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Kant comienza el Prólogo de los Prolegómenos señalando una diferencia entre sus lectores.

Uno puede acercarse al libro con la finalidad de encasillar, de hacer historia de la filosofía.
¿qué implica este modo de lectura? La respuesta que brinda nuestro autor es que su texto no
está dirigido para ellos. Ellos son alumnos que deben esperar a que los grandes ingenios
piensen, entonces tienen trabajo que hacer: desde encontrar utilidad, hasta encasillar en las
categorías más abruptas el pensamiento de los filósofos. Para estos lectores, lo que dijo un
autor es texto muerto, y como en ataúdes, organizan la información que obtienen de las
lecturas. Más allá de lo dicho, ya no hay nada más que decir. Por último, Kant señala que
este lector no tiene más tarea que informarle al mundo lo que el pensador ha escrito. Pero,
¿de verdad el mundo, sobre todo, el mundo filosófico, necesita de semejantes informantes?

Esto nos indica que el lector que quiere Kant no es un lector sumiso o pasivo, no quiere
informante, sino un futuro maestro. Aquí debemos detenernos y pensar ¿qué entiende Kant
por maestro? Por Herder sabemos que Kant en sus clases no tenía otra consigna más que la
de aprender a pensar por uno mismo. El lema de la ilustración kantiana defiende que el
estudiante debe romper las riendas que tienen en él las opiniones que guarda, ya sea
recibidas de otro, o adquiridas pero sin someterlas a juicio. Atreverse a pensar por sí mismo
implica pasar a una mayoría de edad, dejar la infancia, hacerse responsable de sí mismo. No
hay un profesor que tome la mano del estudiante. El estudiante que se atreve a pensar será
un maestro. Bajo estos pensamientos, podemos vislumbrar que el maestro, es decir, el tipo
de lector que quiere Kant, es un maestro en tanto que ya no depende de nadie más, dado
que puede someter a juicio sus opiniones. Es un lector que está dispuesto a entregar su vida
al pensamiento.

La filosofía requiere este lector, requiere una persona que esté dispuesta a entregar su vida
para encontrar la verdad. La búsqueda del saber es un estado común al hombre, sin
embargo, la filosofía es algo a lo que sólo pocos quieren acceder. El lector de Kant debe ser
un hombre, debe ser filósofo. Así, la distinción kantiana entre el filósofo y el profano reside
en la libertad que puede otorgarle el pensamiento. Sólo a través del pensar es posible
acceder al conocimiento de sí. Si recordamos con exactitud, la Crítica de la razón pura es
un trabajo en el que la razón tiene la labor de conocerse a sí misma. Por lo tanto, la única
tarea del lector de Kant es tomar a la filosofía y llevarla a cumplir una de sus más arduas
tareas: el conocimiento de sí. Por ello, los límites de nuestro pensamiento no están en el
texto ni en lo que diga Kant, sino en nosotros mismos y en la verdad.

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