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“En el último capítulo del primer tomo de La historia de la sexualidad, Foucault nos
advierte del peligro de usar la categoría del sexo como «unidad ficticia y principio causal
» y afirma que la categoría ficticia del sexo permite invertir las relaciones causales de modo que
se piense que el «sexo» genera la estructura y el significado del deseo: La noción de «sexo»
permitió incluir en una unidad artificial partes anatómicas, funciones biológicas,
comportamientos, sensaciones y placeres, y permitió el funcionamiento como principio causal
de esa misma unidad ficticia pero también como sentido omnipresente; así pues, el sexo
pudo funcionar como significante único y como significado universal. Según Foucault, el
cuerpo no es «sexuado» en algún sentido significativo previo a su designación dentro de un
discurso a través del cual queda investido con una «Idea» de sexo natural o esencial. El cuerpo
adquiere significado dentro del discurso sólo en el contexto de las relaciones de poder.
La sexualidad es una organización históricamente concreta de poder, discurso, cuerpos y
afectividad. Como tal, Foucault piensa que la sexualidad genera el «sexo» como un concepto
artificial que de hecho amplía y disimula las relaciones de poder que son responsables de su
génesis”