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El movimiento obrero anarquista en la Argentina y la


educación

La educación libertaria en la Argentina (integral, racionalista, anarquista,


popular,) estuvo directamente ligada en casi todas sus iniciativas al
movimiento obrero organizado, en las primeras uniones obreras primero y en
la Federación Obrera Regional Argentina después, y hay que decir que
estos establecimientos no fueron pocos sino todo lo contrario.
La educación se planteo como una herramienta alternativa más a la
transformación social, y el tema no era cuestión solo de pocos sino que el
pueblo se debatía que quería enseñarles a sus hijos y para qué.

Para 1899 se abre en lo que son hoy los barrios de Parque Patricios y
Barracas la escuela “Nueva humanidad” impulsada por los trabajadores del
Matadero del barrio y las sociedades anarquistas de Barracas. Para el año
1900 contaba con la asistencia de 79 niños.

En el primer congreso de la Federación Obrera en 1901 se vota por la


creación de escuelas libres y prácticamente no hubo en la historia de la
federación una sola sociedad de resistencia que no contara con una
biblioteca para consulta de sus adherentes.

Para el segundo congreso de 1902 se declara que se “cree indispensable


para el porvenir de las futuras generaciones la creación de una institución de
enseñanza libre” y no fueron solamente palabras sino que desde todas las
sociedades se sostenía económica y moralmente a los proyectos de
educación que estuvieran por fuera de las garras de la iglesia y la política de
estado, aportando para los emprendimientos la esperanza de un futuro mas
justo y libre: llevando a las escuelas a sus hijos.

En 1902 los “amigos de la enseñanza libre” o “Circulo de enseñanza libre de


la Boca” impulsaron dos establecimientos educativos contando con el apoyo
de los Portuarios en especial de la Sociedad de Estibadores.

En la Protesta Humana del 9 de agosto de 1902 se leía: “Una nueva y


hermosa institución han creado nuestros compañeros de La Boca con el
concurso de la clase obrera de aquel barrio marítimo. Se trata de la
implantación de una escuela libertaria que será el baluarte levantado contra la
envenenadora enseñanza oficial y religiosa, destinado a propiciar a los hijos
de los trabajadores una educación libre, racional, purgada de toda infección
patriotera y religiosa. Desde el 1 ° de agosto han quedado abiertas las clases
para niños y niñas en los grados 1º, 2°, 3° y 4° (...) En esta escuela se enseña

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a los alumnos de ambos sexos conforme al más perfeccionado sistema
pedagógico y con la escrupulosa verdad científica. Horario de invierno 8 -11
mañana, 1- 4 tarde. Precios por mes: Grados 1 ° y 2° $1,00; grados 3° y 4° $
2,00[…] Al frente se hallan compañeros nuestros competentes en
profesorado. Solo nos resta recomendar a nuestros compañeros y los
numerosos trabajadores de la Boca que presten el más decidido concurso
para el sostenimiento de esta escuela que es la primera, de las varias que se
proponen fundar sus iniciadores con tan elevados fines".

También en ese mismo año hubo dos intentos más uno del grupo anarquista
“Caballeros del Ideal” y otro de Julio Camba en el barrio de Almagro.

"El 3° Congreso de la Federación Obrera (1903) recomienda muy espe-


cialmente a la Comisión Administrativa, la creación de una Biblioteca
destinada exclusivamente a la educación societaria de todos los asalariados.
Para los mismos fines también se podrán editar folletos, recopilar artículos,
dar conferencias, etc., etc., a fin de conseguir la mayor ilustración de la clase
trabajadora.
Así mismo se recomienda a todas las sociedades formen Bibliotecas y traten
en lo posible de mejorar en todo sentido la educación e ilustración de sus
asociados".

"El 3° Congreso de la Federación considera de urgente necesidad la


fundación de escuelas libres, donde excluyendo toda educación sectaria se
exponga al niño a la mayor suma de conocimientos, evitando así el deforma-
miento cerebral y preparando criterios amplios, capaces de comentar y
comparar mas tarde todo genero de doctrinas. El lema de estas escuelas será
la libertad por la educación, y la instrucción estética y el aprendizaje manual
deberá unirse a la enseñanza científica, teniendo siempre como punto de
mira el desenvolvimiento integral de todas las facultades. En cuanto a las
academias de enseñanza para los adultos funcionara de noche en el propio
local de la escuela".

En ese mismo año en Bahía Blanca hubo un intento de Escuela Moderna que
no duro mucho ya que sufrió poco mas tarde la represión de la policía y la
persecución de sus docentes. En 1904 una Escuela Moderna comenzó a
funcionar en Perú 1799, también le siguió el grupo de enseñanza popular
“Compañeros Unidos” en la sociedad de Marineros y Foguistas en el barrio de
la Boca, decía la Protesta el 18 de Mayo de 1904:

"El plan de enseñanza será genuinamente libre; es decir, quedara al arbitrio


de los alumnos aprender lo que deseen. La enseñanza será integral en lo
posible (...) No se enseñará ni disciplinará al niño a determinado ideal o

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partido, dejando esto a su arbitrio (...) Todos pueden asistir (...) lo mismo que
católicos, que protestantes, que los ateos; los autócratas y los libertarios.”
En la ciudad de Trenque Lauquen también surgió junto a la organización
gremial la organización educativa de una escuela libertaria que abrió sus
puertas en octubre del mismo año.
Con el quinto congreso de la Federación Obrera hubo un nuevo impulso para
las escuelas libertarias ya que los acuerdos fueron “El 5° Congreso
reconociendo la necesidad de hacer efectiva la instrucción libre, recomienda a
todas las sociedades federadas dediquen una parte de sus fondos al
sostenimiento de escuelas libres, bibliotecas y edición de folletos, y que la
F.O.R.A. apoye toda iniciativa que surja tendiente a la constitución de ellas,
garantizándose los consejos locales de su buen funcionamiento".

En 1907 se abre la Escuela Moderna de Lujan en las calles Italia y Almirante


Brown. “La enseñanza será mixta (...) La Escuela Moderna persigue el
propósito de preparar una humanidad verdaderamente fraternal, sin distinción
de clases ni de sexos.
Los ejercicios físicos y trabajos manuales, al mismo tiempo que robustecen el
organismo infantil, tienden a inculcar en el niño el amor al trabajo, por ello en
la escuela funcionara para las niñas un turno de labores femeniles, y a los
niños se les enseñara agricultura y se les hará trabajar la tierra, siempre que
sus condiciones físicas lo permitan.
Además lo más pronto posible se instalarán talleres para el aprendizaje de
oficios. De este modo la Escuela Moderna cree luchar por el advenimiento de
una sociedad en la cual todos sus miembros trabajen y sean titiles a la
colectividad"(La Protesta, 28 de agosto de 1907).

Con el apoyo de los estibadores del Puerto se abre en 1908 la Escuela


Moderna de Rosario y en 1909 la Escuela Moderna de Buenos Aires
continuadora de una experiencia anterior en el barrio de Lanus; la dirección
de esta escuela era de Julio Barcos, comentaba la protesta del 7 de abril :

"Con un día esplendido celebróse el pic-nic que la Comisión Administrativa de


la Escuela Moderna, secundada por los grupos 'Amantes de la Libertad' y
Despertar' organizaron el domingo 4 del corriente. A las 8 1/2 salio un tranvía
(...) hasta el lugar (...) Mas tarde (los niños) recitaron poesías y diálogos,
llegando en algún momento a impresionar a la concurrencia por la manera de
declamar de algunos alumnos que emocionaron por las vibrantes estrofas;
con todo el sentimiento puesto en la expresión semejaban un protesto de la
niñez hacia los hombres pervertidos por las mas bajas pasiones, se revuelcan
en las cenagosas aguas del vicio, la mentira y la torpeza. Hubo ollas
colgantes y un tiro a las muñecas que consistía en echar con unas pelotas a
ocho caricaturas alineadas en un listón y sujetas por una bisagra, represen-

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tando el clero, la burguesía, el militarismo, la prostitución: esto llamo bastante
la atención".

También hubo intentos en Mendoza, Ingeniero White, La plata, Mar del Plata,
C. Rivadavia.

Para 1912 se funda la Liga Racionalista de Argentina, sus fines eran:


“Articulo 1 ° Queda constituida con el nombre de la Liga de Educación
Racionalista, una asociación popular cuyos fines son los siguientes:
a) Hacer conocer por todos los medios de propaganda los fines y principios
de la educación racionalista.
b) Tratar de hacer converger los esfuerzos de todos los que comprenden la
necesidad de reformar la escuela actual, para la elaboración de un sistema de
educación y de un plan de enseñanza que realice el concepto científico y
humanitario de la Pedagogía moderna.
c) Llevar a la práctica ese concepto por la fundación de escuelas
racionalistas, que serán campos de experimentación de ese plan y sistema.
Art. 2° Acepta como principio de acción y base de su obra, que: El problema
de la educación debe ser considerado desde el punto de vista individual, por
lo tanto:
a) La escuela debe preparar en cada educando un elemento útil a la
colectividad, y siendo el progreso la condición de vida de esta, hacer de cada
niño un hombre susceptible de concebir un ideal del mejoramiento integral de
la vida; orientando los espíritus en formación hacia el futuro, no hacia el
pasado.
b) La instrucción no es todo; sola no forma sino eruditos. Debe intentarse ir
desarrollo equilibrado y armónico de todas las aptitudes y tendencias útiles
para formar al hombre sano, de mente clara y sin prejuicios, cuya vida moral
tenga por base el sentimiento de solidaridad social.
c) todo sistema de educación debe partir del conocimiento exacto de la
naturaleza física y psíquica del niño, debe inspirarse en los métodos de la
ciencia.
d) La verdad aceptada y demostrada, dentro de su carácter relativo, lo
inspirara, desechándose por lo tanto todo dogma, todo hecho que no tenga
otro apoyo que la autoridad o la tradición.
e) La escuela no debe imponer, debe demostrar y persuadir; despertar la
inteligencia, estimular el raciocinio, hacer que en cada sujeto se afirme una
individualidad."

La Liga funcionó en muchos de los locales de los gremios y la instrucción no


se limitó a los niños sino que allí se educaban también los mismos
trabajadores.

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Con los hechos del Centenario, la implantación del estado de sitio y la ley de
Defensa Social comenzaron las grandes represiones al movimiento obrero en
general, por lo tanto las iniciativas educativas no tuvieron una suerte
diferente; por otra parte la iglesia se encargó de aprovechar toda ocasión
beneficiosa para atacar los intentos educativos que iban en contra de sus
“teorías” de escolarización, varios escritores nombran al clero rosarino como
responsable directo del cierre de escuelas que a través de los medios de
comunicación locales se encargaban de repudiar constantemente; las
persecuciones a docentes y a los trabajadores en cada huelga, la muerte de
F. Ferrer en España fueron todos hechos que ocasionaron el decaimiento
paulatino del impulso por la educación alternativa, después de mediados los
años 10 fueron cerrados varios de los establecimientos educativos pero no
lograron acabar con la voluntad de los trabajadores anarquistas por la
educación libertaria ya que algunos establecimientos sobrevivieron hasta
entrados los años veinte.

Las escuelas libertarias de principios de siglo fueron como se ve muy


numerosas y esto pese a la gran cantidad de material que se ha perdido por
los reiterados atracos de la policía en los establecimientos educativos como
en los locales obreros. La educación sufrió los mismos procesos de
destrucción que el movimiento obrero, si bien hoy sigue siendo cuestionada la
cultura religiosa -fruto muy probable de aquellas experiencias revolucionarias-
en las escuelas a lo sumo se puede llegar a encontrar tendencias laicas
estatales donde la meta mas alta es formar ciudadanos respetuosos no del
culto religioso sino del culto al estado, a las leyes, a las obligaciones, a la
sumisión, al acatamiento de horarios y reglamentos, escuelas que buscan en
el alumno el sujeto que mejor se forme para ingresar a las exigencias del
mercado capitalista y afortunados los que en esta pirámide sean los que
ocupen los primeros puestos, afortunados egresados de las universidades
esponsoreadas por las empresas para formar lideres e intelectuales.
Para la gran mayoría solamente el ciclo primario, con suerte secundario, que
les servirá para aprender a llegar temprano al trabajo y respetar las
jerarquías, o sea para aprender a agachar la cabeza ante el patrón.

Noelia Ferrer

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Instrucción
Garantida la subsistencia del individuo por el trabajo fácil, higiénico y
recreativo; organizada la sociedad por la libre asociación y el libre acuerdo;
hermoseada esa sociedad con la práctica de la solidaridad en todas las
contingencias: hállense satisfechas todas las necesidades naturales, así
materiales como afectivas y recreativas. Fáltale, sin embargo, a la sociedad
libre un gran elemento, sin el cual no seria libre, ni civilizada: la instrucción.
La instrucción es reclamada imperiosamente por la ciencia; es necesaria para
el desarrollo cerebral, como lo es la gimnasia para el muscular. Además,
aspirando el hombre, a la mas amplia y efectiva libertad, no puede prescindir
de la instrucción; porque la libertad únicamente la conquista el hombre con su
saber, con la conciencia de su valía. Los pueblos han sido y son esclavos por
la ignorancia; porque no saben regirse por si mismos; porque aceptan toda
ficción y engaño como cosas verdaderas; y no aciertan a distinguir lo que les
conviene de lo que les es nocivo. Solo a fuerza de dolorosa experiencia, de
saber, han podido poco a poco levantarse de la primitiva estupidez. El mejor
escudo contra todo tiránico propósito, la más firme garantía de la libertad, no
es la fuerza, sino la razón bien cultivada.
El hombre instruido se siente emancipado. Aún en los actuales tiempos, que
nos vemos domeñados en todo, sufriendo una condición esclavizadora, el
ilustrado es libre en su pensamiento y en todos los posibles momentos se
yergue su altiva personalidad. No así el ignorante, que semeja un animal
doméstico, presa de las preocupaciones, humillado ante si mismo por su
concepto de inferioridad y humillándose ante los demás con repugnante
abyección. Siendo esto cierto no precisa mas esfuerzo para comprender la
importancia y la necesidad de la instrucción como sólido fundamento social.
Y tanta importancia se le ha de dar a la instrucción, como al trabajo, como a
la libertad, poniendo a su disposición todos los grandes recursos sociales,
porque sin ella no hay arte, no hay ciencia, no hay progreso, no hay
bienestar. No debe ser, como hoy, privilegio de una clase, dándose al pobre
como mezquina limosna, mala, incompleta; sino que debe constituir un
derecho propio de todos; niños y niñas, hombres y mujeres; además, debe
ser enteramente práctica, integral. De la misma manera que todos los medios
naturales y sociales utilizables y utilizados en la sociedad libre para el trabajo
y para la vida de todos, asimismo deberán servir para la instrucción con toda
la sabiduría, hasta el punto de que cada pueblo sea una vasta escuela, como
un gran taller, para la mutua ilustración en todos los conocimientos posibles, y
de tal modo práctica, que el estudio sea un trabajo y un recreo y un medio de
desarrollo. Desaparecidas, por no tener razón de ser, esas clasificaciones de
profesiones nobles y serviles, manuales y liberales, sino que todo trabajo y
todo servicio y toda ocupación sea igualmente importante, el taller y el
laboratorio, y la clínica y la granja y todo experimento u observación o
descubrimiento será para todos positiva escuela.
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En el común bien y en la mejor ilustración de todos se cifrará el bienestar
individual, axiomático concepto que la sociedad presente se empeña en
ignorar.

Antonio Pellicer Peraire

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DE LA EDUCACIÓN NACIONAL

La dirección que en mayor o menor grado ejerce el gobierno sobre la


educación pública, es uno de los medios de que suele valerse para influir en
la opinión general. Es digno de ser notado que la idea de tal dirección-cuenta
con el apoyo de algunos de los más celosos partidarios de las reformas
políticas. Por consiguiente, su examen merece nuestra más escrupulosa
atención. Los argumentos en favor de esa idea fueron ya anticipados. Las
personas designadas para ejercer altas funciones públicas y para velar, por lo
tanto, por el bienestar general, no pueden ser indiferentes al cultivo de la
mente infantil, permitiendo que el azar decida acerca de su buena o mala
formación. No es posible lograr que el amor al bien público y el patriotismo
sean las virtudes dominantes de un pueblo, si no se hace de su enseñanza
en la primera juventud una cuestión de interés nacional. “Si se permite que la
educación de la juventud sea confiada únicamente al cuidado de los padres o
de la benevolencia accidental de otras personas, ¿no resultará
necesariamente que algunos jóvenes serán educados en laTirtud, otros en el
vicio y otros serán desprovistos de toda educación?"A estas consideraciones
se ha agregado "que la máxima que ha prevalecido en la mayoría de los
países civilizados, según la cual la ignorancia de la ley no justifica la violación
de la misma, es en alto grado inicua; que el gobierno puede en justicia
castigarnos por delitos determinados si previamente no nos ha prevenido
respecto de los mismos, cosa que no puede cumplirse, a menos que exista
algo semejante a una educación pública".La bondad o la inconveniencia de
esta teoría será determinada por la consideración acerca de la tendencia
benéfica o maligna que ella implique. Si la intervención de los magistrados en
un sistema de educación general fuera favorable al bien público, sería
ciertamente injustificable que tal función no se cumpliera. Si, por el contrario,
esa intervención resultara perjudicial, sería injustificable y erróneo
preconizarla. Los defectos de un sistema de educación nacional derivan en
primer lugar del hecho que toda institución oficial implica necesariamente la
idea de permanencia y conservación. Ese sistema procura expresar y difundir
todo cuanto es ya conocido, de utilidad social, pero olvida que queda aún
mucho más por conocer. Suponiendo que en el momento de implantarse
ofrezca los beneficios más substanciales del conocimiento, llegará a ser
gradualmente inútil a medida que su duración se prolongue. Pero el concepto
de inutilidad no expresa exactamente sus defectos. Más aún, restringe el
vuelo del espíritu y lo sujeta a la fe en errores probados. Se ha observado con
frecuencia que la enseñanza impartida en universidades y otros
establecimientos públicos se hallaba atrasada en un siglo con respecto a los
conocimientos que poseían los miembros de la misma sociedad, libres de
trabas y prejuicios. Desde el momento en que un sistema adquiere forma
institucional, ofrece de inmediato esta característica inconfundible: el horror al
cambio. A veces una violenta conmoción puede obligar a los voceros oficiales
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de un caduco sistema filosófico, a decidirse por otro menos anticuado; en
cuyo caso se sentirán tan pertinazmente apegados a la segunda doctrina,
como lo habían estado respecto a la primera. El verdadero progreso
intelectual requiere que las mentes trabajen con suficiente agilidad para
captar los conocimientos alcanzados por los hombres más ilustrados de la
época, tomándolos como punto de partida para nuevas adquisiciones y
nuevos descubrimientos. Pero la educación pública ha gastado siempre sus
energías en el mantenimiento del prejuicio. En vez de dotar a sus alumnos de
la capacidad necesaria para someter cualquier proposición a la prueba del
examen, les enseña el arte de defender los dogmas establecidos. Estudiamos
a Aristóteles, a Tomás de Aquino, a Belarmino o a Coke, no con el ánimo de
descubrir sus posibles errores, sino con la disposición de que nuestro espíritu
se identifique con todos los absurdos en que aquéllos han incurrido. Este
rasgo es común a todos los establecimientos públicos y aún en esa
insignificante institución de las Escuelas dominicales, donde se enseña
principalmente a venerar a la iglesia anglicana y a inclinarse humildemente
ante todo individuo elegantemente vestido. Todo lo cual es en absoluto
contrario al verdadero interés del espíritu y debe olvidarse antes de adquirir el
verdadero conocimiento.
La capacidad de perfeccionamiento es una característica propia del espíritu
humano. El hombre renuncia a su más elevado atributo cuando se adhiere a
principios que su conciencia rechaza, aunque anteriormente los hubiera
hallado justos. Cesa de vivir intelectualmente desde que se cierra a sí mismo
el camino de la investigación. Ya no es un hombre, sino el espectro de
alguien que fue. Nada más insensato que establecer separación entre un
credo y las razones objetivas de las que depende su validez» Si yo pierdo la
capacidad de comprobar la evidencia de esas razones, mi convicción no será
otra cosa que un prejuicio. Influirá sobre mis actos a modo de prejuicio pero
no podrá animarlos como una real captación de la verdad. La diferencia que
hay entre el hombre guiado de este modo y el que conserva íntegramente la
libertad de su espíritu, es la diferencia que media entre la cobardía y el valor.
El hombre que es, en el mejor sentido, un ser intelectual, se complace en
revisar constantemente las razones que lo han llevado a determinada
convicción, en repetir esas razones a sus semejantes, susceptibles de ser
igualmente convencidos, lo que al mismo tiempo confiere a aquéllas mayores
consistencia en su propio espíritu; estará además siempre bien dispuesto a
recibir objeciones, pues no siente la vanidad de consolidar un prejuicio. El que
sea incapaz de realizar tal saludable ejercicio no podrá cumplir ninguna
función meritoria. Resulta por lo tanto que ningún principio puede ser más
funesto en el orden de la educación, que el que nos enseña a considerar
como definitivo y no sujeto a revisión un juicio determinado. Esto es aplicable
tanto a los individuos como a las comunidades. No existe proposición
suficientemente válida para justificar la creación de instituciones destinadas a
inculcarla de un modo definitivo en los espíritus. Todo puede ser objeto de
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lecturas, de examen, de meditación. Pero evitemos la enseñanza de credos o
de-catecismos, sean ellos políticos o morales.
En segundo lugar, la idea de una educación nacional se funda en la
incomprensión del espíritu humano. Todo lo que un hombre hace por sí
mismo, estará bien hecho. Todo lo que sus vecinos o el Estado procuran
hacer por él, estará mal hecho. La sabiduría nos aconseja incitar a
lo»hombres a obrar por sí mismos, no a mantenerlos en un estado de eterno-
tutelaje. El que estudie porque quiere estudiar, captará los conocimiento»que
recibe, comprendiendo plenamente su sentido. El que enseña por vocación,
lo hará con energía y entusiasmo. Pero desde el momento en que una
institución pública se encarga de asignar a cada cual la función que debe
desempeñar, todas las tareas serán cumplidas con frialdad e indiferencia. Las
universidades y otros establecimientos oficiales de enseñanza, se han
destacado desde hace tiempo por su formal estupidez. La autoridad civil me
confiere el derecho de emplear mi propiedad de acuerdo, con determinados
propósitos; pero es vana presunción creer que puedo trasmitir mis opiniones
del mismo modo que puedo transferir mi fortuna. Suprimid todos los
obstáculos que impiden a los hombres conocer la verdad y les traban en la
persecución de su propio bien; pero no tratéis de eximirles absurdamente del
esfuerzo necesario para tal efecto. Lo que yo adquiero porque es mi voluntad
obtenerlo, lo estimo en su justo valor. Pero, lo que me es gratuitamente
concedido, podrá hacerme indolente, pero no puede hacerme respetable. Es
en sumo grado insensato pretender procurar a alguien los medios de ser feliz,
independientemente de su propio esfuerzo. La concepción de un sistema de
educación nacional se basa en la idea tantas veces refutada en el curso de
esta obra -—pero que se nos presenta nuevamente en mil formas distintas—
de que es imposible ilustrar a los hombres si no es por medio de verdades
oficializadas.
En tercer lugar, el principio de educación nacional debe ser rechazado en
razón de su evidente alianza con el principio de gobierno. Se trata de una
alianza de naturaleza más formidable que la antigua y muchas veces
repudiada unión entre la Iglesia y el Estado. Antes de poner una máquina tan
poderosa en manos de un agente tan equívoco, debemos reflexionar bien en
las consecuencias de tal acción. El gobierno no dejará de emplear la máquina
de la educación para fortalecer su propio poder y para perpetuar sus
instituciones. Aun suponiendo que los funcionarios del gobierno tengan la
mejor intención de realizar algo que a su juicio sea meritorio, el mal no será
por eso menor. Sus opiniones, en tanto que institutores de un sistema de
educación, serán indudablemente análogas a las que sostienen como
políticos. Los mismos conceptos que determinan su conducta como
estadistas, inspirarán sus métodos de enseñanza. Es falso que la juventud
deba ser enseñada a venerar una constitución, por excelente que ésta sea.
Debe enseñársele a venerar la verdad, y sólo en la medida en que la
constitución participe de la verdad, de acuerdo con un juicio independiente,
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será merecedora de veneración. Si el sistema de educación nacional hubiera
sido aplicado cuando el despotismo se hallaba en su apogeo, es probable
que no hubiera logrado sofocar enteramente la voz de la verdad, pero es
seguro que hubiera obstaculizado de un modo considerable su desarrollo.
Aun en aquellos países donde prevalece la libertad, es razonable suponer
que son admitidos muchos errores y una educación nacional tiende
esencialmente a perpetuar esos errores, ajustando todos los espíritus de
acuerdo con un molde único.
No creemos que la observación de que el gobierno no puede castigar en
justicia a los delincuentes, a menos que previamente les haya enseñado a
conocer la virtud y a distinguirla del pecado, deba merecer una respuesta
especial. Es de desear que la humanidad no tenga que aprender una lección
tan importante por un medio tan corrompido. El gobierno puede presumir
razonablemente que los hombres que viven en sociedad saben distinguir qué
actos son criminales y contrarios al bien público, sin que sea menester
declararlo por ley y anunciarlo por medio de heraldos o por los sermones de
los clérigos. Se ha dicho que "la simple razón es suficiente para enseñarme
que no debo herir a mi vecino, pero nunca me prohibirá enviar un fardo de
lana fuera de Inglaterra o imprimir la constitución francesa en España". Esta
reflexión nos lleva a la esencia del problema. Los verdaderos crímenes son
discernidos sin necesidad de la enseñanza de la ley. Los supuestos
crímenes, que escapan al discernimiento de nuestra conciencia, son en
verdad actos inocentes. Es indudable que mi propio entendimiento jamás me
enseñará que la exportación de lana es un delito. Pero no creo que en verdad
lo sea por el hecho de que una ley lo establezca. Es un triste y despreciable
justificativo de inicuos castigos, el anunciarlo previamente a los hombres que
deberán ser sus víctimas. Se trata de un remedio peor que la enfermedad.
Aniquiladme, si queréis; pero no tratéis de destruir en mi espíritu el
discernimiento entre lo justo y lo injusto, mediante la llamada educación
nacional. La idea de tal educación y aún la necesidad de una ley escrita,
jamás hubieran tomado cuerpo si el gobierno y la jurisprudencia no hubieran
realizado la arbitraria conversión de lo inocente en culpable.

William Godwin

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LA EDUCACION

La educación y el trabajo. Como miembros de la Asociación Internacional


queremos la igualdad, y porque la deseamos debemos querer al mismo
tiempo una educación completa e igual para todos. Se nos preguntará: si todo
el mundo va a ser instruido, ¿Quien querrá trabajar? Nuestra respuesta es
simple: todos trabajaran y todos serán instruidos. Una objeción frecuente es
que esta mezcla de trabajo mental y mecánico solo puede ir en detrimento de
ambos; que los trabajadores manuales serán muy malos científicos, y que los
científicos seguirán siendo siempre muy malos trabajadores manuales.
Esto es verdad en la sociedad existente, donde tanto el trabajo mental como
el manual están igualmente pervertidos por el aislamiento completamente
artificial al que ambos se encuentran condenados. Pero estamos convencidos
de que en el hombre viviente y complete estas dos actividades, la muscular y
la nerviosa, deberían desarrollarse por igual y que, lejos de estorbarse entre
si, están llamadas a apoyarse, ampliarse y reforzarse recíprocamente. El
conocimiento de los sabios será más fructífero, más útil y de más amplio
alcance cuando ya no sea extraño al trabajo físico, y el trabajo del obrero
instruido será realizado de una forma más inteligente y, en consecuencia,
resultara más productivo que el del ignorante. De aquí se deduce que tanto al
trabajo como a la ciencia interesa que no existan más trabajadores ni
científicos, sino solo hombres.
La ciencia y la técnica a disposición del trabajo. Los hombres que, en
virtud de su superioridad intelectual, estén muy preocupados exclusivamente
con el mundo de la ciencia y que una vez establecidos en ese mundo, y
rindiéndose a las exigencias de una posición completamente burguesa,
orientan todos sus inventos hacia el uso exclusivo de las clases privilegiadas,
de las que ellos mismos forman parte; todos esos hombres, cuando hagan
causa común con el resto de la humanidad y pasen a ser compañeros de
trabajo del pueblo llano, no solo en la imaginación y de palabra, sino de
hecho y por su trabajo real, pondrán necesariamente sus descubrimientos y
las aplicaciones de la ciencia a disposición de la sociedad para beneficio de
todos, y en primer lugar, para el aligeramiento y ennoblecimiento del trabajo,
única base legitima y real de la sociedad humana .
La gran mayoría de las diferencias de capacidad se deben a las
diferencias de educación. La potencia de pensamiento, así como la fuerza
de voluntad, están condicionadas en cada individuo por su organismo y su
instrucción. No sabemos que ocurrirá en este terreno dentro de algunos
siglos, después de que se haya establecido la plena igualdad social sobre la
Tierra. Pero no puede negarse que la inteligencia y la estupidez dependen de
algún modo de diferencias en los organismos. No existe en la humanidad del
presente una igualdad de capacidad cerebral. A modo de consolación puede
observarse que el número de hombres con inteligencia fuera de lo normal o
dotados de verdadero genio -como el número de hombres radicalmente
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entupidos por naturaleza, idiotas- es muy pequeño en comparación con la
media normal de la humanidad. La mayoría está formada por personas
dotadas con capacidades moderadas y casi iguales, que, sin embargo,
difieren ampliamente en su naturaleza. Y ahora cuenta la mayoría, y no la
minoría.
La mayor parte de las diferencias de capacidad mental existentes en la
actualidad no son innatas, sino que tienen su origen en la instrucción. El
poder del pensamiento se desarrolla con el ejercicio del pensar y con una
guía apropiada y experta del cerebro infantil y adolescente en la gran tarea de
asimilación del conocimiento racional.
Para resolver esta cuestión es necesario que las dos ciencias llamadas a
solucionarla -la psicología fisiológica o ciencia del cerebro, y la pedagogía o
ciencia de la instrucción o del desarrollo social del cerebro- emerjan del
estado infantil en que todavía se encuentran. Una vez admitidas las
diferencias fisiológicas de los individuos, sea cual fuere su grado, se deduce
claramente que un sistema de educación, aun siendo excelente en sí mismo
como sistema abstracto, puede ser bueno para unos y malo para otros,
De la autoridad a la completa libertad. El principio de autoridad en la
educación de los niños constituye el punto de partida natural; es legítimo y
necesario cuando se aplica a quienes por su tierna edad no tienen aun la
inteligencia desarrollada en ningún sentido. Pero como el desarrollo de todas
las cosas -y, en consecuencia, de la educación- implica la negación gradual
del punto de partida, este principio debe disminuir gradualmente en la misma
medida que avanzan la instrucción y la educación, dando lugar a una
creciente libertad.
Toda educación racional no es en el fondo más que la inmolación progresiva
de la autoridad en beneficio de la libertad. La aspiración final de la educación
reside en el desarrollo de hombres libres imbuidos por un sentimiento de
respeto y amor hacia la libertad de los demás. Por eso el primer día de vida
escolar, si los alumnos van a una edad en que apenas han comenzado a
balbucear, habrá de ser el de más autoridad y ausencia casi total de libertad;
pero su último día tendrá que ser el de mayor libertad y absoluta abolición de
todo vestigio del principio animal o divino de autoridad.
La educación de la voluntad. Debe observarse que un sistema tolerante de
instrucción, defendido actualmente por alumnos bajo el pretexto de la libertad
y basado en la continua satisfacción de todos los deseos y caprichos del niño,
contribuye muy poco al desarrollo de una voluntad firme. Por el contrario, la
voluntad se desarrolla al ser ejercitada: al principio a trabes de ejercicios
forzosos, en el proceso de ejercitar anhelos e impulsos instintivos; y con esta
, acumulación y concentración de poder interior en el niño, llega la
concentración de la atención, la memoria y el pensamiento independiente. Un
hombre incapaz de autocontrol, de reprimir sus anhelos, de moderar sus
reflejos y acciones involuntarios o perjudiciales, de resistir presiones internas

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y externas -en una palabra, un hombre que carece de fuerza de voluntad- no
es sino un vulgar pusilánime.
La educación extramuros. El principio de autoridad, aplicado a hombres que
ya han pasado la adolescencia o alcanzado la madurez, se convierte en una
monstruosidad, en una flagrante negación de la humanidad, en una fuente de
esclavitud y de depravación intelectual y moral. Desgraciadamente, los
gobiernos paternalistas han dejado a las masas estancarse en una ignorancia
tan profunda que no solo será necesario establecer escuelas para los niños
del pueblo, sino para el mismo pueblo.
Pero esas escuelas no deberán hacer la más mínima aplicación o
manifestación del principio de autoridad. No habrá escuelas en el sentido
actual, sino academias populares, donde no se sabrá quienes son los
alumnos o los profesores, donde el pueblo acudirá libremente para adquirir -si
lo considera necesario- una instrucción libre, y donde los asistentes, ricos en
experiencia, enseñaran muchas cosas a los profesores encargados de
aportarles el conocimiento que les falta. Será entonces una especie de
fraternidad intelectual entre la juventud instruida y el pueblo.
La verdadera escuela para el pueblo y para todos los hombres crecidos es la
vida. La única autoridad grande y todopoderosa, a la vez natural y racional,
que podemos respetar será la del espíritu colectivo y publico de una sociedad
basada en la igualdad y la solidaridad, así como en la libertad y el respeto
mutuo de todos sus miembros.
La educación socialista es imposible en la sociedad existente. Tres
cosas son necesarias para que los hombres puedan convertirse en hombres
morales (es decir, en hombres completos en el verdadero sentido de la
palabra): el nacimiento en condiciones higiénicas; una educación racional e
integral, acompañada de una instrucción basada sobre el respeto por el
trabajo, la razón, la igualdad y la libertad; y un medio social en el que el
individuo humano, disfrutando de su plena libertad, sea igual, de hecho y de
derecho, a todos los demás.
¿Existe tal medio? No, no existe. De aquí se deduce que hay que crearlo. Si
fuera posible encontrar en el medio social existente escuelas capaces de
proporcionar a sus alumnos una instrucción y educación tan perfectas como
pueda imaginarse, ¿conseguirían esas escuelas desarrollar hombres justos,
libres y morales? No, no podrían, porque al dejar la escuela, los graduados se
encontrarían en un medio social gobernado por principios completamente
contrarios, y como la sociedad es siempre mas fuerte que los individuos,
pronto serian dominados por ella y desmoralizados. Porque la vida social
abarca todo, impregna las escuelas lo mismo que la vida de las familias y de
todos los individuos comprendidos en ella.
Una educación publica, no ficticia sino real, solo puede existir en una
sociedad verdaderamente igualitaria... Y como la propia vida y la influencia
del medio social son factores educativos mucho mas poderosos que las
enseñanzas de todos los profesores licenciados sobre el « deber» del
15
sacrificio y sobre todas las virtudes, ¿como puede ser la educación posesión
común de todos en una sociedad en la cual la posición social de los
individuos y de las familias difiere tanto y es tan desigual?
El medio social configura la mentalidad de los maestros. Los educadores
viven y trabajan en una determinada sociedad y están completamente
impregnados en todo su ser, y en las mas pequeñas partículas de su vida -la
mayoría sin tener siquiera conciencia de ello- por las convicciones, prejuicios,
pasiones y hábitos de esa sociedad. Transmiten todas esas influencias a los
niños que tienen a su cargo; y como, en virtud de la tendencia natural del
hombre a ejercer presión sobre quienes son mas débiles que él, la mayor
parte de los educadores son opresores y déspotas con respecto a los niños -y
a la vez, como el saludable espíritu de contradicción, garantía de la libertad y
de todo progreso, se despierta en los humanos casi desde la infancia-, los
niños y adolescentes odian generalmente a sus educadores, desconfían de
ellos y, al protestar contra su rutina y sus enseñanzas sociales, la generación
mas joven se hace capaz de aceptar o de crear nuevas cosas.
Aquí reside una de las razones principales por las que los adolescentes -
mientras aun asisten a la escuela v no han tornado todavía parte directa y
constructiva en la vida social- son capaces, en mayor medida que los adultos,
de adherirse a una nueva verdad. Pero tan pronto como dejan la escuela, tan
pronto como asumen un puesto definitivo en la sociedad y adoptan los
hábitos, intereses y, por así decirlo, la lógica de una cierta posición mas o
menos privilegiada, la mayoría de ellos toman posición junto a la generación
mas vieja contra la que se habían rebelado, como los esclavos de la
sociedad, y se convierten a su vez en opresores de la siguiente generación
de jóvenes a causa de sus prejuicios sociales.
El medio social -y la opinión social, que siempre expresa los intereses
materiales y políticos de ese medio- gravitan pesadamente sobre el
pensamiento libre, y es necesario un gran poder de pensamiento e incluso de
interés y pasión frente a la sociedad para resistir esa poderosa opresión.
Una actitud socialista sino puede ser desarrollada en los niños dentro de una
sociedad socialista. Los maestros, los profesores y los padres son todos ellos
miembros de esta sociedad, y están todos estupidizados o desmoralizados
por ello. ¿Como pueden, entonces, ofrecer a sus alumnos algo de lo que ellos
mismos carecen? La moral solo puede ser predicada efectivamente con el
ejemplo, y puesto que la moral socialista es completamente contraria a la
moral existente, los maestros, dominados en mayor o menor medida por esta
ultima, actuaran ante sus discípulos de una manera completamente opuesta a
lo que predican. Por consiguiente, la educación socialista es imposible en las
escuelas actuales, lo mismo que en las familias de nuestro tiempo.
Una educación integral es igualmente imposible en las condiciones actuales.
El burgués no tiene el menor deseo de que sus hijos se conviertan en
obreros, y los trabajadores están privados de los medios necesarios para
ofrecer a su prole una educación científica.
16
Me divierten mucho esos buenos socialistas burgueses que nos dicen
siempre: «Eduquemos primero al pueblo, y después le emanciparemos». Por
el contrario, nosotros decimos: dejadles primero que se emancipen ellos
mismos, y ya se ocuparán después de su propia educación.
¿Quien enseñará al pueblo? ¿Vosotros? Pero no le enseñáis, le envenenáis
tratando de inculcarle todos los prejuicios religiosos, históricos, políticos,
jurídicos y económicos que garantizan vuestra existencia, pero que al mismo
tiempo destruyen su inteligencia, le quitan brío a su legítima indignación y
debilitan su voluntad. Dejáis que el pueblo este abrumado por su trabajo
diario y por su pobreza, y después le decís: « Estudiad, educaos. Nos
gustaría veros, con vuestros hijos, poneros a estudiar después de trece,
catorce o dieciséis horas de trabajo embrutecedor, con la pobreza y la
inseguridad del día siguiente como toda recompensa.
No, caballeros, a pesar de nuestro respeto por la gran cuestión de la
educación integral, declaramos que ahora mismo no es la cuestión más
importante a plantear al pueblo. La primera cuestión para el pueblo es su
emancipación económica, que conduce necesaria e inmediatamente a una
emancipación política, y solo tras esto viene la emancipación intelectual y
moral del pueblo.
La educación del pueblo debe ir a la par con una mejora en las
condiciones económicas. Las escuelas para el pueblo son, desde luego,
una cosa excelente. No obstante, es preciso preguntarse si el hombre medio
del pueblo -ese individuo que lleva una existencia precaria de la mano a la
boca, que carece de educación y ocio y se ve forzado a trabajar hasta el
agotamiento para conseguir el sustento de su familia-puede tener el deseo, la
idea o la oportunidad de enviar a sus hijos a la escuela y mantenerlos allí
durante el periodo de estudios. ¿No les necesitará, no necesitará la ayuda de
sus manos débiles e infantiles y de su trabajo para mantener a la familia?
Para el es un sacrificio importante dejadles hacer un año o dos de
escolaridad, lo suficiente para aprender lectura, escritura y aritmética y para
ver emponzoñados sus corazones y mentes por el catecismo cristiano, del
cual existe una desordenada abundancia en las escuelas de todos los países.
¿Acaso podrá alguna vez esta exigua educación elevar a las masas
trabajadoras hasta el nivel de la educación burguesa? ¿Será posible salvar
alguna vez este abismo?
Es evidente que esta importante cuestión de la educación e instrucción
popular depende de la solución del problema -mucho más difícil- de la
reorganización radical de las condiciones económicas de las clases
trabajadoras. Elevad esas condiciones, devolved al trabajo lo que le
pertenece en justicia, y permitiréis de esa forma a los trabajadores que
adquieran conocimientos, prosperidad y ocio. Entonces, podéis estar seguros,
crearán una civilización más amplia, más saludable y más elevada que la
vuestra.

17
¿Se deduce de ello que debemos eliminar toda educación y suprimir todas las
escuelas? ¡Muy al contrario! Es preciso extender liberalmente la educación
entre las masas, transformando todas las iglesias, todos los templos
dedicados a la gloria de Dios y a la esclavitud de los hombres, en otras tantas
escuelas de emancipación humana.
Por eso nos adherimos plenamente a la resolución adoptada por el Congreso
de Bruselas en 1867.
Reconociendo que por el momento es imposible organizar un sistema
racional de educación, el Congreso urge a sus diversas secciones para que
organicen cursos de estudio con arreglo a un programa de educación
científica, profesional e industrial, es decir, un programa de instrucción
integral, para remediar en la medida de lo posible la falta actual de educación
entre los trabajadores. Queda bien entendido que hay que considerar
condición preliminar indispensable una reducción de las horas de trabajo.»
Si, los obreros harán sin duda alguna todo cuanto este en su poder para
proporcionarse la educación que es posible obtener bajo las condiciones
materiales de su vida actual. Pero, sin dejarse extraviar por las voces de
sirena de la burguesía y los socialistas burgueses, deberían concentrar ante
todo sus esfuerzos en la solución del gran problema de la emancipación
económica, que debería ser el punto de partida de todas las demás
emancipaciones.
Miguel bakunin

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CUESTIONES DE ENSEÑANZA

Explicar y enseñar no son sinónimos, aun cuando toda enseñanza suponga


previa explicación. Se explican muchas cosas sin que haya propósito de
enseñarlas.
Cuando se declara o da a conocer lo que uno opina, cuando se dan detalles o
noticia de una doctrina, de un suceso, etc., se explica al oyente la opinión, la
doctrina y el suceso para enseriarlas o para repudiarlas, según los casos.
Enseñar es algo más que explicar, puesto que es instruir o adoctrinar. El que
explica una doctrina errónea a fin de hacer patente su falsedad, claro que
enseña, pero no enseña la doctrina que explica, sino que la repudia.
Un ejemplo entre mil, aclarara esa diferencia. Se abre un libro cualquiera de
Geografía elemental, y en la parte que trata de la astronomía se halla en
primer término la explicación del sistema de Tolomeo, que supone la tierra en
el centro del Universo y a todos los demás cuerpos girando alrededor de ella.
Viene enseguida el sistema de Copérnico, que considera el Sol fijo y los
planetas girando a su alrededor. Y se agrega: este último sistema es el
admitido en el día.
La cosa es clara; se explica o da a conocer el primero; se explica y se enseña
el segundo. No se enseña aquel porque se le tiene por erróneo. Adviértase
que si el profesor es concienzudo, ni aun el sistema de Copérnico enseñará
sin reservas, porque nada nos permite asegurar que en el sistema del
universo no hay algo más que la teoría heliocéntrica. Por eso se dice
solamente que es el admitido en el día, en lugar de darlo dogmáticamente
como verdadero.
La diferencia entre explicar y enseñar es todavía mayor cuando no hay más
que hipótesis para contestar las interrogaciones del entendimiento. Tal ocurre
con la constitución interna de nuestro planeta. El profesor podrá y deberá
explicar las diferentes teorías que tratan de descifrar el enigma, pero no
deberá enseñar ninguna como verdadera y comprobada puesto que no
sabemos que lo sean.
En cambio podrá enseñar con ejemplos y razones, empírica y racionalmente,
entre cien cosas más, el llamado teorema de Pitágoras, a saber: en todo
triangulo se verifica que el cuadrado construido sobre la hipotenusa es
equivalente a la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos.
Y como es muy extenso el campo de los conocimientos positivos, verificados
y comprobados por todo el mundo, metodizados por la ciencia; y es mas
extenso aun el campo de las probabilidades de conocimiento pleno de
hipótesis, de opiniones, de teorías, pero falto de prueba y de certidumbre, es
claro que para todo hombre de firme entendimiento la enseñanza,
propiamente dicha, no deberá salirse de las verdades conquistadas
indiscutibles, y, por tanto, habrá de reducirse al circulo de las explicaciones o
exposiciones necesarias, todo lo que es, en el momento, materia opinable.
19
Cualquiera, pues, que sea la base de una doctrina política, económica o
social, y por grande que sea el amor que por ella sintamos, nuestro debido
respeto a la libertad mental del niño, al derecho que le asiste de formarse a si
mismo, ha de impedirnos atiborrar su cerebro de todas aquellas ideas
particulares nuestras que no son verdades indiscutibles comprobadas
universalmente, aunque si lo sean para nosotros.
Porque, en último término, de proceder en la forma opuesta vendríamos a
reconocer en todo el mundo que cree estar en posesión de la verdad y no
piensa como nosotros, el derecho a continuar modelando criaturas a medida
de sus errores y prejuicios. Y con esto precisamente es con lo que hay que
acabar.
Así es como entendemos la enseñanza, ateniéndonos a la sustancia de las
cosas, y no a las palabras que pretenden representarla.

II

No nos entusiasma una criatura de doce o trece años que se pone a perorar
sobre materias sociales y afirma muy seria la no necesidad del dinero o cosa
análoga. Nos sabe eso a recitado de catecismo, a lección metida en el
cerebro a fuerza de sugestiones. Otro profesor y otro planteamiento del
problema, y la criatura afirmará muy seria todo lo contrario. Recitara otro
catecismo, repetirá otra lección. Hay cosas prematuras como hay cosas
tardías.
Una opinión personal no es necesariamente una ciencia y solo a este titulo
puede ser enseñada. Lo contrario equivale a secuestrar las tiernas
inteligencias infantiles. Estamos por la enseñanza absolutamente libre de
materia opinable.
Un ejemplo ilustrara la cuestión. Supongamos el caso de un pedagogo,
resuelto adversario del dinero y de la renta. Este pedagogo proscribirá de la
enseñanza de la aritmética la infame, la corruptora regla de interés. Si no
recordamos mal, el caso ya se ha dado. Pues ese pedagogo hará una
grandísima majadería por no saber discernir entre el interés del dinero con el
que nada tiene que ver la aritmética en si misma, y una regla de calculo que,
sea cual fuese su nombre, sirve para deducir, ponemos por caso, las
proporciones en que una materia dada ha de entrar en una mezcla, el tanto
por ciento que resulta de una estadística de vitalidad o de población, el
rendimiento de un producto en condiciones dadas, o bien la proporción de
fertilidad creciente o decreciente de una tierra determinada, etc.
Se nos dirá que todo esto se puede explicar y enseñar sin dar al mismo
tiempo la noción de la renta o rendimiento del capital; no lo negamos. Pero es
que aquí esta lo grave de la cuestión. Si se explica la materia dejando en
libertad al alumno para que medite y decida - y para decidir necesita el
conocimiento de Codas esas cosas, las verdaderas y las falsas,- nada habrá
que objetar. Pero si, por el contrario, interviene el profesor con sus ideas
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particulares e incline la balanza del lado de su opinión, por muy hombre libre
que sea, por muy anarquista que se proclame, cometerá, un atentado contra
la libertad intelectual del niño, que en la indefección de su falta de desarrollo
intelectual, tomará como verdades inconcusas así lo cierto como lo falso.
Criaturas de tal modo instruidas, recitarán sabias lecciones... por cuenta
ajena. Y a nosotros nos parece preferible que las reciten por cuenta propia
aunque sean algo menos sabias. Tratárase de hombres y la cuestión seria
diferente.
El libre examen no ha de aplicarse solo por oposición a las cosas teológicas,
sino también como limitación necesaria a imposiciones posibles de partido, de
escuela o de doctrina.
La enseñanza no puede ni debe ser una propaganda. El espíritu de
proselitismo se extralimita cuando va más allá del hombre en el pleno uso de
sus facultades mentales. Si hay alguna cosa en que la abstención, la
neutralidad sea absolutamente exigible, esa es en la instrucción de la
infancia.
En este terreno podemos encontrarnos todos los hombres de ideas
progresivas. Y deberemos encontrarnos para sustraer a la infancia del poder
de los modeladores de momias humanas, de los hacedores de rebaños.

III

Un niño instruido conforme a los conocimientos verdaderamente científicos,


no preguntará probablemente por la existencia de Dios, puesto que ni siquiera
tendría noticia de tal idea. Pero si lo preguntara, el profesor haría bien en
demostrarle que en toda la serie de conocimientos humanos nada hay que
abone semejante afirmación. Dios es materia de fe o de opinión, todo menos
algo probado y que como tal debe enseñarse.
El que escribe estas líneas puede ofrecer la experiencia de once hijos, que
aun no habiendo sido instruidos con el rigor científico necesario, jamás
tuvieron la ocurrencia de formular la pregunta antes dicha. De pequeños,
porque no tenían idea alguna de ello, y de mayores porque sin duda en el
ambiente del hogar, en el ejemplo de cuanto les rodeaba, y en libros de que
disponían - y los había de distintas tendencias - hallaban satisfactoria
respuesta a las interrogaciones de su entendimiento. Su ateismo será, pues,
el fruto de su trabajo cerebral propio, no la lección aprendida del preceptor.
Sus ideas todas serán su labor propia y peculiar, no la resultante de una
acción ajena ejercida deliberadamente. La diferencia es esencial y nos parece
de una claridad meridiana.
Como hasta el día y tal vez por bastante tiempo perdurará el antagonismo
entre la enseñanza de la calle y de la casa, lo natural será que las criaturas
pregunten por muchas cosas que no tienen ni fundamento científico, y en
todo caso, el profesor deberá desvanecer las dudas de sus discípulos,

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cuidando, no obstante, de no operar un simple cambio de opiniones. La
escuela no puede ni debe ser un club.
Por algo sostenemos que, en tiempo y sazón, todo ha de ser aplicado, pero
solamente enseñado aquello que tenga sanción científica, prueba universal.
Una buena parte de los problemas planteados por el entendimiento humano,
no tienen por solución mas que hipótesis mejor o peor fundadas, y es
evidente que en su exposición ha de procurarse una neutralidad absoluta,
porque la solución que a uno le parece indudable y racional, a otro le parece
absurda, y de aquí que el racionalismo sea insuficiente para dirigir la
enseñanza. Descartada toda materia de fe, la instrucción de la juventud
quedaría reducida a la enseñanza de las cosas probadas y a la explicación de
los problemas cuya solución no tiene más que probabilidades de certidumbre.
Pongamos algunos ejemplos. Ante la experiencia diaria que les hace ver que
cuando llueve todos nos mojamos, que nada hay que no provenga de algo o
de alguien, que no hay, en fin, efecto sin causa, los pequeños hombres, si no
preguntan por la existencia de Dios, seguramente preguntarán por el origen
del Universo. Llegada cierta edad no hay quien no se pregunte por el principio
y la causa y por la finalidad y el acabamiento de todas las cosas. Y todo esto
es de una dificultad innegable. ¿Que hará el maestro? Para unos, puesto que
no hay efecto sin causa, el mundo habrá tenido un origen y un principio,
tendrá una finalidad y un acabamiento. Para otros, la serie de las causas y
efectos no tendrá límite anterior ni posterior y el mundo existirá de toda la
eternidad en el espacio infinito. Como todo cuanto nos rodea empieza y
acaba, sucede por algo y para algo, los espíritus realistas optaran por la
primera hipótesis. Los capaces de abstracción se decidirán por la segunda.
No valdrá invocar la ciencia porque ella no puede actualmente, acaso no
pueda nunca, darnos respuestas enteramente probatorias. Los que crean que
la solución categórica está en el materialismo o el evolucionismo, hablaran en
nombre de una opinión o creencia (racionalismo), pero no harán sino
esquivar, diferir el problema, figurándose haberlo resuelto mediante la
sustitución de palabras. Lo intelectualmente honrado será, pues, que el
maestro exponga con toda claridad los datos del problema y las hipótesis
diferentes que tratan de aclararlo. Hacer otra cosa será siempre una
imposición de doctrinas.
Tyndall, cuya ciencia nadie pondrá en duda, terminaba la explicación de la
teoría del color como modo del movimiento, preguntándose de que manera
podría concebirse un movimiento sin algo que se mueva, y contestaba, con
una sencillez verdaderamente sabia, que la ciencia contemporánea no podía
responder a tal pregunta, ¿Y se querrá por nuestro bonísimo, pero inútil
deseo, resolver de plano estas y otras cien cuestiones ofreciendo a los niños
toda una ciencia acabada, fruto de la pretendida infalibilidad del racionalismo?
Poco importa que creemos que siempre ha habido una causa anterior y que
la serie de las causas y efectos no tendrá término. La palabra infinito será un
subterfugio de nuestro pensamiento, pero no una respuesta concluyente, y
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así no podremos ofrecer más que una opinión, no una certidumbre; una
probabilidad, no una prueba. ¿Qué responderemos si el pequeño hombre se
obstina en hallar un principio y determinar un final? Aquí del método de la
libertad o si se quiere neutralidad, no del racionalismo precisamente: dejar
que el pequeño hombre forme su juicio por si mismo poniendo a su alcance
cuantos conocimientos puedan ilustrar la cuestión.
Y este método de libertad, que nosotros proclamamos, es el exigible a
cuantos se digan, piensen como piensen, respetuosos de la independencia
intelectual del niño. Lo proclamamos, no a titulo de hombres de equidad y de
reciproco respeto, en cuyo punto creemos que pueden coincidir gentes de
todos los extremos de las ideas progresivas, si no entienden por enseñanza
el adoctrinamiento de una opinión determinada.
Por eso creemos que los que se empeñan en establecer perfecta sinonimia
entre el racionalismo y el anarquismo - que de ningún modo son equivalentes
- harían bien en dejarse de rodeos y proclamarse abiertamente partidarios de
la enseñanza anarquista, porque esto significaría los términos de la cuestión,
y si no a un acuerdo, podría, sin duda, llegarse a una delimitación completa
de tendencias.
Aun a estos buenos amigos que en su entusiasmo por el ideal quisieran
inculcarlo, tendríamos que objetarles que en los terrenos, y más en el de la
enseñanza, la anarquía no debe ser materia de imposición.
Dos palabras más para terminar esta serie de artículos. Ptolomeo Philadelfo,
rey de Egipto, pidió a su maestro, el geómetra Euclides, que hiciese en su
favor algo por allanar las dificultades de la demostración científica, en verdad
bastante complicada en aquellos tiempos. Y Euclides, le respondió: Señor, no
hay en la geometría senderos especiales para los reyes.
Compañeros: en la ciencia no hay senderos especiales para los anarquistas.

Ricardo Mella

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