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-Cosita linda.
-¿Cómo estás, Diana?
-Bien, pero con mucho frío antes de
salir a la calle.
-¿Quieres que te caliente?
-Ja ja ja. Casi te adiviné el
pensamiento. Eso pensé que dirías.
Pero dime algo caliente antes de
irme. De las chingas que me metías
en la cama. ¡Eran heroicas!
-Cogíamos y casi ni hablábamos.
¿Recuerdas?
-Yo no hablaba porque es de mala
educación hablar con la boca
llena… Ja ja ja.
¡Me la comía toda! Además,
recuerda que mi boca estaba hecha a la
medida de tu verga. Cabía exactamente.
Con precisión. ¿Recuerdas?
-Claro que recuerdo. Después de
tantos años me sigues calentando…
-¿Te gustaba cómo me la comía,
Valentino?
-Me fascinaba. Era lo máximo.
-¿Cómo lo tomas ahora? ¿Te gustó?
¿Le diste el valor exacto de tener tu
verga en mi boca todos los días que
querías?
-Claro.
-¡Qué cogidas dábamos, la verdad,
Valentino!
-De época, Diana.
-Es que me remonto a esos días y
vuelvo a sentir lo que sentía. Tu furia
para cogerme era como de un Dios del
sexo.
-Lo que pasa es que te quise un
chingo, Diana.
-Sí, nos enamoramos. Estábamos
pendejos. Ja ja ja. ¿Te gustaba cogerme?
¿Te gustaba cómo me cogías?
-Me encantaba, Diana…
-Me gustaba mucho mamarte en el
coche. Aquella cogida en el Hotel de
Tlalpan fue maravillosa, Valentino.
-¡Sensacional! De mucha adrenalina.
Fue nuestra primera cogida, Diana.
-Ese Hotel parecía de putas. Ja ja ja.
Me encantó.
-Era de putas, Diana. Era un Hotel
de paso.
-Sabía que me ibas a coger.
-¿…Te emocionaba la idea?
-Me emocionaba subirme a tu
coche y tocarte ese bulto que
siempre estaba duro, duro.
-Y a mí me lanzabas al cielo. Oye,
esa vez te pregunté, ¿quieres ir a coger?
Ja ja ja.
-Ja ja ja ja. Sí, me preguntaste…
-¡No seas mentirosilla!
-Ya habíamos fajado rico. No
había que decirlo con palabras. Fue
lindo, Valentino.
-Genial, diría yo.
-Qué rico cuando me la ibas a
meter.
-¿Te gustaba? Y cuando nos
despedíamos, ¿me extrañabas?
-Ja ja ja. Claro que sí. Estaba
enculada por ti.
-¿Sentiste celos por alguien?
-¡Por tus putas! Todas me daban
celos. Las veía rondando. ¡Pinches
putas!
Dime algo, ¿Mina te la mamaba
como yo?
-No, amor. Tú eras única.
-Pero, claro, ella era feliz con tu
vergota tan rica. ¡Pinche puta!
Yo creo que al regreso del bosque,
cuando estabas bien encabronado,
dimos la mejor cogida de nuestra
vida.
-Luego de verte con aquel güey en
la esquina, te creí perdida. La
reconciliación, entonces, fue
tremenda. ¡Bestial!
-Me cogiste con odio. Enfurecido.
Querías reventarme el culo.
Pero, ¿sabes? a pesar de todo,
me la metiste muy rico. Me dolió,
pero me gustó. ¡Y me mamaste
divino! Como señorón. Ese 69 fue
glorioso. Lo que son las cosas,
hace tres semanas era otra. Del
sexo ni me acordaba. Y mira ahora.
¡Has de cuenta que estoy en mis
veinte!
¿Recuerdas cuando me cogías
en aquel departamento del 5º piso?
Yo acodada en la ventana, viendo
pasar gente por la calle. ¡Si
hubieran sabido la verga que tenía
adentro, sólo para mí!
-Eso era muy morboso, muy
excitante. ¿Y nunca te diste cuenta
que Alberto nos vio
coger ahí?
-No, no me di cuenta. Ahora que me
lo platicas, me enciende que otros nos
hayan visto. Imaginarme lo que sentiría
Alberto de ver cómo me manoseabas,
cómo me besabas, cómo metías tus
dedos en mi entrepierna, me calienta
mucho. ¿Qué pasaría por su mente
cuando me arrodillé y te acaricié huevos
y verga y vio cómo te lamía el tallo, la
cabeza y después la devoraba toda?
¡Estoy muy caliente con el recuerdo,
Valentino, cuéntame de esa vez…!
-Alberto te admiraba mucho.
Siempre hablaba de ti. Y, bueno, tú
sabes, era un gran amigo. Un día le dije
que si le gustaría verte desnuda. Ja ja ja.
Casi tira la cerveza que tomaba. Si
recuerdas, el departamento era suyo. Me
lo prestaba. Esa vez llegó antes y le dije
que estuviera callado en la recámara.
Nosotros estaríamos en la sala. Con
la puerta entreabierta, vería todo. Me
contaría luego que cuando te empecé a
desvestir, no aguantó. Se masturbó y se
vino de inmediato. Ya desnuda, te puse
inclinada frente a la ventana.
Intencionalmente, me retiraba de ti.
Hacía cualquier cosa para que Alberto
te contemplara totalmente desnuda. Hoy
te confieso que también me calentó
mucho que Alberto nos viera. Imaginar
lo que sentía al ver en todo su esplendor
tu magnífico y soberbio culo, me
enardeció. Luego de metértela en esa
posición, te di la vuelta. Quedaste frente
a Alberto. Yo detrás de ti. Con una mano
te acariciaba las tetas. Con la otra te
palpaba el pubis y jugaba con los dedos
en tu interior, escandalosamente
húmedo. ¡De milagro no se infartó el
pobre Alberto…!
-¡Me has vuelto a calentar como
antes, Valentino! Estoy que me quemo.
Ya me zafé las pantaletas. ¡Están
mojadísimas!. Me estoy metiendo los
dedos. ¡Estoy que chorreo, Valentino!
Me enciende pensar que los dos al
mismo tiempo me la metían. ¡Quiero
chupártela, Valentino! ¡Ahora mismo! Se
las chuparía a los dos. ¡A ti y a Alberto!
-¿De veras a los dos?
-¡Les tocaría los huevos y los
besaría! Me chuparía las dos vergas.
¡Les daría dos buenas mamadas!
-Me estás excitando, Diana.
-Me gustaría que los dos se vinieran
en mis tetas, Valentino. ¡Tener las dos
vergas en la boca! A lo mejor no me
cabrían, pero le haría la lucha. ¡Las
quiero juntas! ¡Me las chuparía al mismo
tiempo! ¡Las quiero que terminen en mí!
¡Agarrar sus huevos y exprimirlos!
Quiero su semen en mí, Valentino. ¡Que
me embarren las tetas con su leche! Y
luego limpiarme con los dedos y
chuparlos… ¡Quiero beber su semen!
¡Quiero las dos vergas solo para mí,
Valentino! ¡Las dos…!
-¡Diana…! ¡Diana…! ¿Sigues ahí,
Diana? ¡Diana…! ¡Diana...!
¡CALIENTE... Y MORBOSA!
"Eugenio me pasó el correo de
Gloria, Valentino. Te gustará platicar
con ella”, me dijo. “Cuando nos
reunimos con otras parejas, te recuerda
siempre. Aunque a espaldas del marido,
claro”, advirtió Genaro.
La conversación con Gloria fue
fácil. Nada complicada. Luego de los
naturales diálogos de un reencuentro,
entramos sin problema al tema que más
disfrutábamos aquella época: el sexo.
-¡Eras el gran cogedor, Valentino!
Tú coges muy rico. Hoy quisiera que me
la metieras fuerte, como me gusta. Con
esa rica verga que tanto deseé. Que me
encantó siempre. ¡Chillaría ahora de
sentirla adentro!
-Bramarías, mamacita…
-No me importa nada más que
sentir tu verga hasta adentro.
-Siéntela adentro, lo más
adentro que se pueda y empujando
con todo…
-¡Eso sería lo más grande!
Tenerte en mi panocha toda mojada
como ya la tengo en este momento.
-Mmmm
-¿Sabes que ha sido lo
extraordinario de encontrarte por
internet? Que me enseñaste a sentir
otra vez el sexo. Y a calentarme tan
rico, Valentino.
-¿Te ha gustado?
-¡Claro! Y con tus pláticas de
las putas que te cogías, me has
enseñado a expresarme vulgar, y
me ha gustado.
-Disfruto mucho la plática
contigo, Gloria…
-¿Sabes? Soñaba cómo te
cogías a mis conocidas.
-¿Cómo te gustaría que te
volviera a coger, Gloria?
-Me gustaría que me la metieras
así, en 4 patas, en la cama. ¡Y que
hubiera otro, frente a mí, para
mamársela! Y que tú vieras en un
espejo cómo se la chupo.
-¿Te gusta mucho la verga?
-¡Me encanta! Y ya que con mi
marido nunca haría eso, contigo
sería lo más morboso que se
pudiera. Sentir adentro tu verga y
devorándome otra... ¡Sería
increíble!
-¿Te gustaría que yo te viera?
-Sí, amor, que tuviera tres,
cuatro vergas enfrente y que las
veas bien paradas cómo entran y
salen de mi boca. ¡Qué rico!
¡Jálatela, Valentino! ¡Jálatela,
pensando que yo te lo hago!
-¿Podrías con todos?
-A los cuatro les daría juego
con mi boca. Chuparía todas las
vergas, rico, muy rico. Esa es la
mayor satisfacción. Dejar hacer
todo a tu pareja. Lástima que mi
marido es un pendejo. ¡Pero
contigo lo haría, Valentino!
Me gusta mucho lo morboso.
Soy una enamorada del morbo,
Valentino.
-Te cogería agachada, con el
culo hacia arriba, las piernas
abiertas. ¡Para que te entrara
completita!
-Sería un honor que me
cogieras ahora. Tantas que te
tuvieron y yo solo una vez. ¡Eras el
hombre más codiciado!
-Favor que me haces, preciosa.
-La verdad, yo veía cómo te
peleaban las viejas. Eso hizo que te
me antojaras. Todas las viejas
querían contigo, Valentino. ¡Pocos
como tú!
-Hasta me la creo, hermosa…
-Es cierto. Y lo que son las
cosas, mi patrón tenía que darles
dinero a las viejas para cogérselas.
Qué tal, ¿eh?
-Tu patrón debió ser muy
pendejo…
-A Nancy, que era una niña muy
guapa, la vi mamándosela en la
Sala de Juntas. Le dio 10 mil pesos
por esa mamada. ¡Un dineral!
-¿Y cómo fue que los viste?
-Pues el imbécil no aseguró la
puerta. Entré y lo vi desparramado
en una silla, con pantalones y
calzones hasta los tobillos. El viejo
se veía muy ridículo.
Nancy estaba entre sus piernas,
chupándosela.
Imagínate, una mamada por
dinero… ¡Qué rico! Ja ja ja.
¡...Llegó mi marido! Te
encuentro luego. Besos. Bye.
-Hola, corazón
-Qué tal, linda, ¿dónde se mete?
¿Sigue gustándole la verga?
-¡Sí, claro! Claro que me gusta.
No tanto como les gustaba a tus
amigas, pero deseando la verga
siempre.
-Qué bien. Me gusta cómo eres:
abierta, sincera, honesta.
-Yo hubiera querido aprender a
ser una puta como tus amigas.
-Todavía es tiempo.
-Recuerdo mucho tu oficina.
Sobre todo aquella vez en que me
acomodé bajo tu escritorio. Te bajé
el zipper y te saqué la verga. Te la
chupaba rico. Con toda tu cabeza
metida en mi boca. De pronto entró
Canchola, el de Personal… y seguí
chupando mientras lo atendías.
¡Qué calentura! Yo chupando y
ustedes hablando. ¡Qué morbo!
-Casi me vengo, te lo juro,
hermosa. No sé cómo pude
aguantar mientras se iba
Canchola…
-Me calentaba rico, con sólo de
verte. Te deseaba, aunque después
ya no me pelabas, Valentino.
-Te veías muy bien de falda.
Lucías un culo esplendoroso y unas
piernas esculturales.
-Me ponía faldas para
seducirte. Lo malo que otras se las
ponían más cortitas y me
opacaban… ¡Cómo me gustó tu
verga! ¡Qué rica verga tienes!
Mmmm! Me tienes mojada. ¿Te la
estás jalando? ¡Bien mojada que
estoy ahorita!
-Así, mojadita, me gustaría
mamarte…
-¿Pues qué crees? Después de
que me casé, jamás me volvieron a
chupar la panocha. ¡Ay, Valentino,
con lo que me dices, mi cosa
chorrea de deseo!
-¿No le gusta a tu marido
mamarte?
-No lo hace. ¡Es muy pendejo!
Veo películas donde se la chupan a
una chica y me masturbo
deseándolo.
¿Y sabes? Me vengo rico
pensando que tú eres el que me
chupa.
-Ahora, en el reencuentro,
cómo he deseado cogerte, Gloria…
-¡En aquel tiempo te deseé
como loca! Deseaba probar lo que
mis amigas tenían. Sentirte como
eras realmente. Pero no tuve suerte,
Valentino.
-Lo hicimos una vez, además de
aquella mamada bajo el
escritorio…
-No fue suficiente, Valentino.
Te deseaba mucho, la verdad.
Tienes una buena verga. Me
gustaba vértela a través del
pantalón.
-¿A poco?
-Se veía el bulto. Apetecía
comérsela.
-Qué privilegio que digas eso.
-Además, los choferes de la
empresa contaban tus historias.
Eras su ídolo. Su héroe. Entonces,
se antojaba hacerlo contigo.
-Lo hiciste, amor.
-Muchas ocasiones deseé
hacerte mío. Tenerte solo para mí.
Todos sabían de tus cogidas. Te
admiraban, Valentino.
De mezclilla te veías súper.
Nadie portaba la mezclilla como
tú.
-Ya despertaste al amigo,
preciosa…
-¡Qué rico! Dime cómo se
pone. ¡Jálatelo, Valentino! Eso me
excita.
-Se siente bonito cuando la gota de
lubricación va recorriendo el tallo…
-¡Qué rico! Me gustaría verla dura
en tus manos. Blandiéndola para que
todos miren.
-A mí me gustaría tenerte
enfrente. Te cogería y te daría una
real mamada.
-Ay, Valentino, cuando veía tus
fotos que salían en los diarios, me
volvía loca de masturbarme. Hubo
semanas implacables. ¡Me gustas
mucho!
Viendo y sabiendo de tus cosas,
me calentaba.
Saber de tus cosas, y más saber
que lo hacías con conocidas, me
excitaba al máximo.
-¿Has fantaseado estar con
varios, Gloria?
-He soñado estar con 5
hombres en una sola sesión. ¡Sería
lo máximo!
-¿Has agarrado dos vergas al
mismo tiempo?
-¡Jamás! Admiro a las mujeres
que tienen muchas vergas al mismo
tiempo. Todas para ellas solitas.
Me hubiera gustado ser como ellas.
-¿No le has propuesto a tu
marido hacer un trío?
-¡Nunca! Se muere si sabe que
tengo esos pensamientos, ¡y más si
supiera que platico contigo!
-¡Caray! ¿En qué planeta vive?
-Ni se imagina que platico
contigo, Valentino.
-¿No sabe que platicas
conmigo?
-Ni se imagina. Ni quiero que
sepa. Se me acabaría el placer de
estar contigo.
-¿No se calentaría si le dijeras?
-¡Para nada! Es anti sexo.
-Uhhh
-Quisiera tener un marido como
tú. Que me llevara a coger con
otros. Que pudiera darle ese placer
de verme coger con varios. ¡Todo,
bien caliente!
-¿Y tienes juguetes sexuales?
-Fíjate que no. Gilberto, del
que te conté, llevó un dildo y lo
quiso usar conmigo. Era muy
caliente. Ya cogiendo me quiso
colocar el vibrador aparte de su
verga. ¡Imagínate! Yo no quise
saber nada de eso. Me escandalicé
y me paré. Jamás volví a coger con
él.
-¿No te buscó?
-Yo fui luego a su oficina. Le
dije que me había equivocado. Que
lo del vibrador se me hizo muy
pervertido, pero que ahora pensaba
distinto. Pero no, ya no hubo nada.
-Lo pervertido es lo bonito,
Gloria.
-En su momento se me hizo una
aberración. De haber sabido lo rico
que es, lo hubiera aceptado. La
verdad, me apendejé… Ja ja ja.
-¿Y ahora cómo piensas?
- Ahora deseo tener varias
vergas al mismo tiempo. Pero estoy
consciente que eso jamás ocurrirá.
-Lástima que sólo cogimos una
vez. Te hubiera pervertido con
varios, Gloria.
-Qué rico debes haber cogido.
Todas te querían coger, Valentino.
Me encanta cómo eres. Me
gusta que te calientes, porque
también me calientas. Después de
años de no sentir nada, tú viniste a
darme esa luz del sexo.
-Me gusta que lo digas, Gloria.
El sexo es vida. La verga es la
verga. La panocha es la panocha. Ja
ja ja. ¡Qué filosofía!
-La verdad, sí. Muy buena
filosofía. Después de restringirme
tanto, conocí varias vergas después
de ti.
-Debimos coger más veces,
Gloria…
-Hubiera sido súper… ¡Y no
me hubiera quedado con las ganas!
-Cuando gustes, hermosa…
-Ya no, Valentino. Sólo de
verme, ya no se te para.
-¡Cómo que no! Te aseguro que
sí.
-Gozaste viejas muy ricas.
Debes estar satisfecho de tantas
viejas que tuviste.
-A Dios gracias, sí.
-Te envidiaban por todas las
viejas buenotas que te cogías.
Amateurs y profesionales. ¿Cuántas
te has cogido, Valentino? ¿100?
¿200?
-No tantas, mi amor. Tú, ¿a
cuántos te has cogido?
-Mira qué injusta es la vida.
Sólo me cogí a 5 y creo que serán
todos en mi vida. En cambio tú
llevas más de 200 y contando…
-Cuando quieras, cogemos,
amor…
-Ahora sólo puedo parada y por
atrás… ja ja ja
-¿Y eso?
-¡Por gorda, mi cielo! Parezco
un tonel. Si me ves, te decepcionas.
Dime, ¿cuál fue la más puta de
tus viejas?
-Depende el contexto que le des
a la palabra puta…
-¡No te hagas pendejo…!
La puta es la más puta. En la
cama o donde sea. Sabes a qué me
refiero. No eres un niño. Eres un
adulto muy cachondo y muy rico…
-Señor Valentino…
-Cómo estás, preciosa
-Con tus pláticas me haces vivir en
un mundo irreal. A lo mejor por todo
eso te necesito como amigo.
-¿Por qué irreal?
-Porque preciosa no estoy. Y tú
galán ya no eres. Ahora eres ¡súper
galán! Ja ja ja.
-Para mí eres preciosa.
-Pero solo en nuestro mundo. Ja
ja ja. Contigo el revivir todo es
vivir de nuevo.
-Siempre hay que recordar los
grandes momentos, Gloria.
-Contigo debieron ser, de
veras, grandes momentos. Me
reviviste una época que había
olvidado, Valentino.
-Igual me pasa. Tú, por
ejemplo, eres inolvidable.
-A mí me ha encantado
recordar todo eso. A ti, ni se diga.
Eras el hombre más cogido de la
época.
-Lo que me hubiera gustado
cogerte varias veces, Gloria.
-Hubiera sido padre. Pero te
cogiste otras más buenas… ¡y más
putas!
-¿Recuerdas nuestro gran
momento, Gloria?
-Como si hubiera sido ayer…
-¿Qué recuerdas?
-Tus manos. ¡Cómo me
acariciaban! Cómo recorrían mi
piel.
-¡Te agarraba todo!
-Tú tenías chicas de mucha
calidad. Otras de lujo.
Admiradoras de todos lados.
Tenías artistas. Esposas de los
patrones. De todo.
-¿Por qué comparas? Cuando
estuve contigo, eras la mejor mujer
del mundo.
-La vida es una comparación.
Si no, no tendría chiste, Valentino.
-Nunca he comparado a nadie.
Nunca te comparé a ti, Gloria.
-Eso no importa. Yo sé lo que soy.
Pero conocer de ti, saber todo lo que se
hablaba de ti, fue padre.
-El momento presente es lo
único que se vive, Gloria. Lo único
real. Por eso, cuando estuve
contigo, te tenía a ti. La única mujer
que en ese momento podía tener. La
mejor del mundo.
-Sí, claro, ¡porque sólo estaba
yo…!
Admiro tu poder de
convencimiento. Y agradezco tu
exclusividad, pero tú y yo somos
diferentes.
Pero te soy sincera, me haces
sentir una reina y te lo agradezco.
-Sólo de recordar aquella vez
en que te manoseaba ¡ya rezongó mi
amigo!
-La tienes muy buena,
Valentino. Les gustó a todas las que
se la comieron. ¡Y lo contaban las
muy putas!
-¿Te gusta parármela?
-Siempre te la paré…
-¡Presumida…!
-Me daba cuenta que te
gustaban mis nalgotas.
Ahora me gusta más cuando me
cuentas cómo te cogías a tus viejas.
Tu mente me rebasa. ¡Eres
genial!
-Yo te cogería ahora, mamita.
Viéndote en la cama, con las piernas
abiertas y tu panocha peluda palpitando.
Iría sobre ti, sin pensarlo.
-Ja ja ja. Me gustas por
pornográfico, Valentino.
-¿Te parece que soy muy
pornográfico?
-No te me haces. ¡Lo eres!
-Bueno, no queda más que
aceptar el calificativo, Gloria.
-Rico. Lindo. ¡Cógeme,
Valentino! ¡Ven y cógeme!
-Si pudiera, iría. ¡Quisiera
estar entre tus piernas abiertas! Te
lamería la panocha y me bebería
tus jugos.
-¡Qué rico!
-Te lengüetearía por todos
lados. Por dentro. Por fuera.
¡Mmm! ¡Qué ricura! Estarías
alocada, gimiendo, quejándote,
aullando…
-¡Qué rico cogedor eres,
Valentino!
-¿Te gustaría cogerme ahora?
¿Cómo me cogerías, Gloria?
-Te desnudaría. Primero te
chuparía todo. Te metería la lengua
en el culo y te chuparía los huevos.
-Oye, en el culo no.
-¡Si no te voy a violar! Es sólo
la sensación de la punta de la
lengua en el culo.
-No, por ahí no. Ja ja ja
-Valentino, eso no te hace ni
más hombre ni gay. Es sólo la
sensación.
-Mejor acuérdate de nuestro
gran momento, Gloria…
-Dime tu versión, Valentino…
-Estaba de pie, junto al
escritorio. Ojeaba los diarios. De
pronto entraste. Me sorprendió que
cerraras la puerta y le pusieras
seguro.
Reconozco que volteé
sorprendido.
“¿Le puedo hacer una pregunta,
señor Valentino?”, propusiste
acercándote a mí.
“Por supuesto, Gloria, la que
gustes”, te dije.
“¿Usted sabe besar?”, soltaste
atrevida.
¡Quedé pasmado! Te veía tan
seria que nunca pensé que hicieras
una pregunta así.
-¡Si supieras cuánto tardé en
decidirme en hacerlo…! Me
encandilaba todo lo que se decía de ti.
Me excitaba cómo contaban tus amigas
sus encuentros contigo. Las dejabas
satisfechas. ¡Muertas!. Platicaban a
detalle todo lo que les hacías. Y todo lo
que te hacían. ¡Y no sólo yo, las otras
que oían también se calentaban! Seguro.
Veía cómo se meneaban en las
sillas. Por calientes, creo. ¡No se
quedaban quietas!
Con esas pláticas te convertiste
en mi obsesión, Valentino.
¡Te miraba y sólo suspiraba!
Pero nunca tenías ojos para mí.
Me ponía falda y trataba de
pasar a tu lado o por el frente.
También me vestía con blusas
escotadas. Y tú, ni en cuenta.
¡Yo quería algo contigo!
Pensé entonces en llegar
temprano y meterme a tu oficina.
Preguntarte lo que al final de
cuentas te pregunté.
¡Si supieras cuantas noches
imaginé ese momento...!
Antes de acostarme, buscaba la
ropa interior con la que me
mostraría ante ti.
Escogía la más provocativa. La más
sensual. Me la ponía y me veía en el
espejo. Me tocaba. Cerraba los ojos,
imaginando que eras tú quién me tocaba.
¡No aguantaba, Valentino, y terminaba
masturbándome!
Los ardores en el cuerpo, por la
calentura, eran tremendos.
No podía ni dormir. ¡Me
frotaba pensando en ti, papito!
¡Y terminaba toda mojada!
¡Me veía prendida de ti en tu
oficina, haciendo el amor! No
sabes cuántas veces estuve a punto
de entrar a tu oficina y me
arrepentía a la hora buena. Varias
ocasiones me regresé de la misma
puerta. Obvio, nunca te diste por
enterado.
Al no encontrar resistencia a tu
mano, supiste que el camino estaba
libre. Avanzaste sobándome la
pierna sobre el vestido y
arrastrando discretamente la tela
hacia arriba. ¡Ahí me pusiste a mil,
cabrón! Ya estaba totalmente
mojada cuando llevaste tu mano
bajo el vestido y bruscamente me
separaste las piernas. Palpaste mi
sexo sobre la panti, totalmente
empapada, y vi cómo te sonreías
saboreando tu triunfo. "¡Ya la
tengo!", debiste pensar.
No eres tierno, Valentino, pero
eso me gustó. Y creo que a tus
viejas también les gustabas así.
Desesperado, tosco, salvaje, bruto.
Nada suave, jalaste la panti a un
lado. Y de inmediato, sin
consideración alguna, como si me
estuvieras violando, metiste dos,
tres dedos, que meneaste brusca,
pero maravillosamente.
Caliente, apreté las piernas y
cerré los ojos. Los jaloneos a uno y
otro lado, por las curvas de la
carretera, aumentaron las
vibraciones en mis entrañas.
-¡Fue riquísimo, Perla!
-¿Qué te gustó más, Valentino?
-Tu cosita rica. ¡Tienes un coño
espléndido! Jugoso. De carne suave
y blanda. Celestial. ¡Delicioso!
-Comprobé que eres un
excelente mamador. Como lo
decían muchas. No sé cuánto
duraste entre mis piernas, ¡pero fue
la gloria, papacito! Una
gratificación extrema que ni había
sentido ni he vuelto a sentir nunca.
De veras. ¡Tu lengua me
enloquecía!
-Para mí fue una de las mejores
mamadas de mi vida, Perla.
-¡No supe cuántas venidas tuve!
Una tras otra. Me encantó
muchísimo. ¡Fue una mamada de
otro mundo! Lo hiciste súper
extraordinariamente bien.
-Me inspirabas. Te deseaba.
¡Tu trasero me prendía, Perla!
-Y bueno, ni siquiera dijiste
algo cuando diste un volantazo a tu
deportivo y te metiste al Mirador,
el hotel de la montaña. Ni me
preguntaste si quería ir. Tampoco
esperaste alguna reacción mía.
¡Simplemente dejaste la carretera y
ya! Ni dijiste ni dije. Nada de
palabras. Ni siquiera un gesto que
advirtiera lo que seguía.
-Hola, putito...
-Estaba viendo la verga del
lanchero, Valentino. No mames. ¡Esa sí
es verga!
-Oye, ¿te cogiste a tu vieja antes de
casarse, Pepe?
-¡Ni madres! Ni eso, siquiera. Hasta
que nos casamos.
-¡Uta, si que eres muy güey!
-¡Ya sé, güey! Ni me digas. Por eso
te tengo de maestro.
-Yo también me cogí a mi mujer
hasta que nos casamos.
-¿Pero qué tal después? ¡Mi
admiración para ti, Valentino! Esa
mentalidad abierta que tienes, jamás la
tendré. Tu esposa debe ser muy feliz.
Valentino. Debo reconocer que te has
convertido en mi guía. ¡A ti te acepto lo
que sea…!
-¿Hasta que me coja a Julia?
-¡Sí, hasta eso...!
-Conste, ¿eh?
-Ya me voy a volver tan libre como
tú, Valentino…
-Verás que es muy emocionante…
-¿Tú crees?
-Por supuesto. Es más, ¿por qué no
organizamos algo para cogerme a tu
vieja y que tú mires? Ella no sabrá que
tú y yo lo planeamos. Ahí te va: Llego a
tu casa. Te escondes. La cortejo. ¡Me la
cojo y tú atisbas!
-Todo está en que lo organicemos
bien…