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El nuevo enfoque del filosofar y del papel del maestro de filosofía en Sócrates, entre otros

factores, conducirán al pensamiento antiguo hacia los grandes sistemas filosóficos de los siglos
V y IV a.n.e. - Platón y Aristóteles – y a la creación de las grandes escuelas filosóficas fundadas
por ellos, La Academia y El Liceo, respectivamente.

Hijo de Aristón y Perictiona, nace Platón de Atenas (427-347 a.n.e.) en el seno de una de las
familias pertenecientes a la más rancia aristocracia esclavista ateniense, descendiente de la
familia del rey Codro. Recibió una esmerada educación durante su niñez y juventud, y en su
sistema se aprecian las más variadas influencias filosóficas, que van desde el pitagorismo,
pasando por la dialéctica heraclitiana (recibida sobre todo a través de Crátilo, discípulo del
filósofo de Efeso) y la teoría del ser parmenídeo, hasta llegar a Sócrates, de quien llegó a ser su
más destacado discípulo, y bajo cuya influencia permanecería desde los veinte años, hasta la
muerte del maestro, en el 399 a.n.e.

La condena a muerte de Sócrates por un tribunal democrático ateniense fue un hecho que
conmocionó a Platón y determinó de manera definitiva su orientación filosófica hacia la
priorización del ideario ético-político en su sistema, por una parte y, por otra, hacia la
elaboración de una vasta literatura filosófica, compuesta fundamentalmente por diálogos, en
los cuales intentó perpetuar la memoria del maestro y rendirle singular tributo, lo que explica
que en su inmensa mayoría, aparezca Sócrates como el principal interlocutor y expositor de su
propia teoría y de la filosofía platónica, cuestión que en no pocas ocasiones ha traído
dificultades a doxógrafos y estudiosos del pensamiento platónico, a la hora de establecer un
ordenamiento o clasificación de sus obras.

Tras la muerte de Sócrates, Platón realizó diversos viajes, primero a Megara, y luego,
sucesivamente, a Egipto, Cirene, el sur de Italia y Sicilia. En esta última, conoció a Dión,
(cuñado de Dionisio I, tirano de Siracusa) quien convenció al filósofo para que intentara llevar a
la práctica su ideario político en dicha ciudad, lo que ocurriría en tres ocasiones (388, 367 y 361
a.n.e.) que culminarían en un rotundo fracaso.

Tras el primer intento fallido en el 388 a.n.e. Platón tuvo que huir de Siracusa y retorna a
Atenas, donde funda en el 387 a.n.e. La Academia, que llegaría a convertirse en una de las más
importantes e influyentes escuelas filosóficas de la antigüedad, y cuya existencia se extendería
durante siglos, hasta el año 529 de nuestra era.

Tras el segundo y tercer intentos fallidos de concretar en la práctica sus concepciones políticas
en Siracusa, Platón permanecería ya en Atenas de manera continua desde el 360 a.n.e.
dedicado casi de manera absoluta a sus actividades en la escuela que dirigía.

63 El texto que aparece a continuación ha sido extraído íntegramente del libro Introducción a
la filosofía antigua, de la Dra. Rita M. Buch Sánchez. (Ed. Cit.)

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La obra escrita de Platón nos ha llegado casi íntegramente y constituye un magnífico ejemplo
de vinculación indisoluble entre filosofía y literatura, por su belleza y estilo. Escrita casi toda en
forma de diálogo, con pocas excepciones (entre las que pueden citarse la “Apología de
Sócrates” y algunas cartas conservadas) va mostrando de manera progresiva cómo fue
evolucionando el ideario del filósofo, desde su juventud (muy cercano a Sócrates todavía),
hasta llegar a su total madurez (etapa en que elabora su ontología, su gnoseología y su ideario
ético-político propio, también conocida como fase clásica del platonismo) y una última etapa
en la que, a partir de diversas críticas recibidas, a veces de sus más destacados discípulos,
Platón, ya anciano, entra en una fase crítica de su propia teoría, todo lo cual quedaría
registrado en sus últimos diálogos.

En general, la obra escrita de Platón suele ser dividida, al igual que su vida, en cuatro etapas,
bastante bien delimitadas entre sí.

1) Etapa socrática: Apología de Sócrates;Ión; Critón; Protágoras; Laques; Trasímaco; Lisis;


Cármides; Eutifrón. 2) Etapa de transición: Gorgias; Menón; Eutidemo; Hipias Menor; Crátilo;
Hipias Mayor; Menéxeno. 3) Etapa de madurez: Banquete; Fedón; República; Fedro. 4) Etapa
de vejez: Teeteto; Parménides; Sofista; Político; Filebo; Timeo; Critias; Leyes; Epínomis.

A lo largo de esta extensa obra se puede apreciar que con Platón, la filosofía se estructurará de
manera sistémica, al abordar múltiples problemas de la más variada índole, que pudieran
sintetizarse en tres elementos fundamentales: ontología, gnoseología y pensamiento ético-
político.

A continuación, se expondrán las más importantes ideas del filósofo en su etapa clásica, con el
fin de caracterizar sintéticamente y a grandes rasgos su sistema filosófico, no sin antes aclarar,
que el análisis de la obra de Platón ha presentado a doxógrafos e investigadores del
pensamiento antiguo grandes complejidades, fundamentalmente a partir de dos factores.

En primer lugar, está el hecho de que Platón, como homenaje póstumo a su maestro, eligiera a
Sócrates como principal interlocutor en la mayoría de sus diálogos. Este elemento ha ofrecido
no pocos problemas a los especialistas, por cuanto hace difícil deslindar el pensamiento
platónico del socrático, sobre todo en las dos primeras etapas.

En segundo lugar, la incorporación de elementos mitológicos y de ficción en su discurso


filosófico, que junto a la utilización de una depurada técnica literaria, aplicada con gran
maestría, se combinan en una casi perfecta mezcla de ficción y realidad, mito y filosofía, hecho
que si bien por una parte, acrecienta la complejidad de la comprensión de su discurso, por
otra, determinará el carácter atractivo y cautivante de su obra, cuya lectura, aún en nuestros
días, ofrece singular placer a los amantes de la filosofía.

Se puede añadir un tercer factor, que es la imbricación de todos los elementos de su sistema,
los cuales, lejos de aparecer expuestos como una sumatoria de partes aisladas e inconexas
entre sí (independientemente de que existen muchos diálogos dedicados a un tema
específico), aparecen magistralmente expuestos, a partir de una casi perfecta y

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armónica combinación de aspectos de su ontología, gnoseología, psicología, ética, política,


estética, pedagogía, cosmología, etc. He aquí uno de sus más grandes méritos y a la vez, una
de las mayores dificultades para su estudio, que, por todo lo expuesto, no permite quedarse
en el análisis epidérmico de su obra, sino que requiere gran profundidad para lograr una
aproximación integral a su pensamiento.

De todos los elementos que integran su sistema, merecen especial atención los que conforman
su ontología, su gnoseología y su ideario ético-político. Estos tres elementos, constituyen la
columna vertebral de su sistema y entre ellos, la ontología, cumplirá la función crucial de servir
de eje central a toda su teoría, si bien el objetivo último del filosofar platónico manifiesta un
carácter eminentemente político. Este aspecto resulta esencial para comprender íntegramente
el pensamiento platónico y en especial, el de su etapa clásica.

La ontología platónica se expone a partir de la teoría de las ideas. Dicha teoría, contentiva de
múltiples aspectos, descansa a su vez en una idea clave que aparecerá de manera reiterada y
de diversos modos planteada, a lo largo de todo el pensamiento platónico: la realidad que
circunda al hombre y que nos muestran los sentidos, es un imperfecto reflejo de una realidad
trascendente e inteligible, que resulta para Platón la única realidad verdaderamente existente,
la cual está conformada por ideas puras, que condicionan, posibilitan y determinan la
existencia del conjunto de fenómenos y objetos que conforman la naturaleza.

Esas ideas constituyen el ser de la realidad, son perfectas, inmutables, eternas y se presentan
como los modelos o arquetipos que posibilitan la existencia de la realidad natural, la cual está
sujeta al devenir y por ende, al surgimiento y la desaparición de los objetos y fenómenos que
la constituyen. De este modo, la teoría de las ideas determinará el carácter idealista objetivo
de la respuesta que ofrece Platón ante el problema fundamental de la filosofía.

A partir de este planteamiento ontológico, Platón se ve en la necesidad de estructurar una


gnoseología coherente y que explique de manera consecuente (en el marco de su sistema
filosófico) cómo el hombre puede, por medio de la razón, elevarse desde el punto de vista
cognoscitivo, desde lo sensible hasta lo inteligible, para lograr el conocimiento de las ideas, es
decir, la aprehensión de las mismas.

Para explicar cómo es posible el conocimiento en cuanto ciencia o racionalidad, Platón utilizará
una serie de alegorías, entre las cuales se destaca la alegoría de la caverna, mediante la cual
explicará que el conocimiento sensorial (doxa u opinión), como conocimiento de lo material,
sensible, imperfecto y perecedero, no es verdadero conocimiento, sino que constituye sólo un
estímulo para que el alma humana, esencialmente racional, recuerde mediante un proceso
dialéctico ascendente y descendente, lo que ésta ya sabía y había olvidado al nacer el hombre
(teoría de la anámnesis o reminiscencia), ya que para Platón el alma humana es inmortal y al
morir el cuerpo del hombre, ésta se separa y se eleva hasta la región de lo inteligible, para
lograr la aprehensión y el auténtico conocimiento de esa realidad trascendente e ideal.

Al respecto, expresará:

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“- Pues bien, mi querido Glaucón – dije -: toda esta imagen debe ponerse en relación con lo
dicho anteriormente; por ejemplo; la realidad que la vista nos proporciona con la morada de
los prisioneros, y esa luz del fuego de que se habla con el poder del sol. No te equivocarás si
comparas esa subida al mundo de arriba y la contemplación de las cosas que en él hay, con la
ascensión del alma hasta la región de lo inteligible. Éste es mi pensamiento que tanto
deseabas escuchar. Sólo Dios sabe si está conforme con la realidad. Pero seguiré dándotelo a
conocer: lo último que se percibe, aunque ya difícilmente, en el mundo inteligible es la idea del
bien, idea que, una vez percibida, da pie para afirmar que es la causa de todas las cosas. En el
mundo visible ha producido la luz y el astro señor de ésta, y en el inteligible, la verdad y el puro
conocimiento. Conviene, pues, que tenga los ojos fijos en ella quien quiera proceder
sensatamente tanto en su vida pública como privada”.64

Reconocer que el conocimiento de las ideas es sinónimo de auténtico conocimiento, y que los
datos que nos aporta el conocimiento sensorial no reflejan lo verdaderamente existente,
resulta así para Platón equivalente a la alegoría del esclavo, que ha permanecido en el interior
de una caverna oscura junto a otros y logra al fin liberarse, salir al exterior de la caverna y
percibir los objetos mismos y no sus sombras.

Esta idea de carácter gnoseológico se imbrica indisolublemente con una idea esencial de su
teoría ético-política, ya que al enfatizar que el esclavo que logró liberarse y salir de la caverna,
debe retornar al interior de la misma para explicarle al resto de sus compañeros de cautiverio
lo que vio, y mostrarles la diferencia entre verdad (ciencia) y opinión (doxa), Platón deja
plasmada claramente la misión del filósofo dentro del estado y su responsabilidad en relación
con la educación del ciudadano.

Es por esto que la teoría política de Platón, indisolublemente ligada a su ética y a otros
elementos de su sistema, propone que la misión del filósofo es lograr la justicia en el estado,
cuestión a la que está dedicado su diálogo “La República”. Esta obra, en el conjunto de sus
escritos, reviste especial significación y en ella se conjugan, quizás como en ninguna otra,
todos los elementos que conforman su sistema, logrando total armonía y complementación.

Para Platón, el estado constituye una imagen – reflejo ampliada del alma humana. De suerte
que si se cumple la justicia a nivel individual en cada ciudadano del estado, el conjunto de
todos ellos garantizará que se cumpla la justicia en el estado, siempre y cuando todos sus
miembros dejen el mando a los filósofos, dotados de un alma cualitativamente superior y de
aptitudes innatas que garanticen un buen gobierno.

De tal modo, según Platón, el alma humana se compone de tres partes bien diferenciadas
entre sí: racional, irascible y concupiscible. La primera se explica por sí misma y debe garantizar
a nivel individual que en el alma prevalezca la razón sobre las partes restantes; la segunda está
asociada al valor y la tercera es la parte inferior, por estar estrechamente relacionada con los
apetitos sexuales y alimentarios del hombre.

En correspondencia con esto, existen para el filósofo tres tipos de alma, que pueden ser
diferenciadas, así como pueden ser distinguidos determinados metales, unos de otros, tales
como el oro, la plata y el bronce. Asimismo, según Platón, para que un estado sea

64 Platón – “La Repùblica”. Editorial Ciencias Sociales, 1973. Págs.. 207-208.

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justo, deben existir tres estamentos sociales, cada uno de los cuales debe cumplir una función
dentro del mismo: 1)los filósofos o gobernantes, cuya función ha de ser gobernar, educar y
velar porque se cumpla el ideal de justicia dentro del estado, garantizando sobre todo que
cada estamento cumpla estrictamente la función social que le corresponde y no otra; 2)los
guerreros o custodios, que constituyen un estamento auxiliar de los gobernantes y cuya
función radica en defender al estado de sus enemigos externos e internos y, por último, 3)un
tercer estamento constituido por campesinos, artesanos, comerciantes, etc. que garanticen la
producción, comercio y reproducción de los bienes materiales que necesita el estado. En
correspondencia con esto, los gobernantes están dotados de alma de oro y son poseedores de
la sabiduría; los guerreros poseen alma de plata y se destacan por la valentía y, por último, los
pertenecientes al tercer estamento social poseen alma de bronce y deben mantener como
virtud la prudencia.
Como puede apreciarse, la teoría política de Platón es inseparable de su teoría del alma, así
como de las restantes partes de su sistema (ontología, gnoseología, ética, pedagogía, etc. y
constituye una defensa de las normas y valores de la aristocracia esclavista de su época.

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