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Análisis de Caso
La historia de Jordan Belfort y su carrera por comerse el mundo a mordiscos grandes nos
muestra cómo una vida puede cambiar -algunas veces para bien y otras para mal- según las ex-
pectativas que tiene el individuo de cómo quiere vivirla. Pero más que vivirla de lo que se trata
es disfrutarla. Hemos dado el apelativo de epítome a este escrito porque lo que haremos, aunque
nos esforcemos por abarcarlo todo, es apenas un resumen de lo extenso del tema, un roce a la
punta del iceberg a bordo del barco de los dilemas morales y éticos de Jordan Belfort y sus adic-
ciones (utilizando un poco la metáfora de Fernando Savater en su Ética para Amador, 1991).
Pero vamos por partes. Al comienzo de la historia Jordan vive una vida normal con su es-
posa y se esfuerza por mejorar sus condiciones de vida pretendiendo escalar en el mundo de las
finanzas de manera correcta, ha estudiado y a logrado ser parte de una empresa de valores reco-
nocida. A medida que pasa el tiempo se da cuenta que su jefe tiene ciertas “costumbres” para
mantener su éxito -como el ritual de golpearse el pecho y repetir cierta especie de mantra, consu-
mir cocaína y la utilización del sexo como medios para calmar el estrés- lo que empieza a ser
parte de su motivación (Savater, 1991), pierde su moral. El dinero y el poder son ciertamente las
dos motivaciones principales y son adquiridas por su propia voluntad, es decir, como dice Sava-
ter (1991) por “capricho”. Vemos también reflejado el hecho de que la otra motivación de que
habla Savater (1991), el motivo de orden se aplica ya que Jordan se da cuenta que puede hacerlo
por sí mismo sin que otro se lo ordene, toma las riendas de su proceder y ejecuta sus propias ac-
Ciertamente el señor Jordan es un tipo brillante y capaz de demostrarse a sí mismo sus al-
cances. En sí esto no podría decirse que es malo, pero al caso, la cuestión es del método ambi-
guo utilizado en donde, por un lado, ayuda a sus colaboradores con sus problemas financieros
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(como la chica a la que le da 25 mil dólares en su primer día de trabajo) y por otro lado la “liber-
tad” de acción, la falta de límites termina por estropearlo todo. Sin límites no hay control, se
pierde la perspectiva y se hacen invisibles, tras los logros, las consecuencias de los actos desme-
didos. Jordan sacrifica su tranquilidad, su salud en pro de su sueño de grandeza, se hace adicto a
él al punto de que es capaz de aventar por la borda a varios de sus marineros para no perder la
totalidad de su carga (Savater, 1991) cuando delata a sus colaboradores para obtener rebaja en su
condena, arriesga su vida y la de todos tratando de salvar los millones que había puesto a nombre
de la tía de su esposa en una travesía irresponsable a través de una tormenta en el mar, paro-
diando a Savater en su ejemplo del capitán del barco en su libro Ética para amador.
¿Logró tener lo que quería? Sí. Pero las preguntas claves a responder son: ¿Lo obtuvo de
manera correcta?, ¿Pudo retener lo que consiguió?, ¿Por qué lo perdió?, ¿Es justo que después de
tanto trabajo lo haya perdido? Para responder estas preguntas claves hay que tener en cuenta que
la sociedad se rige por códigos deontológicos que hacen referencia a los fundamentos del deber y
las normas morales, reglas éticas y morales que regulan el comportamiento de los individuos
ayudándolos con la conceptualización del bien y del mal y enmarcándolo a su vez en el ámbito
de las costumbres sociales (Lezamary, 2012). La libertad de la que habla Savater (1991) es, por
supuesto, individual y el libre albedrío es indiscutible, pero es allí donde la deontología entra a
mediar entre la libertad propia y la de los demás puesto que mis acciones pueden acarrear conse-
por contagio -por así decirlo- La deontología protege al individuo de sí mismo y de los demás,
pero, ¡es de uso voluntario! Lo que no tuvo en cuenta el señor Jordan es que la deontología in-
cluye normas legales con motivos de orden (Savater, 1991) y Jordan pecó contra la orden de no
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mentir y, aunque las exigencias deontológicas se asocian más a las decisiones y actos del indivi-
duo que a las consecuencias, “las razones deontológicas alcanzan su plena fuerza como impedi-
mento a la acción de uno y no simplemente como impedimento de que algo suceda” (Nagel,
mercado. En Wall Street las empresas compiten todo el tiempo entre ellas, los corredores de
bolsa se desviven por vender acciones a inversores para generar ganancias inmediatas y cobrar
sus grandes comisiones. El protagonista afirma en varias oportunidades que “crear riqueza no
tiene secretos para mí; no importa quién sea; no importa de donde venga; usted también puede
“Nadie le impide tener libertad económica y nadie le impide ganar miles de millones.
por el nivel de corrupción y ambición para conseguir lo que se desea al precio que sea necesario,
estafa donde sus acciones se basaban solo a su placer personal y se relacionan una carencia de
Oaknont, una completa cadena de fraudes, mentiras y sobornos donde lo único que prima era ob-
Como conclusión, la obsesión por ganar, el pensamiento generalizado de que vivir es una
lucha de todos contra todos donde el fin justifica los medios, como dejo intuir Nicolás Maquia-
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velo en su obra El Príncipe y que escribió Napoleón Bonaparte en la última página de su ejem-
plar, hacen proclive al individuo de tomar atajos para lograr su objetivos teniendo en cuenta
REFERENCIAS
mericana.edu.co/recursosel/documentos_para-descarga/Documento%20orientador%20-Uni-
dad%201-%C3%A9tica%20.pdf
rado http://es.slideshare.net/lezamary/concepto-carteristicas-deontologia
tep.ipn.mx/Docentes/Documents/Lecturas/Libro/Etica-Para-Amador.pdf