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Gregorio Samsa/ Leopold Bloom: dos caras de una misma moneda, la alienación.

La metamorfosis de Kafka yUlises de Joyce (cap.4 y 6)


Planteamiento de la cuestión
Desde el comienzo de la historia el hombre ha estado sometido a distintos mecanismos
de opresión que intentan someterlo y dominarlo transformándolo en un ser enajenado.
Parece que el destino de la humanidad es luchar contra los engranajes de una
maquinaria que lo asfixia y lo convierte en un objeto cosificado, en este trabajo vamos a
intentar esclarecer el tratamiento de la enajenación humana a través de algunas obras de
la literatura del siglo XX, tales La Metamorfosis, de Kafka, y el Ulises, de Joyce.
Sistemáticamente nos enfrentamos a un proceso de deshumanización que aún no ha
terminado aún, sino que va mutando en formas cada vez más sutiles, igualmente la
esencia sigue siendo la misma, y los poderes que enajenan al hombre aún se mantienen
activos, aunque los mecanismos de dominación ahora son otros, dejamos atrás la época
en que la religión constituyó una forma de alienación y extrañamiento del ser, como lo
analizó Hegel en su obra Fenomenología del espíritu. 
Hoy ya no nos encontramos en la época del capitalismo salvaje de mediados del siglo
XIX donde la condición de mercancía que adquirió el trabajo era la principal fuente de
alienación al constituir éste un castigo, este capitalismo no difería mucho de las
anteriores modalidades de esclavitud que conoció el género humano, la única diferencia
es que estos nuevos esclavos adquirieron el nombre de obreros, forma de enajenación
expuesta y analizada por Marx en una sus primeras obras titulada “Manuscritos
económico-filosóficos de 1884”, donde desde un enfoque económico y filosófico
intenta descubrir las causas que generan la alienación del hombre. Según Marx la
naturaleza del trabajo en la sociedad capitalista es la principal causa que lleva a la
existencia de este estado de cosas en el mundo que le tocó vivir.
Entramos así en el siglo XX, período en el que nos enfrentamos a nuevos y variados
conflictos en el orden mundial, tanto en lo político como lo cultural: dos guerras
mundiales, continuas crisis económicas, epidemias entre otros tantos acontecimientos de
los que fuimos testigos. Se abre una nueva etapa para el hombre contemporáneo, y con
ella aparecennuevas formas de alienación y servidumbre que en lo político toma el
nombre de Totalitarismo, término utilizado para designar a aquellos sistemas políticos
donde el estado controlaría prácticamente toda la vida de la sociedad, asfixiando así
cualquier intento de individualidad, el siglo pasado tuvo dos ejemplos claros de
regímenes totalitarios: el nazismo encabezado en la figura de Hitler, y el estalinismo en
la figura de Stalin, ambos regímenesse encargaron sembrar el dolor y el sufrimiento
humano, intentando así aniquilar lo más preciado del género humano: el sentimiento de
libertad y el respeto a la individualidad. 
El siglo XX seguramente será recordado como el siglo del ascenso y ocaso de las
ideologías totalitarias, ideologías que intentaron convertir al hombre en un simple
miembro de esa totalidad irracional que es la masa, Ortega y Gasset desnudó la
deshumanización que subyace bajo esa estructura social en su famosa obra “La
Rebelión de las Masas.” 
“Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin
entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas
"internacionales".”
2. Gregorio Samsa: el abandono del cuerpo,un camino a la alienación y
extrañamiento.
Kafka resalta lo grotesco, da vida a los objetos, hace de la vida un infierno, construye un
sentimiento de repulsión que se expresa a través de los objetos, lo cual es un típico
recurso expresionista. La cosificación de los sentimientos, los obstáculos y la
construcción de espacios intimidatorios es un patrón que se repite en cada una de las
obras del escritor.
Cualquier elemento inerte e inanimado cobra de golpe un carácter asfixiante y punzante
que ahoga al lector que se encuentra con ellos en cualquier narración. Citando a
Hopenhayn podemos decir que “Un trozo de madera, una mirada furtiva en la vía
pública, un sobretodo abombado, una cáscara en el piso y hasta una habitación vista por
fuera generan efectos inusitados y que son la exteriorización de la conciencia
desgraciada”. La paranoia se presenta en Kafka así como se presenta de igual manera en
los expresionistas. Esta coincidencia demuestra la cosificación de las relaciones
humanas que se traduce en incomunicación y alienación en La metamorfosis. Pero este
recurso tan utilizado por el autor no es gratuito, en realidad responde a la visa bajo la
presión de la guerra y un modelo de convivencia en el cual se comienza a vislumbrar el
nihilismo contemporáneo.
La separación que se produce entre el objeto y el sujeto es también la gran preocupación
del escritor que se vuelve desesperación de los personajes y a la vez del lector. Esa
distancia es monstruosa y como tal, vuelve el mundo opresivo.
Para Marx la principal alienación es la económica o del trabajo y está mucho más allá
de ser una simple actividad económica sino que es una actividad “existencial”. Esta
actividad hace que el hombre sólo se sienta libre en sus funciones animales, en el
comer, beber, engendrar y todo lo que lo que toca a la habitación y atavío, y en cambio
en sus funciones se siente como un animal. “Lo animal se convierte en humano y lo
humano en animal” (Marx 2006a:110)
En esta subversión del orden que plantea Marx veremos en La metamorfosis como el
mundo y sus espacios (tanto internos como externos) se vuelven inacabables y
atemorizantes. En estos espacios, los objetos se vuelven distantes, incongruentes y
agresivos. La forma en que los objetos se vuelven expresivos y agresivos es paradojal,
porque esa paradoja proviene de la distancia que separa al sujeto de su propia
interioridad.
Según Marx podemos delimitar dos tipos de alienación: la del ser genérico y la del
hombre respecto del hombre. La primera, la del ser genérico, la del hombre pues tanto
su cuerpo, su espíritu, su naturaleza, su esencia humana ha sido quebrantada, se vuelve
externa a él como ser genérico. La segunda, plantea que hay que una alienación del
hombre respecto del hombre, pues no sólo el hombre se enfrenta consigo mismo sino
que también se enfrenta con otro hombre.
Teniendo en cuenta estos dos planteamientos vamos a poder detectar tanto en Gregorio
Samsa como en Leopold Bloom efectos notorios de alienación.
En Gregorio Samsa esta alienación se lleva al extremo de perder su esencia y forma
humana. Cuando el mundo es más distante, se vuelve una peor amenaza. “La
expresividad que ganan los objetos en el relato expresionista no es sino una necesidad
de compensar aunque sea destructivamente, el solipsismo del sujeto. Es preciso a toda
costa encontrar una significación, una expresión en el mundo. Pero el mundo, si ha de
cobrar alguna significación para el sujeto, ha de ser la del acecho y la asfixia”.
Uno de los momentos más significativos del relato es aquel en que la familia decide
vaciar el cuarto de Gregorio. Paulatinamente el narrador nos ha ido mostrando el
acostumbramiento al que ha llegado la familia, la resignación. La fuerza de lo cotidiano
se vuelve más fuerte que la de lo extraordinario. El hombre es un animal que se
acostumbra. Esto lo podemos ver en la siguiente cita:
“Ya habían transcurrido más de un mes de la metamorfosis, y la hermana no tenía,
por lo tanto, ningún motivo especial para sorprenderse del aspecto de Gregorio”.
El concepto de alienación en Marx encarna una distorsión en la naturaleza humana. El
cuerpo, aquello que somos, que tenemos y nos tiene, se ve afectado por el medio de
producción capitalista, y este hecho no obedece sólo a un malestar físico, sino que el
ser, la personalidad, el espíritu del trabajador se ve tocado, pues el cuerpo no es un mero
envoltorio, es en donde se desenvuelve la vida. “La enajenación (o “extrañamiento”)
significa entonces para Marx que el hombre no se experimenta a sí mismo como el
factor activo en su captación del mundo sino que el mundo (la naturaleza, los demás y él
mismo) permanecen ajeno a él (Fromm, 1966,55). El individuo pierde trascendencia, se
siente vacío, solo, con un cuerpo corroído. En una palabra: deshumanizado.
Es en el episodio del vaciamento del cuarto de Gregorio es donde se lleva al extremo lo
planteado por Marx y se hace carne. En este episodio se produce una de las más claras
acciones de despersonalización (la deshumanización ya había sucedido con la
metamorfosis propiamente dicha). Hay algunos vestigios de su personalidad en el deseo
de mantener todo tal cual estaba más allá de que con su nueva condición se produjera
incomodidad, pero pronto, su “pensamiento” es descrito por el narrador quien nos deja
entrever la próxima derrota:
“Gregorio repetíase de continuo que seguramente no había de acontecer nada de
extraordinario, y que sólo algunos muebles serían cambiados de sitio…”
En este punto cabe referenciar nuevamente a Marx cuando plantea que el cuerpo no
sería un elemento netamente orgánico, fisiológico sino que es un constructo moldeado
por las relaciones y condiciones sociales. El cuerpo logra una mediación entre la psique,
el yo, y el mundo, y conceptos como la alienación nos hacen referencia a cómo se
hallan procesos en donde existe desprendimiento en el que nuestro cuerpo resulta algo
distinto de nuestro yo. Por ejemplo, la enfermedad puede ser entendida como una falla
del desplazamiento del cuerpo orgánico, biológico y no como una disgregación del
mundo de la persona, más la disgregación del ámbito del hombre puede afectar el
funcionamiento del cuerpo biológico.
La lucha de Gregorio ha de extinguirse cuando su metamorfosis ha sido naturalizada no
sólo por él, sino por el resto de los integrantes de la familia, quienes finalmente, desisten
de la idea de que se trate de Gregorio, su hermana lo plantea en la siguiente cita:
“Basta con que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo
creído durante tanto tiempo es en realidad el origen de nuestra desgracia. ¿Cómo
puede ser esto Gregorio?”
La sentencia de su hermana prácticamente pone fin a su vida. Si lo que quedaba de
Gregorio no era más que su ser biológico, este se extingue por completo cuando la
creencia de su familia, que lo ligaba a la vida, se debilita. La metamorfosis verdadera
culmina, cuando deja de ser para todos, Gregorio Samsa.
“Uno de los síntomas contemporáneos que mejor refleja el espíritu del nihilismo es la
pérdida generalizada del asombro” sentencia Martin Hopenhayn en su libro dedicado al
estudio de la obra kafkiana titulado “Nihilismo: la moral del fracaso o fracaso de la
moral”. El hombre hijo de la modernidad, ha dejado de sorprenderse por los cambios, ha
naturalizado, ha hecho cotidianas como mencionamos en Marx, la alienación del
trabajo, la introyección de las formas represivas, el crecimiento inorgánico del poder, el
crecimiento económico irracional, la atrofia de la sensibilidad.
Aquella optimista o quizá utópica idea de que por una razón inherente a la historia del
mundo habría de progresar hacia la resolución de los grandes conflictos y necesidades
de la humanidad, ha dejado de existir. Cada vez se hace más difícil encontrar en la
historia humana un desarrollo progresivo.
Si bien es cierto que nunca antes el hombre había tenido tantas posibilidades de
convertir la naturaleza en bienes, satisfaciendo sus necesidades básicas y la vez
desarrollando nuevas posibilidades de autocrecimiento, también es cierto que nunca
antes el hombre había estado tan lejos de la naturaleza ni tan minimizado por ese “todo
social”, sin el cual, no es “nada”.
Una ambigüedad extrema, que Kafka se encarga de plasmar en su obra, rescatando, sin
embargo, aquello que el hombre ha perdido: el asombro. Paradójicamente, el lector de
La metamorfosis sentirá sorpresa al ver que el protagonista (espejo de potenciales
lectores) no se asombra de su estado, pero lo reconoce.
La metamorfosis es la representación, a través de un hombre reducido a insecto pero
con la lucidez suficiente como para notarlo, del ser humano alienado.
La cosificación del hombre es su negación, pero también es mentir, porque la
conciencia no desaparece totalmente como se ha pretendido mostrar. La conciencia
humana se mantiene, y deja un lugar, a su lado, a la conciencia de la cosa. Se da pues
ese desdoblamiento que es donde verdaderamente radica la alienación. Gregorio Samsa,
protagonista de La metamorfosis es la perfecta representación del ser humano alienado
como mencionamos anteriormente. Lo que nos queda resonando son las preguntas que
se desprenden de esta transformación ¿es el empleo lo que enajena al hombre? ¿ha sido
su trabajo lo que llevó a Gregorio a convertirse en un insecto? Entre otras posibles.

Leopold Bloom: la alienación como producto del vacío de las relaciones sociales.
(Ulises de Joyce, Cap.4 y 6)
En el capítulo 4 del Ulises acudimos a la presentación del personaje centro de toda la
obra: Leopold Bloom.
La acción en este capítulo se desarrolla casi por completo dentro de la casa de los
Bloom, a excepción del momento en que Leopold sale a comprar la carne de su
desayuno. Esta casa, corresponde al cuadrante noreste de Dublín, de construcciones
pequeñas de varios niveles, se trata de un ambiente de clase social media, coherente con
el hecho de que Bloom y su ambiente en general pertenecen a la pequeña burguesía
(clase muy golpeada en la Irlanda de principios de siglo por la hambruna y la miseria
tras la muerte de Parnell). Si bien por el momento no se le da mayor trascendencia a su
sencillez, sobre los últimos capítulos se producirán reflexiones, primero de Leopold y
después de Molly, acerca de la miseria de la misma, y de antiguas aspiraciones a un
lugar mejor. La casa, más precisamente el cuarto y el baño exterior son de una suciedad
y desorden repugnantes, por lo que el ambiente en el que se nos presenta a este ¿Ulises
moderno? Está marcado por la degradación.
El nombre del personaje puede ser otra herramienta de conocimiento del personaje.
Leopold significa el príncipe del pueblo, pero también es signo de ambición, belleza,
principio femenino, honor, dignidad, imperio y vida eterna. Como prodemos apreciar ya
a primera vista, y en función del primer capítulo en que aparece el personaje, el uso del
nombre es irónico. En cuanto a su apellido Bloom es una adaptación al inglés del de sus
antepasados judíos y húngaros Virag, y significa estallido de flores o florecimiento. Dos
puentes: con sus antepasados que lo ubican dentro de un grupo de total marginalidad
social, y con el seudónimo que utilizará para su correspondencia amorosa adúltera:
Henry Flewri.
La presentación del personaje está a cargo de ese particular narrador que a veces se
vislumbra en la obra, y que en el estudio del prólogo de Cátedra se ha llamado cronista
camaleónico, por un lado, por su objetividad, y por otro, por la adaptación constante de
su discurso al de los personajes de los que habla, y los difusos límites que hay entre sus
palabras y las de las voces internas en varios casos.
El primer dato que se nos da de Bloom es el de sus gustos culinarios: El señor Leopold
Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Esta presentación del
personaje nos lleva a pensar en lo que plantea Marx, y que expusimos al trabajar la
alienación en La metamorfosis, en relación a que la alienación del trabajo está lejos de
ser sólo una actividad económica sino que es una actividad existencial que provoca que
el hombre sólo se sienta libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar
y todo lo que toca a la habitación y atavío personal.
Todas estas “funciones animales” que plantea Marx que emularan un posible
sentimiento de libertad son de las que va a disfrutar Leopold y también van a conformar
parte de su angustia existencial.
Por otra parte, en estos gustos del personaje podemos reconocer una parodia de los ritos
sacrificiales de la antigüedad. Para los griegos las vísceras tenían carácter sagrado como
ofrenda a los dioses, mientras que en la modernidad este acto de comer las vísceras de
bestias y aves pierde todo lo sacro. Se comen riñones cotidianamente sin esperar de ello
ningún efecto determinado, sin adjudicarle un valor especial. Lo que en la antigüedad
era sagrado, aquí es repugnante: Sobre todo le gustaban los riñones de cordero a la
parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa.
Mientras él prepara el desayuno para ella, que es Molly aunque todavía no se la ha
presentado, aparece la gata. Antes debemos comentar que no hay ningún tipo de
ceremonia del té al estilo espiritual, oriental. No hay ritos sino cotidianeidad, usos
diarios degradados hasta en los más mínimos detalles, actos mecánicos que se repiten
hasta el hartazgo y que constituyen una de las formas de alienación del personaje.
La relación que se da entre Bloom y la gata es semejante a la relación de Bloom con
todo su entorno material. El personaje se proyecta en el mundo de los objetos, y
nosotros los conocemos desde su subjetividad, que los animiza o personifica. Su
proyección sobre la gata de características humanas es clara, pero además hay un intento
por comprender su punto de vista: “No sé que le pareceré a ella”, que muestra el grado
de disgregación de la personalidad en el mundo exterior.
Bloom sube al dormitorio para comunicar a Molly que va a buscar el desayuno y en este
punto se comenta sin énfasis el carácter miserable de la casa. Piensa en ella, pero entre
su pensamiento y las palabras media una consideración detallada, poniendo así de
manifiesto el primer índice de incomunicación, apoyado por la respuesta de la mujer
que recién se despierta:
A ella le podría gustar algo sabroso. Rebanadas finas con mantequilla, eso le gusta por
la mañana. Sin embargo, quizá, por una vez.
Dijo a media voz desde el corredor destartalado:
-Doy una vuelta hasta la esquina, vuelvo en un momento.
Y cuando hubo oído a su voz decirlo añadió:
-¿No quieres nada para el desayuno?
Un blando gruñido soñoliento le contestó:
-Mn.
Ante la ilusión de cambio se alza la rutina. Esto plantea Jung, cuando dice que en la
novela parece haber una suerte de esperanzada resignación, la conciencia de que nada
va a pasar enfrentándose a una tendencia natural de esperar que algo pase, aún
sabiéndolo imposible.
Siguiendo la línea del tema de la alienación y tomando nuevamente a Marx, se plantea
que el hombre es un ser corpóreo, sensible, condicionado y limitado. Precisa
necesariamente de elementos externos a su cuerpo, abrigo, alimentos, etc., necesidades
naturales que para satisfacerlas debe recurrir fuera de sí.
El hombre es la forma encarnada con la que se puede ver la explotación y las
consecuencias de lo que son objeto en el sistema de producción capitalista aquellos que
sólo tienen su fuerza de trabajo.
El cuerpo no sería un elemento netamente orgánico, fisiológico sino que sería según
Marx un constructo moldeado por las relaciones y condiciones sociales.
A lo largo del Ulises veremos decantar varios de las características y causas de la
alienación que plantea Marx.
Leopold es un personaje que si bien vive en sociedad está excluido de casi todos los
centros de poder. En su casa los roles se encuentran casi completamente invertidos si lo
miramos desde la óptica que imperaba a comienzos de siglo, donde el hombre-macho
debía ser el pilar económico y protector de la familia. Aquí lo vemos convertido en la
ama de casa que se encarga de preparar el desayuno, hacer las compras entre otras tareas
que estaban asimiladas como femeninas.
La falta de comunicación generalizada que refleja el personaje, la inexistente relación
filial que tiene Leopold con su hija Milly, la deteriorada y mentirosa relación que
mantiene con Molly lo ubican en la una total pérdida de la personalidad, es un sujeto
que no logra establecer las relaciones sociales básicas para construirse a sí mismo.
En este punto podemos afirmar siguiendo a Marx que: “La enajenación significa que el
hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo
sino que el mundo (la naturaleza, los demás y él mismo) permanece ajeno a él”
(Fromm, 1966, 55). El individuo pierde trascendencia, se siente vacío, solo.
En el capítulo 6 asistimos junto con Leopold Bloom al entierro que ya se había
anunciado desde el primer capítulo en que aparece el protagonista. Este capítulo se abre
con la entrada de los personajes al coche: Leopold Bloom, Simon Dedalus, Jack Power
y Martin Cunningham. Tomemos en cuenta que es la primera vez que veremos al
protagonistaactuar en sociedad por un importante lapso de tiempo, es decir, más allá de
algún diálogo ocasional, porque ahora se encuentra entre un grupo de hombres con los
que compartirá una hora.
El capítulo se podría dividir en dos momentos, el primero correspondería al viaje en
coche por la ciudad de Dublín, y el segundo desde la llegada al cementerio: la misa y el
entierro.
En el primer momento vemos que Bloom es el último en entrar, cediendo cortésmente la
entrada a Dedalus e ingresando solo después que Cunningham se lo solicita. Entonces se
describe cada paso que sigue: cierra la puerta, mira por la ventana, reflexiona sobre una
vieja que observa la caravana, Se siente incómodo y recuerda un jabón que lleva en el
bolsillo: lo ha comprado en el capítulo anterior y lo acompañará el resto del día.
Nuevamente los elementos del mundo exterior suscitan en él reflexiones divergentes, en
este caso, es la primera de las imágenes de muerte que poblarán el capítulo: la relación
de las ancianas fisgonas con los entierros y con la idea de la muerte.
Los capítulos de la primera parte se enlazan con éste cuando Bloom ve a Stephen y se lo
señala a su padre, quien lo toma con algo de desprecio, expresando su desacuerdo con
vida que lleva (con sus amistades). El personaje de Simon Dedalus se muestra con un
carácter fuerte (en el texto se usa la palabra terco) cuando se dedica a criticar a
Mulligan.
Durante el viaje, se da simultáneamente el diálogo entre los personajes dentro
del carro y la descripción del paisaje fuera de él. El paisaje es Dublín, el Dublín del que
Joyce se había desterrado, pero que aún conservaba en sus recuerdos. Los nombres de
las calles, de los comercios, coinciden con nombres de la ciudad real.
De Trieste, Roma, Zurich, o París, ciudades en las que vivió Joyce cuando escribía o
fraguaba su novela, pudo extraer la experiencia y alguno de los personajes que
conformarían el Ulises, pero la ciudad por antonomasia, a la que vuelve una y otra vez
es Dublín, como es harto sabido, y Joyce la recreó con tal fuerza en su ficción que para
muchos se ha convertido en sinónimo de la real. (...) En cierta ocasión, Joyce dijo a
Frank Budgen que pretendía hacer una descripción tan completa de Dublín que, si
alguna vez desaparecía de la tierra, pudiera ser reconstruida partiendo de su libro”
(Ed.Cátedra).
En esto es posible apoyarse para explicar el hiperrealismo de la novela, la meticulosa
descripción de cada uno de los espacios; pero también es importante agregar que por
medio del localismo es que se Ulises llega a la universalidad. Esta ciudad, con estas
calles, con estos comercios, con estas compañías, es ella misma y a la vez puede ser
cualquier ciudad. “Dublín en Ulises no es diferente de cualquier otra ciudad en la que
residamos”.
Volviendo dentro del coche, la indignación de Simon por la vida que lleva su hijo, le
recuerda a Bloom a su propio hijo muerto. El recuerdo de Rudy es una de las constantes
de la novela. En este momento, el desconsuelo por su pérdida lo retrotrae al momento
en que fuera concebido, en un pasaje cargado de emoción y erotismo:
Si el pobrecito Ruby hubiera vivido. Verle crecer. Oír su voz por la casa.
Andando al lado de Molly. Yo en sus ojos. Extraña sensación sería. De mi. Sólo
una casualidad. Debe haber sido aquella mañana en Raymond Terrace que ella
estaba en la ventana viéndoselo hacer a dos perros junto a la pared de la
cárcel. Y el sargento mirando para arriba y sonriendo. Ella tenía aquella bata
crema con el desgarrón que nunca se cosía. Dame un toquecito, Poldy. Dios
mío, me muero de ganas. Cómo empieza la vida.
La muerte y la vida conjugadas en este pasaje se cubren con el mismo tonodentro del
monólogo interior. Creo importante resaltar en este punto la calma con que setoma el
recuerdo de la pérdida, son muchos los años que han pasado y reina en el relatola
resignación. Recordemos a Odiseo llorando en cada puerto y encontraremos que en el
hombre moderno, el dolor puede estar también anestesiado. No hay tragedia, sino el
transcurrir del día más cotidiano dentro de una ciudad sin novedades.
“Nos encontramos una vez más con la idea de Giordano Bruno sobre la coincidencia
de contrarios, enmendada parcialmente con la noción joyceana de la ilusión
aletargante que origina en sus personajes el vacío de los muertos.”
En los diálogos de este capítulo se van sugiriendo actitudes de distanciamiento de los
demás hacia Bloom, hay cierto rechazo hacia él, según se demuestra en la poca (o nula)
atención que le conceden. Esto permite que podamos acceder a la dimensión de la
soledad del personaje, recordemos que se trata de un personaje desde el inicio marginal,
por su descendencia y por su clase social, pero además vemos que no tiene lazos fuertes
ni con la sociedad ni con alguna persona en particular, más aún por la gradual
disolución de su familia.
En este punto podemos citar a Foucault cuando plantea que:
Las prácticas que cristalizan en torno a la noción de alienación quizás han
desarrollado a su vez esas formas sintomáticas en las que el sujeto denuncia la
confiscación de su voluntad y de su pensamiento, la influencia ejercida sobre él,
los sentimientos de extrañeza que alejan de él en un mundo frío y absurdo, las
significaciones humanas.
Bloom se muestra cohibido hasta en los más mínimos detalles: “El señor Bloom bajó el
muslo. Me alegro de haberme bañado. Me noto los pies bien limpios. Pero me gustaría
que la señora Fleming hubiera zurcido mejor esos calcetines.”
Hablando sobre la soledad del personaje, se dice en el prólogo de Cátedra:
Probablemente, más profundo que estos desplantes ocasionales es el vacío desde el que
se encara la muerte, falto de fe en la vida del más allá, entre gentes con firmes
creencias religiosas; el réquiem por el alma de Paddy Dignam le aleja aún más de los
que lo rodean, pues no entiende el significado de las palabras ni del ceremonial.

Conclusión
Si como planteaba Marx la emancipación del hombre no acontece sólo por una libertad
económica y política, sino por una independencia más amplia de tipo antropológica o
existencial, la emancipación sería el resultado de la liberación del hombre de su propia
alienación.
Siguiendo este planteamiento ni Gregorio ni Leopold se habrían liberado de la
alienación. Uno muere para que prime el orden natural y el otro se deja llevar por el
flujo de la conciencia sin ningún asidero en el mundo real donde las relaciones se
evaporan como los pensamientos.
Por otra parte, según plantea Foucault:
Cuando el hombre permanece extraño a su propia técnica, cuando no puede
reconocer significación humana y viva en las producciones de su actividad,
cuando las determinaciones económicas y sociales lo oprimen sin que se pueda
encontrar su patria en ese mundo, ( …) extranjero en el mundo real, es relegado
a un “mundo privado” que no puede garantizar ninguna objetividad; sometido,
sin embargo, a la opresión de ese mundo real, experimenta ese universo del
cual escapa como un destino.”
Bibliografía

Valverde, José María. Prólogo al Ulises de James Joyce. 4ª ed. DeBolsillo,


Barcelona,2006.
Marx, Karl. Manuscritos Económicos-Filosoficos de 1844. Ed Colihue; Buenos Aires,
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Ciudad de México, 1966.

Foucault, Michel. Enfermedad mental y personalidad. Ed. Paidós, Barcelona, 1984.

Marauda, Lauro. Un estudio sobre la metamorfosis. Montevideo: Técnica,


1998.

Moraña, Mabel. Kafka procesamiento de la metamorfosis.

Deleuze, Gilles. Félix, Guattari. Kafka por una literatura menor. México: Era,
1978.

Joyce, James. Ulises. Prólogo de Cátedra, Trad. de María Luisa Venegas y Francisco
García Tortosa. Madrid, 1999.

Jung, Carl. ¿Quién es Ulises.

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