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Revolución rusa

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Este artículo trata sobre la revolución en Rusia de 1917. Para otros usos de este
término, véase Revolución rusa (desambiguación).

Revolución rusa

Русская революция

Parte de la Primera Guerra Mundial y Revoluciones de 1917-1923

Consejo de obreros de la fábrica Putílov, que empleaba a más de 35 000 personas y que

constituyó uno de los principales núcleos revolucionarios de Petrogrado, actual San

Petersburgo

Contexto del acontecimiento

Fecha 8 de marzo de 1917-16 de junio de 1923


(4 meses y 8 días)
Revolución de febrero:
8–16 de marzo de 1917
(Estilo Antiguo 23 de febrero - 3 de marzo)

Revolución de octubre:
7–8 de noviembre de 1917
(Estilo Antiguo 25 - 26 de octubre)

Guerra Civil:
7 de noviembre de 1917 - 25 de octubre de 1922/16 de
junio de 1923
(Revuelta contra el gobierno soviético continuó en Asia Central hasta

1934)

Sitio  Imperio ruso

Impulsore Pueblo ruso


s

Influencia Comunismo, Socialismo, Bolchevismo, Menchevismo, M
s arxismo
ideológica
s de los
impulsore
s

Gobierno previo

Gobernant Zar Nicolás II


e

Forma de Monarquía constitucional con poderes absolutos


gobierno

Gobierno resultante

Gobernant Vladimir Lenin


e

Forma de Estado socialista


gobierno

Pérdidas

Revolución de febrero: 1443 muertos en Petrogrado1 y Revolución


de octubre: pocos soldados de la guardia roja heridos2
[editar datos en Wikidata]

El término Revolución rusa (en ruso, Русская революция, Rússkaya revoliútsiya)


agrupa todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista
imperial y a la instauración preparada de otro, leninista republicano, entre febrero y
octubre de 1917, que llevó a la creación de la República Socialista Federativa
Soviética de Rusia. El zar se vio obligado a abdicar y el antiguo régimen fue
sustituido por un Gobierno Provisional tras la primera Revolución de Febrero de
1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues el calendario juliano estaba en uso
en Rusia en ese momento). En la posterior Revolución de Octubre, el Gobierno
Provisional fue eliminado y reemplazado con un gobierno bolchevique de
tendencia comunista conocido como el Sovnarkom.
La Revolución de Febrero se focalizó, originalmente, en torno
a Petrogrado (hoy San Petersburgo). En el caos, los miembros del parlamento
imperial o Duma asumieron el control del país, formando el Gobierno provisional
ruso. La dirección del ejército sentía que no tenían los medios para reprimir la
revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó.
Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones
socialistas más radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional
gobernar, pero insistieron en una prerrogativa para influir en el gobierno y controlar
diversas milicias. La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto de los
duros reveses militares sufridos durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918),3
que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín.
A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual
el Gobierno provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red
nacional de sóviets (consejos), liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de
Petrogrado el más importante, tenía la lealtad de las clases bajas y la izquierda
política. Durante este período caótico hubo motines frecuentes, protestas y
muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió continuar la guerra
con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña
para detener el conflicto. Los bolcheviques pusieron a milicias obreras bajo su
control y los convirtieron en la Guardia Roja (más tarde, el Ejército Rojo) sobre las
que ejercían un control sustancial.
En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido
bolchevique, dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de
Petrogrado, derrocaron al gobierno provisional, formándose el gobierno
del Sovnarkom. Los bolcheviques se nombraron a sí mismos líderes de varios
ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando la Checa,
organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de
disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra
Mundial, los líderes bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con
Alemania en marzo de 1918.
Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia entre la facción «roja»
(bolchevique) y «blanca» (antibolcheviques) —esta última contó con el apoyo de
las grandes potencias—, que iba a continuar durante varios años, en la que los
bolcheviques, en última instancia, salieron victoriosos. De esta manera, la
Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos históricos
notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo un movimiento
visible en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo
el Imperio ruso y en las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la
tierra y la redistribuyeron.
La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo
XX»4 abierto por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991
con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas
esperanzas por unos (Jules Romains la describió como «la gran luz en el Este»
y François Furet como «el encanto universal de octubre»), también ha sido objeto
de severas críticas, de miedos y de odios viscerales.5 Sigue siendo uno de los
acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia
contemporánea.67

Índice

 1Situación de Rusia antes de la revolución de 1905


 2Revolución de febrero de 1917
 3La dualidad de poderes
o 3.1«El país más libre del mundo»
o 3.2El Gobierno Provisional y los sóviets
 4Las crisis repetitivas
o 4.1Las Jornadas de abril
o 4.2Las Jornadas de julio
o 4.3El aumento de la reacción
o 4.4El levantamiento de Kornílov
o 4.5Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques
 5Octubre de 1917
o 5.1La insurrección
o 5.2El nuevo Gobierno
o 5.3La naturaleza de Octubre
 6Inicios del régimen bolchevique
o 6.1Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre
o 6.2Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto
o 6.3Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)
o 6.4El problema de la coalición
o 6.5Los primeros días de un nuevo Estado
o 6.6La paz de Brest-Litovsk
o 6.7La creación de la Checa
o 6.8La disolución de la Asamblea Constituyente
o 6.9Enfrentamiento con partidos revolucionarios
o 6.10El crecimiento generalizado de los riesgos
 7De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)
o 7.1El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco
o 7.2Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde
o 7.3Las minorías nacionales y la Revolución
o 7.4Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética
o 7.5Terror Blanco contra Terror Rojo
o 7.6Violencia alimentada desde abajo y desde arriba
o 7.7Victoria y crisis del «comunismo de guerra»
o 7.8La Rebelión de Kronstadt y la NEP
 8Consecuencias
o 8.1Consecuencias culturales
 8.1.1Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer
 8.1.2La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a
la cultura
 8.1.3La Revolución y el arte
o 8.2Consecuencias económicas y sociales
o 8.3Consecuencias políticas y diplomáticas
o 8.4Percepciones y recepción en el extranjero
o 8.5Posterioridad y fin
o 8.6Interpretaciones
 9Referencias
 10Bibliografía
 11Enlaces externos

Situación de Rusia antes de la revolución de 1905[editar]


Artículos principales: Imperio ruso  y  Revolución rusa de 1905.

El zar Nicolás II y su familia.

Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un


régimen zarista, autocrático y represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613,
se instauró en el país la dinastía Románov.
La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro
II fue la primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez
liberados, los antiguos siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así
en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor,
favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural:
el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más
pobres. Las industrias florecían y la creciente clase obrera se aglutinaba
principalmente en las ciudades, pero la prosperidad del país no había
representado beneficio alguno para la mayoría de la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica. 8 El valor de la producción
industrial en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces
menor que el de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.9 La
producción agrícola continuaba siendo deficiente y la falta de transportes
paralizaba cualquier intento de modernización económica. 10 El PIB per cápita en
aquella época era inferior al de Hungría o al de España y, aproximadamente,
suponía una cuarta parte del de Estados Unidos. 11 Además, el país estaba
dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las
acciones rusas.12 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por
los campesinos, que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera
naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas
industriales, lo que facilitó la creciente conciencia revolucionaria.13
El Imperio ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población
vivía en zonas rurales). Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había
enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del
régimen; el número de campesinos sin tierra había aumentado, creando así un
auténtico proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias. Incluso después
de 1905, un diputado de la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia
de chinches y cucarachas en los hogares se percibía como signo de riqueza. 14

San Petersburgo, capital del Imperio ruso en aquella época y cuna de las tres revoluciones.

Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían
sido convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios.
Sin embargo, el poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios
movimientos organizados por miembros de todas las clases sociales (estudiantes
u obreros, campesinos o nobles) trataron de derrocar al gobierno sin éxito.
Algunos recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos, convirtiéndose los
movimientos revolucionarios en objeto de dura represión, llevada a cabo por la
todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron
encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las
filas de los exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la
culminación de una larga sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas
necesarias, que ni las insurrecciones campesinas, los atentados políticos y la
actividad parlamentaria de la Duma habían logrado, desembocaron en una
revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en
la guerra ruso-japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San
Petersburgo para exigir reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente
reprimida, en lo que se conoce como el Domingo Sangriento. Se trató de un
intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se caracterizó por los
levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los campesinos.
Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del
Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.

Revolución de febrero de 1917[editar]

Soldados rusos heridos en el transcurso de la Primera Guerra Mundial y siendo transportados en un


carro tirado por caballos.

Artículo principal: Revolución de Febrero


Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las
causas de la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los
partidos políticos se mostraron favorables a la participación en la contienda, con la
excepción del Partido Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto al
Partido Socialista del Reino de Serbia que se negó a votar los créditos de guerra,
aunque advirtió que no trataría de sabotear la actividad bélica de la nación. Tras el
comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales, el Ejército Imperial
Ruso tuvo que soportar graves derrotas (en Prusia Oriental, en particular). Las
fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era
ineficiente y el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército,
los partes batían todas las marcas: 1 700 000 muertos y 5 950 000 heridos;
estallaron disturbios y decayó la moral de los soldados. Estos soportaban mes a
mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el punto de suministrar a
unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de sus armas—
y el empleo de la intimidación y los castigos corporales.
La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a
escasear. La economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de
crecimiento más alta de Europa,15 se encontraba aislada del mercado europeo. El
Parlamento ruso (la Duma), constituida por liberales y progresistas, advirtió al
zar Nicolás II de estas amenazas contra la estabilidad del Imperio y del régimen,
aconsejándole formar un nuevo Gobierno constitucional. El zar desoyó esta
advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La
impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen alemán—,
aumentó el descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el
asesinato de Rasputín, asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix
Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo
aquello que el deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos,
intercambios comerciales...). Junto a las cooperativas o los sindicatos, estos
comités se convirtieron en órganos de poder paralelos. El régimen ya no
controlaba el «país real».16
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una
revuelta popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... La
revolución se inició con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas
de la capital, Petrogrado, a principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de
marzo según el calendario gregoriano),17 Día Internacional de la Mujer, las mujeres
de Petrogrado se manifestaron para exigir pan. Recibieron el apoyo de los
obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga. Ese día, pese a
que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna
víctima.
Funerales por las víctimas de la Revolución el 5 de abril de 1917 (23 de marzo según el calendario
juliano) en Petrogrado.

Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión
fue en aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron:
«¡Abajo la guerra!», «¡Abajo la autocracia!». 18 En esta ocasión, los
enfrentamientos con la policía se saldaron con víctimas en ambas partes. 19 Los
manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos de policía. Tras tres
días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de la guarnición militar de la
capital para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras tentativas de
confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la
noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los insurgentes, que
pudieron de esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el zar, sin
medios para gobernar, ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue
el triunfo de la revolución. Presionado por el Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó
el 2 de marzo: «Se deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de
caballería».20 Su hermano, el gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día
siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y se produjeron las primeras elecciones
al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de Petrogrado. El primer
episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de víctimas,
principalmente manifestantes,21 mas la caída rápida e inesperada del régimen, con
unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de
entusiasmo y un sentimiento de liberación.

La dualidad de poderes[editar]
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo
entre la población. El Gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente,
mientras que la revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y
campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de
primeras al Gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la
guerra.22 Sin embargo, el pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien
había vuelto del exilio en Suiza en el mes de abril, fue quien impuso una
radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente descontento general y se
convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que los partidos
revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro
contrarrevolucionario.
«El país más libre del mundo»[editar]
La caída de la monarquía se sintió como una liberación sin precedentes. En Rusia
se abrió un periodo de intensa alegría popular y de fermentación revolucionaria.
Un frenesí por hablar y exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos
sociales. Las reuniones fueron diarias y los oradores se sucedían de manera casi
interminable. Se multiplicaron los desfiles y las manifestaciones. Decenas de miles
de cartas, con direcciones y peticiones se enviaban cada semana desde todos los
puntos del territorio para dar a conocer el apoyo, las quejas o las reclamaciones
del pueblo. Se dirigían principalmente al nuevo Gobierno provisional y al Sóviet de
Petrogrado.
Más allá de las expectativas inmediatas, lo que dominaba era el rechazo a toda
forma de autoridad, lo que permitió a Lenin hablar de la Rusia de aquellos meses
como «el país más libre del mundo», como describió Marc Ferro:
En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero;
en Odesa, los estudiantes dictaban a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones;
en Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el próximo espectáculo; en
el ejército, los soldados invitaban al capellán a sus reuniones para que este diera sentido a sus vidas.
Incluso los niños menores de catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para hacerse
escuchar ante los mayores. Era el mundo al revés. 23

Reunión de soldados rusos en Finlandia en marzo de 1917.


Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas,
tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o
espontánea, se tomó contra los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho
estos a trasladar su residencia o exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena
de muerte, ordenó la apertura de las prisiones, permitiendo el retorno de los
exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y proclamó las libertades
fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica ya adquirida
tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado desapareció; la Iglesia
Ortodoxa Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I el Grande,
pudo reunir libremente un consejo que, en el verano de 1917, restableció
el Patriarcado de Moscú. En el ejército, la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de
Petrogrado, que contaba con la mayoría de socialrevolucionarios y mencheviques,
prohibió el acoso humillante de los oficiales a los soldados e instauró los derechos
de reunión, petición y prensa.24
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue,
por supuesto, la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros,
campesinos, soldados y marineros, que cubrieron en una semana la práctica
totalidad del país. Estas asambleas, que ya habían surgido en 1905, paliaron la
escasez de organizaciones habituales en Occidente (partidos, sindicatos...) debida
a la represión zarista. Fueron órganos de democracia directa que pretendían
ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de que el Gobierno Provisional
llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación y la ampliación
de las conquistas de la Revolución de Febrero.
El Gobierno Provisional y los sóviets[editar]

Los integrantes del Gobierno Provisional Ruso.

La Duma eligió un Gobierno provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un


exoficial del zar del Partido Octubrista, monárquico y rico terrateniente. Desde
el 15 de marzo, la dirección de dicho Gobierno fue tomada por Gueorgui Lvov, un
liberal progresista del Partido Democrático Constitucional.
Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los
soldados, el poder estaba en manos de un Gobierno provisional dirigido por
políticos liberales del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete),
el partido de la burguesía liberal. Mas, en realidad, era preciso transigir con
los sóviets. En las ciudades y pueblos, con el anuncio de la revolución en la
capital, se formaron sóviets al tiempo que los notables que regían en nombre del
zar fueron destituidos. Desde principios de marzo, los sóviets ya estaban
presentes en las principales ciudades, y en abril y mayo se extendieron a las
zonas rurales. Los sóviets eran unas asociaciones donde los trabajadores acudían
a discutir sobre la situación y al mismo tiempo un órgano de gobierno.

Asamblea del Sóviet de Petrogrado en 1917.

El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera


inmediata y poner fin así a la Primera Guerra Mundial, otorgar la propiedad de la
tierra a los campesinos, la implantación de la jornada laboral de ocho horas y el
establecimiento de una república democrática. Este programa resultaba
inaplicable para la burguesía liberal que asumió el poder tras la revolución, que no
firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni acortó la jornada laboral.
Además, el Gobierno consideró (así como parte de los dirigentes de los sóviets y
de los partidos revolucionarios) que solo la futura Asamblea Constituyente elegida
por sufragio universal tenía derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el
sistema social. Pero la ausencia de millones de votantes, que se encontraban
combatiendo en el frente, retrasó la celebración de las elecciones (sobre todo
porque el Gobierno continuaba con la guerra). La realización de las reformas fue
continuamente aplazada sine die. La situación llegó hasta tal punto, que el
Gobierno se abstuvo de proclamar oficialmente la República antes de septiembre.
Tomó así el riesgo de decepcionar peligrosamente a la población. Por añadidura,
no podía gobernar sin el apoyo de los sóviets, que contaban con el respaldo y la
confianza de la gran masa de trabajadores.25
Los sóviets estaban dominados por los socialistas,
los mencheviques y socialrevolucionarios. Los bolcheviques, a pesar de su
nombre —en ruso, «mayoritarios»—, eran una minoría. Por aquel momento, los
sóviets, incluido el de Petrogrado, demostraron un apoyo moderado al Gobierno
provisional y no continuaron reclamando las reformas más radicales, lo que obliga
a matizar la noción habitual de «dualidad de poderes». La confluencia entre el
Sóviet de Petrogrado y el Gobierno provisional cristalizó en la figura de Aleksandr
Kérenski, socialrevolucionario, vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro
de Justicia y Guerra.
Casi todos los revolucionarios, especialmente los de la escuela marxista, creían
que la revolución proletaria era prematura en un país económicamente atrasado y
rural.26 En su opinión, Rusia solo estaba preparada para una revolución burguesa,
ya que el proletariado era demasiado débil y muy reducido. La revolución debía
limitarse primeramente a las tareas que el análisis marxista asignaba a la
revolución burguesa, cumplidas por la Revolución Francesa en 1789: el fin
del feudalismo y la reforma agraria. Desde este punto de vista, los sóviets se
concebían como «fortalezas proletarias» ubicadas en el corazón de la «revolución
burguesa»27 dedicadas a velar por la realización de las reivindicaciones populares,
y posteriormente, preparar la transición al socialismo, además de prevenir una
posible contrarrevolución monárquica o la ruptura con la burguesía.
Pese a ello, esto no respondió a la urgencia que las masas exigían para ver
colmadas sus aspiraciones. Los partidos revolucionarios corrían el peligro de
incurrir en el mismo descrédito popular que el Gobierno provisional.

Las crisis repetitivas[editar]


Las Jornadas de abril[editar]
Artículo principal: Crisis de abril (1917)
A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la
Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la publicación de una nota secreta del
Gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y
que continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los
trabajadores.28 Las manifestaciones a favor y en contra del Gobierno causaron los
primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del
ministro de Relaciones Exteriores, el historiador Pável Miliukov, del KD. Los
socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el apoyo de la
mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para
poner fin a la guerra.
Al mismo tiempo, poco después de su regreso a Rusia, Lenin publicó sus Tesis de
abril. Continuando con los argumentos expuestos en El imperialismo, estado
supremo del capitalismo, afirmó que el capitalismo había entrado en «fase de
putrefacción» y que la burguesía ya no era capaz, en los países recientemente
industrializados, de asumir el papel revolucionario que ya había desempeñado en
el pasado. Para él, solamente se podría detener la guerra y asegurar las
conquistas de la Revolución de Febrero dando todo el poder a los sóviets. Lenin
se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno provisional y exigió la
confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los campesinos, el
control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república de
sóviets.
Estas ideas eran muy minoritarias en el propio seno de los bolcheviques, que se
mantenían en una línea común de apoyo al Gobierno, llegando el
periódico Pravda, dirigido por Stalin y Mólotov, a hablar públicamente de la
reanudación del trabajo y la vuelta a la normalidad. Pero con el colapso económico
y la guerra en curso, las ideas del partido bolchevique, dirigido por Lenin y
por Trotski a partir de verano, fueron ganando influencia. A principios de junio, los
bolcheviques ya eran mayoría en el Sóviet de Petrogrado de diputados de obreros
y soldados.
Las Jornadas de julio[editar]
Artículo principal: Jornadas de Julio

Infantes de marina revolucionarios de la flota imperial rusa durante el verano de 1917.

En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la


incapacidad del zar para llevarla con eficacia, unido a la crueldad y la negligencia
de los oficiales. El «derrotismo revolucionario» llegó a ser impopular en el propio
partido bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una
explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del Káiser, algo así como lo que
sucedió tras la caída de la monarquía francesa en 1792, que llevó a la victoria
de Valmy y la derrota del enemigo. El ministro de Guerra, Aleksandr Kérenski, un
buen orador y muy popular, fue elegido para encarnar ese arranque en los planos
nacional y revolucionario.
Por otra parte, la consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes
en la retaguardia que en el frente, donde los soldados solían ver a los obreros
como privilegiados, y detestaban que se pusiera en tela de juicio la utilidad de los
sacrificios que llevaban soportando desde que estalló el conflicto. De hecho, una
gran mayoría de los rusos se mostraban a favor de una paz negociada, sin
anexiones ni indemnizaciones, pero muchos estaban también dispuestos a dar
una oportunidad a una última ofensiva militar. 29
Sin embargo, entre febrero y julio, el cansancio y la impopularidad hacia la guerra
fueron ganando terreno, así como la propaganda pacifista. La continuación de la
guerra creaba una situación muy criticada, ya que era imposible instaurar la
jornada laboral de ocho horas sin perjudicar a la producción bélica, o tratar de
convocar elecciones para formar la Asamblea Constituyente teniendo millones de
soldados en el frente.

Dispersión de una muchedumbre reunida en la Nevsky Prospekt de Petrogrado. Julio de 1917.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio,


provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al
general Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el
fracaso se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de
combate. El Ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron,
las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski
comenzó a degradarse.30
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados
situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con
los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de
Petrogrado tomaran el poder. Desbordados por la situación, los bolcheviques se
manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era
demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional: los bolcheviques
solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los partidos
socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.
Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar
así su incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la
firma de la paz, la jornada de ocho horas y la reforma agraria.
El aumento de la reacción[editar]
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue
encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico
bolchevique Rabochi i Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de
artilleros que habían apoyado la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo
enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que los obreros eran
desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar Petrogrado; se encarceló a
los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en febrero. En el frente,
la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad otorgada por
la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba las
operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y
artillería contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6
de julio, la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza;
produciéndose pogromos en las zonas rurales. El socialrevolucionario (eser)
Kérenski sucedió a Gueorgui Lvov, demócrata constitucional (kadete), al frente del
Gobierno provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue perdiendo
progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de
contener el crecimiento de la reacción.
El levantamiento de Kornílov[editar]
Artículo principal: Golpe de Kornílov
El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski.
Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina
férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los
cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los
agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado
monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y
un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella
época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de
Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o
sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,31 no se
convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes,
nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o
simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

Aleksandr Kérenski, líder del Gobierno Provisional Ruso.

En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando


forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión),
organizaron una huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba
poco a poco, con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así,
el 20 de agosto, ante el Comité Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov,
dijo: «El pretexto lo proporcionarán los motines producidos por el hambre o por la
acción de los bolcheviques, en todo caso la vida empujará a la sociedad y a la
población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La Unión de oficiales del
ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del
Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento
de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido
Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos
batallones no están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán
cuentas con los bolcheviques».32
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado,
enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo
de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al
contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los
bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras
y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el
contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se
rearmaron, los bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio,
los presos políticos, incluido Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros
de Kronstadt. Para sofocar el golpe, Kérenski solicitó la ayuda de todos los
partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques.
Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber sofocado el intento
de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba
demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov,
y mucho menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin,
desde su escondite, dio la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar
contra Kornílov.
Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los
bolcheviques[editar]

Reunión bolchevique con Lenin a la derecha de la imagen.

Manifestación de obreros armados y la Guardia Roja en Petrogrado en 1917.

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía
haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por
Kornílov y el nuevo. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los
sóviets la dirección de la resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia
en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en aumento: apremiados por
la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con
los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era
mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de
septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las
elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a 54 000
votos, los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000
sufragios, mientras que los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos.
El lema «Todo el poder para los sóviets» fue utilizado más allá del ámbito
bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o por los mencheviques. El 31 de
agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron una resolución en
favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales.
Durante el verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las
tierras de los señores, sin esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de
forma constante por el Gobierno. El campesinado ruso, de hecho, regresó a su
larga tradición de grandes levantamientos espontáneos (los bunts), que ya habían
marcado el pasado nacional, como las revueltas protagonizadas por Stenka
Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos de Catalina II. No siempre
violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a menudo el escenario de
levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran
quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos
inmensos levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia
europea, consiguieron que las tierras se compartieran sin que el gobierno
condenara ni ratificara el movimiento. Sabiendo que la «repartición negra»
(nombre de la antigua organización naródnik Repartición Negra) estaba
cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente
campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva
distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras
el fracaso de la última ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se
vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como
«insignificante puñado de demagogos»33 controlaban la mayor parte del país.
Desde junio de 1917, en una sesión del 1.er Congreso Panruso de los
Sóviets, Lenin ya había anunciado abiertamente —durante una célebre discusión
con el menchevique Irakli Tsereteli— que los bolcheviques estaban dispuestos a
tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas en
serio.34

Octubre de 1917[editar]
Artículo principal: Revolución de Octubre
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento
de terminar con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el
gran descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la
impotencia, así como por la impaciencia de los propios bolcheviques.
La insurrección[editar]
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo
de que este organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez
más intensos. Algunos en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía
había que esperar, porque el partido ya estaba asentado en la mayoría de
los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado en Rusia y en Europa si
tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de partidos
revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el
Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera
del 2.º Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado,
siendo dirigido por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros
armados, soldados y marineros. Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición
militar de la ciudad y la preparación metódica de la toma de los puntos
estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo prácticamente a la
vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a Kámenev y
Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el propio Kérenski
solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la situación. 35

Proclama del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado anunciando la deposición del Gobierno


Provisional.

La insurrección se puso en marcha en la noche del 6 al 7 de noviembre (24 y 25


de octubre según el calendario juliano). Los sucesos se desarrollaron sin apenas
derramamientos de sangre. La Guardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el
control de los puentes, de las estaciones, del banco central y de la central postal y
telefónica justo antes de lanzar un asalto final al Palacio de Invierno. Las películas
oficiales posteriores elevaron estos sucesos al rango de heroicos, pero en realidad
los insurgentes solo tuvieron que hacer frente a una resistencia débil. De hecho,
entre las tropas acuarteladas en la ciudad, solamente algunos batallones de
cadetes (junkers) apoyaron al Gobierno Provisional, mientras que la inmensa
mayoría de los regimientos se pronunciaron a favor del levantamiento o se
declararon neutrales. En total, hubo cinco muertos y varios heridos. 36 Durante el
levantamiento, los tranvías continuaron circulando, los teatros con sus
representaciones y las tiendas abrieron con normalidad. Uno de los
acontecimientos más importantes del siglo XX había tenido lugar sin que
prácticamente nadie lo tuviera en cuenta. 37
Si un puñado de partisanos había podido tomar el control de la capital ante un
Gobierno Provisional que ya nadie apoyaba, el levantamiento debía en ese
momento ser ratificado por las masas. Al día siguiente, el 25 de octubre, Trotski
anunció oficialmente la disolución del Gobierno Provisional en la apertura del 2.º
Congreso Panruso de los Sóviets de Diputados de Obreros y Campesinos, con
562 delegados presentes, de los cuales, 382 eran bolcheviques y 70 del Partido
Social-Revolucionario de Izquierda).38
Sin embargo, algunos delegados creían que Lenin y los bolcheviques habían
tomado el poder ilegalmente, y alrededor de cincuenta abandonaron el congreso. 39
Estos, socialistas revolucionarios de derechas y mencheviques, crearon al día
siguiente un «Comité de Salvación de la Patria y de la Revolución». 40 Este
abandono del congreso se vio acompañado por una resolución improvisada por
parte de León Trotski: «El 2.º Congreso debe ver que la salida de los
mencheviques y de los socialrevolucionarios es un intento criminal y sin esperanza
de romper la representatividad de la asamblea cuando las masas intentan
defender la revolución de los ataques de la contrarrevolución. 41 Al día siguiente,
los sóviets ratificaron la creación de un Consejo de Comisarios del
Pueblo (Sovnarkom), constituido en su totalidad por bolcheviques, como base del
nuevo gobierno, a la espera de la celebración de una asamblea constituyente.
Lenin se justificó al día siguiente ante el representante de la guarnición de
Petrogrado de la siguiente manera: «No es nuestra responsabilidad si los
socialrevolucionarios y los mencheviques han abandonado el congreso. Nosotros
les habíamos propuesto compartir el poder [...] Hemos invitado a todo el mundo a
participar en el gobierno».42
El nuevo Gobierno[editar]
En las horas siguientes, varios decretos sentaron las bases del nuevo régimen.
Cuando Lenin hizo su primera aparición pública, fue ovacionado y declaró:
«Vamos a proceder a la construcción del orden socialista».
En primer lugar, Lenin anunció la abolición de la diplomacia secreta y la propuesta
a todos los países beligerantes en la Primera Guerra Mundial de entablar
conversaciones «con miras a una paz justa y democrática, inmediata, sin
anexiones y sin indemnizaciones».
Luego, se promulgó el Decreto sobre la Tierra: «las grandes propiedades
territoriales quedaron abolidas inmediatamente, y sin indemnización alguna».
Otorgaba a los sóviets de campesinos la libertad de hacer lo que consideraran, ya
fuera socializar la tierra o repartirla entre los campesinos pobres. El texto
confirmaba una realidad ya existente, ya que los campesinos ya habían
aprovechado esas tierras durante el verano de 1917. Con esta medida, los
bolcheviques consiguieron una neutralidad benevolente por parte de los
campesinos, al menos hasta la primavera de 1918.
Por último, se nombró un nuevo Gobierno, denominado Consejo de Comisarios
del Pueblo o Sovnarkom. Dicho gobierno aplicó otras medidas, como la abolición
de la pena de muerte (a pesar de la reticencia de Lenin, que consideraba esta
pena indispensable), la nacionalización de los bancos (el 14 de diciembre), el
control obrero sobre la producción, la creación de una milicia obrera, la soberanía
e igualdad de todos los pueblos de Rusia, su derecho de autodeterminación,
incluida la separación política y el establecimiento de un estado nacional
independiente,43 la supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o
religioso, etc. En total, se realizaron las treinta y tres reformas que el Gobierno
Provisional había sido incapaz de realizar en ocho meses de mandato.
En 1871, los obreros parisinos habían tomado el poder en la conocida
como Comuna de París. Esta primera experiencia de «dictadura del proletariado»
(tal y como Friedrich Engels la calificó)44 había acabado con la matanza de 10 000
a 20 000 miembros de la comuna y con deportaciones en masa. Con el poder
controlado en Petrogrado, Lenin y Trotski sabían que no podrían mantener ese
poder sin el apoyo de países industriales como Alemania, Francia e Inglaterra; por
lo que esperaban mantenerse más que los setenta y dos días que duró la Comuna
de París.45
La naturaleza de Octubre[editar]
Desde las primeras horas del 7 de noviembre hasta la actualidad, varios medios
calificaron la Revolución de Octubre como un golpe de Estado de una minoría
determinada y organizada que tenía como objetivo dar «todo el poder a los
bolcheviques»46 y no a los sóviets. L'Humanité, el principal periódico socialista
francés, titulaba «Golpe de Estado en Rusia que lleva a Lenin y a los
"maximalistas" al poder».
El historiador Alessandro Mongil observa además que en los años siguientes, los
mismos bolcheviques no dudaban en hablar entre ellos acerca de su «golpe de
octubre» (oktyabrski perevorot).47 En su autobiografía, Trotski utilizaba los
términos «insurrección», «toma del poder» y «golpe de Estado». 48 Rosa
Luxemburgo, comunista alemana, también habló del «golpe de Estado de
octubre».49
Marc Ferro considera que octubre es desde el punto de vista técnico un golpe de
Estado, pero que no se explica en el contexto de ebullición revolucionaria general
en todo el país y en toda la sociedad. Las fuerzas populares han dado por lo
menos un apoyo tácito a la empresa bolchevique contra un gobierno impotente y
ya desacreditado:
A los activistas revolucionarios de 1917, octubre apareció como un golpe de Estado contra la
democracia, como una especie de golpe llevado a cabo por una minoría que fue capaz de tomar el
poder y mantenerlo. Juicio excesivo, ya que en el II Congreso de los Sóviets, reunido en plena
insurrección, hubo una mayoría de los bolcheviques, así como representantes socialrevolucionarios y
mencheviques, junto a los futuros líderes del Estado soviético, Lenin, Trotski, Kámenev, Zinóviev, siendo
elegidos dirigentes del Presidium. [...] El juicio de los nuevos
opositores, mencheviques, populistas y anarquistas, es igualmente parcial en el sentido de que los
bolcheviques cumplieron con las prioridades que tras seis meses de lucha y dilaciones, las clases
populares exigían: que los jefes militares, los terratenientes, los ricos, los sacerdotes y otros
«burgueses» fueran permanentemente expulsados de la Historia. Por el contrario, es innegable que, al
haber participado en la insurgencia y ayudado a los bolcheviques a tomar el poder, los soldados, los
marinos y los obreros creían que el poder pasaría a los sóviets. Ni por un momento imaginaron que los
bolcheviques, en su nombre, conservarían el poder solamente para ellos y para siempre. 50

Nicolas Werth, refiriéndose a las «paradojas y los malentendidos de octubre»,


resume de la siguiente manera los debates y la oposición, a menudo no sin
segundas intenciones y con un sesgo ideológico:
Para la primera escuela histórica que podría llamarse «liberal», la Revolución de Octubre fue un golpe
impuesto por la violencia en una sociedad pasiva, resultado de una hábil conspiración tramada por un
puñado de fanáticos disciplinados y cínicos, carentes de toda base real en el país. Hoy en día, casi
todos los historiadores rusos, así como la élite culta y los dirigentes de la Rusia postcomunista hicieron
suya la vulgata liberal. Privada de toda profundidad social e histórica, la Revolución de Octubre en 1917
fue un accidente que desvió de su curso natural a la Rusia prerrevolucionaria, una Rusia rica, laboriosa
y en el camino a la democracia [...]. Si el golpe de Estado bolchevique de 1917 fue un accidente,
entonces el pueblo ruso ha sido una víctima inocente. Teniendo en cuenta esta interpretación,
la historiografía soviética ha intentado demostrar que Octubre fue el resultado lógico, previsible e
inevitable, de un itinerario liberador iniciado por las «masas» conscientemente unidas al bolchevismo.
[...] Rechazando tanto la divulgación liberal como la marxizante, un tercio de la historiografía actual ha
tratado de «desideologizar» la historia, de comprender, como Marc Ferro, que afirma: "el levantamiento
de octubre de 1917 pudo ser un movimiento de masas en el que solo unos pocos participaron". [...]

Por lo tanto, según este historiador, lejos de «simplismos» liberales o marxistas:


La Revolución de octubre de 1917 aparece como la convergencia momentánea de dos movimientos:
una toma del poder político, resultado de la cuidadosa preparación de la insurrección de un partido
radicalmente diferente, por sus prácticas, su organización y su ideología, del resto de actores de la
revolución; una gran revolución social, multiforme y autónoma [...] una inmensa revuelta campesina en
primer lugar, [...] el año 1917 [fue] un paso de una gran revolución campesina, [...] de una profunda
descomposición del ejército, integrado por unos diez millones de soldados campesinos movilizados
durante tres años en una guerra cuyo sentido no comprendían [...], un movimiento reivindicativo obrero
específico, [...] y un cuarto movimiento que abogaba por la emancipación de las nacionalidades y
pueblos alógenos [...]. Cada uno de estos movimientos tenía su propia temporalidad, su dinámica
interna, sus aspiraciones, que obviamente no podían ser reducidas a eslóganes bolcheviques ni a la
acción política del partido [...]. Durante un breve, pero decisivo momento —a finales de 1917— la acción
de los bolcheviques, activa minoría política en medio del vacío institucional, entró en consonancia con
las aspiraciones de muchos, aunque a medio y largo plazo, los objetivos de unos y otros fueran
distintos.

De acuerdo con su conclusión, en octubre de 1917, «momentáneamente, el golpe


de Estado político y la revolución social chocaron de frente, antes de divergir hacia
décadas de dictadura».51

Inicios del régimen bolchevique[editar]


Al tomar el poder en Petrogrado, Lenin y Trotski no tenían intención de construir el
socialismo solo en Rusia, subdesarrollada y atrasada. Esperaban ser la primera
victoria obrera de una serie de revoluciones en los países industrializados de
Europa —la llamada revolución mundial— que permitiría a la revolución sobrevivir.
Esa fue la razón principal por la que en la denominación del nuevo estado que se
crearía en 1922, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, por primera vez en
la historia de Rusia, no figuraría el nombre de Rusia. Se basaban, en particular, en
Alemania, la primera potencia industrial del continente y hogar del movimiento
obrero más fuerte y con la organización más antigua del mundo. Trotski dijo en
el 2.º Congreso de los Sóviets que aprobó la revolución: «O bien la Revolución
rusa aumentará el torbellino de la lucha en Occidente, o los capitalistas de todos
los países asfixiarán nuestra revolución».
Sin embargo, no fue hasta un año después, cuando una ola revolucionaria estalló
en Alemania (desembocando en la Revolución de Noviembre) y
en Hungría (donde se instauró la República Soviética Húngara, dirigida por Bela
Kun y que perduró por 133 días). En la vecina Finlandia, la revolución fue
derrotada en marzo de 1918, en el transcurso de una Guerra Civil, donde el «terror
blanco», con ayuda de Alemania, dejó 35 000 muertos. En enero de 1919 los
socialdemócratas alemanes pidieron ayuda a los Freikorps para reprimir la
revolución obrera, siendo asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo,
dirigentes espartaquistas. Entre 1919 y 1920, otros países
como Italia experimentaron huelgas insurrectas. En otros lugares, como
en Francia, el Reino Unido o los Estados Unidos, se produjo una ola de huelgas y
manifestaciones que no desembocaron en ningún intento revolucionario.
La oleada revolucionaria, más tardía de lo previsto, terminó por retroceder, y el
poder bolchevique permanecía aislado como en sus primeros días. Los
bolcheviques se enfrentaban en solitario a los inmensos problemas de una Rusia
en explosión, donde su toma solitaria del poder no disfrutaba de una aprobación
unánime.
Situación económica a raíz de la Revolución de Octubre[editar]
La Primera Guerra Mundial había sangrado Rusia, y se llevó gran parte de sus
suministros. En las zonas rurales, no había posibilidad de comprar bienes de
consumo por el grano, y los agricultores ya habían dejado de suministrar a las
ciudades, incluso antes de la Revolución de Febrero. Ya el Gobierno Provisional
de Kérenski había procedido a requisar forzadamente las existencias de alimentos
para garantizar el suministro de las ciudades, donde la hambruna se había
presentado. Al llegar al poder los bolcheviques, intentaron abandonar estas
prácticas impopulares, pero por el empeoramiento de la salud y la situación
económica, se vieron obligados a utilizarlas de nuevo.
La producción industrial se había visto socavada por la guerra, las huelgas y
los cierres patronales. Incluso antes de la llegada de los bolcheviques al poder, ya
había caído en tres cuartas partes.52 La situación económica, evidentemente, no
mejoró tras la invasión de la rica Ucrania por las tropas alemanas, ni tras el
embargo impuesto a Rusia en 1918 por las grandes potencias (Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón), ni por el comienzo de la Guerra Civil.
Por otra parte, Lenin y Trotski, fascinados por el dirigismo económico militarizado
establecido por el Estado Mayor de Prusia en Alemania, deseando devolver a los
obreros al trabajo siguiendo métodos similares, con el objetivo de poder tener las
cosas de cara ante una hipotética contrarrevolución.53 Sin embargo, muchos
trabajadores no querían renunciar a sus conquistas y volver a los enormes
esfuerzos exigidos por el autoritarismo y la guerra. La coerción sobre ellos se
convirtió en inevitable.54
La situación se estaba deteriorando drásticamente, provocando en unos meses la
práctica desaparición de toda actividad económica en el país. En enero de 1918,
la ración media de trigo en las grandes ciudades correspondía a tres libras por
mes. Las empresas debieron cerrar, los obreros no encontraban lo suficiente para
comer, bandas de saqueadores vagaban por el campo en busca de alimentos y
destacamentos de desertores se enfrentaban al ejército.
Bolcheviques y campesinos: del malentendido al conflicto[editar]
Uno de los primeros decretos del gobierno bolchevique fue la ratificación de la
abolición efectiva de las grandes propiedades de tierras, dejando a la iniciativa de
los agricultores la repartición o socialización de la tierra. El Decreto sobre la
Tierra entraba en ruptura con el programa bolchevique, que preveía
la nacionalización de la tierra.
Para algunos, se trata de una maniobra de los bolcheviques: hábilmente, repitieron
durante varios meses parte del programa del Partido Social-Revolucionario, que
estos últimos habían sido incapaces de poner en práctica. Marca también un
malentendido entre los bolcheviques y los campesinos. Los primeros pretendían
aplicar un colectivismo integral, mientras que los segundos aspiraban a la
extensión y multiplicación de la pequeña propiedad. Pero con este hecho, los
campesinos solo fueron coyunturalmente seducidos por el partido de Lenin, que se
mantuvo ante todo como colectivista, urbano y obrerista.
Por el otro lado, los bolcheviques, siempre favorables a las nacionalizaciones,
reconocieron que no tenían ni la voluntad ni los medios para imponer sus
preferencias a los campesinos. Lenin afirmó:
No podemos ignorar la decisión de la base popular, a pesar de que no estamos de acuerdo con ella...
Debemos dar a las masas populares una entera libertad de acción creativa... En definitiva, la clase
campesina debe obtener la seguridad firme de que los nobles ya no existen en los campos, y hace falta
que los mismos campesinos decidan todo y organicen su existencia.

De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el


orden del día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía
imposible en un país tan pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el
apoyo de las masas rurales, la gran mayoría del país, los bolcheviques
convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso campesino. A pesar de la
presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los bolcheviques, este
último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al nuevo gobierno, consagrando
la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el
nuevo poder había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales,
teniendo en cuenta que tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos,
de los liberales y de la mayor parte de los grupos socialistas. Pero el régimen
heredó el catastrófico problema de abastecimiento de las ciudades, que ya había
derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer pedidos de cereales
para sobrevivir traía consigo el germen de un grave conflicto con el campesinado.
Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de trabajadores,
destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamada prodrazviorstka.
La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia campesina, 55
produciendo a su vez un descenso significativo de la producción agrícola.
Posteriormente, los Blancos, a pesar de proclamar el libre comercio, también se
vieron obligados a recurrir a las requisas forzadas.
Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917)[editar]
Artículo principal: Guerra Civil Rusa
Si la revolución fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de tomar Moscú del 28 de
octubre al 2 de noviembre se encontró con una violenta resistencia. Los
bolcheviques ocuparon el Kremlin, pero los dirigentes locales de su partido
dudaron y firmaron una tregua con la autoridad socialrevolucionaria de la ciudad
antes de evacuar el edificio. Las tropas gubernamentales aprovecharon la
oportunidad de ametrallar a los trescientos miembros de la Guardia Roja y obreros
desarmados que abandonaban el edificio, siguiendo órdenes del alcalde
socialrevolucionario Vadim Rúdnev. 56 Hizo falta una semana de combates
encarnizados antes de que los bolcheviques, conducidos por el joven Nikolái
Bujarin, finalmente se apoderaran del Kremlin y tomaran el control de la ciudad.
Sus opositores, socialrevolucionarios y monárquicos, dirigieron una represión
sangrienta.
El 12 de noviembre, el nuevo poder hizo fracasar la tentativa de reconquista de
Petrogrado llevada a cabo por Kérenski y los cosacos del general Krasnov. Por su
parte, el Gran Cuartel general (la Stavka) del Ejército Imperial Ruso anunció el 31
de octubre su voluntad de marchar sobre Petrogrado «con el objetivo de
restablecer el orden». Reunido de nuevo por los dirigentes del Partido Social-
Revolucionario, Chernov y Gots, pero abandonado por sus tropas, el Estado
Mayor debió huir el 18 de noviembre.
En las semanas siguientes, miles de junkers (cadetes) y funcionarios como
Kornílov, huido, se reunieron en la República del Don. Se formó el Ejército de
Voluntarios, dirigido por el general zarista Mijaíl Alekséyev. Reprimió con sangre
los levantamientos obreros de Rostov del Don y Taganrog, el 26 de noviembre y
el 2 de enero, pero fue desmembrado por la guerrilla de la Guardia Roja llegada a
modo de refuerzos desde las dos capitales. Al conocer la derrota de los blancos,
Lenin creyó que podía exclamar, a 1 de abril de 1918, que la Guerra Civil había
terminado.
Otros combates se llevaron a cabo en Kubán, donde el poder de los sóviets se
trasladó a Krasnodar. En cuanto a la sublevación de los cosacos del Ural, se saldó
con un fracaso. En el frente rumano, el ejército se dividió en destacamentos
blancos, que se unieron al ejército de los blancos de Denikin, y en regimientos
rojos.
El problema de la coalición[editar]
Artículo principal: Negociaciones Vikzhel
El Sovnarkom durante el periodo de coalición entre bolcheviques y socialrevolucionarios de izquierda.
1918.

El 2.º Congreso de los Sóviets había aprobado el nombramiento de un gobierno


compuesto exclusivamente de bolcheviques, pero para muchos activistas
bolcheviques, esta solución no era aceptable. El día después del levantamiento,
casi todos los delegados del congreso de los sóviets votaron a favor de una
resolución del menchevique Yuli Mártov, apoyada por el bolchevique Lunacharski,
donde se pedía al Consejo de Comisarios del Pueblo que se ampliara con
representantes de otros partidos socialistas.
Después de acalorados debates en el seno del partido bolchevique, que lo
pusieron al borde de la escisión (varios dirigentes dimitieron para denunciar el
rechazo a una coalición expresado
por Lenin, Zinóviev, Kámenev, Rýkov y Noguín). Lenin, en minoría, se vio obligado
a transigir: se negaba a continuar con las negociaciones para formar una coalición
con los socialistas, pero estaba de acuerdo en pactar con el Partido Social-
Revolucionario de Izquierda, pasando varios miembros de dicho partido a formar
parte del gobierno en diciembre de 1917.
Los primeros días de un nuevo Estado[editar]
Se comparten diversas opiniones sobre los primeros días tras el cambio de poder
en octubre de 1917:
Para algunos, fue el comienzo de una dictadura. Máximo Gorki escribió el 7 de
diciembre de 1917: «Los bolcheviques se han colocado en el Congreso de los
Sóviets tomando el poder por sí mismos, no por los sóviets. [...] Esto es una
república oligárquica, la república de algunos comisarios del pueblo». 57
La mañana después del 7 de noviembre, se prohibieron siete periódicos en la
capital.58 Se trata, según Victor Serge, de siete periódicos que defendían
abiertamente la resistencia armada contra el «golpe de fuerza de los agentes
del Kaiser.» Los socialistas conservaron su prensa. Según Victor Serge, la prensa
legal menchevique desapareció en 1919, la de los anarquistas hostiles al régimen
en 1921 y la de los socialrevolucionarios de izquierda en julio de 1918 a raíz de
su rebelión contra los bolcheviques.
Pero los bolcheviques se habían pronunciado, antes de asumir el poder, a favor de
la libertad de prensa, incluido Lenin,59 y este giro no fue aceptado por muchos
bolcheviques.60 Marc Ferro considera que «contrariamente a la leyenda, la
abolición de la prensa burguesa y de las publicaciones socialrevolucionarias no
viene ni de Lenin ni de las altas esferas del partido bolchevique», sino que «es el
público en forma de insurgencia popular».61
De modo que prácticamente la totalidad de los funcionarios de Petrogrado se
declararon en huelga para protestar contra el golpe de Estado, pasando las listas
públicas a denunciar a aquellos que se niegan a servir al nuevo poder. El 10 de
diciembre, los líderes del KD, que se habían puesto al frente de la resistencia
armada al gobierno bolchevique, fueron declarados en estado de arresto. 62
Otros creen que la clemencia fue lo que caracterizó a los primeros días del
régimen soviético.63 Los ministros del Gobierno provisional fueron detenidos y
liberados rápidamente. La mayor parte había participado en la Guerra Civil en
el bando Blanco. El general Piotr Krasnov, que se había levantado a raíz de la
Revolución de Octubre, fue puesto en libertad junto con otros oficiales, tomó las
armas contra el régimen soviético en contra de su palabra y pasó a liderar el
Ejército Blanco en los meses posteriores.
Para Nicolas Werth, el nuevo poder llevó a cabo una reconstrucción autoritaria del
Estado en detrimento de los órganos de poder que surgen espontáneamente en la
sociedad civil: los comités de fábrica, las cooperativas que reemplazaban a los
sindicatos o sóviets, meros instrumentos vacíos pero ya infiltrados en el sistema y
subordinados a él. «En un par de semanas (finales de octubre de 1917-enero de
1918), "el poder desde abajo", "el poder de los Sóviets", que se había desarrollado
de febrero a octubre de 1917 [...] se convierte en un gran poder, a raíz de los
procedimientos burocráticos o autoritarios. El poder de la sociedad al Estado, y del
Estado al partido bolchevique».64
La paz de Brest-Litovsk[editar]
Artículos principales: Tratado de Brest-Litovsk y  Tratado de Brest-Litovsk (Ucrania).

Cambios territoriales tras el tratado de Brest-Litovsk.

Al tomar el poder en Rusia, los bolcheviques tenían la esperanza de que se


produjera un levantamiento revolucionario en Europa. Este no se produjo, y la paz
prometida en octubre pasó a ser una necesidad absoluta para satisfacer las
demandas del ejército y de los campesinos. Se trataba al mismo tiempo de firmar
la paz, de negociar la política expansionista territorial de los Gobiernos burgueses,
pero sin que pareciera que se claudicaba ante los Imperios centrales.
Se firmó un armisticio el 15 de diciembre y los debates sobre la paz comenzaron
el 22 de diciembre, siendo comandada la delegación rusa por Trotski, que hizo
publicar todos los tratados secretos y acuerdos sobre cambios territoriales
alcanzados previamente entre ambas potencias. Las exigencias alemanas fueron
enormes: Polonia, Lituania y Bielorrusia debían pasar a estar bajo ocupación
alemana. Se inició así un acalorado debate en el seno del partido bolchevique,
donde se confrontaban tres posiciones. Unos, como Bujarin, defendían la
necesidad de una guerra revolucionaria, Lenin opinaba que había que dar el brazo
a torcer, y Trotski, que venció en la votación con nueve votos a favor por siete en
contra, propuso rechazar la firma de una paz que conllevara cambios territoriales
pero que sí que había que declarar el fin de la guerra.
Como respuesta, el ejército alemán lanzó una ofensiva el 17 de enero, avanzando
rápidamente en Ucrania. La posición de Lenin, favorable a la firma inmediata de la
paz, fue ganando adeptos dentro del partido, pero los alemanes endurecieron las
condiciones del tratado de paz.
El 9 de febrero de 1918, la República Popular Ucraniana firmaba el Tratado de
Brest-Litovsk entre los Imperios Centrales y Ucrania por el que los Imperios
Centrales reconocían la soberanía de Ucrania. El 3 de marzo de 1918, los
bolcheviques firmaron su Tratado de Brest-Litovsk, por el cual Rusia perdía el
26 % de su población, el 27 % de su superficie cultivada y el 75 % de su
producción de acero y de hierro. La situación económica de la joven república
soviética, ya agravada por una guerra mortuoria que había durado cuatro años, se
presentaba desesperante.
La creación de la Checa[editar]

Emblemas de la Checa: la espada y el escudo.

El 20 de diciembre de 1917, se fundó la «Comisión extraordinaria de lucha contra


el sabotaje y la contrarrevolución» (en ruso: VChK o Vecheká), comúnmente
conocida como Checa. Sus acciones no tenían ninguna base legal ni judicial (el
decreto fundacional no se hizo público hasta después de la muerte de Lenin) y
había sido concebida como un instrumento provisional de represión independiente
de la justicia. Era dirigida por un comité de cinco miembros (tres bolcheviques y
dos socialrevolucionarios) presidido por Féliks Dzerzhinski. Entre los
«saboteadores» y enemigos previstos por el decreto figuraban el KD, los
socialrevolucionarios de derecha, periodistas, huelguistas... De repente, la Checa
multiplicó los llamamientos a la delación y a la constitución de Checas locales.
Fundada con 100 funcionarios (entre los que estaban Menzhinski y Yagoda), ya
contaba con 12 000 en julio de 1918. Al llegar a Moscú, se instaló en Lubyanka,
el 10 de marzo de 1918, con 600 miembros. En julio ya contaba con 2000. A partir
de esta fecha, los efectivos policiales de los bolcheviques fueron superiores a los
de la Ojrana de los tiempos de Nicolás II.
Según Pierre Broué, la Checa no comenzó verdaderamente a funcionar hasta
marzo, momento en el que se produjo la ofensiva alemana, y la represión se
desplegó en toda su magnitud en verano de 1918, tras la insurrección de
los socialrevolucionarios de izquierda de Moscú y una serie de atentados contra
los dirigentes bolcheviques, entre los que se encontraban Moiséi Uritski,
asesinado el 30 de agosto, y el propio Lenin, gravemente herido por Fanya
Kaplan, ejecutada sumariamente poco después. Los dirigentes bolcheviques,
asegurando inspirarse en el ejemplo jacobino de la Revolución francesa,
decretaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». En los seis primeros
meses de 1918, hubo veintidós ejecuciones realizadas por la Checa. En los seis
últimos, la cifra aumentó hasta 6.000.
Victor Serge estima que la creación de la Checa, con sus procedimientos secretos,
fue el peor error del poder bolchevique. Señala, sin embargo, que la joven
república vivía bajo un «peligro mortal» y que el terror blanco precedió al rojo.
Precisa que Dzerzhinski temía los excesos de las Checa locales y que muchos
chequistas fueron fusilados por ello.
Isaac Steinberg, comisario del pueblo de Justicia y miembro del Partido Social-
Revolucionario de Izquierda, relata en sus memorias que mientras intentaba frenar
las acciones ilegales de la Checa a principios de 1918, exclamó delante de Lenin:
«¿Para qué un Comisariado de Justicia? Llamémoslo Comisariado del exterminio
social, la causa será entendida». A lo que este respondió: «Excelente idea, tal y
como yo veo la cosa. Desgraciadamente, no podemos llamarla así». 65
La disolución de la Asamblea Constituyente[editar]
Reclamada por todos los programas de los partidos revolucionarios desde el siglo
XIX, la Asamblea Constituyente Rusa fue elegida en noviembre de 1917. Aunque
obtuvieron un 25 % de los votos y un gran éxito en las grandes urbes, los
bolcheviques resultaron una fuerza minoritaria, con 175 de los 707 diputados de la
asamblea. Los campesinos prefirieron votar a los socialistas-revolucionarios.
Según palabras de Jacques Baynac,66 los resultados de las elecciones indicaron
que el país no quería de forma mayoritaria un Gobierno afín a la Revolución de
Febrero ni uno de la Revolución de Octubre. Sin embargo, no hubo revolución
alguna en enero o julio de 1918. La represión y la Guerra Civil contribuyeron a ello.
Víktor Chernov, socialrevolucionario, resultó elegido presidente de la asamblea,
con un total de 246 votos frente a los 151 de Mariya
Spiridónova, socialrevolucionaria de izquierda apoyada por los bolcheviques. La
disolución de la Asamblea Constituyente por la Guardia Roja se produjo
inmediatamente después de su primera reunión, el 19 de enero de 1918. Aunque
la mayoría de la población permaneció indiferente ante este golpe de fuerza,
veinte manifestantes que protestaron contra la disolución de la asamblea
resultaron muertos: Máximo Gorki, que acudió a su funeral, los calificó como
mártires de una experiencia democrática de apenas unas horas que se llevaba
esperando durante cientos de años.
El marxista Charles Rappoport comentó: «Lenin actuó como un zar. Al disolver la
Asamblea Constituyente, Lenin creó un horrible vacío a su alrededor, que provoca
una terrible guerra civil sin fin y prepara un futuro terrible». 67 También escribió: «La
Guardia Roja de Lenin y Trotski han fusilado a Karl Marx».68
Según Martin Malia: «La disolución de la Asamblea Constituyente es considerada
a menudo como el crimen supremo de los bolcheviques contra la democracia,
exactamente igual que el golpe de fuerza de octubre, algo que es absolutamente
cierto. Pero lo que no se destaca a menudo es que esta asamblea apenas habría
estado capacitada para gobernar frente a los desórdenes de la época. Trotski
exageraba cuando afirmaba que la asamblea no era más que un fantasma del
Gobierno Provisional: estaba dominada por los mismos partidos que habían sido
incapaces de controlar la situación en febrero de 1917, y como tal, fue privada de
cualquier apoyo militar o administrativo.» 69
Enfrentamiento con partidos revolucionarios[editar]
A partir del 9 de enero de 1918, se comenzó a plantear el traslado de la
capitalidad y del gobierno a Moscú, mientras que las negociaciones de paz con los
alemanes se encontraban en desarrollo en Brest-Litovsk. El traslado del Gobierno,
efectivo en marzo, se debió a la posibilidad de que los barrios obreros de
Petrogrado, sufridores de hambre y exasperados, se levantaran de nuevo, pero
esta vez contra el Gobierno de Lenin surgido en la Revolución de Octubre. Las
ofensivas alemanas y blancas no influyeron en esta decisión. Igualmente, los
bolcheviques buscaban demostrar a sus opositores que su poder podía sobrevivir
lejos de su Petrogrado de origen.
El 27 de marzo de 1918, la Checa comenzó a ocuparse de los delitos de prensa,
recrudeciendo considerablemente la censura sufrida por la prensa no bolchevique.
El 11 y el 12 de abril, una ola de represión antianarquista sacudió Moscú: 1.000
hombres de las tropas especiales atacaron su sede, arrestando a 520 personas y
ejecutando sumariamente a otras 25. A partir de este episodio, los anarquistas
comenzaron a ser calificados oficialmente de «bandidos». Dzerzhinski advirtió que
aquella operación no era más que un comienzo.
La recuperación del Partido Social-Revolucionario de Izquierda (PSRI) y de los
anarquistas inquietaba al poder: en aquellos lugares donde todavía se celebraban
elecciones locales libres, estos obtenían más de la mitad de los votos. Como
reacción, entre mayo y junio de 1918, 205 periódicos socialistas se cerraron y la
Checa disolvió por la fuerza decenas de sóviets socialrevolucionarios o
mencheviques, los cuales habían sido elegidos legalmente. El 14 de junio de
1918, los mencheviques y los socialrevolucionarios de izquierda fueron
expulsados del Comité Ejecutivo Central Panruso, pasando a estar formado este
solamente por bolcheviques. El 16 de julio, el periódico de Máximo Gorki, La
Nueva Vida, fue prohibido por la policía política.
En las ciudades, la situación alimentaria continuaba siendo explosiva. Los
bolcheviques no pudieron más que retomar las retenciones obligatorias efectuadas
por destacamentos armados de ciudadanos, algo que provocó que los campesinos
se levantaran contra el poder urbano, al mismo tiempo que se alejaban del partido
aquellos a quienes el Decreto de la Tierra había acercado a las posiciones
bolcheviques. Ciento cincuenta revueltas campesinas se reprimieron en toda
Rusia en julio de 1918 y en decenas de ciudades la Checa y algunos miembros de
la Guardia Roja cargaron las marchas del hambre, fusilando a los huelguistas y
disolviendo las reuniones populares.
El cierre patronal de las fábricas nacionales se convirtió en un nuevo medio de
represión de las huelgas. El 20 de junio de 1918, como medida de represalia por el
asesinato del responsable bolchevique Vladímir Volodarski, ochocientos líderes
obreros fueron arrestados en Petrogrado en apenas dos días y su sóviet disuelto.
El 2 de julio, los obreros respondieron con una huelga general, pero fue en vano.
Rechazando estos actos, así como el Tratado de Brest-Litovsk, que interpretaban
como una capitulación ante el imperialismo alemán, los socialrevolucionarios de
izquierda rompieron a su vez con el Gobierno bolchevique en marzo de 1918. El 6
de julio de 1918, trataron de revivir la guerra contra Alemania asesinando al
embajador del Reich, el conde Wilhelm von Mirbach. Ese mismo día intentaron
asaltar la sede de la Checa en Moscú. La represión desencadenada a raíz
del alzamiento socialrevolucionario acabó con el poder político del PSRI que, si
bien no desapareció completamente de las instituciones, no volvió a desempeñar
un papel político destacado en ellas.
El crecimiento generalizado de los riesgos[editar]
Para enero de 1918, el experimento revolucionario ya había conseguido sobrevivir
más que la Comuna de París de 1871. En los meses siguientes, los peligros se
acumularon y la Rusia soviética se encontraba cercada por todas partes, al tiempo
que sus convulsiones internas sociales y políticas se agravaban.
Después del tratado de Brest-Litovsk, los países de la Triple Entente decretaron
el embargo a Rusia y desembarcaron tropas para impedir una victoria alemana
total en el este. Los japoneses y posteriormente los estadounidenses intervinieron
así en Vladivostok a principios de abril de 1918, mientras que los británicos lo
hacían en Múrmansk y Arjángelsk. En el mismo momento, los turcos penetraron
en el Cáucaso y amenazaron Bakú, al tiempo que, a pesar del tratado de Brest-
Litovsk, los alemanes intentaron aprovechar su ventaja: colaboraron con el
aplastamiento de la revolución en Finlandia (guerra civil finlandesa), y retomaron
durante el verano las operaciones militares en los países bálticos y en Ucrania,
que someten y confían a un gobierno monárquico títere y represivo. La secesión
en mayo de las Repúblicas del Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) acentuó
la confusión (véase República Democrática Federal de Transcaucasia).
Paralelamente, en abril y mayo, la Legión Checoslovaca formada por antiguos
presos y desertores del Ejército austrohúngaro, niega su disolución, y se rebela
contra los bolcheviques. Dueños de la zona de los montes Urales y
del Transiberiano, así como de todo el oro del banco imperial de Rusia, tomado
en Kazán, los checoslovacos apoyaban a los socialrevolucionarios del comité de
los ex constituyentes que formaron el 8 de junio un contragobierno en Samara.
Simultáneamente, los ejércitos blancos se levantaron en mayo por todo el país, en
particular en la zona del río Don, en torno a los cosacos de Krasnov, aliado del
general Denikin, y en Siberia alrededor del almirante Kolchak, quien instaló una
autoridad zarista en Omsk. En todos los territorios que controlaban, el terror
blanco cayó de golpe sobre las poblaciones campesinas insumisas, los judíos, los
liberales, y los elementos revolucionarios más diversos. Trotski obtuvo contra
estos ejércitos las primeras victorias importantes del joven Ejército Rojo: en julio
en Tsaritsyn y a comienzos de agosto en Kazán.
El poder bolchevique se vio enfrentado al mismo tiempo a las rebeliones
campesinas y obreras y a la insurrección de los socialrevolucionarios de
izquierda en Moscú el 6 de julio. Estos reaparecían con terrorismo revolucionario:
después del bolchevique Vladímir Volodarski el 20 de junio y el embajador Wilhelm
von Mirbach-Harff el 6 de julio, fue el general Hermann von Eichhorn, comandante
en jefe alemán en Ucrania, quien murió en una de sus acciones el 30 de julio en
Kiev. Posteriormente, el 30 de agosto, mientras que el jefe de la Checa de
Petrogrado, Moiséi Uritski, era asesinado, en Moscú, Fanni Kaplán disparó
a Lenin, hiriéndolo; fue ejecutada sumariamente tres días después. El 3 y 5 de
septiembre, exasperada, la Checa puso en marcha el «terror rojo». Millares de
presos y de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia.
Comenzaba así la guerra civil entre los bolcheviques y el resto de fuerzas.

De la Guerra Civil a la NEP (1918-1921)[editar]


Artículo principal: Guerra Civil Rusa
Desarrollo de la guerra civil rusa. Territorios bajo control bolchevique en 1918; países que obtuvieron su
independencia durante el conflicto; máximo avance de las fuerzas blancas

La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los
«ejércitos blancos» monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su
violencia extrema no se debió tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el
«terror rojo». Se trató de una guerra de los campesinos contra las ciudades y
contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue como el «Ejército
Verde», constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos forzados y
los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los
jóvenes campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de
desembarazarse de la tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes
más determinantes de la revolución en el campo),70 la acción de las minorías
nacionales que procuraban emanciparse de la vieja tutela rusa, la intervención de
ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda República Polaca en la guerra
polaco-soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios antibolcheviques.
Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, del comité de los ex
constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en un tiempo dueños
de Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se hallaron en situación de
prevalecer. Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los bolcheviques
impusieron su hegemonía sobre la revolución, como los Blancos sobre la
oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del
Estado y de la sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria
bolchevique significó, en una Rusia arruinada y exhausta, la reconstrucción de un
Estado bajo la autoridad de un partido único sin rivales ni enemigos y dotado de
un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado policial en torno a la
Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de
Octubre, que habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de
una sociedad civil, en lo sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo
sometida al poder.
El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco[editar]
El 23 de febrero de 1918, Trotski fundó el Ejército Rojo. Organizador enérgico y
competente, buen orador, atravesó el país a bordo de su tren blindado y voló de
un frente al otro para restablecer por todas partes la situación militar, galvanizar
las energías y desplegar un esfuerzo enorme de propaganda destinada a los
soldados y las masas. Restableció el servicio militar y aplicó una disciplina de
hierro hacia los enemigos y los desertores.
A pesar de las reacciones negativas de numerosos viejos bolcheviques, Trotski no
vaciló tampoco en reciclar por millares a los antiguos oficiales zaristas. Catorce mil
de ellos (el 30 % del total) aceptaron servir al nuevo poder a veces por fuerza (su
familia respondería por su lealtad, en virtud de la «ley de rehenes»), pero también
en nombre de la continuidad del Estado y de la salvación de un país amenazado
por la anarquía y el desmembramiento. Estaban flanqueados por comisarios
políticos bolcheviques que vigilaban su acción.
El Ejército Rojo controlaba solamente un territorio del tamaño del
antiguo Principado de Moscú cercado de todas partes, pero contaba con la ventaja
de su superior disciplina y organización, de su posición central, de formar un
bloque cohesionado, de disponer de ambas capitales —Moscú y Petrogrado— y
de las mejores carreteras y vías de ferrocarril.
Los Blancos de Kolchak, Yudénich, Denikin o Wrangel se encontraban divididos e
incapaces de coordinar sus ofensivas. Principalmente, no tenían nada que ofrecer
a la población salvo la vuelta a un antiguo régimen unánimemente detestado, la
restitución de las tierras a los antiguos propietarios, la negativa a toda concesión a
las minorías nacionales y los pogromos antisemitas responsables de cerca de 150
000 muertos.71 Las masas finalmente dejaron ganar a los bolcheviques, aunque
los golpes violentos tampoco faltaron entre ellas y estos últimos.
Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde[editar]
Artículo principal: Rebelión de Tambov
Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de
guerrillas campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por
campesinos que rechazaban el reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas
forzadas y la restitución de las tierras a los antiguos propietarios de bienes
inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero
esencial del Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de tres millones de
desertores de los cinco millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos
tercios consiguieron escapar de las búsquedas, detenciones y de la reintegración
forzada en el ejército, reuniéndose con frecuencia los combatientes verdes en los
bosques.72 Los Blancos generalmente fusilaban a los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a
Rusia solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones
campesinas como la rebelión de Tambov conducida por el
socialrevolucionario Antónov a mediados de 1921, la destrucción de los ejércitos
verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental,
donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de
1921), aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.
Las minorías nacionales y la Revolución[editar]
Véase también: Las minorías nacionales y la Revolución
Los dirigentes de la República montañesa fundada durante la Guerra civil. Rusia se descomponía en
decenas de gobiernos más o menos efímeros, mientras que innumerables campesinos volvían a
la autarquía.

La Revolución aceleró las exigencias de independencia de las nacionalidades: en


noviembre y diciembre, la mayoría declararon su autonomía o incluso su
independencia de Rusia, lo que las enfrentó a aquellos favorables al nuevo
gobierno soviético. El 2 de noviembrejul./ 15 de noviembre de 1917greg., el gobierno
bolchevique promulgó la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia que
fue firmada por Vladímir Lenin y Iósif Stalin.
Desde finales de 1917, animadas por la «Declaración de los derechos de los
pueblos de Rusia», que preveía la posibilidad de separarse de
Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia. En la República Popular
Ucraniana, la Rada Central (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y
nacionalista Symon Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con
Moscú tras la Revolución de Octubre. En las elecciones para elegir una Asamblea
constituyente, los mencheviques obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia,
proclamando la independencia y constituyendo un gobierno internacionalmente
reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República Democrática de Georgia,
dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 % por los
bolcheviques. Los letones tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja,
el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían
independizado en el transcurso de la Primera Guerra Mundial. 73
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran
abusivamente relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los
Ejércitos Blancos o el Ejército Petlyura realizaron pogromos antisemitas
sistemáticos y a gran escala, de una violencia mortífera y sin precedente, para
entonces, en la historia europea. El número de muertos asciende a cerca de
150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y vandalismos.
En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los
ejércitos nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su
parte, el Ejército Rojo invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y
reforzó la influencia ruso-soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos,
la República Popular de Mongolia, satélite de la URSS, se fundó en 1924.
Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo,
fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los
anarquistas del Ejército Negro de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó
brutalmente la experiencia inédita majnovista. Este movimiento campesino de
masas había conseguido dotarse de un ejército insurrecto capaz de hacer frente
durante tres años a la vez a fuerzas austro-alemanes, a los Blancos de Denikin y
Wrangel, al ejército de la República Popular Ucraniana dirigida por Petlyura y al
Ejército Rojo.
Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética[editar]
Artículos principales: Guerra Polaco-Soviética  e  Intervención aliada en la Guerra Civil
Rusa.
Afectados por el Tratado de Brest-Litovsk, ejércitos occidentales y japoneses
intervinieron primeramente para impedir la desaparición total del frente
oriental (mediados de 1918). Tras la derrota de Alemania, su intervención tomó un
carácter más hostil hacia la revolución y el régimen bolchevique, apoyando y
dotando de armamento a los Blancos por miedo al contagio bolchevique. De 1918
a 1920, la Rusia roja se vio sometida a un drástico embargo por parte de las
potencias capitalistas. Sin embargo, las derrotas de los Blancos y la simpatía de
las clases populares de su país con respecto a la Revolución rusa obligaron a las
grandes potencias a abandonar. Así, el motín de la flota francesa estacionada en
el mar Negro, orquestado por André Marty y Charles Tillon, contribuyó en marzo
de 1919 a que el Gobierno francés renunciara a proseguir la lucha. Para el
historiador Orlando Figes, «las promesas de ayuda aliada eran simplemente
palabras en el aire. El compromiso de las potencias occidentales jamás
proporcionó gran cosa desde un punto de vista material y sufrió siempre de una
falta de intención muy clara».74
En 1920, la joven Segunda República Polaca invadió Rusia para establecer sus
fronteras más allá de la línea Curzon. El contraataque victorioso del Ejército Rojo
llenó de esperanza a los bolcheviques: la toma de Varsovia abriría el camino de
Berlín y permitiría exportar la revolución por las armas. Pero el 15 de agosto de
1920, el «Milagro del Vístula» permitió al general Piłsudski repeler la invasión.
Percibiendo al Ejército Rojo como un ejército eminentemente ruso y no
revolucionario, los obreros polacos apoyaron decididamente a Piłsudski.
Terror Blanco contra Terror Rojo[editar]
Artículos principales: Terror Rojo  y  Terror Blanco.
La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la
violencia social y política, agravada por el «brutalización» de la sociedad durante
la Primera Guerra Mundial.75 A partir de mediados de 1917, la explosión
revolucionaria, hasta entonces muy poco violenta, se tradujo entre los campesinos
rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y el saqueo de sus
residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape para
muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los miedos de las antiguas
élites privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del
terrorismo individual desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del
Partido Social-Revolucionario no hicieron más que reutilizar las mismas armas
contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos
rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban preparados para la
violencia radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y
masacrando sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas,
revolucionarios moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples
sospechosos, abatidos ante la menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos
propietarios de bienes inmuebles y no vacilaron en quemar o destruir pueblos
enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos corporales humillantes. Sus
tropas a menudo se desacreditaban desde su llegada a fuerza de violaciones y
pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de arbitrariedad y
mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino.76
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos,
experimentó un desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso
público de Nicolás II, Lenin y una parte del Politburó decidieron en secreto
la ejecución sumaria de la familia imperial. Pretextando la aproximación de los
Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de 1918 en Ekaterimburgo.
Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e internamientos en
campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si los campos
abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se
mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000
personas perecieron a causa del Terror Rojo.77 Mencheviques, anarquistas, social-
revolucionarios, liberales o demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la
ley por miles, así como Blancos y nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos,
sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos orígenes sociales o su
marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el Estado
soviético organizó el procesamiento de los líderes social-revolucionarios
encarcelados; varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros
deportados. El 19 de febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova,
arrestada tras la insurrección social-revolucionaria de izquierda en julio de 1918,
fue condenada por «locura» e internada de diciembre de 1920 a noviembre de
1921 en un centro psiquiátrico. No obstante, con posterioridad escribió que
«durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos bolcheviques, Lenin
incluido, cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre de modo
muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para que jamás se me
humillara.»78
La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción
(hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones
sumarias),79 sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y
destrucciones con el fin de erradicar no solo de su potencia anterior, sino también
las creencias religiosas. Se calcula que entre 1917 y 1918 fueron asesinados 20
mil sacerdotes.80
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de
represión: internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de
rehenes (el primer decreto referente a rehenes fue promulgado por el
general Niessel, comandante de la misión militar francesa en Rusia) 81 y
ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de los Sóviets y sus
adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que habían
sido elaborados durante la Gran Guerra». 82 Nikolái Melkínov, uno de los
principales miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias
que la administración blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política
profundamente soviética».83
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado
como uno de los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al
respecto, el historiador británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de
expresión y de reunión, así como la libertad de prensa fueron restablecidas, era
difícil respetarlas en las condiciones de una guerra civil y las prisiones
de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el ministro
menchevique de trabajo, contó un total de 4000 detenidos políticos. Las dumas y
los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de
clase, excluidos de la vida política».84
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones
dictatoriales allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así
en Crimea mantuvieron un régimen constitucional y parlamentario que preservaba
las libertades y hasta esbozaba una tímida reforma agraria. 85
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos
sospechosos o peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor
Majnó respetaron más a la población civil, perdonando y liberando a los simples
combatientes hechos prisioneros, pero eliminaron en su retirada a muchos
oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes, mientras tribunales
populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y castigar
a los implicados en las matanzas del Terror Blanco.86
Violencia alimentada desde abajo y desde arriba[editar]
Según Sabine Dullin, «los organismos de represión creados por los bolcheviques
dejaban un gran margen de acción a la iniciativa popular». 87 Las Checas locales
se mostraban con frecuencia más radicales que la central. Marc Ferro insiste en el
hecho de que el pequeño partido bolchevique no contaba con los medios para
suscitar la violencia generalizada que experimentó Rusia durante la guerra civil y
que los leninistas a menudo reivindicaron y asumieron la violencia popular
espontánea para dar la impresión de que ellos controlaban la situación, así como
para canalizarla e instrumentalizarla para su provecho. 88
Lo mismo realizaban sus enemigos, así el muy controvertido jefe nacionalista
ucraniano Symon Petlyura pareció verse desbordado por el antisemitismo visceral
de sus tropas: habría permitido los pogromos, pese a haber intentado frenarles,
pero no los ordenó (su papel exacto sigue siendo muy debatido).
En cuanto al Terror Blanco, los roles de la ideología, la violencia espontánea y la
orquestada «desde arriba» por las autoridades siguen siendo muy discutidos. Así,
según Nicolas Werth, «el Terror Blanco no fue nunca organizado
sistemáticamente. Fue, casi siempre, fruto de acciones de destacamentos
descontrolados que escapaban de la autoridad de un comandante militar que
trataba, sin éxito, de llevar a cabo el gobierno. [...] En la mayoría de las ocasiones
estamos ante una represión policial del nivel de un servicio de contraespionaje
militar».89 Otros historiadores consideran, por el contrario, que la ideología
(especialmente la asimilación del comunismo a los judíos y el fantasma de un
complot «judeobolchevique») tuvo un papel importante en el proceso del terror
dirigido desde arriba.90 Según el historiador estadounidense Peter Holquist: «si
bien es cierto que los movimientos antisoviéticos sintieron menos la necesidad de
justificar sus acciones, es completamente claro que sus actos violentos, lejos de
ser arbitrarios o fortuitos, fueron por el contrario calculados. [...] Los prisioneros de
guerra eran escogidos por los jefes blancos, que ponían de lado a aquellos a los
que consideraban como indeseables e irrecuperables (los judíos, los bálticos, los
chinos y los comunistas) y los mandaban ejecutar todos juntos». 91
Posiblemente los generales blancos se vieron más desbordados aún que los
bolcheviques por la violencia de sus partidarios sobre territorios vastos donde su
autoridad era limitada. El general Piotr Wrangel describe en sus memorias la
anarquía que reinaba sobre el inmenso territorio controlado por Antón
Denikin cuando se puso al frente en marzo de 1920: «el país era dirigido por toda
una serie de pequeños sátrapas, comenzando por los gobernadores para acabar
por cualquier suboficial del ejército [...] la indisciplina de las tropas, el desenfreno y
la arbitrariedad que reinaba no eran un secreto para nadie [...] El ejército, mal
abastecido, se alimentaba exclusivamente de la población, gravada con una carga
insoportable».92
Sin embargo, es incontestable que las altas autoridades blancas recurrieron
también al terror. La «conferencia especial» presidida por Denikin tomó en marzo
de 1919 la decisión de condenar a muerte a «toda persona que haya colaborado
con el poder del Consejo de Comisarios del Pueblo». El servicio de propaganda
del gobierno de Denikin hizo correr numerosos rumores durante la guerra sobre la
existencia de complots judíos.93 El general Roman Ungern von Sternberg,
apodado «el barón sanguinario», fue sin duda aquel que fue más lejos en sus
acciones. En su famosa «orden n.º 1592», dirigida a sus ejércitos en marzo de
1921, ordena en su artículo 9 «exterminar a los comisarios, a los comunistas y a
los judíos con sus familias».94
A su vez, numerosos jefes de guerra y los aventureros sacaron provecho del
hundimiento de la autoridad en Rusia para realizar pillajes, masacres y
autoproclamarse dirigentes de territorios más o menos vastos. Otros se alistaron a
los ejércitos regulares por oportunismo. El atamán Nikífor Grigóriev constituyó así
una milicia formada por soldados, desplazados y mercenarios que se puso
sucesivamente al servicio de Symon Petlyura, del Ejército rojo y de los Blancos,
sin renunciar en ningún momento a las matanzas y a los pillajes. Grigóriev acabó
siendo asesinado por Néstor Majnó y sus seguidores, con los que se había aliado
brevemente.
Tras la derrota de los blancos, los levantamientos campesinos antibolcheviques
experimentaron su apogeo. Numerosos segadores fueron asesinados, y los
bolcheviques y sus seguidores hostigados, cuando no torturados. 95 La respuesta
del Ejército Rojo fue despiadada, con centenares de pueblos íntegramente
deportados, miles de insurgentes fusilados, mujeres e hijos de partisanos
secuestrados o asesinados y el uso de armamento químico por parte de Mijaíl
Tujachevski para sofocar la Rebelión de Tambov.96
Tras la victoria final bolchevique, el terror represivo se redujo, pero el aparato
policial se mantuvo intacto.
Victoria y crisis del «comunismo de guerra»[editar]
Artículos principales: Comunismo de guerra y  Hambruna rusa de 1921.
La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total
contra los enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica
totalidad de los comercios, la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de
las clases acomodadas fueron colectivizadas, entrando así los apartamentos
colectivos en la vida de los rusos. Mientras la moneda se hundía y el país vivía
del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen instauró la gratuidad de
las viviendas, los transportes, del agua, de la electricidad y de los servicios
públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar
con abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El «comunismo
de guerra» (término creado a posteriori, aparecido tras el final de la guerra civil)
que había surgido por las difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para
guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros.
Para hacerlo, no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en
hacer reaparecer prácticas deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de
trabajo, el cierre patronal, la retirada de las cartillas de racionamiento y la
detención y deportación de los dirigentes de huelgas. Centenares de huelguistas
fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados, bolcheviquizados y
transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas absorbidas y
los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una vasta
controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo,
destacamentos armados procedieron violentamente a realizar requisiciones
forzadas de cereales para abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar
educación a la población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos
sobre los soldados y las masas populares. Animó la efervescencia artística y puso
a los creadores vanguardistas al servicio de la revolución, lo que generó una vasta
producción de obras y carteles que contribuyeron a la adhesión colectiva a los
bolcheviques.97
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento
popular y al hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de
vida. La economía era una ruina y la red de transportes había sido destruida.
El mercado negro y el trueque florecieron.98 La desigualdad institucional del
racionamiento en favor de los soldados y los burócratas suscitó protestas
populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y
ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron
de esta forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se
descomponía: menos de un millón de activos en 1921, frente a los tres millones de
1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con
la vida de millones de campesinos rusos.
La Rebelión de Kronstadt y la NEP[editar]
Artículos principales: Rebelión de Kronstadt y  Nueva Política Económica.
Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por
la violencia y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros
huelguistas, los marinos de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron
la vuelta al poder de los sóviets, elecciones libres, libertad del mercado nacional y
el fin de la policía política. En la práctica la insurrección consistió en la disolución
del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un «comité revolucionario
provisional» en su lugar.99 Su levantamiento fue repelido por Trotski y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las
últimas grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de
«pacificación» contra los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido,
celebrado a la vez que ocurría la insurrección de Kronstadt, abolió también el
derecho de tendencia en el seno del Partido por la instauración del «centralismo
democrático».
Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la
economía, Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de
mercado: se adoptó la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso.
Esta liberalización económica permitió enderezar la economía.

Consecuencias[editar]
Consecuencias culturales[editar]
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer[editar]
Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres
sexuales. La crítica marxista a la familia burguesa ya había conducido a los
bolcheviques a modificar la legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y
la interrupción voluntaria del embarazo.100 En 1922, la homosexualidad se vio
despenalizada.101 A lo largo de la década de 1920, el deseo de acceder a una
sexualidad más libre puso en marcha un movimiento social calificado por Wilhelm
Reich de «revolución sexual». Impuesto por las bases, no tuvo tantos apoyos por
parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue perdiendo
importancia.102
Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso
de Aleksandra Kolontái, tomó medidas importantes para mejorar el estatus social
de la mujer. Además de las legislaciones en materia de costumbres, una serie de
decretos comenzaron a reconocer desde finales de 1917 el derecho de las
mujeres a la jornada de 8 horas, el de negociar el importe de los salarios, la
preservación del empleo en caso de embarazo, posibilidad de asegurar cuidados a
sus hijos durante las horas de trabajo, así como derechos políticos idénticos a los
hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto desde una perspectiva
emancipadora (el régimen declaró que «encadenada al hogar, la mujer no podía
ser igual al hombre») como para paliar el déficit de mano de obra provocado por la
guerra y las hambrunas.103
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura [editar]
Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de
miles de huérfanos, se procedió a crear comunidades educativas con niños de
todas las edades a cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu
socialista. En la misma época, se abolieron los grados en el ejército y las reglas
académicas en el arte. La gramática y la ortografía se simplificaron y la lucha
ideológica contra los prejuicios y las convicciones de origen religioso alcanzaron
su apogeo.
El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción
pública. Bajo la dirección de Anatoli Lunacharski, el comisariado del pueblo para la
instrucción publicó un decreto declarando la apertura de un «frente contra
el analfabetismo» el 10 de diciembre de 1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt,
el socialista André Morizet, en un resumen de su viaje a la Unión Soviética afirmó:
«podemos pensar lo que queramos de los jefes del bolchevismo. Podemos criticar
sus métodos, condenar sus actos en general o en detalle [...]. Pero hay un punto
en el que me parece imposible que no aprobemos unánimemente sus esfuerzos,
que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos: en materia de
instrucción pública».104
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad,
gratuidad y obligación de la educación. El número de escuelas pasó de 38387 en
1917, a 52274 en 1918 y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación
pasó de 195 millones de rublos en 1916 a 2914 millones en 1918. 105 Se crearon
alfabetos nacionales para las nacionalidades sin escritura, al tiempo que se
creaban comisiones de instructores.106 Debe considerarse además que este
incremento presupuestario se produjo en un contexto de posguerra y de escaso
desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética, lo que
derivaba en carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que explica la
mediocridad de la instrucción en los primeros años del régimen.
La Revolución y el arte[editar]
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte. 107
Desde finales del siglo XIX, Rusia se abrió a las nuevas corrientes artísticas que
se desarrollaban en Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid
Pasternak y Constantin Kousnetzoff), el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia
Goncharova) y el cubismo (con Vladímir Burliuk). Otras corrientes emergieron en
Rusia, como el supremacismo, que proclamaba la supremacía de la forma pura en
la pintura. En la poesía, Nikolai Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El estreno de
la ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir Jlébnikov se
produjo el 3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.
Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras
abiertamente hostiles hacia el régimen, el nuevo poder no dio sin embargo
directivas en materia de arte; Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el
Partido deba ser líder»108 y animó el florecimiento de las corrientes de vanguardia.
Según el historiador del arte Jean-Michel Palmier, «hay pocos países que
dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la literatura o a la pintura
como la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que el hambre
reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior
y exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para
desarrollar el arte —y ni siquiera como instrumento de propaganda—. 109
Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno
bolchevique puso en marcha una serie de medidas destinadas a asegurar la
preservación, el inventario y la nacionalización del patrimonio cultural nacional. 110
La colección privada del comerciante y mecenas Serguéi Shchukin fue requisada
para abrir el «primer museo del arte occidental». Vasili Kandinski fue nombrado
director del Museo de la Cultura Artística, creado en 1919, y abrió una veintena de
museos fuera de la capital. Aquí todavía, las penurias limitaban las ambiciones del
régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción, la inmensa mayoría de los
proyectos innovadores de arquitectura no pudieron efectuarse. 111
El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y
de debates de escuelas. Según Anatole Kopp, «dentro de esta nueva visión, es
posible distinguir dos orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia
esencialmente formal, que, a pesar del recurso a formas de expresiones inéditas,
no asignará al arte una misión nueva, y una vanguardia social y políticamente
consciente, que intentará, a la luz del marxismo, poner a las técnicas artísticas al
servicio de la transformación de la humanidad».112 Los miembros de esta última
corriente, los partidarios del alumbramiento de una nueva «cultura proletaria», se
reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su primer congreso en 1920.
Este grupo efectuó rápidamente una agresiva campaña contra los «compañeros
de camino» del partido y todo lo que se apartaba del «arte proletario», 113 pero no
obtuvo medidas políticas del aparato estatal.114 A finales de la década de
1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de la Proletkult para reprimir
a los artistas e imponer la línea del realismo socialista.
Consecuencias económicas y sociales[editar]
Rusos partiendo al exilio en un vagón plataforma.

La Revolución y el establecimiento del nuevo régimen provocaron


transformaciones sociales profundas en la URSS. Las viejas y feudales
estructuras de la Rusia zarista se desvanecieron sin dejar sitio a una economía de
mercado, generando la elaboración de nuevas relaciones sociales que fueron
objeto de interpretaciones diversas.
Según Nicolas Werth, 13 millones de rusos perecieron de forma violenta entre
1914 y 1921: 2,5 millones por la Gran Guerra, la guerra civil y las matanzas de los
terrores blancos, rojos o verdes, 5 millones por el hambre y más de 2,5 millones
por la epidemia de tifus.115 Según el demógrafo ruso A. G. Volkov, la población de
Rusia disminuyó en siete millones entre 1918 y 1922, cifra de la que habría que
retirar a los emigrados (estimados en dos millones por el demógrafo) y la
diferencia de 400 000 entre las entradas y salidas de presos y de fugitivos, para
acabar en una cifra de 4 500 000 muertos durante la guerra civil, es decir, un poco
más del 3 % de la población.116 La mayoría de las víctimas pereció fuera de los
campos de batalla, por falta de cuidados adecuados o de alimento. «La sociedad
rusa salió de la guerra más arcaica, más militarizada, más campesina». 115
La gran mayoría de las antiguas élites (clero, nobleza y burguesía —esta ya más
frágil que en Occidente— y una parte de los intelectuales) desaparecieron o se
exiliaron. Con la nueva era, esta «gente del pasado» y sus hijos comenzaron a ser
vigilados y discriminados en el acceso a la vivienda, al trabajo o a la universidad, o
incluso privados del sufragio, si bien este era simbólico. Muchos posteriormente
fueron liquidados durante la Gran Purga estalinista. Cerca de dos millones
de rusos blancos (no todos monárquicos ni rusos en realidad) se exiliaron o fueron
desterrados. En 1922, un decreto les desposeyó en bloque la nacionalidad rusa.
Esta masiva situación de nuevos apátridas motivó la creación del pasaporte
Nansen por parte de la Sociedad de Naciones.
En el campo, el partido estaba subrepresentado. Se introdujeron disposiciones
constitucionales que dieron al voto obrero y urbano un peso abiertamente superior
al voto campesino. La clase campesina fue una de las únicas que habían
mantenido una autonomía bastante fuerte en relación a un Estado muy autoritario
que se forjó durante la guerra civil. Los campesinos obtuvieron el reparto de tierras
que esperaban desde generaciones (aunque debido a su fuerte crecimiento
demográfico, ganaron por término medio únicamente entre 2 y 3 hectáreas de
tierra cada uno). Pero muchos pudieron comprobar que «la tierra no se come»
(Lenin): los millones de pequeñas explotaciones dispersas eran poco rentables e
imposibles de modernizar. Bestias negras de los bolcheviques durante la guerra
civil, los kulaks (campesinos supuestamente ricos, de hecho solo un poco más
acomodados y dinámicos que la media) salieron beneficiados de una medida
presumiblemente perjudicial, y se beneficiaron de la instauración de la NEP, antes
de sufrir la dekulakización a partir de 1930.
Muchos hombres del pueblo, exobreros, empleados o campesinos, se vieron
beneficiados del crecimiento del partido-estado y de su burocracia (cuyo notable
desarrollo117 ya angustiaba a Lenin y Trotski). Entrando en esta o en el Ejército
Rojo, adquirieron posiciones de poder y privilegios inesperados para ellos bajo el
Antiguo Régimen. La burocracia se convirtió también en un refugio privilegiado de
la pequeña burguesía teóricamente venida a menos.118 Esta «plebenización del
partido»119 servirá de base social al advenimiento ulterior de Iósif Stalin, nombrado
secretario general del PCUS el 3 de abril de 1922.
Consecuencias políticas y diplomáticas[editar]
El primer resultado de esta revolución fue la caída del régimen zarista, dejando vía
libre para la toma del poder por los bolcheviques. Según Nicolas Werth, «una
revolución popular y plebeya profundamente antiautoritaria y antiestatal trajo al
poder al grupo más dictatorial y más partidario del estatismo».
Según varios historiadores, las bases del Estado policial leninista se habrían
puesto antes incluso del estallido de la guerra civil en agosto de 1918, con tanta o
más represión sobre otros partidos revolucionarios y sobre ciertos movimientos
populares que sobre los partidos «burgueses» o las fuerzas monárquicas. 120 Este
punto de vista es rechazado por ciertos historiadores, como Arno Mayer que, en
una obra reciente, sostiene que la política represiva del régimen soviético fue
esencialmente el producto de presiones internas (la violencia de la
contrarrevolución) y externas (la reacción de las potencias internacionales frente a
la toma del poder de los bolcheviques).121
Para Marc Ferro, la lucha por el poder simplemente no opuso a los partidos entre
sí. De hecho, en el momento de la Revolución de Febrero, los partidos políticos,
los sindicatos, las cooperativas y los sóviets eran formas rivales de organización,
en competencia para representar y dirigir la sociedad civil. Los sóviets y los
partidos se entendieron para subordinarse o eliminar a sindicatos, comités de
fábrica o cooperativas. Luego, desde antes de la Revolución de Octubre, los
partidos acordaron infiltrarse e instrumentalizar los sóviets. Al final, uno de los
partidos eliminó al resto.122
Otro resultado inmediato fue la firma del tratado de Brest-Litovsk, y el
desmantelamiento parcial del Imperio ruso. Luego vino la creación, en 1922, de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La guerra civil dejó al país agotado, arruinado por numerosos años, y bajo la
dirección de un partido único cada vez más monolítico (supresión del derecho
de tendencia en marzo de 1921), que empleó a la policía y el ejército para suprimir
a todas las fuerzas organizadas de oposición.
Además, la revolución esperada por los bolcheviques en los países capitalistas no
se efectuó. En Alemania, las masas populares no apoyaron mayoritariamente la
tentativa espartaquista de Rosa Luxemburgo, y la represión continuó.
En Hungría, Béla Kun dirigió durante 133 días la República Soviética
Húngara antes de ser desalojado por una invasión rumana. La oleada
revolucionaria fluyó desde 1920 en Italia, abriendo la puerta al éxito posterior
del fascismo. Países industrializados tan importantes como Estados Unidos, el
Reino unido y Francia experimentaron huelgas y manifestaciones, a veces
violentas, pero que en ningún momento sacudieron los cimientos sociales o
gubernamentales.
La creación en Moscú de la III Internacional (Komintern), en 1919, fue una
consecuencia directa de la Revolución de Octubre. Fue disuelta por Stalin en 1943
sin haber conseguido nunca conducir una revolución victoriosa. De forma
inmediata, entre 1919 y 1921, se sucedieron rupturas y escisiones entre
partidos socialdemócratas y partidos comunistas que dejaron al movimiento
obrero y sindical duraderamente dividido y debilitado frente a las fuerzas
conservadoras y fascistas.
La misma Rusia quedó aminorada y aislada, cercada por un «cordón sanitario» de
pequeños Estados (los países bálticos, Polonia, etc.). El nuevo régimen debió
conquistar lentamente su reconocimiento internacional. Debió esperar a 1922 para
ser reconocido por Alemania (convertida en su aliada de hecho por los acuerdos
de Rapallo), luego en 1923 por la China de Sun Yat-sen, en 1924 por Gran
Bretaña, Francia y la Italia fascista, en 1933 por los Estados Unidos, antes de
entrar tardíamente en la Sociedad de Naciones en 1934.
El régimen instaurado por los bolcheviques a menudo ha sido calificado de
«comunista», aunque para Karl Marx el comunismo corresponde a una sociedad
que responde a la divisa «De cada uno según sus capacidades, a cada uno según
sus necesidades».123 En 1918, sin embargo, Lenin no repudiaba la idea de
cambiar el nombre del partido a partido comunista, ni a fundar en 1919
la Internacional Comunista (se trataba de escoger un nombre que se desmarcase
de la socialdemocracia, que había sido mayoritariamente favorable a la guerra).
Percepciones y recepción en el extranjero[editar]
Caricatura antibolchevique aparecida en el New York Herald en 1919.

La Revolución de febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la
Gran Guerra en curso, y en general sin gran conocimiento de las realidades rusas.
Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un
gravoso aliado como Nicolás II, ya que la continuidad de la autocracia zarista
entraba en contradicción con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho».
La prensa (sometida a censura o autocensura) no dio noticia del creciente y
robusto rechazo que la guerra despertaba en la opinión rusa. La revolución se
interpretó de forma contraria, como una voluntad popular de llevar la guerra hasta
el fin con un gobierno más competente.124
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador
monárquico Jacques Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta
que la renovación rusa no se haga lo que hasta aquí no quiso ser, una
revolución».125 El socialista nacionalista Gustave Hervé escribió: «¡Qué
son Verdún y el Marne mismo al lado de la inconmensurable victoria moral que
han alcanzado los aliados en Petrogrado!».126
Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La
Courtine en el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando
varios muertos. Se sucedieron huelgas importantes y prácticamente
insurreccionales que apelaban abiertamente al ejemplo de los sóviets de
trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio en Leeds y en
agosto en Turín. En Italia o incluso en España, país no beligerante, aparecieron
pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a la guerra y las
condiciones sociales que por un conocimiento efectivo del programa
bolchevique.127 No obstante, el patriotismo obligó a que ninguna tentativa
revolucionaria se efectuara antes del fin de la Gran Guerra.
Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional y
descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones
estremecidas, como fue el caso de los socialistas franceses Albert
Thomas y Marcel Cachin, el ministro laborista inglés Arthur Anderson o la
feminista británica Emmeline Pankhurst. Un puñado de extranjeros presentes en
Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre, como el futuro
historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano
francés Pierre Pascal. En marzo de 1919, André Marty y Charles Tillon dirigieron
el motín de la flota francesa en mar Negro contra la intervención. Ciertos
prisioneros de guerra de los Imperios centrales, convertidos al bolchevismo
durante su cautividad en Rusia, se hicieron propagadores de la revolución al
regresar a sus países, como es el caso del yugoslavo Josip Broz Tito.
La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza,
entre los que estaba Lenin, atravesar su territorio para volver a Rusia,
considerando que el pacifismo contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya
en esta época circulaba en Rusia y Occidente la idea de un Lenin «agente
alemán», o incluso el rumor de que los «maximalistas» (traducción inexacta
difundida del término bolcheviques) estaban financiados por «el oro alemán». La
Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo como una peripecia política
después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el
nuevo poder fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk (contra cuya
ratificación votó el SPD en el Reichstag), el Kaiser pasó a ser un objetivo y
paradójico aliado de un régimen bolchevique interesado en jugar a divisiones
«interimperialistas» y en no añadirse un enemigo más. La Entente intervino
primeramente sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente
Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la
alianza. Tras el armisticio de Compiègne de 1918, fue la revolución como tal lo
que se empezó a combatir.
El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una
revolución fracasada, suscitaron simpatías fuertes y activas en las capas
populares de Europa hacia la Revolución de Octubre. Los excesos del Terror
Rojo fueron ignorados, negados, minimizados o justificados como una respuesta
simple al Terror Blanco.
En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de
la Revolución francesa de 1789: los bolcheviques son asimilados así a
los jacobinos, Aleksandr Kérenski a la Gironda, los blancos a los vandeanos, León
Trotski a Lazare Carnot, etc. Un historiador simpatizante con el proceso ruso
como Albert Mathiez trazó desde 1920 la analogía entre Maximilien
Robespierre y Lenin, el Terror Rojo y el Terror de 1793.128 El poeta André
Bretón no fue el único que leyó también la Revolución rusa como una revancha de
la fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz en el Este» (título de una obra
de Jules Romains) no fue acogida tan bien por todo el mundo. La clase media se
vio afectada por la pérdida del empréstito ruso, que Lenin dejó de reconocer a
comienzos de 1918. El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas fieles a
la «vieja escuela» en el momento del congreso de Tours de 1920, entre los
anarquistas, entre ciertos intelectuales humanistas hostiles hacia los métodos de
los bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland, amigo de Gorki) y por supuesto
entre las derechas. Desde 1919, un cartel célebre estigmatiza al bolchevique «el
hombre con el cuchillo entre los dientes».
En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años
inmediatos de posguerra y contribuyó a las reacciones autoritarias, puritanas y
xenófobas (los emigrantes fueron percibidos como portadores potenciales del
«virus» bolchevique) que marcaron la década de 1920. En Alemania, Hungría e
Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o fascistas, a veces aliadas por un
tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín, pelearon para reprimir
violentamente el «bolchevismo» (una palabra por otra parte elástica, bajo la cual
acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social, incluso
cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución
de Octubre, de sus transformaciones y de su posible extensión desempeñan un
papel para nada despreciable en la formación de las ideologías y de los
movimientos fascistas de Benito Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.
En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas
importantes. En 1920, en Bakú, los bolcheviques convocaron un «congreso de los
pueblos de Oriente» (del 1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión
entre los nacionalismos de los colonizados y el movimiento comunista mundial.
Posterioridad y fin[editar]
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de
burócratas, que en el mismo seno del partido bolchevique van a conseguir
imponerse al frente del país. Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus
opositores, tanto «contrarrevolucionarios» como revolucionarios. Millares de
militantes comunistas, entre los que estaba la mayoría de la «vieja guardia»
bolchevique, héroes de octubre y de la guerra civil, fueron de esta forma
deportados y posteriormente fusilados. Los más célebres de estos fueron
humillados y desacreditados en público en el momento de los procesos de
Moscú en 1936-1938.
Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que
desempeñó en la Revolución de Octubre, Iósif Stalin se propuso también liquidar,
en el momento de la Gran Purga de 1936-1938, a toda una generación de
militantes, cargos políticos y económicos, militares, escritores e incluso policías
que conocían la situación previa a 1917, la revolución y la posterior guerra civil. En
1930, la mitad de los cargos del Estado y hasta de la policía había servido bajo el
antiguo régimen.129 La «generación de 1937» que los reemplazó gracias a las
purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue esta nomenklatura sin
pasado revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta casi su
disolución.
El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución
de Octubre. Desde mediados de la década de 1930, restableció un cierto número
de valores deshonrados en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y
de la patria «socialistas», restauración de títulos militares como el grado
de mariscal, venta libre de vodka por el Estado, academicismo en el
arte, rusificación forzada de las minorías y «chauvinismo de la Gran
Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado... La Segunda Guerra
Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo de ser el
himno soviético en 1943, y los grados y los uniformes del Antiguo Régimen fueron
espectacularmente restablecidos.
Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques,
Stalin abandonó toda idea de exportar la revolución mediante la Komintern. En su
opinión, esta debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto
de Moscú y como una extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir
de 1939 con las anexiones permitidas por el Pacto germano-soviético (mediante
las que la URSS recuperó los territorios perdidos en el momento de la guerra civil
rusa) y a continuación con la victoria de 1945.
Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor»
de la Revolución rusa (comparación con la reacción que siguió a la caída de
Robespierre durante la Revolución francesa). El símil presenta, no obstante,
ciertos límites. En efecto, la era estalinista se señala también por una vuelta,
contra los campesinos, a los métodos del «comunismo de guerra». Coincide
también con una época de purgas sin precedentes. Por otra parte, el advenimiento
de Stalin significó también una reactivación espectacular de la transformación
económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de
1930: nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó
bruscamente a la URSS del atraso. Todo ello al pesado y disimulado precio de
millones de víctimas, consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.
Interpretaciones[editar]
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para
los anarquistas, se debió a los principios «autoritarios» del partido bolchevique.
Para otros, como ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx.
Para un cierto número de marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error
de querer poner en marcha una revolución obrera en un país masivamente
campesino y sobrestimó las potencialidades revolucionarias en los países
occidentales. Para los comunistas marxistas antileninistas, como los comunistas
consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe un capitalismo de Estado y se
burlaron de los principios comunistas y marxistas.
Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de
la guerra civil, con marxistas como el teórico Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa
Luxemburgo que criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización
leninista (que el mismo Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En
su opinión, la asimilación abusiva del partido al pueblo, su desprecio por la
democracia y su culto a la violencia transformaron las purgas y la dictadura
impuestas por las circunstancias en un sistema permanente. El poder del partido
sobre el proletariado sustituyó de forma duradera al poder de los sóviets y de la
clase obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado, centralizado,
militarizado y monolítico que provocó una concentración de todos sus poderes
dictatoriales en manos de un pequeño grupo en la cúspide (el Politburó, fundado
en 1917)130 y más tarde, en manos de un solo hombre. Este análisis crítico se
repitió en la década de 1930 por un cierto número de antiguos compañeros de la
Revolución de Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la crítica
al estalinismo.131
Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse
en el nacimiento de la burocracia, así como en el aislamiento de la revolución en
un país pobre y poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que
precisamente en ningún país rico e industrial estalló una revolución «marxista» en
todo el siglo XX, sino en países agrarios o subdesarrollados
(China, Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de los
regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el orientarse con rapidez
hacia una dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque
la inmensa mayoría de los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por
la influencia de Stalin y la URSS en esos países, tanto en materia militar como
económica o política.
La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del
Este y a Occidente (principalmente Estados Unidos) con una carrera
armamentística que nunca desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución
de la Unión Soviética en 1991.

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