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ANTIGUA
2013
TEMA
2
–
EGIPTO
1.
Introducción
La
civilización
egipcia
(Egipto
faraónico)
es
la
cultura
de
mayor
duración
en
época
histórica
(unos
3500
años).
El
estado
egipcio
existió
desde
la
unificación
de
los
dos
reinos
(3000
a
30
a.
C.);
su
ideología
y
cultura,
de
tendencia
conservadora,
fue
capeando
cambios
y
transformaciones
hasta
el
cierre
de
los
templos
paganos
(fin
S.IV
a.C.)
que
acabó
con
el
uso
de
la
escritura
jeroglífica,
fin
del
Egipto
faraónico.
Auge
del
cristianismo
frenado
solo
por
el
Islam
en
el
S.VII.
La
historia
del
estado
egipcio
se
divide
en
etapas
organizadas
en
dinastías:
• 1ra
etapa
o
Época
Alta;
3500-‐2657
a.
C.
Periodo
predinástico
(última
parte,
3150-‐3000
Protodinástico
–D.
0-‐
reyes
del
Alto
Egipto
cuyo
último
reunifica
el
país
h.
el
3000)
y
Periodo
Tinita
(Tinis,
cerca
Abydos,
D.
I-‐II).
• 2da
etapa
o
Época
Media;
2657-‐2166,
Reino
Antiguo
(D.
III-‐IV).
2020-‐
1793,
Reino
Medio
(D.
XI-‐XII).
1540-‐1070,
Reino
Nuevo
(D.
XVIII-‐XX).
Después
de
cada
periodo
existe
un
Periodo
Intermedio
en
que
se
rompe
la
unidad
del
estado,
la
numeración
de
las
dinastías
continua,
aunque
los
faraones
no
gobiernan
sobre
todo
el
territorio.
• 3ra
etapa
o
Época
Baja
(716
a.
C.)
donde
alternan
dinastías
indígenas
con
extranjeras
hasta
llegar
a
la
monarquía
Ptolemaica
(305-‐30
a.C.)
del
Egipto
helenístico
(conquista
Alejandro
Magno
323
a.C.).
El
Egipto
faraónico
continua
existiendo
unos
400
años
más
como
parte
del
estado
romano.
El
historiador
y
sacerdote
egipcio
Manetón
(280
a.C.)
realiza
la
organización
de
los
faraones
en
dinastías;
aplica
el
término
griego
dynasteia-‐“poder
de
gobierno”
(prevalecen
otros
criterios
sobre
el
de
continuidad
familiar).
2.
La
geografía
y
los
habitantes
El
Nilo,
más
de
6000
km,
fuente
de
vida
y
vía
de
comunicación
que
posibilita
la
unidad
del
territorio
egipcio.
Procede
del
África
ecuatorial,
recibe
aguas
de
montañas
y
altiplanicies
de
Abisinia
y
desciende
por
el
valle,
con
gran
caudal,
formando
6
cataratas;
la
1ra
a
la
altura
de
la
presa
de
Assuan,
frontera
natural
entre
Egipto
y
Nubia
en
l
Antigüedad.
Discurre
por
el
Alto
Egipto
(valle
estrecho),
el
Egipto
Medio
(valle
+
ancho,
laguna
El
Fayum)
y
Bajo
Egipto
(tras
Menfis
se
divide
en
brazos
hasta
el
Mediterráneo,
Delta-‐D
griega
con
forma
de
triángulo);
geográfico
y
político
(el
Alto
Egipto
político
son
las
otras
dos
zonas).
F.
24
Campos
de
los
Bienaventurados.
Fragmento
de
la
decoración
de
la
cámara
funeraria
de
Sennedyem
en
Tebas
(Reino
Nuevo,
Dinastía
XIX).
El
difunto
aparece
con
su
esposa
trabajando
en
los
sekhet-‐
iaru
(los
“campos
del
paraíso”,
en
el
sentido
de
vegetación
abundante
y
corrientes
de
agua),
un
lugar
idílico
y
feraz.
La
parte
luminosa
de
los
dominios
de
Osiris,
descrita
como
islas
integradas
en
ríos
y
situadas
en
las
proximidades
de
la
salida
del
sol
y
en
las
de
su
ocaso,
es
3.
La
escritura
jeroglífica
En
1822
se
halla
la
clave
para
descifrar
la
escritura
jeroglífica
(Champollión),
nace
la
Egiptología.
En
1802
se
presenta
en
el
Museo
Británico
la
Piedra
Roseta
(1799),
placa
de
diorita
del
196
a.C.
con
inscripción
gravada
en
egipcio
(escritura
jeroglífica
y
demótica)
y
griego.
La
escritura
se
desarrolla,
probablemente,
en
la
zona
del
Delta;
capaz
de
representarlo
todo.
En
consonancia
con
la
formación
de
estado
de
amplio
territorio,
que
controla
y
coordina
la
actividad
de
muchas
comunidades,
y
que
centraliza
la
explotación
de
recursos.
El
dominio
de
la
escritura
implica
el
control
de
la
sociedad
y
es
muestra
de
superioridad
(realeza
y
altos
funcionarios
se
representan
escribiendo).
No
esta
claro
el
origen
sumerio
(contabilidad
para
el
comercio)
de
la
escritura
egipcia
(espectro
conceptual
muy
amplio);
los
signos
egipcios
son
de
tradición
local,
solo
se
representan
las
consonantes
y
las
semiconsonantes,
de
carácter
intermedio
(para
los
sumerios
los
signos
representan
sílabas
formadas
por
vocales
solas
o
combinadas
con
consonantes).
Piedra
Rosetta.
Fig.
28
a-‐b-‐c.
De
Naqada
II
a
Naqada
III.
La
primera
imagen
(a)
muestra
la
decoración
característica
de
la
cerámica
en
la
fase
II
de
Naqada:
los
triángulos
probablemente
representan
las
montañas
del
desierto;
la
barca
de
remos,
los
desplazamientos
por
el
Nilo;
y,
en
lo
que
se
supone
sería
el
valle,
hay
aves,
gacelas
y
figuras
humanas-‐en
este
caso
una
mujer-‐
con
los
brazos
en
alto.
Naqada
III
es
un
periodo
arqueológico
que
se
imbrica
con
el
periodo
histórico
llamado
Protodinástico
o
Dinastía
0,
coincidiendo
al
final
con
él.
A
las
primeras
fases
(la
Naqada
III
que
se
asume
como
periodo
histórico
predinástico)
pertenecen
las
dos
imágenes
siguientes.
La
primera
(b)
representa
un
cuchillo
de
sílex
con
un
mango
de
colmillo
de
hipopótamo
artísticamente
decorado.
En
esta
cara,
aparece
un
"señor
de
los
animales":
una
figura
masculina
flanqueada,
en
este
caso,
por
dos
leones
rampantes
cuyas
cabezas
sujeta
con
los
brazos
sin
ninguna
dificultad,
mientras
otros
animales
cubren
desordenadamente
el
espacio
restante.
El
personaje
lleva
una
túnica
y
un
gorro
característico
de
Mesopotamia,
de
donde
procede
el
motivo.
El
señor
de
los
animales
aparece
ya
de
modo
esquemático
en
los
frescos
de
una
tumba
de
Hieracómpolis
perteneciente
al
periodo
Naqada
II.
La
última
imagen
(c)
es
el
fragmento
conservado
de
la
llamada
"paleta
de
las
ciudades",
similar
a
la
de
Narmer
(fig.29),
aunque
algo
más
antigua.
Mientras
por
el
otro
lado
tenemos
frisos
de
animales
domésticos
(buey,
asno,
y
cabra),
por
éste
hay
siete
ciudades
representadas
por
sus
murallas
y
cuyos
nombres
aparecen
dentro
de
jeroglíficos.
Animales
que
representan
el
poder
del
rey
parecen
atacarlas
y
dominarlas.
Fig.
29
a-‐b.
Paleta
de
Narmer.
Procede
de
Hieracómpolis,
La
ciudad
sagrada
del
Alto
Egipto
predinástico,
se
presupone
que
se
trate
de
un
objeto
votivo,
o
bien
de
uso
ritual
en
relación
con
la
estatua
del
rey.
Su
función
práctica
resulta
clara:
en
el
espacio
circular
excavado
en
el
centro
de
una
de
las
caras
y
rodeado
por
los
cuellos
de
dos
leones
alargados
artificialmente
(a),
se
preparaba
la
pasta
con
la
que
se
maquillaban
los
egipcios
los
ojos.
Pero
también
tiene
una
función
narrativa,
historiográfica,
que
constituye
una
novedad.
La
representación
del
rey
a
mayor
tamaño
y
de
los
enemigos
con
las
cabezas
cortadas
signos
de
una
retórica
iconográfica
de
la
victoria
con
gran
poder
de
comunicación.
Como
l
lenguaje
simbólico:
el
toro
que
aparece
en
una
punta
de
la
paleta
representa
la
capacidad
del
rey
de
defender
la
ciudad
(tramo
semicircular
de
la
muralla)
haciendo
huir
al
enemigo
(fragmento
de
paleta
similar
con
el
toro
sobre
el
enemigo).
El
nombre
de
Narmer
esta
escrito
en
jeroglíficos
en
los
serekh
situados
en
la
parte
superior
de
las
dos
caras
y
están
flanqueados
por
protomés
de
toro.
Se
ha
supuesto
que
los
dos
leones
entrelazados,
motivo
central
de
una
de
las
caras
de
la
paleta,
simbolizan
la
unión
entre
el
Alto
y
Bajo
Egipto,
aunque
no
se
puede
demostrar.
Una
paleta,
procedente
también
de
Hieracómpolis,
pero
algo
más
antigua,
muestra
ya
esos
leones
de
largo
cuello
rodeando
la
zona
central,
aunque
no
entrelazados.
La
disposición
heráldica
de
los
leones
en
relación
con
el
rey
es
de
tradición
mesopotámica.
En
el
registro
superior
de
la
misma
cara
de
la
paleta,
se
muestra
el
ejército
de
Narmer
en
una
perspectiva
jerárquica:
más
grandes
los
que
suponemos
que
son
los
generales
y
mucho
más
pequeños
los
soldados
que
portan
las
enseñas.
El
faraón
lleva
aquí
la
corona
del
Bajo
Egipto,
lo
que
significa,
quizá,
que
se
evoca
la
victoria
por
la
que
fue
posible
la
unificación.
La
representación
de
los
enemigos
es
conceptual,
no
visual:
se
muestran
en
pie,
como
si
estuvieran
vivos,
pero
tiene
las
cabezas
cortadas
entre
las
piernas
y
están
en
disposición
horizontal.
En
la
primera
imagen
(a)
se
puede
ver
el
Serekh
del
llamado
"rey
serpiente".
Es
el
nombre
de
Horus
de
un
rey
de
la
Dinastía
I,
que
se
completa
con
el
ideograma
de
la
serpiente
(Horus
Wadji);
procede
de
una
estela
situada
delante
de
la
mastaba
que
tenía
ese
rey
en
Abydos.
La
segunda
imagen
(b)
incluye
jeroglíficos
del
rey
Djoser
(Dinastía
III).
Corresponden
los
de
arriba
a
su
nombre
dinástico
(como
"Señor
del
Junco
y
Señor
de
la
Abeja",
es
decir
del
Alto
y
del
Bajo
Egipto);
a
continuación
debería
ir
el
cartucho
con
el
nombre
distintivo,
lo
único
que
de
verdad
se
encuentra
en
muchos
casos.
Los
de
abajo
son
los
de
su
nombre
nebti
(o
"de
las
Señoras",
la
diosa
buitre
Nekhbet
del
Alto
Egipto
y
la
diosa-‐cobra
Wadjet
del
Bajo
Egipto),
a
los
que
seguía
el
nombre
del
faraón
ya
sin
cartucho.
Fig.
34.
Un
complejo
cultual
solar.
Situado
en
Abou
Ghorab,
un
punto
de
la
orilla
izquierda
del
Nilo
próximo
al
comienzo
del
Delta,
forma
parte
de
una
amplia
necrópolis
de
los
reyes
de
la
Dinastía
V,
que
habrían
construido
hasta
seis
del
mismo
tipo.
Sigue
el
esquema
básico
de
los
complejos
funerarios
(fig.42).
El
pequeño
templo
del
valle,
accesible
desde
el
río,
se
comunica
con
el
recinto
principal
por
un
corredor
cubierto,
que
salva
el
desnivel
existente
entre
las
dos
partes;
pero,
en
lugar
de
un
nuevo
templo,
lo
que
hay
en
este
conjunto
solar
es
un
altar
al
aire
libre,
delante
de
un
obelisco
de
36
m.,
que
descansa
sobre
un
zócalo
de
20
y
que
sustituye
a
la
pirámide.
La
punta
del
obelisco
representa
la
colina
primordial
sobre
la
que
había
llevado
a
cabo
el
sol
la
creación
del
mundo.
Por
fuera
del
recinto
se
ha
encontrado
una
barca
de
ladrillo
de
30
m
de
largo,
colocada
en
una
fosa.
Esas
barcas
“funerarias”,
halladas
en
número
de
37en
la
tumba
de
Tutankamón
(Reino
Nuevo),
y
que
se
remontan
a
los
comienzos
del
Egipto
unificado,
debían
estar
a
disposición
del
faraón
muerto,
para
que
pudiera
realizar,
lo
mismo
que
el
sol,
el
viaje
que
lo
llevaba
por
las
aguas
desde
el
punto
del
occidente
donde
se
ponía,
hasta
el
punto
del
oriente
por
donde
volvía
a
aparecer.
La
imagen
del
faraón
navegando
en
su
barco
por
el
más
allá
no
sólo
se
identificaba
con
la
percepción
real
de
la
muerte
y
resurrección
del
sol
sino
con
la
igualmente
familiar
experiencia
de
verlo
recorriendo
el
Nilo
cuando
se
trasladaba
de
un
lugar
a
otro.
Los
faraones
de
la
dinastía
IV,
constructores
d
las
grandes
pirámides,
introducen
el
nombre
“hijo
de
Re”.
En
la
Dinastía
V
hay
rituales
que
representan
al
faraón
en
comunicación
con
el
dios-‐sol
(Ra)
mediante
un
obelisco
que
lo
refleja
en
la
punta
(paso
para
la
integración
del
faraón
en
el
ámbito
divino).
El
aumento
de
poder
de
los
nomarcas
y
la
incapacidad
de
los
faraones
para
evitar
una
guerra
civil
que
colapsa
el
estado
(caos)
acaba
con
l
idea
d
que
l
realeza
es
salvaguarda
de
Egipto.
Figura
36
a-‐b.
Soldados
del
Reino
Medio.
Las
figuritas
proceden
de
una
tumba
del
nomo
13
(Asyut-‐Alto
Egipto).
Lugar
estratégico,
debido
a
la
estrechez
del
valle
y
a
la
comunicación
con
uno
de
los
oasis,
por
lo
que
debía
de
tener
una
guarnición
importante.
En
el
1er
Periodo
Intermedio,
los
nomarcas
de
Asyut
apoyaron
a
los
reyes
de
Heracleópolis
en
su
conflicto
con
los
nomos
del
sur;
se
produjo
la
victoria
de
Tebas,
con
la
reunificación
de
Egipto
y
el
comienzo
del
Reino
Medio
(Dinastía
XII).
El
nomo
nº
13
siguió
teniendo
la
misma
importancia,
según
prueba
la
calidad
de
tumbas
como
ésta,
pertenecientes
a
nomarcas
o
a
altos
funcionarios
del
faraón.
En
el
nuevo
ejército
profesional
del
Reino
Medio,
había,
además
de
los
lanceros
egipcios
de
infantería
pesada
(a),
arqueros
nubios,
que
están
representados
en
el
segundo
grupo
(b).
Figura
37
a-‐b-‐.
Hatshepsut
y
Tutmosis
III.
Aunque
la
identificación
del
faraón
con
Horus
apuntaba
a
una
personalidad
masculina,
hubo
cuatro
mujeres
que
asumieron
ese
papel,
y
el
de
"hijo
de
Re"
(incluso
cinco,
si
se
Figura
39.
El
faraón
en
su
carro
de
guerra.
Figura
40
a-‐b.
El
juicio
de
los
muertos.
Pintura
sobre
papiro
(Reino
Nuevo,
Dinastía
XIX),
que
ilustra
uno
de
los
pasajes
más
famosos
del
Libro
de
los
Muertos.
(a)
El
difunto
Hunefer
es
introducido
por
el
dios
Anubis
(el
chacal
guardián
de
las
tumbas)
en
el
lugar
donde
se
encuentra
una
gran
balanza
coronada
por
la
imagen
de
Maat.
Anubis
coloca
en
un
platito
el
corazón
del
difunto,
sede
de
las
emociones
y
los
pensamientos,
esperando
que
sea
más
ligero
que
la
pluma
de
Maat,
situada
en
el
otro
-‐lo
que
en
efecto
ocurre
en
este
caso.
El
dios
Tot,
con
cabeza
de
ibis
(fig.27),
apunta
el
resultado
del
juicio
(b).
Una
vez
constatado
el
hecho
de
que
Hunefer
ha
vivido
de
conformidad
con
el
derecho
y
la
moral,
el
dios
Horus,
con
cabeza
de
halcón
y
portador
del
símbolo
de
la
vida,
lo
lleva
a
la
presencia
de
Osiris.
Se
encuentra
el
dios
en
su
representación
habitual
del
faraón
del
más
allá
(fig.
45-‐a),
sobre
un
trono
del
que
emerge
una
planta
de
loto
con
los
cuatro
hijos
de
Horus,
y
con
el
halcón
cuya
cabeza
es
el
ojo
de
Horus
(fig.48).
Las
diosas
Isis
y
Nephthys,
compañeras
de
Osiris
simbolizan
el
principio
femenino
capaz
de
alumbrar
una
nueva
vida.
Egipto
tuvo
en
el
Reino
Antiguo,
hasta
época
Ptolemaica,
una
forma
jurídica
con
intervención
regular
de
reyes
legisladores
(de
interés
para
griegos
y
persas);
no
se
conservan
leyes
anteriores
al
Ptolemaico
Código
de
Hermápolis
(recopilación
de
costumbres).
Las
Lamentaciones
de
Ipuwer,
texto
del
1er
Periodo
Intermedio,
nos
habla
de
las
leyes
sacadas
de
los
archivos
y
pisoteadas
en
las
calles
y
plazas
(disolución
del
estado
y
caos
social).
Hay
un
término
que
se
traduce
por
“ley”
referente
a
las
disposiciones
del
faraón
sobre
la
administración
y
economía
(organización
trabajo
y
gestión
impuestos).
La
“orden
real”
podrían
ser
decretos
o
término
aplicado
a
leyes
o
consignas
de
los
faraones
o
representantes;
una
realidad
jurídica
donde
se
ubican
también
las
sentencias.
El
derecho
egipcio
es
siempre
la
emanación
de
la
Maat
a
través
del
faraón,
Señor
de
Maat
que
decreta
con
su
boca
la
Maat
que
concibe
su
corazón.
Figura
43.
Conjunto
funerario
de
Mentuhotep
II.
El
fundador
del
Reino
Medio
(Dinastía
XI)
no
construye
una
pirámide
para
su
enterramiento.
Aprovecha
un
amplio
valle
situado
enfrente
de
Tebas
(la
nueva
capital
del
Egipto
unificado),
en
la
orilla
izquierda
del
Nilo,
para
hacerse
una
tumba
rupestre,
que
se
adentra
más
de
150
m
en
la
roca.
Delante
de
la
pared
se
encontraba
el
templo
funerario
(similar
al
que
se
adosa
a
la
pirámide
en
el
otro
modelo)
con
un
patio
rodeado
por
una
galería
porticada
y
una
sala
hipóstila,
donde
había
un
santuario
del
dios
de
Tebas
Amón
y
del
faraón
divinizado.
El
conjunto
funerario
se
completa
con
un
enorme
templo
aterrazado.
Allí
situó
Mentuhotep
un
túmulo
que
reproducía
el
de
Osiris
en
Abydos:
la
colina
primigenia,
al
mismo
tiempo
origen
del
mundo
y
lugar
de
comunicación
con
la
divinidad.
Ese
templo
sustituía
a
la
pirámide,
no
en
su
función
de
enterramiento,
pero
sí
en
la
de
comunicación
con
la
bóveda
celeste.
Aclaración:
El
hecho
de
que
el
ka
sea
representado
como
un
doble
del
difunto,
indica
que
el
concepto
está
vinculado
a
la
pervivencia
post
mortem
en
la
tumba;
el
ka
se
puede
alejar
del
cuerpo
para
visitar
otros
lugares,
pero
su
lugar
es
la
tumba,
donde
se
encuentra
el
cuerpo.
Figura
45
a-‐b-‐c-‐d.
Divinidades
egipcias
(Osiris,
Isis,
Horus
y
Anubis).
Los
elementos
figurativos
de
las
representaciones
de
las
divinidades
egipcias
son
intercambiables,
por
lo
cual
la
sola
imagen
no
siempre
sirve
para
identificarlas.
Amón,
rey
de
los
dioses,
se
muestra
como
hombre,
como
carnero,
como
ganso,
y
también
como
hombre
con
cabeza
de
carnero;
pero
una
divinidad
antropomorfa
con
cabeza
de
carnero
puede
ser
también
el
dios
Khnum,
que
tenía
su
santuario
en
Elefantina,
donde
empezaba
para
los
egipcios
el
Nilo
con
la
1ª
catarata
(era
el
dios
que
aportaba
esa
agua
y
el
limo
depositado
en
el
valle
con
las
crecidas;
el
“alfarero
divino”,
que,
con
ese
barro
modelaba
a
los
seres
humanos
y
los
colocaba
en
los
vientres
de
las
madres).
La
diosa
Hathor
se
puede
confundir
con
Isis,
porque
las
dos
aparecen
con
los
cuernos
de
vaca
y
el
disco
solar
en
la
cabeza;
sin
embargo,
la
vaca
representa
a
Hathor,
y,
en
cambio,
Isis
puede
adoptar
forma
de
halcón,
que
es
propia
de
su
hijo
Horus.
Las
funciones
de
los
dioses
también
se
solapan,
porque,
como
divinidades
locales,
tienden
a
cubrir
todos
los
aspectos:
en
Tebas,
Amón
actúa
incluso
como
dios
de
los
muertos.
Se
podría
decir,
por
tanto,
que
los
dioses
egipcios
son
versiones
distintas
de
un
mismo
dios:
el
intento
de
hacer
aprehensible
a
la
percepción
humana
una
enorme
pluralidad
de
manifestaciones
divinas.
En
el
Reino
Antiguo,
de
hecho,
se
evita
presentar
a
la
divinidad,
y,
cuando
se
hacen
referencias
a
ella,
se
aplica
el
término
netjer,
traducido
por
los
griegos
como
theós
(“dios”).
En
el
Reino
Medio
se
configura
Amón
como
la
divinidad
más
importante,
pero
su
nombre
significa
“oculto,
escondido”;
una
indefinición
que
lo
consagra,
en
el
Reino
Nuevo,
como
dios
universal.
El
intento
del
faraón
Amenofis
IV
de
limitar
la
religión
egipcia
a
un
único
concepto
teológico
y
visual
fracasa,
sin
embargo,
porque
los
egipcios
están
acostumbrados
por
entonces
a
percibir
la
divinidad,
y
a
representarla,
como
pluralidad:
como
un
sinfín
de
dioses
y
démones,
que
están
por
todas
partes
y
lo
controlan
todo;
y
como
una
larga
serie
de
alternativas
iconográficas
más
o
menos
codificadas.
La
única
tendencia
unificadora
que
acaba
por
imponerse,
y
que
convierte
la
religión
egipcia
en
un
producto
de
exportación
–en
el
ámbito
helenístico,
primero,
y
luego
por
todo
el
Imperio
romano-‐,
es
la
que
implica
a
Osiris,
Isis
y
Horus
en
una
construcción
donde
el
mito
y
el
culto
tienen
su
vertiente
cósmica,
política
y
escatológica.
La
vida
y
la
muerte,
lo
masculino
y
lo
femenino,
la
naturaleza
y
la
sociedad,
el
poder
y
la
justicia
se
integran
en
un
Figura
46.
La
creación
del
cielo
y
de
la
tierra.
Papiro
mitológico
(fig.48).
Se
representa
en
este
caso,
la
creación
del
mundo.
La
diosa
del
cielo,
Nut,
forma
un
arco,
a
modo
de
bóveda
celeste,
sobre
su
esposo
Geb,
dios
de
la
tierra.
Por
encima
de
él
se
muestra
el
dios
sol,
en
su
barca,
con
la
pluma
de
Maat
sobre
las
rodillas.
También
está
representada
Maat
enfrente
del
sol,
con
el
símbolo
de
la
vida;
y
el
poder
del
faraón,
detrás,
por
el
uraeus
y
la
corona
del
Alto
Egipto.
Según
el
relato
cosmogónico
correspondiente
a
la
época
de
la
restauración
religiosa
llevada
a
cabo
tras
el
reinado
de
Akhenatón,
el
dios
sol
(Re)
vivía
inicialmente
en
todas
las
cosas,
incluidos
los
dioses,
de
las
que
era
al
mismo
tiempo
la
sustancia
y
el
creador.
Pero
la
humanidad
se
rebeló
contra
él,
y
por
eso
perdió
su
gracia.
Re
envía
a
su
ojo
(fig.
50)
a
dar
muerte
a
los
rebeldes,
lo
que
hace
bajo
la
forma
feroz
de
la
diosa-‐leona
Sekhmet;
pero
también
se
muestra
como
Hathor,
la
fuerza
capaz
de
reproducir
la
vida.
Decidido
a
cambiar
de
morada,
el
dios
ordena
a
Nut
que
se
separe
de
Geb
formando
así
la
bóveda
celeste,
con
la
ayuda
de
Shu,
el
aire,
y
Heh
y
Hauhet,
el
infinito
y
la
eternidad
(a
veces
considerados
los
Heh
como
un
colectivo
de
ocho
divinidades,
fig.
47);
luego
toma
un
barco
para
recorrerla.
La
luz
y
el
tiempo
quedaron
entonces
divididos
en
las
horas
del
día
y
de
la
noche.
De
modo
que
el
universo
era
un
eterno
ciclo
de
luz
y
tinieblas
dentro
del
espacio
ocupado
por
Nut,
Geb
y
Shu,
que,
como
una
burbuja,
se
encontraba
en
las
aguas
del
océano
primordial,
Nun.
De
la
O.
de
Hermópolis
surgió
la
teología
menfita
de
Ptah;
dios
símbolo
de
la
colina
emergida
y
engendrador
de
su
propia
ogdóada,
en
la
que
se
integra
Atun
como
pensamiento
de
Ptah,
Horus
como
su
corazón
y
Thot
como
su
lengua.
En
el
Reino
Medio,
Amón-‐Re
se
puso
a
la
cabeza
de
las
divinidades
egipcias.
La
teología
tebana
combina
las
de
Heliópolis
y
Hermópolis,
en
un
intento
de
convertirla
en
la
teología
oficial
definitiva;
se
utiliza
el
sincretismo,
que
permite
identificar
a
unas
divinidades
con
otras,
partiendo
de
sus
semejanzas.
Figura
47.
La
vaca
del
cielo.
Dibujo
realizado
a
partir
de
la
decoración
de
una
tumba
tebana
de
la
dinastía
XIX.
La
vaca,
son
las
estrellas
pintadas
en
la
panza,
da
forma
a
la
bóveda
celeste,
que
sostienen
el
dios
Shu
(el
aire)
y
los
ocho
Heh.
La
vaca
del
cielo
es
una
representación
de
la
diosa
Hathor.
La
extraordinaria
capacidad
de
los
egipcios
para
manejar
símbolos
e
integrar
los
distintos
niveles
de
percepción
era
adecuada
al
uso
del
sincretismo.
En
la
Dinastía
V
(aumento
del
poder
del
clero)
se
consagra
la
identificación
del
dios
heliopolitano
Atón
con
el
dinástico
Horus
(símbolo
del
poder
real
divinizado),
ambos
se
convierten
en
hijos
de
Re
(sol
del
mediodía);
se
construyen
templos
solares,
con
sus
obeliscos,
practicando
rituales
mas
importantes
que
el
funerario
del
faraón.
Continua
el
culto
a
Osiris
como
religión
alternativa
de
pleno
triunfo
en
el
Reino
Medio.
Figura
48.
La
barca
del
sol.
Papiro
mitológico
(textos
funerarios
creados
para
el
clero
tebano
de
Amón
en
el
Tercer
Periodo
Intermedio,
dinastía
XXI,
donde
lo
más
importante
es
la
ilustración).
Sentado
en
su
barca,
el
dios-‐sol,
representado
como
Horus
(cabeza
de
halcón
y
disco
solar)
y
escoltado
por
el
propio
Horus
y
por
Tot
con
cabeza
de
Ibis
(fig.
40-‐a),
recorre
las
aguas
de
la
noche
para
volver
a
aparecer
en
el
horizonte.
Tras
él
corta
un
león
la
cabeza
de
una
serpiente.
Que
lleva
clavados
varios
cuchillos.
Se
trata
de
Apofis
(Apep),
símbolo
del
caos
y
las
tinieblas,
y,
por
lo
tanto,
opuesta
a
Maat,
el
orden,
y
a
la
luz
que
aporta
el
sol.
Cada
amanecer
tiene
algo
de
cosmogónico,
en
la
medida
en
que
repite
el
origen
del
mundo
como
una
victoria
de
lo
positivo
sobre
lo
negativo.
En
el
centro
de
la
escena
se
representa
el
“ojo
de
Horus”
(wedjat),
símbolo
de
protección,
asociada
a
la
figura
del
faraón
en
el
más
allá
(fig.50).
También
signo
jeroglífico.
Wedjat
era
una
de
las
divinidades
más
antiguas
de
Egipto,
protectora
del
Bajo
Egipto,
que
se
identificó,
más
tarde
con
otras
diosas,
como
Hathor
o
Bastet
(respectivamente,
la
diosa
del
amor
y
la
diosa
de
la
caza,
representada
esta
última
como
un
gato
doméstico).
Figura
49
a-‐b.
Pectorales
procedentes
de
la
tumba
de
Tutankamón
(Reino
Nuevo,
Dinastía
XVIII):
Las
representaciones
de
los
dioses
que
cubren
las
momias
tienen
una
función
protectora;
ponen
el
cuerpo
del
difunto
en
contacto
con
lo
divino.
El
faraón
busca
la
proximidad
de
las
diosas,
que
le
harán
renacer
y
también
perpetuarse
en
su
sucesor.
En
la
1ra
pieza
(a)
se
puede
ver
a
Isis
y
a
Nut
(Nephthys),
imágenes
aladas
que
acogen
al
faraón
difunto,
representado
por
sus
cartuchos
y
por
el
doble
uraeus
con
las
dos
coronas,
que
cuelgan
del
pilar
Djed-‐
símbolo
del
dios
de
la
vegetación
y
la
resurrección.
Osiris
–
sobre
el
que
se
sitúa
el
disco
solar.
Con
Osiris
se
identifica
el
faraón
difunto
para
engendrar,
como
un
Horus
(hijo
de
Osiris),
al
nuevo
faraón;
pero
la
vida
que
surge
de
él
depende
de
su
vinculación
con
la
divinidad
solar.
En
la
2da
(b)
aparecen
la
diosa-‐buitre
Neckhbet
y
la
diosa-‐cobra
Wadjet,
protectoras
del
Alto
y
el
Bajo
Egipto,
y
divinidades
emblemáticas
del
faraón.
Neckhbet
sujeta
con
sus
garras
el
shen,
símbolo
de
la
eternidad.
Figura
52.
Templo
de
Atón
en
Amarna.
Figura
54.
La
familia
real
y
la
gente.
Reconstrucción
de
un
relieve
que
decoraba
la
tumba
en
la
ciudad
de
Akhetatón
(Tell-‐
Amarna),
Akhenatón,
su
esposa
y
sus
tres
hijas
se
muestran
ante
los
egipcios
reverentes
y
dan
regalos
a
quienes
se
acercan.
Era
la
oportunidad
de
tomar
contacto
con
ese
ser
humano
divinizado
por
la
monarquía
divina.
Al
igual
que
el
relieve
del
altar,
el
faraón
y
su
esposa
llevan
la
llamada
"corona
azul",
un
bonete
cuyo
significado
no
está
claro.
El
de
Akhenatón
tiene
forma
globular,
mientras
que
el
de
Nefertiti
es
troncocónico,
como
el
que
vemos
en
el
famoso
busto
conservado
en
Berlín.
18.
Los
dominios
funerarios
y
la
propiedad-‐posesión
de
la
tierra
El
faraón
es
el
único
propietario
legítimo
del
suelo
y
subsuelo
del
país
y
de
todo
cuanto
produce
(ejerce
la
acción
benéfica
de
Maat);
con
derecho
a
exigir
a
sus
súbditos-‐siervos
las
prestaciones
necesarias.
Doctrina
que
sustenta
el
dirigismo
estatal
sobre
la
agricultura,
ganadería,
explotación
de
recursos
y
el
comercio.
Ejercido
sobre
un
modelo
de
economía
redistributiva
y
combinado
con
la
imposibilidad
ideológica
de
acceder
a
la
propiedad
privada
de
las
fuentes
de
recursos.
Sistema
blindado
sin
resquicios
a
la
iniciativa
individual.