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“El mandato de hacerse sexuado en las maneras determinadas por lo Simbólico siempre

conduce al fracaso y, en algunos casos, a la revelación de la naturaleza fantasmática de la


identidad sexual en sí. La aspiración de lo Simbólico de ser la inteligibilidad cultural en su
forma hegemónica y actual refuerza, en efecto, el poder de esos fantasmas, así como los
distintos dramas de identificaciones fallidas. La otra alternativa no es sostener que la
identificación deba transformarse en una realización viable, pero sí parece haber una
romantización o, de hecho, una idealización religiosa del «fracaso», la humildad y la limitación
ante la Ley, que convierte la narración lacaniana en ideológicamente dudosa. La dialéctica entre
un imperativo jurídico que no puede realizarse y un fracaso inevitable «ante la ley» remite a la
relación atormentada entre el Dios del Antiguo Testamento y los sirvientes humillados que
prometen obediencia sin recompensa”

“La noción de la bisexualidad como disposiciones –femenina y masculina- que poseen


objetivos heterosexuales como correlatos intencionales pone de manifiesto que para
Freud la bisexualidad es la coincidencia de dos deseos beterosexuales dentro de una
sola psique. En realidad, la disposición masculina nunca se orienta hacia el padre como objeto
de amor sexual, ni tampoco la disposición femenina se orienta hacia la madre (la niña puede
tener esa disposición, pero esto ocurre antes de que haya renunciado a ese lado «masculino» de
su disposición natural). Al rechazar a la madre como el objeto de amor sexual, la niña
obligatoriamente rechaza su masculinidad y paradójicamente «establece» su feminidad como
consecuencia de ello. Así pues, en la tesis de Freud sobre la bisexualidad primaria no hay
homosexualidad y sólo los opuestos se atraen”
yo- ¿no será esto mismo lo que ocurre con las fórmulas de la sexuación en Lacan?

“En el último capítulo del primer tomo de La historia de la sexualidad, Foucault nos
advierte del peligro de usar la categoría del sexo como «unidad ficticia y principio causal
» y afirma que la categoría ficticia del sexo permite invertir las relaciones causales de modo que
se piense que el «sexo» genera la estructura y el significado del deseo: La noción de «sexo»
permitió incluir en una unidad artificial partes anatómicas, funciones biológicas,
comportamientos, sensaciones y placeres, y permitió el funcionamiento como principio causal
de esa misma unidad ficticia pero también como sentido omnipresente; así pues, el sexo
pudo funcionar como significante único y como significado universal. Según Foucault, el
cuerpo no es «sexuado» en algún sentido significativo previo a su designación dentro de un
discurso a través del cual queda investido con una «Idea» de sexo natural o esencial. El cuerpo
adquiere significado dentro del discurso sólo en el contexto de las relaciones de poder.
La sexualidad es una organización históricamente concreta de poder, discurso, cuerpos y
afectividad. Como tal, Foucault piensa que la sexualidad genera el «sexo» como un concepto
artificial que de hecho amplía y disimula las relaciones de poder que son responsables de su
génesis”

Foucault: “La noción de sexo permitió un vuelco fundamental; permitió sustituir la


representación de las relaciones de poder por la sexualidad, y hacer que ésta se manifieste no en
su relación esencial y positiva con el poder, sino como sujeta a una instancia concreta e
irreducible que el poder intenta someter como puede” Historia de la sexualidad. T I, pág. 187.

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