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Atanasio de Alejandría, Cartas festivas (367 d.C.

15… ¡Porque temo que, como escribe Pablo a los corintios, algunos de los de fe sencilla vengan alejados de
la simplicidad y de la pureza por obra de la astucia de los hombres y que se pongan, por tanto, a leer otros
escritos, llamados apócrifos, engañados por la homonimia con los verdaderos libros, yo los exhorto:
soporten que les recuerde por escrito aquellos que ustedes conocen! Esto por la necesidad y para la utilidad
de la Iglesia.
16. Por tanto, estando pronto a recordarles dichos escritos, me serviré, discúlpenme la audacia, del modelo
del evangelista Lucas, diciendo también yo que: Dado que algunos han comenzado a escribir por sí mismos
los llamados apócrifos y a mezclarlos con la Escritura inspirada por Dios, con la cual nosotros hemos sido
persuadidos, como la han transmitido a los Padres aquellos que desde el inicio fueron los testigos oculares y
los ministros del Logos, también a mí me ha parecido oportuno, exhortado por hermanos auténticos y
habiéndome instruido desde el inicio, de exponer enseguida los libros canonizados, transmitidos y
acreditados como divinos, a fin que cada uno, si ha sido engañado, condene a aquellos que lo han
extraviado; en cambio, aquel que ha permanecido puro, se alegre en el recibir nuevamente la mención.
17. Por tanto, en total son 22 libros del AT – de hecho, como he escuchado decir, tal es la cantidad de
escritos que poseen los hebreos – por orden y por nombre digo cada uno de ellos: en primer lugar el
Génesis, después Éxodo, después Levítico y después de éste Números y por tanto el Deuteronomio;
enseguida a éstos está Josué, hijo de Nave y Los Jueces, y después de éste Ruth, y de nuevo, enseguida los
cuatro libros de los Reyes, y de éstos el primero y el segundo son contados como uno solo, el tercero y el
cuarto igualmente, como uno solo; el primero y el segundo de los Paralipómenos, igualmente contados
como un solo libro; después el primero y el segundo de Esdras, igualmente como uno solo; después de
éstos, el libro de los Salmos; y enseguida, Proverbios; después, Eclesiastés y el Cantar de los cantares;
además de estos, está Job y, por tanto, los profetas, los doce contados como un solo libro; por tanto, Isaías,
Jeremías y, con éste, Baruc, Las Lamentaciones y La Epístola y, después de ésta, Ezequiel y Daniel, a este
punto se detiene el AT.
18. No hay necesidad de temer al nominar aquellos del Nuevo. Son en efecto éstos: Los cuatro Evangelios,
conforme a Mateo, a Marcos, a Lucas, a Juan; después, enseguida, Los Hechos de los Apóstoles y las
Epístolas llamadas ‘católicas’ de los Apóstoles, siete, en este modo: una de Santiago, dos de Pedro, tres de
Juan, y, además una de Judas; enseguida, hay 14 epístolas de Pablo, escritas por orden en este modo: la
primera a los Romanos, después, dos a los Corintios y, después de éstas, a los Gálatas y, enseguida, a los
Efesios, después, a los Filipenses y a los Colosenses, y después de éstas, dos a los Tesalonicenses y aquella
a los Hebreos; y, inmediatamente, dos a Timoteo, una a Tito y, la última, aquella a Filemón; y además el
Apocalipsis de Juan.
19. Estos libros son la fuente de la Salvación, de modo que quien tenga sed pueda saciarse de las palabras
que están en ellos; de hecho, solamente en éstos ha sido proclamada la doctrina de la recta fe. Que ninguno
agregue alguna cosa a ellos ni quite nada de ellos. A este propósito el Señor reprendía a los saduceos
diciendo: “Ustedes se engañan porque no conocen la Escritura ni su potencia”; y exhortaba a los judíos:
“Escruten las Escrituras, porque ellas dan testimonio sobre mí”.
20. Pero para una mayor exactitud, puesto que estoy obligado a escribirlo, agrego también lo siguiente: Hay
también otros libros más allá de éstos, no canonizados, sino prescritos por los Padres para ser leídos por
aquellos que han entrado recientemente en el camino de la fe y quieren ser catequizados acerca del discurso
de la recta fe, son: Sabiduría de Salomón, Sabiduría de Sirac, Esther, Judith, Tobías, aquel escrito que viene
llamado ‘Doctrina de los Apóstoles” y el Pastor.
21. Sin embargo, mis queridos, ni en aquellos canonizados ni en aquellos de leer ni en algún lugar se hace
mención de los apócrifos, éstos son una astucia de los heréticos que los escriben cuando les place,
concediendo y atribuyéndoles una cronología, a fin que, presentándolos como antiguos, tengan un pretexto
para engañar a los simples con este método. Es grande dureza de corazón aquella de quienes actúan así y no
temen la expresión que está escrita: “No agreguen nada a la palabra que les transmito ni quiten nada de
ella”.

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