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Leopold Bloom: la alienación como producto del vacío de las relaciones sociales.
(Ulises de Joyce, Cap.4 y 6)
En el capítulo 4 del Ulises acudimos a la presentación del personaje centro de toda la
obra: Leopold Bloom.
La acción en este capítulo se desarrolla casi por completo dentro de la casa de los
Bloom, a excepción del momento en que Leopold sale a comprar la carne de su
desayuno. Esta casa, corresponde al cuadrante noreste de Dublín, de construcciones
pequeñas de varios niveles, se trata de un ambiente de clase social media, coherente con
el hecho de que Bloom y su ambiente en general pertenecen a la pequeña burguesía
(clase muy golpeada en la Irlanda de principios de siglo por la hambruna y la miseria
tras la muerte de Parnell). Si bien por el momento no se le da mayor trascendencia a su
sencillez, sobre los últimos capítulos se producirán reflexiones, primero de Leopold y
después de Molly, acerca de la miseria de la misma, y de antiguas aspiraciones a un
lugar mejor. La casa, más precisamente el cuarto y el baño exterior son de una suciedad
y desorden repugnantes, por lo que el ambiente en el que se nos presenta a este ¿Ulises
moderno? Está marcado por la degradación.
El nombre del personaje puede ser otra herramienta de conocimiento del personaje.
Leopold significa el príncipe del pueblo, pero también es signo de ambición, belleza,
principio femenino, honor, dignidad, imperio y vida eterna. Como prodemos apreciar ya
a primera vista, y en función del primer capítulo en que aparece el personaje, el uso del
nombre es irónico. En cuanto a su apellido Bloom es una adaptación al inglés del de sus
antepasados judíos y húngaros Virag, y significa estallido de flores o florecimiento. Dos
puentes: con sus antepasados que lo ubican dentro de un grupo de total marginalidad
social, y con el seudónimo que utilizará para su correspondencia amorosa adúltera:
Henry Flewri.
La presentación del personaje está a cargo de ese particular narrador que a veces se
vislumbra en la obra, y que en el estudio del prólogo de Cátedra se ha llamado cronista
camaleónico, por un lado, por su objetividad, y por otro, por la adaptación constante de
su discurso al de los personajes de los que habla, y los difusos límites que hay entre sus
palabras y las de las voces internas en varios casos.
El primer dato que se nos da de Bloom es el de sus gustos culinarios: El señor Leopold
Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Esta presentación del
personaje nos lleva a pensar en lo que plantea Marx, y que expusimos al trabajar la
alienación en La metamorfosis, en relación a que la alienación del trabajo está lejos de
ser sólo una actividad económica sino que es una actividad existencial que provoca que
el hombre sólo se sienta libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar
y todo lo que toca a la habitación y atavío personal.
Todas estas “funciones animales” que plantea Marx que emularan un posible
sentimiento de libertad son de las que va a disfrutar Leopold y también van a conformar
parte de su angustia existencial.
Por otra parte, en estos gustos del personaje podemos reconocer una parodia de los ritos
sacrificiales de la antigüedad. Para los griegos las vísceras tenían carácter sagrado como
ofrenda a los dioses, mientras que en la modernidad este acto de comer las vísceras de
bestias y aves pierde todo lo sacro. Se comen riñones cotidianamente sin esperar de ello
ningún efecto determinado, sin adjudicarle un valor especial. Lo que en la antigüedad
era sagrado, aquí es repugnante: Sobre todo le gustaban los riñones de cordero a la
parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa.
Mientras él prepara el desayuno para ella, que es Molly aunque todavía no se la ha
presentado, aparece la gata. Antes debemos comentar que no hay ningún tipo de
ceremonia del té al estilo espiritual, oriental. No hay ritos sino cotidianeidad, usos
diarios degradados hasta en los más mínimos detalles, actos mecánicos que se repiten
hasta el hartazgo y que constituyen una de las formas de alienación del personaje.
La relación que se da entre Bloom y la gata es semejante a la relación de Bloom con
todo su entorno material. El personaje se proyecta en el mundo de los objetos, y
nosotros los conocemos desde su subjetividad, que los animiza o personifica. Su
proyección sobre la gata de características humanas es clara, pero además hay un intento
por comprender su punto de vista: “No sé que le pareceré a ella”, que muestra el grado
de disgregación de la personalidad en el mundo exterior.
Bloom sube al dormitorio para comunicar a Molly que va a buscar el desayuno y en este
punto se comenta sin énfasis el carácter miserable de la casa. Piensa en ella, pero entre
su pensamiento y las palabras media una consideración detallada, poniendo así de
manifiesto el primer índice de incomunicación, apoyado por la respuesta de la mujer
que recién se despierta:
A ella le podría gustar algo sabroso. Rebanadas finas con mantequilla, eso le gusta por
la mañana. Sin embargo, quizá, por una vez.
Dijo a media voz desde el corredor destartalado:
-Doy una vuelta hasta la esquina, vuelvo en un momento.
Y cuando hubo oído a su voz decirlo añadió:
-¿No quieres nada para el desayuno?
Un blando gruñido soñoliento le contestó:
-Mn.
Ante la ilusión de cambio se alza la rutina. Esto plantea Jung, cuando dice que en la
novela parece haber una suerte de esperanzada resignación, la conciencia de que nada
va a pasar enfrentándose a una tendencia natural de esperar que algo pase, aún
sabiéndolo imposible.
Siguiendo la línea del tema de la alienación y tomando nuevamente a Marx, se plantea
que el hombre es un ser corpóreo, sensible, condicionado y limitado. Precisa
necesariamente de elementos externos a su cuerpo, abrigo, alimentos, etc., necesidades
naturales que para satisfacerlas debe recurrir fuera de sí.
El hombre es la forma encarnada con la que se puede ver la explotación y las
consecuencias de lo que son objeto en el sistema de producción capitalista aquellos que
sólo tienen su fuerza de trabajo.
El cuerpo no sería un elemento netamente orgánico, fisiológico sino que sería según
Marx un constructo moldeado por las relaciones y condiciones sociales.
A lo largo del Ulises veremos decantar varios de las características y causas de la
alienación que plantea Marx.
Leopold es un personaje que si bien vive en sociedad está excluido de casi todos los
centros de poder. En su casa los roles se encuentran casi completamente invertidos si lo
miramos desde la óptica que imperaba a comienzos de siglo, donde el hombre-macho
debía ser el pilar económico y protector de la familia. Aquí lo vemos convertido en la
ama de casa que se encarga de preparar el desayuno, hacer las compras entre otras tareas
que estaban asimiladas como femeninas.
La falta de comunicación generalizada que refleja el personaje, la inexistente relación
filial que tiene Leopold con su hija Milly, la deteriorada y mentirosa relación que
mantiene con Molly lo ubican en la una total pérdida de la personalidad, es un sujeto
que no logra establecer las relaciones sociales básicas para construirse a sí mismo.
En este punto podemos afirmar siguiendo a Marx que: “La enajenación significa que el
hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo
sino que el mundo (la naturaleza, los demás y él mismo) permanece ajeno a él”
(Fromm, 1966, 55). El individuo pierde trascendencia, se siente vacío, solo.
En el capítulo 6 asistimos junto con Leopold Bloom al entierro que ya se había
anunciado desde el primer capítulo en que aparece el protagonista. Este capítulo se abre
con la entrada de los personajes al coche: Leopold Bloom, Simon Dedalus, Jack Power
y Martin Cunningham. Tomemos en cuenta que es la primera vez que veremos al
protagonistaactuar en sociedad por un importante lapso de tiempo, es decir, más allá de
algún diálogo ocasional, porque ahora se encuentra entre un grupo de hombres con los
que compartirá una hora.
El capítulo se podría dividir en dos momentos, el primero correspondería al viaje en
coche por la ciudad de Dublín, y el segundo desde la llegada al cementerio: la misa y el
entierro.
En el primer momento vemos que Bloom es el último en entrar, cediendo cortésmente la
entrada a Dedalus e ingresando solo después que Cunningham se lo solicita. Entonces se
describe cada paso que sigue: cierra la puerta, mira por la ventana, reflexiona sobre una
vieja que observa la caravana, Se siente incómodo y recuerda un jabón que lleva en el
bolsillo: lo ha comprado en el capítulo anterior y lo acompañará el resto del día.
Nuevamente los elementos del mundo exterior suscitan en él reflexiones divergentes, en
este caso, es la primera de las imágenes de muerte que poblarán el capítulo: la relación
de las ancianas fisgonas con los entierros y con la idea de la muerte.
Los capítulos de la primera parte se enlazan con éste cuando Bloom ve a Stephen y se lo
señala a su padre, quien lo toma con algo de desprecio, expresando su desacuerdo con
vida que lleva (con sus amistades). El personaje de Simon Dedalus se muestra con un
carácter fuerte (en el texto se usa la palabra terco) cuando se dedica a criticar a
Mulligan.
Durante el viaje, se da simultáneamente el diálogo entre los personajes dentro
del carro y la descripción del paisaje fuera de él. El paisaje es Dublín, el Dublín del que
Joyce se había desterrado, pero que aún conservaba en sus recuerdos. Los nombres de
las calles, de los comercios, coinciden con nombres de la ciudad real.
De Trieste, Roma, Zurich, o París, ciudades en las que vivió Joyce cuando escribía o
fraguaba su novela, pudo extraer la experiencia y alguno de los personajes que
conformarían el Ulises, pero la ciudad por antonomasia, a la que vuelve una y otra vez
es Dublín, como es harto sabido, y Joyce la recreó con tal fuerza en su ficción que para
muchos se ha convertido en sinónimo de la real. (...) En cierta ocasión, Joyce dijo a
Frank Budgen que pretendía hacer una descripción tan completa de Dublín que, si
alguna vez desaparecía de la tierra, pudiera ser reconstruida partiendo de su libro”
(Ed.Cátedra).
En esto es posible apoyarse para explicar el hiperrealismo de la novela, la meticulosa
descripción de cada uno de los espacios; pero también es importante agregar que por
medio del localismo es que se Ulises llega a la universalidad. Esta ciudad, con estas
calles, con estos comercios, con estas compañías, es ella misma y a la vez puede ser
cualquier ciudad. “Dublín en Ulises no es diferente de cualquier otra ciudad en la que
residamos”.
Volviendo dentro del coche, la indignación de Simon por la vida que lleva su hijo, le
recuerda a Bloom a su propio hijo muerto. El recuerdo de Rudy es una de las constantes
de la novela. En este momento, el desconsuelo por su pérdida lo retrotrae al momento
en que fuera concebido, en un pasaje cargado de emoción y erotismo:
Si el pobrecito Ruby hubiera vivido. Verle crecer. Oír su voz por la casa.
Andando al lado de Molly. Yo en sus ojos. Extraña sensación sería. De mi. Sólo
una casualidad. Debe haber sido aquella mañana en Raymond Terrace que ella
estaba en la ventana viéndoselo hacer a dos perros junto a la pared de la
cárcel. Y el sargento mirando para arriba y sonriendo. Ella tenía aquella bata
crema con el desgarrón que nunca se cosía. Dame un toquecito, Poldy. Dios
mío, me muero de ganas. Cómo empieza la vida.
La muerte y la vida conjugadas en este pasaje se cubren con el mismo tonodentro del
monólogo interior. Creo importante resaltar en este punto la calma con que setoma el
recuerdo de la pérdida, son muchos los años que han pasado y reina en el relatola
resignación. Recordemos a Odiseo llorando en cada puerto y encontraremos que en el
hombre moderno, el dolor puede estar también anestesiado. No hay tragedia, sino el
transcurrir del día más cotidiano dentro de una ciudad sin novedades.
“Nos encontramos una vez más con la idea de Giordano Bruno sobre la coincidencia
de contrarios, enmendada parcialmente con la noción joyceana de la ilusión
aletargante que origina en sus personajes el vacío de los muertos.”
En los diálogos de este capítulo se van sugiriendo actitudes de distanciamiento de los
demás hacia Bloom, hay cierto rechazo hacia él, según se demuestra en la poca (o nula)
atención que le conceden. Esto permite que podamos acceder a la dimensión de la
soledad del personaje, recordemos que se trata de un personaje desde el inicio marginal,
por su descendencia y por su clase social, pero además vemos que no tiene lazos fuertes
ni con la sociedad ni con alguna persona en particular, más aún por la gradual
disolución de su familia.
En este punto podemos citar a Foucault cuando plantea que:
Las prácticas que cristalizan en torno a la noción de alienación quizás han
desarrollado a su vez esas formas sintomáticas en las que el sujeto denuncia la
confiscación de su voluntad y de su pensamiento, la influencia ejercida sobre él,
los sentimientos de extrañeza que alejan de él en un mundo frío y absurdo, las
significaciones humanas.
Bloom se muestra cohibido hasta en los más mínimos detalles: “El señor Bloom bajó el
muslo. Me alegro de haberme bañado. Me noto los pies bien limpios. Pero me gustaría
que la señora Fleming hubiera zurcido mejor esos calcetines.”
Hablando sobre la soledad del personaje, se dice en el prólogo de Cátedra:
Probablemente, más profundo que estos desplantes ocasionales es el vacío desde el que
se encara la muerte, falto de fe en la vida del más allá, entre gentes con firmes
creencias religiosas; el réquiem por el alma de Paddy Dignam le aleja aún más de los
que lo rodean, pues no entiende el significado de las palabras ni del ceremonial.
Conclusión
Si como planteaba Marx la emancipación del hombre no acontece sólo por una libertad
económica y política, sino por una independencia más amplia de tipo antropológica o
existencial, la emancipación sería el resultado de la liberación del hombre de su propia
alienación.
Siguiendo este planteamiento ni Gregorio ni Leopold se habrían liberado de la
alienación. Uno muere para que prime el orden natural y el otro se deja llevar por el
flujo de la conciencia sin ningún asidero en el mundo real donde las relaciones se
evaporan como los pensamientos.
Por otra parte, según plantea Foucault:
Cuando el hombre permanece extraño a su propia técnica, cuando no puede
reconocer significación humana y viva en las producciones de su actividad,
cuando las determinaciones económicas y sociales lo oprimen sin que se pueda
encontrar su patria en ese mundo, ( …) extranjero en el mundo real, es relegado
a un “mundo privado” que no puede garantizar ninguna objetividad; sometido,
sin embargo, a la opresión de ese mundo real, experimenta ese universo del
cual escapa como un destino.”
Bibliografía
Fomm, Erich. Marx y su concepto del hombre. Ed. Fondo de Cultura Económica;
Ciudad de México, 1966.
Deleuze, Gilles. Félix, Guattari. Kafka por una literatura menor. México: Era,
1978.
Joyce, James. Ulises. Prólogo de Cátedra, Trad. de María Luisa Venegas y Francisco
García Tortosa. Madrid, 1999.