientras me miraban
fijamente. Lo miré y le dije:
-¡Oh, eres simplemente tú!
Entonces me di vuelta y seguí durmiendo. Ese fue el fin de mis visitacio­
nes. Desde entonces dejé de tener miedo y comencé a esperar con ansiedad
la batalla. Cuando la gente poseída por el demonio llamaba, levantaba el
tubo del teléfono y les hablaba del amor y de la misericordia de Dios para
con ellos. No sabían qué hacer conmigo después de eso. Sencillamente col­
gaban el teléfono. No pasó mucho tiempo antes de que toda esta cosa ex­
traña cesara. El coraje manifestado a través de la paz es una poderosa arma
de guerra. ¡Después de todo, el Dios de paz está aplastando a Satanás bajo
nuestros pies! (ver Romanos 16:20)

E L R E IN O NO ES U N LU G A R P A R A COBARDES

Juan escribió: “Los cobardes (...) recibirán como herencia el lago de fuego y
azufre” (Apocalipsis 21:8). ¡Uno no puede ser cristiano y ser cobarde! ¡El
coraje es uno de los atributos de la realeza que no puede ser subestimado!
El coraje no solo se ve en las grandes proezas aplaudidas por los hombres.
Más frecuentemente, el coraje se encuentra en la quietud de una vida que
se niega a inclinarse a la sentina de las tinieblas que tira diariamente de
nuestra alma. A continuación se encuentra el tipo de coraje que veo en
algunas de las personas que conozco:
El coraje se ve en un niño de ocho años que vive en un barrio infes­
tado por la droga. Nunca ha conocido a su padre. Su madre es prostituta
y drogadicta. Su casa está llena de violencia, droga, sexo y la peor inmun­
dicia conocida por el hombre, pero el niño se levanta cada domingo a la
mañana, se viste con su ropa más elegante, la cual es poco atractiva, y se
va a la iglesia. Sus, vecinos se ríen de él, mientras los cruza camino a la
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

iglesia con su pequeña Biblia de tapa blanda y hecha jirones que alguien le
dio. Sin embargo, los ignora porque ha hallado una razón para vivir.
El coraje se encuentra en una joven que termina embarazada y sola. Lo
que comenzó como su primera experiencia de ser amada, o así ella lo cre­
yó, se ha transformado en incertidumbre y desilusión. No hay nadie que la
apoye. Su novio se fue, sus padres están divorciados y persiguiendo a otros
amantes, mientras ella se encuentra sola en la calle una vez más. Su futuro
es un misterio, y su pasado es infelicidad, pero ella escoge levantarse por
encima de todo esto. La gente le dice que aborte a su hijo, pero ella le da
la bienvenida a su bebe recién nacido y le brinda el amor que ella misma
nunca recibió. Ella es mi héroe.
El coraje puede observarse en una madre con tres hijos. Su esposo es un
alcohólico furioso y maniático. La violencia se ha convertido en una forma
de vida para ellos. Ella intentó hacer que el matrimonio funcione durante
años, pero él no quiere una esposa, quiere una esclava que pueda manejar
por temor e hijos que pueda atormentar con sujeción. Él no le da nada de
dinero a su esposa y nunca permite que ella o los niños tengan una vida
buena. Ella no tiene aptitudes laborales porque no quiere dejar nunca a sus
hijos solos en la zona de guerra con su padre descontrolado. Pero un día,
decide que se terminó. Toma a sus hijos y se van, sin saber dónde, pero dán­
dose cuenta de que no pueden permanecer en este campamento de esclavos
un día más. Él ha amenazado su vida muchas veces, por eso ella escoge la
valentía sobre el temor y la vida sobre la muerte. Ellos comenzarán de nue­
vo y confiarán en Dios para que los guíe.
El coraje reside en la joven que asiste a la escuela secundaria donde el
número de vírgenes puede ser contado con las dos manos. Todos los que la
rodean “lo hacen” , y ella siente la presión de sus pares, y la libido dentro
de ella intenta vencerla. Pero ha elegido guardarse para su príncipe. Se da
cuenta de que el valor de su virginidad se encuentra en la lucha que implica
llevarla del campo de batalla a la suite de la luna de miel, y ella está decidida
a hacer eso.
La historia está escrita de estos hechos de coraje. Y ninguno es mejor
que otro. Cuando nos negamos a ceder, nos convertimos en el pueblo en
quien Dios puede confiar para llevar su gloria al mundo.
La historia registrará si nosotros, el pueblo de Dios, nos levantamos o no
con valor en esta dispensación para perpetuar los atributos reales de nues­
tro Rey santo o si nos desviamos temerosos en la sentina de la corrupción
jí^os perros de la fa ta lid a d se paran a las puertas del destino

moral. Si fracasamos, aquellos que registren nuestra historia también serán


atrapados en la profundidad de su desesperación. Si tenemos éxito y nos
levantamos por encima del lodo de la autocomplacencia de nuestros pares,
podremos muy posiblemente dejar un legado que perdure por la eternidad.
¡No podemos permitirnos fracasar! Debemos estar alerta y correr para pro­
teger las virtudes que nos han sido legadas. ¡Con tanto enjuego, debemos
ganar la más épica de las batallas!
^arte I I I

Introducir la autoridady la
responsabilidadde la realeza

En los capítulos anteriores, nos hemos aventurados en las cortes del Rey
y observamos a su pueblo real. Aprendimos mucho acerca del llamado, el
comportamiento y los valores que hizo que el pueblo sobresaliera por enci­
ma de todos los demás pueblos de la Tierra.
Jesús dijo: “... a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le de­
mandará...” (Lucas 12:48, RVR 1960). Por lo tanto, debemos investigar la
responsabilidad que Dios le ha dado a su pueblo y la autoridad que coincide
con esta responsabilidad para llevar a cabo la misión de Dios.
Algunos pueden sorprenderse por el llamado supremo de Dios que se
posa sobre nosotros. Durante muchos años, la Iglesia ha reducido el lla­
mado del Padre a algo qtie se puede lograr con disciplina, sabiduría y las
finanzas del hombre. Esto es porque hemos estado incómodos con el men­
saje “misión imposible” que articula claramente La Biblia. Debido a esto,
los “Goliats” de la Tierra están vagando libremente por nuestras ciudades
robando, matando y destruyendo donde sea que van.
Los capítulos que está por leer son como toques de una trompeta que
llaman al ejército real a ocupar su lugar en el campo de batalla. El Hijo del
Hombre vino para este propósito: para destruir las obras del diablo. Somos
sus manos con cicatrices de lucha extendidas a un pueblo agonizante y he­
rido. ¡Hemos sido ungidos y equipados para destruir gigantes y extender los
límites del reino, haciendo que el cielo colisione con la Tierra!
Qapítulo 14

EL SERVICIO SECRETO DE SU MAJESTAD

Jesús dijo que hiciéramos discípulos de todas las naciones,


pero la Iglesia ha reducido la ^ an comisión a simplemente
hacer discípulos en todas las naciones.

L A A U T O R ID A D Y L A R E S P O N S A B IL ID A D R E A L

uestro llamado a la realeza se presenta con autoridad y mucha res­


N ponsabilidad. Jesús dijo: . a todo aquel a quien se haya dado mucho,
mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá”
(Lucas 12:48, RVR 1960). La autoridad y la responsabilidad siempre van
juntas, y debemos entender estos dos aspectos de nuestro llamado. Dios ha
investido a su Iglesia con autoridad por encima de todo sobre la Tierra, pero
nosotros también tenemos la responsabilidad de usar esa autoridad para
alcanzar sus propósitos.
Él nos ha comisionado para que discipulemos a las naciones. Es im­
portante que comprendamos nuestra descripción del trabajo para que po­
damos llevar a cabo la voluntad del Padre. Aunque Jesús dijo que hagamos
discípulos de todas las naciones, una gran porción de la Iglesia ha reducido
nuestro llamado a hacer discípulos en todas las naciones. Gran parte de
la manera en que leemos e interpretamos La Biblia ha sido afectada por
una mentalidad de pobre. Cuando nos sentimos pequeños e impotentes,
tendemos a adulterar La Palabra de Dios con algo que podamos lograr en
nuestro propio estado débil, así no nos sentimos culpables por no hacer lo
que se requiere de nosotros. Por lo tanto, a medida que comenzamos a ser
transformados en un sacerdocio real, necesitamos darle una mirada nueva
a Las Escrituras. Empecemos con estos versículos:
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

“Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto,


vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obede­
cer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con
ustedes siempre, hasta el fin del mundo”
M ate o 28:18-20

Hay una diferencia obvia entre discipular a la gente y discipular a las


naciones. Sabemos que todo el que viene a Cristo necesita ser discipulado,
como nos referimos en el capítulo que trata acerca del pacto; pero reducir
la gran comisión a meramente discipular a la gente es una mala interpreta­
ción total de la palabra de Dios. Observe que Jesús ubica al discipulado en
el contexto de que toda autoridad en el cielo y en la Tierra le es transferida
del diablo a Él. Por lo tanto (debido a esto), hagan discípulos de las nacio­
nes. Para que nosotros realmente comprendamos la gran comisión, tenemos
que entender la historia de la Tierra y cómo Dios se proponía gobernar el
mundo. Volvamos al libro de Génesis y veamos cómo Dios se propuso que
la Tierra fuera gobernada.
En el comienzo de la creación, a Adán y a Eva se les dio autoridad para
gobernar la Tierra. Lea este pasaje en el libro de Génesis:

y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza.


Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo;
sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos
los reptiles que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al ser humano a su
imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo
con estas palabras: «Sean fructíferos y multipliqúense; llenen la tierra y
sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos
los reptiles que se arrastran por el suelo.» ”
G énesis 1:26-28

Podemos solamente imaginarnos cómo sería nuestro mundo si Adán


y Eva hubieran cumplido su comisión de gobernar. En algún momento,
el diablo vino a ellos en forma de serpiente y los convenció de que lo
escucharan a él antes que a Dios. Cuando ellos obedecieron al diablo, se
convirtieron en sus esclavos y fueron forzados a rendirle a él su lugar de
autoridad. Desde la caída, Satanás, “el dios de este mundo” , ha gobernado
servicio secreto de su majestad

la Tierra. Sus palabras a Jesús en el desierto nos muestran que él poseía las
áreas de dominio que eran anteriormente del hombre: “Sobre todos estos
reinos y todo su esplendor— le dijo [Satanás a Jesús]— , te daré la autoridad,
porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera” (Lucas
4:6, énfasis añadido).
Satanás gobernó al hombre y dominó las naciones. Cuando Jesús mu­
rió en la cruz, Él le sacó las llaves de autoridad al diablo (ver Colosenses
2:15, Apocalipsis 1:18). Él restauró su poder a la humanidad y delegó su
autoridad a la Iglesia. Por esta razón, la gran comisión comienza con la de­
claración: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”. Jesús está
resaltando el hecho de que Satanás ya no tiene más autoridad en el cielo o
en la Tierra.
En el libro de Efesios, Pablo adapta su enseñanza para ayudarnos a com­
prender esta increíble realidad. El llamado de Dios sobre los santos es tan
extraordinario que Pablo tiene que detenerse en el medio de su carta y orar
para que nosotros seamos iluminados para que podamos comprenderlo.
Él escribe:

“Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que se­
pan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa
herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder
afavor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que
Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a
su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno
y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque,
no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las
cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta,
que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo”
E fesio s 1:18'-23

Leamos esto nuevamente: “ ¡Lo dio como cabeza de todo a la Iglesia!” .


¡Qué declaración increíble! No es de extrañarse que Pablo haya orado por
nosotros antes de compartirnos esto. La Iglesia es la plenitud de Cristo en la
Tierra. Tenemos que mostrar su dominio sobre todos los poderes, investidos
del mismo Espíritu que lo levantó de los muertos. Este pasaje explica cómo
los elementos principales de autoridad, poder y jurisdicción le han sido da­
dos a la Iglesia. Tenemos jurisdicción al estar en relación con Cristo que está
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

sentado “por encima de todo gobierno y autoridad” y tenemos el poder de “la


fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre
los muertos”. ¿Cómo podemos evitar sino tener todo lo que necesitamos
para cumplir la gran comisión?

N A C ID O P A R A G O B E R N A R LOS M UNDOS

La restauración de la autoridad a la humanidad a través de Cristo fue pro­


fetizada en el libro de Daniel. Daniel tuvo una visión poderosa que lo estre­
meció, y gran parte de ella ha sido mal interpretada durante años. Aunque
la visión tiene varias partes, quiero tomar la porción que está claramente
fechada. Le mostraré lo que quiero decir con esto a medida que continúe
leyendo. A continuación se encuentran los versículos:

“En esta visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía en­
tre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fiie llevado a su
presencia, y se le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos,
naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que
no pasará, y su reino jamás será destruido!”
D a n ie l 7:13-14

Después de que Daniel recibió esta parte de la visión, un ángel vino a él


y le dio la interpretación:

“Yo, Daniel, me quedé aterrorizado, y muy preocupado por las visiones


que pasaban por mi mente. Me acerqué entonces a uno de los que esta­
ban allí, y le pregunté el verdadero significado de todo esto. Y estajue
su interpretación: (...) pero los santos del Altísimo recibirán el reino, y
será suyo para siempre, ¡para siempre jamás! ”
D a n ie l 7:15-16, 18

Sería bueno leer todo el capítulo para familiarizarse con el contexto de


estos versículos, pero quiero llamar la atención a un detalle específico. El
“Hijo del hombre” en la visión de Daniel es interpretado específicamen­
te por el ángel como los santos. En la visión, el Hijo del hombre recibió
“autoridad, poder, majestad y un reino” , y en la interpretación, los santos
€/ servicio secreto de su majestad

recibieron “el reino” . Esto es realmente espectacular. ¡Son los santos los que
reciben autoridad, poder, majestad y un reino eterno!
La pregunta es la siguiente: ¿cuándo la autoridad, el poder y la majestad
le son dadas a los santos? Sigamos leyendo: “Mientras observaba yo, este
cuerno libró una guerra contra los santos y los venció. Entonces vino el Anciano
y emitió juicio a favor de los santos del Altísimo. En ese momento los santos
recibieron el reino” (Daniel 7:21-22).
El registro del tiempo es muy específico aquí. Los dos sucesos que mar­
can la línea de tiempo para que los santos gobiernen son: el juicio que se
emite en las cortes del cielo y los santos que reciben un reino.
Pablo trata sobre este juicio en el libro de Colosenses, donde nos rela­
ta que cuando Jesús murió en la cruz, algo ocurrió en las cortes del cielo.
Los decretos que nos eran contrarios fueron destruidos, los certificados de
deuda fueron cancelados, y los gobernadores y las autoridades fueron des­
armados. Este es el mismo juicio que Daniel vio muchos años antes. Pablo
específicamente utiliza términos legales que confirman que la corte se sentó
para juicio, y nosotros recibimos una resolución favorable cuando Jesús
murió en la cruz por nuestros pecados.
A continuación se encuentra la proclamación de la corte del cielo:

“Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él


también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo
resucitó de entre los muertos.
Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus
pecados. Sin embargo. Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdo­
namos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por
los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, claván­
dola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio
de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal”
C olosenses 2:12-15

La segunda señal de los tiempos fue que los santos recibirían un reino.
Por lo tanto, es importante saber cuándo los santos reciben (o recibieron) un
reino. Los siguientes versículos nos permiten comprender este misterio. En
Mateo 10:7 dice que Jesús predicaba el reino en todos los lugares que iba. Así
dijo: “El reino de los cielos está cerca”. Él nos enseñó que la experiencia de na­
cer de nuevo hizo que nosotros “viéramos el reino” (Juan 3:3); que para entrar
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

al reino, debemos volvernos como niños (Marcos 10:15); y nos exhortó a no


preocuparnos por qué comer, dónde vivir o qué usar, sino que en todas las
cosas, busquemos el reino primero, y Él proveerá (ver Mateo 6:27-34).
Jesús también predicó a la gente de su tiempo diciendo: “Les aseguro
que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto al
Hijo del hombre llegar en su reino” (Mateo 16:28). Entonces Él envió a los
discípulos a “predicar el reino de Dios y a sanar enfermos” (Lucas 9:2). Lo que
es más importante, Él nos dijo directamente que nos ha dado el reino: “No
tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles
el reino” (Lucas 12:32).
A esta altura, el asunto debería ser muy obvio para nosotros. Cuando re­
cibimos a Jesús como Señor y Salvador, ¡nos fue dado el reino! Esta realidad
se describe a través de todas Las Escrituras. La palabra reino está usada más
de ciento cincuenta veces solo en el Nuevo Testamento. Los apóstoles tam­
bién siguieron con la proclamación del reino a través del libro de los Hechos
y las epístolas. Es un hecho insoslayable: los santos recibieron un reino en
cumplimiento de lo que Daniel vio en una visión hace mucho tiempo.
¡Wow! Si el juicio ya ha sido emitido a favor de los santos, y recibimos
el reino, entonces deberíamos ver el resto de lo que Daniel tenía que decir
acerca del tiempo en que vivimos:

“ [El siervo del diablo] hablará en contra del Altísimo y oprimirá a sus
santos; tratará de cambiar las festividades y también las leyes, y los
santos quedarán bajo su poder durante tres años y medio. Los jueces
tomarán asiento, y al cuerno se le quitará el poder y se le destruirá para
siempre. Entonces se dará a los santos, que son el pueblo del Altísimo, la
majestad y el poder y la grandeza de los reinos. Su reino será un reino
eterno, y lo adorarán y obedecerán todos los gobernantes de la tierra”
D a n ie l 7:25-27

¡Los santos nacieron para gobernar y reinar con Cristo ahora! Pablo de­
claró que “mucho más reinarán en vida por uno solo,fesucristo, los que reciben
la abundancia de la gracia y el don de la justicia” (Romanos 5:17, RVR 1960,
énfasis añadido). Por supuesto, debemos asimismo entender que la idea de
reinar de Dios es muy diferente a la del mundo. Jesús dejó en claro que sus
líderes gobiernen de un modo tal que otorgue poder y que saque lo mejor
que hay en la gente.
8>l servicio secreto de su majestac

E N T R E N A R A L A S N A C IO N E S P A R A L A PAZ

El profeta Isaías miró hacia el futuro y vio el reino del Cuerpo de Cristo en
los últimos días. Esto es lo que visualizó:

“En los últimos días, el monte de la casa del S e ñ o r será establecido como el
más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él con­
fluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: «¡Vengan, su­
bamos al monte del S e ñ o r , a la casa del Dios deJacob!, para que nos enseñe
sus caminos y andemos por sus sendas.» Porque de Sión saldrá la enseñan­
za, deJerusalén la palabra del S e ñ o r Él juzgará entre las naciones y será ár­
bitro de muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en
hoces. No levantará espada nación contra nación, y nunca más se adiestra­
rán para la guerra. ¡Ven, pueblo deJacob, y caminemos a la luz del Se ñ o r ! ”
I saías 2:2-4

Los montes son la metáfora del profeta para referirse a las “autorida­
des” , y “la casa de Dios” es la Iglesia. Isaías está diciendo que, en los últimos
tiempos, la Iglesia será la autoridad principal sobre cómo vivir la vida y
tomar decisiones. Esto dará como resultado que las naciones vengan a noso­
tros y aprendan los caminos de Dios, muy similar a como lo hizo la reina de
Seba en el tiempo de Salomón. Las fábricas de armas se convertirán en silos
de granos, fábricas de automóviles y otros recursos beneficiosos porque las
naciones no pelearán más una con la otra.

L A T IE R R A LES FUE D A D A A LOS HIJOS DE LOS HOM BRES

El hecho de que la Iglesia haya sido restaurada a la posición de dominio ori­


ginal del hombre sobre la Tierra requiere que nosotros aprendamos y cum­
plamos con la responsabilidad que viene con nuestra autoridad. ¿Cuál es el
propósito de nuestro dominio? Somos llamados a llevar a cabo la comisión
original que le fue dada a Adán y a Eva; sin embargo la tarea es diferente
porque no debemos simplemente sojuzgarla, sino restaurarla de los siglos de
destrucción que ha sufrido bajo la tiranía del diablo. La Iglesia está llamada a
destruir cada obra del diablo, como Jesús nos fue de modelo, a hacer discípu­
los de las naciones y a enseñar al mundo a obedecer los mandatos de Cristo.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Aquellos de la Iglesia que todavía piensan como pobres, se sienten im­


potentes y, por eso, se distancian con frecuencia de los desafíos y los pro­
blemas del mundo, algunas veces sin siquiera saber que lo están haciendo.
Estas personas comúnmente desarrollan doctrinas que las liberan de cual­
quier responsabilidad por cosas que están equivocadas o mal. Uno de los
problemas más grandes que tengo con la gente que interpreta los desastres
como el juicio de Dios o que declara que “el reino es también ‘aún no’, por
eso solamente necesitamos sobrellevarlo hasta el milenio” , es que esas pers­
pectivas los dejan en un lugar donde no pueden y no deberían hacer algo
acerca del mundo que los rodea. Como podemos ver de nuestro estudio
de La Palabra, Dios nos ha llamado a ser su respuesta a los problemas del
mundo, no a huir de ellos.
La gente frecuentemente pregunta; “Si Dios es tan bueno, ¿por qué per­
mite que tantas cosas malas sucedan en el mundo?” . La pregunta no es por
qué Dios permite que ocurran cosas malas, sino que es por qué los santos
del Altísimo permiten que esas cosas ocurran. El salmista escribió; “Los
cielos le pertenecen al S e ñ o r , pero a la humanidad le ha dado la tierra” (Salmo
115:16). ¡A los santos se les ha dado la responsabilidad de la Tierra! Nece­
sitamos entender esto.
Jesús reforzó esta idea cuando nos enseñó a orar. Pongámonos nuestros
anteojos reales y leamos la oración del Señor.

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.


Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdona­
mos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo
es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”
Sa n M ate o 6;9-13, RVR 1960

Podemos aprender varias cosas de estos versículos. Lo primero que no­


tamos es que el Señor desea tener toda su voluntad hecha en la Tierra del
mismo modo que es hecha en el cielo. Esa es una revelación enorme. Tene­
mos que orar y creer en Dios que la Tierra será modelada después del cielo,
como lo explica Bill Johnson en su libro Cuando el Cielo invade la Tierra.
%l servicio secreto de su majestad

También recibimos discernimiento de cómo la Tierra puede ser impac­


tada por el cielo. Una de las palabras clave que usa Jesús en su oración
modelo es la palabra nuestro. ¿Qué significa nuestro para nosotros? Déjeme
darle un ejemplo de lo que intento decir.
Hace no mucho tiempo, estaba predicando en nuestra iglesia un domin­
go a la mañana. Durante mi mensaje, levanté un artículo de un periódico
que fue escrito esa semana acerca de nuestra ciudad. El artículo estaba lleno
de malas noticias. Le dije a nuestra congregación;
-¿Notó en la oración del Señor que Jesús dijo que oráramos “Padre
nuestro” y no “Padre mío” ? ¿Recuerda que Él nos enseñó a orar que la Tie­
rra sería como el cielo? ¿Cómo la Tierra llega a ser como el cielo?
Levanté el artículo nuevamente y dije:
-¿Cuán amplio es “nuestro”? ¿Es eso “mis tres y yo” o comprende el
“nuestro” a toda nuestra ciudad?
Continué leyendo más del contenido del artículo que estaba lleno de
estadísticas alarmantes. Nuestro índice de divorcio era uno de los más ele­
vados del país, el crimen violento estaba en crecimiento, y las enfermedades
terminales comenzaban a aumentar.
Entonces dije:
-¿Es este nuestro problema o es el hecho de que no es nuestro problema
el verdadero problema?-Por todo lo que tenga, me responsabilizaré. ¿Lee
usted este artículo y se dice “esa pobre gente” o es usted movido a la oración
y llamado a la acción cuando es informado acerca de nuestros problemas?
Entonces dije en voz alta:
-¡Esto tiene que importarnos si es que vamos a ver nuestra ciudad in­
vadida por el cielo!
Cuando la gente viene a mí para decirme algo que necesita cambiar en
la iglesia y comienza su exhortación diciendo: “La iglesia necesita” o “su
iglesia necesita” , sé que esta gente no va a ser parte de la solución. Ya se han
distanciado del problema en su corazón al usar las palabras “la iglesia” o “su
iglesia” . Cuando preguntan: “¿Sabe lo que necesita nuestra iglesia?” , sé que
están preparados para ser la solución.
Desafortunadamente, gran parte de la abdicación de la responsabilidad
de parte de la Iglesia es el resultado de la influencia cultural. La cultura
estadounidense ha promovido un individualismo egocéntrico al punto don­
de la vida de comunidad está bajo ataque en todos los frentes. La mayoría
de la gente tiene muy poca conciencia de cómo sus elecciones afectan a la
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

comunidad que los rodea. Si vamos a despertarnos y a tomar posesión de


nuestras comunidades, confrontaremos por necesidad al individualismo
que se encuentra a nuestro alrededor y en nosotros. Un modo de vislumbrar
nuestra verdadera actitud en cuanto a nuestra responsabilidad es pregun­
tarnos si tratamos a cada persona que conocemos como familia. Jesús nos
enseñó a orar con una oración colectiva dirigida a “nuestro Padre” , la cual
revela el deseo de Dios de que su pueblo se identifique con las situaciones de
sus vecinos y su comunidad como si estuvieran todos en la familia de Dios.

T R A N S F O R M A R CIUDADES

Debemos dejar que un sentido de posesión impregne la manera en que pensa­


mos acerca de la Tierra y la comunidad que nos rodea. Cuando comencemos
a identificamos con el futuro de nuestras ciudades, empezaremos a elevar
oraciones que cambien la atmósfera espiritual y traigan el reino de los cielos.
A comienzos de la década del noventa, mi familia y yo comenzamos a
sentir una fuerte carga por Lewiston, un pueblo pequeño en las montañas
de California septentrional que se encontraba aproximadamente a media
hora de nuestra casa. Aunque era una comunidad con menos de mil habi­
tantes, el crimen, las drogas y la inmoralidad proliferaban ahí. Era el peor
pueblo del Condado de Trinity. El departamento de policía estaba perplejo
de cómo solucionar el problema, y los residentes de más tiempo estaban
furiosos porque las actividades criminales iban en crecimiento.
El Señor comenzó a hablarnos acerca de ser la respuesta para esta co­
munidad. No sabíamos qué hacer en realidad. El problema parecía enorme,
y francamente, temíamos a las personas violentas que estaban en medio de
las cuestiones reales.
Empezamos a caminar por el pueblo cada semana orando por las casas.
El Señor con frecuencia nos decía lo que acontecía dentro de ciertos hoga­
res y nos mostraba dónde estaban las fortalezas. Nos parábamos afuera de
esos hogares y orábamos silenciosamente por ellos. Muchas veces teníamos
palabras proféticas que eran la respuesta a los problemas que podíamos ver
en el Espíritu. Profetizábamos que la vida vendría a esos “huesos muertos”
de esos hogares.
Oramos sobre la ciudad semanalmente durante un año. Orábamos
después del anochecer, así no éramos sospechosos ni sobresalíamos como
€/ servicio secreto de su majestad

fanáticos religiosos. No hacíamos esto para ser observados por el hombre,


sino para ser reconocidos por el infierno y para ser honrados por el cielo.
Sentíamos tal carga por esta gente que nos llevaba a orar muchas veces bajo
la lluvia y la nieve. No faltamos nunca una semana durante un año entero.
Estábamos decididos en ver al reino de Dios destruir las obras del diablo
en Lewiston.
Al final del año largo de guerra, en una noche fría y sin luna de invier­
no, alrededor de quince personas se unieron a nosotros para caminar por
la comunidad y orar sobre la ciudad. Nos dividimos en grupos de a dos y
caminamos orando por la subdivisión de Lewiston durante un par de ho­
ras. Más tarde, nos reunimos en el estacionamiento de grava de un viejo
gimnasio abandonado. El gimnasio estaba enfrente de un campo grande
cubierto de malezas. Nos tomamos de las manos y comenzamos a orar por
la gente de la comunidad. En segundos una voz increíblemente fuerte y
aterradora empezó a gritar desde el medio del campo. Parecía como la voz
profunda de un hombre retorciéndose de dolor. ¡Hizo que se nos pusieran
los pelos de punta! La voz resonaba en el valle de una noche oscura y espe­
luznante. Cuando dejábamos de orar, la voz callaba, pero ni bien comen­
zábamos a orar, los gritos empezaban nuevamente. Decidimos orar más
fervientemente hasta que la voz se fue para siempre. Pasó un largo tiempo
mientras batallábamos contra aquel espíritu maligno sobre el pueblo, pero
finalmente la voz perdió fuerza, se volvió muy débil y se quedó en silencio.
Fue una experiencia extraña, pero supimos que habíamos hecho un gran
avance aquella noche.
En la semana, el Departamento de Libertad Condicional del Condado
de Trinity nos llamó y nos preguntó si nos gustaría trabajar con ellos en
Lewiston. Tenían aproximadamente treinta y cinco adolescentes con liber­
tad condicional, y los del departamento iban a enseñar a los padres de los
chicos dos veces a la semana durante un mes. Querían que nosotros minis­
tremos a esos chicos, mientras ellos hacían el entrenamiento paternal.
Estábamos atemorizados, pero entusiasmados de trabajar con adoles­
centes en Lewiston. La comunidad nos dejó que usáramos gratis el gim­
nasio abandonado. Estaba hecho un desastre, ya que no había sido usado
durante años. Goteaba cuando llovía y era un frío glacial en invierno. Lo
limpiamos lo mejor que pudimos. Los primeros meses fueron salvajes. Se­
paré cuatro peleas a puñetazos la primera noche, luchando para tirar a los
chicos al piso y hacer que se dejaran de matar el uno al otro, fugábamos al
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

básquet y al voleibol durante una hora y luego teníamos un recreo. Duran­


te el entretiempo, compartía con ellos un mensaje relevante acerca de las
cosas que ellos estaban atravesando. La mayoría de mis mensajes les daban
herramientas para tratar con la vida y les permitía conocer cuán valiosos
eran ellos para Dios.
No se les exigía que permanecieran en el gimnasio para el mensaje. Sin
embargo, la mayoría de ellos se quedaba. Poco a poco, nos convertimos en
una gran familia. Nos reunimos dos veces a la semana durante los siguientes
cinco años y amábamos a esos chicos. El grupo creció hasta más de cien.
Varios traficantes de drogas se unían a nosotros la mayoría de las noches.
Hicimos reglamentos de no vender drogas en el gimnasio o alrededor del él.
También estaba en contra de traer armas al gimnasio. Después de aproxima­
damente un año, comenzaron a tener mucho respeto por nosotros y respe­
taban las reglas, incluso se vigilaban ellos mismos. Si alguien nuevo venía al
gimnasio e intentaba vender drogas, los chicos más grandes se acercaban y
les hacían saber que allí estaba prohibido el tráfico de drogas.
Los ayudantes del jefe de policía lo habían echado todo a perder en
cuanto a nuestro grupo de jóvenes durante un tiempo, porque venían al
gimnasio y arrestaban a nuestros jóvenes que tenían una orden de deten­
ción. Finalmente, los convencí de que los arrestaran en algún otro lugar y
que nos permitieran ministrarles primero.
La comunidad estaba tan conmovida por lo que estábamos haciendo
que nos dio dos premios. El Club de Leones pagaba todos los refrigerios.
Todos los del condado sabían lo que estábamos realizando y eran de mucho
apoyo. Esto es, por supuesto, a excepción de las personas religiosas. Estas
pensaban que nosotros debíamos “biblio-aporrear” a los jóvenes y hablarles
acerca de su maldición y otros problemas externos obvios. Nosotros estába­
mos más preocupados por sus corazones.
En el transcurso de cinco años, el pueblo entero cambió. Los traficantes
de drogas fueron salvos, y la mayoría de los jóvenes comenzaron a respetarse
y empezaron a tener principios morales. Les enseñamos a los adolescentes
cómo tratar con el conflicto para que las peleas terminen, y la comunidad
entera esté limpia.
Si usted conduce por Lewiston ahora, verá un hermoso pueblo de mon­
taña anidado en los Alpes de Trinity. Las casas son lindas, los patios están
bien cuidados, el gimnasio .está remodelado y hay un gran estadio de béisbol
donde alguna vez estuvo el campo cubierto de malezas.
servicio secreto de su majestad

Hay mucho más para contar de esta historia que me llevaría todo este
libro en relatársela. No obstante, lo que aprendí de primera mano a través
de esta experiencia es que nosotros los que somos del Cuerpo de Cristo
tenemos lo que se necesita para ver a nuestras ciudades transformadas. Si
estamos dispuestos a seguir la carga de nuestro corazón y a tomar posesión
de nuestra comunidad más allá de lo que se espera, Dios nos dará las estra­
tegias y la fortaleza para ver ese gran avance acontecer.
El cuerpo de Cristo está equipado para traer el reino de justicia, paz y
gozo donde sea que vaya. Tenemos poder sobre el príncipe de maldad que
tiene a la gente en esclavitud. Tenemos amor que hace que la gente sepa que
nos preocupamos por ella. Tenemos la gracia que les da poder para cambiar.
Tenemos misericordia que los levanta cuando caen. Tenemos coraje que
se levanta en medio de la violencia y trae paz, y tenemos sabiduría que le
muestra a la gente cómo vivir. Más que nada, tenemos un Padre sorprenden­
te que sabe cómo conmover el corazón de su pueblo. Tenemos las respues­
tas a los problemas del mundo y a las artimañas del diablo.
Juan dijo: “... El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las
obras del diablo” (1 Juan 3:8), y pocos versículos después declaró: "... pues
como él es, así somos nosotros en este mundo” (4:17, RVR 1960). No dejemos
de imitar cada obra de Jesús mismo, ya que Él tiene toda autoridad en el
cielo y en la Tierra y nos 'ha comisionado para que lo representemos en su
plenitud. Él fue quien prometió que nosotros, su familia real, haríamos aun
mayores obras que Él (Juan 14:12).
Qapítulo jj

PASAR EL BASTÓN
(P O R B IL L JO H N SO N )

hombre de bien deja herencia a sus nietos’


(proverbios 1^:22

as familias reales se esfuerzan mucho por preservar y transmitir su his­


L toria familiar. Cada individuo de una generación de realeza solamente
comprende su identidad al posicionarse al final de una línea de antepasa­
dos, quienes han alcanzado todos varios logros durante su reinado. Es solo
en el contexto de esta historia que los reyes y las reinas serán capaces de
planificar y tomar decisiones durante sus propias vidas, las cuales continua­
rán con su legado real.
Como creyentes hemos sido injertados en la rica historia del sacerdocio
real de Dios, y comprender esa historia desde su perspectiva es un ingredien­
te esencial para definir cuáles son nuestras responsabilidades reales. La Biblia
es el libro de historia de Dios. Revela no solo sus hechos e intervenciones en
la humanidad, sino también lo que el hombre mismo significa. Cuando La
Biblia es estudiada por aquellos que verdaderamente han llegado a conocerlo,
revela un plan claro de comienzo a fin para establecer el reino de Dios. En Gé­
nesis, Dios les comisionó a Adán y a Eva en el jardín del Edén qué sean fructí­
feros, se multipliquen y sometan la Tierra. En otras palabras, ellos tenían que
extender los límites del jardín, que expresaba la naturaleza del reino de Dios
a través de la fructificación y la multiplicación, generación tras generación.
La naturaleza del reino de Dios es que está siempre en aumento. Isaías
9:7 dice; “se extenderán su soberanía y su paz, y no tendránfin ”. El reino siem­
pre tiene la intención de avanzar en nosotros individual y colectivamente,
ya que el Señor nos lleva de “mandato sobre mandato, renglón tras renglón,
línea sobre línea” (Isaías 28:13, RVR 1960), “de gloria en gloria” (2 Corintios
3:18, RVR 1960) y “por fe y vara fe” (Romanos 1:17 RVR 106D')
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Dada la naturaleza del reino y el mandato original de Dios a Adán y


a Eva, está claro que Él quiso que su reino avanzara con cada generación
venidera. Debido a que cada generación crecería en número a medida que
se multiplicaba, habría más personas para hacer cumplir el gobierno y el
reinado de Dios sobre la Tierra. El reino crece a medida que su pueblo crece
porque “gloria del rey es gobernar a muchos” (Proverbios 14:28).

H E R E N C IA

El ingrediente clave en este proceso de aumento es la herencia. La herencia


es la unión entre las generaciones. Es lo que cada generación recibe de la
generación anterior y luego lo que transfiere a la próxima. Cuando una ge­
neración se ha fructificado y multiplicado, la próxima generación empieza
adelante de donde habría tenido que comenzar en cierta área de vida. Por
ejemplo, una herencia financiera permitirá a una pareja joven comprarse,
una casa o un auto mucho antes de lo que podrían hacerlo si tuvieran que
depender solamente de sus propios ingresos.
Si como sacerdocio real entendemos que es por herencia que Dios desea
establecer que cada generación haga avanzar su reino, debemos reconocer de
lo que eso nos hace responsables. Cuando recibimos una herencia, tenemos
gratuitamente aquello por lo que alguna otra persona pagó el precio. La he­
rencia hace a cada generación responsable tanto de recibir como de honrar
lo que ha sido transmitido de la generación anterior, y luego paga su propio
precio para hacerla crecer para que la generación siguiente comience delante
de ellos. El techo de una generación debe convertirse en el piso de la próxi­
ma. En nuestra vida, esto requiere que actuemos siendo conscientes de que
nuestras acciones afectan a las generaciones que están adelante de nosotros.
Este es precisamente el efecto que la justicia tendrá en el modo en que pensa­
mos porque “el hombre de bien deja herencia a sus nietos” (Proverbios 13:22).

R E V E L A C IÓ N

Pero ¿qué constituye la herencia del reino? ¿Qué recibimos de nuestra his­
toria real y qué damos a aquellos que están adelante de nosotros? Después
de que Dios estableció su pacto con el pueblo de Israel en el monte Sinaí,
^asar el bastón

Moisés hizo esta declaración; “Las cosas secretas pertenecen ajehová nuestro
Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre,
para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deuteronomio 29:29,
RVR 1960). La revelación o las cosas reveladas son la herencia del reino.
La importancia de la revelación desde la perspectiva de Dios es tan gran­
de que La Biblia dice que perecemos sin ella (ver Oseas 4:6). La revelación
no viene para hacernos más inteligentes o para darnos mejores declaracio­
nes doctrinales. La revelación primeramente tiene la intención de lanzarnos
a encuentros divinos donde la naturaleza de Dios es comprendida y demos­
trada a través de la experiencia humana. Si la revelación no nos conduce a
un encuentro divino, solamente obra para hacernos más religiosos y arro­
gantes, porque la naturaleza del conocimiento es hinchar (ver 1 Corintios
8:1). Si tenemos conocimiento sin un encuentro, nuestro orgullo puede en
realidad prohibirnos encontrar a Dios. Aquellos que conocían más de Dios
en el tiempo de Jesús no reconocieron a su Hijo mientras hablaba y hacía
milagros enfrente de ellos. Jesús reprendió a los fariseos por esto en Juan
5:39-40: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas
tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir
a mí para que tengáis vida” (RVR 1960).

L A T R A N S F O R M A C IÓ N P E R S O N A L

La revelación que ciertamente nos guía a un encuentro divino traerá avance


que provoque una transformación personal. La revelación es la clave de
nuestro crecimiento espiritual porque nos lleva a donde no podemos ir por
sí mismos. Experimentamos encuentros porque necesitamos señales para
llegar adonde no hemos estado antes. No necesito señales cuando viajo por
rutas conocidas, pero tengo que tener señales si voy a viajar adonde nunca
antes he estado.
Lo segundo que hace la revelación es que extiende el campo de jue­
go de nuestra fe. Hebreos 11:1 dice: “... la fe es la garantía de lo que se
espera, la certeza de lo que no se ve”. De manera práctica, la fe es nuestra
comprensión de la naturaleza del reino invisible y cómo esperamos que
eso influencie el reino visible. Si nuestra comprensión de la naturaleza de
Dios incluye la creencia de que uno de los modos misteriosos en que Él
obra es enfermar a la gente para humillarla, no esperaremos que Él la sane.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Pero cuando tenemos una revelación de la naturaleza de Dios como el sol


de justicia que se levanta trayendo en sus rayos salud (Malaquías 4:2) y
vemos que Jesús sanó a cada persona que vino a Él sin hacer excepción,
nuestra fe opera en un espacio más amplio. Una persona que tiene la pri­
mera creencia probablemente no ora por los enfermos o si lo hace, ora por
perseverancia. Una persona con revelación toma autoridad sobre la enfer­
medad y ordena que el cuerpo de la persona enferma sea sanado “como en
el cielo, así también en la tierra”.
Si la revelación tiene la intención de ser la herencia del reino, queda
claro que Dios se propone que más que información le sea transmitida a la
generación próxima. El fruto de la revelación es la transformación personal
y las demostraciones sobrenaturales de la naturaleza de Dios. Por lo tanto,
la herencia de la revelación es la herencia de los modelos, héroes que se
convirtieron en una revelación de la naturaleza de Dios, y los testimonios
de sus enseñanzas y proezas.

E L T E S T IM O N IO ES E L E S P IR IT U DE P R O F E C IA

Por eso, ¿cómo uno recibe este tipo de herencia, la usa y trabaja por multi­
plicarla para la generación próxima? Ya hemos mencionado el estudio de la
historia, y Dios pensó que esto era tan importante que incorporó tiempos de
recordatorio al calendario de Israel. Cada una de sus fiestas y de sus ayunos
gira en torno a recordar los hechos y las leyes de Dios. Debido a la natura­
leza del testimonio, recordar el pasado tenía la intención de encender una
pasión en el corazón de cada generación para conocer al Dios de sus padres
en su propio tiempo.
La raíz de la palabra testimonio es una palabra que quiere decir “hacer
nuevamente” . Cada vez que repetimos los relatos de las invasiones de Dios
en la historia humana, estamos llamándolo para que se revele como el mis­
mo Dios hoy. Por esta razón, no podemos recibir verdaderamente nuestra
herencia espiritual si solamente intentamos aplaudir los logros de nuestros
predecesores. No honramos la memoria de los héroes de Dios simplemente
recordándolos. Lo honramos solamente si los imitamos al llegar a conocer
al Dios que ellos conocieron y lo invocamos para que traiga su reino en
nuestro tiempo.
‘P asar el bastón

L A T R A G E D IA D EL R E A V IV A M IE N T O

Si estudiamos el Antiguo Testamento, notamos que cada vez que los israeli­
tas no guardaban el Libro de la Ley en su boca y no recordaban su historia
en Dios, se apartaban de ÉL Como resultado, las cosas reveladas que tenían
la intención de pertenecer a los hijos de sus hijos para siempre, aunque no
se perdían, eran olvidadas. Cada generación venidera no tenía conciencia
de su herencia. Si tenemos una herencia acerca de la cual no sabemos, no
seremos capaces de usarla.
Tristemente, la historia del reavivamiento cristiano es muy similar a
la historia de Israel. Esta demuestra que los reavivamientos típicamente
duran de dos a cuatro años. Muchos han concluido que este patrón indica
que tienen solamente la intención de durar el tiempo suficiente como para
dar a la Iglesia un estímulo. Pero como hemos visto, la naturaleza del rei­
no es avance y aumento. Dios nunca quiso que su pueblo viva por alguna
razón sin el derramamiento de su Espíritu. Ese derramamiento siempre
tuvo la intención de aumento desde el día del Pentecostés hasta el día en
que Jesús regrese.
El crecimiento del reino de Dios en el reavivamiento se encuentra
tipificado en el Antiguo Testamento a través de la conquista del pueblo
de Israel de la tierra prometida. Cuando cruzaron el río Jordán, Dios le
dijo al pueblo que la tierra era suya. Sin embargo, todavía estaba ocupada
por el enemigo, a propósito. Si Dios hubiera expulsado a los enemigos,
las bestias salvajes habrían tomado la tierra. Por eso, ellos invadían gra­
dualmente, tomando una ciudad según la estrategia celestial, ocupando la
tierra y luego avanzando a la próxima región hasta que los límites fueron
establecidos. En el reavivamiento, los reinos en los cuales el reino de las
tinieblas ha estado gobernando son invadidos por el reino de Dios. La
obra del enemigo que mata, hurta y destruye es deshecha a medida que la
gente experimenta la obra de la cruz en la sanidad, la salvación y la libe­
ración. El fruto del reavivamiento es el reino de Dios expresado en cada
área de la sociedad.
El reavivamiento siempre viene a través de evangelistas, hombres y mu­
jeres de Dios que son tan asidos por una pasión por el reino del Padre y están
tan rendidos al Rey, que Él los comisiona con autoridad y poder para traer el
reino a través de revelación profética, señales y maravillas. Ellos son pioneros
y precursores, que abren camino en el territorio del enemigo y lo reclaman
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

para el reino. Ellos son impulsos dados en la experiencia humana que pue­
den reconocerse claramente como el fruto de una unción sobrenatural.
Por ejemplo, John Wesley entró en un reino de unción tan poderoso al
predicar La Palabra que se lo podía oír por encima de multitudes de miles.
El poder de Dios caía tan fuerte cuando predicaba que normalmente adver­
tían a la gente que evitara subirse a los árboles para escucharlo predicar.
Inevitablemente la gente ignoraba la advertencia, y la multitud más tarde
escuchaba el ruido sordo de gente que caía de los árboles bajo el poder.
Maria Woodworth-Etter llamó la atención de los periódicos a finales del
1800, ya que mucha gente que asistía a sus reuniones caía en trances y veía
visiones del cielo y del infierno. Ella también oyó reportajes de gente que
caía bajo el poder de Dios estando hasta a ciento sesenta kilómetros de sus
reuniones. John G. Lake realizó tantas sanidades en su ministerio en Spoka-
ne, Washington, que en un momento la ciudad fue declarada como la más
saludable de los Estados Unidos.
Pero muchos de los movimientos que comenzaron con estos grandes
hombres y mujeres, lejos de ver un aumento de poder y unción, solamente
han visto la decadencia. Hay probablemente un par de razones que explican
esto. Una es que mientras que los hijos del reavivamiento pueden haber re­
conocido y aplaudido los milagros de Dios que sus padres demostraron, no
estuvieron dispuestos a soportar el ridículo y la persecución que sus padres
enfrentaron. Otra razón es que no entendieron el principio de herencia y la
naturaleza del reino. Como resultado, construyeron monumentos al pasa­
do en vez de darse cuenta de que tenían una responsabilidad de llevarla al
próximo nivel para la generación venidera.

R E IN O S N O OCUPADOS

Cuando los israelitas dejaron de ocupar y de avanzar en la tierra prometida,


sus enemigos empezaron a invadir sus límites. Cuando las esferas de Dios
en las que se entraron en el reavivamiento no son ocupadas y adelantadas
por la generación siguiente, aquellas mismas cosas ocurren. Lucas 11:24-26
(RVR 1960) describe este principio:

“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos,
buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.
'Pasar el bastón

Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros


siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el pñmero”

Aunque este principio se enseña aquí con relación a una persona, tam­
bién es verdad de grupos corporativos y de regiones. La casa a la cual el espí­
ritu maligno regresa puede referirse a una persona, una familia, una iglesia,
un movimiento o una nación. La implicancia es que en el reino el único
lugar seguro para estar es en el lugar de ocupación y avance. En el momento
que trabajamos para mantenemos antes que para aumentar lo que se nos
ha dado es el momento en el que comenzamos a perder lo que nos ha sido
dado. Esto es lo que nos enseña la parábola de los talentos. El que guardó lo
que le fue dado terminó perdiendo esa misma cosa que le fue puesta bajo su
posesión. Dios no se contenta con la postura de conservar el terreno.
Gran parte de la Iglesia cree que hacer que el enemigo se vaya es la meta
principal. Pero si hay un vacío en el reino espiritual, será llenado. Si no lo
llenamos con la cultura del reino, volverá a ser ocupado, y como nos dice
este versículo, el último estado será peor que el primero. Cuando las victo­
rias de las generaciones pasadas siguen sin ser ocupadas, se convierten en la
plataforma desde la cual el enemigo se burla de las victorias pasadas. Peor
aún, el territorio desocupado llega a ser el campamento militar desde el cual
el enemigo lanza un ataque en contra del pueblo de Dios para borrar de sus
memorias las victorias heredadas. Por esta razón, hay actualmente regiones,
ciudades, familias y ministerios que una vez fueron dedicados al reino y que
ahora se han convertido en fortalezas opositoras.
Por ejemplo, los descendientes espirituales de John Wesley y del Movi­
miento de Santidad ordenan homosexuales en la actualidad. Habiendo sido
una vez un centro de entrenamiento para evangelistas, la Universidad de
Yale ahora promueve una visión del mundo en completa oposición al reino.
Atlantic City, ahora una capital de apuestas, podía una vez contar con las
dos manos los ciudadanos que no eran salvos.
Es el hecho de no ocupar y avanzar el territorio ganado por los evan­
gelistas lo que impidió a cada generación de reavivamiento el beneficio de
recibir una herencia espiritual que le permitiera comenzar más adelante.
Cada generación de reavivamiento está espiritualmente huérfana de padre,
sola para enfrentar la oposición multiplicada del enemigo en los reinos que
una vez fueron ocupados por la Iglesia. Usualmente, el reavivamiento llega
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

a una generación que se ha enfermado tanto de la intimidación del enemigo


que como Israel en el tiempo de los Jueces, clama a Dios para que envíe
un libertador. Y aunque el reavivamiento llega, no están preparados para
levantar a la próxima generación para que lo lleve al próximo nivel. Una
generación huérfana de padre no sabe cómo levantar padres. La tragedia del
reavivamiento es que ninguna generación ha visto aún el beneficio pleno de
la herencia espiritual.

E X C E PC IO N E S A L A R E G L A

Hay dos excepciones a esta tendencia de la historia que quiero mencionar


para tener una perspectiva de lo que ocurre cuando una herencia se recibe
y se transmite con éxito. Estas no son de ninguna manera las únicas dos. La
primera es el rey Salomón. Porque su padre David ganó tal favor con Dios,
recibió la promesa de que tendría siempre a uno de sus descendientes sen­
tado sobre su trono. Esta promesa, junto con la palabra de que Salomón iba
a ser su heredero, llevó a David a entrenar a su hijo desde su nacimiento en
los caminos de Dios. Salomón usó su herencia de sabiduría para construir
un reino que ampliamente excedía la grandeza del reino de su padre. Sus
dos reinos se coriocen todavía como la Edad de Oro de Israel.
El segundo ejemplo es Martín Lutero. Martín Lutero tuvo una revelación
de que la fe personal en Cristo era la puerta a la salvación. Esta enseñanza
provocó la división eclesiástica más grande de la historia, la cual impuso
siglos de ocupación enemiga en este ámbito de revelación. En las genera­
ciones que siguieron a Lutero, los individuos algunas veces oraban durante
meses antes de saber verdaderamente que eran salvos. Pero ahora, debido
a que esta revelación ha sido enseñada y demostrada durante generaciones,
está tan establecida que la mayoría de los creyentes están confiados de que
alguien puede estar seguro de su salvación en el mismo momento en que
reconoce a Cristo. Esta esperanza ha cambiado totalmente el modo en que
los evangelistas ministran á los perdidos.
Cuando un reino de Dios es ocupado y avanza en las generaciones ve­
nideras, parte del reino se establece como la realidad que la gente heredará
y en la cual vivirá. Desafortunadamente, gran parte de la Iglesia tiene que
pelear batallas que ya han sido peleadas en generaciones anteriores porque
sin el traspaso y el recibimiento exitoso de la herencia, la revelación no fue
‘J^asar el bastón

establecida. Para usar la ilustración de Lucas 11, algunas de las habitaciones


de la casa han sido barridas muchas veces, pero debido a que nunca fueron
amuebladas, todavía no podemos vivir en ellas. Creo que hasta que la Iglesia
no tenga una revelación del plan de Dios para que su reino se establezca a
través de la herencia, este ciclo de la historia se continuará repitiendo.

R E C IB IR Y D E JAR N U E S T R A H E R E N C IA

Teniendo esto en mente, no quiero decir que la naturaleza de Dios y su reino


han cambiado. Es todavía verdad que su gobierno está en aumento, así como
es todavía verdad que las cosas reveladas pertenecen a su pueblo y a las ge­
neraciones que vendrán para siempre. Más que apenado por el pasado, estoy
profundamente impresionado por la oportunidad que Dios le ha extendido a
nuestra generación para que reciba nuestra herencia y cambie el curso de la
historia al trabajar para levantar una generación de padres evangelistas.
Como mencioné, cuando las cosas que son reveladas no son enseñadas a
la generación próxima, no son perdidas, sino solo olvidadas. Creo que muchos
mantos (el símbolo bíblico del poder y de la autoridad de Dios) que usaron
los evangelistas de las generaciones anteriores no se perdieron, sino que están
donde fueron dejados. Uno puede leer esto en Las Escrituras. Elíseo recibió
con éxito el manto de Elias y una doble porción de su espíritu, pero murió
sin un sucesor. Y por esto, tenemos este versículo extraño en 2 Reyes 13:21:
“Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda
armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar
el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies” (RVR 1960).
La unción del milagro de Eliseo estaba donde se la dejó, aún activa e intacta.
Otros reinos de unción y revelación han sido enterrados y deben ser
desenterrados. Son como los pozos que Jacob tuvo que abrir cuando volvió
a Canaán. Habían estado llenos de suciedad, que es un tipo de humanidad
no redimida. Los movimientos de Dios han sido detenidos por los hombres
mientras intentaban tomar el control o traerse gloria a sí mismos, contris­
tando al Espíritu Santo. Ellos bloquearon el pozo de la unción con la sucie­
dad de su orgullo.
Las revelaciones y la unción de nuestros antepasados están escondidas,
esperando que nosotros las descubramos. Es Dios mismo quien las tiene
guardadas. Como vemos en Deuteronomio 29:29: .. lo ^errptn
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

al S e ñ o r ” . Sin embargo, el cambio radical en el pensamiento que Jesús trajo


fue que Dios no esconde cosas de nosotros, sino para nosotros. Él dijo: “A
ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino...” (Mateo 13:11).
Tenemos los misterios porque tenemos al Espíritu Santo. Como prometió
Jesús: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os
hará saber las cosas que habrán de venir Él me glorificará; porque tomará de lo
mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14, RVR 1960).
Por lo tanto, la profecía de Isaías: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha
escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para
quienes lo aman” se encuentra reformada en 1 Corintios 2:10: “Ahora bien,
Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu”.
Dios esconde cosas para nosotros porque “Gloria de Dios es ocultar un
asunto, y gloria de los reyes el investigarlo” (Proverbios 25:2). Dios se glorifi­
ca al no hablarle en lenguaje sencillo. Él en realidad se glorifica al hablarle
en parábolas, símbolos y dichos secretos. Y porque la gloria de los reyes
es investigar el asunto, la realeza que existe en la vida del creyente aflora
cuando nos damos cuenta de que tenemos acceso legal a las cosas ocultas y
comenzamos a desentrañar esos misterios. Aquellos que se cruzan de bra­
zos y dicen: “Bueno, lo que Dios quiera que yo tenga, estoy feliz de recibir”
llevan un estilo de vida de un pobre en una mansión real.
Dios nos ha dado acceso a los secretos para los ámbitos de la política,
el comercio, la creatividad en las artes y cualquier otro campo de la vida
humana. Hay dominios que están abriéndose justo en este momento a la
gente porque están dándose cuenta de que tiene que investigar lo que Dios
ha ocultado para ellos. Hay soluciones y respuestas para cada problema que
está enfrentando este mundo. El hecho de no comprender que tenemos
acceso a los misterios ha llevado a la Iglesia a ceder constantemente su de­
recho de autoridad para contender y orar por la transformación.
Al entregarnos a la idea de que todo tiene que terminar en la tragedia,
realizamos nuestra propia profecía por no dar un paso en lo que Dios nos
ha llamado a ser. Somos un pueblo que tendría que ser la respuesta viva a
los clamores y los dilemas de la sociedad. Es la realeza que se encuentra en
usted la que lo hará levantarse para decirle a un problema: “Hay una res­
puesta para esto” .
Ahora aquellos que tienen acceso a los dominios de revelación y un­
ción. al levantarse en su llamado real e investigar los asuntos que se han
^asar el bastón

apoderado de su corazón, experimentarán un aguijón en la experiencia hu­


mana exactamente como lo experimentaron los héroes de la historia. Pero
de lo que ellos y el pueblo de Dios debe darse cuenta es que ese aguijón no
es simplemente para equipar a una persona para actuar en ese ámbito, sino
para facultar a esa persona para equipar al Cuerpo de Cristo a caminar en
esa unción y, así, establecerla como la nueva norma para la vida del reino.
Bobby Conner dice: “Dios no está interesado en alguien, está interesado
en su Cuerpo” . Si el Cuerpo de Cristo se moviera en esta comprensión del
propósito de la unción de Dios, entonces los líderes ya no se pasarían más
toda la vida edificando su ministerio, sino que se centrarían en levantar a la
próxima generación para que crezca al próximo nivel. Y el Cuerpo de Cristo
aprenderá cómo honrar y recibir de sus líderes, sin caer en patrones viejos
de ya sea criticarlos o idolatrarlos tanto que dejan de ser un estándar que
uno debe buscar imitar.

H O N R A R A N U E STR O S PADRES

Ya hemos visto que la honra es uno de los atributos esenciales de los hom­
bres y las mujeres en el sacerdocio real de Dios. La vida es liberada median­
te la honra. Pero honrar es esencialmente el reconocimiento verdadero de
aquellos de quienes recibimos nuestra herencia. El quinto mandamiento
señala; “Honra a tu padre y a iu madre”. La honra es la clave para recibir
nuestra herencia.
¿Cómo es la honra en realidad? Eliseo demuestra honra cuando pide
una doble porción del espíritu de Elias. Elias promete que puede tenerla
si Eliseo lo ve cuando él es arrebatado. Tan simple como parece, esta no
resultó ser una tarea nada fácil. Había hijos de los profetas en cada pueblo
diciéndole a Eliseo que se fuera a casa. Elias mismo le dijo que se fuera a
casa. Un carro de fuego desde el cielo descendió en picada entre Eliseo y
Elias, mientras este era arrebatado por un torbellino. Pero Eliseo no parpa­
deó en todo el día porque estaba decidido a ver a Elias cuando era llevado.
No lo dejaría ni siquiera ir al baño sin él. Luego, después de que el manto
cayó, él se volvió y partió el río que Elias había dividido anteriormente. La
honra de Eliseo no fue un elogio o una palabra de agradecimiento, era una
determinación intensa de recibir lo que su padre espiritual tenía para dar, y
luego una audacia para salir y usar lo que había recibido.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

En el Nuevo Testamento, Jesús abre la invitación para que cualquier


persona reciba lo que Eliseo recibió. Él dijo: “Cualquiera que recibe a un pro­
feta por tratarse de un profeta, recibirá recompensa de profeta” (Mateo 10:41).
Como vemos con Eliseo, recibir al profeta por tratarse de un profeta signifi­
ca que reconocemos que tenemos un requisito para hacer uso de la herencia
que él tiene que darnos y usarla. El Señor se da por aludido cuando honra­
mos al Cristo en alguna otra persona. Cuando honramos a un profeta por
tratarse de un profeta, tenemos acceso al reino en el que vivió esa persona.
Podemos nunca ser llamados profetas, pero algo se derramó en nuestras vi­
das. Hay mantos, reinos de Dios, revelaciones y niveles de unción en los que
operó el individuo al cual tenemos acceso, simplemente por honrarlo.
Debemos abrazar nuestra oportunidad y responsabilidad de honrar a
aquellos hombres y mujeres de la historia que han entrado en dominios
diferentes de Dios y han hecho avanzar el reino, así como también debemos
honrar a aquellos que nos rodean. Esto no significa simplemente dar honra
a la gente de gran reputación. El desafío verdadero es aprender cómo co­
nocerse el uno al otro por el Espíritu para reconocer los dones y la unción
que Dios ha dado a cada uno de los miembros de su Cuerpo. El Señor Jesús,
a través del apóstol Pablo, dijo que tenemos que someternos el uno al otro
en el temor de Cristo. Esto quiere'decir que tenemos que honrar al Cristo,
en cada uno.
En realidad, Jesús y lo que Él compró en la cruz por nosotros son lo
que constituyen realmente nuestra herencia. La revelación simplemente nos
dice lo que hay, lo cual nos permite usarla. Sin revelación, las riquezas del
Calvario son como billones de dólares que se hallan en nuestra cuenta ban-
caria y acerca de lo cual no tenemos ni idea. Pero incluso esta es una compa­
ración pobre porque el dinero no puede tocar lo que nuestra herencia puede
comprar. Efesios 2 nos dice que simplemente nos va a llevar mucho tiempo
llegar a revelar las riquezas de su gracia. Dios tiene mucho para nosotros.
En una semana, recibimos informes de dos mujeres que tenían hijos con
síndrome de Down en su útero. Distintas personas de nuestra iglesia oraron
por ellas y nos trajeron los informes que las dos habían sido diagnosticadas
de manera diferente después de que volvieron a ir al doctor. No sabían lo
que había ocurrido, pero ya no había más niños con síndrome de Down.
Recientemente, tuvimos otra madre embarazada que se acercó a nosotros
en Inglaterra hace no mucho tiempo. El doctor le dijo que su bebé estaba
muerto, y otros cinco especialistas vinieron todos con el mismo informe:
Tasar el bastón

-E l bebé no solo está muerto, sino que no hay líquido amniótico. Si


no nos permite que saquemos al bebé, usted también morirá -le dijeron
a la madre.
Ella vino a una conferencia, recibió oración y ahora tiene un niño vivo
y muy feliz. Los diez millones de dólares en nuestra cuenta bancaria no
arreglarán esto, pero la herencia que ciertamente tenemos lo hará.
La cuestión de la herencia es una de las más apremiantes en mi mente
ahora. Muchas palabras proféticas se han dado al Cuerpo de Cristo en este
tiempo que hablan de un crecimiento acelerado. Creo que el crecimiento
ocurrirá a medida que lleguemos a una comprensión de la herencia y co­
mencemos a honrar a las generaciones pasadas y el uno al otro. A través de
la honra, nuestra herencia de mantos y ámbitos de revelación y unción se­
rán liberados para equipar al Cuerpo de Cristo para traer al reino a niveles
y áreas sin precedentes. Pero si vamos a empezar a recibir nuestra herencia,
debemos aprender la lección de la historia y comenzar ahora a posicionar-
nos para dejar una herencia para la próxima generación. También debemos
entrenarla para pensar del mismo modo. No podemos simplemente levan­
tar hijos de reavivamiento; debemos también levantar padres que vivirán
durante generaciones más allá de ellas.

N U E STR O P R IV IL E G IO F IN A L

Para mí personalmente, honrar el pasado incluye el estudio de la historia


del reavivamiento así también como alimentar el fuego de mi propia pasión
de caminar en el ejemplo de aquellos que han estado antes que yo. También
aprovecho cualquier oportunidad que puedo para que los descendientes de
los evangelistas oren por mí. Una vez tuve el privilegio de pedir a la joven
nieta de John Wimber que ore por mí, y fui desbordado por el poder y la
unción que fueron liberados. Confirmé que una persona puede recibir una
impartición al honrar a alguien honrando a su familia.
Tengo la experiencia única de ser un pastor de quinta generación. Mis
hijos son la sexta generación. Estoy muy sorprendido y agradecido por mi
familia. Pero el creyente nuevo que no tiene experiencia en Dios y llega
a honrar a un profeta por tratarse de un profeta se pone en la fila por la
misma herencia que nosotros hemos recibido. Nunca tuvo la intención de
estar restringida para aquellos en esta posición privilegiada y sumamente
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

inusual. Estoy contento de tenerla, pero la tengo para regalar, no para acu­
mular. La tengo para estar posicionado para tomar la norma vieja y elevarla
a la norma nueva. Así es la vida en el reino. Si tengo acceso a ella, entonces
cualquiera que venga bajo la influencia de lo que sea que puedo regalar
entra en esa herencia.
Mi otra responsabilidad es entrenar a mis hijos, tanto naturales como
espirituales, a vivir sacrificialmente. Les doy gratis lo que he recibido gratis
del Señor, pero les digo; “Si van a dejar algo para sus hijos, tendrán que
pagar un precio para desarrollar lo que tuvieron gratuitamente” . Es tiempo
de que el Cuerpo de Cristo comience a pensar, a planificar y a sembrar en
una generación que nunca veremos. Es tiempo de comenzar a construir una
visión de cien años en nuestro pensamiento, en nuestra planificación y en
nuestras oraciones. Hay muchas cosas que estoy hambriento de ver en mi
tiempo. He visto muchas cosas que nunca soñé que vería, pero también he
estado impregnado de sueños nuevos y no puedo estar satisfecho de estar en
donde estoy. Debo estar continuamente posicionado para ocupar y avanzar.
Pero si no puedo verlos en mi tiempo, daré todo lo que tengo para que mis
hijos y los hijos de mis hijos puedan verlos, y así ellos tendrán el misnio
ánimo para las generaciones.
¿Sabemos por qué estamos rodeados de una nube de testigos? En una
carrera de relevos, el corredor más rápido del mundo corre la primera vuel­
ta. Él puede pasar el testigo al segundo corredor más rápido del mundo, que
luego pasa el testigo al tercer corredor más rápido del mundo. Pero todos
obtienen un premio según cómo se corre la última vuelta de la carrera. To­
dos están esperando ver lo que haremos con lo que se nos ha dado.
Se nos ha dado una herencia de generaciones. Se nos ha dado una he­
rencia de cientos de años de místicos, de evangelistas, de aquellos que en­
traron en reinos del Espíritu para dejar algo como herencia, y eso necesita
importarle a alguien. Si aprovechamos la oportunidad que tenemos en este
tiempo de investigar los misterios ocultos para nosotros con un corazón que
honre a aquellos antes de nosotros y a los de nuestro lado, creo que la Iglesia
entrará en un tiempo que nunca ha visto. El establecimiento del reino de
Dios debe aumentar a tal grado que la vida cristiana normal se convierta en
la vida normal para todos en el mundo.
Qapítulo i6

CONSTRUIR A LIA N Z A S ESTRATÉGICAS


CON ALIADOS CELESTIALES

A F E C T A R E L R E IN O IN V IS IB L E

a cobertura espiritual es esencial para que el sacerdocio real de Dios ex­


L perimente la bendición que Él quiere que tengan en su familia. Aunque
muchos de nosotros luchamos con la cuestión de la sujeción debido al abu­
so de autoridad y a la rebelión en nuestro propio corazón, la sujeción es algo
que se nos manda a obedecer en toda Las Escrituras. El apóstol tuvo mucho
que decir en cuanto a someterse a líderes, cónyuges y el uno al otro en el
Cuerpo de Cristo. Tengo que creer que él tuvo experiencia de primera mano
al observar a la gente intentar vivir y ministrar sin la cobertura espiritual que
viene de la sujeción. Hechos 19 deliberadamente contrasta el ministerio de
Pablo con el de los exorcistas que intentaban ministrar sin una cobertura.

“Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal ma­


nera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su
cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el
nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal
Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondien­
do el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero
vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo,
saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera
que huyeron de aquella casa desnudos y heridos"
w. 11-Í6, RVR 1960

Es sorprendente que un apóstol con un paño tuviera más poder que sie­
te hijos de Esceva que invocaban el nombre correcto. Pero Pablo tenía algo
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

que ellos no: un mandato apostólico. Hay dos razones por las cuales esto es
significativo. La primera es que Pablo era un apóstol’porque fue comisiona­
do a serlo por el Espíritu Santo y por otros líderes eclesiásticos en HecHos
13. Él estaba bajo autoridad, y Las Escrituras nos muestran que solamente
tenemos tanta autoridad como la autoridad a la que nos hayamos sometido.
El centurión de Lucas 7 reconoció que Jesús tenía autoridad porque, como
él, Él era un hombre bajo autoridad.
La segunda razón por la cual Pablo tenía autoridad es porque fue co­
misionado como apóstol. Aunque hay otros roles y niveles de liderazgo en
la Iglesia, los apóstoles y los profetas son específicamente llamados el fun­
damento de la Iglesia (ver Efesios 2:20). Pablo fue designado como líder
gubernamental del Cuerpo de Cristo y como tal, se le asignó una esfera más
amplia de influencia espiritual, que somos la mayoría de nosotros. Debido
a como opera la autoridad, cuando nos sometemos a un líder apostólico y
somos comisionados a servir su misión, podemos operar con su autoridad.
Ese es probablemente el nivel más amplío y más fundamental de nuestra
cobertura espiritual.
¿Cómo opera la autoridad espiritual? Cuando oramos, profetizamos y
ministramos en el nombre del Señor, sabemos que el Espíritu Santo es la
fuente primordial de poder y autoridad. Del mismo modo en que somos
invitados a colaborar con Él, Dios comisiona a ángeles para que lleven a
cabo su voluntad. En Hebreos 1:14 dice: “¿No son todos los ángeles espíritus
dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar
salvación...?”. Los ángeles están para asegurar que los hijos del Rey hereden
su destino y que la misión del reino realmente se cumpla. De lo que muchos
de nosotros no nos damos cuenta es que tenemos un rol al comisionar a los
ángeles. El Salmo 103:19-22 dice:

“E l S e ñ o r h a esta blecido su tron o e n el cielo; su rein ado d o m in a so b re todos.

Alaben al S e ñ o r , ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y


obedecen su mandato.
Alaben al S e ñ o i ^ todos sus gércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad.
A l a b e n al S e ñ o e , to d a s su s o b r a s e n to d o s los á m b ito s d e s u d o m in io .

¡Alaba, alma mía, al S e ñ o r ! ”

Los ángeles atienden a la voz de las palabras del Señor, pero la Iglesia
es su voz para declarar la palabra sobre la Tierra. Lo que estoy planteándole
Q onstruir alianzas estratégicas con aliados celestiales

es que los ángeles en realidad reciben su comisión de las oraciones y de las


profecías de los santos. No creo que tengamos que decirles qué hacer a los
ángeles. Pienso que simplemente necesitamos orar y profetizar en el nombre
del Señor, y cuando los ángeles oyen la voz del Señor, salen y realizan aque­
llo que oyeron. Pero solamente podemos declarar una palabra del Señor que
comisione a los ángeles si estamos bajo autoridad y consecuentemente tene­
mos autoridad para enviarlos. Esto es lo que menciona 1 Corintios 11:1-10
en una discusión sobre cobertura espiritual.

IM ÍT E N M E A M Í, COMO YO IM IT O A CRISTO.

Los elogio porque se acuerdan de mí en todo y retienen las enseñanzas, tal


como se las transmití.

“Ahora hien, quiero que entiendan que Cristo es cabeza de todo hombre,
mientras que el hombre es la cabeza de la mujer y Dios es cabeza de
Cñsto. Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshon­
ra al que es su cabeza. En cambio, toda mujer que ora o profetiza con la
cabeza descubierta deshonra al que es su cabeza; es como si estuviera
rasurada. Si la mujer no se cubre la cabeza, que se corte también el
cabello; pero si es vergonzoso para la mujer tener el pelo corto o la ca­
beza rasurada, que se la cubra. El hombre no debe cubrirse la cabeza,
ya que él es imagen y gloria de Dios, mientras que la mujer es gloria
del hombre. (...) Por esta razón, y a causa de los ángeles, la mujer debe
llevar sobre su cabeza señal de autoridad”

Soy consciente de que algunos maestros llegaron a conclusiones extre­


mas y usaron estos versículos para oprimir a las mujeres. Esa no es mi meta
en absoluto. Simplemente quiero destacar que Pablo dice que cuando una
mujer está orando o profetizando, necesita tener su cabeza cubierta por
causa de los ángeles. Cubrirse la cabeza era una señal cultural de honra en
la iglesia histórica corintia, y sin cubrirse, una mujer que profetizaba estaría
más o menos diciendo que estaba parada sobre su propia autoridad. Sus
oraciones y profecías no serían reconocidas como provenientes del Señor,
porque los ángeles son comisionados por aquellos que están bajo la autori­
dad que Dios ha ordenado.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

Es una ilustración para nosotros que necesitamos estar seguros de


que estamos sometidos a aquellos que el Señor ha puesto en autoridad
sobre nosotros, porque cuando la Novia de Cristo está bajo autoridad,
los ángeles reconocen nuestra autoridad y ejecutan las palabras de nues­
tras oraciones y profecías (ver Salmo 103). Cuando nos sometemos a la
misión del cielo, comisionamos a los ángeles para que lleven a cabo la
palabra del Señor.
¿Los ángeles salen y responden siempre a las oraciones y profecías de
todos? No pienso que lo hagan porque creo que reconocen a la gente que
está bajo sumisión a una misión apostólica. Esto es simplemente una teo­
ría, pero pienso que algunas veces las personas hacen la oración correcta
cuando se encuentran en problemas, pero su vida no está en sujeción, y por
eso su situación no cambia. Quieren tener los beneficios del reino, pero no
quieren servir al Rey. No quiero decir que van al infierno, pero no han reco­
nocido y no se han sometido a las personas que el Señor ha delegado para
que tengan autoridad espiritual en sus vidas. Por eso, según 1 Corintios 11,
no tienen un símbolo de autoridad sobre su cabeza, y los ángeles oyen sus
oraciones y dicen: “Todavía no comisionado” .
El Señor reconoce su propia autoridad. Usted puede decir “en el nom­
bre de Jesús” hasta el hartazgo, pero los ángeles no lo van a reconocer a
menos que tenga un símbolo de autoridad sobre su cabeza. Siempre que
haya incoherencia entre la autoridad que intentamos tomar en una situa­
ción y la autoridad bajo la cual vivimos en realidad, el problema va a seguir
irresuelto. Obviamente hay una declaración general, y Dios puede hacer lo
que sea que Él quiera hacer. Todos hemos visto a Dios quebrantar cualquier
regla que predicamos. Pero hay un patrón que está claro en La Biblia.
Dios ha designado y comisionado un gobierno para su sacerdocio real.
Su propósito es equipar a los santos para la obra de su ministerio; así po­
demos crecer en “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios
4:13, RVR 1960). Me es sorprendente que cuando comenzamos a estar
bajo la visión de los líderes que Dios ha puesto sobre nosotros, comenza­
mos a experimentar las bendiciones que nunca habríamos experimentado
de modo contrario. Dios es cuidadoso sobre a quién le confía autoridad. Él
no les da autoridad a las personas más talentosas, sino a aquellas que han
pasado las pruebas, lo cual les da el carácter para caminar en autoridad
espiritual. Miremos a algunos líderes bíblicos, cuyos avances personales
trajeron bendiciones colectivas.
Q onstruir alianzas estratégicas con aliados celestiales

JOSE

En Hechos 7, antes de que Esteban sea apedreado, él relata una versión


Reader’s Digest del Antiguo Testamento a sus acusadores. Él nos da una
comprensión clave en la historia de Israel: “Por aquel entonces subió al trono
de Egipto un nuevo rey que no sabía nada deJosé. Este rey usó de artimañas con
nuestro pueblo y oprimió a nuestros antepasados, obligándolos a dejar abando­
nados a sus hijos recién nacidos para que murieran” (Hechos 7:18-19).
Observe que Esteban no dijo que subió al trono un rey que no conocía a
Dios y destruyó su raza. En cambio dijo: “... subió al trono un nuevo rey que
no sabía nada de José”. La implicancia es que la vida de José de algún modo
salvó a los israelitas de una vida de muerte y desesperación. Cuando José
murió, su cobertura se perdió, y el pueblo de Dios fue esclavizado.
Las victorias personales de José se convirtieron en una cobertura colec­
tiva, pero no existe victoria sin batalla. Las batallas son diseñadas para libe­
rarnos de las prisiones de la vida y llevamos al palacio de nuestro destino.
Entre la prisión y el palacio, hay siempre un proceso que facilita esta guerra.
El proceso es mejor descrito frecuentemente como una prueba. Las pruebas
de nuestra vida son diseñadas para desarrollar nuestro carácter para que
podamos así permanecer en el palacio.
Consideremos más detalladamente el proceso hacia la prominencia en
la vida de José. La primera prueba que enfrenta José es el rechazo de sus
hermanos. Aproximadamente a los diecisiete años, tiene un par de sueños
proféticos. Los sueños hablan de que él llega a un lugar de grandeza donde
ve que sus hermanos y sus padres lo sirven. Comete el error de anunciar su
destino a sus hermanos, y ellos se ofenden por la idea de que su hermano
pequeño y arrogante los gobierne. Ya enojados de que su padre favorezca
a José como si fuera el primogénito, un día deciden que no pueden tolerar
más eso e idean un plan para matarlo. El mayor, Rubén, sintiendo que esto
puede ser un poco extremado, les habla de en cambio arrojarlo a un pozo.
Justo entonces, una caravana de traficantes de esclavos pasan, y los jóvenes
cambian de opinión y venden a José por dinero.
Ahora, después de ese tipo de rechazo, muchos de nosotros enfrenta­
ríamos años de consejería. Pero José tenía más problemas por enfrentar. Su
pureza sexual e integridad iban a ser desafiadas. José se encuentra en Egipto
donde Potifar, un oficial egipcio de faraón, lo compra de los traficantes de
esclavos. Dios está con José y lo levanta a un lugar de prominencia en la casa
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

de Potifar, y al final se lo pone a cargo de todo lo que posee su jefe, pero


la esposa de Potifar intenta hacer que José duerma con ella. Día tras día, él
rechaza esa propuesta. Finalmente ella intenta violarlo, pero él se escapa.
Entonces les miente a los guardias y acusa a José de acosarla sexualmente.
Potifar le cree a su esposa y por eso envía a José a la cárcel.
Ser acusado equivocadamente nunca es divertido, en especial cuando
nos meten en la cárcel por eso. La mayoría de nosotros podría amargarse
bastante. Sin embargo, José es fiel incluso en la cárcel; Dios lo bendice, y el
guardia principal lo pone a cargo de toda la cárcel. Debido a que el tiempo
allí se hace interminable, tiene la oportunidad de interpretar un par de sue­
ños para dos de los siervos de faraón que también estaban haciendo tiempo.
Su don de interpretación de sueños finalmente lo lleva a su liberación y a
su ascenso al poder al lado de faraón mismo. Mientras José comienza su
tarea como segundo al mando, una hambruna de siete años asóla el mundo
conocido. A través de previsión profética poderosa y discernimiento santo,
José almacena alimento para su nación con suficiente sobrante para vender
a las naciones circundantes que también estaban en crisis.
Observe que José se sometió a la autoridad de faraón, aunque faraón
era un líder pagano. Dios podía confiarle la posición que él había soñado
años antes porque él había aprendido la sumisión a través de las pruebas.
Él mantuvo esa actitud en su posición de autoridad. La sumisión a faraón
no significaba que él abandonaba su identidad y creencia en Dios. Fueron
precisamente los planes y los caminos de Dios que le dieron la sabiduría
que faraón defería. Romanos 13:1 señala: “Todos debm someterse a las au­
toridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así
que las que existen fueron establecidas por él”. Porque José reconoció la au­
toridad delegada de Dios y su modo de probar, él demostró ser digno de
caminar en autoridad.
La familia extendida de José, que cree que él esta muerto, va a Egipto en
búsqueda de alimento. Cuando sus hermanos descubren que está vivo, su­
plican por sus propias vidas. Él les dice que lo que ellos intentaron para mal.
Dios usó para bien. Los perdona y los invita a mudarse a Egipto, para estar
seguros por causa de la hambruna. Setenta miembros de su familia se trasla­
dan al país, donde faraón les da la mejor tierra. Se multiplican y se extienden
por toda la nación, prosperan y permanecen libres hasta que muere José.
Después que José muere, un nuevo rey asume el poder. Él se vuelve muy
celoso y temeroso de los israelitas. Esclaviza y mata a miles de ellos. Ahora
Q onstruir alianzas estratégicas con aliados celestiales

sin José, ese es probablemente el trato que sus hermanos hubieran tenido en
primer lugar. Eran pastores, y los egipcios odiaban a los pastores, pero debido
a la cobertura de José, eran tratados como él merecía ser tratado. Los israeli­
tas tuvieron una vida de bendición increíble durante los años del gobierno de
José, no porque ellos se lo merecían, ¡sino porque él se lo merecía!
José estaba en una posición poderosa cuando decidió el destino de su
familia en Egipto. Él había atravesado las pruebas de carácter, y sus victo­
rias personales fueron muchas; creía que Dios realizaría sus sueños, aunque
las circunstancias le fueran contrarias; se sometió a la autoridad, fue fiel
y confió en Dios en todo; se mantuvo alejado del pecado sexual y estuvo
dispuesto a perdonar a sus hermanos. Sus éxitos le permitieron ser una co­
bertura colectiva y un general de confianza en el reino para proteger a todos
aquellos que eran su responsabilidad (ver Génesis 37-48).

D AVID

Este mismo proceso se puede ver en la vida de David en 1 Samuel, capítulo


17. David es enviado por su padre a traer comida para sus hermanos que
estaban peleando contra los filisteos. Un soldado gigante filisteo llamado
Goliat se para en la batalla y comienza a maldecir, mofándose y burlándose
del ejército israelita. Goliat finalmente se dirige al asunto cuando dice: "...
¿Por qué no escogen a alguien que se me enfrente? Si es capaz de hacermefrente
y matarme, nosotros les serviremos a ustedes... ” (1 Samuel 17:8-9).
(Como nota secundaria, los gigantes de La Biblia son con frecuencia
un símbolo de principados espirituales. El desafío de Goliat es un buen
ejemplo de cómo opera la autoridad espiritual. Si el principado es destro­
nado, entonces todos los que estuvieron bajo su influencia vendrán bajo la
influencia de lo que sea que lo reemplace. En este contexto, si alguien mata
al gigante, todos los filisteos servirán a Israel, pero si esa persona pierde la
batalla, todo Israel será esclavo de los filisteos).
David está dispuesto para la tarea porque como José, ha sido fiel en un
lugar de oscuridad. Él ha estado realizando un trabajo notable al cuidar una
manada de ovejas en las afueras, en el desierto. Una vez más, esta es la clave
para obtener autoridad espiritual: sumisión hasta el ascenso. Poco sabía él
que los desafíos que enfrentaba mientras protegía su manada lo preparaban
para el tiempo de su destino.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Antes de que pudiera pelear, nuevamente igual que José, debe soportar
el ridículo de sus hermanos. Aquellos de nosotros que aspiramos al lideraz­
go debemos darnos cuenta de que enfrentaremos lo que enfrentaron José y
David de sus hermanos. Al igual que estos, la gente que no tiene visión vive
su vida en la esclavitud de sus propias debilidades y de sus propios pecados.
Así, persiguen a cualquiera que tenga visión, que haya conquistado el temor
y viven su vida más allá del pecado antes que debajo de él. Esta persecución
ocurre porque es fácil sentirse bien en su esclavitud siempre que todos los
que conozcan estén en esclavitud también; la miseria ama la compañía. Si
alguien comiei^a a tener victoria en las mismas circunstancias en las que
otros están fracasando, eso se lleva sus excusas y los llama a dar una expli­
cación por las contradicciones en su carácter.
La Biblia nos dice que David, antes de que peleara con el gigante, “dejó
su carga al cuidado del encargado de las provisiones” (1 Samuel 17:22). Aun­
que esa no fue necesariamente una prueba de carácter para él, creo que
se lo menciona como un detalle significativo, porque él modela cómo de­
beríamos enfrentar nuestros desafíos. David no fue a la batalla sin antes
descargar todo aquello que podría entorpecerlo. Similarmente, no debería­
mos lanzarnos de inmediato en la confrontación con el enemigo sin dejar
primero que Dios confronte cualquier pecado irresuelto o cuestiones en
nuestro corazón. Descubro que las cosas más importantes que hacemos en
nuestra vida son con frecuencia realizadas en privado. Tenga cuidado de la
gente que tiene victoria pública sin tener una privada.
David finalmente vence a Goliat con una piedra y lo mata con la pro­
pia espada de Goliat. El arma misma que tuvo la intención de matarlo se
convirtió en el arma de elección en la mano de este gran guerrero. Debido
a que David derrotó ai campeón de los filisteos, la batalla terminó. Su
victoria personal se convirtió en una bendición colectiva y trajo paz a
todo Israel.

FAVO R CON E L IN V IS IB L E

Uno de los principios que es importante que entendamos ahora es que la


obediencia física trae liberación espiritual. Pablo dijo que lo natural es pri­
mero, luego lo espiritual (ver 1 Corintios 15:46). Hemos estado investi­
gando la vida de gente que pasó sus pruebas de carácter, completando el
Q onstruir alianzas estratégicas con aliados celestiales

proceso de promoción en el reino natural (visible) de la vida, lo cual dio


como resultado la obtención de autoridad en el reino (invisible) del espíritu.
Gran parte de la Iglesia apenas reconoce el reino invisible, muchos menos
se da cuenta de las implicancias que tiene en nuestra vida diaria. El reino
invisible que se encuentra en nuestro interior y a nuestro alrededor es más
poderoso que el mundo visible que se percibe con nuestros ojos naturales.
Somos ya sea beneficiados o confundidos por el mundo invisible, depende
de cómo nos relacionemos con él.
Un excelente ejemplo de cómo el reino invisible afecta poderosamente
el visible se encuentra en las vidas de Moisés y Josué cuando este fue co­
misionado por aquel para tomar a sus soldados y descender al valle para
luchar contra Amalee. Moisés subió a la montaña y tenía en alto sus manos.
Cuando Moisés se cansaba y bajaba sus brazos, Josué comenzaba a perder.
Cuando Moisés levantaba sus manos en alto, Josué ganaba. Quedaba claro
para ellos que la victoria de Josué estaba directamente ligada a que Moisés
levantara sus manos, por eso pusieron un líder a cada lado de Moisés para
ayudarlo a sostener sus manos. Josué ganó la batalla, y todo estuvo bien en
Israel aquel día (ver Éxodo 17:8-13).
Si no sabemos cómo tener favor en el mundo invisible, construimos
ejércitos más grandes, desarrollamos mejores estrategias y compramos
armas más poderosas, ¡y sin embargo todavía, seguimos perdiendo! Sim­
plemente no se nos ocurre nunca que si apoyamos (honramos) a nuestros
líderes heredamos sus victorias.
Dios levanta hombres y mujeres como Moisés, David, José, no para su
propia gloria, sino para el bien de su pueblo. A aquellos que han demos­
trado ser fieles, Él les confía autoridad para gobernar a su pueblo. Cuando
la Iglesia entra en una posición de sumisión a sus líderes que ganaron
sus victorias personales, se convierte en heredera del botín de su líder. A
través de la herencia, recibe bendición que no ha ganado. Debido a que
muchos del Cuerpo de Cristo no se dan cuenta de esto, han acontecido
un par de hechos.
El primero es que hay muchas personas en el Cuerpo de Cristo que han
escogido pelear batallas que ya han sido ganadas por alguna otra persona.
Muchas de estas batallas han dado como resultado heridas innecesarias y,
en casos extremos, incluso la muerte. Estas son víctimas innecesarias de la
guerra. No hay gloria en las cicatrices que ocurren en una batalla para tomar
terreno que Dios ya ocupa.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

El segundo problema es que muchas personas se llaman líderes y aún


no han ganado sus victorias personales. Se han engañado a sí mismos pen­
sando que son una cobertura para los santos. La verdad del asunto es que
estas batallas que han sido perdidas en la vida personal de los así denomi­
nados “pastores” han dado como resultado esclavitud en la gente que está
unida a ellos. Cuando las áreas de su vida no están en sumisión a Dios, están
en sumisión a alguien más, ya sea a sí mismos o a otro ídolo. Si la gente los
sigue, termina sometiéndose al mismo ídolo. Es así como opera la autori­
dad espiritual. Tantos creyentes están cegados de este principio, que como
vimos en la historia de David, Goliat entendió perfectamente.
Pablo trató esta cuestión cuando le dijo a Timoteo;

“Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, mode­
rado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser
borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero sino amable y apacible.
Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el
debido respeto; porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo
podrá cuidar de la iglesia de Dios? No debe ser un recién convertido,
no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en
que cayó el diablo”
1 T im o t eo 3:2-6

Por supuesto, esto no quiere decir que un líder no puede tener un mal
día. Sí quiere decir, sin embargo, que no dirijan ningún asunto si llevan
una vida mala. Los pecados de estilo de vida sí descalifican a la gente para
liderar hasta que haya arrepentimiento que sea aprobado en el horno de
la perseverancia. La perseverancia es la capacidad de mantener nuestro
rumbo con el correr del tiempo en medio de la oposición. El elemento
del tiempo no puede ser ignorado en una prueba de arrepentimiento de
un líder. Nada suplanta un carácter malo, ni siquiera los títulos universi­
tarios, los dones espirituales, las experiencias o la gente que conocemos.
Nada compensará la esclavitud de pecado. Las victorias del pasado no
pueden anular los pecados del presente. Los líderes que cayeron y tienen
un estilo de vida de pecado deben estar bajo una verdadera cobertura,
mientras reconstruyen sus propias vidas. Esta cobertura provee un efecto
invernadero que le da a la gente una oportunidad para recuperarse en un
entorno seguro.
Q onstruir alianzas estratégicas con aliados celestiales

CUBRIRSE E L UNO A L OTRO

Lo último que quiero mencionar acerca del tema de la cobertura espiritual es


que Pablo nos instruye muchas veces en sus cartas que nos sometamos los
unos a otros en Cristo. Hay un elemento de cobertura espiritual que se pre­
serva, mientras honramos nuestro pacto con el Cuerpo de Cristo y los unos
con otros como hermanos y hermanas en el Señor. Él nos llama su Cuerpo
porque cada miembro depende del otro, y cada elección que hacemos afecta
al todo. Si escogemos honrar y servir al Cuerpo de Cristo, preservamos la
conexión que trae vida, bendición y protección para nosotros.
En el libro de Hechos, capítulo 27, Pablo está en un barco por naufra­
gar. Aunque ya ha profetizado que no habrá pérdida de vida y solamente el
barco se perderá, algunos de los marineros deciden que van a escapar en
botes salvavidas. Cuando Pablo descubre que algunos hombres están pla­
nificando escapar, dice; “Si ésos no se quedan en el barco, no podrán salvarse
ustedes” (v. 31). Necesitamos darnos cuenta de que como creyentes somos
socios en destino. Individualmente somos miembros el uno del otro. Los lí­
deres necesitan entender especialmente que sus acciones y actitudes tienen
ramificaciones que son magnificadas muchas veces más. La buena nueva es
que cuanto más nos alineamos con el plan de Dios, más poder y autoridad
se liberan a través de nosotros para establecer su reino. Como David y José,
si buscamos el carácter santo y nos sometemos a la autoridad que Dios ha
establecido, ¡podemos ser confiados con la autoridad real que comisionará a
los ángeles a hacer retroceder el infierno y a hacer descender el cielo!
Qapítulo 17

PRESERVAR EL PLANETA

8>sdifícil dar a la gente “cielopor la mitad de un acre”, mientras creen que


“las cosas van al infierno en una canasta de manó”.
(8s difícil decirle a alguien que todo estáperfecto,
mientras cree que todo va muy mal).
Jack Taylor

LOS PR O FE TA S D EL D IA D EL JUICIO F IN A L

C
omo sacerdocio real y nación santa, es nuestro privilegio y nuestra res­
ponsabilidad interceder en nombre del mundo ante nuestro Rey. Se ha
dicho que Dios no hace nada en los asuntos de los hombres salvo que estos
oren. La oración es el catalizador de la transformación mundial. Incita a los
ángeles, domina las tinieblas y libera a las naciones a su destino. Es esta cla­
ve para el reavivamiento la que construye el puente entre lo que debería ser
y lo que será. Este libro está dedicado al propósito del reavivamiento.
El diablo conoce el poder de la oración y no nos puede impedir orar.
Pero él es el maestro del engaño. ¡Él intenta convencernos de que sus planes
destructivos son “actos de Dios” para que la Iglesia no libere el arsenal del
cielo en su contra! Por desgracia. Satanás ha sido últimamente más exitoso
en engañar a los santos que lo que lo ha sido durante décadas. Una de las
maneras en las que él ha entrado sigilosa y sutilmente en nuestra sociedad
e incluso en la Iglesia ha sido mediante líderes mal instruidos que predican
la ira de Dios.
En la última década, los profetas del día del juicio final parecieran ha­
ber salido de hibernación. En 1997, mis propios padres se mudaron de la
Bahía de San Francisco para evitar la ira de un gran terremoto que estaba
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

profetizado iba a ocurrir en la región del sur de California. El terremoto


iba a destruir Hollywood por su contaminación inmoral de los medios de
comunicación y San Francisco por su perversión homosexual. La profecía
también predecía que la región del norte de California se iba a convertir en
una “propiedad de adelante del océano” .
Mi mamá y mi papá se trasladaron al Lago Tahoe cerca de Nevada, espe­
rando encontrar una zona de “no vuelo” profético. Aproximadamente justo
cuando mis padres se establecían, varios profetas comenzaron a profetizar
acerca de una próxima hambruna internacional. A esta se la conoció alrede­
dor del mundo como el “efecto 2000” . Este virus iba a juzgarnos por crearnos
un dios intelectual. Era el perfecto “plan de Dios” . Todo el plan estaba oculto
por nuestra confianza tonta en la brillantez del hombre. Parecía que Dios
había cegado a cada obseso de la informática del mundo, impidiéndole descu­
brir a tiempo que estaríamos todos muriendo de hambre por la carencia de un
dígito. ¡Qué manera de terminar! ¡Habría disturbios en las calles, y la gente
resistiría la tentación de “canibalizar” a sus vecinos y a sus hijos! Las em­
presas y los gobiernos se desmoronarían luego. Alguien incluso predijo que
esto daría por inicio a la “madre de todas las guerras” . La gente salía en masa
a comprar generadores y armas de fuego para proteger su alimento “en el
nombre del Señor” . Demás está decir que estos preparativos demostraron ser
inútiles, y mis padres todavía conducen durante horas para llegar al océano.
El 11 de septiembre estará para siempre grabado en la mente de los esta­
dounidenses como un monumento al asesinato. Los Estados Unidos se des­
pertó a los sonidos de gente que gritaba, muchos de ellos ardiendo a medida
que salían del humo negro de un infierno creado por el hombre. De fondo
podían oírse las explosiones a medida que edificios se desmoronaban y miles
quedaban atrapados en supuestas tumbas. El llanto y el lamento se oían a ki­
lómetros, mientras la gente deambulaba sin rumbo fijo por las calles en bús­
queda de sus amados. Muchos saltaron de este infierno ardiente y murieron.
El temor y una tristeza profunda cubrían toda la Tierra, mientras la noticia se
difundía. En todos lados, la gente clamaba por misericordia por aquellos que
eran contados entre los desaparecidos. La gente estaba pegada a sus televiso­
res orando, esperando y creyendo que la vida emergería de los escombros.
Aunque “los profetas de la fatalidad” no habían profetizado este desas­
tre, declaraciones de oscuridad comenzaron a aparecer de lo que suponía
ser “la casa de la esperanza” . Vinieron incluso antes de que pudiéramos
preguntarnos por qué semejante hecho salvaje y de horror sería perpetrado
’J^reservar el planeta

en la vida de los muchos inocentes que murieron ese día. Muchos de los
profetas de Dios comenzaron a proclamar palabras de juicio por los pecados
de la nación. Su tesis era que Dios había provocado esta tragedia debido a
su odio^or el pecado. ¿Se puede imaginar el dolor que acosó a aquellos
que habían perdido a sus seres queridos? Fueron confrontados por un Dios
en oj^ o que quería matar a más gente. Así como dijo Jesús: "... d amor de
mumos se enfriará” (Mateo 24:12).

L A V E R D A D E R A R E C TITU D ES SA L

Es verdad que la inmoralidad, la idolatría, el aborto y el asesinato son sim­


plemente unos pocos de los cánceres que el reavivamiento debe tratar. Pero
creo que el pecado más grande de nuestra nación hoy es el resfriado de
corazones congelados que residen en padres espirituales que ya no aman
más. Estos creyentes difunden temor, destruyen la esperanza y castran la fe
de la gente. De algún modo, han perdido la comunión con el Consolador,
elpcogiendo más bien abrazar “el evangelio contradictorio y confuso de las
malas noticias” .
Jesús nos dijo: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insí­
pida, ¿cómo recobrará su sühor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente
la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13). En el tiempo de Jesús, no tenían hela­
deras para almacenar alimento. La sal era el medio principal por el cual pre­
servaban la carne y las aves. A través de esta analogía, el Señor nos enseña
que la Iglesia es el elemento en la sociedad que protege la cultura de la ira de
Dios y de la destrucción de las fuerzas de maldad. Un ejemplo excelente de
esto es José que, como vimos en el capítulo anterior, liberó una bendición
colectiva mediante su vida de rectitud. Su presencia en Egipto hizo que los
israelitas y los egipcios sean guardados de una hambruna mundial.
Jesús también dijo que cuando la sal se vuelve insípida, no sirve para
nada más, salvo para ser pisoteada por los hombres. En otras palabras, la
gente de ese tiempo probaba la sal, pero si ya no era más salada, sabían que
no evitaría que su comida se echara a perder. Es importante recordar que
Jesús no está hablando en realidad acerca de preservar la carne, sino que
está describiendo el Cuerpo de Cristo. ¿Qué significa volverse insípido?
Significa que hemos dejado de preservar el mundo. Nos volvemos insípidos
cuando profetizamos en contra de la gente que se supone deberíamos estar
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

protegiendo. Esto me quedó bien en claro en medio de la tormenta de pro­


fecías que predecían acontecimientos desastrosos en Norteamérica.
Comencé a buscar al Señor con un nuevo celo por la verdad. Mientras
estaba sobre el piso orando, el Espíritu Santo comenzó a hablarme. Y dijo:
-N o destruyo las ciudades debido a la abundancia de gente malvada.
Solamente las destruyo si carecen los justos.
Entonces me llevó a Génesis 18 y 19, donde Abraham negocia con Dios
para salvar a Sodoma si hubiera solamente diez justos.
El Señor me dijo:
-Pregúntame cómo puedo decir si hay suficientes almas justas en una
ciudad para salvarla.
Entonces le pregunté.
Él respondió:
-Profetizo una palabra de juicio. Entonces espero ver cuántos de mi
pueblo se levantarán y clamarán por misericordia. De este modo, la miseri­
cordia triunfa sobre el juicio (ver Santiago 2:13).
Luego Dios me hizo otra pregunta:
-¿Fue la esposa de Lot justa o malvada?
Aunque había predicado durante años que la esposa de Lot fue malvada
por mirar hacia atrás a la ciudad de pecado, de algún modo esa no parecía
ser la respuesta correcta en ese momento.
Me encontré diciendo:
-N o sé.
-¿Cuál era el nombre de la esposa de Abraham? -preguntó.
-Sara -respondí. (Estaba seguro de ese nombre).
-Correcto -dijo Dios-, entonces ella tenía una identidad apartada de la
dé Abraham.
¡Ahora lo estaba entendiendo! ¡No se daba el nombre de la esposa de
Lot porque su identidad estaba unida a la justicia de Lot!
-Correcto -respondió el Señor y continuó-: ¿Era Lot justo o malvado?
-Justo -respondí.
-¿En qué se convirtió ella cuando miró hacia atrás? -preguntó Jesús.
-En sal -dije.
-¿Qué es la sal? -preguntó Dios.
-Un conservante -respondí.
¡Sí! Ella vivió con un manto de intercesión. Ella sabía que ellos estaban
nrpQf>rvímrln la riudad.
P reserva r el planeta

Finalmente entendí que el hecho de que su cuerpo se convirtiera en una


estatua de sal era una metáfora profética del rol que ella había jugado en la
ciudad. Porque Lot y su esposa eran la “sal” o el “conservante” de Sodoma,
eran preservación para la ciudad. Luego ellos tuvieron una oportunidad de
^scapar del juicio cuando el Señor al final decidió soltar fuego y azufre. La es-
osa de Lót sencillamente hizo una mala elección en un tiempo de liberación.
-Ella no pudo dejarse ir cuando yo se lo permití. Su propio ministerio
la mató -explicó Dios-. Este punto queda aclarado en Lucas 17;31-33; “En
aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no
haje a buscarlas. Asimismo el que esté en el campo, que no regrese por lo que
haya dejado atrás. ¡Acuérdense de la esposa de Lot! El que procure conservar su
vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará”.
Entonces Dios me recordó las palabras de Jeremías: “Recorran las calles
de Jerusalén, observen con cuidado, busquen por las plazas. Si encuentran una
sola persona que practique la justicia y busque la verdad, yo perdonaré a esta
ciudad ” Oeremías 5:1).
Él también trajo a mi mente las palabras de Ezequiel; “Yo he buscado
entre ellos a alguien que se interponga entre mi pueblo y yo, y saque la cara por
él para que yo no lo destruya, j Y no lo he hallado!” (Ezequiel 22:30).
No es coincidencia que al mismo tiempo en que los profetas de Dios
están hablando palabras de destrucción, el movimiento de intercesión más
grande de la historia esté levantándose pidiendo misericordia. Debemos re­
cordar que, aunque Dios a veces ciertamente usa palabras de juicio para
reunir a sus intercesores, su corazón está para extender misericordia. Dios
no se place en la muerte del malvado (ver Ezequiel 18:23). Debemos clamar
para que sane nuestras ciudades hasta que los ángeles nos lleven hacia fuera
de ellas como lo hicieron en los días de Lot.

U N A C A R E N C IA DE FE Y V ALO R E S F U N D A M E N T A LE S
D ISTO R SIO N AD O S

A pesar del hecho de que a veces Dios usa palabras de juicio, no creo que
la mayoría de las palabras de juicio recientes sean una advertencia de nues­
tro Padre en absoluto, sino que en cambio son el fruto de dos problemas
principales de la Iglesia. En primer lugar, hay una carencia subyacente de
fe en muchos creyentes la cual les impide creer que Dios tendrá realmente
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

una “novia sin mancha” ; y en segundo lugar, muchos santos tienen valores
fundamentales erróneos, los que distorsionan su visión del mundo e infecta
su ministerio.
Los valores fundamentales son los lentes que determinan el modo en
que vemos la vida. Son intérpretes de los acontecimientos de nuestro mun­
do. Cuando algo nos Ocurre a nosotros o alrededor de nosotros, nuestros
valores fundamentales dictan lo que pensamos acerca de eso. Estos deter­
minan qué acontecimientos de la vida le atribuimos a Dios, al diablo o a la
naturaleza misma.
Un ejemplo excelente de cómo los valores fundamentales erróneos pue­
den afectar nuestra vida y ministerio se ve en el área de la intercesión. Mu­
chos intercesores han sido neutralizados porque han creído una mentira y,
por lo tanto, desarrollan un valor fundamental erróneo que dice; “El desas­
tre produce humildad, y la humildad da a luz el arrepentimiento, lo cual a
su vez impulsa el reavivamiento” . Cuando vemos el mundo a través de estos
lentes, dejamos de orar por arrepentimiento y oramos en cambio por resis­
tencia. Me pregunto cuántas veces le hemos dejado al diablo causar estragos
en nuestra vida o en lá vida de aquellos que nos rodean porque pensamos
que Dios estaba probándonos.
Es importante entender que la mayoría de los reavLvamientos no co­
menzaron con una catástrofe. Por ejemplo, el reavivamiento de la calle Asu-
za comenzó con la oración. El Movimiento Jesús no empezó con un desastre
ni tampoco sucedió así con la renovación carismática. El reavivamiento ga­
lés no tenía nada que ver con la tragedia. Los reavivamientos Toronto y
Brownsville no comenzaron debido a la calamidad.
De hecho, a través de gran parte de La Biblia, el desastre creó totalmente
la respuesta contraria. En el libro de Números, Dios hizo que algunos de
los líderes de Israel fueran tragados por un terremoto. De acuerdo con la
naturaleza de Dios, Moisés suplicó misericordia dos veces en este capítulo
en nombre de su pueblo. La amargura de los israelitas que sobrevivieron
se hacía peor con cada desastre. Culpaban a Moisés por la pérdida de los
miembros de su familia y hacían todo excepto arrepentirse (16:23-41). En
el libro de Apocalipsis, encontramos el mismo principio. Las plagas eran
derramadas sobre el pueblo, pero este no se arrepentía y en cambio ellos
“maldecían al Dios del cielo” (16:11).
Todos hemos conocido a gente que perdió un hijo o a alguien amado de
un modo prematuro. Muchos de ellos se pasan la vida amargados con Dios
Preserva r el planeta

a causa de su pérdida. Otros cuestionan la realidad de un Dios amoroso


cuando miran a su alrededor y ven gente que se muere de hambre. Aunque
Él puedeW ciertamente revierte una situación mala y la usa para bien, no
obstante ‘^u bondad quiere llevarte al arrepentimiento” (Romanos 2:4). Es el
diablo el que quiere matar, hurtar y destruir. Él es maestro en tergiversar Las
Escrituras para que le permitamos un lugar y así, entrar y llevar a cabo su
plan. Recuerde que es el mismo que usó La Biblia para intentar convencer a
Jesús de que se suicide:

Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie


sobre la parte más alta del templo, y dijo:
— Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Porque escrito está:
“Ordenará que sus ángeles
te sostengan en sus manos,
para que no tropieces con piedra
alguna.”
M ateo 4:5-6

R E P R E S E N T A R A CRISTO

No solo es la Iglesia conservación (sal), sino que también es luz. En el


libro de Mateo, Jesús dijo: '‘Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo
alto de una colina no puede esconderse” (5:14). ¿Qué quiere decir ser luz y
qué es lo que estamos iluminando? Nosotros arrojamos luz sobre la na­
turaleza de Dios, que es el modo en que Él piensa y actúa en los asuntos
de los hombres. Somos la revelación (luz) del Padre y su carta de amor al
miindo. Nosotros representamos a Cristo. El mundo nos mira a nosotros
para entender los acontecimientos mundiales a través de los ojos de Dios.
Cuando representamos mal a nuestro Padre celestial, el mundo obtiene una
perspectiva distorsionada de Él.
Jacobo y Juan son buenos ejemplos de cómo muchos representan mal a
Dios. Ellos querían hacer que cayera fuego para consumir una ciudad, pero
Jesús les dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (Lucas 9:55, RVR1960).
Me resulta interesante que ese era el mimo Juan que escribía a los amados
y nos exhortaba: “... no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el
Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

mundo muchos falsos profetas” (1 Juan 4:1). Creo que él recibió la revelación
de que incluso los propios profetas de Jesús podían ser influenciados por el
infierno mediante su propia experiencia de escuchar al espíritu erróneo.
Observe cómo continúa esta exhortación en el mismo capítulo: “Queri­
dos hermanos, amémonos los unos a los otros (...) En el amor no hay temoj^-sirKr'
que el amor perfecto echa fuera el temor El que teme espera el castigo, así que
no ha sido perfeccionado en el amor” (w . 7, 17-18). Estos versículos fueron
escritos en el contexto de probar a los espíritus. En otras palabras, proba­
mos a los espíritus examinándolos a la luz de las virtudes del amor. Cuando
leemos estas virtudes que son especificadas en la carta a los corintios (1
Corintios 13) y entendemos que el temor no tiene lugar en el amor, nos
encontramos preguntándonos qué espíritu está alentando estas profecías de
juicio. La tragedia más grande es que la revelación que el mundo recibe de
estas voces hace que ellos crean que nuestro Padre es un Dios enojado que
está buscando una oportunidad para castigar a la gente.
Jesús dijo: “Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuri­
dad!” (Mateo 6:23). Si somos la luz del mundo y estamos hablando y profe­
tizando en contra de la gente que ya está perdida en la oscuridad, ¡qué densa
será esa oscuridad! Del mismo modo, cuando representamos a Dios como
alguien que quiere destruir a los Estados Unidos porque cuarenta millones
de bebés fueron abortados en nuestro país, perpetuamos el mismísimo pro­
blema que intentamos curar. La gente mata a sus bebés porque no conoce
o entiende el amor de Dios. ¿Tiene sentido decirle a la gente que Dios está
tan enojado de que estemos matando a nuestros bebés que va a matarnos a
todos nosotros? ¿Es nuestro Padre tan unidimensional en su ser que tiene
solamente una respuesta para cualquier cosa que el hombre hace mal?
La manera en la que muchos creyentes reflejan a Dios al mundo me
recuerda más a mi padrastro que a mi Padre celestial. ¿Puede imaginar el
impacto negativo que tendría sobre su hija si ella viniera a usted para decirle
que abortó, y en respuesta, usted perdiera el control e intentara matarla? Si
usted reacciona por cólera, sugeriría que su carencia de amor es una gran
parte de la decisión de abortar que ella tomó en primer lugar.
Cuando le comunicamos al mundo acerca del Dios que ellos aún tienen
que conocer, es esencial que comuniquemos luz, vida y amor. El amor no
castiga ni esparce temor. Nuestro Abba Padre ciertamente se entristece por
los pecados del mundo, pero, cada vez que vemos los hechos despiadados
de destrucción que profundamente hieren el corazón de Dios, debemos
P res erv a r el planeta

recordar las profundidades del deseo de Dios de dar amor. La naturaleza del
amor requiere que nosotros seamos capaces de escoger. Si Dios nos quitara
nuestra elección, la gente solamente podría actuar del modo en que Él los
programó para que fueran. Las guerras cesarían, el hambre terminaría, y
la pobreza sería solamente un recuerdo antiguo de los años pasados. Pero
junto con su desesperación, también se iría el clamor desesperado del cora­
zón humano que late con pasión por una relación amorosa con el Ser más
hermoso de todo el universo.
Día tras día, un Creador amoroso mira un planeta quebrantado y anhela
el día cuando el objeto de su afecto camine de la mano con Él en belleza
indescriptible en los pasillos de la eternidad. Mientras tanto, la destrucción
continúa, no porque Dios está enojado con el hombre, sino porque más bien
los hombres escogieron matar, hurtar y destruir. Este es el fruto de aquellos
que han escogido al amante equivocado, Satanás.
Er|/medio de toda esta oscuridad, hay una esperanza increíble que crece.
El día después de que las Torres Gemelas fueron destruidas, tuve una vi­
sión. En la visión, veía lo que todos nosotros vimos cientos de veces: torres
de fuego que caen al suelo como castillos de arena. Pero esta vez, algo era
distinto en la visión. Había una voz fuerte que gritaba detrás de las torres:
“ ¡La voz de los mártires, la voz de los mártires!” . Lo que ocurrió luego en la
visión fue sorprendente. Grietas comenzaron a formarse por toda la Tierra
casi como si fueran repercusiones de las explosiones. Agua comenzó a fluir
por todo el mundo. Entonces otra voz comenzó a gritar:
-¡Las fuentes de lo profundo están abiertas, las fuentes de lo profundo
están abiertas!
Le pregunté a Dios:
-¿Qué quiere decir esto?
Él dijo:
-¡E l conocimiento de la gloria de Dios cubrirá la Tierra como las aguas
cubren el mar!
Jesús dijo: “Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra
y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” Quan 12:24). Creo
que porque Dios es un Dios de redención. Él se asegura de que la ramifica­
ción de cristianos que muere a causa de su fe se traduzca en conversiones
espirituales masivas. Aunque Dios no provocó lo del 11 de septiembre juz­
gando al mundo, es capaz de usar esta circunstancia horrenda para llevar a
cabo sus propósitos.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

Pablo dijo; .. cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Roma­


nos 5:20, RVR 1960). Si el nivel de pecado determina las profundidades de
la gracia, entonces nuestro país debe estar preparado para-urf^ovimiento
increíble de Dios.
Mientras tanto, el enemigo aborrecible acecha a un pueblo desespera­
do y herido. Él busca paralizarnos con temor y desmoralizarnos con sus
presunciones arrogantes de predicaciones destructivas. Pero sin embargo,
el futuro pertenece a aquellos que oran. La oración es el puente entre lo
que debería ser y lo que será. La oración diligente de un pueblo justo de­
terminará finalmente el destino de nuestros hijos. Por lo tanto, es nuestra
responsabilidad dejar a aquellos aún por nacer un mundo en reavivamiento
como su herencia. Colgado en la balanza de la eternidad se encuentra el
clímax último de la creación: los reinos de este mundo que se convierten en
el reino de nuestro Dios.
Nombre:
Fecha:

TEST DE PRINCIPE Y MENDIGO

Somos hijos e hijas de Dios, por lo tanto no somos “pobres” en el reino, sino
“príncipes” y “princesas” . Este test está diseñado para ayudarlo a crecer en
los atributos de la realeza, los cuales se han definido y tratado a través de
todo este libro.
Mientras lea las preguntas, la realidad de su identidad verdadera le será
revelada, y usted comenzará a cuestionarse cómo actúa y por qué podría
(^reer ciertas mentiras acerca de usted mismo. El test está diseñado para
nacerlo consciente de las áreas de su vida en las cuales necesita ayuda. El
propósito no es reflejar lo que usted hace, sino cómo se percibe a sí mismo.
Mediante este conocimiento revelador, usted será capaz de comenzar un
viaje para renovar su mente y quebrantar su mentalidad de “pobre” .
Para que este test sea útil, es necesario que usted sea lo más honesto po­
sible consigo mismo. Responda las preguntas de tal modo que reflejen quién
y cómo es usted más frecuentemente, no cómo usted siente o reacciona en
el mejor o peor día de;;.su vida.

P A R TE 1

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

_____1. Tiendo a tener un'^ntido del humor sarcástico que humilla a


la gente. ®
________2. Me gusta comprar cosas en oferta o en centros comerciales que
hacen descuentos.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

3. Lucho con sentimientos de ineptitud.


Subtotal.

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

_____4. Me encuentro compitiendo secretamente con la gente que me


rodea.
________5. Con frecuencia me miro en el espejo.
________ 6. Me comparo con los demás.
________7. Quiero al “desvalido” para ganar.
________8. Creo que Dios favorece al desvalido.
________9. Me siento incómodo alrededor de gente rica o exitosa.
________ 10. Tiendo a exponer argumentos en contra de la gente que parece
exitosa o tiene autoridad sobre mí.
________11. Les cuento a los demás acerca de gente importante de quien
soy amiga o de proyectos importantes sobre los cuales trabajé o en los cuales
estoy involucrado.
________ 12. Trabajo demasiado y me siento realmente deprimido cuando
no logro algo.
________13. Estoy en varias comisiones y me ofrezco para cualquier cosa
que tenga un sentido de validación, sin respetar mis propios dones.
________14. Me veo obligado a ser amigo de la persona más importante de
cualquier organización en la que esté involucrado.
________15. No me gusta establecer metas porque, cuando no las alcanzo,
me hacen sentir que he fracasado.
________16. Reitero, dramatizo, enfatizo demasiado, exagero o miento du­
rante conversaciones para expresar lo que quiero decir.
________Subtotal.

Clave de puntuación
O = Nunca.
T’est de príncipe y mendigo

1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

____ 17. Me apego demasiado de un modo insalubre a cualquiera que


me preste atención o se interese en mí.
_____18. Me gusta regalar cosas, pero me siento casi avergonzado de
rejcibir regalos de la gente.
_______ 19. Paso mucho tiempo preguntándome lo que la gente piensa de mí.
________20. Cambio de opinión fácilmente para agradar a los demás.
________21. Tiendo a tener la opinión contraria del líder en la mayoría de
los entornos. Si dicen negro, casi me siento obligado a discutir blanco.
________23. Los amigos con los que me siento más cómodo son usualmente
personas quebrantadas.
________24. No me gusta relacionarme y tiendo a rechazar a la gente que
tenga una opinión distinta a la mía.
________25. Cuando escogí un equipo para que trabajara conmigo, escogí
gente que considero más débil que yo mismo.
________ 26. Cuando la:gente no está de acuerdo conmigo, lo tomo como
algo personal y tiendo a pensar que me han rechazado.
. 27. Necesito ser la persona más importante del lugar y estar en
control para ser feliz.
________28. La gente dice que estoy obsesionado con tener la razón.
________Subtotal.

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

________29. Lucho con temores^ especialmente el temor al rechazo y al


fracaso.
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

________ 30. Me preocupo un montón, especialmente acerca del futuro.


________ 31. Siento como que algo va a salir mal.
________ 32. Lucho con perdonar a la gente.
________ 33. Me ofendo fácilmente.
________ 34. Siento que los fracasos y las malas experiencias de mi vida no
fueron mi culpa.
________ 35. Siento enojo o rabia justo debajo de la superficie de mi ser.
________ 36. Siento que la gente me apura cuando les estoy hablando y estoy
explicándome.
________ 37. Me he sentido no comprendido gran parte de mi vida.
________ 38. La gente disgustada e insatisfecha tiende a contarme sus
problemas.
________39. Mi libido y hábitos alimenticios parecen estar fuera de control.
________40. Duermo más de lo normal y todavía me muy siento cansado.
________Subtotal.

IN S T R U C C IO N E S DE P U N T U A C IO N

Por favor, sume los puntos de cada subtotal. Anote su puntuación en


la línea que se encuentra debajo. Continúe respondiendo las siguientes
preguntas.
________Puntaje total de la parte 1.

PARTE 2

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

1. Me gusta invertir en la gente y verlos crecer más que yo.


2. Permito que la gente tenga la gloria en las conversaciones. Por
T'est de príncipe y mendigo

ejemplo, si una persona dice: “Estuve muy ocupado” , respondo: “ ¿Qué es­
tuviste haciendo?” , en vez de decirle: “Estuve ocupado también” .
________3. Me gusta estar rodeado de pensadores libres y de gente creativa.
________4. Me gusta resolver problemas con la gente, pero no por la gente.
________5. Me gusta crear un entorno donde la gente aprenda a pensar por
sí misma.
_ 6. Me amo y siento el agrado de Dios en mí.
_ 7. Me siento cómodo rodeado de casi todos.
________8. Tiendo a atraer a gente importante y exitosa.
________9. Puedo comer en restaurantes lindos, estar en lugares lindos y
tener cosas lindas sin sentirme culpable.
________10. No hago cosas por causa de la imagen, sino solo porque perso­
nalmente las valoro.
________11. Disfruto apoderar a la gente más de lo que me gusta tener au­
toridad sobre ella.
________12. Amo la diversidad en la gente con la cual me relaciono.
________Subtotal.

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez. -
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

________13. Tiendo a escoger gente para que esté en mi equipo, gente que
tenga otras perspectivas y puntos de vista diferentes a los míos.
________14. Me regocijo fácilmente con las victorias de otra gente.
________15. Le doy cosas a la gente, no simplemente porque las necesitan,
sino más bien para honrar al que se lo merece.
________16. Estoy motivado por la visión que tengo para mi vida.
________17. Soy difícil de ofender.
________18. Sueño con causar un impacto impresionante en el mundo.
________ 19. Espero gustarle a la gente.
________ 20. Inicio el contacto con la gente primero en vez de esperar que
ellos vengan a mí.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

________ 21. Uno de mis propósitos principales en la vida es ayudar a otras


personas a descubrir y a alcanzar sus sueños.
________ 22. Soy emprendedor.
________ 23. Acentúo lo mejor de la gente.
________24. Pienso en formas mejores de hacer las cosas.
________ 25. Soy bueno en escuchar a la gente. Miro a la gente a los ojos
cuando están hablándome.
________26. El gozo a veces me supera y me encuentro sonriéndome sin
razón obvia.
________ 27. La gente tiende a seguirme sin importar lo que yo esté
haciendo.
Subtotal

Clave de puntuación
0 = Nunca.
1 = Rara vez.
2 = Algunas veces.
3 = Frecuentemente.
4 = Muy frecuentemente.
5 = Siempre.

________28. Me gusta recibir cosas lindas de la gente.


________ 29. La gente deja de usar malas palabras, deja de quejarse y
empieza a comportarse mejor cuando estoy con ellos, incluso si no se
los pedí.
________30. Paso mucho tiempo pensando en las cosas lindas cmt han ocu­
rrido y soy agradecido por ellas. /
________ 31. Amo fácilmente a la gente y soy paciente con ella por
naturaleza.
________32. Siento que estoy en control de mis pasiones naturales, inclui­
dos la alimentación, el sueño y el sexo.
________33. Disfruto relajarme y me resulta fácil descansar la mayor parte
del tiempo.
________34. Soy consciente del Espíritu Santo y de que Jesús me habla
durante el día.
________ 35. Establezco metas para las áreas de mi vida donde tengo
---------
Test de p ríncipe y mendigo

________36. Tengo una buena idea de cuáles son mis fortalezas y dones, así
como también de mis debilidades.
________37. Cuando fracaso en algo, asumo la responsabilidad de eso sin
culpar a los demás.
________38. Amo estar vivo y espero con ansia el futuro.
________ 39. Me gusta correr riesgos y experimentar cosas nuevas.
________40. Salgo de mi camino para exponerme a las necesidades de los
pobres y ministrar a aquellos quebrantados de corazón y de espíritu. Tengo
compasión por la gente menos dichosa que yo.
________Subtotal.

IN S T R U C C IO N E S DE P U N T U A C IÓ N

Por favor, sume los puntos de cada subtotal de la parte 2 solamente. Anote
su puntuación en la línea que se encuentra debajo.
________Puntaje total de la parte 2.

IN S T R U C C IO N E S DE P U N T U A C IÓ N F IN A L

Complete lo siguiente;
Reste la parte 1 de su puntuación de la parte 2.
Esa es su puntuación final.
Su puntuación puede ser un número negativo.
Puntuación de la parte 2 :________
Menos
Puntuación de la parte 1;________
Puntuación final: ________

Mire el siguiente gráfico y ubique el lugar en el gráfico que corresponda


correctamente a su puntuación final y márquelo con una X. Ese número
es una muestra de los atributos de la realeza que usted actualmente posee.
Hágase este test nuevamente en unos meses para comprobar el avance que
está haciendo para alcanzar su identidad real.
DE M E N D I G O A P R I N C I P E

G R A F IC O

Mendigo -200 -175 -150 -125 -100 -75 -50 -25 O +25 +50 +75
+100 +125 +150 +175 +200 Príncipe

John Maxwell, Desarrolle el líder que está en usted


(Nashville, TN: Thomas Nelson Publishers, 1993), 63.
E N EL COMIENZO

lgunos amigos nuevos que leen este libro pueden no tener idea de
A cómo empezar una vida con Jesús. Me gustaría tomarme ahora un
momento y explicar dónde comenzar.
La Biblia manifiesta claramente que todos estamos necesitados de un
Salvador, alguien que pague por nuestros pecados para que no tengamos
que vivir una vida de esclavitud y tormento. Jesús murió en la cruz por
nosotros y también murió como nosotros. Él se llevó el castigo por todo lo
que alguna vez hayamos hecho mal y lo que alguna vez haremos mal. Je­
sús quiere más que perdonarnos; Él quiere darnos una vida completamente
nueva en el reino de Dios ahora mismo sobre esta Tierra. Él también desea
llevarnos al cielo cuando pasemos de esta vida a la próxima.
Como si eso no fuera suficiente, ¡hay más! Él prometió que, cuando le
pidamos que entre a nuestro corazón, naceremos de nuevo y nos convertire­
mos en una nueva creación. Él nos da una vida nueva con un corazón nuevo
y una mente nueva. Usted ha leído acerca de estas promesas en este libro.
¿Qué es lo que tiene que hacer para comenzar esta vida sorprendente
con Dios? Buena pregunta. La respuesta es la siguiente: usted necesita estar
dispuesto a dar el rol de liderazgo de su vida a Jesús y ser responsable en
cuanto a seguirlo. Usted-tiene que reconocer que ha pecado y que necesita
la ayuda de Dios para cambiar. Usted necesita pedirle que lo perdone y ne­
cesita perdonar a cualquiera que lo haya herido.
Si usted está dispuesto a hacer estas cosas para seguir a Jesús, por favor,
haga esta oración:

“Jesús, hice muchas cosas malas en mi vida y necesito que me perdones.


Me arrepiento de la vida que he tenido sin ti en el corazón. Desde ahora
en adelante, quiero seguirte y dejarte a cargo de toda mi vida. Estoy dis­
puesto a abandonar mi vida anterior y a adoptar tu vida, tus caminos y
tus anhelos. Perdonaré a cualquiera que me haya dañado o herido, y les
permitiré vivir libres de mi venganza. Te pido que mandes a tu Espíritu
Santo a mi vida y me bautices con tu amor y poder. ¡Amén!”

Ahora encuentre una buena iglesia donde pueda crecer y asista a ella
lo más frecuentemente que pueda. Busque a alguien que sea maduro en
Dios para que sea su mentor, algunas veces esto ocurre naturalmente en los
DE M E N D I G O A P R Í N C I P E

grupos caseros. Lea su Biblia diariamente (comience con el libro de Juan) y


pídale al Espíritu Santo que le enseñe a medida que la lea. Tómese tiempo
para orar todos los días, escuchando a Jesús hablarle mientras lo busca. Por
último, comparta su vida y su fe con los demás.
¡Que el Rey de Gloria lo encuentre en el palacio de sus sueños, mientras
comienza su vida nueva en el reino de Dios!
Afectuosamente,

Kris Vallotton
Iglesia Betel
933 College View Drive
Redding, CA 96003
WWW.KVMINISTRIES.COM
Esperamos que este libro
haya sido de su agrado.
Para información o comentarios,
escríbanos a la dirección
que aparece debajo.

Muchas gradas.

eniel
info(o)pen i e l . com
www.pGniel.com

S-ar putea să vă placă și