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Sofía escribe.

Y en el transcurso de su diario y otros


fragmentos recuperados, nos presenta a Matilda.
La historia es una exploración de sentimientos
y anécdotas comunes y, paradójicamente,
únicos, que invitan al lector a apreciar el
valor del momento que no volverá a
repetirse.

Matilda inaugura la incursión


en la novela de una autora
acostumbrada a la poesía. Su
prosa pretende construirse
como un poema narrado,
una historia que se
regala a trozos y
que explora las
posibilidades
que ofrece la
escritura.

E d i t o r i a l
ACE RO
Xitlally Rivero Romero nació el 25 de diciembre de 1985
en el Distrito Federal, pero su infancia y adolescencia
transcurrieron en Hidalgo. Se graduó con honores de la
licenciatura en Letras Españolas por el Tecnológico de
Monterrey. Actualmente imparte talleres de creación literaria
para niños y adolescentes.
Cuentos y poemas de su autoría han sido publicados en
diversas revistas y periódicos de Hidalgo, el Distrito Federal
y Nuevo León. En 2003 recibió el premio de Literatura
Instantánea “A vuelo de pájaro”, organizado por el gobierno
de Nuevo León, y en 2005 obtuvo el segundo lugar en el
concurso de creación literaria convocado por el Instituto de la
Juventud de San Nicolás de los Garza.
Su poesía está antologada en Del silencio hacia la luz: Mapa
Poético de México, 2008.
© Xitlally Rivero Romero, 2008
© Editorial Acero, 2008

ISBN: 978-607-00-0709-5

2ª edición en Editorial Acero: 10 de abril de 2009


1ª edición en Fábrica Literaria: 29 de septiembre de 2008

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la


cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo
del editor.

Director editorial: Rodrigo Navarro.


Edición al cuidado de: Rodrigo Navarro y Xitlally Rivero.

Diseño de forros: Rodrigo Navarro.

Impreso y hecho en México.


Xitlally Rivero Romero

MATILDA

2009
Avertencia al lector (o Redención)
Es ella, la otra,
la que olvida
la que huye
la que mata.
Es ella quien ríe ávida en la cama
la que no puede contra el ansia y se lanza a las uñas
a los gritos a los gatos
a golpear ideas lejanas contra las paredes.
No soy yo.

Los días se pierden en el éxtasis de la tarde


cuando la luna gime
y ella come el viento
y ella insiste.
Terriblemente llena de vacío, se cansa de sí misma y
corre a ningún lado.
Tengo que soportarla porque no podría estar sola.
Vivir sola.
Y es ella la que mata.
En la noche la arrullo con lágrimas,
las convierte en estrellas y se ríe de mis lágrimas.
Ella no llora la muerte
Ella es la que puede
la que deja
la inconstante y terca.
Me despierta su risa,
su incontenible deseo de búsqueda
-ella le llama búsqueda a la huída-.
Huye de nosotras porque odia el ruido
y yo no entiendo su silencio.
Ella es la que rompe, la que incita.
La que habla.
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Xitlally Rivero Romero

28/09/06
Sé que no soy precisa, pero mi subjetividad es como el
que-pase-buenas-noches-señorita de la mujer cuando me
trae la cuenta. Yo leyendo La biografía. Yo imaginando
que le cuento a Pablo que tiene que leer este libro que ahora
leo porque es la reencarnación de su tesis. Yo escribiendo
a Matilda que no soy precisa, pero que mi subjetividad
es como el que-pase-buenas-noches-señorita que me
dice la mujer cuando me trae la cuenta. Una frase tan
larga para tratar de encontrar una buena frase que pueda
decir te amo sin decirlo, que finalmente no encuentro. Yo
recreándome. Yo escribiendo esto en una servilleta de
papel cualquiera porque no aguanto las ganas y corro al
baño. Los ojos que me lloran. La risa que se me escapa y
hace voltear al que está a mi lado porque ya me ha visto
hablar y leer en voz alta y tener dos tazas de café en mi
mesa para dos pero estoy sentada sola. Y es que los ojos
me lloran. Esta vez como mera sublimación de lo que leo,
y no llanto de luto de una noche –también ahora- lejana,
que en ocasiones confundo con otros llantos. Y es que
yo misma no soy ya la de antes. La de antes de entrar
al café-restaurant atestado de estudiantes que fuman y
toman café irremediablemente. Uno no vuelve a ser el
mismo después de cruzar una calle, de leer un anuncio,
de tirar un lápiz, de tomar un helado, de ver una película,
de saludar a alguien, de olvidar una cita, de perderse
una noche. La noche urbana le teme a la oscuridad, por
cierto.
Unos ojos me recorren cada vez que voy al baño. Es
increíble la cantidad de veces que puede uno orinar en

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Matilda

una, dos, tres horas. Llevo aquí tres horas. Dos desde
que se fue Matilda. Quiero irme ya. Pero antes decido
despedirme de los ojos y me escapo al baño, y les sonrío
sin mirarlos cuando paso a su lado.

19 de septiembre
La salida nocturna se convirtió en velada en esa casa de
tantas otras noches que aún persisten. Un trago más, y el
aro y el labio cayeron en el sillón de la sala. Matilda y yo
reímos. Luego callamos. Yo sentía que el mundo tenía vida
propia –tal vez porque en realidad tiene vida propia- y
pensé que yo también caería en cualquier instante. Matilda
lo advirtió y me tomó en sus brazos. Me abandoné a él.
Cuando volví a abrir los ojos, Matilda subía las escaleras
conmigo en brazos. Le dije entre sueños que a la derecha
había un cuarto que no ocupaban. Sentí que se abría una
puerta, la cama debajo de mi cuerpo. Entreabrí los ojos:
comenzaba a clarear. Vi mi reloj: cinco de la mañana. Lo
último que vi fue a Matilda sentada a mi lado, recargaba
su cabeza en un brazo, y me miraba. Entonces la caída.
Después el vuelo. Enseguida unas imágenes nocturnas y
pasajeras.
Me desperté.
Empecé a amarlo al ver que seguía en la misma posición
en que lo había dejado. Me sonrió. Le sonreí. Vi mi reloj:
ocho de la mañana.
-Te ves preciosa cuando duermes.
-No me dirás que no has dormido.
-No podía dejar de verte.
-No te creo.

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Xitlally Rivero Romero

Matilda volvió a sonreírme.


-Te ves tan calmada, tan tranquila.
-¿Y eso es raro?
-Un poco –me besó.
-Tengo aliento de cerveza.
-Yo también.
-Vámonos ya.

Empecé a amar esos pequeños detalles que, cuando


ocurren, se tiene la certeza de que siempre estarán
ahí, grabados en la mente aunque uno no sea capaz de
recordarlos. La manera en que me tomaba, suave y firme a
un tiempo, y la seguridad con que empezaba a proclamar,
así tan pronto, que conocía y reconocía cada paso que yo
daba. Y pensé que sería divertido encontrarme su mirada
al despertar. Cada mañana.

26 de agosto
Tengo la costumbre de mirar por la ventana de los autos,
de los autobuses. Supongo que no soy la única, que todos
lo hacemos. A mí me gusta hacerlo, no sé muy bien por
qué. Me gusta observar a todas las personas, imaginar
todas las historias con las que te cruzas a cada instante.
Cuando estoy contenta, todo lo que llega a mi vista se
me antoja hermoso. Cuando estoy triste, miro las cosas
llena de dudas. Pero siempre, contenta o triste, tengo la
sensación de que jamás olvidaré ese momento en que
estoy viendo por la ventana, que recordaré ese estado de
ánimo y lo que estaba pensando. Vivo el recuerdo. Aunque,
sinceramente, pocas veces o ninguna vuelvo a recordar lo

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Matilda

que alguna vez vi, sentí, pensé e imaginé cuando miraba


por alguna ventanilla.
Hoy estoy triste y, por lo tanto, todo lo miro con ojos
de duda.

Mensaje recibido el 16-06-06


signorina non posso lasciare di pensare en te. bechios
bella ragazza. ti penso molto. jeje muuaa.

3 de marzo
Estoy agitada. Me tiempblan la smanos. Escucho ruidos
en mi cabeza. Estoy agitada. Las paredes me encierran…
Camino y desespero. Estoy agitada. Me detengo y me siento
más intranquila. Estoy agitada. Tomé los dmedicamentos.
Se supone que el efecto tarda una hora. Pero no puedo.
Estoy agitada. Como algo me perquisguiera. Mis ojos
húmedos. Estoy agitada. Tengo nganas de llorar y de
gritarle al mismo tiempo a alguien o arrojarl algo. Mejor
dejar de escribir. Estoy agitada. O no. estoy agitada.
Parece que sí calma.
Tengo miedo.

27 de agosto
Yo no sé qué tan cierto sea esto, pero creo que nunca
me había sentido tan feliz. Empiezo a sentir el deseo
de correr, la risa que sube de las entrañas a la boca,
la desesperación en mis uñas por apretar mi carne…
Entonces Matilda me abraza fuerte, muy fuerte… y mi
respiración se calma. Luego viene la tristeza, y con ella
los mareos, el cansancio, unas inmensas ganas de llorar…

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Xitlally Rivero Romero

Entonces Matilda me provoca. Dice que los pobres


deberían servir de alimento, que yo obedecería si una
mujer me cacheteara y me ordenara vete a la recámara y
te desnudas inmediatamente. Mi indignación es irrisoria
y me río efectivamente. Así, sin comas. Y me dirijo al
cuarto a desnudarme inmediatamente y a recibir su
cachetada.
Llevo una semana viviendo con Matilda. Y yo no sé
qué tan cierto sea esto… pero creo que nunca me había
sentido tan feliz.

Mensaje recibido el 04-07-06


con 2 tragos mas ya staré hasta la chingada, asi q aprovech
pa decirte q te queramo, mi diosa d maryviento.

2 de agosto
Regresar. Regresar es una palabra extraña. Extrañar
también lo es. Siento que son inexactas… terriblemente
ambiguas e inexactas. No sé. Aunque podrían alegarme
que cuál palabra es exacta, esas dos, particularmente
extrañar, me suenan de poco fiar. ¿A dónde se regresa?,
¿qué se extraña?, ¿cuándo se extraña uno?, ¿qué es
extraño?, ¿de dónde se regresa?

Mensaje recibido el 06-07-06


sabes, en verdad te considero mi diosa de maryviento.

22/03
Me hubiese hecho polvo, y recorrería tu cuerpo una y
otra vez. Conocería mil lugares y tú nunca lo sabrías.

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Matilda

Yo. Admirable. Tú es una palabra más compleja. Dos


letras, un acento. Me cuesta tanto esperarte, siento que
nunca llegarás. Tengo que admitir eso, nunca he sabido
esperarte.
…Y de pronto llega la imagen de esas tiras de tela
colgando de cada aspa en el ventilador del techo. O las
latas a la orilla del mar. Te regalo un cabello para hacer
un altar. En cualquier parte cabe un altar.
Dios, qué horrible es esperarte.

De: atlas18
Enviado el: Miércoles 05 de julio de 2006
19:02:07
Para: kadosh25
Asunto: qué te crees…?

Qué te crees, niña, eehhh?? ahorita a


las 6:07 pm usted se desconecta cuando
yo apenas me voy poniendo online... Ya me
tienes harto, siempre es lo mismo contigo,
llegas hacia a mi y luego te vas, como el
mar, traicionero mar, con sus olas salvajes
después de las mansas. Haces que viva en la
inquietud de nunca saber qué esperar, sólo
te gusta enredarme en tu agua, golpearme
con tu brisa, pero ya no lo voy a tolerar,
es tiempo de mostrarte dónde está la orilla
y sufras como yo... Y te veré desde la
playa, observando la manera como te mueves
y me seduces. Es necesario conocerte en tu

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Xitlally Rivero Romero

totalidad, sólo por el placer de hacerte


daño...
Dame una guerra de placer, quiero que me
seduzcas con tus labios sin caer en una
vulgaridad nocturna.

21 de agosto
Yo no lo dije, fue Matilda. Y esto por sí solo encierra
una confesión por demás delatora: En tu cuarto, en tu
escritorio, sobre tus libros. Entre tu pluma, y las puntas
de esa pluma, entre tus fotos, tu rosa eterna, y ese frasco
de tinta sepia que jamás te has atrevido a usar. Eso ya no
lo dijo él, pero lo agrego. “Ahí, sobre tu orgullo”. Y yo no
dije nada y lo dejé besarme. Y ya no dijo más.

Una voz
Una voz.
Un eco.
Un chillido insistente que tiembla e insiste.
Una fragilidad hiere en las uñas y no estalla
estando ahí.
Una voz,
un eco
que desnuda.
Y una lágrima rasga
me adelgaza
me consume
agota el aire.
Una voz.
Un ojo un ojo

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Matilda

tantos ojos.
No se puede llorar una culpa aprendida
desde el encierro
y la negación,
desmentidos ambos.
Por eso el frío de mis brazos que te llama,
por eso la ingenua humedad absorbida en tus labios,
el temblor de mis dedos en tus manos
la ansiedad recurrente y vespertina.
Una voz.
Un eco.
Un zumbido incitante que tiembla e insiste.
Dos ojos: tus ojos.
Hace frío esta noche que se cierra en tus brazos.

Mensaje recibido el 09-07-06


ojala pudiera tenerte entre mis brazos y disfrutar de
verte soñar, mientras beso tu cabello.

30/09
¿Por qué cuando hacemos el amor hablamos en secreto?
Hoy llegaste a buscar mi cama. “No veo nada”, dijiste.
Yo pasé mi cuerpo al lado derecho para hacerte espacio.
“¿Qué haces? Sé que te gusta el otro lado”. Y me empujaste
con tu cuerpo. “¿O me equivoco?” En realidad me basta
estar en la orilla y no en el centro, te respondí. Pero ahora,
con más calma, no, no te equivocas, Matilda. Me gusta el
lado izquierdo porque puedo acostarme de lado, sentir y
ver el vacío desde esa orilla, y recargarme en el costado
que no guarda el corazón. Una vez leí que si duermes

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Xitlally Rivero Romero

aplastando al corazón tienes pesadillas, porque son un


anuncio de tu cuerpo de que algo anda mal, tienes que ir
al baño, no estás respirando bien, y debes despertar. O
algo así.
¿Te acuerdas cuando me desperté llamándote, agitada?
¿Por qué soñaré que una fuerza invisible me acecha
para poseerme? O que se me caen los dientes. O que me
persiguen. O que vuelo. Hoy soñé una casa con un jardín
precioso. Dormíamos en la sala y llegaban visitas. Después
mi madre tomando limonada con agua mineral. Y sí, perdí
tres dientes. Fue lo primero que te dije al despertar: quiero
una limonada. Te reíste. Aunque bueno, antes preguntaste
si lo habíamos hecho o lo habías soñado. Abusé de ti, te
confirmé entre risas. ¿Has notado que cuando despierto a
tu lado me río de cualquier cosa? No, no lo has notado. No
puedes ver si lo hago o no cuando no despertamos juntos.
Pero no era eso lo que quería contar.
“No lo necesitas conmigo.” Es cierto, contigo se puede
estar desnuda. Desnuda.

08/10
Uno de mis mayores temores es quedarme encerrada
en un baño. Así que lo primero que hago cuando entro
a uno, es asegurarme que haya posibilidad de escape en
caso de que la puerta quede atorada. Algo psicótico, lo
sé, pero no puedo evitarlo. Además ya me ocurrió dos
veces. Se cayó la perilla y mi uña no alcanzaba a accionar
el mecanismo que abría la puerta. Empecé a inquietarme.
Curiosamente fue una de las escasas ocasiones en que mi
mente estaba pensando en tantas otras cosas que olvidó

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Matilda

tomar las precauciones necesarias. Pensé en arrastrarme


bajo la puerta, no era tan difícil. Pero el lugar se me
antojaba cada vez más pequeño y sentía que me faltaba el
aire. Hasta que la puerta cedió.
La segunda ocasión fue en una casa particular, la
puerta tenía un truco para abrirse y el dueño se olvidó
de prevenirme. Por supuesto, mi histeria significó una
serie de risas en mis amigos, y yo terminé por reírme
también.
En fin, agradezco que esa circunstancia desagradable
con la madre de Pamela no haya ocasionado un encierro
más. Siempre me digo que, tratándose de un baño, hay
un cien por ciento de posibilidades de que alguien intente
entrar, se percate de mi encierro y me ayude a salir. Aún
así no puedo evitar el temor.
He tratado infinidad de veces encontrar el por qué de
mi claustrofobia, sin éxito. En una ocasión me quedé
encerrada en un elevador para cuatro personas, con otras
siete personas más. No debí entrar a ese elevador pero
parecía divertido. Sabía que iba a ponerme claustrofóbica,
y no obstante, eso mismo me motivó a entrar. Creo que la
mejor manera de quitarte un temor es enfrentarlo. Me ha
funcionado en otros pero en éste, particularmente, nunca
he tenido éxito. He arañado y golpeado. He perdido por
un momento la respiración. No he perdido ese miedo.
Debería dejar de definirme a partir de mis miedos.

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Xitlally Rivero Romero

29 de octubre
Si me vengo
a vivir contigo,
¿me prometerías
un pedazo de carne los domingos,
una hojita de azucena
para oler en la almohada,
un queso en el refrigerador,
un beso de lengua
entre las pesadillas?
Diane Di Prima

Conversación del 30 de septiembre de 2006.


20:22
kadosh dice:
revelación
kadosh dice:
eres la orilla del mundo desde el centro
kadosh dice:
en ti comienza el mundo
atlas dice:
bueno, si tu lo dices, será así
kadosh dice:
entonces lo comprendo
kadosh dice:
ahí está la clave
kadosh dice:
eres la orilla del mundo desde el centro
kadosh dice:
eres un sin fin de posibilidades

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Matilda

kadosh dice:
eres la posibilidad en sí
kadosh dice:
para sí
kadosh dice:
de sí
kadosh dice:
de todo
kadosh dice:
tú haces posible el mundo
atlas dice:
ya lo sabía , jeje
kadosh dice:
si ya lo sabes entonces para qué te digo más
atlas dice:
jajaja te amo
kadosh dice:
declaro cerrado este paréntesis
atlas dice:
que haces?
kadosh dice:
escribo
kadosh dice:
prosa
atlas dice:
gut gut
kadosh dice:
porque el poema que comenzaba se cortó, no te
digo gracias a quién

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Xitlally Rivero Romero

atlas dice:
jeje
kadosh dice:
y sí, es un reclamo
kadosh dice:
aunque en realidad creo que me gusta no poder
hacerte buenas poesías
kadosh dice:
así sigues siendo sólo mío
kadosh dice:
así no te doy a los demás
kadosh dice:
así sólo yo puedo apresarte a mi antojo
kadosh dice:
el enamorado es un egoísta
kadosh dice:
a cambio puedo abordarte desde la narrativa
kadosh dice:
así es distinto
kadosh dice:
es un ser ficticio
kadosh dice:
amado por un ser ficticio
kadosh dice:
narrado por una Sofía que tampoco existe y sin
embargo es
atlas dice:
jaja qué loco esta eso
kadosh dice:
estoy loca

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Matilda

kadosh dice:
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca, loca,
loca, loca,
atlas dice:
ya lo sabía por eso me gustas más
atlas dice:
a dónde vas a querer salir??
kadosh dice:
a donde sea, sólo tengo ganas de caminar por ahí
contigo, perderme en la luz de los faros
kadosh dice:
tomar un trago
atlas dice:
oks
kadosh dice:
pero si estás cansado y prefieres ir a dormir,
comprenderé
atlas dice:
no, quiero estar contigo

30 de septiembre
Me vine, a vivir contigo, por supuesto, y la promesa del
beso de lengua entre las pesadillas se hizo acto. Y aunque
no he encontrado la hojita de azucena en la almohada,

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Xitlally Rivero Romero

siempre hay un queso en el refrigerador, y un pedazo de


carne los domingos.

9 de octubre
Me gustan las cartas. Puede verse en la letra si la mano
temblaba mientras escribía, se percibe la humedad en
donde hubo lágrimas. Siempre he postergado escribirle
al poeta. Mas creo que ahora se hace imperiosa esa
necesidad. César, enemigo de su propio nombre, amigo
indiscutible de las letras.
Sólo lo he visto un par de veces. Una en Zacatecas.
Ambos fenómenos extraños insertos en un ambiente en
el que, aparentemente, se conocían todos. Así que los
anteojos, precisamente, nos hermanaron, y nos sentamos
en la misma mesa con nuestros cinco tacos tomados
del bufete que se ofrecía. El intercambio de correos. El
singular reencuentro gracias a otra causalidad acerca
de no sé qué cosas, en Monterrey. Eran, además, mis
primeros meses en esta ciudad cálida.
Ahora ya han pasado años desde aquel último
encuentro. Pero en la última ocasión que tuvimos de
hablarnos, alcancé a pedirle su dirección, esta vez física,
y la conversación se perdió en una promesa de escribirnos
mutuamente, a la manera tradicional. Finalmente ambos
somos unos nostálgicos empedernidos que a veces se
niegan a desligarse de ciertas costumbres.
“Escribir cartas, sin embargo”, me dice Kafka, “significa
desnudarse ante los fantasmas que están evidentemente
al acecho. Los besos escritos no llegan a destino pues son
bebidos por los fantasmas a lo largo del trayecto.” Entonces

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Matilda

me da miedo que mis versos sean bebidos en el camino


por seres inexplicables que ni siquiera puedan digerirlos.
No me molesta desnudarme ante los fantasmas. Supongo
que estarán acostumbrados a toda clase de irreverencias,
injurias, cursilerías y noticias graves.

10 de octubre
Esta soy yo. Soy esta chica de gafas y cabello mal recogido,
de playera, pantalón de mezclilla, tenis y libros en las
manos. Soy esta chica que se pregunta si escribir tenis o
tennis. Que se pregunta esta noche si tardarás mucho en
llegar. Porque bostezo cada cinco minutos, y me debato
entre la delicia que es despertarme con tus besos cuando
me encuentras dormida, y la sonrisa de tu rostro al ver
que te estaba esperando. Y abrasarme en tus brazos.
Ayer te has desesperado por primera vez conmigo. Eran
las diez de la noche, y a esa hora me pongo impertinente.
¡Claro! Eran las diez de la noche, a esta hora me pongo
simple. “Sí, y no me dejas trabajar”. Se cortó mi risa. Es
la primera vez que te escucho ese tono de voz hacia mí.
Perdón, dije a media voz. Mejor sigo leyendo. “Sí, mejor
sigue leyendo”. Recibí un mensaje de mi hermano. Me
invitaba a cenar. Tenía hambre, y además hacía tiempo
que no charlaba con él. Te lo dije. Asentiste y continuaste
en tu trabajo. Cartera, llaves, celular, hice el repaso.
Tomé mi bolsa y te di un beso en la frente. Me voy pues,
te veo más tarde. “Sí”. Mi cara de puchero. Que termines
pronto.
Mi cintura y tu cabeza. Volví a besarte en la frente y
pediste mis labios. Había en tus ojos la mirada de un

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Xitlally Rivero Romero

padre ante alguna impertinencia de su hijo al que, sin


embargo, adora. Así que no pude menos que sonreírme y
salí de la casa.

13 de octubre
Por la madrugada…
¿Siento celos? Es una hermosa dedicatoria. Lo pensé
desde el primer momento en que dos palabras parecieron
crecer y saltarme a la vista para ser leídas antes que las
demás. Un nombre. Un sustantivo. Curiosamente mi
mente dio por hecho el verbo: ser. El Verbo. ¿Son celos? No
puedo negar que es una hermosa dedicatoria, y no puedo
negarle una sonrisa complaciente. ¿Has sentido celos por
mí? Entonces mujer pide unirse a las palabras escogidas
de la frase para grabarse en mí. Mujer. Verbo. Mis deseos
puestos en evidencia por tus palabras dirigidas a alguien
que no soy yo.
No estás en casa. Me pregunto si es por ello que me
decidí a tomar tu libro. Hacía tiempo que no lo hacía. Y
en lugar de dormirme como me había propuesto, paso
la noche leyéndote. Y termino aquí cuestionándome
sobre qué es lo que siento. Después de todo qué son los
celos. Debo aquí agregar que, además, si son celos lo que
siento, enseguida siento una voz que me indica que no
tengo derecho a sentirlos, ni a imaginar la posibilidad
siquiera de sentirlos. Fue algo que ya fue. Es algo que
yo soy capaz de comprender, y me atrevo a agregar que
la relación que tenías con ella era una relación que yo
admiraba. Entonces ya no hay marcha atrás. Me descubro
indagando en mis archivos y encuentro fotos de ustedes.

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Matilda

Y la pregunta obligada: ¿siento celos? Otra vez creo que


no debo sentirlos. En realidad formaban una pareja linda.
Siempre se vieron muy sólidos, muy… ¿cómo podría
decirlo? Muy novios. Eso, muy novios.
Qué hermoso poder producir una sensación así en otro.
Qué hermoso ser el motivo de una frase así.
19 de septiembre
Pero la dicha dura lo que tarda un aguacero con sol…
13 de septiembre
por la madrugada
Hoy se cumplen tres años de la muerte. Hoy, lunes, con
cerveza… Pensar que yo estaba bien… que yo estoy bien…
Un día difícil y esta vez no estaré ahí… Justo como hace
tres años… Maldita sea, no debí tomar… Me miro ahora,
escurriendo por doquier…
Qué decepción de mí misma…
27 de septiembre
El sábado por la noche el malestar. En agonía el
domingo. Ayer llegó el clímax y el suicidio se me antojó
hermoso. Luego de días interminables y un sinfín de
imágenes ruidosas y llenas de luz por veinte noches: una
sed terrible; fiebre, la desesperación ante unas piernas
que se rehusaron a hacer el mínimo movimiento. Hoy
no pude hacer nada. Me siento exhausta. Pero ya puedo
respirar. Y aunque sigue la sed, ya no es con la ansiedad
del sábado.
Ayer me quité el anillo. Tengo que estar bien. Quiero
estar bien.
Voy a estar bien.

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Xitlally Rivero Romero

13 de octubre
Aún por la madrugada
“¿Morirías por mí?”, dijiste el día que llegaste ebrio. Vivo
por ti. “Excelente respuesta”. Supe de inmediato que no
recordarías eso al despertar. Y tú, ¿morirías por mí?,
te dije cuando despertaste. Me miraste contrariado.
Respondiste que sí, que por supuesto. Yo me reí. No, no te
acordabas. Te lo conté ayer y hasta entonces fuiste capaz
de acompañarme en mi risa. No quiero olvidar ese día.
No quiero olvidar el sentimiento.
No sé si sean celos o no. Pero sé que cuando miro las
fotografías en que sales con ella, mi corazón palpita
de cualquier manera al posar mis ojos en los tuyos. Al
recordar la sensación en mis manos al recorrer tu rostro.
Como si temiera quedarme ciega un día y quisiera tener
grabado en la piel cada rinconcito tuyo.

De: atlas18
Enviado el: Miércoles, 24 de mayo de 2006
01:03:44
Para: kadosh25
Asunto: para Kadosh…

Tal vez sí soy un demonio, o una mirada que


te espía desde las sombras, atisbando cada
suspiro que das en silencio. Tal vez estoy
a tu lado sin que te des cuenta de ello,
delineando tu figura sin siquiera tocarte.
Sólo puedo contemplarte a distancia y por

26 www.editorialacero.com
Matilda

eso te busco en sueños, para provocarte,


induciéndote a un miedo seductor. Tal vez
sí sea un demonio. Ansioso de tenerte, de
besar tus labios, de escuchar tu risa. Sí,
soy un demonio, o quizás por ti me volví un
demonio...
Un beso eterno para ti... auf wiedersehn
madmoiselle!!!

14 de octubre
Llegué temprano a clase y lo hallé recargado en la pared
con una playera de los Héroes del Silencio. O llegué
temprano a clase y lo escuché hablando de ellos con Carlos.
O los encontré cantando una rola de los Héroes. O no.
Fue en una fiesta, de las primeras a las que asistí, y ellos
dos estaban cantando. O me subí a su carro por alguna
razón, y traía el disco de éxitos que a veces escucha. En
realidad no lo recuerdo. Y en realidad no importa. Lo
que sí recuerdo es que apenas me di cuenta me emocioné
enseguida. Conocía a pocas personas que gustaran tanto
de los Héroes y me acerqué a decirle que teníamos ése
gusto en común. No esperaba una reacción específica
por parte suya pero, a cambio, me miró, dejó salir una
especie de “ah”, y me sentí muy tonta. Afortunadamente
llegó alguien más, con quien ya había cruzado unas
palabras, y fue fácil desentenderme de su indiferencia.
Otro día lo confundí con alguien que mencionó, en otra
clase, también de las primeras, su gusto por Machado.
Nuevamente llegué temprano y lo hallé a él. Le pregunté
si era el que había declarado el gusto por el poeta. Me

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Xitlally Rivero Romero

miró, dejó salir una especie de “no” casi asustado por


la acusación, y volví a sentirme tonta. Entonces dejé de
intentar acercarme a ti.
Estás en la sala, leyendo. Yo te alcanzo a ver a través de
la puerta mientras escribo desde el escritorio. Veo cómo
cambias de página con tus manos alargadas que se parecen
tanto a las mías. Veo tu piel morena y los pelillos que te
empiezan a crecer en la barbilla fina y afilada porque hoy
no te has rasurado. Veo tus lentes, que a mí me gustan
tanto y que tú preferirías no usar. Veo tus labios delgados.
Veo tu cabello corto. Antes lo usabas largo. Descubro que
me gustas mucho, que siempre me has gustado. De pronto
te levantas y yo me siento descubierta a mitad del crimen.
Asustada, cambio de documento, pero tú continúas el
camino y entras al baño.
Una vez más me engañas. Apenas observas mi
descuido y te asomas. Alejas la silla en que estoy sentada
del escritorio y me levantas en tus brazos. Media hora
después te despido desde la puerta. Te pregunto si vendrás
a comer y me recuerdas que acordamos comer con Olivia.
Todavía siento una tremenda agitación en mi pulso
cardíaco cuando respondo que es cierto, que entonces yo
te alcanzo, te mando un beso con las yemas del índice y
del medio, y cierro la puerta.

Uno de tantos días, eventualmente


Tengo la certeza de algún día
en que la risa no baste
en que el placer del exceso y la lujuria se acumule
y el suicidio se me antoje hermoso.

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Matilda

Pero ahora duermo por ahora.


Estoy cansada.
Tengo la certeza de algún día
en que el llanto no baste,
en que el placer de la huida y la sangre se acumule
y el suicidio vuelva a antojarse hermoso.
Pero ahora duermo y me lo callo.
Estoy cansada.

28 de abril
Mi padre. Hoy hablé de mi padre. En el kinder una niña
contó que su padre ya no vivía con ellos, que su madre le
aseguraba que llegaba tarde a casa y por eso no lo veía.
Luego empezaron a decirle que su papá tenía que irse de
viaje por asuntos del trabajo. Ella decía que desde siempre
supieron que los había abandonado.
Recordé las palabras de mi propia madre. Los viajes de
trabajo, las horas de llegada. Me asusté. Entonces esperé
esa noche a que se durmieran mis hermanos, mayores
ambos, y pedí conferencia con mi madre. Me senté a la
mesa y le pedí lo propio. Ella me miró con curiosidad.
“Madre”, le dije, “te voy a hacer una pregunta, pero quiero
que me respondas con toda honestidad”. Mi madre todavía
recuerda cada detalle de esa noche. “¿Qué mi papá ya no
vive con nosotros?” Mi madre botó de la risa. “¡Claro que
vive con nosotros! ¿Por qué me preguntas eso?” Le conté
lo del kinder. “Lo que pasa es que realmente llega muy
tarde y se va temprano, y tú todavía estás dormida y no
lo ves. Tu padre trabaja mucho. Y también tiene que ir a
la escuela, como tú, pero él va por las noches. Pero para

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Xitlally Rivero Romero

que te quedes tranquila, le voy a decir que te despierte


cuando llegue a casa, y cuando se vaya al trabajo. Así
podrás saber que llega todas las noches, ¿de acuerdo?”
Asentí, no del todo satisfecha, y fui a dormir.
En la noche, efectivamente, me despertó mi padre. En
la mañana, antes de irse al trabajo, fue a darme un beso.
Ambas cosas se hicieron un ritual por años.
“Entonces tú tenías que despertar más temprano que
tus hermanos para acceder a tu padre, ¿si me explico?”,
dice la doctora. Me golpean sus palabras.
Sí. Se explica.

02/20
¿Quieres ser mi memoria? Me dirás que yo vestía de
blanco y yo recordaré el vestido corto que tanto me gusta.
Hablarás de mi risa, del brillo en mis pupilas, recitarás
lo que dije y las cosas que tú respondías. Recordaré que
fui yo la que te di los pormenores esa tarde de lo que no
alcanzaste a ver. Me dirás que tú vestías de azul y yo
recordaré el número de botones, las botas que llevabas
puestas cuando añadas que eran las cafés, tus favoritas. Y
hasta me atreveré a agregar que te quedaste dormido con
tu cabeza entre mis piernas, que apuré mi vaso de un solo
trago y lo deposité, delicada, en el piso, junto al sillón. Que
retiré unos cabellos de tu frente y te miré dormir. Pero
eso siempre será una duda, porque eso tú no lo puedes
recordar. Y no sabré si lo inventé, o si fue un sueño, o si tú
me dijiste que te hubiera gustado que yo hiciera eso.

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Matilda

15 de octubre
Amanecí triste pero cómo retenerlo si sé que tiene trabajo.
Prometió volver pronto como adivinando mi tormenta y
yo, con una sonrisa en los labios, lo tranquilicé diciendo
que hiciera sus cosas con calma. Mas apenas se fue y soy
incapaz de hacer algo. Mi cerebro me pesa y me asaltan
las lágrimas. Respiro profundo. Ni siquiera tuve ánimos
para desayunar. Intento leer. Imposible. Siento las hojas
en mis manos y quiero lanzarlas en un grito. Las hojas
se esparcen y con ellas mi llanto. Él podría entrar en ese
momento y ver la escena. Patético. Tendría que recoger
y ordenar cada hoja. Olvidaría qué llevo leído y tendría
prácticamente que volver a empezar. Veo la hora. Casi la
una de la tarde y no vuelve. Recorro teléfonos. No se me
ocurre a quién hablarle. Mi estómago reclama alimento.
Tal vez por eso la jaqueca.
Y de pronto ahí estoy: acurrucada contra la pared. El
microondas me avisa que mi comida está lista. No quise
cocinar hoy. No tengo ánimos. La comida no me sabe.
Habrá olvidado ponerle sazonador al pollo. O quizá soy
yo. El agua me produce náuseas.

Sudo tu nombre
Sudo tu nombre
(inevitable tu sexo).
Sudo tu nombre.

Sudo tu nombre –amado-


en la miseria de mis párpados
en el espasmo de mis muslos

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Xitlally Rivero Romero

en la aspereza de mis plantas a fuerza de andar descalza


(quién lo dijera).
Sudo tu nombre
con mi risa inexacta de tan tuya
en la sorpresa de verme descubierta a cada instante
en la pregunta que haces de si estoy cansada.
Y me resisto, amado, me resisto
(y te digo amado)
Este dulce derretirme en tus espaldas
Sudo tu nombre:
todo en ti es un ir y detenerse
todo en ti es vaivén descompostura
fragmentos repetidos incesantes
-el mar es siempre el mismo en todas partes-

(¿Dónde he escuchado eso?)

17 de septiembre
“Sofía, ¿puedo pedirte un favor?” Asentí. “Cuida lo que
haces en tus episodios maniacos.” Me extrañé. “Si hay
algo que me pondría muy triste… es que me engañaras.”
Bajé la cabeza y callé. “¿Qué pasa?, ¿crees que lo harías?”
Volví a asentir. “¿Si te dijera que ya sé qué va a pasar?” Te
creo. ¿Qué va a pasar con nosotros?
La emoción en su rostro, la humedad en sus ojos…
Más tarde…
El miedo. Siempre el miedo. Una visión recurrente. Yo
iba corriendo, el suelo bajo mis pies caía, saltaba con los
brazos extendidos, pero no lo lograba. Era ya muy tarde.
Sólo con Matilda he superado el miedo al espejo. Sólo

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Matilda

con Matilda he mirado por primera vez mi cuerpo desnudo


palmo a palmo.
Y es que adoro despertar a su lado. Adoro que, sin
levantarse, me cargue y extienda mi cuerpo sobre el suyo.
Adoro las charlas matutinas mientras mis piernas lo
abrazan. Adoro que me levante con un beso y vaya a abrir
la regadera. Adoro que se amolde a mi espalda durante
el baño. Adoro que preparemos juntos el desayuno, y lo
devoremos juntos. Adoro dormir abrazada a él, o por él.
Adoro despertarme y sentir que mis senos rozan su piel.
Y sentir cómo se despierta y no puede evitar acariciarme.
Y entonces no volvemos a dormirnos sino media hora
más tarde.

3 de abril
Un poeta o se suicida o no es poeta.

De: atlas18
Enviado el: Lunes, 17 de Julio de 2006
21:29:45
Para: kadosh25
Asunto: bon soir madmoiselle!!!

bon soir mon petit amie je pratiquais mon


français mais je pensais toi tout le temps,
je ne sais pas quelle chose dire, seulement
que je t’adore et tu es la femme qui me
retourne heureuse, ... qu’est que je peux
dire plus??? que tout le temps je veux être
avec sofy, oui, sofy est très spéciale pour

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Xitlally Rivero Romero

moi, je t’envoie beaucoup de baisers, non,


aussi je préfère que tu es dans mes bras
parce que tu es très important pour moi...

5 de mayo
Tenía consulta. Vi acercarse la hora y no hice ningún
movimiento. Alguien llamó a la puerta. Había olvidado
que vendría por mí para acompañarme. No quería ir. Sabía
exactamente lo que me dirían. Abrí la puerta y entró. Hizo
notar que era tarde. Mentí. Debía terminar unas tareas.
Y contra lo que imaginé, sacó un libro de su mochila y
dijo que aprovecharía para leer un poco. Contrariada,
le hice pasar a mi recámara. Lo veía entre líneas, desde
mi escritorio, sentado a mi lado en el sillón rojo. Veía su
cabello, sus lentes, su barba de algunos días, sus manos
recorriendo el libro. Sus labios. De pronto todo remitió
a sus labios… Y a unos apasionados labios con piercing,
a unos labios con bigote algo avejentados, a unos labios
carnosos y desagradables, a unos labios rígidos aunque
jóvenes, a unos labios que ya no recuerdo pero sé que
eran amables, a unos labios escurridizos y ajenos, a unos
labios posesivos y gruesos. Todos ellos visitantes de mis
labios en sólo una semana.
Cerré los ojos. Quise llorar. Una semana. Sólo
había transcurrido una semana.
La carcajada. La breve pausa y la carcajada arremete.
Recuerdo que estoy siendo observada pero no importa.
Todo lo contrario. Me sé observada. Humedezco mis
labios y ladeo mi cabeza al observarlo. “¿Qué te pasa?”

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Matilda

Nada, y le sonrío. ¿Quieres pelear? “Jaja, ¿qué te pasa?”.


Nada.
La carcajada. El rugido. El ventilador. El viento rasguña
mi piel, insiste en mis oídos. El rojo. Rojo el sillón, roja la
colcha, rojo el cojín. Rojo. Duelen los ojos. El viento. Me
veo en la cama, respiro agitada. “¿Qué te pasa?” Parece
como si estuviera acostumbrado a esto. Nadie había
presenciado esto. Nadie… Él, quizá, en otros tiempos… El
de antes. El que fue. El que al principio se reía y terminó
por desesperarse. Quiero llorar. La carcajada. La breve
pausa y la carcajada arremete. Me sé observada. El rugido.
La respiración agitada. Cubro mi rostro con el cojín rojo.
Pero el rojo duele. Tomo el amarillo. Es más suave, casi
gentil. Él parece divertido y preocupado a un tiempo. No
me molesta su presencia. No me intimida su presencia.
No me avergüenza su presencia. Me descubro.
Lo miro a los ojos. Algo estalla aquí dentro. La carcajada.
Ahora sí el llanto. Vuelvo a cubrir mi rostro.
La respiración se calma, poco a poco. Ha pasado el
acceso. Tal vez debí ir a consulta.
Regresé a mi lugar. “¿Qué fue eso?” Nada. A veces me
pasa. Estoy loca. “Ya me di cuenta”. Hubo un silencio corto.
Un silencio confortable. Qué agradables los silencios con
Matilda. El de ahora. El de siempre. El que es. “Hay una
fiesta hoy, ¿quieres ir?”

Perdí la noche
Perdí la noche.
Y en el ocaso azul de mis ideas
todo expiró humillado. Perdí el día,

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Xitlally Rivero Romero

y luces centellearon en la entrada


de no saber el fin, de estar callada.
Inútil ceguedad, fútil espera,
atada a la marea de mis rupturas.
Solitaria
y decadente
y fragmentada,
en un continuo ser y detenerse
gastado amanecer, materia opaca.
Ahora el dormir me viene grande,
cómodo y grande.

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Matilda

Enero 2006

Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado


23 24 25 26 27 28
10 Buscar Cita Primer rollo Examen
tradición directora en línea
11 Resumen Leer Adquisición Leer Subir Leer
lingüística 116-135 lenguaje 100-135 resumen Jarama
12 Cita Becario Sala Mayor becario
directora de Rectoría
13 Comida programas
Matilda
14 Checar Pablo
beca
15 Seminario Contactar Ver Comprar
La hoteles la luz libros
colmena árboles
16 Pruebas
físicas
17 Tai chi Toma de Tai chi A6
protesta indigenistas
18 Pablo Pablo Enviar
correos
19 Pablo Cita Cita Metrópolis
Panorama directora
20 Pablo Junta Fiesta letras
consejo

22 de octubre
Despierto. Empieza a clarear. Bostezo y parpadeo un par
de veces. Veo el reloj: todavía puedo dormir un poco.
Acostada así, abrazada a tu pecho, con una pierna encima
tuyo y el cobijo de tus brazos, alcanzo a distinguir mi seno
izquierdo. Una mancha rosada, un círculo diminuto que
se distingue en la piel. Increíble, un año del suceso y la
marca sigue ahí. Vuelvo a bostezar y esta vez te despierto.

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Xitlally Rivero Romero

Me sonríes. Te sonrío. Te diste cuenta que estaba mirando


hacia mi pecho y te escurres bajo las sábanas para besar
mi ombligo. Risueño me abrazas, recargado en un costado,
y escondes tu rostro entre mis senos. Luego me miras y
vuelves a sonreír. Me pregunto si adivinarás qué estaba
viendo. Y lo olvido de pronto. Sólo hay un ahora. Me
pides que te diga que soy tuya, que nadie me había dado
tu alegría. No, mi vida, te aseguro. Eres el único. Eres ya
el único. Musitas que yo soy también la única. Siento tu
respiración pausada. Te has vuelto a dormir. Entonces a
mi vez vuelvo a sonreírte. Cierro los ojos.

Credo
Creo en tu lengua.
Creo en el surco instantáneo que recreas tembloroso.
Creo en cada sombra que se pierde en tu regazo.
Creo en la sima inalcanzable de tus manos.
Creo en la esquina
en el vértice
en la orilla.
Creo en las diminutas estatuillas que destruyes cuando
me nombras.
Creo en tu risa
escasa inesperada incomprensible.
Creo en el rito olvidadizo de quererte.
Creo en el sueño,
en el arco insomnio de soñarte etéreo,
Creo en la estúpida creación que es abarcarte.
Creo en el hondo vacío de mi cáliz.
Creo en tu nombre,

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Matilda

en el escaso espacio entre tus dedos y mi gloria.


Creo en mi vientre,
en la mala costumbre de llamarte a gritos
en las sombras.
Creo en la pálida locura de perderte.
Creo en tu esperma fuente imprecisa
creo en la llama inaudita de una orquídea.
Creo en tu lengua.

19 de octubre
Marco a tu número. ¿Dónde estás? “Ya voy para la casa.”
¿No vas a venir por mí? “Me dejaste esperando media
hora, mejor me vine.” Pero ya terminé. “Bueno voy para
allá.” No, si no quieres no, puedo tomar un taxi. “¿Cómo
crees? Ya, mujer, ya di la vuelta, llego en cinco minutos.”
-Pisteaste. Dijiste que estabas trabajando.
-Sí, estaba trabajando, pero Pablo destapó una botella
de vino para celebrar la tesis. Y pues ya, tomamos un par
de copas en lo que terminábamos.
-Pudiste haberme hablado para avisarme que te
tardarías.
Silencio. Tomas mi mano.
-Perdón, se me fue el tiempo. Como dijiste que apenas
venías para acá pensé que nos daba tiempo de terminar
un punto. Me dejé llevar por el trabajo, no vi la hora, perdí
la noción del tiempo.
-Me dejaste esperando.
Otro silencio. Damos una vuelta.
-Ponte el cinturón –te obedezco.
-Mira. Te guardé un pedazo de chocolate. Pablo fue

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Xitlally Rivero Romero

a Suiza y me invitó uno. Te guardé la mitad, ¿quieres?


-siento cómo se te dibuja una sonrisa aunque no pueda
verla.
-No, gracias… Ya, perdóname, sé que tienes mucho
trabajo.
No, perdóname tú a mí. Se me fue el tiempo, y cuando
vi el reloj pensé en terminar lo que estaba haciendo y
bajar, pero tienes razón, pude haberte hablado.
Pero no te hablo.
Llegamos a la casa y preguntas si quiero cenar algo. No,
gracias. “Yo sí voy a comer algo, si quieres ve subiendo”. Y
subo, dócil, las escaleras. Te espero en la cama. No sé si
acostarme o quedarme ahí sentada. Siento tus pasos por
las escaleras.
-¿Qué pasó?
Niego con la cabeza y me cubro con las sábanas. El peso
de tu cuerpo me lleva al centro, contra tu piel. Beso tus
hombros, tu cintura. Besas mi frente.
-No pasó nada, ¿sí?
Asiento.
-No debí ponerme así.
-Yo debí hablarte.
-Ya, no pasó nada. Estamos juntos.
-Estamos juntos –sonrío. Mis ojos dudan.
-¿Quieres?
-Siempre quiero –me río.

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Matilda

Febrero 2006

Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado


30 31 01 02 03 04
10 Entrega Examen Examen en
proyecto rápido línea
11 Resúmenes Examen Pablo
parcial
12 A2-251 Becario Becario Comida Pablo
Matilda
13 Pablo
14 Checar beca Pablo
15 Seminario Pablo Pablo
Jarama
16 Pablo Mirar la Pablo
luz que se
cuela entre
los árboles
17 Toma de A6
protesta indigenistas
18 Reglamento Pablo
19 Pablo Café Bella de
Sara día
20 patrocinador Junta
consejo

20 de mayo
Cuando vuelvo a la casa de mis padres, salta la sensación
de que todo vuelve a la normalidad, de que todo estará
bajo control, de que todo estará como antes. No lo pienso
exactamente con esas palabras, pero lo siento.
Recuerdo que antes era capaz de controlar mis
pensamientos y emociones y conducirlas a donde yo
quería, recuerdo que también era capaz de hacer lo mismo

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Xitlally Rivero Romero

con las emociones de los demás. Y creo que al llegar a


casa puedo volver a hacerlo.
A poco, y mientras avanzo en el conocimiento del
trastorno, recuerdo: Desde pequeña pienso mucho en
la muerte, en cómo sería suicidarme, qué pasaría con
mi familia, qué pensarían los demás, si les haría falta. A
veces me parecía toda una aventura fascinante y deseaba
lanzarme a un abismo, sobre todo si estaba en los pisos
altos de un edificio o andaba por una montaña. Otras veces
mi visión era totalmente pesimista, creía sinceramente
que todo estaría mejor sin mí, que mis padres podrían
atender mucho mejor a mis hermanos y que, por ende,
ellos serían más felices. En el fondo, en todo momento
esperaba que alguien llegara y me dijera que yo le era útil.
Recuerdo también que había momentos en los que no
paraba de hablar, en que hasta mis hermanos me hacían
burla porque decían que no respiraba. Yo sentía que tenía
tantas cosas por decir que no me alcanzaba la lengua en
sus movimientos. En el salón de clases, muchas veces el
profesor terminaba por pedirme que me callara y mis
amigos se reían. O me sacaban de clase. Había ocasiones
en que me ponía tan inquieta que tenían que pedirme que
hiciera un capítulo extra, les ayudara a revisar tareas, y
pusiera atención en la clase. Todo al mismo tiempo, sólo
así podían controlarme.
Nunca pude admitirme un error. Cada vez que algo no
salía como yo lo deseaba me sentía terriblemente frustrada.
Una ocasión, en que mis pensamientos giraban tanto que
no puse atención sobre cómo hacer una multiplicación
con números de dos o más cifras, obtuve un cero en el

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Matilda

examen. No podía aceptarlo. Cuando llegó mi madre


me encontró llorando de rabia por sentirme inepta. Por
supuesto, ella trató de tranquilizarme y hacer que lo viera
con gracia. Pero a mí no me hacía gracia. No quise comer
y toda la tarde me la pasé golpeándome contra las paredes
sin hacerle caso a nadie. Había fallado.
La ansiedad llegó en la secundaria. Me daban ganas
de gritar y correr y aventar cosas de repente. Una vez
grité en plena iglesia, cuando todos estaban callados, mis
hermanos se rieron un poco y todo el mundo me miró.
Me encantó esa sensación. Me sentí como heroína. A
poco vino una depresión, quizá la primera en que esos
pensamientos de merecer un castigo cobraron formas
más físicas. Me enterraba las uñas hasta sangrar mis
brazos, en el mismo sitio para que doliera más mientras
más lo hacía. Nadie lo notaba. Nadie nunca lo notó. Hasta
la preparatoria.
Ahora sí, de la nada, escuchaba ruidos, me sentía
perseguida y observada y toda ansiosa, me daba por
correr. Luego venían las depresiones. Y llegó la anorexia.
Las creencias de que tengo percepciones extrasensoriales
se incrementaron, la idea de ser una especie de salvadora
del mundo tomaron fuerza. También tomó fuerza mi
visión fatalista. Yo me sentía culpable del dolor. Empecé a
provocarme el vómito.
Entonces veo que no hay un como antes.
Un día, me encontré desnuda en mi cama y recordé, sin
creerlo bien del todo, que la noche anterior había estado
con dos hombres. Sólo acerté a reírme, a darme un baño.
Y luego la caída.

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Xitlally Rivero Romero

Un día, me encontré tirada en el piso de mi cuarto


con un bisturí en mi muñeca izquierda… Pero llamó mi
madre.
Tomé mi navaja, aún tenía que castigarme, prendí un
cigarro y tuve una idea, y entre risa y llanto rasgué y
quemé todo mi antebrazo, hasta agotarme.
Apagué el cigarro contra mi seno izquierdo.

Momento
Bajo el caudal de luz:
una madeja oscura de gruesas notas,
un asomo de calma entre tenues pestañas,
un ritmo palpitante que desvanece en ecos;
el abandono grácil de una arena inquietante,
el calor envolvente que se traduce en guiño,
y este cuerpo que conozco de fisura en fisura.
Es absurdo no mirarte.

Esta noche
hay una alfombra de albor en cada orilla del mundo,
un caminar incierto en apuradas señas,
un asombro profético en el racimo de tu vientre.

25 de octubre
Me gusta verlo manejar. El poderío que lo rodea, la
precisión de sus movimientos, la seguridad con que
cambia de velocidad, mira todo al mismo tiempo, y toma
el volante. La manera en que mira el espejo retrovisor
antes de cambiar de carril y pareciera como si el tráfico
le abriera paso, siempre encuentra espacio donde quiere

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Matilda

encontrarlo. Sabe que lo observo y me manda un beso


que yo respondo. Veo por la ventana. Me gusta pensar
que todos nos miran.
Esta vez no. El carro en el taller y el pretexto para salir
a caminar. Por fin, el frío. ¿Cómo es posible que siendo de
tierra caliente le guste el frío? Dice que hoy dormiremos
como nunca. Así lo creo. Un paseo por los libros y su
mirada divertida al verme saltar chorrito de agua cuando
veo libros infantiles. Me desparramo. Aplaudo excitada.
Al fin encuentro lo que busco y pregunta si ya soy feliz.
Chí, ya soy feliz. Pregunto si él quiere algo. Señala la
librería entera y me dice que eso quiere. No tengo tanto
dinero aunque comparto su deseo. Ahora lo veo yo,
agua de fuente: un libro con la historia, detalles y fotos
de Ferrari. Hay que comprar uno de esos. Se ríe de su
ingenua y la abraza.
Un libro de Egon Shciele. Recuerdo Los cuadernos y le
señalo el libro. Asegura haber visto todos sus cuadros por
internet. El color duele en los ojos. No se veía tan grotesco
blanco y negro en la novela. Matilda se divierte conmigo.
“Uhm, pelos”, señala en el cuadro. Algo me punza. Le
reprendo y continúo viendo las imágenes. Busco una en
particular, una mujer de sombrero frente al espejo. “Uhm,
más pelos.” Cierro el libro. En voz alta le anuncio lo que
he pensado antes, lo prefería en blanco y negro. Se ríe y
me pregunta por qué he cerrado el libro de esa forma.
Digo que no es nada y me entretengo en otro libro.
Me abraza al sentarse junto a mí en el autobús. Sigue esa
sonrisa en su rostro. Puedo sentir exactamente cuándo
y cómo se ha puesto ese gesto de puchero en mi rostro.

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Xitlally Rivero Romero

Se acurruca en mí y anuncia que se ha percatado. Dice


que le gusta ver esos gestos, que le parezco más atractiva.
Es injusto, ¿por qué tú no sientes celos? “Claro que los
siento, pero los deshecho en seguida” Escondo mi rostro
entre las manos. Las separa. Mira directamente mis ojos.
Sus ojos brillan.

En secreto…
Humíllate,
en mi tibieza de muslo hay caracolas
que añoran un castigo de tirano.
Humíllame,
traga mi carne,
quiebra mis uñas.
embarra de lujuria mis temblores,
Quiero humedad de canto.

23 de octubre
Tengo dos días de mirar por la ventana. Llueve. Quisiera
sentarme a la orilla de la cama. Nuestra cama. Duermes.
Tengo dos días de mirar por la ventana. Sigue lloviendo.
Llueve. Parpadeas. Se abre el mundo…
A poco te adormeces. La ventana centellea, se escurre
entre mi carne la neblina. No quiero levantarme y me
levanto. Hay que lavar las sábanas. Debo recordarte que
arregles la cafetera. Hace frío. Tengo frío. Se me cuela en
las piernas un hormigueo blanco y casi húmedo, y vuelvo
a la cama. Sientes mi frío y me arropas con tu cuerpo.
Puedo mirar por la ventana. Llueve. Llovemos. Siento

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Matilda

tus lágrimas, mis lágrimas, tu sudor que es el mío. Estás


mojado de mí. Llovemos.
Para cuando despiertes:
el incienso, aún la lluvia…

27 de agosto
Odio cuando pasa esto. Odio cuando Matilda no está en
casa y todos los ruidos crecen y duelen en el oído y todas
las cosas miran y la casa se hace enorme pero el cuarto se
hace cada vez más pequeño y una maldita sirena tiene que
sonar desde la calle para meterse justo aquí en mi cuarto
y agrandarse en mi cabeza y yo que odio tanto las sirenas
y tengo miedo y al mismo tiempo unas ganas inmensas
de placer y casi quiero masturbarme pero no quiero yo,
no quiero, quiero que sea alguien más el que me toque
pero Matilda no está en casa.
Tengo miedo.

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Xitlally Rivero Romero

Marzo 2006

Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado


27 28 29 30 31 01
10 Rectoría Stand Exposición Examen en
línea
11 Ensayo Resúmenes Examen Pablo
parcial
12 Becario Comida becario Pablo
Matilda
13 Becario Pablo
14 Pablo
15 Seminario Contactar Comprar
Tierra hoteles libros
prometida
16 becario A1-416 becario
17 Tai chi Tai chi A6
indigenistas
18 ensayo Pablo
19 Pablo Café Película
Andrea
20 concierto Junta cabello
consejo de
Andrea

16 de octubre
Fui a Tampico cuando tenía seis o siete años. Mi padre
hacía muchos viajes por su trabajo, y nos concedió un viaje
a cada uno de mis hermanos y a mí para acompañarlo. A
mí me tocó Tampico. El viaje no pudo ser mejor. Ahora
creo que hubiese disfrutado cualquier sitio, por el simple
hecho de ir a un viaje de trabajo con mi padre.
Era la primera vez que me subía a un avión. Y sin
embargo no recuerdo mucho de esa primera experiencia,

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Matilda

salvo la pregunta que me hice sobre si podría uno pisar


las nubes. Se veían tan sólidas. Mi padre se rió. Lo que sí
recuerdo, en cambio, fue el letrero con el nombre de mi
padre en letras grandes que nos indicó a dónde dirigirnos.
Me dije que quería que alguien me recibiera así un día.
Llegamos directo a las oficinas, y mi padre me dejó con
las secretarias para que hiciera uso de una computadora,
también por primera vez. Como siempre, no se trataba
sólo de entretenerme. Ante mi padre siempre tenía
que demostrar que merecía su confianza. Así que me
mostraron lo básico para transcribir un documento, y el
orgullo creció al saberme trabajando en el mismo piso
que mi padre. Él pasó por mí para irnos a comer lo que
constituye una de mis máximas delicias: camarones.
El plato estaba enorme. Mi padre hizo la recomendación
de comer lo que pudiera. Él cuenta la anécdota una y otra
vez en la cena de Navidad, en mi cumpleaños. A veces,
la contaba los domingos por la tarde. Yo me llené casi
enseguida, y me puse a vagar por el restaurante. Había
pasado un huracán o algo por el estilo, así que el río
que se veía desde un puente iba con una fuerza que se
me antojó imponente, y arrastraba en su cauce troncos
enormes y hasta animales muertos. Volví a las mesas. En
la pared estaban disecados un cocodrilo y un pejelagarto
enormes, realmente enormes. No sé cómo los vería ahora.
Mi padre también dice que eran enormes. Me senté ante el
plato, algo aburrida ya, y mi padre y otro abogado seguían
discutiendo mientras tomaban cerveza. Yo le robé un
trago a mi padre y, desenvuelta como solía ser, pedí agua
mineral con limón al mesero. Mi padre sonrío al ver mi

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Xitlally Rivero Romero

pedido. Entonces, en el borde del aburrimiento, volvieron


a apetecerme los camarones, y continué comiendo,
camarón por camarón, ya sin aderezos de ningún tipo.
“Ya me llené, papá”. Y mi padre se asustó al ver que sólo
quedaban tres camarones de aquel inmenso plato. Por la
noche fuimos al mar… El mar… Mi mar… No podíamos
irnos sin haber visto el mar… Yo intenté perseguir
cangrejos pero los moscos ganaron la batalla. Me di un
baño en el hotel, salimos a caminar. Luego pedí un licuado
y caí rendida en cama. Al día siguiente, de madrugada,
partimos de regreso.
Esa noche, ya con mi madre y mis hermanos, dije que
cuando fuera más grande tendría un novio que fuera de
Tampico. Así podría comer una y otra vez los camarones
que, desde entonces, he denominado los mejores que he
comido.
Llévame a tu tierra, Matilda.

Una tarde
Tengo una mordida en el dorso de mi mano:
fueron mis dientes
fue la mano izquierda.
Pensaba en ti.

04/08
Se desgarra mi vientre… siento cómo se desgarra… ese
ardor que sube en mis entrañas y revienta en lágrimas.
I’m not here, this isn’t happening…
La carne entre mis uñas, la sangre de mis labios. Se
desgarra mi vientre… I’m not here… I’m not here…

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Matilda

4 de mayo
El deseo. La respiración agitada. El coqueteo cínico.
Palabras que se me escurren por todos lados y yo no
pongo frenos. Cómo quisiera bailar esta noche. Me come
el ansia, la cosquilla en mis uñas, la desesperación de mi
cintura por sentirse apretada.
Saldré esta noche.

Un temblor
Un temblor
que se aisla
se aferra
y se instala
para irse luego.
Un temblor que se adueña del sinsentido en mi cabeza
y me azota
contra nada.
Un peso abrumador que desconcierta
y obliga
a detenerse
a esperar un momento
a buscar un vaso de agua.

10 de agosto
Había que celebrar e invitamos a Carlos. Y como días
más tarde ocurriría, la salida nocturna se convirtió en
reunión, y la reunión se convirtió en velada. No supe
en qué momento salimos. No supe en qué momento
recordaste mi deseo de romper botellas. De pronto la

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sangre. Preguntaste si me había herido. La herida brotaba


de tu mano. Te miré a los ojos y leí la aprobación.
Bebí tu sangre. Delicada al principio, luego insaciable.
Bebí tu sangre. Y mi rostro se tiñó de tu rojo, y sentí la
pasión en tu aliento. Cerré los ojos, ebria. Trataste de
limpiarme. Pensé en tu herida. Seguía sangrando. Carlos
nos miró. No sé cómo nos miró. Me recargué extasiada en
la pared, pensando en tu sangre, en que había bebido tu
sangre. Escuché que pedías alcohol. Escuché que pedías
un encendedor. Y de pronto la llama. Me atrajo la luz.
Alcancé a ver la llama viviendo en la palma de tu mano.
Alcancé a ver la mirada aún más incrédula de Carlos. Me
reí. Estabas loco. Eras un loco como yo.
Al día siguiente te vi llegar con la mano vendada y tu
anécdota de la Cruz Roja. Entonces se quedaría esa marca
ahí, eterna, desde el segundo día, que te hace pensar en
mí irremediablemente cada mañana. Porque todas las
mañanas te duele y te cuesta trabajo cerrar el puño por
completo.
Para Carlos es aún inaudito. Sangre en la pared de la
entrada. En el piso de la entrada. En el respaldo de las
sillas. En la mesa del comedor. En el piso de la cocina. En
los azulejos de la cocina. En la estufa. En el refrigerador.
En la pared del comedor. En el piso del baño. En el lavabo
del baño. En los azulejos del baño. En la toalla del baño.

6 de octubre
… Pero no era ella. Sus ojos vacíos. Sólo su cuerpo. Era
sólo su cuerpo.

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Matilda

Lo he dicho
Lo he dicho de la única manera posible
o de la más aproximada
y lo he dicho pensando en la sonrisa que tendrías si me
escucharas
porque siempre es tarde
y nunca temprano
hay que andar corriendo para ver si se alcanza un pedazo
de bruma antes de irse a dormir
Leí que las olas humedecen
aquellas cosas
pero es que el llanto de ola se va hacia todas partes
y lo riega todo.

20 de octubre
La narración y descripción de un sueño es, a veces, una
inútil búsqueda de ilusiones cobardes. Ayer Manuel decía
que sólo hay tres cosas que rigen la vida del hombre: el
hambre, la sed y el sexo. Yo me arriesgaría a ponerme
abstracta y diría que lo que rige entonces es la necesidad-
deseo. Si todo es hambre, sed y sexo, ¿por qué rehuyo la
vista a mi desnudez?
Es increíble que bloquee las cosas hasta tal punto. Es
increíble que tenga que releer mi diario para comprender
por qué no me siento bien. Es increíble que borre las
causas… que borre los recuerdos o los desconecte… Escribo
mi diario para no peder mi vida… Mejor no escribir para
no recordar. Y es cierto, no recuerdo por qué escribí eso
cuando lo encuentro en el diario. Increíble.

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Nombres
I
Te llamé mar,
pero tus límites se hicieron inhóspitos y, siendo ola, me
ahogaba.
Te llamé río,
Pero tu juguetona inconstancia me quebró entre rocas
y terminé confusa.
Te llamé arena,
y por buscarte me hice a la orilla hasta secarme.
Pero no bastó.

II
Mar extendido a cuestas
en la marea taciturna y vespertina
Río sin nombre, escurridizo, que llora a veces.
Arena
y, por buscarte, me hice a la orilla
hasta secarme.
Pero no basta.

III
Hoy te llamo desierto
(alguna vez fuiste mar, me dices).
Y te llamo ráfaga,
torbellino, borrasca
(¿cómo llegarías hasta mí?
¿cómo llegaste?).
Pero ninguno basta.

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Matilda

17 de noviembre
Tengo frío.

29 de octubre
Me duele mi vida con un peso de siglos. Tantas cosas y
nada. Me siento anciana y sin embargo mi cara redonda
de la niña que en el fondo no he dejado de ser. Quemarme
la piel para quemarme el dolor de un deseo frustrado. Soy
una niña.
La esperanza es una mujerzuela: se da a cualquiera y
por cualquiera te abandona.

12 de diciembre
Al terminar una película, al cerrar un libro, al dejar de
mirar una pintura, al terminar una pieza de música, al
salir de una exposición fotográfica, al terminar de ver un
espectáculo de danza, al doblar la calle luego de un edificio
magnífico, al terminar de comerme una escultura… queda
esta sensación que jamás he podido expresar.
Curiosamente, pese a que gusto de hacer mil cosas a un
tiempo, hay obras de arte que me exigen total atención. Y
son las que producen esto. Esta sensación de globo inflado
de éxtasis, este constante aspirar aire sin que me canse,
este temblor en mis manos, este ver todo con una extraña
luz y una sonrisa inexplicable. Un continuo repetir de
todo y nada. Un cerrar los ojos y sentirme en paz. En
armonía. Tal vez pueda englobarlo pero la palabra aun
dista de contener lo que siento. A la sazón creo que todo
es posible.
A veces la excitación es tal que no puedo contenerla. El

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temblor de las manos se hace interno y siento una urgencia


terrible de vomitar poemas. Y nada. Se agolpan en mi
mente, en mi garganta y en mi lápiz, y no salen. Entonces
tengo que respirar, una y otra vez hasta calmarme. Dejo
macerar mis versos para una mejor ocasión.
One day, when you’re ready… One day, one day it will
all make sense.

29 de octubre
Estaba aburrida y recorrí mi agenda. Enero, comida con
Matilda. Febrero, comida con Matilda. Marzo, comida
con Matilda.
-¡Astuto! Me invitabas a salir una vez al mes. Abril…
¿por qué en abril no me invitaste a comer?
-Porque para abril ya venía a tu casa regularmente.
-Oh, es cierto. Venían tú y Carlos a embriagarse con mi
hermano.
-Pues no andaba usted tan lejos, muchachita. De hecho
fue en abril cuando te llevé a tu cuarto.
-Oh, ¡es cierto! Jaja. Me hubieras besado ese día.
-No te hubieras dejado.
-A veces me das miedo.
Abrió la regadera. Ya pasaba del medio día. Lo salpiqué
al entrar y sus pasos automáticos hacia atrás, su gemido,
me tomó ambas manos. Adoro hacer eso. El agua está
tibia y agradable para mí, así que no puede vengarse. Para
Matilda aún está fría.
-¡Arg! Te voy a sacar así, desnuda, afuera.
Me río cada vez que amenaza, mas no insisto. Sé que
sería capaz de hacerlo. Dejé caer el agua así tibia hasta

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Matilda

que el calor se me antojó insoportable. Entonces Matilda


entró. Como siempre, me quejé del calor y añadí agua fría,
hasta que ambos llegamos a un acuerdo de temperatura.
Ya deberíamos saber cuál es el punto exacto. Ya debería
saberlo yo. Pero es un bello ritual y él lo respeta. Como
el ritual de desnudarnos, sin prisas, disfrutando las
miradas, las caricias. Como el ritual de cargarme y
besarme mientras giramos. ¡Giro!
Terminé de enjuagarme el cabello y sentí la esponja
enjabonada. La retiré de sus manos y seguí con mi baño.
Al final me abrazó. La caída del agua y su cuerpo en mi
espalda.
-¿Qué medida tienes de anillo?
-Cinco y medio, creo. ¿Y tú?
-Siete y medio si las medidas de los del anillo de
graduación son correctas.

21 de diciembre
26/11
¿Cuánto tardará el tiempo para decirme que todo ha
terminado?
Tarde o temprano, en el teatro del mundo, el desengaño
eterno de lo público y lo privado llega a avisarte que se
cierra el telón. La caída.
Sólo podré cerrar los ojos.
Pero por vez primera y como siempre, las palabras me
habrán traicionado, y serán pedazos de viento… como
siempre pedazos de viento…
Es la segunda vez, maldita sea, que me quedo sola en la

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cafetería escribiendo. Y como entonces, maldita sea, sólo


el recurso de llorar palabras.

Conversación del 29 de octubre de 2006. 20:22


toledano dice:
que ondas
toledano dice:
como estas?
kadosh dice:
muy bien, gracias... descansada, y tú?
toledano dice:
bien madreado
toledano dice:
hoy tuve taller
toledano dice:
y durante el taller una ram charger se solto de su
remolque entro al parque
kadosh dice:
jajajaja
toledano dice:
se dirigio fuera de control hacia nosotros
kadosh dice:
qué divertido
toledano dice:
estas enferma verdad?
kadosh dice:
jajaja eso ya lo sabemos, además estoy hablando
contigo, eso significa que estás bien
toledano dice:
que te asegura que no estoy conectado desde una
cama del san jose?

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Matilda

toledano dice:
tiene internet inalámbrico y alámbrico por si no lo
sabias
kadosh dice:
jajajaja, ya pues, luego qué pasó?
toledano dice:
bueno, casi a punto de chocar se desvio tantito y
se estrello con un arbol
toledano dice:
y nos pidieron ayuda para sacarla
toledano dice:
estoy todo jodido
kadosh dice:
buórale
kadosh dice:
entonces? estás bien?
toledano dice:
bueno el sabado en la madrugada me dio un
calambre bien cabron en la pierna derecha
toledano dice:
desde el pie hasta el gluteo, y todavia tenia el
musculo cansado
y luego empuje la ram
toledano dice:
y como que me quiso dar en toda la pierna, pero
no, no ha pasado todavia pero si me duele cuando
camino, pero solamente es cansacio
toledano dice:
lo unico que me preocupa es que hoy baje la temo
y me de un calambre porque si eso pasa, voy a
tener la pierna bien madreada
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kadosh dice:
ouch, pero ya te fuiste a checar?
toledano dice:
no, solamente es cansancio
toledano dice:
si el dolor me dura mas de dos dias voy al fisio
toledano dice:
si me aparece morete, posiblemente es un
desgarre
toledano dice:
pero no creo no hice tanto esfuerzo el viernes-
sabado madrugada
toledano dice:
y lo que hice no te lo voy a contar
kadosh dice:
jajaja, ya pues, te mueres de ganas por contarlo
kadosh dice:
suéltalo de una vez
toledano dice:
no, neta, no te lo voy a contar
kadosh dice:
es en serio?
toledano dice:
si
kadosh dice:
entonces para qué me dejas picada, infeliz?
toledano dice:
jaja sorry, pero ya me debias varias a parte
kadosh dice:
ah! me indigno

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Matilda

kadosh dice:
pues quédate con tu anécdota, entonces
toledano dice:
esa era la idea
kadosh dice:
bueno, y ahorita qué haces?
toledano dice:
reviso unas cosas para mi tarea de arte, tengo
que crear un cuadro de expresionismo abstracto
basado en un tema mitico
toledano dice:
de hecho tengo la idea
toledano dice:
pero estoy agarrando ideas de pollock y otros, el
mito de sisifo
kadosh dice:
bien, bien
toledano dice:
creo que ya salio la idea
toledano dice:
pegamento y mucho polvo de gis
toledano dice:
jaja amo la escritura automatica
toledano dice:
y tambien la pintura automatica
toledano dice:
t u que haces?
kadosh dice:
analizo “altazor” con el poliedro retórico de la tesis
de Pablo

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toledano dice:
sabes
toledano dice:
estas enferma
toledano dice:
pero eso ya es estar dañanda
toledano dice:
cercana a la zona de desastre
kadosh dice:
wooo
toledano dice:
niña nel, eso es maloç
kadosh dice:
ayer fuimos a la fiesta en casa de ricardo
kadosh dice:
y me estaban acosando
toledano dice:
jajaja
kadosh dice:
y yo feliz de la vida alimentando mi ego jajaja
toledano dice:
exacto me lo imagin
kadosh dice:
hasta que el vato se empezó a acercar acá
mucho
kadosh dice:
y yo... aaaahh! Matilda!!!
kadosh dice:
pero mira qué chistosos los celos de Matilda

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Matilda

kadosh dice:
no dijo nada y era más que evidente que el vato me
andaba coqueteando y en cambio se puso celoso
cuando dije que yo quería acosar a un trompetista
después del concierto
toledano dice:
jajaja te tiene medida, sabe cuando vas a
mariconear
kadosh dice:
jajajajaja
kadosh dice:
bueno, pero sólo lo iba a acosar superficialmente,
toca bien chido la trompeta tiene unos pulmones
que wow
kadosh dice:
además la misma Matilda admitió que acababa de
descubrir que la trompeta era bastante erótica
toledano dice:
jajaja
kadosh dice:
oh, creo que ya entendí
toledano dice:
chales

15 de abril
Tengo que confesar, en la intimidad del diario que, a veces,
sólo a veces, vuelvo a sentirme triste. Sin explicación
alguna. Me siento triste. Y es que, como lo he dicho desde
que Matilda entró a mi puerta, han llegado los días más
felices, los días más tranquilos, los días de más armonía.

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No puedo pedir otra cosa, es cierto. Y sin embargo, esto.


Bajo la mirada y Matilda pregunta qué me ocurre. Nada.
Mi respuesta es sincera. No me ocurre nada. Pero el vacío
en el estómago, la siempre recurrente sensación de vacío.
De duda. De miedo. No sé exactamente a qué. No sé
exactamente por qué.
Pero esta ocasión es distinta. Me persigue la confusión
por no encontrar una explicación a esta tristeza. Pero
estoy bien. En realidad estoy bien. Sólo que no entiendo.
No lo entiendo.

28 de mayo
Suspendida… porque cada molécula se disuelve en el
universo…
Suspendida.

7 de febrero de 2007
La otredad. Pero él no es el otro.
15 de julio de 2005
…Quizá por eso la angustia y la tristeza luego
del sexo. Omne animal triste post coitum. Porque se
busca ser con el otro, ser en el otro. Y como tanto lo
cantó Machado, el otro… es siempre lo otro… En efecto,
Machado distinguía el otro como el objeto de amor, de lo
otro, un querer ser lo que no se es, un querer ser más de
lo que se es y se puede ser. Entonces, cuando el amor se
traduce en un sentimiento de irremisible ausencia, viene
el fracaso del amor, la soledad. Una soledad mucho más
terrible cuanto que es consciente. Y surgen las ideas, y
llega el conocimiento y nace la poesía… Entonces caigo

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Matilda

en la cuenta, claro, el poeta como todo enamorado es


egoísta, pero el poeta es egoísta porque es en sí mismo
un yo universal. Por ello la obligación de cantarle a todo,
porque su dolor es un dolor colectivo pese a su origen
privado. Por ello la condena de tristeza y soledad que
carga el poeta, de los que, como dijera Sabines, siempre
han de estar solos.
En Matilda…durante el acto, no busco ser en Matilda…
soy con Matilda… Y no hay angustia ni tristeza, sino un
sentimiento de infinita armonía y de paz… Qué paz en sus
brazos, escribí la primera noche juntos… Qué paz en sus
brazos, escribo hoy, cuando son incontables ya nuestros
encuentros… Entonces mi otro, como objeto de amor, es
lo otro, ese algo divino que se quiere ser… y que Matilda
hace posible ser… Entonces mi amor se traduce en un
sentimiento de irresistible presencia, y viene el triunfo
del amor: la soledad. Una soledad mucho más hermosa
cuanto que es consciente. Porque ya no somos dos. Somos
uno. Y surgen las ideas, y llega el conocimiento, y nace la
poesía…. Entonces caigo en la cuenta, claro, el poeta como
todo enamorado es egoísta, pero el poeta es egoísta porque
es en sí mismo un yo universal. Por ello la obligación de
cantarle a todo, porque su dicha es una dicha colectiva
pese a su origen privado. Por ello la condena de tristeza,
euforia y soledad que carga el poeta. De los que, ahora
digo yo, siempre están solos…

27 de agosto
¿Qué camino eligirás, Matilda, cuando te desesperes de
mí? ¿El de mis padres, con sus expectativas y su amor, de

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Xitlally Rivero Romero

obligarme a controlarme, a reprimirme, a callarme esto


que sube a mi boca y ansía ser vomitado a todas partes
y sin dirección alguna? ¿El de mis hermanos, con sus
palmaditas, de orillarme a pensar en sus problemas y
olvidar y minimizar los míos que, después de todo, ni son
problemas? ¿El de los otros, los que se han ido? ¿El de los
que prefieren alejarse un poco, sólo un poco, lo necesario,
para seguir siendo mis amigos sin involucrarse tanto, y
sólo dicen “qué rara eres, Sofía, tienes problemas, Sofía”?
¿Qué camino eligirás tú, Matilda?

15 de junio
Mejor no escribir para no recordar.
Sólo sé que bajo el agua de la regadera se fue al caño
más que llanto.

24 de julio
-Pues sí, tu amiga está loca.
-Eso te hace atractiva. Te da un plus.
“Te da un plus”. Pensé que la frase era un cumplido de
lo más trivial y poco trabajado que podría haber dicho.
Pensé que era una frase más para quedar bien conmigo,
y no precisamente una muy buena. Pero estuve pensando
en ella toda la noche, durante la fiesta. No me gustó la
música, no me gustó el alcohol que me ofrecieron, no me
gustó el clima. Pero estaba a gusto.
En algún momento, cuando el alcohol dominaba mis
palabras, me encontré cantando en público, improvisando
versos. Matilda no estaba. Pregunté si alguien lo había
visto. No había nada delatador en la pregunta. No lo había.

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Matilda

Pero lo busqué, sin éxito. Hasta que mi cerveza se terminó


y quise otra. Pregunté por la cerveza. Definitivamente
aquí no había nada delatador en la pregunta. Me dijeron
dónde estaba. Y la busqué, con éxito. Y ahí estaba él.

Conversación del 30 de noviembre de 2007.


14:42
kadosh dice:
jajaja, qué loco
kadosh dice:
no recordaba este poema mío
kadosh dice:
“Tienes miedo.
Por eso las uñas largas,
el cabello largo y luego corto,
y luego largo y luego corto.
Tienes miedo.
kadosh dice:
Evitabas los espejos y ahora los buscas
pero siempre el miedo.
Tienes miedo.
Por eso extrañas tus anteojos,
y llegas tarde a casa.
kadosh dice:
O tomas un autobús y juegas a ser viajera,
y no soportas las pérdidas,
y provocas los adioses,
y te ríes de ti misma.
Tienes miedo.

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kadosh dice:
Por eso las pausas
los silencios,
los cadáveres,
las manos,
el cuello
Tienes miedo.
kadosh dice:
Por eso el hábito de mirarte las manos,
las citas nocturnas que luego se cancelan,
el sollozo del martes y la risa del viernes.
Tienes miedopor eso tu obsesión por los tacones
y las olas largas.”
atlas dice:
jejejejeje sí, así eras
kadosh dice:
ahora cómo soy?
atlas dice:
ya no tienes miedo
atlas dice:
bueno, sí pero menos y a otras cosas
atlas dice:
:P
kadosh dice:
:P
atlas dice:
aaahh me dieron ganas de defecar

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Matilda

06/11/05
Antecedentes familiares, directos, atávicos y
colaterales:
Hay o ha habido en su familia algún individuo nervioso,
epiléptico, loco, histérico, alcohólico, sifilítico, suicida o
vicioso: Abuelo alcohólico, suicidio a los 70 años. Por lo
menos tres casos de suicidio identificados en la familia.
Tío abuelo con antecedentes de alcoholismo, consumo de
drogas e intentos suicidas. Antecedente de dos intentos
de suicidio del padre. El primero cuando era adolescente,
con la ingesta de diversos medicamentos. En el segundo,
ya con treinta años aproximadamente, con un objeto
punzocortante. La madre frustró el segundo intento.
Rasgos obsesivos por el lado materno.

Mientras dormía…
Te aspiro
vibración del aire
la piel ceñida de piel
y en el fondo esos ojos tuyos que se desdoblan en
hermosuras inaprensibles
-como tarea de diccionario-
y te abarco
sin mirarte
te devoro
sin moverme
Y si me muevo
tu regazo
se me escurre en la marea que es amarte
soluble arena.

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Xitlally Rivero Romero

01 de noviembre
Son sus ojos. Las imágenes. En la esquina, con los ojos
abiertos, llorosos, sentada en el piso. Arrojar objetos,
papeles, por todas partes con mis lágrimas. Gritar. Correr
y gritar y llorar. Pero sus ojos. Son sus ojos. Y su aroma. Y
como entonces, desde ese día, en abril (no, en mayo; no,
en abril), todo se desvanece, se desenfoca, se desfocaliza.
Negro el fondo. Yo me debato entre las sábanas. Mis
lágrimas ahogan la garganta, ocultan mi voz. No sé qué
estoy diciendo. No recuerdo qué decía. Me veo bajo su
rostro, bajo sus brazos. No sé qué estoy diciendo. Lloro.
Abro los ojos. Ahí están los suyos. ¿Cuánto tiempo lleva
ahí?, ¿qué he dicho? No importa. Matilda habla ahora. No
sé que está diciendo. Su voz me calma. Y sus ojos. Son sus
ojos los que me mantienen. Su mirada lo que me mantiene
y no me deja caer, o subir.
Fue en abril. O en mayo. No, fue en abril. Matilda dice
que fue en abril.

En la nada
En la sequía
en un pozo de mar
hay un algo
que desgarra débilmente
en el filo del viento
y adormece
de fatiga
deshidratante
agobiada.

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Matilda

pesa en las uñas


disecciona:
y la náusea
arrogante
niega la creciente
suprime el hueco
de costilla a costilla
te abandona en la noche con los ojos abiertos
respirando un encuentro
sin saber.
De pronto el calor se cuela en la ventana y llega el día.

Conversación del 30 de octubre de 2006. 23:22


kadosh dice:
Cuando llegues
(si vuelves)
no quiero que prometas un eterno,
que me mires descalza por tu calle,
kadosh dice:
te acuerdas??? jajaja y mírame a mí haciendo todo
lo contrario
atlas dice:
si me acuerdo
atlas dice:
todavía lo tengo, está guardado
kadosh dice:
te confieso algo?
kadosh dice:
ese día, al abrazarte antes de irme... algo me

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Xitlally Rivero Romero

decía que irremediablemente a partir de entonces


volvería a ti, y me rehusaba jaja, me rehusaba
kadosh dice:
pero todo mayo y junio antes de volver pensaba
en ese abrazo
kadosh dice:
en esas vueltecitas que me diste
kadosh dice:
y otra vez ese algo que me decía que
irremediablemente a partir de entonces volvería
a ti
kadosh dice:
y todas las noches pensaba en ese abrazo, en esos
besos, en esas vueltas, en el aeropuerto
kadosh dice:
e imaginaba un posible cuando me vieras llegar,
todos distintos, todos iguales
kadosh dice:
me preguntaba si sentiría la misma emoción al
verte
atlas dice:
espero que esa emoción dure toda la vida y más
kadosh dice:
qué quieres para desayunar mañana? huevo con
salchicha, con machaca o con tortilla, frijoles,
quesadillas
kadosh dice:
huevos estrellados con una tortillita frita abajo,
frijoles, salsa...

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Matilda

kadosh dice:
huevos a la mexicana
kadosh dice:
ahora sí tengo variedad
atlas dice:
jeje pues sorprendeme
kadosh dice:
jajaja nooo! dime qué quieres
atlas dice:
ya te dije
atlas dice:
o quieres que yo te sorprenda??
kadosh dice:
suena tentador
atlas dice:
bueno tons yo te hago de desayunar
kadosh dice:
jaja bueno
kadosh dice:
y mientras yo preparo las cosas para la comida...
enchiladas verdes, wee!!
atlas dice:
ya dijiste
atlas dice:
me parece

06 de noviembre
“A ver, ¿qué hicimos el viernes?” Mis ojos se agrandan. No
lo recuerdo, pero recuerdo que el jueves nos quedamos en
cama toda la tarde, que fuimos a comprar los boletos para

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el concierto pero las taquillas estaban cerradas, y por eso


nos quedamos en cama toda la tarde. El viernes. No tuve
clases. No quería arreglarme. No pensaba salir y tú me
recodaste que había que ir por los boletos. Entonces me
di un baño mientras tú ibas a clases. La comida, luego los
boletos, la despensa, la visita de Manuel. Lo he logrado.
He logrado incluso recuperar el fin de semana entero.
Hoy me invitaste un café. Hacía tiempo que no nos
sentábamos a tomar un café. Me gusta que te vistas de
azul. O de negro. No quiero olvidar esa imagen. No quiero
olvidar que estabas frente a mí, con el cabello revuelto y
esa sonrisa. Esa particular sonrisa que sólo tienes cuando
hemos pasado tanto tiempo en cama, cerrados al mundo,
desnudos los dos. Esa sonrisa que tienes cuando juegas
conmigo e inventas algo que nunca ocurrió, y yo lo dudo
porque no lo recuerdo, y termino empezando a creer que
ocurrió porque al fin y al cabo casi nunca recuerdo algo.
Pero esto no quiero olvidarlo. Por eso escribo. Me gusta
que me invites a tomar un café. Me gusta el café y los
cafés. Las mesitas redondas o cuadradas, las sillas vacías
y llenas. Las tazas sobre las mesitas. Esa sensación de que
el tiempo se expande y no hay prisas, y la vida se hizo sólo
para charlar ante una mesa y un café.

07 de agosto
Estoy esperando a que llegues mientras unos gritos
aparecen entre mi cuarto. Pero tengo la frente fría. Te
llamé a media noche para decirte que mi piel ardía, que
quería volver a dar el salto, y hoy pensaba en ello mientras

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Matilda

la veía a ella. De nuevo el ventilador. De nuevo la luz. De


nuevo el encierro.
Ella se cortó el cabello. O eso creo. Ella no se ve
tranquila. Tiene mucho tiempo de no verse tranquila. Y
yo me pregunto cómo será llegar, evadir la mirada, fingir
que no existo, el temblor de la voz, escuchar que terminó
la clase y huir confundida. Huir.
¿Por qué huye?
Pero aún tengo tiempo de disfrutar las miradas furtivas
y sonreírle a nadie. Aunque me pregunte el espacio en que
dejé de hablar tan rápido.
Entonces compruebo que ya pasó.
Y aún más que eso: que sigue pasando.

Conversación del 27 de agosto de 2007. 21:58


geminis dice:
esta bien loco tu nuevo poema
geminis dice:
interesante
kadosh dice:
jejeje
kadosh dice:
te gusta?
geminis dice:

geminis dice:
trate de hallarle sentido, pero no lo logré
geminis dice:
pero el feeling es bueno

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Xitlally Rivero Romero

kadosh dice:
jajajaja
kadosh dice:
fíjate, qué distintos
kadosh dice:
tú, como yo, no te fijas en el sentido sino en la
forma, en la impresión general, en el feeling
kadosh dice:
matilda diría que si no transmite un mensaje la
forma no tiene valor
geminis dice:
g g g.. pues diferentes aproximaciones
kadosh dice:
sips

Maravíllense:
Voy a intentar hacer un salto que recorra temojurias e
ilusiones
que no sé a dónde me llemuestre
que sigo estaré aquí estará siempre todo,
aquí.
Aquí.
Un salto.
Y al final a donde estoy.
Pero seremos no mismo.
Habré encontralado la huella cero,
imposible original siempre único.
Habré triunfado.

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Matilda

16 de agosto
Esta náusea. Esta eterna náusea.
Las autoridades de Corea del Norte pidieron ayuda
de emergencia al Programa Mundial de Alimentos, al
argumentar que 330 mil personas se quedaron sin hogar
debido a las torrenciales lluvias registradas desde el
pasado 6 de agosto.
Este dolor que me sube desde la rodilla y quiere
culminar en llanto.
El equipo de rescate que pretende llegar hasta los seis
trabajadores atrapados en la mina de Huntington, oyeron
ruidos de origen no precisado, un hecho que revivió la
esperanza de encontrarlos con vida.
Este querer escribir, y escribir, y ya no querer escribir.
El saldo es de al menos 337 muertos y 827 heridos,
situándose el epicentro en la región de Ica, a 265 kilómetros
al sur de la capital peruana, donde la devastación fue total:
decenas de personas sepultadas debajo de sus humildes
viviendas caídas en medio de la noche, caminos y puentes
destruidos. Chincha y Pisco fueron otras localidades
sumamente afectadas.
Este imaginar que abandono todo y me voy corriendo a
cualquier parte para que escape el llanto. Pero no lo hago.
Ya no lo hago.
Esta última fue destruida en un 70% y los cadáveres
permanecían en sus calles sin que las autoridades se
dieran abasto para recogerlos.
No puedo creerlo. Como cuando era niña, un golpe en
la rodilla ha desatado el llanto. Aquí: frente a todos. En
mí: a quien no le gusta que le vean llorar.

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Xitlally Rivero Romero

Y entonces me siento terriblemente diminuta y frágil.


Aumentó a 250 el número de muertos y 350 el de
heridos, en el peor ataque registrado en Irak desde que
inició la invasión estadounidense en 2003.
¿Cómo decirle a Matilda que aquí está otra vez?
¿Cómo decirle que su qué te pasa de esta mañana sí tiene
respuesta?
El martes cuatro atacantes suicidas hicieron estallar
los camiones que conducían, casi de manera simultánea.
Las víctimas son kurdos de la secta yazidí que habitan en
el norte del país. Estados Unidos atribuyó el ataque a la
organización Al-Qaeda.
Y entonces ya no puedo más y escapo al baño, con el
dolor punzante en la rodilla, con un líquido frío saliendo
de mi nariz, y me escondo febrilmente.
“Este ataque, su naturaleza espectacular, su total
desprecio por la vida humana, los carros bomba que
fueron usados, todo es consistente con el perfil de
Al-Qaeda en Irak”, comentó Kevin Bergner, vocero del
ejército estadounidense en Irak.
Más tarde…
Me gusta sentarme aquí, en este pasillo que a momentos
se llena y a poco se vacía. Me gusta ver pasar a tantas
personas, todas iguales y diferentes. Particularmente
me gusta mirar a las mujeres, y mirar sus piernas y sus
zapatos.
Pero soy torpe. Las más se percatan de que las veo y se
sienten intimidadas y ya no actúan como ellas. O sí, pero
ya no igual. Yo me entiendo. Y precisamente me gustan
más las mujeres con aire de naturalidad.

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Matilda

Como aquella chica rubia, que solía sentarse a mi lado,


cuyo perfume me hacía imaginar tantas cosas. Una vez
llegó con un tremendo escote en la espalda. Pero no era su
espalda, ni sus aretes siempre desiguales, ni sus ojos de un
color tan particular que ya ni recuerdo. Era la naturalidad
con que hacía todo, con que decía cualquier cosa, con que
me sonreía al sorprender mi mirada asustadiza al verse
descubierta.
Cuántos significados pueden tener todos los verbos que
se refieren a la maravillosa tarea del ojo. Alguna vez leí
que precisamente nuestra sociedad era visual… ¿o era
algo del oído? ¡Escucha, pueblo de Israel! No lo sé. No
lo recuerdo. Yo no soy Israel. Yo soy Matilda. Siempre
Matilda.

Catarsis
Que la duda me abochorne y adelgace
en la brisa
frágil
e incisiva
Incursiona en la tarea navegante de las horas
en la luz que se cuela de los árboles.

02/08
Entonces me encuentro sobre una voz amicrofonada que
va llamando, sin anunciarse, a los pocos individuos que
se agrupan en una sala improvisada junto a un balón.
Nunca he entendido por qué el aplauso antes de que
halguien hable. Sí, con h, como anuncio mudo del que
hablará.

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Xitlally Rivero Romero

Una voz curiosa. ¿Un aula? Una risa por ahí se asoma y
calla. ¿Niño índigo?
¿En qué reside el humor literario?
¿En qué reside el éxito de una lectura?
Medicamentos ilegales. Ya no hay marcha atrás. Aunque
escuche el nombre de alguna bebida o la palabra cogerse,
no hay marcha atrás.
Medicamentos.
Y me recuerdo acurrucada a Matilda apenas hace
unos días ante el remordimiento de un intercambio de
palabras.
“Siempre tan luminosa, Matilda. Siempre.”
Matilda.
Matilda.
Cómo me gusta que Matilda empiece con “m”, como
mujer.
Siempre.
Matilda.
Qué palabras más bonitas. Bonitas, que no hermosas.
Me gusta el uso español del “que”.
La verdadera Matilda dice que suena raro. A mí me
gusta.
¿Acaso he descubierto…?
No lo sé.
Matilda espejo
Matilda guía
Matilda manía
Manía de Matilda
Matilda Maldita
Maldita Matilda

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Matilda

Cómo no amar su silencio, cómo no amarlo.


Y al rato el cuarto haciéndose pequeño. Pero es que
todos los cuartos, no importa a dónde vaya, tienen la
cualidad de hacerse pequeños.
Pequeños.
Como yo, pequeña.
A veces me gusta el ruido de los ventiladores y el clima,
cuando no duele. Y ahí voy, a buscar el refugio del cojín
rojo. Y Matilda ajena…
Con esa mirada que cuando quiere hace impenetrable.
Impenetrable.
Me distraigo.
Impenetrable.
Impenetrable.
Mientras tanto.
Me distraigo.
Me distraigo.
Más tarde
¿Para qué hacer la diferencia?
A veces, como ahora, cuando me gusta el ruido del
ventilador y el clima porque no duelen, me siento ausente
presente e irremediablemente lejana.

Transparencias
I
Dame tu boca
(En la sábana
del estrépito
ocurrente
-de ola, tal vez-

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Xitlally Rivero Romero

Es que se desliza en mis labios, yo no sé,


que desgarra
y se deshace
y se derrite
única brisa o brisa única
que no está ahí
y sin embargo
Y luego irrumpe
del naufragio
-de náufrago, tal vez-
Es que se desgarra en mis labios,
yo lo sé,
que derrite
y se desliza
y se deshace
cuerpo exánime en la orilla
en mi orilla.
Hay que cerrar los ojos.)

II
Pero en la noche sube la marea
y se reseca la garganta a cada entrada de la noche
y viene el frío
de fuera
y sopla adentro.
El grito
de carne en cada peso de la almohada
y vuelve y arremete y hace entrada
para vestir rocío
y galopar el sueño.

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Matilda

Remota oscuridad que huele a mares


que se descubre en movimiento en falsas noches
que me remite en giros insaciables
para rendirme abismo
en cada vuelta
o con la oscuridad de la sala.

10/08
Intento escribir pero no funciona. Apenas alcanzo a
garabatear unas palabras. Y es que todo fluye tan rápido
y quiero decir tantas cosas y pienso tantas cosas y tanto.
Carro, luces, noche, música, velocidad, loco, escribir,
notar, volumen, encuentro, locura.

14/08
Necesito azúcar. ¿Necesito azúcar? Necesito azúcar.
Hay cosas que se vuelven redundantes.

24 de abril
Escribo como maniaca y Matilda propone conseguir una
cadena de perro para que lo lleve a pasear. Confieso que
no me disgusta la idea. Recarga su cabeza en mis piernas
y continuo escribiendo mientras, en el suelo, él parece
pensar en cosas lejanas y femeninas. Yo escribo de él. Y
yo sé que lo lee y me sonrío. Habrá que darle permiso
para un pedacito de ego. Sólo un pedacito, para que no se
vuelva amenaza la costumbre de dejarlo verme sin pudor,
plenamente desnuda, confiada a desaparecer en cualquier
momento, y termine conociéndome.

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Xitlally Rivero Romero

12 de junio
Lo extraño. Al fin lo he admitido. Lo extraño. Es que extrañar
es una palabra tan ambigua. Acabo de masturbarme y,
como pocas veces, me siento tremendamente vacía. Casi
siempre termino, me miro al espejo mientras lavo mis
manos, y noto el color encendido en mis mejillas que me
da un no sé qué de autosuficiencia. Sé que suena hasta
extravagante y es que es cierto. Privar a alguien, desterrar,
admirar o causar extrañeza, esquivar, rehusarse, advertir
la falta de alguien, sentir pena por su ausencia. Esta vez
no me hallé bonita, ni un poco simpática, ni siquiera
distinguí el rojo en las mejillas. Recuerdo la primera vez
que se quedó en casa, y me noto mucho más mojada que
hace un rato.

27 de agosto
Llego al auto y cierro la puerta. Siento al instante mi
rostro mojado; no húmedo, mojado. Cuando siento que
ya ha pasado mucho tiempo, cuando noto que el calor
sigue presente pero ha dejado de molestarme, me decido
a regresar con Matilda.
El camino es eterno, me da risa. No importa cuán largo
me parezca, de un momento a otro llegaré con Matilda.
Y lo veo desde lejos, con su sonrisilla peculiar del
momento. Aunque el mar está delante no veo más que
su sonrisa. Su sonrisa de Matilda que me recibe con una
cámara. Pero yo estoy ansiosa, quiero sentir el mar. Así
que me lanzo y Matilda tras de mí. De un momento a otro
la arena se humedece y se hunde bajo mis pies. Entonces

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Matilda

ahí está: el mar, mi consciencia de mar. Corro excitada.


Me interno excitada. Matilda aconseja no ir muy lejos.
Me alcanza. Me detiene. Me suelta. Su risa de Matilda.
Mis gritos excitados. Matilda gime con el mar mientras
yo, Matilda también, me río con el mar y los gemidos de
Matilda. Y me voy y me vengo con el mar. Y me voy y
me vengo con el mar. Y me voy y me vengo con Matilda.
Matilda se asusta de la facilidad con que me comen las
olas y me llevan a su antojo. Pero yo sigo riendo.
Matilda, no sé cuál, propone un juego: seamos barco. Y
somos barco. Somos barco que va y que viene. Que va y
que viene. Que viene y va. Matilda Barco.
Una ola nos voltea. Más risas matildezcas que reconozco
mías. Recuperamos el curso. Somos barco que va y que
viene y de pronto gira. Es que yo soy demasiado pequeña
y liviana. Pequeña y liviana que va y que viene, que viene
y va. Matilda barco va y viene. Va y viene. Viene y va.
Hasta que despertamos en la orilla.

23 de junio
No puedo olvidar esa mañana. “¿Has iniciado el día
con un orgasmo?” Lo miré extrañada –extrañar no es
una buena palabra- y felino se lanzó a mí. Movimientos
gatunos de Matilda. Se deslizó en mi cuerpo y me quitó
el short que traía puesto. Y yo pensando en los vecinos,
en las persianas abiertas, en el grito que sentía venir a mi
garganta. “¿Lista para irte al trabajo?”

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Xitlally Rivero Romero

24 de junio
Fue una tarde. Una tarde cálida. Yo empapada de sudor.
Y sin embargo había un no sé qué de frescura. La luz
se me colaba entre mis manos en la expectativa de lo
desconocido. El cosquilleo incesante de la novedad.
Todo era nuevo y conocido a un tiempo. La aventura. La
aventura y la frustración. El sonido del tren facilitó mis
risas, mis saltos, mi esplendor. Un millar de piedras que
pedían atención, que prometían ser grandes. Un camino
eterno que algún tiempo es río y que en ese instante se
quebraba a mis pasos. Una subida, unos cuantos pasos y
el destino prometido.
La luz. Sobre todo la luz. Encegueciéndome en el reflejo
de una arena incierta. La búsqueda de formas geométricas
y el encuentro. Una extensión de algo inasible. La alegría
en mi rostro por la aventura y la frustración de Matilda.
Me sentí un poco culpable por mostrarme alegre.
Entonces caí en la cuenta, claro, los cientos de casitas
que invadían la zona. El paso del hombre por la región.
Los postes de luz que entorpecían la vista. El eco de una
música escuchada en aquella dirección, tal vez aquella
casa… Y sin embargo a mi vista todo aquello era nuevo,
todo aquello era hermoso.
Regresamos al auto. Se escucharon dos portazos. Un
motor. Un ruido que se aleja. Y yo me quedé mirando por
la ventana aquel lugar al que imaginaba no volver, como
aquel día en mi infancia en que me dije, mirando por la
ventana del auto que manejaba mi madre, que “ella nunca
olvidaría esa tarde, esa mirada tras la ventanilla que se
perdía en una ilusión que acababa de morir”.

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Matilda

15 de octubre
Apareció ante mí, desnuda, envuelta premeditadamente
en las sábanas sabiendo que yo iba a mirarla.
-Entró en el baño, síguela –ordenó Matilda.
Yo la seguí. Entré en el baño. Su mirada en el espejo.
Su risa quebrando en serpentinas inasibles que yo no
entendía o no quería entender. Apagué la luz para no
tener miedo.
Una brisa blanquecina y olorosa. Una brisa que no
podía mantenerse en pie, que se abandonaba, escurridiza.
Un recuerdo. Un sabor conocido. Un roce húmedo y
continúo. Una suavidad casi olvidada. Un encuentro,
indefinido, entre mis dedos, y luego firme. Y el roce
crece, retrocede. Y el roce avanza. Un trazo instintivo.
Otro encuentro. Una caricia tibia que transforma, hasta
abrirse. Cuatro pétalos tersos que conducen al abismo.
Dos roces húmedos, continuos. Simultáneos. Un algo que
ablanda. Que funde. Que enardece. Que sofoca a la brisa
blanquecina y olorosa. Y la convierte en aguas densas que
se adhieren a mi tacto.
-Me gustan las flores con labios intensos -me dijo.
-Son orquídeas -le respondí.

20 de diciembre
Ese fantasma se pasea en los recónditos lugares de la locura
matutina. Porque hay distintas clases de locura a cada
hora del día. La locura vespertina se parece a un estallido
de fuegos artificiales prendidos por un niño en Noche
Buena y al perro que persigue inútilmente a esas luces. La
locura nocturna se asemeja a un espasmo melódico que

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Xitlally Rivero Romero

culmina en una larga ausencia. Pero no, ese fantasma se


pasea en la locura matutina. Y es que la locura matutina
recuerda a una arritmia cardiaca, a un automóvil sin
frenos, a una ducha. No, no es cierto. La locura matutina
es más bien floja, un bostezo, un recuerdo por sí solo
lejano y grandilocuente. Y ese fantasma se pasea así, con
esa lenta y admirable locura matutina. Camina por los
prados, por las esquelas, por las tareas domésticas y se
posa en el umbral como si nada, como si siempre hubiese
estado allí. Y es que los recónditos lugares de la locura
matutina no son cualquier clase de lugares, no. Son
lugares en los que se tiene uno que sentar a observar cada
detalle con la prisa de quien se sabe usurpador de ciertos
secretos. Y como el fantasma se siente indispensable, hace
del tiempo un pastel inconcebible de fiesta cortesana. Yo
conozco esos lugares, así, recónditos. Y no es que sufra de
locura matutina, no. Quienes sufren de locuras matutinas
se tiran a filosofar sobre cualquier cosa. A mí no me gusta
filosofar. En cambio ese fantasma… ¿de dónde habrá
salido ese fantasma? Me mira fijamente, se abstrae…
hay quienes dicen que ser es ser percibido… Se abstrae,
recoge levemente un chasquido de lengua. Se apodera
del espejo, ese fantasma se apodera del espejo, vuelve a
mirarme, y llora.

Un pretexto
De un párpado colgado en cualquier parte
se desprende una imagen que me llama,
que me agolpa a la entrada de una noche
y se cuela en el dolor que hay en mi espalda.

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Matilda

De ese cosquilleo que da la búsqueda,


que apabulla ante la idea del viaje,
se desprende un no sé que da la llama
y me atisba a no ceder.
Pero el vaivén abruma,
a veces, sólo a veces,
a voces insistentes
a golpes imprecisos
a sorbos diminutos,
y retorna la imagen de mi párpado
colgado en cualquier parte
que da espacio al respiro acompasado
de risa escurridiza en el silencio.

17 de junio
“Las tuyas son más grandes” me dice. Además tú no tienes
joroba, agrega. ¿Cómo es que siempre sabe qué decir?
Matilda me hace mar…
La primera vez que me llevó al desierto, me sorprendí
que fuera el extremo opuesto a mi deseo eterno de mar…
Mas al llegar y caminar de su mano… con ese calor… con
su calor… recordé la canción: al final, después de todo, no
somos tan distintos.

11 de junio de 2007
Y así como llegó, se fue… Ya no estoy triste. Ya puedo
disfrutar plenamente otra vez.
Un encontrar respuesta…
Un lenguaje original:
aí aiiiiiiiiiiiiií au oh au au.
Who would have known that a boy like him…
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Xitlally Rivero Romero

Sin nombre
Hiere la boca del estómago
se hunde un algo agudo.
Las manos duelen
se adelgazan
y recorre en los nervios un ácido que contrae y retuerce.
A veces el dolor se hace náusea
y se escapa en hormigas que anidan el cerebro.

De: kadosh25
Enviado el: Miércoles, 25 de julio de 2007
01:03:44
Para: atlas18
Asunto: …

Y al final después de todo, no somos tan


distintos... y llegan tus ojos, tu tan
particular gesto... A veces, como ahora
(te has dado cuenta cuánto me gustan esas
palabras juntas? “a veces”, es que suenan
muy lindo, creo yo)... En fin, decía yo,
que a veces, como ahora, mis ojillos se
llenan de lágrimas inútiles que ni siquiera
terminan por caer. Y es que puedo recordar
(sí, tienes tú la facultad de ser recordado
inverosímilmente) esos ojos, ese tu tan
particular gesto. Tal vez no me creas pero
lo que te digo es cierto: vi tus ojos, vi tu
gesto, esas palabras dejaron de ser parte

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Matilda

de una canción y se hicieron tuyas. Y para


mí fue, en ese momento, como una ley. No,
pensé, no somos tan distintos. Y tal vez no
lo hacías pero yo sentía que había frases
que cantabas para mí más allá incluso de ti
mismo. Supongo que sabes por qué recordar
eso me llena los ojos de lágrimas. Y tal vez
no lo sepas pero el recuerdo de esa mirada
esa misma noche me decidió a cerrar el punto.
Pero no era eso lo que quería escribirte.
Es sólo que sonó esa canción cuando iba
abriendo esta ventana para escribirte un
correo y cambió el giro. Pero el punto es
ése. Me extrañas tú en momentos así? En
días como estos estoy tranquila a lo largo
del día, te veo, estoy sentada a tu lado,
y me siento muy contenta. ¿Qué decía yo?
Te daría risa ver cómo estoy escribiendo
esto. Mis pensamientos me superan y tengo
terminar unas frases y luego regresar para
poner otras frases que también estaba
pensando y que luego se vieron interrumpidas
aunque todo fue pensado simultáneamente.
Te confieso que me da mucha curiosidad su
nombre, como si su nombre ya pudiera darme
una imagen exacta de la escena. ¿Lo habrás
disfrutado? Y aquí viene otro pensamiento
que fue simultáneo pero que las letras no
me dieron la posibilidad de plasmarlo así:
ése es el aspecto que más celos pueden

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Xitlally Rivero Romero

causarme. Bueno, no son celos. O no sé qué


sean. En primera, qué son los celos? El punto
es que siento algo... raro. Porque siento
que tus recuerdos sexuales y/o amorosos
son en cierta medida más agradables que
los míos. Para serte totalmente honesta, yo
no disfruté la última vez antes de estar
contigo. Y no lo disfruté de ningún modo.
Genial, no lo puedo creer, la palabra celos
no está en el diccionario. Qué tonta soy
jaja, pues cómo iba a aparecer el plural.
Bueno, según la RAE:
celo1.
(Del lat. zēlus, ardor, celo, y este del
gr. ζῆλος, der. de ζεῖν, hervir).
1. m. Cuidado, diligencia, esmero que
alguien pone al hacer algo.
2. m. Interés extremado y activo que
alguien siente por una causa o por una
persona.
3. m. Recelo que alguien siente de que
cualquier afecto o bien que disfrute o
pretenda llegue a ser alcanzado por otro.
U. m. en pl.
4. m. En los irracionales, apetito de la
generación.
5. m. Época en que los animales sienten
este apetito.
6. m. Período del ciclo menstrual de la
mujer en que se produce la ovulación.

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Matilda

7. m. pl. Sospecha, inquietud y recelo de


que la persona amada haya mudado o mude su
cariño, poniéndolo en otra.
Pues no, lo que siento no cae en alguna
definición. Bueno, claro que tengo un interés
extremado por ti pero no era ésa la definición
que buscábamos. Tampoco es recelar porque
recelar es desconfiar y sospechar, y yo no
desconfío ni sospecho. Entonces no sé qué
es lo que siento. En fin. El punto es que
tus relaciones interpersonales, comparadas
con las mías, son, por decirlo de alguna
forma, más sanas. Y eso me hace pensar que
para ti es mucho más agradable recordarlas
que para mí recordar las mías propias. Es
decir, dicho en términos concretos como
me obligarías a decírtelos si te estuviera
diciendo esto en persona: para ti debe ser
mucho más agradable pensar en los buenos
momentos que pasaste con ella que para
mí recordar los momentos con otro. Así de
simple, helo ahí, eso es lo que termino
pensando cada vez que me altero con algo
relacionado a los celos. Pero el punto antes
de eso es: ¿habrás disfrutado esa última
vez? Me carcome la duda. No, carcome es muy
fuerte. Digamos que me asalta la duda. Sí,
me asalta.
Entonces vuelvo al origen. En días
así, cuando no tenemos oportunidad de

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Xitlally Rivero Romero

estar tirados en cama, o sólo nos vemos


explícitamente para estar uno al lado del
otro con computadoras enfrente... no te
extraño, decir eso es exagerado, pero me
hace falta algo. Sin que esto se haga algo
dramático, por supuesto. Y lo único que
quería era saber si a ti te pasa lo mismo.
Si no te ocurre está bien, no espero una
respuesta en específico, sólo quería saber
si te pasa o no. Otra vez, me asalta la
duda, eso es todo. Y si me asalta la duda,
entonces pueden llamarse celos? O sólo es
una curiosidad medio masoquista? Porque
entonces lo que ocurre es eso, que hiere la
boca del estómago... y bueno, ya leíste el
resto. A eso me refiero más o menos cuando te
digo que me siento pequeña. A esa sensación
de que se hunde un algo agudo y las manos
se adelgazan y me recorre algo que contrae
y retuerce.
Y lo otro que te quería decir originalmente,
es que mientras me lavaba la cara te imaginé,
no sé por qué, tocando la guitarra. Imaginé
cómo te paras, cómo te mueves. Y te me
hiciste muy sexy. Sexy en esos pantalones
que usas que entallan tus piernas, tu
cadera, tus nalgas...

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Matilda

4 de mayo
¿Qué tendrá la noche que me pone melancólica? No es la
primera vez que escribo eso. Desde que inició este año
de repente me pongo triste por las noches. Me molesta.
Porque en realidad estoy muy feliz pero no puedo evitar
esa tristeza… ¿Por qué me pongo así? Pienso en lo del
trastorno. A mí me parece que Matilda no cree mucho en
eso. No sé, entonces, lo que es.

07/08
Yo también te extraño. Te extraño porque tú, Matilda,
entre todas, eres la única persona con la que no me siento
ajena. Porque contigo no me siento sola. Porque contigo
se puede hablar de todo, de la vida y de la muerte, de
lo trivial y lo que no parece tan trivial, de lo moral y lo
inmoral y lo amoral.
Te amo por amoral, Matilda.

07/09
Te amo porque tú no llevas máscara, porque te limitas
a cerrar tu puerta y mostrarte en las ventanas, sin
ostentación, a quien le interese. Y entonces, poco a poco,
decides ir levantando velos a quien se acerque a amarte.
Te amo porque no andas ansioso por ahí, dando voces.
Porque escuchas. Y observas. Mientras yo, Matilda, no
paro de asombrarme del mundo y quiero cantarlo a cada
instante.
Más tarde…
Ya no te enojes con el mundo, Matilda. Pero por qué el
otro tiene que ser el otro, Matilda. Por qué el mundo se

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Xitlally Rivero Romero

empeña en hablar del otro. Por qué no se permiten sentir


que todos, aunque diferentes, formamos parte de un todo.
Por qué los ejercicios de encuentra las diez diferencias.
Por qué los ejercicios de semenjanza sirven para agrupar
y diferenciar de otros. Siempre otro.

14 de abril
Y cuando menos lo esperaba, ahí está otra vez. Totalmente
inesperado. Y ahí estoy yo otra vez huyendo de los espacios
cerrados, de las personas, de las miradas, de los ruidos,
de las luces. Ahí estoy yo en un columpio, a mitad de la
noche, con las luces que se quiebran por mis lágrimas.
Ahí estoy yo otra vez acurrucándome en un rincón del
baño, huyendo a gatas ante la persecusión de Matilda.
Ahí estoy yo otra vez en la regadera. Y Matilda apaga la
luz y yo, miedosa siempre, corro a prenderla en cuanto
sale. Ahí estoy yo llamando a Matilda y ahí está Matilda
abrazándome. Dice que es Matilda, mi amante, mi novio,
mi esposo: nadie va a lastimarme. Ahí estoy yo tomando
su mano y levantándome de la cama. Y subo al carro para
dejar a Olivia. Pero es demasiado: las luces, los cambios
de estación de radio, el movimiento, las voces: “Que se
calle todo, por favor, que se calle”. Olivia se disculpa y
apaga el radio. El silencio es tenso para ella. Puedo
sentirlo pero no me importa. Que se calle todo, por favor.
Que se calle. Tomo un suéter que encuentro y me tapo
los ojos, los oídos, la nariz. La migraña: ya me duelen los
olores. Llegamos a casa de Oli y ella baja. “Despídete de
Oli”, me dice papá Matilda. Y yo hago señas tímidas desde
el asiento trasero. “Ven acá”, dice Matilda amante. Y yo

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Matilda

me cuelo entre los asientos y llego a su lado. Me duele mi


cabeza. Me duele mi cabeza todo el viaje. Esto no fue una
buena idea, quiero estar en casa. Y al fin llegamos a casa
y me abrazo a Matilda y Matilda me abrasa. Y Matilda
me abrasa y me duermo. Y otra vez los ojos hinchados al
día siguiente, la huída ante la luz, el agotamiento. Había
olvidado el agotamiento de los días siguientes.

Declaración de amor a un hombre


Yo no podré decirte, niña,
de tus cabellos amarrados a mis manos
de la grandeza de tus ojos en mis ojos,
de la dulzura de tus manos en mis manos.
Yo no podré decirte, niña, de tus labios
el calor de los besos que no has dado,
el fulgor de caricias que prometes,
el caudal que se pierde en tu cintura.
Y no podré cantarte, niña, en mis excesos
la tibieza de tus senos por las tardes,
la insondable oscuridad de tus abrazos,
la ternura exquisita de tu sexo.

Amado:
te descubro infinito en el orgasmo.
Anúlame tú en el espacio de tus manos,
anúlame tú, el de delicias imposibles,
anúlame tú, el de temblores absolutos,
descárgame en ti al filo de mi grito,
grito de ti y tu nombre en la demencia
de tenerte en mi boca y abrirme en tu regazo.

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Xitlally Rivero Romero

Amado,
agota el giro.
Te abro la puerta:

05/12
Cierro los ojos. Siento unos labios sobre los míos. Abro
los ojos confundida por la sensación de sorpresa y
confortabilidad. Exactamente igual que la primera vez.
Perdida en la sorpresa de la paz de ese beso, me separé,
risueña. Matilda dijo unas palabras que ya no recuerdo
y me atrajo hacia él, bruscamente tierno. Nos besamos.
Exactamente igual que ahora.
Entonces el alcohol, ahora la excitación. He decidido
no tomar medicamentos. Lo único que quiero estable
en mi vida es estar juntos. Las luces me golpean, se
agrandan y me golpean. Sé que estoy alterada mas estoy
en sus brazos. Mi corazón se agita de golpe y pronto va
apagándose. Cierro los ojos. Sé que Matilda me habla y
pregunta si estoy bien. Quiero decirle que estoy bien pero
mi cuerpo no responde. Escucho que intenta encender el
carro. No prende. Sé que Matilda me habla y pregunta si
estoy bien. El carro no enciende porque tiene la alarma.
Toma mi mano. Dice mi nombre. Sé que está diciendo mi
nombre.
Todo se va quedando en silencio.

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Matilda

19 de septiembre
Empecé a amarlo una tarde de mayo en que estaba
aburrida. Y pensé que sería divertido salir a la calle y
enamorarme.
Pero tenía consulta. Y no tenía transporte ni dinero.
Recorrí teléfonos y lo hallé a él.
Llamó a mi puerta.
Lo dejé entrar:

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Xitlally Rivero Romero

A él...

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Matilda

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Esta edición de Matilda terminó de imprimirse el 10 de abril de
2009, en los talleres de Editorial Acero, en Monterrey.

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