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PONENCIA:
Reflexiones para la Historia Regional y
Nacional.
Revisión Bibliográfica.
Recordatoria acerca de los Pobladores Ancestrales de la Región Fronteriza Colombo-
Venezolana y el Estado Apure.
Testimonios dejados por los descendientes de los antiguos pobladores del Estado
Apure: LUIS JESÚS PÉREZ, ANTONIO JOSÉ TORREALBA Y FRANCISCA
HERNÁNDEZ, Epígrafe.
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Autores como Tulio Febres Cordero, Tavera Acosta y Lisandro Alvarado,
entre otros, desde luego por la excelencia de sus escritos, lograron incorporar sus
regiones a la historia nacional y muchos de sus magníficos ensayos se pueden
considerar como auténticas monografías.
Así mismo, el Dr. José Manuel Sánchez Osto, tal fue su obra como
historiador, que en junio de 1938, la Academia Nacional de la Historia lo elige como
miembro correspondiente en el Estado Apure. Ocupó, además, el Dr. Sánchez Osto,
en actitud eficiente y honesta los más altos cargos y representaciones en el estado
Apure. Podía vérsele, por tanto, hoy en la Judicatura o en la rama ejecutiva, y mañana
en las corporaciones legislativas o culturales, así como en todo acto público de
glorificaciones patrias.
A José Natalio Estrada Torres, no podíamos dejarlo por fuera en esta narrativa
de los forjadores de la Historia Regional de Apure, fino poeta, gran prosista y hasta
compositor musical, él nos dejó su bello “María del Llano” y su hermoso poema
“Cayena”.
Pero si dar la ubicación exacta y geográfica del territorio ocupado por la etnia
Pumé, desde tiempos ancestrales; así como también mencionar algunas de las
poblaciones indígenas fundadas por los misioneros, muchas de las cuales hoy por hoy
desaparecidas y así mismo borradas de su ubicación que por lo regular se hacía en las
márgenes de nuestros grandes ríos y cerca de sus desembocaduras, como en el Apure,
Arauca, Atamaica, Cunaviche, Capanaparo, Cinaruco, Meta y Orinoco.
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La Cultura Pumé o Yarura, ocupa el territorio del Estado Apure comprendido
entre 6° 30” – 7° 30” de latitud norte y 67° 30” de longitud oeste; así mismo se ha
establecido esta población en las intendencias de Arauca y Casanare en Colombia.
Los primeros contactos con los indígenas de los llanos del Orinoco, los tuvo
Fray Jacinto de Carvajal en 1647. Los Misioneros Jesuitas que tuvieron a su cargo la
evangelización y reducción de los Pumé (Román del Olmo, Forreri, Melis),
subrayaron en su informe el carácter independiente de los indígenas, que los llevaba a
huir permanentemente de las diversas misiones donde intentaban agruparlos. Gilij
(1965, 111: 104 – 105) indica a este respecto que de Olmo y Forero, fueron
prototipos de misioneros “Volantes” que recorrían sin cesar las selvas con el fin de
recapturar a los fugitivos o reclutar nuevos grupos”.
El indígena Pumé, Yaruro, Luis Jesús Pérez, como dijera el fino escritor
Samuel Eduardo Cuenza: “El más venezolano por autóctono de nuestra raza”.
Los investigadores Dr. Hugo Obregón (difunto) y el prof. Díaz Pozo, tan
pronto comenzaron a estudiar la cultura yarura, con especial mención de la lengua, se
dieron cuenta de que el maestro indígena Luis Jesús Pérez, era un buen hablante de su
lengua y dotado de una gran intuición lingüística; ahí que en este trabajo se haya
incluido un relato de la vida de este indígena, para dejar testimonio de lo que fue
capaz de hacer, bajo los auspicios y dirección de tan excelentes investigadores.
Antonio José Torrealba, gran conocedor del llano, sirvió de guía a Rómulo
Gallegos cuando éste llegó en 1927 al hato de la Candelaria y le dio rica información
que le sirvió para la elaboración de Doña Bárbara: en la obra aparece representado en
la figura de Antonio Sandoval. Cuando llegamos a Cunaviche había muerto hacía un
año, pero había dejado una serie de cuadernos con el título de Diario de un Llanero.
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El éxito de Doña Bárbara le había inducido a recoger sus recuerdos y a
novelarlos. Sin tener condiciones literarias, fue llenando cuaderno tras cuaderno (más
de cuarenta a dos columnas), con escenas, coplas, recuerdos de paz y guerra y relatos
y aventuras diversas. Las mejores escenas son las que describen la vida animal. Los
primeros cuadernos se los envió a Rómulo Gallegos y parece que se extraviaron. Los
demás los hemos traído a Caracas, por generosidad de Gregorio Jiménez, su sobrino,
bisnieto de Otomacos, que era entonces secretario de la Corte Superior de San
Fernando de Apure. De esos cuadernos esperamos extraer un relato de la vieja llanera
(Cfr. 1964: 284).
Es justicia dar a conocer a estas personas, ante el pueblo que los vio nacer y
cobijó, por tanto, tiempo, y también supo de sus desdichas, los cuales tienen un
pequeño valor en la literatura provincial.
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En el último de sus poemas, titulado: (a mis hijos), narra expresivamente lo
duro que fue la vida para con ella, sin embargo, cumplió su gran misión como es la de
ser madre, con toda la nobleza y lealtad unida a una gran moralidad de la cual fue
siempre dotada para no doblegarse ante el dominio absoluto del Dios Oro.
Marzo 6 de 1933.
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Los demás escritos los hace en la década de los años cuarenta siendo el último
de los mismos el que título “Versos a mis hijos”, compuesto de 39 estrofas, de fecha
19 de marzo de 1949, poco tiempo antes de morir; escribió seis poemas a sus hijos a
quienes quería con devoción de abnegada y noble Madre.
Transcribimos las últimas cinco estrofas de este poema.
EPÍGRAFE
Esto es para evocar unos versos del romántico latinoamericano Ricardo Nieto,
en la Parábola del Desierto.
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