La pandemia que actualmente padece gran parte de la humanidad representa nuestro
mayor desafío desde la II Guerra Mundial. Evidentemente se está luchando a nivel médico pero tal vez se está registrando otra verdadera guerra global totalmente novedosa: la guerra por el relato. Por un lado, está el gobierno chino insistiendo en una historia relacionada con una transición natural –y, por tanto, sin culpa para ellos– entre murciélagos y humanos con ribetes rocambolescos, mientras oculta sistemáticamente la información. Por el otro lado, países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Australia –y la lista se va alargando– que no creen esta versión oficial amparada insólitamente por la Organización Mundial de la Salud y esperan que China asuma su responsabilidad, cualquiera sea ella. Nuestro gobierno ha tomado sus ideas y las han implementado con acciones que en cualquier otra circunstancia se condenarían como propias de un régimen totalitario. Y la población, ante la duda, presa de un auténtico estado de pánico, ha suspendido toda actividad y se ha dejado encerrar en sus casas: no son buenos tiempos para la libertad. Hoy en día el sueño de nuestro presidente es que los ciudadanos les creamos sin protestar, aunque estén conduciendo al país entero a la ruina económica. Hace unos meses esta advertencia hubiera sonado a catastrofismo, sin embargo, hoy es una realidad perfectamente posible. No porque pensemos que lo peor sea inevitable, sino precisamente porque sabemos que la reflexión es la más poderosa arma que las personas y las familias tenemos para escapar del totalitarismo que podría cernirse sobre la humanidad. Ya es bastante malo advertir la crisis económica que está empezando a mostrar sus primeros síntomas. Pero mucho peor es percibir que aquél sistema, el estatismo, que nos llevó a esta situación, pretenda ahora monopolizar las supuestas recetas de solución, disfrazando de “actual” lo que ya ha fracasado estrepitosamente en el pasado. Este nuevo virus político y económico podría ser tanto o más mortal que el biológico. De la crisis saldremos las familias, las pequeñas empresas, los que buscamos generar riqueza mediante el trabajo y que ahora, obedientes y responsables, estamos en un confinamiento que cada vez entendemos menos. Esperamos que este esfuerzo sirva ya que nos está afectando a todas las personas, aunque a cada una le está tocando vivirla y contribuir a superarla de forma distinta. La colaboración, el compromiso colectivo y la solidaridad son fundamentales en este proceso vital.