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• El evangelio Juan 15,12-17 ya ha sido meditado hace pocos días (.....

o será retomado
dentro de algún día). Vamos a retomar algunos puntos de aquel día.
• Juan 15,12-13: Amar a los hermanos como él nos amó. El mandamiento de Jesús es
uno solo: "¡amarnos unos a otros como él nos amó!" (Jn 15,12). Jesús supera el Antiguo
Testamento. El criterio antiguo era: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lb.
18,19). El nuevo criterio es: "Amaros unos a otros como yo os he amado". Aquí él dice
aquella frase que seguimos cantando hasta hoy: "¡No hay prueba de mayor amor que dar
la vida para los hermanos!"
• Juan 15,14-15: Amigos y no siervos. "Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os
mando", a saber, la práctica del amor hasta el don total de sí! En seguida, Jesús coloca
un ideal altísimo para la vida de los discípulos. Dice: “No os llamo ya siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que
he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Jesús no tenía más secretos para sus
discípulos. Todo lo que oye del Padre nos lo cuenta. Este es el ideal bonito de la vida en
comunidad: llegar a una total transparencia, hasta el punto de no tener secretos entre
nosotros y poder confiar totalmente el uno en el otro, poder compartir la experiencia que
tenemos de Dios y de la vida y, así, enriquecernos mutuamente. Los primeros cristianos
podrán realizar este ideal durante unos años. "Eran un solo corazón y una sola alma"
(He 4,32; 1,14; 2,42.46).
• Juan 15,16-17: Fue Jesús el que nos escogió. No fuimos nosotros quienes elegimos a
Jesús. Fue él quien nos encontró, nos llamó y nos dio la misión de ir y dar fruto, un
fruto que permanezca. Nosotros le necesitamos a él, pero también él nos necesita a
nosotros para poder seguir haciendo hoy lo que hizo para la gente de Galilea. La última
recomendación: "¡Esto os mando: que os améis unos a otros!"
4) Para la reflexión personal
• Amar al prójimo como Jesús nos amó. Este es el ideal de cada cristiano. ¿Cómo lo
estoy viviendo?
• Todo lo que oí de mi Padre os lo he contado. Este es el ideal de la comunidad: llegar a
una transparencia total. ¿Cómo lo vivo en mi comunidad?
Reflexiona

Algunas religiones afirman que Dios es el Altísimo, la Fuente de todo, el Ser Supremo, ante
quien lo demás es nada y a quien no le va ni le viene la suerte de sus criaturas. La mirada
cristiana, afirmando que Él es el Creador y nosotros sus criaturas, se diferencia de esa fría
imagen. Esto porque ante la noción de un Dios tan indiferente o lejano, ante quien las
personas deben sentirse menos que bichos, Jesús, el Hijo de Dios hecho persona, nos llama
con afecto “amigo”, “amiga”. “Yo los llamo “amigos”, porque les he dado a conocer todo lo
que oí de mi Padre”.
¿Sientes que Jesús es tu Amigo? ¿Qué crees que te falta para sentirlo más cercano?

Reflexión: Juan 15,12-17


Cristo, luego de darnos a conocer el resumen de la ley y los profetas en los dos
únicos mandamientos de “amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como
a nosotros mismos”, nos da su propio mandamiento que en realidad condensa el
anterior:  “ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Y, ¿cómo nos ha
amado Jesucristo? Él mismo lo dice en este texto, hasta dar su vida por
nosotros. Esa es la medida, ese el extremo al que hemos de llegar.
Cuantas veces nos irritamos y perdemos la paciencia con los nuestros, con
nuestros cónyuges o nuestros hijos, por tonterías, por caprichos o por malos
entendidos que dejamos prosperar por falta de caridad. Cuantas veces en la
calle perdemos los papeles por una nimiedad. Debemos hacer el esfuerzo de
resistir a estas reacciones abruptas que muchas veces tienen su origen en la
soberbia o el egoísmo.

Exigimos un trato acorde con nuestro estatus de padre, abuelo, maestro,


profesional, jefe, letrado, autoridad, político o miembro de la curia y por este
solo detalle dejamos de ver en el hermano o hermana -que por alguna razón
nos interpela-, a Jesucristo. Es más fuerte en nosotros el deseo que nos
reconozcan, que nos agradezcan, que nos den nuestro lugar, que nos distingan
dándonos “el trato que merecemos”, antes que aprovechar la oportunidad de
establecer contacto con el prójimo y amarlo, como nos manda Cristo.

Otras veces simplemente nos escondemos en nuestra coraza invisible de


egoísmo e indiferencia, para no dejar que se altere la paz y comodidad en la
que vivimos. Hacemos caso omiso de lo que sucede más allá de nuestras
narices, para no comprometernos, ni vernos envueltos en “problemas ajenos”.
Poco a poco vamos endureciendo nuestros corazones, hasta no dejarnos
afectar por nada ni por nadie. A eso contribuye la cultura de muerte en la que
vivimos inmersos, las noticias, la televisión e internet que paulatinamente van
adormeciendo nuestras conciencias hasta hacernos completamente
indiferentes. Nos dejamos inocular por una vacuna contra todo lo que no sea
yo, mi me, conmigo.

No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y


los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca

El Señor nos manda exactamente lo contrario. Esta es la gran dificultad de ser


cristiano: hemos de ir contra el mundo, ejerciendo violencia contra el egoísmo,
la comodidad y la indiferencia. El amor está en las antípodas de lo que propone
el Príncipe de este mundo. Amar exige valor, ejercer la voluntad para nadar
contra la corriente. El amor exige entrega, desprendimiento, sensibilidad,
empatía, comprensión, esfuerzo y fe.

El punto de partida del amor es la fe. Fe en Dios que nos amó primero, que nos
dio la vida sin que mediara condición alguna, que se ha ocupado de poner a
nuestro alcance lo necesario para que seamos felices y alcancemos la vida
eterna. Fe en que, cuando se hubo cumplido el tiempo, envió a Su Hijo
Jesucristo a Salvarnos, lo que Él hizo muriendo en la cruz y resucitando al
tercer día conforme a la Voluntad del Padre y en que nos tiene reservado un
lugar en el Cielo, que para alcanzarlo debemos cumplir sus mandamientos.
Si nosotros creemos en Dios y Su amor Infinito, haremos lo que nos manda.
Creer y amar son indisolubles. Amor es la forma en que se expresa la fe.
Quiere decir que la fe tiene que evidenciarse en las acciones cotidianas de
nuestra vida, de un solo modo: amando. Solo entonces estaremos cumpliendo
el mandato Divino. Amamos, porque creemos. El amor es el resultado del
ejercicio de la voluntad puesta al servicio de la fe. Porque creemos, amamos.

Finalmente, nos resulta sumamente tierno y halagüeño que nosotros vamos


pensando que decidimos sumarnos al Camino que Jesucristo nos propone,
cuando es en realidad Él quien nos escoge y llama. ¡Tan grande es su amor,
que nos va preparando, paulatinamente, con mucha paciencia,
condescendencia y cariño! Los tiempos de Dios son distintos a los nuestros. Él
sabe cómo atraernos. Solo tenemos que dejarnos amar.

Padre Santo, Padre Bueno, te damos gracias por todo el amor que nos has
prodigado incondicionalmente, por la paciencia y el cariño con el que has
sabido esperarnos, hasta que finalmente hemos podido ver y sentir con
nuestros propios ojos, con nuestra mente y corazón, que más que Tú nadie nos
ha amado. Danos perseverancia para permanecer en tu amor y sabiduría y
caridad para compartirlo con nuestros hermanos, te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.
No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y
los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca

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