Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
La cultura occidental puede contarse como la historia de un yo que ha ido engordando. La Reforma protestante
apeló a la propia conciencia frente a la autoridad. René Descartes instauró el yo pienso como instancia
definitiva. La Ilustración hizo lo mismo con la razón y el Romanticismo exacerbó el protagonismo del yo. El
idealismo lo convirtió en el origen de todo…
El carácter, como el arte de pensar bien, no se adquiere tanto con reglas como con modelos: al lado de la regla o
del criterio ha de ir el ejemplo; y al lado del ejemplo, la idea y la manera de llevarla a la práctica. Todo hombre
experimenta, con mayor o menor frecuencia, un sentimiento de emulación ante algún ejemplo que se le presenta.
Siempre hay momentos en que queda deslumbrado por un aspecto concreto de una persona concreta y, entonces
―en mayor o menor medida―, desea ser, en ese aspecto, como esa persona.
Educarse a uno mismo es algo parecido a educar a otro. Para educar a otro hay que exigirle (si no, lo convertiremos
en un mimado insufrible), también hay que tratarle con afecto, hay que verle con buenos ojos. De la misma manera,
para educarse a uno mismo también hay que exigirse, pero a la vez hay que tratarse a uno mismo con afecto, verse
con buenos ojos…
El afecto a los demás, con la generosidad y la diligencia que siempre llevan implícitas, son la principal fuente de paz
y de satisfacción interior de cualquier persona.
En cambio, la dinámica del egoísmo o de la pereza conduce siempre a un callejón sin salida de agobios e
insatisfacciones. Por eso las personas con un buen nivel de satisfacción interior suelen tratar a los demás con
afabilidad, les resulta fácil comprender las limitaciones y debilidades ajenas y raramente son duros e inclementes en
sus juicios. Pero lo que más les caracteriza es que son personas interesadas en los demás. Y esto es así porque sólo de
ese modo el hombre crece y se enriquece de verdad. No hay que olvidar, además, que hasta las satisfacciones más
materiales necesitan ser compartidas con otros, o al menos ser referidas a otros. Una persona no puede disfrutar de
una bonita casa, o de un coche que acaba de comprarse, o de una nueva prenda de ropa, o de su belleza física, o de un
título académico, o incluso de una buena cultura, si no tiene a su alrededor personas que le miren con afecto, que se
alegren y puedan disfrutarlo a su lado.
Respuestas
1. b 2. d 3. c 4. c 5. c