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Quizás la primera impresión que puede provocar este espacio de formación es que hay un
nuevo glosario o elenco de palabras y expresiones que no son muy comunes en la manera
ordinaria como entendemos la Revelación y la Palabra de Dios: “sacramentalidad de la
Palabra”, “cristología de la Palabra”, entre otras; y en este nuevo encuentro formativo:
“fontalidad” y “transversalidad” de la Palabra. Aunque resulten términos a veces muy
técnicos del estudio bíblico y del Magisterio de la Iglesia, la idea que se expresa en ellos
realmente es muy sencilla: así como la Eucaristía es “fuente y culmen de la vida y misión
de la Iglesia” , ella “se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella” , en palabras
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Como lo mencionábamos anteriormente, haciendo un recorrido por el Mensaje Final del
Sínodo de la Palabra (2008), a través de las cuatro grandes etapas del misterio de la
Revelación, voz, rostro, casa y camino, no podemos olvidar que la novedad de la revelación
bíblica consiste “en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros” . 4
La Palabra de Dios es una especie de “polifonía”, un canto a varias voces, en cuanto Dios
la pronuncia en muchas formas y en diversos modos (Hb 1,1):
«¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como
el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos.
Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa
capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su
palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca.
Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera
enriquecerse en cualquiera de los puntos a que afocara su reflexión» 5
Y, dentro de una larga historia y con diversidad de anunciadores, “el mundo creado narra
la gloria de Dios” (Sal 19,1), y en la plenitud de los tiempos, la última y definitiva Palabra
de Dios, Jesucristo, “la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14):
“su persona, su misión, su historia, íntimamente unidas, según el plan del Padre,
que culmina en la Pascua y que se cumple cuando Jesús entrega el Reino al Padre
1 Cor 15,24). Él es el Evangelio de Dios para cada persona humana (Mc 1,1)” 6
Así la Palabra de Dios se expresó con palabras humanas en el anuncio de los profetas y de
los apóstoles. Las Sagradas Escrituras son el testimonio más auténtico de este misterio de
amor y comunicación de parte de Dios. Ahora bien, la Palabra de Dios no queda encerrada
en la Escritura:
3 Ibídem.
4 Ibídem, Nº 6.
5 SAN EFRÉN, Comentario al Diatéssaron, Cap. 118-19.
“La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde
cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de
todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo manjar
espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea
que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de
las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el
hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta
palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede
abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has
alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra
cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de
vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada
sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella;
en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en
perjuicio tuyo.
San Efrén, al referirse a la Palabra de Dios, la presenta como una “fuente inagotable” de la
que todos podemos beber, sin que se agote; es el “árbol de la vida” que nos ofrece un fruto
7 Ibídem, Nº 9.
8 SAN EFRÉN, Op. Cit.
desde cualquiera de sus lados; es la “roca que se abrió en el desierto” para saciar la sed del
pueblo de Dios. Es a esto que se llama “fontalidad” de la Palabra en la vida de la Iglesia.
Desde esta perspectiva, la Iglesia se distingue porque es “una comunidad que escucha y
anuncia la Palabra de Dios”:
“La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra
siempre de nuevo orientación para su camino. Es una consideración que todo
cristiano debe hacer y aplicarse a sí mismo: sólo quien se pone primero a la
escucha de la Palabra, puede convertirse después en su heraldo. En efecto, el
cristiano no debe enseñar su propia sabiduría, sino la sabiduría de Dios, que a
menudo se presenta como escándalo a los ojos del mundo (1Cor 1,23)” 9
La Iglesia reconoce que Cristo vive en las Sagradas Escrituras, y por ello ha tributado
siempre una veneración semejante a la del Cuerpo de Cristo, en esto que el mismo papa
Benedicto XVI llama la “sacramentalidad de la Palabra”: “Desconocer las Escrituras es
desconocer a Cristo”, en palabras de San Jerónimo . De esta manera, entonces, podemos
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La Palabra de Dios tiene una función transversal en toda la acción evangelizadora y pastoral
de la Iglesia. Nada en la pastoral es ajeno a la Palabra de Dios. Y esto no sólo es aplicable
a la pastoral sacramental o litúrgica. Se extiende a la homilía, a toda la predicación, a la
catequesis (a toda la catequesis), a la pastoral social, a la de la salud, a la de la inmigración,
a la ecuménica, entre otras. La Palabra de Dios interpela a toda la comunidad cristiana y
tiene la vocación de informar, de transformar toda la realidad eclesial. Es necesario y
urgente que la Palabra de Dios recupere la centralidad que le corresponde.
En todas las parroquias, en todos los grupos, en todas las comunidades y movimientos ha
de ser una prioridad la lectura, estudio, oración con la Biblia; en una perspectiva
actualizadora, provocadora, transformadora de la propia comunidad: Es Jesús, Palabra de
Dios, quien se hace presente, quien nos habla a través de ella. No se puede seguir hablando
de una “pastoral bíblica”, como si ésta fuese una forma de pastoral, al lado de otras formas
posibles. La Biblia es aquel fundamento imprescindible sin el que es imposible hacer
pastoral, al menos pastoral cristiana. Por eso, se hace necesario hablar de una “animación
bíblica de la pastoral”. 14
15 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación Dei Verbum, DV Nº 26.