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Capítulo 17 La estructura de la materia

Introducción
Luego del descubrimiento de los electrones, que constituyó un fuerte respaldo a la teoría atómica,
Thomson supuso que las unidades básicas de la materia estaban constituidas por esferas de carga
positiva a las cuales correspondía casi toda la masa del átomo, en las que se encontraban embe-
bidos los electrones en número suficiente para hacer que el átomo fuera eléctricamente neutro. Sin
embargo, este modelo, que fue conocido como el buñuelo con pasas, fue descartado para dar paso
a uno nuevo que incorporaba un importante descubrimiento realizado gracias a la utilización de la
recientemente descubierta radiación alfa en el estudio de la estructura de la materia.

17.1 El núcleo
Durante la realización de una serie de experimentos propuestos por Ernest Rutherford (figura 17.1)
en los que una lámina de oro muy delgada era bombardeada con partículas alfa, se observó, con
gran sorpresa, que algunas pocas partículas experimentaban una fuerte desviación, y que otras,
todavía más pocas, llegaban incluso a rebotar. Luego de analizar la situación, Rutherford llegó a la
conclusión de que casi toda la masa del átomo se encuentra concentrada en una esfera de carga
eléctrica positiva, de dimensiones muy pequeñas comparadas con las del átomo, localizada en su
centro y rodeada por un enjambre de electrones.

El radio del núcleo resultó ser unas cien mil veces menor que el radio atómico, debido a lo cual el
átomo es una estructura prácticamente vacía puesto que casi toda su masa se concentra en una
milmillonésima de millonésima parte del volumen que delimitan las órbitas de sus electrones, que
son las que determinan el tamaño del átomo.

Figura 17.1. Ernest Rutherford.


Capítulo 17: La estructura de la materia

Tomando en cuenta lo anterior, habría que matizar el aforismo de los atomistas griegos
según el cual somos átomos y vacío, advirtiendo que somos más vacío que cualquier otra
cosa.

Posteriores experimentos de bombardeo de átomos pesados con partículas alfa en los


236 que se detectó la presencia de átomos de hidrógeno luego de las colisiones, condujeron a
Rutherford a interpretar tal resultado como el desprendimiento de un pedazo del núcleo que
sería identificado con la partícula que hoy conocemos como protón.

El protón debe su nombre a la idea propuesta por William Prout a principios del siglo XIX
según la cual todos los átomos serían agregados de átomos de hidrógeno, de modo que
este debería ser el elemento proteico o primordial. La propuesta de Prout se sustentaba en
que las relaciones de peso de algunos átomos respecto al hidrógeno eran números enteros,
hasta donde permitía establecer el error experimental de los datos disponibles en la época.
De este modo, si se asigna la unidad a la masa al hidrógeno, la masa del helio sería 4, la
del carbono 12 y la del oxígeno 16. Pero mediciones más detalladas, como la de la masa del
cloro, que resultó ser 35.5, dieron al traste con la idea. La cuestión no habría de resolverse
hasta principios del siglo XX luego del descubrimiento de los isótopos.

Figura 17.2. Modelo clásico de átomo nuclear.

Sin embargo, el modelo de átomo nuclear (figura 17.2) adolecía de serias inconsistencias
teóricas respecto a la estabilidad de los electrones, que no se podía resolver en el marco
de la física clásica. De acuerdo con la electrodinámica de Maxwell, toda carga sujeta a una
fuerza, y que experimente una aceleración, debe radiar energía en forma de ondas electro-
magnéticas, en un proceso denominado radiación de sincrotrón. De hecho, el mecanismo
que se utiliza para emitir una señal de radio desde la antena de una emisora consiste en
someter la antena a una diferencia de potencial oscilante, que genera corrientes eléctricas
que alternan su dirección con la misma frecuencia que el potencial, emitiendo ondas elec-
tromagnéticas. De igual forma, un electrón que gira alrededor de un núcleo bajo la influencia

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Capítulo 17: La estructura de la materia

de la fuerza de Coulomb debería perder su energía cinética y caer al núcleo, cosa que no
sucede, para fortuna nuestra.

17.2 El átomo de Bohr


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Considerando que la materia tiene un alto grado de estabilidad y que, por tanto, los átomos
no colapsan, tal como podría esperarse de acuerdo con la teoría de Maxwell, en 1913 Niels
Bohr introdujo importantes modificaciones al modelo de Rutherford, la más importante de
las cuales es la existencia de órbitas electrónicas permitidas, esto es, órbitas en las cuales
el electrón puede permanecer sin radiar energía (figura 17.3). De acuerdo con esta teoría,
el electrón solo puede permanecer en aquellas órbitas cuyo momento angular, L, sea un
múltiplo entero de la constante de Planck, h, dividida por 2π, es h barra.

L = nh/2π (17.1)

Energía de órbitas
en aumento
n=3

n=2

n=1

Un fotón es emitido con


energía E = hf

Figura 17.3. Modelo de Bohr del átomo de hidrógeno.

Mediante este sencillo modelo, conformado por un único protón en el núcleo y un electrón
orbitando a su alrededor, Bohr pudo dar cuenta teóricamente del espectro del hidrógeno
con un buen grado de aproximación, basado en el supuesto de que la emisión de radiación
por parte de un átomo es el resultado de la transición de un electrón de una órbita de mayor
energía asociada al número ni a una de menor energía asociada al número nf. Gracias a
esto le fue posible reproducir la expresión matemática que describe la longitud de onda, λ,
de la radiación espectral del átomo de hidrógeno (ecuación 17.2), que había sido estableci-
da de manera empírica por Johan Balmer en el siglo XIX:

1/λ = R[1/(nf2) - 1/(ni2)] (17.2)

donde E es la constante de Rydberg.

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De acuerdo con el modelo de Bohr, un electrón que se encuentra en determinada órbita


puede acceder a una órbita superior cuando absorbe un fotón cuya energía sea exacta-
mente igual a la diferencia entre la energía del estado final y la energía del estado inicial del
electrón. Este proceso se conoce como excitación. En el proceso inverso a la excitación,
que se denomina decaimiento, o desexcitación, el electrón emite un fotón cuya energía es
238 igual a la diferencia entre los dos niveles energéticos. De lo anterior se concluye que todo
átomo puede absorber la misma radiación que es capaz de emitir.

El conjunto de todos los fotones que puede emitir un átomo como consecuencia de las
transiciones de los electrones entre órbitas permitidas constituye su espectro, que, por ser
individual y característico de cada átomo, lo identifica de manera inequívoca (figura 17.4).
Durante el siglo XIX la espectroscopía empírica fue un valioso auxiliar de la química analíti-
ca. Luego de contar con el fundamento teórico de la mecánica cuántica, la espectroscopía
hizo aportes todavía mayores para el desarrollo de la química y de todas las ramas de la
física atómica.

410 nm 434 nm 486 nm 656 nm

Figura 17.4. Espectro de emisión del hidrógeno.

Modelos atómicos

17.3 El neutrón
En vista de que el tamaño y las propiedades químicas del átomo dependen de sus electro-
nes orbitales, pero que el número de estos es menor que el número de supuestos protones
necesarios para dar cuenta de la masa atómica, y puesto que en su estado normal el átomo
es eléctricamente neutro, durante algún tiempo se pensó que en el núcleo se encontraba un
cierto número de electrones; sin embargo, una serie de inconsistencias relacionadas con el
momento angular nuclear de algunos átomos, y con la imposibilidad teórica de que los elec-
trones permanecieran en un espacio de dimensiones nucleares, condujo a postular la exis-
tencia de una nueva partícula, de masa semejante a la del protón pero sin carga eléctrica,
que diera cuenta de la masa y la estructura nuclear. Finalmente, en 1932, James Chadwick
descubrió una partícula con las características mencionadas y le dio el nombre de neutrón.

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Capítulo 17: La estructura de la materia

Gracias al neutrón, junto con el protón y el electrón, fue posible reconstruir toda la tabla
periódica en términos de las estructuras que, sujetas a ciertas condiciones de estabilidad,
se pueden conformar con tan solo estos tres tipos de partículas. En consecuencia, resulta
válido suponer que el núcleo está compuesto por un cierto número de protones, que definen
el número atómico y la identidad del átomo, y un cierto número de neutrones, que comple- 239
tan la masa del átomo, en tanto que la reactividad química depende de los electrones.

Gracias al neutrón fue posible resolver la incógnita del aparente valor fraccional de las ma-
sas atómicas de algunos elementos, que no se podía expresar como un número entero de
veces la masa del protón debido a la existencia de los isótopos. El nombre isótopo alude al
hecho de que un mismo elemento, cuya posición en la tabla periódica depende del número
de protones que alberga en el núcleo, puede presentarse con diferentes pesos atómicos
como resultado del diferente número de neutrones que posee, sin que esta situación altere
sus propiedades químicas. Así, el peso atómico del cloro que se encuentra en la naturaleza
es 35.5 unidades de masa atómica, u, que resultan de la presencia de un 75% de cloro de
35 u, 35Cl, y un 25% de cloro de 37 u, 37Cl.

La unidad de masa atómica, u, ha sido definida de tal manera que al isótopo más liviano del
carbono, el 12C, le corresponde una masa de 12 u.

El modelo atómico se completa con un enjambre de electrones, cuyo número es igual al de


los protones para un átomo neutro, distribuidos por capas en diferentes niveles energéticos.
La constitución de las capas electrónicas y del número de electrones que puede albergar
cada una de ellas está determinada por el llamado principio de exclusión de Pauli, que res-
tringe el número de electrones que pueden estar presentes en el mismo nivel de energía, de
acuerdo con los números cuánticos que definen su estado. Así, por ejemplo, la necesidad
de dar cuenta de la presencia de dos electrones en el mismo nivel atómico, tal como sucede
con el átomo de helio en su estado fundamental, exigió la introducción de un nuevo número
cuántico denominado espín, que se asocia al momento angular intrínseco de las partículas.
En el caso de electrones, protones y neutrones, el espín solo puede tomar los valores ћ/2 y
-ћ/2, en tanto que los fotones pueden tener espín ћ y -ћ, donde ћ es la constante de Planck
dividida por 2π.

17.4 Moléculas
Cuando dos átomos se acercan lo suficiente entre sí pueden intercambiar o compartir los
electrones más externos, estableciendo ligaduras que forman estructuras compuestas de-
nominadas moléculas (figura 17.5). Las ligaduras interatómicas que dan lugar a la forma-

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ción de moléculas se caracterizan por la cantidad de energía necesaria para que se reali-
cen, o por la cantidad de energía necesaria para que se rompan, lo cual está directamente
asociado a la estabilidad de las estructuras que se forman.

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Figura 17.5. Imagen de microscopio electrónico de una molécula de grafeno.

Los agregados de moléculas pueden formar tejidos, y estos, a su vez, órganos, que com-
ponen los organismos en los que se manifiesta ese peculiar estado de la materia que se
denomina vida. La precariedad de las estructuras vivientes está directamente relacionada
con su alto grado de complejidad y con la fragilidad de los enlaces que participan en la
constitución de las moléculas que almacenan el código genético, que son los más débiles
entre todos los que se pueden constituir (figura 17.6).

G T A C
C A T G
ADN

Figura 17.6. Estructura molecular del ADN.

Somos, pues, un agregado precario de protones, neutrones y electrones, pero con con-
ciencia.

17.5 Vida media y estabilidad


Los sistemas físicos más sencillos, como átomos y moléculas, se caracterizan por un pará-
metro denominado vida media, que es un parámetro estadístico relacionado con el periodo
de semidesintegración, o tiempo necesario para que el número de individuos de una po-
blación se reduzca a la mitad, que en el caso del uranio 238 (238U) es de 4 510 000 000 de
años, para los átomos de carbono 14 (14C) es de 5700 años, en tanto que para un protón
es mayor que la edad actual del universo. De igual manera, los compuestos químicos, los
agregados de moléculas y los seres vivos se pueden caracterizar en términos de su estabi-
lidad relativa o de su promedio de vida.

La pregunta que surge es: ¿qué determina la estabilidad de un sistema físico, cualquiera

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sea su dimensión y manifestación? Sin duda, se trata de una pregunta ambiciosa que no
admite una respuesta sencilla, pero gracias al estudio de las interacciones fundamentales
se pueden obtener claves para elaborar una respuesta coherente.

En términos estructurales, los seres vivos somos agregados de átomos que conforman
moléculas, de las cuales se forman tejidos y órganos, que dan lugar a sistemas relativa- 241
mente estables que interaccionan con el entorno y participan en ciclos permanentes de
crecimiento, reproducción y decadencia. Una de las características más notables de estos
ciclos es el cambio de las formas y la persistencia de la materia. Pero no es la cantidad de
materia lo único que permanece constante a través de los cambios. Un examen minucioso
de los procesos físicos revela la existencia de magnitudes como la carga, el momentum y la
energía que, además de la materia, satisfacen leyes de conservación de validez universal,
en las cuales se fundamentan los modelos y las teorías que hacen posible el análisis de los
fenómenos naturales.

En su inmensa mayoría, los fenómenos que se aprecian a nuestro alrededor son manifes-
taciones de la interacción electromagnética, en los que la extraordinaria movilidad e inter-
cambiabilidad de dos partículas elementales, el electrón y el fotón, dan cuenta de casi todos
los procesos. La vida es una manifestación de una continua reconversión molecular, que
se sustenta en la estabilidad de los átomos y en su capacidad de realizar un permanente
intercambio de electrones, a la vez que absorben y liberan energía en forma de fotones.

17.6 Interacciones nucleares fuerte y débil


La eficacia con la que la teoría electromagnética y la mecánica cuántica explican los espec-
tros energéticos y el comportamiento de átomos y moléculas, contrasta con su incapacidad
para dar cuenta de la estructura nuclear, y para explicar la estabilidad de los átomos de
larga vida y la inestabilidad de los materiales radiactivos.

Desde el momento de su descubrimiento el núcleo atómico planteó serios interrogantes


sobre las condiciones de su estabilidad. Un cálculo sencillo muestra que la energía asocia-
da a la repulsión de una pareja de protones en el núcleo es de cientos de miles de veces
mayor que la energía necesaria para retener un electrón en el átomo, ante lo cual surge la
pregunta sobre el tipo de fuerza capaz de vencer la repulsión eléctrica y responder por la
estabilidad nuclear, evitando que los protones salgan disparados en todas las direcciones.

En algún momento, cuando solo se conocían el electrón y el protón, se pensó que los elec-
trones podrían servir de ligadura entre los protones, de manera similar al enlace que existe
entre los dos átomos que forman la molécula de hidrógeno ionizado, H2+, pero diversas con-

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sideraciones teóricas y evidencias experimentales coincidieron en descartar la presencia


de electrones en el núcleo.

De acuerdo con el principio de incertidumbre, piedra angular de la mecánica cuántica, una


partícula tan liviana como el electrón no puede permanecer confinada en un espacio de las
242 dimensiones del núcleo, pues la incertidumbre en el valor de su energía sería mucho mayor
que la que se mide experimentalmente en los electrones emitidos en el decaimiento beta,
de donde se concluye que estos electrones no residían en el núcleo antes de ser emitidos,
sino que aparecieron en ese mismo instante. En contraste con la “levedad” del electrón,
solo partículas como el protón o el neutrón son lo suficientemente pesadas para permane-
cer confinadas en el núcleo.

Una vez descartado el electrón como supuesto pegamento de los protones nucleares, fue
necesario proponer la existencia de algún tipo de fuerza de mayor intensidad que la fuerza
de Coulomb, que, además, pudiera actuar sobre una partícula sin carga eléctrica como el
neutrón, y fue así como apareció en escena la denominada fuerza nuclear fuerte, por ser
de mayor intensidad que la fuerza electromagnética, y para distinguirla de la otra interac-
ción nuclear que se denomina fuerza, o interacción, débil, responsable de los decaimientos
radiactivos.

Resumen
Gracias a la posibilidad de disponer de las sondas finas que aportó el descubri-
miento de la radiactividad para el estudio de la estructura de la materia se fue
configurando una nueva visión del mundo atómico y de sus componentes subató-
micos mediante la introducción de sorprendentes y novedosas propuestas respec-
to al comportamiento de los sistemas físicos más elementales, lo cual condujo a
nuevos descubrimientos y a la postulación de interacciones hasta entonces des-
conocidas, que dan cuenta de la estabilidad y de la inestabilidad de la materia y de
sus estructuras fundamentales.

Potencia nuclear La estructura de la materia

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Cuestionario
1. ¿Por qué fracasó la propuesta de Prout de considerar que todos los átomos son
agregados del hidrógeno, que es el átomo más liviano?
2. El descubrimiento del núcleo atómico fue un gran avance en el conocimiento de 243
la estructura del átomo, pero también supuso renunciar a la teoría electromag-
nética para explicar la estabilidad del sistema. ¿Significa lo anterior que la teoría
de Maxwell es incorrecta?
3. ¿Qué porcentaje de la masa de un átomo corresponde a sus partículas de carga
negativa?
4. ¿Por qué fue necesario suponer ad hoc la existencia de las supuestas órbitas
permitidas? (¿qué quiere decir ad hoc?).
5. ¿Por qué resulta novedosa, e, incluso, ilógica la propuesta de Bohr de la existen-
cia de “órbitas permitidas” en el átomo de hidrógeno?
6. ¿Qué relación existe entre la existencia de órbitas permitidas y el carácter discre-
to de los espectros que emiten los diferentes materiales?
7. ¿Qué es espectroscopía empírica?
8. ¿Por qué se puede estar seguro de que no hay dos átomos de elementos dife-
rentes que tengan el mismo espectro?
9. ¿Cuántas partículas elementales son necesarias para conformar un ser huma-
no?
10. ¿Cuál es el mínimo número de átomos que se necesitan para conformar una
estructura molecular que se pueda considerar viva?
11. ¿Cuál es la interacción física que juega un papel más preponderante en la exis-
tencia de la vida?
12. ¿Qué papel juegan las demás interacciones en la existencia de la vida?
13. ¿Por qué no es posible que un electrón permanezca en el núcleo de un átomo
durante suficiente tiempo como para hacer parte de su estructura?
14. ¿Por qué fue necesario postular la interacción nuclear fuerte?
15. Compare la energía de interacción de un núcleo con un electrón, y del mismo
núcleo con un protón, para hacerse a una idea de la magnitud de la energía de
la interacción fuerte.

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Bibliografía
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Bloomfield, L. A. (2015). How things work. Wiley.
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