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Y LA REALIDAD
Algunas consideraciones sobre
la estabilidad de los funcionarios públicos
Aclaración previa
Estas consideraciones no pretenden otra cosa que aportar a la polémica sobre los
diversos problemas de una temática que se ha convertido hoy en uno de los temas
centrales en cualquier propuesta de Reforma del Estado. No pretende por tanto ser
un estudio elaborado sino meramente una serie de reflexiones sobre como encarar
los inevitables cambios que deben producirse para darle a la organización estatal, en
sus distintas variables, la eficiencia y el dinamismo indispensables para su adapta-
ción y proyección hacia las modernas concepciones internacionales de administra-
ción pública.
Por tanto no está en nuestro espíritu aportar una conclusión acabada y dogmáti-
ca, ni pretende una solución científicamente comprobable, sino por el contrario, un
disparador más en el camino crítico, que sirva para generar posibles soluciones de
consenso que nos permitan encontrar la vía que mejor se adapte a nuestras posibilidades.
No cabe duda que esta discusión tiene su fundamento en las concepción económi-
ca y política que se han alternado en estos años, en el país y en el mundo, y que, por
encima de los criterios puramente técnicos de administración y derecho, transmi-
tían una voluntad de modificación social, en la cual, la organización del Estado ten-
dría un rol de mayor o menor preponderancia.
* Doctor en Derecho y Ciencias Sociales-Universidad del República Oriental del Uruguay, Especialis-
ta en Derecho Laboral y en Relaciones Laborales - Docente en Derechos Humanos de la Facultad de
Derecho y Ciencias Spociales y Asesor Letrado de la Junta Departamental de Montevideo - periodo
2000-2005 y actualmente de diferentes sindicatos públicos. En este momento ocupa el cargo de Secre-
tario General de OSE.
Por otra parte, para mantener tal organización en forma estable y eficiente, resul-
taba indispensable evitar que los cambios políticos en los gobiernos democráticos
permitieran el abuso de poder, teniendo como consecuencia la destitución de los
opositores, y el clientelismo político. De esta forma la organización estatal se debili-
taba en su capacidad de gestión, a la vez que se facilitaban distintas formas de co-
rrupción.
Pero este problema no era considerado solamente desde el punto de vista prag-
mático. El problema de la estabilidad del funcionario público, pasa a ser parte del
concepto integral de democracia política. El libre acceso a los cargos públicos y el
derecho a permanecer en ellos es parte de la concepción democrática del poder.
Ello encuentra sin duda una única explicación, la estabilidad funcional es una
forma elemental de limitación al poder, y por tanto parte del juego natural de pesos y
contrapesos existente en la organización democrática para evitar el abuso del poder.
El Estado comienza entonces a aparecer como un gigante con pies de barro, inca-
pacitado de moverse por el peso de su propia estructura, dentro de la cual la buro-
cracia, dotada de la poderosa armadura de la inamovilidad funcional aparece como
el principal de los males, que conduce al desastre económico y social.
Cierto es, que el poder político, limitado en su accionar por reglas y condiciones
estrechas, utilizó los mecanismos del Estado para autofinanciarse y sostener inclusi-
ve su propia base electoral, teniendo como herramienta fundamental el clientelismo.
Como consecuencia de ello, el Estado “engordó” en forma absurda e injustificada,
contra todos los principios de buena administración.
Hoy los vientos políticos cambian nuevamente y las posturas neoliberales abso-
lutas se encuentran desplazadas del gobierno aún cuando cuenten con fuertes apo-
yos a nivel interno e internacional.
Esto no significa cerrar los ojos a una realidad existente, que afecta todo proyecto
de desarrollo y avance en materia de administración estatal. El Estado uruguayo ha
crecido con total falta de planificación y control, a impulsos de necesidades políticas,
no sustentadas en muchos casos, en necesidades reales de la sociedad o en requeri-
mientos estratégicos del país. Arrastra sin duda una pesada carga de clientelismo
político, que se ha traducido en falta de capacitación e idoneidad funcional, falta de
iniciativa e incentivos para el funcionario, corrupción, etc. Por otra parte, la falta de
un sistema planificado de acción, así como el fracaso de los intentos de modificar y
actualizar la estructura en los diversos proyectos planteados (PRONADE, CEPRE,
etc.), han creado desmotivación y descrédito a nivel funcional.
La coyuntura actual nos demuestra que es imposible cerrar los ojos y negar una
realidad existente de miles de trabajadores que son en los hechos funcionarios públi-
cos más allá de la forma de su contratación. Más aún, los principales servicios públi-
cos dejarían de funcionar si alguien decidiera efectivamente cesarlos, y tratar de
operar con la plantilla presupuestal, aún inclusive con los contratados de función pública.
Como planteáramos antes, la estabilidad constituye sin duda una garantía fun-
cional, propia de un gobierno democrático, frente a los eventuales abusos del poder
ante los cambios que naturalmente deben generarse en el ejercicio del gobierno.
Pero no esta la única ni la mayor razón para la existencia de este instituto. Creer
que las ventajas, la eficiencia o la productividad de las empresas privadas se funda
en la capacidad de remover al personal a placer y conveniencia, es una grosera
deformación de la realidad. Esto ha sido nada más que un mito generado con el
objetivo de fundar la reducción del propio Estado como ya hemos dicho.
Las grandes empresas privadas, sobre todo las más exitosas y permanentes en el
mercado, tienen una gran plantilla de personal estable, y raramente tienen un con-
flicto individual o colectivo, debido a un despido.
Cualquiera que tenga contacto con una gran organización de este tipo, descubrirá
sin dificultad la existencia de una organización estructurada, donde existe una ca-
rrera funcional, formas y normas de capacitación y un grupo numeroso de funciona-
rios desde la base a la cúspide de la pirámide que han realizado en la misma empresa
casi toda su vida laboral.
Pero además descubrirá también que la empresa privada, no está exenta de todos
y cada uno de los males que se le pretende achacar a la Administración Pública en
exclusividad. Tomemos cualquiera de los ejemplos: corrupción, burocracia, nepotismo…
Se podría decir que, cuando una empresa privada desarrolla un alto nivel de
cualquiera de estos males se dirige a la quiebra. Bueno, si la empresa es estatal, se
dirige al cierre a la privatización.
La única diferencia real, parece ser que mientras el empresario privado conserva
el derecho de ejercer determinada arbitrariedad en la selección, promoción y despi-
do de su personal, el Estado se encuentra limitado.
Llegado a este punto debemos de plantearnos si todo trabajo debe generar estabi-
lidad, y si la estabilidad debe ser considerada una ventaja del trabajador o del empleador.
La estabilidad es ante todo una situación de hecho, que se genera cuando por un lado,
el trabajador encuentra en la función que cumple, no sólo su medio de subsistencia sino
también una forma de realización personal que le permite un nivel de desarrollo igual o
parecido al que aspira, y por otro, la empresa encuentra la solución a una carencia funcio-
nal permanente con la perspectiva de obtener una mayor productividad en función de la
inversión que realice en capacitación y remuneración.
Pero, podría preguntarse alguien, si esto es tan claro y maravilloso ¿ por qué no
funciona?
La base de la estabilidad funcional, es la imposibilidad de cesar a un funcionario
salvo, por ineptitud, omisión, o delito.
En realidad que causal, con justicia, (partiendo de la base de que nadie defiende a
la injusticia privada) puede no estar comprendida en estos simples tres ítems.
Por otra parte, la crisis económica y social precipitó a grandes sectores de traba-
jadores privados al abismo del desempleo y la subocupación.
Miles de trabajadores formados, perdieron su trabajo, su status social, su carre-
ra, y fueron condenados a las formas más primitivas de labor a cambio de un mísero salario.
Ahora bien, analicemos la otra cara de este problema. Tradicionalmente los sin-
dicatos públicos han tendido, con mayor o menor vigor, a defender la estabilidad
para todo funcionario, entendiendo que la estabilidad es un derecho propio de la
función. Esto no puede aceptarse como un hecho. Lejos de aportar a la defensa de la
estabilidad es parte del problema.
Conclusiones
Todo administrador puede y debe utilizar los mecanismos que esta brinda, tanto
para desarrollar las carreras funcionales en beneficio del Estado y del funcionario,
así como aplicar las causales de cese cuando la situación lo amerite. No es la falta de
herramientas lo que existe, es la decisión de utilizar los mecanismos correctos, en la
forma correcta, dentro de las garantías propias del juego democrático, la que no
puede faltar en el camino de la Reforma del Estado que no hemos propuesto.