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LA LIBERTAD DE CONCIENCIA
Siempre han distinguido los estudiosos de la ética entre la conciencia verdadera y la conciencia
invenciblemente errónea. La primera es la que actúa de conformidad con la verdadera moral objetiva. La
segunda, en cambio, es la yerra, sobre dicha verdad, al equivocarse a cerca de la formulación obligante del
valor o sobre el mismo enjuiciado. Esta distinción no tiene relevancia en el sentimiento jurídico de la libertad
de conciencia. La libertad se aprecia aun de quien actúa con una conciencia minada por la ignorancia
invencible…, mientras su conducta no resuelve, en justicia, merecedora de reproche y castigo. En ejercicio
de la libertad de conciencia nadie puede culpablemente, matar, lesionar, torturar o incidir al suicidio. Pero
mientras el seguimiento de la voz interior no se traduzca en hechos claramente lesivos de los derechos
ajenos o de la convivencia social, toda persona es libre y autónoma para guiarse por sus juicios de moralidad.
Así, por ejemplo, aunque muchos de nosotros creamos moralmente equivocados a quienes por razones de
conciencia rehúsan someterse a las transfusiones de sangre, debemos admitir que tal rehusamiento ni
perturba el orden público, ni lesiona o pone en peligro los bienes jurídicos de otros. Aunque dentro de la
mayoría de nuestra sociedad esa negativa sea juzgada como un erro moral, ella no esta descrita en la ley
como hecho justamente merecedor de presión penal o corrección policiva. Por lo tanto, las personas que
por reparos de moralidad se niegan a recibir una transfusión sanguínea deben estar amparadas por la tutela
constitucional del derecho a la libertad de conciencia.
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La constitución dispone que nadie “será obligado a actuar contra su conciencia”, reconoce de manera tácita
el derecho básico de toda persona a repudiar derechos y a objetar deberes si racionalmente estima que el
ejercicio de los primeros o el cumplimiento de los segundo le ésta prohibido por norma Universal y objetiva
de la moralidad. Quien para obedecer su conciencia no acepta una terapia, por juzgarla moralmente ilícita,
repudia aunque en forma parcial-el derecho de la mediación. Quien dentro de la misma obediencia rehúsa
prestar el juramento judicial, rendir homenaje a la bandera patria o alistarse en la fuerza pública, objeta un
deber. Rechaza la obligación impuesta por un imperativo del ordenamiento estatal. Los que por razones de
moralidad repudian derechos y objetan deberes, actúan en ejercicio de su libertad de conciencia.
En este orden de ideas el ejercicio del derecho a la libertad de conciencia solo puede ser legítimamente
limitado por la necesidad de proteger valores y derechos ciertos y prevalentes que el legislador ampara con
la consagración de aquellos deberes cuya observancia impone a los gobernadores conductas de justificada
abstención. El derecho reconoce que no solo crea la posibilidad de formar libremente la conciencia sino
también la posibilidad de atacarla sin coacción ni impedimentos en las actuaciones morales no – no puede
limitarse sin violar la normativa constitucional con leyes que ya no busquen impedir el quebranto del justo
orden público o la realización de hechos socialmente dañosos sino imponer exigencias inspiradas en el
perfeccionamiento o en el paternalismo. Recuérdese que no es lícito al Estado, invocando el propio bienestar
de la persona afectada “inferir la libertad de un hombre para impedir que obre de acuerdo con sus legitimas
opciones y preferencias. Las limitaciones que en Colombia pueden imponerse al derecho a la libertad de
conciencia de actuar según dicha conciencia son las previstas en el artículo 29 de la declaración universal
de Derechos Humanos: aquellas limitaciones “establecidas por la ley con el único fin de asegurar el
reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias
de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática. Así pues, las únicas
limitaciones imposibles por el legislador colombiano al goce y el disfrute del derecho a la libertad de
conciencia son las que buscan:
1º. Proteger y preservar las condiciones públicas de seguridad, tranquilidad, salubridad y moralidad que
integran el orden público.
En consecuencia, la libertad constitucional de seguir el propio dictamen interior de moralidad no puede ser
ejercida ni para introducir el desorden y perturbar la convivencia pacífica, ni para ponerse en contradicciones
con el orden jurídico penal, ni para infringir el genérico deber de no usar antisocialmente el derecho dentro
una situación jurídica subjetiva.
Lee y responde en tu cuaderno las siguientes preguntas:
1.- ¿Explique la libertad de conciencia?
2.- ¿Explique el ámbito del ejercicio de la libertad de conciencia?
3.- ¿Explique los límites de la libertad de conciencia?
4.- ¿Explique las limitaciones imposibles para el goce y disfrute del derecho a la libertad de
conciencia?