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Esta semana continuamos trabajando con el punto 1.c del programa. La semana pasada nos
centramos en algunos de los planteos que comparten la Historiografía y la Teoría Literaria. Por
cuestiones de tiempo, hemos tenido que seleccionar solo uno de los tantos trabajos que se han
ocupado de estudiar la Historia de la literatura. En este sentido, esperamos que la lectura del
artículo de Pouliquen sea un punto de partida para pensar el tema y un estímulo para seguir
profundizándolo.
Tal como lo hemos adelantado, en esta “clase”, nos ocupamos de las relaciones de semejanzas y
diferencias entre la Historia y la Literatura. A continuación, presentamos –a modo de
introducción– un recorrido por distintas perspectivas.
En la Poética, Aristóteles hace referencia a las diferencias entre historia y poesía. Para el autor,
la primera habla de lo que ha sucedido, y la segunda, de lo que podría suceder. Según el Filósofo,
la historia se inclina hacia las circunstancias particulares y los hechos, mientras que la literatura
tiende, a partir de lo concreto, hacia la universalidad. Ahora bien, mucho se ha dicho acerca de
que esta distinción implica, por omisión, el reconocimiento de una semejanza: ambas disciplinas
participan de una condición discursiva común, son narraciones, construidas según los mismos
dispositivos retóricos.
Para finales del XIX, se consideraba que la historia se diferenciaba de la Literatura porque sus
objetivos y metodología la convertían en una actividad científica. Luego, en las décadas de 1960
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y 1970, en términos muy generales, se presentaron dos tendencias. Por un lado, apoyados en la
idea de que la historia podía describir y explicar racionalmente y objetivamente los
acontecimientos del pasado, algunos estudiosos reafirmaban la cientificidad otorgada a la
narración histórica. Por otro lado, otros grupos cuestionaron fuertemente la supuesta objetividad
de la historia.
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Nos detenemos en su perspectiva porque aparece referida en el texto de White que ustedes leerán. Vale aclarar
que la obra de Frye puede considerarse como un pilar central para entender la crítica literaria en el ámbito
anglosajón. Si bien Frye suele ser señalado como uno de los representantes del New Criticism, existen profundas
diferencias entre ambas perspectivas. Por cierto, los vínculos de la obra de Frye con diversas corrientes teóricas,
que van desde el New Criticism hasta los Cultural Studies, amerita un estudio detallado que excede el objetivo de
esta clase. Para profundizar este tema, pueden consultar, por ejemplo, el siguiente link:
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/9765/50433_TESIS%20DAVID%20AMEZCUA%20.pdf?seque
nce=1
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Desde otro lugar, también en el año 1957, se publica The Uses of Literacy, la primera obra de
Richard Hoggart, quien pocos años más tarde se convirtió en uno de los fundadores de los
Estudios Culturales. Interesados tanto por la “alta” cultura como por la cultura “popular”, quienes
participaron de esta corriente teórica propusieron el estudio interdisciplinario de fenómenos
culturales y ampliaron, así, su objeto de estudio. Desde esta perspectiva, las líneas que separan
la historia de la literatura se desdibujan y se propicia, entonces, un acercamiento entre ambas.2
En 1964, Gustav Berman acuña la denominación “giro lingüístico” que, en 1968, se populariza
con la publicación de una la colección de ensayos editados por Richard Rorty, titulada en inglés
The linguistic turn. Ligado a las filosofías del lenguaje, el “giro lingüístico”3, en sentido amplio,
considera que nuestro conocimiento acerca del mundo no es factual, sino lingüístico. Es decir
que la relación entre sujeto y objeto está mediada por el lenguaje; considerado este no como un
simple medio transparente que “transmite” o “representa” objetivamente hechos, sino como un
agente constructor de mundos. El mundo es entendido, entonces, como un efecto del lenguaje o
del discurso. En otros términos, la “realidad” no está dada de antemano y tampoco existe fuera
del lenguaje, sino que es creada por el propio lenguaje. Según este contexto teórico, la
denominada “realidad objetiva” –que puede ser considerada verdadera– sería una suerte de
acuerdo intersubjetivo. Ante la pregunta acerca de qué es la verdad, Nietztche4, uno de los
filósofos inspiradores de esta perspectiva, responde:
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El estudio pormenorizado de esta corriente es parte del programa de Teoría y Crítica II. En esta “clase”
nos detenemos en la perspectiva del “giro lingüístico” a modo de introducción del texto de White.
3 Se suele hablar de “giro lingüístico” propiamente dicho y también de sus vínculos con el giro
pragmático, el giro hermenéutico y el giro pragmático-trascendental. Para mayor explicación: Alegre, J.R.
“El giro lingüístico en la filosofía contemporánea. Rastreo de sus orígenes en Nietzsche y Wittgenstein e
influencias en la filosofía actual”. En Revista Nordeste - Investigación y Ensayos- 2da. Época Nº 27, 2007.
Disponible en: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/2583-7905-1-PB.pdf
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Nietzsche, F. (1990). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos.
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De este modo, se pone en duda la posibilidad de que el método científico descubra una realidad
verdadera y objetiva independiente de la mente y del lenguaje: no existe una sola realidad externa
a los individuos, sino múltiples realidades construidas. El hecho de que esta línea de pensamiento
pueda derivar en una perspectiva “relativivista” es solo una opción frente a la posibilidad del
enriquecimiento que otorga la reflexión crítica acerca de los principios epistémicos.5
De manera extendida, el énfasis puesto en el estudio del papel del lenguaje y la construcción
discursiva abrió la posibilidad de un cambio metodológico y conceptual dentro del ámbito de las
ciencias sociales. Así, gana terreno la idea de que los textos materializan interpretaciones como
resultados de procesos complejos. En término generales, la narrativa deja de ser considerada
como un discurso neutral y verdadero con capacidad para “representar” acontecimientos
independientemente de implicancias subjetivas, políticas e ideológicas.
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Entre los numerosos trabajos tratan de superar tanto el objetivismo como el relativismo, se encuentra el libro,
publicado por la Universidad Nacional de Quilmes, en 1998, Giro lingüístico e historia intelectual.
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Su texto más conocido es Metahistoria, publicado en 1973. Los artículos “Teoría literaria y escrito histórico”,
“La trama histórica y el problema de la verdad” y “El acontecimiento modernista” fueron incluidos en versión
castellana en White (2003) El texto histórico como artefacto literario y otros escritos.
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escribir y afirma que, puesto que ningún conjunto de acontecimientos posee en sí mismo la
estructura de un relato, todo relato supone una operación de composición lingüística.
Para White, al establecer los criterios de relevancia y a la hora de seleccionar y ordenar los
hechos, el historiador prefigura la realidad: las descripciones de los acontecimientos constituyen
ya interpretaciones. Si una misma realidad puede dar lugar a diferentes interpretaciones, los
“datos reales” dejan de ser criterios de verificación o de refutación de las explicaciones históricas
supuestamente objetivas. De modo que, al igual que la literatura, también la historia hace un uso
figurativo del lenguaje y entraña una producción y no una simple representación de significados.
Afirma White que tanto los estudios literarios como el conocimiento artístico son tan válidos
para comprender el mundo como es el conocimiento científico. La tarea del historiador, según
White, consiste en recopilar los hechos e informar sobre lo que ve o cree ver en los hechos
mismos. El autor sostiene que los elementos ficcionales son parte de la manera en que esos
hechos son explicados. De este modo, postuló expresamente una gran convergencia disciplinar
entre la historia y la crítica literaria para la interpretación de los textos históricos. En su texto
“Teoría literaria y escrito histórico” (2003), afirma que:
En otro texto (que conforma el material para esta clase) cuyo título es "El texto histórico como
artefacto literario" White explica el procedimiento de tramado y sostiene que la función
tropológica subraya lo metalingüístico por encima de la función referencial del discurso. Como
verán, por trama entiende los modos particulares en que una secuencia de sucesos son
organizados en un relato y afirma que cada tipo de estructura de trama produce distintos efectos
explicativos. White considera que el funcionamiento tropológico —poético o figurativo- del
lenguaje es inmanente a su uso y, simultáneamente, es productor de significación.
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Cabe señalar que White se enfrentó a los historiadores que operaban con una noción de lenguaje
como medio de expresión formal y neutral y que, convencionalmente, separaban entre forma y
contenido. De este modo, se opuso rotundamente a quienes separaban la historia de la literatura
porque consideraban que la historia es el resultado objetivo de una investigación científica basada
en hechos y datos. 7 Mientras que para el objetivismo narrativo, los historiadores solamente
narran el pasado, el autor sostiene que lo que hacen es narrativizar, es decir, tramar los hechos
históricos como relatos coherentes. Establece así una diferencia entre narrativa; esto es una
forma de hablar sobre el mundo y narrativización entendida como una forma de representar al
mundo. Si bien White estudió sistemáticamente los elementos ficcionales y propuso la separación
de la historia de otras formas narrativas, no dudaba que los eventos descritos por los historiadores
efectivamente sucedieron.
En síntesis, el concepto de mediación lingüística, como hemos dicho, no fue acuñado por White,
sino que ha sido trasladado por este autor al campo de la historiografía y en esto radica su
contribución original. Para acercarse a la propuesta de White, por el momento, les proponemos
la lectura “El texto histórico como artefacto literario” y, para contextualizar su obra, el artículo
de Miguel Ángel Cabrera. Las semanas próximas nos detendremos en la propuesta de Ivan
Jablonca, quien se ha ocupado de actualizar todos estos planteos.
De las ideas expuestas hasta acá se deduce que la concepción de una verdad histórica anclada en
la convicción de que se puede representar la realidad en forma objetiva, verdadera y lineal ha
sido ampliamente cuestionada. En las últimas décadas, ha ganado terreno la idea de que los textos
–como interpretaciones de interpretaciones–, no son simples expresiones de una intención
autoral, sino son el resultado de procesos culturales que no deben verse simplemente como
verdaderos o falsos. Hoy en día, desde múltiples perspectivas, a veces convergentes y en
ocasiones incompatibles, ciertos aspectos que se habían establecido como limitados al ámbito de
lo estético y lo artístico vuelven a interpretarse como conectados a otros discursos, prácticas e
instituciones sociales; y estos vínculos, tan predeterminados como inestables, se conciben como
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White respondió, en su momento, a quienes cuestionaron su perspectiva. Para aproximarse a esta polémica pueden
consultar, por ejemplo, Aurell, J. “Los efectos del giro lingüístico en la historia reciente” RILCE 20.1 (200-4) 1-16.
Disponible en: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/5405/1/Aurell%2C%20Jaume.pdf
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Por último, las relaciones entre la literatura y la historia, la teoría literaria y la historiografía han
sido y son complejas y productivas a la vez. Y no solo cuando hablamos de la polémica con los
historiadores tradicionales que se llaman a sí mismos rigurosos y que establecen diferencias
categóricas entre la historia y la literatura o cuando estudiamos los vínculos entre los modos de
construir la historia y la historia de la literatura. También lo son cuando se plantea que la literatura
puede ser fuente histórica y que la historia puede ser una herramienta interpretativa de textos
literarios. Por ejemplo, en tanto se considere que la literatura es una mera ilustración de lo
conocido, los textos literarios no serían válidos para los historiadores. Contrariamente, puede
considerarse a la literatura por sí misma un evento histórico y, por lo tanto, fuente (documento)
para la construcción de la historia. En este caso, los textos literarios podrían entenderse como
una forma de acción social que merece ser estudiada como producto cultural y no como un mero
texto ficcional. Se trata de otros vínculos que, por el momento, solo quedan planteados.8
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Luego de haber leído este documento, les proponemos que lean, en primer lugar, el texto de
Hayden White “El texto histórico como artefacto literario” y, en segundo lugar, “Hayden White
y la teoría del conocimiento histórico. Una aproximación crítica.” De Miguel Àngel Cabrera.
Vuelvan a leer el texto de H. White y formulen preguntas que ese texto responde. Luego,
envíen esas preguntas por mail. El envío puede ser en forma individual o grupal. Cada
grupo puede estar conformado por dos o tres estudiantes.
¡Seguimos trabajando!
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Queda pendiente, también, detenernos en otra tendencia que surgió en los Estados Unidos de la mano de un grupo
de académicos que se autodefinen como el Nuevo Historicismo y que se preocupa por contextualizar los textos
históricos en su tiempo o momento particular en que fueron escritos. En la medida de lo posible, durante el dictado
de Teoría y Crítica Literarias II, nos ocuparemos de esta corriente.
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