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Introducción
San Agustín, en una de sus homilías, decía lo siguiente: "Hoy nuestro Señor Jesucristo
asciende al cielo; ascienda con El nuestro corazón".
Hoy estamos celebrando la ascensión de Jesús a los cielos. Y una manera de que
ascienda con el nuestro corazón es recordando lo que Jesús hizo y dijo en este día.
Y en esta última reunión con ellos, Jesús les dijo tres cosas:
“Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra”. Ahora los apóstoles contaban con
ese mismo poder.
No hay absolutamente nada que estuviera fuera del poder de aquel que murió y que
venció a la misma muerte.
“La Iglesia ha recibido del Señor todo el poder necesario para cumplir su misión de
salvación en favor de los hombres”(nunca nos faltaran los medios necesarios para llevar
a cabo nuestra misión. No podemos decir es imposible. Contamos con el auxilio
divino).
Los envió al mundo entero. Aquí hay una verdad que es indiscutible: el deseo de Jesús
es que todo el mundo conozca cuanto Dios nos ama.
En la antigua alianza, Israel, con sus límites geográficos y étnicos definidos, había sido
elegido como "pueblo de Dios"; en la nueva alianza, la Iglesia, que es el nuevo Israel,
no posee límites de ningún tipo; ella tiene la extensión de la humanidad; todos están
llamados a conocer el Amor de Dios por la humanidad y gozar de las promesas de Dios.
En el Apocalipsis, el autor, escucha ante el trono del Cordero un cántico nuevo: "Fuiste
degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y
nación" (Apoc. 5,9).
Decía el Papa Francisco: “ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser
bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de
evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo, la familia y los
amigos”.
Tiene que haber sido una cosa alucinante para aquellos once humildes galileos el que
Jesús los mandara a la conquista del mundo. Manifestar al mundo entero el amor de
Dios.
Pero, al escuchar esta misión que Jesús les daba les debe haber entrado un poco de
miedo. Era una misión muy grande.
Pero, tan pronto como Jesús les pide esa misión de ir por todo el mundo, les hace una
gran promesa: Les promete estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo.
Promete su misma presencia
Son las últimas palabras de Cristo y es la promesa más hermosa: su presencia continua
en medio de su Iglesia. Si es cierto que su ascensión corporal es un dogma de nuestra fe,
también lo es su presencia real en la Iglesia, sobre todo, en aquella presencia llamada
"real" por excelencia: la Eucaristía. Jesucristo resucitado, con su cuerpo, sangre, alma y
divinidad está sentado a la derecha de Dios y está en nuestros altares en el "pan de vida
eterna" y en el "cáliz de salvación".
SVM
Que podamos vivir intensamente estas tres realidades de las cuales nos hablo Jesus y
vomo decía San Agustín "Hoy nuestro Señor Jesucristo asciende al cielo; ascienda con
El nuestro corazón"