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I.

Modernidad y posmodernidad: elementos para entender un debate


Guillermo, A. Obiols y Silvia Di Segni de Obiols

Ahora luchemos para cumplir aquellas promesas, luchemos por liberar al mundo, por acabar con las
barreras, con los odios e intolerancia. Luchemos por un mundo con raciocinio, un mundo donde la
ciencia y el progreso nos conducirán a la felicidad. Soldados, en nombre de la democracia
¡unámonos!
Charles Chaplin, 1940.

Desde que en la antigua Grecia Heráclito afirmó que todo cambia permanentemente y Parménides replicó que lo
esencial es inmutable, calibrar la entidad y el significado de los cambios ha resultado bastante problemático. Sin
embargo, el cambio parece ser el denominador común de las últimas décadas. En la Argentina como en el mundo,
en la política como en la economía, en la tecnología como en las ideas y la vida cotidiana, en las comunicaciones
como en la educación, rápidos y significativos cambios han transformado la vida de gran parte de los hombres, a
los que nos toca vivir un complejo final de siglo. Aunque el cambio lo afecta todo y produce una crisis global de las
distintas sociedades, hay territorios, sectores, instituciones, grupos y generaciones, más o menos dinámicos, más o
menos dependientes, que viven la crisis de modo diferente. No es difícil advertir la interrelación entre los diversos
procesos de cambio: un descubrimiento tecnológico en el mundo desarrollado lleva a que tiempo después se
instale un video-club a la vuelta de nuestra casa, lo que traerá como consecuencias, entre muchas otras, menos
salidas al cine, con una reducción en el número de salas, y un mayor acceso al mundo de la imagen televisiva, con
una reducción del tiempo dedicado a otras actividades; el generalizado uso del walk-man entre los jóvenes,
replantea su relación con la música que se hace omnipresente en los contextos más diversos, incluida el aula de la
escuela que debe dar alguna respuesta a este nuevo fenómeno. Aunque advertimos la interrelación de los cambios
entre sí, más difícil resulta encontrar un hilo conductor que nos permita aproximarnos a comprender las grandes
líneas de los procesos de cambio de los que participamos, un hilo conductor que nos permita llegar a entender,
aunque sea de un modo provisional, el sentido global de los mismos y nos posibilite una ubicación más o menos
lúcida en relación con ellos. Naturalmente se puede intentar buscar este hilo conductor en muy distintas áreas y
acudiendo a distintos conceptos; explicarlo todo desde la economía, a partir de la revolución científico-tecnológica o
postular una crisis de los valores. Sin embargo, estas explicaciones suelen ser un tanto reduccionistas: todo sería
consecuencia de ciertos desarrollos producidos en el área que se privilegia. En lugar de definir una clara, pero a la
vez unilateral perspectiva, para intentar una comprensión de los procesos de cambio, hemos optado, en este
trabajo, por algo más difuso cual es considerar como punto de referencia la transición, el corte o el enfrentamiento
modernidad-posmodernidad que atraviesa las disciplinas científicas, pero también las expresiones estéticas, el
mundo de los valores, la política, la economía, la educación y la vida cotidiana. Este corte modernidad-
posmodernidad ha resultado fecundo para entender diferentes áreas sociales y aunque se lo ha aplicado a la
comprensión de la educación, en general, y a la universidad en particular, casi no se lo ha empleado para
comprender la crisis de la escuela secundaria y la situación del adolescente en relación con esta institución en las
presentes circunstancias. La expresión "posmodernidad" fue ocupando un espacio a partir de los años ochenta.
Desde su uso en los medios de comunicación en primer término, y en el vocabulario de algunos jóvenes
posteriormente, quienes la abreviaron "posmo", nos fuimos habituando a una palabra que, en casi todos los casos,
se emplea con un significado extremadamente vago. Comencemos por indagar sus orígenes. A fines de los
sesenta, Alain Touraine escribe un libro titulado La sociedad postindustrial; en la década del setenta se habla de
cultura posmoderna, con especial referencia a la arquitectura. De 1979 es el libro de JeanFrancois Lyotard, La
condición posmoderna, donde sostiene la hipótesis de que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las
sociedades entran en la llamada edad posindustrial y las culturas en la edad posmoderna. (1) La posmodernidad
sería entonces la cultura que correspondería a las sociedades posindustriales, sociedades que se habrían
desarrollado en los países capitalistas avanzados a partir de los años cincuenta sobre la base de la reconstrucción
de posguerra. Más adelante consideramos en este trabajo las características de estas sociedades posindustriales
y, lo que será objeto de nuestro especial interés, las de la cultura posmoderna. Pero hay un punto de referencia
inevitable de donde la posmodernidad recibe su nombre que es la modernidad La posmodernidad, como edad de la
cultura, debe comprenderse por referencia a lo que se denomina "modernidad", ya sea que se la considere como
su contrapartida, como su continuidad o su superación. Nuestro planteo nos llevará entonces inicialmente a la
consideración de las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII y al replanteo y las críticas de estas ideas en
el siglo XIX; posteriormente estudiaremos el desenvolvimiento de las sociedades posindustriales y la crisis de la
modernidad; seguiremos desarrollando las ideas que conforman la cultura posmoderna, para finalizar con una
valoración crítica de lo expuesto.

(1) Lyotard,Jean-Francois. La condición posmoderna. Bs.As., REI, 1989,p.13.


1. Las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII

Las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII La modernidad se había gestado en las ciudades comerciales
de la Baja Edad Media en las que se había desarrollado el capitalismo y surgido una nueva clase social: la
burguesía. En las mismas se había originado el Renacimiento artístico de los siglos XV y XVI con figuras que, como
Leonardo Da Vinci, atisbaban un futuro diferente. De estas ciudades había partido el impulso de viajar y conocer el
mundo, de afán de riquezas y de conocimiento científico. El mundo se ensancha con los grandes viajes de
descubrimiento y conquista de los siglos XV y XVI que penetran en lo desconocido y abren nuevas posibilidades al
comercio cuyo desarrollo lleva, progresivamente, a la constitución de un incipiente mercado mundial potenciado por
la plata americana. El predominio económico y político se desplaza del Mediterráneo al Atlántico, a partir del siglo
XVI. Políticamente, los estados nacionales, necesarios para encarar los enormes gastos que exigen las empresas
de la modernidad, se van consolidando frente a la multitud de condados, ducados, etc. La autoridad de los reyes,
apoyados por la burguesía, se impone sobre los señores feudales y enfrenta exitosamente al papado.

En materia religiosa, en el siglo XVI se produce la Reforma Protestante. Esta, al defender la libre interpretación de
la Biblia, significa un espaldarazo en el desarrollo del individuo. Con la Reforma, la religión se recluye en la
conciencia individual y se retira de los asuntos públicos. Por otra parte, la Reforma cuestiona la supuesta dignidad
de la pobreza y exalta el valor del trabajo con lo que propende al desarrollo del capitalismo. A la Reforma sigue la
Contra-Reforma, la intolerancia, las guerras de religión, y la ruptura política y religiosa de Europa Occidental. En el
siglo XVI Copérnico postula el sistema astronómico heliocéntrico en reemplazo de la concepción tradicional que
ubicaba a la tierra en el centro del universo. Poco después, a principios del siglo XVII, Galileo realizará astronomía
observacional y una lectura matemática de la naturaleza estableciendo las leyes de la caída de los cuerpos y
Kepler, corrigiendo a Copérnico, enunciará las leyes del movimiento de los planetas. En buena medida estas ideas
se abrirán camino luchando contra la intolerancia de la Iglesia, que llevará a Giordano Bruno, defensor de las
teorías de Copérnico y de la idea de la infinitud del universo, a la hoguera y que obligará a Galileo a abjurar de sus
creencias. A fines del siglo XVII, Newton enunciará la teoría de la gravitación universal, paradigma de la física
moderna. Este conjunto de cambios llevan a una crisis de la concepción medieval del mundo centrada en Dios y en
considerar al ser humano una criatura trascendente cuyo auténtico destino es la salvación de su alma. La
modernidad va a elaborar una concepción más bien antropocéntrica, menos religiosa y más profana, para la cual la
auténtica vida es la terrenal y el cuerpo recupera su lugar al lado del alma. Con la crisis de la concepción medieval
del mundo se cuestionan las grandes autoridades medievales: la Biblia, la Iglesia y Aristóteles. Como contrapartida,
con el desarrollo científico, los tiempos modernos darán progresivamente más importancia a la observación y la
experimentación que a cualquier autoridad. Una descripción literaria de los tiempos modernos en la que se resume
buena parte de lo expuesto se encuentra en Galileo Galilei, obra del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, quien pone
en boca de Galileo, las siguientes palabras: "Desde hace dos mil años, Andrea, la Humanidad cree que el Sol y
todos los astros del Cielo giran alrededor de la Tierra. Pontífices y cardenales príncipes y eruditos, militares y
comerciantes, alfareros y artesanos, todos creen estar parados inmóviles, sujetos a una esfera de cristal. Pero
ahora nosotros vamos a terminar con todo eso. Se acerca una nueva era, amiguito, y a mí me gusta pensar que
todo empezó con los barcos. Desde que el hombre tiene memoria, los barcos se arrastraron a lo largo de la costa.
Pero un día decidieron lanzarse mar adentro. En nuestro viejo continente se empieza a escuchar el rumor de que
hay otros continentes, y el hombre descubre alborozado que el inmenso océano, tan temido, no es más que un
modesto estanque. Surge entonces el deseo de investigar la causa de todas las cosas: por qué la piedra cae
cuando la soltamos y por qué se eleva cuando la arrojamos hacia arriba. Todos los días se descubre algo nuevo, y
si bien ya se han explicado muchas cosas, lo que queda por explicar es muchísimo más todavía. Por eso, una gran
tarea le espera a las nuevas generaciones. Una vez, cuando era joven, vi a dos albañiles que, luego de cambiar
ideas tan sólo cinco minutos, sustituyeron la costumbre milenaria de mover los bloques de granito por una nueva y
más razonable manera de disponer las cuerdas y las poleas. En ese momento me di cuenta de que el tiempo viejo
había terminado y de que estábamos ante una nueva época.

Pronto la Humanidad entera sabrá exactamente dónde habita, en qué clase de cuerpo celeste le ha tocado vivir. Al
hombre ya no le alcanza con lo que dicen los viejos textos, y donde la fe reinó mil años, hoy reina la duda. Sí, los
libros dicen eso, pero ahora yo quiero mirar con mis propios ojos, piensa. Hasta las verdades más respetadas son
puestas en tela de juicio, y ha empezado a soplar un viento que levanta las doradas vestiduras de príncipes y
prelados, dejando al desnudo piernas más gordas o más flacas, pero exactamente iguales a las nuestras. Yo te
aseguro, Andrea, que antes de morirnos vamos a oír hablar de astronomía hasta en los mercados." (2)

(2) Brecht, Bertold. Galileo Galilei. Bs.As. Teatro Municipal General San martín, 1984,p.34.

Es en este contexto que Descartes inicia sus Meditaciones metafísicas, de 1641,con las que se considera que
comienza la filosofía moderna diciendo: "Hace ya algún tiempo que me he dado cuenta de que desde mis primeros
años había admitido como verdaderas una cantidad de opiniones falsas y que lo que después había fundado sobre
principios tan poco seguros no podía ser sino muy dudoso e incierto, de modo que me era preciso intentar
seriamente, una vez en mi vida, deshacerme de todas las opiniones que hasta entonces había creído y empezar
enteramente de nuevo desde los fundamentos si quería establecer algo firme y constante en las ciencias." (3)

Descartes afirma que a lo largo de su vida ha considerado como verdaderas una cantidad de opiniones falsas y
que todo lo edificado sobre ellas no puede ser sino dudoso e incierto. De este modo, expresa sus dudas sobre todo
aquello que le han enseñado: los principios aristotélicos y los valores tradicionales; pero la duda no aqueja a
Descartes individualmente, sino que es el sentimiento de la época frente a las transformaciones que han tenido
lugar. Si el conocimiento tradicional ha mostrado no ser muy firme, es necesario "empezar de nuevo, desde los
fundamentos", es decir, refundar el edificio todo del saber; por esta. idea de "empezar de nuevo" es que Hegel
considera a Descartes un "héroe" de la filosofía. Para esta tarea es que necesita un método; el elemento esencial
de ese método es justamente la duda, ahora transformada en instrumento: no habrá que admitir proposición alguna
que no sea indubitable. Para la misma época la preocupación por el método también está presente en F. Bacon,
filósofo británico. El método es concebido por ambos como un camino para descubrir nuevas verdades, a diferencia
del silogismo que sólo permite convalidar lo ya sabido, y como un conjunto de procedimientos sencillos que
cualquier persona podría aplicar. Estas características implican una democratización del saber y una concepción
revolucionaria para la época. Inicialmente Descartes duda de todo, y, en ese momento, aparece como un
escéptico, pero profundizando en la duda descubre que en tanto que duda piensa y si piensa existe. "Pienso luego
existo" se constituye en la primera verdad. La primera certeza es la existencia del yo que piensa. La misma
existencia de Dios y la del mundo se derivarán de esta verdad. Nunca antes de Descartes se le había dado un
papel tan fundamental al sujeto pensante. La preeminencia del mismo será el signo fundamental de casi toda la
modernidad. Mientras en Europa continental se desarrolla el racionalismo, en Inglaterra crece vigorosamente otra
rama de la filosofía moderna: el empirismo. Según el empirismo, el conocimiento se halla fundado en la experiencia
y por experiencia, en última instancia, se entiende algún tipo de información sensorial. Para los empiristas no hay
ideas innatas; por el contrario, la conciencia es una tabla rasa, un papel en blanco por escribir y quien escribe es la
experiencia. La escuela empirista británica incluye a F. Bacon, contemporáneo de Descartes, J. Locke, G. Berkeley
y David Hume.

Ya en el siglo XVIII los empiristas británicos por boca de Hume, mucho más drásticamente que Descartes,
afirmaban: "Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos!
Si cogemos cualquier volumen de Teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún
razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de
cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e
ilusión." (4).

Si se repara que todavía en el año 1600 Giordano Bruno había sido quemado por la Inquisición por adherir a las
ideas de Copérnico en contra de las verdades reveladas de la teología, es notable y sintomático de un cambio de la
mentalidad imperante que sólo ciento cincuenta años después Hume, en nombre de los principios del empirismo,
se permita sugerir, metafóricamente, que los libros de teología o metafísica escolástica pueden ser quemados sin
ninguna pérdida. La tradición racionalista francesa, el empirismo británico y el desarrollo de las ciencias son en el
plano de las ideas las fuentes de las que se nutre el Iluminismo, o filosofía de la ilustración, en el siglo XVIII. Esta
corriente de pensamiento defiende una razón que se apoya en la experiencia, que va de lo singular a lo universal,
de los hechos a los principios y que, cada vez más, va tomando a la ciencia natural como el modelo de todo
conocimiento. El auge de la burguesía, el desarrollo del capitalismo y las revoluciones inglesa, norteamericana y
francesa constituyen el marco económico, social y político en el que se forman las ideas iluministas, ideas que a su
vez van a ejercer decisiva influencia en la sociedad en general y en los procesos revolucionarios mencionados en
particular. En 1751 comenzó a publicarse la Enciclopedia o Diccionario Razonado de las Ciencias, de las Artes y de
los Oficios, bajo la dirección de Diderot y D'Alembert, que buscaba reunir y sistematizar todos los conocimientos,
incluidos los pertenecientes a los oficios y las artes mecánicas, para difundirlos entre los contemporáneos y
trasmitirlos a la posteridad "para que nuestros nietos, al convertirse en más instruidos, lleguen también a más
virtuosos y más felices".

(3) Descartes, René. "Meditaciones Metafísicas", en Obras Escogidas. Bs.As. Charcas,1980,p.216.


(4) Hume, David. Investigación sobre el conocimiento Humano. Madrid, Alianza,1984,p.192

Característica de la Enciclopedia y del movimiento ilustrado es la idea de que el conocimiento es útil, debe
divulgarse y tiene un carácter liberador, pues, a mayor instrucción corresponderá mayor virtud y mayor felicidad; en
la divulgación del conocimiento los ilustrados le asignarán un papel privilegiado a la educación y, en particular, a la
escuela y al libro. La educación debe ampliarse a "todas las condiciones". Merced a la misma y al desarrollo de las
ciencias, la humanidad puede lograr un futuro mejor: progresar, tanto material como espiritualmente. En lugar de
ubicar una edad de oro en el pasado, en algún pasado remoto y perdido, mito común a varias culturas, los
iluministas creen que es posible lograr, en el futuro, una humanidad más libre de los condicionamientos de la
naturaleza. En general, los ilustrados ven al progreso como una posibilidad de la humanidad, y no como una
marcha inexorable de la misma hacia algo mejor. El iluminismo tiene una vocación universalista, sus ideales son de
tipo universal, el ciudadano ilustrado rechazará los prejuicios de raza, nacionalidad o religión y, en cambio, se
identificará con cualquier otro ilustrado en cualquier continente. En materia de religión, los ilustrados son
librepensadores, en su mayor parte no se trata de ateos, pero está muy extendida la idea de una religión natural o
deísmo.

Esta posición sostiene que en el fondo de las distintas religiones históricas habría una religiosidad racional común.
Las distintas tradiciones históricas deformarían ese núcleo natural llevando a la superstición y el fanatismo; Dios,
denominado preferentemente "Ser supremo es considerado el gran arquitecto, punto de referencia último para la
explicación del universo. La Revolución Francesa con su lema "Libertad, igualdad y fraternidad" y la democracia
política son deudoras de la Ilustración y forman parte del núcleo de las ideas de la modernidad que tanto influyen
en nuestra Revolución de Mayo y, en general, en el proceso independentista en Hispanoamérica. Una esfera
particularmente importante en el desarrollo de la modernidad está constituida por el campo de las ideas éticas. Las
normas morales y jurídicas de un pueblo se originan generalmente a partir de las tradiciones religiosas. Durante
siglos se concibió al Estado como dotado de una religión oficial. En la Europa medieval, más allá de las diferencias
entre los distintos pueblos que la conforman, la religión católica es la fuente de las normas morales y jurídicas, las
cuales dejan poco margen para el desarrollo de ideales de vida individuales que contradigan las tradiciones
sociales. En ese marco, las minorías musulmana y judía son apenas toleradas. Con la Reforma Protestante y las
guerras de religión del siglo XVII se quiebra la unidad religiosa y la idea de fundamentar la moral y el derecho en la
religión cede su paso entre los iluministas a una concepción que busca establecer normas universales
fundamentadas racionalmente. El progreso que ha proclamado la ilustración tiene en el dominio de la moral un
ámbito privilegiado y, en esta esfera, el progreso consistirá en buscar establecer normas que, en lugar de valer
para un pueblo o una cultura determinadas, valgan para todos, sean universales y, en vez de estar basadas en la
tradición o en la religión, tengan un fundamento racional. En realidad, los requisitos de racionalidad y universalidad
se complementan. La ética de Kant, expuesta en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y en la
Crítica de la razón práctica va a constituir el más elaborado intento por construir una ética universal de naturaleza
racional. Según Kant puede haber muchas cosas buenas como el valor, la decisión, la perseverancia y otras
muchas cualidades, pero ninguna de ellas puede ser llamada buena sin restricción, porque cualquiera de estas
cualidades pueden llegar a ser malas y dañinas si la voluntad que ha de hacer uso de ellas no es buena. Una
voluntad buena, en cambio, lo es en cualquier circunstancia y con independencia de que alcance un fin propuesto.
No importa el éxito de la acción. Así, por ejemplo, si hago todo lo posible por ayudar a una persona y finalmente
fracaso en el intento, esto no diminuye el valor moral de la acción. La buena voluntad es buena cuando obra no por
inclinación, es decir, siguiendo alguna tendencia de nuestra sensibilidad, sino cuando obra por deber. En nuestras
acciones podemos obrar en forma contraria al deber, siguiendo alguna inclinación, por ejemplo, cuando no ayudo a
una persona que se encuentra en apuros porque privilegio mi comodidad. También puedo obrar de acuerdo al
deber, pero por inclinación, cuando ayudo a una persona, pero lo hago porque soy amigo de ella. Finalmente,
puedo obrar simplemente por deber cuando ayudo a una persona porque el deber manda ayudar a un semejante.
Sólo estas últimas acciones merecen la calificación de moralmente buenas. Las contrarias al deber son moralmente
malas y las que se efectúan de acuerdo con el deber, pero por inclinación, son moralmente neutras. Así, por
ejemplo, Kant analiza el caso de los actos de beneficencia y señala que hacer beneficencia es un deber pero que
en realidad muchas personas experimentan un cierto regocijo al efectuar la beneficencia; en consecuencia, obran
de acuerdo al deber, siguiendo una inclinación, pero no por deber y su acción, aunque no es moralmente
reprochable, tampoco es digna de que se le adjudique valor moral. Kant define al deber como la necesidad de una
acción por respeto a la ley. Se refiere a la ley moral universal que la razón práctica da a la voluntad y que dice que "
... no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal" (5).

(5) Kant, Manuel. Fundamentación de la metafísicade las costumbres. Madrid,Espasa-Calpe, 1967,p.72.

Esta ley, a la que Kant llama imperativo categórico, quiere decir que no debo obrar sino de acuerdo con máximas
que puedan universalizarse. Sólo obro moralmente bien cuando puedo querer, es decir, aceptar por propia
convicción como obligatorio para mí, que el principio de mi querer se convierta en ley válida para todos. Así, por
ejemplo, supongamos que en determinadas circunstancias puedo obtener un beneficio diciendo una mentira, mi
máxima podría expresarse así: "En caso de que me sea útil diré una mentira". Esta máxima puede servirme, pero,
según Kant debo generalizaría y pensarla como si fuera una ley que dijera: "Cualquier persona, en caso de que le
sea útil, puede decir una mentira". Al universalizarse, se advierte que esta máxima no puede valer como ley
general, pues, si todos mienten, la misma mentira ya no sería eficaz. La máxima, en resumen, no es moralmente
buena. Lo moralmente malo consiste en que el sujeto se permita acciones que no les permite a los demás.

El imperativo categórico se constituye así en el fundamento racional de las normas morales que la modernidad
buscaba. Ante la necesidad de obrar, el sujeto racional debe preguntarse si la máxima con la que se está guiando
es universalizable o no. La ética kantiana es a priori, puesto que el imperativo categórico no depende de
condiciones-o circunstancias empíricas, es formal porque lo que enuncia es la condición general a que deben
someterse las acciones para ser consideradas moralmente buenas, pero no dice en concreto o en particular qué es
lo que debe hacer cada individuo; precisamente por dejar librada a cada individuo la elección de las máximas, con
la sola restricción de que sean universalizables, la ética kantiana es autónoma. Jürgen Habermas, filósofo alemán
de la escuela de Frankfurt, realiza una síntesis del significado del Iluminismo con las siguientes palabras: "El
proyecto de modernidad formulado por los filósofos del iluminismo en el siglo XVIII se basaba en el desarrollo de
una ciencia objetiva, una moral universal, una ley y un arte autónomos y regulados por lógicas propias. Al mismo
tiempo, este proyecto intentaba liberar el potencias cognitivo de cada una de estas esferas de toda forma esotérica.
Deseaban emplear esta acumulación de cultura especializada en el enriquecimiento de la vida diaria, es decir en la
organización racional de la cotidianeidad social." (6)

Como se habrá advertido, el conjunto de ideas gestadas en los siglos XVII y XVIII constituyó una concepción del
mundo alternativa a la cosmovisión cristiana indiscutiblemente hegemónica en el medioevo y se tradujo en
instituciones y pautas concretas de conducta que orientaron la vida de los hombres en todo el mundo. América no
fue ajena a este proceso y en ocasiones se consideró que la modernidad tenía más posibilidades de plasmarse
integralmente por constituir un territorio virgen en el que sería más fácil organizar la sociedad desde las pautas
modernas. El proceso de revoluciones independentistas que desde fines del siglo XVIII se desarrolla en el
continente es expresión del clima de ideas de la modernidad.

2. El siglo XIX: críticas y replanteos de las ideas de la modernidad

En lo económico-social, el siglo XIX es la época de la consolidación del desarrollo industrial iniciado en la segunda
mitad del siglo anterior, con la aplicación en gran escala de la máquina de vapor a las comunicaciones y la
producción. Con la Revolución industrial se desarrolla un nuevo sector social, el proletariado o la clase obrera, que
trabaja en. las minas de carbón y en las fábricas y que va a librar importantes luchas sociales, que en algunos
momentos se transformarán en luchas políticas. Todo el período está marcado por un ascenso constante en todos
los países europeos de la burguesía. En todas partes es su capital el criterio que sitúa a los individuos dentro o
fuera de la misma. La burguesía, por una parte se opone a la nobleza; por la otra, se opone a las reivindicaciones
obreras y populares, siendo ella misma heterogéneo y tejiendo alianzas alternativamente con uno u otro sector
social. En el plano político la primera mitad del siglo XIX oscilará entre la revolución y la restauración, entre las
repúblicas o monarquías constitucionales y las monarquías o imperios absolutistas. Ya en la segunda mitad, la
revolución política se desvanece y lo que predomina es el despliegue del capitalismo en el mundo. La restauración,
después de la derrota de Napoleón en 1815, reacciona contra el Iluminismo. De Maistre y de Bonald, pensadores
tradicionalistas, desechan la posibilidad de que el hombre programe racionalmente la sociedad. El segundo de los
nombrados afirma: "E hombre no puede dotar de una constitución a la sociedad política, como tampoco puede
dotar de gravedad a los cuerpos o de extensión a la materia". (7)

(6) Habermas, Jürgen. "Modernidad un proyecto incompleto". En Casullo, Nicolás, El debate modernidad-
posmodernidad. Bs.As. Puntosur,1989,p.137.

(7) Citado por Droz,Jacques. Europa: restauración y revolución,1815-1848. Madrid, Siglo XXI , 1974,p.4.

En una orientación similar, para la Escuela histórica del derecho que se desarrolla con fuerza en Alemania, la
generación anterior carecía de "sentido histórico". Se desenvuelve el nacionalismo que constituirá una fuerza
política importante en el siglo XIX y que enfatiza como elementos diferenciadores de la nación los aspectos
geográficos, étnicos, religiosos y lingüísticos, reivindicando el volkgeist, el espíritu del pueblo, y las tradiciones
nacionales. En realidad, aunque el siglo XVIII, llamado el "siglo de las luces", es el siglo del auge de la razón
universalista y de la idea de progreso, no faltarán en el mismo tendencias que cuestionarán tanto la idea de
progreso como la posibilidad de una razón universalista en el plano práctico y aun en el teórico. Expresión de estos
cuestionamientos a la modernidad es el alemán Johann G. Herder quien en su Filosofía de la historia para la
educación de la humanidad sostiene una concepción providencialista de la historia en la que cada pueblo debe
desarrollar sus propias instituciones y formas espirituales que le son características. Para Herder, cada época
constituye una plenitud en sí y no hay progreso en la historia. Las ideas de Herder se ampliarán y desarrollarán en
el romanticismo alemán del siglo XIX, cuyos ideales se contrapondrán marcadamente al Iluminismo del XVIII.
Mientras el Iluminismo se identifica con la razón y la ciencia, el romanticismo tiene una mayor inclinación por la
emoción, la fuerza, la sensibilidad y lo instintivo. El romanticismo privilegia la excitación y la aventura a la
tranquilidad y la seguridad; aprecia las pasiones fuertes y destructoras -el amor romántico- que pueden culminar
con la muerte del enamorado.

Lo estético es más valorado que lo utilitario. Los románticos admiran lo exótico y lo misterioso que se identifica con
lo remoto, lo asiático, lo antiguo, lo primitivo, la naturaleza, y reivindican la Edad Media y sus historias de castillos y
brujas. Se idealizan las labores campesinas y se condena el industrialismo -en una época de pleno desarrollo
industrial- que se asocia con la fealdad. La personalidad debe liberarse de la moralidad y los convencionalismos
sociales al servicio del orden. Hay un culto del héroe y del gran hombre que vive la vida intensa y arriesgadamente.
Políticamente el romanticismo es antiuniversalista y nacionalista, considerando que la nación es una especie de
organismo que posee un alma o espíritu que la anima, siendo los individuos miembros de la misma. Separados de
la nación, los individuos no son nada, pierden sus "raíces", para usar una metáfora naturalista frecuentemente
empleada por los románticos. El romanticismo es fuertemente antiliberal en la medida en que el liberalismo
considera a la sociedad como la suma de los individuos y defiende los derechos de éstos. Como contrapartida, es
fuertemente aristocratizante. Por sus propias concepciones, el romanticismo es un movimiento más literario que
filosófico y que dará grandes poetas como el inglés Byron o el italiano Leopardi. La crítica de la modernidad en el
siglo XIX iniciada por el romanticismo culminará en su segunda mitad con el pensamiento de un filósofo
extremadamente corrosivo: Federico Nietzsche. Para éste, la filosofía occidental, con excepción de Heráclito y otro
puñado de filósofos, ha sido una filosofía del ser que busca un fundamento absoluto y que se ha olvidado del
devenir, una filosofía del concepto que ignora la vida y la voluntad de vivir, una filosofía de la razón que se opone al
testimonio de los sentidos. Nietzsche también critica la moral por su antinaturalidad, por su oposición a la vida, por
condenar los instintos y por constituir una evasión del mundo real, de las condiciones concretas de existencia. En
realidad, la moral tradicional es para Nietzsche una moral de esclavos que exalta el dolor, la pequeñez, la
humildad, la amabilidad, la bondad, la objetividad, el amor al prójimo y que niega la que sería una moral de señores
que apreciaría la vida, el poder, la grandeza, el placer, la virilidad. La moral tradicional ha significado un ascenso de
los valores de los débiles; el liberalismo, la democracia, la Revolución Francesa y los movimientos sociales del siglo
XIX se inscriben en esta línea valorativa a la que Nietzsche opone la voluntad de vivir que es el mayor desmentido
a la objetividad, al igualitarismo, a la piedad y a la compasión. Vivir es arriesgar la vida y vivir peligrosamente. La
crítica de la religión comienza por hacer notar que la religión nace del miedo. El cristianismo invierte los valores
greco-romanos y destruye los valores de los pueblos germánicos, la bestia rubia, el germano bárbaro, es
domesticado. El cristianismo significa la pérdida del sentido de la tierra, la pérdida de los instintos y la introducción
de los valores mezquinos, propios del rebaño, y de la noción de pecado, una idea que atenta contra los instintos de
la vida. Para que el hombre viva, Dios ha de morir; para que la vida florezca en la tierra, no debe haber más allá.
Pero Dios ha muerto como fruto de la modernidad. A través de las experiencias del antropocentrismo del
Renacimiento, el racionalismo desde Descartes, el poder del pueblo con la Ilustración y del auge de la ciencia con
el positivismo, no hay lugar para Dios en la cultura moderna que es una cultura secularizada. Hemos matado a
Dios. Como resultado de la muerte de Dios, el hombre moderno ha llegado al nihilismo que significa una falta de
metas, una falta de respuestas a los porqué que se habían respondido desde Dios. Nos hallamos perdidos. No hay
posibilidad de obrar a partir de un fundamento sólido. La experiencia del nihilismo se acentuará en la experiencia
vital del siglo XX después de las dos grandes guerras mundiales y todos sus horrores.

Pero el siglo XIX no es todo romanticismo, sino que en buena medida puede encendérselo como una continuación
crítica de la línea que arrancando con Descartes y el empirismo británico se prolonga hasta el Iluminismo y Kant.
Tres son los grandes pensadores que expresan esta continuidad crítica respecto de la Ilustración: Comte, Hegel y
Marx. Augusto Comte funda el positivismo en la primera mitad del siglo XIX. ¿Qué significa "positivo"? Comte dice
que positivo significa lo real frente a lo quimérico o lo fantástico, lo real es lo dado en la experiencia; positivo
también significa lo útil, frente a lo ocioso, con lo cual Comte defiende una concepción instrumentalista del
conocimiento que tiene fuerza por lo menos desde Bacon; positivo significa también lo preciso, contra lo vago, lo
indefinido; positivo es lo constructivo, lo organizador, frente a lo destructivo; por último, positivo es lo relativo, frente
a lo absoluto, conocimiento de fenómenos, no de esencias. El punto de partida de Comte es una filosofía de la
historia que se resume en la ley de los tres estados. En el estado teológico se explican los fenómenos por medio de
seres sobrenaturales, sus fases son el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo, y se corresponde con un poder
espiritual teocrático y un poder temporal monárquico unidos en un estado de tipo militar. El estado metafísico
arranca del monoteísmo y despersonaliza la fuerza divina, y la causa de los fenómenos pasan a ser ideas
abstractas o principios racionales. Es un período crítico en el que irrumpen las fuerzas negativas, disolventes de la
inteligencia. En el estado positivo la especulación metafísica es sustituida por una investigación de los fenómenos
limitada a la búsqueda de sus relaciones. En este estado, los sabios o científicos pasan a desempeñar el poder
espiritual que antes ejercieran los teólogos y los industriales ocupan el poder temporal que en el primer estado
ejercieran los monarcas. Esta reivindicación de los industriales es de origen saintsimoniano y en ella se expresa el
carácter burgués y la aguda percepción de Comte de la importancia de este nuevo sector social que se está
desarrollando con la revolución industrial. El pasaje por los tres estados, además de una dimensión social tiene una
dimensión individual: el niño es un teólogo; el adolescente, un metafísico; y el adulto, un científico o una mentalidad
positiva. La ciencia, para el positivismo, se apoya en una metodología general de tipo inductivista. Los hechos
singulares son conocidos por la observación y la experimentación; no hay conocimientos a priori; por vía inductiva
se pueden llegar a establecer leyes que no explican los fenómenos, sino que describen las regularidades
observables en los mismos. La ciencia tiene un carácter instrumental, es valiosa porque sirve a la técnica y a la
industria. Las ciencias se ordenan en una jerarquía que tiene en su base a la ciencia más general, menos compleja
y que ha alcanzado en primer término el estado positivo: la matemática; apoyándose sobre la matemática se
encuentra la astronomía que es un poco menos general y poco más compleja que la matemática; a continuación se
hallan la física, la química, la biología y, finalmente, la sociología. Esta última es la más compleja, la menos general
y la menos desarrollada. La sociología es concebida por Comte como una ciencia natural, la denomina "física
social" y tiene por objeto establecer las leyes que rigen el desarrollo social como el de un organismo vivo. Comte
lamenta que la sociología todavía esté en pañales y atribuye a este escaso desarrollo los desórdenes sociales de
su época. Naturalmente, el atraso de la sociología se explica por la complejidad del objeto de que se ocupa: el
hombre en sus relaciones sociales, lo que ha hecho que todavía no haya llegado al estado positivo. Cuando la
sociología ingrese, con Comte, al estado positivo, la humanidad en su conjunto habrá ingresado al tercer estado.

Esta concepción de las ciencias sociales como desarrollo de las ciencias naturales es típica del positivismo. En la
sociología de Comte se distinguen la estática y la dinámica social. La estática social estudia al individuo, la familia y
la sociedad desde la perspectiva del orden, es decir, desde la estructura que le da a estos objetos estabilidad y
firmeza. La dinámica social, en cambio, estudia el progreso; es decir, el cambio, el pasaje de un estado a otro.
Cada estado (teológico, metafísico y positivo) constituye una situación transitoria, a excepción del último, que es el
estado definitivo. . En una línea de pensamiento muy distinta de la de Comte, Hegel, en los primeros años del siglo
XIX, en su Filosofía de la historia, trata de demostrar que el mundo de la voluntad no está sometido al azar, que lo
que sucede en la historia tiene un carácter racional, que hay un espíritu que se está desenvolviendo en la historia.
La primera categoría que surge al pensar el proceso histórico es la de "variación", la de que en la historia todo pasa
y nada permanece: "En la historia caminamos entre las ruinas de lo egregio" (8); pero a la categoría de variación
incesante, sucede la categoría del "rejuvenecimiento": de la muerte surge una nueva vida, como en el mito del ave
fénix; pero la nueva vida no es idéntica a la anterior, la nueva vida encarna otro momento en el desarrollo del
espíritu, el espíritu se sublima. Cada pueblo, según Hegel, encarna un momento en el desarrollo del espíritu y
ningún individuo puede saltar por encima del espíritu de su pueblo. El papel de los grandes hombres de la historia
es encarnar o interpretar adecuadamente el espíritu del pueblo, éstos son los conductores de los pueblos, como
Napoleón, por ejemplo. En realidad, los grandes hombres, creyendo perseguir sus propios fines, su gloria, cumplen
con el papel asignado por la historia. A esta superposición entre el fin de la historia y el fin subjetivo, Hegel la llama
la argucia de la razón. Con estas categorías analiza el papel desempeñado en la historia por cada pueblo o cultura,
desde China e India hasta los pueblos germánicos, considerando que "América es el continente del porvenir", es
decir, que todavía no ha ingresado en la historia universal pero lo hará en el futuro. A grandes rasgos, Hegel ve en
el desarrollo histórico una marcha hacia mayores grados de libertad. En los grandes imperios orientales, uno solo,
el emperador, es libre. En las polis griegas y la república romana, muchos, los ciudadanos, son libres. El
cristianismo proclama la igualdad de los hombres ante Dios y, con la reforma protestante que reivindica la libre
interpretación de la Biblia, los pueblos germánicos encarnan el mayor grado de libertad alcanzado.

(8) Hegel, Georg Wilhelm. Filosofía de la historia universal. Bs.As. Anaconda,1946,p.19.


A mediados del siglo XIX, Marx construye su filosofía sobre la base de las doctrinas de la filosofía clásica alemana,
la economía política inglesa y el socialismo francés.'De la filosofía alemana Marx rescata buena parte del
pensamiento de Hegel y Feuerbach, un filósofo de la izquierda hegeliana. De la economía política británica, Marx
toma la teoría del trabajo como base del valor, teoría ya enunciada por Adam Smith y David Ricardo. Desde la
revolución de 1789, Francia había sido el caldo de cultivo de doctrinas socialistas con figuras como Babeuf, que ya
en 1789 levanta las banderas rojas y que termina guillotinado, o SaintSimon y hechos políticos de la envergadura
de la Comuna de París de 1871, primera experiencia de una insurrección obrera y popular que logra controlar París
durante unos meses. Este pensamiento socialista es calificado por Marx como socialismo utópico, como una
expresión voluntarista al que opondrá el socialismo científico. Mientras los socialistas utópicos imaginaban al
socialismo como una vuelta hacia un pasado más simple, Marx lo entiende como el avance hacia un mayor grado
de complejidad y desarrollo social, posibilitado por el capitalismo.

Según Marx, el modo de producción capitalista lleva a una concentración de la burguesía -habrá cada vez menos
burgueses, cada vez más ricos- y a la proletarización de la inmensa mayoría de la sociedad, a una socialización
cada vez mayor de la producción en grandes establecimientos industriales, y conduce a crisis de superproducción
con inevitables recesiones. De las condiciones en que se desenvuelve el modo de producción capitalista surge la
necesidad de un nuevo modo de producción: el socialismo, en el cual se establecerá la propiedad colectiva de los
medios de producción y desaparecerá la burguesía como clase social. El proletariado, a través de la revolución
social, puede y debe acelerar el proceso de surgimiento de la nueva sociedad. Las ideas de Marx inspiraron la
mayor parte de los procesos revolucionarios del siglo XX. Hegel, Marx y Comte expresan, cada uno a su manera,
un pensamiento que cree ver en el desarrollo histórico de la humanidad una cierta lógica: desarrollo del espíritu,
lucha de clases y pasaje de la ignorancia al conocimiento, respectivamente. Los tres además confían en que la
humanidad puede progresar, y en algún caso hasta afirman que el progreso se ha de producir inexorablemente,
aunque definen este progreso de manera distinta: el reino de la libertad bajo la monarquía constitucional para
Hegel, el estado científico-positivo en el que la sociedad es dirigida por los industriales para Comte y la sociedad
socialista producto de la lucha de clases para Marx. Los tres tienden a pensar en términos de la humanidad en su
conjunto y aunque a ellos les interesa el desarrollo del individuo y su libertad, encuentran las posibilidades de
realización del mismo inscribiéndolo en proyectos colectivos. También con grandes diferencias entre sí, Hegel,
Marx y Comte cuestionan las ideas iluministas y la revolución francesa, pero sus teorías se desarrollan tratando de
corregir, mejorar y superar estas ideas que son el punto de partida de los tres. Es por eso que los consideramos
como expresiones de la modernidad que aunque producidas en el siglo XIX, tendrán una gran influencia a lo largo
del siglo XX. Desde Descartes hasta Marx, las ideas de la modernidad surgidas en interacción con la lucha política
y el desarrollo científico- tecnológico modelaron el mundo en el que vivimos. Aunque en pugna entre sí, muchas
veces desvirtuadas al llevarse a la práctica y hasta habiendo engendrado criaturas monstruosas, su sello se
encuentra presente en las instituciones políticas y las prácticas sociales desde la salud a la educación, en los
valores, las creencias y las actitudes de millones de hombres por todo el planeta. Cuando Charles Chaplin, en
plena Segunda Guerra Mundial, en "El gran dictador" llamaba a luchar, lo hacía para liberar al mundo y acabar con
las barreras, los odios y la intolerancia -ideal universalista-, por un mundo con raciocinio y en democracia, en el que
la ciencia y el progreso nos conduzcan a la felicidad, es decir, levantaba todavía los grandes ideales de la
modernidad. Terminada la guerra... ¿se realizaron estos ideales? y lo que es más importante ¿continuaron o
continúan, los mismos, jugando un papel orientador, siendo movilizantes? Para contestar estas preguntas debemos
detener por ahora el recorrido por las ideas de la modernidad y pasar a considerar los cambios que en el orden
económico social permiten hablar de sociedades posindustriales, que constituyen el ámbito en el que se
desarrollan las ideas de posmodernidad.
3. Sociedades posindustriales y cultura posmoderna

Podemos ahora volver atrás y recordar que, para Lyotard, la posmodernidad sería una edad de la cultura que se
correspondería con un tipo de sociedad a la que se llama sociedad posindustrial. Para comprender entonces la
cultura posmoderna, debemos ahora presentar

sucintamente las sociedades posindustriales, el marco en el que se gesta la cultura posmoderna.. La sociedad
posindustrial, también llamada capitalismo tardío, era tecnotrónica, se habría desarrollado fundamentalmente en los
países capitalistas avanzados luego de finalizada la segunda guerra mundial, desde los años cincuenta en adelante
y se caracterizaría por un notable desarrollo de las fuerzas productivas -a través de la automatización y la
cibernéticaque produciría una enorme riqueza material, y una profunda modificación en la composición de las
clases sociales: disminución de la cantidad de obreros agrícolas e industriales, aumento de profesionales liberales,
técnicos, científicos y empleados. Las sociedades industriales se habían desarrollado sobre la base del modelo
taylorista de producción en grandes series, la línea de montaje que tan fácilmente se asocia con la producción de
los sólidos Ford T, y que en su momento satirizara Chaplin en "Tiempos Modernos"; en cambio, en las sociedades
posindustriales predominaría la producción de, relativamente, pequeñas series de artículos que son fabricados para
una duración mucho más breve, ya que la constante innovación tecnológica los tornará obsoletos rápidamente.
Dicho en forma gráfica: ya no hay unos pocos modelos de televisores o heladeras repetidos hasta el infinito, sino
una infinita variedad; tampoco se pretende que estos artículos vayan a "durar toda la vida", sino un corto período de
tiempo porque pronto serán reemplazados por modelos más avanzados. Por otra parte, el sector terciario, la
producción de servicios concentra la mayor parte de la población económicamente activa, porque la industria
automatizada necesita menos personal pero mucho más capacitado. En este contexto, el conocimiento es la fuerza
de producción fundamental y la información y su adecuada circulación es imprescindible para el éxito de los
emprendimientos económicos. También la producción agropecuaria sufre importantes modificaciones: continúa el
desarrollo de la tecnificación, pero hay mucho más cuidado en el empleo de agroquímicos, apreciándose una
producción más "natural", libre de agentes contaminantes. Los cultivos orgánicos, sin embargo, no suponen un
retorno a métodos artesanales, sino, por ejemplo, un control biológico de plagas que requiere un gran conocimiento
de las distintas especies y una tecnología capaz de interferir en su reproducción sin necesidad de rociar los cultivos
con productos químicos de alta toxicidad. Las modificaciones tienen lugar no sólo en la faz productiva, sino también
en la comercialización de millones de mercancías en la que se desarrollan nuevas y sofisticadas formas de
marketing. El supermercado tradicional, por ejemplo, en el que se compra y vende masivamente una gama de
productos poco variados, se corresponde más bien con la fase industrial; hoy, en cambio, los grandes
supermercados realizan sus ganancias sobre la base de diseñar políticas de venta muy cuidadas para intentar
diferenciarse evidenciando un gran conocimiento de las necesidades y deseos de los clientes. Ejemplo de estas
políticas es el ofrecimiento de múltiples productos, envasados de distintas maneras, con presentaciones
especiales, premios, y asociados entre sí (una gaseosa puede venderse junto con un vaso que tiene impresa una
imagen de los "Simpsons"). Quizás la cara más visible para el gran público de las nuevas formas de
comercialización esté dada por la presencia de los "shoppings", esos gigantescos centros comerciales que
constituyen un monumento al consumo v que reorganizan la vida de millones de personas pues, al decir del
norteamericano Alan T. Durning: "Los centros comerciales se convirtieron en las plazas de nuestra vida pública, y
las marcas y cadenas de negocios que allí conviven son los íconos de nuestra cultura popular." (9)

El "shopping" es el sitio por el que circulan personas y mercancías y, aunque originario de Estados Unidos de
América, se extiende por Japón y Europa y también en las sociedades subdesarrolladas donde, según el mismo
Durning: "Los ciudadanos más ricos de las naciones pobres emulan este consumismo como mejor pueden y para
ello construyen palacios de compras amurallados en medio de la suciedad y la escualidez de sus ciudades". Las
líneas de producción y comercialización correspondientes a las sociedades posindustriales requieren actualización
e innovación constantes, decisiones rápidas y descentralizadas, incompatibles con los regímenes fuertemente
burocráticos de la Unión Soviética y los países del Este que habían resuelto exitosamente, en cambio, los
problemas correspondientes a una sociedad industrial, hasta los años cincuenta o sesenta. La decadencia de estos
regímenes a finales de los ochenta puede explicarse como el resultado de no haberse adaptado a las condiciones
de la época posindustrial, lo que hizo que sus economías dejaran de ser competitivas internacionalmente y se
abriera un abismo entre la opulencia del consumo entre grandes sectores del oeste y la austeridad en el este.
Estos cambios en lo económico han significado una modificación importante en varios otros órdenes y, en
particular, han implicado: nuevas demandas al sistema educativo, ya que la producción necesita un trabajador que
tenga una buena formación general que le permita adaptarse a nuevas tecnologías a lo largo de su vida productiva;
la comercialización requiere un empleado más calificado. . Como ya se dijo, las sociedades posindustriales se han
desarrollado plenamente en los llamados países capitalistas avanzados en la segunda mitad del siglo XX. Sería allí
donde se habría gestado la cultura posmoderna, pero gracias a los medios de comunicación dicha cultura se
extendería rápidamente por todo el mundo, aun en los lugares que están muy lejos de constituir sociedades
posindustriales o que viven la época de posindustrialización de un modo muy distinto, como lo son los países
sudamericanos. Por otra parte, vale la pena señalar que el concepto mismo de sociedad posindustrial no es
aceptado por otros autores que prefieren hablar de capitalismo tardío o capitalismo avanzado para resaltar que de
lo que se trata es de la etapa del capitalismo multinacional, en la que el capital se extiende a territorios o dominios
antes no tan mercantilizados como los relacionados con la producción estética que, como lo hace notar el
norteamericano Fredric Jameson, en su libro El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (10),
recibe hoy apoyos institucionales y canaliza inversiones multimillonarias, desde los vestidos hasta los aviones,
pasando fundamentalmente por la arquitectura cuyos productos están más cercanos a la economía, con cifras de
negocios siempre crecientes.

(9) Durning,Alan. "Shoppings": El nuevo espacio público". Bs.As., Clarín,22-10-92.

(10) Jameson,Frederic. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Bs.As. Paidos,1992,p.17.
La otra cara de este capitalismo tardío sería, en la visión de sus críticos, la ampliación de la brecha que separa a
ricos y pobres y la extensión de la marginalidad social aun en las propias sociedades capitalistas desarrolladas en
las que coexisten, apenas separados por un muro y unos cuantos agentes de seguridad, el mundo mostrado en
"Dallas" o "Dinastía" con los "homeless" y toda clase de marginados, principalmente inmigrantes que provienen de
los países más pobres: hispanos en los Estados Unidos de América, africanos y asiáticos en Europa Occidental.

4. Las ideas de posmodernidad

En una primera aproximación y considerada negativamente, la edad de la cultura que llamamos posmodernidad y
que se correspondería con las sociedades posindustriales, como contrapuesta a la modernidad, sería la época del
desencanto, del fin de las utopías, de la ausencia de los grandes proyectos que descansaban en la idea de
progreso. Como ya se dijo, esta idea, con importantes diferencias en la manera de concebirla, está en la base de
las grandes filosofías hegemónicas, de los sistemas de ideas que han tenido una gran influencia en la sociedad, en
los siglos XVIII, XIX y XX: el iluminismo, el positivismo y el marxismo, y sus expresiones políticas principales, desde
el conservadurismo democrático hasta el comunismo pasando por el liberalismo, el socialismo y aun los
populismos. El desencanto se produce porque se considera que los ideales de la modernidad no se cumplieron,
menos aún si se entiende que dichos ideales eran universalistas, es decir, debían valer para toda la humanidad.
Así, Esther Díaz, profesora de filosofía de la Universidad de Buenos Aires, afirma: "El proyecto de la modernidad
apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, el arte se expandiría como forma de vida y
la ética encontraría la universalidad de normas fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones
sociales y culturales de los últimos decenios parecen contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada de
utopías, se dirigía hacia un mañana mejor. Nuestra época desencantada, se desembaraza de las utopías.", (11)

Lyotard, por su parte, denomina, peyorativamente, "grandes relatos" (12) a los proyectos o utopías cuya finalidad
era legitimar, dar unidad y fundamentar las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las
éticas y las maneras de pensar. Uno de los grandes relatos modernos es de origen hegeliano: la historia humana
es concebida como la marcha del espíritu hacia la libertad, todo lo real es racional y todo lo racional es real. Otro de
los grandes relatos es el de la emancipación de los trabajadores y la lucha por la sociedad sin clases, de origen
marxista. Un tercer gran relato de origen positivista promete un mundo de bienestar para todos basado en el
desarrollo de la ciencia y la industria.

A la luz de estos "grandes relatos", para aceptar provisionalmente el nombre con que Lyotard denomina a estos
proyectos de la modernidad, se podía fundamentar la institución escolar: formación del espíritu y búsqueda del
saber por el saber mismo en las pedagogías idealistas de tanta influencia en el desarrollo de una escuela clásica,
humanista y "desinteresada" o por lo menos no crudamente utilitaria, apoyada en la enseñanza del arte, la ciencia y
la filosofía; concientización para la emancipación y escuela productiva en las pedagogías de orientación socialista;
escuela científica y tecnológica, con base en la biología y la psicología, desprecio por la metafísica y afirmación
explícita de fines utilitarios, en las pedagogías de orientación positivista y liberal. Pero, según Lyotard, todos los
"grandes relatos" han entrado en crisis, han sido invalidados en el curso de los últimos cincuenta años, por
diferentes acontecimientos, desde los campos de concentración, pues no todo lo real es racional, hasta la crisis del
marxismo en la versión de los países del este. Estas diferentes maneras de contar una historia universal de la
humanidad que conducen a la emancipación de la misma han fracasado. Es la muerte de las utopías o de las
ideologías (en el sentido de sistemas de ideas que apuntan al futuro y prometen, cada uno a su manera, emancipar
a la humanidad). Dice Lyotard:

"El pensamiento y la acción de los siglos XIX y XX están dominados por la idea de la emancipación de la
humanidad. Esta idea es elaborada a finales del siglo XVIII en la filosofía de las Luces y en la Revolución Francesa.
El progreso de las ciencias, de las artes y de las libertades políticas liberará a toda la humanidad de la ignorancia,
de la pobreza, de la incultura, del despotismo y no sólo producirá hombres felices sino que, en especial gracias a la
Escuela, generará ciudadanos ilustrados, dueños de su propio destino. 'De esta fuente surgen todas las corrientes
políticas de los últimos dos siglos, con excepción de la reacción tradicional y del nazismo. Entre el liberalismo
político, el liberalismo económico, los marxismos, los anarquismos, el radicalismo de la III República, los
socialismos, las divergencias, incluso violentas, pesan poco si se las compara con la unanimidad que reina en
todas partes cuando se trata del fin que se ha de alcanzar.

(11) Díaz,Esther. "¿Qué es la posmodernidad?". En autores varios. ¿Posmodernidad? Bs.As., Biblos,1988,p.22.

(12) Lyotard,J.F.Op.Cit.p.63.
La promesa de libertad es para todos nosotros el horizonte del progreso y su legitimación. Todos conducen o creen
conducir hacia una humanidad trasparente para sí misma, hacia una ciudadanía mundial. "Estos ideales están en
declinación en la opinión general de los países llamados desarrollados. La clase política continúa discurriendo de
acuerdo con la retórica de la emancipación. Pero no consigue cicatrizar las heridas infringidas al ideal 'moderno'
durante casi dos siglos de historia. No es la ausencia de progreso sino, por el contrario, el desarrollo
tecnocientífico, artístico, económico y político, lo que ha hecho posible el estallido de las guerras totales, los
totalitarismos, la brecha creciente entre la riqueza del Norte y la pobreza del Sur, el desempleo y la 'nueva
pobreza', la deculturación general con la crisis de la Escuela..." (13)

La declinación de los ideales modernos, un hecho que constata en la opinión pública de los países desarrollados,
sería, según Lyotard, el resultado del desarrollo de los mismos que han llevado a las guerras, los totalitarismos, la
pobreza, etc. Sólo el lenguaje de la política con sus promesas y sus exhortaciones por un mundo mejor, seguiría
siendo moderno, pero, también en este campo, en los últimos tiempos, el tema de la presunta muerte de las
ideologías es uno de los tópicos que se ha convertido en un lugar común del lenguaje de vastos sectores políticos
que justifican de esta manera una conducta pragmática y la adaptación de su discurso a las nuevas condiciones.
Por otra parte, el surgimiento de candidatos ajenos por sus antecedentes al mundo de la política supone una
asunción de los políticos tradicionales de la crisis en que se encuentran. La modernidad fue un producto
típicamente europeo en sus orígenes y cuando se extendió, en nombre de lo universal, fuera de Europa lo hizo de
una manera avasallante; frente a ella sucumbieron culturas asiáticas, africanas y americanas que carecían de un
desarrollo científico-tecnológico comparable al europeo. Sin embargo, allí donde había fuertes culturas autóctonas,
la modernización de las sociedades fue sólo parcial y puede hablarse de una modernidad periférica; en cambio,
donde la inmigración europea ocupó un espacio vacío o desalojó a débiles culturas indígenas, como en Estados
Unidos de América o Australia, los principios de la modernidad calaron hondo. Hoy, que se anuncia una crisis o un
colapso definitivo de la modernidad, hay un espacio para que reaparezcan los particularismos culturales en su
momento sometidos. Así, por ejemplo, la crisis de los principios de la modernidad también ha sido diagnosticada
desde ciertas cosmovisiones orientales que consideran que las ideas de dominio de la naturaleza desarrolladas en
Occidente a partir de
Bacon y Descartes están llevando a la aniquilación de la vida y la destrucción del mundo. En esa línea, Takeshi
Umehara, filósofo japonés contemporáneo se pregunta: "¿Es tan difícil, hoy en día, ver que la modernidad por
haber perdido su relación con la naturaleza y el espíritu, no es otra cosa que una filosofía de muerte?" (14)

Si es cierto que asistimos al colapso de las filosofías de la modernidad, si se trata de una crisis terminal,
corresponde preguntarse qué alternativas se abren o cómo es el mundo posmoderno. La posmodernidad no sería
un proyecto o un ideal más, sino, por el contrario, lo que resta de la crisis de los "grandes relatos", lo que queda de
la clausura de las ideologías. De ahí la denominación de "condición posmoderna", utilizada por Lyotard, para
indicar que se trata de un estado de cosas en el que vive el hombre contemporáneo de los países capitalistas
avanzados. La posmodernidad tendría la fuerza de los hechos consumados, pero no es unívoca la interpretación y
valoración de esos hechos; por el contrario, distintos autores han destacado ciertos sucesos y menospreciado otros
con lo que han llegado a distintas cosmovisiones posmodernas, a veces contrapuestas entre sí. Una primera
pregunta que podría formularse es: ¿qué queda cuando se desvanecen las utopías? En lugar del futuro, el
presente y algo del pasado. Esto se advierte en el lenguaje. La modernidad había acuñado toda una constelación
de palabras que giraban alrededor del término "futuro", palabras que sólo tenían sentido por referencia al mismo
tales como "ideal", "proyecto", "progreso", palabras que habían servido como nombre de cines, teatros, mueblerías
y confiterías. También estas palabras (podría constatar Lyotard) se encuentran en "declinación en la opinión
general" y no sólo en los países desarrollados. En su reemplazo, se acuñan o reactualizan otras expresiones más
propias de la época como "reciclaje", "relax", "imagen", "consumo", "final de la historia", etc. En lo que sigue
exploraremos las ideas de posmodernidad en las áreas de la arquitectura y la expresión estética, las concepciones
antropológicas y el mundo de los valores, las nuevas actitudes ante la ciencia y las teorías sobre el final de la
historia, considerando a diversos autores que han llamado la atención sobre ideas y sucesos que signan el mundo
en que vivimos.

(13) Lyotard,Jean-Francois. "Esquela para un nuevo decorado". En La posmodernidad.


(explicada a los niños). Barcelona,Gedisa,1987.

(14) Umehara,Takeshi. "¿Un mundo dominado por la disciplina de oriente?" Buenos Aires Clarín, 17-10-92.

5. La cultura de la imagen: otra estética

En arquitectura, la piqueta que en nombre del progreso derriba lo viejo sería típicamente moderna, el "reciclaje" que
recupera el pasado, posmoderno. Otra tendencia de cuño posmodernista es el predominio de lo ornamental y lo
escenográfico: columnas de plástico que nada sostienen, arcos que nada dividen, etcétera, por sobre lo racional y
lo funcional, que definían, en general, el punto de vista moderno. Producto de volver superficialmente la mirada al
pasado son las "modas retro", el culto por las antigüedades o la nostalgia irónica de los programas radiales o
televisivos dedicados a las décadas pasadas. En forma paralela, en arte y literatura, se imponen la deconstrucción
y la recomposición, es decir, la descomposición de un todo y la organización de un nuevo producto con la mezcla
de partes, dando lugar a un "collage", la ruptura de la distinción entre literatura y crítica, cierto populismo estético y
el desvanecimiento de la antigua frontera entre la cultura de élite y la cultura comercial o de masas.

Las tecnologías audiovisuales tienen un papel hegemónico en la comunicación y gracias a ellas todo es
omnipresente, con todo se puede jugar; y todo lo ocupan: la televisión no trasmite sucesos que acontecerían
igualmente sin ella, sino que las cosas son hechas para ser televisadas, hasta hay un sexo telefónico y muchas
imágenes, muy sofisticadas acompañadas de pocas palabras, constituyen la forma de comunicación predominante.
Signos icónicos para indicar al peatón que debe detenerse o que puede avanzar, para señalar el toilette de varones
y mujeres, logotipos en la papelería de las grandes empresas, pero también en el pequeño emprendimiento
familiar, porque, en todos los casos la comunicación por la imagen predomina". "No lo diga, muéstrelo" es la
consigna, y como lo anuncia una agencia de publicidad "Para muestra basta una imagen", al lado del dibujo de un...
botón. La multiplicación de las imágenes puede producir saturación en los receptores y condenar a las
necesariamente imágenes a una vida efímera: no están destinadas a perdurar, sino más bien a provocar un
impacto y orientar una conducta; impacto y conducta que se buscará reforzar con nuevas imágenes. Aunque el
espectador es bombardeado por las imágenes, no necesariamente permanece pasivo frente a las mismas; así, por
ejemplo, el argentino Eliseo Verón ha destacado las distintas conductas del televidente frente al televisor al señalar
que: "Hoy sabemos que el término genérico de zapping recubre varios fenómenos diferentes. Los investigadores
norteamericanos han identificado cuatro tipos de comportamiento. El zapping propiamente dicho acto de cambiar
de canal cuando llega la tanda publicitaria que corta un programa. El zipping, que consiste en acelerar el pasaje de
un programa que el individuo ha grabado en videocasete, con el fin de 'saltar' los spots publicitarios. El flipping, que
cambia de programa durante una emisión, sin que ese cambio tenga ninguna relación con la tanda publicitaria. Y
por último el grazing, que es una ida y vuelta permanente entre dos o más programas y que traduce la voluntad de
seguir varias emisiones simultáneamente." (15)

Este tipo de conductas le permiten al argentino Oscar Landi preguntarse no sólo qué es lo que la televisión ha
hecho con la gente, sino qué es lo que la gente hace con la televisión, constatando que hay una acción recíproca.
Según el mismo autor, el videoclip se constituye en el lenguaje de fin de siglo, en el videoclip predominan las
siguientes características técnicas y formales: "...'collage' electrónico (imágenes movidas de objetos movidos en
varias capas espaciales); división, simultaneidad y fragmentación de la narración en planos y significados;
secuencias en un tiempo no lineal; manipulación digital de los colores y formas; absoluta artificiosidad de la
composición de la imagen; simulación de escenas; transformaciones geométricas libres; efectos gráficos; fusión,
disolución y simultaneidad de imágenes; superposiciones; tomas desde ángulos extremos; iluminación desde atrás
de la escena; montajes rápidos; utilización del dibujo animado, de ¡imágenes computarizadas y de la danza." (16)

Estas características del videoclip a las que se podría agregar la ausencia de palabras, se trasladan, en buena
medida, al conjunto de la producción televisiva; así, la otrora inmóvil señal de cada canal se construye ahora con el
mecanismo del 'collage" electrónico que termina haciendo surgir de las profundidades de la pantalla el número que
identifica a cada emisora; los montajes rápidos, las superposiciones, fusiones, disoluciones, etc. están a la orden
del día en los programas para jóvenes, que se acostumbran rápidamente a las pautas de un lenguaje visual muy
complejo y rápido y que se aburren frente a un paneo, una cámara fija o una
comunicación con muchas palabras. La estética del videoclip también se traslada al cine en films como JFK de
Oliver Stone quien dice: "JFK es una de las películas más rápidas. Son como esquirlas dirigidas al cerebro.
Tuvimos 2.500 cortes, quizás unos 2.200 enfoques de cámara." (17)

(15) Verón,Eliseo. "Zapping,zipping,flipping,grazing".Bs.As., Clarín,24-10-91.


(16) Landi,Oscar. Devórame otra vez Bs.As., Planeta ,1992,p.35.
(17) Citado por Landi,O.Op.Cit,p.39.
Por otra parte, muchos films publicitarios son costosísimas y sofisticadas producciones hechas sobre la base de los
recursos y la estética del videoclip. La publicidad, que mueve millones de dólares, se torna omnipresente; las
marcas abandonan el púdico dobladillo y se exhiben, como "Adidas" o "Benetton", en un par de zapatillas o en
letras en gran tamaño en una remera. La publicidad es aceptada como arte y el artista integrado al sistema social,
en la medida en que los nuevos medios de producción, sofisticados y caros, sólo están al alcance de grandes
empresas o muy ricos mecenas. La producción estética posmoderna, a diferencia del modernismo artístico, ya no
escandaliza a nadie, por el contrario se encuentra incorporada a la cultura oficial de la sociedad occidental en la
medida en que, como dice Jameson, se ha integrado en la producción de mercancías en general. (18)

Aunque más adelante será objeto de estudio específico, vale la pena señalar que la escuela, en general,
permanece al margen de esta revolución en las comunicaciones que implican los medios e ignorante de la cultura
de la imagen en la que se encuentra, a pesar de que sus alumnos, los jóvenes, son los mayores consumidores de
esa cultura de la imagen. Como dice Oscar Landi: 'En un mundo hipermediado como el que vivimos, en el que una
imagen borra a la otra y una noticia desaparece rápidamente de la escena por la superposición de otra nueva, la
escuela podría jugar un gran rol en la formación de competencias para clasificar, ordenar, interpretar, jerarquizar y
criticar el tan fluido y caótico mundo de imágenes y palabras en el que vivimos." (19)

Por el contrario, lejos de desempeñar el papel de un ámbito para el lúcido análisis del mundo de las imágenes, la
escuela desarrolla para los alumnos, en la figura de las autoridades y los profesores, una imagen, vetusta y
obsoleta, que no puede competir con las imágenes de los medios y cuyos mensajes son tratados como uno más de
los que reciben permanentemente.

6. Del sujeto moderno al individuo posmoderno

La modernidad había significado la emancipación del individuo del sometimiento al medio familiar o social. Desde la
Reforma Protestante y la constitución del sujeto cartesiano, la consideración por el individuo y el respeto de sus
derechos no habían hecho más que aumentar; no obstante, el individuo se inscribía en los grandes proyectos
colectivos. Para algunos autores, en la cultura posmoderna se acentúa el individualismo hasta el nivel del egoísmo,
en un "proceso de personalización" que abarca todos los aspectos de la vida social y que significa, según el francés
Gilles Lipovetzky (20), por un lado, la fractura de la socialización disciplinaria y, por el otro, la elaboración de una
sociedad flexible basada en la información y en la estimulación de las necesidades. Al individualismo lo acompaña
la ausencia de trascendencia, ya no sólo en un sentido religioso, producto de la desacralización
de la modernidad, sino que también desaparece la trascendencia, laica de una vida consagrada a un ideal,
cualquiera que éste sea.

Más que nunca antes la consigna es mantenerse joven. Se exalta el cuerpo a través de - una variedad de dietas,
gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas cuyo significado como señala Paula
Andaló ha cambiado: "Ahora todas quieren tener veinte años. No es como antes, cuando la cirugía plástica servía
para borrar alguna arruga rebelde o mejorar una nariz demasiado aguileña. Ahora es distinto. Las mujeres que
llegan hoy a la operación pretenden transformar sus cuerpos. Se rebelan contra las leyes de la Naturaleza e
intentan detener el paso del tiempo desde la camilla de un quirófano. El rostro deja de ser el mismo, las facciones y
hasta las expresiones cambian radicalmente. Se desafía a la biología para lograr una meta que parece
inalcanzable: quitarse por lo menos dos décadas de vida de la superficie de la piel." (21)

Aunque, en general, esta exaltación del cuerpo que abarca a hombres y mujeres es presentada como un cuidado
del mismo, como la defensa de un tipo de vida sana y saludable, y, a veces, algunas de las dietas o gimnasias
pueden efectivamente producir este resultado, en la mayor parte de las ocasiones se trata más bien de lucir un
envase o un envoltorio superficialmente presentable y es por eso que esta exaltación del cuerpo se acompaña de
una exaltación de los sentidos y de un hedonismo que, en general, conspira contra la salud. Dos mil quinientos
años después comprobamos que Platón estaba equivocado, no somos el alma, sino el cuerpo. Porque somos el
cuerpo es que lo mostramos desnudo con llamativa facilidad y el nudismo se encuentra en ascenso en la cultura
posmoderna. El sujeto se autoconcibe como un individuo constituido por un cuerpo con necesidades que deben ser
satisfechas constantemente y que, al mismo tiempo, se va consumiendo irremediablemente, aunque, una batería
de terapias logre demorar la decadencia.

(18) Jameson,Frederic. Op.Cit.,p.17.


(19) Landi,Oscar. Op.Cit.,p.141.
(20) Lipovetzky,Gilles. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo.
Barcelona,Anagrama,1986.
(21) Andaló, Paula "Las señoras teenagers" .Bs.As. ,Clarín,15-9-92.
Este individuo, aunque establezca vínculos con otros semejantes, se halla fundamentalmente solo, entre otros
individuos que persiguen su propia satisfacción; la imagen de la realización personal y la felicidad es el "relax", un
estado de ausencia de tensiones, difícil de alcanzar por los esfuerzos que se requieren, precisamente, para llegar
al mismo. Aislado, vive su existencia como perpetuo presente, con un pasado que es el tenue recuerdo de
frustraciones y satisfacciones y un futuro, que sólo es concebido como un juego de nuevas necesidades y
satisfacciones. En consecuencia, busca el consumo, el confort, los objetos de lujo, el dinero y el poder, elementos
necesarios para dar respuesta a las necesidades que se le plantean y que definen a la sociedad posmoderna como
la apoteosis de la sociedad de consumo. Mientras la modernidad exaltaba el ahorro, ahora se estimula el crédito a
través de tarjetas que con un simple "track- track" todo lo resuelven de un modo casi mágico y facilitan el consumo,
porque en la antinomia tener o ser, para la cultura posmoderna soy lo que tengo. Este sujeto posmoderno se halla
muy lejos de aquel sujeto que hacía de la conciencia y del cultivo esforzado de una persona su mayor orgullo. Al
contrario, la publicidad nos invita a adelgazar sin esfuerzo, a estudiar un idioma sin esfuerzo, a dejar de fumar sin
esfuerzo y a lograr el colmo de la felicidad en una playa del Caribe, con la piel tostada, bebiendo un trago,
recostado en una reposera, con los ojos cerrados y el walk-man colocado. A fines de noviembre de 1992, el linyera
de la popular historieta de Tabaré satirizaba esta idea de felicidad y su recepción entre los pobres diciendo: "A
veces me gustaría poner la mente en blanco"; "No pensar en nada"; "Ser solo un cuerpo con sensaciones
placenteras"; para rematar en el último cuadro: "Pero pienso cuánto me costaría y me pongo loco", lo que daba pie
a la reflexión de Diógenes, el perro: "En materia de sensaciones, el escalofrío es lo más barato". (22)

Desde una perspectiva de moderada defensa, Lipovetzky sintetiza: ..."valores hedonistas, respeto por las
diferencias, culto a la liberación personal, al relajamiento, al humor y a la sinceridad, al psicologismo, a la expresión
libre: es decir, que priva una nueva significación de la autonomía dejando muy atrás el ideal que se fijó la edad
democrática autoritaria. Hasta fecha en realidad reciente, la lógica de la vida política, productiva, moral, escolar,
asilar, consistía en sumergir al individuo en reglas uniformes, eliminar en lo posible las formas de preferencias y
expresiones singulares, ahogar las particularidades idiosincrásicas en una ley homogénea y universal, ya sea la
'voluntad general', las convenciones sociales, el imperativo moral, las reglas fijas y estandarizadas, la sumisión y
abnegación exigidas por el partido revolucionario: todo ocurrió como si los valores individualistas en el momento de
su aparición debieran ser enmarcados por sistemas de organización y sentido que conjurasen de manera
implacable su indeterminación constructiva. Lo que desaparece es esa imagen rigorista de la libertad, dando paso
a nuevos valores que apuntan al libre despliegue de la personalidad íntima, la legitimación del placer, el
reconocimiento de las peticiones singulares, la modelación de las instituciones en base a las aspiraciones de los
individuos." (23)

La segunda revolución individualista de que también habla Lipovetzky ha arrasado con valores, virtudes e
instituciones que habían surgido en la "edad democrática autoritaria" y triunfa en cambio el libre despliegue de la
personalidad íntima, con el derecho a la expresión sin límites y a vivir una sexualidad en la que ya no hay tabúes.
Exprese sus preferencias, sus deseos, sus gustos, hable, llame a la radio, aunque sea a la FM más cercana, vaya
a la televisión, o mejor produzca algo, un video casero, haga expresión corporal, haga gimnasia o baile o, tal vez,
una "gym-dance", pinte o haga manchones, cante o grite, pues, todo sirve. Entre los que pueden comer, nadie
acepta el menú fijo, todo el mundo quiere comer "a la carta". En el otro extremo, críticamente, el francés Alain
Finkielkraut en su libro significativamente titulado La derrota del pensamiento, en el que sostiene la tesis general de
que la exaltación de los particularismos culturales ha hecho olvidar el ideal iluminista de una vida guiada por el
pensamiento, se halla lejos de aceptar a la sociedad posmoderna como la de la realización de la libertad y señala:
"Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de satisfacer sus deseos inmediatos de
divertirles al menor coste posible. El individuo posmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y
aleatorias, ha olvidado que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar de cadenas, y la propia cultura algo
más que una pulsión satisfecha." (24)

Lipovetzky da cuenta de la existencia de dos caras del "proceso de personalización". Una limpia u operativa que
consiste en todos los procedimientos fluidos y desestandarizados que las sociedades avanzadas ponen a
disposición de sus miembros para las opciones de sus ciudadanos-clientes: Usted podrá viajar en tren, en ómnibus,
en avión, en barco, etcétera; si lo hace en avión podrá hacerlo en vuelos diurnos o nocturnos, con escalas o sin
escalas, en el
sector de fumadores o en el de no fumadores, comiendo esto o aquello, etcétera. La otra cara del mismo proceso a
la que se puede llamar salvaje o paralela, se origina en la voluntad de autonomía y de particularización de los
grupos e individuos: feministas, neofeministas, de amigos del video, de homosexuales, de minorías étnicas o
lingüísticas, etcétera, que reivindican su propia identidad.

(22) Bs.As., Clarín, 29-11-92.


(23) Lipovetzky,G. Op. Cit. Prefacio.
(24) Finkielkraut,Alain. La derrota del pensamiento. Barcelona, Anagrama,1990,p. 128.
Estos microgrupos, que en las sociedades modernas se hallaban subordinados o incluidos en los grandes
agrupamientos que definían a la sociedad, como el sindicato o el partido político, pasan a primer plano ante la crisis
de las organizaciones mayores y tejen una tupida red de grupos secundarios. Lipovetzky proporciona en las
siguientes palabras un buen resumen de la sociedad posmoderna: " ... es aquella en que reina la indiferencia de
masa, donde predomina el sentimiento de reiteración y estancamiento, en que la autonomía privada no se discute,
donde lo nuevo se acoge como lo antiguo, donde se banaliza la innovación, en la que el futuro no se asimila ya a
un progreso ineluctable. La sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, se
instituyó como ruptura con las jerarquías de sangre y la soberanía sagrada, con las tradiciones y los particularismos
en nombre de lo universal, de la razón, de la revolución. Esa época se está disipando a ojos vistas; en parte, es
contra esos principios futuristas que se establecen nuestras sociedades, por este hecho posmodernas, ávidas de
identidad, de diferencia, de conservación, de tranquilidad, de realización personal inmediata; se disuelven la
confianza y la fe en el futuro, ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso, la gente quiere
vivir enseguida, aquí y ahora, conservarse joven y no ya forjar el hombre nuevo." (25)

Para Lipovetzky, la sociedad posmoderna es la era del vacío en la que los sucesos y las personas pasan y se
deslizan, en la que no hay í ojos ni tabúes definitivos, pero tampoco tragedia o apocalipsis. En la sociedad
posmoderna no hay lugar para la revolución, ni para fuertes compromisos políticos, la sociedad es como es y la
idea de cambiar radicalmente a la misma, no se le ocurre a nadie. Naturalmente, también la educación se modifica
de una época a otra: después de la educación autoritaria y mecánica, que Lipovetzky atribuye a la modernidad, se
constituye el "régimen homeopático y cibernético"; después de la administración imperativa, la programación
opcional, a la carta, que sería propia de la posmodernidad. Más adelante volveremos sobre la cuestión de la
educación en las condiciones de posmodernidad. La sociedad posmoderna es la del consumo cool, más discreto,
más íntimo que el consumo ostentoso o hot de unas décadas atrás. Se necesitaba de la riqueza proporcionada por
la sociedad posindustrial, de la afluencia de bienes y su inmensa diversidad, para que se produjera esta segunda
revolución individualista, que rompe con la etapa democráticaautoritaria" que caracterizó la primera irrupción del
individualismo en los inicios de la modernidad definitiva de una segunda fase de la modernidad en la que se
acentúa el proceso de personalización. Otros autores, como el antropólogo francés Marc Augé, en una línea afín
con Lipovetzky, han señalado, que no hay una posmodernidad, sino más bien una "sobremodernidad", expresión
con la que se quiere indicar que las sociedades posindustriales viven los desarrollos o "excesos" de la modernidad,
exceso de acontecimientos, saturación de imágenes que nos permiten visualizarlo todo, desde las calles de San
Francisco hasta los desiertos de África, y exceso de individualización. (26)

Para Finkielkraut, sin embargo, hay una abismo entre el surgimiento del individuo en los tiempos modernos que,
significó una emancipación del yo del nosotros, de la razón frente a los tabúes, del pensamiento frente a las
tradiciones seculares, y el egoísmo posmoderno en el que el individuo sustituye su razón por sus pulsiones. Así
dice: "Vivimos en la hora de los feelíngs: ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni invención, belleza ni fealdad,
sino una paleta infinita de placeres, diferentes e iguales. La democracia que implicaba el acceso de todos a la
cultura se define ahora por el derecho de cada cual a la cultura de su elección (o a denominar cultura su pulsión del
momento)." (27)

La crisis del individuo constituido en los tiempos modernos también es aprovechada para revitalizar concepciones
orientalistas, de tipo holístico y naturalistas. Según ellas, la armonía del hombre con la naturaleza se lograría a
través de una suerte de disolución del individuo en el cosmos, ya no habría que proponerse dominar la naturaleza,
sino, más bien, insertarse en ella como un ente más para vivir en paz con los otros hombres, las otras especies
vivas y en equilibrio con todo el medio ambiente. Muchos planteos ecologistas se inscriben en esta línea de
pensamiento y se constituyen en un lugar común en el pensamiento de vastos sectores. Aunque estos planteos
naturalistas de cuño oriental puedan enfrentarse en muchos aspectos con la sociedad de consumo y la era del
vacío de Lipovetzky, tienen en común la disolución del sujeto racional que se proponía transformar el mundo a
través de las grandes utopías, para dar paso, por una parte a un sujeto egoísta y por el otro a un sujeto que se
disuelve en. la naturaleza, parecidos, al fin y al cabo, en la pérdida de la autoconciencia.

(25) Lipovetzky, G. Op. Cit. Prefacio.


(26) Halperín, Jorge. "Entrevista a Marc Augé", Bs.As., Clarín,22-10-92.
(27) Finkielkraut,A.Op.Cit.p.121.

7. Un nuevo papel para la ciencia

Desde las ideas de posmodernidad no sólo se cuestionan los valores estéticos y éticos, el individuo y el valor de las
grandes ideologías, sino también el papel y el lugar de la ciencia en las nuevas condiciones. La modernidad había
inventado la ciencia y le había consagrado un lugar fundamental en la sociedad por sus promesas de llegar a la
verdad y lograr un mundo mejor. Estas promesas de la ciencia habían triunfado por sobre las promesas de la
religión: verdad y salvación, y desde los siglos XVII y XVIII habían definido el ideal del científico como un hombre
consagrado a la búsqueda de la verdad y al servicio de la humanidad. Podía ocurrir que a veces ambos ideales no
coincidieran y que se produjera el consecuente conflicto ético, pero esto no invalidaba los ideales. Sin embargo,
ambos ideales son cuestionados en el siglo XX. La verdad ya no parece poder alcanzarse. A lo sumo, las teorías
científicas son consideradas como una aproximación infinita a la verdad por las concepciones hipotético-
deductivistas de la ciencia sostenidas por Karl Popper y otros filósofos de la ciencia; estas concepciones no serían
más que una razonable adecuación del ideal moderno. Pero, posiciones más radicales como la de Thomas Kuhn,
autor de la obra La estructura de las revoluciones científicas (28), se fueron desarrollando desde los años sesenta
en adelante. Kuhn sostiene que en el desarrollo de la ciencia se producen revoluciones científicas que constituyen
enfrentamientos entre paradigmas; es decir, entre una teoría que define un campo, un área de problemas y
métodos legítimos, lo suficientemente abarcadora y lo bastante incompleta para dejar muchos problemas para ser
resueltos por los científicos y otro paradigma alternativo. Kuhn afirma que, en los momentos de crisis, la adhesión a
uno u otro paradigma en disputa no puede decidirse acudiendo a una instancia que esté por encima de los
paradigmas, ni por medios o procedimientos "científicos", pues estos mismos están en disputa. La adhesión a uno
u otro paradigma es más bien una cuestión emocional que lógica. Todo esto le hace destacar la semejanza entre
las revoluciones científicas y las revoluciones políticas. Kuhn ha llamado la atención sobre los aspectos sociales de
la ciencia, mostrando que en la concreta producción del conocimiento científico juegan un papel importante las
comunidades científicas y sus prejuicios y que, aunque la ciencia busca superar los condicionamientos ideológicos,
no siempre lo logra.

Otros autores, como Paul Feyerabend, en obras como Tratado contra el método y Adiós a la razón (29), han ido
más lejos que Kuhn en el cuestionamiento de las comunidades científicas a las que consideran como grupos de
presión política e interesadas, tras la bandera de la importancia de la ciencia, en defender sus propios privilegios.

Por otra parte, desde la ciencia misma la idea de un universo regular, ordenado, parece una utopía. Hay un lugar
para el azar y la idea de un edificio científico perfectamente construido donde las teorías armonicen, al menos en
un momento dado, no parece poder alcanzarse, desde la coexistencia de las teorías de la relatividad y cuántica
que no podrían ser simultáneamente verdaderas. En consecuencia, la ciencia, según Lyotard, constituye
simplemente un "juego de lenguaje" (30) o, mejor, una pluralidad de juegos de lenguaje creados por los científicos y
no hay otro criterio de legitimidad que el consenso de los que participan.

La otra gran promesa de la ciencia moderna, el ideal de un mundo mejor que podría obtenerse gracias al desarrollo
científico, se ve cuestionada por las aplicaciones militares y la posibilidad de contaminación y destrucción de la
naturaleza debida a las aplicaciones tecnológicas de la ciencia. Sin embargo, vale la pena hacer notar que la crisis
afecta los relatos de la modernidad y el papel que ésta le había asignado a la ciencia, pero no a los conocimientos
científicos que se desarrollan en todas direcciones. La actitud posmodernista más general, en este respecto, es la
aceptación de la ciencia, validada por sus aplicaciones tecnológicas, pero despojada de los ideales de verdad y
progreso. Sin embargo, al mismo tiempo, junto a la ciencia hay lugar para el mito, la magia o la religión y prácticas
de origen oriental -cuestionadas por las grandes filosofías de la modernidad- en la medida en que sean eficaces o
presuntamente eficaces. Así, la crítica posmodernista de la ciencia aunque termina con cierto cientificismo que
había reducido todo conocimiento a conocimiento científico, abre el camino a una ciencia que puede desarrollarse
lejos de cualquier humanismo, que es otra forma del cientificismo.

(28) Jun, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Madrid, Fondo de Cultura Económica,1975.
(29) Feyerabend,Paul. Adiós a la razón. Bs.As. ,REI, 1990 Tratado contra el método. Madrid Tecnos, 1981.
(30) Lyotard, J.F. La condición postmoderna. Ed.cit.,p.25.

8. Los finales de la historia

Más allá de la estética, las concepciones antropológicas, la ética y la ciencia, otra área fuertemente conmovida por
la irrupción de las ideas de posmodernidad es la historia. Si los grandes proyectos de la modernidad están
agotados, si no hay lugar para la utopía de un futuro distinto, ¿puede todavía seguirse hablando de la historia
humana como un proceso abierto, no concluido o es más razonable pensar que los países desarrollados han
llegado a una especie de poshistoria, en la que nada significativamente nuevo es dable esperar? En 1989 el
norteamericano de origen japonés Francis Fukuyama Publicó un artículo que tuvo un alto impacto especialmente
fuera de los medios académicos con el título "¿El fin de la historia?" (31) En el mismo se plantea que a lo largo del
siglo XX el liberalismo contendió en la primera guerra mundial con los restos del absolutismo todavía fuerte en
Alemania y el Imperio Austro-Húngaro, luego con el bolchevismo triunfante en Rusia en 1917, y contra el fascismo
en la segunda guerra mundial y, finalmente, con el maoísmo chino que amenazaba con la tercera guerra mundial.
Con el derrumbe de los regímenes comunistas en Europa Oriental y la Unión Soviética, que en ese momento se
insinuaba y se concretaría poco después, la democracia liberal de estilo occidental habría quedado sin rivales a la
vista y la historia política de la humanidad habría llegado a su fin.

No habría ya, según Fukuyama, un modelo social con pretensiones de representar una forma diferente y más
avanzada de organización de la sociedad humana, aunque por mucho tiempo podrían sobrevivir regímenes que no
sean de tipo democrático-liberal. Paralelamente, asociada a la democracia liberal, la cultura occidental de consumo
-música rock, videocaseteras y estéreos- sería la aspiración de todo el mundo, desde los campesinos chinos a los
estudiantes españoles, desde Moscú a Teherán. El ascenso del fundamentalismo religioso, manifiesto en los años
ochenta en el cristianismo, el judaísmo y, con más fuerza, en la religión mahometana (especialmente en el caso de
Irán o Argelia) y del nacionalismo y otras formas de la conciencia étnica, serían incapaces de poner seriamente en
cuestión, según Fukuyama, la preeminencia de la democracia liberal en los estados más grandes y desarrollados
del mundo. La poshistoria en la que ya se hallarían los países democráticos y desarrollados se caracterizaría por
priorizar el desarrollo económico, el desentendimiento y la apatía política, la construcción de riqueza material en
grado acelerado y la "mercadización común" (por el Mercado Común Europeo) de la política mundial; es decir, más
centrada en la economía que en la política. La no participación de amplios sectores en las elecciones, la crisis de
representatividad de los partidos políticos, el surgimiento de candidatos no políticos, la importancia creciente que
se le otorga a los ministros de economía en varios países occidentales se explicaría por esta clausura de una lucha
política en la que ya no hay alternativas excluyentes, sino apenas una diferencia de matices entre candidatos, por
lo demás, muy semejantes. Esta clausura de la historia con el presunto triunfo mundial de la democracia liberal y la
cultura occidental de consumo con sus estéreos y videocaseteras, pero también con sus serios problemas sociales
como el racismo, la violencia, la marginación y la droga, plantea también una clausura de los ideales de la
modernidad, afirmando, paradójicamente, que se han realizado, y aceptando la condición posmoderna como un
estado definitivo de la humanidad. Otros autores, como el ya citado Takeshi Umehara han polemizado con
Fukuyama señalando que al colapso del marxismo, al que considera como una rama lateral desprendida de la
modernidad, seguirá el colapso del liberalismo occidental, el tronco principal de las ideas modernas. Con sus
palabras:

"Lejos de ser la alternativa viable para ocupar el lugar del marxismo derrotado y la ideología reinante ' al finalizar la
historia, el liberalismo será la próxima pieza de dominó que caerá."(32)

Como alternativa, el pensador japonés supone que se desarrollará una sociedad humana en armonía con la
naturaleza fundada en una ética mutualista y una concepción cíclica del tiempo, tradicional en las culturas
orientales, que interpreta a la vida, la muerte y la reencarnación como partes del mismo todo. La clausura de la
historia humana o la postulación de un carácter cíclico para la misma que la asimila a una historia natural
constituyen desde distintas ópticas posturas que impugnan las utopías y luchas por una sociedad mejor que se
habían desarrollado con la modernidad.

(31) Fukuyama,Francis. "¿El fin de la historia ?" .En Doxa, Bs.As., año 1, número1, 1990.
(32) Umehara, Takeshi. "¿Un mundo dominado por la disciplina de oriente?" Buenos Aires Carín,17-10-92.

9. La recreación de los proyectos de la modernidad

Las ideas de Lyotard, Lipovetzky y Fukuyama, con diferencias innegables entre sí, dan por sentado el final o el
agotamiento de la modernidad y sus proyectos, y su reemplazo por una posmodernidad sin utopías, individualista,
eficiente, consumista. Frente a este panorama muchos autores han asumido una postura crítica de la
posmodernidad y planteado la necesidad de recrear y profundizar los proyectos de la modernidad. Para el ya citado
Alain Finkielkraut se trata de evitar la derrota del pensamiento que significa vivir en la época de los feelings, los
sentimientos, para los que ya no hay ni verdad ni mentira, belleza o fealdad, sino una paleta infinita de placeres.
Finkielkraut cuestiona la exaltación de la noción antropológica de cultura, como el conjunto de hábitos o valores
que el individuo adquiere por formar parte de la sociedad en la que vive, a la que contrapone la noción de cultura
como "la vida guiada por el pensamiento" que posibilita la constitución y la autonomía del individuo en el seno de la
comunidad. Según Finkielkraut no se nace individuo, sino que se llega a serlo superando la ignorancia, el desorden
de los apetitos, la mezquindad del interés privado, la tiranía de las tradiciones. La educación debe significar la
emancipación de la cultura antropológicamente concebida para alcanzar la cultura del sujeto que guía por el
pensamiento, la emancipación del "yo", frente al "nosotros". Pero en el contexto posmoderno los términos
"educación" y "cultura" han sido vaciados de contenido. Los ideales de la ilustración como los enunciaba Kant con
su "¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!" deben defenderse frente al deslizamiento posmoderno. Desde una
posición bastante similar a la anterior, el argentino Juan José Sebreli en su libro El asedio a la modernidad, de
1991, sostiene que en las últimas décadas, la sociedad occidental ha abandonado los rasgos que la distinguieron:
racionalismo, creencia en la ciencia y la técnica, idea de progreso, humanismo, etc. El asedio a las ideas de la
modernidad que Sebreli hace remontar a Herder y al romanticismo alemán, se habría multiplicado en algunas de
las filosofías y ciencias sociales del siglo XX como el existencialismo heideggeriano, el estructuralismo y el
posestructuralismo, la antropología culturalista, los diversos orientalismos y campesinismos y las filosofías de
posmodernidad que coincidirían en atacar a la modernidad.

Particularmente relevante es el análisis que realiza de la noción de progreso en el cual luego de presentar los
antecedentes históricos de dicha noción ubica la concepción activista del progreso en el Iluminismo, expresión de
la etapa revolucionaria de la burguesía, muy distinta de la concepción fatalista del progreso que se desarrolla en el
siglo XIX. La negación del progreso en el siglo XX constituye una utopía reaccionaria: ¿cómo sabe el
antiprogresista que un futuro mejor es irrealizable? La concepción activista del progreso no dice que nos aguarda
un futuro mejor, sólo afirma que el mismo es posible y que vale la pena esforzarse por construirlo. Sebreli concluye:
"No es el futuro el que determina el presente -lo cual sería sacrificar la libertad a una supuesta necesidad- sino el
presente, la libre actividad de los hombres hoy y aquí, lo que determina, aunque sólo en parte, el futuro. Pero la
alternativa al sacrificio en el altar del futuro no es vivir en el presente puro, afirmarse en tanto existencia
momentánea sin pasado ni futuro, lo que sería caer en una ética hedonista y, nihilista. El éxtasis de la existencia
momentánea, la exaltación del instante, no pueden mantenerse mucho tiempo, el placer se vuelve pronto tedio, el
momento absoluto se escabulle de entre los dedos. Al actuar, el hombre sobrepasa el instante presente, se
desborda inexorablemente hacia un porvenir. El presente puro es tan mítico como el porvenir escatológico. Todo lo
que podemos emprender en el presente está marcado por el pasado individual y por el pasado de la humanidad, y
además se proyecta inevitablemente hacia el porvenir. Tanto el sacrificio del presente al pasado de los
conservadores y tradicionalistas, como el sacrificio del presente al futuro de los milenaristas utópicos, como el
sacrificio del pasado y el futuro al presente de los nihilistas, están destinados al fracaso. La realidad humana tiene
tres dimensiones indisolublemente unidas, el pasado, el presente y el futuro, y es imposible anular cualquiera de
los tres términos para absolutizar uno solo." (33)

El mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, en un artículo titulado Posmodernidad, posmodernismo y socialismo" (34),
del año 1989, afirma que la sociedad posindustrial, si nos atenemos a las relaciones de producción, no es más que
el capitalismo multinacional o capitalismo tardío que se desarrolla con posterioridad a la segunda guerra mundial; y
que el posmodernismo, siguiendo al ya mencionado Jameson, sería la ideología o la lógica cultural de este
capitalismo tardío que niega el proyecto de emancipación de la modernidad, no para trascenderlo o superarlo, sino
para legitimar la realidad existente; el posmodernismo también niega la historia o, si la hubo, considera que ya
estamos en la poshistoria, con el mismo propósito: negar un futuro distinto y legitimar el presente.
(33) Sebreli, Juan José , El asedio a la modernidad. Bs.As., Sudamericana, 1991,p.92.

En verdad, dice Sánchez Vázquez, hay una condición posmoderna en la que vivimos que está constituida por las
amenazas del holocausto nuclear, la catástrofe ecológica, y la tragedia genética y por una existencia. humana
enajenada y cosificada. La conciencia de esta condición posmoderna es necesaria para contribuir a que la
"autodestrucción de la humanidad" no se convierta en una realidad. Pero el posmodernismo, lejos de aportar a una
toma de conciencia de esta situación, contribuye a condenar a los hombres a la inacción, la impotencia o la
pasividad. Frente a esto, Sánchez Vázquez afirma que no es posible renunciar a un proyecto de emancipación,
más necesario ahora que nunca antes, y que ese proyecto de emancipación pasa por el socialismo. La distinción
que realiza entre una condición posmoderna constituida por un cierto estado de cosas, y el posmodernismo como
una ideología reaccionaria que aspira a legitimar ese estado de cosas constituye un aporte interesante que permite
aceptar la existencia de la primera y rechazar, eventualmente, la segunda.

:-Para el filósofo alemán de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas (35), las ideas de
posmodernidad se parecerían demasiado a las de premodernidad y serían la expresión del auge neoconservador
que siguió a la crisis del estado de bienestar en los años ochenta, y que condujo al desarrollo de un sistema
económico casi autónomo que subordina al conjunto de la sociedad. Habermas ha llamado a recrear el proyecto
moderno que según sus palabras "todavía no se ha completado". El proyecto de la modernidad consistió en un
esfuerzo por desarrollar una ciencia objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte autónomo para el
enriquecimiento de la vida social cotidiana. Estas tres esferas que corresponden a la acción instrumental de la
ciencia y la técnica, a la acción normativa de la ética y el derecho, y a la acción estética del arte tienen cada una
sus propios juegos de lenguaje, pero el lenguaje ordinario es el metalenguaje común a los lenguajes específicos. El
lenguaje ordinario presupone la existencia de una razón comunicativa que se constituye a través y por encima de
los diálogos reales y es la que posibilita cierta unidad y objetividad en las tres esferas.

El debate modernidad-posmodernidad invita a tomar partido por algunos de sus extremos: o bien una defensa a
ultranza de los ideales de la modernidad o bien una aceptación entusiasta de las condiciones de existencia
posmodernas. Sin embargo, es difícil mantener cualquiera de los ideales modernos sin hacerse cargo de lo
acontecido históricamente al tratar de llevarlos a la práctica, pues, al lado de 1a medicina habría que poner las
armas nucleares, junto al desarrollo de conocimiento, la destrucción de la naturaleza, a la par de la mayor
participación política, el terror de la Revolución Francesa o de Stalin. En el otro extremo, aceptar entusiastamente
las condiciones de existencia posmodernas parece contradictorio de por sí. No hay demasiado lugar para el
entusiasmo desde las perspectivas posmodernas. Aceptar, entonces, el consumismo, las desigualdades y el
deslizamiento resignadamente parece ser más bien el producto de un conformismo que se acepta más por la falta
de alternativas que por propia convicción. Por otra parte, y aunque desde ya en países como la Argentina las
categorías del debate modernidad-posmodernidad sirven para entender buena parte de las mutaciones sociales
cotidianas desde el mundo de la política hasta la moda en el vestir, las mismas se dan en otros términos, a partir de
otras realidades, en estas latitudes. Así, la modernidad, aunque fue constitutiva de la emancipación nacional, no
dejó de ser una modernidad periférica que casi no tocó amplios territorios e instituciones del país y la
posmodernidad que se nos ofrece no se corresponde con el desarrollo de una sociedad posindustrial, sino más
bien desindustrializada. Por estos motivos, al que habría que sumar lo suscinto del análisis realizado, más sensato
que asumir un partido, parece ser tomar conciencia de que la cuestión modernidadposmodernidad atraviesa las
distintas áreas de la vida social y tiene una llamativa influencia práctica en la medida en que las ideas que se
sostienen en la discusión son la base teórica de propuestas en el plano político, económico, educativo, etc.;
propuestas que buscan encauzar la vida de los hombres en determinadas direcciones. El rápido recorrido
efectuado a través de las principales ideas de los últimos siglos nos ha permitido aproximamos a la comprensión de
las claves de algunos fenómenos sociales contemporáneos, de los cuales nos interesan dos que abordaremos en
los próximos capítulos: la redefinición de la adolescencia y la situación de la escuela secundaria.

RESUMIR EL CAPÍTULO CONTESTANDO LAS SIGUIENTES


CUESTIONES;
1.- El cambio de paradigma desde el Renacimiento, los
acontecimientos y filósofos importantes, precisando los pilares
fundamentales de la modernidad
2.-¿Cuál es la imagen actual de la ciencia en la posmodernidad?

(34) Sánchez Vázquez, Adolfo. "Posmodernidad ,posmodernismo y socialismo", En Casa de las Américas, La
Habana, Año 30,número 175,1989.
(35) Habermas, Jürgen. Art.citado.

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