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La tercera materia permite no reproducir estrategias que ya resultaron desfavorables

Verónica Ridolfi

30 NOVIEMBRE, 2015

En nuestra institución, cuyo proyecto educativo está orientado a la reinserción de jóvenes y


adultos en el sistema educativo, el logro de los objetivos planteados depende mucho de los
procesos de evaluación institucional.

Precisamente, la posibilidad que brinda nuestro Ciclo Básico orientado a alumnos de 15 a 17


años, adolescentes y jóvenes cuyas trayectorias escolares han experimentado a través de la
repitencia, la expulsión o el abandono, diversas formas de fracaso escolar, requiere de la
implementación de recursos y estrategias pedagógicas que contemplen las características
subjetivas y estilos de aprendizaje de estos alumnos, así como las posibilidades que brindan
nuevos formatos, tales como en este caso la “tercera materia”, con el propósito de favorecer
su permanencia y lograr su promoción.

En nuestra experiencia, la implementación de esta estrategia brinda la posibilidad de proponer


al alumno, a través de la presentación de trabajos prácticos evaluativos, consignas de trabajo
que, al mismo tiempo que requieren el recorrido por los contenidos previstos desde la
planificación curricular, propongan actividades pedagógicas y modelos de evaluación distintos
de aquellos que generaron los bajos índices de aprendizajes logrados; esto es, que no
reproduzcan en esta instancia estrategias que resultaron desfavorables.

Sin embargo, si bien la tarea del docente es relevante en esta instancia, no es ni debe ser solo
suya la responsabilidad en la eficaz implementación de este nuevo formato. Es imprescindible
disponer de los recursos institucionales necesarios para establecer el marco de trabajo y la
corresponsabilidad en el cumplimiento del acuerdo firmado con el alumno y sus padres o
tutores. Y además, la necesidad de disponer acciones de seguimiento de los alumnos en esta
condición demuestra ser el principal recurso para garantizar su logro.

La implementación ininterrumpida del Plan de Mejoras Institucional (PMI) desde el año 2010,
nos ha permitido monitorear indicadores institucionales referidos a promoción, repitencia y
abandono de nuestros estudiantes. El registro y sistematización de estos datos, además de los
porcentajes de aprendizajes logrados e informe de exámenes por curso, indica que
considerados comparativamente los ciclos lectivos 2013-14, a la par de una notable
disminución en el número de alumnos con más de cuatro materias desaprobadas al cierre del
ciclo lectivo, el porcentaje de alumnos con hasta tres materias sin promedio aumentó casi un
18%. El análisis de estos datos hace posible pensar que los alumnos han incorporado la
posibilidad de la “tercera materia” como un recurso que salvaguarda su promoción. Sin
embargo, la posterior falta de cumplimiento de las condiciones requeridas deviene, en muchos
casos, en causa de repitencia.

En consecuencia, como estrategia institucional, hemos dispuesto destinar uno de los espacios
tutoriales de PMI al seguimiento de alumnos en condición de rendir la tercera materia. El tutor
responsable lleva a cabo esta tarea a partir del relevamiento de casos, firma de acuerdos y
articulación permanente entre el alumno y el docente titular de la asignatura correspondiente.
La tercera materia se fue a marzo

La medida aprobada en 2010 buscaba reducir el fracaso escolar. En 2015 sólo el 30% de los
estudiantes la aprobaron. ¿Cuáles fueron las dificultades?

Paulo cursó quinto año dos veces, y casi tiene que volver a repetir de no ser por la chance de la
tercera materia. Mica necesitaba sacar una Geografía que debía del ciclo básico y la había
cursado en otra escuela con otro docente. Lula se llevó matemática en tercero, la rindió en
diciembre, febrero y marzo, una y otra vez, sin suerte. Se le acumuló la de cuarto y la de
quinto. El año pasado la eligió como tercera materia y por fin “la entendió”.

A partir de una resolución del Ministerio de Educación de la Provincia de 2010, los estudiantes
secundarios pueden pasar de año debiendo tres materias. Dos previas y la tercera que se cursa
con una modalidad especial: los alumnos deben presentar durante el año seis trabajos
prácticos. Con el 80 por ciento de los trabajos aprobados rinden un coloquio en diciembre.
Desde 2011, además se ampliaron las oportunidades: los prácticos desaprobados se pueden
rehacer. El objetivo era reducir el fracaso escolar y garantizar la permanencia de los chicos en
la escuela.

A la hora de valorar políticas educativas, lo números son insuficientes, pero necesarios. Y a seis
años de aquella resolución, no son alentadores. Paulo, Lula y Micaela, son parte de los 21.351
alumnos que cursaron la tercera materia durante 2015, el 6,75 por ciento de los 316 mil del
nivel secundario. Sólo el 30 por ciento presentó y aprobó a lo largo del año los trabajos
prácticos exigidos. La mayoría, casi 15 mil estudiantes, abandonaron la tercera materia, por lo
tanto debían rendirla libre en febrero ante un tribunal o volver a intentarlo este año.

“Es poco”, admite Delia Provinciali, la secretaria de Educación de la Provincia, respecto de la


cantidad de estudiantes que cumplieron con las exigencias de la tercera materia y aclara que
se vienen obteniendo los mismos resultados desde que se implementó el plan.

En cambio, Provinciali ve con buenos ojos, otro número: el 85 por ciento de los que
cumplieron con los prácticos, aprobaron el coloquio de la materia en diciembre. “Todavía no
hay una comprensión por parte de todos los actores de la comunidad educativa de lo que
significa esta oportunidad, que no está ligada al concepto de facilismo, sino que implica más
esfuerzo. Si el alumno cumple, el docente y lo padres acompañan, se aprueba la materia
satisfactoriamente”, concluye la funcionaria provincial. A comienzos de año el alumno, los
padres y la escuela firman un acta compromiso.

Cambio Cultural. Paulo eligió matemática, presentó sólo el primer práctico y nunca más
consultó. Tampoco nadie vino a preguntarle porque había abandonado. En algunas escuelas el
coordinador de curso es el que lleva el seguimiento del alumno y hace de vínculo con el
docente. Pero en otras nadie hace ese trabajo. Cada escuela ha ido resolviéndolo de diferentes
formas.

Perón, profe de Italiano en tres escuelas públicas y una privada, no ha tenido una buena
experiencia: “Se agrega trabajo no reconocido salarialmente, porque es tarea que no tiene
tiempo ni espacio áulico asignado y plantea desigualdades entre los docentes. Algunos tienen
que seguir a 4 o 5 alumnos con tercera materia y otros ninguno”, cuestiona.
El docente deja los prácticos en la fotocopiadora, se cruza con el alumno en un pasillo durante
el recreo, o lo atiende en medio de una clase. Tampoco están previstos espacios de consultas:
“Se complica si tenés una duda, porque el colegio es muy grande o los profesores están en
clases, y no es fácil encontrarlos”, cuenta Micaela, alumna del Carbó.

“Los profesores pueden salir un momento de la clase para trabajar con los estudiantes de la
tercera materia, no son tantos y son sólo dos prácticos por trimestre”, replica Provinciali y
apunta que, además, se puede trabajar con los coordinadores de cursos: hay uno o dos por
escuela y tienen la tarea de acompañar a los alumnos que presentan dificultades; y con los
tutores, profesores a los que se les paga un grupo de horas para atender consultas.

“La tercera materia va en la línea de reconocer ritmos de aprendizaje y de tiempos distintos en


los estudiantes”, señala Andrea Martino, coordinadora del programa de consulta pedagógica
del Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de Córdoba (ICIEC). Lo que falta
es “generar condiciones institucionales y pedagógicas para acompañar realmente a los jóvenes
en sus aprendizajes, los coordinadores de curso algo de esto hacen, pero no alcanza”, agrega.

Para la secretaria de educación es necesario un cambio en la forma tradicional de concebir la


escuela y la responsabilidad docente. “La responsabilidad del profesor no termina con el año
escolar, sino cuando el alumno logró los conocimientos”, aclara y agrega que se trata de
pensar en instituciones más flexibles”, con una mirada de equipo puesta en las trayectorias
pedagógicas de los alumnos.

Alternativas. “Hay que evitar que la medida se burocratice”, advierte Martino, es decir que la
presentación y evaluación de los trabajos prácticos no se transforme en un trámite. “Estas
medidas son bienvenidas en tanto y en cuanto puedan ser evaluadas y ajustadas en función de
los aprendizajes de los chicos” y esa evaluación debe incluir la experiencia y mirada de los
padres, los estudiantes, los docentes y los directivos. Desde el ICIEC consideran que esa es una
de las materias pendientes del gobierno.

Provinciali asegura que se está trabajando con los directivos para hacer ajustes y buscar
alternativas. En dos escuelas, por ejemplo, los chicos cursaron la tercera materia como
alumnos regulares en el turno contrario. “Se obtuvieron buenos resultados”, señala Provinciali
sobre esta experiencia piloto.

Este año, Paulo, lo va a intentar de nuevo. Cursará sexto y mientras tanto deberá cumplir con
los prácticos que la docente coordinadora le vaya dejando en la fotocopiadora. Otra vez será
matemática, cree que va a poder, quiere recibirse para estudiar ingeniería mecánica.

La repitencia no es solución

Delia Provinciali y Andrea Martino coinciden en señalar que la repitencia no garantiza al


alumno el aprendizaje de aquellos conocimientos que no logró durante el año anterior.
Estudios a nivel mundial dan cuenta que “en la secundaria los alumnos que repiten, al otro año
se llevan más materia”, apunta Provinciali.

Para Martino “los fracasos escolares no pueden ser entendidos como una problemática de
responsabilidad individual del alumno” y plantea alguna de las preguntas que debe hacerse la
escuela: “¿Cuáles son esos saberes imprescindibles, que son la base para el aprendizaje de
otros más complejos? ¿Si este alumno bajo esta forma de enseñanza no logró aprender la
materia, cómo podemos trabajar con otros modos de acceder al conocimiento?”.

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